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El audaz - Perz Galdos

Published by Ciencia Solar - Literatura científica, 2016-05-29 08:14:40

Description: El audaz - Perz Galdos

Keywords: El audaz,Benito Perz Galdos,Novela,Libros,Ebooks

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EL AUDAZ RIS1'0 ll!ADE UN RADICAL DE ANTANO © Biblioteca Nacional de España

..... ..~ .... ~ Bs ¡U'Opie«ln.t. Sorftrr(urLivos tod'oe los ~emptnre.s do ostn· obra que no neven el se!l~ del ~erió<lico rAi' l,luirnal~ó• ...·. ;..© Biblioteca Nacional de España

-B. PÉREZ GALDÓS __.- EL AUDAZ HISTOR!i\D~ ~N RADI~A1 D~ ANTA~~ .. TERCERA EDIOION ANTONIO DUR AN MADRID...Smpl\"e n1n y llto¡p•súiA. de LA GUIRNALDA eallc dt (tu Po;u, mlm. 12 © Biblioteca Nacional de España

OBRASDEB. PEREZ GALDOSNOVELAS ESPAÑOLAS CONTEMPORÁNEAS IIVUVUI .....------LDGLMaola(4aoñ,fr0DrunlieateáanPnisciee(ihl6dilr1eaao0~r)s~o.ed6·tdteoaaPom<Lcd>.(IU5aOeoc.ill•ós(l6llo)o~en~)..ln( 5iR2c.t•iop4oe\"em1áoe.iech2\oia6(suoet.o)'e.rnoe4csa4~s.t.o\"o) ,wm8.opse)·vVVmIIIXXl.--:T.J..-!--lLoLEl.1aAsoslee.'.ttDlJadaPnon.te.ori.eioc(ZBn2ht.O•rtoilorbnrMdlii(Clcdu:nidneonnusn)(s.tC(tooeluotnn(nsuootnto(oedrtmonno:o8omSs.et.o\"oen),mol3\9n.o5S.0\"Ss]).>},\".'),1•3,s:66,peltS.pa1psstbU.a.aOs.·EPISODIOS NACIONALES PRIMERA SÉRIE SEGUNDA SÉRIE.x·,.\"'s\"\"-,\".\",u\".¡d.,..o,'.\",.\"l\"u'm\"s•o,.o\"•\"'• ..1••<8.•1lIUVV%VIVVi.XT1(.1dI-.Ic..-S-.T-i\"-.NC(•o-L..-BL.{Z•rt-•Q..<oM.a<a-BeaJ.Je>:.Otc/dod.P.a'uIah.<ooaiótycc0IclroobIl1ioo(g//iotdOlS9(66r»aa,;(oi.nt:6M.4•z:Ud•.e.~(<),..·e.4(,e>•n\"H(1.dd\"Ge'.(\"8i.M\"d•4\"d•..ceo•'.•ie•;idacCeCe\"d6wiidercda«Aóiid:csüi>i~ncaoóicii)có'.Aníl,ó.o6inB.v)ó.nsa.)>rmn.~)a-eI.)4!lp.>V1¡2\"t.·uo..,.,.,.,uIrIVVIVVIJ.lV-X.i(l1.1-.3..--1l.E--.LM.7r-'JL-t.LlcJ•<-.Eo<d,LoIk,!.cso'Cull•cJeritUAT1h•i6wciJ8pcl<WUIn(1lOori2)K5rwfur&.J>.t.'.•odl.((6Sctt2d2md1·>cGOe..diel''ctilrr\"ceeltoli\"iOl-dds6c&1•\"iih.SMnnroc~(\"ici)iJl¿2Caó.-6t4Jo.>non'(s(o(•e}lJIII·i.ddddt.dude))).l.-.t...· odicí6n). cl6n.) (2.' o,wd.i,e....) PPJ!OIO DB CADA TOllO008 PESETAS E N TOCA ESPA~A LA .EL AUDAZu,.,..,,, ...Fa.aOe.dN. TnoAt(a1..b8Nl2se0A.m-•1¡e8¡n2D.8t4e)l0ic0lo,r1Or4eRgg,i.dOa HISTORIA D8 U~ ~AOICAL O! li!TAIO (1~) S.' edicl6u corre¡¡'ido. Tomo en 8.\" Loa pedidos de oHielm'ioploll.dr1i1o1:1Nsoac.cliior'iIrWir>illun,áeollaioAddnelli&nirse~or,MoiáótnDd. 2eL<> Guir\"<>lllt> yduplic:\do. Mndl'id. © Biblioteca Nacional de España

1 Aunque me parece que el lector comprende siempre racilmente, y sin ueces1dad de que nadie se Jo explique, el objeto y tendencia de un libro cualquiera, en esta oca- sión babia pensado seguir la costumbre antigua y p.pner al frente de la HISTORIA DE UN RA.DlCAL DE ANTANO al- gunas palabras que le sirvieran de introducción. Pero el Sr. D. Eug.:mio de Ochoa, en cart-a dirigida á cierto. periódico literario (1), después de juzgar con la benevolencia propia de un maestro tolerante y bondado- so otra obrilla que publiqué anteriormente, ha expresa- do con tanta elocuencia el objeto de aquella y de ésta, que, seguro de no poder decir tan bien yo mismo Jo que intento, me callo y copio las palabras del ilustre acadé- mico. \"Bien hace-dice-el Sr. Pérez Galdós en esgrimir su pl.uma contra la hipócrita sociedad de fines del siglo pa- sado y prinCipios del presente. sociedad devorada por- una depravación profu oda bajo sus apariencias santu- ITOnns; aquella sociedad que rezaba el rosario todal! las noches y se arrastraba por las mañanas en las antesalas. •le! Príncipe de la Paz; que tenía Jos pueblos llenos de conventos y los caminos infestados de salleadores; que >1brigaba todos los vicios y todos ·Jos escándalos de la unestra, con otros más, ante los cuales se sublevariau hoy . hasta las piedras; una sociedad tan corrompida en ideas como en costumbres y basta en gusto literario; á punto. de extasiarse con estos versos de Moratín, el padre, des-( JI Corta ni SciloL· Diroctor de fA~ lln$lt·at:lV~t· de MadJ•id, Insertaon el número •l2 de esta publlenei6Jl. ·© Biblioteca Nacional de España

6 BL AUDA:ttinados á cantar la gloria del torcador insigne Pedro Ro-mero • .....~Cuál rey que cina la corona Jl:ntrc hiJOS de Beloun, Podrá mandar ú. sus vasallos fieros Como el dueflo feliz de lns Españas Hacer tales hazanas?\" ¡Aquellas hazañas inmortales, dignas deJacUaraáurealk Apow, eut>idi!! de les extranjeros. eran estoquear un torocon mucho garbo! Y mientras tanto Nelson abrasabanuestra escuadra en Trafalgar, y 6rnmos el juguete deFrancia y nos disponíamos li abrir cimd.idamcnte nues-tras pla-.as á sus ejérc1tos para quo nos sumiesen en unaguerra de exterminio, que si terminó con gloria paranosotros, tambi6n nos costó rlos de lágrimas y sangre,precioso don de un gobiemo personal, de un rógh»enabsoluto, como el que hoy se recomienda tanto por cier-ta escuela política. sin C•\maras, ni pcrlódiccs. ni dere-cho¡¡, ni ninguna de las abominaciones del dia. Es Ine-xacto decir que no hubiese entonces de1·eclws. uno hablnconsignado con resignación admirable en el conocidodicho popular: ilimca ha de fa/Jq.NWI papa t¡tle MI e.:r;co'n\"l-gue •i rey t¡we nos alwrlfHe. ¡Tan elovada Ides tenía del pon-tiftcado y de la corona el pueblo católico y monárquicopor excelencia educado por los Crniles! ¡Y esos son los tiempos con cuyo re::cuardo torcidnmen-te evocado se quiere azotar á los nuestros. que aun cuan-do no contaran en su abono 1nús que el IJenefl.clo de lnpublicidad, la cual imposibilito. do todo punto la ropro·ducclón de ciertos escándalos, tend1·ía asegurado. sobreellos una suporlorlda<'. incontestable. No se invoque hipó-critrunente el respeto debido á nuestros mayores y á latradición de lo pasado: lo pasado es un sepulcro; debemosvenersrle, pero enterrarnos vivos en él, eso no. Me guar-daré muy bien de burlarme de mis abuelos porque via-jaban en galera 6 en mulo, pero declaro que In primeravez 1ue tenga que ir, aunque no sen más que al Escorial,tomaré revolucionariamento. el ferrocarril, por más quose escandalicen los guardadores ro.náticos de nuestrasvenerandas tradiciones.• Nnda tengo que añadir á esto, que es lo mismo que yopensaba decir, poro mejor dicho. B. P. G.Dlclcmbro do 1871. © Biblioteca Nacional de España

EL AUDAZ CAPiTULO PRIMERO Otwioso diálogo entre un tl:aile y un ateo en el año de 1.804. I El padre Jet·óuimo de Matnmala, uno de los frailes más- disct·etos del convento de franciscanos de O.:nñu, hombt·e de genio festivo y arregladas costumbres, dejó la escul- pida y lustrosa silla del coro en el momento en que ~e acababa el rezo de la tarde, y muy de prisa Sil dirigió á la portería, donde le agua1·dnba una persona, que había mostrado g ratrdes deseos de verle y hablarle. Poco antes un lego, que desempeñaba en aquella casa _oficios nada espirituales, había traba,do una viva contien- da con el visitante. Empeiuibase éste en ver al padre Jlla- tamnla, contmrlando las prescripciones litúrgicas que á aquella hora exigían su presencia en el coro; se esforzata el lego en probur que tal pr~tensión era contrariu á hde · tra y espíritu de los sagrados cánones, y oponía la inc:jue- b•·antable fórmula del tenible 11011 pqss¡wms á las súplicas del fot·astero, el cual, fatigado y con muestras de gran desaliento, se apoyaba on el marco _de la puerta. Hablaba con descompuestos ademanes y alterada voz; contestába- le el otro con ¡·udeza, ot·gulloso de ejercer autoridad nuu-, que no ~asara de la entrada; y el diálogo iba ya á tomar proporciOnes de altercado; tnl vez la cuestión estnba pró- xima á doscelider de lns altas regiones de la discusión para expresarse en hechos, cuando apareció fray Jeróni- mo de Jllatamala, y abriendo los brazos en presencia del desconocido, exclamó con muestras de alborozo: -¡1\lartln, querido lliartln. tú por aqul! ¿Cuándo has llegado?... ¿De dónde v!encs? Coutestóle con frases afectuosas el rinjero, y ambos © Biblioteca Nacional de España

EL AUDAZentraron. Al avanzar por el claustro pude el lego notarque hablaban con muclío calor; que el visitante no había.dejado de ser displicente; que continuaba con el mismoaspecto de bastio y desdén. y que el (ladre Matnmnln semosta·nba en extremo caril1oso y solícito con él. El forastero (conviene darlo ú. conocer antes que refi-J•nmos textualmente, como os nuesh·o propósito. el acn·!orado diálogo que ambos personajes so>tuvieron en lahuert-a del convento), era un joven llamado i\lnrtín l\lorti·nez Muriel: y no será aventurado asegurar que interven-ur:í con frecuencia en In mayor parte de los hechos deesta puntual historia. Había uncido en un pueblo de la,P¡sepncínrasuylafr,ayg·odsealsaiecruraalq. uceonsolnexs tcieonrrdieenetneseldcbenlotsrordíoes>la'las ramificaciones de lns montruins. parece emanar y di-fundirse por todo el suelo el genio do las dos Castillas. AIn edad en que le conocmnos (no podemos afirmar quuhubiera llegado á los trelntll nilos; pero á juzgar por ~ullsonomlo, no necesitaba hacer largas jc:>rnadas para no.gar á ellos), habla tenido una vidn tan borrascosa. erantantas y tan prodigiosas sus n.vcuturns, que retlricndclos llcnjlrínmos este volumen. Alguna, sin embargo. hemosde sacar del olvido en que yacen á causa de los desdenesde la historia. Rijo de un hombre cuya vida rué serie no interrumpí· da de desventurns, aquel joven lns compartió todas por una excesiva severidad del destino do su familia. 1:ueron sus primeros anos agitados y tristes. porque de la ca~a hnbhlll huido las alegrías mucho tiempo antes: y siendo ni!lo tuvo que hacer esrucnos de hombre y de héroe parn sob1·ellevar la ' 'ida. Semejnnlo escuela 110 podín menos de robustecer su voluntad pnrn lo sucesivo, dándole unn iniciativa de que carecen Jos que no conocen las enso· llnnzns de In contrariedad. Adquirió un valor moral que rora vez nace y crece en el teatro de la dichn, y al mis- mo tiempo todos sus actos, lo mismo que su lenguaje y modnle!. adquirieron un sollo de seriednd algo torva. fa- voreciendo en el el ejercicio de una cualidad innata de au espíritu. que en los desnhogos íntimos de su ambición sintetizaba esta pa.lnbra: moudm·. Muricl hnb!n nacido para mandar, para dirigir, paro legislar; y como e• destino no puso en su mano las riendas do un Estado. ni la disciplint~ do un ejército, ni In sobe· rnnín de un pueblo, orrec1ó su vida toda una coutradicelóu misteriosa, aunque no muy rara vez en esta ednd. Los enigmns indescifrable.~ quo í1 veces presentan á nuestrn © Biblioteca Nacional de España

BL AUDAZ 9observllclón ciertos caractéres que hallamos en la jorna· . .,da de In existencia, proéeden de una contradicción ho-•rrorosa entre la aptitud y la vidn. No se explican de otromodo algunas catástrofes individuales anatematizadaspor el derecho y la religión, y ante los cuales absortos yconmovidos no nos at1·evemos á dnr nuestro fallo. Lu-chando con el tiemJ>O y las ~ircuustancias,los caractéresse ''en en slugular•simos trances quo los trastornan pro-fundamente. . Volvamos á su vida. Su padre. hijo de labradores. nohubia podido nunca sustraerse á los golpes de una suer·te adversa. llabia heredado uos escnsa fortuna territorial,pero ni sacó do ella gran provecho ni pudo enagenarlapor estar afecta á un señor•o. Era hombre emprendedor,se sent1a con facultades no comunes para ol comercio, yal tln dominndo por la idea de su.engrandecimiento pe-cuniario, idea en que la avaricia tenia parte muy pequo-i\a, abandonó el suelo nativo, traspasando sns inmueblesá otro colono, y se marchó á Andalucía. Allí casó con lahija da un comerciante en situación nnd>t próspera: ent1·óen el comercio con fé; pero sus primeros pasos en unacnrrern e1) que el éxito parece depender de misteriosn y' 'olublo dol<J.ad, fueron fatalee. Regresó ú Castilla, admi-nistró las fincas de un caballero segoviano que le pagócruel mante; y esto, lejos de sacarlo de apuros, aumentóel cat.ilogo do sus desgracias; porque su probidad sepuso en dudo. y hubo proceso, del cual salió con honor,aunqua dajando sus ahorros en lus garras de los legu-leyos. Descoso nuevamente de p1•obar fortuna en el comer- cio, volvió ú Andalucla dejando f\ su familia eu.castilla;se embarcó para América y volviólilos tresailos con muy escasas gnnaucias. Seis años de unn prosperidad trabajo-sa, on que los reveses fueron pocos y liJeros, dieron algúndesahogo á la fomilin ~urlel, qua vivm ya sin ilusiones. Pero de pronto un suceso doloroso vino á perturbarla do nuevo: la esposa. caracter ftrmlslmo y tierno que habin logrado aplacar el funesto nrdor aventurero de Muriel, murió joven nún, dejando dos hUos de muy diferente edad: el uno nncido en Jos prime•·os anos de matrimonio, y el otro en el último, poco antes de que la noble alma de la qua le dió el sér saliera da este mundo. Desda en- tonces las desdichas no couocicron obstáculo nJ.diquo: des':lordtironse sobre la familin, produciendo como p1·imer triste rosuitndo la separación wluntnria del padre y el hijo m(ts viejo. Pusiéronlo pleito los parientes de In di-© Biblioteca Nacional de España

10 llL AU.IJAZCunta; y aunque no vieron resuelta la cuestión. ni cree-mos que se haya resuelto todav!a, perdieron cuanto te-nlan, siendo preciso que cada cual se buscase la ,·idacomo Dios mejor le diera á entender. Fué D. Pablo á Granada. donde ú fuerza de recomcn-d•tciones logró adminlstrat· las g randes fincae del condedo Cerezuelo, y encargarse a l mismo tiempo de activarun pleito que este noble aellor tenia en la cancillcrla denquella ciudad. Pero I<'S pleitos marchaban entonces conmlis embarazo que ahora y so cmbrollabañ con moís fn-cílldad. No fué lo peor In dilación ni el embrollo. sino queUll'IS amigos oficiosos de Cerezuelo, administradores ác¡uieues MurieJ habla sustituido. se dieron tal arte. quehicieron aparecer á éste como falsificador de un docu-mento, acusándole además de haber desfigurado otro enextremo fe~vorilble /i los derechos de su protector. Muriclfué exonerado de sus podct·cs administrativos y enccrra·do uo In cnrceJ: esto nuevo proceso tenia todo el horrorde lo criminal sin carecer do las complicaciones dilatoriasde lajusticiacivil. Era una muot·te lenta, una inqui~ición.qne no mataba. pero quo deshunrnbn. con calma. con m~­todo. digámoslo así, dln por dln; escribiendo u Da infrunlnen cadalloja de un protocolo interminable; aitadiendo encada hora una sospecha, una declaración Capciosa, untestimonio falso al catálogo do vergüenzas arrojadas sobre la frente del hombro jost.o: quitándole una á una to-das las simpatias. todos los afectos, desde la amistad m&sdecidida hasta la compasión más desdeñosa; dejándolo alOn en espnnto~a soledad fislcu. y moral. sin más mundoque In caree\ para el cuerpo, y su conciencia para el es-plritu. La suerte de aquel hombro integt·o, que no tontamás defecto que garecor de sentido práctico y ser inclina-do á dejarse arrastrar por la imaginación, hablo emplea-do en su daño todos los sinsabores de la vida. Ko lo fal-taba más que la deshonra, y esta fué el triste ep!logo desus desventuras. 11 En esta >ida de contratiempos y lucha$ creció ql des-dichado Martín, oue rué triste en su nii1ez y g rave antesde ser hombre. Su padre. que babia descubierto en 6ifacultades intelectuales digous de ser cultivadas, le des-tinó /i las letras y al roro, no inclinándole á lll carreraeclesiástica porque desdo In iufnncia habla mo~<trnd © Biblioteca Nacional de España

EL AUIJA:l 11gran repulsión á los hábitos. lltás le gustaba la millcla;pero no era posible, por la falta de recursos y su ot·igenplebeyo, hacerle entrar en el camino de las glorias mili-tares. Dejóle su padre en Sevilla; y alli algunas travesu-ras cometidas le atrasaron en sus estudios. Pero Jo quemás contribuyó á extraviarle. decidiendo al mismo tiem-po su caracter definitivo é intl.uyeudo hondamente en elresto de su vida, fueron las amistades que contrajo euaquella ciudad. ·.En los primeros años del siglo presente, Jo mismo que·en Jos últimos del anterior, se hablan extendido, aunquecircunscritas á muy estrecha esfera, las ideas volterianas.La revolución filosófica, taJ·da y perezosa en.apoderarsede la masa general del pueblo, hizo estt·agos en los tresprincipales centros de educación, Madrid, Sevilla y Sala-manca; y es seguro que lns escuelas literarias de estosdos últimos puntos, escuelas de pura imitación, no fueronajenas á este movimiento. Pero donde más y mejor pren-dió el fuego del volterianismo fué en Andalucía, cuyarmm, impresionable y fogosa, es inclinada á la rebeldíaas\ política como intelec~ual. y se deja conmover fácil-mente por las ideas innovadoras. La tt·adición y la histo-ria guardan el recuerdo •le caractéres viriles, alucinadospor diabólíco espíritu de protesta, tares como Gallardo.l\1archena y Blanco White, hijos los tres de A.ndalucia, yprimeros héroes y vic'timas de nuestras discordias reli -gioso-políticas. .Por mucho rencor que la posteridad guarde al Gobier-no de Godoy, no puede menos de conceder que fué tole-rante en materias de libertad intelectual, y que siemprele h~llaron poco dispuesto á secundar las bárbaras aspi·raciones de la teocracia. Erttonces era facil procurárse loslibros más contrarios á nuestro antiguo genio castizo; ylos que entendían alguna lengua extranjera, podian sa-tisfacer fácilmente su cut•iosidad sin temor de que el San-to. Otl.clo les molestara. ni de que el b1·azo secular les per-siguiera. Cundió el volterianismo y la democracia plató~nicade Rousseau. Como laexageración acompañasiemprefutalmeute tí. todo movimiento revolucionario, no faltaronen esta corriente invasora las doctrinas del más bestial yridículo ateísmo, de aquel dios llamado Ibrascha, á quientributó culto D. José Marcbena en la O'onserjerla de Parísen 1793.La raza holgazana de los abates encontró en esto unmotivo de entt·etenimiento; y el cultivo de la ppes\a pas-toril y amatoria, pagana, fria y no répudiada por ·nadie, © Biblioteca Nacional de España

. .12 EL ·AUDAZ no dejó de contribuir á. la realización de a.guel contraban- do de ideas. Toda irrupción literaria lleva en sí el gérmen de una irrupción filosófica. No escaparon del estrago algunos clérigos de audaz imaginación. mal comprimidr. por el sacramento, á los que se unió tal cualt·eguJa¡·; pero estos casos no eran fre, cuentes, sobre todo en los últimos. Por lo común, aunque algunas ideas vagas cundieron por toda la sociedad, la idea revoluCionaria no salió de ch·cuJos muy reducidos, y acaso á esta concentración debió In enorme violencia con que se manifestaba en determinados individuos. Tal vez por no haberse difundido, haciendo de este modo im- posible la coub-oversia, pudo el ateísmo hacer tantos es- tragos en algunas nobles inteligenCias. El espíritu de protesta qpe al principio fué puram<:nte religioso. pasó después á ser social. En esta protesta no cabía la transac- ción. Sus negociaciones eran categóricas·y rotundas. En dos puntos concentraba todo su 'odio; en la nobleza y CJl el clero. La imaginación arrebatada del joven Muriel fué una tierra iecundísima en que las nuevas ideas germina1·on con osomb•·oso desarrollo. El espíritu revolucionario, ex- plosión de In conciencia humana, se most•·ó en él rudo, !Jllnlacable. radical, sin la, depuración que después hn.n tra1do el estudio y el mejor conocimiento <te! hombre. J.a. abolición de pri vilegios, la negación del derecho divino. la soberauia nacional, los derechos del hombre! Hé aqu1 los grandes problemas plan Loados en aquellos días. El que conozca. la sociedad de entonces disculpará la exage- ración. Fuerza es que se la disculpemos á i\luriel, que al aco¡;er aquellas ideas cxperime11tó el único goce de su esp1ritu. Su nncinl iento. su vida, sus desgTacias, ¿no enm ot1·as tantas circunstancias atenuantes'/ La felicidad en las naciones como en los pueblos. nunca es innovador:\. Profesaba ó.la nobleza un odio vlvísimo; pero no pasó de ser un resentimiento platónico, digruuoslo así, un ren- cor puramente ideal. aprendido en los !lbros y no en la. vida. El tiempo y las circunstancias pudieran ~aberlo atenuado ó destruido. Pero no: el tiempo y las Circuns- tancias confirmaron y nwnentaron aquel odio. Entre tan- to abandonó sus estudios escolásticos, sin que por eso de- jara. de entregarse noche y día ;í la lectura de sus queri~ dos libros. Devoraba. cuantos describieran y comentaran la revolución francesa. Las g randezas asombrosas y Jos inmensos horro•·es de aquella época pt·oduciau en su áni- mo estupefacción semejante á la que produciría. el pre- © Biblioteca Nacional de España

EL AUDAZ 13e'stscbrdyrndreprsbl'lurcuon1oeeileaauasoeenornsnstccbnrténLrcír.cislaeeoíalbltjaaYooiaietuez!qnlsia.sscsmrmpuimudasnmeecdubaaEq·mat.egnaeatgoieipjlslounáaafbaSnamueáaalsisseneraatíscdyésezddtrlefacqraelcrigaoa~apreondaiaideuoledalóneraftrsalsommueetoiobesntctiimlaaxetn;,eáeeoatoosoassspsammyanueaycnIvtoíbip6nrnoaqrtnuoim1appeaaciasvscurnlssoncproaspcfdaobiueo(eatitoeftro)esernalocioocnarmnc.oemnbpno,ujs:sioccodmo;edoesenindatodasoeavdaeehresmoyprdeutlpbaer.ounuaeogloneur,odncrauadcbCnausrsoonscnyt,iddnnnodqfhueieneu.eoeetetooermeuJrlrcaxneesmnoneaapcbasesllatrcpseahweóldrulaebopuevsl)arloaassen,naaea.e'ernitosdsilcnnttrtiycn.ddiaoreoíseestuoeiaodeeouesmdlasIremeenla\nuinnnytoalnlxlnm:pohslitioassceafahosáoi.euop.iótudenrenenB,ccaldcyxienectthPcalarail!raetptahpceeo..aededurbcrsauoisdoiqssrlilrapseóIce,oefarairiudslblnhiseseesdnordeer,eóarloeepdloa,snhnedthelrrmlezeunyodareeareeumóullitatsásnslebimnseypnvDteeseacellepa,aeanmgurqenamiteuvpainhltaanutnlsbntuopnaraoeaiarraeaeaai---a-os-a,a---r--Illsnadsfqpocppuo6qliljuaeolooaprrundresEtes.ote•dauasiallNnczrarenqd,i.sooaoaautnsecenan..ufedaellsceeoesrstssillhnscaiaieudicceebnuntlgieerulraetopumesealaeharY,nomcybesado;diedtjinóregeaoaeeeeeinn.qrlatsJctotuternppuadeoa,,esiargenntplifcctaamissrehaijnrobdaotosrieailrvasicapñornvedéuolosepreteerse..enl.ririlblrtdmeusnooauleusaneorsbleodsscaccenlsepceoenaduuetaonsennhdanyelratdduaoloapeLoGIol,entsna,lronv•aadyauhz·oodbemaeío!nidnoacceta;aoaosoei~rñMlmdt,rnendoropoaloíduaiysp,oaserde.ouecrninnoeAsnroyetenalsemoonl,mnedIseccgvánoclbqsouasueodspoumeaíineaasváadennscpisovldrilsuriioaolseoeitonon-ssa,-.-·pmdqpeoeulairlercMcaaoliegaemudrrrravaoteioeri,rtdlaqncacvnuouo.ierrvpbi•irap'aiaólaasdptrppajaoaganbror•dare·eoejcscamoaissbmcueieanrsolrtsletveupaeeodsrsnebetmairSremse,e,ziyvdyqsoieulslariuaeinna:satv,cessirmesdigbaauaailbcueeihramnriaoutaeecumnlieauattansiasmb.scpaCeaaorndosiroenea-© Biblioteca Nacional de España

1·1 BL AUDAZcplqtdccvlbauábvdmeppddoóeeiuuramaineiróaoselsrtsnirareostdratdnnuoiieraontec~cuod,g,baracanpe,tculspeonice:tanaIédasroprumansaisboesyrsetsopóanbrpideteissinegnecteucaaer.eehelacrtl:oouennarrimioniesoqcbomalaogr.nsodtroqssuqannptslirmnetnCreeuaore.uatdequevooedansesocsaneolmustisjocmoiamuonpln.esoeaoiIlqbmdsyuodunacitocrldutnraonateoodusedeóeepemeearooernsefseneeandr,rle,lelíOenmnavdídeoeneapyn!aIrgpiecnns.oovntdepges•eaóteqoroo·yliomunorinieícaztlunuaráavdptnasóevrcennGdyo,ititrplMloiiiesaeuatcopnrisaeitecrbnplscoaralrnícanobm,enanansiadIlundlnannpngltrurpliertl\ipucitidsiócauaidaienndLoeratadeiimmnlabmaan,anvspnivAai;lbdó.qitucbigpepraedeselamdcuorilorsoectu6u.e.dauieneda.oésobnoMliadqleInrircsdsoinanóAseiuun,aeeaucmtessdngpenodtasnqaryupp,eoriosuec.ucereaendr,ársmesiymelDaetnvsvcmeuoeclrsupeeáieemslapsctiaóeeampsásnedufdóaerunurtopaiiyr~esrlaiicsróréeebrgp:amts.deuaoqoro,accordCcoóeaasdnpaouuusfeoyn,nanuóTe)tcemcectgeJcthrsaaoeoloudIaoiaucsniioaannrnó-ln--en-ó-us.-.r---anhddsafnfspeoddrbdsd'lpfe.aiaane'ualeurbmeanoceuerambodsesdsdlplbivsCnyronoiplóoppFoaartilgapiolcseeielenreiriaoñcaáuciicorerrllrrrnlaioóclneiyeeoeycséltrdoac.reou,suzndssofmic;eadcvaeucnMlnodneloldoaiebornooeapedmplaeamilerueldplnsdleesalsetouhrrdpaoveoáphorsl,lppenddaaleoctcodosoneMveoapicbcsleear.olsmnpoódecicasiicioxEeñlozaCPríslaarasosoesaraoleaarscalenmeIacuenttbcsas,tinrorpoevdsncéóaubaoerynavldmqbieeldu,rraectdip,calijufyaoaa,tntuiendlaenelpeiil.eadptsianmsdr'sefgCslolmsapiló¿oane',eeqtuounouróCccej.lddtisaadnueanesriinsrueróetíeoltogmóessruearna,oamujs,oemoecu;ebt;lysopnjpicMoonpqmodcuyeoboonmhsrapuaoarspegiircopeuleaslrerolrl.coennrmtaarllto,zdcsesTíoa.ebioddrspmtaetmncvJse:eiépeeerosalaesoto·scn,aejclsaoiasHarlonuójinni.tcí,roóoreebeeqaaspiqaitevlpdelhnnónlsrlouobounssnogoaenttDa,níbee.r1tooírcdnr.duec1iq,arai1iorrorlmLm,elocenvaudymaeccamssascsiaraedvopcoooenivsleuesádmáduoodrremssapeírnlsoe.aacrett.lí,ltoráyrturspaptcaaa,raolTabaerosEscsisnlraeúrdsebnaecroouea.ilsrsceqolxtdoída.cbfmtlcemacnczonnruraoiniilom1u.ouiaaogmeibasesippeagbncluindnreiiqnloiudeaesaidiaétedognntnoo\rodrronnyene•ny-eoi·a--ya-,neo-,---· © Biblioteca Nacional de España

Bl. AUD~Z 15sccemeldmgro•crlzodclPefqcc~fprfstmtltQGtltiaolerioiíeiiucnlniomionelsoereeobueeóníóeagioRt.sler.is,npnpsnlsiognncrvdláienreauudidc,poá'ursdeisdeodMqahsuarfóooelrnnoetj.olooprni,u.ocoeeaaeCl?lienuueNrlaeatstbhnNdnnyaisuád,ai!nrlaocRJmbrboeenddesadatiejuCaaualrbt,plel1eaqvralnalietateeasrieqeplnvnditdv.oebeyioetepháddl.eausu.cdnsanr:roouodteel,rílgemoJcaoazateolraaEenljea,tSpulaeicsonSrisooimidbnree.ddreascntdeso.sbpqrinssucnutrvdódeoní.petIelánineóccsovelritiruauaeionasyunoenetlrdsVeóniaoenteavmelertlollegdomindp,aeedtrnaeiasniiaancziócpisnrdrcoesattcqpo.ellsaesróencdeoormiea.moprnonadsua.outso.dtmclnPiriqCdio!o,qdEnrcoumCol,.lessoosóinDs,1oovdoaPorautenzuarttlsiabálCunnsejlJínaseaogibyraú~as,vaeausap.eceanáasrsudseesrzoenrloiJlcapriráenteistedcóesoassseilndaacnlnesaómlqurrsu,rrbaccnsiameptnacssd.uqbuuemJoegatnaplusetrslaii.ftposouiloccolauoiuacealnetneeaijsbmaúSecaEpon'tpiseoeo.gnceiudnetn.ltldm:abno,dcaeódfulsasrdurálssraelqiriolspealeanlooduert,esnaesaeIlbeqapsoecrrtMuuiaongnasstrjpesneaopcgáoraiomucsiMlároneonc,nnn;ao.connc.caatdmeunaudaonepevo,ddsoqnoíeu¡oacsECrsntroYdíceneerna1oaoeemboclPesnrueuorlnarlosiltgyesrl.acrc,anrriraei1róeseyudtaaeóllfaoprcrydieuaoaaeulduo,noilnBznreoevlluaasonalnleqpngrnsoimiseselg,maanícnndctue'cncsnrJmtalajceauóifusluhlivdicáuiotnceaouon~otcialaa.cduauena,esucaoeeaivcIqsfelf\p.dtrcqdaynsddasrarni\"VyiisondtanasiedaIuuihadneiziíoLufudnoóoetóanctnaEscóriaeir,urnineaueeiyocaoldnzqlaaeonlidrelqenlidrcaaacnbpáhia.doiuaeimleuuodenlsodJnhnucealn,ohiuiodedláarcaeolrenMsceHemtaeloaráIytetarurcnyereher,snseuhiiemsdúrhqrirallparbueagoi,~tannluaaysarulclac,mDnuaantcreoJtlariibuead,neársetoneJoobietleg~acpcpcmeidevi,lslnpi.iomvslolvsrm~aoamlrcíaaoeeasoloearlureerctdainraaoLcanoseteánermbajnulinaarcrraogirpáoo,gld,ouannrhsneroósdnecvarqpaasunnnulchceerppancápsisoetersgenaieim,ecuo1aócavcedesrsndsaoártnnetatnístpdgunioinblevutiiuaaisearoaeepbnnoaóadeónerarecsuthditlrpbleddbic,ndroooaonusnnotntsaolerleiolyinyi•ylíooaoouaúaoóaoea--------a-----.,.----...·- •ñpmrseuuY1clhilhsnoetrocremhqnóuaeenesntono,too.ynecsneqrsauácl ilnAopnsoddhaaalmullcaoímsa oecsxopncloiincnatuernnatihonocdriaed.erSneutceobfgemer--r© Biblioteca Nacional de España

16 E:L AUDAZmano no estaba allí. Investigando sobre los sucesos deesta historia, hemos averiguado que, conociendo el an-ciano que su fin estaba próximo, quiso escribir á su hijo.de quien en la prisión había recibido varias cartas. Dijé-ronle que su hijo había muert.o, y no sallemos si se pensóengañarle ó si efectivamente las personas que tal dijeron.creian que Martín había desaparecido del mundo. Si fuele, primero, ignoramos los móviles; -mas tal vez en el cur-so de esta narración se esclarezca un asunto que originóen cl.moribundo In determinación que ' 'amos á referir.Lo que está fuera de dud11 es que éste, viendo que aquelniño iba á quedar sin amparo en el mundo, ideó, lievadode su buen corazón, un plan que juzgaba el más razo-nable en aquellos momentos. Creyó que no debín pedirprotección sino al que aparecía como autor de su des-Tentw·a. al propio conde de Cerezuelo. Fija esta idea ensu mente, y considerando que después de haberle causa-do tanto daño. el conde no podio. guardar rencor á aque-lla criatura, resolvió envhi1·selo. Contaba con herir lacuerdade In conmiseración en su antiguo protector, queno podia llevar su saita más nllt\ de la tumba. Adem•\s, elconde no era inhumano: las personas á cuyas s ugestioneshabía cedido, no se opondrían á que amparara al hijo dela vlctimn. nino infeliz, que e ra ol mejor testimonio delas crueldades cometidas con su padre. Muriel cont-abahasta con los temordimientos de sus enemigos parn esperar aquel resultado, y al mismo tiempo recordaba que elilustre procer,tenía una hija, de cuya sensibilidad el po-bre pr~so bnbm formado muy alto concepto.Estas consideraciones le afirmaron en su propósito, ydominado por una idea. que tiene explicación en su in-mensa bondad, escribió al conde una c:trta, ele la cualhemos oido referir algunos párrafos, sin que nunca haya-mos podido haberla á mano. En esta carta patética, enque se reftejaba la turbación de 'espíritu del buen hombre,estaba escrita su única disposición testamentaria. 1\lu•·ióal dia siguiente de escribi rla, y una pe•:sona más compa-siva con él 'entonces que Jo fué en vida, se apoderó delmuchacho y lo envió á Alcalá, donde habitualmente resi-dia el conde. Grande fué 1ª sorpresa de Mnrtln, cuando al llegar áGranada supo Jo que babia pasado. No podía exr,licarsela determinación de su padre, ni conocía loS' móviles quopudieron inclinarle á obrar de aquel modo. En su confu-sión, quiso volver inmediatamente (1 Castilla, pero se loimpidió una graYe y repentina enfermedad, contraída á © Biblioteca Nacional de España

U!. AUDAZ 17causa de la hondísima alteración de su ánimo y de la con-siderable ratiga de su cuerpo. Exánime y trastornado. estuvo cuarenta días en unhospital; y basta la misma caridad cuidaba con algúndesvlo aquel cuerpo calenturiento y moribundo, en elcual se creía que no podía habitar sino un alma extravia-da. En sus delirios creyó ver coreana la. muerte; y ésta.en realidad, no andabn lejos. La idea de ·aquel D1os quese habla complacido en olvidar, iluminó su inteligencinen momentos de amargum. 1\.splmba al descanso eterno: ·y la idea'de Injusticia de nltmtumba era la única luz queUuminaba aquella conciencia turbada por In negación.Su fé, sacudida por el análisis. se fortaleció en Jo relatil'o:i la creeucin en un Dios justo y bueno, porque en su no-ble csplritu no cabía el materialismo soez que hace delhombre una máquina más perfecta que las que hacen Josingenieros. Restableció todo Jo divino y todo lo eterno: )'el idolo, caído á impulso de In. filosofía, volvió ú. ocupar ene! r.ielo vacante su trono inmortal. El ateo se complaclaen deslumbrar sus ojos con la luz que esparcía por losmundos aquel altisimo sér. No lo negaba; pero su creen-cia era vnga y oscura, sin que en ella hubiera nada de In.entidad personal de que habla eido hablar á los teólogos.Su té en este punto no era otra cosa que el último reffna-micnto do la duda, En creer !~que creía. con el únicoobjeto de buscar consuelo en la justicia de ultratwnba.habla algo de egoísmo. Más que ré. aquello eraesperanza. Por lo demás, ui el dolor, ni la proximidad de la muer-te atenuaron en él el odio ti la sociedad de su tiempo y íisus instituciones fundamentales. Convaleciente, debll ydominado por tenaz hipocondrio, se ocupaba en imaginar vastos piunes de destrucción. Sontlase crecer: inmensosejércitos lo obedecian. Temblab'l la sociedad convulsa yherida bnjo sus piés. Invocaba no sé qué fuerzas desco-nocidas y ocultas en el seno de la sociedad misma, y tmlaú. la memoria la. combustión horrible, que, inflamando nlpueblo francés. revolvió y depuró sus elementos. Ante larol\jestad de la idea de depuración, no le mortificaba verJos maderos de un patibulo en que purgase sus faltas lahumanidad extraviada y corrompida. Restablecido al fin por completo, no pensó más queen trasladarse ti la corte. Uun fuerza secreta le impulsa- ba hacit\ allá. La miseria que habla observado en su vill,jo anterior no le desanimaba. Creln, sin saber por qué, en la existencia de un Incógnito J?roblema por resolver; ha- bla en él cierta propensión íi deJar de ser Ideólogo. á obrar 2© Biblioteca Nacional de España

18 ISL AUD.\:t• qsoúáccytaútedejuaqonnutedrrsuerunieecnauPsccsneppadososu6l(scadhrl.u!riaoedossoneqqlr.opooeadrqurufsmrumuaqbuerpeiieitdcunnuaioae~ltsoetdlcenrreroeourusion.n.o.,pmhhsolnpeaeyLaedlcibmelnaembilnpaceetdnladpiunioxgadrtderrerseaieócoenoagshdnrde,asmnniaegaurorluáruivfe,cedeá1uncnphinirdrdoncoeiayaCtmdeon.eoandceotvntereaeryn,neiepecrrnx1osnomumzottnnJtnueeddtol.ioetrerlsqgoentc,rotnl·suoaiósócoyoehvtlicon,noosqsloeinirlod,ósuqmlycde,hnaeeputodosoqhal,raepsgcrulagelaresufjdúbeafionicsieébe,enlracópsdllcbtrmlecirdoidel\naiiv.oliemeseetagocmilnEcnntó.iocra.ilsetvpniniemete!rrgir.a1usxtxseiiveaa,minict1rpaltcs\aocaoeaJmiertu.éndngríisaoaononetealltúneas-s--rlr•. IV aajymcúdztnaayr~ctud<E<trnbaoenlloacraaolniuloonaeodatrdplrd(spnplhideissonsysaa!uso,omaomHilhdorsesclfscarmqssotlevárngcoloeiaauolhnpfauaoymncooecafulllsucblotrlloneedorhrnirqrelogeoynpndydnlr.dioorudemrecupbúinoanmeodrsoEmluenpideensnnpu,psm-plrecrrd,aepleanm.edioidñicutiiÍiodzdslr-stltÍaedupSsvolooio¿aoarSoieuraa.ddolooninstnsdo\uylsdceplaor$eesezraepvrosonocanceoltmoxninndnuieqsamc.mopltnrdcntatridIroulrtgeÍoherginuaaclsdpnCbSeege1óuaoonredbumiaolnarbrídbdnasradchrtaaalalstqoulíeaiooeaalo~eío,enucactnubaiuanLrnsnámesasaledpoerlltsanlrInsildrgadeodrasnpounbncsuauyujtioiaonrpeeinsuuoaantsJncrltsasoenofio,eaI.oractoaadohclnrsauemnymeOcnnreglllloeaecoendgnlgtnecselcnolcljnenihsslpnoelunsgauuuumeinjcoonddo.,rseoeqenlaocangotilagrsseerpnyradlluaeCeaonne,oerprqusmeard.nce,lcevlvcaxsouellcsceoaoorccotcaorveitohesnrioolrni.lniduusbon¡ea,slcllagutisfuoouleryosoadtnaoboednú.bíoeosúap..msponnrtalLseCdlef,.nemltcmEaaeelmroptuesacbdsescahjrina1nasoaaooiiemmdmeluuuovonn·aosdzorcYnlsnpeicmyymesstounaosadortscaoeceoxaenmdastml.c1~oazeegmosnaaopst1lda.erNdrn,e.rmuu.eloyr,óoh.ronnoeIotrpporoacprcnposuyleevipysepnaeh.lloalstolrmeíscotlal~elrgsáioaaaroenafedllcoocansinorommrigtbrqqlelaoddbo\"óotlírdvceofuuandduulnonunaeínn!lcnieoyansnon-rea,-.---e-e-·--l.- © Biblioteca Nacional de España

EL AUDAZ 19ldt¡maoacsilsaaeolbnmloaUaepl.JleOnclaidscaelmmoJ.ooieNnsnoloattohdo.oan¡csíaidaecnlotin·etvrciitodliannbgia.cunallo6o..rf.NiLjiaar.uunlnaairmnourebmnetiedeamedn-, .,..jIdfonreavccieTleoenarn,,.lvyqveuordszeairpeciirogóarínaseUslsoailenvnmaiosmptpaernenartqeleucsdoluaeesclmuiod-uaocmyro,mipdgoeuosgnelnboasasdtobreaajdladopbooah.ralPa1aJenlvragiorvuaeei-rllcsstpnpnmpprqneoiiaoboreouumnr-nbc-rraeeoa¡leperqácPtprdaY.seerréiiuusdledeeoM.tecd.ees.oussoc...sey-soauv<~lcYSsModmaliloRctovoryosleoéiilqaiiLlrdeidrnlpeiurcQy..ocgpilotiicjirVorlletbyPutaoldona,rinrluer,cepr-ceetrorr!nédtódúa.leo-úehalisldsíoóis•dnisjoemotnxcqcoeoodntoecouph.e,esel-dmleieai¿ryeaasáeremmpptr-?eoseobectrdecóuarosoopEndaarrqMrtmdeoSis,sentugtr.aetoeesiueiaéa.vmlsshyr.diqi,.inltdc_aleeeaaultooCesltaúryevrtrGc,,oseareThooord.ttonr(etanloeJmoddotielclcúonaeepbepnUeydyddxsouierna.oenpcersslmeYrcoscemaelshnanruaolsiaeasoelqCinEbslnlóu'udeofoosnlb·fqainenngtrteeuadsurasaarniledqoieedaralegruolteoselfibadeiec,iec,denhizrceinoettoentonitsúooúneas-r-,-·pcttiMlnlneroaraaedo-arrdrrDieg.raatctcleoi;saoéneddqscjonqeouaídonlluetlisoeaedmton.orobudaiussorúeeeniesssndltbttieyúoobrunla.rrrqoebocldsusoaóhcoai:spmsrann.iaisedbotehrsaeirtaiyreajIoonsnendr,nicodsedquceedoehuaagnilarnlceu.bolradialeesMHarossrtsrteaabáiiadlzsntuitedtsetieemeeachntsfcoáulaa?roosnacsismisedqleereqeousjtoauedtyeuselapa.da.v.nei.bqePoonsaruesiáater,eshtsoú..t.ape¡RE¿ceaaTbenhserneaee-!-dttlsrdgmt'oireoteru\vas-1ne-eslr'rei¡muShsoidcinPonnemoiaaihcc-fndtpulnohaiylueeati,royoois.sl-ldrsnxdaesrmpedpdeiellnooreisev.reórl-deéiqsp;eemletdi\uirsró.nyroeaaounovnqpsnlu;ecdu1ucdqcsoo1pnsoteoum,sieeosáeétyrydnptrobesbalsmsetuemnuioebtnsleetnrmputenomsdplrpnnraaolaJoiaacrtdrlcdeirnalpomvseeombtarn-etloqroeerac.aluast-neosdeolNesstne.oamcteotdacDilenledeuciaseoseroedntsestnósldaopoeloeodoMnnocstes.!egiors.deu-ctnnPdd\Lerepfaoionlslearbjdnrdaleoduitsr,sseeeioseieedo,,lnclnlpeehpcacqmodipuorsjiusaoanaleeii-dea.r--·---© Biblioteca Nacional de España ·'

RL AUDAZLa felicidad en la tierra está en cstns santas casas. Tran-rtcmqiiuuee-iiilrrdFl,riaaadabqdaclouldtoeeaJn.yo-stYlqrabaaobuizeeeppanrurbb,eenaaspvcttaeaaícdnoru.dr.ieeiodc..lQons.smdduiuéíoeoamssbaoseaáminsdsatueqópqtnu·numute,oeel·dáoltotebtmoslsfdguuedourecesnvsrhenaa•u!ns1lsu.dr-tnr7eroaeddypecialsobisncusójaeoglnMgraaaudInnn--pme,cclhtz·ilOnroóienao-ijsInnnc'mto¡seeiiaJldyñlmeiahlynoeaoliideam:soaadádle.úmpeeeoasibrsyssnpofeuiu¡agaánsnsnereédqectoorvneleauaitinsrsyveeoánsitei.eoeoctrerTinsñPusleliytafrcavnvaslasoieacvororábnsnoiíseidatq!esepánéna-uesnaneadreeclxeesaalodslcbnbriomameldurqassluaoeeuumnqshnabnóvnseoóojfdo,oroi.hmole.oyvno.aqj.lbose.ícyu.fóRarneroiefslas¿reia;.cnNci.arsl.oNsae.eohnmsn.oopoiP-.dvs.oruse.oeeeaobrYttnSsa.otúlrrosciooq,oq¡usbuacqsdubrqyreueeeeqr!uesiaícute.MrosohqeCssídruaauolaoáerenes---,l·smmieue-nnYntdtoeoo, tyotnodonadopseuspleapudsreoerdcadoiyairasreásinmqyuuunselceaihrraáa-rsdbátl\"ajPeosettrrlo'soihezHpga·luiadeidcoloeb.r?-o,Erpxmopnrrdseoesroreálolpúiqdouaie-jcteeaaoxsn-stpqáMdce.uoorSeaisleainltgnsec,vcunaieeogamnozmciy.,no-ioynco,tooprnihaslsréiljeeooqjm.ouq.oeYusDesosieaensjpaléoo-semsdsmyauiesjncotiduedomleeelnbodsbrse.auábMsee:anivprdaeereerrqjloiauiggryeusiooeasosrtcoenconibpmegaeroo---lAtnjvdiíouogash-vienropmSoserárstnaair!apo.nscen-ac,osSomrihyneapsíu~reeaeyábl-llvoiegmgdesixúeoneácfnsnbiselldeióadaetesmdíatrfooanoerfódodonpoRpedocdr.óiadoídenlrnmaaecs;ssuáicpesepsieleeevtorFerritlommcapfraepdineeverrnxjnaoosnpnrt.~dirrotaeqoio;ssu,,dipelóyoreanersvyriouneepblrecqrioáooguesnfiealóéaldtnsrdiaetecorzssavonaóenidnnaeeoe-.·l-'ne al suelo e~indudnble. -¿Qné?-dijo vivamente el padre, creyendo que la ta-pealhi-aoRUrneasoy.t,eEedGsstetoaosdb,eoaslyostseaygpnurtiiorvnadid.loeugdeiasobtsel,elm,osqoumdeotteydsoorpagzroegbcoiesSr,onloeassrtdqaiurezecmiheoagsyo.para no verlo.-Riete de eso: lo quo tiene por baso la $anta religióny este amor que hay aquí á los reyes... Aquí han habladode constituciones y cosas como los que hay en esos pue- © Biblioteca Nacional de España

EL AUDAZ 21blos de allá... Pero eso no cuaja eu esta tierra de la leal-tad. Somos demas.iado buenos para eso. Es de advertir que fray Jerónimo de Mat-amala erahombre do instrucción y claro talento, y babia sido delos que primero dieron oido á las nuevas ideas. Educadoen Salamanca, tué uno de los mfls afamados poetas deaquello. Insulsa escuela, donde so le conocía con el pasto-ril nombre de Liseno. Como fray Diego González y elpadre Fornúndez, no se desdeñaba de cultivar la poes1aamatorio, fingiéndose pastor y creando un tipo de mujer,¡quien dlrig1a sus versos. Esto era costumbre y nadiese escnndalh-.aba por ello. Pero á fines del siglo las Ideasde Indisciplina fllosófica y polltica cundieron ,por las an-Jas salmantinas. Fray Matamala, que rué de los prime-ros on quienes hizo erecto la invasión, se contuvo máspor cúlculo que por fé; guardábase muy bien de mostrarJo que habla aprendiC!o, matando en flor en su entendi·miento la nacjente protesta. Sabia muy bien lo que eranlos derechos del hombre, y conoc1a todos los argumentosdel atclsmo; conocla á Rousseau y aún algo más; peroafectaba una ignorancia absoluta de tan peligrosas ma ·terina. Esto podia pasar por hipocresía; pero nosotroscreemos que aquello no era sino miedo. Querla enganar-se ó. sí mismo; querla olvidar lo que babia aprendido, yle J>l!rccia que- olvidándolas, aquellas ideas dejarían decxtstir. Cerraba los ojos ante el abismo. esperando de estemodo, si no t:vitarlo, vivir tranquilo basta que llegara lacatástrofe. Instalado en Ocalla,l\latamala sostenía corresponden-cins muy nctlvas con varios personajes de la corte, porJo cual vivlau sobre ascuas sus cofrades. sospechosos doque tomaba parto eu alguna ll1trlga poUtica. Al buenr..nnciscnuo no le faltaban entro tanto mll recursos p01·adesvanecer estas sospec.bas. -Dien; dejemos ese asunto - dijo, afectando unacompunción que no sentaba mal á sus hábitos sacerdota-les.- Yo te profeso un afecto entrailable; yo fui amigo detu padre, que gloria baya... Pero no renovaré tn senti-miento. Vtllllos al caso. Aunque no quieres seguir misconsejos. quiero servirte, y boy mismo le voy á. escribir áuu se!'lor de Madrid, amigo mio, para que te proporcionealgún trabajo, y te ayude en eso que vas á pedirle al con-de do Cerezuelo. Pero. bijo, só bueno. Cree en Dios. Nopierdas por lo menos el respeto exterior que se debe á susministros. Esto es lo importante. Sé respetuoso con Josgrandes setlores, con los personajes de ilustre prosapia.© Biblioteca Nacional de España

22 llL AUDAZ -Si-eont~tó eljo\\"en con desdéu:-cuando les veo en-tre!\'ados á todos los \\"icios, ignorantes, llenos do preocu-paciones, holgazanes, indiferentes al bien de estos reinosy de la sociedad. Poseen todas las riquezas de que no esdueflo el clero. Comarcas enteras se esquilman en sus ma-nos y se acumulan de generación en generación, siempre·en lo. cabeza de un primogénito inepto, que no so.be mi\~que alborotar en los bailes do las majas, hacer versos ¡·i-dlculos en las academins 6 lldilu· toros en compnnln degente soez. No encontrareis entro ellos personas de algúnvaler. con muy contadas excepciones. Los colonos somueren de hambre sobre el terreno; los derechos sebc>-riales hacen que sea ficticia toda propiedad que no sea Inde las grandes familias; y en cada generación aumenta.el número de pobres. por los sc~undones que se \\"an se·gregando del tronco de las fnm1lins nobiliarias para en -trar en la gran familia de In miseria. - ¡Santo Dios y el sertífico potrlnrcn!-exclamó el frai-le, tapándose los oidos.- No hables más. ¡Qué pestilcnclnldoctrino.! ¡Oh, Jllartincillo! es preciso que te enmiendes.'l'ú no tienes instinto de conservación. ¡Yo que deseo verte hecho un hombre de pro; yo que voy á inclinarte á quobusques apoyo en la nobleza...! -¡Apeyo en la noblezal -contestó Muriel con vehe-mencla.-La detesto de muerte. Lo. aborrecia antes d e sa-ber lo que era. Conocida, nada puede dar Idea do miodio. La aborrezco más que 6. los frailes. - ¡Jesús! ¡Por los sacrosantos clavos! No blasfemes. - jBiasfemar! ¿Y per quó?-eoutlnuó con creciente agi- taciou.-Decir que todos ustedes son ' holgazanes , gloto - nes. Sibaritas, dueños de la mitad del territorio, disoluto~. hipócritas: ¿decir esto es blasfemar? ¿Quién ofeudo á Díos\' ¿Ustedes que son como son, 6 yo que lo digo? · T!luriel se expresó con alguno. v¡olencio., y habla alza- do un tanto la. voz. El religioso se escand.alizó; encend16- se su rostro, mirando azorado ú. un lado y otro temero~o de <~,ue alguno de los padres que paseaban por la huerto. hub1ese oido las infe.rnales palabras de aquel réprobo: -Ustedes han de desaparecer, se irán arrastrados per uno. tempestad, que trastornnrá otras muchas cosas. Los privilegios tienen que venir á tierra Temblarán los no- bles en sus palacios y los frailes en sus claustros. Los prl meros tendrán que repartir su fortuna por igunl entre SU$ hijos, creando así una. clase poderosa, intermedia en- tro lo. grandeza y el pueblo, que será la que más inftt~ya en la nación; y ustedes se vorún reducidos á la cristiano. © Biblioteca Nacional de España

23pobreza con '}ue fueron instituidos, pasaudo sus inmen-.sas riquezas á ser patrimonio de la nación.- ¡Nuestros bienes! ¡Tú estás loco!-~xclamó atortolado-el padre, como quien escucha una gran novedad, un des·prop~sito ioconcebible, lo más disparatado que pudieraLlllagmarse.-Dios os ha mandado ser pobres, y vosotros os habeishecho ricos.-Nosotros te11emos lo que 11os han dado. ¿Pero tú sabesio que has dicho? ¿La concien.cia no te arguye de ser tanirrespetuoso con' las cosas de Dios]-Es que yo no creo en Dios, padre- dijo Muriel conuna seguridad que hizo temblar á fi·ay Jerónimo. el cuaLmiró á un lado y ot1•o, agitado y confuso,. temiendo otravez que hubiera oido la blasfemia alguno de los fraUesque all\ cerca distraía el ocio con la lectura de algún pia·doso libro. ·-¡Jesús, qué horror! ¡ Vtule 1·ct1·o Sa/all4!-exclamó, Cü •rrnndo los ojos y pronunciando entre dientes una oración.-Es decir-continuó el joven.-yo creo en mi Dios, 011un Dios á mi manera. Yo·no creo en el Dios vengativo y.suspicaz que ustedes hanl1eeho á imagen y semejanza dtlll1ombre.-Querido Muriel - dijo Matamala, reponiéndose delsusto y abriendo los ojos,- está$ comprendido en losanatemas de la santa Iglesia. Si yo fuera debil, ahoramismo te !)rrojaría de esta sánta casa. que estás profantu~ ·do con tu presencia. Pero yo espero traerte al buen caro•-no. 'l'ú serás· bueno. San Agustln era como tú. Oirás lavoz del Señor y te convertirás. Tú amarás todo lo queahora detestas; amarás á los nobles, protectores de las in·dustrias y ejemplo de buenas co.stumbres; amarás á losreyes, imágenes de Dios en la tierra, que administran lajusticia y se desvelan por el bienestar de sus leales vn-snllos; amarás á los frailes, pobres. humildes criaturas.que ensenan la buena doctJ•ina, combaten los errores ~- ·consuelan á los aJligidos. •-Sifuera como usted dice, padre, yo amaría todas es.~scosas. S1 los nobles no ofrecieran en su conducta el ejem·plo de todos los vicios; si yo viera en ustedes hombres docaridad, enemigos de lns riquezas, en vez de hombresociosos, ignorantes y fanáticos: si viera en la corte y enel gobierno hombres d!gno.s que no tuvieran por únicopropósi~ csquiln1ar á la nación en provecho_propio, yo ,les amnrm. © Biblioteca Nacional de España

EL A-UDAZ ViEmictdJgAáfnne•ooatr·sid·nstnlndrnnteCaemiirdanpamitdaofodnuaotuzemltacoecsiaoeiispbxiloórbnpoafooaznnluaonsarresomaeaer,ecfnrrlbsosuicozn.vi3elunoeqsaoeedfnromu,iqezdstrediociapmsuelqMgeossareualemlafruooda,nedrérsceosedenildirehilh1ols1eadloaneo•esocnib¡cntnmsuaoerohqlaeccónruoun6ambeoysvp.eeJap.c,eiJtuenetglrsanedsnanrseoiddreadzrsf:aIlemooaaonanvol;ni1iártnto1gibaa.nprddnlnlrhbsaoouoeiatonearvcseacdcrsiliíomaóhioadel~vnabncnonuetstncaoitoonusnaicicesrcóqsnaopíe;yneanculgostoqii.eaodeIdunósunslCínednantg.lerlcloiarec.uLoveeaenlsqncisíqaldnodoa.o.uauelttru;neqeqDerm;\olósar\"luuasoalsaeliseoseeo-.-z·.-nmatreFnsrtuauyrblJraeecrvóoensotiómradoce,iósqpnuu,eéyhs atmrLaluzacávhnudaeoslstaoen:sgiorrbeer.zeaer,l dijo al termi- cuerpo In se·. _ ñgtdcs-crp¿doáatinenhuua-ót--lsuveracnYonYutadcotmlDamnoeoeysootqusilmieíneplgoúsduatnaooom·yoelaee-uhocbsc-zleanaor'<itronn/sounqecqtlgbmráerdizgeuuéjrufa:aorsmuaere,rpseastnapetaioeidp,sloolonlroeeqiu;drfaeas.rputsri1nue,tdiaeri1,uabsnqeiáa0rolsepsqnueb.dlacorou,oiacebcdenPe1sdqnjoeea1íúeieu,strdaprsdeetroepposeoaeste·ro.aroedtdz-hocsMdzdceoeUoeooumrebcllzteireotoedoÍcpodLlslonetnpseqld·loildo:huqadditaosearyyt,seuncpdrcoáeonlepmuoelocqisamereeldouc;tuqrssáounosdltciuytooc.slreeraeaaunussinrYlá-bztiualldoe.aeóistlppíer,soan,jcéoetntoc.oisrufrpmtoeadanMsrsoslnceovuovrtusuuiea.ocitdcrlnrngVtionoseaaernuanoaenlldáe-,--s--··cluido. -¿No le conocia usted In otra vez? · esa -No. ¡Qué lástima! Sí entonces hubiéramos tenidop a l a n c a.. .;ypcatemog--trdra¿riEaegoldYrossv.eectSdqopzeeuuperliáraqnéSssduono,ornm.esIeals.sDlb.,o?a.r.cr¿e'toBéfCíomennuóncoemoaisnldsioltsuavoetvse,ieeleenelrensqatltotlud.cauaieoemrcr¡maehupnceo?Rouo,eomemedtsloeoadenndenddteaeoaosnmcttyrtaiouói,gVs.npo;enYqpdrluedaoere,edocGyteenáoagbbcdrronmoaancysnee.,· © Biblioteca Nacional de España

HL AUDAZdcycrudiooáoíc--oqnroqEdSnudd.uaceeisePnael,ee,edetslsroopeulntood.aohooasorqammqynubeuoboiersegroátui,eos.dc.nnoie.utauasíuosdnyecvoaqromisnnunes.eareaooar:idmi~e6cal1ynshboa.d!nmnrdeoavenTarisoece-elcstuaanioacñaesgndina.aaqov-tdszcuYoiímeiedóadrdoetdMoiloigei-alsoadaqqiet.misuaus.j.cmeoeluorlelinMespbelctssaieáourrthtérgeseuiooeenmesmlrnxtáieoaprebrpjedlnareii-ee----,nyle$dddYPtauUsá•eee---ol-·-t-eonás;aor,EcYDSvse.¿otisdsYrvrontYsucinóoaeniae.v;ooogosrepvtuenltndeaosalaeeisdeqloaomc;sdzllru-uglddi,tJrcasybainsirjeresessgoet.ioaa.eereñéo.osdCnooedeonpebSd;qsus,aruadecutpeauuamod(d¿edlerLenoleCohosotiaisdenecphgine;anosjhancearotabuaoeseoaerueoncnzcrhdacresnigrrhiutoaeeeisaieiaeecbrMncdmhblud.lhioomtanooasmoeVaoumtasmr,sqdeáycoiedfiecrdlus1bhotsgiair1oo-?esdrrac0nucmc,otc.1picoeuooo.voMohernn;Qinvbarrnavacaciszauoe.nvtblriuoyeílatilaI,eeni•reunnnqsinyllnadctoef.tu6ebdlahoMSiu?qlopneaeee.yurlna.tlle.eeelvedfyanfsreraolrretieenatdArahácsigi.rnsuuellcuaaeccYmeldehalqináilllralaounoeáclnrnoreve?sitaiaaoe,armnrdo..n.s.n.l.y.eo;.-.ia.-pu-e¡MrAtua.rbideleldlsacemolneevvleaannsttoós.etñaamsbdiéenl.a casa en que vea á vivir-dijo el fraile. · -Voy (\vivir con el pobre, aunque siempre feliz Leo-ntfaraa--m-ri:dEl:b¿eolSiis.éaeipgbnmeurtripeaoernntcvadgenolooroccqsmonulni!epsnamrh•oyeaorncun;etd?o1pa·,edtraaoeluglstolioeegemánopltlraiaecgbcoruomaernontepoc-u.omemraotnaiádfeeélsltc.óoYneo-lvpcte~aeloio--snnsfrAASoptdIoarconedda.nfdiíserssooetecoóecsstslraouip,,ocdmniMpidadtaefuíearedntdnsrradrp,tioreilauyannn-czó.ceuisosóilrMelinnltjdsuoao..ee-n-rhHpMieeIiarxnzlaeuroctsrlsflueipaeateovelamidn.ot-rlaló.róeuHbaEleeiblngrgellauleirocesoeeot.gsvlaamiooagcl,mooinaorgereeseidgloncdío,optaee.ananqblcdtarueiralsseeizagpJádárernoaordócétcoeiusoalstiensa-· © Biblioteca Nacional de España

26 llL 'AUDAZrmeoncMia atamaln, le hi~o al verlu salir una profunda reve- 'opVepiqtnbarpeoueaanaroselsneiedPrbonrftleaeularnlceeacranaadayossdsabetmaJqarfdraareeeuedhsprlneiáióalaápsdacnrncltoaiiooioudccodmgr1oneinoióo's:roaoeitnts,cseqrdMueo:sduardeseemarjeerltolhílaasaveaStmelssce1egmpat·an.uoedgrloDnnearoaasecamcze.lsioursslieBccsofmugrrrozueoaiqsembrne.isnuiincodgptóePi;aoburso:oecvircifeonyrleeaqandnnneuaeotitpolheleu~ceporvrirrcacenaresaoanasorvlpUneotneílnnrloctalaoaautqul:ollaiiulcgnnomaqueuco~druá.npas.otilaroieeel·ctv!ranssa:·· CAPÍTULO H .El Sr. de Rotondo y e l nbnte .Pun.ia::ua. 1cecmbgdéscPmlsyammllhniooailluieauooltaoeaassusogicessinnpcStbabuL.bd¡soeuneoretTl¡r,U•aaeeamei-lensrisstahoelrqrsnesilemntadsssndhaaopocmuetac.áiiebleríeaoormlednbtoaseoiLoanlnsdnzdbacbesuanga;syueMsaeenulru.r.tdúaoioseolelperdsneDehobusCénlsasdraioyonaierteinpca1rl1evtbaiplnnbirtaaoraei·tsñhazbrrmaaoemddaolbcheilaudclduraolnodaaezeáadufptuameodn,raauocaarneyooneesscieqcmuomlorydsd,fdcoróadtfur.olaaooatooeatqnmaa.eceensnCmeñndrmsuuaeudmdsltotoasocnni•eulsoouuogdsmuganpcafqntpualslcostaaétdeooauoaSosulnl.lpraeoardteerreqaasncSaqmliacseojvolamuoa1adltueuuvustliscedi1eeenposllhengpeirJllfaetltmeavdnnnooaoeeainu~scdcpabesftyarmsrcdniluiaoaainoí.aen,ióbocuaalidosgeqtognléúi!s,anvnianirmrérulcle..ueadaeaqacavdlligdexclanncepirnóueoiuocofouíJdioaeanlrteabrhvag•onnntnecdamSiaieerstlpusudmo!lddyeeaa,cneatiedumáóocagxulsihántconidunalseidtaxluonhlioo•rpulnvnqbivmilldc·coessarsesemadruaeeooemleoitnroanbgrplsrenrmos.saastbaufpeao:.gecnoPehasadpzücgidstuyelsmaAieanracela,roe,pndarebpnieae.ádirona1dúitralíor~annnn~oeu1io,-:a~ueí.'-a:~·\·.·· © Biblioteca Nacional de España

BL A.UDAZ 27jpLeoacrarllnogugazelanarsearcáyoin,ldanisociasoveneepnsrteuoerclaeusmpacelon.lntaamcleausrcadhceotesdrueesvsdiudesalf,iiblqoeusroetfiíenarasa.una vida de estudiante sin estudios. Reunido constante-men te con jóvenes de la. cla~e popular. Leonardo hablaolvidado que era noble. si bien alguna vez la vanidad in-natn so mostraba por un resquicio do su caracter, y en-tonces solla describir so escudo con una prolijidad queproHmsotrvolacbgaraarm.diestsnbduIrCla'tstneíanctroensMusucriooml, pqauñeelreosh.abía per-don~~do el ser noble. Juntos vivieron en Sevilla bastantetiempo. y la suerte. que algo le tenia reservado, quisoque juntos viviesen despues en Madrid; porque Leonardo.qqcouureet,cch.ouynirnmdiUoetAievsnotdadabelauccuuínaa,nlsdaenoeclselteadgbeólescMaióg,urrcaiodemla,boáleéqluhdiaeebnclíaaal,otejeónniedlnoasftiluctiuocdadsdnoo.lEafascmtaail,llieqausd,eoooJfrreaesceúílsasyeágMJuonsadrdioao,speiasnomqdiugeeoushnalabisnitvcaáoblmaidnoodmeidudalí-··des do un palacio, á pesar de la estrechez de su recinto.VivÍIIU solos en compoilia de dos personas. de quienesno~ 'Sorú lícito hablar un poco. aunque su papel en esta unai1istorin no sea do gran importancia. Era la primera queespecie de amo do gobiemo 6 patrona de huéspedes, glor1a, y viví use bnlhtba en el ocaso de la edatl y do la los venturososen una lamentación contiuua, recordandodías en que su esposo tocaba el violín é improvisaba madDdrooignsaaulVemsiasiertcuahciilóatasnvpmiruloidsceuzfrrapebcoauresmnotef.odacdioanrsdleotseurdntoucllooiranestsindyuesaodMloeadydardeides-s.tltrcoesctpihnaolr.atydrailstaotrvacieodrnaledtodedvooosstualsoospr~seearctníitnaoaascneycshsmoanectlaaamsncpdooeliláaa.ss.cuLoeratsepocitrrcia--persona que hal.litaba la casa era un criado á quien lltl·mbtaacaribbóaennrosAey.Jepixfect.lanussqom.ubeearloo,couhaallacidiaegsldeeemsicapoemmilneórbs acduleaasnlodfuoonrdcdoiionnnaaerVisoi,sdi.ve-tenia además hnbilidnd no comt'ln para todos Jos recadosque exigieran astncio. y agudeza do Ingenio, revolandoen esto la educac:ión frailuna que habla recibido. Ensan- acdoenmsáusalpativtausdtameasrfaevrialldosealopsarcaosnuopcliimr ileanctoasredne-cbál.laso de sastre, 9ue era peculiar en la casa de unAllfonso Leonardo. :No se sabe donde adquirió el mau-cia absolutapobre comocebo ton extraordinaria destreza; pero es lo cierto quecomponltt Ja.s cusacns de s.u nmo y hncín como nuoYnS l¡•s © Biblioteca Nacional de España

28 más viejas y raídas, prodigio en que la tijera y la qulml- ca obraban de común acuerdo. Una particularidad digna. de ser notada es que dona Visitación y Alironso se abo- rreclan de muerte: antipatía mortal, profunda, eterna les dividía. Eran Irreconciliables como la noche y el dlo.. La vieja babia llegado á creer que el travieso doméstico era el demonio disfrazado de aquella forma para su tormento, opinión' que consultó varias veces con su confesor, sin ob- tener respuesta categórica, por no ser fuerte este vene· rabie en el tratado de 1·e llamtolli<II~Mi!. Deteniilas y erudi- tas investigaciones becbns después que subió al cielo doña Visitación han dado á conocer que la causa. de aquella antipatía había sido el siguiente suceso. La vieja se fué muy temprano á la Iglesia en cierto dla de gran ceremonia, dejando en la cocina una gmn cazuela donde se guisaba corpulento jamón que le hablan regalado unos extremeños. Alifonso lo sacó con mucho donaire, y puso _en su lugar el violín tlel difunto y nunca olvidado esposo de doña 'Visitación, reliquia que Ja viuda conservaba con respete() religioso y fanático, cunl si fuera parte Integran- te ele la persona que con tanta gloria lo usó en vida. Cuando la santa mujer volvió de su rezo; cuando en- tró en la cocina; cuando se acercó á la cazuela; cuando <lsió el mango del violln creyendo era el hueso del jamón (pues era corta de vista}; cuando destapó, vió y tocó, cer- ciorándose de tamaila profanación, su furor llegó al gra- llo de violencia de In tragedia griega; sus nervios se alte- nuon y cayó con no sincope de que no había ejemplo en stt borrascosa vida. Aquella noche, en su agitado y ca- lenturiento sueño, vló In irritada sombra de su esposo, tocando en el malhadado instrumento, que lanzaba lúgu-- bre~ quejidos, y ú. su lado á á lifonso con rabo y cuernos, teniendo en S!J Il\ano el .íamón, que apoyaba en el hom- bro para remedar, tocando con un asador, Jos movimien- . tos del airado fantástico músico. Desde entonces, á la supersticiosa mente de dona Visitación se adhirió con in- vencible fuerza la idea de que AIIConso no era otra cosa que el demonio mismo vestido de carne humana para su tormento. Estas son las dos personas que compartlnn lns pobre- zas de Leonardo, el cual, con su escasisima. renta, que cooraba tarde y mal. sostenia la casa y daha habitación, y alimento ii su desdichado amigo.© Biblioteca Nacional de España .'

BL AUDAZ IItNctlntbtndoeiaií.'io~epeaón,mpumdlhnLci.rítsad,nco,eoeeppiLseesdsyogqneooinaió,nsuunida,ccayenaioiiadipqlcesroodetoldcpipunGsiisereruoobeedCoDorsodtrnr<otcilno.yleo\"qegur.oiloslta,J.bnsuanmnmuapeEeaecysacnmorrboanlueotedonegaimD(eysmonstoqrnecln.papapcuteinotoijbemlnoeeRmnetnecasec:ehatniuouaoesosaMrfamtlsnceuu!lptsbLtupemáae6auanlvsropran,Vrdecopioda<tgddicies>adnceadoeZeae.leirrpesanoIo,cdyLolinbenosotfdeIe•nrraanesrslaóoaarnlisudpdqtonslCeua,docietumacrgrdináceuereeeollpdat7xesomaeopi.oapidnddjoetdx,mprturesocre·aoanvppaevosasdql1ustemaencia.rmurise.oans6ilpsñestptloatyu,taelacalUoltcqrccaardrsmolJoeioiurooe;bnnncris·dpestn;tcuobueeeaaqaqfejncprpjsainntunsuieernaarue-i.lues-e.-s----.·f, elmsosevcdrle~enouironaie'i~etdgdsnLeiaadcleednmstl.eiieatscneafoag6e,iáermnyeoátlrsppLaolavoocrdlcdrraooutardioeivó·raasodso;niaarslntive,lpyipdieelmyensiiapvséneaigaaaconps{r,aqu¡,onil.bf·nynuiidpforPdte.1sl\"ereeeraeiuOdm.cmnts.SreeonootcadEnramisaaacee.nluunols1asesndns·Aetnhoyetioradanzcucnamehóntdhmt.dmalooaeiaeealginniitslldseectriiddtepofeennueeees,avrca,sJceiráiiloltolodxaqaasapsqnaibuaessnulqaa.eutetaoeleuy-isrbetumniipuaepnsencrisrmetorciaidiuantcadsnresncat,dítateííiao.s.astóeprduaseudinredceseedne,oonugsldsedacnamtubeeu·Mnsancephepaooulltaniamacbdaupdrrtibslaonióóoeeelead---s-··- taqAAnrpcatteoolpnuraallndrsuibñqbefuEmtoroaduuaaegtrnlieesieslnaaslss,eliyamodporecaslrooscaoncqlctohaedeuobfn1sentnpeeemio1oixesótleapmcoltiLnpmmraoórhnoe;besnelolpconmrracdtoeeosninord!asoreblaascao;ge.rasleosc,judaybónugenmoa,cchríri,iaaiaauancoSpclsrcncosgloogabioonoeédrncaisisneadbeSmúerdnpiaalndmcuottuibcidoeicnlnóomiiehenvcantsdncooseouopa.etsr,Icngecstnuaeasñprordlmnaa,vtanl!itldracLoesarlnapi.qrreaspasceusdoemhánluaeiflorissaessuesiaaabpumjtddbfloocaesdoáilHvurraenalcynfeersadouarnpcbepumumys,oaasuontn.rpaasglláaoiaraccaqCañdbsoollJuoaoeoeaserrens-es-.-srl © Biblioteca Nacional de España

este atllvío, el gahu1teador salía á la calle hecho un 11141'-r¡ués. sobre todo de nocho, pudicnc:lo así retardar Jo másposible el desengaiio de la dama, y ocultar la desnudezefectivn de quien uo tenía más tesoros que los·de su facilafecto.Cuaudo Murielllegó, Alifonso hubo de hacer un nuevoalarde de su fecundo genio, pues los vestidos del jovenfilósofo no era•1 los más á propósito para presentarse de-lante de una persona como D. Buenave~tura Rotondo yValdeeabrns. Sujetóse á p1·olongado tormento la únicaensaca que poseía; empleáronseJas prodigiosas leg!as quehablan rejuvenecido la chupn de Leonardo, y el som'Jre·ro gimió bajo las planchas del habil confeccionador, porJo cual,.Y 1nientras duraron tan complicadas operuciones, -tuvo Martín que guardar un encierro de cuatro días, vién-dose imposibilitado de visitar í~ la persona á quien hablasido recomendado. .Esta, sin embargo, quiso anticiparse. tal vez descosade conocerle; y uua mnñana, cunndo menos se la espera-ba, se presentó eula casa de u1. calle de Jesús y Matln en, busca de l1uriel. Era el Sr. de Rotondo persona de me·diana edad, amable; pero con cie1'to agrado empalagoso,que más parecía obra de un detenido estudio que espon-t-ánea cualidad de su caractcr. Vestía con extremada pul- ·critud. y en su andar, como en sus miradas, babia siem-pre expresión de recelo. Cauteloso ó asustado siempre.no se atrevía á dar un paso siu mirar antes donde pooiael pié. Su vista al entrar Qn un sitio recorría las pared~s.cscudriftaba las puertas, parecía querer penetrar 'en elinterior de lo más resenado y oculto, y ni seotarse. susmacos tanteaban el asiento, como si temiera ser víct.i:nade alguna burla ó asechanza. Pero en ninguna ocasiónse pon1a en ejercicio su desconfianza obsenadora tau ac-tivamente como mientras conversaba con alguien. ElSr. de Rotondo no perdia sllaba, ni modulación, ni gésto,ui ligera contracción facial, nada. Su atención era· pro-vocativa, y por su parte él hablaba despacio, como noqperiendo decir palabra alguna que no fuera precedJdade una seria meditación. En general, ni su preseL1Cin, ápesar de ser persona siempre acicalada y compue~ta. nisu conyersación, á pesar de ser hombre culto y con.ciertogracejo, despertaban niugfin sentimiento afect~o.~o. Nose podJa mirar sin recelo-á quien era el recelo mi mo. Alpresentarse-ante MUI·iel, b1zole vru·ias cortesías e n muyartificiosa finura, y después de pasear su mir da porcuantos objetos habla en la habitación, tomó un silla, y © Biblioteca Nacional de España

EL AUDAZ 31asegurándose con cuidado de su solidez, se sentó en ella,entablando con el joven la siguiente conversación. -IIl ·• -Mi amigo-dijo Rotoudo,-el reverendo fray Jeróni- mo de Matamala me habla largamente de usted en su última carta. Aqui estoy pai·a servirle á usted en Jo que pueda . -Yo lo agradezco-contestó Martln.-tnnto más, cuan· to que otra \•ez estuve en :Madrid con pretensic·nes pa- ¡·ecidas y no hallé ninguna persona que se interesara por mi. -i0h! no hay que esperar nl)da de esa gente-dijo Rotondo bajando la voy, y como si temiera ser oido.- Aqul hay una falta muy grande de amor al prójimo. Y lo •1ue usted pretende, ¿qué es? -Que el conde de Cet·e¡¡ucle me pague cierta cantidad que á mi padre debla desde antes de la prisión de éste. Hl proceso 110 afecta en nada á esta deuda, motivo.da por haber anticipndu mi padre... - Ya. ya...-dijo D. Buenaventura, demost¡·ando que ht historio. del desdichado D. Pablo no le ero. desconocida. -No creo que esto se me niegue ahora. Yo be de ir á Alcalá muy pronto en busca de mi hermano. á quien quiero apartar de esa maldita familia , y &pero conse· guir... -Cerezuelo está enfermo y dominndo por la melanco- lin. l;a separación de su hija. más aficionada á la vida bulliciosa de la córte que á las soleda!les de Alcalá, le con- traria mucho. Si usted pudiera Jo~rar la protección y la recomendación de su hija... - lile han dicho que es el sér más orgulloso y despóticoque ha nacido. -Es más qu•: eso; es cruel. Fáltale Jo. delicada sensibi- lidad propia de su sexo, y su trato desagrada á cuanti!S. personas no se ocupan en galnntearla, aspirando á domarpor el amor aquel carácter infiexible y refractario tí. todas Ius ternuras. -Entonces no creo que pueda favorecerme. -Hay que esperar poco de la gente noble-dijo donBucnnvcnturll, prestando atención á la voz de Alifonso,que reil!a con doilo. Visitación eu el cuarto inmediato.-Lo. gente noble, in,sustancial y frivola para todo Jo que© Biblioteca Nacional de España

BL AUDAZes el servicio y mejora del reino, uo lo es para oprimir alpvIbnoea-tnbri¡-orm.OLenqo.houede!sneenplFsorrptiáaveansibdlcpireeieeganriM,aodybsni,acstaheódmoeh;mncallenauas.erdalmic.eoinónymncneesbxeaemarnceagtjqoaaun-neiot,xe,cceoólnmaemesoelósadeemilaaijcgnoaoo--qemecrsiulagi-t-idvgáMoD¡eaioCsnlsueevllycsrjtbéeoioenozrfsmenlrih.dagotuasieeoslbelel,tsía-esapapydmodduf'ncfiemdegro~ismquir•rr,oriaueólrgaeeusdisppndreo!seaqes-etrcuteotáeoexeanmql,clllculneodmoaenlenmluiausstlnaróumysasiosnMoercueumontaGeeasorpvontnerríosnresmoreausezxummuvutúroyáiecnaglslaiunboomsajce-aesiocamor.o.toamn.olosnoa,.sbstrtierirncoanaludbeéó:oa--\hzSYoaia-,bcSlrisaaaéí-,clyaacaooslrlmciqanousodmtletis1aóui1csdfeituoelee1do1lraatoressoms1om1cufimtiilyeóredaslg'oatnlrldflddao.ao;v&¡eeO.qnlhuod.eqceuuunáesentdedpodoernhscseaoarnbádaceeidsleeedrctíchaala!zr.do..o-.-cie-rYtaos pmreeochuapllaoceionneusn.aMartln;-tengo motivos smituuayciópnosmitiuvoysesppaeraciaalb-orerrpeucseorcBhiaue-creitnUaaassevtlceeordnostssautesrrr.oaá,ddiporloigrjoileovnetdnaon, tctooo,dnoh.aolnmasibaatreednedcelieóaenrccdailelóinssu-udsmidjoeirsdaeodonasycbhStiaptlsqtoanuliaoloiou-epd-mlsncndn¡rpaeirpaMiarHaooOaópe.ioyqpdbp.rruimnsosuu.eeheaaóreia,elmYcnobsllnmrehe.atoicatyarltbQruoCtsouorarc.murbugcoonsuscaseoc!si.o.sfhime'epettéocon,eaenmrorndnr·spaodeslocm!eeeoaiolsnorvrsv.ev.nai(,aunapidrqseambisdcunveDlcanuieclcraiilcbudtea..adceiósóilcónolcnoTaemdllhnlozob.euoaaoa.a!ooinaolUgbndh.lmen.e¿vajiqounnesestPoeauuamtsppt.á.uruyot:ediveue..aeeisonoerelpedsstLtalran•lueora·ray(tqotdnmn.zu!srau.s!,toetor.d6itoeunavzlinsa?eecmnoeEteolps.imerbt.dleptsaa.e.vanirodeyos-rcnraciesoaáoi-o.ltreaedzdpndóes?nIm·xDuoasdnainecctjjlb,o.airoasoci-loresadbab¿eoi.epfRgomSrixyumeiaiemcetoneaós•oupnlrcrt,anustsrtrollicoeomídsau\ynn1un.ipevruadaccdacaoexrnihciienogissppóccdtasiti.tiiniel-o·a-s-o---con ira: © Biblioteca Nacional de España

EL At:llAZ 33-¡Esto eR insoportable! Me ltan de perseguir en todngpnrtes. No puedo dar nn paso sin que me siga nn espía.Muriel. sorprendido de iiCJ,Uel_incspcra<lo nrrebato, procuró soronnr á su nuevo nm1go.-Cálmese usted-le dijo.-Miontrns esté en nuestracnsa, no podr{• hacé•·se!e daño illguno.-¡Ay do ellos si se ntrcYen ú. tocarme! Su único objetoes segui rm e tí donde quiera quo ' 'OY. onterarse de misacciones, ver con quióu hablo y con quién me tmto. 10ll!¡Pero mo tienen miedo! ,Mm·Un crn todo confusionc<> en presencia de aquelhombro oxn~perndo é inquieto, quo hnblnba con tanto ca-lor y ~o creiu rodeado de espins y satélites Entre tanto.un iudividuo extraño entraba on la casa, y preguntandono só por quién, procuraba enterarse. en animado diálo-go con A)i(onso, de los nombree, edad y oficio de las per-sonas nlli rcsic:lentcs. No tuvo el astuto barbero la procau-ción-6 h\ malicia. de callar, y dijo el nombre de su amo.nco.nBluoecnunnvlo, nstnutrisnr,cqcuboo,tosdeomloaroclhaódeesldeculta·isoasloa,, dejtu.do ú.mo de ~~~ a·n bill. en el col--¡Siempre lo mismt>!-exclam6 cuando el ruido de los¡>nsos del cspla se perdi<í en lo mús b:\jo de la escalcra.-Ya saben quo estoy aquí: ya lo conocen ú. usted. ¡Oh! ¡Niun momento do libertad! Sr. D. Martln; yo necesito ha-blar con usted; es preciso que hablemos largo, largo,largo.Y ni decir esto estrechaba In mano del joven revelan-do en sus ojos profundas intenciones; con tal ademán domisterio. y en tono tan gravo, quo In fogosa in}aginnci6ude :Murlol no aceptó la espera y preguntó con viveza:- ¡,De quó1 .- Ya lo sabJ•tí usted-nil11clió Rotoudo algo aplacado dosu flu·ot·.- F.s pa·eciso que nos veamos en otro sitio: en mlcusa, •m ciot·to. casa... 1\lañnnn á lns dio:.: en la callo doSan Opropio, n(lmero 6... ¿!\os veremos? ¿Irá usted?-St: sin falta. A las die7.- Pues ndios.Dcspldióse afectuosamente el Sr. de Rotondo y somnrch6, dejando al pobre llnrtín más con ruso que cuan-do le dccla •¡,Usted será hombre de acción?• En verdad,el joven m•iS sentía gozo que pena al verse repentina-mento ligado •í una persona que se qnejnbn de tan obstl·nndas persecuciones. Hosti!Jí•bnlo on sumo grado Jo. cu-riosidad pot• saber cuál sonn el g rnve nsunto quo iba (•conllnrlc ni dln siguiente aquel hombre singular, que ou 3 • © Biblioteca Nacional de España

31 EL AUDAZ·su corta visita habla revelado un mundo de ideas y ac-ciones á In at·diente fantasía del buen volterilmo. Aql1elhombre conspirnba. ¿Ouí1ICS eran sus planes? ,:Por qué lopeseguíun? ¡,De qué gt·aude idea, do qué gigantesca cm-¡¡rcsa quería hacerle partícipe? Estas cuestiones, que ent1·opel se orrecíau al entendimiento de Jllnrtln. obtel)ien-<lo de 61 mismo mil respuestas diversas, no podían me-nos de impulsar su ánimo hncin aqulll hombre desco-nocido. 'l'odo lo peligroso atraía ,¡ 1\lUJ·iel. Todo aquelloque fuese extraordiuario, aventurero, le f<lSCinaba. guel fondo de su naturaleza existía latente y comprimidauna actividad poderosísima que necesitaba espaciarse ynplicarse, buscando con afán lsL vida exterior como elmodo mús propio de ar¡uel inquieto y siempre ávido cs-lJÍritu. Bnól habíadesdcmuchotiempoantesun ardientey secreto deseo do probcr la fuerza de sn pensamiento enel yunque de In vida pr:íctica: ent1·evein hechos colosa-les, pero va~os. de que él era principal y .,•igoroso motor;mas nunca nnbin llegado :í hnccrso c11.1·go de los mediosque pudiera emplear para dejar de sm· ideólogo. Así es que, cutmdo 111s circunstancias le ofrecían prohabiliondcs. aunque fueran remor.ns y mtlY problem:íticns, cic llegm· ;, aquella realidad tan desead1L, GU inquietud uo tenia 11· mitcs: se avivaba In perenne excitación de \111 cerebro, y se complacía en dar proporciones enormes al 'hecho va· gamente concebido y ardorosamente esperado. Por l'SOla promesa gnl:re y misteriosa de aquel hombre no bien conocido aúu. picó vivamente su curiosidad dc~pertando en él el vh·o interés de Jo mara,•illoso. ¿Qué sería? ¿Cons- pirar, preparar alguna explosión rev\)lncionoria, r¡ue trasfo~mara In sociedad, y echam nl suelo el caduco~ edificio del derecho divino'! ¿Sería una simple cuestiónl¡ersonal do Rotoudo? ¿Qué parto tenían en aquel asunto as audaces ideas que él, filósofo indisciplinado, conside- raba ·como su único tesoro? La curiosidad le pU!JZnbn, como u o apremí:\nte escozor del espíritu. Pero en su tem- peramento esperat· era la poor de lns torturas. y su ima· ginncióu se nuticipó ;, sattsface1· aquella cm·iosidad, for- jando mil desvaríos. VIAquel mismo din Alifonso y doña Visitación. pocodespués de snlir Jn. visita, cr:m victimns del mal hnuomhoar-do! enamorado J.connrdo, el cnal, ir-ritado porque© Biblioteca Nacional de España

UL AUDAZ 35bla visto en la misa <le doco de la Trinidad á la persona ........por quien tan puntualmente y con tanta contrición asís-tia al oficio divino, creía, como suele acontecer en Josu.mautes incorregibles, que todos Jos séres vivientes te-uían la culpa de aquella contra1·iedad inaudita. En vanoel festivo bnrbero se esroe1·aba en barnizar Jos zapatos desu amo con una solicitud demasiado aervíl; en vano ohe-tlccía sus órdenes con cristiana paciencia. Leonardo nocesaba de reiHrle profiriendo teruos de varios calibres,que erizaban el cabello de doña Visitación, dándole ma-teria para que po1· tres días seguidos se estuviera lamen-tando de vivir con aquellos herejes. El amarteládo jovenno tenia consuelo, y dc:,mínndo por el pesimismo que seapodera de Jos amantes cuando experimentan un ligerorevés, sea de en_trevista, sea. de carta, lo que menos sefigu raba c1·a que doila Engracia (pues tenia este nombre)se había· muerto; que había sictó envenenada, ó gemía enlas cárceles de la Inquisición, puesta nlli por la bárbaramano del intolerante sacerdote que tanto infiula en el:lnímo de su mtdrc. l)lo es de este momento el informarni lector ele quicu era Joi:la En gracia, ni quién su madre,tipo nrqucológíco que el siglO\" décimo octavo, por unasingular comphiC•Jucin, había prestado al décimo nono,ni quién el amigo espil·itual y consejero aúlico de estaYeneranda señora. Por ahora baste decir que Leonardohubiera llegado al último g rado de la desesperación si unnngel tutelar, un nuncio de felici<lad no se presentara á<lesbora en la casa. quitá'ndole de p1·outo susmelaucoliasy hnciéu<lole el más dichoso m01·taLde la tierra. Nuestros lectores uo conocen á D. Lino Pauiagua, nnode Jos abates más ociosos, y al mismo tie.mpo más úti!esdel reinado del Sr. D. Carlos IV. Si le conocieran, ya po-diau asegW\"nr que sólo en su trato hallarinu suficientesdocumentos históricos pam juzgnr la sociedad matriten-se tic aquellos días. No es dificil hacerse cargo de lo que·e•·a aquel bombre incomparable, que no desapareció de latiel'l'a hasta el año 1833. en que con el alma de Fern:m-do VIl se rué pru·a siempre de España el absolutismo conmuchas de sus cosas inherentes; no es difici l, repetimos,hacerse cargo de la poderosa entidad social que conveni-mos erí designar con el nom brl! del aLate Paniagua. Algo .oxiste bo,v entre nosotros que nos le recuerda. La publi-cidad propia de la época en que vivimos ha hecho de Inprensa un órgano eticaz que sati'sfnce á multitud de pe-queñas necesidades sociales. Hay en la prensa una partellamada gacetilla, donde las luchas de la politica no lo-© Biblioteca Nacional de España

3G EL AUDAZ~nvgeóu.lNtq:cesdlq1hctí~laaoeodlmlmlbcninaepoibmhluanosJgoatoloi·euódcstnlancilsssiocosaea.plcorauoIneoagssncsañnoseeeraosati,oaccicnnebgrrraulgso~eincupnssusasmmnnsraltncenonpgtcmxscmaaeusestaitoeuCped,nn;icns.ioéasoioaUecóriúotsqaoiotsengrcenzmuocollgairóásucee!lcmi,s,nstc,taedsáuoniboainmblsimvmrreusilnaionduescmjsl,stddicaq.aiecngsbo,ersdo.inndnianqdtgloaneboidi,elm;itou¿naentnalieusvi.ideegeronrannlecuaQonrtemnbrelineitthmJdsihrlsiehedrrsscnircióopgpdtlnapélveeeoutnu6atflenqtoeolsYeon·qb¡·rlanleprotdáienncaeívnsbsinc;dou>ndlssccodcdnuadséreécánnooucas6tisnríacgxoeceeieaeocosespInsuópedtaidiius,csemeelcniilxmión·!gonhbá.resaooachelso6asqnorógdnoqadscnhocbn,tasbranapyrtrumcú,annlniuaetMenteuávirioieaecelmncanlbaorilnnnndlnesáloeiee,casu,rodnielmqet,bammlícp,ozd,diaoaeóToetnailcpsssadalcsrónddu·avln\jcuaeemcdnesldiboolslunítuandneononmnroecocendinrEiitnprodtuoduspinccrlncecdólmceedasoasompeJoos,auasemavapormaiubsorltnansdi•tiguml,es6tceplnoitl:,,eedp·eenoisyaae1loseptonriernno,érdlelcocsllncaorgsipurpsdaosolerisdéaasnunsoleeaalucuol1araecvitn-qfcsiossalolnogaodtmom•ji1blivlisccnudílenslcetrno·smudcglgmccraoesnaicirctrqdtictionnenecvboonnoboncroaeiauodcnilU,ntshyuusi:s6asuíerúodinnonstrLsbnlitnuaecrru·edd'miyv,sdnoioieolnponnootJnsdtrlqeupn(ncedqrv•UeingaLeneas:ereeIliedlt1cae·oeéncocnlctI.\encmuCadgorrIiosddL¡er\"cr1i.oifdxdniesoclile;scbosedsaorrdl.ep~iéialneoe,iclpstoienoe\ttl,soroannaucgssúaQlcsnariltqdnloo'amerhillrnetl,bIeo,,oslctaaooqln.élequIlluldnoóonni•ctteos,dtnlraleasebúonío·uYbenucToeelngsolldicanq8idu!•r6nnloilsandm~acti.xceotdl_hepnu·ain1obragaiiírnoduLcoqoudaoc,usgp.vcag(soórtnuonncLdiaqlnnlme.isnnctmeeuqceren-lnn>iurvo.nsqHctouricouluotsuaIldlcolaecoemlouL.peorsaeonailauetaboljsnlc1snl,asousccn7vp6s.nsaernserhti.nledoScuob1anlbadnosoibsrec.iurdnrrssn<.caloice•dc~cnoF.msnnaelopnare,srh'lte.leemprcs.ooatp:oleyeribohudu.lfpdp.nruoltllltleconprl,algronanlo:trlrl,i;annnpo1efsrcsbneeafscic~amailoncenussfuiebiuouscolcc;deriiltxooyitUtsao.cocdnsl$plqotoeanni:dljacgolymiol¡cinlcsii1sttCeen.al.eeusuanc;sngose,oaeqPmmdra'dadtrcc.teqcipideteLrqoelecrndfaocdquruloáunóelooní>lI<le1oiileeousesmoaduanto;meanlenstóaanUo~nneei·nordln'na.·aseslece~n¡ennsn-~yn·ao-•·;e~r· © Biblioteca Nacional de España

EL AI:DA:C ,y llevar recados, dirigir las modas, enseñar música ycantarla en las tertulias, componer versos ridloulos, dis-poner el ceremonial de un bautizo, de una boda, de uul)ntierro: b!lSCar amas de cría y bordar en cañamazo,~:uaudo las circunstancias lo exigían. Dent1·o del tipo ge ·neral del abate !rabia una variedad considerable, puesmientras algunos eran hombres licenciosos y corrompi-dos, que se valían de su traje, conveucion ahnente respe ·h~ble, parn penetrar con m;¡biftl!edad e¡~ ws cstt·allos, comodice D. Iwmón de la Cmz, otros eran unos pobres dia-blos, inoreusivos ú.Ja moral püblica, si es que ésta no sevuluoraba con la protección de secretos é inocentes amo-res, que;, voces traían grandes cismas ú.las familias. ' El abate Pauiagua em de estos últimos. Su extraordi-naria aptitud para los recados de importancia. su memo-¡·ia vastísima, eu la cual guardaba como en rico arcllivotodos Jos santos, festividades, ya fijas, ya movibles, to-das las ferias, plenilunios, solsticios y equinocios, haciau<¡no fuese de gran utilidad á las familias. Tenía !lnotadosen el registro de su cabeza el precio de los comestibles,e l nombre ele Jos predicadores que subían al púlpito entodas las iglesias de Mad1·id. los di as de ''igilia, el núme-¡·o de cintas que se ponhtn ;, las escofietas, la cantidad depurgas que tomara tal ó cual señora para curar su inve-terada dolencia, los días ó meses que á otra lll ftlltabanpam lleg ar al ansiado instante de su almnbramiento, y-otras mncbns curiosísimas cosas,.que le daban el valor deun verdadero tesoro. Era Almanaque y Guía, y su com-placencia no conocía limites: se¡·vla con desinterés por~ntisfacer una irresistible necesidad de su naturaleza,que le inclinaba ,t aquel oficio de saberlo y contarlo todo .Así es que no habla casa en la corte donde D. Lino not uvient entrada: pues por un privilegio reservado sólo ó.Jos abates, tenia est1·ecbo lazo con todas las clases. Laaristocracia le abría sus salones. la clase media sus estra-uos y 1)1 pueblo le daba ngasojo en sus misembles zahur-clus. Ningún elemento social podía renunciar ú. la utiltlmistad de aquel hombre enciclopédico que al entrar enel hogar doméstico llevabit todo el mundo exterior, elmundo de la calle eu su cerebro. El, por su parte, siem-pre fllc llornbre sin ambición: consumía su renta sin as-pirar nunca 6. acrecentarla, y parcela feliz desempeñau-rlo el papel que su, época lo había encargado. Era hombretímido, y en los círculos que f¡·ecuentaba ora tratado conttgasajo, pe1·o sin verdadero arect<>. Cierta benevolencia ,un poco humíllante, algo parecida á la que inspiraban © Biblioteca Nacional de España

38 llr. AUDAZalgunos bufones, le bastaba. Jamí~~ aspiró á ser objeto deun grande amor ni de un profundo respeto. pues él mio-m o couocin que In indolc de sus funciones no era la múspropia para ocupar un puesto digno, ni aun en aquenasociedad frívola que rastreaba por el suelo si\" grandesideas ni altas aspiraciones. Su bondad cxt¡·omndn y Bojavoluntad bacian cada dia menos respetable su papel social: pues enternecido con las..nugustias de los amantes.no podla menos de favorecerle.;; en sus COI'respondoncias.y so complacía en apresura¡· el desendo momento delmatrimonio. Por eso tenia cierto orgullo en ser lo palo!Daá cuyo ct:ollo utaran Jos novios sus patéticas esquelas.En cuanto una pasión estallaba eu el recinto de recntadoy escrupuloso bogar, el pobre corazón llerido y preso notenia mús comuuicación con el exterior que D. Lino Pa-niagua. diligente vehlculo qne llevaba al través de lasprosñ.icns calles de la capital las palpitaciones ardorosas.las delicadas ternuras, los suspiros, )as Jangnidcccs, lasesperanzas, los ~ueilos y desespcl'aciones del amor. Ha-cía esto el abafe con tanto más agrado y desinteréRcuanto que nunca fuó am;;'do, y la pasión dormía en supecho callada y solitaria, tal vez porque su timidez y sumala figura le habían impuesto silencio y obligado á laquietud en los ~randes dramas de la vida. En el fondo dela frivolidad é msustancial ligereza de Paniogua, hnbiauna trist()!¿a crónica que no era ngena á aquella cntrai\a-ble simpatla que le inspiraban todos los amuutes; simpa-tia cuya causa podría encontrarse en que una aspiraciónvaga de su vida juvenil uo encontró nunca ocasión demanifestarse, ni objeto:\ quien dirigirse, como no fueseen un culto platónico y secreto sin ningún accidente ex-terior. Por eso el pobre abate, ya en edad madura, yapartado personalmente de todo lance amoroso, por )ar1diculez de su persona y elludeleble sello de prosaísmoque habla en sus funciones. se contentaba con amar,.,todos los que amaban. Padrtl cariiloso de todos los novios.participaba de sus alegrías y de sus penas. les daba con-sejos y procuraba llevarles por el camino del matriiuonio,parque P.ra enemigo de las uniones lllcitas y gustaba de·que sus protegidos fuesen castos, lo mismo que el billetegarabatedo por la pasión, que él llevaba de una cn!la :í.otra, guardándolo en el pecbo. como si su co1·azón solita·río se oomplaciera en ser tocado por aquel cariño escrito. © Biblioteca Nacional de España

llC. AUDAZ 39 y .' Conocida esta persona y su importancia, se compr.cn-<lerú. In alegría del desesperado Leonardo al verla entrar,y :\1 leer en su ro~tro In t'clicldad que lo trnla. -¡Querido D. Lino, íncompnrnblo abate! -exclamóabr·azándolo con ufecto.--Sicmpre viene usted á tiempo.En este momento peusaba S111ir para it· :í. su casa. -¿Sí? No me· hubiera usted encontrado-contestó elabate, sentándose con señales de fati~.a,-Estoy fuera<lcsde el amanecet·. ¡Cn>inta ocupación, ::;r. D. Leonardo:esto no es vivit·! No sé cómo me las componga para podPrevacuar tanto negocio impot·tante como á mi cargo ten-go. Esta matw.nn. fuí á buscar u na nodri~n por enca1·gode In seiíora de Vnldccnbras . que se ha ''isto obligadn :í.despedi r :í la que tenía, por haber encanijado al niño. Alffn encnntré una, reción venida de In montaña: me hau1\Segurado que tiene buena leche; y en efecto... -¿Pero no me dice usted nada de...?-preguntó Leo-nardo con la mayor impaciencia. -Ya hablar·omos-d ijo éste, que no querla poner á laorden del dítt el peli~roso asunto, objeto <le su visita .mientras estuviera alh Muriel, personnñ quien no cono ·cía.-Ya hablna·emos. ¡Pero qué cansado estoy! He anda-do cinco horas si u parar. Tuve también que ir ÍL comprnrveinte varas de cinta para doñll Pepita, y á babhwco_n el pintor qno lm de hacer el telón para el teatro delmarqués de Castl'O·Limón. Van ñ re;> resentar In ~fl!JeiiW.¡Qnó.trajes, qué lujo! Hoy be ido también á encargar lapeluca que <lebe sncaa· Agnmemnón, y las hebilJas que hitde ponerse Ulises en los zapatos.. . porque esta es gentede gusto. Estará de lo más lucido que en la Corte se haya''isto. Luego ho tenidu que ir ñ hablar cou el prior dePorta-Cooli á ver· s i quiere prestar los tnpices de aquellaiglesia pam una función que hacen las herman as delAmor Hermoso en los ltnlinnos; y después fui á ver si losar·rieros de Exta·em~dura hablt\n traído In galga que haencargado el señor fiscal <le lúRota..Unos amigos de lacalle de Mesón de Paredes me entretuvlsron, haciéndomebeber· algunas copas, porque tienen bautizo: y despuésm~rché a\ cosa de In oscofiotem de doila Dlit·b¡u·a Morenopara decirlo el corte que debe dal'le al tocnclo que le estñ.haciendo par·n. ol día de la boda de su hermana. ¡A.y! notengo piernas; mo rindo . Y después de tanto mareo no© Biblioteca Nacional de España

- 40 E L AIJDA7.hPmtgd~l:1inF!dmotBnettmlm:e~>l•.i;n¡cen·loll·,on-ls'C1-r.~n-lellnnpat-a-ountm¿1pn-\-·ing¡-diEJr;c¡odl,cnrojrdh:rh¡grP'..aa1·nYoiiIAroOO~iied~ndoiiFDo·annQseoooUsttanvonatni·oBmerniwYdra..hrdnbmnilTfhbfommune.qe'.rdcromcíuenoie<.cnii!n!-n.oor-lpOsua·oa'ní-snouUls.nPortyoc:'oed.eeac(Sngoctstnhndncn.osdcluolrJxmosipinaOonoohneenqsSe.ooóordmin<njhdr¡rosOcscm.honn:uno,od:-eEei'oto·ittdlpir.noltlo;coduaéeiisserl.e:,:muInkeapderra¡zropeetóun,aunltsiblnLnncríaevnc\oUnnbnmIceóán:ehi'le.:dseCnlleeFouhciis¡1rmórtÍnssaonc$ynoo.u~~beSiqranMldspdeneeae-oo-nPonu-quneauonl~ennetsg<elrcnprmnalain.tocdcucichtlRtcs\iciui•eurirqrnmrróun~idilmpti.iecielldtb:.oonntracjHualu!~claoniúraaouriouea:1.uolnmsd~srduel1lll•dDmdtnnr,ai1¡ie~bonlipaLcouop•1\egoo;cp1ewdeon.jOnaol-ouisoc.cndRnon,natmotdctjd.lanniocmoáolsinIotuvtjdaociecncotces\.to.oneyódeniunsecooorcsidiellt.aíIirnnc.aeroohoaa.am''dnn~rmíméeOllee.eo.omilnslsts'nloguCqo:JnlnlJIicllnmueioul!Hoc.[ncnu'mumseo:tuoDiunol,ntIiíliIcda•lQdílno.e'tlnUr.dlbnclcnioponme·eloerbntoo¿oac.uCio.aiinsnmrrlo,vdBpod.onhpusnioItiGp.dcaodr'Flom,oddó.o:ds(olcn.coroc;tldiiin:ro.nef,eoosnnq'-·esrc.omoet-cmcr-dyCm,1&hdhácdouodnólthoqtcyulioouleáieooi·nslhno·pnl¡Máicu'.gits..n'e~ur0nnjluoohspsacenloscdo1urpqlatnclmdopaybhaoem\rsicso-vUr~u'nl.dsuCóaantcT\"lmrt:nalcn.eyíimrlenncnJIoOshuedilnldiyyna'c.ose.T?Údruonrlc!ynooIln-naj.ncotceicrnyymoe1etlemrúIá!oooauuon\"e~Í·uui<s~•c~ol.i~mmtuncil¡htsclTrpt¡clnltfd¡-1aludauJt,ocrloi;c.udu,rlCieecoid~olo­lmnIo­-sll·e·o.aodn·Ínraoes-sIa-.-.-' hlp<ds'vnl'iu6ireoé-c-i-scslndEn¡veiota·QiVesosrlmóltna-:lennaur.aeygmldtéivYlreljeuoloieobnnolsossvlnduca.lliol.oee.sAesebjsniiovotatudcapasancnoodrmrniiqccnuldrrltF\buoereuadcil~eaccseoéen~!eo~.cnscturmo¿o6.úaoVRnrcemuntcfaonesulosimda~tsog,netaroopoddmMdninc,.eoqgleésnYsaourHir.bon¡oitlemrnJo!pnsnJnltro.·uee.onp?Jnerpo-npordnspdoomr;erogeesycases:síhgrietnlrarraunooedalctn.rdgoroleawlolll.esreae.sts..rgoLmmsJyraeneoñrús,ossm¡sánc. o]aefCM1cnsrj)roodncnonienros--l la prcscut~cl6u. © Biblioteca Nacional de España

gL AUDAZ 41 -Va mucha gente; -dnmieelns y putlmet•·es. Les ase--guro á ustedes quu so divertirán de Jo lindo-dijo Pa-ningua. ;Si no fuera dona Bernarda! ¡Si tropezara dislo- -¡Oh! un pié, 6 so lo subieran los vapores al cerebrocándose se tuvioi'U en pió en uno. semana!...•lo modo que no iría su híía; ¡pob•·c mndamitnl ¡):;icmpre -Entonces noinn tJ·istc!...-rcpuso et abate. -¡Oh! D. Lino- exclamó el enamorado joYen. -¡Cuándo!... nobles sentimientos, Sr. D. Lconar- Ya conozco sus ninguno es usted de tnmnila dicha. - ~Ierccccto•· comotlo.m1i'oocroocmoc¡noutóenlurlenamcl:aeosdtaipone.n.b.auEscsqupunoo,mtaprn,asegósupcueoprnna.rs.tuaYndaisfeulnlnestgionbrleóes..p..eolAsody,íeayr. pudo mcJtOS tic llorar. ¡Pobrecita! Es que el guardiano Corps Cl'l\ ho•nbro cruel. Sr. D. Leonardo. ;Eihl uo le•le contndo ,., URted do cuando la cncol'l'abn, ieniéndolahu•los 6 tres dlns sin probn•· bocado'<' E~ cosa que parte elcorazón. -Sí, yn sé-dijo Leonm·do, :i quien importunaba el re-t·ucrdo de los sufrimientos •le la discreLn y sensible En-¡;rncin en vida de su csposo.-¿Y á qué hora es el ''inje áIn Florida'/ ·•ultc-rlalc>so.or¡rrQelugaéhmlOoaCrn.IIadSnioónnn.,aY:mSon1vil¡oc;omndDé•·.6PLoperoorrennunosrdt.eolda!edds.ooVilCaaeDrPeeezrpunicmtlao·dlyaase dormirti sobre la yerba npenns coma un bocado.-Si dcsportnra eu el ,·nlle de Josafnt... Pocas explicaciones sor(m necesarias para enterar porcjróJlo>moopOssmoIf'dcprapuee~llct.seocuoeto•osel·nonndaostvleecsilmeuuoardccqetoltLunoose•tldoe·llsenld1a,de·iu!U:eanwtUlo.iesgpmEneunMntramuíg.orrrsoddnairigo,ceauicsindinuec,elcyne,iCo¡lpL\qoioleuelrnonpIinnesteean,cs.rqotedcaEnloomet.nauoPbnmlsooanbstmseIrapneurlrclpydiammuomJdoeoloaas--tmhniutc\iJn'-Ctmihrói:ziásnrtmamred:j\oesrqcvuaiyedóos,ieedntoeojnml utedeeomes:i,idsdoueismnpfuuieéjersnrdoeendleolasl cuales se gloria, si a cnsn decqsasgouutuuasanemrnresvdtnaeoiidvnpceírn¡oaenun;ro.dspIuncoeLsnratnmonnstlaummlDnocosuciaarcpnelbn6rns'niltr.sraOcdiolSbonmmnn,ta,piqpdehpuaurlos,ereravúsepondrzooieccrmmdoneotpnrlímusesvertéainsstleIttuonienr.yc,soócpyislobnedydlueniens,ruenaclhrmeia:dgltboeeieasosínaas--cualidades curccia la pobre \\"iuditu. Ella misma no podl'a © Biblioteca Nacional de España

42 EL AliDAÍ e:splícarso cómo habían nacido aq).lellos peligrosos amo- res: pe~o es indudable que In propia cnutohl'.Y atroz into- lerancia de doi\a Bernarda fceron causa de la aven tum, que no cru m.is que eLnnsia do libe•·tnd expresada eu In relación afectuosa con alguien de fuera, con alguien de la calle. •ral vez había poco 6 ningún amor por pm·te de elll\ ou las primeras comunicaciones epistolaros y visun- les; pero In costumb¡·e es poderos:\ en ésta como en ot•·ns muchas cosas, y al fin Eugrncia profesó nl ilustre men- digo verdadero enriño. La diflcultn_d de las comuuicncio ne~, las contrariedades qttc ent•·e uno y ot•·o surgían ;, cada paso. avivaron el incm1dio y In pobre viuda se en- contró doblemente presa. Incapaz por su debil cnrnctcr de tomar una solución. esperaba en sílcncio á que la Pro- videnci:ll'~olviern llCJ.UCI problem!l, y se contentaba cou· frecuentar lo más pos•ble los uovmm•·ios y demás fiesta• religiosas, donde le era posible el c ulto profauo de uu santo semoviente, que iba tras.ella ti todas las iglesias y oía todas las misas en que embebía su espíritu. ausios11 de dejar este mtmdo, la bueua de doila Bernarda. Res - pecto del padre Corch6n, te61ogo, eminente que dirigla ellinimo,de aquella insigne mujer, no sólo en las cuc~­ tiones religiosas, sino en las domésticas, unda diremos basta que la imagen de hombre tan gmnde aparezca. llenándolo todo con su cstntum física y moral, en el es- . cenario de esta historia. El abate Pnniaguaaún tenio. unamisiúu que cumplí•·. Metió In mano en su pecho, sacó un billete, y sonriendo (y nún diremos con cierto rubor), lo entregó á Leonardo. En el billete además de muchas ternezas y honestas con- fianzas, hacía tlutdama la misma invitación que de pnlabra babia expresado yn el incompn.rablo D. Lino. No copia mos la carta, porque habíamos de hacerlo con fidelidad,t y las muchas faltas de ortog•·nl'ía de que estaba pl!lgado aquél patético escrito, rebajarían el ideal tipo de la joven é interesante viuda. Las mujeres m:is novelescas sueleu despoetiza•·sa con su pluma, y aquella no estaba libre do IIL común flaqueza gramatical pt·opia de su sexo. Dejemos la carta relegada á profundo olvido, y conservemos á su bella au~ora resplandeciendo en la altura del idealismo, muy por encima de la vulgm·idad de sus garabatos. Cumplido el objetO de la visita, se levantó Pnniugua para m!lrcbarse. Entonces pudo Muriel obsurvar mejor la pobre facha del corredor de o.suntos amorosos. Era don Lino pequeño y debil como un sletc:nesino; y no sc con- cebia cómo aquellas piernccitas tan cortas y endebles p~- © Biblioteca Nacional de España

L[, AUDA:t, 43r.sdaptccáexcms•eutfcíeilrl·cuieeaórnattnbiómíircinebnsdnsvclceun•rmcn·tíiongitp•rsi·sndra·coecgayou,aadavoicnolr.saqdeodelafasdol,cr,u,rtoagcieuessdvdedurqpiiynngeoonñóadPsuailrlsrnnauImalroeaaltns.a.aeindncceécoEbeei~potdnorf1doróplsirimma·acnelgfosvtlsiiareaeotluoseoéuleiófriovdneccrmtcnInypniaocuocm:lqhet.alpimdoecfzdluaraoulll:e.qacbaclb-leernl:lloduaivíiíyutpnsíamlrciLnot.nneareíretenool·nbeSdñrnnolnldeslaausaoiplmroiubfdlacedscnllaaccrloiosolm·dodrdaioapinanrceebnoeeaetiedbefrepuetcnnlion~aio'ploninlttlanleehluadmipnMprstslrererolno$eo.apareorssardoapmDalsspeydadsiuprrdnercrcreyoielyniaoejetncmdcpbnabsrlsaeiecldng.daaoocedusooaotooNdgcooácncisvn.auandosstofa!olcreutiheYieqtsrzogiaznaesneuidtoripupdarnrn,saeofor,elnatlpdtcnallnoelcjaeoii--o--ol--l-l mundo. CAPiTULO IHLo:> l!!ombra de Robcsplcrre. Icsaqdgcdtcppjzcrddncualaun\eruiainaaguiem,oraeríógicbrnAdursaosddItlntuovidunennnoe\onormuisrIoátadcnaáon.viee.eeinoasisoin•qDmnvrUylda,h,sm·itcuoqphioolioecpdldnduóieun•rrrusloucoa·sipocIniiaecéanyonajdboi,alsteóvnrlsgnofrr.trctgn1i,iriaiúvóqdnjdyopou1meoLbaniurslo.dcineravdlilúeesdeacioLmeaSnlaionnsasaeepségsadp.ttetstfpneeaosóe•rceiayueopltórmeny.n'h1reen'asórep,cc·Scsru.yoltnddaizeameooanmldóNhtatlleiersn.niedtanaay.tostnoSoampstildeieOnyrnhcrogmssushaiqn.ooíaerouuppsnnnesaduud.sn:carubltsdny,eoenyeiilAéeimpcotoanpaaosnírCeosRpfgm,intennteovo\rqiodduudsolicoecst,eonunoe·dditoceb•c~ncodanern·oeuermónnesintnninrdrdsidlasemcsbisdaidldecoónsyoliumnono·eaolo.bnlcseMnc,cadnñamssporacyohlMootssaa.qnunrnnop.plolmsiuaueDnimd'enaliiutb~eenéqld·pesursoienolaaaepueuaidalptsgtúrácgloleveeeseaaUuoesimnr..soritllóteApraloasatiinP;etnoeafnsetnss·mlplari,msfsenoladigcotyaltsóugtbonaoaauiqpócpelelumdutdntmeoeeua,oaaireooRitrh-lr-y-s-eló!e-t--·© Biblioteca Nacional de España

RL AUDA7. c·pnllJpa·lo;ueiblleca'hsCsrdrnnidooaSptddí4rCnaom~,1e·sio:e1nnco.uz!dots••iyrmmLrDodMaooaareeuunsl:,sner·cltioilloreecgpzlt,lniaujue,coc..onlpáso'Dn.qttcnoopruatpscientomcsnunmtrudmousil·eóony.odcu,rqio•a•n.n·ulnc,y:yecopsú•eiols¡nnaplcDedst<oei•iaw·óctmpsnoomuruttdopondnoneonnenucr,IysnuecvlDisco'mcóitizcaniaáiluns;so.¡sabtnusop;aoleoa\e,me':lOrjsnneaoZtobpsnumloéraevparne,jifus:aneimdddbstriooeoaa-a .m<dtmlyodYr1gapnl1loc:napna0ulooaiacantqlassrrnleírdlLlsid.rcubióiddceeeinmlolehmdnnolecráal,ud,aliemesne.iseenbcipsersrdmnr.móM0autmagriepsa1.Aegoeuanlpcóo·glrni<rlnr:llupsnett'iuto¡itrcitfeeantnolpnieinnor·ihnreelanotamptedz-a\mnáfdse'aabcooaOceopndosc.ílpasnilota•dlaiatpuboya\cónroyroJ,viluaonnh1¡laanlcoqse·;uceoaudua,vbué:nnlbes.mceaiei,sculltecsmvaltopluetlrnopelrootnasuincanje.rssevecnasaamagmpmce·eutvltnasum·gmnsooeioted,lcneoimnlns•ssoduais;·muitnv.t.opecjcni.ccleiaaMdraoítvenrs,vrre;iolerotIcóaioancyoPrridudlóóudears'cenenlanqaiponlntusInseinnulobcslotlrnmc,daeárrcebd,vdinl·nnzooclrbfeicoeafieegnhirldnsra.jósou•iaeaqrdd1nulslslels,1aulmooioae;ibr0sóqiperdq:1iedeod•ur1g-eutnndel·ro•ieetidb,snlreaAnifsneeuilánllpagy•crlduatg·ailaaivt·ouedcltóanovs.iaidusnua•eraoiizÍeoLó-:--a--,-..·í -¿A quién busca usted? -Al Sr. do Rotonclo. rp¡uu--ce;,s,?,1AtNaloaldsSecrdsb.lilíeda•z~e·d.-.a.dRir;oYj.-toooEinYMIdc:nro:>1;?rí·.t-pidnDrio.jcnoBotnoula1ennvsaioevjmaeb.nrdtouu.rd-aa~..nJ.dcnoohqenustédái.rcehso- -No lo sabcmós. Pe1·o puede usted el tio RobiiJiÍer. esperar. .\bi está dtrea-lR¡'l,coEzblaetsíaopl ioReilno·hcu.in-'l¿'iYncorqm?u-bpiréreengqeuusnootósleeMbpuoarmríceblerloca:o•nCOInI'Im'npacyíóonr c~:­ del..' -Asile llamamos porque siempre cst:i con eso nombre en la boca. Como est;; mal de In cnbeza...-dijo In viejo. llevándose ÍL In sien su dedo !mlicc. -;Loco? cgqcaeuus-na6tS.rilgeilDnoa.dmtiPacobaenrcrniceluocqotseauj!áneqEnucdpraeaoobrlulacenul conesmlaranbcpc•tee·roucleajvbSnd1a•ro·-r.ooó.qDnnu.,PaemlJuloáecus,doyécomuddueaeetsnvitlódoea,odtZoDeasdsiurootzubslavialrohe.V.aNh¡icYroae- © Biblioteca Nacional de España

El, AUDAZ Míhace dailo. Si quiere usted esperar al S1·. D. Buenn,·cn-tvlldhacpueaieonlavrelinslCaMangntte.lm•ndrbl.sus·.aiirtnlerbicrnia,eneuacrItlablDnocenpsaonaaapenfllniri/saia(ccsycJuuaio1IinIdójm•rluuripanoceo>erjsssaondeou.hnoentnoaLsdiclarlrcunlaanoacerpdmilagsocooconsmnbsalnlidredldrio,iasedennqstoanednuvdrta.,aeericqqooyzúpuuusncamomeoeiorllcrcuáemo1cesstl•sa1oe,lt$o·audtiyéluusp'olluts'n'osiy~tuqoornnureesqeencaeuecnorsbisinepnnetiluealrtntnno,ocbifaptn,ceacoooarttiintnoótmrdnidb1noIneo1nnol;, -bdstZndeldvpaspsEac)eldeaatucuelcisaseDiet'·blaaiira-olrlrionobascaneeunurnnievclrSnarsnpEin?mfnssJnpominMetcgdodaensaarno.aoa.tsnrumelo.sdnetfilolhaeosauole!siórsnüpoet,:b$dúoLomraHiaeo1oornripgdrara.oOYmodiny•vrbxbattnatsmidai;ieoiajgreci\:i;pntena.lliooofdr·lnoseosylrovnntoolcruenirtdy,smlioo.aoamDsisacgnooisilosndpaísqti'cl·mlseaeo1,mdis~cnalreroeotlpyoyitinu,jsunoooaaeiJedoltgo.,epar·oyr6ploúetsscbbeuo.s!eomudnrveocesnasítl~ivlnjas•nspix'rlc!ueporliuaecmcl,dóoeju'¡ontsoiootncusi-qtniedulaosipa.tensiétgoomslrnllaneesdudqidosoelpcnosptee:tmssu.lvou,ooma;.ieearumn,sasñd,ra'mjnec-,sLcil1lMcosnyoetdcoaspatry·erqoi6riu•arsóopadurnrloó.neliioaluan:marósctnpnsubersrubatnsiéoqisremjualuaeiio.rgiannrcnsts.apeómJpaouóanjvnDídcr¡.íuíment'oneenEr1ad,eneadaotuloien¡uldmlplno:rt.sne¡eleddrinlieyms.aoneeraotlositeguna.jal,nnqealuc·cmebstulansvualirtnGecd!syIducouesu1lnglmrpRrn.namijllriloeooenorbo-oeav$rerrleianolcsu-anmiloTo~ócose',rerdi0srsOhoeeshEeníteaossoatpisrudeellmaoolreatirieeosadRlaaruenillenenonjclslSmissvlSdlolelsoonloeóóctdtnnapatvacacál1aari.rerloolunuiybnidoa.cosqpae.ap·.edoannctqnpr:cnanlnumu6asMbnepohTDambtsíaRmfdoluh.,tedeea>sdoanoe,6juniadeuoeitr.eo.ce,era¡oo.unyddsmbhrnenll<ieCPe.aFrr,hclo1si,hnsiofoi¡iolntSsógl_nRooopoeneoaeypeoaojeyeruscyJnholóbldrolbnr,eeo.sraehsiorliclaimadprnlalnnaMradoistpillysEeacvny'eadcamcb.aielitasssete'ar\eobsirjreoudlspSaírobcmnfddnyoalcviyaInaqVrerrioósuuetprcaovaonseoviin,,ciula..nópdeiruoacorujéssee.rmeneTnli.stuiesildhm.sodbllnvsnoeentoeee.eteovulioxq6ousnóa.rardnaonetcz.snniniyibdisnapuucnqtengooagMd-a1du·oioIneer1oet~unoomsoanón1loeene1ieno:oee-a.o1-ip1-n1-­l.l\© Biblioteca Nacional de España

RL AUDAZuu rincún en compai)ia de un arpa vieja y de unos vasosde tosco barro. Muchos papeles .v legajos cubrlnn parledel suelo, lo mismo que la mesa, cargada tambióu con el})CSO de varios libros y de un tintero en que mojaba supluma con frenética actividad el extraño habitador deucaquel tugurio. Martin le observó antes entrar: era un hombro deaspecto decrépito, finco y npcrg:uninado. Cu\)riase conuna especie de sotnnn. vordincga·a y r;tidn. qno parcelasor su w1ico traje, formaudo sobre sus carnes como unasegunda piel, y en toda su JlCI'Sona revelaba un abando-no. que sólo en locos rcm!ltados pudiera ser permitido.Con mano trémula escribin sin cesar, mojando la pluma:i cada instante, y siempre con el rostro tan inclinado~o\)re el papel. que In nnri~ y In póifola parecían lrnbnjartic acuerdo en aquel borrajear infatigable. Murmurabaalguna vez voces ininteligibles. siempre siu intcrrumpir-~c . y ni concluir una hoja del cuaderno en que cscribla,1t1 volvln sin cuidarse de ~ccnrln, y continunhn. en su ta·a-hujo con precipitación fobril. Ya hacla un momento que~lurtin le contemplaba, Ctllllldo volvió el rosta·o hncln lapucrla, y exclamó con nlcgrln.:-l\li querido Saint-Just. Al ftn vienes. Eutrn. entra.Quedóse mas absorto l\hu·icl ni oirse llamar de aquellamanera; mas In voz y ademanes del pobre hombre no lelnf'lmdierou temor, y entró. n-No puedo descansar ni un momento-dijo el loco. es-ca·ibleudo de nuevo con lt\ misma velocidad y ohinco;-osto Informe ha do estar concluido dentro de dos horas.No hay más remedio: seisnoprseacciJs•oifiqcuouedsoe daecaubneae\l•eTzearrtoord. oysol 'l'error no se acabaJos malos ciudadanos. Quedan todavia muchos en el seuomismo de las comision('S. 'fodos irán á la guillotina.Acercóse Muriel y notó que aquel hombre trazaba so-brO el papel rasgos y garabatos qno en nada so parec!anti los signos de In escritura. No escri\)ía; pintaba una es-pllcie de rúbrica interminable.-¿Y qué es Jo que escribe ustod'/-preguntó Martín.-Í0bl ¡El informe! Ito\)osplcrt·e lo lec mailoua en lo.Convención. Vendrá pronto por él. ¡Y aún lo estoy em-pezando! ¿No vas esta noche ú Jos jacobinos~ © Biblioteca Nacional de España


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