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Los ultimos libres - Victor M. Valenzuela

Published by alexvogagermx, 2015-08-02 21:59:26

Description: Los ultimos libres - Victor M. Valenzuela

Keywords: Internet

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Título original: Los últimos libresVíctor M. Valenzuela, 2012Diseño de cubierta: nowevolutionEditor digital: osuseePub base r1.2

Este libro está dedicado a todos y cadauno de las personas que me apoyaron y ayudaron en las diversas fases de la elaboración de la obra. A todos vosotros, que sabéis perfectamente quiénes sois: Gracias.

Los últimos libres Esta es una obra de ficción y cualquierparecido con la realidades pura coincidencia.Todos sus personajes son ficticios, aunque algunosestán ligeramente inspirados en personas (yperros) reales, pero estoy seguro de que no se vana sentir molestos por ello. A pesar de que a los principales protagonistaslos podíamos catalogar como hackers, heintentado no utilizar términos demasiadoespecíficos, aunque en determinadas ocasiones nohe tenido más remedio que recurrir a ellos, por esarazón he añadido un glosario y espero no habermeolvidado de ninguno. Me gustaría expresar mi agradecimiento atodos aquellos que han colaborado conmigoanimándome y especialmente a los que me han

ayudado durante la preparación de esta obra. Quiero igualmente dar las gracias aGreenpeace por permitirme utilizar su nombre.

Prólogo Muchas personas me han preguntado, qué mellevó a escribir este libro. No puedo dar unarespuesta exacta, pues fue un largo proceso que fuemadurando solo, y al final me encontré a mí mismodelante del procesador de texto dándole forma auna serie de ideas que tenía hace mucho tiempo enmente. La humanidad ha vivido una serie derevoluciones a lo largo de su historia. Nosotrostenemos la suerte de estar viviendo en primerapersona la revolución digital. Algunos cambiosson silenciosos y para muchos pasan inadvertidos.El agua fluye de un grifo de la misma manera quelo hacía a principios del siglo pasado, pero ahorahay una serie de equipos informáticos quecontrolan este proceso. Otras vertientes delcambio, han sido muchos más visibles: lainformática de consumo, las redes de

telecomunicaciones, el acceso a la información, elocio digital y una larga lista. Las redes sociales, recientemente aparecidas,han instaurado una nueva forma de relación entrelas personas, impensable solo hace unos añosatrás, y esto solo es el principio. Nuestra sociedad cambia adaptándose a lasnuevas tecnologías. Pero por otro lado, haygrandes intereses financieros y políticos queintentan dirigir el cambio hacia sus objetivospersonales. El libro es un tecno-thriller, situado en unfuturo cercano, narra la historia de una pareja dehackers en una sociedad donde internet ya no eslibre y las grandes corporaciones con lacolaboración de las entidades de gestión depatentes digitales han asumido el control real,tanto del mundo físico como del virtual. Es accesible a todo tipo de lectores, tanto si teinteresa o no la tecnología, la tecnología ya formaparte de nuestras vidas, más de lo que somos

capaces de reconocer. Esta novela se centra en las personas y suscapacidades de hacer grandes cosas. Existenvarias motivaciones que he utilizado para darforma a la trama: En primer lugar la vertiente social, estamosviviendo en un mundo cambiante donde lasociedad está dirigiéndose hacia un modelo dondelos ciudadanos cada vez tienen menos poderesreales y menos derechos. He intentado extrapolaralgunas tendencias y creado un entorno acorde conestas ideas. Otro punto que he considerado son lasmodificaciones en el mercado laboral y en lamanera que las multinacionales se comportan conel resto de la sociedad. De esta manera invito auna reflexión sobre la impunidad y el exceso depoder de las grandes corporaciones. Centrándonos en el entorno de internet, quierollamar la atención sobre la forma partidista con la

que se está enfocando el tema de las patentes desoftware y especialmente la gestión de derechosdigitales en las que se obvia escandalosamentetanto al creador como al propio consumidor. En la obra reflejo lo que parece ser unaobsesión por parte de los lobbies de gestión dederechos y de algunos grupos políticos: El controltotal de internet, en mi novela la red ya no es librey las corporaciones con la colaboración de lasentidades de gestión de derechos y de patentes desoftware han asumido el control real de todos loscontenidos y de las posibilidades de acceso ycreación. También he incluido una vertiente ecologistaen la trama, motivada por los constantes fracasosde las repetidas cumbres sobre el clima, para lacreación de una política medioambiental. Ademásintento llamar la atención sobre la gran presiónmediática que existe para desprestigiar elecologismo en su conjunto. La historia crea una situación en la que un

grupo de personas anónimas coordina susesfuerzos para abordar un problema al cual hansido abandonados a su suerte. Algo que es cadavez más frecuente por los gobiernos, cómo hemospodido observar en la reciente crisis, pues lospolíticos están más interesados en rescatar agrandes instituciones financieras que en cuidar asus ciudadanos. La dinámica está inspirada en elespíritu del software libre donde la aportación depersonas sin aparente conexión entre sí vanrealizando una labor conjunta. Adicionalmente he creado una obra de ficciónen la cual el componente hacker está descrito lomás próximo posible a la realidad. A lo largo dela obra describo algunas técnicas usuales deintrusión y de ingeniería social de manera que seacomprensible para todos los lectores. Víctor M. Valenzuela

> Hora local 5 a. m. Europa, cornisa cantábrica. > Futuro cercano Darío se despertó y se levantó sigilosamentepara no despertar a Casandra, salió del dormitorioy se dirigió a la sala de máquinas. Verificó elestado del calentador solar y llegó a la conclusiónde que podría darse una ducha y sobraría bastanteagua caliente para Casandra. Por suerte, no sufríanescasez de agua, se duchó tranquilamente y puso enmarcha el depurador que reciclaría el agua pararegar la huerta del jardín y el invernadero. Tenían que ser muy cuidadosos con lo queplantaban, no querían a ningún inspector de lasempresas de semillas genéticamente manipuladashusmeando por allí. Tomó un desayuno ligero y

revisó los sistemas de seguridad, luego salió aljardín a ver cómo estaba Rufo. Este, al verlo, alzólas orejas y lo saludó moviendo la cola, actoseguido, ladeó la cabeza y lo miró intrigado, comosi se preguntase adónde iba tan temprano. El perroentonces decidió que sería otra de lasexcentricidades de su compañero bípedo y que novalía la pena levantarse. Bostezó y siguiódurmiendo tranquilamente. Darío examinó los sensores externos deseguridad y el biodigestor, que generaba metano apartir de la basura para alimentar el modificadoquad, que usaban para ir a la ciudad a recoger loque encargaban por internet y a comprar lo que noconseguían producir ellos mismos. Ya totalmentedespejado fue a la sala de ordenadores, conectó suvieja consola de internet y se autentificó. Si no lohiciera no podría acceder, la red estabamonitorizada por cientos de bots buscando espíasindustriales, terroristas, descargas ilegales,disidentes políticos y sobre todo a los Libres. La

antigua consola intercambió licencias, pagó cuotasy finalmente fue aceptada en internet. Darío interceptó el certificado que le permitíael acceso y lo traspasó al sistema interno, variasviejas consolas de juegos interconectadas,formando lo más parecido a una inteligenciaartificial que se podía poseer, la suma de muchossistemas expertos (totalmente ilegal, por supuesto).Pero Darío era un libre, un miembro de lacomunidad del software Libre que se sumergió enla clandestinidad cuando internet dejó de sermedianamente libre y pasó a convertirse en laférrea dictadura digital que se conoce hoy en día. La comunidad Libre aparentemente habíadesaparecido, pero seguían generando algunos delos mejores sistemas del mundo. Ya no losdesarrollaban para ejecutarse en ordenadorescomerciales, todos ellos tenían bloqueos dehardware para que solo funcionasen con sistemaspropietarios, sería sencillo saltarse la protección,pero la comunidad sabía que era más fácil

reutilizar las viejas consolas de juegos, teníanpotencia de proceso de sobra y, conectadas en red,eran más que suficiente para realizar cualquiertrabajo, las conseguían fácilmente en los centrosde reciclaje y nadie se preocupaba por ellas, todaslas miradas de los censores estaban puestas en losnuevos productos. La guerra contra el llamado software Libre fuelarga, las grandes corporaciones empezaronlanzando agresivas campañas de marketing contralos ideales del código libre. Posteriormente,pasaron a criminalizar y a perseguir a losdesarrolladores, acosándolos judicialmente.Cuando la OMC (Organización Mundial deComercio) asumió el poder real en el mundo,algunas compañías aumentaron las presionesalegando que las pérdidas monetarias generadaseran inmensas y acusó a la comunidad deterrorismo económico. Ciertas empresas participaban en proyectos desoftware Libre, pero en realidad siempre los

usaron como estrategia de guerra contra otrascorporaciones rivales o como una manera deabsorber mercados. Otras asimilaban proyectoscomo forma de eliminar competencias. Cuandomás tarde ilegalizaron el software Libre, estassociedades simplemente transformaron losproyectos en sistemas cerrados propietarios, enalgunos casos existieron batallas en los tribunalespara ver quién se quedaba con la titularidad de losproyectos más innovadores. En otro frente, las asociaciones de gestión dederechos digitales ampliaron su mercado, ypasaron a gestionar las patentes de software y apleitear contra las empresas que usaban softwareLibre, alegando «violaciones de patentes». Darío tecleó frenéticamente, lanzando cientosde bots con el propósito de borrar sus huellasdigitales y de confundir a los bots oficiales. Alcarecer de implantes neurales para controlar alordenador debía hacerlo a la manera antigua, máslento pero mucho más seguro, teniendo en cuenta

lo que estaba a punto a hacer. Casandra y Darío se conocían desde niños.José, el padre de Casandra, y Alba, la madre deDarío, eran grandes amigos y colaboraron enmuchos proyectos de investigación hasta que, enuna ocasión, fueron invitados a trabajar en unproyecto de estudios del clima patrocinado porGreenpeace y un grupo de asociaciones deestudios en una estación situada en el archipiélagoSvalbard, en el océano Glacial Ártico. Los padresde los jóvenes convencieron al director de laestación para estar allí con sus hijos mientrasdurara el proyecto. Eso no fue un problema, puesambos eran muy reconocidos en sus respectivoscampos. Alba, una física especialista enmeteorología y una experta del software Libre, queparticipó en el desarrollo de modelos climáticos yacabó rediseñando parte del núcleo del sistemaLinux para aceptar las rutinas expertas necesarias.Todo lo que los jóvenes aprendieron sobreingeniería del software se lo enseñó ella. José era

ingeniero, diseñaba microsensores capaces demedir cientos de variables climáticas, que eranlanzados en globos minúsculos. Los sensoresempaquetaban la información y la transmitían a losordenadores de la estación. Los enseñó a repararcualquier instrumento o máquina de la instalacióny a fabricar nuevas máquinas a partir de lo queparecía un montón de chatarra. Cuando los dosjóvenes se reencontraron, ya adolescentes, enpleno Ártico se enamoraron profundamente. A laspocas semanas se mudaron a una de lasdependencias para casados (en algunos paíseshabrían terminado con problemas, pues el contactofísico entre menores de veinte años estabaterminantemente prohibido). Pero en la estación atodo el mundo le pareció muy tierno que los dosjóvenes se sintieran tan atraídos. Alba habló conTanaka, el médico de la base, y le hizo unavasectomía reversible a Darío, pues lasinstalaciones médicas no estaban preparadas parael seguimiento de un embarazo y se quedarían allí

por bastante tiempo. El software Libre estaba en guerra: las grandescorporaciones de software por un lado, la batallade las patentes por otro. Además, varias agenciasgubernamentales se quejaban de que losdesarrolladores de software Libre no instalabanlas puertas traseras y el envío automático de datosa las agencias de seguridad que los gobiernosexigían. Todo se agravó cuando Alba y José,empezaron a extrapolar las rutinas que teníandesarrolladas fuera del entorno de la investigaciónclimática. Publicaron varios estudios sobre eldesarrollo de sistemas expertos que causaron unaconmoción en la industria. Lo peor llegó cuandoliberaron todas las fuentes y la información técnicadetallada en la comunidad Libre y empezaron unproyecto a gran escala que prometía evolucionar aun nuevo nivel toda la informática. Muchospensaron que existía demasiado dinero en juegopara dejar que unos idealistas arruinasen lo quepodía ser uno de los mayores negocios del siglo.

Cuando la moda de los implantes de controlbarrió el planeta, José y Alba identificaron que susinterfaces eran potencialmente inseguras ypronosticaron los virus de los implantes. Iniciaronuna campaña de concienciación en la red, perofueron brutalmente combatidos por la corporaciónque tenía los derechos de fabricación. Sinproponérselo, desencadenaron dos frentes debatalla de proporciones épicas. En un momentodado, algunos grupos de presión vieron laoportunidad de liquidar a dos pájaros de un tiro.Alba y José eran prominentes desarrolladores ydefensores del software Libre, usaron esainformación para terminar de criminalizar a toda lacomunidad, declararon ilegal el desarrollo, uso ycomercialización de software que no estuvierapatentado por alguna de las empresas de una listaselecta. Lanzaron una campaña de difamación aescala mundial, acusándolos de violación depatentes y de amenaza a la seguridad mundial, laOMC catalogó finalmente de terroristas

económicos a toda la comunidad Libre. La maniobra efectuada contra el softwareLibre no pasó desapercibida, existían grupos muypoderosos que deseaban deshacerse de lainfluencia de Greenpeace desde hacía décadas.Aprovecharon la ocasión y montaron unaoperación encubierta en la que mercenariosdisfrazados de activistas atacaron y hundieron avarios barcos pesqueros. Curiosamente, siempreexistía un buque guardacostas cercano queconseguía enviar un helicóptero a tiempo parafilmarlo todo y que no tenía más remedio queabatir a los fanáticos activistas. La asociaciónecologista fue inmediatamente ilegalizada ydeclarada terrorista por efectuar actos de piratería. Una tarde que Casandra y Darío salieron de laestación meteorológica a pescar, un helicópteronegro sin insignias despegó de un barco noidentificado varado en aguas internacionales. Volópor debajo de la línea de detección de los radaresconvencionales y atacó con misiles la estación,

acabando con la vida de todos sus integrantes. Almismo tiempo, en todas las salas de prensa delmundo llegó la noticia de que la incompetencia delos científicos de la central provocaba unaexplosión en el depósito de combustible. Porsupuesto nadie hizo preguntas. Los líderes deGreenpeace estaban muy ocupados llamando a susabogados para que los sacasen de la prisiónpreventiva que les fue decretada. El gran públicoestaba totalmente extasiado con las promesas de larealidad virtual que prometían los implantes comopara importarle que unos activistas que intentabanimpedirles disfrutar de la promesa de nuevosplaceres desaparecieran. Las grandes empresas desoftware se deshicieron de una competenciaincómoda y simultáneamente se adueñaron de unanueva tecnología, y si las corporaciones estabancontentas, los gobiernos también. Nadie se quejó. Cuando los jóvenes llegaron no pudieron hacerabsolutamente nada, habrían muerto allí de nohaber sido porque José era un poco paranoico y

pensó que cabía la posibilidad de que pudieraocurrir algo tan extremo. Tenían escondidosvíveres, mucho combustible y una Zodiac enorme.Por suerte era verano, con los trajes desupervivencia como protección y con la ayuda delGPS navegaron hacia el sur intentando llegar aLongyearbyen, la principal ciudad delarchipiélago, y terminaron topándose con un barcoturístico de avistamiento de cetáceos. El capitándel barco reconoció los emblemas de la Zodiac,pues él también era activista. Los pasajeros erantodos entusiastas de grupos ecologistas, nadie hizopreguntas. La Zodiac fue a parar a la bodega yconsiguieron llegar al continente. Una vez allí,nada más alcanzar la zona de cobertura detelefonía móvil, la PDA de Casandra emitió elaviso de recepción de mensajes. José convenció aAlba para dejar un bot programado que rastreasela red buscando noticias de sus muertes. Cuandolas encontró, el bot inició una secuenciaprogramada. Casandra y Darío recibieron nuevas

identidades digitales y tuvieron a su disposicióncuentas bancarias a sus nombres, se transformaronen mayores de edad un año antes de lo legalmenteposible y recibieron instrucciones detalladas decómo acceder a la red Libre, que fue diseñada porAlba y puesta en marcha por diversoscolaboradores alrededor del mundo. Tambiénobtuvieron una copia de los derechos de variaspatentes de José que les permitirían tener unosingresos durante cinco años; después de esetiempo, las patentes privadas pasaban a serpropiedad de los grupos de gestión de derechos. Habían transcurrido muchos años desde estosacontecimientos, ahora Casandra y Darío eran doscuarentones que habían pasado años engañando alsistema, que tuvieron que vivir siempre intentandono llamar la atención y nada mejor que hacerlo enuna vieja casa en un pueblo perdido. Era ideal: notenían muchos vecinos, poseían espacio para susequipos, había sol el suficiente tiempo paracalentar el agua y cargar las baterías y viento para

el generador eólico, y no solía haber escasez deagua. Al no tener implantes podían realizar algo quepocas personas más podían: rastrear los virus delos implantes. Nadie aceptaba que existieran, peroeran la solución de muchos problemas desde laóptica de los gobiernos y las grandescorporaciones, el marketing definitivo. Casandra yDarío llevaban meses rastreando unoparticularmente escurridizo, obra de una compañíade perfumes y cosméticos que estaba arrasando enventas. Ellos tenían el encargo de una compañíarival de neutralizarlo. Ese era su trabajo, su modode sobrevivir y de mantenerse al margen delsistema, no tenían ninguna póliza de prestación deservicios totales con ninguna compañía, que era eleufemismo para identificar a la nueva forma decontratos de trabajo que imperaba. Saltó una alarma en la consola. El programaexperto, que simulaba en la red a un usuario conimplante, avisó de que el virus acababa de

penetrar en el sistema. Por primera vez, Daríopudo registrar su pauta digital; al instante mutó,pero era un inicio: ahora podía rastrearlo en lared. Esta información ya valía el sueldo de un mes,su empleador estaría contento. El virus no era muylisto, simplemente condicionaba al usuario (porintermedio del implante) a comprar determinadamarca de productos. Eran muy comunes, muchascorporaciones usaban variantes. El original fueescrito por un libre capturado y coaccionado acolaborar con una gran empresa de marketing.Lamentablemente, muchos de los virus eran obrade libres capturados. Las sociedades de gestión de derechosconsiguieron tener poderes judiciales cuando laOMC asumió el control de la moribunda ONU.Desde entonces, una fuerza mercenaria sededicaba a cazar a todo lo que estuviera en laslistas negras de las agencias de gestión dederechos. La operación era sencilla: se rastreabaal libre hasta cazarlo y se le arrestaba en secreto;

luego se generaba un rastro electrónico en la redque demostraba que el libre había adquirido unpaquete de vacaciones para un determinado país yque había sido arrestado en un control rutinario enel aeropuerto y entregado a los agentes de control.Casualmente, el destino elegido para lasvacaciones era siempre un pequeño país en cuyalegislación los crímenes contra la gestión dederechos estaban penados con la muerte (todostenían legislaciones clonadas e implantadasdespués de un golpe de Estado patrocinado poralguna de las grandes corporaciones). A partir deese momento, el libre tenía dos opciones:colaborar o hacer realidad el rastro electrónico, esdecir, viajar en un vuelo privado al destino de susvacaciones y ser ejecutado. Si aceptaba colaborar,su muerte era solo ficticia pero quedabaregistrada, perdía su identidad y pasaba a ser un«sin papeles» esclavo de la compañía, peromuchos preferían esta alternativa. La poca inteligencia del virus era compensada

por su capacidad de esconderse y no serdetectado. Mutaba constantemente, pero Daríoconsiguió detectarlo y ahora los programassimuladores de Casandra entraban en acción;simulaban miles de mutaciones del virus, a partirde la pauta grabada, y las comparaban con el virusreal que sabían que estaba operando actualmenteen el hardware que fingía ser el implante neuronal.Cuando las pautas de la simulación y del virus realcoincidían, el programa de Casandra aprendía y enpoco tiempo era capaz de identificar el patrón demutaciones y predecirla. Desde ese momento elvirus podía ser bloqueado. Darío registró todo elproceso, ordenó a la red Libre que hiciera copiasde seguridad de todo y volvió a comprobar querealmente funcionaba, activó la segunda fase delprograma y consiguió bloquear el acceso del virus. ¡Bien!, pensó, lo dejaremos que luche unashoras antes de dar por terminado el trabajo.Abrió otra consola y realizó una revisión de lostérminos del contrato para ese trabajo. Encontró

muchas condiciones, así que lanzó un programaexperto y lo configuró para que calculase cuándoles era más rentable entregar el antivirus al cliente.Bonificaciones por rapidez, penalizaciones pordemora, se pagaba por día trabajado, existíancláusulas de todo tipo. No dejaba de ser curiosoque una actividad ilegal de cazar virus, que todoslos estamentos oficiales aseguraban que noexistían, estuviera tan regulada. El programa llegóa la conclusión de que el mejor momento seríadentro de una semana, así que tendrían unos díasde vacaciones pagadas a cuenta del cliente, más delo que las actuales legislaciones garantizaban a untrabajador normal. Luego seguramente recibiríanel encargo de volver a realizar el trabajo. Losvirus estaban diseñados para actuar en ciertosperfiles psicológicos, este sin duda fue diseñadopara los noctámbulos, por eso Darío se despertótemprano, probablemente el cliente pasó eso poralto, pero las condiciones requerían un mínimo deporcentaje de éxito para realizar la parte final del

pago. El programa experto de Darío concluyó que lesera rentable entregarlo incompleto, aceptar elsetenta por ciento del pago y perder el treinta porciento restante y después, aceptar el trabajo nuevopara diseñar el antivirus que cubriese todo elespectro psicológico. Era una buena suma, lespermitiría viajar hasta una ciudad cercana ycomprar más consolas de juego desechadas en unaplanta de reciclaje. Con dos nodos más de procesoen la red conseguiría rastrear la nueva generaciónde virus que estaba empezando a aparecer. Darío preparó un café y se lo llevó aCasandra. Ya estaba despierta y remoloneaba en lacama, pero sabía que sin un café ella no sedespertaba del todo y quería que estuvieradespejada para contarle cuanto había sucedido.Además, a él siempre se le escapaban cosas queella conseguía ver, pequeños resquicios, maticesque él no tomaba en consideración y que ella teníala capacidad innata de descubrir. Si seguían vivos

era, muchas veces, por esa mezcla de intuición ymirada aguda que poseía Casandra. Entró en la habitación en penumbra. En lapared, la gran ventana seguía polarizada. Seacercó y, actuando sobre los controles, dejó entrarmás luz. En la otra pared, un cuadro exhibía unpaisaje de una playa congelada en óleo por unartista hace mucho tiempo olvidado. Darío sesentó en el borde de la cama. —Buenos días, cariño. ¿Un café? —preguntóDarío, acercándose. —Uuums, claro —murmuró Casandra mientrasse desperezaba. —Toma, café de Brasil. Todavía nos queda delúltimo viaje que hicimos de «turismo». —Letendió una taza con el dibujo de un pingüino—.Ten cuidado, está caliente. —¿Te refieres al último congreso de Libres enSão Paulo? —preguntó Casandra, mientas soplabasuavemente sobre la humeante taza. —Sí, claro, no creo que lo volvamos a hacer,

es cada día más peligroso reunirse en persona,aunque sigamos haciéndolo solo en turnos de cincoen cinco personas y con máscaras venecianas,como las células terroristas. Es una barbaridadque nos tengamos que comportar comodelincuentes por defender la libertad de las ideas yde la tecnología. —Es la tradición, ya sabes, se remonta al siglopasado, a las convenciones de hackers, es míticoademás. Brasil tiene una de las legislacionesmenos agresivas en ese aspecto, la tapadera de quesomos historiadores del software es perfecta. Lafacultad de Ingeniería Industrial es un nido deLibres, pero genera tantas patentes que beneficiana las empresas del cinturón industrial de SãoPaulo, que la dejan en paz. Únicamente allítenemos semejante equilibrio táctico. —A ti lo que te pasa es que te encanta Brasil—bromeó Darío. —Me gusta el sol, ya lo sabes. Ademásguardamos muy buenos recuerdos de cuando

vivimos allí. Ahora deja de charlar y dame unbeso de buenos días. Darío se sentó en la cama y besó suavemente aCasandra, luego empezó a contarle todo losucedido durante la mañana. Casandra tanteó en lamesilla y encontró su vieja PDA, descargó elarchivo de diagnóstico del programa cazavirus ydictó varias anotaciones a la PDA. Entre risasregañó a Darío, que le hacía cosquillas en elombligo, y le dijo que se comportara, que sesuponía que estaban trabajando. Darío puso carade niño pequeño al que acaban de regañar, lemordió suavemente la oreja, se levantó y dijo queera hora de dar de comer a Rufo. Por algún tipo detelepatía desconocida, el perro ya le estabaesperando al lado de su plato, con cara de «¿Porqué has tardado tanto?». Le sirvió su ración y,mientras la devoraba como era su costumbre, lecambió el agua y aprovechó para echar comida alos pájaros, que siempre merodeaban la casa. Lasaves sabían que mientras Rufo estuviera cerca, los

gatos asilvestrados los dejarían en paz y bajaron acomer en bandada, peleándose entre ellos. Dos días después, Darío y Casandra seencontraban en un hotel en Sabadell, en lascercanías de Barcelona. Casandra abrió el portátily se conectó a la red del hotel. El equipo eraperfectamente legal, tenía todas las licencias enregla y pertenecía legalmente a una compañía dedesarrollo de software radicada en Andorra. Elpequeño país no era exactamente un paraíso fiscal,pues estos solo estaban al alcance de compañíasmuy adineradas, pero era un sitio perfecto paratener la sede de la empresa tapadera. Seguíasiendo independiente, estaba lo bastante cercapara ir allí físicamente de vez en cuando ygarantizar el mínimo de presencia real que seexigía a los socios de la empresa, además era unsitio precioso y las compras legales necesariassalían más económicas que en otros lugares. Elsistema experto de Casandra dejó a todos los botsgubernamentales y de las gestoras inspeccionar el

portátil en busca de software ilegal o licenciascaducadas, al mismo tiempo que se ocultaba deellos. Una vez que la inspección terminó, arrancóun programa de bloqueo para evitar cualquier tipode intromisión. Sabían que las empresas que loscontrataban siempre intentaban espiarles, noentendían muy bien de dónde provenía la destrezaa la hora de cazar los virus de esa pequeñaempresa, ansiaban robarles sus protocolos deactuación y, de ser posible, capturar a alguno desus miembros para interrogarles, pero Andorragarantizaba la privacidad de los miembros de susempresas, era parte de su aliciente. Lo máximo quepodían hacer era llegar hasta un portátil,perfectamente legal, que solo se encendíaocasionalmente y cada vez en un hotel distinto paraluego desaparecer, recibir los encargos, entregarlos resultados y cobrar las facturas para despuésesfumarse. El portátil había sido desmontado einhabilitado sus interfaces GPS y de telefoníamóvil, y de Wifi, solo se conectaba por cable,

normalmente era ilegal manipular el hardware deun portátil, pues casi todos los contratos eran dealquiler, pero este fue legalmente adquirido enpropiedad, utilizando las anticuadas leyes deAndorra que todavía permitían ser dueño de lo quese compraba. Cuando alguien de la empresa que loscontrataba rastreaba la información, siemprellegaban a un hotel horas después de que Casandray Darío se hubieran marchado. Curiosamente, elregistro del hotel confirmaba que miembros de suempresa se alojaron allí, pero inexplicablementela base de datos sufría algún desperfecto y seperdían las identificaciones de los clientes de losúltimos días. Lo que nadie dudaba es queCasandra sabía acceder a la puerta trasera que lasagencias antiterroristas obligaban a insertar entodas las redes de hoteles del mundo, las puertastraseras eran codificadas en todos los softwares yservían para que las agencias tuvieran accesodirecto a los datos considerados sensibles sin

tener que mediar con la burocracia oficial. Unavez dentro del sistema se tenía control total sobreél y no se dejaba huellas, pues los organismos loúltimo que querían era ser identificados. Si seconocía la puerta trasera de un sistema, se podíahacer cualquier cosa con él. Cuando la comunidad de software Libre cayópresa de las corporaciones, estas se apropiaron detodo el software Libre desarrollado y loempezaron a utilizar para sus propios fines, perouna legión de programadores mal pagados ytrabajando en condiciones nefastas se limitaba acortar y pegar el código antiguo y no sedesarrollaban rutinas nuevas en el núcleo de lossistemas, y daba la casualidad que ese núcleo fuedesarrollado en buena medida por Alba y suequipo. Casandra y Darío eran parte de eseequipo, miembros de un reducido grupo depersonas que seguían activas y que realmenteentendían los complejos algoritmos que diseñóAlba con la ayuda de José. José entendió

enseguida que las rutinas de Alba no podían serimplementadas en los procesadores normales, asíque inició el diseño de un procesador especificoque admitía las ecuaciones de Alba y lascodificaba en el código de máquina de unprocesador comercial normal, una especie detraductor de código, pero implementado enhardware, cientos de veces más rápido que suprimera versión (que era una máquina virtual comoel antiguo Java). Poco después de salir del hotel, los dos sedirigieron a la estación de cercanías para coger eltren hasta Barcelona. El sistema de trenes estabadecrépito, pero era lo único que seguíafuncionando. La escalada de precios del petróleoacabó ocasionando que nada más fuera rentable, yaunque los gobiernos fueron desmontando todoslos servicios públicos y entregando su gestión aempresas privadas, el transporte tenía quefuncionar, pues cada vez más se reducía el grupode personas que se podía permitir el lujo de

utilizar el coche particular. Una vez en el tren,estaban charlando tranquilamente cuando se lesacercaron dos tipos con mal aspecto. —Darío, ¿has visto a esos dos? —le murmuróCasandra al oído, mientras miraba de reojo aaquellos dos. —Uum, sí. ¿Crees que nos siguen? —lecontestó intentando descifrar la expresión del queestaba más cerca. —No, creo más bien que son delincuentescomunes. Nada más decir eso, uno de ellos se les acercóy sacó una navaja automática. —¡Eh, zorra, dame el maldito portátil quellevas! —gritó el más joven, desde detrás del queesgrimía la navaja. Todas las demás personas del vagón bajaron lamirada y se alejaron lentamente, intentando quedaral margen. Un joven alzó el teléfono móvil yempezó a grabar discretamente. Casandra miró alde la navaja y asintió ligeramente, tendiéndole el

portátil. Cuando el tipo fue a agarrarlo, retrajolentamente el portátil unos centímetros, el agresorse movió hacia delante para poder cogerlo. Elordenador voló de la mano de Casandra, impactóen el segundo tipo, que estaba unos metros pordetrás, haciéndolo caer. El primer agresor abriómucho los ojos y alzó la navaja, pero no le diotiempo a hacer nada más. Casandra lo golpeó en lanuez y le dejó sin respiración. Al mismo tiempoDarío le descargó un puñetazo en los riñones quelo dejó en el suelo, preguntándose qué demonioshabía pasado. —Caray, Casandra, así vamos a terminarllamando la atención, y no nos conviene —dijoDarío, soplando sobre los nudillos de su mano. —Sabes que odio a los matones —contestóella, mirando con odio a los dos infelices caídos. —Sí, y ya sé que eras la mejor alumna deTanaka. Tanaka era un japonés de reducida estatura ycon una edad difícil de calcular, afable, aficionado

a los origamis complicados y un poco místico. Erael médico de la base, pero también el responsablede mantener en forma físicamente a los miembrosde la estación. Conocía varias técnicas de defensapersonal y cuando estaba sobre el tatami sufría unametamorfosis y se convertía en un guerreroextremadamente hábil. Enseñó a los dosadolescentes una mezcla que estaba desarrollandoél mismo y que, a su entender, sería una revoluciónen las artes marciales. Los jóvenes no eranalumnos ejemplares, pero Tanaka era tan buenoque lo poco que aprendieron fue más quesuficiente para defenderse de cualquiera que nofuera un luchador experto. Casandra se dirigió altipo que derribó con el portátil y antes deacercarse lo golpeó en las costillas paraasegurarse de que no podía hacerla daño. Sentarona los dos en un banco. Uno de ellos llevaba unapetaca con alcohol, así que los rociaron para queparecieran borrachos, y después se dirigió aljoven que estaba grabando.

—¿Te importa prestarme un momento elteléfono? —le dijo con cara de pocos amigos. —¿Estás loca? —contestó el joven,encogiéndose ligeramente. —Sí. Eso es, estoy loca de atar, y ahora, amenos que quieras que me enfade de verdad,préstame el teléfono dos minutos. Sé un buen chicoy podrás tener hijos, ¿me entiendes? El chico se lo pensó mejor y le tendió elteléfono con desgana. Ella borró todos los vídeosalmacenados y le reseteó el teléfono para evitarque intentara recuperarlo. Acto seguido, se bajarondel tren en la siguiente estación. —Uf, menos mal que el portátil es a prueba degolpes —dijo Darío mientras miraba alrededorpara asegurarse de que no les seguía nadie—.Tenías razón cuando insististe en que comprásemosla versión militar. —Bueno, siempre podemos ir a Andorra ycomprar otro. Además, me encanta el chocolateque venden allí —respondió Casandra. Su

expresión se había relajado y volvía a estartranquila. —Creo que me estoy volviendo viejo paraesto. —Bah, no empieces con eso, sigues siendomuy atractivo, esas canas te sientan fenomenal —bromeó ella, abrazándolo. —Díselo a mi espalda, siempre andaprotestando. Por cierto, has estado estupenda allídentro, ¿te has fijado en la cara que ha puesto elchaval del teléfono? —Mira, la primera y última vez que tuvereparos en patear a alguien casi nos matan,acuérdate. Darío hizo memoria y pensó en cuántas vecesse habían visto envueltos en problemas desde quedejaron atrás los humeantes restos de la estaciónclimatológica y abordaron la Zodiac rumbo al sur.Incluso con las nuevas identidades debieron tenermucho cuidado; al principio eran dos jóvenesasustados cuyos padres habían sido asesinados, así

como todos sus amigos. El dinero que tenían noduraría para siempre, y los mercenarios queatacaron la estación seguramente intentaran nodejar ningún cabo suelto. Terminaron en París yconsiguieron trabajo en una empresa de desarrollode software especializada en bancos. Casi todo eldesarrollo de software se trasladó a países deltercer mundo, donde salía más rentable, pero losprotocolos de seguridad de los bancos cambiaroncuando las mafias internacionales consiguieronsobornar a varias empresas, lo que ocasionó quelos franceses tomaran la insólita decisión de exigirque las empresas de desarrollo bancarioestuvieran dentro de la Comunidad Europea. Darío y Casandra, que en aquel entonces teníanpoco más de veinte años, llamaron la atención dela empresa a través de su página web, pues lesenviaron un algoritmo de control mucho másseguro que el que sabían que utilizabaninternamente. No era difícil, la red clandestina deAlba tenía relacionados los algoritmos de control

y las empresas que los habían descargado cuandotodavía pertenecían a la comunidad del softwareLibre. Fue un trabajo de rastreo y luego de echarseun farol. Resultaron contratados, pero se negaronrotundamente a firmar la póliza de prestación deservicios totales, prefirieron firmar simplementeun contrato de prestación de servicios. A laempresa no le hizo ninguna gracia, pero aceptó. Un año después, fueron a cenar una noche a unrestaurante próximo al centro Pompidou. Lesgustaba aquella parte de la cuidad, se podía ir enmetro, tenía muchas terrazas y restaurantes en lascalles peatonales y podían tanto cenar como tomaruna copa. Además, los restaurantes crearon unaasociación y tenían contratada una seguridadprivada, por lo que era muy seguro. Ellos podíanpermitirse el lujo de salir a cenar de vez encuando, pues la empresa no tenía más remedio quepagarles unas tarifas decentes. Al llegar alpequeño apartamento que tenían alquilado seencontraron con dos tipos de aspecto militar. Uno

de ellos les apuntó con un Táser. Casandra y Daríose miraron aterrados y se cogieron de la mano paradespedirse. Los dos pensaron que había llegado suhora. —Bien, quietecitos y nadie saldrá lastimado—dijo el del Táser, que parecía estar muy sereno.Por el físico aparentaba ser de Europa del Este. —Por favor, siéntense —les indicó el otro, queera moreno y menos fornido y parecía ser el quemandaba. Los jóvenes se sentaron, y el jefe les pusodelante un contrato. —Fírmenlo —les espetó. Darío parpadeó desorpresa y empezó a leerlo. El matón lo golpeófuertemente, y cayó de la silla. —¿Tú también quieres leerlo, preciosa?Fírmalo, y todo quedará en ese ojo morado de tunovio —le sermoneó el jefe sin inmutarse. —¡No lo firmes, Casandra! —gritó Daríodesde el suelo—, es un contrato vital. Los contratos vitales eran el equivalente

moderno de la esclavitud: una persona cedía todossus derechos a una compañía a cambio de untrabajo vitalicio. En un mundo con cada vez másmiseria y escasez de productos básicos eran laúnica salida para muchos. El jefe les miró, suspirócansado y empezó a hablarles: —Oídme bien, la empresa está muy satisfechacon vuestro trabajo, pero no en pagaros tan bien.Además, no le parece sensato que tengáisinformación privilegiada no sujeta a un contrato. —Tenemos un contrato de confidencialidad —indicó Casandra, intentando mantener la calma. —Sí, pero solo impone penalizacioneseconómicas, creemos que es insuficiente paragarantizar vuestra lealtad. Así que tenéis dosopciones: seguir vivos y firmar o la deportación aalgún país integrista para que sean ejecutados pormantener relaciones sexuales sin estar legalmentecasados —contestó el mercenario. Hablabadespacio y tenía la expresión de no importarleabsolutamente nada de todo aquello.

—Bien, firmaremos —dijo finalmenteCasandra con una mueca—. Darío, ¿estás bien?Levántate y ven a firmar. Darío se levantó, recuperó el bolígrafo yfirmó. Al pasarle el bolígrafo a Casandra, lo dejócaer al suelo. En el momento en que el matóndesvió la vista de ellos para mirar al suelo, Daríosaltó. El mercenario disparó el Táser, pero Daríoya volaba por los aires y, aunque recibió ladescarga, afortunadamente estaba regulada a bajapotencia y solo lo atontó. Por inercia, aterrizóencima del sicario, derribándolo. El jefe miróatónito y se volvió a ayudarlo, dando la espalda aCasandra, que también saltó, volteó y golpeó aljefe. Aterrizó finalmente de pie, se agachó y,mientras el matón salía de debajo de Darío, lelanzó una patada por detrás de la rodilla, haciendoque cayese, recogió el Táser y les apuntó a losdos. No tuvo el valor de disparar, miró a Darío queintentaba levantarse tambaleante. En aquel instante

de duda, el matón se le abalanzó y el jefe, con unmovimiento fluido y seguramente muy ensayado,sacó una navaja y se la clavó a Darío en la piernapara incapacitarle. El dolor despertó a Darío y, enlugar de volver a caer, se apoyó en la otra pierna,agarró al jefe y le dobló la mano de la navaja. Seescuchó un crujido seguido de un grito. El matónque forcejeaba con Casandra se volvió al oír elgrito y Casandra aprovechó para darle unmerecido rodillazo en sus partes bajas. Esta vez no dudó, apuntó el Táser y lodescargó en los dos a máxima potencia; quedaríaninconscientes por un rato. Maltrechos, los dos semiraron. Darío sangraba por la herida de la piernay tenía la cara amoratada del golpe. Casandrasangraba por la nariz, pues el matón le asestó uncabezazo que casi la hizo desfallecer, y de nohaber sido por la preocupación que sentía porDarío se hubiera desmayado por el dolor.Casandra salió de la habitación y volvió en menosde un minuto, lanzó un botiquín a Darío y empezó a


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