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España contemporanea - Rubén Dario

Published by Ciencia Solar - Literatura científica, 2016-05-29 08:41:29

Description: España contemporanea - Rubén Dario

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188 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAlo crea. Además, la « Revista Nueva» está en relacióncon Europa y América, y su colaboración aumenta cadadía. Quiera Dios que no vaya también, una buenamañana, á amanecer atacada de la enfermedad mortalde las revistas. Las ilustraciones no son pocas en España, y entreellas van á la cabeza la antigua « Ilustración Españolay Americana», fundada por D. Abelardo de Carlos, yla «Ilustración Artística » de Barcelona. «La Ilustra-ción Española y Americana» está asentada sobre in-conmovibles bases, entre las primeras del mundo. Susredactores son de por vida, como el invariable Fernán-dez Bremón, ó el que fué D. Peregrín García Cadena.Su forma, sus grabados, la colocan en el grupo de« LTllustration » de París, « Illustrated LondonNews »,« Graphic » y sus semejantes de Berlín, Roma, Munichó Nueva York. Con los progresos del fotograbado, hadisminuido un tanto la aristocracia de sus viejos gra-bados en madera, que alternan hoy con el inevitableclisé de actualidad. Aunque su plana mayor se componede escritores veteranos, tiene campo abierto para lasmanifestaciones del pensamiento nuevo, — como sesepan guardar « las conveniencias », pues hay querecordar que si la « Ilustración Española y Americana»es popularísima, no deja por eso de ser el periódicopreferido de las clases altas, y eso tanto en Españacomo en la América española. La « Ilustración Artística » de Barcelona viene enseguida, y se distingue por su preferencia de losasuntos artísticos, fiel á su nombre. Uno de sus cola-boradores fijos es doña Emilia P a r d o Bazán. Los Estados Unidos han enseñado al mundo la ma-nera como se hace un magazin conforme con e¿ pasoviolento del finisecular progreso. Los adelantos de lafotografía y el ansia de información que ha estimulado

LA CUESTIÓN DE LA REVISTA. — LA CARICATURA 189la prensa diaria, lian hecho precisos esos curiososcuadernos que periódicamente ponen á los ojos delpúblico junto al texto que les instruye, la visión de losucedido. El « Blanco y Negro » va aquí á la cabeza ;luego vienen la « Revista Moderna », « El NuevoMundo » y algunas otras como el « Álbum de Madrid »,que publica retratos de escritores y artistas, artículosliterarios y poesías. El « Blanco y Negro » es muyparecido á nuestro « Buenos Aires » ó á « Caras yCaretas », con la insignificante diferencia de que poseeun palacio precioso, tira muchos miles de ejemplaresy da una envidiable renta á su propietario el Sr. Lucade Tena. En Barcelona hay varias revistas como « Bar-celona cómica » más ó menos literarias y artísticas; y« La Saeta», periódico picante por sus fotograbados,por lo común desnudos, poses de malla ó camisa,género Caramán Cliimay y aun más pimentados. La caricatura tiene por campo una ó dos páginas decada «almacén» ó revista ilustrada. Casi siempre, lapolítica y la actualidad es lo que forma el argumento.Pero no existe hoy un caricaturista como el famoso Or-tego, por ejemplo. Como todo, la caricatura ha dege-nerado también. Ortego, me decía muy justamente elSr. Ruíz Contreras, director de la «Revista Nueva»,ha sido el rey de la caricatura en E s p a ñ a : ninguno delos otros puede compararse con el; el creó la semblanzade todos los políticos y monarcas, de todos los perso-najes de la revolución; él hizo á Montpensier impo-sible, con una caricatura. Si analizáramos la influenciaque ha tenido Ortego en el porvenir de la nación, noshorrorizaríamos. En este pueblo impresionable, unanota se agiganta y se hace un libro, un chisme setransforma en historia y una calumnia en débetele in-mensa. Más daño que todos sus enemigos le hicieron áMontpensier las caricaturas de Ortego, ¿fundadas en 11.

190 ESPAÑA CONTEMPORÁNEA•qué? Pues en que Monlpensier tenía una huerta de na-ranjas. «El rey naranjero». Esto bastó para desacredi-tarle. Como bastó, para hundir á D. Carlos, pintarleun día rodeado de bailarinas y sacripantas. Ortego, ade-más de su intención profunda, tuvo una ventaja sobretodos, y es que dibujaba maravillosamente. Solía tam-bién encontrar en el personaje un rasgo fisonómico parasu caricatura, y acertaba tanto en la elección, que no•era posible ninguna variante. Su Narváez, s u P r i m , suSagasta, su Isabel II, son inolvidables. Asimismo se•dedicó mucho á la caricatura de costumbres, en la que hizo prodigios. En esto era un inmediato descendientede Gavarni. El pueblo de Madrid, con sus toreros, consus curas, con sus manólas, sus majos, sus cursis, sushambrientos, sus oficinas, sus teatros y sus verbenas, aparece y resucita en los dibujos de Ortego, que sonpara el historiador un documento de grandísima impor- tancia. Hace algunos años se reunieron los dibujos deOrtego en álbums especiales, pero la publicación, conser de tanto interés para todos, no se hizo popular. Elpúblico estaba distraído con otra cosa. Luque, Padró, Perea y Alaminos han hecho casi•solamente, la caricatura política. Menos hábiles en eldibujo, buscaban la intención en las ideas; sus carica-turas tienen más bilis que lápiz ; demuestran sus odiospolíticos más que su arte. Iban sólo á hacer daño ; másque revolucionarios de su tiempo, eran anarquistas.Destruían con el ridículo, aumentándolo, inventándoloá veces. Perea se dedicó luego á la especialidad de torosy sus dibujos de La Lidia han circulado por todo elmundo. Sojo ha sido también un político de lápiz;dibuja poco : todo el interés de su obra se basaen el pensamiento. Cilla y Mecachis explotan por algúntiempo la crítica de costumbres. Cilla invenía Jos per-sonajes, mucho más que los toma de la realidad; ha

LA CUESTIÓN DE LA REVISTA. — LA CARICATURA 191creado varios tipos que repite constatemente. Así hahecho Mars en París. Cilla es en el dibujo en Españaalgo como López Silva en sus versos. Nada mas alejadode la verdad, nada más falso que los chulos deLópez Silva, á quien llaman el heredero de don Ra-món de la Cruz; y sin embargo, se ha convenido en quelos chulos de López Silva son los verdaderos, y portales se les mira y admira; y queriendo hablar en•chulo, la gente joven habla en López Silva. Lo mismosucede con los dibujos de Cilla. Nadie es exactamente•como lo que Cilla dibuja, pero, á fuerza de verla, parecemás real su mentira que la realidad. Más humano esMecachis; y como más humano es también menos m o -nótono; como observa y copia, varía más. Después deGriego, Mecachis. Todos los demás, excelentes perio-distas. Ángel Pons, que hoy está en México, empezóbien; pero también tiene más ideas que dibujo; tam-poco es un observador. Y muy observador de la cari-catura extranjera, como Rojas su discípulo. Puededecirse que casi todos los actuales dibujantes, se pro-veen de inventiva y de rasgos felices en las revistas deotras naciones. Apeles Mestres y Pellicier saben dibu-j a r y dibujan de firme. Mestres ha hecho caricaturasadmirables en los periódicos satíricos catalanes. Es unmoralista, como casi todos los verdaderos caricaturis-tas. Es de recordar una caricatura publicada en « LaEsquella » de Barcelona. Un coche fúnebre, con ocho ca-ballos empenachados y otro con un jaco de malamuerte; y la leyenda : Com mes richs mes besties: Comomás ricos, más animales. Pellicer conoce su arte y estu-dia las costumbres. Sus dibujos son documentos y susilustraciones de obras admirables estudios. Para lasobras completas de Larra ha dibujado tipos comoFígaro pudo concebirlos; á Larra le ha hecho comoera.

192 ESPAÑA CONTEMPORÁNEA Ese retrato ha quedado definitivo para el futuro, conun valor de época, inimitable. Pellicer ha superado enesto al mismo Madrazo. Moya y Sileno, Rojas y Sanchatrabajan profusamente y tienen bastante demanda;Sueno ilustra principamente el Gedón, y sobresaleen la sátira política. Sancha se ha hecho un puestoespecial; apoyado en el Fligene Blaller, y deforman-do, hace cosas que se imponen. Sus deformaciones re-cuerdan las. imágenes de los espejos cóncavos y con-vexos; os un dibujo de abotagamientos ó elefantíasis;monicacos macrocéfalos é hidrópicas marionetas. Marínestudia mucho, y apoyado en Forain, hace excur-siones al bello país, de Inglaterra. Es un erudito delo moderno, un simpático artista, cuyo modelo princi-pal debe de ser una elegantísima y singular mujer,apasionada de D'Annunzio y fascinada por París. Lealda Cámara, portugués, joven, de indiscutible talento,dibuja en Madrid, un tanto desganado, con el pensa-miento puesto en Jossot, á quien conoce, y animadopor el espíritu de Cruikshank, á quien seguramenteignora.

ALJJÜDEDOR DEL TEATRO 4 de julio de 1809. Áspero empieza el verano en Madrid. Desde que loscalores se inician, el desbande á la villégialure co-mienza. Se abren los nocturnos refugios, entre ellosel Buen Retiro, con su teatro y sus conciertos en losjardines; se instalan las horchaterías con sus incompa-rables aguas dulces que entusiasmaron a Gautier, ser-vidas por frescas y sabrosas muchachas, la mayorparte denunciadoras de su gracia levantina; los som-breros de paja hacen su entrada y uno que otro panamáde « repatriado » da su blanca nota tropical. ¿Adondeir después de comer? Se ha inaugurado en el MadridModerno, allá lejos, un teatrito al aire libre, en el Parquede Rusia. En compañía de un autor dramático, buenobservador y excelente copain, allá me voy, animadopor las estrellas que pican de oro el fino azul de lanoche. Al pasar por el Prado, me siento detener porun grupo de niños que, á la claridad del cielo, asidosdélas manos, cantan acompasadamente. ¿Qué cantan?Son unas de esas antiguas canciones que han venidode siglo en siglo y do labio en labio, repetidas en lasrondas infantiles, al crepúsculo de las tardes de mayoy en las abrasantes noches de estío. Apuro la oreja, yme llega:

¡194 ESPAÑA CONTEMPORÁNEA Un pajarito va, carabí, Cantando el pío, pío, carabí, El pío, pío, pá, carabí, hurí, hura. Luego, en otro tono : Papá, si me deja usted... Un ratilo á la alameda (bis) Con los hijos de Medina Que llevan rica merienda (bis). Al tiempo de merendar Se perdió la más pequeña (bis). Y luego en otro ritmo : Quien fuera tan alta Como la luna, Ay, fiy- Como la luna, Para ver los soldados De Cataluña. Ay, ay, De Cataluña. De Cataluña vengo De servir al rey. Ay, ay, De servir al rey. Con licencia absoluta De mi coronel. Ay, ay, De mi coronel. Al pasar el arroyo De Santa Clara, Ay, ay, De Santa Clara, Me se cayó el anillo Dentro del agua, A y, ay,

AL REDEDOR DEL TEATRO J 95Dentro del agua,Por. sacar el anilloSaqué un tesoro, Ay, ay,Saqué un tesoro.Con la Virgen de plataY el Niño de oro, Ay, ay,Y el niño de oro. La música tiene el perfume de un vino viejo y sano.Su sencillez y su gracia vieillotte hablan de otrostiempos, y el espíritu observador y meditativo coge alpaso en esa flor armoniosa una gota de poesía. Pasauna mañuela, es decir, una victoria, y en ella nos enca-minamos al Parque de Rusia. Dejando atrás la Puertade Alcalá, después de recorrer muchas calles llenas depolvo, llegamos. Un gran jardín, con laguneta, colum-pios, glorietas y kioscos rústicos, mal cuidado y malpresentado. Un restaurant y un teatro. Cuando sealzó el telón habría unas ochenta personas en todo elrecinto, y ellas no se aumentaron mucho hasta el mo-mento de partir. El espectáculo... El Gasino de laBoca, á la par, es suntuoso, el Cosmopolita de la calle23 de mayo, cualquiera de nuestros ca/'é-concert desegundo orden es una Alhambra londinense ó un Jar-din de París, en comparación con estas abominablesiniciaciones en el finisecular divertimiento. En elextinto Varietés, á fuerza de pesetas, se logró presen-tar algo escasamente semejante á nuestro teatrilo dela calle Maipú; había siquiera dos ó tres números quepudiesen despertar el gusto por el exótico espectáculo.Henry Lyonnet, en su libro sobre el teatro en España,observa lo poco preparado que está el terreno para laimportación parisiense; pero es el caso que á estashoras, en la calle de Alcalá hay dos teatritos en que

190 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAalternan tarde y noche cantaoras y bailaoras flamencascon diveltes traídas de Barcelona, de Marsella, ó deParís, y en uno de ellos he visto á una famosa pensio-nista de Nollet, la Nella Marfini, cantando siempre susdesairados y pornográficos couplets de la Pulga. En el Parque de Rusia se dio principio á la funcióncon una cuadrilla de osados vejestorios, una parodia delMoulin Rouge. Las bailarinas, seguramente improvi-sadas para el caso, aun cuando pretendían encender ála escasa concurrencia, resultaban de un efecto mora-lizador indiscutible : ¡ni que hubiesen sido del Ejécilode Salvación ! Luego salió á decir su canción en argotuna flaca veterana, retirada seguramente del oficio, áquien nadie entendió una sola palabra; y otra le se-guió, grivoise, igualmente detestable. Si no aparece enseguida Pilar Monterde, una española de cuerpo en-cantador, que baila las danzas nacionales con muchagracia, aunque un poco para París, la parte primeradel espectáculo hubiera petrificado de fastidio á laasistencia. La segunda la desempeñó un discípulo deFrégoli, llamado Minuto — italiano, de Rosario deSanta Fe, ¡ qué pensáis! — y la gente le aplaudió larga-mente, y con mucha justicia. Entre él y la Monterde sesalvaron la noche. Ahora, á la ciudad. Y he ahí que no seencuentra á la salida ni coche ni tranvía. Los que salenprimero logran atrapar uno que otro, y los demás... áseguir el camino por las calles empolvadas, con calory fatiga. No me quejo sino vagamente, del percance,con mi amigo el autor; pero aprovecho la caminatapara hablar sobre teatro. María Guerrero debe deestar á la sazón, al partir de Buenos Aires, con rumboá su buena villa de Madrid; Antonio Vico, en suspostreros años de arte, va á América á hacer lo quedebió hace mucho tiempo, corriendo el riesgo de unadesilusión.

AL REDEDOR DEL TEATRO 197 Durante el invierno funcionan regularmente en M a -drid dos compañías dramáticas, la del Español,.diri-gida por la Guerrero y su marido, y la de la Comedia,,cuyo director fué por más de veinte años Emilio Mario-y ahora es Emilio Thuillier. Mario es otra venerableruina. Los bizarros papeles de antaño, los « galanes »•muy á la francesa, que tanto brillaron, han quedado-en la memoria de los que presenciaron sus pasadostriunfos; hoy Mario hace maravillosamente el carac-terístico, y creo no pretenderá emular los esfuerzosfatigados de Vico. En la primavera también sueletrabajar la compañía de la Tubau — otra abuela — yen otros teatros aparecen y desaparecen como por obrade encantamiento, varias compañías que no hallandonde plantar sus escuetas raíces. Entretanto que elapodado « género chico » prolonga en los teatros de laZarzuela y Apolo indefinidamente sus temporadas, el« género grande » limita las suyas al invierno y desa-parece de la corte con la llegada de las primeras rosas.La compañía del teatro Lara, que no pertenece al género-chico ni al grande, cultiva la declamación sin música,en obritas de uno ó dos actos (algunas representa defres, pero no estrena ninguna, limitándose en días degala, beneficios ó noches excepcionales, á reprises delas piezas ya juzgadas y aplaudidas por el público y quejuzga pertinentes; su temporada se mantiene durantetoda la primavera. En invierno recorren los escenarios de provinciaalgunas compañías, encabezadas por Vico, MiguelCepillo, Sánchez de León, Luisa Calderón, Julia Ci-rera, Antonio Perrín, García Ortega, dando á conoceraquellas piezas que Madrid ha aprobado; pues lacentralización en este caso es absoluta, no teniendocabida en la córtela única excepción, el teatro regionalcatalán. Cuando las compañías del Español,la Comedia

ESPAÑA CONTEMPORÁNEA y La Princesa terminan sa labor de Madrid, pasan áprovincia y recorren les teatros de Barcelona, Sevilla, Zaragoza, Bilbao, Valencia, y otros más de menor calidad. Varias de las compañías dramáticas de provincia, en verano descansan. Ya por Pascua, suele venir á la corte alguna compañía extranjera que da sus representaciones en la Comedia, en el Moderno, ó en la Princesa. Generalmente las compañías son italianas, aunque Sarah Bernhardt me parece ha estadounas dos veces y se anuncia la llegada de Réjane, enuna lournc'e por Europa. Novelli ha conquistado desde hace tiempo á los ma-drileños, y últimamente La Mariani, desde luego supe- rior á todas estas actrices, con excepción de la Gue-rrero, ha sido excelentemente acogida.El génerochicoen verano como en invierno, continúa con varios teatros abiertos, ofreciendo estrenos todos los días, ysosteniendo las obras de sus favoritos hasta quinientasnoches. Es la chulapería triunfante, el dúo del mantóny el pantalón obsceno, el barrio bajo que se impone,con defensores que cuando alguien protesta de tantavulgar exploración, sacan á cuento á Groya y al bastanteasendereado D. Ramón de la Cruz. Este como sabéis,se llama hoy López Silva. No obstante, en estos últimos años ha habido loablestentativas de renovar el ambiente teatral, de sacar laatención del mundo de las chulapas y de los chulos.Se ha traducido algo moderno. Se ha hecho algo deIbsen, El Enemigo del Pueblo;de Sudermann, Magda;de Lavedan, El Principe d'Aureac, con el título deEl Gran Mundo, entre las conocidas obras d e D u m a s ,Sardou, Pailleron; y han osado en una plausible cam-paña, los autores de algunos trabajos originales, Gui-merá con su María Rosa, Dicenta con su Juan José,Benavente con Gente conocida, Ruiz Contreras con El

AL REDEDOR DEL TEATRO 199Pedestal. La Dolores de Codina y Juan José, con fuerzay bríos hoy no usados a q u í ; María Rosa, iniciando unatentativa de teatro socialista, con el mismo Juan José,Gente conocida, trayendo las escenas libremente extraí-das, sinceras, de la vida, con un análisis hondo, é ironíaque parece á flor de piel, pero que penetra, señalan unbuen trecho conquistado para un arte escénico futuroMurió Feliú y Codina, que había pretendido la reali-zación de un teatro regional, de todas las regionesespañolas, una especie de geografía escénica de laPenínsula. Así después de La Dolores, aragonesa, vinoMaría del Carmen, murciana, y luego La Real Moza,andaluza. Feliú era un firme trabajador, de gran talento,y un delicioso músico del verso, de este verso españolsonoro y sin matices. Joaquín Dicenta, que acertó tanbravamente con Juan José, no avanzó con El Señorfeudal, y, desanimado, ó mejor, poseído ya del deseode la fija ganancia, se fué h a c í a l a zarzuela. Así escribióen unión de su amigo Paso el libreto de Curro Vargas,extraído de una novela de Pedro Antonio de Alarcón.Guimerá persistió, con su tesón catalán. Consiguió enTierra baja dos actos notabilísimos; — el tercero des-merece tanto que puede suprimirse. — De todos modos,esa obra, en Madrid, como en París, como en BuenosAires, ha revelado un gran manejador de ideas y unpotente poeta. El Padre Jv.anico buscó el éxito á lamanera de Feliú y Codina. Parecería que hubiese aca-parado la herencia del autor de La, Dolores; pero Gui-merá es una fuerza, y después de tantear sus conve-niencias, ha de volver sin vacilar á su rumbo verda-dero : el drama socialista, el drama actual é intenso,del hombre y de la tierra. Difícil es el público pararesistir ciertos intentos. Un Curel ó un Mirbeau notendrían, por lo pronto, oyentes; la autoridad tenderíasu mano al instante. De Los Tejedores de Hauptmann

200 ESPAÑA CONTEMPORÁKEA se arregló El Pan del Pobre con cien atenuaciones. Praga y Rovetta, al ser servidos, van ya aguados. Benavente, después de Gente conocida, ofreció con copa de excelente vino español preparado á la france- s a : El Marido de la Télbz. Luego dio La Farándula, una equivocación... délos cómicos, que no la compren- dieron, y la hicieron de una manera dolorosa; después alcanza su más resonante victoria con La Comida de lasFio-as. Es difícil que, en lo sucessivo, sobrepase lasexquisiteces de intención, la variedad escénica, el equi-librio, la gracia, el vuelo psicológico, la ironía trascen-dental y el interés de su última obra. Y aquí empiezael desencanto, porque, si el público se deja conducir yagradece el regalo de la forma nueva, el actor, bastaviéndola muy aplaudida, se resiste á aceptarla. Ello noes raro. En todas partes, todo cabot, grande ó chico, yson pocos los casos de excepción, es impenetrable á laconcepción artística, y yerra por lo común, al estimarla opinión del publico. Un sir Irving, es caso raro. Sino hubiera habido un Anioine y un Hugue Poe en París,aun andarían de teatro en teatro, durmiendo en lasgavetas direetoriales, verdaderas obras maestras, ysería desconocido más de un triunfador de hoy. Aquí,mucho costó á Benavente conseguir que su Gente cono-cida fuese representada con esmero. Habíanla dejadopara último día de temporada, convencidos los cómicosde que la obra no pasaría del segundo acto. Por for-tuna, semejante atentado no llegó á cristalizarse encrimen, y Gente conocida, al quedarse en cartera, fué alaño siguiente el mayor sucres de la temporada. Nobastó tal enseñanza para reducir á la gente de basti-dores, y al ensayar La Comida de las Fieras, hacíanlollenos de desconfianza, sin comprender una sola líneade lo que tenían entre manos, aunque, según parece,poniendo una regular suma de buena voluntad.

AL REDEDOR DEL TEATRO 201 Mas, pasado el triunfo, ¿suponéis que se dieron porvencidos y convencidos '? Según ellos, la comedia fuéaplaudida, no por lo que tiene de arte moderno, sinopor lo que tiene de salsa « cómica »; no por lo exaclode la delicada pintura social, ni por el procedimiento,sino por lo que sazona el chiste, por lo que hay parasus paladares únicamente saboreable. No es esto decausar extrañeza si se tiene en cuenta que La Dolores,obra puramente nacional, popular, clara, sin mediastintas, del tipo más corriente en la escena española,pasó por todos los teatros madrileños sin ser recibidaen ninguno, dándose el caso duro de que su autor, parano resignarse á la condena y dando en esto señal debuen tino, fuese á estrenarla en Barcelona, donde se diotreinta y tantas veces. A fin de temporada, Mario seresolvió á estrenarla en Madrid, y María Guerrero senegó á hacerse cargo del papel que más tarde había deser uno de los más brillantes de su repertorio, y causade mucha gloria y provecho. Es conocido el pleito quesostuvo el autor con la actriz por esa negativa. El ca-mino, que ofrecieron á Guimerá los teatros de la corteno fué tampoco exento de tropiezos. Enrique Gaspar,conocido autor cómico, tradujo,para que Calvo lo estre-nara en Barcelona, Mar y Cielo. Guimerá era vistocomo un « genio regional », pero no podía penetrar lasmurallas chinas de Madrid. Por fin, Ricardo Calvo sedecidió á poner en escena en el Español Mar y Cielo,versión de Gaspar, y el éxito ruidoso hizo que despuésapareciese una María Rosa, echegarayizada por donJosé. No es, pues, Echegaray, como lo ha asegurado laSra. Pardo Bazán en su conferencia de París, quienpresentó á Guimerá en Madrid, sino el cónsul autor donEnrique Gaspar. Galdós, con toda y su colosal rec'ame de novelista,no inspiró tampoco mucha confianza. Su Realidad no

202 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAencontró simpatías en la Princesa, donde reinan laTubau y su marido Ceí'erino Palencia. Fué recibida lapieza en la Comedia, por obra de la cortesía que siempretuvo Mario con los grandes, y que hay que agredecerle.Y Realidad venció. Nadie podía esperar que aquelladolorosay extraña fantasía pudiese tener un buenresul-talo en las tablas. YT lo tuvo. El drama de Galdós debió-haber convencido á los practicones que, si eso no eraromper moldes, como se dice, era cortar ligaduras yt r a b a s . No sucedió así. Aun se anuncian los éxitos dedramas cosidos á los viejos cánones, á ridiculas usanzaspersistentes. Después de Realidad obtuvo gloria legí-tima Galdós llevando á la escena La Loca de la casa yLa de San Quintín, y si en su obras posteriores no liasido tan afortunado, no hay que echar la culpa alpúblico, sino á la precipitación industrial que se haimpuesto en su labor el dichoso escritor de los Episo-dios Nacionales. Los Condenados, Voluntad y La Fierahasta cierto punto superan á sus obras anteriores, perohay en su construcción y arquitectura descuidos quelas perjudican. Esta sí que fué y será siempre una con-dición de la obra escénica. En la novela puede impune-mente ir lastreando el ribloun capítulo pesado, contalque lo demás, alado y vigoroso, ó sutil y aéreo, man-tenga en su vuelo al espíritu. Mas en la pieza teatral nopuede aflojarse ni decaer una sola escena, porque laatención á la inmediata marca el descenso. No es suficiente que se afiance una justa intención yque la idea total y básica se asiente con solidez; hayque sostener la intensidad ; la obra del teatro tiene muyseñalada extensión, cuenta con una cantidad determi-nada de tiempo, y por lo tanto, se ha de ser sintético,no cabe analizar. Ya hecho autor, Dicenta encontró resistencia para suJuan José. He visto el original de la obra y leído en el

AL REDEDOR DEL TEATRO 203 reparto el nombre de « María » tachado, y, en su lugarpuesto: « Srta. Martínez ». Lo cual quiere decir que laprimera actriz, que en esta ocasión era la señora Tubau,.no quiso encargarse del papel. Tampoco lo tuvo en laobra Emilio Mario, y Juan José, desechado por elprimer actor y la primera actriz, hizo con actores jóve-nes una carrera triunfal, excepcional, pocas vecesvista. Ahora se preparan las formaciones para el próximo-octubre. Vendrá María Guerrero á su Español ? Le serámuy difícil encontrar otro Cyrano da Bergerac. Como-ya apenas cuenta con Echegaray, cuyos repetidos fra-casos prueban, no su falta de talento sino su falta detino en no retirarse á tiempo, para hacer buena compa-ñía á Guimerá necesita del elemento nuevo. Dos jóvenestiene ya en casa : López Ballestros, y Ansorena. No esbastante. La troupe que se empieza á formar para laComedia consta de muchos nombres, pero de pocos-elementos para obras de cierto fuste. Lara seguirácomo siempre. En general, los autores encontrarán lasmismas dificultades y sus trabajos los mismos jueces-de criterio imposible. No habiendo comités de lectura,,como en todo teatro culto de la tierra, no buscando losseñores actores obras sino papeles, y sin una críticailustrada que sirva de guía, todo el teatro en Españaestá sometido á la voluntad ó al capricho de los actores-dirigentes. En Madrid hay que encomendarse, para loalto, á María Guerrero y á Emilio Thuillier. La Real Academia Española, que no hace sino eldiccionario, pudo en este caso hacer algo. Dispone depremios de alguna importancia — de5.000y 2.500pese-tas — legados por buenos señores, amantes del teatro,para que se concediesen, periódicamente, á la mejorobra dramática. Pudo perfectamente la Real Academiaadmitir obras no representadas; aun fuá objeto de d i s -

204 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAcusión si debía hacerlo así, y, por mi parte, creo que•debía hacerlo de esa manera; pero para mayor como-didad y menor compromiso y far niente, resolviólimitarse á « las que mayor éxito logren », con lo cual•sometió de modo implícito su fallo al fallo previo de losdirectores de empresa. La Academia da, pues, las pese-tas a quienes amparan María Guerrero y Emilio Thuil-lier. En esta situación se encuentra el teatro en el mo-mento en que escribo, y así se abrirá la temporadade 1900. Muerto Feliú y Codina, Echegaray gastado,Galdós desanimado, Guimerá buscando el éxito pro-ductivo, Benavente piensa en una obra ligera, puramentecómica destinada á una actriz como la Pino, buena yazucaradita solamente para esas fiestas ; Dicenta va áAndalucía á escribir libretos de zarzuelas a-randes; 'Selles, — de la Real Academia Española, — s e preparaá seguir la misma labor; Leopoldo Cano, sin producirnada desde hace tiempo ; Gaspar de cónsul, Blasco desocialista cristiano, y la crítica ilustrada, con perdóndel Sr. Canals'y del crítico de La Ilustración, sin naceraún. Los jóvenes encuentran mejor traducir, y se per-trechan. Y así están las máscaras del teatro que fué enun tiempo el primero del mundo. — ¿Si tomáramos un vaso de horchata? digo á miamigo el autor.

LIBREROS Y EDITORES Julio lí de 1899. Hasta hace poco tiempo — y aun hoy mismo, en lamayor parte de las repúblicas, hacia el norte — elsueño rosado de un escritorhispanoamericano era tenerun editor en España. Por esos países los gobiernossuelen costear las ediciones de los poetas y escritores,con la condición de que los agraciados les sean gratosen política. No hay otro recurso de hacerse leer, comono surja un inesperado Mecenas. En Buenos Aires pocotiene que ver el gobierno con las musas, y los editores,ya sabemos que, en realidad, no existen... He queridoexplorar ese punto en España, y en verdad os digo quehe salido del antro vestido de desilusión. Editores ylibreros desconsuelan. Un hombre de letras que quiera vivir aquí de su tra-bajo, querrá lo imposible. La revista apenas alienta, ellibro escasamente se sostiene; todo producto mentalestá en krach continuo. Lo único que produce dinero esel teatro, cierto teatro. El que logra hacer una Verbenade la paloma, ó una Gran Vía, y puede continuar ensucesivos partos de ese género, ya tiene la gruesa rentaasegurada. El Sr. Jackson Veyán, á quien achacanmediocridad literaria é incurable ripiorrea, puede reírsede sus enemigos al embolsar sus miles de duros anual-mente. Los editores de teatro, ó más bien, los que com- ía

206 ESPAÑA CONTEMPORÁNEA pran la propiedad de las obras teatrales, tienen mejor fama que los de libros. Son más abiertos, más genero- sos, y hasta autores principiantes hallan en ellos su providencia. En esta nuestra curiosa madre patria, en épocas pa- sadas, y aun en la actualidad, los centros intelectuales do la Península fueron y son las farmacias y las libre- rías. Decíame un amigo madrileño : « En las farmacias hácense más versos que ungüentos, y en las librerías se derrochan más palabras quepeselas». E n l a corte, conlo- en provincias, las librerías son puntos de reunión donde acude un número dado de clientes y aficionados, á con- versar, á hojear las nuevas publicaciones y á perder el tiempo. En Madrid todavía existe lo que se podría lla- mar tertulia de librería, aunque no como en tiempos pasados. En casa de Fe, al caer la tarde, podéis encon- trar á Manuel del Palacio, á Núñez de Arce, con su inseparable amigo Vicente Colorado, al Sr. Estelrich,ilalianista de nota, á otras figuras, g r a n d e s , medianas•y chicas del pensamiento español. En casa de Murillo no dejaréis de ver cotidianamente las barbas rojas del académico Mariano Catalina. Hace bastantes años eraDuran quien reunía en su establecimiento famosos con-tertulios. Era este Duran hombre de cultura y metido en letras; bibliógrafo de mérito, muchos varones ilus-tres salieron de su casa muy satisfechos después de una consulta. Conocía todos los libros, todas las ediciones,todas las noticias. Era una especie de Bibliophile Jacob de Madrid, buen parlante y provechoso amigo intelec-tual. Hoy no existe un solo librero como aquél; y la erudición la suplen los que hay con el aguzado instinto di un comercio genuinamente israelita. Paul Groussac, en sus viajes por el continente americano, hallaba á cada paso comprobada la superioridad de nuestras in- cipientes librerías bonaerenses, en comparación con las

LIBREROS Y EDITORES 107•del resto de la América española. Pues bien, las libre-rías de Madrid son de una indigencia tal, sobre todo•en lo referente al movimiento extranjero, que á esterespecto Fe, que es el principal, ó Murillo, ó cualquier-otro, están bajo el más modesto de nuestros libreros.En Madrid no existe ninguna casa comparable á las de Peuser ó .Tacobsen, ó Lajouane. París está á un paso yme ha sucedido leer en La Nación el juicio de un librofrancés antes de que ese libro hubiese llegado áMadrid.El que no encarga especialmente sus libros á Francia,Inglaterra, etc., no puede estar al tanto de la vida men-tal europea. Es un mirlo blanco un libro portugués. Delibros americanos, no hablemos. La casa de Fe es estre-•chísima, y Fe no se atreve á mudar de local, quizá po-seído del temor de que otra más elegante y espaciosano se advirtiese tan concurrida. Ademas de dos peque-ños mostradores en que se exponen obras castellanas,uno que otro libro de América, á la izquierda, libros•extranjeros, á la derecha, hay junto al escritorio deljefe de la casa, — rincón estrechísimo, — una mesitaen que se presentan las últimas novedades españolas. Aesa mesita se acercan y tocan los asiduos del eslable-•cimiento; unos cortan las páginas y leen las obras decorta extensión, de pie ; concluyen, y dejan el ejemplar.En toda España hay poca afición á comprar libros ;•quizá sea por esto que las librerías son de una pobreza•desoladora. Hay que dar vuelta al problema áeFújaro :« ¿ No se lee porque no se escribe, ó no se escribe porqueno se lee? » decía él. Digamos : « ¿ No se compran librosporque no se saben vender, ó no se saben venderporque no se compran ? » Lo cierto es que los libros sevenden poco y mal, y, como en Buenos Aires, los cul-pables son los libreros. Todo comerciante hace lo po- sible por despachar su mercancía, y procura colocar y¡recomendar; el librero limita su negocio á dar lo que le

208 ESPAÑA CONTEMPORÁNEApiden y no hace ofertas ni recomendaciones. Desdealgún tiempo á esta parte se han establecido las veniasá plazos, pero eso es para facililar la adquisición de lasgrandes publicaciones ilustradas. El anuncio sólo seemplea en casos muy especiales, y los catálogos quepublican algunos libreros no tienen resonancia ninguna. Hubo un tiempo — y ya va lejos — en que las libreríasde lance — libros usados y antiguos — tenían muchomovimiento é importancia y publicaban periódicamentecatálogos numerosos. De aquellas librerías apenasqueda rastro; unas han desaparecido, y otras redujeronsu negocio hasta un simple « cambalache » de bouqui-nisle. Rico sigue publicando catálogos, y un joven demuchos alientos, Vindel, tiene un negocio de esta clase,de bastante importancia. Vindel es hoy algo como loque fué Duran, guardada la diferencia de educación,clase y tiempo. Este joven sabe mucho de libros viejosy hace su comercio de « novedades » en frecuente rela-ción con los anticuarios de París y Londres; publicalibros raros y curiosos, como los Bibliófilos Sevillanos,y en su oficio es una especialidad. Me han contado lahistoria de Vindel: interesante y extraña novela, que éldebía hacer escribir é imprimir á un ejemplar único.Sería el más raro de sus libros. Los jóvenes le han co-nocido en el Rastro de Madrid, con la cuerda al hombro,haciendo recados y comprando y vendiendo pobresmercancías. Nadie se explica cuándo, cómo ni dóndeaprendió lo que sabe. Su fortuna se la debe á la buenasuerte. Le cayó una lotería de quince mil duros, y asícomenzó á realizar compras importantes. Ha ido á Parísy á Londres, en ocasiones en que se han anunciado Ven-tas de libros y subastas de bibliotecas particulares y seha dado vida de gran señor. Vindel se mueve en su ne-gocio como si operase en un gran país ; tiene sus desen-cantos y sus apuros, pero es obstinado y fuerte. Y es

LIBREROS Y EDITORES 209el que más entiende su oficio, el que tiene más elemen-tos bibliográficos y el más abierto. De los libreros de actualidades, el que más negociohace es Fernando Fe; á su casa acude en busca de li-bros la mayoría de las gentes que los compran, y esacaso el que más comercio tiene con las provincias.Las librerías de José Ruíz — Guttemherg\ — San Mar-tín, Manuel Hernández y algunas otras, son en mayoró menor escala, establecimientos análogos al de Fe.Victoriano Suárez se dedica principalmente á los librosde texto y envíos á América. Hay librerías que tienenespecialmente obras profesionales, unas de medicina,otras de jurisprudencia, como la de Leopoldo Martínez,otras como la de Hernando, de primera enseñanza yotros libros de propaganda católica. No sé que hayaen la actualidad ninguna librería protestante ó quelleve francamente el nombre de tal. Trabaja mucho enEspaña la Sociedad Bíblica, pero no consigue que selean mucho sus volúmenes y folletos. Aquí cualquierase permite ser un mal católico, pero pocos renuncian államarse católicos. Se precisa la independencia y elbuen humor de José /abonero para llegar á ser obispoprotestante. He hablado de los libreros antes que de los editores;con tener aquéllos tan poca importancia, éstos la tienenmenos. Debo advertir que me refiero solamente á loseditores de obras literarias ; los de obras científicas noabundan, y por lo que noto, se limitan á la explota-ción de la enseñanza. Un Alean, ni para muestra. En los buenos tiempos románticos florecieron enMadrid muy famosos editores como lioig y Mellado.No enriquecerían á los poetas llenos de apetito de en-tonces, pero por lo menos, les quitaban el hambre. Enmedio siglo ha perdido Madrid mucho de su ambienteliterario. Zorrilla, como poeta lírico, no sacaría hoy á 12.

210 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAsu editor un puñado de onzas para sus caprichos, comoel año 1840. Apenas un puñado de garbanzos, y gracias.Hay de aquellos tiempos volúmenes de poesías deautores desconocidos, hechos en casas editoriales que,por lo menos, pagaron la edición. Hoy quien no estéabonado por el nombre, no encontrará sino el desdénde no importa cual editor. De entonces acá es ciertoq u e s e h a apagado el entusiasmo. Los periódicos publi-caban folletines de versos que la gente leía sin duda ;la novela estaba un tanto canija; pero, á pesar de suflacura y anemia, había editores para ella. Es verdadque la prensa ayudaba mucho á los libros ; los periódi-cos, en general, cuidaban de su parte literaria, yaunque no hubiese grandes críticos, porque la críticanunca tuvo en España muchos ni muy competentes de-votos, teníase en cuenta la bibliografía y se hablaba y se discutía alderedor de una obra nueva. Hoy la pren- sa no se ocupa de un libro nuevo á conciencia. No haycríticos fijos en las redacciones. El libro se anuncia, álo más en una gacetilla — la misma para todos los periódicos — que por lo general manda hecha el editorinteresado ; y los artículos firmados por nombres de autoridad obedecen á móviles amistosos ó de camara- dería, antes que á cualquier preocupación artística, óliteraria. Hasta hace algún tiempo, el envío de dos ejemplares de un libro á una redacción hacía que sehablase de la obra con más ó menos laconismo ; hoy nilas obras de los más sonantes autores — Galdós, Pe- reda, Palacio Valdés, Pardo Bazán, Valera, etc. —en- cuentran eco en la prensa. Galdós, con empresa espe- cial para sus libros y con el sentido comercial que le distingue, anuncia sus nuevos Episodios Nacionales en la cuarta plana de los diarios, junto al aviso en que el novelista santanderino Pereda recomienda su fábrica dejabón; Valera se da por satisfecho con las atenciones

LIBREROS Y EDITORES 211•de su público y las traducciones que le hacen en el•extranjero, y Palacio Valdés, que tiene un desdén pro-fu ndo por la crítica de su país, ni siquiera envía sus libros á las redacciones, escribe para ser vertido alinglés y leído en Nueva York y en Londres. Hasta los libreros y editores van dejando la cos-tumbre de enviar los dos ejemplares de prensa, al verla inutilidad del procedimiento. Las ediciones de los románticos — algunas muybien hechas y muy parecidas á las de los franceses —debieron ser numerosas. Demuestran más que el valorde los poetas, el entusiasmo del público. Desde Salasde Quiroga hasta Romero Larrañaga — ayer, hoy ymañana ilustres desconocidos — un ejército de cabe-lludos desbocados exúbero en prosas y versos que tuvie-ron la vida de una col. Sus ediciones — de las que sesuelen encontrar ejemplares muy hermosos en lospuestos de librería de viejo — no se cotizan, como enotros países, por motivos esencialmente tipográficos yde curiosidad literaria. La primera edición de los Ro-mances del duque de Rivas no vale más que dos pesetas,y he visto vender en quince una primera edición de lostrece primeros volúmenes de Poesías de Zorilla. DelTrovador de García Gutiérrez y Los Amantes de Teruelde Hartzenbusch, si aparecen las ediciones primiti-vas, se confunden en los montones de comedias que sevenden por lotes, con las más recientes, y se cotizan áveces á menor precio que las que acaban de aparecer,porque « son viejas ». Las primeras obras de Campo-amor corren igual suerte. En la época romántica sefundaron las « Galerías dramáticas », y creo que eleditor Delgado fué el primero que intentó el negocio.Hasta entonces, y sobre todo en los siglos xvn yxvni había habido impresores que coleccionaban pre-ferentemente comedias y las imprimían á dos columnas.

212 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAAun aparecieron impresas así las de Moratín y las tra-gedias de Jovellanos y Quintana. Luego se adoptó paracomedía el 16°; así aparecion las primeras de Bretónde los Herreros, y al fin se agrandó la forma, esta-bleciendo la primera galería el tamaño corriente y elformato que hoy se usa para las obras teatrales. Asícomo ahora lo que sobra en las galerías son títulos, alprincipio faltaban, y para presentar un catálogo copiosode obras nuevas y nombres nuevos, Delgado ofrecíabuenas pesetas por todas las obras que le llevaban losprincipiantes. Imprimía los originales sin leerlossiquiera. Sólo así se concibe que hayan llegado á publi-carse muchas obras entre las cuales me ha llamado laatención, y no por sus bellezas, una de Campoamor,que debió escribir el poeta cuando tenía quince años.Se vivía en aquel mundo literario en una inocenciaarcádica. La prensa aplaudía las fogosas redondillas y\"los ingenuos sonetos. El bisoño Orfeo, recién llegadode provincia, encontraba un colega cortesano que lepresentase aun editor; las tentativas se estimulaban ; deuna tertulia salía con frecuencia un nombre nuevo ; elpúblico se dejaba seducir por aquellas fascinaciones.Un epigrama daba la vuelta á la ciudad, y una poesíasolía conquistar la buena voluntad de un ministro.Renduel no existía, ni Lemerre tampoco ; pero algosemejante animaba en España á los excelentes hijos deApolo. Es de lamentar que un Valera no deje escritala historia íntima de la literatura española de estesiglo. Sería muy interesante ver cómo se producen yse agitan las corrientes por un momento dominadorasde todo y que desaparecen en este país nervioso, impre-sionable y de mil faces. Don Wenceslao Ayguals de Izco quizá fué el primereditor literario de empresa. Don Wenceslao acometíala novela, se lanzaba por la poesía, autor fecundo y

LIBREROS Y EDITORES 213atrevido; dirigió un periódico, La Risa, en que escri-bieron todos los famosos de la época, y supo fundar unnegocio de publicidad en grande escala ; falsificó en cas-tellano Los Misterios de París y el espíritu de Sue, consu Hija de un jornalero y su Marquesa de Bella Flor. Gaspar y Roig y Ángel Fernández de los Ríos hicie-ron bibliotecas ilustradas del tamaño y forma de losmagazines, y á ellos se debe en gran parte el sosteni-miento de la cultura literaria, pues hicieron traducir ypublicaron muchas obras francesas é inglesas con bue-nas ilustraciones intercaladas en el texto y á precioshasta entonces desusados. Asimismo alternaban con losextranjeros Espronceda y el duque Rivas, Carolina Co-ronado y Fernández y González. En competencia conlos cuadernos cultos de la Biblioteca Universal y de laBiblioteca Gaspar, aparecieron las entregas de novelasde un género especial. Era el desborde de la fantasíaendiablada de Fernández y González, el torrente senti-mental de Pérez Escrich, la honesta narración « á lapapá » que humedeció los pañuelos de varias genera-ciones en España y América, y á cuyo recuerdo aunsuspiran la porteras agradecidas. Ambos novelistasganaban muchas onzas de oro y enriquecieron á suseditores. Pero la novela por entregas también pasó, alvuelo del tiempo, y el honrado Escrich murió en lapobreza después de cazar mucho y escribir otro tanto,pues su vida en la corte se deslizó como canta unaquintilla suya : Escrich es un cazadorQue pasa días felicesPersiguiendo con ardorEn el campo á las perdicesY en Madrid al editor.

214 KSPA.\A CO.NTGMPORÁKEA Como en Valencia durante muchos años la Bibliote-ca de Cabreziro hacía buena obra publicando libros demérito, más tarde en Barcelona La Maravilla dio al pú-blico novelas é historia á precios reducidos, y alcanzópopularidad. Por allí salieron á mezclarse con el pue-blo español Walter Scott y Dumas el viejo. No hayduda de que del año de 1840 al 1860 se publicaba y leíamás en la Península que lo que ahora se publica y selee. Los editores de Barcelona que hoy trabajan mucho,lo hacen de modo principal para la exportación y conescaso cuidado. En Madrid apenas hay editores litera-rios. Las bibliotecas económicas de vulgarización á dosreales, aumentan y producen continuamente. La prime-ra fué la de Pi, la Biblioteca Universal, hecha por el.patrón de la francesa del mismo título, aunque á precioduplicado (la Bibliotéque Universelle sólo cuesta2o cts.); siguióla en Valencia la Biblioteca Selecta y enBarcelona la Biblioteca Diamante. Antonio Zozaya in-tentó cuerdamente su Biblioteca Filosófica — tambiéná dos reales — y dio á conocer al gran público, ciertoque como en un botiquín, á los filósofos antiguos y mo-dernos, desde Arisóteles hasta Schopenhauer. No dejaré de recordar el impulso que dio á las obras ilustradas, con sus libros bien presentados y económi- cos, el editor Cortezo, barcelonés, en su Biblioteca de Arles y Letras, con encuademaciones á la inglesa, y susbuenos grabados; á tres pesetas volumen, dio muchobueno. La Biblioteca francoespañola y el Cosmo edi- torial inundaron el país de traducciones, por lo común mediocres y malas; una importó al divino Montepío, á la otra se lo debe agradecer la presentación de Zola. Lázaro y Galdeano, director de la España Moderna, y de quien ya os he hablado, hombre de buen gusto y de fino tacto, ha invertido una fortuna en traducciones. Al comenzar on París la Colleclion ArUsliqueGiállaume,

LII1HlillOS Y liDITORES 215Sanz de Jabera quiso aquí imitarla. Error. El fracasovino luego. Editores de novela como Charpenfier, ó depoesía como Lemerre no hay en España ninguno. Eleditor Cortezo intentó fundar en Barcelona una biblio-teca de novelas contemporáneas, pero tuvo que aban-donar la empresa. El problema es sencillo. Los edi-tores quieren firmas reputadas, nombres hechos,quieren la seguridad de la venta, la salida del producto.Los jóvenes, y entre ellos muchos que acudirían á formaresa biblioteca, no son recibidos, y, cuando publicanuno que otro trabajo, lo hacen por cuenta propia. Ellono es nuevo. Pérez Galdós, Pardo Bazán, Palacio Val-dés, que antes dje ser conocidos tuvieron que publicarellos sus obras, se han acostumbrado á eso, y ahora, yacélebres, no se resignan á sufrir la tutela de Shylockde un editor.¿Qué ventaja le reportaría al Sr. Pereda,por ejemplo, un editor que le diera de sus obras menosde lo que ahora le paga Suárez, que se las administrapor un 3o 0/0? Si cuando empezaban esos escritoreshubiese habido un editor de comprensión y talentoque les acogiese y ayudase, como Charpentier á Zolaá Daudet, á Goncourt, estarían todos unidos ahora ála sombra de un buen árbol editorial, que á su vez sehabría nutrido de rica savia y sería amparo siemprede los nuevos. Aquí el editor no quiere hacer obras,sino ser contratista de obras hechas. La guerra, el desastre, han traído ahora un movi-miento que algo hace esperar para mañana, ó para pa-sado mañana. No hay que olvidar que los ingleses lla-man á esto Ihe land of «.mañana». Se ha producidoalgo más en estos tiempos que antes de la Débácle, ennovela, estudios sociales, crítica, anuarios, etc. Hanaparecido nombres nuevos, y los mismos nombres vie-jos han aparecido como con un barniz nuevo. No hablode la producción catalana, que cuenta con el libro de

216 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAarte en fondo y forma; L'Avene, por ejemplo, no tienenada que envidiar á empresas como el Mercure deFrunce, ó la de Deman, de Bruselas. Tal es la actualEspaña editorial. Allí entre nosotros solemos quejarnos. Yo ya no mequejo. Aguardemos nuestro otoño. ¡Oh! argentinos,creed y esperad en ese gran Buenos Aires.

NOVELAS Y NOVELISTAS 24 de julio de 1899. Acaba de publicar don Juan Valera una novelanueva, Morsamor. Hace ya días que el libro ha apa-recido, y la crítica « oficial' » no ha dicho una sola pala-bra, si se exceptúa el saludo de Cavia al aristocrá-tico y veterano autor de Pepita Jiménez. Don JuanValera se encuentra, á pesar de su ceguera y de losataques del tiempo, en una ancianidad que se puedellamar florida. Hablando de un argentino, en cuyos largos años hanevado ya mucho, pero que se conserva maravillosa-mente, decía José Martí : « Es un lirio de vejez. » Elaspecto de don Juan Valera dice la salud y la paz men-tal. Hace algunos meses presidió, con sus ojos sin luz,una sesión pública de la Real Academia; MenéndezPelayo le leía el discurso, y parecía que, con suavesonrisa y leves movimientos de cabeza, Valera seaprobase á sí mismo, al correr los períodos cristiana-mente lluviales de su prosa académica. Tiene muyfeliz memoria, y su conversación es de aquellas queencantan. Sus sábados han sido famosos entre lasgentes de letras. La muerte ha raleado algo el grupo 1. La critica, « oficial » ha hablado por boca de don LeopoldoAlas: « Valera no es como los pedantes Flaubert y France... » 13

218 ESPAÑA CONTE.MPO RANEAde sus contertulios. En siete años, encuentro de menosal duque de Almenara, á don Miguel de los SantosAlvarez, á varios más que tuve la honra de conoceren la casa de la Cuesta de Santo Domingo. El joven don Luis, hijo de don Juan, se ha casadocon una hija del duque de Rivas, nieta del autor delDon Alvaro y de los Romances, la cual solía asistir álas reuniones literarias de los Sábados. La casa deValera es la de un hidalgo noble de estirpe y de pen-samiento. Que los bríos del escritor se sostienen, lodicen la constancia en la labor y el mantenimiento dela bella virtud del entusiasmo. El nombre de Valeraes conocido en toda Europa; se le ha traducidomucho. Antes que las heroínas de las novelas do Ar-mando Palacios Valdés fuesen luciendo su garboespañol por el extranjero, ya la «señorita» PepitaJiménez «andaba en lenguas» por el mundo. Tieneconquistadas el ilustre maestro generales simpatías yel respeto de todos. Si algo ha podido hacerle daño, hasido su extremada benevolencia en ciertos casos, aun-que se defiende casi siempre con una delicada ironía.Ha hecho mucho por hacer conocer aquí las letrasamericanas. Sus célebres Carlas son de ello buenaprueba. A pesar del cansancio natural que produce esteestilo común á todos los escritores peninsulares —hoy en vías de adquirir, por los nuevos, ílexibidad yvariedad — la prosa de Valera se lee con el agradoque se deriva de su inconfundible distinción. Sulengua trasparente deja ver á cada paso la arena deoro del castizo fondo, y en su manera, de una ele-gancia arcaica, de una gracia antigua, se observasiempre el gesto ducal, el aire nobiliario. Como Bul-lón, él también posee sus manchetles, con la diferenciade que no se las tiene que poner para escribir, porque

NOVELAS Y ¡NOVELISTAS 210 no se las ha quitado nunca. Se le ha observado su apego por asuntos de cierto picor erótico ; y ha habido quienes se hayan escandalizado de sus llamadas liber-tades. En realidad no es el hecho para tanto. No son sino las suyas figuras de pecado que puedencircular sin temor entre el concurso de las « honestasdamas » de nuestro tiempo, de las cuales habría élsido, si le hubiese venido en deseo, el imcomparablecronista, el Brantóme enguantado de piel de Suecia.Buena cantidad de pimienta y demás aromas y picantesespecias hay en el tesoro clásico de novelas ejemplaresy picarescas, para que no puedan aparecer hoy, mos-trando sus naturales gracias, mujeres españolas decepa autóctona y de indiscutibles atractivos, comoPepita Jiménez, Juanita la Larga, Rafaela la Generosa.Don Juan es autor de formas y de fórmulas. No varían mucho de las de fray Luis de Granada.Esloes una curiosidad y hasta cierto punto un mérito.Se cree aquí que los americanos estamos imbuidosexclusivamente en la literatura francesa, sin saber quenos hacen su visita provechosa todas las literaturasextranjeras. Se entiende que hablo de Buenos Aires.Sin salir de nuestro periodismo — guardando las dis-tancias — no se sospecha que hay un Ebelot, francés,un Ceppi, italiano, y en sus puestos consiguientes, unLoweinstain, inglés, un Clímaco Dos Reis portugués,que escriben castellano en nuestros periódicos sin quese les note el acento. Y, consagrando el purismo, se habla con respectoal castellano de América y en especial del de la Repú-blica Argentina, con espanto castizo, con horror aca-démico, para venirnos, por opinión de su más conspi-cuo crítico, conque D. Juan Valera, á quien estimamosy admiramos en sus legítimo valer, es superior enalgún punto á. Flauberf ó á Analole France.

220 ESPAÑA CONTEMPORÁNEA Esto no es una excepción. Ya os be dicho que unespíritu tan informado y sutil como doña Emilia PardoBazán no ha vacilido en hacer de Víctor Hugo unémulo de Campoamor. Por lo general, aquí se com-para lo propio con lo extranjero, cuando no con airede superioridad, con un convencido gesto de igual-dad. No se dan cuenta de su estado atual. No se dan cuenta de que quitando á Cajal y áalgunos dos ó tres más en ciencias, y á Castelar en surareza oratoria, no les conoce el mundo más que porsus toreros y sus bailadoras. Pongo naturalmente áun lado á los pintores. Y esto no es sino lo que oigodecir y reconocer por hombres de pensamiento impar-cial y sin preocupaciones, que desean para su hermosopaís una renovación, un cambio, una vuelta á la pasadagrandeza. Decía, pues, que uno de los incondicionalesméritos del eminente Valera estriba en su anticuadagracia estilística, en su impecabilidad clásica, en esepurismo que hoy combaten humanistas como Unamuno.Ciertamente, leído á pocos, saboreado á sorbos, eseestilo agrada , pero después de varias páginas, el can-sancio es seguro. Esto llega hasta lo insoportable enel santanderino Pereda, el hombre del « sabor de latierruca » que para decir los restos de la comida dice« los relieves del'yantar ». Le censura á Valera ciertacrítica quisquillosa, su tendencia á la rica mina ama-toria, su hasta cierto punto complacencia erótica. Elamor le subyuga, es claro, como á todo artista. Lasgafas del censor en este caso deberían hacer leer bajoel simulacro del Dios los conocidos versos del señor deVoltaire : Qui que tu sois, voici ton maitre ; II l'est, le fut, ou le cloit ctre. Valera se deleita, es verdad, en asuntos de esta

NOVELAS Y NOVELISTAS 221clase, pero lo hace con tanta discreción y, sobre todo,con tanto talento, que sus historias desnudas ó se-miveladas, se escuchan como la relación perfumada ysugestiva brotada del anecdotario de un abate galante.Más atrevida es doña Emilia Pardo Bazán, y sus nove-las adquieren en sus pasajes escabrosos doble saborpor venir de fuente femenina. Doña Emilia, mujer de vasta cultura, muy conoce-dora de literaturas extranjeras y escritora fecunda,es también bastante famosa fuera de España. Natura-lista, desde los buenos tiempos del naturalismo, hapermanecido en su terreno realizando el curioso mari-daje de un catolicismo ferviente y una briosa libertadmental. Ha escrito la novela gallega y la novela de lacorte, ambas con el conocimiento directo del asuntoá que su vida de alta dama de Madrid y terratenientede la Coruña le ha ofrecido campo. Sus últimas nove-las han tenido menos resonancia que las primeras, sinmotivo especial, pues sus cualidades de vigor y bri-llantez son las mismas. Cuenta con gran habilidad, yes uno de los primeros cuentistas españoles actuales. Armando Palacio Yaldés puede asegurarse queescribe para el extranjero, para ser traducido. Su clien-tela está en Londres, en Nueva York, en Boston, no enMadrid. Se me asegura que cuando publica un librono manda ejemplares á la prensa madrileña, sino conraras excepciones. No se señala ciertamente por cali-dades de estilo, y se conoce que no tiene grandespreocupaciones de arte; pero narra con verdad y colory sobre todo es un gran técnico, un constructor dede primer orden. P o r otra parte, el autor de El Origendel Pensamiento no está por descubrir como un fuertetalento, como una de la más hermosas figuras de laEspaña intelectual. El famoso don Benito Pérez Galdós ha vuelto á cavar

22rí ESPAÑA CONTEMPORÁNEAen la antigua mina de Episodios Nacionales; conver-tido en el Charpentier de sí mismo, se ha industria-lizado y fabrica de un modo prodigioso. Casi no haymes sin episodio, y el público observa que la ley deantaño era otra. A pura novela se ha construido unelegante hotel en Santander y es hombre de fortuna. Era tiempo de dedicarse á la l a b o r e a r a si mismo,como me decía Jean Paul Laurens de la pintura, á laobra de arte y de idea en que el alma ponga toda suesencia, en la libertad del soñado y perseguido ideal. Don José María de Pereda, propietario de una fábri-ca de jabón, descansa en sus conquistas. Regionalistarabioso, su mundo se concentra en el Sardinero ó enPolanco; su estética huele á viejo, su cuello se man-tiene apretado en la anticuada almidonada golilla.. Esun espíritu fósil, poco simpático á quien no tenga porideal lo rancio y lo limitado. Hay que leer esa Solilezaque han traducido al francés, hay que leerla en elidioma extranjero para ver lo que queda en el esque-leto, despojada de sus afectaciones de dicción : uncolosal y revuelto inventario. El valenciano Blasco Ibáñez es fuerte, enérgico,sencillo como un buen árbol; lleva como la esencia desu tierra y en su rostro el reflejo de un atávico rayomorisco. La Barraca le ha colocado recientementeentre los primeros novelistas españoles. Es joven, y losvientos de la política le han envuelto. Como diputado áCortes ha hecho bien sonoras campañas, con mayorfelicidad que el francés Barres y el italiano D'Annunzio.Cierto es que lo que menos hay en él es un esleta, enel buen sentido de la palabra, porque aquí tiene unomuy malo. Sí, Blasco Ibáñez es el hombre natural, de

NOVELAS Y NOVELISTAS 223su país de flores y fierezas, de cantos y bizarrías, y sualma sincera y sana va por la vida con una libertadaquilina. Y tiene ese potente varón de lucha el pechode un sensitivo. Como á todos los pensadores contem-poráneos, preocúpale el áspero problema del hombre yde la tierra y está naturalmente con los de abajo, conlos oprimidos. En sus palabras del Parlamento como ensus escritos, se manifiesta su continua ansia de com-bate. En La Barraca se exterioriza en las musculaturasdel estilo uno de esos espíritus de gladiador, ó derobusto constructor, á la Zola. La onda mental corresin tropiezos con un ímpetu de fecundación que denun-cia la original riqueza. Libros como ése no se hacenpor puro culto de arte, sino que llevan consigo hondosanhelos humanos; son páginas bellas, pero son tam-bién generosas acciones y empresas apostólicas. Pintacon colores de vida escenas de su tierra que para ellector extranjero son de un pintoresco interesantísimo.Es la « huerta », trozo paradisíaco, rincón de amor yde vigor, saturado de energías primitivas, y en dondela naturaleza pone por igual en el hombre dulzuras yrudezas. En esatierra es en donde cantan las dulzainassus sones de reminiscencias africanas y las muchachasdanzan llenas de sol. Alrededor de la barraca surgen,en la obra de mi eminente amigo, tipos bañados desombra y luz, en aguas-fuertes de una hermosa intensi-dad. Es el desgraciado tío Barret, el asesino de donSalvador el terrateniente; es esa alma salvaje dePunentó, y su mujer, la Pepeta, que en la narración,en medio de su revuelo de pájaro zahareño, se enter-nece de maternidad; es la figura graciosa y buena deRoseta; y sobre todo, la vigorosa persona de Batiste,fiero y alto ante el peligro, pero vencido al fin por unafunesta fatalidad; todo en una sucesión de cuadros,que encantan ó se imponen en su valor de verdad á

224 ESPAÑA CONTEMPORÁNEApunto de contagiar de angustia ó de sufrimiento; tal lamuerte del hijo de Batiste, la de Pimentó, y el incen-dio de la Barraca, en el cual, sin pecado, creo sentirun potente aliento homérico. Blasco Ibáñez es de contextura maciza, cabelludo yde bravas harijas, ojo fino que va á lo hondo, amable óterrible; su conversación es, sin penachos meridionales,franca y vivaz; es un bongarc.on ese soldado de tormen-tas. Por lo de Montjuicli lia luchado con entusiasmo, enunión de otros dos escritores. Dionisio Pérez, redactorde Vida Nueva, novelista cuyo Jesús ha tenido ciestaresonancia tanto en España como en América, tambiénhombre de combate y de talento tesonero, y RodrigoSoriano, cuyo nombre La Nación ha hecho conocer enBuenos Aires; carácter de irresistible simpatía, autorde libros varios sobre asuntos distintos, pues si hacecuentos encantadores, sus críticas artísticas son de in-terés y amenidad notorios, como sus artículos de perio-dista; y en todo una fácil manera, un estilo de escritormundano, al tanto de todo lo que pasa en el extranjero,cosa rara aquí; un diletantismo discreto y un inne-gable tono personal. Su amistad con Emilio Zola essabida; y el ilustre maestro le ofreció asistir al meetingproyectado en San Sebastián, en favor de la revisióndel proceso de Montjuich. Otros novelistas buscan tam-bién vías nuevas. Un distinguido amigo escritor me manifestaba quela novela española no existe hoy, como la francesa, lainglesa, la rusa. ¿Por qué? « Porque las costumbres,españolas comenzaron á perderse afines del siglo xvn,y la novela fundada en las costumbres no tiene carác-ter nacional si aquéllas no son propias, nacionales.Habría que remontarse á los clásicos para encontrar« costumbres », y, por consiguiente forma especial delgénero novelesco. Acaso el triunfo de Alarcón, y, sobre

NOVELAS Y ¡NOVELISTAS 223todo, el de Pereda, estriban sólo en esa cualidad : susobras tienen mucho de la tierra en que se formaron. Lomismo podría decirse de Fernán Caballero. » No creolo propio, En la literatura universal los españolestienen ese aislado tesoro que se llama la novela pica-resca, hoy ciertamente olvidado. Pero si es verdad quelos novelistas de España, del siglo xvín á esta parte,han sido influidos por corrientes exteriores, academi-cismo, romanticismo, bon sens, socialismo, realismo,naturalismo, psicologismo, etc., á través de la imita-ción ha permanecido visible el carácter nacional. Larramismo fué tentado por W á l t e r Scott, y ¿ quién másespañol que él, á pesar de su conocimiento de literatu-ras estranjeras? Justamente ha escrito D. Juan Valeraá quien estas lineas traza : « Todos tenemos un fondo de españolismo que nadienos arranca ni á veinticinco tirones. En el famoso abateMárchena, con haber residido tanto tiempo en Francia,se ve el español : en Cienfuegos es postizo el sentimen-talismo empalagoso á lo Rousseau, y el español estápor bajo. Burgos y Reinoso son afrancesados y nofranceses. La cultura de Francia, buena y mala, no pasanunca de la superficie. No es nada más que un barniztransparente, detrás del cual se descubre la condiciónespañola. » Fernán Caballero realizó la novela anda-luza, junto á los admirables cuadros de Estébanez yMesonero Romanos Hoy mismo, las novelas dé Salva-dor Rueda y Reyes son puramente andaluzas. La novelagallega nos la ha dado, aun vestida con modas extran-jeras, la egregia D.\" Emilia; la novela vasca tendría susola representación con esa admirable y fuerte Paz enla Guerra, de Miguel de Unamuno. Existe, pues, nosolamente la novela española, de Galdós, Palacio Valdés,Valera ó Alas, sino la novela regional.Hubo un tiempo en que reinó el folletín. Eugenio Sue 13.

220 ESP AÑA CONTEMPORANEAtuvo su doble, en Madrid, en D. Wenceslao Aiguals deIzco. Los Misterios de París se multiplicaron en Maríaó la Hija de un Jornalero y en la Marquesa de BellaFlor. El socialismo romántico de entonces encontróexcelente campo de este lado de los Pirineos. Luegovino la época de aquel buen Pérez Escrich, que causómuchos llantos á nuestras madres y abuelas, pues lainundación de entregas sentimentales no fué 1an sóloen la Península, sino que recorrió la América entera.Lo propio daba el Cura de Aldea, que el Mártir delGólgola, ó la Mujer Adúltera. T r a s él vino Antoniode Pádua, caro á las modistas y señoritas ansiosas deensueños burgueses. Y otros de la misma harina queencontraron fácil la explotación de esos antiliterariosfilones. Puesto muy distinto es el de D. Manuel Fernán-dez y González, una especie de Dumás el viejo, fecundoy brillante de imaginación, productor incansable, tonelde cuartillas, al que la pobreza soltaba la espita, intri-gador colosal y cuyo espíritu galopante no deja deencenderse de tanto en tanto con bellas chispas de arte. El diluvio de entregas pasó. Algunos libros aparecie-ron de corta extensión, como los de las bibliotecas fran-cescas. Eran El Escándalo de. Alarcón y la Pepita Jimé-nez de Valera. La literatura recobraba su puesto, asífuese en aislados esfuerzos. Alarcón, escritor de hábilinventiva, sutil y emotivo, causó gran impresión consu novela de espíritu hondamente conservador, ó neo,como aquí se dice, á la cual novela habría de oponerse,en un combate de doctrina moral más que de ideología,la Doña Perfecta de Galdós. Valera asimismo se impusodesde luego por la delicada elegancia de su manera,por la resurrección de antiguos prestigios nacionales,por el abolengo impoluto de su estilo. Valera tenía lagracia, Galdós conquistó con la fuerza. Pereda, quepublicara sus Escenas montañesas desde 1894, no tuvo

NOVELAS Y NOVELISTAS 227verdadera resonancia sino muchos años después. PedroSánchez y El Sabor de la Tierruca señalan el principiode su renombre. Después llegaron la Pardo Bazán,Leopoldo Alas, Armando Palacio Valdés. Se creaba yala novela de ideas. Al surgir victoriosos esos nombres,un grupo en que bien podía haber un talento igual, masno certera orientación, se presentaba, en el deseo dehacer algo nuevo, de encauzar en España la onda quevenía de Francia. Era la época del naturalismo. Nadiese atrevería á negar el valer mental de López Bago, de'/abonero, de Alejandro Sawa; pero la importación erademasiado clara, el calco no subsistía. López Bago, encuya buena intención quiero creer, tuvo un pasajeroéxito de escándalo y de curiosidad. Sus obras eran abo-minadas por los pulcros tradicionalislas del l'ormismoy por los mediocres que le envidiaban su buen suceso.Se trataba de verbosos análisis, de pinturas de vicio,escenas burdelescas, figuras al desnudo y frases sinhoja de parra. Zahonero, siguió un naturalismo menososado. Sawa, muy enamorado de París, y más artista,se apegó á los patrones parisienses, y produjo dos ótres novelas, que aun se recuerdan. Alejandro Sawa esun escritor de arte, insisto, y el naturalismo no fué pro-picio á los artistas : era una literatura áptera. He de hablar de Silverio Lanza, un cuentista muyoriginal, cuyo nombre es escasamente conocido. Sinperder el sabor castizo que suele aparecer con frecuen-cia en sus narraciones, este escritor tiene todo el airede un extranjero en su propio país. Es un humoristaal propio tiempo que un sembrador de ideas. Pero ensu humor no encontraréis mucho el chiste nacional sinoel humor de otras literaturas. Su ideología se agria decierta aspereza al rozar problemas que se relacionancon defectos y tachas de su misma patria. « Y si hablamal de España, es español », dice Bartrina en uno de

228 ESPAÑA CONTEMPOUÁNEAsus versos. Pero no es este el caso. Es que se tratade un hombre de pensamiento que se subleva ante lasdesventajas de su patria en comparación con otrasnaciones, á las cuales desearía sobrepasase en el caminodel progreso humano, ante los vicios característicos quehabría que combatir, y los inconvenientes de educaciónque babría que subsanar. Silverio Lanza es un nombrede guerra. Se ha repetido el caso de Stechelli y OlindoGuerrini. Olindo Guerrini en esta vez se llama enEspaña Juan Bautista Amorós. Entre sus libros, sobre-salen Cvenlecillos sin importancia, Ni en la vida ni enla muerte y los Cuentos políticos. Recientemente HuízContreras ha tenido la acertada idea de llamarle á laRevista Nueva, en donde sus cuentos ofrecen comoantes, extrañamente vertebrados, llenos de obscuridadque seduce, diseñadores de atormentadas gimnasias deestilo, al decir mucho en cortas oraciones, incoherentecon premeditación, y teniendo siempre á su servicio lamitad del Genio compañera del Ensueño, la Ironía. Eldirector de esa revista me decía que á su sentir eraLanza « acaso el más fuerte y el más arrojado. SilverioLanza no ha sufrido la menor decepción. Desde quepublicó la primera obra, El Año triste, no ha cambiadouna sola vez de senda. Es un carácter, un hombre, unainteligencia superior, y triunfará, logrando ser en laliteratura española un personaje aislado sin antecesoresy acaso también sin descendientes ». Lo creo. La liber-tad por él proclamada con el ejemplo, que ha hechoresallar en esta literatura de estilo uniforme — hablo engeneral — ó uniformado, para decirlo mejor, su incon-fundible individualidad, dará aquí buenos frutos, cuandoel aire circule, cuando el aliento universal pase bajoestos cielos; el individualismo traerá consigo — y yaempieza á iniciarse, después del desastre — una flora-ción llamante y saturada de perfumes nuevos.

NOVELAS y NOVELISTAS 229 Al paso observo un pequeño huerto bien cultivado,lejos del parque inglés de Palacio Valdés, de las gran-jas montañesas de Pereda y Galdós y de las rica quintagallega de D . a Emilia. El huerto es de José M. Matheu,cuyas excelentes cualidades de novelador son reales.Este es un modesto; se ruboriza de la audacia. Suavey metódicamente ha creado unos cuantos caracteresque ha alojado en sus libros, en donde si esas buenasnotas resaltan, falta en cambio la divina virtud de laironía, el culto del arte de la frase, las cambiantes esta-ciones del estilo. Ortega Munilla, creo que, demasiado entregado á lapolítica, ha permanecido sin producir un solo librodesde hace algún tiempo. De cuando en cuando, flo-rece su ingenio en algún cuento, que recuerda alvibrante narrador de otros días, el novelista de concien-cia y el prosista aquilatado. ¿Taboada? A Taboada tam-bién hay que contarle ya entre los novelistas. El pasode la narración corta á la novela lo ha hecho, como sussemejantes, Mark 1\vain y Alphonse Aliáis. Este gra-cioso de España como el clownesco yankee y el incohe-rente francés, ha obtenido un enorme éxito con su obradespués del continuado éxito periodístico de cuentos ycrónicas desopilantes. Su mérito no puede ponerse enduda. Es una originalidad. Es el cronista incompa-rable de la vida cursi. Su Viuda de Chaparro se hacasi agotado en pocos días. Hace reír, con un si es noes de amargor, que, en verdad, merece su latín. Aquelde Ovidio, si gustáis : ...medio de fonte leporum Surgit amari aliquid... La novela de Unamuno, Paz en la Guerra, es de esasobras que hay que penetrar despacio; no en vano el

•230 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAautor es un maestro de meditación, un pensativo minerodel silencio. Es la novela un panorama de costumbresvascas, do vistas vascas, pero es de una concentradahumanidad que se cristaliza en bellos diamantes de uni-versal filosofía. El profesor de Salamanca es al mismotiempo el euskalduna familiar con la tierra y el aire,con el cielo y el campo. Su pupila mental ve transpa-rentemente el espectáculo d é l a vida interior en luchasde caracteres y pasiones, en el olear de la existenciaciudadana ó campesina. Sus figuras las extrae comode bloques de carne viva; y es un poderoso manejadorde intenciones, de hechos y de consecuencias. Y en sumanera no hay ímpetus, no hay relámpagos. Tranquila lleva la pluma, como quien ara. Paraleerle, al principio se siente cierta dificultad: pero esopasa presto para dar lugar á un placer de comprensiónque nada iguala. Este es uno de los cerebros deEspaña, y una de las voluntades. Lo que su paisano deLoyola, san Ignacio, enseñó con sus Ejercicios á Mau-rice Barres, él lo ha aprendido en los ejercicios de sualma en la contemplación déla vida, en su tierra hono-rable y ruda con la rudeza de lo natural y de lo pri-mitivo incontaminado y sano. Antes he amado, porinnata simpatía, á esos hombres fuertes de Vasconia,que adoran su cielo y su tierra feraz y su libertad, enla conservación de una vida de grandeza antigua, quecantan tan sonoras canciones de meditación y amor ydanzan tan bizarras danzas; marineros, herreros, cam-pesinos, nobles todos, veneran un árbol y han tenidoun bardo como Iparaguirre, el pastor de las pampasargentinas; pero jamás he comprendido el alma vascacomo cuando me he impregnado de las páginas deUna-muno. El amor allí tiene el hervor'dela prístina savia;los elementos conspiran para la fraternidad con elhombre, la tierra besa á la carne, la savia se une á la

NOVELAS Y NOVELISTAS 231sangre; el abrazo, la cópula, debía ser como un sacra-mento, ó como ley sagrada. Son razas poseedoras dela serena energía, de la fuerza donada por los viejosdioses, esa ilustre fuerza que saluda Gladstone juntoal árbol de Guernica, que pinta Puvis de Chavannes,yá la cual invoca el canto cuando, en su Provenza, Mis-tral empuña ante el concurso conmovido la simbólicacopa.

LOS INMORTALES 22 de septiembre de 1899. Pronto aparecerá la nueva edición del Diccionariode la Real Academia Española. La casa editorial deHernando da la última mano al grande y lujoso mamo-treto. El Sr. Ecliegaray ha explicado ya en la pensamuchos de los nuevos términos científicos que la cor-poración ha decidido adoptar. Dentro de poco el voltse llamará voltio y el culomb culombio. En cuanto á lapalabra trolley, queda sencillamente convertida entrole, como hace muchos días tuvo la amabilidad decomunicármelo mi eminente amigo Eugenio Selles.Ignoro si el -presupuestar de Ricardo Palma tendrácabida esta vez en el léxico. Mas lo cierto es quehay novedades, y es posible que el chistoso pedantede Valbuena prepare otra « fe de erratas ». Veremos loque se limpia, lo que se fija y lo que se da de esplendor,para recordar nuestro Horacio y su jus el normaloquendi. Estos inmortales cumplen con su deber conservadorsobre todo; de las tres partes del lema prefieren elfijar. Sus sesiones parecen de una amenidad muy dis-cutible. Ha pasado ya de moda el murmurar de sushechos y gestos. En Francia todavía las palmas verdesy el espadín provocan una que otra ocurrencia. Aquíes poco decorativa la representación, y un libro no se

LOS INMORTALES 233vende más porque el autor pueda poner debajo de sunombre : De la Real Academia Española. La labor delos excelentísimos é ilustrísimos, fuera de las papeletasdel diccionario, es poco activa: la publicación de algu-nas obras, como las que dirige Menéndez Pelayo, y laadjudicación de varios premios. La Real Academia se fundó en 1713, y trece añosdespués apareció el primer tomo del diccionario ; otrostrece años pasaron para que pudiesen publicarse losotros cinco de aquella primera edición. El rey ordenóque se diesen á la Academia mil doblones al año. Apro-bada por Felipe V, logró especiales concesiones. Losacadémicos quedaban en cierto modo y para ciertasventajas iguales á la servidumbre de la real casa.En 1793 se les favoreció con la renta anual de60.000 reales. Desde 1793 tuvo su local, en la célebrecasa de la calle Valverde, hasta que hace poco tiempose ha instalado en edificio especial que hizo construircon propios fondos. Los inmortales de Francia son cuarenta; los de Es-paña sólo llegan á treinta.y seis, sin que yo sepael motivo. Lo que no cabe duda es que el sillón -41.0de Houssaye, que aquí corresponde al 37.°, existeen la academia del marqués de Villena como en laacademia de Richelieu... No deja de haber aquí tam-bién su partido « de los duques ». La política no andaasimismo muy alejada de las influencias que privan enel reino de la gramática. Ved un simple desfile defiguras. El director actual es el conde de Cheste. M u yviejo, antiguo militar, muy querido en la corte; hacealgún tiempo que no asiste á las sesiones académicas.El conde de Cheste dejará una obra extensa principal-mente de traducciones. Hasta hace poco, obsequiaba áá sus colegas con buenas comidas y candorosos versos.Secretario perpetuo es hoy D. Miguel Mir, desde la

234 ESPAÑA CONTEMPORÁNEA muerte de Tamayo y Baus; censor, Núñez de Arce ;bibliotecario, Catalina ; tesorero, el marqués de Val- mar; vocal administrativo, Selles, é inspector de pu-blicaciones Menéndez Pelayo. El marqués de Valmar es un verdadero aristócrata.Este viejo hidalgo, muy erudito, en sus primeros años-literarios escribió para el teatro. Su obra más conside-rable es un estudio acerca de la poesía castellana enel siglo x v m . Se le debe la publicación de las Canti-gas del Rey Sabio. Su vejez se desliza entre libros ycomodidades; es un caballero que ha sabido proteger,cuando ha podido, á los jóvenes de verdadero valer quele pedían su apoyo literario y social. Mucho le debe áeste respecto el Sr. Menéndez Pelayo. Demás decir queel marqués de Valmar, noble y literato, ha pertenecidoal cuerpo diplomático. Campoamor llevó su humor á la Academia. No séque haya contribuido mucho á la cocina del dicciona-rio; pero si encontráis en la nueva edición algunashumoradas, creed que son suyas, á menos que no seande D. Juan Valera. Es de pensarse que en el secretodel ministerio, en lo más intricado de la tarea filoló-gica, sabrá poner una gota de su espíritu ático estemarqués del estilo que habría sido amigo de Barbey.Más que los ratones de los estantes empolvados, leconocen las alegres liebres que, s e g ú n Hugo, telegra-fían al buen Dios en las mañanas de p r i m a v e r a : con-tení! Por lo demás, Pepita Jiménez conversa muyamigablemente con fray Luis de Granada. D. Enrique de Saavedra, duque de Rivas, emparen-tado con D. Juan Valera, es, sobre todo, el hijo de supadre. Su mayor título académico es ser obra deD. Ángel, hermano por lo tanto de Don Alvaro ó la-fuerza del sino. La herencia espiritual no fué en estecaso completa, y D. Enrique es á D. Ángel lo que

LOS INMORTALESFrancisco ó Carlos Hugo al César de los poetas fran-ceses. D. Cayetano Fernández es un señor presbítero ado-bado de humanidades. Su candidatura á la Academiasalió de palacio. Ha sido el áulico profesor de las infan-tas viejas. Creo que ha escrito un volumen de Fábulasmorales. Moral : Timeo hominem unius libri. D. Gaspar Núñez de Arce ilustra con su poesía elárido senado. Es el Sully-Prudhon de los españoles, óel José María de Heredia. D. Eduardo de Saavedra es ingeniero de caminos..Se le abrieron las puertas de la Academia por su ciencia— como á Lesseps. Dicen que tiene gran talento. AlcaláGaliano es otro hijo de su padre. Ha traducido á Byron,en verso. Ignoro si el sacrificio fué antes ó después deentrar en la Academia. D. Mariano Catalina se distingue entre otras cosas-por sus barbas rojas, y por sus ideas, que son comple-tamente opuestas al color de sus barbas. Sus dramasvalen mucho más de lo que se ha dicho de ellos. Enese reaccionario hay un varón de fibra. Le silbaron,injustamente, y se dedicó á otras cosas. Su manera esparecida y anterior á la de Echegaray, menos des-coyuntada y más española; sus versos aceptables, esdecir, malos. Es editor de la colección de escritores cas-tellanos, que publica, entre otros libros importantes, laHistoria de las Ideas Estéticas y demás obras de M e -néndez Pelayo. D. Marcelino entró muy joven en la Academia, como-se recordará. luciéronle triunfar por una parte su saberenciclopédico y vasto, por otra su conocida filiaciónconservadora. No hay duda que de sus conocimientosson asombrosos : D. Marcelino sabe más que todos losacadémicos juntos, y sus trabajos han sido y son losde un gran crítico, los de un verdadero sabio. La edi-

236 ESPAÑA CONTEMPORÁNEA ción monumental de Lope y la Anlología\o demuestran. Pidal y Mon escribe correctamente. El Sr. Mir escribe con muchas intenciones académi- cas, y, corno la mayor parte de los escritores de su país, se toma muy escaso trabajo para pensar. Siempre esa onda lisa del período tradicional cuya superficie no arruga la menor sensación de arte, el menor impulso psíquico personal. Ha publicado un libro en que se descubre sinceridad é independencia, libro antijesuí- tico y de largo nombre : Los Jesuítas de puertas aden- tro y un Barrido hacia ajuera de la Compañíade Jesús. Escribe la historia de Cristo y memorias ó monografías académicas; en lo académico suspiraréis por un poco de literatura ó de sentimiento artístico, y en lo reli- gioso es en vano buscar el espíritu de los antiguos místicos — única cosa que el académico español podía perseguir. Balaguer acaba de publicar uno de los innumerables volúmenes de que constan sus obras. No parece que le preocupen gran cosa los asuntos de instituto. Maestro en gay saber, vive mucho para las musas. Commelerán entró en la Academia en ocasión famosa. Se sabe que luchó con Galdós y que la candi- datura del novelista fué pospuesta. Se escribió mucho con este motivo, y hubo enérgicas protestas. No veo tanto la razón. El Sr. Commelerán sabe más latín y más lingüística que el Sr. Galdós; es más útil en lastareas de la Academia. Además, el novelista debíaentrar tarde ó temprano. No estaba en el mismo casode Zola... Commelerán es un incansable trabajadoren sus estudios oficiales. Tuvo en un tiempo aficionesliterarias y, apasionado de Calderón, hizo algo parael teatro, que no llevó á la escena. Publica ahora ungran diccionario latino y libros de texto que son bienjuzgados.

LOS INMORTALES 237 Fabié es de una eminencia especial; para unos se un sabio; para otros, lo contrario de un sabio. Noes digno, á mi entender, de lo uno ni de lo otro. En sus escritos se ve, además de la irremediable corrección,mucha cultura clásica y legítima solidez. Ha preferido en sus disciplinas, á lecturas insubs-tanciales y nuevas, generalmente obras de segundamano, el desempolvar pergaminos viejos en los rinco-nes de archivos y bibliotecas; de ahí que la críticahistórica tenga en el Sr. Fabié uno de sus más seriosrepresentantes en España. Del Sr. Silvela diré que, hijo de un padre ilustre yhermano de otras notable inteligencia española, valemuchísimo más que lo que él se figura. Tiene atrac-ción y un immenso número de amigos que le siguen.Con todo, su política es mejor que su literatura, litera-tura de aficionado. Lo cual no quita que encontréisen sus discursos páginas admirables. Colmeiro es un sabio. Nada más que un sabio. El Sr. Fernández y González es un arabista insigne,según aseguran los que dicen que entienden el árabe.Se me ha hablado mucho de su talento de crítico, y co-nozco estudios suyos nutridos de doctrina; pero no hepodido encontrar su libro La Crítica en España, delcual se cuentan maravillas. El conde de Buenos Aires, D. Santiago Alejandro deLiniers, hoy alcalde de Madrid, tiene ante todo su altaposición social y pecuniaria. Ha publicado un libro,Líneas y Manchas, y ha sido periodista. Exprimiendotoda la producción de esta excelente medianía, no sesacaría la cantidad de pensamiento y de arte que hayen una sola página de su sobrino Ángel Estrada. De D. Luis Pidal y sus obras confieso mi absolutaignorancia. Manuel del Palacio, tan conocido en el Río déla Plata,.


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