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SI SUPIERAS LO QUE SABES - MARGARITA MAC LEOD

Published by Gunrag Sigh, 2021-10-19 23:09:15

Description: SI SUPIERAS LO QUE SABES - MARGARITA MAC LEOD

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Sin embargo, es momento de tomar conciencia y asumir el compromiso de defender básicamente los derechos de las jóvenes generaciones cuyo futuro depende en gran parte de la calidad de la educación. Hasta aquí he expresado mi opinión sobre las consecuencias que provoca en la educación, no tanto el COVID 19, como las medidas que se toman para morigerar o evitar sus efectos. Pero en la búsqueda de soluciones encontré una entrevista realizada por Andrés Oppenheimer a Salman Khan, a cuya academia ya me he referido, en la que se explica con meri- diana claridad los efectos que tiene en los alumnos la suspensión de clases, por la razón que sea y sugiero prestar especial atención a su particular enfoque. Él no se refiere solamente a las suspensiones por pandemia sino también a los recesos por vacaciones. Dice que en esos periodos los estudiantes olvidan lo que han aprendido y sus habilidades se estancan. Propone cerrar las brechas que se generan de acuerdo a la capacidad económica de los padres, utilizando métodos alternativos. Si bien él revaloriza la actuación del buen maestro, aconseja aprovechar las herramientas en línea. Con vistas al futuro avizora un sistema hibrido como se indicó al hablar de aula invertida. No estamos irremediablemente perdidos si vivimos en un país donde se han suspendido las clases, podemos recuperar conocimientos aprovechando las innovaciones en materia educativa a nivel internacional. La tecnología nos ofrece la oportunidad de mejorar las oportunidades y acceder a excelentes plataformas de educación. Lo ideal sería que el sistema educativo total se adecue a las nuevas exigencias, 51

pero si esto no ocurre, tenemos la posibilidad de transformar nuestra relación personal con la educación. Del “aprendizafe” al aprendizaje No me animo a decir todos, pero sí, la gran mayoría de nosotros hemos estudiado solamente para zafar. Nos prepa- rábamos para el examen a último momento, no contábamos con el material necesario y no dormíamos la noche anterior, porque si lo hacíamos, no lográbamos ver todos los temas. Todas actitudes que conspiran contra un buen desempeño. En algunos casos habremos zafado y en otros tuvimos que repetir la experiencia, pero modificando la preparación. Es posible que, a partir de un primer fracaso, algunos afortuna- dos rectificaran la actitud. Sin embargo, hay alumnos que toman este método de estu- diar para zafar como un hábito y así deambulan por las aulas año tras año hasta que al final algún profesor los aprueba. Tanto los que zafaron la primera vez como los que lo logra- ron por cansancio, habrán notado que pasados unos meses es muy poco lo que recuerdan. ¿Tiene sentido aprobar de esta manera o dilapidar años recorriendo aulas incorporando poco o ningún conocimien- to? Evidentemente no. Lamentablemente algunos alumnos con este método logran superar el nivel secundario e intentan ingresar a la facultad, creyendo que podrán seguir con la misma metodología. Afortunadamente en la mayoría 52

de los casos esto no ocurre, aunque hay siempre alguna excepción. Con el tiempo, nos damos cuenta que no recordamos casi nada de lo que estudiamos “para zafar” y a veces lo lamenta- mos. Esto no es casual. Para que el conocimiento pase de la memoria de trabajo a la memoria de largo plazo necesitamos realizar el proceso que se indica en el capítulo referido a la memoria, pero además, para poder recordar con facilidad necesitamos tener experiencia en el tema. Por ejemplo, si cualquier persona que no conoce el juego de ajedrez ve las piezas colocadas en el tablero en un instante de una partida, tendrá grandes dificultades para recordar cuáles son y dónde están ubicadas. En cambio, un jugador experimentado iden- tificará inmediatamente cuál es la situación, inclusive algu- nas jugadas reciben el nombre de sus inventores, por eso el jugador las distingue inmediatamente y así las recuerda. El profano en la materia intenta recordar cuál es la pieza, que ni siquiera conoce, y el lugar donde está sin ninguna co- nexión lógica con el juego. Esta es una de las razones por las que el que estudia para zafar nunca prospera, jamás está familiarizado con el tema y pretende recordar conceptos totalmente descontextualiza- dos. En cambio, cuando estudiamos para incorporar el conocimiento, además de entrenarnos en las técnicas y estrategias de aprendizaje (cada vez es más fácil recordar cuándo hemos aplicado una técnica con asiduidad), podremos vincular lo aprendido en una asignatura con los contenidos de otra, encontrar muchas aplicaciones para una fórmula o relacionar acontecimientos similares en diferentes 53

períodos históricos, sacar conclusiones sobre causas y efec- tos y aplicarlas a la vida cotidiana. Tal vez no encontraremos, en lo inmediato, aplicación a cada formula o concepto que aprendemos, pero en algún mo- mento descubriremos su utilidad y si no ocurre simplemente será un eslabón en la cadena que nos conduce a lograr nues- tro objetivo final. Tomemos como ejemplo el desarrollo y caída de los grandes imperios. Si los estudiamos como simples acontecimientos ordenados cronológicamente, personajes, batallas, triunfos resonantes y derrotas penosas, nada de eso tiene significa- ción, pero si analizamos las causas y los efectos, qué hicieron algunas civilizaciones para prosperar y qué para sucumbir, entonces esa clase de historia se convierte en algo significa- tivo, porque, con leves desvíos las mismas causas conducen a los mismos efectos. También podemos incluir detalles emotivos como la relación entre Napoleón y Désirée o algu- nos actos heroicos que quedarán grabados en nuestra me- moria precisamente por su componente emocional. Alejandro Magno no es un personaje que surgió de la nada, no es casual que se convirtiera en un gran conquistador en sus escasos 33 años de vida. Su padre Filipo de Macedonia lo preparó para ser un buen gobernante no solo en el aspecto militar, sino que encomendó su formación intelectual nada menos que a Aristóteles. Le confió la educación de su hijo y la de todos los integrantes del grupo que lo acompañaría en su reinado. A muy corta edad lo incorporó al gobierno, lo que le dio la posibilidad de escuchar a los diversos emisarios, 54

información que posteriormente le sirvió en las conquistas. Pero no fue magno por sus conquistas sino por la forma en que reconoció el talento de los otros y cómo comprendió y respetó a las sociedades conquistadas. Sirve como ejemplo el diálogo que se cuenta tuvo con Diógenes de Sinope. El filósofo estaba sentado tomando sol en una plaza, cuando se acercó Alejandro, quien tenía mucho interés en conocerlo y luego de presentarse le preguntó: ¿Diógenes qué puedo hacer por ti? A lo que el sabio le contestó: puedes correrte de allí porque me tapas el sol. Alejandro, reconociendo con humildad la entereza del filósofo, dijo “si no fuera yo Alejandro me gustaría ser Diógenes”. Cuento esta anécdota porque considero que es necesario prepararse para ser exitoso, pero también desarrollar virtu- des como las que demostró Alejandro: magnanimidad y hu- mildad para reconocer la inteligencia de otros. Esto es pro- ducto de una educación integral. En el largo plazo el “aprendizafe” no es en absoluto rentable ni en cuanto a los resultados obtenidos, ni en el desarrollo del cerebro, el cual como veremos en el Capítulo sobre el cerebro, se va transformando constantemente con las expe- riencias. Los circuitos neuronales se van fortaleciendo con- forme se acentúa el aprendizaje de un determinado tópico e inclusive se puede modificar la estructura del cerebro, como lo demuestra el estudio realizado con los Taxistas de Londres. (Eleanor Maguire). 55

Lo que pretendo con este libro es contribuir a crear hábitos de aprendizaje que nos permitan “zafar” del aburrimiento, la dilación permanente, la frustración frente a un desaprobado y nos abran el camino hacia la creatividad y el desarrollo personal. 56

SEGUNDA PARTE La fuerza de las Creencias Uno de los grandes impedimentos para lograr un aprendizaje exitoso es la convicción de que “No se puede”, “No se tiene la capacidad”, “No se tiene buena memoria” y otras similares. A lo largo de mis años de docencia he escuchado muchas veces estas explicaciones para justificar el aplazo. Cuando se les pregunta a los alumnos, porqué piensan que tienen esas carencias, generalmente, no se recibe una respuesta concreta y consistente. Se limitan a relatar las experiencias de repetición, notas bajas y aplazos de años anteriores o los comentarios y recomendaciones recibidos de algún adulto en cuyo criterio confiaban. Es decir, se refieren a las conse- cuencias, no a las causas. Estas se encuentran generalmente en experiencias de la infancia. Aunque seguramente consideramos que somos objetivos en la percepción de la realidad, nuestra apreciación de nosotros mismos y del entorno está filtrada y muchas veces distorsio- nada, por creencias y experiencias previas. Descubrir cuáles son esos filtros y comprender que cada persona tiene una percepción diferente nos permite tener una visión mucho más clara y libre. La expresión que se le atribuye a Shakespeare “Nada es verdad ni mentira, todo depende del cristal con que se mira”, es muy gráfica del peso de nuestras creencias. Hay dos expresiones que he escuchado en mi infancia y aún per- manece entre las creencias que se inculca a niños y adolescentes: 57

1- La vida no es un juego: significa que tenemos que tomar- nos las cosas muy formalmente, con total seriedad, lo que se traduce en desarrollar temor al fracaso, al ridículo y apegarse al resultado. Implica priorizar el sacri- ficio y el esfuerzo, aunque hasta donde yo sé, las perso- nas exitosas, en cualquier ámbito, son aquellas que dis- frutan de lo que están haciendo. La combinación de se- riedad, temor, sacrificio y esfuerzo es perfecta para alcanzar un alto nivel de estrés. Podríamos cambiar el enfoque y pensar que la vida es un juego con reglas que, por supuesto, tenemos que respetar, pero que podemos dejarnos fluir y disfrutar del proceso tomando cada situación como una oportunidad de aprendi- zaje. Modificar la perspectiva nos libera de la necesidad de ganar en cada etapa, ya no es vital el resultado porque pasa a ser un escalón en el camino hacia el éxito final. Aprendere- mos de cada fracaso porque lo consideraremos una oportu- nidad para hacer las cosas mejor. Nos permitiremos reírnos de los acontecimientos ridículos, en lugar de avergonzarnos. Como todo juego requiere tener claro el objetivo, desarrollar una estrategia para alcanzarlo, interactuar con otros jugado- res, tomar decisiones y evaluarlas permanentemente. En la vida, si no jugamos nosotros, otros lo harán en nuestro lugar. 2- Hay que estudiar para ser alguien: esto significa que no somos alguien hasta que obtenemos un título. Nada más nocivo que pensar esto. La realidad es que somos alguien desde el momento en que nacemos. Estudiamos para poder ejercer una profesión, realizar algún oficio o 58

simplemente por el placer de adquirir conocimientos. Somos “alguien” que se está formando. “Alguien” muy valioso. “Alguien” que está en permanente estado de transformación porque el día que nos consideremos “producto terminado”, esteremos listos para morir. Reconocer el valor que tenemos como criaturas divinas do- tadas de diferentes talentos nos abrirá las puertas al pleno aprovechamiento de estos. Cuanto más los utilizamos, más se desarrollarán. Esto es fácilmente comprobable si realiza- mos durante algún tiempo ejercicios especialmente diseña- dos para mejorar la atención, memoria, flexibilidad, veloci- dad de procesamiento y resolución de problemas, y contro- lamos periódicamente los progresos efectuados. Notaremos que hay adelantos y retrocesos, pero el proceso a lo largo del tiempo presentará avances significativos directamente rela- cionados con la dedicación y perseverancia. Creencias como: NO PUEDO, NO SOY CAPAZ, NO ENTIENDO, NO SOY HÁBIL PARA…, y otras semejantes, limitan nuestras posibilidades. Por lo tanto, cambiando la percepción de no- sotros mismos podemos cambiar nuestras posibilidades. Convenciendo a nuestra mente de que algo es posible esta- remos avanzando un paso más hacia convertirlo en realidad. Todos nacemos con talentos (el pan debajo del brazo) sin embargo estos están latentes hasta que los descubrimos por nosotros mismos o gracias a la ayuda de quienes tienen la responsabilidad de cuidarnos y educarnos. He escuchado muchas anécdotas de personas que se han destacado en di- versos campos y que han podido desarrollar sus capacidades a partir del apoyo y la confianza de algún allegado. 59

Tenemos una guía muy importante para detectar nuestras capacidades y es simplemente ver qué actividades nos hacen felices, cuáles son las tareas en las que nos sentimos fluir. Fluir es ese estado en que estamos compenetrados en lo que hacemos, sin distraernos con ninguna otra casa. Estamos disfrutando de ese instante en el AQUÍ y AHORA. Podemos pintar, hacer jardinería, escribir o realizar otra tarea por horas sin cansarnos, sin darnos cuenta siquiera del trans- curso del tiempo porque estamos absortos y disfrutando de lo que hacemos. Muchos proyectos exitosos se gestan y se llevan a cabo en este estado. Resulta especialmente potenciador, crecer en un ambiente creativo, donde se valoren tanto los logros, como la dedica- ción y el entusiasmo. No me refiero a desestimar los errores sino a verlos como una oportunidad de progresar, como una luz roja que se enciende indicando que estamos equivo- cando el camino. Utilizar los exámenes como guías para de- terminar cuáles son los aspectos en que es necesario profun- dizar, rectificar o ratificar métodos y procedimientos. Cada padre está moldeando, con sus actitudes, lo que será el futuro de sus hijos. Los niños desde los primeros momen- tos están recibiendo mensajes sobre cuál es la conducta es- perada, cómo y cuándo obtendrán una recompensa, qué está bien visto y qué no. A partir de estos mensajes irán for- mándose una imagen de sí mismos y del rol que deben desempeñar en la sociedad a la cual pertenecen. Cuando una mamá le dice a su hijo que es hermoso, inteli- gente, y, sobre todo, le hace saber que es amado, él bebé se 60

sentirá seguro y con el tiempo se formará una imagen de sí mismo que responda a estas características. Sus actitudes reflejarán su seguridad y obtendrá resultados acordes a sus acciones. A modo de ejemplo, supongamos que la mamá le dice a su niño que es muy inteligente. Este le creerá y en ese convencimiento, cuando comience la escuela, será participa- tivo, positivo y colaborará en las tareas que se realicen. La maestra y sus compañeros lo etiquetarán como un buen alumno y el niño llevará a su casa buenas calificaciones. La madre las recibirá con agrado y le dirá: ¡Viste yo te dije que sos muy inteligente! La creencia se irá fortaleciendo con los resultados obtenidos. ¿Qué hubiera pasado si se le hubiese dicho: “vos no servís para nada” o “sos un incapaz”? O peor aún sin decirlo, si lo hubiera tratado como un inútil. El siguiente gráfico muestra una simplificación del proceso por el cual se van formando nuestras creencias y personali- dad. Con cada nuevo logro o fracaso, estas se refuerzan has- ta que se instalan totalmente en nosotros, determinando qué es posible e imposible. Recordemos que la palabra personalidad deriva del latín “personam” o del griego “prosopon”, palabras que se utiliza- ban para designar a las máscaras a las que recurrían los actores para representar a sus personajes. 61

CONSTRUYENDO LA MÁSCARA Afortunadamente estas creencias se han instalado en cada persona solamente porque han sido aceptadas. En cualquier momento de nuestra vida podemos reverlas y cambiarlas, como ocurre con una máscara que es reemplazable. En realidad, lo que nuestros padres y maestros nos han dicho tiene más relación con su percepción de la realidad que con la nuestra. Lamentablemente cuando somos niños no pode- mos ver detrás de los comentarios sus motivaciones profun- das. Esto resulta claro cuando desde nuestra posición de adultos observamos la proyección que hacen otros adultos sobre quienes están a su cuidado. Me viene a la mente el 62

caso de una persona que no logró estudiar, ni que sus hijos lo hicieran y proyecta sobre sus nietos la angustia que esto le causa. Los impulsa a obtener un título universitario con frases como “sin un título no existís”. Otras personas esperan que sus hijos cumplan sus sueños malogrados y cuando no lo hacen descargan su frustración sobre ellos, dejando de ver todos los demás atributos que poseen y generándoles la sen- sación de “no poder”, lo que impide que desarrollen normal- mente sus habilidades. Independientemente de la influencia del entorno, nuestras creencias sobre quiénes somos y qué capacidades tenemos provocan que se trace una frontera entre lo que considera- mos posible e imposible, solamente porque nosotros lo permitimos. Las personas que han trascendido sus limitacio- nes generalmente explican que conocieron a alguien que los convenció y los incentivó a emprender algo para lo que no se consideraban aptos. Sin embargo, no es necesario esperar que un tercero modifique nuestras creencias: las hemos construido nosotros y podemos modificarlas solamente con- venciéndonos de que podemos aprender y emprender cual- quier disciplina o actividad que nos haga felices. Como se ve en la imagen siguiente, las creencias nos envuel- ven y nos impiden vernos con objetividad. Nos indican quiénes somos y cómo debemos comportarnos en cada circunstancia hasta llegar a un estamento en que ni siquiera nos cuestionaremos si todo esto tiene realmente un asidero fáctico. 63

Las expectativas que el entorno social tiene, con respecto a un niño, son recibidas por este como mandatos que a lo largo de la vida irá incorporando como creencias que determina- rán de qué manera se va a posicionar frente a los desafíos y oportunidades. Según el nivel social, la perspectiva es dife- rente y es particularmente llamativo lo que ocurre con los deportes. Si bien el fútbol es el deporte nacional en Argen- tina, existen grupos donde prevalece el tenis, el hockey, o el rugby. Esto hace que el niño que no demuestra interés en el deporte que practica su grupo de pertenencia, quede margi- nado, aun cuando en otro ambiente podría haberse desarro- llado y quizás destacado en otro juego. Lo más determinante es que este sistema de creencia hace que se trace una línea entre lo que es posible y lo que no lo es para cada individuo. 64

A veces una persona ha recibido e internalizado información sobre la imposibilidad de realizar una actividad de manera tan concluyente, que ni siquiera se pregunta si se puede trascender esa frontera. Cuando yo tenía 7 u 8 años un conocido de mi familia me preguntó qué quería ser cuando fuera grande. Yo contesté muy entusiasmada que quería ser piloto de avión. Mi ilusión se esfumó en un instante cuando lo escuché decir: ¡Pero nena, las mujeres no son pilotos, son azafatas! Por supuesto, acompañó esta frase con una terri- ble cara de desaprobación. A mí me encantaban los aviones, disfrutaba profundamente cada viaje, me fascinaba la canti- dad de controles, relojes y palancas que había en la cabina y sobre todo ver la tierra desde cierta distancia. Era para mí la imagen perfecta de la libertad. A partir de ese comentario dejé de pensar en ser piloto y creí que la única posibilidad en ese campo era ser azafata, pero lo único que tienen en común las dos profesiones es que realizan su tarea en un avión. Nunca dudé de lo que este señor me había dicho, ni investigué si en algún lugar existía un centro de instrucción aeronáutico donde se permitiera el ingreso de mujeres. Ya siendo adulta me enteré de que, en Argentina, Amalia Figueredo realizó en 1914 su primer vuelo en compañía de Jorge Newbery y que Carolina Lorenzini en 1941 obtuvo su licencia como piloto comercial. Todo esto ocurrió antes de que yo naciera, sin embargo, para mí fue determinante el comentario de este hombre. Cuando a los 12 años debimos enfrentar la decisión de iniciar el secunda- rio en Buenos Aires o quedarme en el pueblo, mis padres y yo tuvimos una larga conversación respecto de mis gustos y 65

preferencias. Al momento de elegir la orientación, preferí ingresar al Comercial, para poder estudiar posteriormente en la Facultad de Ciencias Económicas, que era mi segunda opción, descartando completamente la posibilidad de con- vertirme en piloto comercial. Un ser totalmente intrascen- dente en mi vida, obviamente sin conocimientos del tema aeronáutico, modificó seguramente sin proponérselo, el curso de mi vida. La frontera entre lo posible y lo imposible fue creada por solo nueve palabras y una cara de desaprobación total. La ignorancia, el machismo o una percepción distorsionada de la realidad por parte de un adulto puede dejar una marca muy profunda en un niño. Seguramente yo habré observado que todos los pilotos con los que viajaba eran hombres y las azafatas mujeres y eso tal vez fortaleciera mi convicción de la imposibilidad de hacer realidad mi sueño. Hoy sé que no existen las certezas y que lo que parece impro- bable puede dejar de serlo y que lo que hoy, en un determi- nado lugar es imposible, puede cambiar en un par de años o en otro país. Pero un niño no cuenta normalmente con esta información y ni con la posibilidad de analizar las motivacio- nes y la historia de los adultos, por lo que simplemente se deja influenciar. Además, como somos persistentes en nues- tras actitudes, impregnamos como la llovizna, de manera su- til y cotidiana las percepciones de los niños. Afortunadamente, en la actualidad contamos con las herra- mientas aptas para realizar una transformación consciente y trascender las creencias limitantes. 66

Tenemos diversos métodos para cambiar nuestras creencias: 1- Reemplazar las creencias limitantes por otras potencia- doras, reforzando en nuestro diálogo interno todos los resultados, respuestas o indicios que nos lleven a desta- car los aspectos positivos. Podemos reescribir el libreto cambiando el final. Por ejemplo: Una tía perversa nos decía que no teníamos capacidad para dibujar. Entonces podemos relajarnos y hacer una meditación en la cual nos vemos dibujando, a esa tía observando nuestro tra- bajo con admiración y finalmente a mucha gente felici- tándonos. En https://www.youtube.com/watch?v=jGbnofzUHCA po- drán encontrar una meditación titulada reescribe tu propio libreto que puede ser de ayuda. Podemos realizar la práctica que propone el psicólogo Rick Hanson y que exponemos en el Capítulo Emociones. 2- Cuando nuestra creencia se origina en un comentario o crítica recibida en el pasado, analizarla, ver qué funda- mentos tiene, si el emisor era una persona capacitada para emitir opinión al respecto y otros aspectos simila- res. Si encontramos que no tiene sustento, la descarta- mos. Tengamos en cuenta que quienes emiten críticas muchas veces lo hacen desde la ignorancia y general- mente se basan en su particular percepción de los he- chos, que como ya dijimos, esta sesgada por su expe- riencia, percepción e incluso por sus carencias y expec- tativas. Todo ello nada tiene que ver con nuestras reales habilidades. 67

3- Si alguien se tomara el trabajo de cuestionar nuestras aseveraciones preguntándonos por qué algo está bien o mal, nos sorprenderíamos al descubrir que muchas de las creencias y consecuentemente, las decisiones que tomamos, en realidad nunca fueron ni siquiera analizadas. No sabemos cómo se originó la creencia, simplemente descubrimos que estamos convencidos de que no tenemos determinada capacidad y no sabemos por qué. Sin embargo, basados en esa creencia nunca intentamos hacer algo. En estos casos podemos decir: “Basta, a partir de hoy lo inten- to” y ver qué resulta. Yo nunca canto porque estoy conven- cida de que desafino. Por alguna razón le transmití esa creencia a mi hijo, quien afortunadamente descubrió que él no había heredado mi falencia, contrató un profesor de can- to y cada día lo hace mejor. Tengamos también en cuenta, tanto si somos padres o maestros que las expectativas de los profesores, respecto de sus alumnos, puede influir en los resultados obtenidos por estos. Es lo que se conoce como efecto Pigmalion. En 1968 Rosenthal y Jacobson realizaron un experimento en una es- cuela primaria y otra secundaria. Eligieron al azar los nom- bres de algunos alumnos, sin realizar ningún test de inteli- gencia, y les informaron a los profesores que esto niños po- drían llegar a ser brillantes. Los alumnos desconocían que habían sido seleccionados. Al finalizar el año se notó que aquellos niños que los profesores esperaban que tuvieran alto rendimiento, realmente lo habían alcanzado. Esto llevó 68

a los investigadores a concluir que la conducta de los profe- sores hacia los niños había afectado su desempeño. Especial- mente notaron que creaban un clima muy cálido alrededor de los alumnos supuestamente mejor dotados, se esforza- ban más en enseñarles, les daban respuestas más amplias y extensas porque descartaban su interés. En síntesis, cuanto más se espera, más se refuerza positivamente, mejores resultados se obtienen. Lamentablemente también es cierto que cuando se espera lo peor, se obtiene lo peor. Nos hemos acostumbrado a vivir con nuestras creencias, a permitir que estas se conviertan en el filtro a través del cual interpretamos la realidad. Están tan internalizadas que no las cuestionamos, ni siquiera nos damos cuenta que nos están limitando. Un ejemplo de ello es el llamado “sesgo de confir- mación” el cual puede afectar nuestro pensamiento crítico porque tendemos a priorizar las opiniones que confirman nuestra forma de pensar, ignorando totalmente las que se oponen. Así nos negamos a ver hechos evidentes que se opo- nen a nuestra creencia. Esto se nota con claridad en los faná- ticos de una postura política o religiosa que, aunque la reali- dad pruebe que la posición asumida es equivocada, siempre encuentran alguna forma de justificar sus creencias. Podemos mencionar también el “efecto halo” por el cual evaluamos a los individuos en relación con su apariencia fí- sica, considerando por ejemplo que las personas atractivas son más felices o más inteligentes. Otra manifestación de este efecto es cuando presuponemos que la persona que se ha destacado en una actividad o profesión, también será una 69

autoridad en cualquier otra: vemos a Jorge Clooney ha- ciendo propaganda de café o al jugador de fútbol Tevez recomendando Yogurísimo. Ambos son excelentes profesio- nales en su área específica pero no creo que sean expertos en alimentación. Resulta más nocivo cuando privilegiamos los consejos de un profesional destacado en una disciplina opinando sobre un campo totalmente ajeno al suyo y la consideramos una opinión autorizada. La forma en que las creencias determinan nuestra conducta está muy bien descripta en el relato sobre el elefante que cuando es pequeño no puede liberarse de la soga que lo ata a un árbol. En algún momento desiste y se rinde. Cuando es adulto tiene la fuerza necesaria para arrastrar un edificio, pero como está convencido de que “no puede” permanece esclavizado, aunque este atado a una pequeña estaca. No sé si el relato es auténtico pero dado que lo escuché en una conferencia de Bruce Lipton, me animó a mencionarlo11. ¿Otro aspecto interesante a analizar es a partir de qué mo- mento comienzan a generarse las creencias? Siempre pensé que desde el momento en que nacemos empezamos a recibir información de nuestro entorno y generamos res- puestas más o menos conscientes hasta que incorporamos conductas en función de los estímulos. Me sorprendió mucho cuando escuché, en la misma conferencia que men- cioné en el párrafo anterior, que los fetos reaccionan ante las emociones y las percepciones de la madre. El feto se alimenta de la madre y recibe de ella tanto los nutrientes 11 Taller Bruce Lipton Una biología empoderadora. 70

como las hormonas, químicos emocionales, de tal manera que percibe el miedo y la felicidad de la madre y del padre. Bruce Lipton exhibió un video en que se ve a un feto reaccio- nando frente a los gritos de su padre. Pareciera que experi- menta miedo ante la agresión, aunque no comprende el lenguaje. Tal vez desde ese momento comiencen a formarse las creencias. Hasta los seis años el niño estará grabando todo lo que observa, se formará una imagen de sí mismo y también incorporará las creencias y programas de quienes los rodean. Esto condicionará su vida futura hasta que decida cambiarlas. La mente interpreta lo que perciben los sentidos en función de las creencias y transmite esa información al resto del cuerpo. Ningún órgano y ninguna célula puede ver las seña- les que vienen del exterior, se deben contentar con la inter- pretación que hace el cerebro. No sabrán si la interpretación es correcta o equivocada, sencillamente responderán en consecuencia. Rick Hanson12 dice que nuestro cerebro es como velcro para las experiencias negativas y como teflón para las positivas. Esto se debe a la “parcialidad negativa” que hemos heredado de nuestros ancestros. Ellos estaban constantemente ame- nazados por las fieras, por otras tribus y por las inclemencias del clima. Debían estar permanentemente atentos para responder a las agresiones de cualquier tipo. Lo hicieron muy bien y gracias a eso nosotros estamos aquí ahora. La supervi- vencia dependía de esta capacidad de detectar el peligro y 12 Rick hanson Cultiva la Felicidad. 71

reaccionar en consecuencia. Afortunadamente hoy no nece- sitamos esos estados de alerta, pero conservamos esta capacidad de sobrevalorar lo negativo, poniendo atención a lo que va mal o podría ir mal y subestimar los aspectos positi- vos, ya sea porque los ignoramos o porque no nos detene- mos en ellos el tiempo suficiente para que dejen huellas en nuestro cerebro. Después de una jornada muy activa, du- rante la cual hemos realizado satisfactoriamente muchas ta- reas y cometido algún pequeño error, seguramente le dare- mos prioridad a este al recordar los eventos del día. Saber que recibimos esta herencia nos permite entendernos mejor a nosotros mismos y a nuestros semejantes. La forma de contrarrestar la parcialidad negativa es justamente ponien- do atención a lo bueno que ocurre a nuestro alrededor, a la belleza, las buenas relaciones, los grandes y pequeños logros. Conocer nuestras creencias y su influencia sobre las actitu- des y decisiones que tomamos nos permite elegir con más libertad y trascender las fronteras que nos impiden alcanzar nuestros objetivos. Ejercicios 1- Elijo alguna actividad que me encantaría realizar, pero no me animo, porque creo que no tengo la capacidad para hacerlo. Recuerdo si alguna vez lo he intentado y que resultados obtuve. Si son aceptables pongo énfasis en los aspectos positivos e imagino que se acrecientan cada vez más. Me visualizo realizando la actividad con 72

éxito. Repito esta actividad hasta convencerme, siguien- do el método indicado en el ítem 1 (métodos para cambiar las creencias). 2- Recordar el origen de la creencia limitante y cuando encontramos el acontecimiento motivador, creamos un nuevo guion de la situación, pero remplazando la idea limitante por una motivadora. Por ejemplo, una maestra me ha dicho que no tengo capacidad para las matemáti- cas, supongamos que me dijo “seguramente no te des- tacarás en matemáticas, busca otra carrera”, recreamos la situación original, pero reescribiendo el libreto. Vere- mos a las mismas personas, el mismo lugar, pero el comentario será: “qué bien has resuelto esta ecuación, seguramente tienes habilidad para matemáticas” y verás cómo te admiran tus compañeros, te sentirás orgulloso y comenzarás a resolver otra ecuación. Esto no es ignorar la realidad, es solamente reescribir el libreto. Cuando lo tenemos suficientemente visualizado, decimos: a partir de ahora siempre será así. 3- Utilizar la técnica de cambio consciente de la página 127. 4- Recuerda situaciones en las que te desempeñaste de manera exitosa, ya sea resolviendo un problema, dando un examen, defendiendo un trabajo práctico o situacio- nes similares. Siente la fortaleza, seguridad y orgullo que experimentaste. Disfruta de esa sensación y replícala en oportunidades futuras. En el día repite la experiencia varias veces visualizando el éxito de la manera más vivida posible. 73

Actitud y Motivación La motivación es lo que nos impulsa a realizar alguna actividad con el fin de alcanzar un objetivo. Puede ser extrín- seca cuando el incentivo a actuar viene del exterior. Por ejemplo, actuamos por la recompensa que esperamos perci- bir, una retribución económica en el caso del trabajo, o porque tememos el castigo que podemos recibir en caso de no cumplir con una consigna dada. Es intrínseca cuando el motivo que nos mueve a actuar proviene de nuestros pro- pios intereses, tal como cuando realizamos un hobby o prac- ticamos nuestro deporte favorito. La motivación extrínseca en general promueve resultados más limitados en cuanto a intensidad del logro. Aquí nos vamos a referir a la automoti- vación y la forma en que podemos encontrar motivos para emprender una acción. La motivación juega un papel muy importante en la educa- ción. Si logramos tener claro el objetivo final, podemos atravesar el proceso sin detenernos en las circunstancias. O al menos será menos importante si no nos gusta el conte- nido, si el profesor explica mal o el grupo es poco amistoso. Todos estos elementos podrán perjudicar el aprendizaje, pero cuando lo que tenemos en mente es el objetivo final, será este el que generará la motivación y nos permitirá su- perar esos inconvenientes. Cuando estamos centrados en el objetivo final, reprobar un examen se convierte en una oportunidad para corregir 74

errores y no lo consideramos un fracaso como ocurre cuan- do cada examen es visto como un hecho aislado. Al ser parte del proceso, el examen reprobado nos llevará a preguntarnos: ¿Por qué? ¿A qué atribuyo el resultado? Frecuentemente hacemos atribuciones personales cuando los resultados son positivos, tales como aprobé porque estudié mucho, porque soy inteligente, etc. y atribuciones circunstanciales cuando reprobamos. Decimos me fue mal porque el examen fue muy difícil, la profesora explica mal, me tocó el peor tema, y otras explicaciones similares. Las atribuciones personales nos colocan como responsables del resultado y nos permiten tomar decisiones correctivas que nos acercan a conseguir el objetivo. Tengamos en cuenta que asumir la responsabilidad no es sentirse culpable, sino reconocer la causa generadora del estado no deseado. En cambio, las atribuciones circunstan- ciales, colocan la responsabilidad en otros, en algo que esta fuera de nuestro control, por lo tanto, no existe curso de acción que podamos tomar para corregir un error. Esta distinción que parece insignificante es la llave que nos permite convertirnos en dueños de nuestras decisiones. Algo similar ocurre con lo que llamamos “suerte”. Hasta donde yo sé, la suerte tiene una escasa incidencia en los resultados. Sin embargo, acostumbramos a sosegar nuestra conciencia adjudicando el éxito de otros a su buena suerte y el fracaso propio a la mala “suerte”. Decimos “qué suerte tuvo X que logró instalar un negocio exitoso” o “qué mala suerte tengo que no logro imponer mi marca”. Esta forma de 75

pensar nos impide aprender del exitoso para aplicar sus técnicas y estrategias a nuestro emprendimiento y descubrir los errores propios que nos han llevado a un fracaso. Según a qué atribuyamos el resultado será el efecto benefi- cioso que podamos obtener del examen reprobado: si hace- mos una atribución circunstancial, como la causa está fuera de nuestro radio de acción, no hay nada que podamos hacer para modificarlo. En cambio, si asumimos la responsabilidad, independientemente de la circunstancia, podemos corregir la causa. La experiencia negativa se convierte en una opor- tunidad para mejorar y esto nos conducirá a un éxito futuro. Cuando asumimos la responsabilidad por los resultados, obviamente sin estresarnos, hay una palabra que desapa- rece de nuestro vocabulario y es la palabra “Suerte”. Como se darán cuenta, cuando atribuimos a la suerte, estamos cayendo en nuestra propia trampa ya que enmascaramos la causa del éxito o del fracaso. Lair Riveiro, autor de “El éxito no llega por casualidad” y “La gran oportunidad”, dice que la suerte consiste en estar preparado cuando llega la ocasión. Estudiar, ensayar, ejercitar, practicar todo lo posible para que cuando llegue la oportunidad de demostrar nuestros ta- lentos lo hagamos con excelencia. Su propia experiencia, como médico cardiólogo en un hospi- tal de Brasil, puede resultar esclarecedora: Antes de un fin de semana, se interna a un paciente extranjero con un grave problema cardíaco por lo que se llama a diferentes médicos que se encuentran ya disfrutando de su descanso, por lo cual termina atendiéndolo Ribeiro. El tratamiento que le aplica es 76

exitoso y cuando los familiares se presentan para trasladarlo a su país de origen, notan el eficiente desempeño del médico y lo invitan a integrarse a un equipo de prestigiosos cardiólo- gos. La oportunidad se presentó para varios médicos que no la tomaron por estar de fin de semana y cuando él tuvo la ocasión pudo aprovecharla porque estaba profesionalmente preparado para ello. Me parece saludable este enfoque primero porque las opor- tunidades que se nos ofrecen a lo largo de nuestra vida son muy numerosas, pero si no estamos preparados para aprove- charlas, de nada sirve la cantidad y segundo porque toma- mos el control de nuestro futuro. El psicólogo Richard Wiseman13 dice que “La gente crea su propia buena y mala suerte”. Él realizó un estudio durante años entrevistando a cientos de personas entre las que se encontraba un grupo que se consideraba afortunado, otro desafortunado y el tercero neutral. Suponía que debía existir alguna causa que motivara que a algunas personas les fuera bien y a otro mal. Descubrió que la conducta de las personas que integraban cada grupo tenía características particulares y que había cuatro diferencias fundamentales entre ellos. A partir de allí enunció los principios de la “Buena Suerte” que permiten “entender, controlar y aumentar la buena suerte”. No nos referimos a la suerte como algo aleatorio sino a la capacidad de las personas para convertir las diversas circuns- tancias en oportunidades. 13 Nadie nace con suerte. Richard Wiseman 77

Encontró que las casualidades que beneficiaban o perjudica- ban a los participantes estaban relacionadas con su actitud, dado que su comportamiento las llevaba a detectar y aprove- char las oportunidades. Tomó los cuatro principios que apli- caban los que se percibían como afortunados y se los enseñó a los integrantes del otro grupo. Terminado el curso todos los participantes comenzaron a sentirse afortunados. Detallo a continuación los cuatro principios y los subprinci- pios porque creo que puede ser muy útil poner en práctica estas conductas: Principio Nº 1: MAXIMICE SUS OPORTUNIDADES: las personas con suerte propician su buena estrella. 1.1 - La gente con suerte crea y mantiene una sólida “red de la suerte”. Descubrió que las personas con suerte eran extrovertidas. Al contactarse con mucha gente diaria- mente incrementaban sus probabilidades de encontrar a alguien que produjera cambios positivos en sus vidas. Pero también estas personas tienen cierto magnetismo que se manifiesta por su lenguaje corporal: sonríen mucho y miran de frente a su interlocutor, pero además establecen una amplia red de relaciones duraderas. Cuanto mayor es la cantidad de interacciones, mayor es también la probabilidad de encontrar a personas que puedan hacer aportes a nuestra vida. 1.2 – La gente con suerte adopta una actitud relajada en la vida. Las personas que viven ansiosas concentradas en sus problemas tienen menos probabilidades de descu- brir oportunidades que las que circulan relajadas por la 78

vida. Cuando se busca algo muy concreto se corre el riesgo de no percibir otras posibilidades. 1.3 - La gente con suerte es receptiva y está abierta a nuevas experiencias. Es difícil que una persona que lleva una rutina estricta y que se contacta siempre con la misma gente y va a los mismos sitios, descubra objetos novedo- sos o entable relaciones diferentes. Caminar por la vida relajado y abrirse a nuevas experien- cias, además de enriquecernos, nos coloca en una posi- ción ventajosa para descubrir soluciones a nuestros problemas y nuevas oportunidades. Propone ejercicios para relajarse y emprender nuevas actividades. También aconseja sonreír, mirar de forma amistosa a las personas, adoptar una actitud abierta sin cruzar brazos y piernas y mantener el contacto con los amigos. Principio Nº 2: SIGA SUS CORAZONADAS: las personas con suerte toman decisiones acertadas siguiendo los dictados de su intuición y sus corazonadas. 2.1 - La gente con suerte escucha a su “voz interior”. Su investigación demostró que la gente con suerte se guía más frecuentemente por su intuición que la gente sin suerte. 2.2 - La gente con suerte da los pasos necesarios para estimular su intuición. Aceptando que la intuición se maneja a nivel inconsciente, propone algunos ejercicios para estimular la voz interior. Uno es escribir una carta 79

de renuncia a un empleo o una de despedida a su pareja si está pensando en tomar estas decisiones y ver cómo se siente imaginando el hecho consumado. Otro consiste en relajarse e imaginar que se encuentra en una cueva donde se reúne con un anciano a quien le cuenta las distintas opciones para resolver una situación y cómo se siente frente a cada una. Luego abra los ojos y analice cada respuesta, compárela con la evidencia y con la manera en que se siente. Cuando nos acostumbramos a meditar diariamente, vamos encontrando diversas alternativas para facilitar la toma de una decisión complicada. Podemos también imaginar que consultamos a personas exitosas, conoci- das o no, y escuchamos sus consejos o vamos imagi- nando alternativas guiados por la razón, la intuición, la emoción y el instinto. Es muy esclarecedor imaginar cómo nos sentimos una vez tomada la decisión y eli- giendo distintas alternativas. Principio Nº 3: SEA POSITIVO EN SUS EXPECTATIVAS: las expectativas de las personas con suerte les ayudan a hacer realidad sus sueños y ambiciones. 3.1 -La gente con suerte espera que su buena fortuna continúe en el futuro. Entre los ejercicios que presenta hay un cuestionario con 8 preguntas sobre expectativas futuras que se deben calificar de 0 a 100 en función de las posibilidades de que se realicen, según la propia 80

percepción del participante. Todas las opciones repres- entan logros personales y los sujetos con suerte logra- ron puntuaciones más altas representativas de su fe en que estos hechos ocurrieran. En otro cuestionario sobre expectativas negativas las puntuaciones más elevadas pertenecieron a las personas sin suerte. Estos veían el futuro con desesperanza. Lo llamativo es que, aunque a la gente con suerte les ocurran hechos fortuitos negati- vos estos no afectan sus expectativas futuras y lo contra- rio ocurre con las personas desafortunadas que conside- ran a los acontecimientos positivos como excepcionales y piensan que luego continuarán con su mala suerte. Las expectativas de cada grupo terminan convirtiéndose en profecías autocumplidas. La actitud con que se em- prende algo tiene efecto en el resultado a obtener. 3.2. -La gente con suerte trata de alcanzar sus objetivos, aunque sus posibilidades de éxito sean escasas y no se deja vencer por los fracasos. Esto no significa que confían ciegamente en su suerte, tienen confianza en sí mismos, pero se preparan muy bien para enfrentar el desafío; en cambio los desafortunados creen que todo en sus vidas funcionará mal. Precisamente por ese convencimiento los primeros toman todas las medidas posibles para mantenerse saludables y los segundos no. 3.3 - La gente con suerte espera que su relación con los demás sea fluida y positiva. Cuando comenzamos una actividad o nos preparamos para una entrevista o un examen puede resultar muy útil imaginar nuestro desempeño perfecto, improvisar diálogos y respuestas con la 81

aprobación de nuestro interlocutor. Esta práctica nos ayuda tanto a comenzar en buen estado de ánimo como a descubrir aspectos que no hemos tenido en cuenta o es necesario profundizar. Wiseman llega a la conclusión de que tanto los afortuna- dos como los que no lo son tienen determinadas expec- tativas con respecto al futuro y esas expectativas tienen el poder de crear el futuro. Principio Nº 4: CAMBIE EL SIGNO DE SU SUERTE: la gente con suerte es capaz de positivar su mala fortuna. 4.1. La gente con suerte procura ver siempre el lado positivo de las cosas. Aun cuando les ocurran hechos desafor- tunados los valoran como positivos en comparación con los que podría haber sido peor. Cuando se le plantea a un afortunado la posibilidad de sufrir un asalto y recibir una bala en el brazo, la considera una situación positiva porque la bala podría haberlo matado. 4.2. -La gente con suerte está convencida de que su mala fortuna de hoy puede convertirse en la buena suerte de mañana. Ponen énfasis en los beneficios que el hecho desafortunado de hoy podrá traer en el futuro, algo así como si no hubiera perdido el tren, hubiera sufrido un accidente o a partir de una situación económica apre- miante debí concentrarme en mis talentos y logré tener éxito. 4.3.-La gente con suerte no se regodea en su mala fortuna. Mantienen su mente en la resolución de las situaciones, no se detienen en recuerdos negativos. 82

4.4. La gente con suerte actúa de manera constructiva para evitar males futuros. Buscan soluciones creativas frente a hechos negativos para lograr ser exitosos la próxima vez. También se detienen a analizar las causas y encon- trar las fallas para no caer nuevamente en ellos. Es notoria la diferencia en la reacción de las personas que se consideran afortunadas y las que no. Supongamos que alguien sufre un accidente y se quiebra una pierna. Los primeros dirán: afortunadamente solo me quebré una pierna, podría haber sido peor. Esto me dará unos días de descanso y aprovecharé para leer y ver algunas películas. En cambio, los segundos no dejarán de lamen- tarse por lo que les ha pasado. Cuando escribí mi primer libro, llegué a la última página con mucho entusiasmo y cuando solo me faltaba hacer los agra- decimientos me paralicé. Pasaban los días y no me sentaba a escribir esa última hoja que por supuesto es la más simple. Se acercaba la fecha en que debía realizar un viaje y me preocupaba profundamente mi inacción. Finalmente decidí terminarlo a mi regreso. Sin embargo, el viaje debió poster- garse cuatro días por la ceniza que emitía un volcán que hacía que los vuelos fueran peligrosos. Me pareció una terri- ble calamidad. Como había adelantado todas mis actividades con excepción de los agradecimientos, hice lo único que podía hacer, terminar el libro. Con esto aprendí que un hecho desafortunado puede ser la solución que estamos esperando. De alguna manera la serendipia ayuda a los que están relajados abiertos a soluciones creativas. 83

Aclaración: Aparecen en negrita los enunciados de Wiseman. Me pareció útil colocar estos principios tal como fueron presentados por el autor porque creo que manteniéndonos atentos a nuestras reacciones frente a las circunstancias podemos rectificar si estamos incurriendo en las actitudes típicas de quienes se consideran desafortunados. Reco- miendo la lectura del libro y especialmente la realización de ejercicios para mejorar o acrecentar la suerte. La actitud es un estado de ánimo que se expresa de determinada manera. ¿Cómo abordamos el aprendizaje? Fácil-difícil, útil-inútil, interesante-aburrido. ¿Lo encaramos con entusiasmo? Aquí también tienen importancia nuestras creencias res- pecto del aprendizaje. ¿Estamos convencidos de que es fácil o difícil aprender? ¿De dónde viene esta convicción? Tal vez nuestros padres o hermanos mayores han experimentado dificultades y nos las han trasmitido o nuestra propia expe- riencia nos ha convencido que no podemos. Conozco el caso de un niño muy inteligente que tenía dificul- tades en los primeros grados. Su madre contrató a una psicopedagoga para que le facilitara el aprendizaje y todo se desarrollaba perfectamente hasta que un día, la docente se enojó mucho porque le había pedido al alumno que escriba una oración y este le entregó al instante el cuaderno donde decía: MI GATA ES NEGRA. Ella le pide que escriba algo más extenso, al menos de cuatro renglones. Recibe rápidamente el cuaderno con la tarea cumplida. Allí dice: 84

Mi Gata Es Negra Con lo que la consigna se había cumplido perfectamente. Este hecho que a mí me parece gracioso y demuestra la habilidad del niño para resolver los problemas con el menor esfuerzo, encolerizó a la maestra y si no hubiera sido porque la madre decidió prescindir de los servicios de esta señora, seguramente con el tiempo hubiera sembrado la idea de la dificultad en el aprendizaje. ¿Creemos que lo que estamos aprendiendo será útil para nuestro futuro? ¿Mejorará la calidad de nuestra vida en algún momento? Frecuentemente los alumnos preguntan: ¿Y esto para qué me sirve? Es posible que un contenido no tenga sentido para nosotros en un momento y resulte útil en el futuro o que incluso no lo utilicemos jamás a lo largo de nuestra vida, que esté desactualizado y no podamos descu- brir de qué manera nos enriquece, pero independiente- mente de la eficiencia en la selección de contenidos, es seguro que es un eslabón más en el proceso que nos llevará a alcanzar nuestro objetivo final. Detenernos a analizar la pertinencia y utilidad puede resultar interesante en la medida que permita mejorar los programas de estudio, pero conspira contra el entusiasmo si permanentemente nos es- tamos preguntando para qué nos sirve un eslabón en lugar de ver la cadena completa. 85

Pensar a mediano plazo y formularnos preguntas orientadas a objetivos modifica la motivación y la actitud con que enca- ramos el aprendizaje. Algunas podrían ser: ¿Cómo será mi vida dentro de cinco o diez años? ¿Qué tipo de trabajo realizaré? ¿Cuáles serán mis ingresos? Y especialmente, ¿será un placer para mi desarrollar esa actividad? Difícilmente podremos realizarnos felizmente en la vida si dejamos librado a la suerte o el azar estas decisiones. Es imprescindible que las tomemos, aunque no sea en forma definitiva y en el transcurso del proceso hagamos ajustes. De nada sirve aplicar técnicas de estudio, reglas nemotécnicas, mapas mentales y otras herramientas si no tenemos clara- mente definido a dónde vamos. Muchas veces al elegir una carrera se toma en cuenta la experiencia ajena o lo que gana alguien que tiene una deter- minada profesión sin pensar que el éxito está directamente relacionado con el placer con que cada persona realiza una actividad. Lo esencial es saber que nos gusta hacer, para que tenemos habilidades. Una vez que tenemos claro esto, todo el proceso fluirá llevándonos al objetivo. Recordemos que nadie tiene éxito haciendo lo que no le gusta. Steve Jobs fue sin dudas un hombre exitoso a pesar de haber nacido en un ambiente relativamente desventajoso. Su madre había decidido entregarlo en adopción y para ello eligió a un matrimonio de profesionales universitarios con la 86

esperanza de que le dieran una excelente educación, pero llegado el momento, estos se arrepintieron y ella no tuvo otra opción que entregarlo a la única pareja disponible. Eran personas humildes que de todas maneras se comprometie- ron a darle educación universitaria. Sin embargo, les resultó imposible solventar los gastos y Steve solo pudo asistir a los cursos gratuitos. Debió vivir por algún tiempo con recursos muy escasos para continuar con esta mínima educación. Como empresario debió afrontar diversos contratiempos que finalmente logró sortear, llegando a convertirse en el hombre exitoso que todos conocemos. En el célebre discurso dirigido a los egresados de la Universidad de Stanford les dijo: “No pierdan la fe. Estoy convencido de que lo único que me permitió seguir fue que yo amaba lo que hacía”. “Tienen que encontrar eso que aman. Y eso es tan válido para su trabajo como para sus amores”. Estos dos consejos, que evidentemente proceden de alguien que ha logrado conseguir su objetivo, indican claramente cuál es la energía que nutre la maquinaria del éxito: la fe y el amor. Los dos párrafos que transcribo a continuación, que también le pertenecen tienen plena vigencia y precisamente instan a los estudiantes que egresan de la universidad a descubrir sus propios objetivos y a liberarse de las ideas que otros preten- den incorporarles: “Su tiempo tiene límite, así que no lo pierdan viviendo la vida de otra persona”. “No se dejen atrapar por dogmas, es decir, vivir con los resultados del pensamiento de otras personas”. 87

Encontrar motivadores que nos hagan pasar de una actitud negativa a una positiva depende de nuestra decisión perso- nal. Sin embargo, no siempre resulta tan fácil hacer el cambio y mantenerlo en el tiempo. Pasar del desgano al entusiasmo requiere que estemos muy conscientes de noso- tros mismos, de nuestros pensamientos y emociones y sobre todo que tengamos en mente que contamos con múltiples talentos y los podemos hacer florecer sencillamente culti- vándolos. Para motivarnos a realizar una tarea podemos aplicar la técnica que explicaremos en la Novena Parte al referirnos al hábito de procrastinar, pero aquí nos referiremos a cómo podemos lograr una actitud favorable para el aprendizaje. Por supuesto tener en mente el objetivo final, es un fuerte motivador para encarar cualquier desafío. También podemos aplicar pequeños trucos que modifiquen nuestro estado de ánimo priorizando emociones positivas. Recordemos que la mente y el cuerpo están bidireccional- mente conectados esto significa que nuestros pensamientos van a afectar al cuerpo y que la actitud postural puede cambiar nuestro estado de ánimo. Cuando estamos felices caminamos erguidos, con una sonrisa en el rostro con paso ligero, casi audaz. En cambio, si estamos deprimidos, nuestra espalda está encorvada, la cabeza baja y seguramente, no veremos a quienes pasan a nuestro alrededor. La llamada técnica del lápiz puede ser muy útil: consiste en colocar un lápiz atravesado en la boca, sujetándolo con los dientes. Daniel Kahneman, premio Nobel de Economía y 88

autor del libro “Pensamiento rápido, pensamiento lento” relata el experimento que realizaron Strack y Martin quienes investigaban la hipótesis de que la actividad facial influencia la respuesta afectiva. En este experimento se le indica a un grupo de estudiantes que se coloquen un lápiz entre los labios en forma horizontal, lo que simula una sonrisa, y a otro que lo sostuviera desde el extremo, lo que provoca una mueca. Resultó que cuando se les mostraron imágenes, los primeros las consideraron más divertidas que los segundos. Esto muestra el vínculo que existe entre la actitud física y nuestro estado de ánimo. Dado que las personas felices sonríen con facilidad y frecuencia, podemos probar sonreír y mantener el gesto por unos segundos, notaremos que nos sentiremos mejor. Por otra parte, cuando vemos a alguien sonreír, descontamos que todo está bien e imitamos el gesto. Un gesto tan simple como simular una sonrisa, puede modificar nuestro estado de ánimo. Yo utilizo esta técnica cuando debo realizar una tarea que me resulta desagradable y pasados unos segundos noto que efectivamente mi estado emocional mejora. También podemos realizar actividades que nos hagan sentir bien como caminar o practicar algún tipo de deporte o simplemente asumir la postura corporal de un triunfador. Kahneman también vincula el estado de ánimo con la intuición. Esta afecta a nuestro aspecto intuitivo (Sistema 1) haciendo que perdamos sintonía cuando estamos incómo- dos o tristes y que el buen humor relaja el control de nuestra 89

parte racional (Sistema 2) por lo que nos volvemos más intuitivos y creativos pero también somos menos cautelosos y propensos a cometer errores lógicos14. Actitud optimista y pesimista La actitud va cambiando según las circunstancias y el grupo de pertenencia. No reaccionamos de la misma manera en familia que frente a un grupo de expertos en determinada materia, ni cuando actuamos en forma individual o como integrantes de un grupo. Existen múltiples estudios que prueban que somos permeables y nos dejamos condicionar, entre otros factores, por lo que es generalmente aceptado, el consenso, la obediencia, la conformidad y la dilución de la responsabilidad, cuando hay muchas personas en condicio- nes de dar una respuesta frente a un hecho determinado. Voy a dar algunos ejemplos para explicar someramente estos sesgos: 1- Si jugamos ajedrez en familia o con un grupo de amigos, en iguales condiciones de destreza, vamos a actuar con más soltura que si lo hiciéramos frente a campeones mundiales. El solo hecho de ser conscientes de la asime- tría frente a semejantes contrincantes puede obnubilar- nos, pero si estamos atentos podemos aprovechar la inmejorable oportunidad de aprender, en lugar de concentrarnos en nuestra desventaja. 14 Pensar rápido pensar despacio. 90

2- Cuando actuamos como parte de un grupo, general- mente nuestra conducta se adecua y podemos llegar a realizar proezas que solos no hubiéramos intentado o caer en conductas nefastas que no se corresponden con nuestros valores. (Ej. El horror de Wako en el cual un joven negro, analfabeto y posiblemente discapacitado fue linchado por los furiosos vecinos. Había presentes 10.000 personas que presenciaron la tortura y la muerte quemado de una forma por demás cruel. Ninguno de los presentes intentó impedir el linchamiento aun cuando se trataba de un joven en terribles condiciones de desigualdad). Cualquier persona con mínima sensibili- dad condenaría este hecho, sin embargo, en la actuali- dad, la reacción de personas comunes hartas de ser agredidas, asaltadas y asesinadas, tiene cierta seme- janza con este hecho. 3- El papel de la obediencia fue muy bien analizado en un experimento que realizó Stanley Milgram (1961), en el cual convoca a personas que vivían en Estados Unidos, a fin de investigar cuál había sido la motivación para que cientos de alemanes produjeran terrible sufrimiento a otros seres humanos durante el nazismo. El sujeto del estudio que cumplía el rol de profesor, debía realizar preguntas a un alumno y aplicarle descar- gas eléctricas cuando se equivocaba. El alumno era cómplice del investigador y nunca recibió tal tortura. Se encontraba sentado en algo similar a una silla eléctrica, con electrodos colocados en el cuerpo, hecho que era conocido por el “profesor” aunque no podía ver lo que 91

ocurría durante la experiencia, porque estaban ubicados en distintas habitaciones. El experimento comienza con las preguntas formuladas por el profesor a las que el alumno contesta errónea- mente por lo que recibe una descarga eléctrica cada vez más potente. Comienza a pedir que se suspenda la prueba porque está sufriendo graves daños. Pese a sus súplicas, el profesor, continúa aplicando el castigo y llevándolo hasta las últimas consecuencias. Cabe aclarar que no existía ninguna amenaza de parte de quien guiaba el experimento. Si bien esta conducta por parte de los participantes que cumplían el rol de profesores fue mayoritaria, también un pequeño porcentaje se negó a continuar con la agresión. 4- Hay muchas otras experiencias donde se muestra el efecto de la conformidad con un determinado grupo de pertenencia o las acciones que se realizan para satisfa- cer las supuestas expectativas de otros miembros de un grupo (paradoja de Habilene). Conocer estos sesgos nos permite estar atentos y modificar la postura cuando notamos que estamos incurriendo en alguno de ellos. Respecto de la actitud optimista algunas personas la adquie- ren al observar la conducta de sus padres o de las personas a cuyo cuidado han estado en la niñez. Otras, al vivir circuns- tancias desafortunadas se van haciendo cada vez más pesi- mistas. Afortunadamente se puede incrementar el opti- mismo o modificar las actitudes pesimistas. 92

El Dr. Martin Seligman, uno de los más grandes exponentes de la psicología positiva, ha dedicado muchos años a investi- gar las características de las personas pesimistas y optimis- tas, especialmente la manera en que cada grupo explica los contratiempos que sufre y las circunstancias afortunadas que vive. Hace referencia a tres dimensiones en las que se manifiesta la pauta explicativa frente a las circunstancias: permanencia, amplitud y personalización. Con respecto a la permanencia las personas optimistas consi- deran las situaciones desafortunadas como circunstanciales y los pesimistas como permanente. Por ejemplo, ante un resultado negativo en cualquier gestión, los primeros dirán que ocurrió porque estaban muy cansados, (algo que ocurre algunas veces o últimamente) en cambio los segundos dirán: soy un fracaso. Para explicar los éxitos se invierte la interpre- tación: el optimista dirá: tengo talento (permanente) y el pesimista estoy esforzándome (circunstancial). La dimensión amplitud se refiere al alcance que se le otorga al evento. Si es malo, el optimista considerará que es especí- fica, relacionada únicamente con esa circunstancia, en cam- bio el pesimista le dará un carácter universal, serán todos iguales, todos lo odian, nadie los quiere, etc. Ante el hecho positivo, supongamos aprobar un examen, el pesimista dirá: soy muy bueno en esta asignatura, en cambio el optimista sencillamente se considerará muy bueno (en todo). Por último, el pesimista atribuirá la causa de los buenos eventos a condiciones externas (un golpe de suerte) y los malos a su propia incapacidad (soy un estúpido). Por supuesto, las personas optimistas actuarán exactamente de 93

manera contraria: lo bueno se origina en causas internas y lo malo en externas. A título de ejemplo menciono los casos que presenta Seligman respecto de las tres dimensiones y desde la explicación que un pesimista o un optimista dan a un contratiempo: Pesimista Optimista Soy un fracaso (Permanente) Estoy muy cansado (Circunstancial) Todos me odian ( Universal) Me tiene manía (Específica) No tengo talento para… No tengo suerte… (interna./baja autoestima) (Externa/alta autoestima) En cambio, al momento de explicar los hechos afortunados la pauta explicativa sería: Pesimista Optimista Hoy es mi día de suerte Siempre tengo suerte (Circunstancial) (Permanente) Soy muy bueno en … Soy muy bueno (Específica) ( Universal) Fue un golpe de suerte Puedo aprovechar la buena suerte (Externa) (Interna) 94

Se puede ver con claridad cómo la interpretación es diame- tralmente opuesta. Como resultado de ello se generará una actitud esperanzada o desesperanzada, se rendirán o segui- rán adelante. Dejo aclarado que he tomado el ejemplo tal cual se presenta en el libro de Seligman para explicar la pauta explicativa, pero en lo personal no creo que la suerte, como reflejo del azar, tenga una importante participación en los resultados Están más relacionados con las creencias y la actitud. Según los mismos estudios, las fuentes de las que nos nutrimos son tres:  La forma en que vemos actuar a nuestras madres, espec- ialmente como atribuyen los buenos y malos eventos.  Las críticas o elogios que recibimos.  Las pérdidas que hemos sufrido. A fin de analizar la incidencia de esas fuentes en nuestra vida sugiero que nos tomemos el tiempo necesario para: 1. Hacer un recuento de circunstancias especialmente significativas que ocurrieron durante la niñez y cómo fueron explicadas por nuestros mayores. 2. Hacer un listado de las críticas y los elogios recibidos frecuentemente, en el mismo período. 3. Ingresar a la página15 de la Universidad de Pensilvania y en Centro de cuestionarios, hacer el de optimismo. Los resultados obtenidos pueden ser un excelente orienta- dor para mejorar la pauta explicativa. 15 https://www.viacharacter.org/survey/account/register 95

La buena noticia es que podemos revertir este modo de pensar, e independientemente de cuál sea nuestra condición de origen, aplicar las estrategias necesarias para convertir- nos en personas optimistas y transmitir esta condición a nuestros hijos. Para ello según M. Seligman el primer paso es descubrir la relación entre adversidad, creencias y conse- cuencias. La adversidad puede ser cualquier hecho que nos coloca en una situación desagradable. Inmediatamente hacemos la interpretación que variará de acuerdo a nuestra actitud pesimista u optimista frente a la vida. Considerare- mos que el hecho es transitorio o permanente, que afecta un área específica o es general y que somos o no responsables de haberlo provocado, tal como vimos en párrafos anterio- res. Según la interpretación que hagamos, vendrá la conse- cuencia, nos sentiremos tristes, desanimados y desistiremos o nos repondremos rápidamente y tomaremos una acción para lograr nuestro objetivo. La mayoría de nosotros, en el primer momento, sufrimos el impacto de los acontecimien- tos desafortunados, pero según la interpretación que haga- mos nos repondremos en el corto o mediano plazo y en los casos extremos, nunca. La propuesta de Seligman es que llevemos un diario en el que anotemos la adversidad, la interpretación y la consecuencia; luego analizaremos si tomamos una perspectiva optimista o pesimista. En caso de ser pesimistas pasaremos al siguiente paso que es discutir con uno mismo las creencias que se han generado teniendo en cuenta los siguientes elementos: Evidencia: preguntarnos si la creencia se corresponde con la realidad, cuáles son las pruebas a favor de la postura que estamos asumiendo. 96

Alternativas: buscaremos la relación entre las causas y el resultado obtenido. Generalmente no hay una única causal. El ejercicio consiste en buscar alternativas a la causa que le atribuimos inicialmente centrándonos en los aspectos específicos y modificables. Deducciones: los pesimistas tienen la tendencia a considerar cada adversidad como una catástrofe. En este punto le quitaremos esa característica y veremos si el evento real- mente tiene tan malas consecuencias. Mi propia experiencia me indica que hechos que me parecieron espantosos al momento de ocurrir, con el correr de los años se transforma- ron en un recuerdo divertido. También he notado que cuando cometemos un error pensamos que somos el centro del universo y todos lo han notado, sin embargo, general- mente muchas personas no se percatan de la equivocación o si lo hacen, la olvidan prontamente. Utilidad: descubrir si la creencia es destructiva. En algunas circunstancias puede ser útil tomarnos algún tiempo para analizar esas creencias e incluso decidir si se aplica solo a una situación o es algo generalizable. Supongamos que hemos reprobado un examen y nuestra interpretación ha sido: no tengo talento, voy a fracasar en todo, es decir estamos consi- derando que la causa es interna, afecta todos los aspectos de nuestra vida y es permanente. Seguramente nos sentiremos desesperanzados y desistiremos de presentarnos a otro exa- men. Obviamente se trata de una creencia destructiva. Si indagamos un poco podremos encontrar en experiencias anteriores las causales de estas creencias o tal vez alguien nos ha dicho que somos incapaces. Podemos analizar cuáles 97

son las evidencias de nuestra incapacidad y buscar causales diferentes tales como: estudiamos poco, no asistimos al trabajo práctico, estábamos muy cansados, fuimos al examen sin dormir porque dejamos todo para último mo- mento, etc. Se trata solo de un examen, (no es el fin del mundo) sobre un tema específico, en un momento determi- nado y aquí las alternativas son amplias: es posible que no tengamos ningún interés en el contenido, que el profesor no explique de forma adecuada o que coincidiera el día del examen con una época de especial concentración de trabajo. Viéndolo desde una perspectiva optimista descubriremos lo siguiente: 1- Este examen no es un fracaso, es una oportunidad para detectar los errores cometidos y corregirlos para el próximo (nos integraremos a un grupo de estudio, haremos preguntas sobre los temas que no entende- mos, administraremos mejor el tiempo, etc.). 2- Está referido a un aspecto específico, no tiene por qué afectar a todas nuestras actividades. Todos tenemos múltiples talentos, algunos conocidos y otros por descubrir. 3- Este resultado lo obtuvimos en unas determinadas circunstancias que no necesariamente se tienen que convertir en permanentes. 4- De las múltiples causales que nos llevaron al resultado, algunas son personales, dependen de nuestras decisio- nes y otras son externas. 98

A partir de este análisis podremos optar por modificar la forma en que preparamos los exámenes, concentrarnos en nuestros talentos e intereses, tomar conciencia de que la vida está llena de oportunidades y decidirnos a aprovecharlas. Vale aclarar que cuando hablamos de optimismo nos estamos refiriendo a una conducta responsable. No a cerrar los ojos a la realidad e imaginar que todo mágicamente saldrá bien. Con esta actitud podemos correr grandes riesgos. Entonces cuando el optimismo nos puede llevar a asumir posiciones peligrosas, obviamente tenemos que ser precavidos. En las restantes circunstancias conviene ejerci- tarnos en asumir una actitud optimista. Otro aspecto que puede incidir sobre la actitud es nuestra relación respecto a un determinado grupo. Continuando con el ejemplo anterior, supongamos que somos adultos que retomamos los estudios, incorporándonos a un grupo de alumnos más jóvenes. Podemos encarar el examen sintién- donos en peores condiciones que nuestros compañeros y esto también redundará en nuestro perjuicio. La importancia de reconocer y encuadrar nuestras actitudes en optimistas o pesimistas nos permite iniciar, en caso de ser pesimistas, un entrenamiento para adquirir una pauta explicativa diferente. Cuando esto se convierta en un hábito, notaremos cómo la forma en que encaramos cualquier actividad cambia rotundamente a nuestro favor. La ciencia hoy pone a nuestra disposición las técnicas aptas para “recablear” nuestro cerebro ya sea ejercitando nuestros talentos para lograr que alcancen su máxima expresión o 99

modificando actitudes para llevar mayor bienestar a nuestra vida y la de nuestros seres queridos. Ejercicio 1 Para motivarme puedo visualizar todos los días mi objetivo final. La respuesta a las preguntas: cuál será mi profesión, como la practicaré, cuanto ganaré, etc. La visualización debe ser lo más vívida posible utilizando todos los sentidos, logrando emocionarnos y sentirnos felices por el objetivo logrado. Todos nos relacionamos con el mundo y percibimos la realidad por medio de nuestros sentidos, pero no todos los utilizamos de la misma manera. Algunos captamos la realidad preferentemente con la vista, otros con el oído y un tercer grupo con sensaciones y movimiento, dando origen a clasificación de las personas en: visuales, auditivas y kinestésicas. Las personas visuales prefieren ver imágenes y diagramas, recuerdan con mayor facilidad las lecciones que son impartidas utilizando estos elementos, usan resaltadores de colores, se manifiestan con verbos y expresiones relaciona- dos con lo visual: ver, imaginar, punto de vista, viste que paso, enfocar, etc. Los auditivos memorizan lo que oyen, necesitan leer en voz alta, aprenden escuchando y hablando. Utilizan expresiones como: suena bien, ¿cómo te suena esto? Los kinestésicos, en cambio, aprenden haciendo, necesitan el contacto con las cosas y con los demás. Les gustan las manualidades, la cocina, hacer cosas con las manos. 100


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