Important Announcement
PubHTML5 Scheduled Server Maintenance on (GMT) Sunday, June 26th, 2:00 am - 8:00 am.
PubHTML5 site will be inoperative during the times indicated!

Home Explore España contemporanea - Rubén Dario

España contemporanea - Rubén Dario

Published by Ciencia Solar - Literatura científica, 2016-05-29 08:41:29

Description: España contemporanea - Rubén Dario

Keywords: España contemporanea - Rubén Dario

Search

Read the Text Version

ESPAÑA CONTEMPORANEAde la reina, dejan sospechar lo que haría un preceptorcon hábito de cualquier orden. La educación esencial-mente religiosa está, pues, fuera de la pedagogía. Laidea de Posada de la fundación de una escuela especialen que el rey se instruyese, en relación y contacto conotros niños, parece difícil, dadas las tradiciones de lamonarquía en España, á pesar de haber habido unseminario de nobles, en donde cuéntase que el niñoFernando VIí recibió un pelotazo, jugando con el niñoSimón Bolívar. Más bien estaría la adopción de un sis-tema como el de la familia imperial germánica. Elemperador Federico, después de recibir su educaciónpalatina, se matriculó en Bonn y el emperador Gui-llermo en el Lyceum Fridericianum de Cassel. Ambosse han puesto en contacto con los alemanes de su edad,han hecho vida común con sus subditos, y en el mediode los estudiantes, se han compenetrado con el almadel país. Por lo demás, no puede ser mejor la síntesisde Posada : « Un rey que en su infancia recibiera elinflujo bienhechor del roce con los niños, que tratase átodo el mundo de igual á igual; un rey que pasaraluego su juventud en medio de los jóvenes de su edady de todas las condiciones sociales en un instituto ade-cuado, que asistiera luego en una universidad ó envarias á sus cátedras, viendo en ellas cómo las desi-gualdades humanas no son siempre cosadel nacimiento,sino obra del mérito personal y resultado del trabajo;un rey que estudiase su oficio, que viajara mucho, hastapor los países donde sin reyes viven las gentes honraday pacíficamente; un rey así podría ser, ante todo, unbuen ciudadano que llevara en el alma la íntima con-vicción de que sus elevadas funciones, aun cuandollegaron á él por obra y milagro de la herencia, sonfunciones que deben desempeñarse en bien de la socie-dad ó del Estado, á quien, en definitiva, corresponde

EL REY 139disponer de ellas. » Mucho de bueno produjo enD. Alfonso XII su infancia de rey enexil, y mucho con-tribuyeron á la formación del carácter del Pacificador,esos primeros pasos por la vida como un simple parli-ticular — Alfonso García y Pérez — como él se solíallamar en los hoteles, en días del destierro. Hasta hoy ha habido que vencer toda suerte de obs-táculos y aquel admirable Cánovas no ha sido la menorfuerza para encaminar hacia el porvenir deseado al hijo desu hechura. Hay que recordar cómo ha sido la vida deeste pequeño rey, puede decirse desde el vientre materno.El matrimonio de su padre con la austríaca—de naciona-lidad fatalmente desgraciada tanto en España como enFrancia — después de la pasajera luna de miel conD.a María de las Mercedes, que dura el espacio de unaaurora, en el Aranjuez lan líricamente florecido en losversos de Don Carlos; los años de un matrimonio nodel todo amoroso y semiturbado por ésta y aquellaexpansión de Don Alfonso XII, cuyo excelente humorestaba casi siempre sobre la razón de Estado; la muerte,el agosfamiento de la existencia de aquella majestaddemasiado apasionada de Anacréonte; el embarazo deD . a Maria Cristina, previsto por el ojo perspicaz del granministro conservador; el parto, casi á las miradas delos políticos recelosos; el advenimiento del rey nuevoque aseguraba en el trono la continuación de la dinas-tía. Se creyó que Alfonso XIII no alcanzaría á llegar ála edad de coronarse, ya fuera por causa de su orga-nismo maleado en su origen, ya porque un inesperadomovimiento pudiera impedir el logro de los deseos desus partidarios; pero de ambas cosas se triunfó, de lasamenazas de la enfermedad y de las amenazas do lapolítica. No creáis exageraciones como las del yankeeBonsal, que juzgaba no hace mucho tiempo, con laimaginación recalentada por la guerra, que « la posi-

140 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAción del rey es patética, personal y politicamente con-siderada ; que las revelaciones que para otros sólo llegancon la edad, él ha tenido que sufrirlas en su niñez;que él sabe que nacer rey no da más garantías de feli-cidad que el nacer campesino; que sabe ya con sobrade razones, que no hay en la península persona algunaen cuya lealtad y devoción pueda confiar, á excepciónde su madre, desamparada mujer y reina impopularen tierra extraña » ; y que « los muchachos americanosse afligirían si pensaran en este pequeñuelo nacido parala púrpura y vestido de ceremonia desde la cuna, queno tiene compañeros de infancia'para sus juegos, porquenadie es igual al rey ». Esto es no darse cuenta exactade lo que aquí pasa en ese mundo no tan velado á losojos de los simples mortales, y juzgar á estas horascon criterio pesimista á través de las historias deSaint-Simon ó de las memorias de madame Aulnoy. Pormomentos terribles ha pasado España en que el tronohubiera podido ser cercado de tormentas, y la regentey sus hijos habrían tenido que ir á aumentar la lista delos reyes de Daudel; pero prevaleció el concepto de lapatria en los partidos contrarios y ni carlistas ni repu-blicanos intentaron seriamente nada. Desde las soña-ciones que hacen evocar la frente de D. Carlos ceñidapor la corona hasta los deseos un tanto románticos deuna regencia en que la infanta Isabel — la Chala —estaría á la cabeza, no son sino perfumes de vino espa-ñol, aroma de claveles que perturba uno que otro cerebro.Por hoy don Alfonso, según lo que se alcanza á divisar,puede esperar tranquilo la hora de su reinado. Lo queno han podido los errores é ineptitudes de gobiernosabsurdos ó culpables, no lo realizará el hombre delpalacio de Loredano, ni menos los divididos partidariosde la república. Por ahora D. Alfonso XIII no secalienta el cerebro con tantas historias y filosofías, y

EL REY 141prefiere su esgrima y su jaquita. Hace muy bien. Tiempotendrá mañana de saber de monólogos huguescos y desentir lo que pesa ese instrumento tan extraño en estefin de siglo, llamado cetro. Su mismo nombre le exigemucho. En el desfile de la historia irá á ocupar supuesto. Me lo imagino delante de sus antepasadoshomónimos, como en una escena semejante á la de losretratos en Iíernani. Es el comparecimiento de losAlfonsos : el I, férrea flor de Covadonga, todavía conla pura savia goda, fuerte como un roble de susbosques, lancero formidable de Cristo, terror de lamorería, y en el corazón primitivo, un diamante denobleza; el II, casi iluminado, favorecido con manifes-taciones extranaturales, hombre de lecturas y de medi-taciones, Alfonso el Casto; el III, el Magno, bizarro yaguerrido desde lo fresco de la juventud, terror delmogrevita, varón de tanta fe como valor; el IV, quiencomo más tarde el cesar Carlos V, buscaría en un mo-nasterio la tranquilidad espiritual, fanático y solitario ;el V, el de los buenos fueros, legislador y espíritu deconsejo, también luchador feliz con los infieles y soste-nedor de la fe; el VI, que aparece soberanamente, — á su lado la figura del Mío Cid, — el rey de la conquista de Toledo, y que tuvo la previsión de ver hacia abajo y favorecer al pueblo con leyes bondadosas y fueros jus-t o s ; el VII, Alfonso el e m p e r a d o r ; el VIH, que perpe- tuó el nombre suyo en las Navas de Tolosa; siendo des- pués al propio tiempo que caballero de combate, amante de la sabiduría, el I X ; el X, formidable figura, cerebro y brazo, el rey de las Partidas, alquimista y poeta, astrónomo y filósofo, cuya palabra aun hoy se escucha y se escuchará en los siglos, ya comience : Ficieron los ornes... ó inicie los balbuceos encantadores en sus tos- cas estrofas; el XI que juntó la habilidad política al vigor militar, monarca de largas vistas y uno de los

142 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAmás amantes de sus subditos ; todos esos pasarán porla mente de D. Alfonso XI11 como las figuras extrañasy fantásticas de una linterna mágica, iluminadas por laspalabras de los cronistas, realzadas por las explica-ciones de sus preceptores; están demasiado alejadospor las centurias, por vastas cordilleras de tiempo. Sonlos abuelos de los retablos y de las armaduras, los queduermen por siempre en los sarcófagos y cuyas vidasinteresan como los cuentos. A quien verá muy de cerca,animado por la palabra maternal, por el inmediato ecode su vida, s e r á á su padre. Será para él el rey modelo;y honrará la memoria del Pacificador. No dejarán deir á llamar su atención los venticellos de la famosajuventud de don Alfonso XII, el rey buen muchacho.Sobrarán cortesanos que le refieran las aventuras pi-cantes de papá, las influencias conocidas de ciertosonoro duque cuyo título pecador no llegará con buenviento nunca á los oídos de la reina regente. Y ya ven-drá entonces la hora de saber España cuál senda tomarásu nuevo príncipe. Sea ella de felicidad. Y Dios ponga,en los años ele las futuras luchas políticas y palaciegas,sobre el espíritu de D. Alfonso XIII, algo de la áureamiel que hacía grata su infancia, cuando todas susambiciones se reducían á salir á la calle « con capa »,y llamaba á sus hermanifas, á la una Pitusa y á laotra Gorriona.

UNA EXPOSICIÓN Mayo 12 de 1899. Se recorre todo el paseo de Recoletos; se deja atrásla columna de Cristóbal Colón, se llega hasta el monu-mento de Isabel la Católica, osadamente llamado porlos burlones « la huida á Egipto »; sobre una eminen-cia del terreno se destaca el palacio déla Exposición, lacúpula gris en el azul fondo del cielo. Al palacio fué lareina á inaugurar la fiesta artística, y su vestido pri-maveral, tenue, pintado de flores delicadas, lucía comoemergido de una luz de acuarela. Hubo pompa socialy música é himno alusivo, mucho alto mundo y ricasuma de belleza. El vemissage se había verificado hacíapocos días, y fué poco menos que un desastre. Cuatrogatos y los pintores. Se diría un vemissage en nuestroSalón del Ateneo. No podemos negar que somos deuna misma familia. ¡Cuan lejos de la cita que se dan enParís, en igual caso, la elegancia florida d é l a estación,la moda inteligente, la distinción mundana! Estosseñores duques y estos señores condes, si por acaso sehallan en la gran ciudad, no faltan al rendez-vous.Aquí, no. Entre una exposición y una corrida, la co-rrida.Los pintores no hallan qué hacer, y desde luego,con singulares casos en contrario, arte no hacen. Losricos no protegen como antaño á los artistas; y el

144 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAgobierno hace poquísima cosa. ¡Y decir que lo únicoque les queda á los españoles es esta mina de luz, eldecoro orgulloso de su pintura, la noble tradición desu escuela, su tesoro de color! A un paso está París.Se imitan los usos elegantes, las comedias, las novelas,hasta el café-concert, pero no las nobles costumbresque enaltecen y honran al talento y al arte. Escasos,muy escasos, son aquí los artistas que tengan de quévivir; los ricos son señalados. Por lo tanto, la luchapor la peseta está ante todo. Es inútil pretender encon-trar el enamorado de un ideal de belleza, el consagradoá su pasión intelectual. Se pinta como se escribe, como se esculpe, con la puntería puesta al cocido patrio, buscando la manera de réussir, de caer en gracia al público que paga. Se asombran de que en la actual exposición abunden los cuadros tristes, enfermedades, hambre, harapos, mendigos. Los pintores de antaño, aun pintores de príncipes, señalan ya la marcada afición por los lisiados, zarrapastrosos, piojosos, feos pobres; únase á esto el modelo constante, el hormigueo de limosneros que anda por las calles, el tipo del eterno cesante siempre en ayunas, que aparece en el teatro, en la caricatura y en los corrillos de vagos de la Puerta del Sol, y el resultado son estas exhibiciones de mise- ria, esta representación de escenas de la vida baja y famélica. Fuera de contadas telas de este Salón, en que profesores favorecidos instalan el estiramiento y el énfasis del retrato nobiliario, el aire y el uniforme de algunos excelentísimos señores, el interior elegante, lo que abunda es la anécdota de la existencia penosa de la gente inferior, el hogar apurado de la clase media, ó la chulapería andante, ó el medio obrero. Los pin- tores, aquí, en su mayor parte, como los escritores, no pueden emprender sin error asuntos de la vida aristocrática, porque no la frecuentan ; y los ricos, los

UNA EXPOSICIÓN 145nobles, no querrán adornar sus palacios con cuadrossin nobleza ni distinción; repetirán siempre el diez-mo i ees magols ! del rey francés. El gusto de la gene-ralidad, por otra parte, no se demuestra, y un escritornacional llega á afirmar que este público es « el másindocto en Europa en materia de Bellas Arles», no sinfalta de fundamento. Difícil sería contemplar algo del espíritu de España átravés de las obras de este certamen. ¿En dónde está laEspaña católica? Tal ó cual rincón de iglesia, una queotra imagen de encargo, manera jesuíta ; el único queevoca el espíritu de los antiguos místicos es Rusiñol,con uno de sus cuadros. ¿Y la España patriótica? EnGrecia después de los triunfos, surgen aladas ó ápterasde la piedra, las maravillosas victorias, y tras el desastrese alza la Nike funeraria, que simboliza el sentimientopopular. De igual manera so fundía el bronce romano.Tras las guerras de Flandes se desborda la alegría enlas telas risueñas de los geniales pintores de kermeses;y cuando acaba de pasar la débác'e francesa, los cua-dros se encienden en odio al prusiano : se reconstruyenescenas heroicas, se rememoran actos sublimes, sepinta el sueño de la victoria, ó el soldado que quema« el último cariucho ». Entre lodos los cuadros de estaexposición, fuera de una escena de hospital militar yciertas sentimentales consecuencias de la campaña noparece que se supiese la historia reciente de la humi-llación y del descuartizamiento de la patria. Esto tienemás clara explicación. La guerra fué obra del gobierno.El pueblo no quería la guerra, pues no considerabalas colonias sino como fierras de engorde para losprotegidos del presupuesto. La pérdida de ellas notuvo honda repercusión en el sentimiento nacional- Yen el campo, en el pueblo, entre las familias de labra-dores y obreros, aun podía considerarse tal pérdida

146 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAcomo una dicha: ¡así se acabarían las quintas paraCuba, así se suprimiría el tributo de carne peninsularque había que pagar forzosamente al vómito negro! Elcuadro de historia casi no está representado ; el retratono abunda; en cambio, el paisaje y la marina se multi-plican por todos lados. No es esto malo, pues seadvierte que al ir hacia la naturaleza, hacia la luz, semantiene la tradición. En conjunto, la exposición esmala. El viajero que al llegar á Madrid y sin habervisitado el Museo de Arte Moderno, quisiese .darsecuenta de la pintura española contemporánea por loque ahora se exhibe, saldría con una triste idea de laactual España artística. Recorríamos, con CarlosZuberbühler, las salas llenas de cuadros, y no podía-mos dejar de notar cómo en la más que modesta tenta-tiva del Salón de Buenos Aires no se admitirían lusestupendos asesinatos de dibujo, las obscenidades decolor, los ostentosos mamarrachos que aquí un juradocomplaciente deja pasar y aun coloca en la nimaise. Lacantidad es larga, lo poco de buena calidad se pierdeentre el profuso amontonamiento de lo mediocre y delo pésimo. Las firmas principales no han concurridotodas, y las que han venido al concurso lo han hechocon producciones ya expuestas y juzgadas, ó conmedianos esfuerzos. De seguro la razón de la esquivezestá en el 1900 de París. Después de todo, quizá tenganrazón; porque el estímulo de la tierra propia, comoveis, es nulo; y el halago de París, atrayente, mágicaflor de gloria segura. No, no es éste el arte pictórico de.la España de hoy.Con sus deficiencias y todo, el Museo de Arte Modernopuede considerarse como el Luxemburgo madrileño.Sé las quejas : que Raimundo Madrazo no tiene un solocuadro en el Museo, ni Barbudo, ni Jiménez A randa, yqae lo que hay de Fortuny y de Domingo no es de lo

UNA EXPOSICIÓN 147mejor de estos artistas y que de Villegas no hay másde dos acuarelas ; mientras que las medianías eminentesfirman docenas de cuadros. Pero hay lo suficiente dePradilla, de Casado, de Rosales, de Gisbert, de MorenoCarbonero, de Plasencia, de Muñoz Degrain, deladmirable Haes, de Sorolla, para que el visitante sesienta bañado del maravilloso esplendor que brota detanta riqueza solar, y reconozca que este don divino dela comprensión del día, fué dado á los pintores deEspaña con singular generosidad. Casi no hay exposi-ción europea en donde los medallados extranjeros nosean españoles. Los aficionados yankees, las pinacotecasde Munich, de Londres, de Berlín, de Viena adquierená altos precios las pinturas españolas. Buena parte delos maestros emigran, abren sus estudios en centrosdonde cosechan más. Preguntaba yo auno de los juradosde esta exposición, un colorista de gran mérito, ManuelRuíz Guerrero, por qué no había concurrido á la fiestade la cultura nacional con uno de esos cuadros suyos tananimados de cálidos tonos, tan prestigiosos, tan llenosde vida luminosa; y él con aire de desencanto, — ycon los baúles listos para ir á dar un paseo por BuenosAires, — me decía : « Y para q u é ? » A quoi bon?dicen los franceses. Y como Ruíz Guerrero, otrosmaestros, ante la indiferencia de sus compatriotas,buscan en extrajeres países lo que no hallan en la casapropia, ó se retraen y dejan invadir las salas de lasexposiciones por los kilómetros de tela que manchanlas señoritas aficionadas y los facinerosos del caballete. Después de recorrer estos salones, diríase que paralos pintores españoles no existe el mundo interior. Elmismo paisaje no es sino la reproducción inanimada detierra, de árboles, de aguas, solitarios ó con acom-pañamiento de figuras anecdóticas; sin que la secretavida de la naturaleza se presente una sola vez, y mucho

148 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAmenos el alma del artista, que contagiara con su íntimasensasión al espectador atraído. « La realidad », sedice; y se'nombra á Velázquez. Cierto, Velázquez pintaba la realidad; pero sus colores animaban no sola-mente rostros sino caracteres; y con un bufón y unperro deja entrever todo un espectáculo histórico.Goya es realista; pero ese potente dominador de la luzy de la sombra ponía en sus creaciones, ó en suscopias de lo natural, quíntuple cantidad de espíritu. Susincursiones al bosque misterioso de las almas humanasle daban su singular dominio. Los escultores actualesson alabados por sus tangibles condiciones de realismo:« ¡Cuánta anatomía saben ! » Hacen huesos, nervios,gestos, contracciones que dejen Campo á estudios deesqueleto ó de musculatura; pero no hacen carne, nohacen vida, no hacen pensar, como las figuras de Tren-tacoste ó Bistolfi, para no citar franceses, en la circu-lación de una sangre maravillosa bajo la epidermis demármol ó de bronce. Entre lo expuesto hay regular cantidad de grandesmachines, y en casi todas un lujo de tubos se desborda,una agrupación de todas las charangas de los ocres yde los rojos, un desborde de azules, el estrépito de laschirimías y gaitas de la paleta, con sacrificios dedibujo, incomprensión de valores y relaciones, y tris-teza de composición. Mas aquí y allá, busca buscando,se encuentra lo de mérito, y algo diré de ello, encuanto me ayuden mis notas asidas al paso en misvisitas. Uno de los clous de la exposición es un cuadro deRaurich, que desde luego atrae por su originalidad ysu vigor. Es un gran macizo de tierra asoleada enprimer término, una pequeña altura en cuya faldamedran unos cuantos chaparros cuya sombra manchade violeta obscura el terreno reseco. En el fondo se

UNA EXPOSICIÓN 149divisa un azulado monte; y á la derecha, en choqueviolento, con el amarilloso tono de la tierra, el mar alsol, de un azul ofensivo, se deja ver, espumante en lasolas que llegan á la costa. La gran masa está plantadacon hermosa osadía, y se calca en el cielo soberbia-mente; los detalles se avaloran con el atrevimiento dela pincelada, que en veces se diría espatulazo, toquesespesos de un relieve insolente , pero Raurich, á quienesle censuren por esto puede decir lo que Rembrandt álos que notaban el espesor de su pincelada al marcarlos puntos luminosos : « Yo soy pintor y no tintorero. »Y agregaba, á los que hacían tales observaciones decerca, á los que no sabían mirar, apreciar esos toquesde lejos : « Un cuadro no se hace para ser olido; elolor del aceite es dañoso.» Y encuentro esta tela admi-rable, y tan solamente observaría que el mar no tieneperspectiva y aparece como falto de nivel. Sorolla presenta una.tela meritoria, Componiendo lavela, en la cual habría que señalar al par que las con-diciones de color, que acreditan á este pintor, y suestudio del movimiento, la nimiedad en la rebusca deun efecto como el atigrado de luz y sombra que pro-duce el sol al pasar entre las hojas. Por otra parte, susfiguras muy bien hechas, tienen ojos que no miran,gestos que no dicen nada, es un mundo de verdad epidér-mica, de realidad por encima. Esto mismo digo de lospersonajes de su escena de mar, El Almuerzo á bordo :en el ancho bote, bajo las velas, unos cuantos mari-neros toman su alimento en la fuente común. ManejaSorolla con habilidad el clarobscuro; los tipos estánbien agrupados, la inevitable « realidad » está conse-guida. Moreno Carbonero ofrece una nueva escena del Qui-jote, la aventura con el vizcaíno. Cervantes ha tenidoun sinnúmero de intérpretes, desde antiguos tiempos.

ESPAÑA CONTEMPORÁNEACuando en el castillo de Fonlainebleau, Dubois pin-taba las aventuras de Teágenes y Cariclea y Le Pri-matice interpretaba á Homero, en el de Cheverni JeanMosnier se dedicaba á la historia de Astrea y á lasaventuras del ingenioso Hidalgo manchego. Más tarde,Charles Coypel se apasiona por este mismo asunto, alcual Pater y Natoire se aplicarán también y consa-grarán dibujos Tremoliéres y Boucher. Esto solamenteen Francia. Otros artistas de Europa, especialmente losingleses, se han complacido desde antaño en talesasuntos, hasta el fuerte y noble Frank Brangwyn consus recientes ilustraciones del Quijote de Gubbins.Pocos, sin embargo, han logrado ser visitados porel verdadero espíritu de Cervantes. En España unmaestro como Moreno Carbonero ha intentado la evo-cación, pero creo que sus propósitos de excesivaverdad le han alejado de la intención cervantesca. Nohay que olvidar que Don Quijoje es la caricatura delideal; pero siempre en un ambiente de ideal. Desdeluego, y con todo y haber dejado un dibujo verbalperfecto de su héroe Cervantes, no puede uno reco-nocer á Don Alonso Quijano el Bueno, al Caballero dela Triste Figura, en la mayor parte de las encarna-ciones de los pintores y escultores. A propósito, hayen esta misma exposición una serie de ilustraciones deJiménez Aranda, muy notables como dibujo, pero queno tienen nada de personajes cervantescos ; esos Qui-jotes y esos Sanchos son un Juan y un Pedro de cual-quier parte, vestidos para representar un papel. MorenoCarbonero me manifestaba una vez que para Sanchohabía encontrado un modelo en la campaña manchega.El de Don Quijote sería un precioso hallazgo, peroluego habría que agregar al modelo el alma delandante caballero, animarle con una chispa que nose encuentra á voluntad cuando no es el genio el queimpera

L'NA EXPOSICIÓN 151 La intelectualidad de Moreno Carbonero no es paradiscutida; y en este cuadro impone su sabiduría decolorido, su impecabilidad de factura; pero Don Qui-jote tampoco es Don Quijote, aunque Sancho seaSancho. Los otros personajes quedan tan alejados ensu término, que casi no dicen nada, y el episodio pierdecon esto su mayor interés. Cuando Pierre de Hondtalababa los Quijotes de Coypel ne dejaba de hacernotar el valor del acompañamiento, de los personajessecundarios, que siempre ayudan á la animación delsuceso. No he de olvidar dejar anotado que la sensaciónde la árida Mancha está dada por el artista de modomagistral. Es éste el terreno reseco que recorrieronRocinante y el rucio con sus dos inmortales jinetes. Laconciencia de la indumentaria y la resurrección de laépoca son completas; pero repito mi pensar : tantarealidad hace daño á la idealidad del tipo, á lo, pordecir así, grotesco angélico que hay en el héroe queCervantes creara con tanto amor y amargura. Salus infirmorum de Menéndez Pidal sale de la purarealidad, para ofrecernos una dulce impresión de fe,una escena de suave religiosidad. Un pobre padre llevaante el altar de la Virgen un niño enfermo. A su ladoora la madre enlutada. El sacerdote, de sobreprelliz yestola, acompañado del pequeño monago reza tambiénpor el enfermito. Esto es verdad, es realidad, pero hayasimismo una entrevisión de más-allá, sopla un airesuave de misterio, y se siente que esas almas humildesrecibirán su bien de Dios. ¡ Cuan otra La Herencia delHéroe del Sr. Suárez lucían, de un sentimentalismoocasional, de forzada factura; escena de comedia para laTubau, dolor sin verdad ! Verdad é intención, sí, seadvierten en la tela de Santamaría, El Precio de unamadre : la familia rica que va á llevarse á la jovennodriza, d é l a campaña á la ciudad; y el marido que se

152 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAqueda con el chico propio y la primera paga no muysatisfecho, mientras su mujer, buena moza de ricasubres rurales, se le va con el nuchacho ajeno. Estecuadro y un alto relieve de Mateo Inurria, La Mina deCarbón, son de las muy raras notas que hagan pensaren un arte socialista en la exposición presente.

GASTELAR Mayo 30 de 1899. No hace mucho tiempo he hablado de mi entrevistacon Castelar. Debía ser la última. Ya reposa en SanIsidro, junto á los huesos de su hermana. Su caída¡buen roble! conmovió al mundo. Cuando le vi, cuandole hablé por la postrera vez, ya estaba señalado por laIntrusa, pálido, enflaquecido, viejo, él que fué todo ju-ventud y vida. Partió aJ__nnr^rio^sileiicioj30_..de lo nosabido, después de haber clarineado su verbo de poetade~las~mullitudes hacia los cuatro vientos del espíritu.Y España queda hoy sin su representativo emerso-niano, sin el hombre noble que fué en su siglo lenguay gesto de su raza, como Italia sin Garibaldi, Ingla-terra sin Gladstone, Alemania sin Bismarck y Franciasin Hugo. En su tierra ardiente y sonora fué el crisos-tómico parlante y el caballero de su ideal. Ahí quedala inmensa Mancha democrática por donde cabalgóen su pegaso-rocinante: ahí los molinos de viento, ahílas armas de su lírica grandilocuencia, que nadiemoverá; ahí Dulcinea, sin más enamorado verdaderoque el frío y analizador Pi y Margall. Español de E s -paña, español netísimo, con toda España en el corazóny en el cerebro, era la concreción del orbe cervantino;en el generoso combate de su ilusión no se ocultaba 9.

134 ES PA ÑA CONTEMPORÁNEADon Quijote; como Sancho mismo, no dejaba de com-parecer en su célebre buen apetito. Cuéntase que Taineen una ocasión, al verle en la redacción del Journaldes Bebáis, preguntó desdeñoso: «¿Es ése el famosocanario español? » Cierto, un alma de pájaro de Fio-real, como el ruiseñor Lamartine, pero á quien no fal-taba la fuerza para la realización de obras enormes,así la libertad de ios negros de las Antillas. Quedaráen los siglos el recuerdo de esta singular figura en eldecimonono la más alta de España entre las altas de latierra ; y aparecerá, á medida que el tiempo vuelquesu urna, rodeado del resplandor que tan solamenteofrece á los preferidos suyos la divina Poesía. Fué unode los más potentes órganos de la humanidad. Por suboca habló el espíritu de su patria, y, siempre en obrade bien, si algunas veces no le prestó su apoyo la Ver-dad, jamás dejó de escudarle con sus alas mágicas laBelleza. Sus mismos errores caían vestidos de púrpura.Era el apolonida déla Democracia, el decorador de susambiguos y confusos laberintos. Hermosa llama latina,de esas llamas guías de pueblos que el sol de Dios en-ciende en las naciones para que señalen los saludablesrumbos, ó para que á su rededor se junten los hombresy realicen hechos grandes. Aquella alma venía deAtenas, cuando fué á encarnarse un día en la feniciaCádiz: venía de Atenas, después de haberse impreg-nado de Oriente; de este modo explico la pompaasiática de su discurso y el amor á las bellas líneas, lapasión pitagórica de los celestes números y el imperiode la música bajo el cual hacía galopar sus cuadrigasde ideas y sus tropas de palabras. En su huerto, juntoá las flores andaluzas, se alzaba un esbelto y reverde-cido plátano, rama un tiempo del que movieran lasbrisas de Academo, mientras fluía, como el agua de lafuente de mármol, la doctrina platónica. La obra, que

CASTELAR 155fatiga en su masa, es como un inmenso museo, que hayque admirar por fragmentos : ya un fresco vasto, ya unaestatua del más blanco pentélico, ya un bajorrelieve, enque las frases van como ordenadas teorías de graciosasjóvenes ó danzantes efebos. Fué un gran cultivador delentusiasmo. Y si ya en los postreros años de su exis-tencia tuvo alguna vez que padecer tristezas y decai-mientos, para morir, viejo gladiador, supo esculpir suúltima actitud en el discurso, que cierra la diluvialserie comenzada el 1834 en el Teatro de Oriente, discurso en.-que- volvióá 'surgiT^ir'elo&uerrciaremfpachada ysonora, para mostrar el camino que hay que seguir,según su entender, á los partidarios de la república.Su elocuencia cautivó á las generaciones que escucha-ron el decir de sus labios de oro. Se recuerdan susdiscursos como hermosas manifestaciones de la natura-leza, inusitados iris ó boreales auroras : « Yole oí talaño. » « Yo en tal otro. » En el tiempo de su aparición,el principio democrático era lo más avanzado, lo másafrayente para los espíritus libres, la fórmula del pro-greso. El se consagró por tal manera y con pasióntanta, que al saber su muerte, los españoles demócratas no han podido menos de exclamar : « ¡La democraciaha muerto! » A aquel inconmovible individualista no pu-dieron ganarle los mirajes aurórales del movimiento social de estos últimos años; y discurso suyo hay en que combatiendo al socialismo, maravilla su esfuerzode soñador, al resonar delante del muro de la verdadla suntuosa orquestación de sus líricos argumentos. Porque, ante todo, fué el orador, el hombre que con-vence encantando, ó que, aunque no convence, canta yencanta. Parecía que como en lo antiguo, un flautistamaestro acompañase sus oraciones, tal érala melodiosageometría, el.hilo armónico, la sucesión de ondas ver-bales regidas por un compás, en la musicalidad de los

ESPAÑA CONTEMPORÁNEA giros; y él propio se escuchaba, como deben hacerlolas aves de más fino canto y los poetas orgullosos dehaber visto cuanto es crespa y dorada la crin del Diosde arco de plata. No olvidaré una noche, en una recep-ción dada por D.a Emilia Pardo Bazán, á los delegadosamericanos á las fiestas colombinas, el año de 1892.Castelar había concurrido, y como en todas partes endonde Castelar estaba presente, un corrillo se formóalrededor suyo, en uno de los salones. Nadie hablaba,fuera de Castelar, porque es sabido que en su pre-sencia el primer deber era la atención. El tema de suspalabras se relacionaba con la oratoria, y vino él árecordar á este propósito á los distintos oradores quehabía oído en su vida. Y como su excepcional memoriaestaba siempre lista, ilustraba sus recuerdos con citasy fragmentos de discursos. Así nos pintaba á Gambetta,de tal guisa que le veíamos encarnado delante de noso-tros, y luego decía una parte de un discurso de Gam-betta ; á Víctor Hugo, y luego decía un trozo de discursode Víctor Hugo, y así de varios oradores extranjeros.Después llegó á los españoles, y comenzando con RíosRosas, recorrió buena parte de la lista de bravos ora-dores con que cuenta este país de varones verbosos,explicando sus maneras y facultades hasta llegar á élmismo, y entonces se nos transfiguró momentánea-mente, se nos presentó con sus atavíos reales. Y á pe-dido de un amigo circunstante, trajo á su memoria unaparte de su célebre discurso del 12 de abril del 1869,pronunciado en ocasión famosa, y que hizo pensar á supropio contrincante el cardenal Manterola si no tendríaante sus ojos un nuevo Sanio. Aun veo los ojos ilumi-nados y la mano como guiando el período : « Grandees el Dios de Sinaí; el trueno le precede, el rayo leacompaña, la luz le envuelve, la tierra tiembla, losmontes se desgajan; pero hay un Dios más grande,

CASTELAR 157 más grande todavía, que no es el majestuoso Dios del Sinaí, sino el humilde Dios del Calvario, clavado en una cruz, herido, yerto, coronado de espinas, con la hiél en los labios y sin embargo diciendo : « Padre mío, « perdónalos, perdona á mis verdugos, perdona á mis « perseguidores, porque no saben lo que hacen ». Grande es la religión del poder, pero es más grande la religión del amor; grande es la religión déla justicia implacable, pero es más grande la religión del perdón misericor-dioso : y yo, en nombre del Evangelio, vengo aquí ápediros que escribáis en vuestro código fundamental la libertad religiosa, es decir, libertad, fraternidad, igual •dad entre todos los hombres. » Se recordarán sus dis- cursos célebres, en lo futuro, como hoy las históricasarengas de Démostenos; desde el primero en que sepresentó como aeda y paladín de su amada Democra-cia, hasta el último en que ya para morir, apóstol con-secuente, dejó su disposición testamentaria de política,fiel á su credo republicano; señalada la l a r g a carrerapor las innumerables brillantes estaciones, entre losque más resplandecen el discurso en favor de la liber-tad religiosa, el de la redención de los esclavos deCuba, al cual, se refería cuando oí de su boca, la frasecon que finalizara una de mis cartas anteriores :« Yo he libertado ó doscientos mil negros con un dis-curso » ; el del sufragio universal, de ágil y elásticadialéctica; el de la entrada á la Real Academia de laLengua, lección colosal de un lirismo cósmico; el deParís, en la Sorbona, cuando los estudiantes le reci-bieron con el aplauso clásico, como á un nuevo Lulio. Lejos la oratoria amartillada de los hombres delnorte, en la suya reventaba como una rosa de colorperenne el sol meridional; suya era la profusión y lariqueza latinas, y nunca se escuchó en lo inmenso delos siglos, más rítmico y sonante torrente en cátedra ó

ESPAÑA CONTEMPORÁNEAtribuna. Los franceses, tan parcos con lo extranjero, leadmiraron y celebraron, en su francés claudicante, óen el español de bronce y plata que no comprendían aloírle. ¿Qué importa que dijese, como en una ocasión :La Eranee, celle « belle sceur » de ÍEipagne ? T r a s la son-risa del oyente venía la tempestad de la ovación, puesel orador soberano triunfaba contra el mal poliglota,.Hugo le tenía en su alto valer, y sabida es la anécdota,en que el César de los poetas le ofreció al sentarse ásu mesa, una silla imperial : « Os he señalado estasilla, en que se sienta siempre D. Pedro del Brasil. —Pues no me siento! » respondió Castelar, fiel hastaen esto á su idealizada Aldonza Lorenzo. Nuestro com-pañero Ladevese cuenta las acogidas respetuosas yafectuosas, en casa de madame Adam, de Cernuschi, delaRaflazzi, las intimidades con políticos como Thiers yGambettay Julio Simón. Francia, como el mundo, veíaen Castelar la encarnación de España; de la Españacaballeresca é idealista, hidalga y pintoresca. Oxfordquiso escucharle, invitó á su « doctor » honorario paraque fuese á dar conferencias, y él declinó la honra. AAmérica pensó ir en varias ocasiones, pero por desgra-cia, se cumplió lo que os decía en 1892 : « Castelar noirá nunca á América. » Y en América quizá más que enparte alguna, su palabra resonaba como una campanade gloria. Los yankees le avaluaban abiertamente : si laLibertad de Bartholdi tiene la antorcha, Castelar « teníala palabra». Sus discursos niagarescos fueron más de una vez por el cable; los magatines no le quitaban la mira y los dollars venían sin regateo. En nuestra Amé- rica de lengua castellana, no habrá pueblo ó villorrio donde no haya llegado su fama. Creo, sin equivocarme, que en la República Argentina hay una colonia ó villa que lleva su nombre. Y él amaba á la América nuestra, agradecido. Es el momento de manifestar cómo fué para

CASTELARese continente gran parte de su producción, ya en tiem-pos de destierro penoso, ya en el apogeo de su exis-tencia, tan solamente interrumpido su trabajo cuandose excusara con la dirección de los diarios de que eracorresponsal, por verse obligado á suspender la labor« á causa de tener que ocupar la presidencia de la re-pública española »; y cómo tenía en el recuerdo de sugratitud a La Nación de Buenos Aires y al Monitor Re-publicano de Méjico, entre todas las publicaciones quefueron honradas con su colaboración. Y América todafué con él siempre simpática, á pesar de aquel resenti-miento memorable, cuando el político lírico quisieraser político práctico y pronunciara la trascendente frase :« Antes que republicano soy español. » Pues fué siempreel levita fanático, inspirado ante el fatal resplandor delídolo Patria; y ala suya salvara, como se observa jus-tamente después de la reciente catástrofe, en ocasiónen que ejerciéndola presidencia de la república, estuvoen un cabello que no [se rompieran las relaciones entreEspaña y los Estados Unidos por la cuestión del Viryi-nius, Jovellar estaba en Cuba y se resistía á la entregadel apresado barco norteamericano, después de los fusi-lamientos de cubanos y yankees que tripulaban la naverevolucionaria, y entonces fué la palabra de Castelar,jefe del Estado, haciendo entender al general « que enEspaña nadie comprende que ni en pensamiento, se re-sistan á cumplir un compromiso internacional del go-bierno, y no comprende que quiera ser Cuija más espa- ñola que España. Una guerra con los Estados Unidossería hoy una demencia verdadera, y aunque fuera po-pularísima la guerra, para esto están los gobiernos,para impedirla locura de los pueblos. Recuerde V. E.lo que hizo Thiers cuando los franceses gritaban : ¡A Berlín! demostrarles que la guerra sería un desastre. Y ahí se ha capturado un buque en alta mar, se hafusi-

160 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAlado españoles y extranjeros, sin esperar á conocer elespíritu del gobierno central, que preveía grandes ca-tástrofes, y ahora se quiere cometerla última demenciadesobedeciendo al gobierno nacional. Todos los argu-mentos de los Estados Unidos consisten en decir queEspaña no manda en Cuba, y van ahora á confirmar eseargumento. No se puede discutir un acto del gobierno.Hay que obedecerle. Influyase en la opinión; tomán-dose las debidas precauciones, entregúese el Virginiusy la tripulación superviviente, de la manera que menospueda herir el sentimiento público, pero entregúese sindilación ni excusa. El mayor servicio que quede pres-tarse á la patria, es obedecerla ciegamente. No men-cione V. E. la dimisión mientras no estén cumplidaslas órdenes del gobierno. Cúmplalas con rigorismo militar. Y no se vuelva á hablar de Bayona : allí huboreyes traidores que vendieron la patria al extranjero ;aquí hay patriotas que quieren salvarla de las locurasde ahí, avivadas por una incomprensible debilidad ».Esto fué en 1873. Cuan distinto veinticinco años des-pués el criterio de un gobierno de hombres útiles quellevó al país á la derrota, al vencimiento y á la mutila-ción, del criterio de aquel « poeta » que libró á Españade un peligro seguro y supo ser en sus obras y en sussueños el primer patriota, el primer español de su tiempoel más español de los españoles. Porque desde su Pat-mos, desde su Guernesey, desde su nube, desde sutrípole, sabía ser certero en su vistazo aquilino. No eratan iluso cuando dio su flecha tantas veces en el blanco,cuando llegó bizarramente á la primera magistraturadel Estado, y cuando ya en su vejez, al ver con desilu-sión que su república cuasi platónica no correspondía ásu himno incesante, se retiró de la lucha, no sin antesdeclarar su invariable fe en el ideal por toda su exis-tencia perseguido y su ningún contacto con la monar-

CASTELAR 161quía. Jamás habló ala reina regente. Cuando murió suhermana, á quien él amaba tanto, la reina le envió supésame. En San Sebastián un día se encontró frente áfrente Su Genio con Su Majestad. Su Genio se quitó elsombrero y saludó. Hubo demócratas que murmuraron.¿Quiénes fueron esos hidalgos que por tan mal ladotomaban la democracia '? Aquel caballero creía en la ca-ballerosidad. Creía en la patria. Creía en Dios. En el liberal, en el hombre de « la fórmula del pro-greso » había un creyente. Jesucristo aparecía á susojos á través de sentimentales vitrauoo en que estabanrepresentados su España portadora de la cruz y su in-fancia doméstica : la buena madre, quien á la continuaes nombrada por él como origen de sus creencias reli-giosas. Cuando habla de asuntos de religión, su órganose desborda en los más augustos magníficat, ó en losmás profundos misereres. Sus conferencias sobre lacivilización en los cinco primeros siglos del cristianis-mo, su Redención del Esclavo, muchos de sus discur-sos, son la glorificación cristiana expresada por ince-santes fervientes ondas de vocablos, de frases, satura-dos de un cálido misticismo, de un misticismo español.Casto como era, se pensó alguna ocasión en que, cuandocansado de las fatigas de la vida civil, quisiera reco-gerse en el reposo de su espíritu, se ordenaría sacra-mentalmente. Y aun él mismo, al admirar un día ciertaantigua casulla de la catedral de Avila, dio á entendercon un decir, que no andaban muy en error los quetenían ese pensamiento. Un poeta de América publicóuna vez un futuro sermón de Castelar en San Pedro deRoma, que al Orador hizo amablemente sonreír. Nohace mucho tiempo su entrevista con el Sumo Pontíficeavivó la general curiosidad; y él propio confesó ser laconversación con el papa de hondo interés, pero queno estaba autorizado para publicar nada de ella hasta

162 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAdespués de la muerte de León XIII. Y él lia muertoantes, besando un crucifijo. El papa blanco lia podido'todavía autorizar que se hiciesen, á pesar de la liturgia,honras fúnebres á su interlocutor ilustre, en San F r a n -cisco el Grande, con todo y ser las honras el día de SanFernando. En la religiosidad de Castelar hay algo de profano-como en la religiosidad de Murillo. Sus pinturas délasgracias divinas son como las pinturas de aquel pintorcoloreadas de cierto sensualismo, que en este caso seagrava con la castidad sabida del imaginativo artíficede la palabra. Al pintar una virgen se nota en su verbacierta complacencia humana, y sus ángeles imaginados-en la gloria ó juzgados en los cuadros de los museos,,semejantes á esos ángeles voluptuosos que animaraGoya en sus frescos de San Antonio de la Florida, nosparecen mujeres hechiceras, tan carnales como espiri •tuales. La castidad de Castelar, bien sabida y explotada,por los bufones de copla y lápiz en las enemistades de-la política, fué uno de esos casos de absorción cerebralen que todas las facultades humanas se condensan en la.obra del pensamiento; casos como el de Juan el delApocalipsis, que Hugo ha rememorado en página queno perece. ¿ Qué unión, _ qué matrimonio no habríapodido efectuar este dueño de la fama? Célibe y casta-vivió, célibe y casto murió. Y aquí es de recordar al pasoal hombre privado./Supo pasar buenos años hermosa-mente, como debe vivir antes que nadie, todo artistagrandezas, sin saber que aquel hombre vivió siemprede su trabajo apenas ayudado por la fraternal simpatíade señalados amigos; y que si se regalaba con ciertoslujos, no cabía en ello vanidad ninguna, sino la com-prensión de la estética de la existencia, la cual tieneobligación de procurar quien como él poseía como

CASTELAR 163adorador y sacerdote d é l a belleza, el don incomparabledel gusto. Los que fuimos favorecidos con la invitacióná su mesa, sabemos lo que Luculo comía en casa deCaslelar. Tenía en esto, como en otras cosas, una cua-lidad eclesiástica. Comía con el gusto de un monsignory con el apetito de un aba-d. Tenía la amable costumbreque Quincey nos revela de Kant; siempre había invita-dos á su mesa, y, siguiendo la regla de lord Chesterfield,el número de los que se sentaban, él comprendido, noera nunca inferior al délas Gracias ni superior al délasMusas. Y el mejor condimento era su charla monopoli-zadora del tiempo, á la cual ayudaba su memoria únicacon el más copioso anecdotario que sea posible imaginar.Después en su salón, al conversar, según fueren losasuntos, se dejaba llevar de su fuga tribunicia, y sus pala-bras se convertían en párrafos de verdaderos dis-cursos ; y su vibración era contagiosa, y él se trasladabaen un salto invisible, fuera del momentOy£uéntase queun día acontecíale encontrarse en molestos apuros dedinero. Era en invierno y la chimenea estaba encendida,como su conversación, sobre un asunto político, delantede varios íntimos. Llega una carta de América, conuna letra por mil duros. G rata sorpresa que interrumpeun instante su hablar. Pero continúa, con carta y letraen la mano ; el discurso, á poco, se precipita, y con unafrase rotunda y un gesto supremo, carta y letra hechosnerviosamente una pelota, ya están ardiendo en la chi-menea*Otra vez, hizo aguardar largas horas á un perso-naje político, cuya presencia en la antesala se leanunciaba repetidas veces, porque le tenía asidos lenguay pensamiento una disertación sobre Botticelli y losprimitivos. Y de la casa en que aquel obrero tenía elobrador mental puesto para servicio de tantos diariosy revistas del globo, salía mucho bien, mucho favorpersonal, mucho consuelo álospequeños, apoyo intelec

16i ESI5AÑ'A CONTEMPORANEAtualá quien lo necesitaba, consejo ó aplauso, y la ayudaeficaz al pobre que le pedía, pues entre los humildescomo entre los grandes, entre las palmas y lauros sobrelas cuales sobresalía su calva cabeza pensadora, res-plandecía la virtud moral de aquel hombre sencillo, deaquel corazón bueno. Por eso su muerte ha causado un doloroso estremeci-miento en España entera, paralelo al estremecimientosimpático del mundo. Había ido Castelar á buscar vigorá la orilla del Mediterráneo, — el mar tantas vecescantado en sus hímnicas prosas; había ido después desu último esfuerzo en la arena política, cuando los repu-blicanos le rodeaban como al hombre fuerte de las pasa-das campañas, creyendo ver en él la salud de la patriahoy tan maltrecha y extenuada. Pero así estaba el tribuno,el que sufrió tanto con el gran desastre, y que sintiendollegar su última hora, comunicó en una carta á unaamiga extranjera : « Muero con la agonia de España. »Una tarde, á la orilla del mar, ve á unos pescadores yse acerca á ellos. Los peces que se asfixiaban saltandosobre la tierra, fueron para él triste impresión : « ¡ Siiré á morir como estos peces, faltos de oxígeno! » Y asímurió. Al día siguiente de la noticia, mientras el pue-blo de Madrid comentaba ya la actitud de un ministroincorrecto y falto de seso, cerca de la Puerta del Soltuve una sensación que jamás se borrará de mi memoria.Un ciego, de esos que aquí andan por las calles pidiendolimosna, improvisando coplas de actualidad al son desus lamentables guitarras, cantaba en tono dolorosodelante de un círculo de transeúntes que aumentaba ácada paso. Por curiosidad me detuve, al oir en el cantoel nombre de Castelar. El pobre coplero del arroyo, enversos muy malos decía cosas sentidas y húmedas dellanto sincero; y aun no sé qué arte singular hacíacoincidir su pena con el decir ingenuo, el acompañar de

CASTELAR 165las cuerdas afónicas de aquel instrumento imposible.Cuando volví la vista, las mujeres lloraban; los obrerostenían las caras serias y tristes. Y la maligna políticaapareció, con el instinto popular que sabe soltar suavispa certera para que pique en donde se debe, conestrofas como ésta que recuerdo :Don Emilio Castelar,Que toda Europa conoce,Quiso Dios que se murieraAntes que abrieran las Cortes... En la Puerta del Sol, en los cafés, en las calles todas,el rumor se acentuaba contra el gobierno y en especialcontra el ministro de la guerra, general Polavieja. Seacababa de publicar un decreto absurdo eiyjue se leía:« Resultando : que D. Emilio Castelar ha muerto enhonrada pobreza ; —Artículo Io, los gastos que ocasionesu enterramiento y honras fúnebres, serán de cuenta delEstado. » Así, frío como un compromiso, duro como unalimosna. ¡Y esto en el país de las prosopopeyas y fór-mulas, en la tierra de « Beso á usted la mano » y dondepara nombrar á un ministro con sus títulos, se llena unmedio pliego ! Elpueblo irritado no contenía sus censu-ras. ¡En aquellos momentos, las Cámaras italianas yportuguesas enviaban su pésame á ese mismo gobiernomezquino; el senado de la República Argentina se poníade pie; el autocrítico gobierno ruso manifestaba supesar; el Instituto de Francia lamentaba á su ilustremiembro; la prensa de la tierra se enlutaba, el pensa-miento universal estaba de duelo! Después se supo queCastelar no tendría honores militares ; que se había pro-hibido á los artilleros reunirse para tributar homenajesal organizador del cuerpo de artillería, al antiguo presi-dente que tanto hizo por el ejército; después, que seautorizaba á los generales qne quisiesen concurrir, para

166 ESPAÑA CONTEMPORÁNEA que lo hiciesen con traje de diario y con banda. La prensa cumplió con su deber. Se habló claro ; se dijeron verdades al rojo blanco. Entretanto, el cadáver de Castelar llega á Madrid en doloroso triunfo; y se depo- sita en el palacio del Congreso. Allí desfiló el pueblo, en homenaje último al gran pastor de multitudes ; por allí pasó, entre tantas gentes, el ciego que yo oí cantar y de cuya visita al cadáver habló El Liberal. Pues le pregun- taron al verle con su guitarra bajo el brazo, con sus ojos sin sol : « ¿ Para qué vienes, si no has de verle ? » Y élcontestó : « ¡ Por mí le verá mi lazarillo! » ¿ Y el obrero humildísimo que llegó con su hijita de luto, la cual llevaba un pequeño ramo de flores, y pidió permiso para ponerlo sobre el féretro, entre tanta monumental corona? Y llegiy^^nJjjer^o^Fluía en el ambiente de la tardela dulzura de un cielo de acuarela. Madrid se desbor-daba como un hirviente vaso. Suspendida la circula-ción por las calles que debía recorrer el fúnebre cor-tejo, la concurrencia se aglomeraba, los balcones setupían. La calle de Alcalá, la Puerta del Sol, Ja calleMayor estaban inundadas por el río humano. Desdetemprano se esperó por largas horas. Por fin aparecióá lo lejos el pelotón azul de la guardia civil de ácaballo. Se abre calle entre el espeso gentío, y co-mienza el desfile. Van, precediendo, las profusas coro-n a s ; se destaca la del Liberal, enorme y negra, sobreun fondo de seda blanco; van los recogidos del hospi-cio y del asilo de San Bernardino; los grupos de variasasociaciones; los comerciantes, numerosos; la Acade-mia de la Historia, el Ateneo, el Círculo de BellasArtes; ahí distingo á Niíñez de Arce, pálido y comonervioso; ahí va la barbilla canosa de Zapata, junto almúsico Bretón; allí Echegaray, con su aire enfermizoy gastado. Ahí el todo Madrid de la celebridad: perio-distas, arstistas, sabios, académicos. Y el clero, de

CASTELAR 167 sobrepelliz, anunciado por la manga de la parroquia, •embudo negro y-oro. Y ahí va Castelar muerto, en su carroza severa. Todo el mundo se descubre, todo el mundo le da su último saludo. Sobre el féretro no se ve más que un aislado ramito de flores... ¡es el ramifo de la niña del obrero! La guardia de honor sigue, de soldados de la Civil. De pronto se oye entre la muche- dumbre : «¡Bravo! ¡bien!» Son los militares que vienen, á pesar de la mezquindad ministerial. ¡Bravo! ¡Bien! Es el penacho blanco de Martínez Campos, el último gran guerrero, cpie asiste de toda gala; es Weyler, que viene sin penacho, pero acorazado el pecho de condecoraciones y medallas, Weyler, de fama te- rrible, pero que hoy se conquista por un momento las simpatías, pequeño, acerado, ceñudo, apretada y reve- ladora la saliente mandíbula. ¡Bien! ¡Bravo! son los penachos, son los entorchados, son los uniformes de otros tantos generales, de innumerables jefes y oficiales que honran á Castelar á pesar de todo; es la comisión del cuerpo de artilleros, que lleva su ofrenda. ¡Bien ! ¡Bravo! Es España la antigua que aplaude á las espa- das que no han echado en olvido la hidalguía. ¡ Viva España! Y pasan más comisiones y los diplomáticos, llenos de oro, entre los cuales resaltan el nuncio y el embajador de China, vestido deseda^ con su botón de cristal y su^pTúirlade pavón. Y luego la presidencia del consejo*de minisTfos, y l a guardia civil que cierra la procesión, y detrás aun más gente, y más gente. Y el murmullo general se acentúa contra quienes no han sabido honrar la memoria del más grande de los españoles de su época, á quien sus mismos enemigos tienen una palmaque ofrecer cuando va camino de la eternidad, á quien no ha habido una sola lengua española que no-hayaconsagrado una palabra de admiración, como al hijo

168 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAque mejor supo sobre la faz del universo, honrar á sumadre la patria. Y quienes han herido á esa amadapatria con rencores inauditos ante el cadáver de aquelque supo combatirles frente a frente en su vida glo-riosa y nobilísima, son los mismos que han contribuidoala desgracia nacional por degenerados ó débiles, óciegos instrumentos de errores y desidias; son los quehan vuelto de la derrota con pasmosa frescura y áquienes una voz harto elocuente en el Congreso, con-deno á ser ahorcados con los fajines de sus uniformes...Milüaribus curis et severitate morum... ¿ N o era Cas-telar tan gran admirador de Tácito ? Siendo la oratoria casi un arte teatral y basado demanera principal en dotes físicas que el tiempo vaaminorando poco á poco, el Castelar de los últimos añosno era sino el reflejo del de las pasadas victorias. Decíaél mismo en un discurso, no hace mucho tiempo :« Por esto los oradores se acaban, por la misma razónque se acaban, cuando no hay guerra, los héroes. Poresto nuestra imaginación se amortigua, nuestro enten-dimiento se atrofia, las en otros tiempos armoniosascuerdas vocales marran, el estro lírico plega sus alas,el acento conmovedor concluye; pues, implacables, lasociedad y la naturaleza destrozan en sus inmensas ycomplicadas máquinas á todos aquellos seres que yano les sirven para cosa ninguna, y que no han de cum-plir fin alguno en el plan histórico d é l a Providencia. »Pero desde los umbrales de la ciudad obscura podía élvolverse y contemplar la obra que queda fuera deaquella que tenía la vida de un eco, basada de maneraexclusiva en lo sonoro de su perorar, en lo arrebata-dor de sus actitudes ó en la cascada de sus alientos;es una serie de edificios de maravillosas arquitecturasconstruidos en su república, sobre sólidos terrenos ósobre montones de arena movediza, ó apoyados ape-

CASTELAR 169ñas en el aire en que flotaban los colores y las líneasde su fantasía; ó paisajes, frescos cíclicos délas luchasde pueblos y gobiernos, de ideas y de hombres en elcontinente europeo, en América, en Asia, en África;ó cinceladas alhambras, kioscos de capricho, ó precio-sas loggias que improvisaba por deleite de a r t e ; ó lanovela que le resulta vasto poema en prosa; ó la historiaque le resulta himno multiplicado, ó la semblanza depersonaje o boceto de idea que le resulta oda fasci-nante; ó el gran poema en estrofas de prosa, á ondasó á bloques, métrica ciclópea; ó la villa de mármol yde riquezas antiguas que labra con sus recuerdos deItalia, ó el monumento, de mármol también, á Byron,y cien estatuas, y mil bustos, y un millón de camafeos,todos al amor de un jardín singular en donde mueve elviento armoniosos laureles griegos y robustas encinasromanas. Y aquel idealista, aquel optimista, no ha par-tido contemplando sobre el mundo nubes de color derosa que presagien un día de dicha y de tranquilidad,antes bien muy negros, muy amenazadores nubarrones,mientras se reúnen y deliberan los congregados de lapaz en La Haya. Su último artículo que ha publicadoel Temps hace ver á Francia poco favorable á un olvi-do de sus rencores con Alemania; á Alemania, másmilitarizada cadadia, sin permitir el menor menoscaboen su preponderancia; á Inglaterra y á los EstadosUnidos en un acuerdo tácito para imponer en el globola hegemonía de los países de lengua inglesa. Y con-cluye : « El descontento del gobierno italiano producidorecientemente á consecuencia de sus fracasos diplomá-ticos en la cuestión de China: las dificultades suscitadasentre Francia é Inglaterra por el Sudán y el Nilo; elaumento de la escuadra inglesa, que ha necesitado unasuspensión de la amortización y un déficit de impor-tancia; el cambio de América que ha modificado su 10

'170 ESPAÑA CONTEMPORÁNEA temperamento industrial y trabajador para marchar á la guerra y á la conquista; el reparto de la China, deseado por universales ambiciones; los progresos del ferrocarril ruso en la Mongolia; los conflictos del Transvaal entre la presidencia de Krúger y la dicta- dura del desequilibrado Napoleón del Cabo; las ame- nazas contra Portugal y sus colonias; los temores y los espantos, tan fundados como legítimos, de nuestra desgraciada España; la rivalidad de Turquía y de Gre- cia, de Francia y de Prusia, de Rusia é Inglaterra; los motines en Austria; el movimiento interior que reclama y pide una Alemania más considerable y numerosa •que la Alemania actual; los gérmenes de desacuerdo entre las primeras potencias por consecuencia de las extensiones territoriales de sus. colonias. Todas esta cosas dicen que después de la Exposición de 1900 no tendremos una hora de paz, y elementos de g u e r r aestarán diseminados y extendidos por todas partes. » Ya l finalizar bendice, á pesar de todo, el congreso de la paz. En la única, en la eterna, en la que todo entra, en lainfinita, ha penetrado/el^prodigioso príncipe de la elo-cuencia castellana3, el estupendo artista de Ta idea escrita,el precücluioT'de la libertad. El « canario » deTaine ha volado como un águila. ¿ En qué roca celeste se deten-drá, para que su alma diamantina y pura, en la libertad de la muerto tome un rumbo nuevo, bajo el viento dede Dios? España lejayantará un monumento de már-mol y de bronce; su nombre irá resonante por el\"Tiempo \"como un orbe de oro. Un tiempo quizá llegueen que su espíritu se regocije, desde la sombra de sumisterio, al ver florecido en una inesperada primaverasu ideal. Figuraos una ciudad, Walhalla ó Jerusalén delas almas soberanas que giraron por la tierra, actual-mente cumpliendo con su misión semidivina, ciudad de

CASTELAR 17fliéroes, de artistas, de santos, de sabios y de poetas, losgenios de la fuerza, los genios de la belleza, los geniosdel carácter y del corazón, los genios de la voluntad.En un aire de luz cruzarán las ondas de los pensamien-tos como en una electricidad suprema. La personalidadque subsiste no obstará á una comunidad de gloriaambiente. Pues bien, yo me imagino á nuestro buenoy grande Castelar en el coro magno de esos inmortalessintiendo en un instante del futuro como una voz que leda al oírla un nuevo esplendor, una inesperada voz dela tierra que llega á conmoverle á lo infinito. Serácuando España baya vuelto á alzar la cabeza como endías antiguos, poseída del orguullo de su fuerza nueva,de las palpitaciones de su nueva sangre. Junto á losboscajes de ensueño de esa sublime ciudad, Jerusalénó Walhalla, los pensadores y los soñadores siguen enprogresiva ascensión, construyendo las fábricas de suscálculos, los palacios de sus fantasías. Me imagino, enesa hora del Señor, que el lírico tribuno sonríe al escu-char en lo eterno, del lado de la tierra, del lado de lascolumnas de Hércules, algo semejante á una salutacióny á un trueno : un rugido. i ' L A T Ó N — ¿Qué es eso? CASTILLA» — ¡Es mi León!

LA FIESTA DE VELÁZQUEZ 13 de junio de 1809. Floja, muy flojamente se han celebrado las fiestasdel « pintor de los reyes y rey de los pintores ». Guandoel centenario de Calderón, hubo inusitadas pompas yagitaciones académicas que hicieron murmurar á Ver-laine en un soneto. Es verdad que la España de entoncesno estaba en la situación actual; pero, con todo, áEspaña no le han faltado nunca ganas y dinero paradivertirse; y don Diego de Silva Velázquez bien valíauna verbena. Por Rembrandt acaba de hacer relucirtodas sus alegrías Holanda, presididas las fiestas porla « naranjita » real a croquer, Guillermina. Aquí elgobierno ha hecho poca cosa, y el entusiasmo de losartistas no ha podido suplir todo. Inauguración de laSala Velázquez en el museo del Prado; recepción enpalacio, inauguración de la estatua obra de Marinas;y se acabó. Tiempo hubo de sobra para realizar algodigno de la ilustre memoria, y con un poco de buenavoluntad se hubiese rendido el tributo justo á quiencon Cervantes lleva el nombre de España á lo más altode la gloria universal. Inglaterra envió á sir EdwardJ. Poynter, Francia á Carolus Duran y á Jean PaulLaurens, — todos caballeros cubiertos delante deVelázquez. — Todos tres, el día en que se descubrió la

LA FIESTA DE VELÁZQUEZ 173estatua, saludaron al maestro antiguo y al arte que unelos espíritus de todos los climas y razas en la mismaluz y adoración imperiosa. En la Sala de Velázquez seha reunido todo lo suyo existente en el museo; y alcuadro de Las Meninas se le ha colocado de maneraque triplícala ilusión. ¡Famoso empeño, descubrir á estas horas al granpintor! No es mi intención haceros un largo capítulo enque no hallaríais nada nuevo; antes bien y á muchoandar, algún extracto de lo que con mayor prolijidad ycompetencia podéis aprovechar en Justi ó en Stirling,en Madrazo ó en Lefort, en Curtís ó en Michel ó en lareciente obra monumental que ha dado al públicoBeruete con prólogo de Bonnat. Pero mi buena suerteha hecho llegar á mis manos un libro casi descono-cido, que no se ha puesto á la venta, á pesar de estarimpreso desde 1885; me refiero á los Anales de la viday obras de Liego de Silva Velázquez, escrito con ayudade nuevos documentos p o r G. Cruzada Villaamil. Ma-drid, librería de Miguel Guijarro. Y de este libro, sí,os diré algo, aprovechando la ocasión. El año de 1869,el autor, por cargo oficial que á la sazón desempeñaba,tuvo oportunidad de registrar el archivo del palacioreal de Madrid, y entre papeles ó inventarios deltiempo de Felipe IV y, su hijo, encontró gran númerode documentos de alto interés, referentes á Velázquez.No dejó de observar que otra mano había andado porahí antes que la suya, la cual mano extrajo buena can-tidad de papeles valiosísimos. En posesión de esosdocumentos, y los que luego consiguió en Simancas yen el archivo histórico nacional, nutrido de buenaaunque escasa bibliografía velazquina, y armado de suexperiencia de crítico de arte, el señor Cruzada Villaa-mil dio comienzo y fin á su obra, que dedicó al rey donAlfonso XII, por haber este monarca apoyado su 10.

174 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAempresa. Muertos ya clon Alfonso y el autor, se olió finá la impresión del libro, y, creo que por causas de tes-tamentaria, ú otro motivo judicial, es el caso que lospliegos, todavía sin encuadernar, yacen en su depósito.De esos pliegos sueltos es el ejemplar que está en mipoder, el cual debo á la amabilidad de un distinguidocaballero de la corte. En estos Anales se nos presenta á Velázquez, en suvida y en sus obras, sencilla y claramente, al paso delos días. Es un arsenal precioso para el Taino ó e l R u s -kin demás tarde. El Sr. Cruzada Villaamil escribía sindificultad y sin estilo, ó más bien, su prosa es de esaprosa académica que por tan largo tiempo lia subsis-tido entre estos escritores, á largas circunvolucionesde períodos, cansadora, monótona, pesada. Pero lacarta, la anécdota, el documento, interesan y atraen.Comienza la obra con una exposición del estado de lapintura en el reinado de los Felipe II y III, y resaltanlas figuras del « divino » Morales, el mudo Navarrete,Sánchez Coello el portugués, Carvajal Barroso y Pan-toja, — mientras en Italia se alza la soberana personadel viejo Ticiano, quien no dejó de ser aprovechado porel Segundo Felipe y pintó para el Escorial El Mar lirio-de San Lorenzo y la Sania- Cena. Felipe III no impulsatanto el arte, aunque artistas italianos que residían enEspaña prosiguiesen en su labor continua, liste períodotiene no obstante de notable la llegada de Rubens,enviado por el duque de Mantua á Valladolid. Cu-riosa es la nomenclatura de los regalos que traía elflamenco : « para Su Majestad una hermosa carrozatallada — que el Sr. Villaamil cree sea la que hoy seconoce en las reales caballerizas como el coche ele doñaJuana la loca, — con sus caballos; doce arcabuces, deellos seis de ballena y seis rayados; y un vaso de cris-tal de roca lleno de perfumes. Para la condesa de Lemus,

LA FIESTA DE VELÁZQL'EZuna cruz y dos candelabros de cristal de roca. Para elsecretario Pedro Franqueza, dos vasos de cristal deroca y un juego entero de colgaduras de damasco confrontales de tisú de oro. Veinticuatro retratos de empe-ratrices para don Rodrigo Calderón, y para el duque deLerma un vaso de plata de grandes dimensiones, concolores, dos vasos de oro y gran número de pinturas,que consistían en copias, mandadas sacar en Roma alpintor Pedro Facchetti, de los cuadros más preciados-de aquel tiempo. » La opinión que Rubens tuviera delos pintores españoles en tal momento es digna denotarse. El escribía al secretario del duque de Mantua,.Iberti, que el duque de Lerma « quiere que en unmomento pintemos muchos cuadros, con ayuda depintores españoles. Secundare sus deseos, pero no losapruebo, considerando el poco tiempo de que podemosdisponer, unido á la miserable insuficiencia y negli-gencia de estos pintores, y de su manera — á la queDios me libre de parecerme en nada — absolutamentedistinta de la mía ». Y en otra p a r t e : « El duque deLerma no es del todo ignorante de las cosas buenas;por cuya razón se deleita en la costumbre que tiene dever todos los días cuadros admirables en palacio y enel Escorial, ya de Ticiano, ya de Rafael, ya de otros.Estoy sorprendido de la calidad y de la cantidad deestos cuadros, pero modernos no hay ninguno quevalga. » Rubens partió,y acaeció el incendio del Pardo,en donde se perdieron tesoros pictóricos. Así el reinode Felipe III concluye para la vida artística. Felipe IV fué el rey artista : escritor, pintor, actor,algo tenía entre las paredes del cerebro de lo que hoyanima las aficiones y bizarría de Guillermo de Alema-nia. Los pintores, tanto como los poetas, fueron pro-tegidos, y entre todos, el fuerte A7elázquez no cesa ensu labor. Los retratos se multiplican, y son sus mode-

176 ESPAÑ A CONTEMPORÁNEAlos desde las princesas hasta los bufones y los perros.No dejóla malquerencia de visarle, la envidia de mor-derle. El monarca, no obstante, le sostuvo en su favor.Lo cual regocijaba al buen Francisco Pacheco queviera los comienzos de su amado don Diego, allá ensu obrador de Sevilla. Es de interés la descripción dela casa de Pacheco en donde se reunían escritores,poetas, artistas de toda especie, á charlar y discu-rrir ; no faltó á tales reuniones cierto manco quecreara cierta novela inmortal. Tanto quiso Pacheco á don Diego, que le dio suhija por mujer. « Después de cinco años de educacióny enseñanza, le casé con mi hija, movido de su virtud,limpieza y buenos portes, y de las esperanzas de sunatural y grande ingenio. » « Y porque es mayor lahonra de maestro que la de suegro, ha sido justo estor-bar el atrevimiento de alguno que se quería atribuiresta gloria quitándome la corona de mis postrerosaños. » Página misteriosa es la de los amores deVelázquez. Quizá su matrimonio fué hechura exclusivade su maestro, sin que la pasión tuviera la menorparte, influido por Tristán y por lo tanto por el Greco,afianzóse el artista en su vigor de colorido, al brillode la gloriosa luz veneciana. Es en 1622. Velázquez vaá visitar el Escorial, y para ello parte para la corte conbuenas recomendaciones y con el encargo de hacer elretrato de Góngora. Con buen viento llega, y le reci-ben sus paisanos los andaluces, entre los cuales estabala alta influencia del conde-duque de Olivares. De allíá poco, hace el retrato del rey. En este orden siguenlos años que duró la vida del pintor, con gran copiade documentos, con cartas curiosas; con papeles enlos cuales se ve que no era muy envidiable el puesto deVelázquez en palacio, á pesar de todo lo que entoncesera considerado como una honra. Al artista se le con-

LA FIESTA DE V ELÁZQUEZ 177cedió la comida palaciega en esta forma: « DiegoVelázquez, mi pintor de cámara, he hecho merced deque se le dé por la despensa de mi casa una racióncada día en especie como la que tienen los barberos demi cámara, en consideración de que se le debe hastahoy de las obras de su oficio que ha hecho para mi ser-vicio ; y de todas las que adelante mandare que haga,haréis que se note así en los libros de la casa. (Hayuna rúbrica del rey.) En Madrid, á 1.8 de septiembrede 1628. — Al conde los Arcos, en Bureo. » Como ésa hay otras tantas llamativas notas en elgrueso volumen del Sr. Villaamil; y en cuanto á laparte de la obra artística, análisis de los cuadros,legitimidad de algunos dudosos, y otros puntos deesta especie, dicho libro es de aquellos que no debenfaltar en la biblioteca de un museo, ó de un artistaestudioso; y es una lástima que no se ponga á la venta,por las razones que dejo expuestas anteriormente. Quise hablar con sir Edwarcl J. Poynter, pero nome fué posible encontrarle. En cambio, puedo t r a n s -mitir mis impresiones de una entrevista con Jean PaulLaurens y Carolus Duran. Son dos tipos completa-mente opuestos. Laurens es el hombre de labor, elartista austero y consagrado á su ideal de una maneratiránica. Duran es el elegante pintor de los salones,el retratista de las princesas de la aristocracia y de lasprincesas plutocráticas de los Estados Unidos... Nohay que negar su habilidad suma, sus dotes de ejecu-ción, su colorido, su dibujo, las condiciones todas quele han llevado á la presidencia de la Societad de Artis-tas Franceses, y á la fama universal y á la fortuna.Han pasado escuelas modernísimas y tentativas variasdelante de su inconmovible invariabilidad. Carolus

178 ESPAÑA CONTEMPORÁNEA Duran lia sonreído de todo, y, comprendiendo su tiempo, sigue la corriente. Su cabeza es la hermosísima cabeza de un Lohengrin adonjuanado ; el cuerpo, elegante, á pesar de laimposición del vientre en lucha con la gimnasia y con la esgrima. La melena y la soberbia barba, nevadas de días y noches de buena vida; el ojo perspicaz y volup- tuoso, como la boca; el gesto principesco. Carolus Duran, munido desu indispensabley parisiensísi.mapo.se, es un hombre encantador. Me habló de Velázquez, dela pintura española ; todo esto en español, pues lo hablacorrectamente, aunque de cuando en cuando le falta elvocablo. Le hablé de Buenos Aires. « Buenos Aires... »Conoce poco. Lo que él conoce es Nueva York. ¡ Yalo creo!... No obstante, sabía que en Buenos Airesestá la Diana de Falguiére y que la ciudad tiene cercade un millón de habitantes. Nuestros ricos sudamerica-nos, decididamente, debían acordarse algo más de quees preciso tener un retrato de Carolus Duran. Jean Paul Laurens parece al pronto un hombre secoy hasta adusto. Y debe tener may temerosa idea delos periodistas, pues antes de serle presentado porRuíz Guerrero, apenas me contestaba una que otrapalabra. Luego, — fué en el Círculo de Bellas Artes, —se abrió, en la más grata franqueza, sonriendo ama-blemente su dura cabeza de apóstol. Me habló tambiéndel arfe español y de Velázquez, y me hizo un curioso-croquis verbal de su compañero y amigo CarolusDuran, con quien había estado en oposición, « perosiempre en la nobleza y altitud del arfe ». « BuenosAires. Sí. ¿Conoce usted á Sívori ? Me ahí uno que tienealgo dentro de la cabeza. Pero, pauvre gargón! ¿ q u éhace por allá? Lá-bas es imposible todavía hacer arfe.¿ lis usted amigo suyo ? Dígale que no haga pintura paracocineras. Hay que hacer arte por dentro, para uno

LA FIESTA DE VELÁZQUEZ 179mismo, en la independencia del provecho y de lamoda.En América no se entiende de ese modo, ¿no esasí'? Mucho industrialismo artístico; y así se pierdenlos talentos y las disposiciones que da la naturaleza.Dígale usted á Sívorique dice su maestro Laurens quehaga arte por dentro, y que no se cuide de cuadrospara la cocina. » Traduzco al pie de la letra, hasta dónde puede per-mitirlo el vuelo de la conversación. Volví á verle. El Círculo de Bellas Artes dio una fiesta íntima, pordecir así, á los artistas extranjeros. Almorzamos bajo un toldo, al amor de altos árboles,en el jardín del círculo, casi deshecho hacía pocos díaspor el más formidable de los pedriscos de que haymemoria en Madrid. Los vinos españoles animaron lafiesta, y se comió al aire libre, al son de una orquestade guitarras. Jean Paul Laurens sonreía en su grave-dad bajo sus espejuelos; Carolus Duran llevaba elcompás de los tangos y de las seguidillas y sevillanas.Cuando el poeta Manuel del Palacio ofreció la fiesta, yase oía por allí el ruido de las castañuelas de las bai-laoras. Habló Duran, en español; brindó Laurens, queestrechó la mano al joven Marinas, el de la estatua.« ¡ Yo me complazco en descubrirle! » dijo. En uninstante, tras el champaña, ya estaba la tarima puestapara la pareja del baile. Eran dos muchachas; la ves-tida de hombre, con el ceñido incitante calipigio, mo-rena; la otra blanca, con admirables ojos y cabellosobscuros. Bailaron; pero antes de que comenzasenellas al grifo de las guitarras, Carolus Duran se pusoá esbozar unas sevillanas, con levantamiento de piernay meneo de caderas que no había más que pedir. Pri-m e r o , todos nos quedamos abasurdidos, como diríaRoberto Payró ; pero después, no pudimos menos de

180 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAdecir: ¡ole! Jean Paul Laurens sonreía. Sir Poynter noestaba en la fiesta. Si llega á estar, nadie le quita desus británicos labios un irremediable shoking ! Bailó, pues, la pareja de danzantes de oficio ; mashabía una nota de color que ya había llamado la aten-ción de los extranjeros: una familia de gitanos. Elviejo, bien preparado, con disfraz de guardarropía,modelo de Doré, para no dejar perder la influencia del« color local », ostentaba desde el calañés hasta la fajaimposible y la chaquetilla fabulosa, y el bastón deenorme cositera. La vieja gitana, de ojos de cuentasnegras ; y las gitanillas, tan cervantinas como antaño,una de doce, una de quince, otra de veinte años. Cuandola pareja de baile cesó, llegaron los gitanos. Bailarontodas las hembras, pero las dos menores se llevaronla palma. Sobre todo la más chica, que bailaba, segúnel decir de Carolus Duran, « como una princesita rusa».Bailaba en efecto maravillosamente. Era el son uno deesos fandangos en que se va deslizando el cuerpo congarbo natural y fiereza de ademán que nada igualan,en una sucesión de cortos saltos y repique de pies, entanto que la cara dice por la luz de los ojos salvajes, milcosas extrañas, y las manos hacen misteriosas señas, como de amenaza, como de conjuro, como de llama- miento, como en una labor aérea y mágica. Todo en untorbellino de sensualidad cálida y vibrante que conta- gia y entusiasma, hasta concluir en un punto final que deja al cuerpo en posición estatuaria y fija, mientras las cuerdas cortan su último clamor en un espasmo violento. Después fué otra danza en que la zingarita triunfó de nuevo. Ágil, viva, una paloma cpie fuera una ardilla, moviendo busto y caderas, entornando los pár- pados no sin dejar pasar la salvaje luz negra do sus ojos en que brillaba una primitiva chispa atávica, se ¿ejaba mecer y sacudir por el ritmo de la música, y

LA FIESTA DE VELÁZQUEZ 181dibujaba, esculpía en el aire armonioso un poemaardiente y cantaridado al par que traía á la imaginaciónun reino de pasada y luminosa poesía. Entonces se dabauno cuenta del valor de sus trajes abigarrados, susrojos, sus ocres, sus garfios de cabello por las sienes,sus caras de bronce, sus pupilas de negros brillantesSonreían como si embrujasen ; sus dedos sonaban comocastañuelas. Carolus Duran puso dentro del corpino de la gita-nilla un luis de oro. 11

LA CUESTIÓN DE LA REVISTA. — LA CARICATURA. Junio 24 de 1899. En España, como entre nosotros — ¡ es un tristeconsuelo! — no se ha llegado todavía á resolver elproblema de la revista. Es singular el caso que aquí,,en donde se ha contado con elementos á propósito desdehace largo tiempo, acaezca á este respecto lo propioque en nuestros países de progreso reciente. Españano cuenta en la actualidad con una sola revista quepueda ponerse en el grupo de los « grandes perió-dicos » del mundo; no existe lo que llamaremos la revistainstitución, — « Revue des Deux Mondes », « NuovaAntología », « Blackwood's » ó « North AmericanRevue. » La « España moderna », que podría ocuparel puesto principal, se sostiene gracias al cuidado yentusiasmo de su propietario el Sr. Lázaro. No faltanlos escritores de revistas, y la prueba es que las revistasextranjeras tienen colaboradores españoles de primerorden, — he encontrado principalmente á Ramón yCajal, el eminente sabio que acaba de partir á losEstados Unidos á dar conferencias, llamado por una delas mejores universidades; á Salillas, el antropólogo;,y á un escritor cuyo nombre en Europa, en el mundodel estudio, es bien conocido : Rafael Altamira, pro-fesor de la universiad de Oviedo.

LA CUESTIÓN DE LA REVISTA. — LA CARICATURA 183: ¿Cuál es la causa de que en España no prospere larevista? Primeramente, la general falta de cultura. EnInglaterra, ó en Francia, no hay casa decente en dondeno se encuentre una de esas publicaciones condensa-doras del pensamiento nacional y reflectoras de lasideas universales. Para el parisiense de cierta posición,de atmósfera, llamémosla así, « senatorial », burgués-de cualquier profesión elevada, propietario que se recetasus lecturas, ó buen varón de la nobleza, la « Revuedes Deux Mondes » es una costumbre, ó una necesidad.No hablaré además, de tales ó cuales revistas pertene-cientes á estas ó aquellas agrupaciones, políticas ó reli-giosas ; son legión. Albareda, que realizó aquí los esfuer-zos que en Buenos Aires los Sres. Quesada, tuvo que verla lamentable desaparición de su obra, y, si no ha acon-tecido lo mismo al Sr. Lázaro, es porque lucha brava-mente contra todo peligro. Las tentativas han sidomuchas desde hace largos años, en este siglo, que-entre tantas peregrinas cosas, es el siglo de la revista..El « Teatro Crítico » del padre Feijoo, puede muy bienconsiderarse en el siglo x v m como una gran revistaespañola, en cierto sentido; en la centuria actual lacrítica de revista se cristaliza en « Fígaro », aunque seanmuy anteriores á los escritos de Larra algunas otras-publicaciones que se asemejan al tipo de la revista. Si no-tan antiguo como el francés, hubo en la corte españolaun viejo <( Mercurio ». Asimismo, otras publicacionesperiódicas y en forma de folleto que, á la manera del« Teatro Crítico » del padre Feijoo, eran redactadaspor un solo escritor. Entre las muchas revistas ó semi-revistas de aquel tiempo, he de citar, aunque sin ordencronológico, además del « Mercurio », « El Censor »,.« El Pensador matritense », « El Correo de los Ciegos »,/-« El Pobrecito Hablador » de Larra, el « Semanario;?pintoresco »,el «Museo pintoresco », la« Revista Espi^-j

184 ESrA.Ñ'A CONTEMPORÁNEAñ o l a » , la « Revista Mensajero », « El Laberinto » deAntonio Flores y Ferrer del Río, « La lectura paratodos », el « Periódico para todos », « El Museo Uni-versal », « La Illustración de Madrid », la Revista Espa-ñola de Ambos Mundos », la « Revista Ibérica », la« Revista Hispanoamericana », « La Abeja » de Barce-lona,» « LaRevista de Ciencias, Literatura y Arte » deSevilla, la « Minerva, ó el Revisor General », « El Cri-ticón » de Bartolomé Gallardo, la « Crónica Científicay Literaria », el « Almacén de Frutos literarios », la« Miscelánea », las « Cartas Españolas », la Lecturapara todos », la Revista de Madrid » y « El Europeo »de Aribau. Entre las que he citado, muchas han sidoilustraciones, magazines, del tipo de revista para fami-lias, variadas é ilustradas á la manera del antiguo« Magasin pittoresque », de París. Las hubo que teníanun carácter puramente literario y científico; algunas,como « La Abeja », se limitaron á ofrecer traduccionesde varios autores extranjeros, especialmente alemanes,y no pocas intentaron producir un movimiento intelec-tual elevando el nivel de cultura, sin conseguirlo pordesgracia. Las intimas revistas, puramente tales, en forma decuadernos, tipo « Revue des Deux Mondes », quelucharon con todo heroísmo, fueron la « Revista deEspaña « fundada por D. José Luis Albareda, y la« Revista Contemporánea ». La de Albareda contabacon colaboradores de primera línea, con las autoridadesde la época, como D. Manuel de la Revilla y D. JuanValera en lo referente á la crítica; pero poco á pocofué perdiendo su interés, disminuyó la colaboración, yel público, que no necesita mucho para proteger supereza cerebral, abandonó las subscripciones. La« Revista Contemporánea » fué creada por D. José delPerojo. Era una publicación más científica y filosófica

LA CUESTIÓN DE LA REVISTA. LA CARICATURA 185que de literatura y arte. Al lado de importantes tra-bajos españoles, se insertaban traducciones de autoresen boga. Allí se publicó la primera novela rusa quehaya aparecido en España, una de las mejores de Tour-guenieff: Humo, También la « Revista Contemporánea»fué paso á paso enflaqueciendo, por falta del apoyopúblico. Dirigióla por algún tiempo D. José de Cár-denas. Es seguro que el motivo del decaimiento estribóen lo que por lo general causa la muerte délas revistas.Los que las dirigen, por pobres tacaños, quieren henchirel cuaderno con trabajos que no les cuestan dinero, yrecurren á la falange de los grafómanos que hacen fluirgratis los productos de sus inagotables sacos; reúnensubscriptores entre sus amigos y conocidos, que porfin se cansan de la continua bazofia, y rompen, á vecescon la amistad, el recibo de la subscripción. Nada másgrotesco que el director de una publicación que cuentapara ella « con sus amigos ». La « Revista Contem-poránea » está dirigida hoy por D. Rafael AlvarezSereix, y está bastante mejor que en tiempo de Cár-denas ; pero según tengo entendido, se produce tam-bién por colaboración espontánea, sin redactores nicolaboradores fijos, interesados en su mantenimiento yprogreso. La « Revista Hispanoamericana » se fundó con muybuenos propósitos, pagaba con esplendidez los tra-bajos ; pero no supo el director conducirla, faltó buenaadministración en el sentido de la propaganda ; noencontró eco, por lo tanto, y murió no sin costarle ásu editor varios miles de duros. La « Revista Mensual »tuvo corta vida y estaba hecha á Vinstar de la « Revuegeneral » de Bruselas. « El Ateneo », con excelenteselementos, se fundó para publicar las conferencias,discursos, etc., dados en el Ateneo de Madrid. No inte-resó, á pesar de su material de importancia. « La Amé-

186 ESPAÑA CONTEMPORÁNEArica » de Eduardo Asquerino, con colaboración ameri-cana, en un inaudito caf'arnaum, plefórica, concluyóigualmente. La « España Moderna » comenzó con bríosy colaboración española escogidísima. Luego seaumentó con la « Revista Internacional » que dio áconocer á muchos autores extranjeros; pero la « RevistaInternacional » concluyó muy pronto, y la « EspañaModerna » como lo he manifestado ya, con una subs-cripción relativamente escasa, se sigue publicando gra-cias al loable desinterés de su director y dueño D. JoséLázaro. La « Revista crítica de Historia y Literaturaespañolas, portuguesas é hispanoamericanas », tuvoun brillante aparecimiento, con colaboración de primerorden, nacional y extranjera, en que resaltaban espe-cialistas tan eminentes como Menéndez Pelayo y Fari-nelli. Esta revista continúa, dirigida por D. RafaelAltamira; pero paréceme que lleva una vida lánguiday que no aparece con la regularidad que sería dedesearse. Ha habido algunas revistas interesantes, de ramosespeciales, y entre las de derecho y administraciónse distinguió una publicada por D. Emilio Reus, la«Revista de Legislación y Jurisprudencia ». Todas lascorporaciones científicas, de ingenieros, arquitectos,militares, etc., publican órganos especiales que, por logeneral, dan pobre idea de la cultura del elementooficial. Casi siempre, no se encuentran sino indigentesreflejos del saber fundamental de otras naciones.Exclusivamente de arte, ya sea á la manera de la« Gazette des Beaux Aris », ó á la manera del« Studio»,ó sus similares alemanes, no existe ninguna. Las revistas independientes, producidas por el movi-miento moderno, por las últimas ideas de arte y filo-sofía, y de las que no hay país civilizado que nocuente hoy con una, ó con varias, tuvo aquí su inicia-

LA CUESTIÓN DE LA REVISTA. LA CARICATURA 187ción con « Germinal », de filiación socialista, apoyadapor lo mejor del pensamiento joven. Murió de extre-mada vitalidad quizás... Demás decir que en Cataluña,sí, hay revistas plausibles, que, más ó menos, danmuestra de la fuerza regional, como « L'Avene »,«Catalunya», «Revista Literaria» y « La Renaixen-sa ». «Vida Nueva», con formato de diario, es unaespecie de revista semanal, y es de lo mejor que sepublica en Madrid. Revistas puramente intelectuales éindependientes, al modo del « Mercure de F r a n c e »,« Revue Blanche », ó « La Vogue », de París, del« Yelow Book », ó el « Savoy», de Londres, la « Ras-segna » de Milán « Chap Book » ó « Bibelot» de losEtados Unidos, « Revista Moderna » deMéxico, ó « Mer-curio de América » y « El Sol » de Buenos Aires, no haymás que una, ala manera de « La Vogue » ó d é l a antigua« Revue Indépendante » de París, la «Revista Nueva».Es ciertamente extraño que, existiendo un grupo deescritores y artistas que sienten y conocen, así sea inci-piente y escasamente el arte moderno, no hayan tenidoun órgano propio. Creo que la causa de esto se basaen el carácter de la juventud literaria, en lo generalpoco amiga del estudio y sin entusiasmo. La « RevistaNueva » se propone reunir todos esos elementos dis-persos, y desde luego cuenta con varias firmas de lasmás cotizables en literatura castellana actual. Hatenido la dirección el buen talento de no hacerla sec-taria ni aislada en un credo ó bajo un solo criterio.Pueden caber en ella y caben los versos de los queintentan una renovación en la poesía castellana y losversos demasiado sólidos del vigoroso pensadorSr. Unamuno; los sutiles bordados psicológicos deBenavente y las paradojas estallantes de Maeztu; loscastizos chispazos de Cavia y las prosas macizas deUnamuno, que valen más que sus versos, aunque él no


Like this book? You can publish your book online for free in a few minutes!
Create your own flipbook