atribuyen: “negro y basta” (inferioridad natural); “no hacen más que pedir” (inherente a su estado de inferioridad). Estos estigmas son los que Simiz denuncia, y que re-dirige a sus emisores: convertido él mismo en un negrohermano, le habla a la sociedad con el mismo lenguaje degradante, y en las mismas condiciones que ésta lo hace con los discriminados. Este mismo recurso discursivo es el que se observa en Conjugación, pero con un alcance más abarcador, que incluye a todos las personas gramaticales-sectores sociales. Efectivamente, la palabra puto es la que se emplea, por antonomasia, para expresar violencia y discriminación, en todos los niveles culturales y clases sociales (los reflexivos, los libertinos, los ingenuos, los soñadores, los corruptos): “YO PUTO, todavía recuerdo cuando olvidé mi historia. VOS PUTO, cerrándole al amor todos tus orificios. ÉL PUTO, por creer que la basura se la lleva el basurero. NOSOTROS PUTOS, por entregar los sueños al reino de los sueños. VOSOTROS PUTOS, tapando con la bijouterie tanta inmundicia. ELLOS PUTOS, porque en las putas sólo ven las putas”. El poema exhorta, exige autorreflexión, llama a un profundo examen de conciencia, en el que la mirada sea puesta sobre las propias acciones, para juzgarlas con el mismo rigor con que se condenan las ajenas. Una voz combativa y esperanzada Evocando momentos determinantes en el proceso de su quehacer poético, Claudio Simiz regresa a una mañana precisa: “Durante la Carpa Blanca, allá por mis treinta años largos, los docentes en ayuno juntábamos firmas de adhesión a la defensa de la escuela pública en las plazas locales. Una mañana se acerca un muchacho a firmar, tenía mucho entusiasmo, pero escribía su firma muy lentamente (era analfabeto). Me embargó una tremenda emoción, que apenas pude disimular. “Esto tengo que escribirlo”, pensé. Pero eso ocurrió un año después, volviendo de discutir en la ciudad de La Plata en otras instancias, pero también educativas, amontonado en el Ferrocarril Sarmiento a las siete de la tarde… Y el poema apareció, lo 199
escribí de memoria (generalmente componía así en esa época). Al llegar a Moreno ya estaba listo. La reflexión que se inició esa misma noche sobre los tendenciosos misterios de la inspiración y su conexión con el duro combate de cada día, me instalaron en otro escenario respecto de la poesía y mi propia creación”. Una experiencia que en su obra lírica se expresaría con una voz combativa y esperanzada; donde cada palabra es cuerpo y acción, es sonido y silencio, emergidos de seres reconocibles, cotidianos, imperecederos; esenciales para comprender los ciclos de una historia y una cultura que nos involucra a todos los argentinos, y a la que todos estamos llamados a construir. Madres que aprenden a leer para ayudar a sus hijos; trabajadores que se movilizan; personas que buscan a sus familiares desaparecidos; niños que dibujan, niños que mueren, niños sumidos en la miseria, toman cuerpo y tratan de hallar una luz esperanzadora, una fuerza vital que les permita emerger y encontrar sentido a sus existencias. En Abecedario, nuestro poeta reconstruye la ingente tarea de las madres analfabetas (el poema está dedicado a las madres de Ciudad Oculta), que aprenden a leer para que sus hijos puedan acceder a la instrucción que a ellas les fue vedada: “Mano, la mano, mi mano, nuestras manos, calor, este calor, este calor de nuestras manos. LE-CHE se hace con LUCHA y CHILE y CHOLO. HIJO con hache de HOMBRE porque es hache de HERMANO, y para que los ricos no se rían, todos juntos marchamos (con eme de MAMÁ) el hambre y el mañana mordiéndonos las manos”. Ellas, con sus elementales herramientas (manos; leche) se erigen en maestras autodidactas de sus hijos, y en esa tarea perseveran y progresan, y celebran ese logro, que refuerza sus esperanzas en un futuro más equitativo para sus hijos. La sintaxis va marcando este progreso de enseñanza-aprendizaje compartido: 200
“Mano, la mano, mi mano, nuestras manos/calor, este calor, este calor de nuestras manos./” La palabra mano, que inicia la secuencia enumerativa como sustantivo sin modificadores (equivalente al individuo aislado/marginado/anónimo), incorpora un artículo (la), y luego adjetivos (mi, nuestras); la construcción sustantiva lograda al final de la secuencia (nuestras manos) denota el nuevo posicionamiento que el proceso ha generado: la mano (la de la madre y de su hijo) ya no está sola; las manos juntas se empoderan, y se proyectan hacia el futuro. En el siguiente verso, el paralelismo es elaborado con el mismo recurso sintáctico, donde se incorpora la palabra calor; luego se la adjetiva (este), dando como resultado una construcción sustantiva que incluye la del verso precedente: este calor de nuestras manos. Este lúcido manejo de la sintaxis transmite el proceso que han experimentado las madres, y el triunfo de sus inquebrantables voluntades. “LE-CHE se hace con LE-CHE y CHI-LE y CHO-LO” da testimonio del abordaje a la lecto-escritura que en su edad adulta inician estas mujeres, valiéndose de su entorno próximo (leche, Chile, choclo). “HIJO con hache de HOMBRE porque es hache de HERMANO” exalta el espíritu integrador que estas luchadoras desarrollan para consolidar el hogar, y que están dispuestas a atravesar cualquier obstáculo, para mejorar el futuro de sus hijos: “para que los ricos no se rían,/todos juntos marchamos/(con eme de MAMÁ)/el hombre y el mañana/ mordiéndonos las manos”. Otras madres que conmueven a nuestro poeta son las de Plaza de Mayo, a quienes les dedica Los apellidos. Las personas (el pueblo) son designadas con un sustantivo propio (nombre de pila) y un adjetivo o sustantivo (apellido), que los caracteriza y que transmiten su vocación y su manera de actuar en el mundo. El recurso estilístico escogido, directo, sin tropos, es potente y eficaz, porque suprime la distancia entre los nombrados y el lector; las personas están ahí, buscando a sus familiares, a sus amigos, su verdadera identidad: “José Herrero. Pedro Surco. 201
Mario Paz. Marcelo Amigo. Atahualpa Canción. Nemesio Trigo. Hebe Estoica de Dolor. Violeta Poeta. Marta Maestra de Madera. Juana Rugido”. El poema es una exaltación a la lucha de estas mujeres que, perseguidas (muchas de ellas, desaparecidas) y violentadas por un estado terrorista, no claudicaron jamás en la búsqueda de sus familiares y amigos detenidos- desaparecidos. Y es también una voz de esperanza, empeñada en cerrar uno de los ciclos más oscuros de nuestra historia, y que sólo será posible cuando cada una de estas personas lo haga, conociendo su verdadera identidad (su apellido de origen): “Y si anda por ahí María Luz que venga un poco con los que aún no tenemos apellido”. El mismo tono expresivo encontramos en Canto a los hombres de Piedra del Águila, donde el autor exalta la perseverancia de los trabajadores en defensa de su dignidad: “Vinieron desde algún rincón de nuestro pecho a gritarnos AHORA, ADELANTE, TODAVÍA”. Aquí, el poeta exhorta a observar y valorar las reivindicaciones de estos actores sociales, que “tienen la desgracia de morir sin confesión”16, mediante un registro que se apoya tanto en el valor semántico de las 16 ATAHUALPA YUPANQUI. Baguala del minero. 202
palabras como en la distribución y la tipología que a éstas se les asigna en el texto. Los adverbios sugieren una acción actual (AHORA), que no se detendrá (ADELANTE) y que se ha mantenido en el tiempo (TODAVÍA). La disposición escalonada de las palabras se asocia a una continuidad, que representa el largo camino que distintas generaciones han recorrido en el mismo sentido: “Vinieron desde el Sur/ con un muerto a la espalda/con un muerto que pesa/como la misma vida.”. Ese camino es la historia, tanto propia como colectiva; es pasado y presente; lucha y resistencia que los mantiene unidos (adelante). La repetición de la historia a través del tiempo, se expresa mediante la conjugación verbal (caminaron/caminan) y se grafica en la repetición del patrón escalonado. La persistencia de la acción queda connotada con el uso de la mayúscula: “Caminaron el sol. Caminaron el frío. Caminaron, caminaron, caminaron, CAMINAN” Otro poema en el que la vida se expresa como camino signado por la marginalidad, donde las historias se repiten con la esperanza de una existencia más feliz, es Los hijos (De pura chapa y otros versos; 2000): “ Y mientras el esclavo y el siervo y el mensú y el obrero engendraban a sus hijos, el amo hacía cuentas y contaba las nuevas monedas de carne encadenada en su cofre de hierro. En cambio el esclavo y el siervo 203
y el mensú y el obrero danzaban, reían y lloraban porque sabían que engendraban hombres”. Contra toda adversidad, el pueblo se manifiesta en su dimensión máxima: la de engendrar hombres. Esta felicidad, que los hace danzar, reír y llorar es la manifestación más humana y sinérgica que tienen los pueblos para expresar su apego a la vida que les fue dada, más allá del sufrimiento y el desamparo. En el otro extremo, están quienes cuentan las nuevas monedas de carne encadenada, los que promueven las condiciones de inequidad y obtienen de ellas un rédito económico absolutamente mezquino e injustificado. La infancia: entre el desamparo y la esperanza Pan de agua es una voz acusatoria que expresa sin rodeos, en tiempo real y descarnado, la violencia psicológica y los abismos por los que la infancia debe atravesar: la prostitución, las adicciones como “alternativa para matar el hambre”, la cotidiana e invisible violencia del desamparo, marcan un destino (conocido por los villeros como las tres “c”: calle, cárcel, cementerio) que parece inapelable. Blues de la puta niña y El pibe de la bolsita expresan estas sórdidas tragedias: “La noche se ha cansado y ella sigue su ronda. Todos saben que yace en la hez incrustada. Nadie quiere saber de su infancia enjaulada en la sombra más negra y la herida más honda”. (Blues de la puta niña “Nunca tendrá mañana la embriagada luna que aspira entre sus manos frías. Sus noches, una tumba, y sus días un cilicio de piel deshabitada”. (El pibe de la bolsita) En el prólogo de La mala palabra, Claudio Simiz expresó que este poemario “surge áspero, visceral, dramático, y tal vez esperanzado, como 204
las malas palabras”. Estas características son particularmente significativas en el abordaje de la niñez, tema medular del poemario. En La pavada hay una voz insurgente, que denuncia la hipocresía y el cinismo de las instituciones más poderosas de la sociedad argentina (religiosa y política). Una voz que, a pesar de la desidia reinante, no ha sido amilanada, y que emerge para dar testimonio de una realidad manipulada por los discursos formales: “La blanca rosa. La nívea nieve, la férrea voluntad inclaudicable. Los sagrados misterios y las altas misiones. Las sentidas palabras del señor presidente. Que sarta de huevadas para que no se encuentren mi voz, y el niño hambriento, y la luz de tu vientre.” La perversidad extrema de este sistema es denunciada en Ha muerto un niño, un poema visceral que trae a la vista de toda la sociedad las nefastas consecuencias de su implementación: una sociedad fragmentada, que es indiferente a sus seres más vulnerables, los infantes: “Ha muerto un niño: ni una flor, ni una ideología, ni un viejo astro hemipléjico. Ha muerto un niño y no lo mató el filo de las noches, ni el fragor de los días, ni el tráfico insaciable. Murió de soledad, de espanto, entre nosotros.” 205
Otro poema que describe los estragos del neoliberalismo sobre la niñez es Poema con frío: “Él trae sus manos frías. Él trae sus pequeñitas manos frías. Él trae sus pequeñitas, urgentes manos frías./ Él trae sus pequeñitas, urgentes, inermes manos frías./ Él trae sus pequeñitas, urgentes, inermes, incendiarias manos frías./ Hasta mi corazón, que no tiene palabras./” La dimensión del desamparo y de la indiferencia están marcados por la intensificación del enunciado del primer verso, Él trae sus manos frías, mediante la adjetivación, que se expresa mediante una cadena cohesiva creciente: pequeñitas manos frías; pequeñitas, urgentes manos frías; pequeñitas, urgentes, inermes manos frías; pequeñitas, urgentes, inermes, incendiarias manos frías. Mediante esta técnica, el poeta transfiere a la conciencia del lector el desamparo siempre en aumento que denuncia, y su naturalización dentro de la sociedad. Una calamidad que lo atormenta y lo desborda. A pesar de la indiferencia y del doble discurso institucional (y social), hay una mirada esperanzada del autor, y esta mirada está puesta en la infancia: “Un niño dibuja el mundo;/ el mundo sigue cayendo,/todo ajado de/injusticia./Un niño dibuja el mundo,/escondido en el recreo,/ de espalda a los poderosos/que enturbian el universo.” Ella tiene todo el potencial para generar las transformaciones humanizantes que el mundo reclama: solamente son capaces de recrear los valores perdidos, porque pueden dibujar el mundo, escondidos en el recreo, libres de los intrincados intereses del sistema imperante. 206
Lo esperanzado que el autor anticipa en el prólogo, está anclado en la niñez, en la impronta que ella pueda insuflar a la sociedad desde una visión nueva y regenerativa, capaz de rescatar y reformular los valores simbólicos que mantienen la armonía y la equidad social. “Si el horizonte enfila hacia la sombra. Si la flecha es más rápida que el pájaro. Si el niño cae descuartizado en hombre. Digo, quedará siempre un niño hurgando el horizonte hasta encontrar su pájaro.” (Mañana. La mala palabra) La poesía no se vende Y la forma de decir esta esperanza es, desde luego, es la poesía, la herramienta más perdurable y poderosa que el ser humano ha tenido desde siempre para expresar su libertad y su necesidad de transformar el mundo. “Se desfonda la viola. Se entumecen los dedos. Se enroquece la voz. La partitura se aja. El corazón se raja. Se vacían las sillas. Y queda la canción”. (Poema. La mala palabra) El arma cargada de futuro que Gabriel Celaya17 encuentra en la poesía, y que Raúl González Tuñón18 hace gatillar desde la luna, adquieren toda su magnitud en el universo subjetivo de nuestro poeta: 17 CELAYA, Gabriel. La poesía es un arma cargada de futuro. En Cantos Iberos. España. 1955. 207
“Y hay algo más, una pequeña cosa más: la poesía no revende nada: ni el abrigo, ni el pasaje, ni el sueño. Al contrario, te delata, te desnuda, te pone entre paréntesis, o sea que te vende y en una noche de ésas te deja en plena muerte con los ojos despiertos”. (La poesía. De pura chapa y otros versos) La poesía es el estado de máxima plenitud, y por lo mismo, el que expone sin mediaciones ni atajos, el clímax subjetivo del yo lírico. De pura chapa y otros versos es otro libro que expresa esta intensidad a través de poemas donde habla el hombre comprometido con su propio pensamiento y con la realidad que jamás le pasa inadvertida. Por eso, Símiz afirma que la poesía te delata/te desnuda. La poesía no se vende/porque la poesía no se vende anticipa el epígrafe de Guillermo Boido y nuestro poeta confirma esta dimensión en sus propias palabras: te pone entre paréntesis,/o sea que te vende/y en una noche de ésas/te deja en plena muerte/con los ojos despiertos. 18 GONZÁLEZ TUÑÓN, Raúl. La luna con gatillo. Buenos Aires. Editorial Cartago. 1957. 208
4. La poesía existencial como camino de indagación: No es nada Este que busca, como siempre, sus papeles sin encontrarlos y hará a la vez tres o cuatro cosas mientras conversa con los ángeles. Este, que llamarás por mis nombres y mis apelativos, tal vez no sea yo. (No es nada, 2005) La observación crítica de la realidad, agudizada por su trabajo docente y su gestión cultural, siempre han llevado a Claudio Simiz a profundizar sobre cuestiones que le resultan neurálgicas, y que constituyen el epicentro de sus composiciones poéticas: “En lo que hace a lo temático, hay una región a la que vuelvo, desde mi adolescencia, periódica, casi cotidianamente: la reflexión sobre lo poético y la palabra (..) En la última década, sin embargo, me ha ganado la poesía que podríamos llamar “existencial”, una constatación, entre brumosa y encandilante, de las heridas, de los abismos del transcurrir y el ser, de la permanencia y la disolución”19. Indudablemente, el abordaje de estas cuestiones es una constante en el autor, ya sea como búsqueda de respuestas, y, más aún, como apertura de nuevos lugares reflexivos y sus consecuentes interrogantes. En Celda asistimos al surgimiento del poeta metafísico, que, en Los míos encarna al profeta que escucha su voz interior y la pone al servicio de una misión rehumanizadora. Esta búsqueda se expresa en un corpus literario, caracterizado por una mirada contemplativa y de reflexión, a la que hemos denominado lírica filosófica, transmitida como un camino siempre abierto, y en constante renovación. En términos de la filosofía presocrática, se trata de un tránsito hacia el desocultamiento de lo que se tiene por verdad, para llegar a la aletheia20 (verdad desocultada). Y es este tránsito vital lo que define a Simiz como el-ser-en-el-mundo (dasein) al que alude 19 Id. Nota 3. 20 Confr. CARPIO, Adolfo P. Principios de Filosofía. Glauco. Buenos Aires. 1977 209
Heidegger21; lo que lo lleva a realizar (y poemizar) eso que constata durante el transcurso de la vida y sus desgarros. Ser en el mundo En Ser y Tiempo, Martín Heidegger denomina dasein a la comprensión del ser, y afirma que es el hombre el único individuo que puede adquirirla. Su condición de arrojado al mundo (en tanto que no ha elegido estar en él) es la que lo habilita a preguntarse por el ser, y encontrar las posibilidades que den sentido a su existencia. Cuando logra comprenderse, acepta su finitud y entonces, puede desarrollar una existencia auténtica. La pregunta por el ser enfrenta a las personas con lo mundano y lo inauténtico; desde ella, la angustia y la ambigüedad deben ser necesariamente superadas para que el espíritu se libere y trascienda. Podemos asociar las constataciones de Simiz a la pregunta por el ser del filósofo alemán, en cuanto que la mirada exegética de las heridas, de los abismos del transcurrir y el ser, de la permanencia y la disolución, implican el autoconocimiento indispensable para la aceptación de la finitud y la liberación del espíritu; para el logro de una existencia plena. - Las heridas y los abismos del transcurrir y del ser Sólo el individuo que indaga sobre su poder-ser logra alcanzar una existencia significativa. Y esta acometida no está libre de sufrimiento; implica un continuo batallar, en términos heideggerianos, con lo mundano e inauténtico: “No./No perturba el silencio, no,/ sino la sutil incandescencia/de sus preguntas truncas,/la indefinible,/ indescifrable corporeidad/de los dinteles solitarios.” Lo que suena, da título del poema y a esa mundanidad amenazante, que son los los días caídos,/los ángeles perdidos,/la breve interrupción/que a la postre será la eternidad, y también el frío de los cuerpos lejanos,/el peso de las armas que ya no tomaremos. La condición del arrojado desarrollada en Ser y Tiempo, encuentran su símil en estas heridas y abismos que refiere nuestro poeta: “la inmensurable sed de Midas,/la turbia sed,/esta asmática sed de 21 HEIDEGGER, Martin. Ser y Tiempo. Edición digital de: http://www.philosophia.cl 210
infinitud,/esta única herencia de Dios,/su torva sed eterna”. Esta sed no es otra que la existencia a la que ha sido arrojado el ser humano; existencia que no ha elegido, pero que sin embargo debe aceptar y cuidar. Y el cuidado que se le impone, implica una historia de superación, que conlleva marchas y contramarchas: “Todos tenemos historias tristes./A veces las lloramos por los rincones,/otras, las remontamos bajo cielos de fuego/o las prendemos al oído/de la hembra más cercana”. En este tránsito hacia desocultamiento, Simiz expresa lo contradictorio, lo ambiguo de esta búsqueda, y el vacío que produce la constatación que siempre será inacabada, porque la verdad lo es: “Este, que llamarás por mis nombres/ y mis apelativos, tal vez no sea yo./ Seguramente/ no advertirás/el silencio hilvanando las palabras,/ la nada agazapada detrás de los anteojos,/el caminar sin huesos/sin aire/sin preguntas,/la aliteración ronca,/ la piel que ya no sueña.” Lo que sí puede verificarse, es el sentimiento de soledad, de angustia originaria inherente a la condición humana: “Para historiar la ausencia,/ su constancia/de remembranzas desacontecidas,/la persistencia/de sus vigilias ciegas”. Pero será de este conocimiento que surja transformación necesaria para que el ser humano alcance la plenitud de su existencia: “Para apresar la ausencia/ bastará con llevarse/las dos manos al pecho,/donde nos enseñaron/a soñar el corazón”. - Permanencia y disolución La comprensión de la finitud y de la muerte implica, en Heidegger, la comprensión del ser-ahí, conquista a la que se llega al seguir la voz de la conciencia. Se trata de un tránsito que depara una cura (sorge) a través de la cual, la existencia el ser humano adquiere sentido, y con ello, un destino que se proyecta en el tiempo (el de la vida de cada individuo). De allí, que la cura le da al ser una dimensión histórica y temporal. Es esta dimensión la que Claudio Simiz explora, abordando los estados de permanencia y disolución del ser humano. El poeta denomina La bienvenida a esta cura: “Y desde algún rincón quizás sonriente de puro conocido nos estará la muerte, 211
nos saludará con su pañuelo gris tan tíamente desde sus andenes que nunca recorrimos y con una despedida en la sonrisa (menos indescifrable ya) nos bienvendrá”. Afirma que la muerte nos saludará tan tíamente. El neologismo empleado (tíamente) tiene dos connotaciones, que manifiestan la trascendencia del ser: la familiaridad de la referencia a la muerte es resultado de una exploración interior, en el que el yo la ha reconocido y aceptado; asimismo, da cuenta de un proceso que ha sido liberador, y a partir del cual, el ser ha podido permanecer construyendo su historia (que es la historia de su tránsito hacia la aletheia). En esta dimensión histórica, constata: “Y la tierra es así: uno quiere olvidarla, se estira, intenta la aventura del aire. Pero el aire se parece demasiado a los sueños y uno aterriza en cuatro patas, de rodillas, de pie, la columna estremecida. Al rato sacude la cabeza, se palpa los dolores y los años, busca un piso más firme para el próximo esguince. Los pájaros nos miran, nos sonríe su corazón azul que sólo caerá una vez”. 212
Aceptada su finitud, constata lo mundano intentando la aventura del aire; es entonces que comprende el sentido de su existencia, porque el aire se parece demasiado a los sueños y halla su destino cuando se palpa los dolores y los años, adquiriendo su dimensión temporal e histórica al buscar un piso más firme para el próximo esguince. Luego, la vida silenciosa consolida en el poeta esa dimensión: “La vida silenciosa sigue urdiendo, cavando su huequito del otro lado del corazón. Va fraguando cimientos silentes, erigiendo sus túneles de concreta sombra. Con una persistencia imperceptible de gotera va anegando los laberintos del sueño la vida silenciosa, en muelles imposibles va estibando éxtasis y espantos, va saciando sus hangares nocturnos. Y en un amanecer nuestro esqueleto amanecerá hueco, lleno de nada celeste como huesos de paloma. Y estallará triunfante la vida silenciosa y estrenaremos alas.” Una dimensión en la que Simiz confirma la permanencia de ambigüedades es la de los túneles de concreta sombra. No obstante, la persistencia imperceptible de gotera, va anegando los laberintos del sueño en la temporalidad de la vida contemplativa y reflexiva, y por eso, la plenitud del ser (la vida silenciosa) estalla triunfante y hace estrenar alas. Sin embargo, la dimensión temporal de la existencia está adosada a su inevitable disolución: “Uno garrapatea, fragua borradores 213
que arrugará el amanecer. Uno fatiga de rojo las paredes; lluvia a lluvia su imperturbable sed nos irá desleyendo los sueños. Uno corrige galeras, pretende que la vida se endereza con un lápiz, hasta que una resignada ilusión perpetúa, perpetra un perfecto cadáver impreso. Al final sólo queda el aire exangüe entre tu piel y mis manos, las caricias, este fugaz tatuaje de eternidad”. El tiempo contiene al ser y lo proyecta, pero también lo limita, le impone fugacidad: la lluvia irá desleyendo los sueños; las infatigables búsquedas del poeta se clausuran en un perfecto cadáver impreso; lo inherente a la condición existencial es lo efímero, el aire exangüe; el tiempo verifica que lo eterno para el ser es su finitud; el ser es un fugaz tatuaje de eternidad. A la constatación plena de esta cualidad del ser en el tiempo, Simiz la expresa en No es nada, concentrando en esa expresión (que da título al poemario) la dimensión histórica del ser en su tiempo. “No es otra cosa, ni hastío, ni desamor, era sólo cansancio. Aunque a veces te cueste recordarlo tengo casi 238 años, cada centímetro es un súbito abismo, los gusanos me asedian, relamiéndose. No es nada, 214
pero sabés lo que puede esperarse de mí (poca cosa, digamos) y sin embargo hemos sabido morir por instantes sin nombrar a la muerte y destellar con una plenitud sabiamente efímera. No es nada, Amor, un día, dentro de un par o un centenar de lustros o minutos podrás marcharte en paz; compartiremos un último café y el alivio, el alivio final de saber que nunca, nadie, Nada espera”. El tiempo no es otra cosa, ni hastío, ni desamor, [es] sólo cansancio, una constante superación de la condición de arrojado, donde hemos sabido morir por instantes sin nombrar a la muerte y destellar con una plenitud sabiamente efímera. El tiempo limita y disuelve la dimensión de la existencia humana, pero es, al mismo tiempo, el único que la hace posible y trascendente. Ser en la poesía “Toda escritura que se precie tiene tras de sí una lectura continua, reflexiva, y una meditación critica. La realidad textual del lenguaje, en su doble perspectiva de escritura y lectura, es quizá el más intenso experimento de autoconocimiento que los humanos podamos plantear el 215
intento de ahondar en nuestra conciencia humana”22. Podemos refrendar estas afirmaciones en el trayecto poético de Claudio Simiz, a través del cual construye su ser en la poesía: “Tranquilo, joven poeta, no todo ha sido dicho, casi nada, diría, la vida es aún una muchacha que anhela tu primera caricia. Tranquilo, viejo poeta, forastero de las antologías, todo lo dicho y repetido no será menos polvo que tus huesos. Tranquilo, escribidor las páginas en blanco no se ajarán más rápido; las cosas son lo que son y no nos necesitan. Eso sí: no te distraigas, no te duermas, por un instante impredecible, indefectible, una sesgada luz encenderá las cosas para tus ojos, una lágrima de Dios te incendiará el silencio”. Este Envío es el producto experimentar el autoconocimiento a través de una indagación que alcanza las zonas más profundas de la conciencia: 22 ESTÉVEZ, Francisco. LA CONCIENCIA EN LA POESIA. NOTAS CRÍTICAS A LOS INÉDITOS en QUADERNI IBERO AMERICANI. N° 11. UNIVERSITA DEGLI STUDI DI BERGAMO (ITALIA). Marzo 2015. 216
“Tranquilo, viejo poeta, /forastero de las antologías,/todo lo dicho y repetido/no será menos polvo que tus huesos”; la constatación los lugares esquivos e intangibles de la poesía: “Tranquilo, escribidor /las páginas en blanco no se ajarán/más rápido;/las cosas son lo que son/y no nos necesitan”. Sin embargo, es la única vía de trascendencia, la única que puede construir la subjetividad del poeta y darle dimensión en el tiempo: “Eso sí:/ no te distraigas,/no te duermas,/por un instante impredecible,/indefectible,/una sesgada luz encenderá las cosas/para tus ojos,/una lágrima de Dios/te incendiará el silencio”. A veces la poesía describe el tránsito torturoso que el poeta asume en su persistencia hacia el desocultamiento (el único destino que vislumbra para su vida). “Hordas de horas tristes van cruzando los días, a veces me pierdo entre sus nubes sin perderme, conozco demasiado el azul engañoso de sus entrañas grises. Otras veces, en cambio, asumo este corcel desesperadamente verde y me interno en el bosque filoso de hojas tristes, el esqueleto atónito y los puños abiertos. En las ramas opacas se obstinan rojamente mis jirones mi silencio imposible, la poesía.” En este viaje, Las palabras, aunque saben permanecer indemnes en el político pedorro, el profesor pedófilo, el periodista gangrenoso, el baboso consuetudinario, llegan al poeta para que él desoculte sus significados, 217
encuentre en ellas el sentido que permanece difuso en sus ambigüedades, y las redimensione en una proyección desconocida. Porque el poeta es de esos hombres que nunca salen indemnes al paso de las palabras; ellas siempre lo exacerban, le exigen ahondar en el fondo de su conciencia: “Las palabras saben permanecer indemnes. El político pedorro, el profesor pedófilo, el periodista gangrenoso, el baboso consuetudinario las ciegan, las incendian, las hinchan, las eunucan. Pero ellas saben darse vuelta, tornar imperturbables como un corchito a la superficie, como una brújula hacia el norte, y vuelven, inocentes, a los hombres, los trabajos, los sueños de los hombres, los pobres hombres, los que nunca supimos salir indemnes”. Según Heidegger23, el lenguaje es la herramienta a través de la cual el ser se descubre, y en este descubrimiento alcanza a desocultarse, es decir, alcanza la verdad. En su permanente diálogo con las palabras y sus diversas manifestaciones, tanto como en la reflexión sobre la poesía, Simiz 23 HEIDEGGER, Martin. Ser y Tiempo. Edición digital de: http://www.philosophia.cl 218
se aproxima a este desocultamiento, y al redescubrimiento de su propio ser en la poesía. 5. La poesía como conciencia, incertidumbre y voluntad. Tríadas – Tríadas II – Actas del naufragio No sé si estas palabras/serán un tul de sueño/o si tanta intemperie me ha ido abandonando quedamente desnudo/como un muerto/como un niño. Tríadas, 2010 “No quieras ser un filósofo dejando de ser un hombre…no pienses como un pensador…piensa como un ser viviente y real…piensa en Existencia” nos aconseja Feuerbach24. Y Kierkegaard25 enseña que pensar en existencia significa que el ser humano, inevitablemente, está enfrentado a tomar decisiones personales, porque lo que está afuera es una incertidumbre objetiva que le exige una elección. Son elecciones donde la culpa y la desesperanza se manifiestan en toda su intensidad, porque es en esa instancia donde el ser descubre su inseguridad en forma descarnada, donde toma conciencia de su inherente finitud. En el mismo sentido, Sartre afirma que el hombre, ante todo, existe, y en tanto que existe, se enfrenta con el mundo, y luego se define, porque es un sujeto consciente. Esto significa estar constantemente ante un futuro, del que el sujeto es responsable, porque el hombre es lo que él hace de sí mismo y en este hacer toma decisiones que lo afectan tanto a él mismo como a sus semejantes. Y agrega que, en tanto que los seres humanos están limitados dentro de las posibilidades de su voluntad, la existencia es la suma de 24 Citado por STUMPF, Samuel Enoch en De Sócrates a Sartre. El Ateneo. Buenos Aires. 1979. 25 KIERKEGAARD, Soren. Postcriptum. Ediciones Sígueme. Salamanca. España. 2010. 219
probabilidades finitas de cada individuo, y desarrollarlas es lo que genera una existencia auténtica. En este capítulo, analizaremos los dos volúmenes de Tríadas, y El náufrago, donde el poeta desarrolla ejes temáticos vinculados con conceptos claves de la filosofía existencialista, tales como el ser humano como sujeto consciente, la incertidumbre objetiva y las posibilidades de la voluntad, en tanto que es sujeto acotado por una existencia de probabilidades finitas . El ser humano como sujeto consciente Afirma Sartre26 que el hombre empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo y después se define, lo que implica que se lanza a un porvenir y es consciente de ello. Siendo que es lo que él quiere hacer de sí mismo, el sujeto es un proyecto que se vive subjetivamente, y es responsable de su elección, tanto ante sí mismo como ante el mundo, porque sus decisiones lo posicionan dentro de un rango de valores en el universo. Horizontes (Tríadas), composición construida sobre la tríada integrada por Brahma-Siva-Visnú, que dan título a cada uno de los tres poemas del conjunto, fusiona el concepto existencialista de la conciencia del ser humano con el misticismo hindú: Brahma “No/nadie dijo “ahora”/no/más bien clamaba “basta”/la pupila encorvada de espanto/la fisura fraguada por milenios/” remonta a la premisa que la esencia precede a la existencia, y, dada su condición de arrojado, debe realizar elecciones vitales: “No un alba cadenciosa/no/un empellón brutal ha sido/la madre te ha empujado del nido/hacia el abismo que te revelará tus propias alas/”. No hay predestinados: aún el Primer Ser viviente deberá transformar su esencia en una existencia auténtica, encaminando sus posibilidades de ser hacia un destino trascendente: “No/nadie te envía/no/nadie te aguarda/las cosas que no traman ni esperan/te franquearán la puerta sin que llames/como a un viejo amigo/como a una 26 SARTRE, Jean Paul. El existencialismo es un humanismo.Edhasa.1946. 220
brisa fresca en verano”. Ciertamente, Brahma, debió permanecer en estado de meditación (durante un año a partir de su nacimiento), dentro del huevo de oro en el que fue creado. Y no fue sino por su esfuerzo mental que logró partir el huevo en dos mitades (el Cielo y la Tierra): su esencia incubada en el huevo debió ser dirigida por la meditación, para que se conformara el Primer Ser y éste, ya constituido en su existencia auténtica, creara a los demás seres del universo. Siva Por sus tres ojos puede ver el pasado, el presente y el futuro, capacidad mediante la cual controla los ciclos del Tiempo y de la Naturaleza, y domina los períodos de extinción y generación de sus elementos. Es en Siva, pues, que se cumple uno de los destinos existenciales expresados en la tríada hindú: el dominio del caos y los ciclos de destrucción, que son necesarios para la regeneración del ser. En el manejo de estas fuerzas, que implican decisiones trascendentales, Simiz hace dialogar a la deidad con la angustia existencial: “No sé si es la vida/o la muerte/la que me va horadando/y aligera mis huesos/y se hospeda en mi sombra/ No sé si alguien o algo/me va desdibujando contingencias/ o si definitivamente/la existencia es un río nomás/ que nos va apresurando hacia el mar/ No sé si estas palabras/serán un tul de sueño/o si tanta intemperie me ha ido abandonando quedamente desnudo/como un muerto/como un niño”. Visnú En esta deidad está representada la protección y la bondad; la creencia afirma que de sus pies nació el Ganges, río sagrado. Y es éste el acto que inviste de autenticidad a su existencia: “Las cosas bajo tierra/se serenan se entregan se disuelven/ para volver en flores en arenas en pigmentos/que huelen a recién nacido/ Otras retornan tumultuosas/maremotos magmas exultantes/ 221
para la destrucción que se sacia en la vida/ Pero hay una tercera razón de cosas soterradas/las que persisten/ mordidas de soledad/obcecadas de ayer/las que aguardan silentes/ estas que ahora desentierro y empuño/para partirle el pecho al hambre a la tiniebla/y empezar a volver/antes de irme.” Lugares (Tríadas) explora la conciencia desde tres espacios terrenos: ventana, biblioteca, espejo, a la manera de Jaspers27, para quien el pensamiento existencial es la práctica filosófica de la vida, ya que el concepto de ser surge en la conciencia de cada ser humano concreto. En su concepto, la situación humana es un movimiento que va del conocimiento de los objetos al reconocimiento de los fundamentos de la existencia, y finalmente, a la conciencia de su verdadero yo. La ventana es el lugar desde donde el poeta encuentra su inspiración: “Ojalá llegue el viento/sabio niño/a azarearme las páginas del día/a azorarse en las velas desvaídas de mi desarbolado corazón/en los páramos/de a ratos/la poesía perfuma de otro modo.” En la biblioteca reconoce el sitio de sus descubrimientos y aprendizajes más intensos: “Ella ha ido creciendo/ha cambiado de tallas y de nombres/ha discurrido ocasos y cenites/ y acaso pueda/contar mejor que nadie mis costillas rotas/hacer constar en actas las capitulaciones de mis sueños/ Al final/las miradas de páginas y polvo/que fatigué mil veces/o esquivé tercamente/resultarán mi cosecha y mi siembra/la manera de entrarme mansamente/en el descubrimiento prodigioso del olvido.” El espejo es el lugar simbólico, donde confluyen las experiencias y se refleja el yo profundo: “Aquí yace un obstinado corazón/un náufrago solitario y espléndido/después del desamor y el desolvido/no le tengas piedad/los sueños saben ser generosos con su presa”. En Vida del hombre (Tríadas II) encontramos al pensador existente de Kierkegaard, para quien este concepto remite a una reflexión sobre la 27 JASPERS, Carl. Filosofía de la existencia. 1938 222
propia existencia: no se trata de un pensador especulativo, porque sus indagaciones no son meramente objetivas, sino que rastrean su interioridad y sus pasiones subjetivas: “La vida de un hombre/ tiene un rumor parecido al de sus miedos/un diámetro algunos años luz más breve que sus sueños/un matiz donde luchan la dulzura el hedor de la rutina/ La vida de un hombre/queda casi siempre/a prudencial distancia del recuerdo/en sinuosa indulgente vecindad del olvido/ La vida de un hombre/ es un racimo de días de la infancia/este vino añejado adulterado/cada noche/trago a trago”. Según Kierkegaard, el hecho de ser un hombre implica la comprensión de ser un ser particular, existente, que el poeta expresa en estos versos : “Estamos preparados para la muerte/no para esperar la muerte/estamos pertrechados para la lucha/no para abandonar la lucha/nuestro oído creció para el fragor/no para el silencio/ Nunca seremos otra cosa que nuestra voz.” La finitud e infinitud existencial, reconocida en la propia individualidad y en la del universo, es asumida por el poeta como destino natural, producto de una reflexión madura y constructiva: “No/ni tus papeles/ni tus lágrimas/ni siquiera tu sangre tu semilla/no/otra cosa llevará tu nombre/cuando arrecie/cuando amaine/el furor de los días/ Y no será tu fatiga/tu esperanza/tan rotundas/tan íntimas/será la suma fortuita de los almanaques/no/ Tu huella sin perímetro/sin hondura/sin dueño/será el aire/transitando tus horas/tus pulmones/tus calles”. 223
La incertidumbre objetiva Afirma Kierkegaard28 que, siendo que el pensamiento subjetivo se libera de la certeza coactiva para construirse desde su propia acción y decisión, no es posible alcanzar un saber objetivo. El pensador existente adquiere una incertidumbre objetiva, que es la existencia que él asume desde la cumbre de su subjetividad (pasión). En el mismo sentido, Nietzsche expresa que “un hombre no llega nunca tan alto como cuando desconoce a dónde puede conducirlo su camino”29. Actas del naufragio penetra en esta incertidumbre, que mediante el recurso de preguntas retóricas, manifiesta el diálogo interior, la búsqueda de la propia verdad, entre la multiplicidad de existencias empíricas, entre las que, como nos recuerda Jaspers30, estamos inmersos todos los seres humanos: “La pregunta es qué hacer con la memoria, convivir con sus gestos escorzados, su intangible gravedad, desafiar sus meandros, sus abismos, hacerle un lugar en nuestra cama dándole vanamente la espalda, como a la mujer de cada noche o al insomnio. La pregunta es qué hacer sin la memoria con tanta hora por habitar, tanto camino hostilmente virgen, tanta cruz que cargamos y nunca entenderemos. La cuestión es saber si el recuerdo 28 KIERKEGAARD, Soren. Postcriptum. Ediciones Sígueme. Salamanca. España. 2010. 29 NIETZSCHE, Friedrich. Schopenhauer como educador. http://www.iztacala.unam.mx 30 JASPERS, Karl. Filosofía de la existencia. 1938 224
nos aferra o lo aferramos, si somos algo más que esta furia en pos de las arenas de la eternidad, del olvido.” También en Nombres (Tríadas II) hay reminiscencias de esta incertidumbre: “Los nombres que le damos a la muerte/no son el nombre de la muerte/las cosas que decimos de la muerte / no son las cosas de la muerte/las noches que soñamos con la muerte /no son las noches de la muerte/ La muerte es ese día/silente innominable/ hoy acaso/ este que nos discurre insularmente solos”. En absoluta soledad, el ser humano construye esos nombres desde sus íntimas convicciones y experiencias, y a la vez, expresa la imposibilidad de encontrarlos todos: la muerte es ese día/silente innominable. Emancipado de los preconceptos, Simiz atraviesa el significado de las cosas, asumiendo que la angustia y la desolación son parte de ese desprendimiento; que este salto lo hace libre, pero también puede aumentar su incertidumbre: “Todo lo acariciado por el hombre/envejece de golpe/como un pétalo ultrajado. Todo lo imaginado por el hombre/llega a su fin exangüe enrarecido/extranjero entre sus propias alas/ Todo lo construido por el hombre/vertiginosamente se revela chatarra/se desploma precozmente de ruina/ Por eso/entre otras cosas/voy a callarte/amor/no vaya a ser que si te nombro/nos deje de llover la misma lluvia”. Pero, “¿Qué es lo que el artista trágico nos comunica acerca de sí mismo?. Lo que él muestra -¿No es precisamente el estado sin miedo a lo terrible y 225
problemático? - ese mismo estado es una aspiración elevada.”31 Esta aspiración del pensador existente de elevar el espíritu a su máxima plenitud, se concreta en Simiz en la poesía, que no solamente es un nombre: es una esencia modelizada, trascendida y trascendente, es la verdad que lo consolida como ser subjetivo, como experiencia vital: “Debajo de los nombres de las cosas/acontece indomable sereno el universo. Los nombres de las cosas son el muro/la coraza de hielo/que nos divorcia el aire de la tierra/y nos aleja el agua/sus seres ondulantes/ Debajo de los nombres de las cosas/la vieja tejedora minuciosa/la feroz alabarda renacida/la Poesía”. Otro poema que dialoga con el concepto de realidad objetiva es Cansancio (Tríadas II): “Un hombre es lo que queda detrás de su cansancio/cuando hasta el parpadeo se ha vuelto más lento/y la inercia define los atajos/y la puerta precisa siempre es la más cercana/ Cansancio es lo que queda/después de un día de ser hombre/cuando encallan los sueños/cuando todo está igual/pero llega la luz desde el poniente/ Cansancio es el recuerdo/el aviso/de que somos ese instante/ese naufragio/entre ayer y mañana”. Como afirma Nietzsche, “no es propio de la esencia del espíritu libre tener opiniones más justas, sino únicamente el haberse emancipado de lo tradicional, ya sea por dicha o por desdicha. Sin embargo de ordinario, tendrá la verdad de su lado, o, al menos, el espíritu de la investigación de la verdad: él busca razones, los demás una creencia”32 . 31 NIETZSCHE, Friedrich. El crepúsculo de los ídolos. Alianza Editorial. 1988. 32 NIETZSCHE, Friedrich. Humano, demasiado humano. Editorial Verbum. Madrid, España. 2018 226
“Sólo hay dos momentos en la vida de un hombre/y somos esos dos instantes/esos dos hombres/pujando como Jacob y el ángel/bajo indecisos cielos/ Sólo el cansancio/sólo el sueño/nos vuelven infinito el suspiro/del alba hasta el ocaso/hasta que alguna noche de ojos nómades/nos tumba dulcemente/nos ofrenda su pezón de leche y vino/y nos deja beber la luz oscura/en el ánfora unánime”. La libertad de espíritu es la que genera una búsqueda permanente, es la que no se conforma con la armonía aparente, es la que siempre da un paso más allá de las propias fronteras, y por eso, es una libertad que tantas veces agobia, resulta frustrante, pero es la única llave para el conocimiento auténtico de uno mismo. “El cansancio es la tierra que reclama lo suyo/esa carga que fuimos echando a los hombros/y era del cosmos/pertinaz gravedad difuminada/ El cansancio es el llamado de la nada/ese anhelo de volver a ser/bajo otro cielo/desde otros ojos/o en el fondo/la ilusión de no ser/antes de tiempo”. Huellas (Tríadas II) verifica este aprendizaje, este ejercicio de libertad supremo, dando cuenta de esos agobios y frustraciones, sin embargo, imprescindibles, que dejan su impronta en espacios existenciales diversos: “CICATRICES La herida/la verdadera herida/nace en la cicatriz/ cuando creemos que todo ha terminado/y enfundamos las armas sosegadas/sordas raíces van creciendo/abrevando en el humus de los sueños /adentrándose en los cálices ingenuos de las venas/ Y mientras repetimos el saludo/el café de las cinco/la caricia a la amante/las cicatrices/como gota que horada la piedra/ como salmón en su viaje final hacia el origen/ellas penetran/recuperan hilo a hilo/lo que siempre fue suyo/ nos bautizan el corazón de púrpura. 227
LA PIEL Solo una cosa tenemos para siempre:/las cicatrices de la verdad en nuestra piel./Lo demás/son los callos/los guijarros del día/ erupciones de una pasión efímera/escoriaciones de una pedrada cósmica que no supo esquivarnos./ El corazón es ciego y sordo/late/prefiere no saber nada/late/ ignora sabiamente/desde qué tarde le llegará tu ausencia/ a decirle “eso es todo”. Junto a las cicatrices y la piel, otro espacio que aglutina los momentos vitales trascendentes es el cuerpo, manifestado tanto en su rol activador de acciones, como en el de generador de respuestas ante la realidad: “EL ACRÓBATA El acróbata se apropia un segundo del aire/sabe que nunca será suyo/pero él igual lo apresa/y el aire lo sostiene un instante/ le acaricia el esfuerzo/lo devuelve a las grávidas cosas como una madre a la cuna/ Y el aire será el mismo/transpirado, perlado de otros sueños/ y el hombre será otro /porque algo de sudor se ha escurrido en el éter/ y ni una brizna de brisa/le queda entre los dedos.” Posibilidades de la voluntad El lugar ambiguo y siempre cambiante que supone la libertad, si ésta se asume como ejercicio de disrupción, es arduo, con más sombras y abismos que luces redentoras. Pero “en cuanto a la fórmula que implica gran riesgo: más allá del bien y del mal, nos es útil al menos para ponernos al abrigo de confusiones”33 33 NIETZSCHE, Friedrich. Más allá del bien y del mal. Ediciones Libertador. Buenos Aires. 2003. 228
“No. Nunca será un dócil decir la madrugada aunque nos invoquemos navegantes de la placenta cósmica. Este sol en agraz es un cáliz hostil que embriaga a los suicidas y a los viejos. Será más grato el hidromiel tardío, ese penúltimo trago, las vestes del festín que beberemos sin saberlo cuando amaine la noche. La madrugada sabe a historias contadas a despecho a destierro a deshora”. (Actas del naufragio) Puesto en el mundo a construir su existencia, el ser, consciente de su finitud, elige dentro de las posibilidades de su voluntad: el individuo, al descubrirse a sí mismo en el acto de pensamiento consciente, descubre la condición de todos los seres, es decir, toma conciencia de la intersubjetividad en que está inmerso. Es por eso que, las elecciones individuales inciden sobre la existencia ajena, y así lo expresa Simiz en diversos pasajes de sus Tríadas: “Llegó la Peste y no supo cómo entrarle a esa cosa/Llegó el Hambre y pensó “Yo ya hice lo mío”/Llegó la Guerra y dijo: ”Ni para carne de cañón”/ Llegó la Muerte y lo tomó por un poste tumbado/ Pasó un rico y ordenó a su sirviente/”Sáquenle lo que sirva y échenle los perros”. (Metáforas; Tríadas II) Nuestras acciones (o inacciones) son acontecimientos que trascienden la existencia individual, y tienen alcance universal: 229
“CISJORDANIA, 2006 Qué hacen en esos tanques/hombrecitos de grandes borceguíes/intoxicados de rencor amnésico/asfixiados de temor prepotente/pateando, pisoteando la arena palpitante/ como si un pueblo fuese un hormiguero/ Qué hacen allí artillados, chalecados/soldaditos de lata/huérfanos de su propia historia/desraizando vida/orfanando la tierra/¿hay algo más patético que un títere con sus hilos al viento?/ Desde este rincón lejano/tan cerca/les envío mi lástima/mi náusea/y tal vez un aviso/ y acaso una esperanza/el poeta no es un pequeño dios/Dios ha mostrado largamente/ su ausencia su impotencia/Cuando se llama pueblo/un hombre es algo más que un nombre y una piedra”. (Memorial de Palestina. Tríadas) Claudio Simiz se encuadra dentro de lo que Nietzsche llamaba nuevos filósofos, en el sentido que explora con “sentidos aguzados, dispuesto a todos los peligros –gracias a un exceso de libre albedrío–, (…) diestro para saber distinguir entre lo que hay que aprender y lo que hay que olvidar”34: EPÍGRAFE “Casi se cae del diario/apenitas la foto arrinconada blanco y negro/ pero hay una negrita debajo de una bolsa de nailon negro/ No se sabe: la bomba el terremoto/ se le fueron encima/poco importa, parece/ porque el ojo de Dios estaba en otra cosa/y mañana publican las ternas de los Oscar/ el Mundial y la carne van en alza/ pero hay una negrita debajo de una bolsa de nailon negro 34 NIETZSCHE, Friedric. Op. Cit. 230
¿jugás a la escondida, Terroncito/ te disfrazaste de fantasma, de noche, de tulipán sombrío?/ pasa la Farolera/pero hay una negrita debajo de una bolsa de nailon negro/ ¿De qué negro baldío pintaré mi casa?/¿Con qué sábana de olvido el mundo se tapará la cara?/Entre este verso y el que está viniendo nacerán cien niños/ pero hay una negrita debajo de una bolsa de nailon negro/ En el otro hemisferio las rondas van despidiendo al sol/ aquí quiere nacer y sólo sangra”. (Memorial de Palestina. Tríadas) 6.Autobiografía lírica: Café con lluvia –Tango Sólo la lluvia ese ademán ingenuo de la niebla Café con Lluvia, 2017 “Café con lluvia es a la vez el más temático de mis poemarios y el más autobiográfico, también el más breve. En la última década fueron los cafés mi refugio, un lugar en el mundo acogedor y casi inevitable. La lluvia, ese ademán ingenuo de la niebla, me acompañó, me guió por caminos tan entrevistos como sorprendentes. Y está la poesía, claro, tal vez por eso las citas desbordan, inundan las escuetas líneas de este opúsculo. El agua madre, ya intensa y oscura, ya clara y fresca, tiene la última palabra, como siempre”. Así se refería Claudio Simiz a este poemario, en el que convergen los símbolos más arraigados de su poesía autorreferencial: la lluvia y la poesía, al abrigo del café, que refugia, que inspira, que acompaña. Estos elementos articulan un retrato lírico donde el poeta, el pensador filosófico y el hombre crítico se expresan desde motivos urbanos, populares e íntimos. Los símbolos de la autoimagen Partiendo del supuesto que lo simbolizable está en una realidad no lingüística35, Ricoeur afirma que los símbolos manifiestan efectos de doble sentido, donde el lenguaje produce una apertura hacia lo diferente de sí 35 RICOEUR, Paul. El conflicto de las interpretaciones. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires. 2003. 231
mismo; ese doble sentido descifra un movimiento existencial, una cierta condición ontológica del hombre que se coloca en el mundo histórico observable y revela una posición del ser, su equivocidad. Siendo que el ser se dice de múltiples maneras, y el simbolismo abre la multiplicidad de sentidos sobre la equivocidad del ser, analizando los símbolos de una poética, podemos constituir una fisonomía literaria de su autor. En el poemario que nos ocupa, además de manifestarse en el título, estos elementos articulan su estructura externa (Introito; Poemas con Lluvia; Poemas con Café; Epílogo), donde los epígrafes funcionan como nexos que mantienen la densidad significativa de lo que la simbología expresa, y el climax subjetivo que a ella remite. El Introito es la puerta de acceso a esta biografía lírica, que desde la cita de Baldomero Fernández Moreno, crea el ambiente íntimo ya sugerido en el título: “A pesar de la lluvia yo he salido/a tomar un café, estoy sentado”. Hay un vínculo existencial involucrado en estos dos elementos: La lluvia es la única que puede sustentar esa totalidad que el ser humano no alcanzará más que fugazmente: “ Sólo la lluvia ese ademán ingenuo de la niebla, sólo las innúmeras puntadas del lienzo de la lluvia nos dejan la ilusión de estar a solas con nuestro corazón y su almanaque las preguntas fantasmas que nadie ha conjeturado”. El café, entendido como espacio de lo público (refugio, punto de encuentro, donde convergen distintas historias) o como de la privacidad y/o soledad (persona frente a un pocillo), es el aliado incondicional en los momentos de introspección y planteos trascendentales: “Sólo el café su discurrir amable inexorable, nos ayuda a tripular la barca del recuerdo desdeñosos del tiempo. 232
Pero es sólo un instante regusto indefinible inconfundible ese relente de eternidad y olvido”. tanto como el de desarrollo de historias compartidas: “También está la sed el hedor inasible irreductible de la soledad el rumor de agua fresca que no llega a los labios la ternura que pasa asida de otro brazo”. El epílogo es un espacio-tiempo que ocurre fuera del universo café-lluvia: es una pausa (ya sugerida por el título) entre las historias que se van tramando (tanto propias como ajenas), hasta el momento en que vuelvan a confluir y conformar una unidad, una historia y un tiempo único, encarnados en esa dualidad: LA DESHORA En la deshora más irremontable los pocillos vacíos las goteras agónicas invitan a la calle derivan al estrépito la furia esas que sarcástica impecablemente nos recuerda el reloj o menos trágicamente habrá que irse nomás esquivando charquitos rumbo a la casa a solas. 233
Poemas con lluvia “La primera y más extendida de las significaciones simbólicas de la lluvia es la que la vincula a la idea de fertilización, y por lo tanto, de continuidad de la vida. Al provenir del cielo, también es considerada por muchas culturas como un descenso de las influencias celestes y espirituales sobre el plano terrestre, esto es, una caída de lo superior sobre lo inferior”36. Claudio Simiz se refiere a la lluvia como a ese ademán ingenuo de la niebla, que ha tenido en su vida una presencia relevante, ya como protección-compañía, reconocimiento-descubrimiento, espera-destino: me acompañó, me guió por caminos tan entrevistos como sorprendentes. Los Poemas con lluvia se construyen a partir de estas múltiples dimensiones. En Orfandad, las cualidades que el poeta le atribuye a la lluvia (y con las cuales se siente reflejado), están anunciadas en el epígrafe: La lluvia es bella y triste, y acaso nuestro amor es bello y triste, y acaso esa tristeza sea una manera sutil de la alegría, oh íntima, recóndita alegría/Estoy tocado de tu destino./Oh lluvia, oh generosa”(Raúl González Tuñón). La lluvia, expresa aquí la equivocidad a la que alude Ricoeur: es bella y triste; contiene la íntima angustia y la soledad que habita en todo ser humano, pero también acompaña en la alegría de la fertilidad, de lo que emerge y se manifiesta en la plenitud de sus dones: “En súbita orfandad nos descubre la lluvia. Nos inquiere con ardiente desnudez. Habilita rincones al corazón huido henchido de esa luz que ya está lejos. De repente no llueve ya pero ha partido el día y en alguna comarca allende las montañas el agua se desciñe 36 GÓMEZ AQUINO, Rosa. Diccionario de símbolos. Pluma y Papel Ediciones. Buenos Aires. 2006. 234
con vastedad de virgen. Otras tormentas derramarán el fuego. Otras celliscas devanarán su incontable tristeza. Otro relente grabará en nuestros párpados la persistencia de lo etéreo. Ella hembra desusada Ella nunca termina de marcharse”. La lluvia es el tiempo en la que el espacio individual y el cósmico confluyen, se reconocen (y descubren) uno en el otro; es el momento en que el símbolo despliega sus múltiples facetas significativas y revela, en términos de Ricoeur, la condición ontológica del ser humano. Así lo expresa el poeta en este poema a su hijo: “LLUVIA A Lautaro Hijo en esta hora tal vez veas solo un hombre y su lápiz silencioso en una tarde triste. Sin embargo ese hombre ha sabido deshabitar de a ratos su esqueleto a la hora en que se acaban las respuestas las preguntas y sólo queda el salto. Un día sus huesos sus huesos se quedarán definitivamente solos y entonces podré decirte 235
sin que lo sepas que se puede asir el infinito por un instante (eso lo aprendí de la lluvia) porque una tarde de lluvia por vez primera me vi de sueño entero y fue en tus ojos”. La lluvia también está expresada como tiempo de espera e incertidumbre: “pienso en la lluvia/su canto que no está/sus gotas que aún son nube/o se escurrieron ya/hacia las horas grises./Alguien ha quedado obstinado/a una memoria./Algo descerrajó tempranamente/ su penumbra” (Ausencia) que potencia la tensión de lo ausente, de lo evocado, de lo que se aguarda: “Pero aún no ha empezado la lluvia/ su cántaro distento/ sinuoso/ estremecido/acaso aguarde todavía tus pasos/tu figura/tus labios/para dejarnos definitivamente ausentes” (Telón). Poemas con café El café, ya en el sentido de espacio público, ya en el de reducto privado, es un motivo recurrente en la literatura contemporánea. Concebidos en Estambul, hacia el año 1550, como lugar de reunión masculina, pronto se extendieron en Europa y los territorios del Imperio Otomano. En Londres surgieron como alternativa de las tabernas; fueron el lugar de tertulias literarias, disertaciones filosóficas y activa discusión política en París durante la Revolución Francesa, y este modelo de socialización se repitió en Viena, Amsterdam, Budapest, Madrid, Barcelona, hasta expandirse en Europa, y propagarse por el resto del mundo. En nuestro país, los cafés han sido el reducto de intelectuales, políticos y artistas desde la época virreinal. Desde el Café de Marco, con Moreno, Castelli, Belgrano, Monteagudo, hasta los actuales bares notables, por donde han pasado Borges, Arlt, Cortázar, Manzi, Discépolo y un sinnúmero de figuras, de las que proviene el adjetivo, una sustancial parte de la historia nacional tuvo lugar dentro de sus espacios. Diego Barovero 236
destaca en una nota de La Prensa37, “es probable que haya sido la tradición hispana que trajo consigo a estas tierras la vigencia de estos ámbitos de reunión que, con variadas formas, congregan no sólo al habitué o al ocasional transeúnte que hace un alto en determinado momento del día, sino a aquellos que recalan en sus mesas con la concreta misión de llevar a cabo una reunión”. Esta tradición cultural se manifiesta en Simiz, quien vive el ambiente del café como refugio, un lugar en el mundo acogedor y casi inevitable. El mismo refugio que Enrique Santos Discépolo transmitió en Cafetín de Buenos Aires, y cuyos versos nuestro autor rescata como epígrafe en Café con amigo ausente: “En tu mezcla milagrosa/de sabihondos y suicidas/yo aprendí filosofía,/ dados, timba y la poesía cruel/de no pensar más en mí”. El café es el espacio más universal, y a la vez, el más íntimo; el lugar público y el privado. Allí transcurren historias diversas: la de la sociedad toda, la de sus estratos heterogéneos, y la historia personal; las historias compartidas y las que se viven en la más absoluta soledad. Este paisaje se hace nítido en Tarda el café: Tintineo de cucharitas fugando, dispersándose. Niebla de la máquina expresa transpirando su furia. Súbitos familiares perfumes deslizándose de las bandejas. El café tarda. Junto al ventanal el penúltimo desdentado cortado que Walt soñó tomar lejos de Camden. En un rincón 37¿Qué sería de la política argentina sin el café?27.10.2019. http://www.laprensa.com.ar/482315-Que-seria-de-la-politica-argentina-sin-el- Cafe.note.aspx 237
el pocillo diecinueve de Dylan que ha escogido un veneno más furtivo. Al fondo un cabizbajo Cátulo tratando de no ver su soledad sin para qué. Todo atardece. Dentro de cinco diez minutos entrarás y dirás simplemente “Perdón, Amor; se me hizo tarde”. La historia íntima converge con otras que el espacio-refugio propicia: Walt Whitman, Dylan Thomas, Cátulo Castillo son evocados como habitués de otro tiempo, que, aunque pasado y distante, en el café se unifica y actualiza su valor simbólico. El café como refugio receptor de múltiples historias individuales, que se desplazan para reconocerse en su mezcla milagrosa, también está expresado en Tarde de café: “Pero estamos el sol el café de la tarde. También está la sed el hedor inasible irreductible de la soledad el rumor de agua fresca que no llega a los labios la ternura que pasa asida de otro brazo. También está el temblor el niño hesitando 238
debajo de las cobijas cómplices el vibrar extranjero de la tierra bajo botas hostiles. Y también la pregunta ese páramo que ayer llamamos “sombra” y mañana “silencio” y hoy acaso “oquedad” Pero está el sol esta dócil molicie de la tarde el sabor memorioso del café sonriéndome indulgente desde el fondo del pocillo”. La historia ajena (la ternura que pasa/ asida de otro brazo; el niño hesitando/ debajo/de las cobijas cómplices; el vibrar extranjero de la tierra/bajo botas hostiles) se encuentra con la propia (Pero estamos el sol/el café de la tarde) en un instante, que está llamado a repetirse en nuevas historias, siempre en el ámbito del café (punto de encuentro), donde se refugian, se reconocen y siguen construyendo sus múltiples significaciones. El café expresado como individualidad, se materializa en el pocillo que contiene el agua madre, intensa y oscura. Simiz reconoce en él sus rasgos identificativos, y lo transmite con palabras de Nicomedes Santa Cruz”: “Tengo tu mismo color/Y tu misma procedencia,/Somos aroma y esencia/y amargo es nuestro sabor”. En esta soledad, que solamente el espacio territorial del café puede ofrecerle: -recuerda a su amigo ausente: “Es el azúcar proclamando/ rebelando/la gloria austera de la disolución/su verdad última”; 239
-transcurren momentos de reflexión: “Al final/cuando todo empieza a regresar/ queda un halo/una línea que se espesa indeleble/hacia la nada./Allí nos asomamos/pero todo es inútil”; o de melancolía: “Las horas que se estiran cenicientas/son el oráculo/acaso la alcabala/de todo lo que irá mudando su/ esplendor al reino de lo gris/su verdad acezante/irremisible”. Tango y poesía Julio Cortázar afirmó no saber “en qué medida las letras del jazz influyen en los poetas norteamericanos, pero sí que a nosotros los tangos nos vuelven en una recurrencia sardónica cada vez que escribimos tristeza, que estamos llovizna”38. Y esta impronta se repite en Claudio Simiz: el tango da nombre su poemario de 2015, donde títulos de piezas memorables del género son rescatados para recrear vivencias del yo lírico, y versos de las letras tangueras encabezan los epígrafes y marcan la intensidad de las secuencias poéticas. Este homenaje de Simiz a los grandes poetas del tango se asocia al estado íntimo que el autor refiere en Café con lluvia: la introspección que los dos poemarios denotan, parece surgir surgir de situaciones disruptivas, desequilibrantes, que obligan a replanteos frente a uno mismo y frente al mundo. Situaciones donde la vida, el amor, el tiempo, el destino, y los valores más arraigados son sacudidos por emociones intensas, frente a las cuales se nos exige encontrar un nuevo equilibrio: “El hombre palpa/cauta/dolorosamente/las estrías que le dejó el amor/el paso intempestivo/impío del amor”. La melancolía es, en estos casos, un trance desde el cual podemos vislumbrar un nuevo horizonte, y los poetas del tango tienen mucho que decir en este sentido, de ahí que el poeta acude a ellos para construir su nuevo lugar. Esta melancolía a la que el tango remite en la cultura popular argentina, y a la que se refiere Cortázar al decir estamos llovizna, es un elemento más del semblante poético de Simiz, que lo exhibe en su más absoluta 38 CORTÁZAR, Julio. Salvo el crepúsculo. Alfaguara. Buenos Aires.2009. 240
interioridad: como ha confesado, con respecto a la poesía, te delata, te desnuda.39 Lluvia, tango y café La lluvia y el café, con el trasfondo inspirador del tango, son los elementos a través de los cuales Claudio Simiz reconstruye sus vivencias. Estos símbolos permiten descubrir en su personalidad poética un espíritu pensante (para el que el tiempo implica una búsqueda permanente), pero que a la vez, está pregnado de todo cuanto lo rodea, y abierto hacia las experiencias ajenas, que nunca le son indiferentes. La convergencia de estas historias con la suya propia es una devolución de esa búsqueda, un sosiego que el refugio del café le concede. “La vida es cierta/ y el olor a lluvia” -dice Miguel Barnet-, “Entrar en los cafés es cierto”40, y para Simiz, el tiempo más cierto es el que propicia la lluvia, convocando a reflexionar; y transcurre en el café, donde las historias dispersas se unifican, se hacen significativas, se tornan universales. Fuera de ese refugio, transcurre la deshora, el universo de la rutina y la indiferencia, donde rige la soledad y el anonimato, y el ser humano es un individuo errante, inconcluso. 7.Una travesía poética: Tránsitos y Persistencias Antes que el sol se vaya de tus ojos, antes que Dios diga basta, antes que el polvo pierda las pisadas y la sangre se enfríe en los altares, antes que el viento arrase con las rocas. Esta agobiada, esta trémula rosa. Arte poética. (Los míos) 39 SIMIZ, Claudio. La poesía, en TRÁNSITOS Y PERSISTENCIAS. Antología personal. Bs.As. Tahiel. 2017. 40 BARNET, Miguel. Todos estos días. https://lifevestunderyourseat.wordpress.com/2010/12/03/todos-estos-dias/ 241
La poesía como expresión existencial Dice Santiago Sylvester en el prólogo de Tránsitos y persistencias, la antología personal que Claudio Simiz editó en 2017, “su poesía, desde el comienzo, nos hace saber que quiere reflexionar, llegar a conclusiones, transmitir emociones”, afirmación que resulta evidente al recorrer su obra poética. Desde la poesía metafísica que María Esther de Miguel anunciaba en el prólogo de Celda, hasta sus producciones más recientes, hay un trabajo escritural que se define en un corpus con marcas identitarias que lo caracterizan y destacan dentro de las poéticas actuales. Junto a esta labor literaria, Simiz ha consolidado una intensa e ininterrumpida actividad como gestor cultural, que ha puesto a la poesía en acto y desde la cual ha generado un espectro de movidas culturales de gran impacto regional, entre las que se destacan Con-versando, Antes que venga ella, Cruce de palabras (espectáculos poético-musicales), coordinación de diversos talleres literarios, y publicaciones (dirigió la revista digital Conurbana.cult, el canal de Youtube “Nuestra Educación Poética” y colabora en numerosas revistas literarias de Latinoamérica). “En estos últimos años, vengo desarrollando un corpus de ideas, aún algo difuso, que llamo “Educación Poética”. Se trata de un intento de recuperación / reformulación de la función de la poesía en la existencia del hombre y en la sociedad actual. Se trata de repensarnos desde ese espacio tenso, revelador y liberador que plantea la palabra poética, tanto desde la recepción como desde la producción”41. El poeta (expresado en una lírica filosófica tanto como en la denuncia social) y el ser humano íntimo, convergen en una existencia que se construye en cada actividad movilizadora y generadora de nuevos espacios humanizantes. Este proceso representa el camino de la poesía, por el que Claudio Simiz busca, transita y persiste. Así lo confirma el 41 http://www.revagliatti.com.ar/030816b.html . Entrevista de Rolando Revagliatti a Claudio Simiz. 242
recorrido literario que hemos realizado, en el cual, la poesía y la palabra articulan una matriz insustituible. No es casual que el destino al que aspira sea la Educación Poética, como herramienta de liberación y redescubrimiento de valores del espíritu humano. El poeta constructor En un ensayo reciente42, Santiago Sylvester se refiere al poeta constructor como a aquél que puede “conservar lo conservable, desechar lo decaído y mantener en el centro el impulso creativo”. Asimismo, en el prólogo de Tránsitos y persistencias ha expresado que “Claudio Simiz conoce muy bien la materia poética, tal como se fue organizando a través del tiempo, y que saca partido de ella, concebida como totalidad: lo clásico y las rupturas conviven armoniosamente en estos poemas y nos hacen conocer, no sólo una filiación, sino también una posible dirección”, de donde podemos concluir, que, dentro de este concepto, Simiz es un poeta constructor. Más aún, la poética de nuestro autor confirma otro presupuesto de Sylvester, para quien el trabajo del poeta constructor supone una mentalidad cuestionadora, ya que no consiste en mantener inalterable las formas establecidas, sino renovarlas, y de ser necesario, reemplazarlas, pero siempre manteniendo aquellas que conservan todo su potencial: reconoce que las vanguardias y la poesía experimental le han aportado herramientas para lo que considera un salto en su estilo. Estas influencias, asegura Simiz, dieron un despliegue verbal y de imágenes que se materializaron, a su entender, en textos más libres y sugestivos, esta renovación derivó luego en poemas más cortos, conectados sin signos de puntuación, más fluidos. Estas transformaciones suponen la mentalidad cuestionadora señalada por Sylvester, que renueva las formas cuando el proceso de escritura así lo reclama, y que fusiona lo clásico con las vanguardias: Simiz ha expresado que empezó a desarrollar las tríadas cuando su producción lo movía a buscar algo más, que pugnaba por encontrar sus palabras. Las tríadas serían un nuevo producto estilístico, donde conviven formas tradicionales 42 SOBRE LA FORMA POÉTICA. Eudeba. Buenos Aires. 2019. 243
breves (aportadas entre otras, por el haiku), con formas renovadas (uso de barras en vez de la tradicional división en versos). Presencias en la travesía “El gran poeta de mi pubertad, y sigue siéndolo, es Antonio Machado, ya en sus libros, ya musicalizado por Serrat” (…) Volviendo a la línea clásica lírica, Garcilaso, Góngora y Quevedo siempre “están ahí”, y la Generación del ‘27, con sus aledaños León Felipe y Miguel Hernández laten quedamente en mi poesía, junto a Blas de Otero y Nicolás Guillén. De los argentinos, Manuel J. Castilla, Juan L. Ortiz y Raúl González Tuñón son presencias poderosas. Y claro, Borges, tanto en poesía como en cuento, compartiendo el podio de influencias con Rulfo y Quiroga (…) siento sus presencias en mi creación, sin que mi literatura se les parezca o pretenda hacerlo; es eso, una presencia sin la cual mi producción sería distinta (…) Finalmente, un lugar muy especial para la literatura popular, desde el cancionero tradicional folklórico al tango, de Atahualpa Yupanqui a Gagliardi, pasando por los narradores orales… Cuánto debe nuestra cultura y nuestro universo emocional a estas cotidianas gemas. ”43. La impronta de la lírica clásica se manifiesta en lo temático y en lo estilístico. Los abordajes reflexivos sobre la esencia del ser humano, propios del discurso humanista de esta literatura son la matriz de las composiciones de Simiz. Su lírica filosófica dialoga con los conceptos de vida-muerte-tiempo de Quevedo, para quien la existencia significa “un apartamiento sabio u sosegado, un beatus ille que integra la actitud trascendente y espiritual de la conciencia estoica de la propia fugacidad”44 Asimismo, el silencio al que con frecuencia alude el poeta (y particularmente en Tríadas, Tríadas II), tiene su símil en la huida del protagonista de Soledades, que ha sido interpretada como la búsqueda de 43 Entrevista de Rolando Revagliatti. 44 AVELLANO, Ignacio. Historia de la literatura española (dirigida por J. Menéndez Peláez). Everest. León. España. 1983. 244
un encuentro consigo mismo45. En cuanto al aspecto formal, es tributario del soneto, la musicalidad y sonoridad en las composiciones, propias del Siglo de Oro español. El carácter intimista-reflexivo de la poesía de Antonio Machado es un rasgo característico en la obra de nuestro autor: no en vano afirma que ha sido el poeta de su pubertad, y que sigue siéndolo. En el imaginario machadiano, la mirada interior y el autoconocimiento necesarios para pensar el tiempo y la muerte, devienen en soledad, angustia y melancolía: así queda expresado en Soledades. Su conocida sentencia “la poesía es palabra del tiempo” implica que el poeta debe realizar un doble aprendizaje: por una parte, captar la esencia de las cosas (el misterio del hombre y del mundo), y por otro, expresar el transcurso del tiempo (el fluir de la vida). Este aprendizajes, que aspira al desocultar lo mundano para consolidarse en sus propias fuerzas y dar un sentido significativo a su existencia es, como venimos exponiendo a lo largo de este análisis, el topos de la poética de Claudio Simiz, y la poesía, el universo que hace posible ese desocultamiento. En cuanto a la exaltación machadiana de la tierra y su gente (Campos de Castilla) son análogos a los ejes temáticos de nuestro autor en su poesía social; el ideal ético de regeneración social del sevillano es el equivalente a la vocación rehumanizante que Simiz manifiesta en toda su escritura y en su trabajo como docente y gestor cultural. De la Generación del 27, la poética de Simiz refleja su carácter cumulativo, en cuanto que la literatura de este movimiento integró las novedades estilísticas españolas (en particular, el verso libre), con la estética clásica (fundamentalmente, en el contexto de homenaje a Góngora, convocado por José María Romero Martínez en el Ateneo de Sevilla, con motivo del tercer centenario de su muerte), y en el aspecto temático, fusionó lo culto con lo popular. Hay un paso del yo al nosotros, “el poeta canta por 45 Op. Cit. 245
todos”46. Este espectro escritural, si bien recorre toda la obra de Simiz desde su primer poemario, se acentúa a partir de La mala palabra. En este sentido, la influencia que el poeta reconoce por parte de la literatura popular argentina, (cancionero folklórico, tango, narradores orales, Raúl González Tuñón) al mismo tiempo que la de Jorge Luis Borges, es coherente con su afinidad a la Generación del 27, pues expresa un arco temático y estilístico integrador, a partir del cual se genera una estética enriquecida y dinámica, abierta a incorporar transformaciones sin perder su propia personalidad literaria. Producto de esta dinámica transformadora son las tríadas, y las marinas (que desarrollaremos en la segunda parte), y la incursión en nuevas formas poéticas. SEGUNDA PARTE El registro de la voz lírica. Las formas y símbolos del corpus poético. Contextualización y aproximaciones teóricas. 1.Registro de la voz lírica: el amor por la palabra “Tengo una relación muy medular, apasionada con la palabra: lo semántico en sus distintos aspectos, las conexiones sintácticas en la frase, lo fónico… la música del verso jugando con las connotaciones de la palabra y su aparición en el hilo del discurso estructuran mis composiciones, dan forma definida al mensaje, convierten (aún más decisivamente que las imágenes, metáforas y otros recursos tradicionales) la idea, la sensación, la intuición, en arte”47. Este comentario de Claudio Simiz deja a las claras el protagonismo que la palabra y la exploración de sus múltiples variantes tiene en su producción. 46 ALEIXANDRE, Vicente. El poeta canta por todos. Antología poética. Edición de Daniel Murphy. Fundación Málaga, Fundación Manuel Alcántara y Aula de Literatura y Pensamiento Contemporáneo Rafael Pérez Estrada. 2007. 47 Facebook. Poesía del Oeste. 246
En este apartado, rastrearemos estos diversos modos en que el poeta los registra. La palabra: una definición poética Las palabras saben permanecer indemnes. El político pedorro, el profesor pedófilo, el periodista gangrenoso, el baboso consuetudinario las ciegan, las incendian, las hinchan, las eunucan. Pero ellas saben darse vuelta, tornar imperturbables como un corchito a la superficie, como una brújula hacia el norte, y vuelven, inocentes, a los hombres, los trabajos, los sueños de los hombres, los pobres hombres, los que nunca supimos salir indemnes. (Las palabras. No es nada) Palabra feroz “Hay una cierta “ferocidad” inherente a la palabra que trasciende al que la emplea, aunque sea el poeta… “Las palabras tienen vida propia/ por eso saben herir tan limpiamente” nos dice Guillermo Boido en un dístico apabullante. El poeta no debe “hacerse cargo” de la 247
ambigüedad, desvelarse por ella, pues ésta es inherente a lo que somos y no somos, al lenguaje, que nos dice y nos desdice…(…)48 Esta ferocidad declarada por Simiz se hace manifiesta, particularmente, en La mala palabra, y en Pan de agua. El lenguaje, expresado en su nivel extremo, corporiza los hechos que denuncia; encarna ese universo condenado, y lo hace a través de los apelativos con que la sociedad dice sus estigmas: puto; negro de mierda; puta niña. La palabra, en su cuerpo y voz, se alza con todo su dramatismo, y también con un hálito “esperanzado, como las malas palabras”49. La palabra como juego Afirma Saussure que “el valor significativo de la palabra radica en una discontinuidad constitutiva. Esta especie de valencias son las que determinan el enorme potencial de significación acumulado en la palabra. (…) Cuando las valencias de esa entidad léxica se liberan, la palabra vuela a la vida de la conversación, para retornar luego a su significado de diccionario, enriquecida por la aventura de la comunicación humana”50 Este desarrollo del lenguaje como aventura, como juego que despoja a la palabra de sus significados preconcebidos, construye nuevas estructuras semánticas, y se resuelve en un discurso retóricamente disruptivo. La experiencia lúdica con la palabra predomina en Los míos: -En el aspecto semántico: en gateras, a gatas, como gata/les daré de mamar a los hambrientos,/gateando, regateando, defenderé mi voz (De gato); Niños, cientos de niños/me roban las palabras,/niños celestes, cóncavos,/convexos, amarillos (De niño); yo quiero un corazón/ni rojo, ni amarillo/y rojo y amarillo también (Poema ingenuo); 48 http://www.revagliatti.com.ar/030816b.html . Entrevista de Rolando Revagliatti a Claudio Simiz 49 SIMIZ, Claudio. En prólogo de La mala palabra.1997. 50 SAUSSURE, Ferdinand. Curso de lingüística general. 1916. 248
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