88 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAcomisión del gremio de labradores, en la casa consis-torial, donde eslá de manifiesto el pliego de condiciones,el día 19 del actual, á las 10 de su mañana. — Jétale,9 de marzo de 1899. — Por la comisión, Jacinto Bena-vente. » De mí diré que con toda voluntad juntaría á mis sue-ños de arte una estancia entre las montañas de Gonzá-lez, junto á las riberas del Paraná de Obligado, ó enla Australia Argentina de Payró. Día llegará en quela literatura tenga por precisa compañera la tranquili-dad del espíritu en la lucha por la vida y el trabajoindustrial ó rural como contrapeso al ya terrible sur-menage. Los ingleses y los norteamericanos hancomenzado á aleccionarnos, y un gentleman-farmerartista no es un ave rara. Dejo como última nota elTeatro fantástico de Benavente, una joya de libro,que revela la fuerza de ese talento en que tan sola-mente se ha reconocido la gracia. Fuerza por cierto ;la fuerza del acero del florete, del r e s o r t e ; finurasólida de ágata, superficie de diamante. Es un pequeño« teatro en libertad», pero lejos de lo telescópico deHugo y de lo suntuoso que conocéis de Castro. Sondelicadas y espirituales tabulaciones unidas por un hilode seda en que encontráis á veces, sin mengua en lacomparación, como la filigrana mental del diálogoshakespeareano, del Shakespeare del Sueño de unanoche de verano ó de La tempestad. El alma pers-picaz y cristalinamente femenina del poeta crea deli-ciosas fiestas galantes, perfumadas escenas, figurillasde abanico y tabaquera que en un ambiente Watteausalen de las pinturas y sirven de receptáculo á compli-caciones psicológicas y problemas de vida. Este modernista es castizo en su escribir y es locastizo en su discurso como la antigüedad en el méritode ciertas joyas ó encajes, en puños de Velázquez ó
LA JOVEN LITERATURA 89preseas de Pantoja. Y al conocerle, en el café Liond'Or, que es su café preferido, he visto en su figura lade un hidalgo perteneciente a esa familia de retratosdel Greco, nobles decadentes, caballeros que pudieranser monjes, tan fáciles para abades consagrados á Dioscomo para hacer pacto con el diablo. En las pálidasceras de los rostros se transparentan las tristezas ylocuras del siglo. Así Jacinto Benavente. En toda estadébetele con que el decimonoveno siglo se despide deEspaña, su cabeza, en un marco invisible, sonríe. Es aquelque sonríe. Mefistofélico filósofo filoso, se defiende ensu aislamiento como un arma ; y así converse ó escriba,tiene siempre á su lado, buen príncipe, un bufón y unpuñal. Tiene lo que vale para todo hombre más queun reino : la independencia. Con esto se es el dueño dela verdad y el patrón de la mentira. Su cultura cosmo-polita, su cerebración extraña en lo nacional, es curiosaen la tierra de la tradición indominable; pero no sor-prende á quien puede advertir cómo este suelo de pro-digiosa vida guarda para primaveras futuras, las semi-llas de un Raimundo Lulio. Ahora trabaja Benaventepor realizar en Madrid la labor de Antoine en París óla que defiende George Moore en Londres : la funda-ción de un teatro libre. Dudo mucho del éxito, aunqueél me halagaría habiéndoseme hecho la honra deencargarme una pieza para ese teatro. Pero el públicomadrileño, Madrid, cuenta con muy reducido númerode gentes que miren el arte como un fin, ó que com-prendan la obra artística fuera de las usuales conven-ciones. Cuando no existe ni el libro de arte, el teatrode arle es un sueño, ó un probable fracaso. No hay unaélite. No se puede contar ni con el elemento elegante-mente carneril de los snobs que ha creado GómezCarrillo con sus graciosas y sinuosas ocurrencias!Conque, ¿para quiénes el teatro\"?
90 ESPAÑA CONTEMPORÁNEA Junto á Benavente me presentan á Antonio Palo-mero, ó sea « Gil Parrado ». Este pseudónimo, nombre-de un gracioso tipo clásico, no está mal en quien, consales autóctonas nos revela un Raúl Ponchón madrileño,,un rimador seguro, un cancionero bravísimo, en cuanto-puede permitirlo el género político : Aristófanes encouplets ó yambos con castañuelas. El libro de flechasde humor maligno y risueño que forman los « Versos-políticos » de Palomero, « Gacetas rimadas », tiene unprólogo, en verso, de Luis Taboada. Creo que fué G u -tiérrez ¡Najera quien escribió un día que en medio dela noche del arte español contemporáneo, Luis Taboa-da era tal vez el único « artista ». Era una bromadel « Duque Job » mejicano, excusable por su falta deconocimiento del grupo español, digamos así, secreto,que hace una vida ciertamente intelectual. Y además, en su tiempo — hace de esto ocho ó diezaños — las cosas andaban de Barrantes á Valbuena.Pues « Gil Parrado » no' pudo tener mejor protagonistaque el desopilante Homero fragmentario de la vidacursi de Madrid, puesto que él cjuiso ser el Píndaro delas cursilerías épicas de la política. Conociendo la labory la propaganda estética de quien escribe estas líneas,ellas no pueden sino ser vistas como la mayor pruebade sinceridad. Mas Palomero no es solamente « GilParrado ». Además de los alfileres de su conversación,de las más interesantes que un extranjero hombre deletras puede encontrar en la corte, su crítica teatral se-estima justamente, y en el cuento y el artículo de perió-dico, sobresale y comunica la intensidad de su vibra-ción, el contagio de su energía indiscutible. Marianode Cavia dice de él hablando de sus « Trabajos forza-dos », que es « un literato culto, agudo y sincero » ;gratifícale además con « popular y brillante ». Caviasabe lo que se dice, él, maestro de única escritura en
LA JOVEN LITERATURAsu país, que ha logrado unir, en la faena asperísimadel periodismo, la flexible gracia autóctona a las ele-gancias extranjeras. ¡ Quevedo en el bulevar, Diosmío! Y cuando Cavia alaba á Palomero es justo, y yo-que conozco la transparencia de este talento, me com-plazco en deciros que aquí, entre lo poco bueno y nuevo,esto es de lo que en la piedra de toque, deja una suave-y firme estela de oro fino. Así Manuel Bueno, el redactor que en El Globo e s -cribe todos los días esa paginita que lleva la firma de-« Lorena », con el titulo general de « V o l a n d e r a s » .Verdes Montenegro ha hecho para el libro primigenio'de Bueno un prólogo de substancia y espiritual propio'tiempo que de justicia y cariño. De Verdes Montenegroos hablaré en otra ocasión más detenidamente. De suahijado literario os diré que ha recibido en su almamucho sol de nuestra pampa y á su oído ha cantado laonda caprichosa de nuestro gran río. Esun vasco. Vasco,,así como ese especialísimo y robusto Grandmontagne,que ha injertado una rama de ombú en el árbol sagra-do de Guernica, para que más tarde nazcan — ¡ Dios lo-quiera, y ya se ven los brotes ! — flores de un perfume-singular, rosas fraternales del color del tiempo, ilumi-nadas de porvenir, en tierra de Mitre y Sarmiento, enla capital del continente latino, al amparo del satisfe-cho sol. El joven Bueno anduvo por Buenos Aires, pa-deció tormento de inmigración y penurias de mozo deintelecto que va á hacer fortuna por el Azul y Bahía-Blanca... Y vuelto á su tierra, no es de los que vienencon arranques despechados de fracasadas bohemias, deexistencias adoloridas de nuestra necesaria ley de tra-bajo, de ese Buenos Aires cuya fuente social es paralos labios del mundo, y que en el progreso corres-ponde, con su pirámide de Mayo, índice indicador, álos obeliscos de París y Nueva York.
92 ESPAÑA CONTEMPORÁNEA Bueno es aquí, en su labor diaria, nota extemporánea,y tan parisiense que hay quienes le denuncien de afec-tación. Pero no es poco servicio intelectual el servir áun pueblo ese plato escogido, todos los días, esa ala defaisán, después de la sopa de política española y antesdel asado político también. Bueno, como Lorena, daun eco que aquí, aunque tiene semejantes en la prensa,permanece en su individualidad. No seré yo quienoculte su ligereza de juicio habitual, su insinceridadquizás, también habitual, ¡ pero es tan bello el gesto ! Ricardo Fuente es el director de El País. Quiráenvíe á La Nación una información interesantísimasobre este diario de oposición, que ha tenido sobre síla atención de Madrid y de España, y que, periódicoque ha respondido al eco popular, ha sido quizás el queha tenido mayor número de intelectuales en su redac-ción. En París, un Inlransigeant se explica; en BuenosAires, el antiguo Nacional, también ; en Madrid el Paísde hoy es un caso de extremada curiosidad. Los re-dactores, desde hace mucho tiempo — el diario esrepublicano absoluto— van á la cárcel periódicamente.Allí se dice la verdad á son de truenos de tambores ytrompetas. La censura ha tenido en esa hoja la mejorlonja en que cortar, y las estereotipias, á las cuatro dela mañana, han sido en tiempo de la guerra brutalmentedescuartizadas. El capítulo de la censura, publicado cuando ésta seha levantado, ha sido de sensación. Un detalle curiosoes, que mi artículo « El triunfo de Calibán », publi-cado en Buenos Aires, fué mutilado en el País y dadointacto en La Época...En ese diario, elP«?'s, han escritoDicenla, Maelzu, etc., y Romero Robledo, puso allí sugran sombra... Ricardo Fuente es el director. Cuandouno piensa en ese abominable A'illemesant que nospinta Daudet ó que nos acaba de retocar Claretie;
LA JOVEN LITERATURA 93cuando recuerdo á cierlos directores europeos y ame-ricanos, en quienes el elegante sliylokismo se junta á unirrespeto voluntario de todo lo intelectual, pienso eneste buen Fuente, que como el pobre parisiense Fer-nand Xau, sabe juntar — en su tan limitada esfera —la autoridad al tino y la comprensión á la afabilidad. Serdirector de un diario ¡ qué difícil tarea ! Son como lasperlas rosadas y negras aquellos á quienes se puedeaplicar la frase inglesa : That is a man. Ser un d i r e c -tor querido de sus redactores es de lo más difícil delmundo, así se llame unoMagnard ó Valdeiglesias, Ben-net ó Láinez. Fuente lo es. Pero es que él propio es untrabajador de la prensa que lia subido con mérito áese puesto; y quiza, y sin quizá, tanta bondad perso-nal hace daño á su posición. Porque no hade ser quiendirige una tan complicada máquina un compañero desus redactores en toda la extensión de la palabra, sinoen lo que ella tiene de aprecio necesario y benevolenciajusta ; y ¡ ay de aquel director que no se calce sus botasimperiales, y no ponga á su gallo, empezando en casa,á cantar claro y bien, como ese Arthur Meyer delGaidois, tan combatido sin e m b a r g o ! Fuente es eltipo ideal del director para sus redactores ; pero sugallo ne se ha alzado hasta ahora... Se alza, personal y simpático, en el articulista, en elliterato, de quien dice Joaquín Dicenta : « El camino-literario de Fuente se halla trazado con líneas vigoro-sas. Puede seguirle sin retroceder y sin temblar. No-hay cuidado de que le tiren al suelo de un empujón ;tiene los músculos muy duros. » En el volumen De unperiodista, del cual en Buenos Aires se ha reproducido-bastante, — hay la manifestación de la contextura deun artista; la fuga contenida de un amante del estiloque alan las usanzas de la limitación del diario; lasexplosiones ideales ó sentimentales sujetas por la línea
•94 ESPA.ÑA CONTEMPORÁNEAseñalada, ó la hora de la prensa, la preferencia al¡telegrama, la tiranía de la información. ¿ Qué perio-dista no sabe de esto? Y así nos habla de Augusto deArmas, nos pinta rápidas acuarelas húmedas del mástrico sentimiento, ó apuntes de una fiereza de lápiz•cuyo blanco y negro nos seduce por su juego de luz y<de sombra.
LA « E S P A Ñ A N E G R A » Marzo 18 de 1899. No hace muchos días hice una corta visita á Aran-juez. Si Versalles recuerda á una coja encantadora enla historia, Aranjuez guarda aún el perfume de unatuerta hechicera : bien vale un viaje á ese bello buenretiro de los príncipes castellanos, el ir á rememorar ála princesa de Eboli. Entre los olorosos y evocadoresboscajes resucitan las lejanas escenas, y hay en elambiente de los jardines y alamedas como dormidosecos galantes que no aguardan sino el enamorado ó elpoeta que sepa despertarlos. En el Palacio real y laCasa de Labrador es un espíritu de tristeza el queimpera, desde que penetráis en las suntuosas y solita-rias mansiones. Al recorrerlos innumerables habitácu-los, adornados de siglos de oro, de plata, de mármol,de ónix, de ágata, de seda, de marfil, al respirar bajo•esas techumbres que han cubierto tanta hora trágica, feliz ó misteriosa, en la vida de muchos monarcas deEspaña, sobrecoge el sombrío momento, la sala hatiempo sin vida, la luna que retrató en su fondo lasimágenes pasadas, la hora detenida en un reloj de Ma-nuel de Rivas ; el cojín en que se reclinó la cabeza de Felipe II, el fresco, el cuadro, el dije, ó la estofa viejacon su atractivo peculiar y triste... Y el conserje que
96 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAdice su aprendida relación, y se descubre ante un cua-dro que representa una capilla del Escorial en que seestá diciendo la misa... Viene á la mente la España negra. Acababa de leer ese libro reciente de Emile Verhae-ren y Dario de Regoyos, La España negra; y la no-vela española de Barres, Un amateur <:f ames, y el volu-men positivo sobre la evolución política y social deEspaña, de Yves Guyot : en todos la observación, lasujestión, la imposición, de la nota obscura, que en estepaís contrasta con el lujo del sol, con la perpetua fiestade la luz. Por singular efecto espectral, tanto color,tanto brillo policromo, dan por suma en el giro de la rueda de la vida, lo negro. Es la tierra de la alegría, de la más roja de las ale-grías : los toros, las zambras, las mujeres sensuales,Don Juan, la voluptuosidad morisca ; pero por lo pro-pio es más aguda la crueldad, más desencadenada lalujuria, madre de la melancolía ; y Torquemada vive,inmortal. Granada existe, abierta al sol, como la frutade su nombre, perfumada, dulce, ácidamente grata;pero hay una Toledo, concreción de tiempo, inmóvil yseca como una piedra, y entre cuyos muros sería insó-lita y fuera de lugar una carcajada. Allí no caben, alcalor que abrasa la aridez de Castilla, otros amoresque los tristes ó fatalmente trágicos, y Maurice Bar-res, la pasión que hace amargamente florecer en recintosemejante, es la nefasta y ardorosamente paladeada deun incesto. Verhaeren anota sus impresiones doloro-sas, copia, al aguafuerte, paisajes cálidos y calcinados,colecciona sus almas violentas y bárbaras como losproductos de una flora tropical, excesiva y rara. Do-mina atávicamente su sangre belga la fiereza de laEspaña que apretara á sus antepasados entre los hie-rros del duque de Alba; los espectáculos de la torería le
LA <( ESPAÑA NEGRA » 97dejan ver la cristalización sangrienta que yace bajo elsubsuelo de esta raza, cuya energía natural se complicade la ruda necesidad de las torturas; y el concepto dela muerte, y de la gracia, enlutados y caldeados por uncatolicismo exacerbante, por una tradición feroz que hapodido encender las más horriblemente hermosas ho-gueras y aplicar los martirios más purpúreos y exquisi-tos. El arte revela ese fondo incomparable. La imagi-naría religiosa hace de las naves de los templos,lúgubres morgues que me explico hayan conmovido áá Verhaeren como á cualquier visitante de pensamiento'que traiga sus pasos por estas iglesias sangrientas enque Ribera ó Montañés, entre tantos, exponen al espantohumano sus lamentables Cristos. Un español de gran talento me decía : « En cadauno de nosotros hay un alma de inquisidor. » Cierto.Fijaos, y decid si José Nakens no se junta, paralela-mente, en lo infinito — así las dos líneas matemáticas— con Tomás de Torquemada. Es la misma fe t e -rrible, la intransigencia que llega hasta la ceguedad ;la aplicación del potro, la certeza en la salvación por elsufrimiento, tan magníficamente iluminada en eldrama de Hugo. Los conquistadores y los frailes enAmérica no hicieron sino obrar instintivamente, con elimpulso de la onda nativa: los indios despedazados porlos perros, los engaños y las violencias, las muertes de Guatimozin y Atahualpa, la esclavitud, el quema- dero y la obra de la espada y el arcabuz, eran lógicos, y tan solamente un corazón excepcional, un espíritu extranjero entre los suyos, como Las Casas, pudo asombrarse dolorosamente de esa manifestación de la España negra. «Mi morena», dice Mariano de Cavia. Las sombrías políticas de antaño se reproducen hoy, claro que sin la perdida magnificencia ; pues de Pola- vieja á Antonio Pérez hay cien atlánticos de distancia 6
'.98 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAy las ducales espuelas de D. Fernando Alvarez de To-ledo retrocederían sobre sus agudas estrellas ante las¡botas de D. Valeriano Weyler... Pero aun la sombra<de Roma cae sobre el palacio de Madrid ; los confesoresáulicos tienen su papel, las intrigas son la mismas condiferencia de personajes y de alturas mentales. ¡Españava á cambiar! se grita en el instante en que la injustay fuerte obra del yankee se consuma. Y lo que cambiaes el ministerio. La verbosidad nacional se desborda por cien bocas yplumas de regeneradores improvisados. Es un sport•nuevo. Y la zambra no se interrumpe. « España, diceun escritor de Francia, lia querido, sin duda, evocaresos grandes Estados del Oriente antiguo que se de-srumbaban en la embriaguez pública. » No, no ha que-jido evocar nada.. Obra por sí misma.: esa alegría esiun producto autóctono, entre tanta tragedia; es el•clavel': es la flor roja de la España negra. Así, cuando•de nuevo los coaiservadores han vuelto al poder, sélia creído en el exterior que la reacción provocaría larevolución. Las inquisistoriales historias de Montjuich•están cercanas ; los sucesos de la guerra han sido tanrudos en su lección y las agitaciones provinciales delregionalismo se han repetido tanto! Nada. Quietud.Estancamiento. Apenas ruido de regaderas alrededordel tronco fósil del carlismo. Tan sólo, en lo futuro deltiempo, el hervor del fermento social. Se combate el vaticanismo; Castelar habló; otras•cabezas surgieron protestantes, á la salida de Silvela.Y -se pronuncia el nombre del padre Montaña ; el inevi-table confesor euyo hábito en el curso de la historia,está siempre tras el trono de S. M. Católica. Se dice que la religiosidad española no es sino formal; que elpapa no es la potencia hacedora en la vida política y¡social sino hasta muy limitado punto. He encontrado
LA «ESPAÑA NEGRA» 99>sirviendo de señal en un libro viejo, un documentocuriosísimo, que os pondrá á la vista el sentir y pensarde muy buena parle del pueblo español. Es una seriede proposiciones que se enviarían en cierta época á lascongregaciones de Roma, para ser resueltas. FírmalasD. Ángel García Goñi, á 14 de abril 1877. Este caba-llero fué, según me informan, abogado distinguidodel foro matritense, y muy mezclado en asuntos de-política eclesiástica.PROPOSICIONES QUE SE CONSULTAN CON LAS CONGREGA- CIONES DE ROMA Si se puede ser partidario de la persona 1 del r e yD. Alfonso XII de España, por creerle monarca legítimo,sin ser por esto católico liberal. Si aun en la hipótesis inadmisible de que fuera unusurpador y siguiese las corrientes racionalistas ó seabrazase ala política doctrinaria, sería lícito al puebloespañol por si, alzarse en armas contra él, para des-tronarlo, dada la situación política de aquel país, ycaso negativo, si á pesar de esto podría intentarlo,siguiendo al llamamiento que le hiciera otra personaque invocase, con más ó menos fundamento, sus dere-chos al trono, ó si en la duda tle quien sea el verdadero-rey, debe respetarse el hecho de la posesión de la auto-ridad y obedecer lo existente. Si de ser licito el alzamiento á que se refiere la pro-posición anterior es hoy conveniente ó de probableéxito ó de tenerse por temerario. Si considerando el estado de las conciencias y laescasa resistencia que los ttonos oponen en nuestros. 1. Lo subrayado está en el ¡VIS.
400 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAdías á la revolución, puede decirse que deja de sercatólico el monarca que sanciona la tolerancia de cullosdisidentes. Entiéndase esta proposición no para pregun-tar si realiza un acto nulo en sí, porque éste pareceevidente, sino en el sentido de si por tal hecho revelael monarca odio al catolicismo, ó pueden aquellas cir-cunstancias y el deseo de consolidar el orden público,cuando los revoltosos enarbolan la bandera de la tole-rancia, ó con ella hacen la oposición al rey, mitigaralgo la gravedad de este acto. Si dado el hecho de haberse sancionado por el mo-narca la libertad y tolerancia de cultos, ó cometídosecualquier atropello á los sagrados derechos de laiglesia católica, es lícito trabajar dentro de la víaslegales para destronar al rey acusándole por su con-ducta, ó si únicamente pueden censurarse sus actossin el fin ulterior de quitarle la posesión de la autori-dad : si para juzgar este hecho hay que distinguir entreel usurpador y el príncipe legítimo, y cuál de estascalificaciones ha de aplicarse al posesor de la autori-dad, cuando el pueblo en que impera no tiene opiniónunánime sobre este punto. Si la proposición 63 delSillabus, de 8 de diciembre de 1864, condena la insu-rrección en este caso y si es aplicable al monarca cuyalegitimidad es reconocida por unos y negada por otrossubditos. Si ios verdaderos católicos pueden estar al serviciodoméstico de los monarcas católico-liberales y asistir ásus recepciones oficiales y fiestas, y si pueden defendersu derecho dinástico y su autoridad, sirviendo volunta-riamente en sus ejércitos. Sise puede ser partidario del régimen representativoy constitucional, sin ser por. ello católico liberal. Qué entiende la santa iglesia romana por sistemaparlamentario y si se puede sostener su conveniencia
LA «ESPAÑA NEGRA» 101en nuestros días, sin dejar de ser católico ultramon-tano. Si, supuestas una ó ambas afirmaciones, es licitodesear el planteamiento en España de la constituciónde 23 mayo de 1845, por considerarla apropiada á lasnecesidades presentes del pueblo español, ó si la doc-trina de este código es católico-liberal .y por tanto,inconciliable con los derechos é intereses del catoli-cismo, determinando en semejante supuesto, cuáles sonlos artículos que deberían suprimirse, ó modificarsepara que fuese francamente católica. Si aun siendo mala esta constitución pueden ser teni-das por católico-liberales aquellas personas que sostie-nen la conveniencia de haberla restablecido en Españaen el año 1873, como base del orden político, sin per-juicio de reformarla en sentido más restrictivo. Sí es licito aun católico verdadero prestar juramentoá la vigente constitución española, publicada en 30 dejunio de 1876 y con qué salvedades. Si es licito y conveniente trabajar en las eleccionescomo elector y como elegible, con el fin de defender el catolicismo ; y en lodo caso, si es enteramente libre opinar en pro ó en contra de esta conveniencia. Si el sufragio universal considerado no como fuente de la soberanía del derecho, ó del poder, sino únicamente como forma de elección, es incompatible con el catoli- cismo y está condenado por la proposición 60 del Silla- bus. Si puede un verdadero católico servirse de la prensa periódica para propagar y defender la doctrina de Jesu- cristo y los derechos de la Santa Iglesia Romana ; si puede también concurrir á los ateneos, academias y demás centros donde impera el racionalismo y el libe- ralismo, para combatir estas absurdas teorías, oponiendo aellas las conclusiones católicas. Si estoes conveniente 6.
102 ESPAÑA CONTEMPORÁNEA y si es enteramente libre opinar en pro ó en contra de su oportunidad. Si la llamada libertad de la prensa, entendida no como un derecho individual, sino como una concesión temporal del poder supremo y por lo tanto revocable, y aun así limitada por las leyes que castigan las trans- gresiones de la doctrina católica y del orden político y social constituye un principio católico-liberal ; y si la previa censura forma parte integrante del uso de esta libertad para que sea compatible con el catolicismo. Qué entiende la Santa Iglesia Romana por liberalis-mo / si es lo mismo que sistema parlamentario y consti-tucional. Si los católicos al defender el catolicismo y los dere-chos de la Santa Iglesia Romana, deben ajustar susacciones á la legalidad establecida en los diferentespaíses, utilizando los medios que ella les proporcione,ó si es más conveniente que contentándose con la obe-diencia pasiva á los poderes constituidos, se separen deaquélla y unidos trabajen para conseguir sus fines.Cuál es, en resumen, la conducta que deben seguir enlas actuales circunstancias, y si es completamente libreopinar y obrar en uno ú otro sentido — Ángel GarcíaOoñi. — Madrid, abril 14 de 1877. » Es éste un trabajo de casuística política española,que os abrí! un mirador hacia el panorama moral de lanación. La Iglesia unida al Estado cada día más, ápesar de las expropiaciones territoriales, de las reac-ciones progresistas y de los trabajos del radicalismo.— « La libertad y la individualidad — dice GeorgesLainé — son sentimientos accidentales que España hasiempre desconocido. La antigüedad y el Oriente nohan imaginado otra forma de gobierno que el despo-tismo fanático y sospechoso, de tiranos, que se inmis-
LA (' ESPAÑA NEGRA )) 10*cuyen en la intimidad d é l a s conciencias. España no lia.podido desprenderse de esa concepción, ni bajo el r é g i -men del librepensador Carlos III, ni bajo la del intole-rante Felipe I I ; el libre pensamiento castellano no fué-entonces sino una variedad nueva de la intolerancia ydel despotismo; si hubiese osado suprimir la religióndel Estado, hubiera sido para reemplazarla por una filo-sofía del Estado; pero bruscamente, sin preparación, elsiglo XIX rompió ese molde social. » Mal podría yo, católico, atacar lo que venero; másno puedo desconocer que el catolicismo español de hoydista en su pequenez largamente aun del terrible ydominante catolicismo de los autos de fe. Esa corrom-pida dominación religiosa de Filipinas ha sido, comobien lo conoce ya el mundo, la causa principal de la-pérdida cuya fatalidad no hubo un juicio certero que lapresintiese. Habiendo perdido su poderío antiguo, la.clerecía no lomó siquiera el rumbo que podría levan-tarla á su justo puesto en España católica, en donde,ya que no como cuerpo, particularmente se protegie-sen les artes y las ciencias. No es un sueño de poeta elpensar como el escritor que antes he citado, en el papelreservado á la iglesia en lo porvenir, con tal de que labarca simbólica fuese con buen timonel: la Iglesia, dice, es-vuna admirable institución, porque reposa sobre el amory es el eterno asilo de todos los Franciscos de Asís, detodas las santas Teresas, de todos los Vicentes de Paúldel futuro. Todos los que aman, lodos aquellos paraquienes el amor es el único fin de la existencia, se lan-zarán un día hacia la Iglesia, sea que — por privilegiode Dios — entren directamente, sea que, paganos, leshaya sido preciso, de desilusión en desilusión, seguir elcamino indicado por Platón: del amor de los belloscuerpos ascender al amor de las ideas, de la Venus-terrestre á la Venus celeste.
104 ESPAÑA CONTEMPORÁNEA Y en España, en donde el catolicismo forma parte, óestá unido tan íntimamente al alma general, á talextremo que España ha de ser siempre católica ó noserá; quizá en el tiempo venidero, en el resurgimientoque ha de cumplirse, reverdezca el árbol nuevo, ya queno con las pompas escarlatas de la hoguera y del autode fe, en la luz de la vida nueva, en la gloria de la intelec-tualidad, libre délas manchas grises, de las taras ver-gonzosas que ahora contribuyen al descrédito de laalta doctrina; la «locura de la cruz » no es la insensa-tez de la cruz. ¡Oh sí! el Máximos de Ibsen podría venir, más nosería sino el mismo soberano Jesuscristo, un empera-dor galileo cuyo fin sería siempre la paz y el triunfo dela verdadera vida. El Anticristo nació en este sigloen Alemania; conquistó muchas almas; se apasionóprimero por el Graal sanio y renegó luego de su mayorsacerdote ; creó el tipo de soberbia humana, ó super-humana, aplastando la caridad do Jesús; predicú elodio al docLor de la Dulzura; desató ó quiso desatar losinstintos, los sexos y las voluntades ; consiguió un ejér-cito de inteligencias, y se cumplió por él más de unaprofecía. Pero el Anticristo alemán está en el manico-mio, y el Galileo ha vencido otra vez.
SEMANA SANTA Marzo 31 de 1899. Sevilla rebosa de forasteros; Toledo lo propio: áMurcia van los frenes llenos de viajantes. No faltan enlas estaciones los indispensables ingleses provistos desus minúsculas « detective ». Es en las provincias endonde la santa semana atrae a los turistas. Madrid esreligiosamente incoloro, y lo que hace notar que sepasa por estos días de fiestas cristianas, es que desdeayer, por decreto del alcalde, — un descendiente delilustre Jacques de Liniers, — no circulan durante eldía vehículos por la capital. Las campanas no suenan,reemplazadas litúrgicamente por las matracas, y juevesy viernes estas mujeres amorosas en la devoción,recorren las calles cubiertas con sus famosas mantillas.En medio de la multitud, algo he advertido de unavaga y dolorosa tristeza. Se escucha que viene á lolejos una suave música llena de melancolía; despacio,despacio. Luego se va acercando y se oye una canción,seis voces, dos femeninas, dos de hombre, dos infan-tiles. El coro pasa, se diría que se desliza ante vues-tros ojos y á vuestros oídos. Son ciegos que van can-tando canciones, pidiendo limosna. Se acompañanconviolines, guitarras y bandolinas. Con sus ojos sindía miran hacia el cielo, en busca de lo que preguntaba
•106 ESPAÑA CONTEMPORÁNEABaudelaire. Lo que cantan es uno de esos motivosbrotados del corazón popular, que dicen, en su corta ysencilla notación, cosas que nos pasan sobre el almacomo misleriosas brisas que hemos sentido no sabemosen qué momento de una vida anterior. Se diría queesos ciegos han aprendido su música en monasterios,pues traen sus voces algo como piadosa resonanciaclaustral. La concurrencia que va al paseo no paramientes. Por los balcones asoman unas cuantas carascuriosas. De lo más alio de una casa, de una pobrebuhardilla, cae para los ciegos una moneda de cobre. En las iglesias se ostentan las pompas sagradas.Los caballeros de las diversas órdenes asisten á lasceremonias. La indumentaria resucita por instantesépocas enterradas. Mas ayer se cumplió con una anti-gua usanza en la mansión real que, con toda verdad,más que ninguna otra manifestación, ha podido llevarlos espíritus hacia atrás, en lo dilatado del tiempo. Merefiero al acto de lavar los pies álos pobres y reunirlesá la mesa, la reina de España. Esta costumbre arrancade siglos; instituyóla Fernando III de Castilla en 12-42. Desde muy temprano el palio de palacio so fuéllenando do\"gente. Visto desde lo alio era una aglome-ración oleante de mantillas, sombreros de copa, orosy colores de uniformes. Suena un son de.pífanos. Es eldesfile pintoresco de las alabardas. Medio día. Com-pases de un himno por una banda de palacio, y lafamilia real se presenta, en marcha hacia la capilla.Por un momento desaparece el rumor de la vida actual.Esa aparición nos hace pensar en un mundo distinto,en apariencias encantadoras que á las alturas de estaépoca ruda para la poesía de la existencia, tan sola-mente surgen á. nuestra contemplación en el teatro óen el libro. He aquí que esta buena archiduquesa quesostiene hoy la diadema de Su Majestad Católica, brota
SEMANA SANTA 107de un cuadro, sale de una página de vieja historia,se desprende de un cuento : toda blanca, real, triste-mente majestuosa, pues no alcanza á ocultar que sualma no es un lago tranquilo. De sus espaldas seextiende el gran manto; la larga cola pórtala unhidalgo, el mayordomo marqués de Villamayor. Elcontinente impone, el gesto habla por la raza. Porcorona lleva María Cristina una constelación de bri-llantes, y sutil como una onda de espuma, la mantillablanca le cubre el casco de la cabellera. La princesitade Asturias, que ya viste de largo, va toda ella hechauna rosa, rociada de perlas. Hay en esa joven unadistinción graciosa que seduce en medio de la corte, yque no advertís en los retratos expuestos en los esca-parates de los fotógrafos y que dan la figura un tantopicante de una modistilla. — La infanta Isabel— muysimpática para todos los madrileños, y absolutamente Borbón — va de un amarillo triunfante, y sobre lamagnificencia de su manto heliotropo resplandecen las joyas. El altar arde en luces y oros. Los príncipes v los cortesanos parecen orar, con unción y fe. Calvas ebúrneas, barbas blancas sobre estrellas de oro y de piedras preciosas, galones y entorchados, se inclinan, al movimiento de los oficios. Serenamente armoniosa, la- música de la capilla despierta á Mozart. Como un incienso, se esparce por los ámbitos, envuelve todos los espíritus, así entre tantos se erijan los incrédulos, la Primera Sinfonía. En el Salón de las Columnas el gran crucifijo centralestá envuelto en un lienzo violeta, en el altar, que sedestaca sobre un tapiz de asunto religioso. En lastribunas, con los ministros, entre el cuerpo diploma-
108 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAtico y los Grandes de España, están la Infanta Isabel,la duquesa de Calabria y la Princesa de Asturias. En los lados del salón, sentados en bancos negros,hay doce mujeres pobres y trece hombres pobres. Nosé que vaga luz brota de esas humildes almas en lasmiradas. Suenan las dos palmadas de costumbre; es que seacerca la reina con su séquito. La reina viene á pasoaugusto, entre el obispo y el nuncio. Precédela ungrupo de religiosos y cantores, y una cruz alta.Ante diem festum Paschce... resuena la voz del s u b -diácono; la música, el canto vuela sobre el recinto. Depronto, María Cristina está ya ciñéndose una toalla,mientras las duquesas llenas de diamantes, las con-desas fastuosas, descalzan á los convidados miserables.La reina con una esponja y con la toalla enjuga loslamentables pies de esas gentes, que en un halo deinexplicable asombro deben sufrir extraña angustia.El representante del papa vierte el agua de un ánfora.Os aseguro que por todo pecho presente pasa unaconmoción. Y en ese mismo instante, dos voces habla-ban al oído del observador meditabundo. La una erala del demonio de la calle, el demonio de la murmu-ración que se cuela por los misterios de las casasy se propaga en la frase afilada por la inevitablemalignidad humana. Esa voz hablaba á la oreja iz-quierda y decía : « Es hermoso, es de un simbolismograndioso y conmovedor ese acto de humildad querecuerda á las Isabeles de Hungría, que nos alejadel ambiente contemporáneo asfixiante de egoísmo,quemante de odio y de mentira; pero...¿ y la miseria?¿ Y los innumerables mendigos que andan por lacorte y por toda España crujiendo de hambre? ¿Ylosmartirios de Monjuich? ¿Y el anarquismo, flor delos parias? ¿Y la prostitución infantil instalada á los
SEMANA SANTA 109ojos de la capital de S. M. Católica? » Y continuaba :« Por ahí se dice que la « austríaca » es avara; quemanda arreglar el calzado y los vestidos usados de lasinfantitas ; que hace pagar su « pupilage » en palacioá la infanta Isabel; que su caridad no se demuestraespléndida en demasía; que en Londres está acapa-rando millones; que la duquesa de Cánovas, á quienella antes llamara « la reina de la Guindalera », la gra-tifica justamente con el apodo de « la institutriz... «Masla voz que hablaba á la oreja derecha decía : « No, nohay que proclamar la injusticia ó la mala visión comouna ley de verdad. Esa noble señora está en una alturaque hay que apreciar de lejos ; y poco harán en su con-tra las murmuraciones áulicas, los despechos palacie-gos. Su misión maternal es admirable, y las tempes-tades que han pasado por la corona de torres de lapatria la han visto siempre digna y ejemplar, soste-niendo la infancia endeble de su hijo, dolorida por laspenas nacionales, triste en su viudez hasta hoy librede calumnia. Ciertamente, no es una Isabel II, por nin-guna clase de generosidad. No derrocha; pero sos-tiene asilos, da justas y silenciosas limosnas. Es unareina buena. » Y hela allí, en el salón de armas, sirviendo á losmismos pobres.á la mesa. Le ayudan varios señores ensu tarea. Esos gargons de semejante comedor sellaman el marqués de Ayerbe, el duque de Sotomayor,el duque de Granada de Ega, el conde de Revillagi-gedo, el marqués de Comillas, el conde de Atares, elmarqués de Santa Cristina, el marqués de Velados.Todos pudieran entrar en un parlamento huguesco;todos se cubren ante el rey, todos tienen á la cinturala llave de oro. Así las damas que descalzaron á losmiserables eran una condesado Sástago, una duquesade Medina Sidonia, una marquesa de Molins, una de
110 ESPAÑA CONTEMPORÁNEASanfelices. Desde lo alio, en el soberbio techo — Gia-quinlo pinxit— todo un revuelto Olimpo, de un paga-nismo rococó, se debatía, en vibrantes fugas de coloressobre las magnificencias católicas. Esta ha sido para mí, más que la procesión mediocre,ó las celebraciones eclesiásticas en los templos, la ver-dadera nota principal de la semana santa en la corteespañola. Pues si hoy la reina, en el ceremonial delviernes sanio en la capilla real, ha hecho cambiar porcintas blancas las cintas negras de los procesos, aiindultar á los reos de muerte, después de besar elliynum criicis, ayer ha estado, en un acto antiguo, máscerca de Jesucristo. ¿España es verdaderamente religiosa? Creo que,en el fondo, no. Cuenta Georges Lainé que preguntó áun sacerdote gaditano: «¿Hay una corriente de opi-nión republicana muy marcada en el bajo pueblo deCádiz? » El sacerdote le contestó : « Todos los obre-ros de Cádiz son republicanos, anticatólicos, y, un grannúmero, anarquistas. » Puede también asegurarse quela mayoría de los obreros en toda España es poco reli-giosa, influida por corrientes liberales primero y luegopar la cuestión social. En Barcelona, principalmente,el viento nuevo ha desarraigado mucho árbol viejo. EnAndalucía, en Castilla, buena parte del clero ha contri-buido con su poco cuidado de los asuntos espirituales,á debilitar las creencias. El alto clero español cuentacon cabezas eminentes, con sabios y con varones vir-tuosos ; pero en las regiones inferiores no es un mirloblanco el sacerdote de sotana alegre, amigo de juergas,de guitarras, y mostos. La navaja no es tampoco, enciertos ejemplares, desconocida. — El sacerdote san-guinario y cruel no ha sido escaso en las guerras car-lisias. En cuanto á moralidad, es éste el país en dondeel « ama del cura » y las « sobrinas del cura » son
SEMANA SANTA(ipos de comedia y cantar. Ello no quiere decir que,,como en toda viña humana y en la del Señor, no hayacasos de corrección y de virtud evangélica. El cura de-aldea de aquel honesto Pérez Escrich no abunda, pero-se puede encontrar en la campaña española. La ense-ñanza religiosa en la España interior se queda en lo pri-mitivo, en la plática pastoral que precede á la idolatríacatólica de figuras también primitivas; en las p r o -cesiones originalísimas. — En la España negra deVerhaeren y Regoyos podéis observar curiosos croquis.En San Juan de Tolosa, por ejemplo, en Guipúzcoa,,donde existen esas esculturas bárbaras que hacendecir al escritor : « El rezar cara á cara con estos-Nazarenos y Santos debe hacer reír, ó alucinar. » Enefecto, son figuras, bonshommes como labrados áhacha, con asimetrías deformes y aires de idiotismoó de malignidad; Cristos de rostros funestos, ó como-dibujados por James Ensor, Cristos que dan miedo,bajo sus cabelleras de difuntos, entre los nichos obs-curos de los altares. La semana santa en Guipúzcoa;los pasos de Azpeifia con sus siniestras estatuas, sonotra cosa que la semana santa de Sevilla, con sus-esculturas artísticas, sus palios lujosos, sus pasoscon imágenes de arte, sus vírgenes vestidas comoemperatrices bizantinas: todo oro, terciopelo, hierroTy más oro; y las saetas, esos cantos que brotan ensu aguda tristeza, quejidos del pueblo, dolorosas ysonoras alondras de una raza. O la semana santa deToledo, entre la antigüedad gris y seca de esa petri-ficación de tiempo. En las fiestas de San Juan Dego-llado, en la isla de Gaztelugache, cerca del CaboMachichaco puede verse aún la Edad Media, con la-devoción idolátrica y temerosa, los romeros y peni-tentes que suben una cuesta de rodillas, despedazán-dose sobre la piedra. Los niños van vestidos de negro-
-112 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAy violeta. Y los disciplinantes de Rioja, en San Vicentede la Sonsierra : hombres que se destruyen las espal-das con azotes, á la vista del público, y luego, cuandoel lomo está todo amoratado de golpes o hinchado dedisciplinazos, se les raya con bolas de cera llenas devidrios filosos. Regoyos nos cuenta de otros martirios,como el ir tocando una gran campana por las calles,ó pasar con los pies descalzos sobre pedruscos y chi-nas. Allí la sangre humana se vierte en realidad cadajueves santo. Pero junto á todas esas manifestaciones de religio-sidad nefasta y milenaria encontraréis siempre la gui-tarra, el vino, la hembra. El torero tiene una imagen ála que reza antes de ir á la corrida, á la fiesta de lasangre. Los antiguos peregrinos que iban á Santiagode Compostela con el bordón y la calabaza eran exce-lentes pillos y bandoleros que hubo que perseguir. Enciertas procesiones andaluzas hay pleitos por si unasanta virgen vale más que otra, y al elogiar á la propiaimagen se injuria con epítetos de la hampa á la santaimagen contraria. Se forman partidos por este ó aquelCristo, por este ó aquel santo milagroso. En Galiciapasa lo propio. Un escritor gallego me cuenta que untío suyo muy devoto, después de sufrir un gran dolormoral, se encerró en su gabinete, y con una filosa facase puso á dar de puñaladas á un Crucifijo familiar. Noes raro que al ir á dejar á la iglesia en los pueblos, áuna imagen, los conductores se detengan un rato en lataberna. En 1820 los madrileños saquearon el palaciode la Inquisición ; degüello de frailes ha habido quequedará por siempre famoso. P^spaña es el país católicopor excelencia; pero Rothschild ha sido el amo porintermedio del judío Bauer; y se ha transigido porrazones muy humanas, con la fundación de templosprotestantes.
SEMANA SANTA 113- El fanatismo español, según Buckle, se explicaríapor las luchas con las invasiones arábigas; pero IvésGuyot hace notar con justicia, que antes había habido,los grandes choques con los visigodos arríanos. Laconversión de Recaredo señala un buen punto de par-lida. De lo más remoto parte la veta religiosa, desdela venida de los primeros cristianos. No hay lugarimportante de España que no guarde el recuerdo tradi-cional ó histórico de un santo ó de un apóstol cristiano.San Pablo desembarcó en las costas levantinas, y Ta-rragona pretende que fué el fundador de su iglesia. EnBética fué la conversión del prefecto Piloteo, del m a g n ate Probo y su hija Xantipa. El mismo apóstol estuvoen Andalucía, en Ecija, y en otros puntos de la penín-sula. Ecija tuvo á san Rufo, obispo nombrado porsan Pablo Narbonense; Santiago estuvo en Braga, endonde fué primer obispo. El viaje de la cabeza de San-tiago, con los Siete Discípulos, en la parva navis, esuna hermosa perla de tradición narrada en el latín delCerrafense. La cabeza de Santiago destruyó el últimotemplo de Baco : Liberum novum ; pero ya quedaba elvino! San Pedro envió á otros discípulos. Geroncioquedó en Italia. Pamplona recuerda á Saturnino y Ho-nesto; Marmolejo á Máximo; Guádix áTorcuato; Gra-nada á san Cecilio; Avila á san Segundo ; Tarifa ásan Esicio; Andújar á san Eufrasio; Cabra á sanTexifonte; Almería á san Indalecio. Zaragoza pretendetener la primera iglesia fundada en España : allí triun- fan los mártires y la Pilarica. Toledo tuvo á san Euge- nio, en tiempo del papa Clemente. Gerona cuenta con san Narciso. Por todas partes retoña, si regáis un poco, la raíz cristiana, por tantos motivos; pero la savia pagana de la tierra no está destruida. La latina se explica. Se gusta en las procesiones de la pompa, de los oros lujosos, de la decoración de las imágenes, y
1.14 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAcon el pretexto de la devoción se da suelta á los nerviosy á la sangre, floreciendo de rojo la España negra.No se abandonan los asuntos de este mundo por los delotro ; y la Inquisición misma, en sus orígenes, tuvomás causas políticas que religiosas. El quemadero des-pués agregó ese halago terrible al divertimiento popu-lar; auto de fe ó corrida de toros viene á dar lo mismo.En ciertos templos andaluces el catolicismo deja ver átravés de sus adornos y símbolos, las líneas y arabescosmoriscos : en las almas pasa algo semejante. Cierto esque Mahoma sonríe más que Jesucristo en los ojossevillanos de bautizadas odaliscas. País de Carlos V., de Felipe II, de Carlos II elHechizado; país de la expulsión de los judíos y de losmoros : su fe no llega muy á lo profundo. Creedme :la brava España llevó la cruz al nuevo mundo nuestroá lejanas tierras, la impuso por la fuerza, de manerakoránica; pórtala sobre el oro de la corona, sóbrelacúpula del palacio real; pero España es como la espada :tiene la cruz unida á la filosa lámina de acero.
1 TOROS ! Abril 6 de 1899. Los durazneros alegres se animan de rosa; el Retiro•está todo verde, y con la primavera llegaron los toros. Sehan vuelto á ver en profusión los sombreros cordobeses,los pantalones ajustados en absurda ostentación cali-pigia, las faces glabras de las gentes de redondel y-chuleo. El día de la inauguración de las corridas fuéxm gran día de fiesta. Pude saludar varias veces por lacalle de Alcalá al espíritu do Gautier. Era el mismoambiente de los tiempos de Juan Pastor y Antonio Ro-dríguez; la calesas estacionadas á lo largo de la vía,las muías empomponadas, los carruajes que pasan lle-nos de aficionados y las mantillas que decoran tantasencantadoras cabezas. Parece que en el aire fuese laoleada de entusiasmo; todo el mundo no piensa sino enel próximo espectáculo, no se habla de otra cosa; lascorbatas de colores detonan sobre las pecheras; las•chaquetas parece que se multiplicasen, los cascabelessuenan al paso de los vehículos; en los carteles chi-llones se destaca la figura petulante del Guerra. ¡ El•Guerra!... Su nombre es como un loque de clarín, ó como unabandera. Su cabeza se eleva sobre las de Castelar,Núñez de Arce ó Silvela; es hoy el que triunfa, el amo
116 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAdel fascinado pueblo. ¡El Guerra! andalusamente.Salvador Rueda, no bailando otra cosa mejor quedecirme de su torero, me clava : « Es Mallarmé! » Va-mos, pues, á tos toros. « Se lia dicho y repetido por todas partes que elgusto por las corridas de toros se iba perdiendo enEspaña, y que la civilización las haría pronto desapa-recer; si la civilización hace eso, tanto peor para ella,pues una corrida de toros es uno de los más bellosespectáculos que el hombre pueda imaginar. » ¿ Quiénha escrito eso? El gran Theo, el magnífico Gautier,que vino «tras los montes» á ver las fiestas del soly de la sangre; Barres, después, hallaría la sangre,la voluptuosidad y la muerte. Es explicable la impre-sión que en aquel hombre que « sabía ver » harían lascrueles pompas circenses. i\'o es posible negar que elespectáculo es suntuoso; que tanto color, oros y púrpu-ras, bajo los oros y púrpuras del cielo, es de unsingular atractivo, y que del vasto circo en que operanesos juglares de la muerte resplandecientes de sedas ymetales, se desprenden un aliento romano y una graciabizantina. Artísticamente, pues, los que habéis leídodescripciones de una corrida ó habéis presenciado ésta,no podéis negar que se trata de algo cuya belleza seimpone. La congregación de un pueblo solar á esascelebraciones en.que se halaga su instinto y su visión,se justifica, y de ahí el endiosamiento del torero. Noclier raconte qiten Espagne...Facil es imaginarseel entusiasmo de Gautier por esta España que apare-cía en el período romántico como una península decuento; la España de loscháleaux, la España de Herna-ni y otra España más fantástica si gustáis, y la cual,aun cuando no existiese, era preciso inventar. Esaveníaen la fantasía de Gautier, y los toros vistos por él co-rrespondieron á la mágica inventiva. En la calle- de
TOROS 117Alcalá le arrastró, le envolvió el torbellino pintoresco;los calesines, Jas muías adornadas, los bizarros jinetes,las tintas violentas calentadas de sol de la tarde, loscaraslerísticos tipos nacionales, El arte le ase á cadamomento y si un tronco de muías le trae á la memo-ria un cuadro de Van cler Meulen,un episodio torerole recordará más tarde un grabado de Goya. Aquí en-cuentra la famosa manóla, que lia de hacerle escribiruna no menos famosa canción cuyos ¡alza! ¡hola! serepentirán en lo porvenir á la luz de los café-concerts.El detalle le atrae; documenta y hace sonreír la since-ridad con que corrige á sus compatriotas buscadoresde «color local» : se debe decir torero, no toreador; sedebe decir espada, no matador. Ya enmendará luegola plana á Delavigne diciéndole que la espada del Cidse llama tizona y no lizonade, para resultar con quehay una estocada en la corrida, que se llama á vuelapies. ¡Oh ! el español de los franceses, daría asunto paracuriosas citas, desde Rabelais hasta Maurice Barres,pasando por Victor Hugo y Verlaine. Los toros atraje-ron la atención del poeta de los Esmaltes y Camafeos.Cuando iba á sentarse en su sitio, en la plaza, «expe-rimenté, dice, un deslumbramiento vertiginoso. To-rrentes de luz inundaban el circo, pues el sol es unaaraña superior que tiene la ventaja de no regar aceite,y el gas mismo no lo vencerá largo tiempo. Un in-menso rumor flotaba como una b r u m a de ruido sobrela arena. Del lado del sol palpitaban y contelleabanmiles de abanicos y sombrillas.» «Os aseguro que es yaun admirable espectáculo, doce mil espectadores en unteatro tan vasto cuyo plafón sólo Dios puede pintarcon el azul espléndido que extrae de la urna de la eter-nidad. » Después serán las peripecias de los juegos, lamagnificencia de los trajes y capas; los mismos san-grientos incidentes, caballos desventrados, toros heri-
118 ESPAÑA CONTÉMPORÁNEAdos, y el público tempestuoso, un público de excepcióncuyo igual no sería posible encontrar sino retroce-diendo á los circos de Roma; todo con sol y música yclamor de clarines y banderillas de fuego. El hace suresumen : « La corrida había sido buena : ocho toros,cartorce caballos muertos, un chulo herido ligeramente;no podía desearse nada mejor. » Que por razones deimaginación y sensibilidad artística hombres como Gau-tier se contagien del gusto por los toros que hay en Es-paña, pase; pero es el caso que ese contagio invade ji-los extranjeros de todo cariz intelectual, y no es rarover en el tendido á un rubio commis-voyageur dandomuestras flagrantes del más desbordado contentamiento. Lo que es en España será imposible que llegue untiempo en que se desarraigue del pueblo esta violentaafición. Antes y después de Jovellanos lia habido pro-testantes de la lidia que han rolo sus mejores flechascontra el bronce secular de la más inconmovible de lascostumbres. En las provincias pasa lo propio que enla capital. Sevilla parece que regase sus matas de cla-veles con la sangre de esas feroces soavelaurilias; allílas fiestas de toros son inseparables del fuego solar, dolas mujeres cálidamente amorosas, de la manzanilla,de la alegría furiosa de la tierra; la corrida es unavoluptuosidad más, y la opinión de Bloy sóbrela partesensual del espectáculo, encontraría su mejor pilar enel goce verdaderamente sádico de ciertas mujeres quepresencian la sangrienta función. La Sevilla de las eslo-cadas de Manara, de la molicie morisca, de las hem-bras por que se desleía Gutierre de Celina, de las san-gres de Zurbarán, de las carnes femeninas de Murillo,de las gitanillas, de las bandidos generosos, tiene queser la Sevilla del clásico toreo. Bajo Fernando III yalos mozos de la nobleza tenían su plaza especial para elejercicio del sport preferido. Partos reales ó la loma
TOROS 119de Zamora, se celebraban con toros. El cardenal arzo-bispo D. Rodrigo de Castro prohibió durante un ju-bileo las corridas. La ciudad luchó con Su Ilustrísimay venció apoyada por Felipe II. La corrida se da, y enella Veinte lacayos robustosCon ellos delante salen :Morado y verde el vestidoEspadas doradas traen,De ser Don Ñuño y MedinaDan muestra y claras señales,Que aunque vienen embozadosNo pueden disimularse. En tiempos de Felipe IV, « toreó á caballo D. Juande Cárdenas, un truán del Duque, de excelente humor,con tanta destreza y bizarría, que al toro más furiosodio una muy buena lanzada : Mató S. M. tres toroscon arcabuz,» dice un revistero de la época. Felipe V.,quiso sustituirla corrida por «juegos de cabezas»,pero lo francés fué derrotado por lo español. ¡Ayercomo hoy los toros for ever! No ha habido aquí poetani millonario que haya sido tan afortunado en favoresfemeninos como Pepe Hillo. Cierto es que en París yen nuestro tiempo, Mazzantini y Ángel Pastor no hanpodido quejarse de las damas. En Zaragoza la aficiónse pretende que viene desde los romanos. Don Juan deAustria fué obsequiado allí con toros. A Felipe V lehicieron ver los aragoneses una corrida, de noche, enCariñena. Los navarros, entre un son de violín deSarasate y un do pectoral de Gayarre, toros, y elloviene de antaño. Soria, con sus fiestas de las Calde-ras, pues toros. Valencia, florida y armoniosa de coloresy cantos, tenía ya toreros en tiempo de D. Alfonso elSabio. Y entre sus célebres aficionados cuenta á un
120 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAconde de Peralada y Albatera D. Guillen de Rocafull.Y hasta en la España del norle, en la España gris, auncuando la naturaleza proteste, la afición procura sutriunfo, y bajo el cielo empañado, en la tierra donos-tiarra, toros. Salamanca, toros. Toledo, Valladolid,toros. Solamente entre los catalanes no han vencidosino á medias los cuernos. No obstante, hay apasionados de la lidia que lamen-tan la decadencia torera; dicen que hoy no existe« el amor al arte », que los espadas son simples nego-ciantes, y los ganaderos, así sean descendientes deColón, dan, como dice Pascual Millán, notable tau-rógrafo, « toros raquíticos, sin sangre, ni bravura, nitrapío». Los días pasados, en Aranjuez, conocí a unhombre atento y afable que á través de su conversa-ción con coleta, deja ver cierta cultura y buen afecto áAmérica. Me habló del Río de la Plata, y de Chile, yde su amigo don Agustín Edwards. Es el célebre Án-gel Pastor. Sufre grandemente. En lo mejor de su ca-rrera, todavía fuerte y joven, ha tenido la desgracia deromperse un brazo. Ya no podrá trabajar; la malasuerte le ha salido al paso peor que un toro bravo, y leha cogido. Y habla también Pastor de lo malo que hoyanda el toreo, de la decadencia del arte, de lo clásico yde lo moderno, como hablaría un profesor de literaturaó de pintura. Pero no le falta el brillante gordo en eldedo, y la consideración de tocio el mundo. El hotelmejor de Aranjuez es el suyo. Y la tradicional gentilezay obsequiosidad, suyas son también. Decadentes ó no decadentes, los toros seguirán enEspaña. No hay rey ni gobierno que se atreva á supri-mirlos. Carlos III tuvo esa mala ocurrencia y luego sevieron sus efectos. Jovellanos en su carta á VargasPonce no tuvo empacho en sostener que la diversiónno es propiamente nacional, porque Galicia, León y
TOROS 121Asturias han sido muy poco toreras. ¿Qué gloria nosresulta de ella? exclamaba. ¿Cuál es, pues, la opiniónde Europa en este punto? Con razón ó sin ella ¿no nosllaman bárbaros porque conservamos y sostenemos lasfiestas de toros? Negó el valor á los toreros, y pro-clamó su general estupidez fuera de las cosas de lalidia. Sostuvo el daño que ésta producía á la agricul-tura, pues cuesta más la crianza de un buen toro parala plaza que cincuenta reses útiles para el arado; y ála industria, pues los pueblos que ven toros no son porcierto los más laboriosos. En cuanto á las costumbres, elpárrafo que dedica á la influencia de los toros en ellasquedaría perfecto al injertarse en un capítulo delCristophe Colomb devant Í\"S taureaux de León Bloy.Hay una muy bien meditada página del cubano EnriqueJosé Varona sobre la psicología del toreo, en que en-cuentra la base humana del gusto por esas cruelesdiversiones, en el sedimento de animalidad persistenteá través de la evolución de la cultura social. La teoríano es flamante y antes que sostenida por argumentoscientíficos, estaba ya incrustada en la sabiduría de lasnaciones. Pero si no hay duda de que colectivamente el espa-ñol es la más clara muestra de regresión á la fie-reza primitiva, no hay tampoco duda de que en cadahombre hay algo de español en ese sentido, junto conel de la perversidad, d e q u e nos habla Poe. Y la pruebaes el contagio, individual ó colectivo ; el contagio deun viajero que va á la corrida llevado por la curiosidaden España, ó el contagio de un público entero, ó degran parte de ese público, como el de París ó BuenosAires, en donde la diversión se ha importado, corrién-dose el riesgo de que, si la curiosidad es atraída pri-mero por el exotismo, venga después la afición contodas sus consecuencias.
122 ESPAÑA CONTEMPORÁNEA En América, no creo que en Buenos Aires, á pesarde lo numeroso de la colonia española y de la sangreespañola que aun prevalece en parte del elementonacional, el espectáculo pudiese sustentarse por largotiempo; pero pasada la cordillera, y en países menossajonizados que Chile, el caso es distinto. Desde Limaá Guatemala y Méjico queda aún bastante savia penin-sular para dar vida á la afición circense. En cualquier pueblo, dice Varona, sería funestopara la cultura pública espectáculo semejante: entrelos españoles y sus descendientes, infinitamente más.Las propensiones todas de su carácter, productode su raza y de su historia, los inclinan del laclo de laspasiones violentas y homicidas. Por lo que á mí toca,diré que el espectáculo me domina y me repugna alpropio tiempo, — no he podido aún degollar mi cochi-nillo sentimental. Puesto que las muchedumbres tienen que divertirse,que manifestar sus alegrías, serían más de mi agradopueblos congregados en sus días de fiesta, en undoble y noble placer mental y físico, escuchando, ála griega, una declamación, bajo el palio del cielo,desde las gradas de un teatro al aire libre; ó laprocesión de gentes, hombres y mujeres y niños,que fuesen, en armoniosa libertad, á cantar can-ciones á las montañas ó á las orillas del mar. Peropuesto que no hay eso, y nuestras costumbres tienden•cada día á alejarse de la eterna poesía de las cosas yde las almas, que haya siquiera toros, que haya siquieraesas plazas enormes como los circos antiguos, y llenasde mujeres hermosas, de chispas, de reflejos, de voces,de gestos. Créame el nunca bien ponderado Dr. Albarracín,que mis simpatías están de parte de los animales,y que entre el torero y el caballo, mi sensibilidad está
TOROS 123de parte del caballo, y entre el toro y el lorero misaplausos son para el loro. El valor tiene poca parte en ese juego que seestudia y que lo que más requiere es vista y agilidad.No sería yo quien celebrase el establecimiento de unaplaza de toros entre nosotros; pero tampoco batiríapalmas el día que España abandonase esos hermososejercicios que son una manifestación de su carácternacional. No olvidaré la impresión que ha hecho en mí unasalida de los toros ; fué en la corrida última. El oleaje de la muchedumbre se desbordaba porla calle de Alcalá; cerca de la Cibeles pasaba el ince-sante desfde de los carruajes ; la tarde concluía y elglobo de oro del Banco de España reflejaba la gloriadel poniente, en donde el sol, como la cola de un pavoreal incandescente, ó mejor, como el varillaje de ungigantesco abanico español, rojo y amarillo, tendía lasimétrica multiplicidad de sus rayos, unidos en un dia-mante focal. Los ojos radiosos de las mujeres chispeabantempestuosamente bajo la gracia de las mantillas; ven-dedoras jóvenes y primaverales pregonaban nardos yrosas ; flotaba en el ambiente un polvo dorado, y encada cuerpo cantaban la sangre y el deseo, el himnode la nueva estación. Los toreros pasaban en suscarruajes, brillando al fugaz fuego vespertino; unamúsica lejana se oía y en el Prado estallaban las risasde los niños. Y comprendí el alma de la España que no perece, laEspaña reina de vida, emperatriz del amor, déla alegríay de la crueldad; la España que ha de tener siempreconquistadores y poetas, pintores y toreros. ¡Castillos en España! dicen los franceses. Cierto:castillos en la tierra y en el aire, llenos de leyenda, dehistoria, de música, de perfume, de bizarría, de color,
124 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAde oro, de sangre, de hierro, para que Hugo venga yencuentre en ellos todo lo que le haga falta para labraruna montaña de poesia ; castillos en que vive Carmeny se hospeda Esmeralda, y en donde los Gautier, losMusset y los artistas todos de la fierra pueden abre-varse de los-más embriagadores vinos de arte. Y encuanto á vos, don Alonso Quijano el Bueno, ya sabéisque siempre estaré de vuestro lado.
LA PARDO BAZÁN EN P A R Í S ÜN ARTÍCULO DE UNAMUNO AvriHOde-1899. Doña Emilia está ahora por París ; ha hablado á losfranceses de la España de ayer, de la España de hoy yde la España de mañana... Como casi siempre, dos ver-siones llegan, una del éxito de la conferenciante, otradel fracaso. Creo desde luego en la primera. Los fran-ceses (fuera déla tradicional cortesía, y de la no menostradicional novelería) han oido en su idioma, á unamujer muy inteligente, muy culta, que les ha habladodesembarazadamente de un tópico que todavía no haperdido su actualidad; el problema español, después dela debélele. La Sra. P a r d o Bazán cuenta desde hacetiempo, con largas simpatías y amistades del otro ladode los Pirineos, desde sus visitas al desván de los Gon-court, desde La cuestión palpitante. Es colaboradora demás de un revista parisiense, y luego, para su buenarecepción, tenía la excelente « guardia de h o n o r » deLaFronde. No deja de haber murmuradores que encuen-tran raro lo de que España vaya á ser representadaintelectualmente, en la Sociedad de Conferencias, poruna mujer. « Después de todo, me decía un espiritualcolega, es lo que tenemos más presentable fuera decasa. »
126 ESPAÑA CONTEMPORÁNEA Y ciertamente, como no fueran Menéndez Pelayo óGaldós á París, en esta ocasión no sé quién mejor queD.a Emilia hubiera podido hablar en nombre de la culturaespañola. La de D.a Emilia es variada y por decir asíeuropea, á pesar de su siempre probado retorno alterruño después de sus excursiones á tales ó cuales islasmentales de pensadores extranjeros. En ella lo nacionalno alcanza á ser ocultado completamente por propósitos•de arte ó pasiones intelectuales. Su catolicismo, por•ejemplo, ha hendido como una vieja y fuerte proa, lasoleadas naturalistas y las filosofías de última hora. Suforma literaria no ha podido asimilarse nunca nadaextraño á la tradición castellana; y encuentro de unajusticia que no ha menester muchas demostracionespara vencer, sus pasadas tentativas para conseguir loque por derecho propio se le debe, un sillón de la RealAcademia Española. Y es un personaje simpático y gallardo, esta brava.amazona que en medio del estancamiento, del heladoambiente en que las ideas se han apenas movido en supaís en el tiempo en que le ha tocado luchar, ha hechoiruido, ha hecho color, ha hecho música y músicas,poniendo un rayo rojo en la palidez, una voz de vida enel aire, á riesgo de asustar á los pacatos, colocándosemasculinamente entre los mejores cerebros de hombreque haya habido en España en todos los tiempos. Es la Sra. Pardo Bazán de cierta edad, todavía guapay exuberante de vida. Su trato es amenísimo y desde elprimer momento, si lo merecéis, tenéis su apreciointelectual y se abre su amable confianza. Pocas veces puede encontrarse unida tan llana fran-queza con tan inconfundible distinción. Vive en su casade la calle Ancha de San Bernardo, en compañía de sumadre la condesa viuda de Pardo Bazán, de sus hijaslas Srtas. de Quiroga y su hijo D. Jaime, que, entre
LA PARDO BAZÁN EN PARÍS 127paréntesis, le ha resultado un gran partidario de DonCarlos. En la casa se celebran con bastante frecuenciareuniones á que concurren personajes políticos y de lanobleza, y principalmente, hombres de letras y artistas.Puede asegurarse que no hay escritor ó artista extran-jero que no sea invitado á estas recepciones, y comoD.a Emilia habíala mayor parte de las lenguas europeas,se entiende con cada cual en su idioma. Sus libros hantenido una fama creciente en toda Europa y ha sido tra-ducida la mayor parte de ellos en las principalesnaciones. Desde hacía algunos días circulaba la noticia de quela Sra. Pardo Bazán iría á París á dar una conferenciasobre España. En el Journal des Bebáis apareció unartículo de Boris de Tannemberg anunciando á los pari-sienses la llegada de la escritora, y poco después, ellapartía, en efecto, á llenar su compromiso. Ecos varios, como he dicho al comenzar,llegan délaconferencia, y en los extractos de ella aparecen comopuntos principales, las dos leyendas de España, la«leyenda áurea » y la « leyenda n e g r a ». La leyenda áurea, es decir, una España heroica,noble, generosa, potente, cuna del valor y la hidalguía.La leyenda negra, una España codiciosa, sangrienta,avara, inquisitorial, terriblemente peligrosa al progresohumano. La primera, dice la señora Pardo Bazán, hasido la causa de los desastres actuales. Ella se arraigótanto en el espíritu de la nación, que formó un pueblooptimista, quijotesco, vanidoso, que con castillos en elaire compensaría su decadencia y su pobreza. Loshombres dirigeutes, los guías de la política del reino enlos últimos años, se dejaban cegar por los mirajes yperdían el concepto de la realidad. La leyenda negra tendría por origen la envidia deotras naciones, y sobre todo, las rivalidades religiosas
128 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAy políticas empezadas desde el siglo decimosexto conel soplo del protestantismo que veía como su principalenemigo á la poderosa España católica de entonces.Así lo comprende un erudito escritor, el Sr. Maldo-nado Macanaz, en un artículo que ha dado á la publi-cidad en esta ocasión. Pero de los tres puntos en quese basa la leyenda negra, que son la conquista espa-ñola, la Inquisición, la decadencia que se iniciaba enel siglo xvn y las figuras de Carlos I y de Felipe II,,se desprende que no ha habido demasiada injusticia enEuropa cuando se ha formado esa leyenda « de colorobscuro » con bases tan innegablemente sombrías. Nohabría manera de paliarlas atrocidades déla conquista,pues aun suprimiendo la relación del padre Las Casas,que es obra de varón verecundo y cristiano, no se pue-den negar las imposiciones á sangre y fuego de losconquistadores, la deslealtad que más de una vez saltaá la vista, así en Méjico como en el Perú, y tantas pági-nas rojas y negras que aportan su color á la leyenda.La inquisición está en el mismo caso, pues aun conce-diendo, desde el punto de vista de una crítica especial,defensas de aquella institución como la que hace Menén-dez Pelayo, y aun observando que no solamente Españaencendió las hogueras religiosas, resulta siempre que esenEspaña endonde el espíritu inquisitorial halló su ver-dadera encarnación; por ello el inquisidor cielos inquisi-dores será siempre el inquisidor español; ya átravés dela historia, ya en el cuento de Poe, en el drama de Hugoó en el dibujo de Ensor. La leyenda áurea constituye ellado nervioso del alma española, y solamente los desa-ciertos de los políticos de última hora han podidohacer que se empañase. Es la de una España román-tica, una España generosa y grande que alza su vastoscastillos de gloria sob re laselva poética del Romancero;una España de valor y de caballería que ha clavado en
LA PARDO BAZÁN EN PARÍS 129el bronce del tiempo, con nombres épicos, toda unaserie de nobles victorias, de orgullosas conquistas.Sobre su pintoresco escenario lleno de sol y de músicael alma española aun sustenta la grandeza y el brillodel pasado, digan lo que quieran los pesimistas y losque han perdido toda esperanza de regeneración. Nohace daño á España, como D.a Emilia cree, no le hahecho daño el recuerdo y mantenimiento de la leyendade oro de su historia; sino que malaventurados políticosy ministros modernistas á su manera, hayan descuidadoel cimentar el presente apoyados en la gloria tradi-cional. Parala reconstrucción de la España grande queha de venir, aquella misma áurea leyenda contribuirácon su reflejo alentador, con su brillo imperecedero.España será idealista ó no será. Una España prác-tica, con olvido absoluto del papel que hasta hoyha representado en el mundo, es una España que nose concibe. Bueno es una Bilbao cuajada de chime-neas y una Cataluña sembrada de fábricas. Trabajopor todas partes; progreso cuanto se quiera y sepueda; pero quede campo libre en donde Rocinanteencuentre pasto y el Caballero crea divisar ejércitos degiganteg. Varias publicaciones de Madrid, desde hace poco,han empezado á ocuparse con alguna atención de lite-ratura hispanoamericana. Comenzó el diario El País,siguió la Revista Nueva, interesante y de carácter m o -derno, y luego el conocido y afamado periódico VidaNueva, ha comenzado á publicar una hoja mensual conel título América y que se dedicará, como su título loindica, al pensamiento americano. Como la dirección mepidiese un artículo de introducción á dicha hoja, hícelorefiriéndome á uno del Sr. Unamuno, publicado en laÉpoca y en el cual, con motivo de la Maldonada deGrandmontagne, hablaba de las letras americanas en
130 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAgeneral y de las argentinas en particular, con un desco-nocimiento que tenía por consecuencia una injusticia.El Sr.Unamuno es un eminente humanista, profesor dela antigua universidad de Salamanca, en donde tienela cátedra de literatura griega. Se ha ocupado de nues-tra literatura gauchesca con singular talento; pero noconoce nuestro pensamiento militante, nuestro actualmovimiento y producción intelectual. Comencé contomar de un número de La Nación datos del yankeeCarpeuter y hacer un largo párrafo de estadística.Luego dije lo que otras veces he dicho sobre nuestraescasa producción, y sobre las esperanzas en un futuroproficuo. Y como él se refiriese al demasiado parisie-nismo que creía ver en la literatura de Buenos Aires,manifesté lo que en este párrafo se verá: « Hay que esperar. América no es toda argentina ;pero Buenos Aires bien puede considerarse como florcolosal de una raza que ha de cimentar la común cul-tura americana; y desde luego, puede hoy verse comoel solo contrapeso, en la balanza continental, de la peli-grosa prepotencia anglosajona. Nuestras letrasy arlestienen que ser de reflexión. No puede haber literaturaen un país que ha empezado por cimentar el edificio po-sitivo de mañana; después de la base sociológica, de lamuralla de labor material y práctica, la cúpula vendrálabrada de arte. Por lo pronto, nos nutrimos con elalimento que llega de lodos los puntos del globo. Hemostenido necesidad de ser poliglotas y cosmopolitas, ymucho tiempo antes de que la Real Academia Españolapermitiese usar la palabra « trole », nos habíamoshecho del aparato. Decandentismos literarios no pue-den ser plaga entre nosotros ; pero con París, que tantopreocupa al Sr. Unamuno, tenemos las más frecuentesy mejores relaciones. « Buena parte de nuestros diarios es escrita por fran-
LA PARDO RAZAN EN PARÍS 13tceses. Las últimas obras de Daudet y de Zola, han*sido publicadas por La Nación al mismo tiempo que-aparecían en París; la mejor clientela de Worth es lade Buenos Aires; en la escalera de nuestro JockeyClub, donde Pini es el profesor de esgrima, la Dianade Falguiére, perpetúala blanca desnudez de una pari-siense. Como somos fáciles para el viaje y podemos via-jar, París recibe nuestras frecuentes visitas y nosquita el dinero encantadoramente. Y así, siendo como-somos un pueblo industrioso, bien puede haber quienen minúsculo grupo procure en el centro de tal pueblo-adorar la belleza á través de los cristales de su capri-cho : / Whiml díria Emerson. Crea el Sr. Unamuno-que mis Prosas profanas, pongo por caso, no hacenningún daño ala literatura científica de Ramos Mexía,de Coni, ó á la producción regional de J. V. González ;ni las maravillosas Montañas ele Oro de nuestro granLeopoldo Lugones perturban la interesante labor criolla,de Leguizamón y otros aficionados á ese ramo que ya.lia entrado en verdad en dependencia folklórica. Quehalará luego una literatura de cimiento criollo, no Jo-dudo; buena muestra dan el hermoso y vigoroso librode Roberto Payró La Australia Argentina y las obras,del popularísimo é interesante Fray Mocho. »
EL REY Abril 23 de 1899. Hace algunas tardes, por un punto de la Casa deCampo en que suele turbar el silencio del bosque rever-decido un tropel de jacas, un jinete, el rodar de un cupé,he visto pasar al rey D. Alfonso con su madre y sushermanitas. Iba el carruaje despacioso y asi pude obser-var bien el aspecto de Su Majestad infantil. No está tancrecido como los retratos nos le hacen ver; pero rnues-^t r a lo que se dice .une bonne mine. Tiene la cara, yaseñaladamente fijos los rasgos salientes, de un Austria;es la de Felipe IV niño. Es vivaz y sus movimientos sonlos de quien se fortifica por la gimnasia. Los ojos sonhermosos y elocuentes, la frente maciza sería un buencofre para ideas grandes ; el cuerpo no es robusto, perotampoco es canijo. La leyenda de un reyecito enclenquey cabezudo, de un niño raquítico, se ha concluido. Elmuchacho real ha pasado los peligrosos años de suniñez y entra en la pubertad con buen pie. No es esto•decir que las leyes de herencia no puedan, cuandomenos se piense, aparecer con sus imposiciones. Lamisteriosa aya pálida, su dama blanca, puede presen-tarse cerca de él, en un instante inesperado; pero porhoy, don Alfonso es príncipe que sonríe, que monta ácaballo, que hace sus estudios militares, y si de estamanera continúa, hay Borbón para largo tiempo.
EL REY 133 Es cierto que sus años primeros han sido penosos yenfermizos, y que razón hubo en llegar á creer quepodría hacerse trizas el frágil vaso al menor choque.Pero los cuidados de D.a Cristina han sido excepcio-nales; á madre como esta reina, difícil superarla. Nose ha dado punto de reposo previéndolo todo, dedicán-dose antes queá cualquier otro grave asunto, á la saludde su hijo, preparando, mullendo el nido para su agui-lucho, no teniendo su mayor confianza sino en sí misma,y después de velar por la vida física, trazar un plan deeducación, un método de cultura moral. Este ya esotro capítulo y habrá que ver si el acierto ha guiado laobra. Desde luego, el rey D. Alfonso XIII ha tenido ytiene ayos honorables, de la más pura nobleza, hombresde excelencia incomparable para guiar por buena sendalos despiertos instintos de su príncipe; pero en nuestraépoca se exige algo más que eso; formar el alma, elcarácter del rey, enseñarle á dominar sus pasiones,darle lecciones de moralidad y de religión, es yamucho: pero habría que ayudar á formarse al mismotiempo al rey y al hombre; hacerle comprender el espí- ritu de su tiempo, alargar sus vistas en el horizontemoderno; hacerle salvar los muros de la tradición, pre-pararle para las exigencias de su época. Él aparece en un tiempo en que si los Maquiavelos son imposibles, los Lorenzos de Médicis son inencontrables. El profesor de Oviedo D. Adolfo Posada se ha plan- teado enLa España moderna el problema de la educación del rey; la dificultad de la educación de un rey consti- tucional. Indudable : los monarcas absolutos no tienen delante de sí más que la demostración de su poderío; el príncipe desde que tiene uso de razón, sabe su supe- rioridad, su grandeza ; la actidud de sus subditos res- pecto á él, la costumbre del mando y la obediencia de 8
ESPAÑA CONTEMPORÁNEAlos que le rodean, definen desde un principio el sistemaeducativo que hay que seguir. De Burrho á Bossuet no'hay gran diferencia. Mas la educación de un monarcaconstitucional implica varias anomalías. Los reyes dehoy, los reyes con Cámaras y ministerios responsables,,los reyes que reinan y no gobiernan, puede decirse queson simples personajes decorativos. Los antiguosesplendores, la misma parte estética de la representa-ción real, adquiere hoy en medio de su brillo cierto'por el valor histórico, por sus viejos símbolos, un vagoprestigio de ópera cómica; y apena el confesar que lasfunciones más respetables por la vieja resurrección desoberbias costumbres palatinas y las pompas de losmagníficos ceremoniales, evocan, á nuestro pesar, lanecesidad de una partitura. La imaginación del prín-cipe niño se impresiona desde el comienzo de su des-pertamiento ala existencia que le rodea, con las mani-festaciones de una vida falsa ó equívoca. No será sinocon harta dificultad que de la noción de soberanía queha penetrado primero en su cerebro, pase á la nociónde una existencia democrática. « Los niños, esos peque-ños salvajes, dice el Sr. Posada, no conciben sino reyescompletos. » En palacio, la manera de ser para con élde las personas que le rodean, afianza por una parte enel príncipe la posesión de su papel de rey completo;no será sino con mucha dificultad que so le inculcaráluego el legítimo valor de esas demostraciones, lasignificación de su rango de simple porta-corona.D. Alfonso, por ejemplo, sabe ya que es el jefe absoluto,pues los viejos generales inclinan ante él sus barbasblancas : sabe que tiene el toisón de oro sobre su uni-forme de cadete, — pasajero uniforme que será mañanasustituido por el de generalísimo; sabe que es el rey..Conozco una bonita anécdota. Un día, por algunapequeña falta, no sé si en sus lecciones ó en otra cosa,,
EL REY 135fué castigado con encierro. El niño se debatía entre losayos que le llevaban á su prisión, pero la orden se cum-plió. Entonces, ya encerrado, don Alfonso daba grandesvoces, deliciosamente furioso. Se le decía que no gri-tase, y él contestaba : « ¡ He de gritar más fuerte ! ¡ Que¡me oigan los españoles! ¡Que sepan que tienen presoá su rey! ¡Que vengan á sacarme los españoles! » Sabe, pues, que es el jefe de los españoles; y la idea•de su soberanía no puede estar mejor arraigada. Perosé otra anécdota. Otro día, de paseo, se detuvo D. Alfonsodelante de un naranjero. Hay que advertir que adoralas naranjas, y que á esta edad, entre el globo de Car-los V y una naranja, se queda con ésta. Pues he aquíque se detiene delante del naranjero y le dice : « Dameunas naranjas; pero yo no tengo con qué pagártelas.¡ Imagínate, yo, el rey de España, no tengo en el bolsilloni una perrilla ! » Confesaba el pobre su pobreza con lamás encantadora desolación. Ignoro si el naranjero ledio las frutas y si los ayos le permitieron comérselas ;pero ello revela que D. Alfonso sabe ya que los reyesde hoy no se comen todas las naranjas que quieren y•que suelen andar sin un cuarto. Se dice que los primeros años del rey han sido decuidadoso aislamiento, que no se le ha puesto en con-tacto con otros niños de su edad, contacto tan necesa-rio; que se le ha recluido, sin otra compañía para susjuegos, que las de sus hermanas. Podría creerse porello en una infancia entristecida, bajo la mirada de unamadre que ha sido abadesa de un convento. Eso no escierto. El rey ha tenido sus compañeros, naturalmente,escogidos entre la alta nobleza. El más íntimo ha sidoel jovencito hijo del conde la Corzana, por un ladoMorny y por otro Sexto... Es claro que la reina vigilasus amistades y compañías. Otro niño íntimo delrey es el hijo del conde de Casa Valencia. El cual hace
136 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAalgunos años tuvo el siguiente diálogo con su amiguitocoronado : « Aquí no hay buenas carreras de caba-llos. Yolas voy á ver ahora muy buenas ; y ustedes no.— ¿ Cómo es eso? — Me voy á Londres. Tío Antonio(Cánovas del Castillo) ha nombrado á papá embaja-dor. — ¿ Y cómo no lo he sabido yo, el rey ? » dijo laminúscula majestad en toda la posesión de su pape). En general los reyes son educados militarmente. EnEspaña no se lleva tan á la alemana el método, peroD. Alfonso conoce bien el manejo de las armas, serábuen jinete como su padre ; y aunque no haga el capo-ral á la continua como uno de esos ferrados Holienzol-lern, tiene amor á la carrera y se decía en estos díasque pronto haría vida de guarnición en la Academia deToledo. Esto es de dudarse mucho, por la madre. Séque en lo íntimo de la familia, la educación del rey es lomás burguesamente posible. La reina es en el hogarcomo cualquier respetable señora que se preocupa delos menores detalles de su home; sencilla y poco osten-tosa hasta llegar á murmurar los desconten tadizos cor-tesanos, de su avaricia. «¿Qué quiere usted que haga-mos, me decía un caballero, con una señora que lecobra su pupilaje á las infantas en Palacio y que mandaponer medias suelas á los zapatos de sus hijas? » Des-cartando las exageraciones, no creo que el pueblo pre-firiese una reina derrochadora delante de la miseriaque abruma á las clases bajas, á una reina económicaque hace lo que puede por socorrer los infortunios delos menesterosos; que es aclamada á la puerta de losasilos que visita y sostiene. Don Alfonso XIII no podráquejarse de no haber tenido en la entrada de la vida,una ejemplar madre, una buena mamá, que ha sido paraél una encarnación de la Providencia. Hubo un tiempo en que el rey estuvo casi invisible.Su salud era apagadiza, su aspecto no ayudaba á alen-
EL REY 137lar á los partidarios de su dinastía. Se decía que éralomás probable su muerte ./Mas apareció por fin, en unarecepción, ^ e hallaba sentado en el trono, junto á sumadre y sus hermanas. El cuerpo diplomático estabadelante de él. Se notaba que el niño real había pasadopor una crisis ; pero sus grandes y brillantes ojos seiluminaban de vida. De pronto se vio una cosa inauditaque pasó, como un relámpago, sobre todo los protoco-los. Un deseo vivo se había despertado en aquella cabe-cita, y no hubo vacilación para llenarlo. Don Alfonso,á la mirada de todos, dio un salto, y antes que nadiepudiese detenerlo, se había montado en uno de los dosleones de bronce que están á los dos lados del trono/Elhecho podría tener su significado si el porvenir^fuesepropicio tras la disipación de las tempestades. Asegú-rase que Zola, que vio en una temporada de verano enSan Sebastián al pequeño rey, quiso pintarle más tardeen uno de los capítulos de su JDocleur Pascal. Yo hevuelto á leer esta obra para confrontar el retrato, y sien Clotilde podría entrever los pensamientos d é l a reinaque ansia penetrar en el futuro de su hijo, no puede re-conocerse en el animado y ágil monarca de España nin-guno de esos « delfinitos exangües que no han podidosoportar la execrable herencia de su estirpe, y se duer-men, consumidos de vejez y de imbecilidad, á los quinceaños ». Moralmente, la formación del rey fuera de lainfluencia maternal, dependerá de los preceptores. Elideal sería hacer primero a man, para en seguida dejarobrar el desarrollo del propio carácter, lograr el selfmacle hing. ¿ Qué preceptor á propósito? ¿ Un SaavedraFajardo, un Bossuet ó un Ernesto Curlius? Para unmonarca esencialmente católico, parecería de ley juntoal principe, un religioso. Mas hoy los inconvenientes detal sistema no necesitan demostración. Las alharacasque levanta la presencia del padre Montaña, confesor 8.
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