Ana Lilian Lobato Rodríguez El pensamiento crítico sobre la obra plástica de Samuel Feijóo l recorrer con la vista sus trazos «nerviosos» parece que va- mos a descubrir los secretos de una casa abandonada. La ve- getación ha tomado cada escondrijo o ranura en reclamo de su derecho natural. ¿El Homo sapiens cohabita con la naturale- za o el enjambre arbóreo es parte de él? Es incuestionable que para Samuel Feijóo el paisaje cubano representaba una fuente inspiradora inagotable para sus creaciones. Con acierto, a la hora de tratar esa temática recurre a un discurso propio y vanguardista. El Sensible Zarapico, espíritu libre e inquieto, cree en la fantasía de la naturaleza. Para él la realidad constituyó un amplio cosmos de formas y significados interesantes que se trasmutaban en personajes enamorados del paisaje florecido o en engendros de motivos vegetales. Asimismo, la obra plástica de Feijóo está ligada al mito. En sus figuraciones encontramos reflejadas madres de agua, güijes, jinetes sin cabezas, sirenas criollas, niños con colmillos grandes y otros animalejos tomados de la mitología nacida en nuestros campos cubanos, la cual se ha preservado por tradi- ción oral, gracias a la labor divulgadora feijosiana y de otros investigadores. SIGNOS [49]
El tratamiento del mito está asociado al reflejo psíquico del campesinado que da cierta explicación a fenómenos reales a través de la superstición y de la sugestión provocada por el temor generado por sucesos inexplicables. Según el Diccionario de símbolos de Jean Chevalier, el mito es visto como «una dramaturgia de la vida social o de la historia poetizada».1 Por otra parte, señala que todas las mitologías están llenas de relatos de metamorfosis: dioses transformándose o transformando a otros seres en humanos, en anima- les, lo más a menudo, en pájaros, en árboles, en flores, en fuentes, en ríos, en islas, en rocas, en montañas y en estatuas. La obra plástica de Samuel Feijóo se encuentra envuelta en una especie de capa vegetal recreada con la mitología campestre, donde aparecen singula- res seres nacidos de la fantasía popular, que no llegan a alcanzar la categoría de dioses, pero que tienen características antropomorfas y zoomorfas, además presentan poderes sobrenaturales. Personajes con apariencia humana, que vie- nen del más allá, se suman también a los cuentos de aparecidos con un matiz terrorífico. Sin embargo en los cuadros feijosianos pululan los personajillos simpáti- cos, donde son sugeridas nuevas texturas visuales, arabescos vegetales, el predominio de la línea móvil, y una gama de colores apastelados, lo que desem- boca en un nuevo aspecto: el mito representado por Feijóo adaptado a su tiem- po y a su contexto. Lamentablemente la fecunda labor plástica feijosiana no ha sido tan di- vulgada como su quehacer como poeta, narrador o folclorista. Por ello, esta- mos casi extraviados entre bejucos y jocosos animalillos, que reclaman ser vistos. A pesar del «sol desconocido»2 que resultó ser Samuel Feijóo, en esa arista existe un corpus de pensamiento crítico formado en torno a sus crea- ciones que merece la pena ser estudiado, ya que transita por varias etapas de su obra, y los juicios son emitidos por críticos y periodistas con diferencias generacionales. Para realizar un paneo de lo que se tratará a continuación, se puede decir que se abarcarán géneros periodísticos como la crónica, entrevista y comenta- rio, que fueron publicados en catálogos de exposición, periódicos y revistas. Asimismo se realizará un análisis de los estilos empleados por los auto- res, de acuerdo a la generación que representan y a la etapa en que fueron concebidos los trabajos. De esta forma se estudiará el pensamiento crítico de intelectuales como Robert Altmann, Virgilio López Lemus y Roberto Fernández Retamar, entre otros. 1 JEAN CHEVALIER: Diccionario de símbolos, Editorial Herder, Barcelona, 1986, p. 715. 2 Exposición Un sol desconocido, Samuel Feijóo, Museo Nacional de Bellas Artes, Ciudad de La Habana, 2008. SIGNOS [50]
APUNTES CRÍTICOS SOBRE EL ZARAPICO Durante los primeros años de la Revolución se prescindían de algunos datos importantes en los catálogos de exposición. Tal es el caso del plegable de la muestra personal de Samuel Feijóo, cuya apertura fue el 21 de julio de 1961 en la Biblioteca Nacional José Martí. Aquí fueron omitidas la fecha en que culmi- naría la exposición y el autor de las palabras al catálogo. Es posible asociar la autoría al director de esa institución, que ocupaba el cargo el año mencionado; o a un intelectual cubano prestigioso como Roberto Fernández Retamar. Estamos ante un comentario con un matiz sociológico, donde se describe la temática tratada por el artista, sus motivaciones ante el nuevo período y las técnicas de los trabajos expuestos (dibujos, acuarelas y aguafuertes). En el trabajo se menciona la salida de la obra a la luz como una conse- cuencia de la etapa revolucionaria y la plena identificación de Samuel Feijóo con la misma. Además se enfatiza el divorcio del creador con el anterior siste- ma socioeconómico cuando se refiere: «Era lógico pensar que Samuel Feijóo se desentendería siempre de una cultura que no era siquiera cultura de mandarines, sino —salvo raras excepciones— una cultura barniz, de aparien- cia, de crónica social».3 Con ello caracteriza el entorno donde el Zarapico comenzó su carrera artística de forma autodidacta y gracias a los intercambios con su amigo el escultor Mateo Torriente. El autor anónimo sugiere que las características personales de Feijóo de- ben tomarse en cuenta antes de proceder al estudio de su obra plástica, ya que los críticos cometerían el riesgo de sacrificar algún aspecto importante. Además menciona que las creaciones feijosianas se inscriben en el arte moderno cubano, resalta la reivindicación en el tratamiento del paisaje nacional donde convergen la sensualidad, rica imaginería y un universo de símbolos. En 1961 es publicado Samuel Feijóo. Dibujos. Las palabras introductorias del libro fueron escritas por el prestigioso intelectual y poeta Roberto Fernández Retamar, quien utiliza un discurso descriptivo y un enfoque sociológico que comenzó a ser usado en la crítica de los años sesenta. La mención de las temáticas empleadas por el artista se hace evidente. La naturaleza en todo su apogeo es reflejada en yerbas, bejucos, lomas, árboles y matorrales intrincados. A ellos se unen las figuras femeninas y la vida de los guajiros. En este punto Retamar hace hincapié en la etapa histórica prerrevolucionaria y la situación social que se vivía cuando afirma: «como para recordarnos, también la miseria y sin embargo la esperanza y las canciones de 3 «Samuel Feijóo, dibujos, acuarelas, aguafuertes, S. A.», Catálogo de exposición, Biblioteca Nacional José Martí, 1961. SIGNOS [52]
los guajiros entre los cuales vivía, como un extraño rey profetizando ese tiem- po de justicia que ha llegado con la Revolución».4 Así realiza una comparación de los temas feijosianos enmarcados en diferentes contextos socioeconómicos. Feijóo es definido como creador simbiótico que no puede desvincular su unificado universo poético-plástico e intelectual culto de carácter sumamente sencillo y espontáneo. Por otra parte se subraya el protagonismo del pueblo en su obra y el rol de generador de cultura en el proceso de construcción del socialismo en Cuba. Samuel se interesa por el hombre humilde, sus expectati- vas, sueños y necesidades, porque él se considera parte y le es difícil creer que la intelectualidad esté alejada de su pueblo. En el comentario persiste el tono valorativo acerca del trabajo pictórico y de los dibujos, donde la naturaleza predomina como un todo que forma una especie de mantel vegetal sin jerarquía alguna en los elementos rebosantes de armonía y espontaneidad. Asimismo asevera: «Este artista que es cubano por los cuatro costados no viene de la pintura cubana, sino directamente del paisaje cubano».5 Seguidamente enumera los elementos que conforman las piezas inspira- das en el imaginario popular, donde sobresalen motivos arbóreos, flores, extra- ños rostros ensombrecidos o iluminados, diosecillos cubanos (madres de agua, güijes y sirenas); así como palabrotas y letreros llenos de humor lírico. Roberto Fernández Retamar se inscribe en la crítica moderna del pasado siglo y persigue una función promocional y orientadora con un discurso en el que predomina lo descriptivo, evaluativo e interpretativo. El prólogo al libro Samuel Feijóo. Dibujos fue escrito en la década de los años sesenta, época en la cual la crítica se caracteriza por: nuevo enfoque de la cultura, tiempo de luchas, debates y polémicas, masificación cultural y la apertura de nuevas instituciones. A finales de los setenta la prensa plana se hace testigo del quehacer plás- tico de Feijóo gracias a su nueva muestra Kokorios y Kakafuacos exhibida en la Casa de Cultura de Plaza, en Calzada y 8, en diciembre de 1977. El 14 de enero de 1978 el periódico Granma publica una entrevista a Samuel Feijóo, hecha por el periodista Aldo Isidrón del Valle. En ella se mani- fiesta un discurso descriptivo y un carácter promocional e informativo. Por otra parte el 20 de enero de ese mismo año la revista Bohemia publica «Floripondios y Tapákulos», de Elo Nussa, trabajo que aborda la muestra men- cionada anteriormente. Con la utilización del comentario como género periodístico, el autor infor- ma y promueve, además de describir y valorar la nueva propuesta de tan sin- gular creador cubano. 4 ROBERTO FERNÁNDEZ RETAMAR: «Samuel Feijóo: entrada a su pinturería», en Samuel Feijóo. Dibujos, Consejo Nacional de Cultura, Ministerio de Educación, La Habana, 1961. 5 Ídem. SIGNOS [53]
APUNTES CRÍTICOS DEL NUEVO SIGLO La exposición retrospectiva Un sol desconocido. Samuel Feijóo, que tuvo lugar en el Edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes, en el 2008, conllevó a que se escribieran nuevos apuntes críticos sobre la obra plás- tica feijosiana. Robert Altmann, entrañable amigo del intelectual cubano contó sus me- morias e impresiones propiciadas por los primeros intercambios en los años cuarenta. En la crónica «El transeúnte visionario» el pintor y crítico alemán narra con vivacidad cada detalle de las conversaciones iniciales que eran mi- tad en inglés y mitad en español, además describe el conocimiento gradual de un joven artista cubano lleno de entusiasmo. A grandes rasgos dilucida la trayectoria artística seguida por Feijóo: el paisaje insular, el pueblo y sus mitos como temáticas esenciales, diferentes anécdotas, la extremada reserva en su rol de artista plástico, el desconoci- miento y la falta de comprensión de su obra mostrada por la intelectualidad cubana (hecho que aún continúa), la labor promocional feijosiana con el grupo Pintores y Dibujantes Populares de Las Villas y la fundación de la revista Signos, publicación que marcó el auge en su carrera artístico literaria. En este caso la crítica se realiza desde una óptica personal y subjetiva, ya que se está en presencia de la crónica como género. Así se toma como punto de referencia la obra del artista, la cual es descrita, valorada e interpretada. Cabe citar un fragmento del escrito de Altmann, donde expone su criterio personal: «La vía extraña y profundamente original que iba a seguir el arte gráfico de Feijóo, desligado de toda tradición, de todo estilo, sorprende por su rareza».6 Por otra parte, en el comentario «Samuel Feijóo en retrospectiva. Notas para una exposición»7 el intelectual Roberto Cobas Amate valora la importan- cia de las muestras retrospectivas para el público y la crítica. El escrito está cercano a la crítica moderna pues emite juicios de valor, posee un carácter legitimador, informativo y promocional, lo cual genera un canal comunicativo. Así la obra del Zarapico es tomada como objeto referencial que se inserta en el modernismo insular, dotada de abigarrada composición y vivaz colorido. También determina las posibles «coincidencias atractivas» de contactos o nexos con pintores que marcaron hitos en la vanguardia cubana: René Portocarrero y Mariano Rodríguez. Analiza la personalidad evasiva de Feijóo 6 ROBERT ALTMANN: «Samuel Feijóo: El transeúnte visionario», en Un sol desconocido. Samuel Feijóo, Museo Nacional de Bellas Artes, Ciudad de La Habana, 2008. 7 ROBERTO COBAS AMATE: «Samuel Feijóo en retrospectiva. Notas para una exposición», en Un sol desconocido. Samuel Feijóo, Museo Nacional de Bellas Artes, Ciudad de La Habana, 2008. SIGNOS [54]
en el mundo de la plástica y su posterior evolución creativa tras el segundo lustro de los años cuarenta, en que se encamina a lo «vernáculo nacional con una dosis de humor criollo».8 Cobas Amate indaga en los temas usuales de Feijóo y realiza una aclaración esencial que define al pensador silvestre como artista innovador y genuino cuan- do menciona: «Es importante resaltar que la pintura de Feijóo, aun siendo de origen autodidacta, oscila entre la inteligente integración de lo culto y lo popular. Por tal motivo no se le debe confundir en absoluto con un artista naif».9 Para culminar este recorrido por los apuntes críticos sobre la creación plástica de Samuel Feijóo es oportuno mencionar el comentario de Virgilio López Lemus, poeta, investigador y crítico, que ha dedicado gran parte de sus estudios a la obra literaria feijosiana. Es esencial subrayar el profundo conocimiento de López Lemus sobre esta arista creativa, a ello le suman los intercambios con el Zarapico que le permitieron acceder a su obra plástica y a numerosos datos biográficos del multifacético creador cubano. El investigador se inscribe fundamentalmente en la crítica moderna, pues toma el objeto artístico como punto de atención y se convierte en una especie de intérprete para develar sus aspectos ocultos. De esta forma se puede afir- mar que se forma un círculo hermenéutico a partir de la profundización en la polifacética labor de Feijóo y de percibir su creación como un todo sin estable- cer fronteras delimitadas. Además se basa también en los conceptos de la semiótica para leer los códigos del discurso plástico. En su comentario «Samuel Feijóo: pintura, metáfora y metapoesía», que figuró como palabras al catálogo de la exposición «Un sol desconocido. Samuel Feijóo», persigue como objetivos promocionar, legitimar y orientar al público sobre la propuesta de esta personalidad de la cultura cubana, que fue poeta, novelista, narrador, promotor cultural, folclorista, dibujante, pintor y escultor. Por otro lado describe y valora el interés por la paisajística, definiendo a Feijóo como «el mayor poeta de la naturaleza cubana […] el gran pintor del paisaje […] davinciano surrealista tropical».10 Con ello advertimos que lo percibe como un artista en mayúscula, un crea- dor integral que no duda en tomar la pluma o el pincel, pues para él las dos cosas son necesarias. De la misma forma declara el error que constituye encasillarlo como naif, ya que su ingenuidad solo es un pretexto, un juego con los colores; pero ello no quiere decir que desconozca los fundamentos del dise- ño o la teoría del color. 8 Ídem. 9 Ídem. 10 VIRGILIO LÓPEZ LEMUS: «Samuel Feijóo: pintura, metáfora y metapoesía», en Un sol desconocido. Samuel Feijóo, Museo Nacional de Bellas Artes, Ciudad de La Habana, 2008. SIGNOS [55]
Menciona que muchas veces pinta con tonos suaves y otras veces el co- lorido se torna vivaz. También aclara que Samuel realizó numerosas esculturas y performances en el medio natural con verdadero barroquismo criollo, donde aparecen amas de casa, campesinas, animalejos mitológicos y paisajes rurales de trazo rápido. Virgilio López Lemus ha sabido reconocer la amplia magnitud de Samuel Feijóo, un hombre que bebió de sus raíces y de la historia universal, una figura que supo crear su propio planeta espiritual tomando fragmentos de realidad, sentimientos, objetos, seres míticos y legendarios, entornos vegetales, concep- tos e ideas. Acertó López Lemus cuando dijo: «Yo lo llamaba abeja en un libro que le dediqué, pero me equivoqué: Feijóo es toda la colmena».11 11 Ídem. SIGNOS [56]
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Roberto Ávalos Machado Nuevo. Dibujantes de Las Villas n algún momento, la idea de una escuela de dibujantes y pin- tores populares de Las Villas se desvanecía. El movimiento iniciado por Samuel Feijóo en Cienfuegos, en los años cua- renta del siglo pasado, parecía más una construcción intelec- tual que el descubrimiento oportuno de una figuración popu- lar en el genio desconocido del pueblo. Sin embargo, ambas posibilidades no son excluyentes; Feijóo sostuvo una idea de lo popular en la creación visual como complemento de su estética de la naturaleza, probada en su propia obra artístico- literaria y redescubierta en el taller de Wifredo Lam en la calle Panorama en Marianao. Una definición exacta, o lo más cercana posible a sus intereses plásticos, la hallamos en el concepto de pintura antillana en el cual la plástica culta y popular, las fronteras territoriales y de todo tipo, se funden en una amalgama identitaria que tal vez hoy reconozcamos me- jor en los esfuerzos por entretejer el tejido cultural cubano al caribeño. Una respuesta al dilema de las fronteras de aguas lezamianas resulta en los términos de una denominación para la pintura de un ámbito territorial específico, a contrapelo de las formulaciones procedentes de la crítica norteamericana en el momento, como escuelas de La Habana y de Haití. SIGNOS [67]
Desde este ángulo, el movimiento plástico popular feijosiano se levanta como una opción vanguardista enraizada en los motivos ornamentales de Amelia Peláez, René Portocarrero y Wifredo Lam, de ahí su diferencia radical con la pintura primitiva moderna, que no está sujeta a elaboraciones teóricas, mani- fiestos o sistemas de pensamiento cultural, aun cuando sea acogida en estos círculos y promovida desde ellos. Los dibujantes presentados por Samuel Feijóo en sus publicaciones a lo largo de algo más de cuatro décadas, desde la publicación de Ateje en 1947 —la primera revista fundada y dirigida por él de la que tengamos noticia—, formaban parte de su entorno cotidiano, del ambiente cultural de la ciudad de Cienfuegos donde residía entonces, lo cual es fácil de comprobar a través de las revistas «puras» concebidas por Aldo Menéndez, Alcides Iznaga y el propio Feijóo, donde se anticipa el germen de lo que luego será la revista Signos. Cuando la experiencia se traslada a Santa Clara hacia 1960, el vórtice del proyecto giró primero en el ámbito de la Universidad Central de Las Villas y su enjundioso Plan de Publicaciones, para radicarse luego, ya fundada la revista Signos, en la ciudad. Con excepciones, los dibujantes y sus obras eran «en- contrados», estaban al alcance de la mano. Sin embargo, en sus notas sobre el desarrollo del movimiento, insiste en la espontaneidad del dibujo de Las Villas, en el hallazgo de una tradición ornamental en las casas de campo, en la fanta- sía inagotable de sus cultivadores, en la sencillez de estos artistas del pueblo y otros elementos similares que respondían a los presupuestos de las teorías clásicas del folclor, como amparo legitimador del movimiento. Si por un lado lo popular en los dibujantes del movimiento es el resultado de una búsqueda indagadora en la naturaleza cubana, en la razón ornamental que adquiere un carácter sígnico ya probado en la obra de Amelia Peláez y Portocarrero en los ensayos de Robert Altmann dedicados a estas figuras, por el otro es el hallazgo de una tradición dibujística que ha sobrevivido en el tiem- po en campos y poblados. Si por una parte estos artistas responden a una vocación de vanguardia, por la otra se erigen en portadores de convenciones plásticas sujetas a una tradición. Entre estos puntos contrapuestos radica la esencia de este movimiento, que le aportó a la plástica villaclareña el distintivo aporte de una escuela del dibujo y la pintura populares. Sin embargo, el movimiento se desvanece por varias razones, algunas de las cuales no me atrevo a aventurar, pero sí a precisar que el desconocimiento sobre esta escuela, sobre sus aportes gráficos sustanciales, su historia y des- envolvimiento a lo largo de más de medio siglo, han incidido en su ocultamien- to. Si sumamos la comercialización de las artes plásticas en el territorio, a merced de mecanismos inexplicables de oferta y demanda y no de un sistema coherente ordenado para la explotación del potencial artístico con el que con- tamos, enfrentamos otras cuestiones para un análisis mucho más profundo y que por supuesto no intentaremos aquí. Solo señalamos el predominio de cier- SIGNOS [68]
tos malentendidos sobre lo popular en Villa Clara, que trascienden a los Salo- nes Territoriales de Arte Popular, convocados desde 1995 por el Consejo Pro- vincial de las Artes Plásticas de la provincia, donde en los últimos años se ha favorecido la llamada «candonga» y a la pintura como soporte por excelencia de este arte entre nosotros, cuando el dibujo sigue siendo el paradigma de este movimiento. No se necesitan muchos esfuerzos para hallar nuevos dibujantes, como en la época de Samuel Feijóo están al alcance de la mano. Entre los propósitos fundacionales de los Salones Territoriales de Arte Popular estaban el estímulo y consolidación de figuras en ascenso, el descubrimiento de talentos y sostener la tradición iniciada por Samuel Feijóo, de ahí que se dedicara a él este concur- so y se celebrara en los días cercanos a su natalicio el 31 de marzo. En el último lustro los resultados no han sido del todo felices, hay cierta deslealtad en la competencia y la sombra del mercadeo amenaza seriamente a este tipo de creación. Además, la confusión entre los posibles términos abarcadores de este arte por segmentos o generalizadores, ha conducido a un callejón sin sali- da, donde el ojo experto brilla por su ausencia a la hora de distinguir entre categorías tan cercanas entre sí como el arte de aficionados y el primitivo moderno o las manipulaciones, desórdenes e intromisiones manifiestas en obras dirigidas de antemano a un cliente. Los dibujantes que presentaremos a continuación nunca antes han dado a conocer su obra, esta es su primera vez. Su presencia en estas páginas cons- tituye un homenaje a Samuel Feijóo desde la inocencia del arte que tanto ayudó a crecer; ellos afirman la existencia de una tradición auténticamente popular y su proyección presente y futura. A Rolando Marrero Pérez de Alejo lo conocí en su casa a través de su hija, una gran amiga. Uno de sus dibujos asomó por algún lugar y tuve el atrevimiento de pedir que me lo enseñaran, entonces como es usual, aparecieron las excusas para no mostrarlo, lo cual es un rasgo inherente a estos creadores, como si se avergonzaran un poco de sus creaciones. Nació en Quemado Hilario en 1943, participó como combatiente en la Limpia del Escambray y trabajó como mecá- nico en talleres del Minaz. Reside en Santa Clara. Sorprenden sus dibujos por la riqueza imaginativa de sus figuras y el minucioso entramado con el que enriquece su trabajo, concebido en blanco y negro, lápiz sobre papel. Asume el retrato y la figura humana con peculiar interés en resaltar el cabello, los ojos y otros rasgos faciales destacados con texturas lineales de peculiar riqueza. Sin embargo, en sus seres míticos, sin importarle un sistema mitológico en particular, o sus alegorías a la isla donde vive, despliega un arsenal inimaginable de recursos plásticos e ideas, que muy bien pueden inscribirse en el arsenal de bichos descubierto y estimulado por José Seoane Gallo en los grupos de dibujantes desarrollados por él entre SIGNOS [69]
1957 y 1961: hombres de mar, sirenas, ciempiés con igual número de cabezas humanas, pájaros y seres bestiales con rasgos antropomórficos. No le da trata- miento a los fondos, concentra todo su afán en las figuras, ocasionalmente incorpora textos y alguna que otra décima. Dibujo de Rolando Marrero Pérez de Alejo. SIGNOS [70]
Dibujo de Rolando Marrero Pérez de Alejo. Dibujo de Rolando Marrero Pérez de Alejo.
Juan Casañas Martínez es un asiduo espectador de las noches de cine en El Mejunje. Nuestras primeras conversaciones fueron sobre el séptimo arte, hasta que una noche me trajo una bolsa de plástico llena de dibujos para que le diera mi opinión. Nació en Santa Clara en 1955, estudió magisterio y luego tecnología textil. Ha ejercido la crítica cinematográfica, que le ha propiciado su acercamiento a instituciones y personalidades de la cultura, el dibujo constitu- ye para él un pasatiempo al cual no ha dado mucha importancia. Los dibujos de Juan cubren casi toda la superficie del papel, predomina la intención abstracta y la insinuación de color en sus complicadas estructuras a la manera de vitrales. Otra vez me parece repasar la estupenda colección de los bichos de Santa Clara conformada por Seoane Gallo; la fluidez de sus líneas me recuerdan los dibujos de Zoraida (La China), una suerte de Amelia Peláez popular, como afirmaría el propio Seoane. Entre sus fabulaciones destacan las alusiones al mundo marino, los peces- bestias resultan de la entera libertad de su juego lineal, como en casi toda su figuración, nacida como por azar al ritmo de su trazado. La figura humana ocupa un pequeño lugar entre sus preocupaciones, aunque no ha dejado de anotar, al margen de sus trabajos, sentencias filosóficas que parecen impulsar el deseo de dibujar. Firma Juanchine. Dibujo de Juan Casañas Martínez. SIGNOS [72]
Dibujos de Juan Casañas Martínez.
Dibujos de Juan Casañas Martínez.
Eduardo Llamosa Betancourt ya es un viejo conocido. Nació en Quemado de Güines en 1943, pequeño agricultor y músico, reside en Hatillo. Lo conocí en compañía de Alberto Anido Pacheco, dibujante excepcional de Las Villas, posiblemente su amistad haya influido en la dedicación de Eduardo al dibujo. El mundo plástico de Llamosa es inocente, incorpora el color y los rudi- mentos del paisaje en sus representaciones de la naturaleza, su asunto por excelencia. Se preocupa por darle el aspecto de «cuadro» a sus trabajos, aun en formatos muy reducidos; puede advertirse también el desplazamiento de una concepción pictórica a otra con predominio del dibujo, mucho más cercano a la escuela de Las Villas. En estos últimos, lo natural se convierte en motivo y adopta lo grotesco como una vía para alcanzar lo monstruoso. Dibujo de Eduardo Llamosa Betancourt. SIGNOS [75]
Dibujos de Eduardo Llamosa Betancourt. Estos tres dibujantes representan una parte de la tradición del dibujo popu- lar villaclareño, a través de sus obras sobrevive el espíritu de un movimiento que necesita ser tomado en cuenta, como uno de los hallazgos más sorpren- dentes en la plástica cubana de todos los tiempos. La escuela del dibujo y la pintura popular de Las Villas crecen con estos artistas y afirman sus rasgos esenciales como creación legítima del pueblo. SIGNOS [76]
Ernesto Miguel Fleites Feijóo y René: dos nombres para un mismo duende Y Samuel se lo manifestó todo, sin encubrirle nada. Primer libro de Samuel, 3, 18. Camajuaní, en la segunda mitad de la década de los sesenta, llegó un duende que, a decir por su apariencia, era tan horrible que pudo causarnos el terror. Cuentan los que lo describen que era calvo y viejo, cascarrabias y medio loco, informal e irreve- rente. Y cuentan además los fantasiosos que aquel duende del demonio tenía las patas de un chivo y el título de doctor en su cartera. Si detuviéramos aquí la descripción, admitiríamos a un ser de ultratumba, capaz de devorar niños en noches de plenilunio, o a una especie de monstruo al estilo de Frankestein. ¡Craso error!, pues ese duende que tomó por encantos las calles de ese pueblo se llamó Samuel Feijóo. ¡Cuántas cosas hizo Samuel por la cultura, cuántas cosas! En Camajuaní el doctor Pata’e chivo unió esfuerzos junto a René Batista Moreno y entre ambos censaron a todos los locos más cuerdos de la tierra, dinamizaron las bases de una editorial que proyectó el trabajo desde el terruño mismo hacia la identidad de la nación, organizaron las sesiones del taller literario José García del Barco, volvieron édito a más de uno de sus miembros, ci- mentaron las bases del concurso de la décima Juan Ruperto Delgado Limendoux, organizaron a los artistas plásticos sin aca- demia alguna, pero con el temple dentro, y los encaminaron SIGNOS [77]
hacia las salas de exposiciones de la provincia, y colaboraron en la formación del genio que más tarde se forjó en la mismísima alma de René. Y es que Feijóo aparece por el verde valle tras las huellas de su folclor y reúne a un grupo nada desdeñable de locos deseosos de seguir haciendo litera- tura y publicando sus trabajos en la imprenta del poblado. Aquella labor rústica y apasionada de unos cuantos soñadores inspiró al genio plural y heterodoxo de Feijóo. Y allí puso su mano para apuntalar con fuerza la cimiente, esa que se sustentaba sobre la base de una revista que publicó, no solo los trabajos deba- tidos en las sesiones del taller, sino que se proyectó además con un alcance de rango nacional e internacional. Gracias a aquella experiencia, hoy nos place conocer que a mediados de 1975 «el doctor Antonio Díaz Abreu ofreció al taller literario “José García del Barco” de Camajuaní, una conferencia sobre la vida y obra del poeta José Álvarez Baragaño, de quien nos mostró, después de la disertación, una autocaricatura y tres poemas inéditos»;1 que la poetisa y pinto- ra naif Nivia de Paz González le ofreciera a Feijóo «una fotografía, inédita hasta entonces, donde aparece el Che rodeado de un grupo de personas, entre las que se destaca ella posando su cabeza sobre el hombro del ya mítico guerri- llero»;2 que esta misma artista le entregó a René Batista Moreno, un poema en puño y letra del poeta Rolando Escardó, que este regaló a Nivia cuando era reina de la bohemia universitaria, en los ya lejanos años cincuenta del siglo pasado;3 que en «el número 3 (mayo de 1968) de la revista Hogaño […] aparece un artículo de Nicolás Guillén titulado “Lengua y diccionario”, escrito especialmente para esa publicación» a pedido de René Batista Moreno;4 y que en Camajuaní Feijóo conformó y editó muchos de los números de Signos con la ayuda de ese grupo de locos soñadores. Pero el Sensible Zarapico hizo más: allí hurgó en las raíces del pueblo para encontrar los diamantes en bruto que luego reflejó en su obra, removió las pasiones de sus compañeros para adentrarlos en el mundillo del folclor, y darles un vuelco a sus vidas artísticas. De esto último dan fe los rumbos tomados por ellos mismos. Nivia de Paz, poetisa con un fino olfato tropológico, lo dejó todo para matrimoniarse con el arte naif; María López y Adoración Hernández incursionaron en la vida plástica gracias a las posibilidades de este duende que hoy se torna un personaje de la historia cultural camajuanense; Ricardo Riverón Rojas se alimentó de las experiencias de Hogaño para convertirse después en el gran artífice del descomunal proyecto que hoy es la Editorial Capiro; Ramiro Porta Aponte y Andrónico Cruz Luna dedicaron muchas horas de sus ocios a la creación sobre el folclor afro el primero, y a las décimas y las cuartetas de 1 RENÉ BATISTA MORENO: Éditos e inéditos, Editorial Capiro, Santa Clara, 2003, p. 9. 2 ALEXIS CASTAÑEDA PÉREZ DE ALEJO: La sencillez sangrante, Editorial Capiro, Santa Clara, 2009, p. 49. 3 Ver RENÉ BATISTA MORENO: Ob. cit., pp. 31-35. 4 Ibídem, p. 37. SIGNOS [78]
Samuel Feijóo (al centro con sombrero) en el taller literario de Camajuaní. A su izquierda René Batista Moreno. humor el segundo. Y otros imprescindibles que, sin embargo, no se detallan, pues urge dar un saltito hasta René, al cual se deja para el final por la importan- cia y coincidencias en los procederes. El gran René Batista Moreno, por así decirlo mejor, fue «el alumno aven- tajado, y a veces el maestro del maestro», a decir de Ricardo Riverón Rojas en su presentación de Los bueyes del tiempo ocre,5 porque mucha similitud en- contramos en la vida de estos dos grandes de las letras y el folclor cubano. Muchas, que van desde las coincidencias más tipológicas de sus vidas hasta las aspiraciones y sueños por una literatura de alcance popular. Si repasamos estas coincidencias no solo tendríamos que recurrir a una buena parte de la obra de René, donde él plasma algunos testimonios sobre la amistad que los embargó a lo largo de veinticinco años, sino también a sucesos vividos por nosotros mismos durante nuestra permanencia y aprendizaje al lado del Doctor Manigua (mote con el que Feijóo identificaba a René). Y es que quizá heredó el aura del duende que llegó al verde valle después que Samuel se retirara a reposar sus travesuras. 5 RENÉ BATISTA MORENO: Los bueyes del tiempo ocre, Editorial Capiro, Santa Clara, 2007. SIGNOS [79]
Un ejemplo de las incalculables coincidencias lo tenemos en la anécdota que René hace sobre Feijóo en una de las versiones del Concurso de Repentismo Juan Ruperto Delgado Limendoux celebrado en Vega de Palma. En aquella ocasión Samuel fungía como jurado junto a Hugo León y René Batista Moreno. El Sensible Zarapico no prestó gran interés por el concurso, pues mientras los poetas interpretaban sus obras, él se dedicaba a pintar musarañas para pasar el tiempo. Cuenta René en Los bueyes del tiempo ocre que, al terminar el último poeta, Samuel fue llamado para dar un premio único, pero este, frente al micrófono y sin mediar palabras con los demás miembros del jurado, expresó que se otorgaba, excepcionalmente, premios a los catorce concursantes. Y con la misma se marchó hacia donde René y Hugo lo esperaban atónitos, pero también muertos de risa. Batista Moreno nos regaló algo muy parecido, solo que lleno del humor propio que siempre lo caracterizó. Cuenta Joel Sequeda Pérez que en una de las ediciones del Encuentro-debate Municipal de Talleres Literarios celebra- das en Camajuaní, uno de los concursantes traía un cuento, donde el protago- nista, heroicamente enamorado, había decidido quitarse la vida. Al hombre le era muy difícil expresarle el amor a su amada y por ello tomó la vía del suicidio a través de la masturbación. «Me masturbaré tantas veces como sea necesa- rio hasta que muera», decía el protagonista del cuento en uno de sus parlamen- tos. Y así lo hizo. René, escuchó atento y silencioso ese y los demás cuentos en concurso. Nada dijo. Luego debatieron los trabajos y se hizo el acta del jurado, la cual él, como presidente, leyó. Cuál sorpresa la mía, contaba Joel, al oír de boca de René que el cuento de marras obtenía mención porque «jamás he escuchado algo tan novedoso como esa manera de perder la vida —y concluyó rotundo— y no se le concede el premio porque al nombre del cuento (titulado SANTA) debió añadirle PAJA para así tener la obra perfecta». De más está decir que aquello terminó en una estrepitosa carcajada. Otras anécdotas de Samuel se repiten con frecuencia en las cosas de René, pero no viene al caso contar las triviales. Solo enumeramos las coincidencias más típicas de sus vidas que tie- nen algo que ver con las aspiraciones y sueños por alcanzar una literatura de trascendencia popular. 1- Tanto Samuel como René fueron reconocidos escritores, editores, pe- riodistas, promotores literarios e investigadores de la cultura popular tradicio- nal, desarrollando ambos una labor cultural amplia y diversa. 2- Ambos incursionaron en diferentes géneros de la literatura, la investiga- ción y el periodismo, como el testimonio, la poesía, la investigación folclórica e histórica, aunque Samuel Feijóo también incorporó a su repertorio literario la novela, el cuento y la narrativa para niños y jóvenes. 3- La labor como fundadores y líderes de proyectos culturales de estos grandes de las letras cubanas también son coincidentes. Del Sensible Zarapico SIGNOS [80]
Feijóo y Batista. las revistas Islas y Signos son sus mejores testigos; del Doctor Manigua: la fundación de la revista Hogaño, el taller literario José García del Barco, el concurso de la décima Juan Ruperto Delgado Limendoux, las ediciones del taller literario con más de treinta títulos desde 1970 a 1999, y el taller de litera- tura oral y folclor Juan Manuel García Espinosa. 4- Estos doctores (Pata’e chivo y Manigua) han antologado a diversos autores de todos los géneros y han sido incluidos en antologías en múltiples ocasiones. 5- Diferentes premios y reconocimientos han coloreado sus vitrinas. 6- Fueron miembros fundadores de la Uneac y la Upec. De más está decir entonces que el team médico al cual nos referimos cobijó bajo sus alas una buena dosis de calidad literaria y simpatía folclórica, amén de la amistad que los unió durante veinticinco años. De más está decir que el duende que apareció por Camajuaní en la segunda mitad de la década de los sesenta, sigue hoy vivo, no solo en las obras de ellos, sino también en la memoria de nosotros, que nos aferramos al recuerdo. Fotografías: Cortesía de Alejandro Batista López. SIGNOS [81]
Francisco Antonio Ramos García Rumores del Hórmigo, 1948. La aventura editorial de Feijóo a selección de Rumores del Hórmigo, del Cucalambé, reali- zada por Samuel Feijóo, con ilustraciones de su amigo el pin- tor y grabador Robert Altmann1 y publicada por Ediciones Bruñidor en 1948, constituye un libro de colección, una inusual obra de arte en la que se aprecia la interrelación novedosa del tipo y la grafía, del texto y la imagen; en fin de dos de las divisas que acompañarían siempre la obra editorial del sanjuanero, magnificada después en Signos: letra y gráfica. La antología de 152 páginas se imprimió en los talleres de Arrow Press Inc. de La Habana con una tirada de 1000 ejem- plares, 90 en edición de lujo con papel especial de color gris, numerados y firmados, y los restantes en papel Antique. Hoy el texto es considerado «una rareza bibliográfica», como afir- ma la investigadora Silvia Padrón Jomet.2 1 Robert Altmann (Hamburgo, 1915). Grabador, pintor, coleccionista y críti- co de arte, reside en Cuba de 1941 hasta 1949, donde se relacionó con importantes personalidades de la cultura cubana: Portocarrero, Lam, Vitier, Lezama, Lydia Cabrera y otros. Conoce a Feijóo, con quien mantuvo una estrecha amistad hasta su muerte en 1992. Colaboró en Islas y Signos con su hijo Roberto, quien se dice sugirió el nombre de esta última publicación. 2 SILVIA PADRÓN JOMET: Signos: La verdadera historia, Editorial Capiro, Santa Clara, 2010, p. 30. SIGNOS [83]
La concepción del texto, el trabajo con la obra original, las ilustraciones, el diseño, la edición y la impresión, constituyeron, como veremos, una verdadera aventura para Samuel y su amigo. Los propósitos de Feijóo están claros ya desde el principio de la introducción: Para realizar esta Selección Poética de El Cucalambé se ha utilizado la técnica de eliminar lo accesorio y oscurecido en la obra del poeta, aun dentro del poema agraciado, siempre salvando su unidad sin recurrir a la tradicional hilera de puntos para indicar el corte. Técnica de resúmenes esta, difícil pero generosa, que va dando el cuerpo auténtico del poeta y sus razones poderosas… Se han enmendado errores de puntuación, y aña- dido tres poemas que no aparecen en Rumores del Hórmigo, y sí en descuidadas colecciones de décimas que andan por librerías de viejo. Ellas son: El Guateque, Mi Estancia y Rigores de la Ausencia.3 Y más adelante: «queda este libro como ofrenda a la grávida memoria del mayor poeta popular cubano».4 La antología se divide, al igual que el original, en tres capítulos, pero no siempre van a estar integrados por los mismos poemas, ni estos aparecen en toda su extensión, pues en aras de facilitar una lectura lógica y fluida, demos- trativa de las esencias de la producción cucalambeana, y además resaltar su producción en décimas, Feijóo va a tomar más de los capítulos primero y se- gundo, sin dudas los mejores, y no así del tercero, reduciendo aproximadamen- te en la mitad el número de títulos incluidos. El primero está dedicado a cantos cubanos en diferentes piezas sin incluir décimas; el segundo lo componen déci- mas en las que se aborda el tema del descubrimiento de la Isla y los aboríge- nes, y el tercero para cantos cubanos también en décimas. Cuando la obra resulta muy extensa la divide en secciones, como el caso de «Los Indios de Cueiba», con las que conforma una con el mismo título más «Descubrimiento de Cuba» y «Leyenda de Ojeda». Pero… ¿se habrá limitado la labor de Feijóo solo a lo que él declara: la selección y el trabajo con los textos? Nos parece que no, veamos. Lo inusual y llamativo del diseño ya está dado desde la cubierta, donde por toda presentación aparece un dibujo policromado en tonos rojos, verdes, blancos y azules, retratando fielmente los versos que lo integran en caracteres manuscritos: «Tornóse un cráter la cabeza mía, / Fueron mis ojos, inflamados lirios», tomados de la composición inicial del libro: «Mi estado». En la cubierta 3 SAMUEL FEIJÓO: Selección de Rumores del Hórmigo por el Cucalambé, Ediciones Bruñidor, La Habana, 1948, p. V. 4 Ibídem, p. VI. SIGNOS [89]
posterior se muestra, también a color, un paisaje cenagoso, sin dudas aludiendo a la ciénaga de Virama, presente en varias piezas del autor. Ya dentro, en las páginas dedicadas a la presentación, se observa la portada, donde los datos se consignan en diferentes tipos de imprenta, y se resalta el rótulo «El Cucalambé» en color carmelita, al igual que la figura que funciona como sello de la editorial. Después, en las páginas 11 y 90, dos grabados, el de la primera con la inscripción: EL CUCALAMBÉ, ornamentada con motivos del campo cuba- no; y en la segunda, una de las décimas dedicadas al autor por Fornaris en la versión original. Ya dentro del contenido, foliado con números arábigos, se produce una verdadera explosión de la correlación imagen-texto en múltiples variantes y con más de cincuenta grabados. En la presentación de las composiciones se ven letras capitulares ornamentadas, títulos en grabados e ilustraciones con o sin versos incluidos, título y dibujo sobre el tema o con frases en la figura, solo el título en grabado, ilustraciones a página completa, viñetas interiores, y de cierre con o sin texto interno. En los grabados se utiliza el color carmelita y ocasionalmente el negro; para los títulos el negro con fondo blanco y a la inversa. En muchos casos se juega con el espacio en página para ubicar texto e imagen. También se utili- zan en vez de letras capitulares, palabras capitulares o sea toda la primera palabra de la composición dibujada en mayúsculas. Además en todos los ca- sos se cuida que las estrofas queden íntegras en una página y no truncas. Los siguientes comentarios realizados por Altmann nos sugieren una idea del aporte del Feijóo a la obra que nos ocupa: Su encuentro con nosotros fue como si entrara en un mundo nuevo. Me habló mucho de poetas que yo no conocía, como Juan Ramón Jiménez y Eugenio Florit. También me enseñó las primeras ediciones de su propia poesía, realizadas en pequeñas imprentas del campo, con tipografía ro- mántica o «fin de siglo» e ilustradas con preciosos dibujos. Me pareció una obra de gran originalidad. El mundo de Samuel era el de Whitman, de Thoreau y los románticos cubanos, con la revelación del campo, de los paisajes del trópico y del mito de la naturaleza. […] La proposición de Samuel de editar un día las páginas escogidas del trovador de los guajiros, el «Cucalambé», me encantó. Nos pusimos a hacer planes para las ilustraciones que yo iba a producir en grabado de madera y litografía. Me documenté en la Biblioteca Nacional, en el Cas- tillo de la Fuerza… Yo trabajé en la interpretación de las figuras de Mialhe y de Landaluze adaptándolas a mis ideas de grabados en madera. Mien- tras tanto Samuel preparaba una selección utilizando la edición popular SIGNOS [93]
de la «Moderna Poesía» de 1926, aquella que ostentaba en la portada un indio en la hamaca fumando pipa. Conservo siempre este modesto ejem- plar lleno de comentarios, de señas, de indicaciones a lápiz de mi amigo Samuel, y que originó nuestra edición…5 Samuel había logrado encontrar en viejas imprentas unas letras de tipo- grafía romántica que servirían para integrar la edición al grabado de madera que yo hacía. Aquellas ilustraciones ornarían las páginas en ar- monía con las letras antiguas y las formas de bloques de los poemas. En la cubierta habría una tipografía de colores que dibujé reproduciendo el supuesto retrato del poeta rodeado de figuraciones y vegetación. Esta litografía la imprimió una pequeña fábrica de tabacos, cuyas prensas se dedicaban a ilustrar los anillos del producto y sus cajas.6 De lo leído se observa que Altmann tenía en gran estima los dibujos de Feijóo. Samuel tuvo la idea del libro, los planes para las ilustraciones los hicieron juntos; y debe ser por eso que varios grabados recuerdan las estam- pas de Mialhe y de Landaluce, pero otros sin duda llevan la marca del sanjuanero, y este último, además, consigue los tipos de imprenta para las letras. O sea, hasta el momento el Zarapico va estar presente en todo el proceso; y, para impedirle en esta ocasión ser el director, editor y diseñador de libros y revistas que después conocimos, solo podían existir los reparos que pusiera la editorial, pero… esta pertenecía a Altmann: «Durante un viaje a Nueva York en 1946 me fue posible fundar una pequeña sociedad editora de libros de arte que llamamos “Bruñidor” en alusión al instrumento del gra- bador al agua fuerte».7 La presentación del libro se realizó en el jardín de una casa del Vedado y a la misma asistieron artistas e intelectuales de renombre, entre ellos Amelia Peláez, Carlos Enríquez y Portocarrero. Feijóo comentó sobre el libro y se cantaron algunas décimas del Cucalambé. En junio de 1949, Altmann parte hacia Francia para fijar residencia; al llegar deposita varias muestras del libro en la Biblioteca Nacional de París: «[…] y con ellas entró el “Cucalambé” en el fondo latinoamericano de esta institución, Francia conserva pues un vestigio de aquel poético cantante de la palma y el monte cubanos, que conocí gracias al amigo Samuel Feijóo».8 5 ROBERT ALTMANN: «Notas de un tránsfuga europeo en La Habana de los años cuarenta», La Gaceta de Cuba, Uneac, La Habana, marzo-abril, 1993, p. 32. 6 SILVIA PADRÓN JOMET: Ob. cit., p. 31. 7 ROBERT ALTMANN: Ob. cit. p. 33. La pequeña empresa editorial deja de existir en 1948 por resultar insolvente. 8 Ídem. SIGNOS [94]
En algún momento futuro, dado los valores ya apreciados del libro, que constituye una muestra de los antecedentes en varios trazos del Feijóo de Signos, es muy posible que se vuelva a editar en una edición facsimilar. Por lo tanto, esta aventura cucalambeana de Samuel, consideramos no esté con- cluida. Imágenes: Cortesía del autor. SIGNOS [96]
Yamil Díaz Gómez El Samuel que no conocí i soy amigo de Samuel Feijóo, puede que se lo deba al hecho de que jamás lo conocí. Es decir: no fui víctima de sus desplantes. Nunca me dio la bienvenida sentado en su inodo- ro, ni me invitó a «almorzar» tres pedazos de caña, ni me dejó con la palabra en la boca para ponerse a conversar con un chivo. Tengo el gusto de no haber estrechado la mano de Samuel, ni haberle oído el tempestuoso y criollo «¡Alabao gato!»; en cambio, yo también añoro las locuras de aquel hom- bre silvestre. Lleva ya varios años por el otro mundo —haciendo de las suyas—, con tanto bicho que falta por dibujar en este; con tanto verso y dicharacho que nos queda por rescatar; con tan- to Helms y tanto Burton que, al parecer, se salvaron de la burla feijosiana… Él insistía en que cada viejo que muere es como un libro que se pierde. Por eso cabe preguntarse cuánta sabiduría se nos murió con él, cuántas maneras de ser fiel a la naturaleza. Bajo una tumba con palmas luce Samuel Feijóo sus espejuelos, su sombrero impermeable, y el radiecito de pilas que le permite seguir al tanto de la serie beisbolera. Mientras, aquí nos preguntamos qué era aquello. Aquello de «hacer la gracia» en un tranvía. Aquello de llamarle «yegua y güija de SIGNOS [97]
cañá» a una honorable decana, y «cochiquera» a la universidad de donde fue expulsado. Aquellos telegramas que le quitaban el sueño al mismo Roa: LOS PUERCOS SE COMEN A LAS ROSAS, o el otro —cuando su discrepancia con un alto funcionario—: MIERDUZA ME DEJÓ CESANTE. Y aquel afán, tan serio, de investigar la historia del mojón, para una conferencia que ofrecerá de espaldas y con un rostro pintado en el reverso del sombrero. ¿Qué era aquello, Samuel? Feijóo responde: «Comemierdurías mías». Y eso de dividirse en mil pedazos —en pleno siglo XX— para ser a la vez pintor y novelista, dibujante y poeta, conferencista y editor, traductor y humorista, diseñador de corbatas y profesor de Inglés, crítico, revistero, boxeador, folclorista… ¿Y aquello de ponerles pan a los gorriones día a día, como si no se diera cuenta de que, para ellos, no era más que un hombre? Eran locuras de Feijóo. Y aquello de pintar con estiércol de caballo, o en el tronco de los árboles, o utilizar su propio cuerpo como materia de expresión estética. ¿Qué era aquello, Samuel? Eran locuras. Locuras —ya se ha dicho— que vendrían después del extranjero bajo los nombres de «arte residual», «arte ecológico», o «body art». Autodidacta genial, vegetariano empedernido, caballero en verdad tan irri- table como alegre, Samuel Feijóo era alguien de quien podía esperarse cual- quier cosa. Lo mismo le mentaba la madre a un cubano en ruso, que a un ruso en español. Lo mismo subía las escaleras pitando como un tren, que boxeaba contra un rival imaginario, al que noqueaba siempre. Se la pasaba oyendo y anotando, contagiando a la gente con su imaginería. A cada paso ganaba ami- gos y enemigos, porque él sí le cantaba las verdades a cualquiera. Y las men- tiras también. Era un maestro en ofender al auditorio. Una vez presidía una reunión y afirmó, apocalíptico: «Desde que se murió Marinello, en Cuba no queda nadie inteligente. Quedo yo, pero estoy en Santa Clara». ¿Qué era aquello? Locuras de Feijóo. Locuras que extrañamos, pues con él —¿quién lo duda?— este planeta no sería hoy el mismo. Eran locuras que aún nos hacen crecer y se nos multiplican en anécdotas. ¿Quién no ha oído la historia de cuando fueron a entregarle un carro? Dijo que no, rotundo. Lo de Samuel era coger la loma en una guarandinga para «ordeñar» campesinos y regresar con su famosa jaba llena de refranes, cuen- tos, décimas… Lo de él no eran los autómoviles, ni la ciencia, ni la revolución industrial. Lo de él era la vida. Ahora la vida está en deuda con Feijóo, porque ya nadie abre las puertas con un verso. Aquel guajiro errante era un insólito animal de raza. Por algo se autodefinía como un sensible zarapico, o un caballo capado, o como el puerco que en todos los corrales es el primero que «jociquea». Y cuando se disponía a hablar, pedía a la gente que atendiera a sus rebuznos. Sin embargo, lo de él no eran rebuznos, porque pertenecía a una especie aparte, que ha dado un solo ejemplar hasta la SIGNOS [98]
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