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VIAJE DE DOS SIGLOS 2

Published by Javi Muñoz, 2022-02-04 22:16:09

Description: Todas las historias tienen un principio

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INTRODUCCIÓN Estas páginas cuentan pequeñas grandes historias de familia, sobre esperanzas y sueños. El relato de un pasado que fue recorriendo una generación tras otra, desde hace doscientos años, los caminos que nos llevaron a ser quienes finalmente somos. Habrá que retroceder hasta inicios de 1800 para comenzar, a una época de vida más sencilla, con menos recursos. Pero grandes anhelos. Y desde los más lejanos lugares revivir la travesía hasta Buenos Aires. Y hasta nuestros días. Descubriremos que nuestros antecesores familiares trajeron algo más que un apellido: diferentes historias casi perdidas, hasta ahora no recopiladas. Algunas, desconocidas. Historias que más de una vez comenzaron con una despedida. Para arrancar de cero. Quizás con poco, quizás con nada. Para apostar a un mejor futuro, a una vida completamente diferente. A veces tan lejos como cruzando el océano. O historias que empezaron simplemente por coincidir en un encuentro, un día cualquiera. En una de esas vueltas en las que el destino te cambia para siempre. En estas páginas se hablará de lo que sabemos y descubrimos de sus primeros protagonistas. De sus descendientes. Y de cómo cada uno formó parte esencial de este... Viaje de dos siglos.



I. L o s o r í g e n e s LA INMIGRACIÓN EN ARGENTINA Hacia finales del siglo XIX, Argentina comenzó a atraer inmigrantes a los que les ofrecían facilidades para su incorporación al país, pero sin garantizarles la posesión de las tierras. El estímulo incluyó propaganda en el viejo continente a través de agencias en ciudades y puertos. Las posibilidades que ofrecía Argentina, mientras en Europa había guerras y dificultades, atrajeron una fuerte corriente inmigratoria. Unos venían con el objetivo de permanecer y empezar una nueva vida, otros con la idea de ser “golondrinas” que saltaban de un lado a otro del Atlántico. Su único equipaje era la voluntad de salir adelante y una mínima formación que consistía en saber leer y escribir. Algunos tenían un oficio, pero lo que sobraba era predisposición para trabajar de lo que sea. La pobreza y la falta de expectativas empujaba a hombres y mujeres a buscar otros medios de vida en tierras lejanas. El medio de transporte hacia los puertos fue el ferrocarril y el barco a vapor facilitó esta migración hacia el Nuevo Mundo, con grandes compañías navieras surcando el mar. La mayoría de estos pasajeros viajaban en las partes inferiores de estos buques. Algunos hacinados, otros realizaban el viaje en condiciones más dignas, pero su experiencia estaba en un universo paralelo comparada con lo que ocurría en las partes superiores del barco. Irónicamente, los “ricos” que disfrutaban de viajes generalmente por turismo, en primera clase, no eran el público que más beneficio económico daba a las navieras. Los de clase más baja, que viajaban por la esperanza de una vida un poco mejor, eran muchos más. Normalmente entre el 60-70% de los viajeros.

Recién llegados al La dársena norte del puerto, donde arribaban país, a la espera de los transatlánticos, a principios de siglo. pasar por aduana. Los grandes trasatlánticos, con sus enormes calderas productoras de vapor, eran alimentados por toneladas de carbón y transmitían a sus hélices tal empuje, que el tiempo de duración de la travesía desde Europa al continente americano se acortó extraordinariamente hacia 1900. Una vez arribados a puerto, los barcos eran abordados por una junta para examinar la documentación de los inmigrantes y autorizar o no el desembarco. Un médico se encargaba de examinar a los pasajeros y hacer el control sanitario. Se realizaba una inspección de los equipajes y luego se continuaban los trámites en el Desembarcadero.

El Hotel de Inmigrantes y su gran salón comedor. A veces los esperaba un pariente, un amigo de la familia, o un paisano del pueblo que tenía El lugar contaba con traductores. Los hombres, principalmente, se apersonaban a la Oficina unos años en “la América”. Y les daban alojamiento y consejos de dónde buscar trabajo. A los de Trabajo para conseguir una colocación laboral. El que lo necesitara, tenía un boleto gratuito recién llegados que no sabían adónde ir el gobierno los fue encauzando brindándoles cinco días, para movilizarse hasta el punto donde pudiera ser contratado. Esto era a costa del Estado, pero o a veces más, de alojamiento y manutención gratuitos, mientras intentaban organizar su solo con el interés de obtener mano de obra. Cumplido su período, los inmigrantes dejaban el asentamiento. En 1911 se creó el Hotel de Inmigrantes. hotel rumbo a su destino previsto. Casi un millón de inmigrantes pasaron por este edificio. El complejo se encontraba en la dársena norte del actual Puerto Madero (hoy es un museo), Argentina constituyó uno de los principales países receptores de la corriente emigratoria conformado por diversos pabellones. Cuando llegaban al hotel les entregaban un número que del viejo continente, desde 1875 hasta la Segunda Guerra Mundial. Ya entrado el siglo XX servía para entrar y salir libremente, y conocer de a poco la ciudad. En la planta baja estaba el comenzó, además, una fuerte migración interna que acercó a la gente de las provincias a comedor, donde se daba desayuno, almuerzo, merienda y cena por turnos de hasta mil personas. los alrededores de la ciudad de Buenos Aires. Esta nueva ola migratoria tuvo mayor En el primer y segundo piso, dormían los hombres y en el tercero, mujeres y niños. Cada cama proporción de antepasados indígenas y españoles coloniales, aunque altamente mestizada, consitía en una lonja de cuero, sin colchón ni almohada, para evitar el contagio de enfermedades. y un alto porcentaje de mujeres.

LA GENEALOGÍA Más conocida como “historia familiar”, la genealogía es el estudio y seguimiento de la Los Los ascendencia y descendencia de una persona o familia. También se llama así al documento que registra dicho estudio expresado como árbol genealógico. BARZOLA COLLAZO Recopilando fuentes orales y documentales, hoy podemos reconstruir una parte del Ezequiel Barzola Marcelina Olmedo José Collazo Faustina González árbol ascendente de las familias Barzola, Collazo, Iribarne, Casullo. Pero es más lo que podemos volver atrás en la historia de los Hauché. Y aún mayor el recorrido hasta el 187x-1958? 1874 La Pampa 1887 Vigo, España 1887? Lugo, España siglo XVIII en la de los Apecetche. Pampa argentina 1962 Lanús, Bs. As., 1957 Capital Federal, 1956 Capital Federal, Existen datos que pueden obtenerse exclusivamente del boca en boca, como el marco Argentina Argentina Argentina general familiar, o detalles que nunca se encontrarían documentados. Aquellas vivencias y anécdotas que solo conocen los miembros de mayor edad, y se transmiten a través de Juana Barzola Eusebia Barzola Eufemia Barzola Delfina Collazo “Lola” Collazo Enrique Collazo las generaciones. 189x-1974 19xx-198x? 1912-19xx 1916-2008? 1917-198x Además de eso, en base a registros municipales, eclesiásticos, censales y migratorios, compartidos via internet en páginas de genealogía, hoy en día podemos llegar a nuestros Esposo: Manuel Bares Esposo: Baltazar Ruiz Esposa: Amelia más antiguos antepasados, hasta ahora desconocidos. Y la información a la que se accederá en el futuro, cuando se compartan en todo el mundo más documentos todavía Pablo Barzola Elvira Barzola “Pepe” Collazo Olga Collazo no escaneados y datos sin indexar, promete permitirnos ir más atrás en el tiempo. 1903-198x Estos árboles genealógicos a continuación, que se pudieron reconstruir hoy (desde el fin del siglo XIX por lo que se conoce a través de la familia, y lo anterior por investigación), 1915-1940 1920-2007? servirán de guía durante el relato de dos siglos de historia familiar: partiendo desde el sur de Francia, a mediados de 1700, pasando por Galicia, Génova, Buenos Aires y las Esposo: Héctor Coll pampas cien años después, hasta llegar a Longchamps en nuestros días. Angélica Barzola Carlos Collazo 1915 San Luis 1914-1974 Capital Federal Ramón Barzola Saturnina Barzola 2006 Cosquín, 19xx-198x? Córdoba María Barzola Rosa Barzola Inés Barzola Barzola, Collazo, Apecetche, Casullo, Iribarne y Hauché, en sus árboles 19xx-19xx genealógicos conocidos hasta hoy. Esposo: Elías Rostanza

Martin Catherine Bernard Claire Jean Marie Jean Marie Los Joseph Jeanne M. Antoine Veronique Los Apecetche Çiburu Arguindeguy Gelos Iribarne Curutchet Hauché Haget Lacoste Mouras Marquitcha Ardohain CASULLO HAUCHÉ 1763 - 1837 1760 - 1832 1768 - 1851 1772 - 1812 1765 - 1813 1770 - 1844 1800? - 18xx 1800? - 18xx 1800? - 18xx 1800? - 18xx Saint-Michel, Saint-Michel, Saint-Michel, 1766 - 1847 1762 - 1813 Çaro, Francia Saint-Michel, Saint-Michel, Ledeuix, Francia Ledeuix, Francia Francia Francia Saint-Michel, Saint-Jean-le- Francia Francia Francia Francia Francia Francia Vieux, Francia Los Pierre Marie A P E C E T C H E Michel Jeanne I R I B A R N EL o s Antonio Maria Jean Jacques Marie Sylvestre Jeanne Apecetche Arguindeguy Ardohain Iribarne Casullo Risso Hauché Lacoste Claverie Troubat 1796 - 1854 1806 - 1878 1793 -1857 1798 -1867 1824 Génova, Italia 1824 Génova, Italia 1818 - 18xx 1817 - 18xx 1798 - 18xx 1815 - 18xx Saint-Michel, Saint-Michel, Saint-Jean-le- Saint-Michel, Escou, Francia Verdets, Francia Moumour, Herrère, Vieux, Francia 18xx Buenos Aires 18xx Buenos Aires Francia Siglo XIX . . . .F.ra.n.ci.a. . . Francia Francia Francia Martin Apecetche Marie Ardohain Jean Iribarne Marie Miguel Casullo Luisa Meza Jean Baptiste Victoire Hauché Claverie 1836 - 1876 1835 Estérençuby, 1855 Basses-Pyrénées, Jaureguibehere 1852 Capital Federal 1856-18xx Saint-Michel, Francia Francia Francia 1863 Basses-Pyrénées, 1886 Lomas de Zamora Bs.As., Argentina 1852 Ledeuix, Francia 1856 Oloron, Francia 1890? Bs.As., Argentina 1952 Longchamps, 19xx Bs. As., Argentina 19xx Bs. As., Argentina Francia Argentina 19xx Bs. As., Argentina Siglo XX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Jean Apecetche Marie Iribarne Benigno Adolfo Julia Carolina Casullo Hauché 1872 Saint-Michel, 1882 Basses-Pyrénées, Francia Francia 1877 Lomas de Zamora 1877 Buenos Aires 1924 Longchamps, 1954 Longchamps 1939 Longchamps, 1921 Capital Federal, Argentina Argentina Argentina Argentina María “Mariquita” Juan Apecetche Esteban Apecetche Juan Carlos Victoria Casullo Miguel Casullo Nélida Victoria Josefina Angélica Juan Joaquín Apecetche “Carlitos” Apecetche Casullo “Quica” Casullo Héctor Casullo 1903 Capital Federal 1909 Capital Federal 1916-1960 Longchamps 190x-196x Longchamps 1901 Capital Federal 19xx Entre Ríos 1981 San Clemente 1911 Capital Federal Esposa: Delia Madariaga 1907-1993 Bs. As. 1904-1970 Bs. As. 190x-19xx Bs. As. 196x Longchamps Esposa: Prudencia Esposa: Luisa Faga 2002 Longchamps Esposo: Miguel Fortuño Esposo: Leopoldo Esposa: Luisa Tolosa Etchelecu Van Domselaar Esposo: Leandro Irigaray

P F RA Los territorios vascos, LOS VAS COS N divididos por la frontera S C entre España y Francia. Euskal Herria es el nombre del territorio europeo en el que se ha desarrollado la cultura E IA vasca. El término se puede traducir como “tierra de los vascos”. Situado a ambos lados de los Pirineos, se divide en dos partes: el norte del lado francés y el sur del lado español. A Los romanos llegaron a esa zona 200 años antes de Cristo. Los vascos se dividían en varias ÑA tribus, compartiendo costumbres y lengua (euskera), y permanecieron en la zona hasta la caída del imperio. De todas estas tribus, los vascones terminaron dominando la zona, La Revolución terminó aunque en permanente pugna con otros pueblos de Europa, entre ellos los francos. con la autonomía vasca en el norte. En la edad media, la formación de reinos en Francia y España dejaron el territorio vasco dividido en dos. Aunque ellos conservaron diferentes fueros durante mucho tiempo, la Casamiento de Pierre Apecetche, llegada de la Revolución francesa (1789) cambió la situación de los que vivían al norte el documento familiar más de los Pirineos. La “Libertad, igualdad, fraternidad” implicaba que todos los franceses antiguo encontrado. (1833) eran iguales, y a partir de entonces la zona vasca del norte pierde la autonomía que conservaba. Con el tiempo pasaría lo mismo con el sur, pasando a ser una provincia más de España. Tras la Revolución, en Francia se abolieron las provincias y se sustituyeron por departamentos. Desde entonces, las tres provincias que históricamente conformaron el País Vasco del Norte formarían parte del departamento número 64: los Bajos Pirineos. Cuyo nombre cambiaría en 1969 por el de Pirineos Atlánticos. La historia familiar de los Apecetche se puede rastrear en un árbol genealógico que, por el momento, solo llega hasta la época de la Revolución Francesa. Los datos que se pueden encontrar para consulta online comienzan a partir de registros civiles departamentales de 1790. Seguramente antes se llevaba registro solo en iglesias. A partir de estos libros, podemos saber de la existencia de Martin Apecetche (1763), esposo de Catherine Çiburu, y padres de Pierre Apecetche, en el pueblo de Saint-Michel. Nacido en 1796, su hijo vivió la infancia durante la época de la Revolución. Esta familia es la más antigua, documentada hasta hoy, de este gran árbol genealógico.

La antigua comuna de Saint-Michel Veijas postales del pueblo y sus habitantes vascos. de Saint-Michel. La pequeña comuna de Saint-Michel, al sur de Francia, es un poblado centenario. Conocida en lengua vasca como Eiheralarre fue siempre una zona agropastoril dedicada a la arboricultura, las hortalizas y los viñedos. Apenas a 3 kilómetros, se encuentra la ciudad vecina de Saint-Jean-Pied-de-Port, más grande y construída alrededor de una antigua fortaleza medieval. Ubicada en torno a una ruta prehistórica que luego fue un camino romano, dada su situación a los pies de un gran paso hacia los Pirineos. Cuando Martin se casó con Catherine Çiburu, alrededor de la década de 1790, las tierras y las propiedades de su esposa se incorporaron al patrimonio familiar. Es probable que Catherine las haya recibido al fallecer su hermano mayor a los 30 años, el heredero original. Así, los descendientes Apecetche pudieron pasar a formar parte de la “maison (casa) Çiburu”, al sur de Saint-Michel, en las afueras del pueblo.

Catastro general de Saint-Michel y parcela de la maison Ciburu. (1842) Nacimiento de Martin Apecetche. (1836) El matrimonio de Martin y Catherine tuvo a Pierre Apecetche, el primero de varios hijos. Este último se casó con Marie Arguindeguy, en 1833, y nació Martin Apecetche (1836), bautizado con el mismo nombre de su abuelo. Al fallecer su padre Pierre, hacia 1854, el ya mayor de edad Martin heredó todo según la vieja costumbre vasca de transmitir en forma indivisa el caserío, tierras y animales de los padres al mayor de sus descendientes: el mayorazgo. En cada familia, esto hacía que los hermanos se vean obligados a trabajar como sirvientes o buscar sustento fuera del hogar. En un registro catastral del año 1842, se pueden ver hoy en día las tierras que formaban esta comuna francesa por entonces, demarcadas por los apellidos de sus dueños o familias. Aunque allí no figuraba ninguna con el apellido Apecetche, sí se observan los campos bajo el nombre Çiburuco-borda, y una construcción en medio de toda su extensión. Una borda era un tipo de refugio rural construido en pleno campo o montaña para fines agrícola-pastoriles. “Co” es un prefijo que, como en español, significa “junto a”.

Acta de matrimonio entre Martin En 1872 nació el sexto hijo de los Todo lleva a suponer que estas tierras son las que habitaron los descendientes de aquella Apecetche y Marie Ardohain. (1862) Apecetche: el menor de los dos Jean. unión entre familias. El primero, su hijo Pierre, el mayor de al menos cuatro hermanos. Y luego el hijo mayor de este, Martin. Así, llegamos a la segunda mitad del siglo XIX, con el matrimonio de Martin y Marie Ardohain, en 1862. Previo “contrato de matrimonio”, una costumbre vasca donde se especificaban las aportaciones de cada contrayente; incluyendo tierras, dinero (francos franceses), ganado y otros bienes. Todo por escrito y firmado por un notario, o escribano. Estos aportes constituían la “dote” que los padres de cada novio reconocían en el contrato. Incluso a veces se pagaba una parte y se hacía un compromiso de pago por el resto. Martin y Marie se casaron a pocos kilómetros de Saint-Michel, en Estérençuby, de donde era originaria ella y trabajaba por entonces como costurera. Ambos tenían 26 años y se dedicaron, como sus ancestros, al labrado y cultivo. Entre 1863 y 1877 tuvieron 8 hijos: Jean, Etienne, Marie, Charles, Etienne el menor, Jean el menor, Marie la del medio y Marie la menor. Por ley estaban obligados a poner nombres franceses a sus descendientes. La reiteración en la elección de los nombres de aquella época se debía seguramente a que la herencia “nominal” (descendientes de un mismo nombre) era tan importante como la material, en esas sociedades. Por ese motivo, en una misma familia se repetían nombres entre los diferentes integrantes, incluso entre hermanos. También es cierto que la tasa de mortalidad infantil solía ser alta, y a veces algunos de los hijos no sobrevivían la infancia, por lo que llamarse igual podía ser algo tristemente temporario. Respecto al apellido, la peculiaridad es que muchas veces el nombre de una familia era el de la casa en la que una vez vivió, o un lugar. En el caso del apellido Apecetche (o Apesetche), su significado es “casa del cura” (de apat: abad). El origen del apellido Ardohain, en cambio, es “pastizal de yezgos” (una planta arbórea). El apellido Apecetche se puede rastrear al día de hoy hasta el abuelo de Martín, del mismo nombre, hacia fines de 1700. Pero el árbol genealógico tiene ascendientes documentados desde las últimas décadas de 1600.

Los pequeños Apecetche perdieron a su padre en 1876, con solo 40 años. Para entonces, Acta de defunción de el menor de los Jean tenía apenas cuatro. Y la más chica de las hijas, Marie, nacería Martin Apecetche. (1876) cinco meses después del fallecimiento de Martin. Las regiones vascas siempre fueron expulsoras de población ya que, dado su pequeño territorio, no podían mantener sus habitantes. Esto sumado a que los hermanos menores de cada familia tuvieran que irse en busca de otros horizontes. Pero muchas veces la razón podía ser la obligación de los jóvenes de realizar el servicio militar francés, a los veinte años. A medida que fueron cumpliendo los veinte años de edad, los primeros hijos varones de Matrimonio del mayor de los Apecetche fueron convocados por la milicia, en las oficinas de reclutamiento de los hermanos Jean, quien se Bayona. Hacia 1889, el mayor de los ocho hermanos (y de los dos Jean Apecetche) fue quedaría en Saint-Michel. eximido de la conscripción, según la ley, por ser el hijo más grande de una mujer viuda. (1892) Su condición de primogénito también le daba el beneficio de ser el único heredero de todo lo que pertenecía a sus padres. El más joven de los hijos varones, Jean Apecetche (el menor de los dos Jean), también se sentía tentado de emigrar a América como sus hermanos. Hacia 1890, con mayoría En 1892, éste se casó con Catherine Urhé. Según las actas, una vasca que atendía un de edad, era inevitable que en cualquier momento fuera convocado a cumplir con el comercio en el pueblo. La diferencia de edad es llamativa: por entonces él tenía 28 años servicio militar obligatorio. Consistía en un reclutamiento de dos años, lo cual no estaba en y ella 41. Posiblemente el padre de Catherine haya sido el dueño de ese comercio, y el sus planes. casamiento por conveniencia. Al día de hoy, no hay mucha más documentación sobre el mayor de los dos Jean Apecetche; pero es probable que se haya establecido con su esposa Finalmente, el llamado del ejército le llegó y logró posponerlo dos veces (1893 y 1894), en la antigua propiedad de la familia, que por derecho le pertenecía. según los documentos militares. Trataba de evitar la conscripción y, si era necesario, estaba decidido a escapar y buscar la manera de dejar Europa. Los otros hermanos varones, sin posibilidad de heredar los bienes, empezaron a vislumbrar la posibilidad de un futuro más promisorio viajando al otro lado del océano. Así lo hicieron, en primer lugar, Charles y los dos Etienne. Prorrogando cada presentación en las oficinas de reclutamiento de Bayona, lograron esquivar sus obligaciones militares. Aunque, estando ya en Buenos Aires, no les resultó mayor problema. En las actas del ejército francés figuran varias direcciones que dieron como domicilios en la capital porteña.

Ficha del ejército francés con la Ante una nueva convocatoria, se cuenta que decidió meter una colmena en una bolsa excepción de Jean, anotado como para luego introducir su pierna, dejándose picar por las abejas. Tras esto, se presentó a la “Aphecetche”. Un detalle: figura junta de revisación médica, seguramente rengueando y con gran hinchazón. Frente a este una condena a una multa, en 1891, panorama, los médicos lo exceptuaron en 1895 por “arthrite du cou de pied gauche”, que por golpes y heridas. podría traducirse como una inflamación del empeine o del tobillo. Esta anécdota de Jean, que se contó de generación en generación en la familia, se confirmó finalmente con el hallazgo del documento del ejército francés, donde se registró aquella excepción. Jean había logrado ganar tiempo, pero no se arriesgaría a que lo vuelvan a convocar. En un papel membretado, de abril de 1894, Jean hizo certificar por la comuna sus datos personales. Lo importante era acreditar su origen, seguramente con la idea de presentarlo como documento de su identidad para el viaje, al carecer de pasaporte. Juntó algunas provisiones y pertenencias y decidió escapar hacia el otro lado de los Pirineos. Por algunos de los caminos milenarios que llevaban hacia España, atravesando el terreno montañoso por senderos serpenteantes. Dirigiéndose a través de Navarra hacia el País Vasco español por las zonas de menor altitud Certificado de identidad a nombre de jean “Apessetche”, de la comuna. (1894)

Vista desde Existen rutas por las que los peregrinos se dirigen desde tiempos medievales desde Francia el camino hasta Santiago de Compostela, a través del llamado “Camino Francés”. Recorridos que que recorre atraviesan poblados donde aprovisionarse y dormir, y albergues en la montaña donde los Pirineos. detenerse. O quizás Jean eligiera un camino menos utilizado, por donde huir de manera solitaria lo más pronto posible. En cualquiera de los casos, cruzar la frontera no implicaba Tras cruzar la frontera, Jean se dirigió mayor problema ya que no había controles. a un puerto español para viajar a América. Jean caminó hasta detenerse, seguramente en algún mirador natural desde donde obtener una última panorámica de su tierra, aquél pueblito rodeado de extensos campos, y siguió atravesando la montaña con la única compañía de ovejas y caballos a los lados del camino. Del otro lado de los Pirineos, la similitud de la lengua vasca lo ayudaría a encaminarse más fácil hacia su destino. Llegaría a un pueblo costero del norte de España, ansioso por encontrar uno de esos enormes barcos transatlánticos próximo a partir. Y es muy probable que su sueño de emigrar hacia Buenos Aires, donde vivían sus hermanos mayores, se haya cumplido saliendo desde el puerto de San Sebastián, uno de los más importantes cercanos a la frontera. O desde Bilbao, pero este hubiese resultado un poco más alejado. En Saint-Michel, solo quedarían el mayor de los Apecetche y sus tres hermanas Marie. La más joven sería, según las actas del registro civil del pueblo, la última en fallecer, hacia 1960. También viviría allí hasta sus últimos días su madre, Marie Ardohain. Sería anotada como madrina en un par de actas de bautismo de sus nietos en Buenos Aires, la última en 1903. Pero su firma no estamparía el pie de estos documentos, solo cumpliría el rol de madrina a la distancia. Falleció en ese período de principios de siglo. Un fenómeno particular se repetía en las últimas décadas de 1800: había comenzado la emigración de miles de vascos tanto de Francia como de España. Era organizada por los “agentes de la emigración”, también llamados “comerciantes de palomas”, que recorrían pueblos y mercados pregonando la promesa de un triunfo social del otro lado del mar. Estos reclutaban y facilitaban la partida de los emigrantes.

Muchos pasajes se pagaban a crédito debido a su elevado costo, pero este precio incluía Pasajeros generalmente la ayuda de alguien en el puerto de destino, para orientar a los recién llegados. O para terminar de cobrarles el viaje, que a veces se pagaba en cuotas. en la bajada Algunos agentes pedían en promedio 300 francos por boleto. Los pasajeros partían embarcados en tres clases: cabina, segunda clase y entrecubierta. al puerto. Por aquellos años los viajes transoceánicos habían pasado de durar casi tres meses, en un viejo velero, a un mes en un moderno barco a vapor. Las condiciones solían ser difíciles, El temor a que un control sanitario encontrara a su única hija afectada por alguna pero al menos en esa época si el barco era a vapor ya estaba iluminado por electricidad. enfermedad contagiosa por la que pudiera ser puesta en cuarentena, había llevado al Apenas unos años antes de la llegada de Jean Apecetche a Buenos Aires, hacia 1886, otro matrimonio de Jean Iribarne y Marie Jaureguibehere a ocultar a la pequeña Marie. transatlántico de tantos había amarrado en el mismo puerto. Era un buque de la línea No solo al bajar del barco, sino también semanas antes al subir en el sur de Francia, francesa que trasladaba cientos de inmigrantes, muchos provenientes del país vasco. seguramente en el puerto de Bayona, departamento de Bajos Pirineos de donde eran Se amontonaban frente a la escalerilla de desembarco, ansiosos por pisar finalmente originarios (hoy Pirineos Atlánticos). estas tierras. Los vascos tenían la suerte de contar con una red importante de relaciones en Argentina Antiguo puerto y puntos de encuentro para los que desembarcaban en Buenos Aires. Eso les permitía de Buenos Aires. conseguir un lugar donde pasar sus primeros días, más allá del Hotel de los Inmigrantes, (1882) y algún dato sobre dónde buscar trabajo. Entre tantos pasajeros bajando, alguien pasó inadvertida. Marie Iribarne, de casi cinco años, cruzó la aduana escondida debajo de la falda acampanada, larga hasta el suelo, de su madre. Avanzando a paso lento a través de la multitud, disimulando entre tantas valijas y bolsones apilados, canastos y baules que las rodeaban, lograron atravesar lentamente las oficinas de inmigración.

Marie Iribarne pasaría su juventud con su familia, en la capital federal. Los primeros El reparto a domicilio de años de su compatriota Jean Apecetche en Buenos Aires serían un poco más duros. leche empezó a desaparecer Exiliado por decisión propia, no pudo por algunos años registrarse en el consulado de en 1940, cuando llegó la Francia, ya que podía volver a ser citado por el ejército, e incluso reclutado frente a venta en botella. una situación de guerra. Durante un tiempo, se las rebuscó repartiendo tarros de leche por la ciudad en un carrito tirado a caballo. Quizás haya trabajado junto a uno de sus hermanos Etienne, ya que en el censo de 1895 éste aparece en los registros como lechero. Por entonces, la leche se vendía suelta, sin envasar. Los lecheros llevaban sus tarros de 20 litros, ensartados en una tabla con agujeros para evitar que se volcaran. Después, tenían jarros más pequeños, para fraccionar el producto. El cliente acercaba a la vereda con un recipiente. Luego hervía la leche antes de tomarla y de este modo se evitaban las bacterias. Aunque más de un ansioso se la tomaba como se la servía el lechero. Jean no sabía hablar casi nada de español, así que se hacía entender como podía. Se cuenta que una vez una italiana salió a recibir a este lechero con un bebé afiebrado en sus brazos. El vasco al ver que estaba muy enfermo, y acostumbrado a tratar terneros, comentó en su limitado castellano: “¡Pobre bestia!”. Y casi pierde una clienta. El barrio de Constitución había sido elegido por los hermanos Apecetche para vivir, seguramente por estar habitado por muchos inmigrantes vascos. Los hermanos se fueron mudando una y otra vez por esa zona, muchas veces compartiendo casa entre ellos. Al principio alquilando y, con el tiempo, algunos llegarían a ahorrar hasta invertir en propiedades y terrenos. Etienne (Esteban) Apecetche en el censo de 1895, zona Constitución. A los 24 años.

Parroquia de la Inmaculada Cambios de residencia Concepción. (1900) informados por Charles Apecetche al ejército francés. (1898-1913) El acta de El registro militar de Charles Apecetche, por ejemplo, muestra diferentes cambios de matrimonio residencia informados por el mismo. Debía comunicarlo porque había dejado Francia de entre Jean manera legal, y podía llegar a ser convocado en un caso extraordinario. Allí figuran por y Marie. lo menos tres domicilios concretos distintos entre 1898 y 1913, incluído un viaje de regreso a Saint-Michel en 1905. Es decir que uno de ellos regresó a su pueblo natal, al menos en una oportunidad. Jean no podía regresar así nomás habiendo escapado por la frontera con España. Las vueltas de la vida hicieron que Jean Apecetche y Marie Iribarne se conocieran hacia el final del siglo. Ambos vivían sobre la vieja calle Progreso, a pocas cuadras de distancia. Así lo indican los datos de su registro matrimonial. La unión se produjo en noviembre del año 1900, en la iglesia de la Inmaculada Concepción, del barrio de San Telmo, cuando ella tuvo los 18 años cumplidos. Coincidentemente, lo hicieron cuarenta días antes de que se casara allí un tal Adolfo Casullo con Juliana Carolina Hauché. Ambos matrimonios se encuentran registrados en el mismo libro de actas.

En los años siguientes nacieron: María (1901, alias Mariquita), Juan (1903) y Esteban Actas de bautismo (1909). Todos en diferentes casas, pero siempre en el barrio de Constitución. Se cuenta de Mariquita (1901) que siendo Esteban chiquito, una vez su madre lo llamó dos veces y él no respondió. y de Carlitos (1912). Entonces, ella le dijo: “¡Gallego!”. Y él se dio vuelta con un: “¿Sí, mamá?”. Fue así que, por algún tiempo, le quedó ese apodo. En 1911, nació el cuarto hijo de la familia: Juan Carlos Apecetche. Pero todos lo llamarían Carlos o Carlitos. Su acta de nacimiento indica que la familia entonces vivía en la calle Cevallos 1837. Según el anuario Kraft, de 1912, allí guardaban carros, seguro los de reparto de leche. Pero Marie y Jean pronto se mudaron a una casa de dos plantas, que coronaba la esquina de Brasil y San José, y todavía hoy existe casi intacta. Allí llevaron adelante su “Almacén y despacho de bebidas”. Un emprendimiento comercial propio, que funcionaría muy bien y le significaría, a partir de entonces, un muy buen pasar económico. Los vascos vivieron en la planta de arriba de ese lugar, con entrada sobre San José 1694. El almacén fue el lugar donde Carlitos pasó sus primeros años, mientras le crecían unos enormes bucles en el pelo. En aquella época le pondrían vestidos, ya que, hasta cierta edad, a veces los pequeños usaban ropa que no permitía identificar el género. Cuando los varones empezaban a caminar, dejaban de vestirse igual que las nenas, y comenzaban a utilizar trajecitos con pantalones cortos, hasta la adultez. Anuario Kra de 1912. Antiguo reloj a péndulo, comprado por Jean para festejar el nacimiento de su tercer hijo, Esteban. Hoy en día funciona, arreglado por uno de sus bisnietos.

LOS TANOS Censo nacional de 1869, sección de Lomas de Ya en los primeros decenios del 1800 habían llegado al país varios grupos de europeos, Zamora, cuartel 1º, sobre todo por razones de trabajo. Esta etapa se caracterizó por la prevalencia de italianos, población rural. especialmente genoveses. Por aquellos años, la península itálica estaba compuesta por varios Estados (algunos eran reinos), y respondía a una concepción feudal. Varios intentos de unificación entre 1821 y 1849 fueron aplastados. Pero en 1848 se inició la primera guerra de la Independencia, declarada a Austria (que dominaba parte del norte) y encabezada por el Reino de Cerdeña. Los disturbios revolucionarios estallaron en numerosas ciudades de Italia. Es probable que todos estos eventos, y sus consecuencias económicas, hayan empujado a muchos de sus habitantes a buscar nuevos destinos. Incluso del otro lado del océano. La región de Génova formaba parte del Reino de Cerdeña. De su inmenso puerto, uno de los más importantes del Mediterráneo, partió un matrimonio de genoveses, con sus dos hijos, hacia 1853. Agricultores del pueblo de Albenga, Antonio Casullo y Maria Risso cruzaron el Atlántico, posiblemente en un barco a vela. Con los pequeños Luis y Santiago, de uno y tres años. Aquí llegaron a tener al menos ocho hijos más. El primer descendiente argentino, nacido poco después de arribados, fue bautizado Miguel Casullo. La familia se estableció al principio en la ciudad de Buenos Aires. Las primeras actas de nacimiento de sus hijos los ubican viviendo en la calle Chile 295, entre los barrios de San Telmo y Monserrat. Una década después se trasladaron al sur, a las lomas de Zamora. Se trataba de un área rural y los Casullo se dedicaron a lo que sabían hacer: cultivar. El censo de 1869, más de una década después de llegar como inmigrantes, muestra a Antonio como labrador y patrón, de un campo o estancia. Las páginas anterior y posterior de ese censo exhiben un listado de peones (posiblemente a cargo de Antonio) españoles, franceses, italianos y argentinos, e incluso un irlandés que aparece como “propietario”.

Casamiento de Miguel A aquellas tierras les decían “las lomas” porque no era todo pampa, había pequeñas Casullo con Luisa Meza, colinas. Lo cierto es que habían sido de un tal Juan de Zamora, un estanciero que compró que en esta acta aparece estos campos en el antiguo pago de la Magdalena. Después de pasar a manos de jesuitas con el apellido materno. y luego ser convertidas en tierras fiscales, finalmente hacia 1820 se hace el primer reparto (1875) de chacras, de cuatro manzanas cada una para 30 familias. La muerte de Miguel se Esa región fue la base de lo que cuarenta años más tarde se convertiría oficialmente en el registra 11 años después, partido de Lomas de Zamora. Fundada en 1864 por Esteban Adrogué (fundador además en el libro de defunciones de la ciudad que lleva su apellido) originalmente bajo el nombre de Pueblo de la Paz. de la misma iglesia de Una aldea pastoril, que comenzó a desarrollarse con la llegada de nuevos colonos, Nuestra Señora de la Paz. sobre todo aquellos llegados a través de la inmigración de finales del siglo XIX. Miguel Casullo vivió en este pueblo su juventud, trabajó de jornalero, y se casó en 1875 con Luisa Meza, hija de natural de una italiana, en la iglesia de Nuestra Señora de la Paz. Junto a ella, llegó tener cuatro hijos, pero falleció cuando eran aún pequeños. Según los registros, el corazón de Miguel le falló cuando tenía apenas 29 años (1886).

Actas de nacimiento: Victoire (hija de Jeanne Troubat y Sylvestre) LOS GALOS y Jean Baptiste (hijo de Marie Lacoste y Jean Jacques). Victoire Claverie y Jean Baptiste Hauché habían llegado desde Europa a Buenos Aires a mediados de la década de 1870, originarios del suroeste de Francia. También de la por entonces llamada región de los Bajos Pirineos. Eran un matrimonio joven, casado hace muy poco. Victoire tendría apenas 18 años y su marido cerca de 24. Habían nacido en pueblos vecinos. Victoire era de Oloron-Sainte-Marie. Jean Baptiste de una comuna justo al norte: Ledeuix. Ambas familias se dedicaban a la agricultura. El lujo y la tecnología de los barcos trasatlánticos sufría por entonces una evolución constante. Las velas auxiliares, que todavía acompañaban a las chimeneas, comenzaban a volverse obsoletas. Las ruedas de paletas laterales ya eran reemplazadas por propulsores más eficientes, permitiendo acortar el tiempo de las travesías. La joven pareja no llegó al país sola. Los diferentes documentos eclesiásticos, a través del tiempo, van mostrando a los padres y hermanos de ambos saliendo de testigos y padrinos. Jean Jacques Hauché, padre de Jean Baptiste, y Jeanne Troubat, madre de Victoire, llegaron a aparecer en uno de estos documentos en 1888, con más de 70 años de edad.

En algún conventillo El registro de Jean Baptiste de San Telmo, nació en papeles de la embajada, Carolina Hauché como “cuisinier” (cocinero). A poco de arribar al país, en 1877, fueron padres de Juliana Carolina, que sería para Había empezado en el verano de 1871, ensañándose en particular con las casas de todos simplemente Carolina. Fue bautizada en la parroquia de la Inmaculada Concepción, inquilinato de los barrios más populares. Los sectores más adinerados se fueron de las de capital federal, sobre Independencia al 910. Esta iglesia sería un lugar recurrente para zonas bajas y “céntricas” de la ciudad, hacia Barrio Norte y Recoleta. Y aquellas casonas los registros de bautismos, casamientos y otros, de la familia. Los franceses llegarían a que abandonaban por Constitución, San Telmo y Monserrat serían los futuros insalubres tener al menos seis hijos más, durante la siguiente década. En paralelo, se produjo el conventillos. A esta ciudad, que se reacomodaba del fantasma de la temida enfermedad, casamiento de un hermano de Jean Baptiste, de nombre Hyppolite, y una hermana de llegaron los Hauché y los Claverie. Victoire, Marie Caroline. Según los papeles, también fueron una familia prolífica. Para poder gozar de la protección de su gobierno en el extranjero y regularizar su situación En uno de aquellos primeros documentos, se observa el domicilio de entonces de los militar los franceses emigrados hacia otros países tenían que matricularse en su Consulado. Hauché: calle Europa 241. Hoy en día la calle se denomina Carlos Calvo, y está en Lo mismo sucedía si querían que sus hijos obtuvieran la ciudadanía francesa: debían pleno barrio de San Telmo, lugar donde los conventillos comenzaban a abundar por declarar su nacimiento en estas oficinas. Jean Baptiste así lo hizo, y en las actas de 1880 entonces. La familia llegó a Buenos Aires pocos años después de la epidemia de fiebre de la embajada francesa figuraron datos que hoy nos permiten conocerlo un poco más. amarilla que azotó la ciudad durante varios meses. De 1,68 de altura, pelo y ojos castaños, el francés aparece con la profesión de cocinero.

En estas tierras tuvieron buena fortuna y, con los años, se cuenta que compraron una Pero sería el último hijo del matrimonio, porque Jean Baptiste falleció hacia 1890, con gran casa cerca de las por entonces poco pobladas cercanías de la estación Constitución. casi cuarenta años. Así, Victorie enviudó siendo muy jovencita. Se quedó a vivir para Dicen que se la podía observar a lo lejos cuando se llegaba a la terminal del antiguo siempre en la zona sur y nunca más volvió a casarse. En el censo de 1895, se la encuentra Ferrocarril del Sud (luego denominado Roca hacia 1940), hasta que comenzó a perderse en los registros de Almirante Brown como viuda, con 36 años, comerciante y propietaria, entre otras construcciones. Según un documento de la familia, de1900, aquella dirección junto a sus hijos menores. Con el tiempo, sus futuros nietos la llamarían “la abuela de podría haber sido Cochabamba 1252, seguramente una vieja casona que ya no existe. Glew” (que por entonces pronunciaban “Glú”). Los Hauché llegaron a poseer dos propiedades más en Longchamps y dos en Glew, donde En el año 1900, su hija Carolina se casó con Benigno Adolfo Casullo, nacido en 1877 y tuvieron una casa y alquilaban un local lindero a una panadería, cerca de la estación. más conocido como Adolfo. Hijo de Miguel Casullo y nieto de aquellos italianos llegados Justo enfrente del almacén de ramos generales de Juan Glew, todavía propietario de hacia mediados del siglo XIX. La boda fue en la ya tradicional iglesia de la Inmaculada gran parte de aquellas tierras. Almirante Brown hacía tan solo dos décadas que había Concepción, un clásico de la familia Hauché. sido fundada como ciudad. Carolina y Adolfo formaron una familia de cinco hijos, llamados Josefina Angélica A mediados de la década de 1880, Jean Baptiste Hauché apareció en las actas de (nacida en 1904, alias “Quica”), Nélida (1907), Juan Joaquín Héctor, Miguel y la nacimiento de dos de sus hijos con la ocupación de carnicero. En 1888, se bautizó a otro menor de todos: Victoria Casullo, que nació en 1916. por primera vez fuera de la capital federal, en la ciudad de San Vicente. Y el padre de familia destacó en los papeles como “estanciero”. Censo Nacional de 1895. Cuartel 04 Victoire Hauché, Carolina (población rural), Almirante Brown. y otros hijos más chicos. Nacimiento de Adolfo Casullo. (1877)

LOS GALLEGOS Durante la ola migratoria de fines del siglo XIX, pero desde las costas españolas, otros europeos se embarcaron también en el desafío de buscar destino lejos de su tierra natal. Siendo todavía un niño, José Collazo llegó al puerto de Buenos Aires con sus padres, sus Mapa de las regiones hermanos Juan, Lisandro y Enrique, y sus abuelos. Provenientes de Vigo, en Galicia, españolas y foto del al noroeste de España. Aquí nacería su hermana Ángela, hacia 1895, y la familia viviría puerto de Vigo, hacia por un largo tiempo alquilando en típicos conventillos del sur y los alrededores del centro el año 1890. porteño. El área de Avenida de Mayo era la preferida por los gallegos de la época, y los Collazo buscaron siempre instalarse lo más cerca posible. De los abuelos de José no se sabe mucho, pero al más viejo de los gallegos se lo recuerda por comer siempre pescado (acostumbrado a su vida en la costa de Vigo) y una frase con la que solía retar a sus hijos y nietos: “¡Sal de ahí, peste bubónica!”. Faustina González llegó junto a su hermana Asunción, unos años después, con 15 años aproximadamente. Provenían también de la región gallega, de los campos en Lugo,con una triste historia. Habían sido embarcadas por su propio padre, para viajar a América solas. Tras enviudar y volver a casarse, éste sintió que ya no podía (o no quería) sostener económicamente a sus hijas adolescentes. Y aunque su nueva esposa no lo aprobó, decidió enviarlas a una mejor suerte del otro lado del mar. Tuvo que mentir sobre sus edades, se dice que fraguando los documentos, porque todavía eran menores. Y eso a ellas las haría confundir, con los años, sobre qué edad tenían exactamente. En estas tierras quizás se hayan alojado inicialmente en el Hotel de los Inmigrantes. Y es probable que trabajaran luego como empleadas domésticas. El contacto con la comunidad gallega que vivía acá les sería de ayuda, sin dudas. Con el tiempo, Faustina se conoció con su compatriota José Collazo. Se casaron y tuvieron seis hijos: Delfina, Carlos, Pedro José (Pepe), Enrique, Dolores (Lola) y Olga.

Carlos Collazo fue bautizado Carlos Collazo nació en 1914, cuando su familia vivía en un conventillo en calle Carlos recién en 1916, en la misma iglesia Calvo 474, frente al mercado de San Telmo. Aquella misma calle llamada anteriormente de las bodas Apecetche-Iribarne Europa, donde supieron vivir los Hauché y los Claverie. La casona se conserva hoy en día, y Casullo-Hauché. prácticamente igual. La zona portuaria a No sobraba la plata por entonces, así que la madre de José Collazo, su nuera Faustina y principios del siglo XX. todos los chicos de la familia, a veces iban al puerto (a pocas cuadras) y estaban atentos a que se rompa alguna bolsa de las que bajaban de los barcos. Harina, cereales, semillas (como maíz), arroz, todo venía bien y ellos lo juntaban del suelo. Aunque no rompían nada, José no quería que hagan esto, porque había gente que sí iba allí a “saquear”. Se cuenta que un día se los llevó la policía mientras merodeaban alguna dársena del puerto. Y el gallego los tuvo que ir a buscar. De la comisaría salió hecho una furia, diciendo de todo con su voz grave. Mientras caminaba adelante... y todos calladitos detrás: madre, esposa y nietos. La construcción de este puerto (que hoy conocemos como Puerto Madero, reconvertido en un lugar gastronómico y de paseo) había sido llevada a cabo entre 1900 y 1905, al levantarse los dieciséis docks de ladrillos rojizos. Estos tenían entre tres y cuatro pisos con sótano, depósitos que serían utilizados para guardar granos y otros artículos de exportación. Más muchos silos y galpones de almacenamiento en los alrededores. La gran inmigración española de este período, estuvo constituida en su gran mayoría por gallegos. La ciudad con el segundo mayor número de población gallega del mundo es Buenos Aires. En la actualidad, ellos constituyen aproximadamente el 70% de la población española en Argentina. Mientras los Collazo, y los franceses, se habían instalado en las barriadas del antiguo “centro” porteño, lejos de Buenos Aires otra familia escribía una historia paralela, pero muy diferente.

LOS PAMPEANOS Argentina y la línera de frontera Hacía solo algunos años que había terminado la campaña militar por “La Conquista del con los indígenas,en 1882. Debajo: Desierto”, con la que Argentina había incorporado a su territorio grandes extensiones, el Territorio de La Pampa. (1890) que habían estado ancestralmente en poder de pueblos originarios. Sin embargo, los últimos malones indígenas aún amenazaban el sur de las pampas. Por los solitarios caminos de aquella región, a veces tan solo huellas apenas marcadas de viajeros que pasaban esporádicamente, avanzaba sin descanso una caravana, levantando polvareda. Entre ruidos metálicos, de espuelas pero también de cucharones y ollas, buscaban, un poco por sapiencia y otro poco por intuición, su próximo destino. Era la década de 1890, y el matrimonio de Ezequiel Barzola y Marcelina Olmedo recorría lentamente pueblo tras pueblo, a través de las actuales provincias de Córdoba, San Luis y parte de La Pampa. Dedicados a la organización de sus propias carreras de caballos para levantar apuestas, Ezequiel y Marcelina se trasladaban en familia, en carros cerrados y carretas, cargando todas su pertenencias y llevando la tropilla de un lugar a otro por aquellos extensos senderos de tierra. Ambos habían nacido y crecido en el campo. Y fueron, en el comienzo, hermanastros. El padre de Marcelina había vuelto a casarse tras enviudar, y ella se enamoró del hijo de su madrastra, con quien contrajo matrimonio a los 15 años. No se sabe mucho sobre los padres de Ezequiel, pero los de Marcelina eran de origen vasco español, llegados décadas atrás y establecidos en el interior del país. Su madre seguramente falleció tras nacer su única hermana, Isabel. Marcelina era pampeana, nacida en 1874 en una estancia llamada “Tres esquinas”, que cuidaba su padre. Durante mucho tiempo, caravanas de viajeros atravesaron la soledad de las pampas.

Acostumbrada a montar desde chica, era una buena jinete. Solía cabalgar con ambas Cabalgar con las piernas de lado era piernas de un mismo lado del caballo, debido a las largas faldas hasta los tobillos que considerado lo más decente para usaba. Durante siglos esta había sido la única manera considerada “decente” en que una una mujer con largas polleras. mujer podía montar a caballo con esos vestidos. Los Barzola organizaban carreras cuadreras, un tipo tradicional de carrera del mundo rural desde los tiempos coloniales. Se denominan cuadreras porque son cortas y el nombre deriva del término “cuadra”. Estas competencias se desarrollaban en las cercanías de las pulperías y sus preparativos llevaban varios días, convirtiéndose en el gran evento de cada pueblo al que llegaban. Se hacía correr la voz entre los vecinos y los forasteros. En el momento de la largada había banderilleros y a veces hasta un juez para solucionar entredichos, porque se jugaba mucha plata. Pero esta forma de vida tan particular escondía una pequeña trampa. Cuando llegaban a un pueblo, y mientras entre toda la familia organizaban todo, empezaban a exhibir a los caballos. Todos muy bien cuidados y prolijos, salvo uno, más desalineado y hasta un poco sucio. La gente comenzaba a apostar su dinero a cualquiera aparentemente más confiable que ese. Ezequiel Barzola o alguien cercano eran los únicos que hacían su apuesta a él. Mientras, Marcelina aprovechaba para vender algunas de sus empanadas. Terminada la carrera, el caballo más feo era el que ganaba. Y era el que ganaba siempre, a cualquier lugar que fueran. Así, hacían una gran diferencia de dinero. Luego empacaban rápidamente y se trasladaban a otro pueblo a repetir el negocio, sin que nadie se enterara. Durante sus años de nómades, recorriendo kilómetros por el centro del país, la pareja llegó a tener trece hijos, aunque dos fallecieron de jóvenes y no se sabe nada de ellos. Todos nacieron en diferentes lugares: Juana, Ramón, Pablo, Eusebia, Eufemia, Elvira, Saturnina, las mellizas Rosa y María, Inés. Y una hija en especial, Angélica Barzola, nació en 1915 en Villa Mercedes, San Luis. Fue la menor de la familia, con una década de diferencia respecto de su anterior hermana. Para entonces, sus padres ya empezaban a distanciarse. Y Ezequiel llegó a desconocer su paternidad. Angélica sería la que, a medida que otros hijos se independizaran, se quedaría junto a su madre Marcelina.



UNA HISTORIA Ya era hora de ir cerrando el almacén y despacho de bebidas. Pero siempre algunos clientes estiraban sus tragos, de vino o sidra, mientras jugaban una ronda más al mus. Las risas y los vozarrones repentinos, entre guiños de ojos y otras muecas clásicas de ese juego de naipes, retumbaban cada tanto entre aquellas viejas paredes, sobre todo al caer la noche y quedarse muda la calle. Sin el repiqueteo constante de cascos y carros, el murmullo de la gente y los vendedores ambulantes. A veces uno sacaba una trikitixa, ese pequeño acordeón, y otro agarraba algo que acompañara como una pandereta, y cantaban un largo rato melancólicos, típicas canciones en euskera. Para recordar y para no perder sus raíces. Marie Iribarne sabía que su lengua la iban a ir olvidando; que necesitaban hablar en español para progresar en esta ciudad, su nuevo hogar. Y era muy didáctica en esto, además de paciente y servicial. A veces les leía, y otras les contaba historias, para que se acostumbren. Muchos de los que estaban en las mesas eran vascos que pasaban la noche allí mismo. Recién llegados de Francia o España, con poco y a veces con nada. Marie se ocupaba de que tengan dónde dormir, hasta conseguir algún jornal y poder rentar un cuarto. Hasta los ayudaba a comprarse ropa, ya que venían con lo puesto, casi siempre vestidos de campo como habían salido semanas atrás de Europa. De la misma manera que dedicaba su energía también a varias instituciones benéficas, a favor de tantas personas débiles o necesitadas. El dato corría dentro de la comunidad; si un recién llegado necesitaba lugar, podía pasar por la esquina de Brasil y San José, que seguro tenía suerte. Los Apecetche les iban a dar una mano. A veces eran tantos que hasta hacía falta levantar las sillas del bar al cerrar, para que se acomoden en el piso a descansar.

La última carta sobre la mesa terminó la partida. Algunos enfilaron para la puerta, porque tenían que madrugar. Siempre uno corría para no perder el último tranvía; ni bien escuchaba acercarse al 63, que pasaba por ahí y lo llevaba para el lado del jardín zoológico. Pero la mayoría se quedaba durante la noche, y esperaban ansiosos por escuchar la voz de Marie. Calmada, para que puedan ir entendiendo el español, los sorprendía siempre con algo interesante. Y los hacía olvidar un poco si habían tenido un día de mala fortuna. Esa noche les dijo que les iba a contar la historia de aquella esquina, una historia de la que todos los ahí presentes, de alguna manera, ya formaban parte. De lo que supo por viejos vecinos y de lo que ella vivió. Un cuchicheo se oyó de fondo y más de un vasco levantó las cejas atento. El piso de madera crujió con los últimos que se acomodaron en sus sillas alrededor. Marie les describió los campos arbolados que supo haber en esas tierras, donde el sauce se vería en gran número, colgando sus ramas sobre un antiguo y sinuoso arroyo llamado “Tercero del Sud”. Apenas unas décadas atrás estaban casi en las afueras del pequeño poblado de Buenos Aires. Poco después de 1850 se habían abierto las calles que formarían la intersección actual, apenas unos caminos de tierra con surcos de carros, y mantendrían siempre el mismo nombre desde entonces. Y, para 1860, se empezarían a levantar varias de las construcciones actuales, aunque dejando entre sí muchos huecos cerrados con tapias, que dejaban ver por ellas alguna quintita o árboles. Hasta edificarse aquella esquina. Todavía estaría en los límites del pueblo un tiempo, cerca de la zona de Barracas al Norte. Frente al llamado Hueco de los Sauces, una lengua de vegetación coronada por árboles que se resistía a desaparecer. De todos esos terrenos solo quedaba una pequeña plaza, remodelada con hermosos jardines de estilo inglés. Denominada, tras muchos cambios a través de los años, Garay. Desde que se levantó aquella casa de dos plantas de San José y Brasil, habían pasado muchos años, les recordó Marie. Para entonces, el destino los trajo tanto a ella como a su marido desde Europa. Una, escondida bajo las faldas de su madre, el otro escapando por la frontera. Y, viviendo a pocas cuadras en alguno de tantos inquilinatos, un día la vida los cruzó.

Marie les contó cómo se fueron mudando de aquí y de allá, con la ayuda de otros vascos. Siempre por el barrio, hasta encontrar su lugar. Una zona con gran número de inmigrantes. Aquella esquina la conocían de vista hacía tiempo, era el almacén de un tal Napoléon Pecchini, un italiano de cincuenta y pico. En ella pensaban que podrían llegar a tener, algún día, su propio negocio. Llegarían a concretar aquel ideal, con esfuerzo, a mediados de la década del 10. Después de tener a sus cuatro hijos. Se mudaron, le compraron el fondo de comercio al tano, que ya se quería jubilar, y se hicieron cargo de la despensa y el bar. Ahora estaban en manos de franceses. Mejor dicho, de vascos. Y empezaron a dedicarse a lo que se esperaba que hicieran, y un poco más. Porque Marie sintió que en ese lugar, y ahora un poco más holgados económicamente, tenían la oportunidad de ayudar. Sabiendo lo difícil que era empezar en esa gran ciudad. Y que muchos de los recién llegados no sabían leer o escribir, ni siquiera en euskera. Marie les hizo brillar un poco los ojos a cada uno de los vascos que la escuchaban, con el relato de las cosas más emocionantes de aquellos años recientes de su vida. Y también los hizo soñar. Que todo podía salir bien, finalmente. La calle era una boca de lobo. Apenas unos destellos en las pocas casas vecinas. Los vidrios del bar se recortaban con su tenue luz, amarilla y mortesina, en medio de una noche sin luna. La figura de Marie se desplazó en silencio, arrastrando su sombra entre algunos vascos ya acomodados en el suelo, para descansar tras la velada. Mientras, pensaba qué sería de aquella esquina en 50, o 100 años más. ¿Alguien contaría todavía su historia? ¿Seguiría esa casa en pie? Sonrió, pero con nostalgia. El vestido largo no dejaba ver sus pies, y parecía ir casi flotando sobre el piso de madera. Hasta perderse lentamente al pasar la puerta que daba a la oscuridad del patio.



II. L o s c o m i e n z o s LOS CASULLO Hacia fines del siglo XIX Adolfo Casullo, ya adulto, se dedicaba a hacer trabajos de flete por la zona, y a veces hasta la capital federal, en carros. Según sus anotaciones de puño y letra, muchas veces la carga consistía en materiales, como miles de ladrillos. Tras casarse con Carolina Hauché, y durante los años que Victoire vivió en Glew, el nuevo matrimonio se instaló en Longchamps, en una casa sobre Simón Bolívar al 1270, a una cuadra y media de la estación y detrás de un local. Por entonces, debido a la simpatía de Adolfo con la UCR, el local de adelante era usado cada tanto como lugar de fiestas partidarias. Los radicales acostumbraban traer bandas que musicalizaban los bailes. Esas noches, los pequeños de la familia eran llevados a la cama temprano. Sin embargo la música llegaba igual a sus habitaciones y a veces lloraban en la cama mientras escuchaban sonar aquellos valses. Victoria Casullo siempre iba a recordar esta triste anécdota de su infancia. Pero su mayor tristeza fue perder al padre a los ocho años. Adolfo murió en 1924, dicen Acta matrimonio que a consecuencia del gran esfuerzo que le insumió controlar a un caballo desbocado. Casullo-Hauché. Y con él se fue también la ayuda que podía llegar a recibir la familia Hauché de los (1900) correligionarios. Carro fletero de la época.

Paseo por el Zoológico. Arriba: Carolina Hauché y su hija Quica, a su lado Victoire Claverie. Abajo: Nélida, Miguel y Victoria Casullo. (Aprox. 1921) Quica Casullo y su hermana menor Nélida, en foto de estudio. (Aprox. 1915) Carolina Hauché de Casullo, probablemente con Nélida a su derecha y Miguel a upa. (Aprox. 1912)

Nélida Casullo posa con Comunión de Miguel un violín para la foto. y Victoria Casullo. (1924) Libreta de Adolfo con anotaciones de sus fletes. (1923) Ese mes había ganado unos 173 pesos moneda nacional.

Victoria, de guardapolvo. Al enviudar Carolina, tuvo que rebuscárselas como pudo, dedicándose por ejemplo a A su lado su hermana Quica coser ropa. Acostumbraba, entre otras cosas, arreglarle por encargo las camisas a don con uno de sus hijos. (1929) Pedro Lopolito, dueño de una gran tienda en la esquina frente al obelisco de Longchamps. Lopolito poseía un grueso cuello, por lo que necesitaba siempre de camisas especiales. Los hermanos Miguel, Victoria y Juan J. Héctor. Pocos años después Carolina se mudaría con sus hijos a la calle Vicepresidente Alsina. Sentada, Carolina Casullo Sería entonces que su madre Victoire cambiaría Glew por Longchamps, mudándose a la con su nieto Adolfo van casa de la calle Bolívar, donde vivió junto a uno de sus nietos huéfano, hijo de Hipólito Domselaar. (1932) y llamado Raimundo, que crió porque su madre murió en el parto. Alquilaría en la década del 40 los locales de adelante a la oficina de correos. Victoire conservaría siempre algo de su acento galo y les enseñaría a cantar La Marsellesa a sus nietos, cuando tuviera oportunidad. En 1952, a los 96 años y luego de 80 en Argentina, se levantaría de su sillón, sonriendo a quienes la agasajaban en su último cumpleaños y agradeciéndoles “infínitamente”. Así, acentuando la i. Victoire Claveire tejiendo a orillas del lago Epecuén. (1922)

MARIE Y JEAN El almacén-bar, heredero de la primitiva pulpería, fue entonces y por muchos años el centro de sociabilidad de los pueblos y barrios. Algunos hasta tenían cancha de paleta y de bochas. El de los Apecetche, en la calle Brasil 1399, supo tener una entrada para el área de venta de mercadería comestible y otra, por Brasil 1391, para despachar las bebidas. Aunque, seguro, era un único gran local dividido en dos sectores. De largo mostrador de madera, el lado del bar tenía mesada de estaño, y algunas mesas para la charla y el juego de naipes entre copas. Se servía la cerveza tirada, del barril al vaso. Vino, ginebra o caña. Los almacenes de aquellos años contaban con paredes llenas de estantes y vitrinas casi hasta el techo, repletos de productos. Se solía utilizar la balanza de dos platos, en uno de los cuales se colocaban las pesas y en el otro la mercadería suelta, envuelta en papel; pero el almacén de Jean Apecetche ya contaba con una balanza del tipo “abanico” con un solo plato y aguja indicadora. Tenía además una enorme y dorada caja registradora de bronce niquelado, con rollo de papel para registrar las transacciones. En aquel lugar se habían propuesto recibir a vascos recién llegados y brindarles cama por unos días. Marie era quien se encargaba personalmente de todo esto. Además de ser generosa, era la que mejor hablaba español y les proporcionaba una ayuda fundamental, frente a una ciudad y un idioma desconocidos, a sus compatriotas. La esquina de Brasil y San José en 2020. En el centro, antigua entrada al almacén. Derecha, puerta de acceso al sector del bar.

Plano catastral de la esquina Marie decía: “Castilla no aprende, vasco se olvida... No puede hablar”. Trataba de de Brasil 1399, donde se observa enseñarles y de leerles. Dicen que acostumbraba leer el diario La Prensa. Y se encargaba, el área del patio central. (1936) entre otras cosas, de llevar a los vascos a comprarse ropa a tiendas, como Harrods o Gath y Chaves, ya que sino aquellos seguían vistiendo las mismas prendas y zapatos de campo La esquina en vista aérea. con las que habían bajado del barco desde Europa. Los recién llegados, generalmente, Se ven las vías del tranvía, venían de zonas rurales del país vasco, y casi no conocían la electricidad. Marie, cuando que salen de la estación del les mostraba donde iban a dormir, solía hacerles la broma de soplar la lamparita del Tramway Ciudad de Buenos velador mientras la apagaba con la perilla. Aires, a una cuadra. (Década del 30)

Foto del interior del almacén y un Los elementos típicos de estos detalle colorizado. Al frente, Jean almacenes, entre otros la balanza Apecetche. Detrás, sus hijos Esteban, abanico y la caja registradora. en el medio, y Juan. A la izquierda, posiblemente un empleado. (Aprox. 1920)

La gran tienda porteña Gath y Chaves, una En el sótano del almacén se guardaban los toneles de madera, de donde se sacaba el vino de las favoritas de la clase alta porteña. para embotellar. Antes de utilizar uno de estos toneles nuevos, se comenzaba a abrir un hueco con un berbiquí (antiguo taladro manual), deteniéndose milímetros antes Berbiquí y grifo de madera, de atravesar completamente la madera. La experiencia de hasta dónde agujerear era dejaban listos los toneles fundamental. Luego se apoyaba una canilla, con una terminación en punta, en ese lugar, para extraer el vino. y se le daba un martillazo. Y listo, todo preparado para empezar a despachar vino. Lo servían en el bar, pero también tenían clientes que traían sus botellas vacías y se las llevaban llenas y recién encorchadas. Los hijos de Marie y Jean ayudaban en el proceso. En un piletón lavaban las botellas usadas poniéndoles municiones adentro, y sacudían. Los recuerdos de Carlitos en cada una de sus anécdotas, nos permiten hoy revivir el trabajo que realizaban los vascos en aquel comercio. Los pequeños vivieron su infancia en la casa Brasil y San José, junto a sus padres y siempre rodeados de vascos, la mayoría desconocidos. El lugar se había convertido, por iniciativa de su mamá, en refugio constante de compatriotas recién llegados. Y la lengua vasca era en lo único que se hablaba entre los mayores (salvo cuando Marie los hacía hablar en español), lo cual dejaba a los más chicos fuera las conversaciones por no entender nada. Carlitos había inventado una frase para quejarse de esa situación. Simulando vasco, decía “Cuando nik es comprendisen zuk es hablasen” (Cuando yo no comprendo ustedes no hablen). De día, los inmigrantes que vivían temporalmente en aquella casa salían a tratar de ganarse la vida. Juntar unos pesos para poder alquilarse pronto su propia habitación. De noche, regresaban a dormir. En el patio central, dejaban grandes tachos para juntar agua de lluvia, con la que higienizarse y lavarse la cabeza. Por allí jugaba siempre Carlitos. Y cierta vez se asomó inocentemente en uno de estos recipientes. Su cuerpo se inclinó tanto que terminó con la cabeza dentro del agua y sin poder retroceder por la posición en que había quedado. De no ser por algún vasco que pasó en ese instante y lo rescató, seguramente no hubiera podido salir solo. Finalmente, fue solo un gran susto, pero nunca se lo olvidaría.

María Apecetche, “Mariquita”. Primera comunión y adolescencia. Juan Carlos Apecetche, Carlitos y Esteban Apecetche, “Carlitos”, con 5 o 6 años. foto de estudio por su comunión. (1917)

DESPEDIDA Carroza de la época, similar al del Hacia 1920, la familia Apecetche recibió la dura noticia del cáncer de Marie. A partir cortejo fúnebre de de entonces pasó todo el tiempo recostada, asistida por una enfermera. Carlitos siempre Marie iribarne. recordaría que cuando andaba en triciclo por la vereda de baldosas “vainilla”, la mujer que la cuidaba lo retaba desde la ventana, porque hacía mucho ruido y no dejaba descansar a En los mensajes se destacó su su madre. generosidad, energía y afecto. La enfermedad de Marie se agravó y en 1921 se produjo su fallecimiento, con 39 años. La vasca que llegó de pequeña escondida por su madre, sería recordada por dedicarse siempre a los demás, incluyendo varias instituciones benéficas. Un obituario de la época la destaca como “dotada de generosos sentimientos”. Jean ordenaría un servicio “de primera categoría”, a la casa de pompas fúnebres Lassalle Hermanos. Con una carroza fúnebre, adornada con flores naturales, tirada por las calles del sur de la capital por cuatro caballos. Seguida por dos berlinas y cinco coches de acopañamiento. Se condujo su féretro en tren desde Constitución hasta la estación de Adrogué. Partió a la mañana, trayendo a parientes cercanos y gente conocida desde la capital. Con el objetivo de llevarlos finalmente hasta el cementerio de Almirante Brown, donde ya descansaban los restos de otros integrantes de la familia Iribarne, accedieron en ocho carruajes, con veinte acompañando. La empresa Lassalle Hermanos, tradicional de Adrogué.

DE IRIBARNES Y APECETCHES Para entonces, Mariquita Apecetche se había casado hacía poco con Beltrán Berhan. María Apecetche La mamá de Marie ya había fallecido hacía tiempo. Al igual que su padre Jean Iribarne, y Beltrán Berhan. quien antes se había vuelto a casar con María Oyhagaray. Quedaban sus hermanos: A la derecha, sus hijos Catalina, Juan y Ana. Delia y Ricardo. Catalina Iribarne (1887) fue la primera hija de los Iribarne nacida en Argentina. Bautizada en la parroquia de la Inmaculada Concepción, de la ciudad de Buenos Aires. Estaba casada con Fernando Harguindeguy, y Jean Apecetche junto a Marie habían sido sus testigos de boda. Tenían un tambo en Glew, donde Carlitos pasaba los veranos de chico. Fueron los padres de María, Juan (Juancho), Miguel, Isabel, Mabel, Ana y Delia. Las hijas mujeres eran las primas que el vasquito apodaría “las chicas de Varela” (por la ciudad donde vivirían más tarde). Juan Iribarne (1889) estaba casado con Prudencia Etchelecu, desde 1914, y tenían un campo con tambo en Suipacha. Prudencia sería la protagonista, en unos años, de una historia romántica con ribetes dramáticos, dentro de la familia; que más adelante será contada. Finalmente Ana Iribarne, la más chica, casada con Pedro Etchepareborde. Los dos tuvieron un almacén cerca de la estación de Glew y después se fueron a Suipacha. Ana viviría para siempre en aquellos pagos, superando los 90 años. Fernando Harguindeguy y Catalina Iribarne. Al lado: Catalina, décadas después, en su casa de Varela.

Dos de “las chicas Por el lado de los inmigrantes Apecetche, Charles estaba casado con Luisa Aytaberro, de Varela”: Mabel otra vasca francesa, desde 1893. Fue el primero en casarse en Argentina y tuvieron al y Ana Iribarne. menos cuatro hijos: Esteban (1893, primer descendiente Apecetche en el país), Graciano (1897), Ana (1899) y María (1901). El padre de Luisa, Pedro Aytaberro, trabajaba en el negocio del reparto de leche, y aparece enlistado en la misma dirección que el menor de los Etienne, en el censo de 1895. Por lo que quizás trabajaban juntos... o es probable que don Aytaberro (por la edad) haya sido en aquel entonces el patrón. Abajo: dos primas El mayor de los Etienne Apecetche se casó a mediados de la década de 1890 con Manuela y un mismo nombre. Querejeta, hija mayor de unos inmigrantes vasco-españoles. Tuvieron al menos una hija: Una sería conocida Julia Josefa (1897). Los Querejeta eran una familia acomodada de Ranchos, General Paz, como “Mariquita”. y don Tomás Querejeta era un estanciero de la zona. El matrimonio vivió un tiempo en (1901) aquella ciudad. El acercamiento entre ambas familias derivó en otro casamiento, el del menor de los Etienne con Francisa Querejeta (en 1898), quienes tuvieron tres hijos. Tras la muerte de María Iribarne, Jean Apecetche seguiría el camino de estos dos hermanos, contrayendo segundas nupcias con otra Querejeta. Se formaría así una unión casi completa entre ambas familias vascas, los Apecetche de Francia y los Querejeta de España. Un dato curioso que surge de las actas quizás sea el bautismo de las hijas de Charles y Jean, llevado a cabo el mismo día en la parroquia de la Inmaculada Concepción. Hay otra coincidencia: ambas primas se llamaron igual: María Apecetche. Los nombres María, Esteban, Juan y Carlos se repitieron una y otra vez en la familia. Otro detalle es que figura Marie Ardohain como madrina. Aunque vivía en su pueblo natal, Saint-Michel. Todo, hasta el momento, había quedado entre vascos. Y los caracterizó el llegar, con el tiempo, a un buen pasar económico. Muchas veces favorecido por amarrocar y no gastar de más. Luego de unos años de establecerse y trabajar duro, lograron vivir una buena vida, sin derroches. Sirve de ejemplo la anécdota del hijo de Charles, que para ver alguna película en el cine tenía que barrer la sala antes, porque su padre no le aflojaba un peso así nomás.

La imponente vista del colegio LA ES CUELA VAS CA y una foto del curso de Carlitos. La muerte temprana de Marie, provocaría un giro en la vida de todos, pero especialmente en la del más chico: Juan Carlos (Carlitos). Jean Apecetche ahora estaba solo, a cargo de su pequeño hijo. Los demás hermanos eran más grandes. Esteban ya había dejado el primario y ayudaba al padre en el almacén, al igual que hacía tiempo lo hacía su hermano Juan. Mariquita, con 19 años, ya vivía con su marido Beltrán. El único en edad escolar primaria era él. Jean decidió anotarlo en el colegio Euskal-Echea, en Llavallol, a unos 30 kms de su casa de Buenos Aires. Carlitos fue inscripto como pupilo y sería visitado una vez al mes por su padre. Los vascos en Argentina habían anhelado siempre formar en el país una “Casa Vasca”, y ese era el significado del nombre del colegio. Fundada en 1904, con las generosas donaciones aportadas por familias adineradas de la comunidad de inmigrantes, la institución había sido pensada para el cuidado de los ancianos y la educación de los hijos varones de los vascos, dentro de la fé católica. Ahí cursó Carlitos Apecetche la escuela primaria. Era un alumno aplicado especialmente en religión e idioma vasco, ya que si obtenía buenas calificaciones se ganaba el privilegio de poder salir los domingos a la tarde a jugar a la pelota. Para los chicos que estaban allí todo el día era como un premio. Los días se repartían entre el estudio y jugar fútbol o pelota paleta, con los curas de la institución. Ya de grande, comentaría que no rezaba más porque en esa época había rezado de sobra: para comer, para dormir... para todo. Jean Apecetche visitaba a su hijo cada mes y pagaba las cuentas de la librería y algunas deudas generales. Siempre le preguntaba cómo era que gastaba tanto y una de las razones era que Carlitos decía “¡Yo compro , yo compro!” cada vez que se pinchaba o se perdía una pelota. Y lo anotaban a nombre suyo. Era pequeño y no entendía de dinero.

La escuela fomentaba la lengua y deportes vascos. Carlitos se destacó en varias MAerias en el Euskal-Echea. La primaria la terminó un año antes de lo usual, ya que en sus inicios en el Euskal-Echea le habían tomado una prueba niveladora y el cura, en lugar de felicitarlo por haber aprobado y pasado a primero superior, le dijo “Felicitaciones, has pasado a segundo grado”. En marzo, al iniciar las clases, Carlitos se formó en la fila de segundo grado, y ni su padre ni los maestros lograron torcerle el brazo. Así que el cura que había cometido el error dijo “Dejémoslo en segundo grado y veamos cómo va...”. La cosa es que como alumno fue bien y así hizo la primaria en un tiempo récord. Luego estudió en el colegio religioso Santa Catalina. De vuelta en capital, sobre la calle Brasil esquina Piedras, a 7 cuadras del almacén de sus padres. Allí cursaría hasta tercer año, momento en el que la llegada de alguien a la familia cambiaría completamente su estilo de vida, y el de sus hermanos. Foto de curso del Santa Catalina. Carlitos posando muy distendido en el centro.


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