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El audaz - Perz Galdos

Published by Ciencia Solar - Literatura científica, 2016-05-29 08:14:40

Description: El audaz - Perz Galdos

Keywords: El audaz,Benito Perz Galdos,Novela,Libros,Ebooks

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BL AUDAZ-No, contigo, contigo-clamiU'on muchas voces; y ennquol mismo momento avanzaron todos. .Los otros retro-.:edieroo, perdiéndose en el laberinto deaquellas cnUes hechas para la defensa. Si el lector uo hap11sendo alguno. vez por las revueltas. estrechas y tlmpi-nndns ' 'ins de comunicación do la ciudad imperial, nocomp•·endení cuán á propósito es para una revolución,por ofrece•· inmensas ventajas estratégicas de defensa. ytener pésimas condiciones para el ataque. Martin, que ba-bia estudiado bien este punto. •·ugió de ira al conocer queen vez do ser dueilo de aquella Intrincada red de cnllejo-nc.s, recodos y pasadizos, iba á encontrar un entlmigo de·tr:ís de cndn esc1uinn. Estaba haciendo el papel de gobier-no constituido qoe se defiende. en vez de hacer el depueblo nrmntlo oue destruye. No se acobardó sin embar-godo esto. y siguió adelante; pero con gran asombrosuyo vió que sus enemigos nbondqunban la Judería y su-blnn pot• los Alu:millos bacía Sunto 1'omé. y después porlu en esta <ie la 'l'rínídnd hncín ol centro del pueblo.-¡Vnmos Iras eUos!-díjo Brunet.lllm'tln cebó una ojeada sobro la gente que le segu!a,y t·tipidnmente quiso formar iden de su numero. Creyóque no pnSttbnn de ciento.-Sigttmosles. Cada instnnte que pn.m perdemos muchoterreuo; cada vez senin ellos más fuertes. Persigámoslessin descanso. pero sin atropellarnos. !\o nos fatiguemos,y marchemos con 01·den.Entro tnnlo los otros sublnn y rodeaban la catedral,g t•itando: •¡Van á robar In santa iglesia; van á llevarse ála Virgen del Sagrario; van í~ dcgollnr á Jos frailes y alStlllto clero! ¡Mueran esos bandoleros!•Rstos¡p·itos. proferidos por dos 6 tres frailes, que azu-zaban fila multitud. mezclados con elln. reunieron junto;, hts \'enornbles paredes do In grnn catedral á una inmen-sa muchedumbre. fácilmente Impresionada con In. idea.del supuesto ataque á los vasos sagrados y ti los benditosadministradores del culto. Esos pueiJlos históricos. que~o cnvttnccen con titules antiguos y nombres sonoros, nonmnn cosa nlgunn con tanta ''cbemeucin como su cnte-d•·nl. La soberbia consh·uccíón secular, donde tnntns gc-ncl'llcioncs bo.n puesto In mnno para embellecerla, sinte- ,tiza y enciol'l'n todo 1? que aquel pueblo haseJ?tido y todoJo (\ttO hn snbido. Aill reposan sus héroes; nlb yacen susnut1gno~ ruyes dul'miendo tranquilos oi sueno de In bis-tarín; nlll so hu celebrado un mismo culto poi' espncio domuchos siglos, y en aquella snnta custodia ban fijado los·© Biblioteca Nacional de España

298 llL AUDAZojos. creyendo ver al mismo Dios, los padres, los abuelos,todos los que hau nacido y muerto en In ciudad. Los no -bles tienen sus escudos•.en lo a lto de algunn capi lla; elpueblo ha cubierto de ex-votos los pihu-es de algún reta-blo; los m·tístas han aprendido en ella, y en ella han hu-preso su genio. La catedml enciel'l'a las nlegrios, las des-\'eutnras. las hnzoilns y el amor de aquel pueblo que h:\constl'uido sus casas junto á ella y como il ;u amparo.Por eso nunca experimenta mayor alegría que al ' 'er lastorres, YOYiendo al hoga1· después de un largo viaje; po1·.eso oye con emoción el taii ido de sus campanas al entraren la Yilla, y considera todo aquello como suyo, comoparte de su propia uxistencla, y lo defiende com•> se de-fiende la Yida. no sólo la humana, sino la eterna; porquecree que el que les quit:tra aquel santuario les arrebata·ría su religion y su llios. Se-comprenderá por esto el te-rrible •acierto de los enemigos ele Mm·tln al propalar laidea de que peligraban las alhajas del culto y los buenospadres del claustro capitular. ·IV Martín y los suyos coste11rou las avenidas de la cate-dral por In parte Norte, atmvcsando ht calle del Plegade·ro, In del Pozo Amargo y In plazuela del Seco, buscandolos barrios que caen kas el ;ibside de la santa iglesia. si-tios donde tenía gente de confianza. Si los de aquellaparte se declaraban tamblóu en defección , era iuevitablcel descalabro. Otra vez renació por completo la esperanza en el al-ma del revolucionario, nunca rendida ni acobardadtt. alver que los que allí aguardaban permanecían tleles. -'fomat· todas las calles-dijo.-Que ni una mosca en-tre en este barrio. Al mismo tiempo corramos por aquí alZocodover, y si conseguimos cortari<Js el paso al Alcázar,In ciudad es nucst1·a. Hizose todo como él mandaba; pero los que se dirigie-ron al Zocodover volvieron diciendo que estaba lleno degente que gritalia: cc¡l\lucra el ft·anc·mnsón, el brujo!\"Era preciso renuncia•· á apodernJ·se del Alcázar. ¿Y enrealidad de qué servía? ¿Que. podían hacer ya? El puebloestaba en coutrasuya, y no como una fuerza bru t.a, sinoinspirado por un sentimiento. El fan atismo les babia ven-cido. Martín pensó rápidamente y con angustia en todoeso, consider~ndo cuán dificil era para él movey la masa© Biblioteca Nacional de España

EL AUDAZ 299popular al impulso de non idea; y cuán facil para sus ene-llligos arrastrarla con la fuerza de un error. Aun cuandoconsiguiera vencer y hacerse dueilo de la ciudad, f•adereqvuoé~Jo valla su efímero t•·iunfo'/ Dp cualquier manera,lución estaba frustrada, y aquella multitud, al prestar-oído á las sugestiones de los fnüles, había derribado susfalsos !dolos para. voh•er á adorar á sus verdaderos dioses.Pero era preciso á Jo menos morir destruyendo. Entre-gnrse sin herir hubiern sido una ignominia. Martín sehizo fuerte en el banio, y esperó con aquella trnnQuíli-dad que acompaña siempre a:J valor y que permite razo-nar la misma desesperaCión.Hay tras el ábside de la catedral un edificio vasto ysombrío, cuya puerta, de un estilo bastardo, llama laatención del vínjero que discurre por aquellas soledades.No recordamos si es hoy caree! ú hosplta:, pero entoncesera la Inquisición, nombre fat,idico que parecía trasfor-mar el edificio haciéndole más feo de lo que realmenteora. En sus sótanos se pl.ldt·ían multitud de séres huma-nos, esperando en vano el'l'lu de un proceso que no se aca-baba nunca. Sus vastas erujíM subterráneas ostentabanen fúnebre museo Jos aparatos de mortificación y tor ·mento, q\lietos y mohosos desde largo tiempo, como siellos mismos tuvieran ver~(ienza de haberse movido al-guna ve¡¡. Aquello era mas triste que todas las demásprisiones inventadas por la tiranía, porque éstas, en susilencio sepulcral, producido por la carencia absoluta dofunciones judiciales dentro del mismo recinto, se pare-clan á la muerte, mientras aqn11lla se asemejaba entera-mente al infierno. En lo alto, un enjambre de leguleyosantipáticos, crueles, insensibles á los dolores agenos, ves·tidos con balandranes negros, y llevando Impreso- en surostro el sello de la estupider. inlmmana, emborronabandiariamente muchas resmas de uu papel amarillo y aper-gaminado, COll lo cual quei'Ían revestir al crimen de lassantas fórmulas del derecho. y engalanaban su infame ybárbara prosa con sentencias del Evangelio, juzgando ensu estulticia que se engaila á Dios tan facihneute comose engaña á los hombres. De día, los inquisidores pulu ·labnn por las galerías de sala en sala. dándose aire de /.'hombres que hacen alguna cosa util, y se sentaban· ensus sillones muy convencidos de que la sociedad los ne·cesitaba, fundándoso en que les tenía miedo. No sé porqué nuestra generación se figura siempre á aquellos hom-bres con caras distintas de los demás de su clase y espe-cie, J' es qu<' su triste oficio uo podía menos de nlteral' en © Biblioteca Nacional de España

300 EL AUDAZ ellos los rasgos 11aturnles ·de la fisonomla humana, ha- ciendo en sus personas una horrenda mezcla del hombre y la fiera. Detrás de ellos.se alzaba livido, lustroso, ama- rillo y profanamente pintorreado de sangre el Santo Cristo. que acostumbraban asocint· á sus inicuos juicios. Siempre he experimentado una sensación extraña y has- ta una especie de alucinación al ver en cuadros ó dibujos el Cristo que remata In decorncióu de un tribuual <le! tianto Oflc1o. Temo decirlo, uo sea <1ue parezca una irre- verencia, que no lo es; pero al \"cr la imagen sagrada, extendiendo sus brazos sobre el madero dond<l espira, no puedo flgnrnl'me que está crucificodo, sino que abre los• brazos para dar de bofetones ú sus IJlinistros. . - '.Ha preparndo usted lo que le mandé~-preguntó r.Inrtin á D. Frutos, que P.ra uno de los mñs acalorados. -Si; aquí est.í: gra n cantidad de pino y astillas, costa- les de paja. cst.opa empnp:tda en resina.-contestó el otro, mostrando un montón de aquellos objetos, hacinados en un zaguán. ,. -¡Pues fuego lila Inquisición! Pegar fuego al mismo infierno! ¡Y es lástima que todas m de Espaiia uo puedan inflamarse con una sola tea! 'fel'l'ibles hachazos golpearon lns puertas del edificio, que caym·on al fin. Muchos alguacíles y soldados fueron atropellados y muertos; penctroror. en el portal y ncu- mularon gran cantidad de combustible debajo de nua es- calera de pluo que habín junto á In puerta. Desde el pa- tio se Ul'l'ojaban á las galerías g 1·andes manojos de estopa resinosa inflamada, .Y.asomándose por las re,jas de Jos só- tanos se tr!lllfJ.u ilizaba ai los presos, asegurándoles In li- bertad. Algunos de la cruz \"crde perecieron en ñquel ataque, y Mn1·tín oontemplitba con silliestro júbilo el cre- ce•· de las llamas. que pegadas á d iversos puntos iban á. reunirse fonnando nna espiral de humo, menos negro c¡ue el alma de los inf¡uisidores. -¡Qué dit·á el padre Corchón do este auto de fe!-ex- clamaba con furibunda risa.-Siento c¡ue ese canalla no esté á est!ls horas sentenciando una cansa de 11d cautolan~. Entre tanto, la alannn, el g ¡·itel'lo era mayor cndn \"qz en el resto de la poblacióu. Ya se veían las llamas del aborrecido e<liflcio, y los instigadores de la contr~revo­ lnción aseguraban que igual suerte tendrían todos Jos monumentos de la. ih)stre ciuuad. No: Jn única construc- ción seutenciad;\ de antem:wo por Muriel era la que ar- día en aquellos momentos. El Huso joven salió de ella r,unudo ya no se_podla res- © Biblioteca Nacional de España

BL AUDAZ 301pirar, y cuando adquirió la seguridad de que no queda- ',ría una astiUa; al llegar á la callo vió notablelllente mor·moda su gente. -¡Nos abnndonan!-gritó Dwnot con desesperación.-Dicen que eres el diablo que viene á destruir á Toledoy sus santos templos. -¡1\tuerte!-gritó Martín con una furia que parcelaverdndoro extravío monto!.-Yo los condeno íi muerte. -En In calle de la Chapiuer!a cuutro frailes con cubasde agua bendita rocían á diestt·a y siniestra. _-Que apaguen con su agua esta hoguera que hem oshecho. Yo quisiera que fuera mlis grande y nos consu-miera ú. todos, \'Cocedores y vencidos, paro no ver mñstantn abominación. ¡Oh! ¡Cuánto odio en este momento! 1\lnrtln estaba trasfigurado. y en sus palabras comoen su ademán, no babia ni rastro de aquella tranquilidadnemlltlca con que presidió los primeros actos del mo,·l-lDiento. Iluminados por In rojiza luz del incendio, Jos dosy cuantos les t·odeaban parecían en efecto demo11ios.arrojados del centro de la tierra eu el seno de la llamainfernal. -Aún está cerrado el paso por las calles- dijo Bruuet,-nC1n tenemos gente muy decidido, y desafiamos suspuñales y su agua bendita. -Si; que roclen. que rocíen-exclamó Martín con unacarcajada extrídcnte. Y luego, volvi~ndose á los que le rodeaban, dijo: -Idos con ellos á que os santígUeu tambi~n. No os ne-cesito para nada. -En esta calle no ha de entmr uno vivo-dijeron algu-nos, cada ve~ más furiosos; pero otros se apartaron trasal~ún rcc•>do, y desapareclet·on. Cada vez se quedabau·mas solos. -¡Matad, matad sin piedad! - decia Martín.- ¡Cuántoodio esta uocbr! Ya se acercan los rociadores. ¡Ah, viles!Yo quisiera tener el Tejo en mis manos para remojaresbien... A todos os condeno á muerte... Yo sólo mando...yo soy dictador, yo suprimo de un decreto tanta abomi-nación... ¡Y no me obedecen! ¡Matad, matad sin piedad! Estas palabras ,eran pronunciadas en estado de febrilindignación, que uo es posible describir. Retorcla Jos bra- zos, golpeaba el suelo, se anancabn los cabellos, emitla con su boca contraída mil extl·ailos sonidos. tan varios como los acentos de una tempestad. Después se volvia al incendio, y exClamaba: -¡Denditns llamas: rociad, rociad con fuego, lavad sin© Biblioteca Nacional de España

302 EL AUDAZ cesar esta gran mancha, llevando hasta. el cielo el ca.Jor de la. tiena! ¡Brunet, subamos á lo alto de aquella pared que se desmorona y arrojOmonos en este horno; muramos quemados pan\ odiar más fne1·te... ! ¡Ven. Yamos, suba- mos; arrojémonos á ese iullerno, y hagamos auto de fé con nosotros mismos! ¿Ves esa llsm1a que toca el ciclo? Yo quiero subir cou ella, quiero quemarme. Pero Dl'llnet, que se habla alejado un poco, volvió co- rriendo y dijo: -Ya están cerca: podemos huir. Por estas calles de de- trás no hay un a lma. Huyamos. -Necio, ¡yo huir! Yo soy dictador, yo mando aquí. Yoles condeno á muerte. ¡M>ltacl, matad sin cesar! Brunct no escuchó estl~~ razones, y ayudado de otrosdos que alll quedaban. le llevó, mejor fiicho, le arrastró,desapareciendo los cuatro por una calleja que costeaba elediiicio lnccndludo. Martín, al ser lle\'ndo casi en brazospor los únicos amigos que le quedaban después de su olí-mero poder. gritaba siempre con voz ronca: ~¡Matad sin cesar!... ¡yo soy dictador! ... ¡Ob, cum1toodto esta noche! CAI>il'ULO XXIX Et dictador. Snsnna, después de la pt\rtida de Muriel. qued,) tunagitada, que no so encontraba bien de ningún modo, yya recorría In habitnciún, ya se sentaba. ya abria la puer-ta para respirar el aiJ·e exterior. 'l'cn!a el presentimientode quo algo tol'l'ible iba á pn1.ur aquella noche, y no po-día contenerse dentro del reducido espacio del cuarto,donde no se ola otro rumor que la tranquila y acompasa-da respiración del pobl·e Pablillo, embebido en un sueñofeliz y ajeno á cuanto pasaba en torno suyo. A veces soola también el ronquido agudo y cadencioso de O. Lino,que dormla en la llnbitnción inmediata. con sueño tanprofundo y dichoso como Pablil!o. De tiempo en tiempo,pasos precipitados resonando en.el pasillo indicaban la nl-teración impaciente del pndre Matamala, quo tenia cos-tumbre de hacer ejercicio de cuerpo en los momentos doinquietud moral . Susana no pudo resistir mñs tiempo su apremiante de-.seo de salir, deseo en el cual, no había simplemQnte la cu- © Biblioteca Nacional de España

EL AUDAZ 303riosidad propia del SllXO y de lns circunstancias, sino tam-bién cierta vaga idea de que bacín falta en alguna parte.Dominada por este irresistible deseo llamó á Paningun,suplicándole que se vistiera inmediatamente.-Voy. sel)ora condesa. voy al momento-contestó des-de dentro el abate con voz de sueiio. -Al instante me vis-to: este diablo de zapato que no pa1·ece... ¿Pero dónde estáeste zapato?Esperó Susann, y un cuarto de hora después aparecióPnninguá completamente vestido. aunque con alguna Im-perfección que indicaba la prisa. La ioven sacó entoncescon mucho cuidado su manto dt! las manos de Pablillo,so lo puso y salió, encargando á In gente de la casa quevelase por el nmo dormlc!o.--¿A dónde van ustedcs?-preguntó fray Jerónimo conasombro.-A In calle-contestó Susana.-¡_Pero usted·está loen, soiiora? {Rsta noche!...-::lí. ;_1\o tiene usted curiosidad de ' 'er Jo que pasa?-Curiosidad, si; pero es que no me atrevía á ir solo.-Venga usted con nosotros-dijo Susana,-le escolta-remos.- La verdad es-ind icó D. Liuo,-que no es muy cuer-do echarse ú In calle esta noche. Parece que esa. genteanda alhorotnda.-¡Y tan nlborotada!-nñadió Matnmala.-Y ese diablode Alifonso que esttí ahí agazapado con más miedo queun monaguillo... Pero pues tenemos compaiiía, vamos á.' 'er eso.Salieron los tres, Susana tomando el brazo del abatey fray Jerónimo detrás, confiado en que si habla peligrocaerían primero Jos que iban delante. ·No habínn nodado veinte pnsos por Zocodover cuandoobservaron que habla en las calles más gente que Jo queera do esperar ú. aquella hora. Las mujeres salíau á III'Srventanas, lOS hombres á las puertas, fiC Ola llll rumorlejano, como do muchedumbre inqu•eta y bulliciosa.Cada vez era mayor el número de persouas que venían deIn catedral, y cada vez mñs nlborotlldns. ·Los tres paseantes nocturnos tuvieron al fin qt•edete-nerse, porque no se podía ya dar un paso. Entonces Su-snnn prestó ansiosa at-ención •í. cuanto á su Indo se decía.-¡Maldit:\ gcnte!-exclamaba uno.- Nadn menos queel Ochnvo querínu esos señores; y dicen que no pensabandejar clérigo con vida.-::lan tn Lcocadin nos saque en bien de esta tormenta © Biblioteca Nacional de España

30! BL AUDAZ-decia otro.- Y me hnbinn dicho que no qucríon mássino que cayera Godoy, y ahora salen con cstn.-Si dicen que son unos bandoleros y ladrones do cn-minos-chillabn unn vicjo.-¡Ay Virgen del Sngrr.rio deml alma. y cómo te hubieran puesto esos cnmnleones si tecojen entre sus uilas!-A rol que no me digan, scliora doiln Pctroniln-nlin·<lia otra.-Esn es gente de Satnnás; y cuando menos, t•·a-tnban de hacer una fcchorla gorda. ¿Pues no me acabnnde decir que levantaron In catcdrn.l del suelo y so In lle-vaban danzando por Jos nil·cs como si fuera uun elija demazapán?-¡Jesús, María y José! ¡Pues n.llá por In catedral dobede haber armada una marimorena!...La m11ltitnd qne obstruía la calle Ancha retrocedió, ySusana con sus dos acompniHmtes >olvió ni Zocodover. -;Si dicen que es un homb•·c nt1·oz ese que a.ndnn pcrsiguiendo! Ahorn me diJeron qne él solo mató diez y seiscortándoles las cnbezns do uu golpe como si fueran rúlm-nos. Ese hombre os el dlnblo en persona. -Por fuerza. Pero compnd•·e, f·no ve usted claridad poraquella parte? Mire usted por nh ·detrás del Alcázar.-Parece que se quema algo.En erecto, el humo negro y el resplandor del incendiose veían ya perfcctamcuto desde la plaza. --Dicen qué se <¡uema la Inquisición.-Pues á fe que no lo siento. nunque yn sabemos que sise quema esta han de hncor otra.-Algo bueno habla de hacer eso diablo de hombrc.;,Siso estará quemando él nllá dcptro'l ·- Como que ahora elcelan ahl que vieron por los nlrcsun hombre encarnado como el mismo fuego; haciendocabriolas y echando chispas. -SI, seilor, yo lo vi, yo lo ví, y si no me engallo fué ácaer por allá por lns ruinns de San Servando, donde tie-nen su casa.El resplandor se avivaba, y las llamas iluminaban Inciudad. Susana quería internarse por las cnlles para \'P.raquello más de cerca; pero fray Jerónimo no quería dnrun paso más, y D. Lino ora del mismo parecer.-Pero vamos por estas otras calles que cstñn nqu! 1>0rdetrás del alcázar.-Señora. por Dios. SI nos metemos en esos laberintos,no saldremos en toda la noche. --Yo voy. Si alguno quiere seguirmc...-dijo In dnmacon resolución. © Biblioteca Nacional de España

BL A.UDA.Z • 305-¡Señora condesa, señora condesa .. . - exclamó .el-abate. _La señora condesa, renunciando á atravesar la calleMayor, que contenía mucha gente, S!l internó por otroIndo, por donde ella juzgaba que se pod!a ir más prontoal lugar del incendio, y aunque disgustados y gruilendola siguieron el fraile y Paniagua. Bien pronto se encontra·ron sin saber C{_Ué camino tomar, porque las calles tanpronto torcían a la ir.quierda como a la derecha.; subian ybajaban, y las )Jamas,.en vez de acercarse.·apareclan máslejos cada vez.- Nos hemos perdido-dije fray Jerónimo con g ranmiedo.También por allí se encontraba gente. aunque poca, ypor lo general hombres que corrlnn dcsaforad.ós, atrope-Jinndo cuanto encont.l'aban al paso.-Retirémonos, seilora coudesa-'-dijo'D. Lino.-'Esto mehuele maL .,-No: sigamos, sigamos- contestó In dama apretandoel paso é internándose mús yor las callejuelas.Unas veces el fulgor de incendio se vela de cercahastá el punto de que se sentían sofocados p9r el calor,otras parcela retroceder. A sus oldos llegaban voces ron··cas y vágas, semejantes 4 alaridos de entes infernales yfuriosos. Después aquellos ecos se perdían para .l'esonardenuevo. ·-Parece que estamos á las puertas del Infierno-decíatemblando ft·ay Jerónimo.-Yo no sirvo para estas cosas-añadía D. Lino cadavez menos sereno. .Susana tuvo intención de d'lteóer, con objeto de in-terrogarle, á alguno de los que pasaban con tanta prisa;pero sus dos compalieros se. opusieron á tan peligrosointento. De proLJto, el g riterío aumentó mucho, y loshombres fugitivos menudearon más que antes.-Sálvese el que pueda-decían algunos.-Escapemos por aqui-clamaban otros, dá~dose granprisa á escu rrirse por alguna calleja. ó á ocultarse en un.zaguán de Jos poquísimos que no estaban cerrados á pie··dra y barro. •- El diablo de D. Martín: no P.ay quien le !>.rranque de.alli-apuntaba un tercero.-Tira ese fusil, ¡mal rayo!... y andemos despacio figu-rando que no hornos tocado pito en esto. . --No nos vayan á confundir á nosotros con esta gen-te...- díjo D. Lino al oido de Matamala. · © Biblioteca Nacional de España -.

306 EL AUDAZ-Pero señora condesa, volví•mouos atrás.El incendio iluminaba la parto alta do todas las casas.y los tejados y mia·adores proyectaban sombras pavo¡·o-sas. Se miraban todos unos á otros cncontrfindoso muyraros con el semblante tan vivamente iluminado, comosi recibieran la luz de un sol sangriento. El fragor eraindescriptible. porque al sordo lmllício de la ciñdad sebabia unido el alarido angustioso do las cien campanasde Toledo, que cerno todas las que tocan á fuego durantela noche, pm·eclan desgañitarse en lastimeros ayes des-de lo alto de sus torres.Nuestros personajes tuvieron que det~nerse. Los quevenían en clirección contraria eran muchos. y ademáshabla sí ntomas de lucha en lu<>ar no lejano á la calle enque se encontraoan. No eran sÓlo fugitivos los que nndn-ban por allí: babia gente de la que antes vimos agmpnr-se junto ú la C:\ted ral: y aquello. como observaron pru-dentemente D. Lino y 1\latamaln, tenia pésimo n&pecto.De repente ven aparecer al extremo de la calle cuatrohombres que corrían. annque no con gran rapidez. por-que uno de ellos parecía resistirse á andar, y los demásle sostenían arrasta·ándolc al mismo tiempo.-¡Ah! senora condcs1t de mis pecados: huyamos...ocul~émonos en cualquier portnl-dijo fa·ay Jérónimo alver a los que Yenian.-Esta debe ser gente muy mnla-aiinclió el abate.-El diablo nos Lla tentado al veliir por aquí.Los cuatro hombres se acercaron, y una voz muyronca profería g ritos y clan1orcs que no se comprendían.-Son borrachos-dijo D. Líno. ·-jDios nos asista! ~· ·-Los cuatro hombres se acercaron y Susana. que re-conoció i• Maa·tíu cu el que venía impulsado por los de-más, clió un grito y se paró frente á él.-iMnrtincillo!... _¿tú nqufl-clijo el f•·anciscnno temblan-do de pavoa·.- Eseóudete, huye.-¡Yo!... ¡yo buir!-exclamó el joven después de atro-nar la calle con UD a ruidosa y bronca carcajada que erizólos cabellos de todos los presentes.-iYO soy dictador! yomando aqul... Matad sin piedad...Susano puso sus dos roanos en los hombros del des-graciado hombre y le miró muy de cerca de hito en hito.Su temeroso aspecto. su fisonomía desencajada y contraí-da, sus ojos espaDtarlos y rojos, sus cabellos en desorden,su vestido desgarrado le infundieron tanto terror, queno pudo articular palabra. .© Biblioteca Nacional de España

ÉL AUDAZ 307-¡Jilnrtín, ?lfartín!-exclamó con tono á la Tez suplican-te y conmovido, como si quisiera vol'rerle á la raZón consólo el eco de su voz.-¡All! ya te conozco-dijo el joven apartándola confucrzn.-¡Infame aristócrata! Intentas seducirme. Yo soyel pueblo, el santo pueblo. Vuestro reinado dw·ará. poco·tiempo. 'l'emblnd todos, porque os aborrezco. El d!n demi podot• ha llegado. 'l'e condeno 1\. muerte.-¡Oh! Dios mío. ¡Esttí. Joco!-exclamó Susana' con de-sesperación. .En aquel momento se sintieron los pasos precipitadosdo un tropel de gente, y ruertes voces decían: •¡Por aquihan ido, por aquí!•-Que nos cogen: ¡huynmos!-exclamaron Brunet ylos otros dos.-sonora condesa, señora condesa-dijo D. Lino asién-dolo. por el brazo.Poro Susana no se movlt1. Llegaron los.perseguidorcsy ¡·odcaron-cJ,j5rupo. J?rny Jerónimo, que tenia agarradopor el cuello a lllartin, le presentó ú. aquellos hombres,diciendo: •¡Este, este es! ¡Aqullo teneisl•Hubo un momento de eonlusión. D. Lino desapareciócomo si el viento se le llevara. Brunet y los dos que Joncompailnban huyeron también; mas no lograron esca-par. ~usnna, en medio de aquella algazara espantosa,pudo observar un momento lo que pasaba: su enterezano la abandonó basta algunos instantes después. Vió quemuchos brazos se abalanzaron hacio. Martlo, y que In ca-bezn. del desgraciado jo,•en desapareció entre otras cabe-xus fatldicas. Su voz, roncn. y dificultosa, se sobreponln.aún al clamor discordante de aquella gente.-¡Aprotndlc bien: que no se oscapef-dijo uno. voz.-La soga, la soga. ¿Dóndo estll la soga?-dijo uno quetenia cuerpo de Hércules y un repugnante y feroz as-pecto. •-Aqul cstll la soga-contestó una especie de chulo,pequcilo y travieso.-Echárscln. al cuello y á correr.Susana vió la cuerda fatal volar y escurrirse por en-cima de las cabezas. Pero tn.mbién sintió que una voz de-cln. dcspuéa:-No es preciso cuerda: que vnya por sus plés. Anda,buena )lleza. Está que no se puedo tener de b<:>rracho.Susana, empujada por nqul, rechazada po1 alió., cayó111 suelo, aturdida primero .y desmayada. después. lllartlnsiguió ndclante. en el seno do aquel grupo bullicioso y '-feroz, que tomó el camino do Zoccdover, rugiendo y © Biblioteca Nacional de España

.-308 BL AUDAZ Japretándose para atravesar las angostas calles. Susanapudo ver cómo se alejaban aquellas ••entes, llevando al1nfeliz, á quien supomn con el dogal ai cuello, muerto ya6 m-rastrado :í la muerte por una plebe ciega y embria-gada. Todo esto parecía una pesadilla, y la dama sin-tió alejarse las pisadas de aquellos hombres, como si to-das golpearan sobre su corazón, csprimido y hollado. Asus ojos, la saugr.e generosa de Martín salpicaba á cadapaso de la comitiva, manchando todo Jo que encontl'aba.al paso, las casas, el piso, Jos objetos todos, el cielo mis-mo. Sus huesos crugían al chocar en los guijunos, y re-percutían rompiéndose como frligiles cañas. ParaeUayano quedaban del cuerpo de tan hermoso e interesantehombre más que sangrientos girones desparramados poraquella calle de angustias. Inteligencia, pasión, vida,cuerpo, todo había sido destrozado en un momento, ylos despojos de tod?' ésto, arrojados al azar para que noquedase en el mundo memoria de tan noble sér. :Matamnla había seguido al grupo, refiriendo cómo selas había compuesto para echar mano al delincuente congran peligro de su vi<la; y bien pronto no quedó en aquelsitio desolado y tt·iste más que Susana exánime sobre elsuelo húmedo y frío. CAPÍTULO XXX:ae..-oloteo de una mariposa alrededor de una luz. 1 Susana, mientras duró su bre•1e desvanecimiento, uodejó de sentir un eco de las tremendas palabras pronun-ciadas por Martíu en la corta escena que acababa de pre-senciar. Aquello parecía un sueño: era preciso estimularla razóñ con g randes esfuerzos mentales para adquirir lar ealidad de un suceso que tenla todas lns apariencias delo absurdo. En efecto: lquiéu no ha soñado alguna vez queestá andando por las vueltas y revueltas de un laberinto.sin llegar nunca al punto donde se quiere ir? Y én estaexcursión angustiosa, ¿no se nos representa de improvisola muerte de una persona querida, una súbita aparición,un asesinato 6 cualquiera otra imagen terrible que nosconmueve, ol)Jigáudouos á despertar? Pero S~ann no © Biblioteca Nacional de España

\ llL AUDAZ 309tm·dó en hallarse en la plenitud de su razón. compren·diendo la espantosa verdad de Jo que había visto y oido.Se levantó, miró al cielo. y la estrechez de la calle, for-mada por rutísimos edificios, le habría hecho creer queestaba en el fondo de una zanja profunda y tortuosa, sifuera ella más propensa á la alucinación. La faja del fir -mamento que desde allí se vela estaba aún teñida de unaleve púrpura producida por el incendio cercauo. En lascasas y en la calle no bríllaba otra claridad que la de unalúm.pnra colgada frente á una Vir~en de los\"Dolores que,metida tras una reja, mostraba a los devotos su pechoatravesado por siete espadas con Jos mangos dorados. Al-gún tr<m$euute pasaba corriendo por las calles inmedia-t~s y no se detenía sí alguien quena interrogarle. Susanatomó la calle que le pnt:ecía llevarla más directamente alZocodover, con In esperanza (\e encontrar quien le indi-case el camino si se perdía. Apenas habla andado cien pasos, vió enfrente y á granaltura la fachada septentrional d.el alcazar. y creyó quepodría orientarse subiendo allí'. Asi 16 intentó, y fácil-monte encontró el camino; subió á la esplanada y desdealll vió el Zocodover. Yn no necesitaba más para llegar ála posada. Desde aquella altura se oñ·eció á su vista un panoramaque produjo en su ánimo fuerte impresión de.sublime pa-vor. El incendio iluminaba toda In población, y lasto-rres, los altos miradores. las chimeneas de la ciudad gó-tico-muzárabe. proyectando su desigual sombra sobrelosirr~ulnres tejndós, parecían otros tnntos espectros dedistmto tamaño y forma, descollando en'tre todos la torrede In Catedral, qae parecla cuatro veces mayor de lo quees, teñida de un vivo fulgor escarlata, y presidiendo comoun gigante vestido· de púrpura aquel imponente espec-táculo. Volviendo la vistn á otro lado vió el Tajo, descri-biendo ancha curva. alrededor de la ciudad y precipitán-dose por su estrecho cauce con la hirviente rabia que espropia de nquelrío impaciente y vertiginoso, que parecehuir siempre do si lUismo. La tierra rojiza que arrastraordinariamente y el reflejo de las llamas de .aquella no-che, le asemejaban á un rlo de sangre, y eu verdad, aten-dido el papel histórico de In cludatl que circunda, por el'l'njo nos parece que corre sin cesar la ilustre sangre detantas luchas, sangre goda, árabe. castellana, tudesca yjudía vertida á raudales en aquellas calles durante die~'.siglos dA do1orosas glorias. Susana no vió J?nda de esto en la corriente, porque en © Biblioteca Nacional de España

310 BL AUDAZ nqdddaqooiuecureephaeneeamlnm,smasyupa.olmctemoeóilreeeenvnbnettorozorsen,a,cfoylgoeCcrsmroóaeblcorpuícarploonaanpcbeóonassnnusistuvoiddieuvsesrtripaaoaínclareitqiónetuunteaedslmlieenebslonpraetacepvnireegtoraeptetbai·smalpecdailpucaeiasasoe--- tssmqehcieaptoaneouunqsarmiltsteeeubitleaseaaEss,aeellubnataddelnhsivladrcootiomidddejoótmnsoiuineueedessddamednnstsieulejiodiaut.oonmsnetrespmrcgaSeruiouee.uslulieeaasnnnuiennlAnotdoedeasisattlornvqtoeouiedut,ouraassqcsuop.sgeit¡ueaeóeu¡lpiePsecnlf,ntp¡rsabtaaie-osoaeóouccrusffbsoncicieuuarnóaaiItncnaón·idnsltclccdnilautpe'iiofouo,nónaOaenmn.SetsnoyneioorvurvDpstdvesisoaólediepnadencolosrntqdahcasopiaadadeuqeopelm,sasiuaeqriocdotseeunuóot,eepnleaon.móstasnamspacedmloapJuáligdildneasagrseemnrmaqadáurlesaieumropcJbpdasde.ipiodoooasdeeiaet.pedslnocrasvlrtrHsáisiaodaeoíróttaarnáacdaonqaibnuelneleesuoaíxjttlíínan·oeasesa,-- IlIlmnjnnsdptanuaoueaorenebmmpegddYtAadgraaiebeioouttt¡siróiyr.ánrnanívamam.Letmavusór!nmeueenanusldnsasceldóiíaehPnnedmgbaoahtntalaeuu.bate,..ZenrlbbsionEdQloalíoleaucondunyoeteee6vpysrddruuópeloaám.asea,svlnoclcsebúeutd•uiorrlo·ceoibetebhylissDivdmluótesóeuos.soasYáedybL,optoodsrilaiyeIesaunilnrsmnmoásicccbeg.erup•iósriiíruno1atuócsaotrc.trslnanáto,ieobdDsp,rl.,idocaqaeódeórpusLcnepjippeáaodsaounrpltniscoróéduapoalnsoedégrnuztclisarosatnamhcae.rqadosYlculstaosllnroedeesluu•edbonc·~etdoarenitlsyeóneóda---lmeñavstleloduáeesnlvzycsaDdeeeágrroegmerrtlPxsiaocebmppanoclubcrdnoneuoéleiossrsnsls,istluócosoysen,eumydbiqsdmpeieulrleuosáiapeóstgdoscláoartaonnrai.dnedmevntbepoeentielzmesesnttsiupopddIeonrorloYóiijsoamasocsomhveomebeernolamecbr.ecm,tmo·shíLslunoaanayvnsssiitetádsopeprti,roirotseinutsbmdsiurenraabeertldaaaroiarcrcqtsseb•dyue·rineqc.em:seóuoafabxo,eqnoltrubamrtteaeenarnó--as-- Salió del cuarto y de la posadn, llegó al Zocodovcr, lo © Biblioteca Nacional de España

BL AUDAZ 311tltrnves<í sin cuidarse de la gente que en él habla, y bajóJtncin el Miradero, tan derecha en su camino que cual-quiero. hubiera creído que Iba i1 algnna parte. Pnreclaq••o so dejaba llevar por alguien. 'renín sin duda unn re-solución y cam inaba á ella con paso firme y resuelto. All legar ni Mimdero, s itio de descanso eu la ag1·ia cuestaque baja ullinno y á In Vegn , se detu,•o y se sentó en elmuro quo sll·vo do autopeclto (L nquol ia pla7..oleta lrregu-lm·. ¡.J>o•· qc6 so detuvo? Sin duda uo se atrevía.IU Scntadn nlil. con In frente npoyada en la mano, en-Yuclta en sn grou manto negro, un toledano supersticio-so la hubiera tomado por alguna brQjn, babitadorn en Joscscondl'ljos de Jos palncios do Galiana 6 fin algú.n rincóndo las mLu·allas de la nntiguo. clndud. Nadie pasó, y nndieso uRustó de aquel bulto. Bn aquel instante la lnfortlmadn dnmn echó sobre s~mismn u na de esas intensas oj't:ndns el o! esplritu quo ilu-minnn lustautáncamcnte In conciencia, aclarando todosJos enigmas y disirnndo todas las dudas. :Qué hnbla he-cho? RI grande nlcaz:u· que habla leYantaClo con In Ima-ginación estaba en el suelo, 6 so habla des~anecido comouna de csus esferas de mil colores formadas por In espu-ma y que el menor soplo reduce ñ In nada. ¡Ruinas portodas partes! Aquel hombro que con el doble encanto dosus idous generosas y de su cmocter vehemente. embe ·llccido ú. cada instante con todos los rasgos do In su-lllimidad. In había atraldo. no om yo. m6s que un miserodespojo de esph·itu humano, s in rn~óu. Aquella hermoso.Ju~ quo irradiaba las nobles ideas de emancipación y deigualdad. se !Jnbín extinguido e u una noche de tempes-tad social en que el fanntlsmo y In protesro reYoluclonn-rin hnllínn chocado sin llegar oi luchar. Ella no pod!n mo-nos de creer 9ue en la Humo. rojiza que crnznlla los nires•.se habla Ido n otra región el•llma ardiente del desdicha-do joven. A \" eces considcmba nquel suceso como un cas-tigo del ciclo: á veces como un llamamiento á otra Yidamojo•·. A ,·cccs se le rcprcsontnb:t hl nrtíu en proporcionescolosales. ú. veces empequeñecido basta llegar á In me~·quina talla de un Joco vulgar. onccrrado en su jnuln ycscnrnccido por los chicuelos ¡lo las calles. De todus mn-nm·ns, el sér que habla tenido el singular privilegio deatl'Ucrln con ruerzn il'l'eslstiblé, coutluuaba deslumbrán-© Biblioteca Nacional de España

- 312 BL AUDAZ dola con la magia de su superioridad. Ella no había co- nocido hombre igual, ni podía existir en todo el mundo- quien so le pareciera. Estaba loco, y vivía a(m tal voz;Rero su razón no podla menos de estar en alguna parte. :susana. que siempre habla pensado poco en la otra vida,y era algo irreligiosa eu el fondo do su alma. creyó en aquellos momentos eula inmortalidad del espíritu. Algo parecido :i in alel!rin la a.nimó brevemente, y por su cuer-po ~orrió una sensación extrafla, como la que se e¡.:peri-meuta al creer <lue un cuerpo !uvisible nos toca y pasa..•.Lo que ella !Jabm presencinrlo poco anLes, era peor quela mayor ele las desventuras humanas. Verle muerto. ha-bJ'ia sido 1111 dolor inmenso; mas la religión y la razón,por débiles que sean, buscan e11 alga na esfera lejana uuescondrijo oualquiem donde colocar al que se ba ido.Pero verle loco. verle' sin razón, ver ñ. uno que era él yno era él, al mismo hombre conve¡·tido en otro hombre.esto no se parcela á ningún dolor previsto por el pesi-mismo humauo. La razón de Muriel debía estar en algu-na parte. Ella no podla seguir en el mundo teniendosiempre ante la vista· aquel loco. eu cuya cabeza habíapensado Martín tan grnudes cosas. Le parcela que ya nohabla en la tierra más que ella y aquel insensato, y quele estaría viendo siempre como si Jos dos solos se hallarauencerrados juntos en una inmensa prisión, de la cual se-rían únicos habitantes. El mundo era antes una cosa bue-na, porque era el teatro de las soñadas y fantñ.sticns ha-zañas de un bombre uo común; nl1ora no era más que·UDt\ jaula. Todo habla acubudo. No era posible de uingu-na manera esta1· más aqul. Se levantó con decisión y si-guió bajando la cuesta. lY ¡Ruinas por todas partes! Por otro lado se le presenta-ba el cadáver de su padre, hablándole del honor de sucasa y de la deshonra en quo había caído. Ella no podíaolvidar ·aquella voz temerosa y profunda que aúu creíaoir resonar eu algún hueco de aquellas viejas murallas.Ya babia perdido su nombre, su decoro, su I>Osición, todo:no era posible tan1poco vol ve•· al n1undo por aquel cami-no.·Pero al mismo tiempo se le representaba aquel infeliz:anciano que le profesaba tan tierno cariflo; el pobre doc-tor, incouselable con tantas desdichas, Jloráuclola siempremientras tuviera vida. Al pensar esto Susana se detuvo y © Biblioteca Nacional de España

EL AUDAZ 313tshsrztbddhjppcTodgeecbvarioeeó'ieaialasrioTouoeeramrrrlnilspsresdvnnjclrLnoclreugoetpelegruoqcnpiteulaaadsdiprenrroouiduiasoel.psaneaóoedtentasecreesuonNdósdllnnerottlomzpIoetapsedáeanndeepaaouaosResrcghisásonbmudcn!olenmpnlanraidoc.ieaaqocaysdsirerau.debstensmnoc.oiuuttnsohrnodí:mundotScrSlltedarntalae.aepoadr.otee.Jeo,eeosslayear.e~pmrsmSaad.eeclv.d~rcl~qeyiUclseseahndeiáeoeeeolvrPucobzlrvSeels:d,dtrAlraroceeuamlsIía~naircebaq>ojrmrllnona?bpdeidíehsocmeaoruuoótair.adonnaeáeupEóeoeaslnbzdpersltnaLgumu:slalsaaólyialrhtodupnrptmtzaanoanmIscaona,oantoafanqsr;fanociduneúacaúvtriouqupsme,alregoeni,s.irnuemaromgbalduriapiEyeplidslelpaqlrnqailsopatlaaseesisanóedueaiouadiesrrndcpnztdnsotee.eeeainaiisiooagbadseslssecpOmodaynmriairdtloalímernlrólustpjtdrpjcetoalceeaorvuainicapeoadopaduambasneohntssotndroinocuuineoevsudnran.ane.eeircdrsditnlaeconnas¿itceianaaiozejeaieglnmvrpnolssRsstsabslsdvanoaeitoortmntuiesmeudrilsaéebeoubbnsaeytsnnileorenapeurteruusmen.stslnaaednderiaaPetecoedfegnlb,uen'ebealoosreoafenlaomtiuarctrtaauaarnaertrpcaeeeg,nomsárrajseeocclnsdxcouoeaelrgolrldmoanaosoereivt.rjdafoudcdeiáegeneartrnbsiSesádlolasainaardalesoaolslrlayoaueos-s-.-aoo,-al---:-r rytdpdrmcddmRvPtspdphoeeoeeloeiaenenleudcnomsnlsnorsnrlbstSoctodnndeiieondedaladdcimooudnsonxdmonJotaco.plnoaosnatocadiznoLairrdddrtbarinotleecsodndaeleeniadancoicemees,eatssnehsaeutcsmrcrlyoool.oIrnusatarmla9nbrrositalatosnrodairuam.rperosmnbssdódeebcrynnlrtumdaavoreaeqoaaeaIt:fd,oesns>nupdeeaTtiqgoshoscnrqeoiaiomcurcóeoirrodalstluyaoleeioiromaousrousmercnmlaier,tls,rbllldat.aegllaalIoyltoeoodeuaannaasuMle.vr.nedslpcmlapns.nadalan,ceiiurdaoacgargsacopóncI,ó.earpesdurunaccqstdMaynsaronoarayhtouleitdheepárqltslmeioiendrrenlcauglsecu.1óocaoezríbisimirnS.eehaodecaaiocldarpsnnmrlouaeo,evlilreaoautddui.;srqsc.clcrarmdoetdeeonmunipysanooaeTalrcib!e,eádutlljtdricaresooaganaldósnpc,iajlass(ndeoilnoobseaspeJ.rtmllutmorgaoalqaelqaeibreecbobrmalumlaneiuacalsoaranboesn.qítibeepmán;saaaeavcuudicusmvnrlssaoptieseoneeotmheoucerdodanrndyluSuccevnrsoraaontaoolmoainoanie.saluvec.esantnlc.nghoolorá,(naxggáDoJpSrareyoqtqzhrrrns,areabeeraetauauuuen.essrslryrlsnn.ees--·aaa,-se·-.-·,© Biblioteca Nacional de España

314 BL AUDAZnotaba el resplandor rojizo. y obser\"ó que se iba extin-guiendo: después desapareció por un mom ento su rostrobajo el manto. al inclinar In cnbeza sobre el pecho: lue-go la le\'nntó sacudiendo ntrils el manto y descubriendofa cabellera y el cuello. Apoyó sus manos en el nutope-~bo, hizo fuerza en ellas y levantó los piés, que volvieron11 tocar el suelo al poco rnto: se apoyó de nuevo on susdos manos y nilll'gó el l.m sto fuern dGI puente. 'Figuraosel betl·uisnctornmdoos\'idmeiloanrtcood. eml qcuuoetq·puoisdieerSaumsairnaar oigo escritoen volteó sobreel antepecho; la seda do su vestido crugió en el airecomo el r:ipido rovole\" do un avo de grandes olns, y cayó.Un fuerte espumarajo hirvió cu In superficie del grnu ríoal recibir su presa. Asi acabó aquella gran pasión y aquel inmenso or-gullo. CAPÍ'fULO XXXIOonoluaión.-Saint..Juel, Napoleón y Roi><'SPI<'''>'& Hacia dos días que SuMna había partido paro Toledo, cuando el marqués de Fregeunl, de acuerdo con el doctor Albarado, bajó ni sótano on que Rotondo había sido onco-l'l'ado. Antes de rcf01·Jr lo r¡no ullí pasó, conviene mencio- nar In nueva constorntlción causada por la tugn do la da·ma. Este último att·evhlo paso acabó do pet·derla en olconcepto de la familín, y doila Juana, hablando de estagrave cntstlón con la diplomlltica, decía: -Yn no hay que esperar nada bueno de ella. ¡Cuidadocon In nil\a...! Por mi parto mo alegraré de que no ' 'ucl-''n más, porq_ue bastantes desastres ha traído á esta casa. El marques, insensible yo, ,., fuor/.n de terribles ~cn~nclones. vió la dcsnpnrición do Susana con menos dolor delque potlín esperarse. 'l'nmbilm In CO!lsidornbn perdida :1deshonrada para siempre, y h:tcln lo posible po1· ochnrtierra en In fosa de su OllJOI', .va decididamente sepultado.Deseando cumplit• un alto dobor, 6uj6 á donde ostabn donBuenaventura encern\dO y olvidado después de muchosdías. El conspirador. falto do aliment~. y aturdido por lasorpresa de su descalabro, se hallaba en un estado dcplo · © Biblioteca Nacional de España

EL AUDAZ 315 reinanbceoielrpsduoeeraleorss.peylreitxtouhcaáynlaqdnoedlceoucueornpnqoIu.ne'VJri.idóuolne,tayelddmeelas1pp·1u9ééusélseuaonrbarloimgjaóadloá- d!ción. -Sáquonme de nqui.¡Pot· qué me han oncerrado?-díjo, seiln-mScnoír,nqosulc\éledrs¡.·íá1-Pqueusrtieoénd11ptneatneraisa.t. i~drneeálamnloutseg.qaur eruháasblsaerg, userñoo-rrempauesso- tro Nicolás.· -Yo no tengo 11ada que decir, sino que ya lo pagarán caro los que me bau puesto aqul-dljo H.otoudo reponién- dpldeooh-ss:Etaeual.nstvaaoerórlpdoilasahdtoetamláapoalyosddqepueoleonvsievérson.eydUsoáoslsatp-erndoelug\mnuddeniistróapersoelplseio,mcni6óadrnaeqhrudáoéercsaoh,nmasaccicesoarmmnloo-- qpDueenesRspdaouentéocdslnoo,d.saoilnzeasdntuudvdooalonesnuojImonsog.mreaexvncetlodamacdaóldlcaeodnoaqvyuoezmlldeacdssiritataulblacuccniídódona:, tas--.lsD¿íEó.rnceosmmBeeurdíeleSn;acpvoemernoetrua!rnateRs ovtaosnádoco?-ndtiejsot,artuátmeáinsdporleegcuonn- desprecio. -Sí- contestó el interpelado casi maquiMlmoute.- ,y qué? de Susana? '' -¿Qué parte tuviste eu el robo ba importado -Ninguna: es cosa que no me nunet~ ... ¡ddqPeue---esgeS¡Scrro,ooiuBildnl;psauaooap,rcrner-iydaerDao~ofeieirsoltrul.lusmaaé.sDdnódrmo!oloé.ocó.bsnso.v?amn1pidm¿loraehiorsardenaepeudtvroaiceecc,rolpaab6amesodtsan.aeoi.trnd.ni1!tueoo¡cadErlyoaisDma•aP.isiniBnanabtufloaeesamsniclIaeclnva.i.ó,se.nu!qnetuInunreotrheasee.qssodutunee to CS)lCI'll. -Yo no só nada de eso. Es cosa de Mul'iel: diceu que ella le amaba. clila pronto. ó encomiéndate á -No, hny otrn cnusn; acercando el ca!'Ión de In pisto- Dios-nl\adló el marqués, In ñ la frente del proso. -¡Ohl es usted,cruel... lo dlró. ¡Pero d6nme de COLllel' . -Después, después. ' cul- -;Y qu6 quiere usted que le di,.a! Yo no tengo la des- pa de nada. El Sr. D. Miguel de cfrdenns querla que apnreciorn su~anita para heredar Íl su hcrmnno . © Biblioteca Nacional de España

31G llL AUDAZ -¿Y se valió de ti pnrn ese fin? -Pero yo nodn hice. Murielbertad de un tal D. Leonardo. In robó para exigir la¡¡. -J.Y D. Miguel se contentaba con que desapareciera?¿No había propósito de uscsioarla? -No tal; pero creo¡Por Dios, dónrne de quo Muriel intentó acabar con ella... comer, dénme de beber! ---¡JY..PYoarnpaoedqteult6oí?fDre.cMieirgounelidOiOn.eOrOoOpadruarohsacpearrlaa..d. esaparecer?nREpsyoolsoi-drtetpuNcyEoosrvnlpecododesomo,ea\"nñl;'oaOyDrpeppqlue.ñeuurpnsMeoéaiptdósqoiar,o,guenuydeqcdteoelouell,bceedidcriniravaoset.noplnr'dhuClcpi'•oorl~úrinuódilnrnryaodtlcóeaeclilnaoappesuhiopsodosnpliri.asaradmtpó.mloodairlmádarealsaoacedsrbnciuryccaroeboiizvsremcnóoenrelliidresalnmeoaoccap.:iicolnóuantnagbolnle,dsaazcae\anmvóncimdtaniioa-a-. -1\liserablo intrigante, to perdono, porque custigarteti solo, sería injusticia. ñInnoccSaharecl.leóRl.odteolnsdóota. ndoe,spcourérsúnddooaloUmbieennt,aydoe,nfuc6ucaonntoduvcinidoollal. llcdsaadpguloaepceearnnsrseolraaedAettdqnseeeocsleuentd.oreyñedeodasrrloíearírimacaaoofrnorusnrauaáclnr,itanroigdadgoa:cruo'rus\ep.riaJinoaeaeadmnórrgrrnodolctti,sultteodnnsUiecymnuorú·mde.erpoejcyernaáoneoda•usnIrsn·ons•laqdce·pnurn<uoclni.sae>anmasctltdedriáqianmnouldsunruoscitlaedcersaiiotdtia.vdartdfobudeeieeevannotroic•llI1e1o·cnai.pfMsusrdneomiudedrmarsieaueddulindslrlnnaniitot,sndairañet.clce~uanauLnstddllateooaleo.anencsslsAsthcn,eisqmenajesocu,utpcaoveeqiuinomcrutuaoseruileooao---s-DaeppEpsnrorl.coerprQDupsnpreónuleoenssisjrpijctaoetoeúaorztsfsraoeuorpol,soésaagea,ersonmq,aybnmpJeeienot~eluliscrrldlttnnaéroJeasolofe.sreútdbloqonnaerdundeelóuetboPoensrps,dreaicloernJjpeoroacnrcauoifearnpullcida<emee,cn¡rsduinoriponolómoopanclrloiaaáenfárusPoaM;bsallautarlzaaaeedr,daidyjrysenlioed,alunstveal,spínnreíolbrhocscraas!aelsbcvanntuihivrtiaaalaiñaozdddoddooosae1e.1. © Biblioteca Nacional de España

BL AUDAZ 317 · ..Jynppptcpccedtctdaaeeeoeouamrneo6ntrnarmnes.N·qdDopcyasrridlluegieppaoobaa.epndeJidurodasnSsL'orcoeleouaaatonmusdmuoialrlsunrsouuniceeromouyaruovosuulspnbujnn.uaepaeevputtrCancnnzvuraaeootr.ieaatardovbtsollóórsicvvspaoiapse,toueaoilald,.rtóottofrcmyrenoeoelPoqosruin-ets,epsngouaLurhdosisonlrirmdeanjoieidgiocmdoecólfaobrsahaaineseTna,óeirlsrdasdéaongtnryumtseooplnosilo.ltldnepeejaeea,uhEsdoaóaqzgedseunuoll1duoónáile1eceotñlpasobletslalvlysioonoilslaruiscgbao,ssMageu6tae1.us6códl.rnp·mns.p'iaeoaq,eiiehtdrladmécsiuarono¡larutbosoecbseai~otbcoadgudoeadevadh.tmsdóesterdieeoidepaua,Aubaajtm!nj·cuiamuleelaDnlqltabn;bbrv,aodocuu;aarbdirroyneerceenpreeereciarasraís.elept,tbaedbe\",oroano'sln8oo!laerqerear1d,lmptc!reuonIgooceeiirnilcepodipuixnmes6opdecosrnce.irmeileaoiSltassylleessaor\-oao-,-1l-----mando: -Perdonadme, sei'lor doctor.. . yo soy inocente; yo DOtengo parte a lguna OJl este suceso. Yo la acompai'ié á To·ld.lloctnoEIcseoáaaienfjeadonarciolqscdcgonclAisEumeb.uióooavosssqAunelsciuspiaourteadnala1cyportenoirisehdfarqlsóogletmcorooncursacotceaseoespcoeaseanspncroodurrdldllrreoalnaeeeteeqnunhconnctdxteuoshenecdioopdlóipcraoeanrrrvemoiinernevisonmirdó.rclsóeilnaloomselomjiyadtnooaejJábsqtieearlennoftriuarcs.ulnittóóndoarrooaoeétAua.asáónscdoqideyaqquieabevblute~uuustsarajorennep~eacló(lyclgaoseolo\ngvlaaocuah.mSapolvoerinoleauezáloeloaocpnupssacplc;dioevapdejeltraduedirliisealenópv.ett!aermaaíohasaoibssudáainu¡aooutar¡ydnam'e,exupmntdataelspoytegayloaofleaIrnPrsibnsraunsectmai-ceclsei1dtnrben'uantrloárliellófiorye,otnamsutnnume,Csrg~eej.lfceéOdqogulespisaInávu,Ioótnidmtc'nu6lii.ien',yoodÓcainspmoatslsrcdeuaeeousosiyonelnnóu.-se--asddeedgiueenlerlemachUllcnínoaa.áucnnndbssaiisemoiunhpets,eaeotjropecrcecdtraoisheoóloetrooándqlsdssaeupeltpcireoanuaapIbnqdnenrfr'accuoaeShisicnómsuoahoiápbmedeursunolcdebaetarhmorelleieoanlfsran.ccilm.munsLeu1encsú1iye!i,eosiorpnnsqneqaa,edpuaurbniqruéaoecedus,rinoaiáeeleroo,prurml,qrrólodoeseuineocgdsehbiaóepdanee.rermábnse.lclulootaaaesecspuvtnuSrós~oepnitatrclóocusdo;ocaatonaigrpcentiielerdóaorttnoonnosa © Biblioteca Nacional de España

918 EL AUDAZsuperstición, y no paró hnstn lograr que le pusieran enliberrad. El pobre franc-mnsón. acusado de ultrnjcs :i laVirgen del Sagrario, por habérselo descubierto algunascortos de un amigo suyo toledano, que estal.m preso comoindividuo de las sociedades secretas, recobró dcfinith•a·mento su libertad. sin que pudiera oponerse á ello el Pn-dt·o Corch6u, porque ésto ttn<o la suerte do que Oodoy lotomiem, y por tanto que intentara comprarle. como enefecto le compró, dúnctolo In mitm de Corin. Desdo en-tonces el timón de In mwo do! Est.~do. como dccln ahue-cándose todo, no podin estor en manos más expertas queen lns del Príncipe do In Paz.Dificil le será ni lector <·roer una cosa, y es que Leo-nardo se casó con Engrocin dcspuós de tres meses de te-legrana platónica, cuyo hilo misterioso tendió D. Lino douna cas.'l á otra con su ncostum brada benoYoleucln. I%to,nsl como la boda, uo es Jo que encontramos do inverosimil y maraYilloso, sino que doi\a Bcruarda Quinones con-sintlorn, aunque después do una muy ,·iva oposición.Pues 110 lo dude ellcctot•, e¡uo es muy cierto, según cons-ta en testimonios autónLicos quo han llegado llnstn nues-tt·os dlns. Graves escritores t\tt•ibuyen esto cambio á Inausencia del padre Corch6n, que privó á aquella santa.mujer do su riguroso director espiritua!, demasiado celo·so por In honra de In cnsn. Después de casados Leonardoy Engracia. doña Bernarda trilla en palmit~ á su yernoy decía mil pestes de Corch6n, que babia tenido el mnlgusto de trocarla á ella por una mitra. Los dos csRososrecogieron. educaron y adoptaron ni fin ti Pnbli lo;' ác¡uien el doctor. obodccicnt:lo In ¡>atética recomendaciónquo Susana le hizo en su post1·era carta, había puesto enel seminario de Nobles, dondo crn tratado como el hijo doun grande do España.La boda se babia celebrado sin aparato alguno en aten-ción tila triste suerte de Murlcl, encerrado aún en In car-cel de Villa y cada vez mús loco. No dejó Pluma do asis-tir, aunque haciendo tal cunl puchero. D. Lino, por suparte, so excusó con In mayor cortesía, porque aquellanoche tcnla que representar en casa de Porreilo el_P,apeldo Federico el Grande ouln tragedia de Comclla J:>t +IIIÍIClkfmldo 1'C!/ de P1•u.tÚI..-Sei'lor do Pluma-decía doña Bernarda en tono com-¡nmgido.-¿No ha pnsado hoy usted á ver ú eso buen se-ñor conde de Cerozuclo, que dicen está tau mnlito que senos va ti Ir por la posta en un periquete?-¡Ah! ¡Pobre Sr. o. 1\llgucl do Cárdenas! Desdo aque-© Biblioteca Nacional de España

EL AUDAZ 319Uo de Sus:mita no ha vuelto á levantar cabeza. Fué muyglepcosoros-atrrDávdnIaoqndiduoeceoensseqablnJeuogtoizeodunplnéd.paiaelrrAlebeaqscya!iueegClerásnusilrantieecidocmiavió91dbanuoi,p.óeoq.y¡Crulelóneamohecoalnlnel~mleeh.1p,hwaa¡snJqqaeuuduséoqúesudsds!eaeeddItbaoeFad•nruotetanagtneaopnndeonoonl.oss-lnegro. Vaya; si es cosa que horripila.mSncimsltsfolpdhlnmscvRcJpdromiiraaouoariarloaeoneazeeionopgusroonnsrssnpnasmsrb,dIceanEupspseiRtcpdnWcrcodoeleOeitplponbinenuniedesncorlol!elólirnplrslptcséparo.nvltnrnjalooseini,IaloihhsbrluatióbtlesaaElnn,u,oorsnocpaindaai,reonbcdtocispcnnuisd,droiesnbzyur\"seoue.itqiomaoine.rJooeluto9ídsngrsoEnue,nao,afsIenuAem.i.rpqnucslbused.lcemvcbrmoa,ccooleulnumsaosocolclersncoóoicnoetooepaucbaomcoxce·asemombxcisrTucineietmonmpednntiaeiocoaráoseotcl.ohante:seuaanavop;.bodni,ynpept:rqdcbsuadsiynnnDisei~róooadotuucaóódtmmoyclumonosano.loz\bbcleossotlhellsrocBdolsccioneoiraednlsaardoadmneividsmpmlsnbuhbiebnoadslodoonteeálL.oricee.raislaoúeiaofrrlecelIiáróucnnisroiilrPnsqsLeedeonLfallhrsttda,gIvemdnuaioZlonoRsaaponnnocovó,olusaodeIllrovqoóssseneócspZcrladZoesis.hsrtuiuuhnannnesr,us,oaamnuta,ua,ipzyeacrctaeoduralnrmmsomócundeolbó,anzduszpornduueerrmraeeaíaacebrbydiotáledaitlaeaornu1iiflddr'iioniIrarngoyaalfp1vnnldle\"óosiohroeuoanlOl;uiincpunicllsscgapvsoaé.acotyy•ofllfersoppuoavbdounu·eaaropHstenoi,uJmsohislcnbnróetipftompdaca!rté.tneulouuuósaaeaaciáctcaeoobsbstnieiénnmrnnscsonnsonn:,osrmalbqsvnóduou(n.dbelcemcpplladi¡uledamapbooriinacllosoEeadronnineoeioalldcoiatpomfddlláloncomcsñriay,enIle,elcseaoóoüsineeaepebrcpáilabonelian,nrendntnnceulrfpComyliooqceneomayrrzoeqaglrtrln.aecusoics,dóialimiuustdd1eoisaeuEna;ieneya1nyesu-ea~-.ee-1s-ólol------l..lNadaqeoucnAenéqslr.lucopecsolllsdylilibetllzreeidndelinandcrsaeidddrreehaaoreordnin\"etorJtraooarsmqaau.bleliLiépanIaWZseantnobrznaendleomhn,aillbsalmíeavgoióddcaMaadloiaanbrettoilnnmzoIána.© Biblioteca Nacional de España

BL AUDAZftor de decir ~ue estaban en In Conserjería y que los tresserían guiUotmados ñ In mallana sigllient~. Rotondo dióen creer que era Napoleón y que al dia siguíeuto se coro-narla empcrac!or. La misma cordura hubiet·n perdido eljllicio en aquel encierro.Martín hablaba poco y pasaba In mayor parte del tiem-po ac01·rucado en un rincón con semblante tétrico y oro-tlrfendo á cada rato su lúgubre estribillo: · -¡Cuánto odio esta noche!... ¡Yo soy dictador!... Ma-tad. matad sin cesar. Con el cuerpo lleno de contusiones y los '\"estidos des-garrados. era insensible á sus dolores físicos. )iíngún re-cuerdo de personas 6 hechos anteriores á la cntñstrofo dela noche de Toledo indicaba que conservase un residuodo memoria. Estaba lo mismo que en los instantes del in-cendio, con el entendimiento pnrado y como clavado onaquel punto. Creeríase que su ccrebt·o habla sufrido unapetrificación. ·La Zarza, puesto eu pié sobre el único banco <JUO en Inprisión había, se dnba el nombre de Saint-Just y nren·gabn 6. una multitud imaginaria. Rotondo paseaba conagitado andar por el calabozo diciendo: •njustat·6 la pazcon los austriacos; cutretcndrb con promesas á los pru·sinnos; absorberé la Espann; conquist-aré la Holanda, ydecretaré el bloqueo contluental contra Ju~laterra... ¡All,pérfida Inglat~rra!. ..• Los tres cubiertos ue harapos, conel rostro deseucajado y los ojos hundidos y sanguinosos,parcelan no sé qué tótrica burla de la razón l!Umnna.Aquella tt·iple locut'a cnusnbt\ espanto á cuantos bnjaban!\visitarlos como una cosn rara. Veían á Rotando dictan-do leyes al mundo;!\ La Zarza refiriendo lo que habladopasar el din siguicute a l ntmvesar en carretas In calle doSan Honorato para ir(\ la plaza de la Revolución; !\Mu-riel sumergido eu estúpido marasmo, menos cuando sesobrexcitaba súbitamente para mandar destruir, paracondenar á muerte y barrar de un golpe la corrupción yel fanatismo. ¿Podía dorso cnricntu ramas pa'\"orosa de lasideas, de las aspiraciones, do las virtudes y de los críme-nes que agitan y arrastran al hombre eu el camino do laexistencia? Muriel teuía en todos sus netos el sello de la supcrio ·rldad, aun err aquella sociedad de inseusatos. Sus movi-mientos eran dignos, su modo de mandar majestuoso, suvoz grave, aunque oxtt·idonte y sofocada. No se dignabafijar In vista en los extmños que veulan á contemplarledesde el mundo de fuorn, desde el imperio de la razón:© Biblioteca Nacional de España

.\ RL AUDAZ_ 321lanzaba sobt·e ellos una mirada de desprecio, y les volv!ala espalda diciendo:- Estos necios no me conocen. Otras veces parecla asombrarse de que le miraran tan·to, y daba órdenes en voz alta, mandando cortar cabezassin cc~ar, y llamándose dictador y omnipotente: después,advirtiendo la compasión é hílaridad de los curiosos, see'l.'tremecln de indignación y les increpaba, diciendo:- Temblad todos... ¡Ah! Sin duda no saben quién soy ...¡Imbéciles! Yo soy Robespierre. ·Octul.orc <le 1811. © Biblioteca Nacional de España

1NDIOE PAOIIIAS. PRÓLOGO • ••••• •·............................... 5 CAP. 1.- Curioso dh\!ogo entre un rrsile y un • . ateo en el año do 1804. . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 ·~' IJ.- El señor do Rotondo y el abate J>nni- . · agua . ................................... 2j lll.- La sombra de Robespicrre........... 4!'1 IV.- La escena campestre................ 60 V. - Pablillo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82 VI.- De Jo que Muriel \'ió y oyó en A Jcalá de Henares . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99 VIl. -El consojero espiritunl de doila Ber- narda................... .... ........... 110 VUI. - Lo que cuenta AJifonso y Jo que aconseja Ullscs............ .. ............ 120 IX. - El león domado. .. .. ....... ........ . 13'~ X. -Que trata do varios bec!Jos do cscns•t importancia, pero cuyo conocimiento es necesario. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . J•t7 Xx nI ..--LEols <los orgullos... .. .. .. . . .. . . . .. .. . 155•• doctor consternado ... . .......... 1'7'3 Xlli.- La maja.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 182 :X.\"lV.- El bailo do cnntlil................. \!JI XV. - La princesa do Lambnlle............ 198 XVI. - Las ldcliS de fray Jerónimo de Mn- tamala ................... ._............ 201 XVII. - El barbero de Madrid............. 212 XVIII.- El espí ritu revolucionario del pa- dre Corchón. . .. . .... .. .. . .. .. .. .. . .. . .. 221 XIX. - La sontcncin de Susana........ :... 232 XX. - Del fin que tuvo In prisión do Su· sana .... .... ..... ...... ... .. .. ......... 238 XXI. -La nobleza y .el pueblo............. 2.1.7 XXll. - El espectro de Susana. . . . . . . . . . . . 260 © Biblioteca Nacional de España

ÍNDICE ... PÁGiNAS.CA P. xxnr.- El pastor Fileno. ................ 262 XX:IV.- El primer programa. del !íbera.- hsmo........................... . ....... 268 XXV.- La deshoma de uno. CIISS. . • . • . . . • . . 271\" XXVI. - ¿Iré 6 no iré?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 279 XXVII. -Quemar las naves.. . . . . . . . . . . . . . 28<1, XXVIU.- La traición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 293 XJUX. -El dictador.. .. .. . . .. .. .. .. . .. . . . 302 XXX.- Revoloteo de una mariposa alrede- dor de una luz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 308 XXXI. - CoNCLUSIÓN. - Saint- Just, Napo- león y Robespierre... ..... . ·: ........... 314--><--© Biblioteca Nacional de España

1© Biblioteca Nacional de España

EN LA OBRAS QUE SE HALLAN DE VENTA ? 2.• ADMINISTRACION DE \"LA GUIRNALDA\", BARCO, ~. MADRID OBRAS DE B. PEREZ GALDÓS BPISODIOS NACIONALESdN;St.l«o,tJtE.1a'JJ8-OD'I1tLolA!colt'diC{dn.bo-iaIlLel.Ól!n-atlaEd.NC>ellahf·l.M-,T•EI.UmtA,iQ\"CldJroCt'OloJ'ooiCrAKrn/<td.4'Ó(J6-.l.d.rMp1oZoícft8eaCIn2a.C.·a.--.-trmlA~E-l.Vq:.<louh.2e.I•:qc0tYanrto.d.tTt--lplueGaOnEc.<jrMWoñlol·dirn9Ocoiomold,StR,•e•-·.e-1uCÁy1oil/Jdiof0(iDrlt1.:o:a~oO..J.-y--uSJALJu!1oiaeoP1tnt.n2-EoAidJ•SLf·•!HaloEaIUs,·I1TtcIIi4d•fiAelyleinocduS.om-n..rBU&i.c-l'oalNUlparl(nellOJlucon(lo1.auoncdA.-oo--·clo.o ntÁI y 4I!JUHOI (t\"O{IU NICUOI, GRA.N EDICIÓN ILUSTRADA. de 10 hermosos volúmenes en 4.\" impresos en mag- Colección con m:\s de 1.200 facsimiles obtenidos de dibujos donífico papel.los primeros pintores espailoles. SUSORICIÓN: POI!. COADERliOS, Á PESETA CADA UNO. TOMO 1.-TRAFALGAR.-LA CORTE DE CARLOS IV3S8 PÁGINAS.- 120 GRADADOS.- 13 PESETAS TOMO 1m RÚSTICA. 1'0MOJI. -111, 19 DE 1111\RZO Y EL 2 DE MAYO.-BAILÉN420 J>ÁGINAS.- 125 GRADADOS.-14 PESBTAS EL TOlLO EN RÚSTICA. TOMOlll.- KAPOU:O~ EN CliAMARTlN.- ZARAGOZA•128 PÁGINAS.-125 G~DADOS.-14 PESETAS BL TOMO BN RÚSTICA'. TOMO IV.-GERONI\.-CADIZ<l~ PÁGINAS. - 130 GllAJl,\DOS.- 14 PESETAS TOMO I!N RÚSTI'CA. 10110 V. - JUAI URTfll KL IIIPi!CIIAOO. - LA B!?ALLA DB LIJS ARAPJLBS!611 PÁGINAS.•- 128 GRA liADOS. -:-14 PESETAS TOMO BN RÚSTICA TOMO VI.-EL IQUIPAIK DEL R&Y' JOSt.-118110RIAS D& UK CORTI!SA~O DB 1&15 .j'72 .PÁGINAS.-120 GRADADOS. - 13 PESI!TAS TOMO BN RÚSTICA TOMO Vli.-LA SEGUNDA CA.SACA.-EL GRANDE ORIENTE424 PÁGINAS.-122 GRAllADOS.-14 PllSBTAS TOMO l!N R\"S!¡TIOA TOllO Vlll.- 1 DB JULIO. - LOS CIIN IIIL i:iliOS DB SAl! LUIS380 l'ÁGINAS. - 120 GRABADOS. -13 PESETAS TOMO l!N RÚSTICA TOllO IX.-EL TERROR DK 18U.-UN VOLUNTAlliO REALISTA<180 PÁGlNAS.-130 GR o\BADOS.-15 J.'llSETAS TOMO RN RÚSTICA S() facilitarán tapas do lujo para. la oncuaderonción :\ 2 pesetas cnda una. Pm·n. provincias 2,50 pesetas. TOMOS ENCUADE,RNADOS DE LUJO Á. 16 Y 1'7 PESETAH. Tu•.u.on 1/tui>'OIIo, por Porez Gnldós: gran odieión docliea<IA k'la m\"orina o.. pailolo.: tomo on 4..• con magnifieot gnbados, 5 pcsolas. L<• Foutnm• do O•·o._Novo~la histórica dol momomblo porfodo do 1~ ~ 18 3. 400 (>ágs: 2 ptna. an Madrid. .1>1 Avd...-.-(a .• edicio••.l His©lmBib·liioatecdaoNaucionnalrdae 1Esipeañaal do anlaüo. 32-1 púgs. 2 pl4e.

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