profesores que estarían bajo su supervisión. Arma un equipo de docentes a quienes orienta y con quienes mantiene reuniones periódicas. Se arma la sala de computación con equipos usados donados por una empresa que los descarta para adquirir otros más modernos. ADEC construye en el 2º piso del primario una sala especial con dos boxes de grabación para la materia Comunica- ción. El DIC también crea la Biblioteca específica sobre todo lo que se refiera a la Cultura Latinoamericana y que proveería material de consulta para los docentes. Con los años se iría enriqueciendo con documentos que Cristina iba elaborando y que resumían inves- tigaciones realizadas por especialistas. Más tarde, Cristina elaboraría un Currículum de Cultura Latinoa- mericana para cada materia de los tres ciclos que atravesaría, complementando, todos los contenidos institucionales de acuerdo a su PEI. El DIC tenía una mirada muy abarcadora. Aparte de sus áreas en la faz pedagógica o en la cultural, tenía un conocimiento del potencial de la comunidad educativa para ponerlo al servicio de los establecimientos y de la misma comunidad. Por lo mismo, relevaba datos importantes como ser oficios, capacidades o contactos y los optimizaba. Con el permiso de los interesados, sacaba sus datos en Cadatanto, fomentando a la comunidad para disponer de ellos. Así, si tenían que hacer arreglos, llamaban a padres especializados, o si debían hacer trámites o consultas lo hacían con profesionales de la institución. Interconectaba a personas tanto para hacer los trajes de la Feria como para habilitar un negocio. En épocas conflictivas, promovió trabajos y hasta compras comunitarias. Otras veces, convocaba a miembros de la comunidad educativa a compartir sus capacidades en breves talleres como fue en 2003. Unos aceptaban hacer partícipe de sus conocimientos y otros se beneficiaban. Esa vez se enseñó a solucionar sencillos inconve- nientes en áreas de electricidad, albañilería y otras; también cómo hacer una fiesta infantil con globología, o cortar las polleras de una danza o confeccionar un currículum para presentarse a una 151
opción laboral u optimizar un negocio o emprendimiento. Así potenciaba los vínculos entre la comunidad educativa. No existían los celulares, ni las redes, pero con estas formas se afianzaban y enriquecían las relaciones. El DIC promovía encuestas cuyos resultados proporcionaban datos para las investigaciones pedagógicas o para la organización de actividades culturales y sociales. Ese Departamento armoni- zaba todas las acciones con el Proyecto Educativo Institucional y tenía motor propio; pero, para muchos aspectos, dependía de la CD de ADEC. En muchas oportunidades las propuestas eran “resistidas” y, entonces, los proyectos iban a dormir a una carpeta. El DIC dejó de funcionar cuando Cristina renunció, desvinculán- dose de la institución que creara en 1970. CÓMO SIGUIERON LAS FERIAS DE LATINOAMÉRICA En los años 1979 y 1980 no hicieron Ferias. La Argentina vivía un período muy negro y la escuela necesitaba toda la energía para seguir existiendo. Algunas de las vicisitudes se contaron antes. Hubo, en el 79, una “bailada relámpago” alrededor del monu- mento a la bandera de la Plaza Belgrano y, en el 80, una linda fiesta de fin de curso, en el predio vecino, en que representaron las Navidades en el Mundo y por Argentina se bailó la Misa Criolla de Ariel Ramírez. Pero los chicos extrañaban la Feria, entonces, en el 81 y 82, la realizaron en los terrenos baldíos de la manzana vecina de la calle Brasil. Esas manzanas estaban deshabitadas y todavía mantenían un estado casi salvaje. Bajaron los yuyales y solicitaron al munici- pio un escenario. Allí tuvieron lugar estas ferias, con un marco agreste y las banderas flameando. Los alumnos habían recuperado su fiesta. El audio lo realizó un sobrino de Alfredo quien fue con su camioneta a buscarlo a Capital. Héctor, que así se llamaba el sobrino, era un joven disjockey que también tenía un programa radial sobre The Beatles y, gustoso, comenzó a participar gratuitamente. No solo eso, Cristina iba a su casa para que le 152
empalmara los temas musicales que iba a usar en las ferias y pasaban horas grabando la música, con sus sucesiones, cortes y mezclas, en los famosos casetes TDK de antes. Era necesario que los empalmes fueran justos pues debían continuar el ritmo de la música que bailarían los chicos. En la Quinta Feria, hubo una lluvia intermitente que obligó a retirarse al salón y volver al escenario, en el terreno, cuando paraba. El equipo de audio iba y volvía tapado con plásticos y, lo que ponía nerviosos a los organizadores, era motivo de diversión para los chicos. Todas las calles donde ocurría esto, eran de barro lo que daba el tono campestre. A esa Feria, concurrió el nuevo intendente Marcelo Ezcurra, la infaltable Enriqueta Alvarado de Bono (Queta) y la secretaria de Cultura de la Embajada de Guatemala que nos prestó trajes típicos, al igual que doña Queta, con los que bailaron docentes y padres. Ese año comenzaron a bailar personas mayores a quienes Cristina iba convenciendo porque consideraba que era una experiencia modelo para los chicos que participaran en los cuadros los docen- tes y los padres. Norma, Cristina y Elba con sus parejas: Pablo, Alfredo y Poldo, más Mónica, con al profe de Ed. Física, Juan Carlos representando a Panamá, dieron el ejemplo; Marisa con su papá y Laura con su esposo Miguel, interpretaron Guatemala, con los hermosos trajes auténticos que prestó la Embajada; Graciela con su esposo Hugo y algunos padres representaron Argentina. Para 1983, ADEC, como ya dijimos, había comprado el 3r terreno sobre la calle Falucho y decide “entrar” definitivamente la Feria y coloca el escenario dando la espalda a esa calle. Las famosas mamparas blancas, que por tanto tiempo dividieran el salón permitiendo variados usos, se colocan como fondo. Aparece por primera vez el logo de la Feria de Latinoamérica: un gran círculo de hierro del que colgaban, en ronda, las parejitas del logo de la escuela, pero vestidas con las banderas de cada país latinoameri- cano. Con las mamparas se arma también una cabina para el equipo de audio. La 6ta Feria se inaugura emergiendo desde el foso del escenario 153
un enorme lienzo blanco, cosido a un poncho salteño, con la paloma de la paz de Picasso dibujada en él. Después del injusti- ficable dolor de la Guerra de Malvinas, la paz también debía ser parte de la cultura de los pueblos. La acompañaban símbolos de la América precolombina llevados por los alumnos. Por esa época Rubén Blades, comprometido músico panameño, había escrito “Buscando América” que decía: Te estoy buscando a América y temo no encontrarla. Tus huellas se han perdido entre la oscuridad. Te estoy llamando América, pero no me respondes. Te han desaparecido los que temen la verdad. Envueltos entre sombras, negamos es cierto. Mientras no haya justicia, jamás tendremos paz. Viviendo dictaduras, te busco y no te encuentro. Tu torturado cuerpo, no saben dónde está. Si es sueño de uno, es sueño de todos. Romper la cadena y echarnos a andar. Tengamos confianza para adelante, mi raza. ¡A salvar el tiempo por lo que vendrá! En esa Feria, se introduce una variante: bailan un mismo cuadro personas de distintas edades: padres, maestros, alumnos del pri- mario y alumnos del jardín; ¡todo un éxito! También será la primera Feria en la que se presenta con trajes y máscaras nuevos, la Diablada de Oruro; en el futuro, pasaría a ser un cuadro distin- tivo que integraría alumnos y exalumnos hasta el presente. El Jarabe Tapatío, danza que Cristina había aprendido viendo el Ballet de Ángel Pericet y había recreado, comienza su rally siendo parte de los cuadros de México hasta el presente (¿va invicto junto con la Diablada de Oruro?). Durante ese año, se realizan varios contactos con residentes de Venezuela, Paraguay y Perú visitando sus Centros o lugares de reunión. Les enseñaban las danzas a Cristina acompañada por Alfredo; a veces se sumaban Norma y Pablo, otras, Georgia, Rubén o Graciela (unos papás muy participativos) y otras, 154
alumnos según la hora en que fueran citados. Algunos encuentros eran en clubes y, otros, en unas salas medio tuguriosas de casas tipo conventillo; a veces, era preciso juntar valor para entrar. Finalmente, todo se superaba cuando la música comenzaba a sonar y los cuerpos se expresaban con alegría. A los residentes les sorprendía que una escuela argentina estuviera interesada por hacer conocer su cultura a los alumnos y respondían con lo mejor que tenían. Así que, ese año, participaron de la Feria: hubo dos grupos peruanos, un grupo paraguayo, otro boliviano y otro chileno. La Feria tuvo un momento álgido cuando dos integrantes de diferentes grupos (chilenos y peruanos) comenzaron a discutir fuertemente por cuestiones políticas y Cristina subió al escenario y los convocó a ambos a bailar una cueca con ella; así se dirimió el conflicto, abrazando a los dos al finalizar y recordándoles al oído las palabras de Martín Fierro “…que si entre ellos pelean/ los devoran los de afuera…” y llamando la atención sobre el símbolo de la paz que había enarbolado la escuela. También la Embajada de Guatemala envió a unos bailarines. A todos los participantes-visitantes se los iba a buscar con diferentes vehículos a sitios convenidos y se los llevaba de vuelta. Más tarde cumplirían esa función los micros que traían a los alumnos a la escuela o algunos solicitados al municipio. Ese año Roberto Romero Escalada contactó a la escuela con la Casa de Venezuela. Su presidente Otto Arias y su esposa Mary, presidenta de la comisión de Damas de la Embajada de Vene- zuela, prestaron por algunos años sus artesanías para exponer. Cristina inventa un cuadro mezclando una costumbre colombiana “Los silleteros”, los cultivadores de flores de Medellín cargan a sus espaldas unas sillas totalmente decoradas con sus flores regionales y los hace bailar una danza típica. La agregada de prensa de la Embajada de Colombia, Athais Morris de Estes que asiste a la 7ma Feria, aprueba y valoriza la idea junto a los representantes del Centro Cultural Colombiano que habían ense- ñado a bailar cumbia a las maestras. Comienzan a bailar exalumnos. La municipalidad seguía pres- tando el escenario, pero había que estar preparado para cualquier 155
sorpresa pues siempre faltaban postes o parte del entablado; entonces rápidamente se llamaba al sr. Vázquez (el famoso de las mamparas) y él llegaba en su camioncito con lo que faltaba y con Mario y otros papás completaban las ausencias y mejoraban el trabajo de los empleados municipales. Como la gente de la zona sur no conocía la Feria, se imprimían enormes carteles que grupos de padres salían a pegar por las noches, previa cocinada de enormes cantidades de engrudo. También se alquilaba el “avioncito” llamado El Pájaro (que to- davía suena desde los cielos) a través del cual se promocionaba la misma y también se avisaba si se suspendía. La lluvia solía asistir a la Feria y alguna gente pedía que no bailaran un tema hondureño que se llamaba “A la capotín” porque decía: “a la capotín, tin, tin, tin, que esta noche va a llover… hasta el amanecer”. La exposición comenzó a tener mayor envergadura y se comienzan a perfilar los stands por país. Pero es en la siguiente, la 7ma Feria, 1984, que la exposición toma vuelo. El salón extiende sus stands a ambos lados y en el centro, dejando dos pasillos sobre los que cuelgan las banderas y canastillos de madera hechos por Mario, llenos de plantas. ¡La vista es impresionante! La cantidad de participaciones y cuadros hacen que la Feria comience a durar dos días. Las anteriores comenzaban a la ma- ñana y terminaban a la noche. Al extenderse a dos días, distendía la organización y favorecía la reorganización; también permitía la concurrencia de quienes no podían asistir al ser en una sola fecha. A partir de esta Feria, Romero Escalada cede ante la insistencia de las directoras y comienza a hacer la locución del encuentro, cosa que realizará hasta la última feria en que asistió antes de su fallecimiento en 1997. Roberto necesitaba tener siempre alguien al lado porque de pronto se cansaba y desaparecía para dar una vuelta por los despachos de comida o salir a conversar. Quien lo supliera, debía tomar la posta en la conducción. Por muchos años ese rol lo cumplió Poldo, el marido de Elba y, a veces Alfredo porque sus voces sonaban muy profesionales. 156
Volvieron a participar los Centros de residentes amigos y se sumó el Ballet Folklórico de la Universidad de Belgrano, recientemente dirigido por Norma Viola, la pareja del Chúcaro, que venía luchando en pos de un ballet nacional. Actúan con excelente profesionalidad pues estaba compuesto por bailarines reconoci- dos. Norma Viola elogia el esfuerzo de la escuela y reconoce el nivel alcanzado por los cuadros presentados por la institución y las vestimentas de los mismos. ¡Todo un orgullo! La sorpresa la dio Leda Valladares, quien accediendo a una invitación de Romero Escalada llegó, sin anunciarse, con decenas de cantantes que llenaron el escenario y con sus cajas colmaron el aire de coplas anónimas recuperadas por ella en los caminos de Latinoamérica repitiendo su lucha a favor del canto colectivo. Su bandera era reunir chicos y adultos en un canto de la tierra tal como lo hiciera en plena dictadura en El Cadillal. En 1979, había convocado a formar el Movimiento por la Reconstrucción de la Cultura Nacional con la idea de hacer conciertos donde pudieran actuar todas las artes juntas logrando la participación de impor- tantes artistas. Diría León Gieco; “la considero una de las transgresoras más grandes que tenemos”. Cuando terminó de cantar recorrió la exposición. En ella había una enorme marimba que había prestado Otto Arias y pidió permiso para tocarla. En instantes las pequeñas mazas en sus manos comenzaron a recorrer el teclado y el sonido ancestral, venido de África y arraigado en Centroamérica, transportó a todos los presentes. ¡Fue un momento alucinante! Con Leda llegaron a la Feria Suna Rocha y Cristina García que recién comenzaban su carrera artística. García volvería al si- guiente año y pasaría a ser profesora de Folklore de la escuela y la primera persona que les enseñaría a hablar algo de quechua a los alumnos. Ese año bailó un grupo boliviano, Los Caporales Charrúa. Venían del barrio del mismo nombre y, con su potencial, dejaron las ganas de imitarlos, pero pasarían algunos años hasta que la escuela se animara. En la 8va Feria, 1985, la escuela recorre las danzas y costumbres 157
de varios países: Argentina, con la Danza de las cintas y el To- pamiento de las Comadres entre otras y las leyendas de la Telesita y La Sirena; Bolivia; Colombia; Costa Rica; Honduras; México, con la danza ritual de Los Quetzales; Panamá; Paraguay; Perú; Uruguay y Venezuela, con la primera Diablada de Naiguatá. El primario tenía como profesor de Plástica de los grados superio- res a Jorge Ponce, un reconocido artista pintor de Rafael Calzada, que había dado mayor vuelo a la orientación artística del Proyecto educativo de la institución. Se comienza a pensar en hacer algunas escenografías, pero recién se concretarían al año siguiente. En esta feria, participa Teresa Parodi quien se había presentado por primera vez en el festival de Cosquín el año anterior y, aunque no fuera muy conocida en ese momento, llegó a ser Ministra de Cultura en 2014 y Norma Peralta, intérprete de canciones de Latinoamérica, con “la peregrina idea de borrar fronteras de mi Patria Grande a través de la canción”, como decía. La escuela aprendió que algunos artistas se sumaban y otros prometían asistir y no lo hacían. Con el paso de los años, iría enriqueciendo el espectáculo, con el criterio de cubrir los dos días sin estar dependiendo de artistas invitados. Seguirían enamorados de la Feria de Latinoamérica los grupos de residentes que volvían. Actúa por primera vez el grupo Ollantay Tambo dirigido por Oscar Arach que hacía música del altiplano y movía las fibras más profundas de los oyentes. Cuando Oscar ve a los chicos bailar La Diablada, se enloquece, busca a Cristina y le pregunta si en la próxima feria podían ser ellos quienes ejecutaran la música de la misma y ella le responde que tendría que preguntarle a los chicos porque eran muy sensibles a los cambios de versiones musicales. Oscar habla con los chicos y promete hacer la misma versión y los chicos responden que sí, aceptando el desafío. Fue así que, a partir de la siguiente feria y hasta la 17ma, su última actuación, Ollantay tambo actuaba antes de La Diablada, bajaban los instrumentos frente al escenario y a continuación entraban los chicos. Al finalizar hubo un festejo en el escenario de todos porque los alumnos se habían probado a sí mismos. Fueron equipo, durante diez años. 158
LA NOVENA FERIA INCONVENIENTES VERSUS CREATIVIDAD La inventiva, la perseverancia y el compromiso de toda la co- munidad educativa vuelven a ponerse en juego en la Novena Feria. Otra vez surge el problema de dónde hacerla, ya que, en el lugar de los tres últimos años, se estaba construyendo la escuela primaria (1986). Ante esta situación, las directoras visitan al vecino que les prestaba el terreno vecino con salida a Azopardo (actual sede del jardín Mi Lugarcito) y obtienen el permiso para realizar la Feria en ese predio con el compromiso de no construir nada permanente. Así es que la novena se muda. El escenario sigue mirando al norte, pero avanza hacia Azopardo con una gran zona para el público y los despachos de comidas cerca de la calle. La gente podía entrar por el salón de exposición o por el portón del terreno. Se intenta por primera vez la construcción de un escenario propio armado sobre una estructura de hierro. El acceso al escenario de los alumnos se hizo por detrás del mismo, es decir por el patio de tierra del primario (actual patio del 1rio y 2rio). Pero había que reforzar el cambio y, el DIC promovió un equipo formado por Ponce, Alfredo, Cristina, Mario y Pablo (el marido de Norma) que durante casi un mes se dedica a estudiar la idea de darle un marco al escenario con bambalinas y escenografías. Jorge Ponce había sido escenógrafo del Colón y sabía. Pero allí, como en cualquier teatro, las escenografías se bajaban o subían desde una parrilla muy elevada con mecanismos de pesas y sogas y el escenario de la feria no tenía techo ni paredes laterales para sostener. Mario y Alfredo pasaron varias noches sin dormir hasta que, en su casa, armaron un escenario con una caja y desarrollaron varias ideas con cartoncitos y papeles hasta que descubrieron una forma: ¡Eureka! La escenografía del fondo se dividiría en cinco partes y se auto-sostendrían en las caras de cinco prismas modulares. Éstos tendrían ruedas, en cada cara lateral, se sostendrían partes 159
de cuatro escenografías. Al girarlas y unirlas, se armaría cada fondo escenográfico, esto permitía cuatro cambios de escenas. Después se dieron cuenta de que, si pudieran hacer que cada cara girara sobre sí misma, se podrían aprovechar los reversos y lograr ocho cambios de escenografías. Así surgió la idea de ensartar cada cara sobre un eje que daría la posibilidad de desmontarla, girarla y volverla a montar en segundos. Porque ese era otro tema, los cambios debían ser rápidos porque la consecución de los cuadros así lo era. Luego, con el resto del equipo, se comenzó a afinar la idea, a cal- cular el peso, la forma de construirlas, la practicidad, las medidas, los materiales a usar. Daban marco al escenario bambalinas fijas a cada costado, que no requerían movimiento durante toda la jornada salvo alguna excepción que se podría prever. Pusieron manos a la obra: la compra de hierros para los cinco prismas modulares y sus ruedas, los listones de madera para las caras y las bambalinas que tendrían la misma medida. La cantidad enorme de liencillo que se necesitaba, fue una donación de Textrico y Adesal, las fábricas textiles vecinas. Ni bien llegaron las telas, Jorge puso manos a la obra. Sus alumnos se iniciaron en el aprendizaje de hacer bocetos, buscar datos referenciales del país y región que se iba a representar; consultaban con los maestros sobre el paisaje y con Cristina que era la que armaba los cuadros. Luego de definido el bosquejo, había que pasarlo a una cuadrícula para proyectar la proporcio- nalidad, buscando las tres dimensiones desde el punto de fuga. Luego, se debía trasladar cada parte a la tela, dibujando con carbonilla sostenida en la punta de un palito largo, ¡toda una hazaña! Antes, había que “imprimir” la tela para que absorbiera menos pintura, después, darle color a algunas líneas básicas y, finalmente, ¡va! Llegaba la aventura de pintar sobre el piso, el saber cómo se prolongaban las figuras para ser vistas desde lejos, los juegos de luces y sombras imaginando la procedencia de la luz. ¡La escuela comienza a vibrar! Las jornadas de los alumnos con Ponce eran memorables y no hay 160
uno solo que haya pasado por aquella experiencia que todavía no lo recuerde y manifieste que la misma dejó en ellos una impronta para siempre. Entre ellos estaba Leandro. A algunos los marcó en su vocación, a otros los encaminó hacia el conocimiento más a fondo de sus compañeros, a otros les permitió el descubrimiento de pequeños detalles que le enseñaron a ver la vida y a todos los movilizó la emoción, la excitación, el compromiso, la admiración por su profe que con palabras mágicas sacaba lo mejor de cada uno y los incitaba a la creación. ¡Ah! Cuando cortaban y clavaban cada parte en los bastidores y las levantaban, ajustándolas para evaluar, ¡qué vivencia! Abraza- dos, miraban y remiraban el todo y los detalles. Entonces, los alumnos más chicos que salían al recreo, se sumaban y también latían de emoción, los aplaudían o se quedaban mudos de asom- bro. ¡Ya creceremos y seremos como ellos!, pensaban. Esas experiencias fueron irrepetibles y duraron varios años. Allí comenzó también, el desarrollo de quienes llevarían a cabo, hasta la feria 39na, el manejo de todo el sistema: grupos de exalumnos que se pusieron la tarea al hombro y estoicamente pasaban detrás del escenario casi 15hs. corridas durante dos días. Comenzaban con el armado, a primera hora de la mañana, y culminaban con el desarme y colocación bajo techo para que no se mojaran. Habría que contar que, el viernes anterior, revisaban las condiciones de los materiales y arreglaban o ajustaban lo necesario durante la semana. Luego, durante el desarrollo de la Feria, el trabajo consistía en cambiar, girar, ajustar los paneles de cada escenogra- fía según el organigrama elaborado previamente dado el orden del espectáculo. Algunos años, a ciertos cuadros, se le sumaban elementos de utilería que no solo creaban sino que ubicaban o quitaban según indicaciones: carretas, cactus, vasijones, cañones. Ciertos cuadros, como La Salamanca, estimulaban la creatividad en búsqueda de afectos especiales. Había que aceitar el meca- nismo para que aparecieran en el momento justo, coordinado con las luces y el humo, e hicieran más misteriosa la escena. Atrás del escenario se desarrollaba “otra Feria”. Era la tarea, a veces frenética, de corridas, esfuerzos, cálculos, distribución de 161
roles, organización, control, observación, conocimiento del movimiento escénicos de los bailarines y las consultas de las secuencias que se anotaban en grandes cartelones pegados en las paredes. Nunca les daba un respiro para ir a comerse un choripán. En los entreactos, se preparaban los cuadros que llevaban un armado más complejo. Si no había algún alma caritativa que les alcanzara un refrigerio, no se alimentaban hasta no haber termi- nado la jornada. Pero los chicos embellecían la experiencia con sus risas, sus bromas y la adrenalina que los mantenía atentos pero felices. Los primeros: Fernando, Hernán, Javier, Guillermo y los tres Diegos con el profe Ponce. Más tarde Diego, Leandro, Alejo, Eric, Pilu, Ezequiel, el profe Emiliano; muchos que sumaban ocasionalmente y más tarde, fue el lugar que concentró a los alumnos del secundario que no bailaban. ¿Por qué no se sostuvo, hasta hoy, una actividad tan enriquece- dora? Tal vez quienes estén leyendo estas páginas lo puedan indagar. ¿Faltó el vuelo y la pasión de Ponce, faltó apoyo para renovar y enriquecer los materiales, se fueron poniendo escollos, faltó compromiso, se desvió el proyecto? ¡Un día…desapareció! Tal vez, nuevos alumnos puedan rescatarla para sí y para el futuro. El estreno de este proyecto y su armado estuvo en manos de Mario, el papá de Cristina y otros colaboradores con la guía de Ponce, el profe. ¡Se mezclaba la emoción y la inquietud de ver todo en funcionamiento! ¡Y anduvo de maravillas! Otra cuestión llevó a nuevas creaciones: en las Ferias anteriores se colgaban las banderas como parte del fondo del escenario con algunos elementos que cada año cambiaba. Pero ahora, los mó- dulos medían 2,50 metros y nadie quería perderse el efecto de las banderas flameando. Otra vez el equipo de “ideadores” definió ¡un izamiento múltiple!: un sistema de tensores paralelos que se iban izando entre dos mástiles levantados a cada costado. En el medio, por un mástil, subía la bandera argentina, a los primeros acordes de Aurora y luego, en un nivel más bajo, comenzaban a flamear, todas juntas, las banderas latinoamericanas asomadas por 162
detrás de los módulos y ubicadas en el orden protocolar. Ese primer izamiento fue contenedor de una enorme emotividad, pues estaba todo el mundo siguiendo en silencio la ascensión de los símbolos latinoamericanos unidos, acariciados por el viento y acunándose unos a otros para culminar en un reflotar jubiloso. ¡Era el símbolo de Latinoamérica unida! Cuando todos bajaron la vista se dieron cuenta que estaban tomados de la mano y con lágrimas en los ojos. El Himno coronó el momento. Aquel primer izamiento tenía mucho de compromiso. En las siguiente Ferias, ese momento siguió manteniendo la mística y, todos los que participaban detrás del escenario, la revivieron con la misma intensidad durante muchos años. Por alguna causa que tal vez tenga su fundamento, en los últimos años, se amuraron portabanderas en las paredes y las representa- ciones de cada país se cuelgan antes de la primera jornada. Allá quedó aquel sentimiento intenso, guardado como un recuerdo más en la historia de las Ferias. Para esta novena, actuó la Chacarerata Santiagueña que sería Consagración Cosquín en 1987 contagiando su alegría y humor provinciano con su director Juan C. Gramajo que recitaba, zapateaba y bailaba revoleando su poncho. Se había programado para el 29 y 30 de noviembre pero el 29 llovió. Algunos miembros de ADEC, padres y los directivos estaban reunidos con pesadumbre en el salón. De pronto se abre la puerta y aparece un señor de traje claro y corbata que había bajado de un taxi. Nadie lo conocía. Cuando dijo que era Isidro Contreras, Cristina recordó que era quien cantaba la versión del Barlovento que bailaban los chicos ese año. Los amigos venezo- lanos lo habían invitado y así darnos una sorpresa; venía a compartir su repertorio acompañado de su cuatro (guitarrita pe- queña de cuatro cuerdas que se toca en Venezuela y Colombia). Café de por medio, se conversó del proyecto, de la Feria y aseguró que, si al día siguiente no llovía, volvería. Tomó el taxi que lo esperaba y volvió al otro día. Fue furor ya que la comunidad educativa conocía su música y conmovía tener cerca a su intérprete. Los chicos bailaron detrás el Barlovento y todos 163
acompañaron y tararearon sus temas. La Feria ya tenía una aceitada organización y en su programa Cristina hace conocer el esfuerzo que la misma demanda en un artículo llamado “La Feria de Latinoamérica, un proyecto movili- zador”. Algunas de las acciones no remuneradas que dan a conocer son: “Un equipo de docentes entusiastas colabora, comparte y participa de las responsabilidades y satisfacciones de esta fiesta. La CD de ADEC, aparte de sus funciones específicas de auspiciante, atiende aspectos organizativos generales y de infraestructura. La subcomisión de Cultura con 6 miembros, organiza aspec- tos específicos. Un equipo de 16 coordinadoras guía la labor de casi un centenar de personas que proyectan, crean y concretan las investigaciones, coleccionan material y arman los stands de la Exposición. Un exclusivo equipo de docentes es orientado en las danzas que luego tendrá a su cargo el repaso de las mismas con los alumnos participantes. Bailan en la Feria 350 personas de esta institución, entre alumnos, docentes, padres y exalumnos. Hay un grupo que ya ha alcanzado especialización en el co- nocimiento de artesanías latinoamericanas. Una Subcomisión de Madres ha realizado cursos de artesa- nías y han producido piezas que se podrán admirar y adquirir. La correspondencia y material de promoción, su elabora- ción, impresión y entrega requiere de personal idóneo. Dos “secretarias telefónicas”, mamás de los establecimien- tos, reciben y realizan llamados desde sus teléfonos parti- culares que conectan, interrelacionan y dan coherencia a las actividades y contactos. Y todos los días pasan “el parte” a la escuela. Un equipo de escenografía, traspunte, iluminación y sonido funciona con especialista, alumnos y egresados. 164
Un grupo de carpinteros arma la infraestructura de escena- rio, escenografías, stands, mostradores, etc. Funciona un equipo que atiende los asuntos contable- administrativos. Los ganadores de las licitaciones pertinentes proveen los productos de gastronomía. Un equipo de más de 60 personas atiende los quioscos de comidas y sus complementos en forma rotativa. Un conjunto de padres de la institución recepciona a autoridades, delegaciones y representantes que concurren a la Feria, los asesoran y atienden. Cubren turnos en diferentes áreas 300 personas en tanto que 30 rotan en puestos de vigilancia de la Feria y en días ante- riores y posteriores hasta que en la institución no queda material prestado. Micros, camionetas y autos trasladan artistas, artesanías y elementos de infraestructura. Los trajes son reproducidos con la exactitud que exige nuestra responsabilidad y confeccionados por las manos de mamás, abuelas y padres y algunos son realizados en talleres promovidos por el Departamento de Investigación y Cultura. El Departamento de Investigación y Cultura coordina estas acciones, a excepción de la gastronómica, y realiza las inves- tigaciones que dan lugar a los cuadros a presentar, lo mismo que los diseños de trajes y las indicaciones para su confección”. De esta manera se daba a conocer al público asistente la magnitud del esfuerzo organizativo que la institución asumía. En el trascurso de ese año Cristina, que desde un principio incluyó la influencia negra en las culturas de los pueblos de Latinoamérica como un tema de investigación, había tomado contacto con Egle Martin una ex actriz, vedette, coreógrafa y cantante que desde hacía unos años había abandonado el estrellado y se dedicaba a investigar las raíces africanas en las diversas expresiones de la música y la danza. La visitó en su departamento y ella le agradeció que no le hablara de su carrera artística, porque “la veía 165
como en la prehistoria”, y celebró que llegara interesada por los ritmos negros. Charlaron mucho; le contó que no se separaba de sus libros de antropología pero que también indagaba, en leyendas y supersticiones, las raíces históricas del candombe (que Cristina quería presentar ese año). En un momento Cristina se acercó a un tambor y fue parada en seco por Egle. Le preguntó si no estaba menstruando y ante su respuesta negativa se lo dejó tocar. Era parte de una creencia que decía que la mujer que estaba menstruando desafinaba los parches. Egle era una mujer muy comprometida que más tarde participaría en conciertos con León Gieco, Baglietto, Victor Heredia y otros, organizados por Piero, para juntar fondos para guarderías humildes. En 2003 se la valoraría como “Maestra del arte y de la cultura argentina”, reconocida por la Presidencia de la Nación, Secretaría de Cultura, Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoameri- cano. Muchos años más tarde, Cristina descubriría emocionada que su abuelo (al que no había conocido) era mulato, hecho que los prejuicios de la época habían invisibilizado. Así encontró la respuesta a ese afán inconsciente que ponía al hacer resaltar la influencia afro en los cuadros. Norma, también había establecido un contacto con el Centro de Estudios Brasileros y allá fue Cristina a conocer a André Carrei- ras quien, además de enseñarle algunas danzas costumbristas del norte de Brasil concurrió a la feria con su Conjunto de Danzas Brasileras y con él vino Pepeu de Oliveira, un músico que tocaba su berimbao y cantaba. Volvió el Ballet de la Universidad de Belgrano, Los Caporales, el Ballet Colombiano y otros amigos. Comienza a asistir el grupo Inti Mayu, uno de cuyos integrantes era familiar de unos padres. Pasarían a ser casi un conjunto estable por muchos años hasta su disolución entablando una relación de amistad con la escuela. Lo mismo pasó con Vertiente, que des- pués pasaría a llamarse Siembra; sus hijos asistirían a la escuela y Elisa, miembro del grupo, sería profesora de Música del jardín. También comenzó a ser más estable la relación con la Embajada de México. Su Agregada Cultural, Pilar Orraca, y su secretaria, 166
Marta Bíscaro, se comprometen y favorecen el contacto futuro con el Embajador. Entre ambas cargan en un auto varias piezas en madera y cuero de la embajada y las prestan para la exposición. Marta asiste a esa feria y queda asombrada. El audio se hace más profesional. José Suárez, que prestaba sus servicios en la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, es convocado por Romero Escalada. Concurre con sus equipos profesionales de sonido y luces y Héctor, que había hecho el audio en las últimas ferias, lo secunda. Los alumnos participan en una programación que va proponiendo un viaje por casi todos los países. También comienzan a sorpren- der las mamás que se confeccionaban algunas prendas folklóricas para usarlas en la Feria, aunque no bailaran: blusas con volados, polleras amplias, fajas, vinchas. ¡Qué rica influencia! LA FERIA EMBRUJADA, 1987 Ni bien Cristina había terminado de estudiar y desarrollar en su cabeza los cuadros que se llevarían a cabo en la Décima Feria y cada grupo conocía lo que interpretaría, empezaron las cosas extrañas. Comenzaron a verse grupos de alumnos en singulares actitudes supuestamente sospechosas. Unos deshacían metros y metros de hilo sisal. En la cocina comenzaron a hacer kilos de engrudo co- cido y una gran olla era revuelta con grandes palas para que no se pegue. Cada día, se elevaba la pila de cajas de cartón desarmadas que traían los chicos. Finalmente, éstas se pusieron en remojo en tachos con gotas de lavandina. Otro rincón comenzó a llenarse de elementos en desuso. Los chicos caminaban por el patio con telas de diferentes características: sedas, tules, rasos, encajes, arpille- ras, sábanas que se mezclaban, se pintaban, se teñían. En las manos de los alumnos de Ponce comenzaban a surgir extraños gatos negros en la punta de un largo palo. Nace un enorme pajarraco que mueve sus alas por un sencillo mecanismo con dos alambres y que “vuela” por el patio jugando a perseguir a los 167
chicos. Un enorme y largo tubo comienza a rellenarse y se transforma en serpiente. Con el correr de los días, empiezan a aparecer calaveras horroro- sas recortadas en espuma de nylon, pintadas en blanco, negro y grises. ¡Qué pasaba en la Escuela Latinoamérica, qué conjuro, qué male- ficio los tenía a todos atrapados, alumnos y docentes! Al poco tiempo, a esta febril actividad, se sumó una extraña música y una voz cavernosa comenzó a narrar una historia de creencias y supersticiones. Se estaba gestando La Salamanca, un ambicioso cuadro que Cristina había pergeñado después de leer numerosas investiga- ciones de Félix Coluccio; éste había recorrido los rincones de la Argentina buscando las creencias populares de su gente. Las descripciones que los pueblos hacían y la afirmación de la exis- tencia de salamancas en diferentes regiones habían atraído la atención de la directora del reciente DIC, Departamento de Investigación y Cultura. Adquirió más bibliografía, prestó aten- ción a las canciones del folklore que la nombraban y comenzó a escribir un guión mezclando las narraciones de la gente, eligiendo las mejores descripciones y los relatos más vívidos. Luego fue integrando esto a un imaginario movimiento escénico, creando los personajes y dando cuerpo a los seres extraños. Se contaba que éstos existían en las famosas cuevas o socavones; allí, las brujas se reunían para que el diablo otorgara los dones a quienes decidieran canjear su alma por un don largamente soñado: suerte en el juego, capacidad para cantar o tocar un instrumento, o el amor de alguien no correspondido. Pero, a veces, algunos seres ingenuos eran atraídos, por cantos armoniosos o sonidos, hacia el interior de la salamanca y tentados por el diablo, aún sin haberlo deseado. El tema no solo sedujo a Cristina sino también a Jorge Ponce quien comenzó a volar con el relato y entre ambos terminaron enganchando a todos con quienes compartían la idea. Así comenzó el diseño del vestuario. Debía tener cierta sofisti- cación con mezcla de tradición e imaginación y, a su vez, ser de 168
fácil confección. Ponce comenzó a hacer los bocetos de esceno- grafías. Como Cristina conocía muy bien a la comunidad, recordó que había una familia de actores: Perla y Carlos, los creadores del Galpón de Diablomundo y los convocó. Por supuesto, se enlo- quecieron con la idea, a tal punto que, al leer el guión, pensaron en “seducir” a Raúl Carnota, músico reconocido y amigo de ellos. Él también se prendió, sorprendido de que una escuela se propusiera tan interesante creación. Y así fue como Raúl creó la música siguiendo los textos seleccionados por Cristina y conside- rando los tiempos de la coreografía y los movimientos de los personajes del guión original que ella ya había definido y le había acercado. Lo hizo con sus músicos, en su estudio, combinando sonidos clásicos con estridencias sugestivas logradas con instru- mentos electrónicos. ¡Una impresionante creación! Por supuesto, regaló esta Salamanca a la escuela para su exclusivo uso. La música de Carnota permitió que semejante revolución de ideas y entusiasmo se canalizaran y comenzaron los ensayos. Cristina tuvo que armar el rompecabezas puesto que los personajes más truculentos los representarían personas mayores (no había alum- nos grandes de secundario) y éstas solo podían ensayar de noche. Así que, en horas de clase, se ensayaban las partes donde partici- paban alumnos y se confeccionaba toda la utilería, escenografía, máscaras y pelucas. Por la noche, padres y docentes asistían para ensayar sus escenas y coreografías. Una vez que todo estuvo aprendido se realizaron varios ensayos de noche con la asistencia de los chicos con sus papás. A veces todo terminaba en una choriceada. Generalmente, los ensayos de adultos eran los viernes y, a pesar de que todos eran conscientes de que estaban escenificando solo creencias, no dejaba de correr por el ambiente cierto miedito pro- vocado por lo sugestivo de la música. De cualquier modo, algunas veces, ciertas experiencias hicieron que todo se tomara con respecto: “yo no creo en brujas pero que las hay, las hay”. Algunas noches desaparecieron los gatos de utilería, otras se caían cosas sin motivo o se extraviaban prendas. ¡Cosa e’mandinga, pues! 169
La presentación de La Salamanca en la Décima Feria de Latinoa- mérica fue todo un suceso. Además de ser muy esperada por quienes habían participado en todas sus formas, produjo un shock en el público pues nadie esperaba una producción de tal enverga- dura, con tanta gente actuando y tan variada y creativa escenogra- fía y utilería y ajustado movimiento escénico. Para lograr mayor efecto se habían apagado las luces del público y los chicos corrieron a los brazos de sus padres. Así y todo, los tentaba la situación de miedo y quedaron subyugados con la historia del pobre paisano a quien el diablo le mostraba riquezas, el sufri- miento de las almas en pena, la seducción de la diabla mayor, el acoso de las brujas entre nubes de humo y la entrega del alma del joven a un Supay convincente y poderoso. Sin duda la estrella de la Feria fue La Salamanca. En esa feria, se quiso probar el techado del escenario, puesto que un papá que trabajaba en Cacique, fábrica de carpas, podía con- seguir las lonas y los parantes. Así se hizo, aunque todos quedaron desilusionados puesto que la feria se veía encajonada, se perdía la sensación de libertad que otorga ver el cielo sobre escena y las banderas no podían volar detrás del telón. Otra experiencia a la que se dijo: la primera y la última. Asistieron Los Arroyeños, que en ese momento tenían un pro- grama en canal 7 llamado “Que se vengan los chicos” como la tan conocida canción del mismo nombre. Fue un suceso, puesto que los chicos conocían todas sus canciones que cantaban en la es- cuela y los acompañaban en coro. Miguel Ángel Inchausti quedó prendado de la escuela y sus compañeros alentaron a los responsa- bles. También volvió a participar Isidro Contreras y se sumó Marta Pirén, una excelente artista, vecina de Glew, que cantaba cancio- nes mapuches. Otra novedad fue la apertura de una sala de arte donde exponían artistas plásticos como Jorge Ponce, José Suárez, Eduardo Miliavaca, Hans Kerwitz, Sara Stábile espacio que se siguió abriendo hasta la 15ta. Feria. El 13 de noviembre, había asistido la inspectora de nivel Inicial, 170
Mirta Lambezat; en su informe dice: “A toda la comunidad educativa se la encuentra organizando la 10ª Feria de Latinoa- mérica que se iniciará el 21. Puedo observar el hermoso clima de alegría y la participación comprometida por mostrar diversas expresiones de la cultura autóctona: danzas, cantos, escenogra- fías para acercar al niño a la realidad. Esta modalidad de trabajo no solo permite que los niños tomen conciencia de la unidad latinoamericana sino que a través de ese interactuar padres-docentes-alumnos-exalumnos favorece la instalación de valores de cooperación, ayuda, solidaridad que únicamente se imitan por su práctica diaria. Felicito a toda la comunidad educativa por la responsabilidad y la energía puesta de manifiesto cada año en la realización de este evento”. (informe compartido con la comunidad educativa en la Cadatanto Nº 18). Por varios años, Mirta se daba una vuelta por la escuela en plena euforia. No venía formalmente sino que se tiraba en el suelo a pintar con los alumnos mientras tomaba mate y compartía la alegría de esos momentos. ¡Gracias, Mirta! PERFUME DE FERIA Los alumnos empezaron a descubrir que, cuando comenzaban a hacerse más agitadas las actividades preparatorias de la Feria, algo especial los acompañaba. ¿Qué era? Los chicos decían que había Perfume a Feria. Así fue que la frase comenzó a instalarse en los diálogos del alumnado. Si por algún motivo se retrasaban los ensayos en el escenario o el trabajo de los grupos que confeccionaban escenografías o utilería, los chicos exigían su inicio diciendo: “¡ya hay Perfume de Feria y todavía no empezamos a ensayar en el escenario!” Pero ¿qué era el “perfume de Feria”? Sí, era el perfume que comenzaba a emanar del jazminero que crecía detrás del mástil que subía con sus guías hasta el enorme tanque de agua y volvía a bajar en un 171
entretejido enmarañado pero cubierto de flores. El jazminero de la escuela señalaba a fines de agosto que debía despertar la emoción contenida de la Feria. El Perfume de Feria estaba institucionalizado y así lo registró una docente del secundario, Alicia, cuando en noviembre de 1998 escribió: Estimado jazmín de mi país: Te envío estas líneas para pedirte que me traigas como cada año el palpitar de la feria, el sentir de la gente, de la tierra. Quiero, también, diabladas, muchas diabladas para que galo- pen por los ríos de esta sangre un tanto desesperanzada. Mandame una buena porción de dicha por ser parte y una suscripción de por vida al espíritu americano. Ya sé que no es poco lo que te pido, pero lo mío es querer mejor el bendito suelo en el que he nacido y, si en el camino, sos testigo de algún renuncio, que vuelva tu perfume de primavera errante, ese perfume que aguza tanto mi memoria, ese perfume, ¡hay, ese perfume! que compromete el vínculo de hermanos. Hasta el año que viene, jazmín. Alicia Estas sensaciones se editaron en la Cadatanto Nº 53. MÁS FERIAS Entusiasmada con los logros de La Salamanca, Cristina evalúa la capacidad de respuesta del alumnado y la comunidad y comienza a organizar cuadros más complejos, no solo danzas. Así es como comienza a investigar costumbres y ceremonias heredadas de las culturas precolombinas, fiestas donde se mezclan aquellas con la influencia española produciéndose un raro sincretismo, creencias de otras comunidades o hechos históricos que marcaron a cada pueblo. Y entre la 11ra. y la 15ta. Feria (88 a 92) se complejiza el espec- táculo. Se presenta: La Revolución Mexicana, un movimiento 172
popular trascendente en la historia mexicana; Lo de Hansen, los primeros tangos en el histórico reducto; la Leyenda de la Cruz del Sur, con música de Piazzola; La Diablada de Yare, que se suma a la de Naiguatá, fiestas en las calles de Venezuela; Cantos del pilar ,juego de coplas para la molienda del maíz y danzas de la sabana venezolana; La Boda Tarasca y Boda en Tehuantepec, singulares formas de celebrar los casamientos en distintas regiones de Méxi- co, como así también México Norte, con la influencia austríaca de cuando México tuvo un emperador; Los Parachicos, historia del pueblo de Chiapas, que incluyó el uso de zancos por un grupo de alumnos y Los Viejitos, también de México. Fue un hecho peculiar cómo los alumnos aprendieron a usar los zancos. Manuel, hijo del matrimonio del ya mencionado Diablo- mundo, era alumno de la escuela y fue quien les enseñó a sus compañeros. Se pidió autorización a los padres, pero nunca hubo ningún incidente y fue el foco de atención de toda la escuela. Los chicos representaban unos altísimos muñecos que, según cuenta la tradición de Chiapas, se habían confeccionado para alegrar a una criatura aquejada de una aguda enfermedad. El niño sanó y los padres (gente rica), en agradecimiento, asistieron al pueblo entero cuando una fuerte sequía los dejó sin alimentos. La le- yenda, unida con la creatividad de un pueblo, terminó derivando en una fiesta popular que se repite todos los años. El carnaval norteño se presenta con sus ceremonias previas: el topamiento de las comadres; la señalada, pedido a la Pachamama de proliferación, donde se distinguen los ganados colocándoles lanas de colores en sus orejas; el desentierro del carnaval; la vuelta al mundo del Pujllay y la fiesta final. Cristina pidió prestabas las ovejas que Textrico tenía pastando en sus fondos y la escena fue con animales de verdad. Tan verdadera, que las ovejitas dejaron sus eses en el escenario y todos bailaron esquivándolas. Como un espacio de reflexión y conocimiento relacionados con los 500 años de la llegada de los invasores europeos al continente, se mostraron diversos aspectos de las culturas preexistentes al inicio de la conquista: el Uma o Uwa Raymi, ceremonia incaica 173
para ahuyentar los males realizada en Septiembre; La Morenad, con su fuerte crítica a la esclavitud; la Danza de los Sikuris, danza ancestral; la Minga, costumbre del incario, los Seres sobrenatura- les de la cultura popular, generalmente protectores de la natura- leza (ambientalistas) avasallada por la ambición española. Se sumó un hermoso cuadro llamado Cuatro Historias de amor en el cual se relataban y bailaban cuatro hechos verdaderos: el Amor Hispano, historia del matrimonio Hurtado; Amor Mestizo, ¿Malinche y Pizarro?; Amor Criollo, historia de la difunta Correa, Deolinda y Clemente; y el Amor Autóctono, milagro de amor mapuche; ¿y la música?: se usó el pas de deux del ballet Casca- nueces de Tchaikovsky; ¡qué ensamble poderoso! Bailan alumnos, padres, docentes y exalumnos en los mismos cuadros. Cada cuadro exigía primero una profunda investigación, no solo de los hechos que se querían mostrar sino también de la región donde sucedían, de sus costumbres y vestimentas. Cristina era consciente de que, en cada presentación, debía trasmitir cultura; los chicos que formaban parte del cuadro también debían inves- tigar y tener conocimientos al respecto. Pero, antes de ese paso, había horas y horas de lectura para descubrir un hecho o situación que mereciera ser contada y trasmitida para luego dar lugar a la creatividad imaginando la puesta en escena. La tarea era compli- cada, pero daba satisfacciones en cada feria. El Embajador Jesús Puente Leyva asistió a varias Ferias y concurría sin ningún protocolo. Luego visitaría varias veces la escuela para dar conferencias sobre Arte Mexicano y los chicos le agradecían con sus danzas; también la escuela asistía a cuanta convocatoria hiciera él para que participaran. Era una persona muy culta, inteligente, sensible y afectuosa, también querido en la diplomacia. Cuando falleció en 2011, sus amigos dirían: “para su honra, nunca perdió su esencia, su raigambre popular y arrabalera”. La escuela perdió un amigo cuando lo trasladaron a otro país. También concurrió el Embajador de Haití, un negro alto, elegante y plácido que recorrió asombrado toda la escuela. 174
El sábado 3 de noviembre de 1990, primer día de la 13ra Feria, comenzó a llover cuando entraba la noche. Los chicos integrantes de La Morenada debutaban ese día con una inmensa expectativa. Había una emoción contenida y el clima impedía el desahogo de la actuación; querían bailar debajo de la lluvia. Cristina estudió la situación y les propuso realizar un desfile bailado partiendo del pasillo (el del 2rio hoy), atravesando el patio rojo y dando la vuelta por los paseos de la Exposición (en el actual sum). Fue maravilloso ver cómo respondieron los alumnos a esta improvisa- ción. Con decisión fueron realizando sus avances al ritmo de las enormes matracas que había confeccionado Mario, mojándose en el tramo del patio y deleitando al público que los aplaudía desde todos los lugares donde se habían cobijado. Sus caritas, sonrientes y satisfechas al volver, mostraban que habían superado una prue- ba. Habían enfrentado una adversidad, habían aprendido algo nuevo otra vez. Los agasajó Ollantay Tambo ejecutando ritmos bolivianos que no pararon hasta que solo quedaron en el estableci- miento los organizadores. Para la 15ta. Feria (1992), había surgido otro inconveniente, el vecino que permitía el uso de su predio informó que iban a construir y alambró el terreno. ¡Otra vez a estudiar dónde se pondría el escenario! Finalmente, decidieron darlo vuelta de cara hacia el edificio del primario. Pero había otro inconveniente, la dirección, construida al mismo tiempo que las cuatro aulas, se internaba hacia el terreno como tres metros e impedía la visión del público. Hubo que derruir esa porción y parte del depósito y replantearla; es hoy la sala de profesores del Secundario. El escenario quedó más adelante que en la ubicación actual. Ésta recién se definió, años más tarde, cuando se comprara el lote donde actualmente reside el Jardín de Infantes. Por aquel momento, el patio del primario, que era de tierra, tuvo su piso de cemento alisado (el actual). Se cuidó que, los árboles autóctonos que habían plantado, quedaran resguardados y así continuaran cobijando al alumnado con su sombra refrescante. Los chicos tenían una relación afectiva con éstos porque ellos los 175
habían plantado. Para estas Ferias se había decidido tener el escenario propio. Ello había consumido tantísimas reuniones de ADEC. El grupo “técnico” compuesto por los mismos que idearon la infraestruc- tura de las escenografías al que se había sumado Cacho, que era herrero y que, con Pablo, manejaban la soldadora, estudio de posibilidades. Ahora, las estructuras se idearon para que el esce- nario quedara permanente puesto que un establecimiento que desarrollaba tantas actividades culturales, fiestas y proyectos oca- sionales lo requería (tal como lo habían tenido las escuelas que construyó Perón). Además, en los actos escolares, permitía que todo el público mirara cómodamente. ¿Qué circunstancias hicieron que, años más tarde, ese precioso escenario se debiera armar y desarmar todos los años solo para la Feria, con el trabajo que conlleva? Las respuestas son varias e insustanciales. Nada puede rebatir un argumento poderoso: el escenario era de los chicos (hasta se apropiaban de él cuando se quedaban a almorzar al mediodía para su contraturno). Nada más importante para un chico que subir a un escenario como algo cotidiano: evapora los miedos, da seguridad, promueve movimientos, crea expresividad, eleva el espíritu, brinda una visión panorámica y fuerte del entorno, cuando no hay público, y permite una conexión vibrante y vincular, cuando la comunidad los mira, los aplaude, los vitorea. Un chico o un joven sobre un escenario está empoderado. Y, si hay algo que pueda hacer peli- grar esta maravillosa experiencia, los adultos deben saber preve- nir, no anular, es la obligación que tienen para con aquellos que están creciendo. Hay una canción de Les Luthiers que ridiculiza a los que fomentan el temor de andar por la calle y termina diciendo… lo mejor es no salir a caminar”. Al dar la espalda a Azopardo, también se traslada la exposición a las aulas y al salón del primario. Para ese momento Norma co- menzaba a hacerse cargo del área de Exposición trabajando codo a codo con las mamás coordinadoras. Así se reorganiza toda la muestra estática, buscando innovación en la nueva propuesta e ideando la manera de superar los inconvenientes propios de la 176
transformación de aulas en salas de exhibición. Surgió, entonces, la idea de inaugurar el nuevo espacio una se- mana antes de la Feria. Así surgió: La Preferia, una actividad cultural que abría las puertas a artistas locales en tanto que estrenaban la Exposición. También pasó a ser un reconocimiento a las mamás coordinadoras que, junto con Norma, armaban la Exposición y mostraban las investigaciones que cada grado había acumulado. Luego se repetiría por muchos años puesto que tam- bién permitía descomprimir actuaciones de la Feria. Al tener la exposición durante una semana se optimizó su función y se convocó a las escuelas del distrito para que trajeran a sus alumnos y conocieran las diversas expresiones culturales de Latinoamérica. Fue una experiencia enriquecedora. Las escuelas solicitaban un turno durante los días de esa semana y una docente o un directivo oficiaba de guía mientras que los alumnos daban las explicaciones correspondientes en cada stand. El DIC organi- zaba también diversos talleres cortos en los que se integraba a los visitantes: participación en danzas sencillas, confección de más- caras, modelado de cuencos cerámicos, narración de leyendas y cuentos tradicionales y otras actividades. Ya en los días de la Feria, en el primer piso continúa la exposición de artistas plásticos que había sido promovida años antes. Siguieron participando Grupos de residentes. Para la 13ra.Feria, la Embajada de México mandó un grupo de Mariachis. Se hicieron como de la casa, Inty Mayu, Siembra y Ollantay Tambo. También comienza a participar el famoso Coro del Banco Provin- cia, dirigido por Carlos Mangis, quien enviaba a sus hijos a la escuela y promovería la formación del Coro Latinoamérica inte- grado por adultos que debutaría en la Feria 15ta. Hubo una muestra de telares ya que la escuela había enviado a una mamá, Ana, a realizar un curso de telar aborigen, con el objeto de que fuera un agente multiplicador. Ana enseñó a chicos y adultos la técnica cuya excelente producción fue mostrada en uno de los salones. La revista programa crece. Comienzan a describir cada cuadro, puesto que la explicación que hacía el locutor a veces no era 177
escuchada por el público. El contenido significativo de cada cuadro era parte de la cultura a trasmitir. Los espectadores debían conocer el valor que daba a esa expresión el pueblo de origen. Aparecen también artículos para la reflexión, estadísticas cultura- les de América Latina, etc. Tres radios locales promueven y trasmiten desde la Feria: FM Mármol, FM Voces y FM Burzaco. Una vez, concurrió un grupo de radioaficionados que trasladó sus equipos y durante los dos días se pudo hablar con otros radioafi- cionados de toda Latinoamérica. Fue una emocionante experien- cia para una época en que todavía no existía la comunicación satelital. Algunas Ferias fueron “declaradas de Interés” por la cámara de Diputados de la Prov. de Bs. As. y también por el Concejo Delibe- rante de Alte. Brown. Cristina edita un suplemento de Cadatanto con repercusiones de la 15ta. Feria y una curiosa estadística para tener una idea de la cantidad de personas participantes y actividades realizadas. También, para tomar conciencia de la magnitud. Algunas cifras: 47 personas asistieron a jornadas de trabajo, previas a la Feria. 35 personas vendieron bebidas. 6 personas, más Pepe y Mario, atendieron las parrillas. 7 personas vendieron helados. 20 personas atendieron las cajas. 22 personas armaron la exposición. 242 personas rotaron en turnos por los stands de la exposición. 12 personas realizaron custodia y vigilancia. 5 personas tuvieron a cargo la contabilidad. 2 personas hicieron la locución. 5 personas fueron traspuntes de actuación. 7 personas cambiaron las escenografías. 3 personas coordinaron el espectáculo. 3 personas apoyaron en cabina de audio. 4 personas estuvieron en la recepción. 178
3 personas cuidaron en la guardería. Se comieron en sándwiches: 1500 churrascos. 1500 chorizos. 1400 hamburguesas. También se despacharon: 150 kg de papas fritas. 1600 empanadas. 2500 vasos de gaseosas. 2400 helados. Números curiosos: 835 personas subieron al escenario para actuar. Los alumnos usaron: 1830 metros de puntilla. 560 metros de cintas. 2450 metros de tela. Se bordaron más de 400.000 lentejuelas. Los alumnos confeccionaron más de 500 máscaras. Colaboración de Embajadas: 0 Se vendieron remeras con motivos autóctonos para llevar la cul- tura a la calle a $20 las dos unidades. Al encontrar su espacio físico definitivo, todo comenzó a ser más tranquilo. De aquellos grandes cambios que vivieron las primeras Ferias, tal vez, se extraña el vértigo que proponían, cada año, sus constantes desafíos. La Feria encontró su lugar, enmarcada con las ramas de los sauces llorones que la acompañaron muchos años y hoy extraña su verde y vivo marco natural. EL LUGARCITO QUE NO FUE En 1990, el jardín Mi Lugarcito y ADEC comienzan a estudiar la posibilidad de que el nivel inicial tenga su lugar propio. El jardín funcionaba en las aulas de lo que hoy es la planta baja del Secundario que no habían sido creadas para el Nivel Inicial. 179
Como siempre, directivos y docentes del jardín consignan las necesidades para el desarrollo funcional de sus actividades y se le pide un proyecto a Miguel Tiritilli. El proyecto presentado consideraba en la planta baja: dos enormes aulas, administración, depósito, dos baños amplios y una cocina. Subiendo la escalera, en la planta alta se proyectaban: dos aulas más, una sala que se destinaría a experiencias vinculares pensada sin mobiliario (solo con alfombra y almohadones), baños auxiliares, preceptoría, otro depósito, un espacio cubierto e iluminado al que desembocaban esas tres salas, terraza y una amplia sala-taller de 10 x 5 metros destinada a todas las activida- des referentes a las escenografías de las ferias que se conectaría con la zona destinada al escenario de la misma. ¡Un taller exclu- sivo para el Arte! ¡Ah, qué hermoso proyecto! Mientras una pequeña escuelita soñaba con construir, un terrible conflicto bélico. La llamada Guerra del Golfo comienza una destrucción. Dicha guerra se inicia el 2 de agosto del 90 y, tal vez por la intervención de fuerzas de coalición autorizadas por las Naciones Unidas y liderada por EEUU o porque “algo” querían ocultar o trasmitir, todo el día aparecían las batallas por la televisión. Era como un Mundial de Fútbol y ni los chicos escapaban de sus resonancias. Así que, como se proyectaba el inicio de la obra al otro día de finalizadas las clases, Cristina, como directora del jardín, advirtió a los padres para que no vinieran al establecimiento con sus chi- cos porque el espectáculo que verían sería muy parecido a la gue- rra que trasmitían a diario en las noticias. Y no estuvo desacertada porque al levantarse los techos de cana- lón y comenzar a romper para construir las enormes zapatas de cada columna y los respectivos encadenados, la destrucción fue casi total. Parecía que la Tormenta del Desierto de Irak había llegado a Burzaco. Otra vez el equipo docente había tenido que embalar con los chi- cos los materiales del jardín y trasladar, ya el primer día de vacaciones, todos los muebles al gran salón. 180
Era muy complicado y, además había que controlar que todo se hiciera aceleradamente porque al primer día de clases la zona ya debía tener el techo sumada la escalera que conectaría con el futuro primer piso. Las lluvias, además de convertir todo en un barrial, complicaron el trabajo. Finalmente se llenaron las bases y columnas, y el 20 de febrero se llenó la losa del techo en una jornada de 12horas corridas. Faltaban apenas unos días para co- menzar las clases y todavía quedaba elevar las paredes anteriores hasta la altura de la losa, revocar, recomponer los pisos y luego sacar todos los escombros, cepillar las paredes, pintar. El equipo de maestranza, directivos y docentes del jardín tuvieron a su cargo la limpieza, el volver a mudar los mobiliarios y materiales, colgar cortinas, ambientar y volver a dar pulcritud y calidez a las salas. La Inspectora asistió el primer día de clases porque estaba en conocimiento de la construcción. “Yo sabía que Uds. iban a poder”. Alfredo, que era presidente de ADEC en ese momento, dijo, en la apertura del período lectivo: “No hemos hecho un techo sino un piso” con esa visión futurista que tenía siempre. Él había sido presidente en los períodos en que se edificaron el primario y el primer piso del jardín y apoyó fuertemente la creación del secun- dario. Tenía un profundo compromiso con la institución, adminis- traba sabiamente sobre todo en aquellas épocas inciertas en la economía del país y cortaba sus vacaciones viajando ida y vuelta en el día para controlar la marcha de la construcción. Siempre decía: “en Educación no hay gastos, hay inversiones”. Entre el 89-90, cuando la hiperinflación viajaba hacia el 3000% anual, Alfredo llegaba bien temprano a la escuela y le preguntaba a la secretaria Vilma cuánto dinero tenían en caja. Ella se resistía a darle el dato porque lo estaba guardando para pagar a los docen- tes, pero finalmente accedía. Entonces, se sentaba al teléfono y llamaba a todos los corralones buscando en mejor precio del día (los precios variaban en el transcurso de horas). A quien cotizaba más bajo le encargaba los materiales y salía rápidamente a pagarle. Si era hierro, lo hacía guardar en la terraza ni bien lle- gaba; si era perecedero, se lo dejaba al corralón haciéndole firmar 181
una nota de entrega para la fecha en que se iba a usar. Luego volvía al teléfono y llamaba a algunos padres ya detectados por él: les pedía si podían adelantar la cuota del mes siguiente. Así, reunía otra vez el dinero para pagar a los docentes. “Ya está viniendo la plata para las chicas” le decía a Vilma. Ese agotador trabajo diario le permitió financiar las obras que pudieron hacerse en una de las peores épocas del país en materia económica. Meses más tarde de iniciadas las clases del 91, le llega al jardín una resolución ministerial que prohibía que los jardines de in- fantes tuvieran planta alta. ¡Todo el proyecto se desmoronó! Y, entre lágrimas y decepción, se dice adiós al sueño de un jardín con una merecida infraestructura de avanzada. Mi Lugarcito volvería más tarde al salón y esta parte sería ocupada por el secundario. MI LUGARCITO TIENE SU LUGAR Pero todo llega, aunque haya que esperar casi veinte años. Recién en 2009, se comienza a edificar el espacio propio de Mi Lugarcito. Compraron el terreno vecino al salón que, años antes, su dueño prestara para esparcimiento de los chicos y para la realización de algunas Ferias. El vecino, con buen tino propuso a la institución su venta antes de dárselo a una inmobiliaria. La posibilidad de la construcción se debió a que, por primera vez, la institución tuvo acceso a un crédito en un banco oficial y esto debido a una larga gestión llevada a cabo por FECEABA (Federa- ción de cooperativas y entidades afines de enseñanza de la prov. de Bs As) de la que ADEC es miembro. Después de muchos años de lucha, esta entidad logró que el Mrio. de Educación de la provincia reconociera que había otro tipo de instituciones educativas que no encajaban en la clasificación de Privadas – Estatales: las instituciones de Gestión Social como comenzó a llamarse a los numerosos establecimientos que no persiguen fines de lucro. Logró también que, a través de un programa llamado “Fuerza Solidaria”, ADEC obtuviera el crédito, con tasas muy 182
diferentes a las de los bancos privados, para la construcción del jardín. Así, Mi Lugarcito cuenta hoy con un edificio funcional, con aulas amplias e iluminadas, salón interno, dirección y preceptoría, baños para los chicos, baño para el personal y hasta una kitchinette, todo con aire acondicionado, patio y parque. En ese terreno, que había usado la escuela hasta 1992, Chola había plantado un sauce que ya daba profusa sombra cuando el dueño lo volvió a ocupar. El sauce fue cortado hasta casi su base y quemado. Pero cuando se comenzó a construir el Jardín los dioses protectores de los árboles lo hicieron crecer otra vez y en poco tiempo ya estaba dando su sombra benefactora a los nuevos alumnos. ¿Habrá ido Cholita a buscarlos para que produjeran ese milagro? EL PROYECTO NUEVA CULTURA, PNC Como ya se contó antes, en 1989 se comienza una experiencia piloto en el jardín con un grupo integrado por niños de tres, cuatro y cinco años. Las observaciones pedagógicas de la experiencia y sus logros satisfactorios permiten obtener la autorización para continuar en los años subsiguientes contando con el seguimiento técnico del equipo docente y también con la supervisión de las inspectoras de turno. A partir de las formas de trabajo que se basaban en la observación minuciosa de estrategias que rendían mejores resultados y de las que no resultaban satisfactorias, se fue evolucionando. Siempre creyendo firmemente en el respeto por la diversidad, continuaron con la nueva experiencia. El equipo fue observando los beneficios de la integración equitativa de niños de tres, cuatro y cinco años abocados a trabajar y a jugar juntos. Un equipo directivo que investigaba constantemente y un grupo de docentes, orientados a diario, llevaban a cabo la propuesta con observadores externos. Éstos eran docentes del primario o profesionales amigos que asis- tían a una jornada y constataban todas las vivencias participando 183
luego del grupo de intercambio. El equipo docente informó a los padres y respondió a sus dudas; como entendieron los objetivos, todos apoyaron. El seguimiento era registrado por el DIC también de manera audiovisual: filmando situaciones áulicas y sacando fotos. Este material le permitía realizar encuentros con los padres donde se lo proyectaba en una pantalla explicando el sustento pedagógico del floreciente proyecto. Cristina socializó las experiencias del jardín con la dirección del primario. Ésta auspició que sus maestras comenzaran a presenciar las ricas interacciones del nivel inicial. La pregunta era: ¿una diferente agrupación de alumnos en el primario no traería apareja- dos los mismos resultados? Norma y Elba recordaron las valiosas experiencias de los primeros años con alumnos de distintas eda- des agrupados en un solo curso. A quienes venían investigando en el jardín no le cabían dudas que la experiencia en el primario sería positiva. Cualquier interacción que se sostenga en las diferencias compartidas, lo era. Pero era necesario que la pre- gunta se ha hicieran los mismos docentes. El equipo de investigación se amplió. El primario comenzó a hacerse sus propias preguntas y a buscar respuestas sustentadas en investigaciones formales de diferentes pedagogos; corrió bibliografía variada y contundente. Cuando el ciclo primario se sintió seguro, comunicó a sus padres la puesta en marcha del PNC para el próximo año. Informó a la superioridad: inspectoras y Jefatura de Región. Elevaron la documentación correspondiente que a su vez se trasmitió al Ministerio de Educación de la Provincia de Bs. As. Realizaron numerosas reuniones de padres para satisfacer todas las preguntas y eliminar los fantasmas, entre los cuales aparecía “cuál sería el comportamiento de los chicos más grandes respecto a los menores”, o, si éstos no se “atrasarían” en sus contenidos. Las nuevas experiencias siempre traen aparejadas expectativas, pero el éxito también depende de una profusa información y una muy buena predisposición de toda la comunidad educativa. Finalmente se logró. 184
Para 1992, la institución educativa había cambiado totalmente. Los beneficios del PNC se veían hasta en los recreos donde la interactuación de los alumnos era más rica, natural e integradora. Llevaban un registro pormenorizado de todas las acciones y compartían tanto dudas como resultados. Buscaban respuestas nuevas a vivencias nuevas; todo se vivía con clima de fiesta. Hasta habían redactado un cuestionario que los padres debían ir completando mientras observaban la conducta de sus hijos o rescatando comentarios de los mismos. La escuela siempre había fomentado que los alumnos se reunieran en casas para buscar material o indagar sobre algunos temas; esta situación permitió que los padres verificaran la forma en que se relacionaban los chicos y quedaran sorprendidos de su interacción. En unos meses, los padres eran los más fervientes admiradores del proyecto. Se había hecho un replanteo del Currículum asociando temáticas y estableciendo hilos conductores que permitían circular por contenidos en un espiral ascendente según capacidades o inquie- tudes. El aprendizaje no se encasillaba sino que se le ofrecía una rampa ascendente que podía caminarse con distintos ritmos. El trabajo intelectual fue arduo pero las satisfacciones fueron infinitas. El PNC era realmente una propuesta superadora, era encontrarse en las diferencias. ¿Imaginan un mundo donde desde chiquititas las personas sepan convivir con las diferencias y se empode- ren con sus intercambios? Cuando le buscaron el nombre al proyecto, pensaron que, si todas las sociedades aprendieran a trabajar sus diferencias y sacarles provecho, establecerían relaciones benéficas y enriquecedoras, como las que se daban ahora en las aulas. Entonces se decidió llamarlo: Proyecto Nueva Cultura. “Raíces y alas, pero que las alas arraiguen y las raíces vuelen”, había dicho Juan Ramón Jiménez y Cristina propuso la misma frase para anunciar el PNC. A continuación, fragmentos del proyecto tal como fue escrito para que formara parte del libro “Patrimonio Cultural y Diversidad Creativa en el sistema Educativo”, que, en 2006, compilara la Lic. 185
Leticia Maronese quien en un Congreso sobre Diversidad Cultural al que asistiera Cristina, se interesó por la experiencia llevada a cabo en los tres niveles de la institución. Decía así: “El llamado por nosotros Proyecto Nueva Cultura (PNC) propuso “una forma distinta de agrupación áulica puesto que sostenemos la integración de alumnos de diferentes edades cro- nológicas y distintos niveles de aprendizaje, compartiendo la aventura del conocimiento; juntos, en una misma aula, con un coordinador docente y durante el año lectivo”. ¿Es esto un trabajo en talleres? No. La experiencia supone la integración continuada de un mismo grupo de alumnos hete- rogéneo, con diferentes características, guiados por un docente calificado, con el sostén de un Plan Institucional y un equipo pedagógico compacto y solvente. ¿Era esto un capricho, una postura snob? No. Esta experiencia se sostenía en sólidas posturas. Veamos: GENERALIDADES. Cuando debemos definir qué es un niño, cómo es, o cómo aprende, nos encontramos tironeados por varias y disímiles propuestas. Hoy sabemos que la respuesta a esas preguntas exceden los límites de la psicología evolutiva y se extiende a otros campos teóricos, ya que “conocer y comprender a un niño implica dar cuenta tanto de la compleja trama constitutiva de su singulari- dad como de las relaciones que establece con los demás”. De lo que sí estamos seguros es que no madura “en el vacío”, sino en una cultura y en un tiempo histórico concreto y real... ¿y qué mayor realidad que lo heterogéneo del mundo en que nos toca vivir y de sus relaciones? Visión del Hombre: La naturaleza, el cosmos y, entre ellos, el hombre, no se conforman de manera uniforme, lineal, unívoca. La variedad de las especies, sus comportamientos diferentes, los aportes de los individuos permiten el enriquecimiento de las formas, aseguran la evolución, permiten el equilibrio, sostienen 186
el crecimiento. La escuela convencional sostuvo siempre una forma de ense- ñanza o de adoctrinamiento a contramarcha de la vida misma. Ninguna situación en la vida de ningún ser humano se realiza con seres en idénticas condiciones. El vivir implica cambios constantes y abordar realidades variadas con gente variada. Solo la escuela se ha empeñado en que se “aprende” más si se está con personas de igual edad. Visión del conocimiento: La escuela tradicional sostiene un sistema lineal, acumulativo, en el cual los docentes “dan” los temas que “deben” saber los alumnos de determinada edad. Éstos memorizan estas informaciones a las cuales el docente “agrega” otras que continúan a las anteriores. Si alcanzar un conocimiento fuera tan sencillo como llenar un buzón, los sistemas educativos no tendrían por qué fracasar, como sucede. En los últimos años se ha venido demostrando que el conoci- miento, ampliando lo que decíamos más arriba, se construye y que esta construcción es “armada” por el alumno en forma individual, creativa y con acciones mentales totalmente perso- nales e intransferibles; que es necesario actuar sobre el conocimiento para hacerlo propio. Las categorías del conocimiento están relacionadas unas con otras y nuestra propuesta de grupos heterogéneos permite que los caminos del saber se puedan transitar, desandar, enrique- cer, complementar individualmente y con los otros y pueden hacerlo cuantas veces lo necesiten. Nuestros planes se repiten en espiral y abarcan y retoman los diferentes grados de dificultad de un conocimiento permitiendo que cada alumno se incorpore y maneje el estímulo y la energía del grupo y lo combine con sus propias necesidades. Visión social: El desarrollo humano se adquiere y ejerce en todo tiempo y lugar (familia, escuela, trabajo, jardín de infan- tes, salidas, grupos de amigos, clubes) y es en estos ámbitos que 187
los niños encuentran los recursos necesarios para aprender. Por lo tanto, es muy claro que no podemos homogeneizar la educación. No podemos olvidar que uno aprende mucho más de las diferencias que de las igualdades. Hoy la vida está plagada de sinsentidos, cuya primera causa es la incomunicación y la desvalorización del otro como ser humano al que se debe respe- tar y con quien se debe convivir. La crisis ha movilizado a la UNESCO quien viene celebrando desde 1997 encuentros con científicos, filósofos, creadores y dirigentes del mundo entero en los cuales se debate el aprove- chamiento compartido de los conocimientos, los intercambios entre culturas diferentes y la preservación de la diversidad cultural, dice el secretario de la UNESCO. Prevalece la incapacidad de alcanzar consenso, comprensión y compromiso. En el PNC, nuestros chicos no comienzan ninguna tarea sin antes acordar qué quieren, para qué lo quieren, cómo lo piensan realizar y analizan las diferentes propuestas y viabili- dad. Entretejen así los propios saberes en un ámbito de trabajo solidario y de colaboración. Los grupos heterogéneos permiten el desarrollo de estructuras cognitivas cada vez más complejas, porque también se permite una continua reorganización, partiendo de las modificaciones individuales de cada uno de sus integrantes, enriquecimiento cuyo alcance es siempre mayor a la suma de las partes. El PNC promueve el intercambio del capital cultural que cada niño o joven trae, para mejorarlo, ampliarlo o reformularlo, aspirando a que ese conocimiento se transforme en “patrimonio colectivo”. Todos estos años de experiencias han demostrado que “la in- teracción continuada de alumnos de diferentes edades cronológicas y con diferentes niveles de aprendizaje, enri- quece las relaciones interpersonales y potencian ilimitados aprendizajes individuales y grupales a través de la participa- ción activa”. Este trabajo cooperativo brinda la oportunidad de crecer social, analítica y conceptualmente, pues resolver problemas 188
con otros exige que los alumnos investiguen, exploren, expli- quen, desafíen, modifiquen, interpreten y comuniquen sus ideas con eficacia, además de desarrollar la independencia y la autoestima. Proyecto Nueva Cultura: El PNC propone traer la vida al ám- bito escolar, recrear la situación social desde la heterogenei- dad, tal como la vida nos la presenta y desde la potencia generadora de sus fuerzas, proyectar al alumno hacia el conocimiento de sí mismo, de los otros y del medio con el cual convive, del cual debe ser custodio y de los valores en su dimensión proyectiva (¿qué tal nuestros alumnos en la Cumbre de los Pueblos?). Solo así, desde su yo individual y su yo social, en una postura ecológica con el mundo, surgiría el hombre del futuro; él podrá ir a su encuentro que, aunque sea tormentoso o plácido, lo encontrará preparado para confiar en sus fuerzas, sus conoci- mientos, sus creencias y las del grupo”. Hasta aquí parte de lo que escribió Cristina para el mencionado libro. En 1991, se venía discutiendo la creación del secundario y, en el 92, en reunión de CD, se propone a Graciela para el cargo de directora, una mamá profesora de Lengua y muy identificada con la institución, lo mismo que su marido, que acepta halagada. También se perfila la posibilidad de un Terciario para aprovechar el edificio en horas vespertinas. Ese tema, siempre se comentaba en las reuniones puesto que una construcción tan cara debía ofrecer la mayor cantidad de beneficios a la comunidad. Inicial- mente se piensa que ambos niveles funcionen en ese turno. Ante el crecimiento institucional, ADEC propone una conducción pedagógica coordinadora de los cuatro niveles y armonizadora de cada proyecto específico con el Proyecto Educativo Institucional. La CD decide que Cristina asuma el cargo de la Dirección General para cumplir esa función. Graciela rápidamente se incorpora al equipo directivo con el fin 189
de ir armando el proyecto del secundario incorporando los con- ceptos del PNC. Aprovechando tanta reflexión en el aspecto pedagógico, replan- tean el Proyecto Educativo Institucional incorporando los concep- tos de las últimas y valiosas experiencias. A partir de allí, la Dirección General, DG, también comienza a propiciar reuniones de los tres niveles (el terciario se seguía est- udiando) para realizar una presentación formal del PNC ante las autoridades del Ministerio. Aspiraba que fuera reconocido como una modalidad y no solo como una experiencia piloto. Así, co- mienza a organizar toda la investigación bajo las formas exigidas por el Ministerio. Esta labor demanda horas y horas de trabajo durante meses, en la escuela y en reuniones de sábados en las casas. Incorporaron a las investigaciones, cientos de encuestas realiza- das a padres, alumnos, docentes y observadores externos que eran examinadas, cuantificadas, volcadas a informes e integradas a las últimas conclusiones. El trabajo final comprendía las siguientes partes: introducción, pro- puesta, hipótesis de trabajo, objetivo específico del equipo de trabajo, cómo surge a iniciativa, marco referencial, marco teórico, acciones realizadas para la verificación de la hipótesis, instrumentos e interpre- tación de los datos obtenidos, conclusión, fundamentos básicos de la heterogeneidad, qué nos proponemos para las experiencias futuras, bibliografía y un apéndice compuesto por el texto del Proyecto Educativo Institucional que se había replanteado en 1991 y estudios sobre modificaciones del currículum. El trabajo fue presentado direc- tamente al Ministerio de Educación, a su requerimiento, dando lugar al Expte. Nº 5801-1.749.474/93. En una de sus partes decía que, de acuerdo a sus fundamentos básicos, la heterogeneidad, PNC: Promueve nuevas formas de convivencias en el ámbito escolar que proporcionan elaboraciones más rápidas y reales de situaciones problemáticas o conflictivas. El interjuego de experiencias energizan promoviendo nuevas conquistas. 190
Reafirma la integralidad. La vivencia de situaciones nuevas suscita esfuerzos, potencia aptitudes, genera aprendizajes ilimitados tanto en alumnos como en docentes y directivos. Las variantes innovadoras permiten satisfacer las posibilida- des del yo. Brinda a los niños y jóvenes una fluida acomodación y desacomodación en una constelación social real. Otorga la posibilidad de jugar con el cambio, de transformar las cosas en el marco claro y contenedor de las pautas y condiciones del sistema. Como sistema nuevo, desafía la capacidad de realización tanto en el alumno como en el docente. Permite un constante cuestionamiento de los proyectos de aprendizaje que se realizarán en conjunto puesto que la variedad otorga la posibilidad de diferentes aportes y criterios. Desde lo personal despliega el propio ser. Cobija y pone en contacto distintas facetas de un mismo tiempo (niñez o adolescencia, según el nivel) que así se implican y entrelazan. Mantiene la constante imagen de un todo construido con la riqueza de lo diferente, basamento de la conciencia. Favorece una actitud fluida y positiva frente a la situación de conocimiento. Posibilita reciclar conocimientos desde nuevas posturas. Concreta en forma permanente la situación de recuperación, integración y profundización favorecida por los abordajes he- terogéneos ante el objeto de conocimiento. Al formarse grupos de instrumentaciones heterogéneas se facilita un intercambio más comprometido con la situación de homogeneización que implica la tarea común. Las inspectoras de cada nivel evaluaban el proyecto en las visitas, pero, la Jefatura de Región designó a una inspectora, Perla Calvet, para que hiciera el seguimiento integral de la experiencia en toda la institución elevando, luego, sus informes a la superioridad. 191
Perla asistía con la correspondiente exigencia técnica, pero disfrutaba del trabajo que le habían encomendado El reconocido pedagogo Jorge Hansen, enterado de la “movida” que estaba produciendo el proyecto, visitó la escuela y se quedó durante los dos turnos; concurrió a las aulas, participó de las experiencias y admiró su resultado. Al finalizar departió casi dos horas con los directivos y, antes de irse, regaló uno de sus libros con la siguiente dedicatoria:” A mis colegas de la Escuela Lati- noamérica con las que he compartido una gratificante jornada de diálogo profesional” Junio, 1992. El Proyecto Nueva Cultura fue “presentado en sociedad” con convocatoria no solo a la comunidad educativa, que ya lo conocía, sino a autoridades, fuerzas vivas y establecimientos de la zona. En ese acto, expusieron sintéticamente el mismo y a su vez comunicaron la creación del Secundario. 1992-1993 fue el período en que toda la institución había alcanzado su mayor potencial, no solo en el plano intelectual sino también en el de las relaciones humanas. No se alcanza tal nivel de excelencia educativa y un proyecto renovador, si toda la comunidad educativa no lo acompaña, lo cobija y lo defiende. Fue una época de oro. En 1993 el PNC sigue empoderándose. Los padres se muestras satisfechos no solo de los logros de sus hijos sino de la relación que éstos tienen con sus compañeros de aula; ellos mismos la verifican cuando se reúnen en las casas para investigar o buscar material (por ejemplo, en un grupo interactuaban chicos del 1º, 3º, 5º y 7º de los grados convencionales). Nace el Secundario también con un grupo heterogéneo. La escuela tuvo la noticia de la llamada “escuela no graduada”. Las directoras las fueron a visitar para conocer su funcionamien- to. Pero no era lo mismo. Se llamaba así a una experiencia que practicaban algunas escuelas comunes: tenían un grupo de alum- nos de diferentes edades que repetían el grado y se los juntaba en un aula con una docente que trabajaba con el fin de que cada alumno superara el inconveniente que había tenido; al lograrlo, volvía a su grupo original homogéneo. Era solamente un breve 192
período de estadía y no interactuaba con sus compañeros de sala. Para el PNC, era fundamental la consecución del grupo, su inter- acción y el compartir conocimientos activados desde diferentes miradas. Además, el PNC estaba sostenido por un fundamento si se quiere filosófico: la integración de las diferencias. ¡Cuán distinto sería el mundo si se enseñara desde niños a con- vivir y enriquecerse con las diferencias! Entrado el año, la escuela recibe la visita de un miembro del Con- sejo General de Educación y Cultura de la Pcia. de Bs As (visita requerida por las escuelas reiteradas veces). Recorre las insta- laciones sin detenerse en la observación de las actividades de los alumnos, parecía que había venido a saber si existía la escuela más que a constatar la forma de ejecución del proyecto. El 19 de agosto del 93, ese Consejo responde al expediente cues- tionando más los aspectos de la presentación del proyecto que el proyecto en sí puesto que propone el “rediseño” del mismo. Dice: “para lo cual podrán contar con el asesoramiento de la comisión de Planes y Programas” del Ministerio en cuestión. Lo cierto es que nunca conectaron a la escuela con dicha comisión; tampoco consideraron los argumentos que todo el equipo directivo expuso en una entrevista otorgada por todo el Consejo. También hicieron oídos sordos a una gran delegación de padres que, de forma autogestiva y en micro, llegaron al Consejo en La Plata solici- tando la reconsideración del PNC puesto que ellos verificaban y avalaban su eficiencia. El Consejo dejaba en suspenso la experiencia en jardín sin desau- torizarla. En cambio, desaprobaba la consecución para el año próximo en el primario y secundario. Sí, autorizaba realizar “al- gunas experiencias esporádicas”. Los directivos desecharon esa opción porque era la continuidad la que daba sentido a la experiencia. La frustración fue muy grande; no solo porque el orgullo profesional de todo el equipo docente se sentía agredido sino, sobre todo, porque privaban a los alumnos de una experien- cia que ponderaba sus capacidades y permitía tantas diversas formas de relación. 193
Después, los directivos se enteraron de que, para 1994, se pondría en marcha la llamada Reforma Educativa y la experiencia hetero- génea del PNC no condecía con la misma. Dicha “reforma”, copiada de España donde había dado funestos resultados, tenía una fuerte inspiración neoliberal. Ofrecía “inclusión” aunque lo que realmente propugnaba era la satisfacción más inmediata de demandas de nuevos sistemas de producción. Los niveles inicial y primario “serían apenas un lugar de asistencia y contención del desorden social” según las críticas que también formulara CLACSO. Los valores estaban vinculados con la lógica del mercado y la asignación de recursos estaba considerada con crite- rios de eficacia y eficiencia en función de la evaluación de los resultados. Nada más lejano a los objetivos del Proyecto Nueva Cultura. Así que, en 1994, hubo una vuelta “forzada” a los grupos tradi- cionales por edad, en primario y secundario. La Ley Federal de educación trastocó toda la organización, cambió los ciclos escolares y dejó a la institución haciendo el duelo por todo lo perdido. Solo el jardín pudo seguir con sus salas heterogéneas que, muchos años más tarde el Ministerio las aceptaría llamándolas Salas Multiedad pero sin los fundamentos sostenidos en el PNC. Al finalizar 1994 los alumnos de 7º seguirían en un mismo ciclo, llamado EGB, Escuela General Básica, hasta 9º. A éste le seguiría un ciclo de tres años llamado Polimodal. Pero los tres grupos del Secundario, llamado “residual” (horrible nominación), seguirían con el mismo régimen mientras fueran egresando. Pero las escuelas no bajaron los brazos. Hicieron contacto con la Universidad de Lomas de Zamora y lograron que ADEC y su Facultad de Ciencias Sociales firmaran, el 23 de septiembre del 94, una carta de intención por medio de la cual “se comprometían a realizar actividades en común en áreas de mutuo interés y coordinar tareas que emanen de la siguiente carta” designando a un licenciado por parte de su Centro de Estudios y a Cristina como representante de ADEC. La idea era que, a través del Centro de Estudios de dicha Facultad, se pudiera reformular el PNC 194
buscando la forma para que fuera aceptado por el Ministerio. El decano de la Facultad y el licenciado designado asistieron a la escuela y organizaron un plan de trabajo llevándose a su vez una copia de todo el trabajo de investigación. En el Convenio Marco acordado entre la UNLZ y las escuelas, esta universidad, habiendo leído los documentos del PNC decla- raba “que los mismos contienen valiosas consideraciones y posee información que justifican holgadamente la conveniencia de preparar una propuesta de trabajo conjunto que admita contras- tar, en terreno, hipótesis que permitan rechazar o validar una experiencia pedagógica de singular significación”. Y propone encarar de manera conjunta “la construcción de un Marco Teórico, Identificar problemas científicos en juego, construir Hipótesis y realizar los diseños exploratorios, descriptivos y explicativos en una secuencia temporal de tres cursos lectivos”; para ello designa a la Dra. en pedagogía Nora Emilce Elichiri, en Epistemología de las Ciencias al prof. Antonio López y en Metodología de la investigación al Prof. Juan A Samaja, comprometiendo además a sus cuadros técnicos. Pero al año siguiente, cuando deberían comenzar los intercam- bios, el decano y los profesionales convocados fueron removidos y las siguientes autoridades no prestaron atención al acuerdo. También la Ley Federal de Educación extendía su largo brazo autoritario a las universidades y a su gente. La misma trastocó toda la organización, cambió los ciclos esco- lares y dejó a las Escuelas Latinoamérica haciendo en duelo por todo lo perdido. Hasta el año 2006 se llevaron a cabo experiencias ocasionales de un día para que los chicos no olvidaran su riqueza. Aquí, las opiniones de los alumnos del ciclo primario que participaron del 18 al 22 de octubre de 1991, de una de las experiencias piloto que se realizaron antes de implementarlas durante todo el ciclo lectivo a partir de 1992: “Estuve muy cómoda porque a pesar de que son hinchas siento que es mejor que estar con todos de la misma edad. Me encantaría que esto se haga otra vez, pero no una semana 195
sino todo el año. Es muy cómodo; con los chiquitos también estuve bien. Creo que fue lo más lindo de mi vida”, Ana Laura, 4º. “Me sentí muy bien y me gustaría volver a hacerlo de vuelta; me gusta trabajar con los más chicos y también con los de mi edad”, Mariela 6º. Estoy contenta de hacer la experiencia con los chicos de otros grados, me gustaría hacerlo el año que viene; aparte aprendí muchas cosas”, Melisa, 2º. “Todos juegan conmigo y los de sexto, juegan con todos”, Federico 2º. “Para mí, ésta fue una experiencia rebuena y redivertida; me gustaría seguir así todo el año”, María Belén. “Me sentí cómodo con los chicos, ayudé a los más chicos y me gustó mucho la experiencia. Me gustaría que siga”, Esteban. “Me gustó mucho la experiencia, estaba con chicos muy inteligentes y nos podíamos ayudar. Trajeron mucho mate- rial, trabajamos en grupo e intercambiamos opiniones sobre lo que trabajaríamos”, Norberto, 6º. “Me gusta mucho porque todos podemos dar opiniones y trabajar juntos. Todos aportamos ideas, me gustaría seguir así. ¡Qué lástima que nos dieron solo una semana!”, Ingrid. “Me gustó ver cómo los chicos se divertían y todos se ayudan sin problemas”, Gonzalo. “A mí me parece que así es mejor, porque los chicos chiquitos se integraron a los más grandes y los grandes a los más chiquitos. Me gustaría seguirlo. Aparte jugamos juntos, estudiamos juntos, trabajamos juntos”, Vanina 11 años. “Es lindo estar con nuevos compañeros, es como si empezaras el año. Hay nuevos compañeros para disfrutar con ellos; …son mayores y menores pero siempre aprende- mos cosas. ¡Es lindo estar con una persona que sabe! ¡Nunca los olvidaré! Ana Paula. Algunas de tantas opiniones salieron en la revista Cadatanto y todas quedaron archivadas como documentación testigo. 196
En la Cadatando Nº 45, la Srta. Sara, observadora invitada, cuenta una de sus observaciones: …He observado el respeto que existe entre ellos (los alumnos), el poder realizar trabajos y también la elección de diversos temas en los que todos participan, desde el más pequeño hasta el más grande; todos tienen el mismo derecho de elegir y dar su opinión, su voto. El tema elegido es aceptado y trabajado por todos, aun cuando no sea el preferido por algunos del grupo (la minoría). Cada grupo, integrado por distintos niveles, se organiza y reparte las actividades a realizar; todos aportan algo, en conjunto investigan y buscan diferentes fuentes de información, desde libros hasta los comentarios que aportan los mismos padres desde sus casas. La curiosidad del más pequeño obliga al grupo a realizar cambios, a buscar nuevas informaciones. Cada inquietud los va llevando a realizar trabajos más amplios y a la vez más enriquecedores, adquiriendo nuevos conocimien- tos que van asimilando a los anteriores, reforzando de esa manera las estructuras de conocimiento. Como surge de ellos, se ven motivados, lo cual facilita aún más el aprendizaje; ya no es una imposición a estudiar sino es el querer por sí solos informarse e investigar. Todo conocimiento interiorizado, sin dudas, será utilizado y puesto en práctica en otras situaciones. El aprendizaje se da a través de la actividad y no en forma pasiva. El que aprende debe ser partícipe, protagonista y no un simple receptor y acumula- dor de informaciones expuestas por el docente. También se comparte la protesta de una de las maestras, la Srta. Paula, que hace suyo el sentimiento de todo el equipo de docentes al enterarse de la negativa del Ministerio a la consecución del PNC: “A veces uno se encuentra en esos momentos en que no solo arregla papeles “viejos” si no que disfruta de leerlos y de poder recordar situaciones pasadas. Fue así que me topé con una canción de Silvio Rodríguez que dice así: “El que tenga una 197
canción, tendrá tormentas / El que tenga compañía, soledad/. El que siga buen camino, tendrá sillas/ Peligrosas que lo inviten a parar…”. Sentí, al releerla que muchos de nosotros habíamos encontrado una hermosa canción para cantar, que nos sentíamos en compañía, juntos y que teníamos un interesante camino por recorrer. Estábamos felices, contentos y también un poco cansa- dos, pues esto de cantar una canción nueva, de convivir de otra manera y de seguir un camino diferente, no fue fácil. Pero aquí nos encontrábamos, sabiendo que era posible. Pero hoy nos encontramos sabiendo que NO nos dejan que sea posible. Hoy llegó la tormenta, estamos solos y el camino se nos llenó de sillas que nos invitan a parar, a no seguir. Y la bronca y la indignación es mucha, pues esas sillas hoy se llaman “igno- rancia”, “impunidad” y “poder”. Pero bien sabemos que esa bronca es traducible, por eso pienso: —Para algo tendrá que servirnos el cambio, ¿no? Vamos a intentar luchar por lo que creemos que hay que luchar. No debemos preocuparnos si cuesta un poco al principio, porque lo importante es que: “vale la canción buena tormenta/ Y la compañía vale soledad/ Siempre vale la agonía de la prisa/ Aunque se llene de sillas la verdad”. Paula Estas palabras se compartieron también en la Cadatanto Nº 45. SUEÑO Y REALIDAD DEL SECUNDARIO El 6 de junio de 1987, las direcciones, junto con ADEC, realizan una convocatoria a docentes y exalumnos para conversar acerca de la posible creación del nivel secundario. Partiendo del proyecto educativo de los establecimientos existentes, se realizó un intere- sante intercambio de ideas, analizando las falencias de los secundarios tradicionales y sopesando la necesidad de dar un perfil diferente al secundario que se pretendía crear. Asistieron 198
varios docentes secundarios que eran miembros de la comunidad como así también varios exalumnos que estaban cursando su secundario en otros establecimientos. Alfredo era presidente de ADEC y delegó en Marcial, un miembro de comisión directiva, la tarea de ser nexo entre los dos grupos. La idea no tomaba alas. Fueron los alumnos que iban a egresar del primario en 1989, los que comenzaron a preocuparse por la creación del secundario. Era un grupo fuertemente consolidado y muy identificado con la escuela; eran los chicos que conformaban el grupo creador de las escenografías para las ferias y no querían dejar la institución. Instaron a sus padres para que reforzaran el pedido ante las autoridades y promovieron una encuesta consultando a toda la comunidad educativa. La mayoría deseaba ese crecimiento, pero ADEC, dadas las condiciones económicas del país, había dejado en claro su posición: la asociación no podía encarar otro proyecto puesto que tenía el jardín y el primario con sus instalaciones inconclusas y la inspección requería su finalización. Entonces se volvió a aquella comisión ad hoc para buscar posibi- lidades que no comprometieran la marcha señalada antes. Sus integrantes comenzaron a trabajar. Cristina, que había estado buscando terrenos fiscales, encontró una franja en Burzaco oeste que cruzaba una manzana (tal vez alguna vez habría sido una posible colectora de Monteverde que salía a Hipólito Irigoyen); estaba en las inmediaciones de Lupo e Italia. Llegó con el plano una noche de ensayos para la feria, lo puso en el suelo y todos realizaron una danza de buen augurio alrededor del mismo. Rápidamente, esta comisión hizo el pedido al municipio a fines de 1988 avalada por ADEC. Los alumnos comenzaron la cam- paña. Escribieron cartas al Concejo Deliberante, asistieron a las sesiones del mismo, fueron a las radios locales para presionar una decisión favorable. Pero, lamentablemente, no se pudo alcanzar un acuerdo y así se llegó a finales de 1989 sin obtener respuesta del municipio tam- poco. El grupo promotor egresaba ese año y lo hizo con la tristeza de no poder continuar en la misma institución. 199
Cuando Cristina y Alfredo asisten a la primera reunión de padres del secundario Inmaculada Concepción donde habían inscripto a su hijo, después de haber intentado en el Anexo de Nacional, ven que el director muestra, en una pantalla, el plano de un terreno que la Municipalidad les había cedido en comodato: ¡era el famoso terreno por el que tanto habían luchado los chicos, entre ellos su hijo! ¡Ellos habían tenido el apoyo de una Virgen y a la escuela Latinoamérica la Pachamama le tenía deparado otro destino! Pero no abandonaron la idea y, en 1992, retoman la decisión de comenzar el secundario. Aprovechan la movida del PNC para incorporar a las consultas realizadas a la comunidad educativa preguntas sobre el secundario. En ese camino fueron a ver terrenos puesto que también conside- raban la idea de que el secundario no funcionara en el mismo ámbito en que los chicos habían estado diez años (jardín y primario). No se descartaron casas antiguas que podían dar posibilidades de acuerdos ya sea de alquiler o compra. Las más recordadas fueron una enorme casona en diagonal Toll 1704 en Adrogué, que en los últimos años se convirtió en una señorial residencia para eventos, Villa Adrogué (estaba muy desmejorada en esos años); en la misma localidad, otra casa antigua en Castelli 1003, que tenía una cocina antiquísima con horno de barro y mesada con fogón (actualmente es un pub llamado Moebius); en Burzaco, en Carlos Pellegrini al 1100, frente a la actual plazoleta de Madres de Plaza de Mayo, una viejísima casona (todavía abandonada) que hasta tenía antiguas caballerizas; otras antiguas casas quinta al fondo de Burzaco oeste y la que parecía más potable en la misma calle Pellegrini 786, frente a los terrenos del ferrocarril. Con esta última no se pudo resolver la financiación del alquiler. Finalmente, se descarta la idea de buscar otra locación para el secundario y se barajan opciones en el ámbito que ya se posee. ADEC, ya se contó, había decidido que Cristina coordinara toda esa reestructuración. Le concede el cargo de Directora General y para aceptarlo, como también conducía el DIC, abandona la 200
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