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ESPAÑA CONTEMPORÁNEA.
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CONTEMPORÁNEA R U B É N II Mi loPARÍSGARNIER HERMANOS, LIB R E ROS-KD 1TOR ES6 , II V E D E S S A I N T S - P É li E S , (i 1901
EMILIO MITRE Y VEDIADirector de L A NACIÓN de Buenos Aires R. D.
ESPAÑA CONTEMPORÁNEA EN EL MAR * 3 de diciembre de 1898. El agua glauca del rio se va quedando atrás, y elbarco entra al agua azul. Me encuentro trayendo ámi memoria reminiscencias de Childe Harold. Sientoque estoy en casa propia; voy á España en unanave latina; á mi lado el sí suena. Sopla un airegrato que trae todavía el aliento da la Pampa, algoque sobre las olas conduce aún efluvios de esa grandey amada tierra argentina. Y mientras esta vida deá bordo que ha de prolongarse por largos días co-mienza, siento que vuelan sobre la arboladura del pirós-cafo enjambres de buenos augurios. De nuevo en mar-cha, y hacia el país maternal que el alma americana —americanoespañola — ha de saludar siempre con res-peto, ha de querer con cariño hondo. Porque si ya noes la antigua poderosa, la dominadora imperial, amarlael doble ; y si está herida, t e n d e r á ella mucho más. Loshombres cambian; hay estaciones para los pueblos, elespíritu vital de la raza puede enfriarse en nivoso ; pero¿floreal y fructidor no anuncian que la vida primaveraly copiosa ha de llegar, aun cuando en el campo semiren hoy las ramas sin hojas y la tierra cubierta del
2 ESP A.\ A CO.NTEM POH ÁNE Asudario? Así pienso en tanto se inicia abordo unaexistencia de monotonía que conocéis bien~Ta§T¡vfé ha-béis cruzado el océano. No os haré la clasificación deSterne: pero, para un hombre de arle, en todo viaje hayalgo de « sentimental ». Las instantáneas se tomantambién al paso de los minutos, yaque hay un pequeñomundo humano en movimiento, en todo lugar en dondese reúnen dos personas. La máquina social en minia-tura; un lindo laboratorio de psicología; ejemplaresbalzacianos si gustáis, al mover vuestros ojos de unpunto á otro del círculo en que hacéis el obligatoriocomercio de la conversación. Una reducción de la grancapital del Plata podría observarse, un Buenos Airespara escaparate: banqueros, comerciantes, artistas,periodistas, médicos, abogados, cómicos y bailarinas;y en todos la misma representación que en la vida ciu-dadana; los círculos, las « afinidades electivas », lassimpatías ; y una poliglocia que os obliga á entrarospor todas las lenguas vivas, así corráis el riesgo dematarlas. Impera, naturalmente, la música del italiano.Después del crepúsculo, he ahí que estamos alrededorde una mesa, un argentino, un italiano, un suizo, unvenezolano, un belga, un francés, un centroamericano,un oriental, un español... ; no hay duda de que venimosde Buenos Aires. Y se habla del centro inmenso que yaqueda allá lejos, y no puedo dejar de recordar el apos-trofe admirable: « ¡ Nave del porvenir, cara nave argen-tina!... Y como vamos sobre el mar, que nos ase elespíritu, surge en creación súbita ante misojos mentalesla visión del soberbio navio continental, encendidos susmil fuegos, al cielo su bosque de árboles, en cuyo másalto mástil flamea el pabellón del Sol; pujante lamáquina ciclópea; en lo hondo la carga de riquezas,con rumbo hacia un imperio de paz y de bienandanza, ála hora de la aurora, para gloria de la humanidad.
EN EL MAR 3 Diciemb e 14. Mientras el banquero belga conversa de finanzas conel explorador italiano, que es también un escritor,el médico suizo ha entablado una partida de piquet conel comerciante venezolano, y la profesora alemana atacaá Cliopin. Le ataca correctamente, demasiado correcta-mente, pero Chopin acaba por triunfar de esa ejecucióntudesca de. institutriz. Cliopin sobre las olas y en unasuave hora nocturna; hace falta la luna ; pero no impor-ta, el canto mágico crea el clair de lime en la mismasubstancia musical y el hombre propicio al ensueñopuede fácilmente ejercer la amable función. Y no sécomo, vengo á pensar en ese individuo. ¿Cuál? Voy ádeciros. Hay allá entre los pasajeros de tercera clase,en ese montón de hombres que se aglomera como enun horrible panal, en la proa del barco, un prisionero.Es un criminal italiano que camina, por obra de laextradición, á cumplir con la condena de veintiún añosde presidio que lia caído sobre él á causa de un asesi-nato. Logró escapar á las autoridades de Italia y vivióen Buenos Aires cinco años de honrada vida, á loque parece. Alguien le descubrió en su incógnito, y lalegación italiana pidió le fuera entregado el reo; eltratado tuvo cumplimiento y el asesino va hoy á que lepongan la cadena en su patria. Le he visto hosco, zaha-reño; su cara, una ilustración de un libro deLombroso.Esquiva el trato, rehuye la mirada, y en la muche-dumbre de sus compañeros de viaje, va libre y suelto.Estamos en alta m a r ; un incendio, un choque, un nau-fragio, podrían ocurrir, y ese presidiario tiene igualderecho que cualquiera de nosotros para salvar su exis-tencia. Es la lógica del marino, y es hermosa. Hoy pe-netré en el ambiente infecto do ese rebaño humano que
4 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAexigiría la fumigación. Era la hora déla siesta. Quiénesdormían en los pasadizos ó á pleno sol, quiénes en cír-culos y grupos jugaban á las cartas, ó á la lotería. Ais-lado por su voluntad, el condenado, cerca de la borda,miraba al mar. Procurando una especial diplomacialogré entrar en conversación con él ; y á los pocosmomentos ese rostro rudo se aviva, se excita. No, élnoes culpable; ha matado en defensa propia; él no pro-curará evadirse ; va á Italia contento, porque ya se vol-verá á abrir la causa y entonces se verá cómo va á bri-llar su inocencia. Los ojos convencidos, la palabra salefácil, el gesto atornilla la palabra. Italiano y asesino,pienso yo : el amor de seguro anda por medio. Pero no ;se trata de un vil asunto de intereses, de una miserablecuestión de quallrini. Y entonces siento en verdad queese hombre es culpable, tristemente culpable. No hasido la bella vendetta del que mata porque le roban laquerida ó le burlan con la esposa, ó le manchan la hijaó la hermana ; es el asco del crimen que triplica suinfamia. Pero ese desventurado, sin embargo, ha estadollevando en un país lejano, una vida de labor y de hon-radez. En parte ha lavado su delito. Ha creído estarya libre, y de pronto he aquí que la justicia le ase y learrastra al presidio por el término de una existenciade hombre. Aquí va en libertad, pero la evasión seríala muerte. ¿ Qué pasa por ese cerebro tosco? Habrá lle-gado lo autosugestivo hasta hacer que esté convencidoese infeliz de que es inocente ? Y luego vendrá el gri-llete, el número, el vivir de muerte de los penados;y si el tiempo le permite acabar su condena, saldráel viejo de cabellos blancos, si no á la morte civile de supaisano Giacometti, á caminar dos duros pasos más enla libertad y caer en la tumba... La profesora alemanaha dejado á Chopin dormir sobre el atril.
EN EL MAR b Diciembre 19. Grado 0. Paso de la linea ecuatorial. Un mar esta-ñado, cuya superficie invitaría á patinar en un giroinfinito. El cielo pesa en la atmósfera caliente sobre elondulado desierto. En soledad oceánica semejante,recuerdo el raro encuentro de un digno ejemplar yankee.Era en 1892 y á bordo de un vapor de la TrasatlánticaEspañola, en viaje de la Habana á Santander.Casi al pasode la Línea, una mañana muy temprano, despertó á lospasajeros la noticia de que había náufragos á la vista.Nosvestimos apresuradamente y en un instante la cubiertaestaba llena de ojos curiosos. Se sentía cierta emoción.¿Quién no*ha leído á Julio Verne? Yo por mi parte,pensaba ya en una viva reproducción de Gericault:un Radean de la Méduse animado y aterrorizado!'. P r o -bablemente escenas de canibalismo ; aspectos de espantoy de muerte: Tarlarin-Pim, Dios mío! El vapor ami-noraba la marcha y ponía su proa al objeto de nuestrasmiradas : un barquichuelo que á alguna distancia seadvertía, y en el cual, con ayuda del anteojo, podianotarse un hombre en pie. Pronto llegamos á acer-carnos, y al detenerse el steamer, se oyó voz que veníadel barquichuelo y que decía en un inglés ladrante delNorte: « ¿A qué grados estamos? » El capitán, con-ciso, contestó á la pregunta. Preguntó luego: «¿Náu-fragos? » El hombre desconocido escribió en un papel,colocó el escrito en una caja de sardinas y lanzó suproyectil: « Soy el capitán Andrews y voy solo, en estebote, por la misma ruta de Colón, al puerto de Palos,enviado por la casa del Jabón Sapolio, de Nueva York.Ruego avisar por cable al llegar al continente, el puntoen que se me ha encontrado. — Necesita V. algo? »Por toda respuesta el hijo del tío Samuel nos bombar-
6 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAdeó con dos tarros depenmican y otros dos de arvejas,y, poniendo su vela al viento nos dejó, no sin el indis-pensable all righl. Efectivamente, aquel curioso commisvoijageuv de la jabonería yankee, era el Colón de losEstados Unidos que iba á descubrir España... Diciembre 20. El hormiguero do la proa se aglomera; ha advertidoque tiene delante el ojo fotográfico. Un distinguidocaballero, miembro de la sociedad fotográfica de Afi-cionados, de Buenos Aires, y el excelente comandanteBuccelli, se ofrecen galantemente como operadores.Desde el momento en que se ha visto la máquina en elpuente, cada cual «posa » á su manera; quién se enca-rama á los lugares dominantes, quien se acomoda lagorra, quién toma aires arrogantes, ó falsos, ó esqui-vos, ó graciosos. Esa gente comprende que es objetode curiosidad, y procura ser mejor en ese instante. Lavieja piamontesa sienta y arregla en la falda al bambino;una muchacha pálida, de un bello tipo napolitano, sealisa con dos pases de peineta el cabello obscuro y co-pioso ; un abyecto bauzán hace un gesto obsceno, otrouna mueca ; éstos abajo, aquéllos en el centro, aquéllosarriba, forman su torre de carne humana iluminada deojos de Italia. El fondo es el cielo lleno de luz difusa,sobre el cual se recortan las figuras a g r u p a d a s . E n t r eesas gentes van marineros, obreros, trabajadores quehan estado en el Plata por algún tiempo, unos con supequeña hucha llena, otros en situación idéntica á laque trajeron de inmigrantes; no han podido resistir aldeseo de volver á mirar su musical y dulce tierra. Hayque observar cómo en ese cafarnaum en que van con-
EN EL MAR 7fundidos como las cabezas en un barco conductor deganado en pie, no les abandona su alegre numen latino.Ue noche, oís que á la claridad estelar brota de prontoun coro jubiloso, una barcarola, armoniosamente acor-dadas las voces; ó una voz sola, impregnada de lasardientes gracias de Ñapóles, de la amorosa melodíade Venecia, ó que da al aire marino una de esas can-ciones de Sicilia que tienen tan buen perfume de anti-guo vino griego. En el día, las mujeres que lavan sustrapos, los viejos aporreados por la vida, los moceto-nes de potentes puños, las testas diversas cubiertasde boinas, gorros ó chambergos, los niños de gran-des ojos y magníficas cabelleras, tienen siempre en lafaz un rayo de sol que denuncia la floración inextin-guible de la raza, la multiplicada marca del gozo de laexistencia que lleva todo el que nace en los países sola-res de otoños de oro é incomparables primaveras entriunfo. Se procede á retratar al criminal. Desde que nosmira llegar, no cabe en sí de humor gris, y por los ojosse le sale el disgusto. Quiere ir á ocultarse, pero elcomandante le prohibe que se retire, y, con modosamables le indica que no se pretende nada que sea en sucontra ; que, al contrario, se le va .i hacer el regalo desu fotografía. El sujeto hace un mal signo, las miradasnos echan brasas, y los labios torcidos no dejan pasarde seguro, sordamente, bendiciones páralos que vamosá perturbarle. Se sienta de pésima gana en una silla,ve á un lado y otro, saeteando con las pupilas ya á dere-cha ya ¡i izquierda; parece que luchase porque no sele coja el pensamiento con la mirada; y, dirigiéndoseal comandante : «Para qué me están retratando ahora?Allá en Buenos Aires hicieron lo mismo. De seguropara vender el retrato y sacar dinero! » Un momentose ha quedado en tranquilidad, fijo en una pasajera ele-
8 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAgante que curiosea, y entonces, la placa ase la figura, elgesto suspenso bajo el gorro de lana. El se va á unpunto aislado, saca su pipa, la llena, la enciende, yecha una bocanada de humo sobre las olas. Diciembre 21. Estamos á la vista de Las Palmas. Tierra española.
EN BARCELONA •í de enero. Al amanecer de un día huraño y frío, luchando el albay la bruma, el vapor anclaba en Barcelona. A la iz-quierda se alzaba recortada la altura de Montjuich, enfrente, en un fondo de oro matinal, el Tibidabo; y cerca,sobre su columna, Colón, la diestra hacia el mar. Comotodavía no llegase el visitador y médico oficiales, seiban aglomerando alrededor del steamer las embarca-ciones de fruteros y agentes de hotel, y entre nuestrospasajeros de tercera y la gente hormigueante de losbotes, se iniciaron diálogos vivos. De ellos así uno quegran cosa significa. Lástima es que no pueda darlo encatalán como lo oí, pues ganaría en hierro. De todosmodos, la cosa es dura. — ¿ Cómo te va, noy ? — Bien, como que vengo de América. ¿Qué de nuevo? — ¿Qué de nuevo? Lo mismo de siempre: miseria.Ayer llegaron repatriados. Los soldados parecen muer-tos. Castelar se está muriendo. — ¡ Mira qué hermosa la estatua de Colón, al ama-necer ! — ... enDeu ! Más valiera le hubiesen sacado los ojosá ese tal. La palabra fué peor. i.
10 ESPAÑA CONTEMPORÁNEA Ya en la claridad del día, las conversaciones se ani-man. Se mira una roja barretina; se pescan comprasdesde á bordo ; al extremo de una vara van las naranjasylasmanzanas; y en el dia completo, con el pie derecho,piso el continente y la tierra de España. Una hora después estoy en el hervor de la Rambla.Es esta ancha calle, como sabréis, de un pintorescocurioso y digno de nota, baraja social, revelador termó-metro de una especial existencia ciudadana. En la largavía, van y vienen rozándose, el sombrero de copa y lagorra obrera, el smoking y la blusa, la señorita y lamenegilda. Entre el cauce de árboles donde chilla ycharla un millón de gorriones, va el río humano, en unincontenido movimiento. A los lados están los puestosde flores variadas, de uvas, de naranjas, de dátiles fres-cos de África, de pájaros. Y florecida de caras frescasy lindas, la muchedumbre olea. Si vuestro espíritu seaguza, he ahí que se transparenta el alma urbana. Allí,al pasar, notáis un algo nuevo, extraño, que se impone.Es un fermento que se denuncia inmediato y dominante.Fuera de la energía del alma catalana, fuera de esetradicional orgullo duro de este país de conquistadoresy menestrales, fuera de lo permanente, de lo histórico,triunfa un viento moderno que trae algo del porvenir;es la Social que está en el ambiente ; es la imposicióndel fenómeno futuro que se deja ver; es el secreto á vocesde la blusa y de la gorra, que todos saben, que todossienten, que todos comprenden, y que en ninguna partecomo aqui resalta de manera tan palpable en magníficoalto-relieve. Que la ciudad condal, que estos hombresfuertes de antiguo, que tuvieron poetas en el Roussillóny duques de Atenas, que anduvieron en cosas de con-quistas y guerras por las sendas del globo, y extendieronsiempre su soberbia como una bandera ; que esta tierrade trabajadores, de honradez artesana y de vanidad
EX BARCELONA. 11heroica, esté siempre de pie manifestando su muscu-latura y su empuje, no es extraño; y que el desnivelcausante de la sorda amenaza que hoy vapor el corazónde la tierra formando el terremoto de mañana, hayaaquí provocado más que en parte alguna la actitud de lasclases laboriosas que comprenden la aproximación deun universal cambio, no es sino hecho que se impone porsu ley lógica; pero la ilustración del asunto vale por unlibro de comentarios, y esa ilustración os la haré con-tándoos algo que vi al llegar, en el café Colón. Es ésteun lujoso y extenso establecimiento, á la manera denuestra confitería del Águila, pero triplicado en exten-sión ; la sala inmensa está cuajada de mesitas en dondese sirven diluvios de café; es un punió de reunión diariay constante; pues en España,aun estando en Cataluña,la vida de cafó es notoria y llamativa; y en cada caféandáis como entre un ópalo, pues estas gentes fumancomo usinas, y el extranjero siente al entrar en los recin-tos, la irritación de los ojos entre tanta humana fábricade nicotina. ¿ Quién sabe la influencia que los alcaloidesdel café y del tabaco han tenido en estas razas nerviosas,que por otra parte calientan luminosas y enérgicas llamasy brasas de sol y de vino? Pues bien, estaba en el café Colón y cerca de mí enuna de las mesitas dos caballeros, probablemente hom-bres de negocios ó industriales, elegantemente vestidos, conversaban con gran interés y atención, cuando llegóun trabajador con su traje típico y ese aire de grandeza que marca en los obreros de aquí un sello inconfundible; miró á un lado y otro, y como no hubiese mesas des- ocupadas cerca de allí, tomó una silla, se sentó á la misma mesa en que conversaban los caballeros y pidió como lo hubiera hecho el mismo Vilfredoel Velloso, su taza. Le fué servida; tomóla, pagó y fuese como había entrado, sin que los dos señores suspendiesen.su conversación,
12 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAni se asombrasen de lo que en cualquiera otra partesería acción osada é impertinente. Por la Rambla va esemismo obrero, y su paso y su gesto implican unaposesión inaudita del más estupendo de los orgullos; elorgullo de una democracia llevada hasta el olvido detoda superioridad, á punto de que se diría que todosestos hombres de las fábricas tienen una corona de condeen el cerebro. Como voy de paso, apenas tengo tiempo de ir tomandomis apuntes. Observo que en todos aquí dala nota im-perante, además de esa señaladísima demostración de in-dependencia social, la de un regionalismo que no discute,una elevación y engrandecimiento del espíritu catalánsobre la nación entera, un deseo de que se considerenesas fuerzas y esas luces, aisladas del acervo común,solas en el grupo del reino, única y exclusivamente en Cataluña, de Cataluña y para Cataluña. No se queda tan solamente el ímpetu en la propaganda regional, se vamás allá de un deseo contemporizador de autonomía, sellega hasta el más claro y convencido separatismo. Allísospechamos algo de esto; pero aquí ello se toca, y noshiere los ojos con su evidencia. Dan gran copia derazones y argumentos, desde que uno toca el tema, y noandan del todo alejados de la razón y de la justicia. Hecomparado durante el corto tiempo que me ha tocadopermanecer en Barcelona, juicios distintos y diversasmaneras de p e n s a r q u e van todas á un mismo fin en susdiferentes modos de exposición. He recibido la visita deun catedrático de la Universidad, persona eminente y desabiduría y consejo; he hablado con ricos industriales,con artistas y con obreros. Pues os digo que en todosestá el mismo convencimiento, que tratan de sí mismoscomo en casa y hogar aparte, que en el cuerpo de Españaconstituyen una individualidad que pugna por desasirsedel organismo á que pertenecen, por creerse sangre y
EN BARCELONA 13elemento distinto en ese organismo, y quién con palabrasdoctas, quién con el idioma convincente de los números,quién violento y con una argumentación de dinamita, seencuentran en el punto en que se va á la proclamaciónde la unidad, independencia y soberanía de Cataluña,no ya en España sino fuera de España. Y como yoquisiese oponer uno que otro pensamiento al alud, enla conversación con uno de ellos, habló sencillo, en pará-bola y en verdad, con una elocuencia práctica irresis-tible : « Vea V., somos como una familia. España es lagran familia compuesta de muchos miembros; éstosconsumen, éstos son bocas que comen y estómagos quedigieren. Y esta gran familia está sostenida por dos her-manos que trabajan. Estos dos hermanos son el catalány el vasco. Por esto es que protestamos solamente noso-tros ; porque estamos cansados de serlos mantenedoresde la vasta familia. Dos ciudades hay que tienen losbrazos en movimiento para que coman los otros herma-nos : Barcelona y Bilbao. Por eso en Barcelona y enBilbao es donde Y. notará mayorexcitación por el idealseparatista; y catalanistas y bizkailarras tienen razón.Debería comprender esto, debería haber comprendidohace mucho tiempo la agitación ¡usía de nuestras blusas,la capa holgazana de Madrid. » Y riente, alegre, bulliciosa, moderna, quizá un tantoafrancesada y por lo tanto graciosa, llena de elegancia,Barcelona sostiene lo que dice, y dice que habría hechomucho más de lo que hoy nos asombra y nos encanta,s í s e l o hubiese permitido la tutela gubernativa, puesno puede abrir una plaza si no va la licencia de la corte,y de la corte van los ingenieros y los arquitectos y losempleados, á agriar más la levadura ; y así, á pasos, ápasos cortos, han adelantado, se han puesto los cata-lanes á la cabeza. ¿Qué habría hecho Cataluña autóno-ma, esta gran Cataluña á cuya faz maravillosa he creído
14 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAcontemplar bajo el azul, ya á la orilla de su bravo mar,ya en momentos crepusculares y apacibles, sobre losjuegos de agua de su paseo favorito, en donde unsimulacro divino rige armoniosamente una cuadriga deoro? Sano y robusto es este pueblo desde los siglosantiguos. Sus hijos son naturales y simples, llenos dela vivaz sangre que les da su tierra fecunda; sus muje-res, de firmes pechos opulentos, de ojos magníficos, dericas cabelleras, de flancos potentes; el paisaje cam-pestre, la costa, la luz, todo es de una excelenciahomérica. Hay niños, hay hembras, hay campesinos,que se dirían destinados á uno de esos cuadros dePuvis de Chavannesen que florecen la vida y la graciaprimitiva del mundo. Los talleres se pueblan, bullen :abejean en ellos las generaciones. Por las calles van lasalud y la gallardía, y la fama de grandes pies quetienen las catalanas, no tengo tiempo de certificarla,pues la euritmia del edificio me aleja del examen de subase. La ciudad se agita. Por todos lugares la palpi-tación de un pulso, el signo de una animación. Las fábricas á las horas del reposo, vacían sus obreros yobreras. El obrero sabe leer, discute; habla de laR. S., ó sea, si gustáis, Revolución Social; otro miramás rojo, y parte derecho á la anarquía. No muestrantemor ni empacho en cantar canciones anárquicas en sus reuniones, y sus oradores no tienen que envidiarnada á sus congéneres de París ó de Italia. Ya recor- daréis que se ha llegado aquí á la acción, y memorias sonoras y sangrientas hay de terribles atentados. Y eso que, en la fortaleza de Montjuich, parece que la inquisición renovó en los interrogatorios no hace mucho'tiempo, los procedimientos torquemadescos de losviejos procesos religiosos. Así al menos lo demostró en la Revue Blanche y luego en un libro que tuvo unmomento de resonancia, el catalán Tarrida del Mármol.
E.\ BARCELONA •15La propaganda continúa, subterránea ó á la luz del día,con todo y tener ojos avizores la justicia. Hace poco,en una fiesta industrial, en momentos en que llegabanamargas noticias de la guerra, ciertos trabajadoresarrancaron de su asía una bandera de España y la sus-tituyeron por una bandera roja. Mientras esto pasaen la capa inferior, arriba y en la zona media, cadacual por su lado, se mueven los autonomistas, losfrancesistas y los separatistas. Los unos quieren queCalaluña recobre sus antiguos derechos y fueros, queno le fueron quitados sino al comenzar este siglo ; losotros pretenden la anexión á Francia, yo no sé porqué, pues la centralización absoluta de allá les pondríaá lo mejor, en el mismo caso que el Poitou ó la P r o -venza, y las reales relaciones y simpatías con el vecinofrancés no pasan de vagas y platónicas manifestacionesde felibres ; una cigarra canta de este lado, otra con-testa del otro: no creo que entre Mistral y MossenJacinto Verdaguer vayan á lograr mejor cosa. Losotros sueñan con una separación completa, con laconstitución del Estado de Cataluña libre y solo. Claroes que, además de estas divisiones, existen los catalanesnacionales, ó partidarios del régimen actual, de Cata-luña en España; pero éstos son, naturalmente, lospocos, los favorecidos por el gobierno, ó los que con laorganización de hoy logran ventajas ó ganancias quede otra manera no existirían. Entretanto, trabajan. Ellos han erizado su tierra dechimeneas, han puesto por todas partes los corazonesde las fábricas. Tienen buena mente y lengua, poetas yartislas.de primer orden; pero están ricamente pro-vistos de ingenieros é industriales. No bien acabaron de pelear, al principio de la cen-turia, se pusieron á la obra productiva. En la laborestaban, y el clarín de don Carlos les perturbó de nuevo.
16 ESPAÑA CONTEMPORÁNEADesde el año de 1842 volvieron á la tarea, no sin bregarcon la prohibición de Inglaterra que á la sazón impedíase exportasen sus máquinas; se logró que se revocasedicha prohibición y el dinero catalán cuajó sus fábricasde máquinas inglesas. He de volver á Catulaña, dondeno he estado sino rápidamente, y he de estudiar esaexistencia fabril que se desarrolla prodigiosa en focoscomo Reus, Mataró, Villanueva, y entre otros tantos,Sitges, donde tiene su morada el singular y grandeartista que se llama Santiago Rusiñol. El nombre de Rusiñol me conduce de modo necesarioá hablaros del movimiento intelectual que ha seguido,paralelamente, al movimiento político y social. Esaevolución que se ha manifestado en el mundo en estosúltimos años y que constituye lo que se dice propia-mente el pensamiento «moderno» ó nuevo, ha tenidoaquí su aparición y su triunfo, más que en ningún otropunto de la Península, más que en Madrid mismo; yaunque se tache á los promotores de ese movimiento,de industrialistas, catalanistas, ó egoístas, es el casoque ellos, permaneciendo catalanes, son universales.La influencia de ese grupo se nota en Barcelona nosolamente en los espíritus escogidos, sino también enlas aplicaciones industriales, que van al pueblo, que•enseñan objetivamente á la muchedumbre; las calles seven en una primavera de carteles ó affiches que alegranlos ojos en su tiesta de líneas y colores; las revistasilustradas pululan, hechas á maravilla: las impre-siones igualan á las mejores de Alemania, Francia,Inglaterra ó Estados Unidos, tanto en el libro común ybarato como en la tipografía de arte y costo. Cuando vuelva á Barcelona he de ver á Rusiñol ensu retiro de Sitges, una especie de santuario de arte endonde vive ese gentilhombre intelectual digno de sernotado en el mundo. Entretanto, sabed que Rusiñol es
EN BARCELONA 17un altísimo espíritu, pintor, escritor, escultor, cuyavida ideológica es de lo más interesante y hermoso ycuya existencia personal es en extremo simpática ydigna de estudio. Su leonardismo rodea de una aureolagratamente visible, su nombre y su obra. Es rico, fer-voroso de arte, humano, profundamente humano. Esun traductor admirable de la naturaleza, cuyos mudosdiscursos interpreta y comenta en una prosa exquisita,ó potente, en cuentos ó poemas de gracia y fuerza enque florece un singular diamante de individualidad. Eneste movimiento, como sucede en todas partes, losque se han quedado atrás, ó callan, ó apenas son oídos.Balaguer es ya del pasado, con su pesado fárrago: elpadre Verdaguer apenas logra llamar la atención' con •su último libro sobre Jesús : vive al reflejo de la Allan-ada, al rumor de Canigó. Guimerá que trabaja al solde hoy, va á Madrid á hacer diplomacia literaria, y losmadrileños, que son « malignos », le dicen que conocensu juego, y que hay en el autor de Tierra baja unregionalista de más de la marca. Bellamente, noble-mente, á la cabeza de la juventud, Rusiñol, que noescribe sino en catalán, pone en Cataluña una corrientede Arte puro, de generosos ideales, de virtud y exce-lencia trascendentes. Por él se acaba de levantar alGreco una estatua en Sitges ; por él los nuevos apren-den en ejemplo vivo, que el ser artista no está en mimaruna Bohemia de cabellos largos y ropas descuidadas yconsumir bocks de cerveza y litros de ajenjo en loscafés y cabarets, sino en practicar la religión de laBelleza y de la Verdad, creer, cristalizar la aspiraciónen la obra, dominar al mundo profano, demostrar conla producción propia la fe en un ideal ; huir de losapoyos de la crítica oficial tanto como de las camara-derías inconsistentes, y juntar, en fin, la chispa divinaá la nobleza humana del carácter.
18 ESPAÑA CONTEMPORÁNEA Me dijeron que podía encontrar á Rusiíiol en el caféde los Qualre Gats. Allá fui. En una estrecha calle s eadvierte la curiosa arquitectura do la entrada de eserincón artístico. Pasé una verja de bien trabajado hierro,y me encontré en el famoso recinto con el no menosfamoso Per Romeu. Es éste el dueño, ó empresarioprincipal del cabaret; alto, delgado, de larga melena,tipo del Barrio Latino parisiense, y cuya negra indu-mentaria se enflora con una prepotente corbata quetrompetea sus agudos colores, no sé hasta qué puntopoiir epaler le bourgeois. P r e g u n t é por Rusiñol, y seme dijo estaba en su mansión de Sitges; por PompeyoGener, que acababa de llegar de París, y se me dijoque á ése no le buscase, pues solamente la casualidadpodría hacer que le encontrara. Y como era día de ma-rionetas, se me invitó á ver el espectáculo. Los cuatrogatos son .algo así como un remedo del Chat Noir deParis, con Per Romeu por Salís, un Salís silencioso,un gentilhombre cabarelier que creo que es pintor decierto fuste, pero que no se señala por su sonoridad.Amable, él fué quien me condujo á la salita de repre-sentación. En ella no cabrán más de cien personas;decóranla carteles, dibujos á la pluma, sepias, impre-siones, apuntes, y cuadros también completos, de losjóvenes y nuevos pintores barceloneses, sobresaliendoentre ellos los que llevan la firma del maestro Rusiñol.Los títeres son algo así como los que en un tiempo atra-jeron la curiosidad de París con misterios de Bouchor,piecesitas de Richepín y de otros. Para semejantesactores de madera compuso Maetcrlinck sus más her-mosos dramas de profundidad y de ensueño. Allí en losCuatro Gatos no están mal manejados. Llegué cuandola representación estaba comenzada. En el local, casilleno, resaltaba la nota graciosa de varias señoritas,intelectuales según se me dijo, pero que no eran ni
EN BARCELONA 19<Botticelli ni Aubrey Breardsley ; ni el peinado ni el trajeenarbolaban lo [snob. Abundaban los tipos de artistasdel Boul' Miche; jóvenes melenudos, corbatas mil ocho-cientos treinta, y otras corbatas. Los bocks circulaban,al chillar la vocccilla de los títeres. Naturalmente, lostíteres de los Qualre Gats hablan en catalán, y apenasme pude dar cuenta de lo que se trataba en la escena.Era una pieza de argumento local, que debe de habersido muy graciosa, cuando la gente reía tanto. Yo nopude entender sino que á uno de los personajes le llo-vían palos, como en Moliere; y que la milicia no estabamuy bien tratada. Las decoraciones son verdaderoscuadritos; y se ve que quienes han organizado el teatrodiminuto lo han hecho con amor y cuidado. En el localsuele haber además exposiciones, audiciones musicalesy literarias y sombras chinescas. Ya veis que el almade Rodolpho Salis se regocijaría en este reflejo. Al salirvolví á ver á Per Romeu, quien puso en mis manos uncartelito en que se anuncia su coin de artista, en góticatipografía de antifonario ó de misal antiguo, y en la cualse dice que « Aital estada es hostal pels desganáis, esescople de calin pels que sentin Fanyoranga de la llar,es museu pels que busquin lleminadures per Fánkna;es taverna y emparrat, pels que aimen Fombra deispampols, y de Fessencia espremuda del rahim; es góticacervecería, pels enamoráis del Norl, y pati d'Andalu-cía, pels aimadors del Mig-die; es casa de curació,pels mala lis del nostre segle, y can d'amistat y harmo-nía pels que entrin a roplugar-se sota ls portics de lacasa. No tindrán penediment d'haver vinguty si recangasi no venen. » Ese cabaret es una de las muestras delestado intelectual de la capital catalana, y el observa-dor tiene mucho en donde echar la sonda. Desde luego,sé ya que en Madrid me encontraré en otra atmósfera,que si aquí existe un af'rancesamionlo que detona, ello-
20 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAha entrado por una ventana abierta á la luz universal,lo cual sin duda alguna, vale más que encerrarse entrecuatro muros y vivir del olor de cosas viejas. Un Rusi-ííol es floración que significa el triunfo de la vida mo-derna y la promesa del futuro en un país en dondesociológica y mentalmente, se ejerce y cultiva ese donque da siempre la victoria : la fuerza. Ocasión habrá de hablaros de la obra de Rusiñol ylos artistas que le siguen, cuando torne á Barcelona ásentir mejor y más largamente las palpitaciones de esepueblo robusto. He llegado á Madrid y próximamente tendréis misimpresiones de la corte
MADRID I o de enero de 1ÍJ99. Con el año entré en Madrid; después de algunos deausencia vuelvo á ver el « castillo famoso ». Poco es elcambio, al primer vistazo; y lo único que no ha dejadode sorprenderme al pasar por la típica Puerta del Sol,es ver cortar el río de capas, el oleaje de característi-cas figuras, en el ombligo de la villa y corte, un tran-vía eléctrico.. Al llegar advertí el mismo ambiente ciu-dadano de siempre; Madrid es invariable en su espí-ritu, hoy como ayer, y aquellas caricaturas verbalescon que don Francisco de Quevedo significaba á lasgentes madrileñas, serían, con corta diferencia, apli-cables en esta sazón. Desde luego el buen humor tra-dicional de nuestros abuelos se denuncia inamoviblepor todas partes. El país da la bienvenida. Estamos enlo pleno del invierno y el sol h a l a g a benévolo en unazul de lujo. En la corte anda esparcida una de losmilagros; los mendigos, desde que salto del tren measaltan bajo cien aspectos ; resuena de nuevo en misoídos la palabra « señorito »; Don César de Bazan memide de una ojeada desde la esquina cercana; el co-chero me dice : « pues, hombre !... » dos pesetas, y mibaúl pasa sin registro : con el pañuelo que le cubre lacabeza, atadas las puntas bajo la barba, ceñido el man-
-22 ESPAÑA CONTEMPORÁNEA 'ton de lana, á garboso paso, va la mujer popular, la-sucesora de Paca la Salada, de Geroma la Castañera, de María la Ríbeleadora, de Pepa de Naranjera, de todas aquellas desaparecidas manólas que alcanzaron á ser dibujadas á través de los finos espejuelos del Curioso Parlante ; una carreta tirada por bueyes, como•en tiempo de W a m b a , va entre los carruajes elegantes •por una calle céntrica; los carteles anuncian, con letras vistosas La Chávala y El baile de Luis Alonso; los • cales llenos de humo rebosan de desocupados, entre hermosos tipos de hombres y mujeres, las getas de Cilla, los monigotes de Xaudaró se presentan á cada instante; Sagasta Olímpico está enfermo, Castelar•está enfermo; España ya sabéis en qué estado de saludrse encuentra; y todo el mundo, con el mundo al hom-.bro ó en el bolsillo, se divierte : ¡Viva mi España! Acaba de suceder el más espantoso de los desastres ;.pocos días han pasado desde que en París se firmó el tratado humillante en que la mandíbula del yankee•quedó por el momento satisfecha después del bocado•estupendo: pues aquí podría decirse que la caída no tuviera resonancia. Usada como una vieja « perra• chica » está la frase de Shakespeare sobre el olor de Dinamarca, si no, que sería el momento de gastarla. Hay en la atmósfera una exhalación de organismo des- compuesto. He buscado en el horizonte español las• cimas que dejara no hace mucho tiempo, en todas las manifestaciones del alma nacional; Cánovas muerto ; Paiiz Zorrilla muerto ; Castelar desilusionado)'enfermo ; Valera ciego; Campoamor mudo; Menéndez Pelayo... No está por cierto España para literaturas, amputada,•doliente, vencida.; pero los políticos del día parece que para nada se diesen cuenta del menoscabo sufrido, y agotan sus energías en chicanas interiores, en bal alias••de grupos aisladws, en asuntos parciales de partidos,
MADRID 23sin preocuparse de la suerte común, sin buscar el re-medio al daño general, á las heridas en carne de lanación. No se sabe lo que puede venir. La hermanaAna no divisa nada desde la torre. Mas en medio deestos nublados se oye un rumor extraño y vago quealgo anuncia,-Ni se cree que florezcan las boinas de•don Carlos, y los republicanos que fueran esperanzade muchos, en escisiones dentro de su organizaciónmisma, casi no alientan. Entretanto van llegando á lospuertos de la patria los infelices soldados de Cuba yFilipinas. /Quienes á morir como uno que — parececaso escrito en la Biblia — fué á su pueblo natal yamoribundo, y como era de noche, sus padres no leabrieron su casa por no reconocerle la voz, y al díasiguiente le encontraron junto al quicio, muerto ; otrosno alcanzan la tierra y son echados al mar ; y los quellegan, andan á semejanza de sombras; parecen, por•cara y cuerpo, cadáveres. Y el madroño está florido yá su sombra se ríe y se bebe y se canta, y el oso danzasus pasos cerca de la casa de Trimalción. A Petroniono le veo. He pensado á veces en un senado macabro delas antiguas testas coronadas, como en el poema deNúñez de Arce, bajo la techumbre del monasterioQue alzó Felipe SegundoPara admiración del mundoY ostentación de su imperio. ¿Cómo hablarían ante el espectáculo de las amargu-ras actuales los grandes reyes de anlaño, cómo el so-berbio emperador, cómo los Felipes, cómo los Carlosy los Alfonsos ? Así cual ellos el imperio hecho polvo,las fuerzas agotadas, el esplendor opaco; la coronaque sostuvieron tantas macizas cabezas, así fuesen lassacudidas por terribles neurosis, quizá próxima á caerde la frente de un niño débil, de infancia entristecida
24 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAy apocada; y la buena austríaca, la pobre madre realen su hermoso oficio de sustentar al reyecito contra losamagos de la suerte, contra la enfermedad, contra lasobscuridades de lo porvenir; y que está pálida, delga- da, y en su majestad gentilicia el orgullo porfirogénitotiene como una vaga y melancólica aureola de resig-nación. El mal vino de arriba. No dejaron semilla los árbolesrobustos del gran cardenal, del fuerte duque, de losviejos caballeros férreos que hicieron mantenersefirme en las sienes de España la diadema de ciudades.Los estadistas de hoy, los directores de la vida delreino, pierden las conquistas pasadas, dejan arre-batarse los territorios por miles de kilómetros y lossubditos por millones. Ellos son los que han encanijadoal León simbólico de antes; ellos los que han influidoen el estado de indigencia moral en que el espíritupúblico se encuentra; los que han preparado, por desi-dia ó malicia, el terreno falso de los negocios Colo-niales, por lo cual no podía venir en el momento de larapiña anglosajona, sino la más inequívoca y formi-dable débácle. Unos á otros se echan la culpa, mas ellaes de todos. Ahora es el tiempo de buscar soluciones,de ver cómo se pone al país siquiera en una progre-siva convalescencia; pero todo hasta hoy no pasa de lapalabrería sonora propia de la raza, y cada cual pro-fetiza, discurre y arregla el país á su manera. Enpalacio, ya que no Cisneros ó Richelieu, falta siquierael Dubois que prepare para Alfonso XI11 lo que elfrancés para Luis XV niño y débil: la política interioren caso de vida, la política exterior en caso de muerte.Cánovas no fué purpurado, en la monarquía de S. M.Católica, pero quizás era el único, á pesar de sus defec-tos, que tuviese buena vista en sus ojos miopes, buenapalabra de salvación ó de guía en su lengua andaluza;
MADRIDmas de los horrores inquisitoriales de Montjuich salióel rayo rojo para él. Entre las cabezas dirigentes, hayquienes reconocen y proclaman en alta voz, que lacausa principal de tanta decadencia y de tanta ruinaestriba en el atraso general del pueblo español; reco-nocen que no se ha hecho nada por salir de la secularmuralla que ha deformado el cuerpo nacional como elcántaro chino el de un enano; y si se ha dejado enmo-llecer la literatura, si ha habido estancamiento y retro-ceso en el profesorado, á punto de que de las célebresuniversidades lo que brilla como una joya antigua esel nombre; fuera de pocas excepciones para el juicio-público, el oráculo de la ciencia se encierra en urnas-como el comodín periodístico del Sr. Echegaray; elteatro que llaman chico atrae á las gentes con la repre-sentación de la vida chulesca y desastrada de los ba-rrios bajos, mientras en el clásico Español, en lasnoches en que he asistido, María Guerrero represen-taba ante concurrencia escasísima, y eso que el paseopor Europa y sobre todo el beso de París, le han puesto-un brillo nuevo en sus laureles de oro; la nobleza... Laotra noche, en un café-concert que se ha abierto recien-temente y con un éxito que no se sospechaba, me hanseñalado en un palco á gastados y encanecidos grandes-de España que se entretenían con la Rosario Guerrero,esa bailarina linda que ha regocijado á París después-de la bella Otero; soy frecuentador de nuestro Casino-de Buenos Aires y no me precio de pacato; pero el espec-táculo de esos alegres marqueses de Windsor, aficio-nados tan vistosamente á suripantas y señoritas locasde su cuerpo, me pareció propio para evocar un par-lamento de Ruy Gómez de Silva, delante de los retra-tos, en bravos alejandrinos de Hugo, ó una incisióngráfica de Forain con sus incomparables pimientas defilosofía. En lo intelectual, he dicho ya que las figuras- 2
ESPAÑA CONTEMPORÁNEA•que anles SJ imponían están decaídas, ó á punto dedesaparecer; y en la generación que se levanta, fuerade un soplo que se siente venir de fuera y que entrapor la ventana que se lian atrevido á abrir en el cas-tillo feudal unos pocos valerosos, no hay sino la litera-tura de mesa de café, la mordida al compañero, elanhelo de la peseta del teatro por horas, ó de la cola-boración en tales ó cuales hojas que pagan regular-mente: una producción enclenque y falsa, desconoci-miento del progreso mental del mundo, iconoclasticismoinfundado ó ingenuidad increíble, subsistente fe enviejos y deshechos fetiches. Gracias á que escrito-res señaladísimos hacen lo que pueden para transfun-dir una sangre nueva, exponiéndose al fracaso, graciasá eso puede tenerse alguna esperanza en un próximo•cambio favorable. Mal ó bien, por obra de nuestro cos-mopolitismo, y, digámoslo, por la audacia de los quehemos perseverado, se ha logrado en el pensamiento•de América una transformación que ha producido, entremucha broza, verdaderos oros finos, y la senda estáabierta; aquí hasta ahora se empieza, y se empiezabien : no faltan almas sinceras, bocas osadas que diganla verdad, que demuestren lo pálida que está en lasvenas patrióticas la sangre en que se juntaran, comodiría Barbey, la azul del godo con la negra del moro;•quiénes llevan al teatro de las gastadas declamacionesel cuadro real demostrativo de la decadencia; quiénes•quieren abrir los ojos al pueblo para enseñarle que laTizona de Rodrigo de Vivar no corta ya más que elvacío y que dentro de las viejas armaduras no cabehoy más que el aire. Ahora uno que otro habla de regenerar el país porla agricultura, de mejorar las industrias, de buscarmercados á los vinos con motivo del tratado últimofranco-italiano, y hay quienes se acuerdan de que exis-
MADRID 27timos unos cuantos millones de hombres de lenguacastellana y de raza española en ese continente. Porcierto, la industria pecuaria, dicen, debe ser protegida.¿Y la agricultura\"? ya en la instrucción de 30 de no-viembre de 1833 se señalaban causas locales del atrasoagrícola de España, como la intervención de la autori-dad municipal en señalar la época de las vendimias, óla de la recolección de los frutos ó esquilmos : lalibertad de que en los rastrojos de uno pazcan los-ganados de todos : los privilegios que no admiten atconsumo do una ciudad más que los vinos que producesu término; los que no permiten entrar una carga decomestibles en un pueblo sin que se extraiga otra delos productos de su agricultura ó de su industria, yotras mil anomalías; poco se ha adelantado desde en-tonces, y lo que os dará una idea del estado de estascampañas en lo relativo á agronomía, es que sepáisque las máquinas modernas son casi por completo des-conocidas; que la siega se hace primitivamente conhoces, y la trilla por las patas del ganado; ¿ qué pen-sarán de eso en la Argentina, donde nos damos el lujode tener á lo yankee un Rey del trigo? Se trata ahorade la creación de un ministerio de agricultura; de ins-truir al campesino, que como sabéis, ha permanecido-hasta ahora impermeable á toda noción ; pero ya se hahablado, á propósito de la enseñanza agrícola, deaumentar, Dios mío, el número de los doctores : ¡hacer-doctores en agricultura! Hay felizmente quien en oportunidad ha combatido-el plan de los dómines agrícolas y señalado un proyecto-en que quedarían bien organizadas las escuelas paracapataces, peritos agrícolas é ingenieros agrónomos,,estudios prácticos, de utilidad y aplicación inmediata,,sin borla ni capelo salamanquino. Las campañas estándesplobladas, y podrían, si hubiese hombres de empresa
28 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAy de buen cálculo, repoblarlas; para hacerlo la mismaRepública Argentina estaría llamada á ser la provee-dora de cabezas; las praderas andaluzas son excelentespara el engorde, y nuevas fuentes de negocios estarían•abiertas para las actividades que á ello se dedicasenen la Península. Así habría que entrar en arreglosespeciales por las restricciones que existen en las leyes.Mucho podría ser el comercio hispano-argentino, yal objeto, según tengo entendido, no ha cesado de tra-bajar el señor ministro Quesada. Aquí podrían venir lascarnes argentinas, ya que no en la común forma deltasajo, conservadas por los muchos procedimientos hoyen uso; y la mayoría de este pueblo que tiene casi comobase principal de alimentación el bacalao, que importade Suecia y Noruega, comería carne sana y nutritiva.Luego sería cuestión de ver si se adaptaba para el con-sumo del ejército y marina. Por lo pronto, la SociedadRural de Buenos Aires podría hacer el ensayo, enviandoen limitadas cantidades la carne conservada, y por losresultados que se obtuvieran, se procedería en lo deadelante. España enviaría sus lienzos, sus sederías, susdemás productos que allí tendrían colocación ; no habríaen ningún viaje el inconveniente del falso flete. Estasapuntaciones pueden ser estudiadas detalladamente poraquellos á quienes corresponde la tarea. Tales formasde relación entre España y América serán seguramentemás provechosas, duraderas y fundamentales que lasmutuas zalemas pasadas de un íberoamericanismo demiembros correspondientes de la Academia, de minis-tros que taquinan la musa, de poetas que « piden » lalira. Nótase ahora una tendencia á conocer, siquiera, loamericano nuestro, — lo del Norte, ¡ay! lo tienen yabien conocido! — y no hace muchos días, con motivode un banquete á escritores y artistas ofrecido por el
MADRID 29representante de Bolivia Sr. Ascarrunz, hubo declara-ciones de parte de ciertos intelectuales, que son detenerse muy en cuenta. « En cualquier otro momento,decía un escritor de los más diamantinos y pensadores— he nombrado á Julio Burell, — en cualquier otromomento la galantería del señor Ascarrunz habría sidodigna de hidalga gratitud, pero en fin, numerosas hansido las fiestas hispano-americanas á cuyo término ape-nas si ha quedado otra cosa que un poco de dulzor enla boca y otro poco de retórica en el aire; después,americanos y españoles han permanecido en sus des-confiadas soledades, colocados en actitud y con miradarecelosa, cada cual á un lado del gran abismo de la his-toria... » Y más adelante : « No, la guerra no levan-tará ya entre España y América española sus fierasvoces de muerte; lo que estaba escrito, escrito queda.Rebuscadores • de la historia, curiosos y eruditos, po-drán volver la mirada hacia los negros días de lucha;pero las almas que tienen alas, las almas que tienenluz, los hombres confesados á un ideal de paz y deamor, no descenderán al antro sombrío; volarán másalto y bañaran su espíritu en la claridad de una nuevaaurora... » Todo esto se pudo decir hace mucho tiempo;se pudo hace mucho tiempo combatir el alejamiento dela madre patria del coro de las diez y seis repúblicashermanas ; pero no se hizo, ni se paró mientes enello. Antes al contrario, apartando á un grupo escasísimode hombres como Valera y Castelar, se nos procuróignorar lo más posible, y, como lo he demostrado enLa Nación de Buenos Aires y en la Revue Blanche deParís, la culpa no fué del tiempo esta vez, sino deEspaña. Gloríanse los ingleses délos triunfos consegui-dos por la República norteamericana, hechura y florcolosal de su raza : España no se ha tomado hasta hoy 2.
30 ESPAÑA CONTEMPORÁNEA el trabajo de tomar en cuenta nuestros adelantos, nues-tras conquistas, que á otras naciones extranjeras han atraído atención cuidadosa y de ellas han sacado pro-vecho. En las mismas relaciones intelectuales ha habidosiempre un desconocimiento desastroso. Los escritoresque entro nosotros valen, se han cuidado poco del jui-cio de España y, con raras excepciones, no han enviadojamás sus libros á los críticos y hombres de letraspeninsulares; en cambio, nuestras docenas demediocres,nuestros vates de amojamados pegasos, nuestros pro-sistas imposibles, han sido pródigos de sus partos; deaquí que, en parte, se justifiquen los Clarines y Val-buenas de tiempos recién pasados. Más; en las mismasredacciones de los diarios en que se dedica una columnaá la tentativa inocente de cualquier imberbe Garcilaso,no se escribe una noticia, por criterio competente, deobras americanas que en París, ó Londres, ó Roma,sonjuzgadas por autoridades universales. Concretandoun caso, diré que la legación argentina se ha cansado'de enviar las mejores y más serias producciones denuestra vida mental, de las cuales no se ha hecho jamásel menor juicio. Cierto es que, fuera de lo que se pro-duce en España — con las excepciones, es natural, desiempre, pues existen un Altamira, un M. Pelayo, unClarín, este amable cosmopolita de Benavente — fuerade lo que se produce en España, todo es desconocido. Antes de concluir estas líneas debo declarar que nocreo sea yo sospechoso de falto de afectos á España. Heprobado mis simpatías de manera que no admite elcaso discusión. Pero por lo mismo no he de engañar álos españoles de América, y á todos los que me lean.La Nación me ha enviado á Madrid á que diga la ver-dad, y no he de decir sino lo que en realidad observe ysienta. Por eso me informo por todas partes; por esovoy á todos los lugares y paso una noche del « salón
MADRID 31:cilio » del Español á las reuniones semibarriolatinescas-de Fornos; en un mismo día he visto á un académico,,a u n militar llegado de Filipinas, á un actor, á Luis-Taboada y á un torero. Y anoche, hasta última hora,,he ido del Real al Music Hall, y mis interlocutoreshan sido, el joven conde de O'Reily, Icaza, el diplo-mático escritor, Pepe Sabater, Pinedo, y un jovenrepórter... Ya veis que estoy en mi Madrid. ¡Buenos Aires ! Hay que mirarlo de lejos para apre-ciarlo mejor. Aquí estala obra de los siglos y el encantode un país de sol, amor y vino; París es París; las-grandes capitales europeas nos atraen y nos encantan ;.peroJ'aime mieu.v ma mié, ó gué !
LA LEGACIÓN ARGENTINA. — EN GASA DE GASTELAR 10 de e n e r o . La legación argentina está situada en un elegantehotel déla calle Alcalá Galiano, número 6. Es en el barrioaristocrático de la corte, el í'aubourg Saint-Germainde Madrid. Allí concurrí anoche, por amable invitacióndel ministro Quesada, que había quedado de presen-tarme á algunos « representativos » de la vida socialé intelectual madrileña : en el arte, Moreno Carbonero;en el periodismo, el marqués de Valdeiglesias; estosdos me interesaban en gran manera. Fueron puntuales.Es el primero un tipo nervioso, delgado, de miradainteligente; no revela al artista desde luego, perocuando habéis hablado con él las iniciales palabras,la chispa ha saltado, iluminando, bajo un bigote fino ynegro, una sonrisa bon enfant. El segundo, de pequeñaestatura, rubio, calvo, comunicativo, meridional; deseguida se manifiesta el clubman, el mundano, el infal-table á las fiestas y reuniones de la aristocracia, eltítulo repórter, que hace en su diario, La Época, loque el príncipe de S a g á n hacía en un tiempo en LeFígaro. La Nación estaba representada dos veces,pues á mi derecha, en la mesa de la casa argentina,tenía yo al estimado compañero Ladevese. Pocos mo-
34 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAmentos después, y ya la conversación versaba sobrenuestra prensa y la española. Reconocía el marquésla inferioridad informativa, por ejemplo, de los diariospeninsulares, y explicaba cómo en España interesapoco á la generalidad lo que sucede fuera de los tér-minos de la tierra propia. No se sigue, como entrenosotros, el movimiento de los sucesos del mundo;del asunto Dreyfús, de lo que hay ahora de más sonoroen el periodismo universal, se publican unas pocaslíneas telegráficas. Naturalmente, el interés público,en tiempo de la guerra, hizo aumentar la vida de losdiarios, y la información tuvo su preferencia; tele-grama recibió El imparcial, ó El Liberal que costódiez mil francos. Mi bonaerensismo se manifiesta; hagoun rápido croquis del desarrollo y fuerza de LaNación; comento al Diario, etc. Y á propósito de co-rresponsales, se protesta por una carta que publica LaÉpoca del suyo de Buenos Aires, en que se dice, entreotras cosas, que todos andamos con el revólver en elbolsillo, y que no vayan más españoles á la RepúblicaArgentina, pues son repetidos con frecuencia los casosen que hay que levantar subscripciones en la coloniapara poder repatriar á los numerosos compatriotas,que allá se mueren de hambre. De esos náufragoshay en todas partes; y, no hay duda de que aquelperiodista exagera. El actual marqués de Yaldeiglesias ha recibido LaÉpoca de manos de su padre, cuyo tacto y l a r g a svistas en asuntos periodísticos, demuéstranse no sola-mente en la propia hoja sustentada por él, sino en laantigua Correspondencia de Santa Ana. La Correspon-dencia de hoy ha perdido su antiguo carácter ; gorrode dormir, pertenece al pasado. La Época es en Madriduna especie de Temps, el periódico serio, asentado,autorizado; con su poco de Figaro por el mundanismo
LA LEGACIÓN ARGENTINA 35y el cuidado de la forma, con la particularidad, dignade elogio, de que demuestra cierta preferencia por lointelectual. Es un diario gran-señor ; no se vende porlas calles, y si los demás cuestan cinco céntimos, nú-mero suelto, y una peseta la subscripción por mes, LaÉpoca vale cuatro pesetas, subscripción mensual yquince céntimos número suelto. Claro es que el tirajees relativamente reducido. No nay que buscar, porotros puntos, comparación con nuestros grandes ma-tinales. Valdeiglesias es un hombre encantador; su distin-ción no excluye la abierta gentileza; habla de todo, ysobre tode de arte y vida social, con una volubilidad yamenidad que hacen de él un conversador deseableDesde luego, se me ofrece como cicerone en mis.« viajes alrededor y al centro de Madrid». En unmomento me interesa en las colecciones artísticas yde alto mérito histórico que posee el conde de Valenciade Don Juan; me habla de los autores de la nobleza,bibliófilos, conocedores de arte y sportmen, casi porcompleto desconocidos en el público, escritores de librosque circulan en ediciones cortísimas y para especialis-tas; y á propósito de la obra reciente de Montecristosobre los salones de Madrid, diserta de entusiásticamanera sobre el movimiento social de esta corte, quees indiscutiblemente una de las que tienen para susmantenedores del gran mundo y para sus huéspedes,singulares atractivos y goces de lo que se puedellamar la estética de la existencia, en un país en dondeaun en el duelo, parece que siempre se escuchara comoun canto á lo grato del mundo. El marqués cuandohabla parece que dictase uno de sus artículos amenosy discretos, de una verba correcta; y ya pasemos áhablar de lo mucho que él ha trabajado y piensa tra-bajar para favorecer, después de un ensayo de apli-
36 ESPAÑA CONTEMPORÁNEAcación que él costearía, la introducción de las carnesargentinas en España ó trate de una reciente publi-cación sobre esgrima antigua hecha por un titulo deCastilla ó detalle las reuniones femeninas, famosas, porvida mía, en Madrid, de nuestra legación, en donde,hermosa y ricamente, el doctor Quesada sabe recibirá la flor de la corte, con bríos y humor que mantienesu vejez fresca y firme, una vejez á lo Juan Valera — yá lo doctor Quintana ; — Valdeiglesias siempre encarnael periodista, es el polílogo vario y chispeante. Luego Moreno Carbonero. Estaban conversando conel novelista y diplomático Ocantos, secretario de lalegación como sabéis; y á propósito de un decir delministro sobre una cabeza que un inglés encontraraen España y se attribuye hoy á Miguel Ángel ó á Dona-tello... — desde luego, dos maneras tan distintas, dosespíritus de arte tan diversos — oigo, pues, á MorenoCarbonero que dice : « Yo por mi parte, prefiero, entreMiguel Ángel y Donatello á Donatello ! » Pareciómemuy simpáticamente desenvainada aquella opiniónpor un maestro que, á pesar de su gran talento, es loque se llama un « normal »; pero luego caí de miascensión, pues á propósito de la pintura « moderna »y por traer nosotros el recuerdo del insigne catalánRusiñol, manifestó que ese arte — y decía esto despuésde inclinarse delante del talento del catalán — que esearte — el del mejor Rusiñol, el Rusiñol libre y poeta— era solamente bueno para el industrialismo delcartel; algo así como la brocha gorda de los telonesteatrales, para ser visto de lejos... Y yo pensaba, aundeteniéndome únicamente en el affiche, que en uno deChéret, de Mucha, del admirable Grasset, del mismoRusiñol, hay más arte de artista que en muchas telasde canónicos medallados. Es, por cierto, uno de losmayores pintores de la España de hoy Moreno Carbo-
LA LEGACIÓN ARGENTINA 37ñero, y me explico perfectísimamente la razón de sumanera de mirar el contemporáneo arte « intelectual ».Él respira su ambiente; ha vivido en París y ha pasadolos años indispensables de Italia ; pero queda en él elmeridional absoluto, ó mejor, el español inconmovible.Y esto por otra parte puede ser, ó será una gran virtud.Ya sabéis, con todo, que es un idealista, al ser nacional :su amor por el Quijote es conocido, y el último cuadrosuyo que he visto representa la aventura del caballerode la Mancha con los carneros. Picarescamente, esanoche, un respetable amigo suyo calificó ese cuadrocomo un símbolo... De lo cual resultaría, por esta vezMoreno Carbonero simbolista malgre lid. Ahora p r e -para otro cuadro cuyo tema está extraído de la enormeusina quijotesca; y nos decía que andaba en busca deun tipo campesino que tuviese la figura del Sancho queél se imagina; y que creía haberla encontrado en unbauzán manchego que había visto, como para serreconocido por Teresa, Sanchica y el rucio. Recorremos la casa. Desde luego llama el ojo labuena cantidad y calidad de viejos tapices en los salonesprincipales, y de los salones, el amarillo, para el quese ha escogido con sabio gusto esa antigua y rica telaespañola que impone su aristocracia arcaica á las imi-taciones chillonas y estofas advenedizas. Por ciertopunto la legación es un pequeño y valioso museo, puesfuera de tapicería y chirimbolos está lo preferido ymejor entre todo, las tallas, esas obras admirables dela famosa talla española que hoy se podría llamar unarte olvidado, pues la que ahora se hace no admite niun lejano término de comparación con la labor perfecta,aun en la misma tosquedad de lo primitivo, que antañose acostumbraba. Aquellos maestros perdidos en eltiempo, no han vuelto á encarnarse, y los escultoresde hoy — con rarísimas excepciones, como ese incom- 3
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