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BUSCANDO A MORIA - BRUNO DE SANTIS

Published by Gunrag Sigh, 2021-04-22 00:23:05

Description: BUSCANDO A MORIA - BRUNO DE SANTIS

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pedí si se podía poner de espaldas antes de que yo me des- vistiera. Me gustaba tocarle el culo. Que, por cierto, se des- prendía de la cintura sin mucho efecto sinuoso. Tenía tam- bién varias marcas de celulitis y estrías en las piernas. Pero me excitaba mucho. Ella me sacó el cinturón y el pantalón. Yo tampoco gozaba de unos prominentes abdominales sino de una barriga circular que también se extendía hacia los costados de la cintura. Me acarició la frente desde donde avanzaba un incipiente pelo blanco y canoso. Ella fue la que terminó empujándome hacia la cama y se subió arriba mío. Américo, hagamos el amor así nomás, cojamos así como estamos, como vinimos los dos al mundo, sin todos esos cuidados que proponen tanto los médicos y los entendidos. Así como lo que somos, como estamos ahora. Hasta el final. Me acuerdo que aquella noche terminamos durmiéndonos desnudos. Solo nos tapamos para cubrirnos del frío. Nueve meses después, nació Pedrito. Ya conté que él era marpla- tense de pura cepa. Pobre pedrito, todavía ni lo pude men- cionar en este borrador. 401



28. Epílogo Es cierto que ni lo mencioné al pobre Pedrito. La culpa la tiene que sea marplatense de pura cepa. De que nunca vivió en mi viejo y minúsculo pueblo de la Provincia de Buenos Aires. Pero este momento me viene muy bien para nombrarlo. Porque los hijos más chicos a veces son los más consentidos, los más malcriados. Y en este caso lo debería escribir pero no puedo. Porque en el momento en que pienso esto el nene de Pedro me cagó encima. Un año y medio tiene. El olor a mierda que emana el nene de Pedro es pene- trante e impiadoso para mi olfato. Es un bebé que es una máquina de comer y cagar a la vez. Eso que Pedro me lo dejó supuestamente todo finiquitado, comido, bañado, mea- do y cagado. Pero en el momento en que le puse unos dibujitos para que mirara antes de que se fuera a dormir, comencé a sentir ese distinguible olor a mierda alrededor suyo. El tema es el siguiente: la mujer de Pedro se fue a un Spa con las amigas por el fin de semana y al señor no se le ocurre la mejor idea que ese mismo sábado a la noche en- cajarle su pequeño hijito a su setentón padre. Se ha organi- zado un asado con los amigos con el pretexto de no que- darse solo. Viste que sino, papá, el nene se aburre conmigo solo, me insinuó. Qué mejor que se quede con sus abuelos, o mejor dicho con su abuelo y con su abuelastra Gloria. Yo no le puedo decir nada a esta altura de la vida. Le digo que sí, tráelo nomás y listo. Además, esto de cambiar a los pibes con pañal descartable no es mucho lo mío. Lo máximo que hice en mi vida fue ayudar a Nilda a lavar los pañales que por esas épocas eran de tela. Subo a nuestro cuarto. Lo 403

apoyo al nene sobre una toalla. La mierda se le traspasó a la ropa. Para peor, Pedro no ha dejado ropa de repuesto, así que habrá que lavar y secar todo. Tal escenario amerita a llamarlo de urgencia a mi hijo. Y decirle, Pedro a ver si te dejás de joder, te la pasás chupando y morfando con tus amigos, a ver si te hacés cargo y te pegás la vuelta, hombre. Tu hijo se acaba de cagar encima. Pero prefiero que no. Nilda se hubiese enojado con ese comentario, porque era ella quién lo consentía bastante que digamos. Me hubiese dicho que le cambie el pañal yo nomás. Cámbiaselo vos, Américo recargando municiones de culpa hacia mí y consentimiento al susodicho. Le pido ayuda a Gloria. Subí y dame una mano, Gloria. El nene está todo cagado. Vení, sacale la ropa de abajo, donde tiene los botoncitos. Ya sé, Américo, te creés que nunca cambié un pañal, arremete ella. Nunca tuve hijos pero tengo dos sobrinos, me aclara como si yo no lo supiera. Sabés las veces que les cambié los pa- ñales. Los sobrinos de Gloria son un capítulo aparte. Chicos bastante raros, por cierto. Tiene un sobrino y una sobrina. El primer aspecto que noté de ellos dos es que son muy poco sociables. Creo que en el fondo el problema es la madre. Una señora muy retorcida. Como que no les dio mucho ca- riño. Eso se le notaba las veces que estaban los tres juntos. Cierta actitud gélida, cierto distanciamiento que a mí me suena de lo más ajeno. Y yo es como que no tengo sintonía con ellos, eso que hice mis esfuerzos por caerles bien desde el inicio de nuestra relación. La primera vez que los vi les armé una cena con picada y vermú incluidos. Pero durante el avance de la cena no salían muchos temas por explorar. Al sobrino de Gloria no le gusta el fútbol, ni el tenis ni me- 404

nos el boxeo. En general, no sigo casi ningún deporte, sen- tenció. En lo que respecta a los temas generales, como por ejemplo, política, asuntos de interés nacional o internacio- nal, tampoco. Ni él ni ella. Y ni que hablar del tema de las comidas. Porque la picada ni la tocaron. Y no es que fue por cuestiones de inhibición. Sino porque luego me enteré que él es vegetariano y ella es vegana. Por lo tanto, la mortadela a la italiana, el salamín de Tandil, los trozos de panceta con ciruela, las salchichas tipo alemán, tenían como destino la basura. A no ser porque al día siguiente los restos de esa constreñida cena fueron primero mi almuerzo y luego mi cena. Llevé la ropa al lavadero. Mientras, Gloria con inusitada habilidad le cambia el pañal al nene de Pedro. Cuando ter- miné de lavar, le voy a agradecer y la voy a acurrucar un poco cuando nos durmamos. Porque nos falta poco para volver a Brasil, al viaje que tengo planificado con ella a las ciudades de Paraty y Río de Janeiro. Lo que luego tendré que aclarar es que mi reiterada intención de que viajemos solos fue interceptada por la aparición de dos matrimonios amigos de Gloria del ya omnipresente centro de jubilados de Punta Mogotes. Tengo mis dudas de incluir en el borra- dor a estas peripecias de Gloria en el centro de jubilados. Porque la insistencia de organizar nuestras vacaciones bajo la compañía de algunos afiliados siguió su curso. De hecho, días después de que nos decidimos hacer el viaje, solos, se nos acopló un matrimonio del centro de jubilados que, en verdad, no los conozco mucho. Y al aumentar el rumor de boca en boca, a convertirse el viaje de Américo y Gloria en un efecto de bola de nieve, se acopló otro matrimonio más. Y a los días otro matrimonio más. Por entonces mi boicot 405

se fue generalizando para expandir la falsa creencia de que yo no resultaría una buena compañía. Insistí desde la tribuna que practicaba nudismo, que me gustaba emborra- charme, que no respetaría los horarios de las excursiones, que podía hasta ser un completo boicoteador de las excursiones donde los barcos navegan en esas aguas turque- sas y cálidas. Hice lo posible para que todo este arsenal de comentarios tuviera una entidad real y amenazadora para los matrimonios que no conocíamos tanto y que, por for- tuna, no habían viajado la vez anterior que nos fuimos al sur de Brasil. El efecto directo de mis comentarios fue que se sembrara el temor de tener una mala compañía, que el cen- tro de jubilados ya se ha convertido en un reducto de mala junta, de estafadores, de hombres y mujeres ventajeros, sin códigos algunos y el bla, bla, bla necesario para que varios de estos interesados matrimonios dieran un mal visto a la posibilidad de sumarse a nuestro viaje. De modo que mis preciados esfuerzos bajaron la compañía a dos matrimonios que fueron finalmente los que sacaron los pasajes en simul- táneo con nosotros. Y lo mismo hicieron con los hoteles, aunque en el tema de las excursiones, le estoy haciendo un “trabajo fino” a Gloria para que en dicho caso no admita- mos compañía. Deberé aclarar que todo esto me generó nuevamente conflictos con Gloria, ya que tardó muy poco en tomar conciencia que mis comentarios desacatados y poco amistosos, tenían como objetivo que se bajaran las pretensiones de quienes nos quería acompañar. Hasta que finalmente logramos un armisticio que se celebró en el mismo momento en que fueron confirmados solo dos ma- trimonios para el viaje. 406

Mientras cuelgo la ropa ya limpia e intento secarla con un secador de pelo de Gloria, pienso también en hablar con honestidad con Agustín. Y encararlo y decirle que su fanta- sía con Lisa Ann tal vez no sea del todo original como él pensaba. O tal vez no se circunscriba a un acontecimiento que es de su exclusividad. Esto solo me pasa a mí, dijo ese día que tenía no sé qué cantidad de dosis de clonazepam encima. Bueno, tal vez llegó la hora de decírselo. Mirá, Agustín, acá tenés un abuelo que pensaba que lo único que podía escribir era sobre el mar, la espuma del agua y la arena. Pero sucede que había más, Agustín. Había bastante más. En mi caso, no es Lisa Ann. Es Moria. Así que debo insistir que tenés autenticidad, pero tampoco tanto. En ver- dad, esto demuestra que es una autenticidad que se arrastra de generación en generación, Agustín. Eso es lo que te quiero decir. Eso es lo que planeo decirte. Y así como me vez, este hombre setentón, que pasó los setenta, se casó, en- viudó y se volvió a casar, también quiere escribir como lo haces vos. Ya sé que no tengo tu nivel intelectual. Ya sé que no tengo tus estudios. Pero tengo este don, pertenezco a esta prosapia que se inclina por volcar sus pensamientos al pa- pel, Agustín. Tal vez no nos dimos cuenta pero esto se tras- mite en silencio, invisiblemente de generación en genera- ción. Aunque primero me tengo que sentar en el escritorio, tengo que esperar que se seque esta ropa que ya está limpia y ver cómo ordeno todo esto. 407



ÍNDICE 1. Brasil tiene mucho que enseñarle a Mar del 5 Plata 17 2. Silencio en el café literario 29 3. No lo amo a él, ¡te amo a vos! 47 4. Dije cosas horribles de ella 69 5. Me siento pobre 83 6. Ni mar, ni espuma ni arena 97 7. La televisión es una fiesta 111 8. Nos vamos hoy 123 9. Un chasco en Chascomús 135 10. Dolores, la heroína 153 11. Una devolución a la cátedra 169 12. Hoy no abundan escritores 181 13. Las Armas, la ley y el orden 197 14. Hay mejores mares 209 15. La temporada es un caos 221 16. Luces, marquesinas y abandono 235 17. Las llaves de la ciudad 249 18. Los negros cabeza copan los cines de la 265 Bristol 279 19. Paraty y Río 20. Corrupción en el centro de jubilados

21. Zanzíbar es una utopía 295 22. Vuelta al pago chico 311 23. Alanah Rae 327 24. Cualquier cosa antes de convertirme en un 345 marica 359 25. Que la concha no sea más sagrada 373 26. El fin del mangrullo 387 27. El teatro 403 28. Epílogo

Esta obra se terminó de imprimir en los talleres gráficos de Ediciones del País SRL en el mes de abril de 2021






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