mundo para todos es lo que puede servir de faro. Y, si lo bueno y lo justo que quiero para mí, se proyecta hacia todo el mundo…tiene que ser benéfico para todos. ¿En qué conceptos se podría reflexionar para fertilizar esa raíz? Habría que aprender a ser. Pensarnos como personas, como seres humanos en un contexto de universalidad. Tomar concien- cia de que lo que somos es el resultado de una evolución, que dentro de nosotros hay pedacitos de todos los cambios que fueron dando los seres vivos que nos hacen lo que somos hoy. Y esto que somos hoy, está interrelacionado con todos los elementos de la naturaleza cuyo equilibrio está en cada uno de nosotros. Entonces, esta maravilla de ser humano que soy hoy debe ser amado, valorado, digno. Y, en esa relación, cada ser tiene su particularidad, algo que le es propio y que conforma su identidad personal, familiar y social. Tenemos que educarnos en esa conciencia. En ese camino, cada ser humano aprenderá a hacer, a descubrir, explorar, analizar, experimentar sin dejar de lado su ser, su identidad. También, como importante exploración, cada ser aprenderá a vivir en comunidad, a sentirse parte de un todo (eso es la parti- cipación), a cooperar, dialogar, acordar, entender al otro, con- sensuar, compartir y producir colectivamente. Esto produce el equilibrio en el que debería asentarse sus acciones. Considerando todo lo anterior, aparecerá el aprender a conocer. Recién ahora, la persona podrá comprender el mundo y lo hará desarrollando todas sus capacidades para vivir con dignidad. Esas capacidades serán el sentido crítico para poder cuestionar y opinar respecto a todo lo que lo rodea impidiendo así que otros le impongan supuestas verdades. La curiosidad intelectual con la cual se nace debe estar atenta a ciertas fuerzas que persiguen intereses. ¿Qué intereses? Los que anulan la memoria, porque en ella se apoyan los pensamientos y la historia y la autonomía, que le permitirá tomar decisiones sin que otros influencien. Estos conceptos señalados conforman la raíz que será el soporte y que alimentará a nuestro niño en cuestión, a ese poderoso ser 251
humano que es el hijo, que es el alumno. Por allí circula una frase interesante que dice: “Para enseñar basta con saber; para educar hay que ser”. Los padres que puedan parar un poco, desprenderse del condi- cionamiento externo y animarse a reflexionar estos sencillos puntos que citamos arriba podrán encontrarse a sí mismos. Irán descubriendo también, que cada pequeño avance le aporta res- puestas a varias situaciones personales o familiares. Será como cuando se arma un rompecabezas cuyas primeras piezas son las más difíciles de ubicar, pero en el avance se van encontrando relaciones y finalmente las últimas se insertan solas. Las primeras demandarán mayor atención y análisis. En las siguientes, descubrirán conexiones y se excitarán. Y las últimas, que ubica- rán gozosos, darán la satisfacción de la meta alcanzada y saltarán de alegría. No importa si los brotes del árbol salen rápido, cada planta tiene su tiempo. Lo importante es que el hijo descubrirá que tiene en su casa atentos jardineros y ese será un valioso modelo a repetir cuando él sea padre. Esa familia ya estará madura para aliarse con la escuela, para emprender juntas ese camino de “jardineros”. Jardineros respe- tuosos del protagonismo que debe tener todo niño o joven en la sociedad. Padres pensantes que sean sus principales modelos. Sus reales “influencer” que pueden tocar y abrazar. Docentes pensantes, que también se constituyan en modelos a elegir y también a abrazar. Un fabuloso desafío, un desafío para encender el alma y brillar con los resultados. Y AHORA, EN PRIMERA PERSONA Soy Cristina, la autora o “escribidora” (escritora es mucho) de este libro. Y, si llegaron hasta aquí, sabrán que fui la co-creadora, junto con Norma, de las instituciones cuya historia relaté en estas páginas. 252
Les cuento que, años atrás, había tenido la idea de contar las vicisitudes y circunstancias que habían acompañado los primeros años del Jardín Mi Lugarcito, las Escuelas Latinoamérica y ADEC, pero con formato de novela y con personajes imaginarios que no correspondieran a los reales. Pero daba vueltas y no avanzaba. Tiempo después, ADEC nos invitó a Norma y a mí (ya alejadas de la institución) a una asamblea ordinaria y, a su finalización, en una ronda informal de charlas, surgieron anécdotas y hechos contados por nosotras que la mayoría de los presentes ignoraban. Ellos fueron los que dijeron que habría que escribir la historia institucional. Valoricé la idea y un tiempo después retomé lo que había comenzado a escribir y aquí está lo que mi capacidad pudo lograr. De aquel inicio, solo quedó el sillón vienés mecedor de las primeras páginas y algunos breves pasajes. Al principio, pensé solo en valerme de mi propia memoria, pero la autoexigencia me obligó a ir verificando los datos con docu- mentos, fechas e investigaciones que permitieran, a quienes leyeran este libro, ir andando un camino de experiencias que dieran soporte a la realidad actual. Si me obligué escribir en tercera persona y no en primera, fue porque esa impersonalidad, ese tratar de ver las cosas desde afuera, me permitía cierta objetividad, en especial, en lo que fueron circunstancias muy ligadas a los afectos. No sé si lo logré en su totalidad, pero quiero que sepan que hice un auténtico y gran esfuerzo. Dada esa postura, lo que me resultó más difícil fue el no poder escribir en tercera persona del plural, es decir, hablar desde el nosotros porque en toda mi historia institucional siempre hable desde el nosotros. Algunos allegados personales me “cargaban” porque yo tenía el nosotros internalizado y me decían: “Hablá de vos, aquí no estamos en la escuela”. Si aparece muchas veces mi nombre no es para “llevarme los laureles”. Lo que conté, lo hice. Pido disculpas a quienes crean que debí usar lenguaje inclusivo. Todos saben que una de las columnas de nuestras escuelas fue la 253
inclusión. Ningún alumno puede decir que haya sido discrimi- nado por sus condiciones, capacidades o elecciones. Pero respec- to al lenguaje inclusivo escrito creo que todavía le hace falta apropiación y naturalización. Y no me creí capaz de andar por esos vericuetos; así que, antigua como soy y, a la espera de que sedimente, usé el convencional hasta hoy, aunque siempre haya estado en contra del paternalismo. Y, ya hechos los comentarios técnicos literarios, quiero decir algunas cosas, ahora sí, desde los afectos. La primera es respecto a Norma, mi amiga, ni hermana por elec- ción, mi comadre, mi socia solidaria. Aunque haya sido yo quien la convocó a esta aventura o quien haya vislumbrado algunos caminos innovadores, nada habría logrado si ella no hubiera sido una parte complementaria. Primero porque mi personalidad, mi sino si quieren, mi carta zodiacal, no me permiten hacer algo sola. Cuando pienso algo lo imagino con gente, con amigos, con compañeros. También, porque considero firmemente que quien esté cerca tiene algo que aportar y, segura- mente, algo valioso. No sé si quienes compartieron espacios conmigo se dieron cuenta de cuánto me importaban sus palabras, pero aquí se habrá visto reflejado. Norma fue el brazo ejecutor; con su pregunta habría nuevos espacios, con sus reparos ponía en consideración ciertos aspectos y hasta sus dudas promovían una nueva mirada. Admito que yo soy muy loca y, cuando estoy convencida de algo, muy arrojada, muy luchadora. Así, me habrían pegado el primer tiro en un ataque. Norma nunca me invalidaba, pero, sus ideas y propuestas, me permitía completar aquello que faltaba considerar en el plan. Yo volvía sobre mis pasos y encendía la linterna sobre lo que me indicaba. Y, cuando todo estaba listo, era ella quien tomaba la bandera y peleaba para que todo saliera como se había planifi- cado. Con Norma, todo, sin Norma, nada. Y, además era inflexible. En la Escuela, el papel de la mala de la película, me tocó a mí, vaya a saber por qué. Tal vez me verían muy seria pero solo yo sabía qué cosas estaba 254
enfrentando. Pero a Norma, cuando señalaba algo con su dedo admonitor, nadie, ni siquiera yo, podía hacerla cambiar de pare- cer. En cambio, yo, aunque los demás consideraran lo contario, era quien trataba de ver otras posibilidades, de entender el motivo de algunas situaciones, de dar otras oportunidades. Cansarme a mí, era un galardón para un contrario, pero hubo oportunidades en que me cansaron, lo admito. A veces, los chicos o los docentes nos veían discutir y alguno nos llamaba la atención. Nosotros decíamos: “En las familias se discute y nadie abandona esos lazos. Dejen que los chicos nos vean reales, vivas, sin acartona- mientos. Igual, la discusión va a beneficiarlos a ellos”. No sé si estaba bien, solo que ambas éramos muy apasionadas. Que nos habremos equivocado muchas veces, sí, porque estába- mos llenas de humanidad. El convencimiento de lo que estábamos haciendo, el cariño que nos profesábamos y el respeto mutuo fue lo que jamás nos hizo separar. ¡Y, vaya si se lo propusieron! La otra persona imprescindible en esta historia fue Alfredo. Alfredo como mi pareja, Alfredo como socio, como co-fundador. Antes del proyecto de la escuela, él tenía un futuro brillante por su capacidad intelectual y su compromiso. Pero surgió aquella idea y él me acompañó, nos acompañó, y abandonó sus proyectos personales. Sin su empuje y sus conocimientos administrativos no habríamos salido adelante. Alfredo está ausente en la historia actual de la institución. Pero, la mayor parte de lo construido hasta la actualidad lo tuvo de protagonista y la impronta de un ADEC participativo y abierto estuvo en su práctica, ya como presidente, ya como miembro de la CD. Los docentes lo querían sincera- mente y los empleados no docentes de la institución lo reconocían por el respeto con que siempre los consideró. Y ya conté cómo nuestras familias nos apoyaron. Y mi hijo, a quien todas las mañanas abrazo mucho, mucho, porque no sé si alguna vez no habrá querido tener una mamá más casera, más dedicada, más relajada. Mi reconocimiento a aquellos docentes de la primera hora pues lo único que teníamos para ofrecerles era una ilusión, un sueño. Y, 255
asimismo, el reconocimiento a los docentes que después se sumaron y acompañaron el Proyecto, cada uno “en su medida y armoniosamente” como decía el General. Ninguna de las personas citadas aparece con el apellido porque no iba a andar preguntándoles uno por uno si me permitían ha- cerlo; de otros, solo recordábamos con Norma, el apellido y, siguiendo esta regla, no los nombramos pero están; a muchos de ellos los conocen y las fuentes están en los libros de matrícula y la documentación que está en la escuela. Solo aparecen los apellidos de quienes eran figuras públicas. Seguramente me he olvidado de algunos, les pido sean condescendientes con mi memoria. Recuerdo ahora que no señalé el trabajo comprometido que siem- pre desempeñó el equipo de mantenimiento quienes siempre sin- tieron a la escuela como su casa: Ramón, Norma, Mary, Martita… Habrá algún padre o docente que crea que debí hacer notar más su actuación y, seguro, tiene razón; si es así, otra vez pido perdón, pero así fue saliendo. Agradezco a los que me hicieron recordar. Están en el anonimato quienes pusieron tantos palos en la rueda. Juro que, en su momento, traté de entenderlos, pero, como siempre miré qué era lo que más beneficiaba o perjudicaba a los chicos, no entendía que estuvieran en contra de algo que final- mente capitalizarían éstos. Hubo hacia mí, muchísimas veces, una actitud de incomprensión, como si me vieran alejada de nuestro proyecto solidario, como si lo que yo buscara fueran logros personales, como si me movieran objetivos mezquinos o individualistas. En ningunos de esos casos se consideraba que yo estaba pidiendo, proponiendo metas que apuntaban a un objetivo que tenía como únicos privilegiados a los alumnos o a la institución en general ¿No había dado suficiente muestra de altruismo ofreciendo a la comunidad la escuela que creamos? ¿No estamos con Norma viviendo de nuestra magra jubilación? (Y yo con un auto atado con alambre). Que nuestros conocidos hoy nos consideren estúpidas por no ser 256
las dueñas de las escuelas, vaya y pase, pero que, quienes están siendo parte de ellas, no consideren nuestro desprendimiento, es muy serio. ¿Miran dentro de ellos cuando se dejan guiar por especulaciones bajas? ¿O se dejan manipular por quienes sí tienen malas intenciones? Ya sé que cosas parecidas les han pasado a personas más importantes que yo, personas que fueron parte de las instituciones del país y que se habían propuesto altos logros para nuestra Patria; pero es sorprendente cómo en ámbitos más restringidos, donde las relaciones son más directas, se repitan idénticas actitudes. ¡En “el país en chiquito” muchos repitieron lo que criticaron en la vida institucional de nuestro país “grande”! Tengo en mi poder cartas que bien podría haber incorporado a este libro para que se viera cuántas situaciones tuve que soportar y con qué compromiso institucional no las hice públicas. Porque para mí, primero está el Proyecto Institucional que sigue preva- leciendo a todo; pero, cuidado, no deben exigirse inmolaciones. Quienes olviden que los protagonistas son los chicos, quienes no sepan ser ecuánimes, justos, solidarios, amantes de la verdad, no deben ocupar ningún cargo en nuestra institución. Como se ha visto en esta historia, hubo mucha, pero mucha gente que sí lo fue e hicieron infinitos esfuerzos sin especulaciones. Hoy, el desafío sería proponerse una escuela que supere la de aquellos años. Quienes estén en nuestra institución deben ver desde su niño interior porque, como dije una vez en 2011: “Por favor, hagan como los chicos: ejerciten los pasos básicos, descubran que hay giros elegantes, posturas sobrias, avances con sonrisas, retrocesos equilibrados, jueguen con alegría, descubran los materiales, sobre todo los humanos, arriesguen una respuesta aproximada, siempre hay otra vuelta, apuesten con pasión, y si pierden, habrá benevolencia, pidan disculpas y recibirán un abrazo. Y sean trasparentes. Los chicos son espontáneos, su intención es llana y directa, su exigencia está cargada de afecto y apunta a nuestro yo interior, sus brazos rodean nuestras espaldas como demostración del cobijo que dan y también necesitan, están siempre dispuestos 257
cuando los necesitamos porque eso los hace sentirse bien y re- conocidos, se esmeran ante nuestras exigencias porque los conforta la tarea bien cumplida, se ríen de nuestro errores y de los de ellos , parece que no entendieran las normas pero son los más exigentes con quienes las trasgreden, traducen en palabra simples sus necesidades y las nuestras y no juegan con el poder porque lo tienen, tienen el poder del amor”. Desde la filosofía, Nietzche promueve recuperar la seriedad con que juegan los niños. Los últimos años de la institución fueron relatados en breves pincelazos porque están muy recientes y no los veo con la poten- cia de los primeros veinticinco años. Además, con los hechos muy cercanos se pierde objetividad y en los últimos seis años ya no pertenecí a la institución. Tal vez sea conveniente que otra per- sona, vaya tomando nota para relatarlos dentro de un tempo. ¿Y de los errores no vas a hablar?, seguro me preguntarán. Es que la lista fue tan larga que la perdí en el camino. Seguramente el lector haya ido dándose cuenta de ellos a través de la narración. Seguramente habrán dicho: “yo no habría hecho esto o aquello”. Es la ventaja de ver desde el desapasionamiento (¿existe la palabra?). Es la ventaja de poder opinar sin tener que asumir la responsabilidad de la determinación. Muchas decisiones, no se tomaron, para evitar sumir a la institución en una crisis. A su vez, el mantener ese equilibrio implicó desgaste de energías. Personal- mente, tal vez, mi máximo error haya sido el depositar confianza en el otro. Es algo sin lo cual no puedo vivir. Prefiero otorgar mi confianza a una persona o ponerla en una acción antes de dudar o estar especulando al respecto; siento que eso me quita energías y me deshumaniza. ¿Que si me trajo problemas? Sí, pero nunca habría podido hacer lo contrario. Me hace feliz depositar mi fe en la gente. Si no, me hubiera quedado tejiendo echarpes en la calidez de mi hogar. La institución tuvo muchos aciertos y seguramente, muchos erro- res. Para el análisis, vale tener en cuenta las intenciones. Y ya empiezo a guardar toda esta cantidad de material que invadió mi “habitación para la creación” en la que trabajo o mi “sala 258
verde” como la llamamos en casa porque prepondera el color verde manzana y está llena de plantas. Guardo todas las revista- programa de las Ferias, las Cadatanto que en la Biblioteca de la escuela Uds. pueden consultar y leer tantas creaciones de nuestros alumnos. También guardo las carpetas con las investigaciones del Proyecto Nueva Cultura, puesto que de todo me hacía una copia. También carpetas en cuyo lomo dicen DIC Y ADEC, con copias de las idas y vueltas entre esas dos partes de la institución. Tam- bién la carpeta que dice Institucionales y tiene copias de docu- mentación de la Inspección y los Ministerios. Este libro está en sus manos y siento el deber cumplido. Solo as- piro a que, una vez leído, todos y cada uno revaloricen los aportes que tanta gente hizo para que hoy esta institución siga en pie y que todos y cada uno se proponga reinterpretar su compromiso. Nadie, que sea partícipe de la misma, docentes, alumnos, exalumnos, familias, socios, debe abandonarlo. “Somos seres lanzados a encuentros” es el lema de las escuelas y del Proyecto Educativo Institucional y nadie que esté termi- nando de leer esta historia debe dejar de tender su mano hacia el otro. No solo por nuestra escuela, la escuela soñada así por nosotras, también por los chicos, por el País, también por Latinoamérica, por la Patria Grande soñada por nuestros hombres y mujeres de la Historia Grande. María Cristina Pérez Accialini Octubre 2019 Y me despido con las palabras de Pablo Neruda: “Lucho por esa bondad ubicua, extensa, inexhaustible. De tantos encuentros entre la poesía y la policía, de todos estos episodios y de otros que no contaré por repetidos, y de otros que a mí no me pasaron, sino a muchos que ya no podrán contarlo, me queda sin embargo una fe absoluta en el destino humano, una convicción cada vez más consciente de que nos acercamos a una gran ternura…Nos entenderemos todos. Progresaremos juntos. Y esa esperanza es irrevocable”. 259
ÍNDICE 5 7 AGRADECIMIENTO 9 PRÓLOGO 9 UN PAÍS EN CHIQUITO 11 EL NIETO PREGUNTÓN I EL NIETO PREGUNTÓN II 19 LA FACULTAD y ALFREDO 24 INSTITUTO BANFIELD Y LOS 60 EL NIETO PREGUNTÓN III 28 NORMA Y LA AMISTAD EL NIETO PREGUNTÓN IV 32 ALFREDO 44 LA IDEA DE LA ESCUELA 47 EL LUGAR 52 LOS PRINCIPIOS DEL PROYECTO 56 PRIMER CRECIMIENTO 60 LAS IDEAS TAMBIÉN CRECÍAN SE GESTA LA “ESCUELA POPULAR 62 LATINOAMÉRICA” 69 COMIENZAN LAS CLASES, EN 1973 76 AVANCES 84 LA PRIMERA FERIA DE LATINOAMÉRICA 88 MÁS AVANCES, EN UNA REALIDAD ADVERSA 93 OTROS SUCESOS INSTITUCIONALES 99 LA TERCERA FERIA DE LATINOAMÉRICA 105 LA MUDANZA 1979 110 LA DURA ÉPOCA EL NIETO PREGUNTÓN V 116 LEANDRO 118 LA ESCUELA, UN PAÍS EN CHIQUITO 126 LA CARTA A ADEC QUE NO LLEGÓ 128 SE SIGUE CONSTRUYENDO 131 CADATANTO UN CRECIMIENTO FORZOSO
SE SIGUE AVANZANDO 137 EL DEPARTAMENTO DE INVESTIGACIÓN Y 141 CULTURA (DIC) CÓMO SIGUIERON LAS FERIAS DE 152 LATINOAMÉRICA LA NOVENA FERIA 159 INCONVENIENTES VERSUS CREATIVIDAD LA FERIA EMBRUJADA, 1987 167 PERFUME DE FERIA 171 MÁS FERIAS 172 EL LUGARCITO QUE NO FUE 179 MI LUGARCITO TIENE SU LUGAR 182 EL PROYECTO NUEVA CULTURA, PNC 183 SUEÑO Y REALIDAD DEL SECUNDARIO 198 BODAS DE PLATA 203 EL PREMIO LATINOAMÉRICA 203 OTRAS CRISIS 204 EL SISMO 205 EL DIC Y OTRAS EXPERIENCIAS 211 AL ESPACIO EXTERIOR 219 EL ESPACIO FERIA DE LATINOAMÉRICA 221 ANECDOTARIO DE LAS FERIAS 227 COMPILADO DE AVATARES QUE LA 230 INSTITUCIÓN ATRAVESÓ ARTE Y EDUCACIÓN 234 PENSAR LA DOCENCIA. 242 PARA TODOS LOS DOCENTES, PARA CADA DOCENTE 247 PENSAR LA PATERNIDAD. PARA TODOS LOS PADRES. PARA CADA PADRE 252 Y AHORA, EN PRIMERA PERSONA
Esta obra se terminó de imprimir en los talleres gráficos de Ediciones del País SRL en el mes de diciembre de 2021
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