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El audaz - Perz Galdos

Published by Ciencia Solar - Literatura científica, 2016-05-29 08:14:40

Description: El audaz - Perz Galdos

Keywords: El audaz,Benito Perz Galdos,Novela,Libros,Ebooks

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BL ~UDAZ 197tlP'etl\nSuimma aIundysijeoggucuaorrniddeaaxddpodreeesnqióulnaesdecleájcroacvneeldneisdeedszteAq.Ilu·alneIáhniqazuqolusrelecllilóransú..z:hs.ouy\"-sana: -Esto es uno de Jos que estuvieron aquel dla· en JáFlor ida. sauqupierámeisstoo.ssedñosoraamdiogñoas,Vqiuceendtae-sdeaijno Sotlllo, conoc-er- -Con traigoesta sociedad. -Sean bien venidos eu mi casa y tt>men asiento, sijyshaiann-tleEVLltaameallnnj?sbmmjOidlotóaioóvosrnneci.qndnoou'Jiens,esé'.u,esslvtavcrováolpoams,lrvoveyoósisónpeds.oeniuscyjcoshiacaaoláosjdmonSdosuoeulasmlnqaqeeanununaeoest:lsoollaon.dsrneioshracoehmnqecubonerroeaseclueomnnMacsrlaeuqrmituríenéla-s,jc¡omv¡aa:lim-v.eau.e..riFdsn,d.oa~¡óaotAIan1srbr.rc·:meonabaxlontiaeatásulrissra?eprlotraddmaEo.nriosr,ssPeesteamrcáloouqhiyambvnmuejaaremaiaoroellsi,lílun.amna¿trsyarnooe!socpmb-y,iacbicneerhcatunenai~ijytlllaoaaoldasnqfue,csrrulsíouoyotínsnbe.,dlotrVtaci?eodesoendeYnngacogd-touosóeua.lrlnsstoe·.tht.asóeee,rd:Tsmr.cyaooosdYhsgoyaaesdrslecésatsamespcrPappm-iriltaeoeoul----,-ma sintió deseos do salir al corro. Martín se hnbtn sentado junto á Monlfacia, y ésta ledijo: •y c--¿o:nN:li,ousnbeaañirolearsaou,lsuvtceoidyó.n!c\qbabuaaiellalherir-zoco?osnetefisjta-róanelejnovéelnlams muyirsaedrai¡o¡de todos. -¡Pues ya! habiendo aquí tan buenas majas. ¿A. cuálsaca usted? atrnvesó el corrillo, y dirigiéndose :Mnriol se levantó,á Susana, dijo: -A esta. -Bravo, bueno. eso se llama picar nito-observó el tioSuspiro, mjentrns los demás aplaudían con fuertes pal-mp1hm1oaalens\dEnJteaaatlrrostaq.c!nsnuoooermersvnebeictrórtoleieávldooSoesuálcusmntaraprannliranótquasusponéonausslrdnefdabuiecrér,JaIatnlea.nclviN,oaqnaonudctpaueerrmroesreefnáinnryeicóliadaplva.groriuEzmsnnuaeotlomrgpnumaacnnreoaaos-. © Biblioteca Nacional de España

198 Et\" A.UDAZse interpuso violent-amente entre los dos, y rechazandoal joven con fuerza, exclamó:-¡Canalla!En aquel instante se abrió la puerta, y una voz dijodesde ella:·-Ténganse á In j!Jsticia. ..En efecto; la justicia humana, representada en aque-lla solemne ocasión por Gil Enredilra, Perico Zancas-Lar-gas y otros respetables alguaciles del servicio secreto dela policía, traspasaron el u mbml de la casa, no con gransusto de los concurrentes, porque estaban acostumbradosá In intervención de aquellos elevados personajes siempreque había una disputa.La Pintosilla habla convenido con ellos en la mauer..de designar la per·sooo. ii quien se trataba de aprehender,'Y la sella! consistía en ponerle la mano en el hombro.Luego que los vió puso en práctica su comisión, y de-seando no concretar e l bromazo ú. una sola persona, seña-ló al marqués y tí Narcisito Pluma, que no tardaron enser rodeados por aquella patulea.Nadie se habla aún dado cuenta de la situación, cuan-do uno de los candiles cnyó ·al suelo de un palo, el otro·murió do un fuerte soplo, y por último, el quinqué rodópor el suelo, quedándose h1. escena en completa oscuri-dad. Gritaron las mujeres y las risotadas alternaron conlos rugidos. Se oyeron gritos do angustia y juramentoscomo puños; llovían porrazos y mogicones, y los al~ua­ciles no cesaban de invocar ol nombre de In real justlCia,con Jo cual se aumentaba el alboroto y no cesaba la oscu-ridad. Por fin, uno de los emisarios de la ley trajo luz. ylos demás se dedicaron ú asegurarse bieu de la personade los delincuentes. -El marqués, cubierto de sudor, rugiendo de ira y so-focado por los esfuerzos que habla hecho por desasirse delque le tenia agarr:ado, miró ú. todos lados con el mayorafán; pero no vió lo que buscaba. Susanita habla desapa-recido. lo mismo que ?ttartln, D. Frut-os y Sotillo. CAPiTULO XV L a. l)rinoesa. de La:rnballe. Susana. al verse arrebatada por aquello~ hombres, de· los cuales no conocía más que á uno. se esforzó en pedir auxilio; pero no le fué posi~Ie hacerse oir. b1etiéronla en © Biblioteca Nacional de España

BL AUDAZ 199i.lll coche, que íi buen paso atrl)ve~ó la villa de un extre-mo á otro, y al llegar á la calle de Sau Opropio, la vio-lentaimpresión recibida, la angustia de aquella situación,.el terror que le causaba el mismo lllnrtíu por las especia-les circnust.nncius de su conocimiento con él, hablan aba-tido su ánimo valeroso, y perdió el conocimiento. lllnrt!nsolo la cargó en sus brazos y la entró en la casa. No se extiñguió en elln toda sensación durante el tráu- •sito de la tabet:ua á la casa. Antes de volver de su let.argo.creia darse cuenta de lo que pasaba á su alrededor: ct·eyó.seutit· que los fuertes brazos que la tenían asida la deja-ban sobre el snelo; después smtió que á las voces de losq~:e la acompañaron se unía alguna otra voz desconocida,y quejuntos hablaban con mucho calor. nombrándola confrecuencia. lo mismo que á su t!o y á su padre. Despuéslos infernales acentos se alejaban, juntamente con los pa·.sos de aquellos hotnbrcs, y se sentían crugir bajo sus piéslas mndet·ns de una des,·encijada escalera; luego los.m),s-mos pa~os resonaban -sobre las baldosas dtl un patio, y-por último, el ruido de varias puertas y el chirrido de loscerrojos parecía indicar que h&bian salido deJándola sola.Silencio sepulcral reinaba en torno suyo. . Cuando !lbriólos ojos ct·eyó salir de una pesadilla; peroá medida que su entendimiento se despejaba, iba adqui-riendo el sentido real de su situación. En poco tiempo sescrelió, y pudiendo adquirir In certidumbre de que nosonaba, examinó el sitio, se movió, y un ruido seco dehojas de maíz le hizo comprender que se hallaba en unjergón. Extendió la mano y tocó una silla que, falta deequilibrio, golp_eó el suelo repetidas veces con una de susdesiguales patas. ¿Estaba pres11? ¿Era aquello un calabo1.o·donde la encerraban para toda la vida? La puerta del-cuarto estaba abierta. y por ella entraba clarísima luz deluna. Hizo un esfuerzo de ánimo y se aventuró á salír.Dió al~unos pasos·por hL habitaciÓn, ysaliendo al corre-dor, vtó un vasto cnadrilñtero formado por doble colum ·naje de madera, y abajo un ancho patio cou montones deescombro. No vió un sér ' 'h'o en tan ancho recinto. Pusoe l oido atento y no sintió ruido alguno. A pesar de su·mu-eho ánimo en acasioues ordinarias, no se atrevió á dar unpaso por aquel conector solitario y frío. «¿Estoy soñau-do7• se dijo repetidas ''eces, mientras ' 'era y palpaba la realidad. •¿Quién me ha traído aqul?¡,Qué sitio es este?• Hé aqui el t11rrible problema quP. la oprimía el cet·ebro como un.anillo de fuego. Esperó á ver si parecía algún sét· huma- '© Biblioteca Nacional de España

200 nL AUDAZno, aunque no es!aba scgurn de si lo deseaba ó lo tcmin;pero nadie pareció. La cosn scgui~muda como uun man-sión encantada; nada onto sus ojos tenia animación nivida. Aquello era un vasto sepulcro donde estaban muet·-tns In Naturaleza. In atmósfera, la luz. Hustn le parecíaf¡uo In In ua DO verificabi\ en el cielo su rápida traslación ,.1' que lns nubes. como el hermoso nst1·o de In noche, pcr-mnnccinu cla'\"adas () inmóviles sobre un rondo oscu1·ocomo lns pinturas de un telón. Al lin creyó sentir,-, su derecha ruido semejante al deuna suela que se al'fnstm: miró y vió un bulto al extremodel corredor. Fijó su atención y observó que se aproxi-maba. Era ulgunn cosn viv11, un hombre tal vez. Desdelejos Susana no percibía más que un cuerpo alto y enju-to, vestido con traje talar; mns aquello, hombre, npnri-ción ó lo que fuern, se ace~·cnbn; yn se le podio distinguirperfectnmente, y In joven sintió un terror tan grande.q\]e no tenia memoria do lmbcr experimentado nuucnsensación IguaL ~udor Mo co1·rít\ por ~odo su ~uerpo ytemblaba como SI se h111111rn sometida u. In ncc16n de unfrlo glacial. No se atreviná huir, porque ''oh•er In espal-da le infundía más temor que mirar cara á cara nquellnvisión silenciosa. Hizo nuovos esfuerzos de valor, y seasombraba de que, habiendo mostrado tanto corazón enanteriores ocasiones, se hallara entonces cobarde y aterradn como un nilio. La sombra avanzó mñs y se pnró :\unos diez pasos de distnncin. Snsnnn reconoció las raeeio-nes de un viejo decrépito y horl'iblc que In mirnba aten-tamente con expresión de irn. Cunndo la hubo contemplado un buen rato, dijo conCa\'ei'DOSil voz: -]Infame. perrn nristócratnl Maii ann es tu último dln.mannna morirás. Beberemos tu sangre y pasearemos enuna pica Lu cabe~a. vil nristócrntn, para escarmiento dotodos los de tu raza. 1Mailanu, mañana! ¡Tiembla á In sa-lida del sol! Susnna hizo un csfuort.o para hu.ir de aquel terribleespantlijo; pero su propio miedo In tenia elavada en el an-tepecho del corredor. --SI, miserable y orgullosa nristócrata-coutinuó elviejo,-parn ti no habrá perdón. Maimna es el grou dla.manan a es el 2 de Setiembre. Se nnlnn las cuchlllns. Elpueblo hu. sufrido muchos siglos, y mañana tomará ven-ganza de tantos crímenes. ¡Ah. perversos 1 Pensasteisque vuestro poder no ncabnrln nu nca. Ha llegado In horadel exterminio. © Biblioteca Nacional de España

llL A.UDA:.I 201 Al edfdleeorhcoSoicrmueessbs.artnEooa,nd,oteeolnlnaacncjecousivyaaeonlnoa,rrosqgesuótaresocsuecerlcbraóervapóbzleoasgsuytósacopprjuoeosysnoeeernlxsadteromaásvadeínonaos--pasosdos ysobretcZgtdlIa·inuuooulrn-rbsrzqirt¡srnalacuzeoAunraserbmságáeh.rld-r,orea,aoNoenlfdcslodPocaeieaorurneslbmtcanngaeuoaatarnfh,ebavn,eeneicsadtnelienitloaienvaracdensdnrroaaceaumtrmn.rummrJlToiiaUréaectymieenunnraosohdcibosgheand~,dsadetnetueorop..mdenocd,len¡oaaroPedcbDsolmLleáluacaeirvaroiassrasemrss.am,erc.sdehbisunoansTloaili.azurmual,oaltTsqseuuss.nuu!cseyií-tEarseresptrcliaexceqoarnp.ecrurreuglltaesbeneerztirmsiebaajona.alnsósmonc,:dosLoonseeesna-eli-,lrrhmnánocnndemA.ario,byml ,raldopoleaeeldcannniecz,raóeSableluulsuestnsloaset.,uianmh¡gntMiu.iozrdnusogípeesrprriatearmedtep,ósooraimcsgdoicuroenioentntrAoceterrdsye!rauoccsripea, aonyafrtóttelaunaqfrdluduoseiesudrlzedlaaale,o,dgdyosaeisnsrleerasasndepdnaeee--l·tido: CAPITULO XVI L A8 Ideos de l:!'>•ny .Jerónimo de l\Iatamnla. 1myubpdochbniirtaairia'sMredgÍebroodnAroeaítnlrasndosoosidrnolcsestepbeelmibrnsorsñppalcaanreo,oadMulrbruriorlnednhoucelzasosggooaraonlirrrnaaáesrpideaoulzos,anegnasotlarnouirinqracarptrmeotulleioeneganndor,url.utaaia,aúrygcasrd.ecsucdripelgdtoeiaeeaisoleavsnsedrescrnipdseqpsdandluoealuancymlétbsiedoáDOseiillluredoeiv.aadnt<rieseo~dduasBensatGontcSrutglsa-a~iioaedareestasncnniinnuqqvguaastntuOsunnuneveteseocossepyrletsynesrsdafsopetdudbnlopueroaeeeeacs~irs,rlo·liaoeiiaceayg,rnt,onsseRiodeomq.tnfsoeuserdueUi.atrasdUseeoninosadspon!osdpbcormdntdeouelseyooele,---.-.ndtaqrí,uaEesmilnelotonrssdaorlblooamnnmdueaincrthoseosul tmcdieueúmassprptlaooacsrhdg.ooa,nyydeomRnedodatioutnanddooaeltsaocndr1iebaiMlóoaurqntuíanec.paor-- ' © Biblioteca Nacional de España

202 BL AUDAZ slcloaeo.-spqYAaaunerohtseeothsáritamáapyu-rpdóqoaxiubrji.etímoalnh.aRata:seocytpqeoerupn.reudsEooeysnsodauopslsebrcteloeoacdrninrsdeoqacouclnnieleoa,pnnstepaouseyehdrdnaneeyb,er-eqsymtutiaecoenssndaieepobgnoremo.tmecLinoirols--\ uPsgvdne¡saeoe·ltsrrsaeenotoncodottarnostocip.o.soolh¡annsOnnyteblehnlcpe.csaniuo1amrem1ncqdirtoeimnregntaoiaotpesoleoe.lssCrsoPoodtnu.neapiJmrnlnre~anefdrssapióomlanulmt'lin·e'tmnaren.myptos'ilaro.'diodvmoehdoansanedi,cnlIIolitnncné{.osn)tpa.oYmdimAceoapidsalerae,ldie·ndncane,,rsddnáqte,earusgrlnutoeáoátsemvtqcediovuúedenué-s.l cpnb¡Oirres-oihccvd!aa¿iennnDnoodTcesioodamlhleIenonjddádofenpoirdyulmqaoedussaooeteroddcAnoeeoornnsgnuseneuerjcsnulacteegraizetmpmarcet.nborosuiscéeoingpnmuadspipterreráulol?eocm-sscd.ii.nso.iounjpeoeeesslrt)obyrJoua¡sccer.áltn.ai!.nvf,soríarsnue..l-.· -No lo creo. Aunque le hun' de San l•rancisco como por vln enviado aquí ni convento pase de ser una fórmula. de dest.ierro, no creo que -¿Podre \"er tnn temprano ú Jo'r. Jerónimo? -::>i, ni instante. Ayer t.nrde lo he visto yo, y ya estr, enterado de que contamos con. usted, lo cual le causó js¡ga·aoeñr,raacoddnoeginóorcme,rigdebiogoratcojaqai.sjunoe¡dp.Ooa1dhr1e!tI1bincioeeuvsuhloetnmlal•sbs·icieudorsaqntlduelcemedsg,eiSasy\sdltooeepxraempinrosleoio,ccv-nhaouaecyjnoepa1n.ai..rvpéaTlearelyean1nnsitoeceumannedntopretoscñr---· ymdeoesncpodacnahf.enBrtea· nsptcraioornácthooa.ncVmeirliyunhnsoempeubqsruteeo.dii¡oQ,¡envsóefurheoarmlzofbrrpaoial.reqa, .um.é. iEaednuqtfruinnis-. sición! -Pues hasta luego: saldremos solos. vbiee- nuSsetím,edqbuocózeam.d.oUosietosátnoseyostoyy.oh;So¡oqrtaiul,iloénnosmehooq.uyceopdneeolncigeareoqnualel.gsutSenotolro.asj'Yo;'a:/ drdtoioiaadyEspeenatvahseeanarserbtpcilpdtuaooolc;rc,orDybon.avaerBeqbnruuetcleriodovlso.ospneerñtniúomruraenárhohaqsobumiicneabncpralevmtiudmbleooilassdptduooeenpboelaosrltmcqaoiuhmdeiopsuptloone---· -Usted-continuó Rotondo, embozándose en su capn, -no necesita disfrnz. Pocos le conocen, y los inquisido- res no hacen de las suyns sino por delación y dentro do las mismos cosas... Con que... © Biblioteca Nacional de España

EL AUDAZ 203-Cada uno por su Indo.-Eso es: y dentro de un rato aqul.Salieron, y se ;apararon en la¡uerta. Martin se dit·l-gió á casa de D. Lino Paniagua, quien necesitaba en·cargar una importante comisión antes de avistarse con elft·ancisoano. Cuando el joven llegó ~ IIJ. calle del Burro ,el abate, á pesar de que aún era muy temprano , no dor-mía, y estaba muy ocupado en· limpiar su ropa, en darlustre á sus zapatos, en coger algunos puntos á sus me-dias y en otros menesteres domésticos que eran la ordi-naria tarea matinal de aquella gaceta ambulante. El buenD. Lino, que no era rico, necesitaba atender por si mi~­mo al realce y eiplendor de su persona, según conveníaá sus variadas funciones sociales. .- ¡Oh, Sr. D. Martín, usted por aqu! ñ esta hora!- ex-clamó, dejando sobt·e la cama la casaca, en cuyo forroestaba restaurando una costura' lastimada por el roce.-¿Qué uueuo me trae ustE!d\"l... Algún encarguillo, ¿oh?-SI, señor; quiero que me bagá usted el favor ds lle-' 'at' una esquela á cierta persona... ·- ¡Ah! ya comprendo, truhán-dijo el nbate, somiendoy clavándose la aguja .en la guarnición de una chupaverde-mar, del tiempo de Farinelli, que para dentro decasa tenía. -¡Con que era cierto?... Y usted lo negaba.¿Esqu~litM, e6? Yo me encargo do eso por ser usted elmteresado, que si no..,. Vamos. que ha puesto usted unapica en Flandes.- Agradeceré á. usted muchp que se encargue de esto-contestó Martín. mostrándola.-Es para el doctor don'l'omá.~ de Alborado y Gibraleón. --¡Ah! pues ·yo creí que era para... Pero ya entiendo,picarón-aiilidió con malicia, creyendo descubrir un se-creto.-Usted se cansa ya de la vidll plntóuica; usted as-pira á .. y como del doctor puede decirse que es quiendispone del porvenir de Susnnita.. . La pretensión es atre-vidilla, Sr. D. Martín; pero si ella está tan enamorada deusted como dicen ..-¿Con que usted llevará la cnrta?-preguutó el otro sinhacer caso de los comentarios del inocente abate.-iAbl si, con mucho g¡.¡sto. Ojalá. viera usted clllÚpli-do su deseo. El doctor es una persona exc~lente. Y á pro-pósito: /,)ogró usted que pusieran en libertad al Sr. D. Leo-Jlardo? Qué lástima de joven. tan amable, tau...- No, nada se ha conseguido hasta hdy.-Es raro, porque estando ella empeñada en sacarle enuien... Y me consta que se preocupó mucho del asunto; © Biblioteca Nacional de España

204 EL AUDAZ no hablaba de otra cosa. Por c ierto que ese empeiio daba que hablar á la gente, y todos se hacen lenguas sobre el estnpeudo amor que la madamita siente por usted. Algu- nos se han escandalizado... ¡P reocupaciones! Todos los que conocen su caractcr se han llenado de asombro. ¡Qué genio! Cuidado, que tiene rarezas. Ya sabrá usted que se habla empeñado en ir al baile de la Pintosilla. Todos en la casa se oponían; pero al fin, el demonio de la mucha- cha fué. Si cuando dice •esto se hace, .. no hay remedio, sino que lo ha de hacer. -¡.,Y fué por fin á ese baile eo los barrios bajos? - ::ií, sciio1·, fué. Vamos, que usted debe saberlo mejor que yo-dijo Paniagua con mnlicia.-Su familia estaba.\" disgustarla, y no eren usted, tcmlnn... Anoche á las once, hora á que yo me retiré de ln ca.~a. toduvla no habla vuel- to y estaban muy sobre ascuas. ¡Ya lo creo, tan tárde! La fortuna es que había ido con el marqués y con Pluma. que si no... Esa gente de Lavnpiés es muy peligrosa. - ¡.Con que llevará usted la carta hoy mismo?r\ - En cuanto salga. Precisamente he de pasar po1· casa. del doctor. Tengo que ir á casa de los seitores de Sanahu- ja, que viven. como usted sabe, pared por medio. ¡Ah, no sabe usted cuánto tengo que hacer hoy! Como esos seño- res se van í• toda prisa para Aranjue;~... -;.Que señores? -Los de Sanahuja. Fi9úrcse usted que Pepita est:i roa· niática, no pu~de vivir s n10 mt el campo. Ya usted recor- dará. Aquella que en la. Florida recitaba >ersos pastoríles y jugaba. á los corderos. Yo me figuro que a<:¡uella cabeza no está buena. Está tun enfrn.scada en su manía, que 110 hay quien la convenza de que todo eso de lo pastoril es pu ra in>enclón de Jos poetas y que en el mundo no han existido jamás Melampos. ni Liseuos, ni Dalmiros, ni G1l· Jateas. Pero ni por esas; ella, con hl lectura de Melendell y de Cadnlso. se figum que todo aquello es verdad y quie- re ser pastora y hacer la. misma vida que los pe¡·sonajes imaginarios que pintan los escritores. ¿Pues qué cree us- ted? Si ha tenido s u padre que quemarle los libros, como hicieron con los de D. Quijote... Es mucha nHla aquella. Pues boy se van para Arnnjuez, donde tienen una her- mosa finca con su soto y muchos viñedos. La familia, viendo que Pepita no comia ni dormía á causa de su preo- cupación pastoJ·il, han ¡·esnelto al fln hacerle el gusto y se la llevan esta tarde. Do buena gana iría á pasar aUi un par de·semanas. Ellos me vuelven loco para que vaya. mas no puedo salir de aquí. Yo, Sr. D. Martjn, hago en © Biblioteca Nacional de España

EL AUDAZ 205·msMbeAndqadnecousivueoselheanbcetg-i-edacorDoahsnuA¡rrreorae;saoiOanl.ldrlsoninsscnloazCa:usihuatm;qehlglcechc,ueptmueaauzusnietíosncjzolancarenrievqah;pghtt.ssdraduirlaooaaiaododaraoetrs!anaeerfád-tlmtsh;aarcsciaeoiolbjcIoaducnnñatenurclarpeonñraiaadr.ieCoaanadedmsisrbr.enant¡eeq-darórtuzPvlaoVaua'elqsduau.ypdostee-ueseeaeponrBlstuserrnaóiseeo,mneaoalmdlnivsjualnysg!aiooeop;sdp.tr,vcrtn•ecoLcaeeaae¿uesomnCsldarleetapclaadáoeannahnrldvenvsldettareaae;aieaaceqsdds,rsumilteásuaiiebpynadseluesiatueliprljnSejorseosuáveot:lrssts9eaeer.rted·enps;gas•dDeduednnrcodaoeune.nocumlpocledscOstaseehpstmireirernso.loalgceicodaoatpotaopaprjs,ldodereapirsau,enebtldte,orarosqeqqrosayng?udtrpuutudleoaoaenzaeosees,ssl:sai· hstscSJmenmlaalsdeehiooeliaodlbogbererarúl-nboMasróanaeumcr¡dSsatu.ntgrtMeuFreuuacuizntbeoinurnbrarorámblnrecataaóidiendnleisaenoenroresedrlerdcyrtg.ru~edtdotíuiosaqcruacnegsonoalenbuauuocíeausm,dp,enaoeMab;ldcelmo-iganqyalIeevucnrrorrcndubbsalaobetaeeopelsonentcdGunnnrlelorlimsdcíaeltd1ri,dn,tcraoedharnatiadtseonsspmóyot.nalbnusleaunndyeladpbr.ddaateocMelelcoebsepeHldaacss.ae.jieniitcnapaazusómgcajSnor:jacnnuabilatiaSinemocoísrldoennrnoseJnimacníotoaa!dndadhlpodysniGae-eooecgaéáeosesssálalrjoeer.sdósdledacnsdaniuuuyciexp:dlebeiadsoancneavaqdiMamuhaladrttcetuaeusqaaideehirésmotsbrrmuqnerotláaneleizuouó;dcaentsnnlls.eniooorso.eupestldaFsndh,s·meapamooadirearstdopnnnpenmo.eeobcaet,godnáosoiínJidlea,eups,greocomliroclyipor·rsaoea:nedóiMOopapcngorFotmenortaiafirnaqarnbmdiiósnrqurcmdaruiteatnoiulo!yoyáoye-ein·o.-es.slHDmclloeoi-mornYosp..Br.a¡e.uAuEetbdens!etntápo•,,úesmesrpnoeumtrnytnuirbsbannaumot,eisnMhefeathncisnnbrsoloeihngaadculboiilrldaetlodíoc:oo-ed¿mndnitejoeeonrttdaiFeamcrrlo.toeennJdtcaueilrjneeómo?suseiiAsecmhncaocobooran.n---·sejos.© Biblioteca Nacional de España

,. 200 RL AUDAl\ -·Por quéi'nepnlttpddeaqnieon¡ets-ng-eos·t,cmesneuce-dcmgco-cJciPtsDea-rd-;emtyarvnoue1rpvemlceomJbouCi-oaoíeae·Prioa-yNmtoosooeoine!iPc-loYsneah-1i.retoeridmiSeerimgnn-oeraiiooohespecQsYaareolmmlumom;qenlctoPDt.inaoenar1elapímlresiedraroqeohdudtdgeaneoppeic,umruio·nneeonliDútndeuameereteaqaamueeroutssealutldoorapésolobmoi.ernhuuranneusncpsnlcashópoqlhsuhaabct.lamsrooatst:niqaeaeotemqceeah.eraden;ioíueyrnianMsotnsDscsetaujoum:rsucsiuelreovnyoyg,apoúnejilcccipcíhnieeepm.dsonó1achebnag,doeacuioouou;dhadlottnted.onSro,nJdderyooYsriilseinnnndeyD.yiderr1eeloramygsecousouojlmttoasfli·cososdávdaoepoíasvh.ogoesudss,.ioueetooutstedeee,ayuebopvetm.ceao,mdn1ctdsestndnha1isaDsccrurnnneroaeedoYppoi!yetam·neatadiaocleudbsndrahshenruceolqtdeoosjtsceoadornaméqausladRtoleedrooidroi!nru\enxgsaqoeadaeqcdnaua8.orep,gcgrroontoeráes.epEmgubesbdsuaduouuaettneoirnary,ceatm~catrlearo1in.anotaneeheo.henrttmoooivancotnesulaun1ocectsnca;oio/raotis?ossoeesonrednornaeeir.dingd·ealIdbsdiayeyJoudaeugnssidnderoPmceeocsauqo.zclole!fptdoaeatíeeéusaeiacoursíneubooeupamasc¿,nnrrgpossi.edsc.iisreempstdoCmstroeoraclscieiarízroerioCantm!trdpmruóaledrrbdeojoDeseor,upzm.ageEere,á.rencniIurseneptnysdcsonáutcbaÍgóutRr.oaaoec.raplovedoeeLlos;ilsptrqiuxiq,nomtaslD'enaneteaoomdmnlouiusMch;~oiasdusulossqnrxm,dvdeqnml..sduauehitlcibiao'neiupoóoneemlumjcdumndsaedspcaiouorEocyoddneemqnocrueessteenaeecnmomoecaltulorúqiíiussenjo,msooríoalenh.ehiupeenof.laInuusebpéceanelpvyquannecarqnnrassiequ,stterrnilmoaaóeuqasuugett,amcvuagpeumcum·tecuv.qrtcuotdunaemrercpiueeehdádeeecuipietecstuagleaáetaransiiceoceouaesdtqsorsrealdndendsec,lseedinandsfnerieimdtunedcóeeoodnotiaohrqircuc'atsqobsle1jeiiseJe'eanR?ariotsopuaióeeadesucicpqu·rnbegtea,dvevcbirgpena1nriu.csioiupeuh,neunaaodiaanai·ulvieqt,tenOtmoeoeiyresaraauorpoaiepuissoidmduamidtnqnoasrrushyscloonodsrruinoe.naea-itoeteeen.uaeonaon,-bmse-osocsrcT.n-e-en-.-aól.ei.úos-eay.aú.-;-l© Biblioteca Nacional de España •

IlL AUDAZ - 207tfél Príncipe, el hombre insigne -:¡ue vive retirado de laCorte por las intrigas del Gu!ll·di4, pero que ha de alcan-za¡· de nuevo, yo lo espero, la. dirección de su real alum-no, y quizá la dh·ección absolutn de Jos negocios del Es-t.ado; porque no digo yo una nación, sino veinte naciones-podría gobcl'llar D. Juán Escoiquíz, que 'talento le sobrá ·.para eso y mucho más. ·-Pues lni1·e usted, padre,\" lo que son- las cosas-dijoMuriel;-yo tenía rorroada idea muy distinta de ese se-nor canónigo. Por algo que he oido, me le había figura-do mús vanidoso que sabio y con una ambición tao gran-de como injustificada.-Calla, necio--contestó Fr. Jer6nimo,-no sabes loque te dices-Ya se ve, quien tiene ideas tan equivocadas$Obre Dios y la Religión, ¿no las ha de tener sobre Josllom llres? .--Rion, óejemos ú. un lado sus cualidades y siga ustedcontando.-Pues como te iba diciendo, Martincillo. el alma deeste asunto es el arcediano de Alcaráz, y Jos auxiliaresmás poderosos nada menos que el Príncipe Fernando, láPrincesa Mm·la Antonia. y .. . ¡asómbrate! la Inglater ra.-¡,La Nación inglesa?-tii, Rotondo es el que se entiende con los agentes delGobicmo inglés. interesado en que caiga este pérfido fa-vorito que nos está arruinando, después que ha dado enla fio1· de hacer tratados con Napoleón. ¡Son horribles losproyectos que se atribuyen á ese infame Godoy! SI hasta.piensa, según dicen. despachar á los Prlncipes para Amé-rica, con obje1o do fundar allá yo no sé qué reinos: porsupuesto, que su idea es hacerse Rey de Espaila, que deoso y mucho más es cnpa~ ese vil, protegido siempre porla mñs liviana de las mu.ieres.-¿Y qué es lo que piensa llacer? ¿;:l.lgún levantamientonacional?-Pues eso mismo. has acertado. ¡Si vieras cuantos ele-mentos tenemos! Nohles, plebeyos. cloro, magistratura,milicia, todo es nuestro. La causa del Prlncipe es la cau-sa del pueblo. 're digo que el éxito no es dudoso. Ahoraes la tuya. 111artincillo, ú. ver si te luces.-¿Y qué teugo yo que hacer? .-¿Y me lo preguntas? ¿Para qué te recomendé yo {1Don Buenaventura? ¡Recuérdos lo que hablamos aquellatnrde en la huerta dei convento? ¿No estás continuamentep~otestando contra la clegt·aducion y la ]l'1jeza de la Uor-tc, cotitra la iumor!!lidad, coutm el atraso en que vivi· © Biblioteca Nacional de España

208 BL AI:DAZsmedbbellurno-náJb'al¡tiho?iíAddPmaPooocurbreedrerarneseeslsdaqsetoruossuatyceotíroomoshdastnaalotrcgesepeeísynesnfonspcnnc,bcalru¿tillraoóaqtn;.!nubhs.ie.r.Gata.srM-nsntedrq,tsiiuayeíjlenoqdpmeueulelcáe\aJsíbeaaldcnroteupluInlaÍupnrInaamndasmeilvvnadiieo:cizdtt•oaouEhlnrdgaisdoatbuoe.í•snaeaerns--lqJThtneuao--nceyd¿SgíavYalasiíaql.llíudzaateiunsesiycdsonciaoo.soópp,emuoais'drlnroiaiesoocicmosicfoóniarsnlelymitsalroCcao<m.sv~ctPnolóoitelsnrrurracoqudríeuptoyosocuaciánómurtnlpiennn~.si.Jl!ollaJuondtcmdiaerolsamslrndeyoíeasan,Ittnootroedéfdvpoaoioldhtclaoeoac.mqqhyuuto¡íoes.,pddqdsdeMtreoioneueie-au.dsatee¿nre,rNJssePytráoaettansoueeocmqdosleaauennltersealoeedmngsggpqídttaeoreoceeueramcnu.nai,binéaogpgoesntpo,o.arprsaabsrroleausoatde·rmo·poatqadeiabdutcauntraioooadalcngdebadideotlu'óao:os'enmnsltscD,oaeeyiuosrrepnmseetaqsoandntbpoui.lloirscuealea.Qséas.dsmSesutseoYíeiiovsnédclncmeaneteorab·sdtlaeuiiSabyeebfinedluinoubqest.e,lOortnulTro.idcaecúgohiYiuc1ompons0nahbíosdoadteqrtaeperíueelmntassdeseramspíóa\opad•eíníubuposravdnoeoeariyes,--r.-· -Pero en resumidos cuentas-dijoque tengo yo que hacer? Mnrtín,- ¿qné es loaqlctdhdtJpuiooliuoeeueca-SqsneeeieEuduornsepnnec.enssnetsTDeoadntruhteonaróí,.aníalntdnaecBoRqgicdseádduoueoaoqoaoettneroeisu.actnernnceuelrtamodattleeavee.ysolpntneepaaE·ocdnecndu,rn,iiostcieueyóudiLubs'qdnllaro'eluapuaaoo.nee.d.eilCc.eSelstseotIrd1noJaoqsna1orrau1npttyiemsdeJemto•upe1víoelsinnotpsIantitcntritrthotaníáéeípuovsraephnívoiepaddamlslneerioabeecsaodceAalydsuhrorcuere.iaufnucnetpayAnaninrca.rstjahícrolutlcseaoiaemce,vmamsziedcaptl,plainbneoosqebcatrtrirneualoeasel.vbmesnorceofiDae.siíai;qddvceeYerutotuaortscioeeáss----t-¿Y cnúndo?ccseolaa-uSnr tOsaraa.ss.rDmedá.oeápPsqDceúcs.doeurBmronadpoReernehosagnmevbarreclíatn1nidotdottvaiireisCcamyio,orpymcoehnínióqSdneeuel,melnaqat.upusoesraiednaseso•tuc·a·husYenpodhohoar enllnltueseegnpsaietddrrooa--¿Y quién ese solior? · . © Biblioteca Nacional de España

209-Un i~1quisidor de •roledo, el que goza de más influjoen aquel tribunal; persona de·gran t.aleuto y prestigio.-¿Con que también hay inquisidores en e~ta dauza?-<lijo Martín con asombro, ·sospechando de la bondad deuna cosa en que se interesaba aquel santo tribunal.-Si te digo que tod,as las clases de la sociedad... ¡Puesnoco irritados estlin· los señores del Santo Oficio contra el&uat·d·ia! ¡Si vieras qué hombre t11n emiueut~ es el P. Cor-.chóu! Como que lla escrito catorce t.omos sobre el Sellor.San José y otros muchos que tiene comenzados sobre di·versas materias sa(l'rndas y profanas. C'ostó trabaJO meterle en este f¡·egaao; pero al fin entró. y desde que en'l'oledo trabó amistad con el secretario de aquel tribunalse ba vuelto entusiasta. Anoche llegó á Madrid, y ese esel que ha de precisar la ocasión y el cómo y cuándo. Por-CJUC has de saber que él y Escoiquiz son ulla y carne..i l?ucs digo si tieneu pesquis uno y otro! En la secretaría-de Estado les quenla mirar yo, á ver si el Sr. Napoleónse reía de nosotros.-¡.,Con que hay inquisidores en esta danza?-repitíóMartm.-Lo pregunto porque yo precisamente ando ávueltas con el Santo Oficio, y por un milagro no estoy yaen las garras de los inquisidores durmiendo á. la sombra.-l?ues qué, ¿te han perseguido?-Si, por brujo, franc-masón, vampiro y no sé qué más-contestó el joven con amargo desdén ..-¡Ah!-dljo fray Jerónimo,-tú no quieres seguir miconsejo. En donde quiera que estés, y eu presencia dopersonas descono.cldas, te despaéhas á tu gusto sobre po·litica y rellgión, y as1 no es extrallo que algulen te haya<!enunciado.· -Antes de intentar prende1·me á mí esos inf8.Illes, ha- 'blan preso al pobre Leonardo. ·-Ya lo he sabido, y en verdad no me causó gran asom-bro, R0rque lo cierto e.~ que era muy calavera.-Ni él ni yo hemos cometido falta alguna que merezca .··esa persecución horf·orosa.-Pero hijo, ya tú ves-dijo el padre con aillcclón,-vosotros sois muy deslenguados; hablais sin ningún res-peto de las cosaS más sagradas, y teneis gusto en insul· ·tar á los ministros del Altisimo, dignos más que nadie deveneración y acatamiento. Piensa lo que quieras, pero.guárdatelo, sobre tocio delante de personas extrallas. ¡Oh!si tú moderaras un poco la lengua, serías un hombre per-fecto. Pues hijo, yo crela quo en Madrid to habrías corre-gido un po•:o. 14 © Biblioteca Nacional de España

210 llL AUDAZ-Al contrario. Las persecucíoneH. Jos desengal:ios quehe sufl'ido, y por último, ht vil celada que acaban do ten·derme. ha exnc~t·bndo cu mi nqu.elrencor inveterado quetanto le sorprendió :í usted la tarde que hablamos en el'convento de Ocnñn. No ruó mi ánimo al principio ceder álas sugestiones de D. Buenaventura, que me qyuoenríoaccoonmo--prometer en una conspiración cuyos medioscía bien y cuyos fines no me parecían g randes ni dignos.Soñando y:~ con algo más :tito, nuís eficaz. u¡tiS util ¡í:u·ami país y para la civilización, cené Jos ofdos á los recla-mos c¡ue entonces se me hicieron con bnstnnte empello;pero 1oy las circuustan(;ias han vnriado para mi: estoyamenazado de perecer en IUl calabozo de la Inquisicióll.con muerte ig norada y vil, sin prOYCCho para causa al-gun:t: todas las puertas se me ciel'l'an: parece que In so-ciedncl ve en mi una temerosa J:lem que es preciso enjau-lar ó exterminar para que no de\·oro cunuto halle á supaso. ¿Qné puedo hacer en cstn sitnntión'! Anojarmo enbrazos de todo aquel que por cnalquie1· medio se ocupeen conmo,·er este edificio minado y ruinoso en que vh·i ·mos: ayudar á todo el quo paroicn di$puesto á protestarcontra las leyes. contra las costumbres. contn1Ins altaspersonas de la E~paña contemporánea. Y no reflexiono,no mido el verdadero alcance ele la ompre~n en que tomoparte: me basta que sen nna negación de todo esto queme rodea. He aceptado :\.ciegas la cooperación que se moha ofrecido, y lo bago llcvudo más bien por un sentimien-to de encono, por nua especie de crueldad nacida intem-pestivamente en mi eorazón, que por el cálculo fl·ío c¡uedebe preceder¡\ todas Ius grllndes resoluciones. ¡Ah) a Jo-ra comprendo los excesos y las violencias que acompañaná las primeras violencias populares, y me explico cierto!!crímenes que la rnzón no aciortn á justificar. J>or lo queon mi pasa comprendo lo que puede ser la pasión de In-numerables séres vejados y maltratados por una tir:mínde siglos: comprendo las catástrofes de In Yenganza po-pular, llevada á cabo por hombres sin instrucción ni co-nocimiento alguno clel mundo y de la sociedad: me ex-plico que la multit\ld no se detenga, .sino (JUe avancesiempre destruyendo todo lo que encuentra ni paso, acor-dándose sólo de sus agravios y olvidando toda ley de hu-manidad. iYesn gente se espanta de que la cuerda estalle.cuando ellos están estirando. estirando, sin comprenderque por una ley invariable toda resistencia tiene su Jí.mite y toda tiranln tiene su día teniblo mñs•tnrde ó mástemprano! © Biblioteca Nacional de España

... EL AUDAZ 2ll al voFhi1v· ·aeasyimtaJesprrpóeanclaiamcbiróonnsd,doneMlot'aestvaaobmliueancladíoosnoasrri¡íuotet,pdelónaumqduuiiryeónpcveeennlsasaumtirváaosr Insmctuueilbreoaan,ldttdooelasrndneoaencsaeeuqsnaugreIrinalonacpsoeuaxnnrpsatpeoire,rilaceconcincaófisnaioa,,.nnsdEoeolp,eroensdsiqneiiuraveemaeDbqbua.aiBrvsgouuoces,anrsacsevoenmeetnino-- elección tan dollcndn.Bbuu-eeDnnoiáeenunim-tdoui.sjoyid1ee\lsupfsi,enrMalon6.,r•qtnlunnecl:iútlleuod,dolesonc.h-óTnrsoddednoeelosv.eoiY·unrooahvtJa~i;ry¡6;.nasddaoel.bMrireeóvnredoqrrteuirdnaedtveioeelnzCperáonorO,c·hlhcnoóncyinil:nnlaléóelcnslyintm'aDlm'ei.sbBmdióeuo1le1Tnadnsoue'llen'edltanoot,.puparYoartrosiqdoucanre,elbyooasqcsquuduaeeenmsdeaone- -yo crcla que me lbn (~ ser impuesta alguna pena pordoscuidillo d e lns cnrtns. me encuentro con que m e ag elsajan y consideran a-le sin inllueucia ni más de lo que merece este pobre frai- poder.. . - ¿Y dónde 'l'eré a ese Sr. C-orcbon~ porquemuclto hablar con él. me interesa -¡Oh! D. Buennventua·a te presentnrá. iVeriis qué hom-pbmre·,ccqeuqéutaeleesnthoo, rqaudéovqausetatie11resttriurcocsió?n-a!.ü..a¿dSióabbensjqnundeomleavoz y atendiendo al ruido de pnsos que se ola po1· el cláus-trojunto á la puerta de In celda.- Porque aunque aqu1 meconsideran, no quiero in rundir sospechas. -Adios, y nos veremos antes de que usted vaya áToledoaimt•-·pcSívoli,d,opyoyrmperleoacqtaeuzoe,ádpoqourrieeegulalfnardaPonrcop-mvoirduHetínÓ,cllMi,ap,aQárrtipneecssitlaelrodd, ieapbtoolridlloeo,lreserva un porvenir de gloria. Adlos. Le abrazó, y el joven dejó á su nmi$'o enfrascado en.grandes dudás sobrr. el grado do rovoluCJón que en aque-llos tiempos podia emplearse sin peligro. Su perplegidadno concl¡ayó en todo el día, y paseándose por el clMstro,rezando en el coro y sentado eurepcth·: ..Es mucho hombre para la huerta, uo cesaba de tan poca cosa.• · © Biblioteca Nacional de España

..212 EL AUDAZ CAPl'rULO XVI! :S:l ba~·bero de Modrid. ILheinlaCoduPoaandndeioaegseupl aadnlotaocct,oayrrteAanlqbuuahombldueoeenrnervcaiiabtobióanod)olaarmrttilcnoun,loóssepdqaoluadebodrnóaalguna. -Esto es horroroso, D. Lino: por Dios. I.Quiéu le buclhA¿coiCaaet----dsróhnM¿SBeamotaPvreíioáaeee,evercrunilhsalososoeqaptntmo.buoue.h.íDlbdseauatErv.eseeleisotMddseeltaatandfbnaeddmie?rogaootpolultc.¡uas.aesQrtp.?aoa.ebe6n-Ebrml1ne¿é?asP·demeSlnyoeoaelirhooecqogodrourm-hrnenoeaoadbsedMdeertsdeoncirooaclaltriddeaiteebroeonpaef,b.eain.aser.qn.dtr-maudaicdqaéeocso?uioea.aesrttP¿tretSPaaeas?eunvrt.riisó.lom.oaa-bcugdigoaeuiórt.lnanabit.dtou~se-~e!furioso Albarado.-Si... ya lo snpongo.-¡Lo supone usted, lo sabe! Luego usted no puede me·npor---es¡¿AtdYeHne.oslasai.eóvdrvniosecdtcróotdemoauerdpssd,letieecqhdeuomaeemirlngibaduerlomens,tatsap\e.aof.vc.rliooclylirsaóondnnoícjasuóc.etm-omrepre,nljitacauentdr!te.ey.v?. is¿dDuilelfaaqluteaés?dleamdLoiu-nr¿n,oCd,moóeáqmlseuoifdvuiodrsicicosaucsdolupolpamdnae?i.em¿nUtersdatiesodmáeástmsá.epldrooicocou?r.re.as.-bpdeacictjooalamellacironlneqtuedinosiin--do de la carta. -Diré ó. usted... señor doctor-contestó aturdido el aba- usted, no se irrite. La cosa no m6recete.-Pero cálmeseltedaaso-,tp¡áeEeyCmulnsósaiaestm.beaqCadrouitoeoeenqnddfsuióBjieóedaauesbclrunooilasaen.ueospsLrijadotleearseatdrip,c.odáo.l!.aleniadHdaoeyonmcsbcoiaoobmnmsrdeaopocdurlueeenrrniodDdosisa.ifoiudqsna,utdeop.eaernsetácInesciq·eaunre-- © Biblioteca Nacional de España

EL AUDAZ 213 Aquel terrible documento. como saben nuestros lecto- ~-res. no contenja otra cosa·que la intimación del secuestroy el propósito, franca y rudamente manifestado de no d~ _volver a su familia á la desgracindajo,•en mientras Leo-nardo no fuera puesto en libertad. D. Lino tuvo que hacer un g¡.·an esfuerzo de espíritu lara no desmayarse. Miraba al doctor con azorados ojos,Jcla dos 6 tres veces el malhadado papel y creía ser vlcti.ma de una estratagema diabólica. -¿Dónde, dónde le han dado á usted esa carta? -::>eiior... -seil.or... yo no sé que pensar-dijo el pobreabate, temblando de miedo.-¡Cómo habla yo de creer...yo e¡.ue pensaba!... Pues diré á usted; ha estado en mi casaél, el en persona... hace un momento. -¿Dónde vive ese hombre. dónde? Al instante hay queempezar á hacer averiguaciones. ¡Qué infame delito! Va-mos al instante á casa de mi hermana. Si no acierto áexplicarme este desastre... ¡Oh, infeliz Susana! Yo revol-veré la tierra para sacarte del poder de esos foragidos... Np hay que perder tiempo... Vamos. muévase usted. Esto decla el buen Consejero de In Suprema, vistién-dose á toda prisa para salir de su casa, acompaiiado deD. Lino, el cual aúu no volvía de su estupor ni acertaba. ,; disipar con un juicio 6 un dictamen cualquiera el an-gustioso atmdimiento del abuelo. -¡Oh. la inquisiciónl-exclamaba éste por el camino. -Es preciso que ese Sr. D. Leonardo 6 don demonio sea' puesto en libertad hoy mismo. Si no... esa canalla es ca· paz de hacer una atrocidad... ¡A.h, Susanilla, tú en poder de. esa geutuzn. tú perdida. para siempre! ¡Qué golpe, se- ñor, ú. mis años!... Esto no tiene nombre. -¡Qué cosas, qué C<'sas!- dec!a. :í media voz 1). Lino, que tan angustiado como corrido no acertaba á. formular una protesta ni un comentario. · Al llegar á la casa encontraron á todos en el más alto grado de ansiedad y consternación. - ¡.Ya. sabes lo que pasa?-preguntó doil.a Juana.-Su- sana no ba vuelto, ni el marqués. ni Pluma. No parecen, se les busca por todas part~s. ban ido allá mil veces. no saben dar razón. ¿Dios mío, qué castigo es este? -Toma, mujer; lee, lee y comprenderás todo-dijo el doctor. dando á su hermana la carta fatal. -¡Qué horror! ¡Y ese l\luriel...! Si me lo figuré- excla- mó erizada de espanto doña Juann.-\"Es preciso descuar- tizar á ese hombre. ¡Dónde está la. justicia? Al momento, buscarles, perseguiries sin descanso.\ © Biblioteca Nacional de España

214 BL AUDAZ- Voy al Consejo, voy á visitar á todos los inquisidores.''OY á dar órden~s á los de ·roledo, órdenes terminantes.Todo el Consejo me apoyará... Es preciso que hoy mismoquede en libertad ese reo. No nos expongamos al furorde esos miserables; pueden matarla. ¡Qué horrible idea... !Sí.. voy, voy ~1 Consejo... ¡Maldito tribunal!... ¡Por qué leodiaran tanto, ... Voy\". voy...As1 decía el pobre doctor. yendo de aquí para allí. di-rigiéndose á todas las puertas y no saliendo por ningu-na, tropezando en todas las sillas, quitándose el sombrero cada minuto para abanicarse con él, volviéndoselo áponer y asustando í1 todos mús do lo que estaban con susdescompuestos ademanes y stt ira(•unda voz. ·-Buscar la \"\"Uarid¡¡ de esos miserables, pet·segnírlossin descanso eslo que conYiene-repitió doila Juana, ane-gada en llanto.-No, no irritemos iL esa gente feroz. Nos '<\"Cmos en elcaso de aceptar sus condiciones. Es preciso comprar i1Susana al precio que nos piden en ese papel. Voy. voy...- ¡Qué cosas, qué cosas!... -decía nuevamente y pordécima vez el pobre Paningun, que aún no ,·oh•hl de suazora.mitmto.-¡Y el marqués'y Plwna presos! ¡Pero qué embrollo!1\o parece sino que había en esto un plan vasto. habil·mente combinado-dijo doila Antonia la diplomática. quehabía acudido á la casa á aumentar el barullo.-¿Pero vesqué iniquidad? Ese es el hombre de quien se contabantantas atrocic!ades-ailadió doiia Juana.-¿Y Susana? Noquiero pensarlo, me horripilo toda.El doctor al fin regularizó Sil Ira, digtímoslo así, y can-sado de exclamar •voy, voy.• sin ir nunca, trató de po-ner en práctica el pensamiento que creía más lógico enaquel grave trance. Acompailado de D. Lino, que no qui-so abandonarlo en tan tremendo día, salió dirigiéndose átoda prisa á casa del inquisidor general. Il La tardanza de Susana no produjo en ningún habitan-te de aquella casa tan violento ataque de nenios como elque sintió el Sr. D. Miguel Enriquez de Cárdenas, hom-bre excesivamente impresionable en ·Jos momentos deapuro. Pero si la tardanza alteró su fisonomía y le dejósin fuerzas, la lectu ra del fatal escrito trasmitido por lainocente complacencia de D. Lino acabó de re!J-di¡· su frá · © Biblioteca Nacional de España

EL AUDAZ 215.gil natu raleza, y dió con su cue1•po eií el lecho, exhalan-' do lastimeros quejidos. ·- iOh,'yo no puedo soportar este golpe, yo me muero!,¡Cuán desgraciado soy! ¡Dios rolo, sácanos de este tran-ce!-exclamaba al extenderse en su cama, rechazandotodo consuelo y rmcnclo con todo el que intentara pro-barle gue aquella no era la may~r de las desgracias posi-bles. Negóse á tomar todo alimento, y basta reprendió ásu mujer por creerla menos abismada que él en las pro-fundidades del dolor. Qucrla· quedarse solo. ansiando la.soledad que aman tanto los que padecen, y renegaba dela luz, del sol, del aire, de la vida y de la sociedad. .Por fin Jos que le rodeaban, que eran todos Jos de la'·casa, le hicieron el gusto de dejurle solo. en plena y ab-soluta posesión de sus melancolías, asegurándole que ledarían conocimiento de cuanto ocurriese. Antes de que.su esposa snliero, el inconsolable enfermo dijo con vozdesfallecida:-¡Ah! sí viene el maestro Nicolás le dirás quE. hoy nome afeito. Sin embargo, que entre; él puede llnceruos al-,gún servicio en este asunto. Le hablaré.El maestro Nicolás era un hombre que diariamentevenín á peinar y á afeitar al 81·. D. Miguel de Cárdeuas,l>cro con la pnrticu lnridad de que ést-e pasaba horas ente-ras en conferencia con su peluquero, siendo de notar que·Jos cnccn·onns hablan sido más largas que de ordinarioen la (dtímn semana. No hacia mucho que el maestro Ni-colás desempei'laba tales funciones en aquella ensa; peroá pesar de esto, la contlanzn del sei'lor era grande)' los·Criados se hábríau llenado de asombro si llegaran a sor-Jlrender la franqueza. con (lue el maestro en artes capila-res trataba á su p:u·roctniano una vez t¡ue so quedabansolos en el despacho.Pnsn1·on las primeras horas de la mañana sin otrosacontecimientos notnbles que el sinnúmero de visitasllegadas á cada instante y á medida que la fatal noticiadel secuestro iba cundiendo pOI' todas las casas nmigas.Llegó el seilor fl.scal de la Rota, ni regresar de su paseoI>Or la Montaila; llegó el senor yresidente de la Sala de.alcaldes de Casa y COI·te, todav1a sin afeit.ar y con la pe-luca torcida á. un lado, indicando asl la prisa con quequiso correr á informarse bien del suceso; llegó el sellorpresidente del Tribu ual de In Cámara de Penas; llegaronlns de Snuabuja, las de Porreño, y la casa se inuudó de ,amigos llorones que no podían c~tarse mucllo tiempo sin\"enir á decir su opinión sobre ne¡uel suceso. © Biblioteca Nacional de España

21G llL AUDAZCerca del medio dln llegó el llamado maestro Nicolásy fué introducido ni Instante en el despacho do D. Mi-guel. No tardará el lector mucho tiempo en reconocer ú.este que parece nuevo personaje y no le es; no tnrdnrá enI'CConor.erlc, porque hnco poco lo ha visto con el pintores-ro t.rnjc que ahora t1·no en sustitución do sn prlmem bor-dada chupa y del escnrolnt.lo follaje de sus pecheras blnn·cns como la nieve. El S1·. D. Duouaventurn tenia muchahabilidad para trasformarse, y desde que intentó lulCCl'el papel de barbero en nquclin casa su artificio filó luta-rhnble. En la moradn de Jos Enrique¡¡ de Cárdenas, eldespacho que estaba en In plnntn baja tenía entradaapnrte por In calle del lliomho. mientras la puerta prin-Cipal se abría por In del T•'octor. La servidumbre notaba lapresencia de nquel hombre en el cuartode su amo¡ uon¡;voces le juzgó prcstamlstn. otras agente de negocios,hnstn que por último su aparición periódica y las funcio-nes barbcrílcs CiUC fraucaJOcnte y á vl$tn de todos dcscmpei'inbn. les confirmnron en In creencia de que ora pelu-quero. y nada más que peluquero.Cuando D. Miguel Ro incorporó en su lecho y vió jun-to á si al Sr. do Rotondo. nguardó ;¡que se extinguiera elruido del pasillo. y dijo en vo?. muy queda:- ¡Cuánto ha tardado us lcdl Estoy con una ansiedad...-~Por qué?tooo salió bien-contestó el fingido barbero.scntnndose junto á In coma.-¿Y está segura?-Por nhora s!; conviene lomar toda clase de precau-ciones. oc nos persigue con un ahinco...-¿Sabe usted e¡uo fu6 oxcolcntc In idea de flugirse us·ted mi pcluquero?-dijo C1írdonns tomando un polvo derapó y sonriendo, cui'Oclo ya del paroxismo que le pro·dujo la desaparición de Susanita.-Erectivamente, nsl no inrundlré sospechas. Pues sopausted que el mismo sistema he tenido que ndoptnr ni finon una gran parte do las casas á donde concurro paraes-tos asuntos. Y tengo que hacer el papel por completo: ynhe arcitado y peinado ni scflor brigndier De.:a y aJ oidorD. Anselmo Santenia. Los tiempos andan malos y es pre-ciso huir el bulto. Sólo en In embajada británica puedoentrar en cualquier traje y cximh·mc de rapar las barbosá tnoto inglesote.-Con que hablemos, qno no hay tiempo que pcrde¡·.¡Cómo está Susana? -· -No está mal; aquclln casa no es palacio ni mucho me-nos; pero por unos dlns... © Biblioteca Nacional de España

EL AUDAZ 217-Bien decia ustM que ese D. Mnrtln nos babia de re-solver la cuestión por su propia lnlciath·a. ¿Y él qué pien-sa hacer?-EstA decidido á no entregarla mientras el D. Leonar-do, qno también es buena pieza, no sea puesto en U-bertau.-¿Y si le dan libertad, como pretendeel doctor, cedien-do á ln.lntlmación de Muríel?-¡Oh! no se la darán; ya be previsto yo ese caso. Todo-nos salo á p!!dir de boca. Cuando nos devanábamos los se-sos pnrn encontrar un medio de hacer desaparecer á Su-st~nftn, sin que fuera precisoemplear la muerte, ese hom-bre nos vino como llovido. La repentina pasión que laníi'la sintió por él, pasión descubierta por usted desde laprimera entrevista que tuvieron en bSta casa, nos dió es-peranzas de ver resuelta la cuestión. Usted no tenia con-fianza en que aquello diera los resultados que apet~cln·moa. y yo le decin.: •Paciencia, D. Miguel, paciencia;usted VOI'Ú. cómo ese tronera va í~ hacer un experimento¡·evoluclonnrlo en Susanita. Ella le ama. él no puede aspi-rar.á su mano: el dia menos pensado carga con elln y sela lleva por esas tierras.• Ya ve usted cómo al fin ha bus-rado la satisfacción de sus agravios por este camino.·-Pero él no la ama, él la abandonará tal vez, y Susanauparccerá en nuestra casa cuando menos lo esperemos.-¡Verú. usted como no! El es pcr~eguido: él va ú. tomarparte muy activa en nuestro negocio. Como D. Leonardono ha de ser puesto en libertad. y de eso respondo, Mu-riel. quo es tenaz é inexorable, no soltará su presa y sela llevar{~ consigo. Puede ser que la abandone; pero decuo lquler modo que sea, yo le PI'Orneto á usted que Susa-nita no volverá ú parecer.-¿Lo cree usted firmemcnto?-prcguntó Cárdenas conouslednd.-Firmemente. En último caso yo tenao tomadas misprecauciones. y si hubiera peligro. se ad'optnría una re-~olución decisiva y radical que le sacase á usted delapuro.-¡lllntarla!-exclamó con espanto D. Miguel -¡Oh, \.no! esa Idea me trastorna. Quiero que desaparezca, perono que muera. _-Si, yo comprendo esa sensi~llidnd; ¿pero si llegnmel momento en que fuern preciso?-No me diga usted eso... no... llOI' Dios... ¡un asesi-nato! ·-Bien; yo estoy compromctidu ú sacnrl~ á usted do © Biblioteca Nacional de España

218 llL AUDAZeste apuro en caso de que hubiera peligro. Si el secues-tro se descubre, Jo que deba hacerse se hará. Por Jo de-más, yo creo que D. Martín ha de portarse t41u bien eneste negocio que no nos pondrá eu el caso de hacer unttatrocidad.-Dios lo hnga-dljo D. llliguel con el ademán del queimplora del poder divino una me1·ced seiialada.-Sí, no creo que llegue el caso. Pero si llega... No pien-se usted eso. y yo me entiendo. Puede usted considcmrlogrado su deseo. Susnnita ha desaparecido. Dien prontose dirá q_ue su secuestrador le ha quitado In ,·ida. aunqueno sen c1ert-o. y usted será conde de Cm·ezuelo, duci\o dela inmensa fortuna de esta casa. Los ojos de D. Miguel bri llaron con cierta animaciónque no era en el habitual.-Ya ve usted que no nos ha costado g ran trabajo. Otrolo ha hecho. sLoabrdeeshitguHaolbdlacdznen.vtaI·nc Jos dos. el e11racter deél, sus ideas sociedad. su audacia.su propósito de couseguir !a libertad del amigo. han sidocausa de est.a gmn resolución Bien dije al conocer á donl\larUn que era un hallazgo inapreciabl e.-Pero aún no veo yo resuelta la cuestión. Ese hombropuede conocer hoy mismo que ha ser~ido sin quere1·lonuestros interese.> y ponca·la en libertad.-Descuide usted. eso con·e de mi cuenta. Yo rc.spondode que Susanita no volver;i á parecer.-;Me lo promete usted?-Con toda seglHidad. Ahora falta que usted cumpla.sn parte en el pacto que hemos hecho. Usted me juró quesi Uegaba ¡i ser heredero forzoso de su hermano el condn.me daría cien mil dur~s pura. la causa fernnndista. Sóloá este precio, y atento siempre á nJiegnr fondos con queatender á Jos gastos de la causa nacional. me he compro-metido yo ¡t combinar las cosas de modo que lleguemosá la solución apetecida. -Bien. yo cumpliré mi palabra-contestó Cárden~s;­pero aún no veo la cosa muy segura. Esperaremos a. veren qué para esto. Cuando no haya duda alguna, yo sa-bré cumplir mis compromisos. Soy t-au receloso que í•cada instante me parece que veo entrar á mi sobrina porla puerta de la casa. Otra cosa: ¡,no me ha asegur~do us-ted que D. Leonardo no seria puesto en libertad! ¿Y dequé medio se vale usted paa·a conseguirlo? -Ya Jo tengo conseguido. ru padre Corchón. que es elque maneja los títeres en la Inquisición de Toledo, me loha asegurado. © Biblioteca Nacional de España

Iq. AUDAZ '\"\"'\ 219-¿Á ver, á ver? Explique usted eso. · _-Es muy sencillo. D. Pedro Regalndo Corchón ba eu-trado reci~ntemente en nuestrp partido con gmn entu-siasmo, inducido por otros cofrades suyos y aun muchoscapitulares de aquella santa iglesia, tenazmente empeña-dos en la calda del favorito. Escoiquiz ha hecho la adqui- ~sición de casi todo el cle1 o toledano, y entre los nuevosadeptos no hay ninguno más rabiosamento decidido enfavor del Príncipe que el senor padre Corchón.-Y ese Sr. Corchón. ¿es un hombre de merito!-Es un clerigote ianorantón y apasionado. autor decatorce tomos sobre '1Jcvociótt cil Sefior San José y otrasobras ridículns que no han visto la luz, para bien de laslet1·as. Pero no cono;r,co quien despliegue más celo por uuacausa mundana que ese bendito. No contento con simpa-th~ar con la cansa fel'llandista. se ha metido de cabeza enla conspiración activa, y es uno do los que mús han tra·bnjndo recientemente. La idea de que los intereses ecle- .süisticos están desatendidos po1· el gobierno del favorito;y la uoticia de que se van á desamortizar algunos bienesdel clero, ocupan constantemente su arrebatada imagina-ción. ·Es un hombre rudo, grosero, intolerante; pero to·das estas cualidades son á propósito para el caso. El cleroes uno de Jos pt·incipales elemeutos con que contamos, yel tal Corchón nos está haciendo servicios que le hacenacreedor á una mitra el día que triunfe el Príncipe.-Ese nombre no me es desvonocido. Ese clé1·igo erainquisidor en Madrid hasta hace muy poco tiempo; me1>nrece que es uno de quien era gran amiga é bija espiri-tual dona Bernarda Quiilones.-El mismo en persona. Hace poco le traslaclarou á To-ledo y allí le conquistó D. Juan Escoiquiz, decidiéndole átrabajar por la causa.. Anoche ha llegado aqui para con-ferenciar conmigo y ponernos de acuerdo sobre ciertasparticularidades de mucha urgencia.-lY él decide !le la suerte de ese Sr. D. Leonardo?-Precisamente. Ya hemos hablado de eso y me haprometido con toda formalidnd que el preso no ''erá laluz del sol en todo el tiempo que yo quiera.-Pues si lo toma cou empello el doctor, que es conse-jero de la Suprema...-Ríase usted de la Suprema. 4Si sabremos lo que sonesas cosas? La Suprema escribir\": lo tomará muy á pe·chos, si se quiere, el mismo inqu isidor general ; pero losde Toledo emborronarán>mucho papel, y mientras van yvienen, y se dice y se contesta, D. Leonardo se. pudril·í• © Biblioteca Nacional de España /

220 EL AUDAZen su cnlabozo. Ya sabe us•ed lo que es In Inquisición ycómo procede. -Descuide usted, el pndre Corchón no promete lasco- de apretar los tornillos de In mti-sas en Yano tratándosequpuonianospneorirlntouqdnucois,ciintroucrueianslts.rtaaYncocaíunlosSnqdeuijxeei:egxe•pRlqíecuvneerróeesnáedVoD. .sSe.Lieieohornt:íaeprmdoor·chdoeanrnetjipeno,ú11epeasrrieaennqdluoiebuennrotarhrdnn.yn1ac1l-mpmonodsneóornsestpeoemnr inbIhnloett·iyae.ru..rnaYqePun.ledmilaeebplpaurdoeo--metió con júbilo que así scrln. -Es usted im·enciblo. Sr. D. Duennv1·nturn-dijo con Sr. de C.írdenas.-Lo que ustedverdadero entusiasmo elqnou-elYoInqrepasroyisqaióupneudenedoeLpteueosnneearersndeocp,oocnroonicmiImnpoiiesnnitbtrolieg.daelú Sqru.eCvoarcuhnóin-dsaa:-, ¿qnYuoesoeposroopdemudeciríálaoecgsieounavrcmduomil ·yndUbelIsc·osu<silltgpoúaanrcaápnipcun¡euruslltleoranptsoraernsltuoasccdoaomus--.placencia? -Espero que si, y será preciso dárselo. Para estos gas · Jguulmente necesarios no espero otra cosn.tos y otrossino que unnosot.etedtonmdgonevaniúabnlrlaosl1cn-gccuuo¡j·nJtldt,enSsdrtó.cDoCm.•íMprdlieegtnuaoe.slicdSoel,nmcdoiímlallgomehnae-. -¡Oh.cia.-yodicho antes, me parece qu11 va á entrar Susana por aque-lla puerta...! -He asegurado á usted que Susana no \'Ol\'erá: puede heredero deconsiderar la cuestrón concluidn. y juzgarse puede durarsu hermano. el cual bien sabemos que nomucho ti~mpo.cie-r¡tAa he!xpyroeseisótnoydemmuiys¡t·lecr.icslmosoo-,--:mdiejopenlrfeucteurqouecoDnidoes con nosha de castigar. cínica sonrisa el nosotros. ;,por (Jnó?-aimdió con secuestrado nos- - An•. Bucua,·entura.-,!Acnso.Jn hemosSr.oqtur-oes¡h.Aahd! onod;cspneprao!'eecscar,scmgueríidnuddicaquqeueusttieendomaulgeústnraprdoe·ydcuee-smceNtopooltoeessrleroqispburlmeee.oíoucssu.tpePedruecscwtiesdnnpmdlenenesstueos.eFncuoeemsrtpaordsoumddliaassso.smLcoeoqmhuoaecyyeonomucha ftllta los cien mil duros. Hny mucho dinero. porose gasto mucho. No ticno usted idea de Jo que se bu. re-partido. © Biblioteca Nacional de España

RL AUO,>.Z 221ct·óo--mRB¿opPitleooenndtad,r éody,etoelqenduveaearrnéhloteCás$rn1ecd1dioceosanenámteminidliadndhuderecroummsamanensdotdoa.ent oponacrghtaier?s. e- pgruergi duaod-- Venga usted, hablaremos.- Bien, espero que lo compondremos do modo que nomltscsteoereiiaeíqsrdtrLaiueloonaodnensssadd.dspdaiaeSóorallcomáasldiasráopocbsIeheorunnraamsutspdetaoepeaanlvndrlsgcoaea,iubrnjoeeendrdncsnaUaiee,e.sosslreoCuloyceeunoaylslealneotgcnupnshvudvedoodnorioz.eefoesrRy.oreocieootndosatsaocpmmundetlediacetrnotanaiqtnvnessudadóaoeymolloieaeeunl,spnnotortCaoemrpbáséraeotrlorndnmonemseupneuinnonass-s----mo: •¡Pobre Susanilln!• CAPÍTULO XVIH. .m~ espit•itu revolucionado del padre Oorohón. IqpEdhJqtlcaeeiuuoualcdsseanyedAioaeandoaerqqntenaclrsuucdg,otottnoeoeaepuyolrdnenqalseedaléspuialbeneosouongtímtcserearor.laanópoachelrYvmrhsxavhteeoaebatena;rnqlislldalnun¡)e1uillnoitfaloreneiahepycreprsvalouusxlrmubeéreeolpcetlgme1aeaRelqsastdsrmeuboottdotayateooavio,s:ddoecuyvlom•oncduaoy,udiomlatraavrolenvá'riiannooósiniecsdaresmeáorarlAnlaaoeseasnrmdandsaIrretlniáe.odoriuagirsneltacceoaloliaonnaCamtdnqrdoéráaásaueacasrpsnsitusdtp.eieo»trretdgaermdancsieuDofndoar\l:r,ioetsoMaEóa,ytnlbnasslanóáoaa..---ldetcpbteiesirnoolditnardaEoadihb,lamenaaaaectqlcinnpragoueorosnoerocreslrattntnemaeleaoltnlleeaoletandptndoyeoyueenqRsdlSpapuososocaoeoistinngotmbde1inur·aOsóeoeditdnn.eapdoudonborJoonsotyacepssaoede.i:oomglieEljd,lreoouleudsnsrjtaeecio!afec.ssiinvcleajat,doeuarrosnrplbeyesorñiaeemed..dnddcoeieerurnuapaeltsqranbnsuurria.tpenldanllreaaibdl.lsorplseiaeutcoqr.lnnoonanutrceeooaorcrlcecalqhpdda6.ueeoaenye.---r, diciéndolo: . © Biblioteca Nacional de España

BL AUDAZdsae-lsg:v'aieonatltuercmuodraroeuldsaoterZd.nrnqwuoo,osynecéoessntcetrannprool.•p(:o:•;ad·o.rtiDÍrad. apurellaorrs·lotiibnne:aratqauudne.qLueaelverdad es que Jos mnnjnres que le ha dndo boy la tía So-corro no habrán sido Uln bueuos como los de su casa;lvpl?l,ieOevrSreoodnsue!snpeómasnad,níyaasspsoee1n·tepesaronsnsnnsoidnueecjoncrunnaedalqo· uovitiea,·rn•ircmocaosname(oJrUaOu. n;moCseun.á.:dnnbrtnou.s--g~laa-rr1át?-\ionD,te-ebemonolseoqnuqteiuresuodniel·soacdidaieopemt.eríEreissbtalaebs.enflporenn.s¿aCnódmoo-cmonet es tó ju z- -l'\o so preocupe usted de oso. 1.Y el pobrecito D. Leo-nardo?- Es cierto, todo está compensado. ¡Qué gran crisisdebe estar pasando el cnractcr soberbio y dominante::;usnnu! ~Creerá usted una cosa? de-·Que/ -¿creerá usted que no me Le tengo m iodo. atrevo¡, ncercnrmo al cuart odonde estú?.. stfutreresaal-tioatz¿enbr1dqdl\bnlciuinióoeeeumddnsroue.oi?noDai.pC.neoSEiorsiqmsemuígt•apiUeltrndgoIe'ieodneonandcdsto¡eJuooelInusaneosnslhólevmaítssalatncntilteomoimsmssnoeid;ubcoshlopealendasrsecoiIionnguneoruql¡deucuomiuuelsiailn!decnoutbid1úoido·uei.eb..ns.luVeeuiYnexlnnaa-l·ccDuabubs.-otaoDeLnrdqretieouooqcsneusiadederlosidoneopslsq.reDáouEbirclne.aaurbAsatalal-ellpqbquucacudoirueaisneredotroemdansnhaotmóliaiitbnnatMronnrddmanaea·rntrmlie!dunnniocsmcsómeeiolrnrotsraeades.Yn.une.edj!nansotHarmobadoptesdaeornellroimsb-á.uarinpberaoeeúrsr·:ti corredor;-veremos que acontecimientos nosdia de mailana. trae el-lllnilnna-dijo Uotouuo,- snldrít usted pnrn A.ranjuez:no se puede perder ni un día maís; mailana ¡, la nochesin fnltn.~Y puesto que tongo que ceilir mi voluntad á otrasvoluntades, ¿qué es Jo que debo hacer? -¿Usted me lo pregunta? ¿Un hombre como usted pre-gunt.a lo que tiene que hncea·? Pnrn esta obra tiene ustedEtbeandsctIuaÍ enInntetpsrarIúdeceltaicsteayrrloennoqounopercpeepiseaintmasndpoey;dhleo·llaqpsuuaeei bndlaoedsieteia.e.nJ.yeleybvaeusutsosu.·deseo y la dósis do rcncoa· que Ir. corresponde parac:aso: no falta más sino que s e le diga nlgo c¡ue todavin el no © Biblioteca Nacional de España

El; AUDAZ 223 sabe. El primer movimiento es lo delicado; nosotros no hemos encontrado otro con mejores condiciones que us- t~d pnrn dar In primera voz. -¿Y hasta dónde iremos? - Hasta donde usted quiera. Hn de haber una conmo- ción que resuene en el alcázn1· do Arnnjuez, donde estará. In córto desdo mallana. El ~~·ito sorú ¡Abajo el Gua•·dial y pedir ni rey su destitucion. Pero en esto cabe mucho, y si In pasión popular so excede, puede llegar hasta mu- cho T•IÚR. --¿Hustn dónde?-preguntó con viva curiosidad Mat·tl:o. -Jiosta pedir la abdicación do Carlos lV y proclamar á Fernando Vll rey de Espafla. -,:Nada mtis? -;Pues no sé! Ya sé yo lo que usted quiere-dij<> Ro- tondo, sin admirarse de que ti Muriel le pareciera aquello bien poco.-Pero no refliremos por una legua mAs ó me- nos elo distancia en el camino de la revolución. Puede h·' usted bosta donde quiero: lo que im po1·ta es que se vaya. :i. alguna parte. Usted comprenderá yo que este pueblo se m1.1evo con dificultad; pero una vez tomado el primer impulso. marcha mejor que otro alguno por la pendiente ele In insubordinación. ¡Ou;ínto escoscan aquí los verda- elcl'<'s rcvolucionnrios! No tenemos más que unos cuantos caballeros, muy estudiosos, muy parlanchines, pero que no saben cómo se bate el cobre en los altos oca.slones. Usted ha sido cle\"ido paro este asunto. porque no se con- tenta con pcnsnr,a revolución. sino que la siente, In res- pira en In atmósfera. la ve en la lu~ y Jo lleva perpétua- meuto consigo en las cllalidadcs fundamentales de SLI Ctlrnctor. - ¡,Con que salgo rnailana para Aranjuez y Toledo?- prcgunt6 1\!nrtín, sin hacer gran caso del pomposo elogio que ncnbnba de oir. - Sí, monona á la noche: hnllnrtl los caballos prepnrn· dos en nua ' 'enbt que hay fuera do In puerta de Santa Bárbaro. y nlli est.arán también los que deban acompuilnr- lc. En Aranjucz se amotinará el pueblo: pero á pesar de eso. usted no se detiene allí más ,quo uu ctia para poner· se do acuerdo con ciertas personas cuyos nombres y se- llas llevará. y luego parte á Toledo. donne está todo pre- venido pm·n ulgo más que un motín. Alli hay depósitos rlo m·mas, y gente reclutada en toda Castilla y Andaln· cía pnra imponer miedo á In córto de Araujuez. Yo qui- siem que usted lograse int'undir. su espíritu en las perso- nas que alli tenemos paro dirigir el movimiento, gente© Biblioteca Nacional de España

EL AU,DAZ inexperta y sin ninguna clase de genio revolucionario. En cuanto usted llegue los conocerá á todos, porque yo le daré la clave de las relaciones. Habrá primero un ham- bre fingida, y después uun asonada que será la seual del alzamiento nacional. A usted le obedecerán en esa asona- da. Será usted omuipotente un·a noche, y sólo cuaudo el movimiento se regularice tendrá que sujetarse á volunta- des superiores. Por uua noche tendra inme'nsas fuerzas ú. su disposición y el rencor popular habihnente atizado. -¡Por una noche! ¡Seré omnipotente una noche!- murmuró Muriel meclitnbundo. pensando sin duela sobre el punto de apoyo que peclla Arquímedes para mover el umverso. -Si-continuó D. l3uennventurn.-una noche de pode- río a'lso!uto sobre miles de hombres armados. -Bien, pues deme usted cuantos papeles necesite IJc- . var, que estoy dispuesto á salir. _.Llevará usted todo lo necesario. -¿Y Susana? -Mañana pensaremos lo que se hace de ella en caso de que el doctor no respOllda de un modo satisfactorio á h\ intimación que se le hizo. No se cuide usted de eso. Pue- de llevársela ó dejurln, según quiera. Si queda aqul ya In guardaremos bien. Martln miró otra vez con mucha fijeza al corredor, y dijo sin apartar de alli lo. vista: - 1\lnñana lo decidiremos. - Conviene que vea usted al padre Gorchón. Elle dará también instrucciones, y en el asunto de D. Leonnrdo tal vez puedau ustedes avenirse. -Bs verdad. si: ¿cutíndo le podré ver? -Mañana temprano. Yo miSmo le llevaré á tn presen- cia de ese grande hombre. II Bu efecto; á la mañana siguiente muy temprano los dos entraban en In casa del reverendo, que acababa de levantarse y se ocupaba en dar la última mano al primer capitulo del tomo XV sobre la De·vocilh~ al St>iOI' Sm~ José.•, Rotondo dejó alll á Martín y partió á afeitar no sabemos qué encumbrado conspirador. \"'' - Ya me habla hablado de usted con muchos elogios el Sr. D. Buenaventura-díjo,D. .Pedro Regalado levantan- © Biblioteca Nacional de España

BL AUDAZ 225do la pluma y quedándose con la mano suspensa, en laactitud con que suelen pintar á los padres de la Iglesia.-¿Ya le habrán dicho á usted que debe salir esta mismanoche para Aranjuez y Toledo~ '-Si, senor, y pienso s:tlir.-Dicen que tiene usted buen {mimo y mucho... pues...Veremos si se logra el objeto apetecido. Yo tengo unmiedo. rnmcamente...-Al fin serú; lógicamente tieno que suceder lo quenhorn se desea, porque el estndo def pnls así lo mues-tt·a. La turbación de los tiempos es tal que no puede me-llOS de cstnr c;!rcana una gran catástrofe. Yo la creo ln-minent.c. inevitnble.-Cierto, cierto, esto no puede seguir así mucho ticm-~· El timón estú en muy mnlas monos y la nave se vaa estrellar contra las rocas-dijo Corchón con pedantería,creyendo que esta fl$\"ura t.cnío. alguna novedad. ...- Basta abrir Jos OJOS para comprender que aquí es ne-cesaria una trasformación radical. SI Espaila ssgue mu-cho t-iempo más sorda á In voz del siglo, no podemos de-cir que ' 'ivimos en Europa. Usted conocerá perfectamen-te los vicios do estn época. los antiguos cáncere_s quedevoran ú nuestra sociedad y In precisión en que estamoslos hombres de la actual generación de poner remedio litantos mnles.Corch6u miró á Mnriel con cierto estupor, como nocomprcdiendo bien lo quP. habla oído; pero no hallándosedispuesto á pn.sar por ignorante. dijo:-Efectivamente, 14 gente de hoy no es como la genteantigua. Ahora los filósofos y sus pestilentes ideas hanvenido ú. t·evolver estos piadoslslmos pueblos, y Dios sabeá dónde nos llevarían si no atf\jí1semos el mal antes deque tome dcsanollo.-La gente de hoy es peor que aquella, porque ha per-dido todas las calidades de los antiguos, sin adquirir otrasnuevas. -Es lo que le digo :i usted-continuó Corchón animán-dosc.- la peste de la filosofia ... Pero ya la arreglaremosnosotros. Como triunfe nuestra causa y Teamos en unpatíbulo al inicuo G'f¡m·dia... Porque. ¿usted qué cree? e*Ti! Gobierno es el que ha puesto las cosas como están.Cuando reino el Principe vcrr, usted cómo se levanta lareligión otm ver. y tenemos á los fllósoros guardaditos enlas carecles del Santo Otlclo pam r¡ue expliquen sus tco-rlas tí lns rntlts y í~ las tclnrnnas. , :-¿'Poro in ClltlSa del Prínci)'e l'<~rnaudo lleTa por norte 15 © Biblioteca Nacional de España

22.! RL AUDAZncnbnr con los abusos y extinguir poco á poco In tiraníay In corrupción que nos consumenf -Nuestra c:.usn es la destrucción de Godoy y de lossuyos. y el esplendor de In santn religión y de sus vene-rables ministros, menoscabados con est~s ideas y estosmodos de gobernar r¡uo ahora corren. -¿Y uhom se e•·een menoscabados los miuist•·os de lareligi6n'l-dijo lllartin con expresión de burln.-Si In so-c iecfnd es suya, si ellos disponen do nuestras hncicndns ydo nuestra liberbld ñ su antojo. Yo creo que usted seequivocn. Sr. O. Pedro Regtl.l!ldo. L:1 causa de l Príncipeno puede tener por lln numontnr los abusos y corrompe•·mus lo q••e ya está harto corrompido. -Usted es el que so equh·oc:~-obser,·ó el inquisidorponiéndose encenctido corno un tomate y tomando el tonosolemne que lb era habitual siempre que decía algún dis-parnto.-Usted es el que no subo lo que pretendo el par-tido rernandista. ¡Oh! nosotros t•·iunfaremos: poro yoaseguro que In hcrojio, h\ filoao lía y el mosonismo van íLquedar enterrados pnl'l\ s lornprc. ¡Quó ticmposi ¡Pucs sepuede creer que aqul en nuestra querida Espaila hoyallegado el Sant.o Oficio al miserable estado en que hoy soencuentra, convertido en múquina inutil, sin fuerza yaporo dirigir el mundo y gu ior á lo~ pueblos por el cumi-no del bien? Si le digo¡, ustc.:d que esto es insoportnblc.Pero ya vendrá, ya vendrú... -Pues si el partido reruondistn es lo que usted dice-contestó Muriel.-scrú m(LS abor•·ccido, mús bárbaro y más digno del desprecie universal que el do Godoy. Yo creo. ~··· O. Pedro H.cgalnde, que usted no esta en lo cier to. Esto se ncnbn•·¡\ pn1·a que venga' una cosa mejor . SI viniera lo que usted tll co ora preciso cree•· •lliC no ha- bla Provil~encía. y que vivimos ttl acoso en este mundo, sujetos al cnpricho do una futnlidad absurda. Al oir esto el pnd•·c Corchón, vaciló un momento en- tro In ira y In cobardln. Hstuvo aturdido algún tiempo porquo Mnrtin se expresaba con decisión y clocucncm: poro luego se repuso. grncios á su petulancia, quo era tonta como su &stucin, y dirigiendo ni revolucionario una do aquellas miradas terroríficus r¡ue él guardaba parn las grandes escenas del proced im iento inquisítorlnl. le dijo: -Usted no sabe con qulón estú. hablando. Usted no sabe sin duda quié•i soy, 6 s i lo sabe no puedo creer r1ue tenga snno el juicio. l>or ser un jove n sin expe•·ioncíu se lo pueden perdonm· sus ínovereutes palabras: ,:,pe1·o quó lll\ dicho usted? ¿Usted snbo lo que ha dicho? © Biblioteca Nacional de España

EL AUDAZ-Que si el partido fernandlsta representara la Inqui-sición montada á la antigua, la amortización y el GobJCr-no absoluto, seria el partido de la barbarie, merecedor deque todos sus hombres fueran tenidos por locos ó por im-béciles.-¡Locos 6 imbécilesl-,repitió Corcbón levant-ándosecólorico de su asiento.-¿Y sufro tales ineverencias? Jo-von. ¿sabe usted con quién está hablando, sabe ustedquién soy yo?-Ya lo supongo-contestó 1\lartin en tono de dcspre-cio.-Pero usted, Sr. Corcbón, no snbe lo que se dice. Lacausa del Principo representa, y no puede menos de ¡·c.-presentar, In adopción de los princlpfos de gobierno run-d:\dos en lt\ libertad, la extinción de los priYileglos y elfin del mundano poderío de un clero fanático y por logcne•·nl poco ilustrado, eterno obstáculo de nuestra pros-peridad y esplendor.-¡Qué I.)Uona pieza me ha trnldo nqul D. BuenaveDtu-ra!-dijo Corchón furloso.-¿Y·osta es la gente que nos1tn reclutado'/ ¡Un filosofast¡·o! ¡Por San José bendito, yqué lindos mozalvetes hay en esto Madrid! ¿Pero usted nome conoce? ¿Usted no sabe qui6u soy?-No le conocía:\ usted mas que do nombre, por lo quede usted me habló el padre Matnmala, y en Terdad, yocreí que rucrn el Sr. Corcbón hombre de más prove-cho. Pero también es verdad que p11ra inquisidor está.que ni pintado. El Santo Oficio no merece más.-¡Pero usted ha venido nqul para burlarse de mil ¡Ah!si no fuera porque se ha determinado que vaya usted á.Toledo con cierta comisión, ¿cómo so hal!ia '· usted de esca-par, cómo?-SI. ya comprendo con cuúr1to placer me echaría ustedmano; pero por hoy, padre, no puedo ser-dijo Martincon cruel iron!t1.-¡Oh! nosotros triunfarci'.los, y dcspués...-indicó donPedro con lrn.-Ustedes DO pueden t·ríunfar sin mi ayuda.-¿Cómo'/ ¿La causa de Dios DO puede salir victoriosasi u la a.yudn del demonio?-No. nsi está determinado-repuso Martín con sereni-dad. ·-¡Desgraciado país si no estuviera llamado á salirae tales manos! Si la conspiración del par tido feruaudis-ta no tlono nuls objeto que el qno usted acaba de decir,¿están seguros de que nl llevnrsc á cabo no IJU de ir másallí1 de In linea que le han trazndo?-Scnor mio -dijo el padre Corcbóo echando á su i.nter- © Biblioteca Nacional de España

EL AUDAZlpml¿oPercieeausrpdtouromnerustisuetutoonenscdáaaialdoppuealsnaarntaabqisecusaoublrilille>nucnscso?ronmtaNmpdioreaiagsprdo.tu.ni..cesud¿LqolUaaucsrect.oe-utndUilsepesnsanateebttidIeernnqsqigugeuoenitéoyosnoroma.mnasqoceeuyiznae?-cqsaeluuenteotuiusdsntioeladhepnoeemnqrsbuomreneilsasocdavoosnmumtnoaotlols\1esás,Stuydrf.oacDj.a:u.dYVamevuneeszttteeumdrraseeuhsntnadcyrumlacilhrmpoaurumeaysdátaocsoedennne-neso-tetLennoeggomoeicsnimotu.osimasemlomppoor lratnid-ednijfoelM'tmanrtdínistlae.,L·n:tnrte:,í·nodlnocsie6,n-úqndlvbcanueeureejiserdm(c.s,•euomHyiysmeoodepsaysoeeph-nnqc.eemastuareasdaielomcaancrñineooiópaceicnnamdinilos,óo.tlnoco1en'dnealqoooraapulssebuecemdadádasneáibtoeudes~fyrsoeog,t¡onmen·menoiddeli,nnivmecepidsanunpitceloeooíoroyqsldreumeqeormensumoopceávemtolshrrirúmiaeeaths¡uydiJpnehseracenacninmtlspaolttaeodaiusqbsrepnouaerio.lrelhluyelSicolstdooóiimlcooonls~oos-r.-qqJcaszaaouuulsatpcaieaedeili,seqhrrocoodyauaqaobisttudeiaeer,mne~misiamdpreddiéeoomeaecd:áeaoneosg.ylpttoyriqraanemenclagsonucodeoucinnouathc.slounaiisdnaaqYseruqava1ssiulto\euuigeznnrsaaocoopu:cqnopaoauyraluidníidqeesivueaddinuixgnoetúlioutssoltiivtaiaoeeleonnlfnclneedovi,sfpoeni,ybarrmsrmur,ciaaeunJoetnoecnresodváoos.easqscps,naYuieeeneoomreninsddíndnl•toooosae- .sOchdcaiioofeólismvdcniaay;bordcr.s,euáUesahn,mnoticdmdeiooínbanepsreeloeelslobld,grosaepmgeoeon·ailrittqsmipemmurineiogime,qocnuceutoedroaonnptdoodloJdsaoooolsiasgymenptoseaoOrterslm.•aSetJInrnne?ocinriypiantaio,dde,¡sizecffaiodelnanreceeoclslnainvetSeelitaol,nainv\szl•toena1os---- d-in-r-,Se¡pe,iPli,otairhóolmeeulvaspetsneaediddornoepo(rOLimmcooreecnhcoyoócnnseeorclcodooeny,sfeuuroansotdnevioddoohnyaoysbaseatairbsbsfneoearcqcthuoidoi.é-on.resopyu?- so Msrlin.-No necesito saber más. A.dios. Y diciendo esto, llluriel volvió la espalda y se retiró lleno de cólera, dojaudo ni pndro con medio palmo do. boca abierta. Esto, creyendo juzga r al otro do In manOJ'O. más benévola. dijo para sí qu11 no podín menos d~ cstnr rematadament-e loco. © Biblioteca Nacional de España

EL AUDAZ JllCnlmóse Juego el reverendo de su agitación, y tomaudo do nuevo In pluma iba á recomenzar suJnterrumpidotJr.aVblaljÍo, .quYon.sorctictuolgaibaa:suDsepiodte·ars¡v.épaelroS..~'sioetg· uSairn el capitulo José es abo-DIUW de los celos, cuando una crladn entró y puso en susmanos uno.' carta doblada en triángulo, que abrió conafán y leyó ni momento. Ln ep!stola decía así: ·Toledo 1 de Mayo. MI muy querido y reverenciado Sr. D. Pedro Regala-do: Ban yn 3 días que ust-ed salió do aqul y Ha nos pare-ce que se li hido per sécula culorun. ¡Que solEdad tauGrande! Si n sus consegos espirituales me parece quemor.tlta In MI tnz del Hnlmn, pues usted Me c•m suela de to-dos mis penos. No dego de pen$nr si le sucedern bnlgomalo. y Si nos olbidarn en eso., por Que el demonio no seduermo. Por fin he degado ir á Engrncin á Arnngued,con lns do Snnaguja.. que In mandaron jl Vuscar. Ya esto.mas Con solada de sus Melnncollns. y Dios y su Snntnlllndrc pcrmit~n que olbidc á Aquel pela rustran, que tan·to nos izo rrnbiar. No hay mns Nobeda7. par estn su cesa,~ino que !espera conn Fnn su desconsolada biga e~piri·tunl. que lo reberencin, Bernarda Quiñones. P. D. En suo·nrta domo Noticias de D. Narciso Pluma.• Corchón leyó, dejó á un lado In carta y continuó sugrando obra. IV- 1Quó tnl. ha hablado usted con el padre Corcbón-Jll'egÍmtó li Martín D. Buenaventura ni verle entrar en lacasa In tarde de aquel mismo dla. -SI. y vengo edificado con In santa bondad del reve·rendo inquisidor-conte~tó el radical con sarcasmo.-Se me hnbía olvidado decirle á usted que era un pe-dante insuf¡•iiJlc, un 'I'Crdndero nlmncén de tonter1os·y •do vnnidnd. son los hombres-cxclomó MarUn con triste- - Y estoszn.-cstos son Jos hombres cuyos intereses servimos niexponer llllestt·as vidas y nuestra libertad! No, la cnusndel Pt·lncipe no es In causn del pueblo, no es la enusa un- .. © Biblioteca Nacional de España

230 llL AUDAZcional. En apariencia asi serú; pero realmente, si el tl·iuu-fo es nuestro. el pueblo seguirá oprimido y humil!ado porlos señoríos y las gabelas; seguiJ·á bajo la iulluencia declases eclesiásticas empeñadas en perpetuar sus proocu·paciones y en que no abra jamás los ojos ú la luz; segui-rá sin leyes que gtlranticen su trabajo y su libertad. y lanación saldra de unas manos para pasar ú otras, como elesclavo que un amo vende á otro.-¡Ah! no es onternmente lo que usted se figura-con-testó Rotondo.-Oierto es que nosotros admitimos bajonuestra bandera á todos los descontentos de Godoy, cual-qnlern que sea el motivo. Las revoluciones no se hacende otm manera.-Mis conversaciones con el f¡•¡lile de Ocaña y con elinquisidor de Toledo me han ensellado claramente que11inguna idea elevada' mueve á esos hombres, clérigosambiciosos qúe aún no se consideran con bastante poder.-No les haga usted C<lSo, y vayamos derechos ú nues-tro fin.-Si, pero cuando considero que esa gente espera laCdlda del rrua,·tlia para ng¡·nndar su influjo, aumentar susriquezas, y lo que es peor, complicar y extender más lahorrenda máquina de In Inquisición, no sé por qué en-cuentro al príncipe de In Paz digno de nmor y disculparbies todos sus vicios.-No haga usted caso de lns pretensiones de esos hom-.bres. Cierto e~ que lllataroaht pretende una mitl·a, queOorchón daría el mundo entero por la plaza de inquisidorgeneral; pero ú nosotros, lQUó nos importa eso? Vamos ánuestro objeto. ¿Quién sab'e lo que vendrá despuós? Ya lodije á usted que de este movimiento bien puede resulta!'una completa reforma. Usted cumpla su deber. Recuerdelo gue dijo: •Usted va á ser omnipotente por una noche;va á tener á su disposición un pueblo armado y furioso.Veremos el partido que saca de esos elementos. Animo, ysalga lo que saliera. Vaya usted hasta donde quiera ir.••-Bien: yo haré lo que me convenga y aquello que seaexpresión de mis sentimieutos y de mis ideas.-Al g rito de abajo Godoy una usted In idea que más leagraae. Las revolucioues, á lo quo yo entiendo, se hacenpor inspiración y no por cálculo. Dios sabe lo que saldráde este frenesí. ·-Pero yo me encuentro solo- dijo Martín con angus-tia.- No encuent1·o quien sienta lo que yo siento: nadieresponde á la idcn que yo tengo formada de la reYolución..No hallo más que bajas nrnblcioucs, egoi~mo,_ en,·idins; © Biblioteca Nacional de España

,. IlL AUDAZ 231gente vul~nr c¡ue ha concebido un cambio de Gobierno,y unda m~s. S1, como usted dice, soy omnipotente unanoche. en esa noche me creo cnpaz de infundir mi pensa-miento en In acción ciega é iJ¡fecundn, que se prepara.·s¡el pueblo supie1·a comprender cim·tas cosas; si pudiera-conocer lo que es y lo que vale. entonces... -El pueblo lo comprenderá, 1,por 9.ué no?-afirm6 donYentura.-La prueba está cercana. í•.sta nocbe sin faltaparte usted pam Toledo. Aquí t iene usted cuatro cnrtas,una para Arnnjuez y tres para Toledo. En cuanto lle~ue{lsted á esta última ciudad, una persona lo informara detodas las pnrticularidades de la cosa; verá usted la fuerzade q.ue se dispone, el esplritn qué la anima; en fin. cono-cera usted mejor que ahora lo que tiene que hacer. -?_Esta noche? · -Sí, á las diez en punto. .En la Venta le esperan á us-ted buenos caballos y Jos hombres. que le~1an de acom ·-paliar . -¿Y Sn~aoa? -Cone de mi cuenta. - Quiero J>OLJerla en Jibertcad y devolverla á su familia.Desde que conozco ti. Oorcbón comprendo que no hemosde libertar á Leonardo por este medio. -¡Oh! se equi\·ocn usted. Si el Consejo Supremo Jotoma con ompeilo... ¿Cuándo piensa ponerla usted en lí-bertad?-dijo Uotondo, fingiendo que aquel asunto no leimportaba gran cosa. -Ahora mismo. -¡Qué d isparate, qué locura! Pues si tengo entendidoque ya el inquisidor getleral habrá expedido allá órdenesterminantes... Esperemos hasta la noche. -Bien. ·esperemos- dijo Mnrtin, mirando ni corredor. Etlseguida dió algunos pasos hacia la escalera con in-tcuci6n de subir; pero so detuvo meditando, y .retrocedióal fin. · - ¡Le tiene usted miedo todavía?-preguutó D. Buena-ventin·a sonriendo. -La veré después-murmuró, volviendo á mirar. .. Pero sólo el pobre La ZllJ·za ntri\,·esó la cru'?.la, excla-mando: u¡Desdtchada princesa do Lambnllel \"Ya se acer-en. tu última llora.~ © Biblioteca Nacional de España

llL AOiMZ CAPÍTULO XIX La sentencia de Susnna. D. Miguel de Cárdenas. vencido por su acerbo dolor,continuaba rechazando todo consuelo. l\adie entraba ensu cuarto :\ arrancarle de sus tristezas; y tal era su hiJ»-condria, que ni aun habla querido Yer á su hermano elconde de Cerezuelo, llegado ni mediodía en litera. pos-trado y moribundo. AJ saber In noticia del secuestro. elpobre soJit.j~rio de A.lcalll, que Ee hnllnba en latnl estadode salud, se empeoró de tal suerte. que el Sr. Segnrru.tuvo serios temores y llomó á todo el protomedicato de Inciudad complutense. epmespaarndóelendiicrtaámlllenndrclodn, tyranrioohduebloosremméeddiicoo:s,fue6l con-de A pre- sociso encajonarlo, exánime y calenturiento. en una litcJ·ay trnsladorle á la corte. La idea de que su bija habla sidorobada por l\lartíu Muriel. y la idea afin más espantosa doque su bija babia concebido una violenta pasión por aquelhombre abominable, turbaron su ánimo de tal modo, queparcela estar próximo el instante en que aquel esplrltuacabara de aburrirse en esto mundo. Su hermano no quiso voJ•io, sin duda porqu6 no se rc-novnru el dolor de uno y otro. Subieron al conde y le pro-d.ignroo los auxilios que D. Mig uel rechazaba, pero el po-bre viejo llamaba á Susana s in cesar. Cala la noche. y D. l\llguel esperaba con mortal an-siedad á su barbero. Esto llegó al fin por la puerta excu-saJa, diciendo á la servidumbre que \'Cn1a por unas pelu-cas, Jns cunles era menester limpiar.-¡Ah! al fin viene usted-dijo D. Miguel en YOZ baja:-ya estnba yo cetJ un cuidado...-Esté usted tranquilo, todo Ya bien. Le promctl á us-ted que no parecería. y no pnrccerñ.-¡Oh! bnjc usted In voz; me parece que nos han d6 oirlas paredes. ¿Sabe usted que ha llegado mi hormnno deAlcnhi'I¡,No Siente usted su vo;¡ alhí arriba'! Jo:n efecto, de vez en cuando se sentían los lastimerosquejidos del conde y las nugustiosns voces con que llama-ba a su hija. © Biblioteca Nacional de España

,EL AUDAZ 233-;JnreH1.!-diJo D. Buenn,·entura.-¡Cómo la llama!-Pero es Jo c•erto que no parecerá.-¿Quó ha hecho usted? ¡Oh! me cxtremezco al pensar-lo... ¡Un espantoso crimen. -'l'rnnquilidnd, amigo, calma. Hace un rato que Mu-riel ha querido ponerla en libertad.-¡Eu libertad! ¡Entonces todo perdido!-l)cro ya t.e conseguido dlsundlrle, y cuando él vuel~va ñ cnsn... ya será tarde. --¡Oh! ¿Se atreverá usted ú...?-murmuró Cárdenas.con voz t~u fiojn y debil, que parcela modulada por lassábauns. -Cunndo es preciso hacer una cosa. se hace-Rs tremendo; pero... Y ()1, ¿no lo Impedirá? -El parto esta noche. No creo que vuel>a á casa, por-que ya le he dado las cartas que ha de llevar; pero si lle-ga... no encoutrnrá más que un cadaver.-¡Silencio, oh, silenciol-exclnmó Cárdenas, llvido ytembloroso:-pueden oir... . -Cunndo se descubra, ¿{í quión puede imputarse el he-cho sino á él? - ¡.Pero..cómo, cómo, qu!ón?-pregunM Cárdenas, mliscon lns m1rndos que con la >or.. -F.s cosa segura. Doloroso c.~. pero no hay otro reme-dio. Voy í~ ex.plic.1r á nsted lo que he dispuesto. y Jo quedebemos hacer nqui. Sotillo tiene mano se$'ura, y comoexperto en esta ciMe de negocios, lo hará b1en. -¡Sotillo'/... ¡Ah! -Sí, r~ las nueve... son las ocho y tres cuartos... Á Jnsnuevo cumplirá su Emcnrgo punturilmcnte. He fijndo esll\hora porquo Mnrtín no puede Ir antes(~ la casa. si es queva, quo 110 Jo creo. Esta 011 San Francisco con fray Je- ·rónimo.-Bien... ¿Y :í Jns nue,·e...?-A lns nue,•e... se acabó. F.l puede hacerlo notes si cpueárnoddoesJpouséasb,redme onsinágpuunnatomaflnjeor?a-. pregunt~quiero; Cár- - ¿Ydenas. siempre receloso, y no atreviéndose á creer en elrellz éxii.O del crimen. -Pronto. muy pronto: vorli usted Jo que he dispuesto.Cuando todo esté conc!uiclo, Sotillo vendrá aqul y dnrl\con su bastón dos golpes en esa ventano. que da ñ la ~lledo! Fnctor. Esos ~olpcs indicnrt\n que la cosa está hechay quo bn salido b10n . ·Cárdenos miró á la ventqna con aterrados ojos comosi ya.escuchnm en ella la rntnl sonn. Después, Jos dos por- © Biblioteca Nacional de España

231 BL AUDAZsonojes callaron y estuvieron largo rato sin mirarse. DonMiguel tenía un as()Clcto cudavórico. :í causa no sólo delnyuno que se había Impuesto para fingir mejor su pena.smo de In emoción proruudn quu experimentaba en aquelmomento. Rotondo tampoco estaba tranquilo. por mftsque se esforzarn en pm·ccerlo: aqu ella noche se le velacon mús recelo que do ordlunrlo. No duba un puso si n mi-rar á todos· Indos; bnblabn con ver. apagada y tenue, yad cmlis. uno inte nsa pulidor. cubría su somblnute. delcuul hablo desaparecido el mohín resth·o que le em hobi-tuul. Si al lector le fuera posible poner su mano derechasobre el coruzón de uno de ellos y su izquierda sobro eldel otro, se haría cargo do In situación de espíritu deaquellos dos hombres callados, lívidos. esperando atentosy temerosos, á la vez con miedo y con deseo. la sel\alque indicaba un es¡>antoso crimen. A.l menor ruido quosounbu on la calle.los dos so extrcmccían, pero no se mi-raban. De ,·ez en c uando C•'•rdcnus exi.Jnlnbn un hondosuspiro, y Rotoudo \'Oivin In cnbozn. recorriendo con In, ·Jstn todo elreciut.o de la hab itación. Pasaron minutos y minutos; dieron las ltue,·<'. lasnu eve y media y hl senul no sonaba. En ln habitaciónhabla una Yentana con cclosln al tra,·és de cuyos enIndospodla ,·ersc perfectamente In cobeza de Jos que por In ca-llo pasaban. Pasaron nlgunos, y al sentir los pasos. no-tondo dirigía rápidamente In vi~hl hacia aquel sitio. Eltiempo corría lento y nngusUoso, como si se cm penaraen alargar el momento rotal: pero ni fln se sintió en In' 'enta11a el chirrido discordunte que produce nn bnst6n alpasar rozando con una culosln. I.os dos se extrcmccicrony miraron: una sombl'll crnzó pot· ln calle: el ruido se re-pitió al poco ~icmpo. Era Jo senal; ya no había duda. -Ya...-dijo D. t.ligucl con vol< que parcela últimn mo-dulación de nn moribundo. - Ya...-repitió Rotondo procurando \\"encer su agita-ción. Este se levantó y se acercó ú la celosla: al través deella reconoció á Sotillo que se paseaba á Jo largo de lacalle. Al Yclver á su asiento, la fisonomía de C:írdcnns leinfundió espanto. Estabo llvido. con los ojos desmesuru-dnmontc nbiet'tos, suspenso el hdlito y las manos nprotn·das contra el pecho. Después se apoderó de él un repen-tino nbntimiento, y exclamó con ''O~ dolorida: uPobroSusnnílln... -Ya no cxiste-cli.io Hotondo csrorzúndosc en cobrn rsu acostumbrada scrcnidod. © Biblioteca Nacional de España

E[, AUDAZ 235 . -¡Oh! yo no puedo resistir esta impresión- añadióOárdenas.-Me parece que la veo, me parece que va á en·tJ·ar por esa puerta. D. Buenaventura, á pesar de su caracter refractario ála sup_erstición, no p)ldO librarse de una conicn~e glacial.que Cll'culó por todo su cuerpo. Miró detrás do St como elque espera ver un espectt·o, pero pronto recobró el domi-nio sobre sí mismo, se sonrió, y dijo: -'franquilicese usted. Todavía nos falta algo que ha-cer. /.Puedo salir y volYer á entrar sin que me vean en Incasa? Necesito hablar un instante eon ese hombre. CárdenM no contestó. D. Buenaventura estuvo dudan-do un momento y al tln salió po1·1n puerta excnsnda, es·tnndo fue1·a unos diez minut~s. A su vuelta, su amigo es-taba en la misma postura, con Jos ojos fijos en la mismapau·te del suelo, los orazos caldos y I!Lropa en desorden. -Todo ha concluido-dijo RotondO.-iOh! el maldito seempeña en que ahora mismo le dé la recompensaque·prometí. Le he mandado que se aleje al instante. Al decir esto, se miraba atentamente su ropa. - ·Temo-continuó,-que me baya manchado de san-gre: venia hecho un carnicero. No: no me ba manchado. Acto continuo cerró la ventana y se sentó junto á suumigo. II -Aún falta atg·o que hacer-dijo. -¡.Quó? -Usted llamo. al1ora á su familia y le dice que ha reci-bido un aviso indicándole el sitio donde esro secuestradaSusanitu. -¡Irán allá!-exclnmó Cárdenas-con horror. - Pues precisamente: eso es lo que se quiere. ¡,Collti-núa el doctor activatJdo las pesquisas? -Sí; ¿y el marqués. á quien al fin han sacado esta tar-de de la cárcel? Está hecho uuu. furia y en poco tiempo harevuelto todo' llladrid: le busca á usted con mucllo afán.La Pintosilln está presa. -Pues ya ve usted. Esta situación tiene que concluir.Si me po.n·siguen con tanto ahinco es probable que ni linden conmigo. No hay otro medio pam aplatar á esa gen-te que hacerles oncontrur lo que buscan. Sólo asi me de-jarúu en ¡m:-.. -Iincerlcs conoce1· la casa de la calle de San Opropio:© Biblioteca Nacional de España

236 EL AUDAI:- ¿no es eso?-prcguntó Cárdenas tratando de ver claro elplan de su amigo.-Precisamente: eso habla y.n pensado ni terminar loque ba pasado. La casa queda enteramente abandonada:be hE:cbo salir de alll áln vieja que la guardaba, y he sa-cado todos mis papeles. No encontrnriin más que á La Zar-za. y el cadaver de In. pobre Susanita.-¡Oh: no In. nombro usted-dijo Cárdenas con nuevoterror;-me parece que la veo, que In. veo entrar...-.d.bora se hace lo siguiente: usted llama al marq_uésy le dice. :¡ue ballúndose en este cum·fu entr~gado n. suacerbo dolor, un hombre ha. pasado por la calle, se ha de-tenido junto¡, la ventana y ha arrojado dentro un pa-pel... aguarde usted, voy á escribll·lo-nñadió haciendocon febril o!l'itución lo que decía.-Este papel... un anó-nimo que d1ce simplemente: «Calle rlc Smt O¡n·opio, 11limc-ro 6.• No hace falta máS... Le envolvemos en una pie·za de dos cuartl's para simular mejor que lo ban tirado.Todo esto lo bada y decía Rotondo con tal precipita·ción y viveza, que el perezoso entendimiento de su ami·go tardaba en comp•·mHlerlo. Al fin se hizo cargo dela estratagema y la creyó excelente. .-Ahora yo me escondo-dijo D. Duenaventura,-mieÍJhas usted llama al marqués. ,-En In escalerílla de la puerta excusada: nadie puedepasar por abl.Ocultóse Rotondo. y D. Miguel tiró de la campanilla.Al punto entraron dos criados y doña Juana.-~Jirad. mirad-exclamó Cárdenas euseñnndo el pu·pel,-mirad lo que han arrojado por la ventana.-;Quién?- Un hombre... uno que pasó...•:Será esto una revela-ción?-iOll! si... callo de 'San Opropio. núm. 6-dijo el mar-qués. que también h:lbía acudido al sentir el fuerte cam-panillazo.- Corred. coned nllá-dijo Cítrdenas dejándose caerdesfallecido en el techo.-Vamos al inst:mte. sin perder un minuto. Esto ha doser un aviso-añadió el marqués saliendo del cuarto.-¿Y mi hermano?-preguntó D. Miguel :í su esposa.Esta, por toda contestación, elevó los ojos al cielo yexhaló un hondo suspiro.-¡'Oh! quiero estar solo; no quiero ver á nadie. Váyan-se todos de aqul-d ijo el tío de Susana hundiendo la caraentre las almohadas. © Biblioteca Nacional de España

EL AUDAZ-Por Dios, así no puedes vivir-exclamó su esposa.-te ncompnilnrcmos: tú estás muy mnl; tienes una calen-tura horrorosa.-Dójame, no; no quiero nada.- ¿No estaba aquí el maestro Nicolás?-¡ A.h! ... uo-repuso'Cárdenas COJl agitación.-Estuvo,si, por unas pelucas; pero se ha marchado. Déjrune: vete,quiero estar solo.Insistió la dama; pero al fin, viendo que no podiá nn-cer Jñ tenacidad del atribulado consorte, se retiró. El des-pacho quedó otra vez en profundo silencio, y D. Buena-venturo. opareció de nuevo.-No haga usted ruido. por Dios... -dijo Cárdenas niver á su amigo, cuya figura, al destacarse en el rondo delcuarto, so asemejaba á un espectro que babia atravesa-do In pared, como es coslumbrc en las visitas de ultra-tumba.Rotondo siguió avanzando con pisadas de ladrón.-Pueden olr...- ailadió Ctírdcnns.-Bueno será ecbnrel ccnojo ú. la puerta. D.. Ventura. lo hizo con tal delicadeza que undn sesintió.-Alguien nndn por el pasillo.-No: nudie se acuerda yn de nosotros. Vamos á cucn ·tas-dijo Rotondo.-Usted está nqui mucho tiempo. ¿No sería mejor quese fuora para no dar Jugar ú....?-¿Y Jos cien mil duros?-¡Ah! Es verdad; ¿pero tan pronto'/ Espere usted á mn-ñann. -Es imposible-contestó el fingido barbero con impn-ciencin,-no tJUOdO espemr ni un momento JDÚS. Esta no-ello no necesito sino veinte mil; pero me son Indispon·sables. Los g.utos de In conspiración son tan grandes...-¡Oh! yo no estoy ahora para eso...-\"balbucló con su.desfallecido. voz el hermano del conde de Cerezuolo.-No hny otro remedio, Sr. D. Miguel-diJo Rotondocon decisión.-Yo no me voy de aqul sin llc\"armc esedlncro.-¿Me lo da usted? -¡Ob! ¡qué empollo! bien... bien. Será Jo que ustcttquiero.-coutestó con humor endiablado el Sr. do Cár-deuns. ·Y al decir esto entregó \lna llave 1i. su amigo, señalan-do In cnjn que estaba á ros pi6s do In cama. Et·a un posa-do m·cón de bie1·ro, cuya topa, al ser abierta por D. Bue-naventura, sonó con lastimero qurjido. © Biblioteca Nacional de España

JlL AUDAZ -¡Oh! cuidado, c¡ue oyen-dijo D. ?tligucl;-nbra us-ted despacio.oldlvmsbeaocielsdoeurlm,doCjaArdarizdadáedsnemnorjiendtadonelzeemoede,ndanolsotheatlace.silpsqseczJoenmpuonUmna,oejgnaaasiruyterpsoydnóstae·littáooh·rcgxtdosdooonnhaucrngnauNbacaoslen,eeninzscndxrdtenoaoperolclrlonráosuevcJssssdsou,udpoisienóeiaeeínlSd•hncoal•tiolodiqeCmadsdroruOl.renpeeSoime,l.usid,drn'neoc'eodidneleteioorcmpjnorsoitEóctsoiyrebynneecsl.eitneridondtoeiraitolqsiuaasoscum;s,aopeoynnordocosrmoarus,rnuqueusddzunleeoeae-í·- CAPÍTULO XX Del fin t'tu0 tuvo l n l))•isic\n de Susuna. 1 -< ddragclsvdCs:ucpiuteóieé·ulsuaninrrn.ClaslíiDrtár,aclanneaittidnoeedolcdeoh'ajolrioroydaloodpnasnomaaporededdctearqaoeneoeycdmlusroalnoyisrernuibepatteiaidnarighadsleaólaSiangttatnróiaoebuuornod,bploii.sescnoóeaojaccgoónrosnvmualranlcaluereaaláloionmlridse,dnycaoenanosipbblmdid,adaijoJobyetreeiiulauielnistcegonpatqsinmrealtuóeuoaionrdneosseln,smgontmulaíry'utdlsqtoto'ev\niniasu.mnolsobtdaehztiaL,aeaoesl·póssnáaetplaeeeetnaeahrnlnraoYtruxlascvaiialOcncnaqd.ubhoeijaIoueralaalp\eea'ledlihdcetjsaleoaiaaalecódslnbrlayIpanaeóalnsyalalb,ucdgcóncJradctenjoteuldueeasslcgaelsnajairooao-n--:·.l.., tnvtJbecqulioounaunnrnmerebscLpollautublcaaaaerryisspooemjtaaOenrcebguaicun\eaei'seoelrnlasrtnsmatalmueiobanepslaícspcóalecnepaiígineerlreiíteteisrcarootatbxanuodrrpieboabdlynadais.aencecclAalJtáaaooeoclqssnnsviriusóiotjludivesenadoeeitlsnotudna·esdsfrestJeiuuonijelnocdyrsdqeseod,lasunstosoidoooicngd,sodeeulmamfesoysics.ttnaoaeallal,asaabudfeitslavnrrelfgoaioioyunsmgtr.buaoaruSdlána.merrgeeadacydbepolcrdnnratendeoomde~yug,seodeMaeelqaynbnrseuabdaatt.rne,aeoe·--¡ © Biblioteca Nacional de España

EL AUDAZ 239tan augustios>t noche. A Yeces creía r¡ue aquello habíasido la estrata_gema de l\U amor arrebatado, óla vengan-za de un desmre, ó el desahogo de un violento despecho.A. veces pensaba que era simplemente· víctima de uria ·cuadrilla de ladrones. y qtJe se la había secuestrado conel único objeto de exigir {L su familia crecida suma porsu rescnte. .Con los primeros resplandores del albn comenzó á des-puntar In esperanza en el pecho de Susana. Contaba l~shoras en su imaginación, porque no sentla sonido de re-loj alguno, corno·si en la soledad y abandono de aquella.casa ni aun debiera marcarse la marcha del tiempo. Eldía nvanzaba. De pronto, y cuando hacia un rato que ha-bía amanecido. sintió que se abría una puerta: ruido depasos indicó que alguien entt·aba, y después creyó sen-tir In voz de ll!ut·icl. Detuvo su aliento para escuchar me-jor. y efectivamente. era él; hablaba con otro cuya vozSusana 110 conocía; pero la conversación no duró muchotiempo, y los dos ~e alejaron.Un poco más tardú sintló el cacareo de una gallina yuna VQ~ de vieja que parecía venir del patio. Después,alguien subía In escalera. atravesaba el corredor y llega-ba á In puerta. Era la tía Socorro. viuda del ilustre mat·-- tir del lto~ellón. Susana se alegró al ver delante de sí unsér humano á quien interrogar sobt·e su situación. Creyóencontmr en aquella mujer la sensibilidad propia delsexo, y se incorporó en su j ergón para hablarle. La viejale tt·oía de comer en un plato de barro, que puso sobrela silla. juntamente con uu pan y un cántaro de agua.-¿l!:n dónde estoy? ¿Para qué me han traído aqui?¿Quien vive en estlt casa?-preguutó coo angustia Su-sann.La vieja. c¡ue por un contraste notable se TI!Lmaba latia Socorro, volvió la·espalda sin contestar uua palabra;salió, cerró la puerta con llave, y se marchó. Al oír Su-sana el :ispero chinióo de la mohosa llave, cuando la vie-ja 1:\ sacó para gnardát·sela en el l)olslllo, se sublevaronen su esriritu el orgullo y la cólera. abatidos por la sor-presa de primer momen\"to. A1verse encerrada en aquelescondrijo; prorrurn pió eu gritos de dolor, exclamando:¡soco•.,·o, soco•.,·o! Lo: vieja, que se oyó llamar por su nom-bre, volvió y aplicaudo su boc:a al ojo de la llave, dijo:-¿J>at·a 'qué me llamais, madamitn? Mejor cuenta os '-tendría dejarme en paz. Vnya, después que lo he puestoah! un almuert.o como el de una reina.-¡lufarnes! ¡Dnudidos!-exclamó Susana. © Biblioteca Nacional de España

2!0 EL A.UDA'l. -¡Ah! si no cerrais el pico creo no faltn.rll. quien le pon-~n un punto en In boca. Vamos, s ilencio y no me vuelvna llamar.sjvdceaeoaesldppdnoSaiaodsonusossstsooieolanbanslnrslatpeaarsuinee,etitulldlyoaovajsadseodore.rgginmrozóaolisnbpeus,ied•a•d:moíoqpnoyrudsvoueoípcssaliaoeocslelsnulósbasb;co1aflbp·alla·roedczasronazosbtooeaushr,uladac~és·eostasnampocancrerrdocjiaiesnnlpnldvrada,eusneryl.srdnAaaionomcrlnráJlooaears-sr-- ' El cunrto era pcquciio, y In puert-aviejísimn, muy sólidu, tenia en su parte que era, auuquo superior un granhzpránuopereicldsouafumpmlogeornondrtetodenteoedldneroemelenúestmdtroiapo,bnpdagoeoerllqveualéierr{toluiagnyoibdlidteaola)lusrduzeen.reeSasgubc~riaaiapd,naocarodsomeebocsInrecurrazvut6ó··bmuóisrf.eArauncasrugpaodnaiednodotqemuepesastlaiedreas.dePl ecruoarntoo, era posiblede la cnfn'.' ¿cómo salirrim'ineiascudoaUcarphtnaeodazse.tsdiPoeefmbnurrseepearsoxntie,cdsitotpiiarloo'cl!r1'ilq&óttaunieboemixclrcíepdoeronmsc,dib\pr•Sonanurlelasrumcavtniiulovaaysisdame.aYdciáonoqlodlucmenipnótsnau;u,esshdneuecpemordxomautpneprionanas-r,·cdbdaiaoeurrdasooanddoroseuspdusoefsbrosri.uar zSumoumsis.starmlne'laipaCosshsoil ónfcotsliclóuiadcucaiun,óeuyhr.paAsomuldbeoarnlleoiterrTinadhrtoo·eiscnsiomeemsaaot:peamspcieiiar1g6c·luoa,ó·¡-ttsdaeouqenmulseaeóir:dl eoscpleliydlnpu:ta,to·anmipó.llblPlIecnrenócrocoqeouldomoovpiades¡snae·oe;anpsátpuíelsagoruCnosbal'auílntaputbíoooliruoptbssórno,o~rImobinfnala.vdnsoiC,sl.ortyJaeoayúcpaóonarnirercotnIaójItSómoCenlOenecnsjdoeotoessguida. Tampoco deseaba beber.ttaprddporoboaooidderbryoFeosr,lurcsourlpaioelédccrposouoiIespuómfenoluntrñtapcrnpaaeoododdlsnsao;oáetiob<pddlpIr¡lnoeeunoeerlcecoroelsuoepsanuranrdcaegleoeloñalrldqiyloraeoa'uee;?nnrdpenlocsu.ovdiesnosDáioonógdmsolliooedsalortindmeunsadleJeieuuq'dftlIsllnaune'dpctb\eleíebiilardsraehiife¡ctnoaitrauolnt,bmaonuyslereaindyesnrdóestioocselxpplo;p0peIs,san1reeuoser·srdieianzitmneñtmoaortaodsiadebIeoognmnlonaestttdd:onnoolíoees---.·© Biblioteca Nacional de España

BL AUDAZ 241u Así estuvo largo rato sin apreeiar el tiempo que tras- .'curría. hastlt que al fin su excitación sn fué calmando ydurmió, aunque IJI·evemente. A! despertar notó ruido de '•voces en el patio; pero n·o reconoció la ''OZ de lllartln. Sealejaron y todo volvió á quedar en silencio. Esto la hizopensar que su prisión iha á durar indefin idamente, y quehablan resuelto abandonarla, con lo cual su afiicción fué;indescriptible, y empezó á llorar, sin la violenta dtJsespe-l'ación de antes, pero con más dolor real y mayor tribu-lación en el almo. Pasat·ou las horas con lenta monotonía, sin que nin-gún accidente altet·ara la tristeza de aquella mansiónencantada, y llegó la !lOChe. Sintióse entumecida y condeseos de andllr, y se levantó pam dar algunas vueltaspor el cuarto: pero bien pronto se sintió debil y hubo de-tenderse otra vez. El enarto estaba enteramente oscuro. .y la aluci na~n fantasía de la infeliz prisionera, debil po1'el insomnio y el ayuno, se com!' htcin en revestir aquelladensa oscuri1lad con los gironcsresplandeclentes de unafantástica y confusa visión de colores. El bnstío, In penay la oscuridad desarrollan en nuestro sentido óptico la.facultad de poblar de rayas. círculos y fojas <le luminosasti utas el espácio en que lloramos y nos aburrimos. Aletargada aquella noche, como lo babia estado porla mañana, se creyó trasportnd11 á ot•·o recinto. Las pare-des de aquel tugurio se extendíau y separaban fot·mnndoun ancho snlón:. algún genio invisible colgaba de estasparedes soberbios tapices, con hermoj>!simas flores. pá-jaros y uinros. Grandes cOrnucopias sostenían multitudde luces, t·efiejadas basta lo Infinito por hermosas lunas.Jarrones de plata sostenían espléudldos ramilletes, y elsuelo, abrigado por blanda alfombra de mil colores, apa-gaba el ruido de las ¡)isadas. Las pisadas, ¿de quién? Allí~ntl'llbn uno. el más J¡ermoso y el más amado de los hom-bres: uno cuya vista tan sólo imponía respeto; era gravey tenia en sus modnJes como en sus ademanes la majes-tad del que vive acostumbrado íi mandar y á ser obede-cido. En su vestido, lo mismo que en su rostt·o, todo re-velaba la superiMidnd. y e ra tan noble de aspecto como.conespondia á la elevación y firmeza de su c.wacter, be- -ebo á la dominación y t.em piado ni rigor de las luchassociales. El cot·nz6n creía r~.posar de un largo 6 inntiL \6 © Biblioteca Nacional de España

2-12 llL AUDAZ ejercicio nmántlole, y la vista descotusabn en el como ha- llando el térmiuo do mil investigaciones ansiosas en buscad() aquel mismo objeto. Aquel) que c:-¡istín digno de ella. Pero en ht hombre cm el único grn,·es nsuntos; en su nr:\n contínuo preocupoción de sus por impoucr su YO- bbJulnenrgtñaodlodyqeudeeirséitgolli,lr:eulmnansboinncdileiasdspaefdnrishvuuolmllildcnanndnme,saardplecel.naaSmsi oeerrl.aShaiucnbccieemsria-· puesto lpoosrotjoesrmeninoatdl'lal,Ihnajobrrníaasdiadodpereesctiesommuonrdior .d.e. dando peno. Todos bllmeoasinrromapddúoearsa:·bnpJanmoncs·lecamocnenáorssssideelexe,.r,pcoe{oi)n1rntdosrouesslmestaefobetslanioncmmectseontdcltoonen;n, lmyoñselsojruóess,c·necdinriicledotsresipmdéuelegcnunlcanasua-; ,¡sus mndrcs que c¡ucr·lnn ser lo e¡no él ern. 'Como desaparecen lns imágenes de un juego de óptica recreativa al extinguirse la luz que los produce. asl Ju.:y6 aquella fantasmagoría. Martín recobró ante In imn~inn­ ción de In jowm su aspecto bnbitunl. y se r·epr<:sentó cou su humilde t•·nje, bo·usco. íLSpcro, con su torva seriedad upynesNuho¡vamivybo! rceyudánentrledpviusidetivbnltoloo.naegpnunenrmjcec.ilgnEolcáconnmrnuIncetrcrtru~edradaeceolInrmteigsze~anndot:ee noble, aspirando iL destruir los esplendores viciosos antigua sociedad. de lo. Rodcí1bnnle persom\jcs de mala rncha. dispncstos á sa- qtliausfigearcuaenjraddmeezálasm;eosndecouaegmniúttasrbnvaJiolélscuc¡usoenrebuniSnc<qo:urno.iesnotuisdlilneasgftaainnnotiosasp.cuconontomtmooi lmv!íoissnimmdeonsvhaco:ómellebrrt·aecsm. pypolcreouvoivrnxilctadelnetssriuitcuiaadlcnmidóaenss, esqiuen:e-¡capugaeernrcRteobl.aaEiemnrnpvoel.-l. slble... ¡mposible descender hnstu él. 1'odus estas sombras rueron huyendo pnra volver pués y alejarse de nuevo. basta •lUe al fln la dejaron des- con la realidad sola imaginación. invariable é insensible al soborno de In. Al dh\ siguiente so repitió In misma escena con la tía •eS·enoi1c1uoan,rrayo.Isnqequufeuieélteucddeel'jrióanndlcoelsoec¡urIinepetpilbulnelei'l.Ulacl.morParabiesaónadtloomdudaeerI;nuonvmaramilnlc!nIónMna árbpyaiu,oo.da~sttrsioadooavmqddeueú.rlenppcdBueuoisnrasoftereitóIcopnt.orasurtmciilednellaodngijtdltue:·ennnqndvtuoooincséágeenuseljapseennrproounreeaqlvrnoutpalleva.oleessinroeq.u,ls¡oPueiblacehilóvtóaolaebennlhlataaabebrclasílunnne-.,,. © Biblioteca Nacional de España

BL AUDAZEran M:ll'tin y D. Buenaventura, según indicamos nnte-rlormet\to. _ Ella notóy energla, y que Martín se expresaba con acaloramiento que el otro como que intentaba convencer-FdsebvJloouos.iuus.stbratntMldoirboqreo;aneuas,tnareapto.lyínelasnEntrtloaloegmpu,ljueolniocnurrvnltsenalerongbosnpnoeapasantocroertdton.ealementedl.rsavboofcalrstcoéeon,enncdtdyouóaiHceóddnijs,daelCuóbavli.a,a~aaaámltaghe~nUqrnaunaucclnndliiioeaóaopsnnevidpelrieeaedssnPctirpatooaeieslroscndicsodlsaoelnoaabmmnmrasdobodiheelnopaanernabnitlrdesotlaeeara.. Snli6 después Martjn: pero ella quedó en su observa-js\"lJtilao'iuteolnrc.iirósoooBnpntynoaetcqmrávcuaribsrócaoiáléllqnainlurso.te.losldAePeq\onoqu'asrtuenreeúadllnlraotohiaamnoanlmgloocgut.bburnoareneastloasdmsqrohou1psanre,aóbepeioptnneatarlCcarecuc.iosoevysnyleaaaezsdsdlsfoeabeascrapl6ahjupaaPretssirrlnyenctcasrtvioedcpoysaealió---llqjlOlauJeJcevCoaiéennrsdrtuooannvdgoaorrapiIonnusdjloooiobvmjedeneetonrscoo.ospnydaetúdneQlIsnXpecutxarépebsmreeszesecaiócrynrusédedo.taeSsmagmlbnieailélrlíionngnnnlastiodavdatioades--,acdndncoanoustImtlnlgp\p•ocuaaraa:ñsmlaalaedsololrpepaano1dról1acgt.adeusl·e,uAanpqqqrvuuuoeceofzlul:tncnocuddsrcaoeíoslysiirmódelasaoaebsdtnerqneinustteadooqezdsusnoepeseilidllbmoicaésoonnrmdhaloazeasbónehnittoadadbnmeeltasáelnuassoteslolblalajaetrotrqosau.sdetSoreaasrnuqdtuemeessd.auayLsboaparaZesnasotprluzaufalueatúnsons. lieCcaoaulcmaaaine!e!d.Ln»otJecososninnoctoiaósrqerqeuhdueaolebrelelsoaspsiiedufcuomtgr,oeiy-,- ·cccttoiouhvmtoeocns.or-rcqRaDeutsr!iiroateacsnebcynbaunavaajinprddtleneoasl!cde•úa-eslrdtimlomliojiosocsronppeolprlnlueodcl&clocnurrisioeroas.pnduqdeeuouretntalbjspau,arlnbleltaa-lejnpóóeuden.ens•al¡smaEussiieptlonleay--. 1llclcnaolimomanFnroe.r.sasstesaatltrbreliialdmaabennaeatcnoolldladmalensseulytdoemesrdseencecrasigiiprlsnioe'ólsrvúa,neccstnai.aórmanSp.ribodrisuéfiuguin(dn•ctomdcosaunoaldsmnéliocemiiadónsiouct!omo, f.lneceasminsóotesnloani.stbiunlSdeaaeu,-. © Biblioteca Nacional de España

244 BL AUDAZviril entereza, propia de los esph·itus vnle¡·osos. Anojóse -eo su jergón, y quieta, y con los ojos cel'l'ados, quiso mo-rir eñ aquel mpmeuto. Su padt·e. sn tío, doña Juana. Se-garra, Pabllllo, Pluma, sus amigos, allegados y conoci-dos. todos pasaron en fúnebre procesión ante los ojos desu fantasía. Se esforzó en peusat· en Dios; pero su pensa-miento no llegó hasta allá, quedimdose algo más cercano.Vino la noche. la segunda noche de su encierro, yella continuaba absorta en la consideración de su sinies-tro tln, cuando sintió que abrlau la puerta de la calle. Sucorazón latió de esperanza, y se incorporó en el lechoprestando atención. Ulln persona entró en la casa. •Nopuede se1· otro qua Martín»-dijo ella. La persona subía:uno á uno contó Susa11il los escalones co¡no se cueut~nlas campanadas de un reloj que nos anuncia algo que es·\>eramos con afán. El hombre se acer~ba, llegó por flna la puerta. la abrió coullave que traia y se pre~entó enel dintel. No era Martlu. Era uno de aquellos que vió encasa de la Pintosil!u. y después en el \1ntio hablando conel desconocido. Susana so quedó mirandole suspensa ysin aliento. dudando si aJeg¡·a¡·se de aquella aparición ótemerla más.· Sotillo. pues no era otro. permaneció un rato en Inpuerta procu rando enterarse bien de lo que d,enti'O delcuarto habla. En UDIL mano trnln una llutcrnn, y escan-dia la otra en su pecho. como quien va á sacar algunacosa. E1·a. un hombre flaco, amarillo y escuálido, vestidode andmjos :,- cori una torva y recelosa mirada que com-pl~tabn en él la estampa do la miseria sublevada y turbu-lenta. Recorrió con el1·ay! de luz de su lintern~ todo el re-cinto do la habitación, hasta que iluminó el rostro ate-rrado de la pobre Susana, gue yacia en su jergón másmuerta que viva esperando n ver en quó pararía aquello.- Entonces dió algunos pasos hacia dent1·o y cerró la puer-ta. Siguió mirándola atentamente, y dijo en voz alta:~¡Qué nouapa es!Después se observó en·su cara ese mobln que hacemosal desechar una idea importuna, y se adelantó con pasoresuelto hacia la dama. E~ta dió un espantoso grito y serefugió en el rincón del cuarto.-¡Ah!-exclumó dc.spavt'rida,-vas á matarme. ¡So-corro! ·-No grites... diablo de muchacha-dijo Sotmo.-Laverdad es que no me atrevo... Ven acá, 1•en.Parecia como que dudaba y más do una vez reb·oce- © Biblioteca Nacional de España

EL AUDAZ 245•lió. El mismo querln animat·se y la estúpida sonrisa c.onque aparentaba burlarse de su cobardla, daba más terrorá Ja prisionera que el pui'lal que tenia en la mano.-Pero_yo ... ¡_qué he hccho?-dijo Susana,'-siempretcmblando, pero más bien en tono de súplica que de pro·testa.-¿Por qué quieren matarme?-¿Por qué?-contestó Sotlllo pasando el dedo por lahoja 'de su arma.-Eso pregúntcselo usted á ... Por algoserá .-¿Martln me quiere matar'/ ¿Martln?-¡Ah! no... no: es... Pero el demonche de la mujer, yoque ¡'A'ehn!g¡o,yalqenueí para eso, y no·me atrevo... . - usted para eso?-dijo Susana entre:vieu-clo un deb1l rayo de esperanza.-No me mate usted, yo ledaré lo que quiera, yo le haré rico. Yo soy muy rica.-Sí, pero... ¡Oh! ¡qué guapa es! -repitíó Sotillo:-¡,us-tcd 110 sospechaba...?-No; yo crela que me iban á poner et: libert.ad-dijo::>us:tnl\ con voz entrecortada.-No: eso no puede ser. Yo be YetJido aquí para despa-cblll'. y ... es preciso. . -¡Por qDuieost!en¡PgoorpltalrVieinrtgeesnp..o.dyeroosleos;hlaerédeásucsutberdirráincoá.yo... yo ·usted y entonces!...-Tonta, •í mí no me doscn bre nadie... Pero ven acá·.. .;cómo siendo tan guapa te tienen aquí? Oye: yo he veni-\lo aqui !\matarte.-,:Martín... Martín me quiere matar? ·-No. es preciso despachar autes que él venga.,Oye: yohe venido á eso; pero... ¡Oarambl!., qué guapa eres! .Al decir esto alargó la mano y tocó la barba de la jo-ven. acompanando Ell gesto de un áspero chasquido de laJetlgna. Susana se retiró hacia atrás con tanto bot-rorcomo si sintiera en su cara la fría punta del pui'lal.- No te asustes... ¡bah! en vez de n~radecerme que not.e ha.ya despacllado... Pues yo he ' 'emdo á e_sto. pero mehas desarmado, chica·; yo soy asl. Vamos a tratar aquiJos dos. Diciendo esto ~uard6 el puñal y se sentó en la sllla,acercándose más a Susana, que no pudo menos de volverla cabe~a cuando llegó hasta ella el aguardentoso alientodel asesino.-Yo· he venido á mn.tarte, prendn-dijo;- pero no temn.to si tú... Pero; ¿á qué vuel1·es la cara?-añadló brus-cilmente, tomándole una orejn.-Mírame bien... ya no temato... ' 'amos, pierde el miedo. , :· © Biblioteca Nacional de España

2·16 BL AUDAZlmsenctnnyshdgcaclcrbgloeloeaeoaaoooolcarariagngcracdaitacmsn-.rdmnSistuIsrliziSTreireaNctáanóobbeioaomsorana.ruierb:.aaiítetapcslnodao1qnsriooua~ba•eAtleáso:seaesd¡udi;los-nlrc1.ccoyonósnlnaooeedIdtdp1aaoua,1lbanmae1l1eeehcensiqrne·I1,rqlslmnsnrlroelijeeiauudt6polouecismtavanrr1rrdaeeeropmpnaealii.nsietIzorioaydnndrduneesnaotosal:odngdoaucaecssm¡ellcuncdouo.alaoóicssóyraítumnojaperiotnidnsruschsonásoaenomxlcuaoeeeuoiunafam,oxcéno1ay.lttsaósboaentipelncp·epll-pmspatugt,sísilmourdaasetsuNaaeeonciiuoclpeopneugcscrer;uhubctl.vees1lsaendiosaptopedrorlótearind·ctrgijxraaooxesr:eaojocepneiafaruortc.t•cpó,ucusas,·ootpsunrc:onoiSceoaeeecr:arrpócujdndmoinrrnimiesvuocenáa•tgóouaóomytfu.in¡iromo,noaienulanósofnecovlt,o!dJjarq,dinpaornuca•oeóeevéoqucoosrauzsnaun!lpnoiousEiefusa.línntsssaiúumre:nleoenogoBIaei.q:atmlbgnda:jcijluiL;lhsuoleóoniolziclodao1eaprotelóosesaoaotteaasYynsacimoacmmmngnllaq,oyZódorllebopcqaoebtauaniirbocqsanullsiódurdlicruuecatrrcuaYjomgtoosoneezrtodssn,aysee!óioYula.mru1sonuo•eIal.y·s,dzqnaLuosbemtramcp.nifehEne,u'unnm'eud.hujapnpouleryiopóssereorlñroZdAzeuaoocmeóstrsemsaocrseseocsernbpqcaqeqloeaennarpdnbireu,nifluutsJsnsedenoirtriuraeyeo!aoaaeeó-oró--ar-,-l·s.trsalildinmlrslprctoongeaaeeaúnioeiroresiosuersertl-s,Apgn~metanstaJpplrtecruasolrbelorOroupmaaasdiaesasvs.dlemsbraissdbolraueeddndehoio.ed'i:rneace,leneosavt,llsndoaúsili,roaodenanrrm¿teast.,mriladeonsenfauoqohdmesdoiosrtOiAcse'uppereIesrf.Iiesan'eodate'lebsCsó<ansunutgdtrarIenomnbid,annandHíastcfeebcandmaIaiücqdhesnscnludnaooteuhbneoohaaaqa,yn.ledope?lnsonueyspYnronfdrYeydeotadtirrrdouo,xasie¡nnrnpmnasdaclplgJssearvIcoayoínóitnldrTseeee1ens,celixednsneoi·occcFeyraaceimaneryccesuina!elullJssonylelaptsupadeiEqenereoonrsl!olpleseouezmssnmn.ugzV.atef.rytcvdeiecaeyoa,rQgroePeuhbo.lslirarmtnospneeml,sauéeaydogsreodsnatespasaoeaotannlipuumlrnmvdrLqdndIeoognpnnaozuoeeausrnloqodmcalelsaevdrouaaec.mldertobaienyeielcTeralgqeeeasntnamnmcnIzúiudtleonulloro,mtiinleacuasodo.egmaHsYi'nunlraed;reíe';ácia,lehepondros,dntdditbhaoueesnpaiáeeuoqoe'sone..rclsuJdsdddrnroalteolteYtouooeaeaata-s,s-l·i © Biblioteca Nacional de España


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