LOS MITOS EGIPCIOS Kronos, no otorgándole ningún día para el alumbramiento. Así pudo Rhea pues en el primero de los días intercalados dar a luz a Osiris y al día siguiente de estos días a Arneris, mientras que en el tercer día fue parido Tifón y en el cuarto día intercalado nació Isis. Por ello quedó el quinto día restante como el onomástico de la diosa Neftis. Pero Tifón no habiendo querido doblegarse a las reglas, atravesó la ingle de su madre Rhea. Al dios Ra le nacieron de su sangre los niños Hu y Sio. Y de la cabeza surgió junto al dios Seth el disco solar divino de Thot así como junto a la coronilla de Geb surgió el dios Zusas. Por lo demás los niños divinos fueron engendrados como los niños de los hombres en las casas natales, que habían sido construidas ante los muros del templo. Y a Helios los egipcios lo llaman Ra y dicen que fue dado a luz en una flor de loto en plena eclosión. A Zeus los egipcios lo llaman Amón y a Hermes, Thot. Rhea y Kronos deben de haber sido Geb y Tefnut, mientras que a Tifón lo hicieron pasar por Seth. Según T. Pir. 1587, 1248 y E. Chabas, Rev, arch. XIV, París, 1857, Nº 3; Plutarco, De Iside et Osiride, 12 - 20; A. Erman, La literatura de los egipcios, Leipzig 1923, pág. 189. 1. Las óctadas y enéadas de las cuales ya se habló en I. a-c se hallan siempre unidas para los egipcios con la formación del mun- do. Los dioses pertenecen al mundo civilizado. La cultura misma es su alma. En la adaptación y en el tratamiento de la naturaleza y de la cultura el soberano, que es tomado como la imagen de Horus, es concebido como un símbolo real, la religión vencida y el mito posible. Este desarrollo se calca atendiendo a los textos piramidales, desde el Antiguo Imperio. El primer período está 51
WALTER BELTZ considerado como la época de oro. Primeramente el reino acaba con la armonía en la que vivía el reino de los dioses. El reino, bajo Osiris en época de salvación, se muestra como un orden divino, sagrado e indispensable para el mundo. Ambos grupos de dio- ses egipcios, los locales y los de dimensiones más curiosas, se distinguen, siendo los últimos predominantemente “más figuras del mito” (Bonnet) y no de la religión, de los prácticos ejercicios de conducta en el trato diario con los dioses, a los cuales no pertenecen los dioses de las óctadas y enéadas. Osiris ha sido tempranamente integrado al Nuevo Imperio en el culto como dios del Estado. “El encontrar en la persona del dios Osiris un nuevo símbolo del reino”, era un dogma fa- raónico (Schott). Por ello Osiris se convirtió en el señor de On y de Abydos cuyo dios principal Khantamenti se volvió entonces uno de los nombres de Osiris. 2. La tradición de On que los griegos llamaban Heliópolis, hace que Atum sea como creador del mundo el primer dios an- drógino. Atum desalojó al dios local Khepre, cuyo símbolo es el escarabajo, y lo convirtió en una de sus figuraciones. En estos fenómenos están reflejadas las transiciones producidas antes de la formación del reinado nacional. Atum transfirió este papel a Ra aproximadamente durante la cuarta dinastía. Atum siguió siendo el creador del mundo pero como una representación de Ra, y se convierte en el señor todopoderoso del universo. Atum se convierte en la imagen del poniente, el escarabajo y la primera colina como el icneumón son sus símbolos. 3. La configuración mitológica alrededor de Osiris proviene de Busiris en el delta oriental. Con el fin del Antiguo Imperio, se extendió sobre ambos territorios. Tanto la forma humana con que se lo representa como sus insignias, el cayado y el látigo, lo describen como a un dios de un grupo nómada victorioso proveniente de las regiones esteparias siriopalestinas. A favor 52
LOS MITOS EGIPCIOS de ello habla el nombre egipcio apenas nítido y la muchas veces reconocida semejanza con el Adonis siriofenicio, mientras es poco probable que el culto a Adonis sea un “botín” siriofenicio de origen egipcio. Osiris se convirtió en una divinidad popular ya en el Imperio Medio, después de haber sido ya el “señor del reino de los muertos” (ver VIII a.). Nunca fue un primer dios “que no fue dado a luz” o “que se creó a sí mismo”, sino que estuvo siempre en su inmediata relación de dios y culto (sobre su vínculo con Isis y Horus ver VIII a.). 4. Las parejas de hermanos divinos han sido en Egipto tan poco habituales como entre los faraones. La causa de la dis- cordia entre los hermanos Seth y Osiris refleja claramente una diferencia social. El habitante de un desierto, un pastor o un nómada, envidia al habitante de la civilización, al campesino, a su hogar más agradable. Sólo el primer período de la historia es considerado como una era dorada porque en él no había todavía ningún soberano, ninguna posesión. Según el papiro real de Turín, Osiris pertenece a la dinastía divina de diez miembros, que dominaba los primeros tiempos cuyo fin se produjo con la asunción del poder por parte de Horus, mientras que, mitoló- gicamente, el fin de la primera era debió de haberse significado por medio del asesinato de Osiris. b) Los hijos de Isis Cuando Geb, padre de la tierra, hubo procreado a sus hijos Osiris, Seth, Isis y Neftis, y visto que Osiris era hábil y talentoso para gobernar ambos territorios, le entregó el trono y el poder sobre ambos países. E Isis, su hermana, estaba junto a él y lo rodeó con todo su amor. En armonía vivían ambos en una pareja fraternal y eran una bendición para sus pueblos. Su felicidad sólo 53
WALTER BELTZ fue ensombrecida por la envidia de su hermano Seth. Es que Seth envidiaba a Osiris su dominio sobre ambos territorios y aspiraba a quitarle la vida. Cuando lo encontró una vez solo, lo atacó, lo mató, despedazó su cadáver y diseminó sus partes sobre ambos territorios. Isis se desesperaba de dolor. Erró por los dos países y recogió las partes del cadáver, tal como se lo había aconsejado Horus. Pero a Horus, su hijo, lo había alumbrado ella tras la muerte de Osiris. Y ya lo había concebido cuando ella se había unido con su fraternal esposo en el vientre materno. Ella había escondido su niño nacido virginalmente en la espesura de los juncales del delta ante las acechanzas de Seth. Plantas y animales protegie- ron al niño, cuando Seth se acercó. Las flores de loto ocultaron al niño en sus cálices cuando el malicioso dios se acercó al sitio protector. Sólo se abrieron cuando él ya había pasado. Y Horus creció y vengó la muerte de su padre y con el apoyo de todos los dioses y con la bendición de Geb ocupó el trono de su padre Osiris, quien pasó así a ser el soberano en el Imperio del Oeste, en la tierra de los muertos: Aminte. Otros dicen saber que Isis, después de haber recogido el cadá- ver de su esposo, afectada por el dolor, estalló en lágrimas y se dejó caer sobre él. De este modo despertó a Osiris nuevamente a la vida y él se unió a ella conyugalmente. Cuando Osiris hubo partido a las tierras de Aminte, alumbró ella a Harsieses. Pero éste nació muy débil y desvalido y durante toda su vida perma- neció así debido a que Isis no había podido añadir al cadáver el miembro viril, que Seth le había devorado, y por ello le había confeccionado uno artificial. Otros en cambio afirmaban que Horus era Harpócrates el que apareció bajo la forma del niño solar Nefertem una vez en una flor de loto, mientras otros dicen que también Khnum ha si- do realmente su hijo Horus y por eso que ella haya sido la madre 54
LOS MITOS EGIPCIOS de todos los hombres, pues Khnum ha modelado los primeros hombres con arcilla en su rueda de alfarero. Según Plutarco, De Iside et Osiride, 12 - 213; F. Mercer, Ho- rus, Royal God of Egypt, Grafton 1942. 1. La construcción mitológica de textos concernientes a Horus debe ser separada por medio de una comparación sintáctica en mítica y religiosa, como ya ha sido el caso para los textos relativos a Isis. Todos los textos que están formulados en pretérito, deben incluirse entre los míticos, los textos con formas verbales presen- tes y futuras deben ser contados entre los de culto o religiosos. En el culto habla Isis a Horus, en el mito habló Isis a Horus. Horus era el primer gran dios imperial; el nombre Horus era el primer miembro de la nomenclatura real. El reinado le fue atri- buido, como a Marduk en Babilonia, por todos los dioses. Horus aparece tras ello como el dios de un gran pueblo que ya había con- quistado formas sociales existentes (los principados de distritos). El animal sagrado de Horus, el halcón, hace pensar en un grupo que penetró en el Valle del Nilo por la región montañosa limítrofe ubicada en el delta nororiental y cuyo dios pudo haber sido Osiris. Seth como oponente de Horus parece describir a un político rival del Sur. La primera unificación de ambos territorios antes de la primera dinastía parece haber provenido, debido a ello, del Norte. 2. Las distintas historias acerca del nacimiento de Horus muestran la divinidad adquirida por la tradición relativa a Horus. Es costumbre identificar al dios imperial con dioses locales análo- gos. Las fábulas como engendramiento prenatal, alumbramiento virginal o infancia maravillosa son componentes de una biografía divina tipificada. El dios, que carece de pasado digno de mención, 55
WALTER BELTZ porque es un joven dios del conquistador, posee un pasado heroi- co. La historia sagrada reemplaza la necesaria demostración de poderío. Ra-Horus debe ser Ra y Khnum y como Heracles habrá salido airoso de todas las pruebas de poderío y fuerza: los mitos no reemplazan a las almas existentes ni a las dignas de mención y son de este modo imágenes poéticas para lo particular y único de cada dios o héroe. Por ello los griegos, por ejemplo, hicieron de Heracles un hijo de Horus y pueden ver en el encuentro, o sea en la batalla, entre Heracles y el erimántico cerdo una descripción de la batalla entre Horus y Seth. 3. Como las analogías no son ninguna prueba para establecer una dependencia histórica, sólo es posible deducir de las semejan- zas sobre situaciones históricas comparables como los períodos de formación. La lucha entre Horus y Seth o aun la lucha entre Horus e Isis (ver IV b.) es la imagen de lo que puede haber sido abstraído por un precedente histórico: el cambio de poder entre dos diferentes grupos estructurados económicos, como se operó aproximadamente durante el tránsito de la cultura Nagada I a la Nagada II. Pueblos pastores triunfan sobre la cultura agrícola, los sistemas de derecho patrilineal vencen a los usos matrilineales. Los relatos acerca de la famosa pareja de hermanos enemigos Caín y Abel extraídos de la Biblia (I. Moisés 3), y de la de Rómulo y Remo extraído de la Eneida de Virgilio son los mitos compa- rables más conocidos. El mito da origen, también en Egipto, a un mundo que ve al imperio como una unidad sobre los viejos poderes. 4. (Horus faraón ver VI c., Horus como luchador compárese IV a. Para las mitologías compárese I a-c). Aquí debe observarse que Horus aparece en la mitología de Heliópolis bajo dos aspectos: como dios universal y como dios del reino. Por medio de la coordinación con Atum fue posible que Ra, quien hubo de adir la herencia de Horus, pudiese ser descripto 56
LOS MITOS EGIPCIOS como la manifestación de ambos. En Heliópolis aparece así Ra bajo su aspecto universal como Atum, bajo el local como Horus. (Para Geb, Osiris, Seth y Neftis ver II a. y I a-c. Para los hijos de Horus ver V a.) Los nombres de Horus Harsiesis (el hijo de Horus/Isis) o Harpócrates, esto es Horus como niño, que fijó la devoción popular especialmente en las postrimerías del Impe- rio, o Haroeris, el mayor Horus, describen en cada caso aspec- tos individuales del mito que deben consolarnos sobre el hecho de que Horus no haya pertenecido al mito de Osiris. El nombre Harakhte, el Horus del país de la luz continuó creciendo presumi- blemente en On según ritos litúrgicos y se independizó entonces como representación de Ra (Pirámides 526-28), cuando Ra supe- ró a Horus en importancia. En On-Heliópolis estaba arraigada la tradición por la cual se toma a Horus como hermano de Osiris y Seth en el segundo de los epagómenos después de Osiris. c) Amón Cuando las primeras aguas aún cubrían el mundo y además de la humedad y del viento no había otra cosa sobre la faz de la tierra, erigiose por sobre las aguas la colina bnbn llevando encima un gran huevo. Muchos afirman que Ptah pudo haber creado ese hue- vo. Y del huevo surgió el dios Amón. Vivía sobre las aguas como un ganso nilótico. Se debatía en una profunda meditación sobre sí y lo que lo circundaba, acerca de cómo poder transformar su soledad. Entonces se juntó a él mismo la diosa Amaunet. Entonces en primer lugar creó él todo lo que existía en la tierra con tan sólo ordenarlo. De este modo quedó él también presente en todas las cosas, activo y poderoso, el Ba de todos los fenómenos existentes. Debido a ello se convirtió en el señor más fuerte de su ciudad de Tebas y en el primero de su ciudad de Karnak. Luego volvió 57
WALTER BELTZ su cara hacia Nubia y se convirtió en soberano de Nubia y del país dorado de Punt. Pasó volando por sobre todos los pueblos como Khepre en su barca solar, y los habitantes de Heliópolis lo llamaron Atum. Y su mujer Amaunet se apareció ante los habi- tantes de Asheru como diosa y se hizo llamar Mut. De la unión matrimonial de Amón y Amaunet nació primeramente Khons, a quien su padre le cedió la ciudad de Tebas. En su gran alegría por el nacimiento de su hijo, Amón le confirió el don de poder mode- lar con arcilla a los hombres en su rueda de alfarero. Junto a Amón, Amaunet y Khons estaban también los dio- ses de la gran enéada llamados por el propio Amón para que formasen el universo. Fueron conducidos por Month, señor del distrito de Hermonthis, que había vencido a los habitantes de Heracleópolis y que había fundado a Tebas como nueva capital. Amón avasalló también a los habitantes de On, la ciudad de Ra. A consecuencia de ello, la óctada de Heliópolis se introdujo tam- bién en la ciudad principal de Ra, que pudo así hacerse venerar orgullosamente como Amón-Ra y “señor del trono de ambos te- rritorios”. Con Ra y Ptah apareció él ante todos los pueblos como el único dios. “Tres eran todos los dioses, Amón, Ra y Ptah, no habiendo otro como ellos.” Y Amón, el padre de la óctada y el padre de las enéadas, que había creado a Path con su boca para formar por medio de él a la óctada, continuó ocultando su nombre y quedó como el señor del aire y del soplo de viento en todas las cosas, “fue el hálito de la vida para todo”; “su nombre fue vida”. Según Kees, Libro de lectura de historia religiosa, 8-11; Pap. Boulaq; H. Kees, Creencias de los antiguos egipcios, pág. 312. 58
LOS MITOS EGIPCIOS 1. Amón era el principal dios de Egipto (ver I b.). En los textos de las pirámides se lo denomina “el nacido de sí mismo”, y se le transfirió la tradición de Khepre debido a la manera como se reproduce el escarabajo. Amón conservó la primigenia función divina con la llegada de la undecimaprimera dinastía, que esco- gió a Amón, hasta aquí no especialmente destacado si no fuera por el culto, como dios principal, y por ello los otros grupos de dioses debieron serle atribuidos como su descendencia. Las genealogías divinas en Egipto como en otras regiones cumplen siempre la misma función, a saber, para acreditar las relaciones y dependencias políticas como leyes eternas. En su calidad de dios imperial superior debe hacerse cargo de las funciones de Ra y de Ptah. Sus símbolos, el carnero y el ganso, muestran qué épocas históricas debió atravesar. La costumbre de venerarlo como Kematef en la forma de una serpiente que una vez incubó al mundo y con el fin de que “el tiempo lo perfeccionara”, es de fecha más reciente y presume la revivificación del antiguo culto egipcio de los animales en el Nuevo Imperio y las postrimerías que habían tomado inicio en la subcultura campesina. Amón tuvo que adir la herencia de Thermutis, diosa de la cosecha, como él ya desde el Imperio Medio substituía públicamente al itfálico dios Min de la abundancia. 2. Sus míticos miembros familiares y parientes nunca per- manecieron constantes. Su sucesión depende de las condiciones históricas. Las relaciones míticas de parentesco deben ser to- madas como todos los otros mitos, no “por restos de realidades olvidadas” porque se pierde de lo contrarío “un indicio histórico valioso de lo que se creía en la época de la formación de los mitos” (Schott). Las relaciones mitológicas de poder son fenómenos históricos condensados. El ascenso de Amón es el ascenso de Tebas. Los miembros de su séquito se sujetan a la influencia y a la importan- 59
WALTER BELTZ cia de Tebas para los distintos distritos que están representados a través de sus dioses. d) Atón Al comienzo Atón sólo había aparecido como el padre desde el origen que creó la Tierra según su voluntad sin ninguna ayuda y sin ningún consejo ajeno. Después de la Tierra creó él a los hom- bres, los animales domésticos y todos los otros animales, entre ellos también los pájaros. Luego organizó a los países extranjeros y a Egipto e instruyó a los seres humanos para que ejecutaran sus trabajos correctamente. Dio a cada uno de los hombres sus me- dios de subsistencia y su duración de vida. Atribuyó a cada uno de los pueblos su propia lengua y su propio pensar; los separó a unos de otros según el color de su piel, y les asignó los límites de sus respectivos países. Y para ambos territorios, creó Atón el Nilo para que los ha- bitantes del Nilo comieran y bebieran en abundancia. Y para los pueblos extranjeros y los de las montañas creó él el “Nilo en el cielo”, que les aportaba las aguas necesarias para que pudieran atender sus manadas en los campos de pastoreo y para que los pozos a la vera de los caminos les brindasen suficiente agua, para aliviar de la sed a los hombres y a los animales. Atón creó también las estaciones del año, el verano y el invierno, y reguló el rumbo del sol conforme a su recorrido diario y al recorrido a través del año. Y creó también la oscuridad de la noche para que los hom- bres y los animales pudieran descansar, y extendió sus manos también para bendecir a Aminte, el país de los muertos. Según el himno solar de Ekhnatón, editado por N. de G. Sa- vies, The Rock Tombs of El Amarana VI, 1908. 60
LOS MITOS EGIPCIOS 1. Atón es el disco solar y es considerado como el único dios durante el gobierno del faraón Amenofis IV, que se llamaba Ekh- natón. Atón no era para este faraón solamente el dios superior sino que fue también declarado por él como el único dios al que podía venerarse. Para él Atón era un ser impersonal pero también un dios, “fuera de quien no existe nadie más”. Por eso faltan en este sistema mitológico todos los demás dioses. Atón tiene sólo un hijo, el soberano, y persigue con sus obras sólo una meta, favore- cer el reinado de Ekhnatón. Esta época es para Egipto única en su género. El mito mismo traspone con él sus límites poéticos y se vuelve un ritual político: el himno solar, por causa de su plastici- dad poética, frecuentemente comparada con los salmos bíblicos y celebrado como un poema ejemplar, culmina en la apoteosis de Ekhnatón y su mujer Nofretete. 2. El culto a Atón de Ekhnatón se remonta supuestamente a un culto a Atón de la ciudad de Heliópolis, en el cual el disco solar fue adorado como representación de Ra. Ra había sido tan importan- te hasta los tiempos de la decimoctava dinastía que se lo rodeó de innúmeras identificaciones: Amón-Ra, Sirkhos-Ra, Atum-Ra, o Ra-Hanakhte, “el que se regocija sobre el horizonte en su nombre Shu”, para sólo nombrar algunos. El paso de Ekhnatón aparece en torno a ello como un punto final lógico, esto es para hacer valer solamente a un dios e impedir los otros cultos. Históricamente se alcanzaba ahí el punto culminante de la tiranía egipcia; había tan sólo un faraón, y un dios que era un dios de y para el faraón, el oficio del templo, el culto del sacrificio y el sacerdote quedando por ende de sobra. Esta adoración de Estado se encontró con la enconada oposición de las viejas castas sacerdotales y de la población y sobrevivió algunos pocos años al faraón. Junto a la 61
WALTER BELTZ memoria del soberano hereje también fue extirpado el recuerdo de esta mitografía artística. Una tumba de un alto funcionario conservó el texto de este poema real. Atón colocó a Amón bajo Tebas y Ra recibió nuevamente los honores que le habían quitado. El reino cayó otra vez bajo la dependencia de los sacerdotes y de las viejas tradiciones. e) El evangelio de los egipcios Al comienzo surgió de las alturas, de la luz de la perfección, el gran espíritu invisible, el padre. Y esta luz era una luz eterna, un silencio de la pronoia1 y del padre. Tratábase de una ley en la palabra y en la verdad, una luz imperecedera, inalcanzable, el eón de los eones. El padre se formó de sí mismo. Brotó de su propio ser y su advenimiento fue una fuerza inexplicable, por sí sola, propia del padre inefable. Y después provino Domedón de aquel lugar; la luz salió de aquel mismo lugar. Y después apareció el cuarto de los hijos y la madre era la quinta y el padre era el sexto. La óctada no podía presagiarse ni nombrarse en el reino de las delicias y de las inmortalidades. De acuerdo a ello el padre, la madre y el hijo conformaban una nueva óctada. La primera óctada está integrada por el padre andrógino, el pensamiento, la palabra, la incorruptibilidad, la vida eterna, la voluntad, la comprensión. A la segunda óctada pertenecían en cambio la madre, la virginal Barbelo, Kaba Adone, el entroni- zado sobre los cielos, la fuerza enigmática, la madre inefable y otros dos hechiceros. Y la tercera óctada estaba compuesta por el hijo del silencio y la corona del silencio con el reconocimiento 1 Del griego prónoia: presciencia, providencia, prevención. (N. del T.) 62
LOS MITOS EGIPCIOS del padre y la fuerza de la madre. De su seno provinieron las siete fuerzas de la gran luz de las siete voces cuya perfección es la pa- labra. Éstas son las tres óctadas que engendró el padre de su seno a través del silencio y la pronoia en aquel lugar. Y este primer Eón Doxomedón estaba lleno de delicias, po- tencias y tronos. Y todos adoraron al gran espíritu invisible que es origen de todas las luces y la luz misma respondiéndoles ella al silencio con el silencio lleno de vida. Evangelio de los egipcios NHC III, 40,12-44,21 y NHC IV 50, 1-55, 11. 1. El Evangelio de los egipcios pertenece al tipo de gnosis sethiánica del siglo iv. En su introducción se presentan los gran- des temas de la antigua mitología egipcia nuevamente. Los dioses del mundo luminoso celestial aparecen en óctadas. Estas óctadas llevan nombres conceptuales como los miembros de las listas de dioses predinásticos. Su unión a la tríada padre-madre-hijo si- gue el antiguo esquema egipcio que también crea el mito de Isis- Osiris-Horus. Las mitologías del antiguo Egipto corresponden enteramente a las teorías de los místicos grecohelénicos de los números. Formal- mente se asemejan las listas de dioses aunque difieren en cuanto al contenido hasta lo inexplicable. 2. La diferencia con las representaciones egipcias descansan directamente sobre el tipo gnóstico característico del silencio, del descanso, que debe diferenciarse de la inmovilidad de las pri- meras aguas en los mitos egipcios relativos a la creación. Los dioses egipcios no sólo piensan sino que hablan y actúan aun por intermedio de sus palabras. En lo sucesivo el gnóstico trascenden- 63
WALTER BELTZ talizará a todos los seres mientras que el mitógrafo egipcio, en lo posible, personaliza a todos los dioses y se mueve en la esfera de la perceptibilidad. Y a la esencia gnóstica pertenece la compene- tración plena de misterio del mistagogo con el ser primigenio en el reposo, en el silencio. Los nombres gnósticos, los nombres de los ángeles y del espíritu de origen heresíaco judeocristiano, sirven por lo demás poco para explicar los procesos de los caminos de la salvación que tiene que transitar el gnóstico. Desde un punto de vista formal los misterios gnósticos de la salvación poseen la mayor semejanza con los textos egipcios del Libro de los muertos. 3. Mitológicamente las doctrinas gnósticas ponen fin a la mi- tología egipcia. El cristianismo, que dio origen a la gnosis, integró amplias partes de la religión egipcia. Los gnósticos cristianos que en este evangelio de los egipcios hicieron pasar al hijo bíblico de Adán, Seth, por el dios egipcio Seth como una representación de Jesucristo, integraron las tradiciones egipcias, cambiándolas, co- mo ellos también cambiaron sus creencias mitológicas cristianas o bíblicas y las transformaron. Las emanaciones divinas gnósticas son las etapas que el gnóstico debe recorrer. El faraón muerto debe convertirse en Osiris según las viejas convicciones egipcias, antes de alcanzar la meta de su vida; el gnóstico debe recorrer todas las etapas que el destello de las almas o de la luz le hubiere exigido, hasta que él pudiera nuevamente unirse con la luz pri- mera. Él debe recorrer todas las óctadas hasta haber alcanzado la “luz de la perfección”. 64
CAPÍTULO III La creación de los hombres a) Las lágrimas de Ra Cuando Ra cierta vez quiso destruir el mundo que había re- cibido de su padre Nun, el más viejo de los dioses, porque los hombres que él había creado se sublevaron contra su persona, llamó a Nun y a los otros dioses ancianos y les confió sus penas. Pues cuando Nun hubo creado a los dioses y a los animales, el mundo no estaba aún perfectamente acabado. Pero Ra, quien de su padre Nun había recibido el dominio de la Tierra, se es- forzó por cuidarlos y hacerlos felices. Empero cuando sus ojos lloraban ya por causa del esfuerzo, le sobrevino una esperanza de alegría. Entonces surgieron de sus lágrimas, que bañaban el suelo, los seres humanos. Y ellos fueron creados como los dioses y los animales y, en fin, como todos los seres vivos: su corazón pensó y su pensamiento adquirió forma por medio de su palabra, convirtiéndose en expresión oral y, luego, en realidad. Todo lo que crecía sobre los campos y prados y en los árboles le fue asignado a los hombres, para que se alimentaran, de igual modo que a los animales. Seres humanos y animales podrían alimentarse de frutos, hortalizas, trigo y peces. Nun había ya destinado los peces como alimento para los dioses antes de que hubiera ordenado y creado la Tierra y las plantas, los árboles y las hierbas sobre la Tierra. De tal manera vivieron, pues, juntos y en paz los hombres y los dioses y los animales. Pero ellos vivie- ron separados según el color de la piel y su lengua en diferentes lugares tal como lo decidieron los dioses. Los animales servían 65
WALTER BELTZ a los hombres así como también ellos se apoyaban y ayudaban mutuamente. Y Ra había creado a los hombres y a los animales en seres masculinos y femeninos. Y pasó largo tiempo hasta que los hombres se dieron cuenta de que el venado y los pájaros también eran un alimento sabroso. Ra, con sabia previsión, enseñó a los hombres a vivir en casas y a construir aldeas y ciudades en las que pudiesen convivir con sus familias y en las que pudieran trabajar. Cada día les volvía su rostro y aparecía ante ellos como Horus, como el soberano. En su persona les hizo experimentar su benevolencia y su bondad. Así se hallaron como hijos de Dios sobre la faz de la Tierra y notaron con nitidez en qué se diferenciaban de los animales. Así también dejó el divino señor a los hombres dirigirse hacia todos los puntos cardinales del planeta para que allí vivieran y se ocupó de que nunca les faltara un viento fresco que les trajera aire puro para respirar. El viento, como el calor solar o las grandes crecidas del Nilo, valía tanto para los pobres como para los ricos, sin preferencias. Y además brindó a todos los hombres las mismas capacidades sin distinción alguna. Entre ellas se encontraba igualmente la libertad de recordar o bien olvidar al país eterno de Aminte, el país del Oeste o el reino de los muertos, así como también de favorecer a los dioses por medio de ricas ofrendas o aun de blasfemarlos con injurias u olvidándolos. Cuando los hombres apenas comenzaron a desen- tenderse de Ra y de los dioses y cuando se empeñaron en demasía en arrogarse lo que correspondía a esos dioses, Ra se encolerizó contra los hombres y se propuso aniquilarlos. CT VI 344; CT II 42,2; Pap. Boulaq 17, 5, 4; Esna III 250, 15; Esna II 250, 12; Ch. Maystre, BIFAO 40, 1941, 53 ff.; Lehre für Merikare 132 f.; CT VII 461-64. 66
LOS MITOS EGIPCIOS 1. Los textos provienen de los imperios Medio y Nuevo, aun- que recurran a temas más viejos. En forma distinta que en la mi- tología del antiguo Oriente o la bíblica, los mitos egipcios tratan la formación de los primeros hombres muy ocasionalmente en conexión con la creación de dioses y animales. La mitología egip- cia ve siempre al hombre como una parte del mundo, no como el señor del mundo. Asimismo, la sexualidad es algo completamente natural. Un “pecado original” bíblico no se da. Los mitos de la creación del Antiguo Imperio ven en los “hombres” sólo a los habitantes del Valle del Nilo, el Nuevo Imperio llama también a los pobladores de otros países “hombres”. 2. Resulta peculiar el motivo frecuentemente aplicado en lo himnos por el cual los hombres salieron de las lágrimas de un dios. En el Nuevo Imperio esta fábula se vio además ampliada ya que los hombres malos habrían salido de las lágrimas de Apo- tis. Este dualismo antropológico es aún ignorado por el Antiguo Imperio. Los hombres perduran ahí éticamente como servidores neutrales de los dioses. “La distancia entre ser humano y dios es un carácter fundamental y en principio insuperable” (H. Brun- ner). Únicamente después de la muerte pueden algunos hombres acercarse a los dioses y, aún más, convertirse en dios, en Osiris. Los dioses pueden amar a los hombres y los hombres pueden amar a los dioses como los niños a sus padres. Para el pensa- miento egipcio el hombre es tan sólo la “imagen” de dios, porque él puede ser amado por dios. Una imagen viva divina, natural o personal, del hombre, es ajena al poeta egipcio. Es significativa, para el origen de esta imagen de la creación, la cultura campesina del Valle del Nilo. El natural abastecimien- to de la población pasa a través de la producción derivada de la pesca y de la agricultura. La función de una alimentación a base 67
WALTER BELTZ de carne viene en segundo término. Es la consecuencia de la con- quista del Valle del Nilo por nómadas que vivían de la ganadería y de la caza. Que el concepto “hombre” siempre sea determinado socialmente, es típico en el pensamiento egipcio. La abstracción “hombre” no es conocida por la poesía. La insurrección de los hombres en el mito, que conduce en parte a su destrucción, ha te- nido presumiblemente un trasfondo histórico y debió de haber si- do una imagen para un período de convulsiones como, en efecto, solieron ocurrir en el transcurso de la historia egipcia. Los dioses triunfan como los faraones sobre las revueltas de los interregnos y sobre los príncipes distritales insurrectos. Aún tiene valor para el mito la decisión de la voluntad del dios supremo. El faraón como representación de un dios es el símbolo para esta realidad. La imagen de una “época dorada”, que la creación poética egipcia comparte con la antigüedad griega, en la cual animales, hombres y dioses conviven pacíficamente, es por consiguiente, en el pasa- do, tanto un ideal proyectado en un presente frustrante como en la protesta dirigida contra éste en voz alta. b) Khnum el alfarero Khnum era el señor de la primera catarata en el Alto Egipto. De allí se transladó él hacia el Sur, a Nubia, y hacia el Norte, al Bajo Egipto. Muchas eran las casas y grande la adoración que se le prodigó. Él creó a los hombres puesto que su padre le había dado la orden en ese sentido. Junto a Satet y Anuket se preocupó por que todos los años las crecidas del Nilo desbordasen genero- samente las orillas y bañaran los campos sin causar daños. En Antinoe, en donde él residía con su mujer Heket, los habitantes lo adoraban porque él los había creado y no cesaba de crear más hombres. 68
LOS MITOS EGIPCIOS Su padre le había asignado la tarea de formar sobre su torno de alfarero a los hombres como a los dioses y también la de crear su Ka. Así se inclinaba a diario Khnum sobre el Nilo y de su ribe- ra ponía a salvo el cieno que él formaba sobre su torno antes de esconderla en el regazo de su madre, en el cual ellos iban desarro- llándose hasta su nacimiento, atendido por su infatigable esposa Heket. Así se convirtió él en el “padre de los padres y en la madre de las madres” y adorado por doquier como el “dispensador de la fertilidad y como el escultor de dioses, hombres, animales y plan- tas”. Llevó su “casa de la vida” con bondad y paciencia y moldeó el sino de cada individuo con esmero y consideración cada vez que daba cuerpo al Ka de un hombre. Él probaba cuidadosamente el fango del Nilo con respecto a sus bondades y fineza y el agua en cuanto a su frescura, con los que daría tono ágilmente, hasta lle- var a su punto culminante, a la imagen del hombre que le hubiere dictado su corazón. Naturalmente, en su momento se introdujo también en el vien- tre materno para asegurarse de que su criatura estuviera puesta bien a salvo a fin de lograr su belleza. L.m. cap. 99; T. Pir. 524 a, 1227 d, 445 a, 1769 b; V, 74 f.; Esna II, Nr. 15,8 Esna III. Nr. 250, 7-12 Pap. Westcar 9,23; Esna III, 95,6; Esna III, 230,21. 1. Khnum era supuestamente un dios suprarregional. Apare- ce como miembro de las óctadas y enéadas y por eso pertenece a los miembros de la familia de dioses de la primera dinastía (ver I c). El número de sitios de culto que le están dedicados es innumerable. Su función como dios de la fertilidad y la mani- fiesta importancia de su culto han acrecentado sus capacidades 69
WALTER BELTZ como alfarero. El nacimiento y la muerte son simultáneamente pautas muy claras de la creación poética mitológica. Los nom- bres de sus diferentes mujeres conservados por las poesías están en relación con los muchos lugares de culto. Debe aceptarse que antiguamente las mujeres desempeñaron la función de par- teras y creadoras de hombres, antes de que Khnum asumiera su función de esposo. Ahí puede encontrarse un paralelo del desarrollo mitológico entre la Mesopotamia y Egipto. La diosa madre sumeria Aruru o Mami creó también a los hombres di- vidiéndolos según el sexo y el color, antes de que con la ayuda de las otras divinidades del origen despertara a la vida a las figuras de barro. 2. La índole “terrena” de los primeros hombres es una repre- sentación que se repite tanto en Sumer como en la Biblia. El relato bíblico de la creación en I. Moisés 1, hace surgir al hombre de las tierras de labranza. La imagen de un Ka separado para cada ser humano debida a Khnum corresponde a las dotes del soplo vital divino en los mitos de Sumer y de la Biblia. Originariamente el Ka sólo significa la facultad procreativa, la fuerza mental y espiritual para vivir. El cuerpo es mortal pero el Ka, inmortal. Esta antro- pogénesis bipartita se degenera en el correr de la representación mítica egipcia en la clásica forma de la tricotomía antropológica, como la desarrolló la gnosis fuera de la herencia egipcia, mientras aproximadamente desde la mitad del Imperio Medio permanece vivo el pensamiento por el cual los dioses dieron a los hombres su Ba, la fuerza espiritual inmortal, para conservar por medio de él su carácter único. 3. Durante el Nuevo Imperio trató y enseñó la especulación teológica a uniformar los numerosos cultos a Khnum para que en los distintos lugares de culto estuviera presente siempre el Ba de Khnum. De ese modo Khnum pasó a ser en Elefantina el Ba de Ra, en Esna el Ba de Shu, en Hypsolis era considerado como 70
LOS MITOS EGIPCIOS el Ba de Osiris, y en Antinoe debió de haber sido el Ba de Geb. En las postrimerías también se personificó a las héptadas de las divinidades de Khnum. Como niños de Khnum ellas eran formas o representaciones de su Ba. Este dualismo antropológico, es decir aquí esta tricotomía que sólo fue adquirida en la gnosis, perma- neció ajeno al modo de pensar bíblico o del antiguo Oriente. El dualismo griego depende menos de las tradiciones egipcias que de las indoeuropeas. c) La paráfrasis de Seem Cierta vez se dio a conocer el hijo de la luz infinita, el gran espíritu, el rayo de la luz universal, a Seem, para que no le per- maneciera oculto lo que había creado el pensamiento del gran espíritu, o sea, crear un mundo en el que el “nous” de su suerte pudiera ser liberado del peligro de ser esclavizado para siempre en el mundo. Pues él había caído de su propio hogar del mundo de la luz celestial, a las tinieblas, que se apoderaron de él ligándolo de diversas maneras a la realidad. En estas circunstancias el espíritu había adquirido forma para hacerse reconocer, como él ya se había hecho reconocer antes. Una vez apareció bajo una forma animal a fin de liberar el “nous” divino de las fuerzas zoomorfas que habían surgido tras la conformación del cielo y de la Tierra. La Tierra con sus plantas y frutos servía solamente como lugar de residencia y co- mo espacio de vida para estas fuerzas zoomorfas. Y después ante todo se separó la luz de la oscuridad y revistió la forma de sol en medio de la Physis y comenzó a proyectar luz sobre la creación. Otras fuerzas crearon en cambio mujeres y hombres estériles. Cuando entonces la Physis, la creación, vio y notó que el mundo de la luz se disponía a obrar sobre ella a través del sol, provocó 71
WALTER BELTZ el diluvio universal para aniquilar toda vida sobre la Tierra. Después de lo cual igualmente lanzó una marea de fuego sobre la Tierra para destruir a los muchos seres vivos que aún queda- ban. Cuando ya creía ella haber aniquilado a todas las fuerzas celestiales, cayó en el delirio de la victoria y desperdició en su embriaguez su potencia creadora, lo mismo que el fuego que contenía, la fuerza y la luz cayeron en la oscuridad. Es que ella estaba terriblemente creída que con ello le hacía un regalo a sus fuerzas, los demonios. Pero por doquier donde el fuego que ella había arrojado se mezclaba con las tinieblas, se formaban nue- vos animales. Y en todo lugar donde el fuego, la luz y la fuerza se encontraban y se mezclaban, daban lugar a nuevos hombres. Y del espíritu se separó sólo el pensamiento que fue luz para los hombres a través de la cual pudieron encontrar el camino que los sacara del cautiverio en el mundo de Physis. Pero cuando Physis se dio cuenta de que nuevamente la luz se aprestaba a derrotarla, se acordó de sus castigos de antaño, las mareas de fuego y agua y las hizo retornar. Pero las formas de la luz celestiales se pusieron a salvo y con ellas los hombres que les pertenecían, frente a estos embates, en un sitio de tranquilidad y paz que desconoce las guerras y que nadie puede atacar. NHC VII, 1, 9, 33-35; 19-20; 23, 33-35; 27, 20-28, 4. 1. Los escritos doctrinarios gnósticos en lengua copta pro- vienen de la biblioteca de Nag Hammadi y pertenecen al tipo de gnosis sethiánica. Datan presumiblemente de las postrimerías del siglo v y sus ideas centrales están en estrecho contacto con los preceptos que el combatiente de herejes, Hipólito, refiere como originarios de los sethianos. 72
LOS MITOS EGIPCIOS 2. Probablemente estos escritos son oriundos de Egipto. La detallada descripción de la cosmogonía obviamente no colma sólo con descripciones míticas egipcias el esquema bíblico de la Génesis, sino también con “topoi” cristianos a los que se les dio nuevo sentido. De la tradición egipcia pude haber provenido la idea de la creación por medio del desarrollo de una idea, de un autodesprendimiento del gran espíritu, del mismo modo que la representación por la cual las tinieblas amorfas son ordenadas y resucitadas por influencia de las fuerzas lumínicas de Ra u Horus. Tan sólo al fin y al cabo se forman los hombres debido a una imprudente reacción de Physis, o sea el mundo material. Pero éstos ya son posibles pretendientes al retorno del universo de la luz, porque en ellos se han hermanado el fuego, la fuerza y la luz sin tinieblas. Esta tricotomía antropológica podría ser una transformación de la tradición egipcia (ver III b). 3. Seem, del bíblico Sem o Noahiden que debe haber sido el padre original de Israel como lo relata la Biblia en I Moisés 9, 20-10, 1, es entonces el receptor de la revelación, según una nueva interpretación. A él le es comunicada la formación del mundo y de los hombres para que realice sus vivencias a lo lar- go del camino que los fragmentos de luz deberán nuevamente elegir. Él debe luego separarse definitivamente de su cuerpo para poder de nuevo acceder al reino de la luz. Así como esta antigua tradición egipcia vio en la vida de los hombres el pa- so previo hacia la existencia en Aminte, en el país del Oeste o reino de los muertos, ve también la gnosis en la vida de los hombres el camino hacia la salvaguardia del lar celestial. Diferente de la vieja poesía egipcia con su hedonismo, que se desprende de sus cánticos de arpa y amor, la gnosis es hostil por razones cristianas al mundo y al cuerpo, antagonismo que dará otro sentido a las peculiaridades de la antigua antropo- logía egipcia. 73
WALTER BELTZ 4. Puede pensarse que al narrador de este mito gnóstico de la tradición egipcia le estén vívidamente presentes en el recuerdo los dioses zoomorfos. Especialmente en las postrimerías fueron revivificados nuevamente, y sobre todo en los cultos de misterios, los viejos dioses con forma animal. Para el narrador gnóstico la prehistoria mítica no es otra cosa que su presente inmediato. El mundo de Physis contiene su forma concreta en todo aquello que circunda al narrador. Por ello se diferencian radicalmente los mi- tos gnósticos de los demás. Los mitos gnósticos son en su mayor parte, y fundamentalmente, alegorías. Los mitos gnósticos espi- ritualizan lo que el viejo mito egipcio humaniza, objetiviza y por consiguiente hace perceptible. La mitología gnóstica es por eso propiamente una teosofía. La antigua mitología egipcia es como toda otra creación poética de otros pueblos en tanto no hayan sido sometidas a propósitos de cultos religiosos acabados en sí mismos y comprensibles por sí mismos puesto que las fábulas se desenvuelven, crean su trama y se resuelven dentro de sus propios acontecimientos. 74
CAPÍTULO IV El combate de los dioses a) Seth y Osiris Atum creó a partir de su propio cuerpo a Shu y a Tefnut. Shu y Tefnut engendraron a Geb y a Nut. Y Geb y Nut procrearon a Osiris y a Seth. Y Osiris recibió de manos de su padre Geb el reina- do sobre el país fértil ya que demostraba ser hábil e inteligente. En cambio Seth heredó el reinado sobre el otro país. Como símbolo real Osiris ostentaba el látigo y el cayado puesto que él era amigo de los rebaños y de sus pastores, mientras que Seth lo era de los ca- zadores. Entre ambos hermanos estalló cierto día una disputa por el país fértil. Fue así como ciñeron las espadas para dar término a su grave desaveniencia. Se enfrentaron a orillas del Nilo. Osiris fue vencido por Seth quien le dio muerte y se escondió allí mismo en la espesura. Pero cuando aquél no volvió a casa, su mujer Isis salió en su busca acompañada por su hermana. E Isis, la inteligente, invitó a pájaros y peces a ayudarla y a compartir su búsqueda. Pues era difícil atravesar la fragosidad ribereña del Nilo. Pero cuando lo hubieron encontrado, alzaron lastimera queja. Otros cuentan que Osiris causó la envidia de Seth porque ins- truyó a los egipcios en el cultivo de frutos silvestres, les otorgó leyes, les enseñó la pasticultura y porque había reglamentado la veneración hacia los dioses. Por ello se habían vuelto hacia él los corazones de los pobladores de ambos territorios. Él había impar- tido sus lecciones en las costas y había otorgado a los habitantes del país una existencia pacífica. Seth meditó en ese momento cómo podría deshacerse de su rival. 75
WALTER BELTZ Con este fin, él tramó una conjura. Se unió a setenta y dos ancianos de entre los allegados a los dioses y de la reina Aso de Nubia. Después de que él hubiera hecho tomar secretamente las medidas de Osiris y elaborado a escondidas un arca suntuosa- mente trabajada, la hizo traer un día a la sala en la que se reunie- ron los dioses para un gran banquete y prometió el cofre precioso a quien cupiera en su interior colmándolo mejor. Cuando fue el turno de Osiris de ubicarse en el cajón, se acercaron los conjura- dos, cerraron de un golpe la tapa y echaron a correr con el arca. Calafatearon las ranuras con plomo y hundieron en el mar ese baúl convertido en ataúd que aprisionaba a Osiris. Además el mar obedecía a Seth. Cuando los otros dioses se percataron de que Osiris no regresaba y de que el juego con el arcón no había sido ninguna broma, Isis y su hermana Neftis se encaminaron rápidamente tras su rastro. Y Seth se apoderó de las insignias reales y gobernó en su lugar. Otros afirman saber que Osiris estaba borracho cuando cierto día se aproximó demasiado a la orilla del Nilo. Y que por eso Seth exigió para sí el reino de su hermano. Plutarco, De Iside et Osiride, 13; Diodoro, Bibliotheke 1, 21. Según Erman, Literatur der Ägypter, p. 189; T. Pir. 184; 1008, 1256; Sethe, Textos. Dram. 115, 8. 1. La lucha entre Osiris y Seth se demuestra en distintas citas y referencias extraídas de los textos de las pirámides y de cultos del Imperio Medio, aunque sólo más tarde enteramente narra- dos por los griegos Plutarco y Diodoro. En el último está cla- ramente establecido que estos mitos son ya poesías; la religión había ascendido al nivel del arte. Este mito es una representación 76
LOS MITOS EGIPCIOS analógica de los mitos más viejos de la lucha entre Horus y Seth, una lucha entre un conquistador extranjero y un pueblo autóc- tono que defiende en Horus su viejo reinado. Presumiblemente juega aquí de manera significativa su papel el traspaso de la segunda a la tercera dinastía. El mito osírico original conoció presuntamente sólo la muerte de Osiris, el dios de los rebaños, en combate con un toro salvaje. 2. El mito recuerda una disputa histórica. En ese aspecto se asemeja al mito bíblico de Caín y Abel o al romano de Rómulo y Remo. Osiris, que era adorado en el Valle del Nilo como dios de la fertilidad, representaba a la cultura campesina nativa, que sucumbió ante las penetraciones de tribus nómadas. Según los textos de las pirámides 589, 788, 1360 y otros, en donde Osiris es llamado el dios del Nilo y está investido del sím- bolo de la espiga, ya sacó largamente ventaja a su naturalización en la región como miembro de la enéada de On como uno de los mayores dioses. Su papel como dios de los muertos es ante todo la consecuencia de la victoria del nuevo dios imperial Horus, es decir de Ra (ver también I c). La integración religiosa del mito en el ritmo siembra-cosecha que supone un Osiris dios del mundo subterráneo es aún más reciente. Debe agradecérselo al clero de sacerdotes de Busiris que comprendió obviamente la propia derrota política frente a las nuevas fuerzas dentro de la población campesina intentando recu- brirla con un nuevo mito. La muerte de Osiris en el Nilo, quien de- be asegurar a las aguas del Nilo su fertilidad, es uno de sus mitos. 3. En el mito de Osiris, Horus es proclamado como el ven- cedor. Recibe el dominio del reino (ver IV b). El mito recuerda tiempos históricos remotos. Ya los hermanos enemistados Seth y Osiris no representan más al imperio unificado sino un dios más joven. El dualismo político obliga a los hermanos enemigos en sus respectivos papeles: Osiris conserva el importante reino de 77
WALTER BELTZ los muertos y Seth el extranjero. Es posible ver en Osiris, Seth y Horus, los nombres de eminentes reyes de la fase prehistórica de Egipto. b) La lucha entre Horus y Seth Horus era el soberano de Nekhen y Pe, Hieracómpolis y Buto. Ejercía ahí el reinado que su padre, Osiris el divino, había ejerci- do. Le había sido conferido por su divino padre Geb. Pero Seth, un hijo de Geb igual que Osiris, intento disputar a Horus la heren- cia pues él creía haber sido destinado más bien como el mayor y de grado más importante, especialmente cuando Horus aún niño se hallaba bajo la tutela de su madre. Seth era el señor de Ombos cuando se disponía a asumir el “trono de Geb”. “Grande en po- der” era él y este poder era considerado tan grande e insuperable que la gente llamaba al poder de los faraones la “fuerza de Seth”. Y ambos se esforzaron siempre en sus respectivos territorios por crear lo mejor y en favorecer a sus faraones tanto como pudiesen. Y Seth era sobre todo afecto a la tierra que le revelaba tesoros en metales y suelos feraces. Horus era en cambio afecto a las vaste- dades del cielo y del aire. Y en ambos se reflejaba el amor de los divinos padres hacia los hombres. Empero, cierta vez estalló una disputa entre ambos reyes de dioses en torno a la jerarquía y al poder en los dos territorios. Ca- da uno pretendía más de lo que el otro estaba dispuesto a ceder. Entonces, se atacaron y lucharon entre sí. Y arrojaron sus armas y pelearon a puño limpio. Fue así que Seth le arrancó un ojo a Horus. Pero Horus en su inmenso dolor le pulverizó los testículos. De tal modo se debilitaron y cayeron al suelo desfallecientes. Por causa de esta disputa sus países amenazaban morir de hambre y destruirse mutuamente. Esto fue visto por Thot, el conductor di- 78
LOS MITOS EGIPCIOS vino del universo. Se apresuró por verlos y los reconcilió curando sus vicios y restableciendo la paz entre ambos. Por acuerdo del consejo de los dioses Horus recibió el reino indiviso e íntegro con- virtiéndose en señor y en el más importate dentro de la asamblea de dioses. Entonces, las aguas fertilizaron nuevamente el país, la hierba creció en las colinas y el trigo en los valles. Y volvieron la paz, la armonía y la felicidad. Y Seth se contentó con reinar sobre los extranjeros y el mar. Otros narran que Horus y Seth zanjaron por las armas su dis- puta por la preferencia y la herencia de Osiris ante el tribunal de Geb presidido por Ra. Hasta allá había llevado Thot, el mensajero de los dioses, el ojo de Horus que Seth le había vaciado y luego tirado, y el Uraus sagrado, la corona del país. Durante ochenta años pelearon ambos hasta que Ra reunió a la enéada ante su trono para dar finalmente término a tal disputa, por la cual tanto los hombres como los dioses sufrían. Pero Ra tenía afecto a Seth, pues él necesitaba la fuerza de este dios porque diariamente ex- pulsaba a sus enemigos, en particular a la serpiente Apofis, que intentaba detener a Ra en su camino a través del horizonte. Al la- do de Horus estaban su madre Isis y todos los dioses de la enéada. Seth notó bien que Ra le era totalmente favorable. Confiando en su invencible fuerza acudió a Ra a fin de que le permitiese medir su fuerza con Horus. Pero Thot lo impidió. Entonces Atum acon- sejó que se llamara al dios Ba de Mendes como árbitro. Cuando en ese momento Ba hizo su aparición ante la enéada y vio a ambos contendientes vaciló un instante y llegó a la conclusión de que era preferible dejar el asunto en manos de la diosa Neith. Por consi- guiente Thot escribió una carta en nombre de los dioses de la enéa- da a la que Ra dio su beneplácito. La gran diosa madre respondió que no debía cometerse ninguna injusticia. Aconsejó a estos seres desorientados bajo la amenaza de hacer caer el Cielo sobre la Tie- rra, con toda su iracundia, duplicándole a Seth sus posesiones, 79
WALTER BELTZ haciéndolo contraer matrimonio con las hermanas de Ra, Astarté y Anat, y ubicando a Horus en el lugar de su padre Osiris. Thot dio lectura a esta carta solemnemente ante la gran asam- blea. Todos los presentes dijeron: Amén, así debe ser, la gran ma- dre de todos tiene razón. Pero Ra no estaba dispuesto a obedecer la sentencia. Entonces, debió conformarse con su desobediencia y una abierta oposición. Los dioses abandonaron la sala después de que Ra se hubo retirado a un rincón mostrando su enfado. Mas otro día vino Hathor, la hija de Ra. Ella lo reconcilió con su suerte y lo apaciguó amistosamente. Luego reunió él de nuevo a la asamblea judicial. La discusión fue reabierta con reclamos y reconvenciones. Seth se adelantó y ponderó en alta voz los méritos en cuanto al rumbo ininterrumpido de la barca solar y solicitó los servicios de Osiris. Cuando hubo terminado su intervención, todos los dioses estuvieron de acuerdo con él. Pero Thot y Horus protestaron airadamente en contra de ello, de que no se podía ofrecer la autoridad al hermano de la madre y al mismo tiempo dejar que el hijo se fuese con las manos vacías. No obstante Ba, quien de repente se encontró en la función de portavoz del grupo mayor, afirmó que no era posible que se ofreciera la autoridad a un niño mientras que el hermano mayor se retiraba con las ma- nos vacías. Esto recogió los aplausos de Ra. Por eso él amparó a Ba de Mendes. Mas cuando la enéada observó que Ra quería imponerse, expresó el deseo de que todos obraran de acuerdo a sus planes originales y que no actuaran como ahora pretendía el gran señor Ra. Pero Isis se levantó y se dirigió a buscar a Atum y Khepre para traerlos como árbitros. Y esto repugnaba a la enéada. Por ello buscaron otro camino para hacer debida justicia. Pero Seth juró no volver a presentarse ante el tribunal mientras ahí estuviese Isis. Tras lo cual Ra aplazó el juicio en la “Isla del Medio” y pro- hibió al barquero conducir a la otra orilla a Isis. Pero Isis se dis- 80
LOS MITOS EGIPCIOS frazó de una anciana, que quería llevar a su hijo harina para sus comidas tempranas. Sobornó al barquero, que no quería cruzarla, dándole un anillo. Y cuando apenas hubo alcanzado la otra vera ya en la isla, se transformó detrás de un arbusto en una joven muy hermosa como desde hacía mucho tiempo no se veía en Egipto. Entonces se presentó ante Seth y trató de alejarlo de entre los dioses con jugueteos amorosos. Y Seth la siguió gustosamente porque le apetecía una aventura así. Cuando se hubieron escon- dido detrás de un sicomoro, Isis le dijo que ella era la viuda de un pastor cuyos rebaños eran cuidados por su hijo. Pero que ahora ella necesitaba urgentemente la ayuda de un hombre fuerte pues un pastor extranjero se había establecido junto a ellos y quería echar afuera a su hijo. Seth, queriendo simpatizar de buen grado con ella, le prometió en seguida su ayuda, puesto que en Egipto nunca debería abandonarse un ganado a un extranjero mientras hubiese un solo hombre desocupado. En ese momento se irguió Isis transformándose en un pájaro gigantesco y diciéndole a Seth, mientras se elevaba al cielo: con esto te has condenado a ti mismo. Entonces, Seth se levantó muy enojado y volvió al círculo de los otros dioses. Ra observó el mal humor de Seth y le inquirió la causa. Entonces, Seth confesó lo que había dicho embaucado por el ardid de Isis. Y Ra no pudo menos que convenir en que Seth se había condenado a sí mismo. Y para aplacar a Seth accedió a castigar al barquero con la pérdida de sus pies. A la noche, Atum y Ra invitaron a la enéada a coronar a Ho- rus con la corona blanca del Alto Egipto y por ende investirlo del cargo de su padre Osiris. Esto fue lo que hicieron los dioses de la enéada. Pero Seth no se dio por satisfecho. Instó a Ra para que ordenase los arreglos a fin de celebrar una prueba de fuerza. Esta vez tendrían que transformarse en hipopótamos y dirimir el combate en el agua. Durante la batalla, Isis surgió sobre la orilla quejándose a viva voz. Para ayudar a su hijo confeccionó un ar- 81
WALTER BELTZ pón y lo tiró al agua. En esas circunstancias, su hijo pisó el arpón profiriendo agudos chillidos. Entonces Isis, horrorizada, hizo desprender el arpón del cuerpo de Horus por intermedio de un hechicero y lo arrojó una vez más al agua. Ahora fue Seth quien se lo clavó bramando de dolor y molestando así a su hermana que por compasión procuraba no herirlo. E Isis accedió a sus ruegos. Entonces Horus desistió de la lucha, salió del agua, le arrancó la cabeza a su madre y subió con ella a una montaña donde se acostó bajo un árbol y se durmió. Pero cuando Ra y la enéada vieron lo que Horus había hecho decidieron castigarlo y a Isis darle una cabeza de vaca. Y Seth se fue, lo encontró primero y le arrancó los ojos. Luego continuó su camino después de haber dicho a Ra que no había encontrado a Horus. Y en ese momento llegó Hathor por el camino y con la leche de una gacela sanó y restableció los ojos a Horus y lo con- dujo ante la enéada. Ahí también fue mandado Seth. A ambos les ordenó Ra que a partir de ese momento debían vivir en concordia y cesar de pelearse por el cargo real. Y entonces ambos se disuadieron. Seth invitó a Horus a cele- brar juntos una fiesta en honor a su reconciliación. Y durante la noche durmieron los dos juntos. Y Horus fue suficientemente as- tuto como para recoger en su mano el semen de Seth cuando éste le deslizó su miembro entre los muslos. El le llevó el semen a su madre mientras Seth dormía. Pero Isis le cortó la mano a Horus, la echó a las aguas y ejerciendo sus encantamientos le produjo una nueva. Y de Horus tomó ella semen y con él humedeció la tempra- na fertilidad de Seth. Ahora, cuando a la mañana siguiente Seth se presentó ante el tribunal para declarar que Horus era indigno de ser entronizado, porque durante la noche él le habría hecho el amor, Isis demostró ser otra vez la más inteligente. Pues cuando Thot citó el semen de Seth, éste respondió del fondo de las aguas adonde Isis había arrojado la mano de Horus. Y cuando Horus 82
LOS MITOS EGIPCIOS dijo en ese momento que él había cohabitado con Seth, y Thot llamó al semen de Horus, respondió éste desde la cabeza de Seth. Thot ordenó entonces que saliera de ahí. Y surgió a manera de corona sobre la cabeza de Seth. Pero Thot la tomó y se la colocó a Horus y por lo tanto lo coronó una nueva vez. Mas Seth, sabiéndose seguro siempre del apoyo del gran Ra, se empeñó en sostener aún otro combate con Horus. Decidieron a cuál mejor con barcas de piedra. Horus ganó también esta con- tienda pues había construido su barca con madera y después la había cubierto de estuco como si fuera de piedra mientras que Seth había extraído piedras de la montaña para elaborar su barca. De ese modo la barca de Seth se hundió rápidamente. Horus se hundió igualmente cuando Seth volcó su bote habiéndose trans- formado en hipopótamo, y los dioses le impidieron que matara a Seth con el arpón. Pero Horus fue río abajo hasta Sais, a lo de la gran madre Neith, para pedirle consejo y ayuda. Y Thot propuso solicitar a Osiris su parecer. Pero Osiris tomó partido por su hijo y exhortó a los dioses que recordaran que él era el dios de la fertilidad y que decidía también sobre la prosperidad o la perdición de los dioses, cuando él hacía crecer las aguas del Nilo o bien al retenerlas. Pero Ra no quería transigir e hizo saber a Osiris que sin él nadie podía vivir tampoco ya que ni la cebada ni el trigo podrían crecer sin él. Y como él recibió la respuesta de Osiris, quien dominaba a todos los dioses, hizo observar que él era el señor del infierno y que podría destraillar a todos los demonios para destruir al mundo y a los dioses no bien así él lo dispusiera. Esta vez todos confirieron a Horus el derecho a la toma de posesión de los dos dominios y no se dejaron inducir por Seth en consentir un nuevo combate. Varias veces pidieron a Isis que con- dujera a Seth al suplicio. Así apareció Seth, atado por Isis, ante los dioses. Y cuando él se dio cuenta de que debía morir se sometió 83
WALTER BELTZ sin más réplica y prometió a Horus absoluta fidelidad. Entonces los dioses brindaron de júbilo y ponderaron a Horus como “el único rey, el rey perfecto de ambos territorios hasta la eternidad”. Ptah preguntó por lo que le pasaría a Seth. En ese momento Ra se ofreció a incluirlo en su séquito. Él quería conservarlo en los cielos como a su hijo y entregarle el trueno para que los hombres no cesaran nunca de temerle. Otros cuentan que mucho más tarde Horus hubo sido llevado por su madre Isis a luchar contra Seth para vengar la muerte de su padre y la profanación de su cadáver. Es que Isis había encon- trado el cadáver de su padre y lo había ocultado. Pero Seth, que seguía todos los pasos de su hermana, lo había encontrado y des- menuzado y desparramado por todo el país. Pero Isis logró que los grandes dioses asignaran a Horus el reinado de Osiris sobre la Tierra y a Osiris el reinado de Aminte. Mas cuando Seth se disponía a disputarle a Horus el imperio, apareció Osiris junto a Horus a fin de preparar a éste para el com- bate. A su requerimiento le dio un caballo. Y así se encaminó Ho- rus empujando delante de sí a Seth, del Este hacia las puertas del Occidente, del Norte hasta las fronteras del Sur, hasta que pudo echarle grillos. De esta manera lo trajo ante su madre Isis. Y ésta le hizo abjurar eternamente venganza y jurar eterna obediencia a Horus quien, como señal de su victoria, le colocaría el pie sobre la cerviz. Luego de que Seth hubo jurado también por su séquito, Thot los dejó a éstos libres e incorporó a Horus a su servicio. T. Pir. 1668, 296; 2011; 14; L.m. cap. 182, 19, 183, 11; Spiegel, Disputa entre Horus y Seth, Pap. Chester Beatty, Nr. 1; Plutarco, De Iside et Osiride, 18-19; T. Pir. 581, 587, 626, 635. 84
LOS MITOS EGIPCIOS 1. La lucha entre Horus y Seth es un mito histórico. La pro- cedencia ctónica de Seth –según la leyenda de Oxirrincos, Seth huye ante Horus en la Tierra bajo la forma de una serpiente– co- mo la múltiple insistencia con que de Osiris se declara dios de la fertilidad, impiden una interpretación del mito desde la óptica de la mitología de la fecundidad. Seth aparece como un peligro- so rival. Los motivos que lo conducen al campo de batalla para suministrar la prueba de su supremacía son su edad y su fuerza. En su contra se colocan los dioses de la enéada que luchan por el derecho de sucesión patrilineal. Estas dos diferentes posiciones de derecho marcan el tránsito histórico de la monarquía electiva, al comienzo de la tiranía, hacia la monarquía hereditaria. Ra se muestra como adepto al grupo conservador que lucha por el principio económico improductivo de la monarquía electiva como era posible en los grupos nómades habiendo caído en desuso en la sociedad civilizada desarrollada. El sistema más progresivo sale triunfante: el Antiguo Imperio pudo reconocer en este aspecto sus propias experiencias. Horus que ya está en posesión de la corona roja del Bajo Egipto, recibe también la corona blanca del Sur, estando el Norte en su desarrollo adelantado al Sur. Seth es privado del poder. Él conserva una posición subordinada junto a Ra. En su calidad de tronador es tan temible como Zeus. Su función como dios de los países extranjeros se ve consolidada. 2. La militancia de los primeros tiempos no conoce aún la posición reconciliante de los Imperios Medio y Nuevo que descri- ben la lucha bajo la forma de una lucha legal con ordalías. Según los T. Pir. 635 y 645 Seth es incluso matado a golpes por Horus. Horus debe haberlo decapitado. Mitológicamente la pérdida de la cabeza no significa la muerte. Isis pierde su cabeza y obtiene a cambio por parte de los dioses una cabeza de vaca. En los tex- tos dramáticos de Seth (por ej. 147, 153 o 207) cuéntase que los dioses pierden sus cabezas y que reciben otras. La cabeza en la 85
WALTER BELTZ mitología egipcia es la cifra del ámbito de la responsabilidad y de la función siendo éstas intercambiables. “Según estos mitos los dioses perdieron sus cabezas por todo Egipto. En reemplazo el dios superior y juez de los mitos de Menfis les da las cabezas que desde entonces llevan puesta” (Schott). En Oriente “perder su rostro” no significa, tampoco en nuestros días, la muerte. 3. El mito de la lucha entre Horus y Seth se formó como todos los mitos egipcios “en la residencia”. Vive de la ideología del reino. Es por eso que, además de que en el período dinástico, el mito ganó peso especialmente en las postrimerías, cuando el reino es- taba debilitado. Schott publicó en Bücher und Sprüche gegen den Gott Seth (Leipzig, 1929) rituales mágicos en los que recobra vida el mito. Pues Seth, en una oportunidad expulsado por Horus, en su calidad de dios de los países extranjeros es responsable de la invasión de persas, asirios, griegos y romanos. Y cuando un día fue expulsado como dios, las ciudades y provincias llevaron luto por él y así le profirieron imprecaciones; sus lágrimas de tristeza se transformaron en lágrimas de ira y congoja. Los rituales mágicos se alzaron igualmente como las fábulas míticas menos contra el dios que contra sus partidarios. 4. El desarrollo religioso e histórico de Egipto puede desgra- narse del mito. Los antiguos dioses distritales unidos en la enéa- da defienden el nuevo derecho, los dioses de los usurpadores, la vieja ley del más fuerte. Pero su actitud vacilante delata su falta de autoridad. La victoria definitiva de Horus es ciertamente la victoria del Sur pero que es llevada a cabo con la ayuda de un acto de represalia, es decir, con una amenaza de Osiris apoyado por tenebrosos demonios. La organización de las enéadas y de límites precisos presupo- ne la configuración imperial de las cinco primeras dinastías. La construcción de la familia divina Isis-Horus-Osiris y la construc- ción de la sucesión hereditaria de Horus en el reinado constituye 86
LOS MITOS EGIPCIOS una parte esencial de la vieja ideología real egipcia. Las regiones subterráneas también están a su disposición. 5. En la controversia cuya datación se remonta a la época de la vigésima dinastía, el ojo de Horus, alrededor del cual gira el proceso, significa la corona, esto es, el reinado como herencia y obligación filial frente a las exigencias de la monarquía electiva. El período tardío siente una real necesidad por este derecho pues Horus está ya debilitado. El apelativo de Seth, “el fuerte”, no puede aplicarse más al faraón, la amenaza externa adquiere una forma concreta. La descripción de la controversia poseía una real significación. 6. Los ojos de Horus en la interpretación mitológica astral representan las imágenes del sol y la luna. Tipológicamente repre- sentan las imágenes de la natural sucesión de trabajo y reposo, de orden y armonía en la naturaleza. Cuando Seth los arranca, lógi- camente destruirá este orden natural. Hathor los sana y repone. Hathor (Casa de Horus) era en los primeros tiempos presumible- mente la madre de Horus. A menudo Hathor adopta la figura de una vaca. En su forma humana lleva sobre su cornamenta el disco solar como símbolo. Neith, la diosa oficial de Sais, era de índole guerrera. Como madre de Ra se convertirá en la primera diosa que en el Nuevo Imperio habrá creado la “semilla de los dioses y de los hombres”. Según el T. Pir. 606 ella es una hermana de Isis y vela junto al féretro de Osiris. Como diosa del arte de tejer es importante para la inhumación, pues las vendas para la momia serán bendecidas por ella. Con respecto a Horus y Seth ver II b. Los griegos siempre compararon a Seth con Tifón y a Horus con Apolo. Pero no debe procurarse encontrar en sus mitologías co- nexiones motivadas históricamente. Nakhbet y Uto, las mujeres asignadas a Horus, eran las antiguas diosas de ambos territorios. Ellas recuerdan todavía la fase matriarcal de la primitiva historia egipcia. 87
WALTER BELTZ 7. En más detalles puede observarse cuán artística es la crea- ción poética de la “controversia”. Distintos pasajes del juicio son interrumpidos tres veces por descripciones de luchas. La persecu- ción de Horus, descripta también en otros mitos de Horus como en el del cazador de hipopótamos, muestra, por lo demás, de qué estimación goza la astucia en el mito egipcio. Isis es la astucia personificada que engaña al propio Seth, como surge de la escena en la cual ella lo seduce como si fuera una joven, o también en el delicado capítulo del acto sexual entre Seth y Horus. Evidente- mente el acto homosexual era sólo vergonzoso para éste, al ser reconocido como objeto del coito intercrural, porque es conside- rado como el más débil. El disco solar que se aleja de la cabeza de Seth es devuelto por Thot a Horus pues es “carne de su carne”. Al- gunos egiptólogos han querido ver allí la historia del nacimiento de Thot. Pero la escena no da para esta interpretación. Thot se ha impuesto como juez del mundo y como visir de Ra y ha actuado como tal. su significación en la mitología y en la religión de Egipto sugiere por otra parte que Seth nunca pudo haber sido su padre porque su clamor hubiese sido muy perjudicial. Las diosas Anat y Astarté, que la diosa Neith hizo pasar por hijas de Ra, provienen de Asia Menor. Cuando le son atribuidas a Seth, es ya un indicio de la función de Seth como señor de los países extranjeros. c) La lucha entre Ra y Seth Una vez Ra-Harakhte había viajado en barco hacia Nubia pa- ra ver el país. Entre sus acompañantes hallábanse también Horus y su madre Hathor. Entonces le transmitieron el mensaje de que los países se habrían sublevado. Ra se irritó y volvió al barco y con él estaba su ejército. Y Horus juró a su padre Ra iniciar la guerra y aplastar la revuelta. En tal circunstancia, Ra no lo pensó mucho 88
LOS MITOS EGIPCIOS y encomendó a su hijo Horus reunir a las tropas y aniquilar a los enemigos. Y Horus se irguió y se elevó al cielo como un gran sol alado. Desde arriba vio en dónde se habían establecido los enemigos. Allí se lanzó él sobre ellos bajo la forma del sol alado con lo que se enceguecieron, tropezando aquí y allá y matándose mutuamente con sus espadas. La confusión fue tan grande que cada uno veía en el otro un enemigo. Entonces volvió Horus. Bajo la forma del “halcón multicolor”, del sol alado, posándose en el barco de Ra. Y Thor había observado la batalla desde el barco y había presagiado a Ra el regreso triunfal de Horus. Y Ra se marchó con su séquito y echó una mirada al campo de batalla y encontró el lugar “lleno de vida apacible”, pues él estaba muy contento de que los amotinados hubiesen sido derrotados por Horus. Pero algunos de los enemigos de Ra se habían escondido en el agua y se habían transformado en hipopótamos. No bien la embarcación hubo comenzado su marcha, los hipopótamos enemigos subieron e intentaron con la ayuda de los cocodrilos hacer zozobrar la embarcación y devorar a la tripulación. Enton- ces Horus asió su arpón y sus cuerdas y expulsó a los monstruos y mató a tantos como él y sus hombres habían podido atrapar. Y Horus subió a bordo de la barca de Ra acompañado por Nekhbet y Uto cuyas fulgurosas coronas emitían llamaradas. Entonces los monstruos huyeron río arriba perseguidos por la rápida barca de Horus. Así los batió ante Tebas y Dendera, persiguiéndolos por agua y tierra y asestándoles golpes. Los mató a arponazos, hachazos y lanzazos. Los persiguió por el Delta y hasta el borde del mar. Pero cuando él ya había dado muerte a casi todos apa- reció Seth, el cabecilla, e injurió a Horus en voz tan alta que Ra se estremeció en su barco y ordenó que a partir de ese momento nadie debería proferir más esos gritos. Y Horus se dirigió contra Seth y acometió contra él hasta aherrojarlo. Lo arrastró sin mi- ramientos ante Ra para que éste lo condenara. Y Ra dio la orden 89
WALTER BELTZ a Thot de librar a Isis y a Horus de ese demonio, para que éstos pudiesen proceder con él según su buen parecer. Entonces Horus le cortó la cabeza a Seth y la llevó arrastrando detrás de sí por los distintos países. E Isis le pidió a Ra que le concediese a Horus el disco solar alado como seña. Isis invistió a su hijo Horus según la imagen del Horus triun- fante con la cara de un halcón, con el adorno de ambas coronas. Y Seth desapareció bajo la Tierra y no fue visto más. Desde entonces Ra enviaba a menudo a Horus cuando los partidarios de Seth se agrupaban para destruirlo. Y él se convirtió en el tercero de entre los grandes después de Ra y Thot por sus méritos en cuanto al dominio de los dioses. Otros narran que una vez los hombres también se sublevaron contra Ra. Ellos estaban descontentos con su suerte. Fue entonces cuando Ra convocó a una asamblea secreta de dioses para que los hombres no lo advirtieran, ya que él había decidido destruirlos. Por tal motivo, se reunieron los dioses y se pararon a ambos lados del trono con las cabezas inclinadas hacia el suelo. Pero Ra quería recoger el consejo de los dioses antes de ordenar que se matara a los hombres. En primer lugar habló Su Majestad Nun y aconsejó castigar a los hombres. Pues ante los ojos de Ra ningún mortal debía salir airoso. Así el ojo de Ra debía marcharse y golpear a los hombres. Y el ojo de Ra se estableció en la figura de la diosa Hathor. Ésta encontró a los hombres en el desierto en donde éstos se habían refugiado y mató a tantos de ellos como le fue posible. Y casi todos perecieron. Entonces, al cerrar la noche, regresó la diosa y recibió un gran elogio de parte de Ra. Y Ra pensó para sí que este castigo era suficiente y que habría terminado ya con el resto de los hombres, acobardados por todo ello. Envió también mensajeros e hizo preparar mucha cerveza y que se la tiñiera con almagre. Y él hizo desparramar la cerveza en los lugares donde Hathor pen- saba matar al día siguiente a los demás hombres. Pero justamente 90
LOS MITOS EGIPCIOS cuando Hathor llegó al sitio indicado y olió a cerveza, bebió tanto que se embriagó por consiguiente olvidó que debía matar a los hombres. De tal manera que ella regresó y la esperanza de Ra de dejar a algunos hombres con vida se cumplió. Después de un cierto tiempo se fatigó sobremanera de tener que conducir el regimiento y se quejó de nuevo ante Nun ya que le era sumamente cansador tener que preocuparse por los hombres y se lamentó de no haberlos matado a todos. Entonces Nun ordenó a Shu cuidar de su padre y a Nut cargar sobre sus hombros a Ra. Entonces Nut se convirtió en una vaca y Ra se sentó sobre su lomo. Cuando los hombres vieron que Ra no quería más permanecer junto a ellos, reflexionaron un poco y juraron, a partir de ese instante, atacar a todos los enemi- gos de él. No obstante ello Ra se retiró a su palacio cargado sobre el lomo de Nut. Pero a la mañana siguiente cuando Ra vio cómo se preparaban los hombres para llevar a cabo una guerra contra otros hombres, les hizo una advertencia pues él sabía bien adónde conducen las guerras. Y él elevó a Nut e hizo que se convirtiese en cielo, llevándolo a lo lejos para que viviera muy alejado de ellos. Otros narran que Ra era impedido diariamente por Apofis de trazar su rumbo a través del horizonte. Puesto que él pretendía también el reino subterráneo, se dirigía siempre al caer la noche hacia Aminte. Entonces Apofis, la serpiente gigante se irguió y le atajó el paso. Mas Ra y quienes lo acompañaban en su barca recu- rrieron a las armas. Y despedazaron a Apofis que carecía de patas y manos. Luego pisotearon sus vértebras, finalmente la quemaron en el fuego que se desprendía del ojo de Ra. Y la cabeza de Apofis, en la que Ra hundió su lanza, fue llevada en la punta del barco. Y con la sangre el cielo se tiñó de rojo. Y los dioses que habían aherrojado al fuerte Seth procuraron ante todo que el barco de Ra pudiese continuar su rumbo sin estorbos. Algunos afirman saber que Ra había adquirido la forma de un gran felino para poder matar a Apofis. 91
WALTER BELTZ E. Naville, Textes relatifs au Mythe d’Horus recueillis dans le temple d’Edfou pl. 12-9, Genève et Bâle, 1870; Roeder, Urkun- den, pág. 120-137; Buch von der Himmelskuh, Ch. Maystre, BI- FAO 40, 1941, pág. 53 ss., E. Brunner-Traut, Märchen, pág. 69- 72. Das Apophis-Buch, Pap. 10.188 del Museo Británico, Roeder, Urkunden, pág. 98-115; Tokarew, 419. 1. Las luchas entre Ra y sus adversarios, de las cuales el libro de Apofis es la fuente más reciente, muestran con claridad lo que la fábula da a entender del dios combatiente. Ella gira en torno de fenómenos históricos. En el mito de Horus de Edfu, Ra es tan sólo aún el gran regente mientras que Horus conduce la guerra. En ello posee una analogía con lo mesopotámico. En Enuma, Marduk es el héroe, el gran Anu es sólo en un segundo plano el sabio conseje- ro. Allí el esquema se asemeja al conocido para El-Baal de Ugarit. Los adversarios son pueblos extranjeros pues en todo el texto no se habla en absoluto de hombres. Seth como jefe habla en favor de que en esta descripción de Egipto pueda verse una situa- ción muy comprometida. Aun cuando la fuente es muy reciente y permite una referencia a la amenaza a los egipcios por parte de los persas y de los griegos, puede llegar a pensarse que también otros peligros y otras amenazas de tipo político pudieron haberse asociado. El templo de la época ptolemaica en Edfu del que procede la leyenda de Horus, puede compararse al altar de Pérgamo. Aquí como allí el mito ofrece el modelo para la representación del fe- nómeno histórico. Con grandes esfuerzos los Ptolomeos logran durante el siglo iii a. de C. dar una cierta autonomía a Egipto. (Para los personajes ver observaciones en IV b.) 92
LOS MITOS EGIPCIOS 2. Con respecto al mito del libro de la vaca celestial debe alu- dirse a dos cosas. Primeramente el mito está menos interesado evidentemente en la rebelión de los hombres que en explicar el fenómeno por el cual Ra, y con él su séquito, no permanecen más en la Tierra sino en el cielo. La separación del cielo y la tierra es atribuida a la edad y al cansancio de Ra. Para el poeta está claro que en lugar de Ra puede ubicarse cualquier otro. El dios Nun toma la iniciativa y ordena nuevamente las relaciones. Una revolución, como muchos pretenden ver aquí, no ocurre. Para otros, el poeta se interesa visiblemente en la prudencia de Ra y en sus intrigas más que en inquirir por las causas de la rebelión. Es razonable pensar que la transformación social operada hacia 1300 a. de C. produjo reacciones tales que la rebelión sólo pudo ser aplastada sangrientamente. 3. La lucha entre Ra y Apofis está narrada según el modelo de las luchas entre rivales. De acuerdo a los libros de los muer- tos, cap. 115, surge claramente que ahí la pareja Ra-Apofis se asemeja a las otras parejas, Osiris-Seth u Horus-Seth o a los faraones rivales Sethos y Sesostris. La predilección hacia la identificación durante el Nuevo Imperio contribuyó a colocar a Seth y a Apofis en una pareja. Ambos se convierten deci- didamente en enemigos de los dioses, o sea, en enemigos del Estado, aunque el episodio de la pelea entre Horus y Seth (ver IV b) expresa sin lugar a dudas que cierta vez Seth perteneció al círculo de adversarios de Apofis. La retracción de Apofis a una figura astromitológica permite aún reconocer con claridad qué importante había sido él fundamentalmente en relación a las creencias sobre la muerte. Para los egipcios y debido a Apo- fis, la serpiente se convirtió en un animal malvado. Isis usa la serpiente para derrocar a Ra (ver VII a). 93
WALTER BELTZ d) La lucha contra los arcontes Cuando los hombres comenzaron a reproducirse y a mejorar, tal como los arcontes lo deseaban, causaron disgusto a éstos. De tal manera que los arcontes se consultaron y decidieron provocar un diluvio para aniquilar a todos los hombres, a todos los seres vivos y a toda carne. Pero uno de ellos, Sabaoth, se arrepintió y advirtió a los hom- bres del peligro que les acechaba. Entonces Noé construyó un arca de madera, como se lo había aconsejado Sabaoth, e introdujo a su familia y a los animales, desde el más pequeño al mayor. El quería llevarla hasta lo alto del monte Seir. Mas cuando él ya había termi- nado con el trabajo, apareció Norea. Ella también quería entrar en el arca. Pero ella no fue admitida. Entonces ella abrió su boca y con el soplo ardiente que salió de ahí dentro quemó toda el arca. Enton- ces Noé construyó el arca por segunda vez. Así salvó él su vida, la de sus hijos y la de los animales de la persecución de los arcontes. Poco tiempo después los arcontes intentaron nuevamente exter- minar a los hombres. Ellos querían impedir que el reino de la luz triunfara. Por eso enviaron sobre la Tierra un mar de fuego. Pero nuevamente se interpusieron las grandes fuerzas y ante la irrupción de los huracanes de fuego se elevaron los hombres, que ellas que- rían salvar, sobre los tres “phostera”2 que se habían fijado como sitio de estadía. Los arcontes vieron esto con ira. Ellos volvieron y juraron acarrear a los hombres castigo y persecución eternos. Hipótasis de los arcontes, NHC II, 4, 140, 3-140, 18; Apoca- lipsis de Adán, NHC V, 5, 69, 1-76, 6; 83, 7-30. 2 gr. φωστηρ: lo que da luz, lo que ilumina; astro, estrella. (N. del T.) 94
LOS MITOS EGIPCIOS 1. La gnosis sethiánica, como se’ la conoce desde la biblioteca copto-gnóstica de Nag Hammadi, conoce la lucha de los dioses como una disputa de las fuerzas demiúrgicas contra el mundo de la luz. La lucha es desigual. Las fuerzas de la luz no permiten que se desemboque en combate abierto sino que salvan a los hombres que han escogido antes del comienzo de la catástrofe. Los modelos bíblicos extraídos del I Moisés, 7 y 19 son tergiversados por la gnosis. La gnosis, originada en el cristianismo, se ubica también aquí al final de la mitología egipcia antigua. Las luchas de los dioses de la mitología egipcia eran ilustraciones para las guerras entre grupos política y socialmente diferentes de los pobladores de los territorios nilóticos, o bien recordaban los antecedentes de la introducción de un nuevo sistema legal en ambos territorios. La gnosis extiende sus derechos al mundo. Ella piensa histórica- mente de modo lineal y ha suprimido el pensamiento cíclico de la mitología egipcia. 2. Noé es el conocido patriarca de las leyendas y mitos bíbli- cos y Norea, una figura femenina ya atestada en la gnosis y que es considerada como la madre de los gnósticos. Tal vez haya sido concebida también como la esposa de Noé. El gran combatiente de herejes cristiano, Epifanio, declara haber conocido un “libro de Norea” (Pan.). Los escritos no son idénticos aunque Norea juegue un papel significativo en el escrito de la hipóstasis de los arcontes al que se ha recurrido aquí. En la gnosis también se la hace pasar por la hermana o mujer del Seth celestial. 3. Las batallas en la antigua mitología egipcia terminan con la victoria de un dios o de un grupo de dioses sobre otro. La conse- cuencia es la sumisión. La substancia o la estructura del mundo no se verá seriamente afectada. Las descripciones gnósticas egip- cias de la lucha terminan también ciertamente con la victoria de las fuerzas lumínicas celestiales, pero significan siempre también 95
WALTER BELTZ un final catastrófico del mundo. La mitología egipcia es aun en sus escenas destructivas una afirmación del mundo, la mitología gnóstica es fundamentalmente negación del mundo. 96
CAPÍTULO V Del surgimiento de la cultura a) Osiris y el azadón Cuando los hombres hubieron poblado la Tierra y junto con los animales, que habían crecido en gran número, debieron pre- ocuparse por los alimentos, Osiris pensó en aliviarles la vida. Inventó una azada y comenzó a labrar el campo. En los surcos de la tierra de labor que habían nacido gracias a su azadón, esparció él las simientes. La cebada y el lino crecieron magníficamente y trajeron frutos en abundancia. Así hombres y animales pudieron saciarse y aquéllos vestirse tal como lo había pensado Osiris. Otros afirman saber que Seth envidió a Osiris esta invención y decidió destruir su obra. Él se transformó en macho cabrio y al- gunos de sus amigos en cabras. Entonces él y sus amigos hicieron estragos entre las semillas recién plantadas. Esto fue visto por las amistades divinas de Osiris. Y contuvieron esta actitud aberrante atacando y dando muerte a muchas de las cabras. Y la sangre del sacrificio abonó las simientes e hizo que los campos de Egipto diesen aún más abundantes frutos. Y Osiris se regocijó cuando vio cómo el mismo obrar execrable de su enemigo se transformó en riqueza para su país. Desde entonces se celebró en ambos terri- torios en recuerdo del bondadoso dios Osiris la fiesta del azadón. T. Pir. 817, 1120, 1138; L.m., cap. 18. 97
WALTER BELTZ 1. El mito del azadón está dentro del ámbito de la etiología. A la vez, pretende explicar el rito de la fiesta, que Loret descri- bió detalladamente: un niño disemina las semillas en los surcos trazados por bueyes negros que tiran de un arado mientras un sacerdote evoca el mito y murmura bendiciones. Para otros él pretende describir que el negocio naturalmente muy ameno de la labranza ha sido una invención de la máxima autoridad divina que ideó estas cosas. Originariamente, el mismo faraón habría cumplido con este rito. 2. Aquella interpretación, para la cual sobre todo Thaussing aporta pruebas, según la cual Osiris se sacrifica a sí mismo como semilla y celebra su resurrección en el grano que germina –uno de sus símbolos es la gavilla– es uno de los datos más recientes y se halla en estrecha relación con la representación por la cual Osiris fue enterrado cierta vez y luego resucitado en Aminte para desde entonces dominar ahí. En las postrimerías del imperio egipcio el entierro es llamado eufemísticamente “azadón”. Los cantos fúnebres del campesino durante la siembra y el trajinar de los pequeños bueyes sobre las simientes, que recuerdan al mito de la muerte y la persecución de Osiris, son menos antiguos que la esperanza en que la gracia otorgada por el dios en el ejercicio real es un acontecimiento feliz. Los trenos de los campesinos que acompañan al rito, a través de los cuales se sosiega a la Tierra porque ha sido herida por la azada o el arado, han llevado a Bonnet a atribuir mayor importancia al culto de la fertilidad que a la unión con el mito de Osiris que se inicia con el Nuevo Imperio. Pero en Busiris, Osiris ya ha sido desde el Viejo Imperio el principal dios y como tal el señor de la abundancia de los cul- tivos. Sokaris lo era en Menfis. Todo habla en favor de asentar el mito del azadón en la idea de un soberano divino, idea que permite haber creado todas las cosas importantes o triviales por parte de dioses y reyes. 98
LOS MITOS EGIPCIOS b) El mar voraz Ptah había prometido a la Tierra casarla con el Cielo. La Tie- rra estaba feliz por ello y alababa al dios por este obsequio. Su júbilo colmó los eones. Así después de siete días bajó el Cielo sobre la Tierra para unirse con ella. Fue cuando se encolerizó el mar. Espantado por el júbilo de los eones se dirigió a Ptah y le solicitó ser igualmente casado con la Tierra. Ptah quedó perplejo. En su sabiduría divina hizo erigir un trono sobre la Tierra, tan alto como el cielo, al cual el mar debía subir. Entonces el mar se instaló sobre el trono y codició los regalos de bodas de la Tierra. La Tierra le ofreció lo que pudo conseguir sin poder apaciguar al mar. Esto fue visto por el cielo con consternación. El prestó su brazo a los hombres, que se quejaban bajo esta carga, para ayudarlos. Pero también ayudó a los otros dioses que debieron ob- servar con rencor cómo el mar se apoderaba del oro y de la plata, de las piedras preciosas y de todos los tesoros de la Tierra sin que pudieran evitarlo. Todos temían al mar y tenían miedo de caer en sus manos. Entonces la diosa de la cosecha, Themutis, que tenía que sufrir bajo el mar, aconsejó a los dioses de enviarle al mar a la diosa Astarté, la hermana de Ptah, para que el mar se aplacara definitivamente. La propuesta fue recibida con un suspiro de ali- vio por parte de los dioses. Ellos enviaron un pájaro a la casa de la diosa para que le entregara su mensaje en el que transmitían el deseo de que ella fuera hacia ellos. Su deseo eran tan imperioso que pidieron al pájaro que si era necesario la sacara de su sueño. El pájaro cumplió con lo que le fue ordenado. El volvió en seguida con la joven diosa. En esta oportunidad, los dioses, reunidos en asamblea, le ex- pusieron a ella su deseo de que se entregara al mar y desviar así 99
WALTER BELTZ esta carga que pesaba sobre Egipto. La diosa consintió y fue allí donde el borde del mar tocaba la Tierra. Se despojó de sus ropas y se brindó desnuda al mar en la plenitud de su belleza. Se unió rápidamente con el mar y regresó para hacer saber esta noticia a los dioses reunidos en asamblea. Cuando los dioses vieron que Astarté regresaba sonriente y sana y salva, se levantaron de sus sillas para saludarse solemne- mente. Y los dioses inferiores se echaron al suelo ante ella. Se le trajo un trono y la agasajaron con bocados exquisitos. Después de haber sido recibida tan festivamente ella mencionó el regalo de bodas que el mar exigía. Entonces, los dioses pusieron cara larga y perdieron el ánimo, pues todos sus esfuerzos habían resultado vanos. Sus esfuerzos por aliviar los trabajos de los hombres y por brindarles la ciencia de los oficios y de cómo explotar las minas para producir en lo posible mucho más, se estrellaron contra las apetencias del mar a quien los dioses debían pagar con plata y oro el peso de la Tierra. Ciertamente, se afanaron los dioses por hacerlo pero se empobrecieron aunque hubiesen empeñado todo su esmero. Pues el mar se irguió cuando sus exigencias no fueron cumplidas y tomó con violencia todo lo que quiso. Destruyó los campos, los diques y las casas de los hombres. Pero finalmente el dios Seth recobró su valor. Con la ayuda de los otros dioses asestó un duro golpe al mar y lo expulsó fuera de los dos territorios a los límites del mundo. A. H. Gardiner, The Legend of Astarte, Bibliotheka Äegypt. I, Bruselas 1932, págs. 76-81. 1. El mito del período de las dinastías decimoctava y decimo- novena ha sido tratado a menudo. Los redactores lo han interpre- 100
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