354 DIALOGOStrario, parece que de una ontología en la que todo fluyesería más lógico deducir una leona convencionalista dellenguaje. Esia contradicción, al menos aparente l8, complicada por las noticias que de C rálilo nos ofrece aristó-leles (Metafísica I0l0a7 ss.) constituye el llam ado «problema de C rálilo». Brevemente, éstos son los términos delproblema', en el Crálilo este personaje aparece manteniendo sim ultáneam ente ambas teorías; sin embargo, Aristóteles (loe. cil.) lo presenta sólo como un heracliteo radicalque «creía que no se debía decir nada, lim itándose a m over el dedo». No se dice nada del naturalism o lingüísticoy, m ás bien, parece deducirse lo contrario. ¿C óm o conjugar am bas visiones? A menos que el C rálilo del diálogo no responda al histórico ,v o que, como mantieneJackson 10, sea un heracliteo para quien los nom bres sonel único m edio de fijar el flujo de las cosas, habrá que admitir; o bien que Crátilo no es realmente un heracliteo21, ls E. C a s s ir e r . Filosofía de las Formas Simbólicas, México. 1971, nove contradicción aquí: «sólo el vocablo móvil y multiforme que, por asídecirlo, desborda siempre sus propios limites, encuentra contraparte (en)la plenitud de! logos conformador del universo» (pág. 67). Eso si. los seguidores de Heráclito desvirtuaron esla concepción originaria del maestro. Crátilo es, pues, un heracliteo que transfiere »la identidad que He-ráclilo habla af irmado entre el (odo del lenguaje y el todo de la razón...a la relación de la palabra aislada con su contenido eidélico» (pág. 70). IV Para M . W a r b ¡ j r g ( « Zwei Fragen z u m K r a t y l o s » . N e u e P h i l o l . l/n-l e r s u c h . 5 (Berlín, 1929)). el personaje de Crátilo está encubriendo a He-ráclldes Póntíco, pero esla tesis no ha tenido gran aceptación y sí muchos detractores. Según V a n lizcREtJfDe «C r a t y l o » H e r a c l i t e o e l d e P l a t o -n i s «C r a t y l o » [ M n e m o s y n t N. S„ X H X ], 1921), el Crátilo del diálogo sería una caricatura que hace Platón de su maestro pero es diTícil que Crátilo fuera nunca maestro de Platón (cí. n. 2 al texto). A Dics ( a p u d Mfim-d ie r , P la t ó n - .., Introducción, pág. 38. n. 2) piensa que Crátilo esconde untipo y no representa a un Individuo real. Esto, sin embargo, no es habitual en los diálogos platónicos cuya fuerza dramática deriva de la realidad de sus personajes, contemporáneos de Platón. !u Cí. H. J a c k s o n , Cambridge Pradcctions, Cambridge. 1906. !1 Asi, C. S. Kirk («The Problem of Cratylus», Amer. Journ, o¡ Philol. 72 [195 I], 225-53), quien soslienc que Crátilo es heracliteo solo aqui,
CRÁT1LO 355ü que ha sido llevado a esta filosofía, precisamente aquí,por Sócrates u . Ahora bien, cualquiera que sea la solución al «problema de Crátilo», es evidente que la filosofía de Heráclitono es el único, aunque, quizá, sí el m ás im portante, blanco del ataque dialéctico de Sócrates. Y — sobre todo— noes la única base sobre la q u e se sustenta el naturalism o.Hay otras que resultan obvias: de un lado, la creencia irracional en la relación m ágica del nom bre con la cosa quese da en todas las culturas prim itivas De otro lado, loque Diógenes Laercio (IX 53, 3.35) llam a la «tesis de An-tistenes», según la cual la contradicción es imposible, porque cada cosa tiene un lógos oikeios, lo que viene a significar que es im posible hablar falsam en te 11. En efecto, desde Schleierm acher se ha venido m anteniendo que en este diálogo, lo m ism o que en el Eutidemo,Platón está atacando a Antístenes sin nom brarlo u. Finalmente, la m ism a filosofía de Parménides, dequien, en últim o término, deriva Antístenes, puede estaren la base del n a tu r a lis m o 26. En el fr. B8 niega el filósofo de Elea la posibilidad de un enunciado falso («no se puede expresar ni concebir que no e>dste... no podrías conocer lo que no es — pues no es alcanzable— ni tampoco podrías expresarlo») y es evidente que, tanto Antístenes cocn el diálogo, por oportunismo, L e., por pensar que esta filosofía apoyasu IcSÍS. u Es la tesis «evolucionista» de D. J. ALLAN(«The Problem oí Craly-his^, Amar. Journ. o j Philoí. 1S (19S4), 271-87), y R. M ondolfo (La comprensión del Sujeto en la Cultura Antigua, Buenos Aires, 1968): Cráliloserla llevado a un heracliiismo radical a partir de este diálogo conSócrates. 11 Cl. H. G. C a d a m e r, Verdad y Método, Salamanca, 1977. Sobre ¡a «tesis de Antístenes», cf. W. K. C. Guthmh, A Hisiory..,,pigs. 209 y sigs. ls En «Einleitung zur Ubcrselzung des K r a l y l o s », en P l a lo n s W e r k e ,Berlín, 1855. Sobre los seguidores de este autor, cí. M Sr id ie r . P l a t ó n ,...págs. 44 y slgs. !i Asi opina G. S. Kmic, «The problem...», 230.
356 O lÁ t.O O O Sm o quienes con él sostienen el principio de la im posibilidad de la predicación falsa, no hacen más que llevara su*últim as consecuencias lógicas las premisas de Par-ménides. Éstas son las dos teorías sobre la exactitud de los nombi es tal como aparecen form uladas en el Cráiilo, así como las diferentes bases teóricas sobre las que podriansustentarse. c) La posición de Sócrates. — El pretender deducir (Jqué lado está Sócrates en esta oposición convencionalism o/naturalism o, com o se ha hecho, es sencillamente desenfocar el problem a ” . Éste es uno de los diálogos dePlatón más finos desde el punto de vista de la dialécticasocrática, y si algo resulta evidente, es que Sócrates se opone, prim ero, a una teoría y, luego, a la otra con el únicofin de desvelar sus contradicciones y peligros; para rechazar a las dos, en últim o térm ino Una vez que ha rechazado el convencionalismo de Her-mógenes, por el peligro de sus im plicaciones epistem ológicas y por ser contrario a la adm isión, por parte de Her-mógenes, de que los seres son en si y que se puede hablarfalsamente, Sócrates parece lom ar partido por el naturalismo. Pero, en realidad, toda su argum entación a favorde esta tesis se va a volver en contra al final del diálogo. Comienza Sócrates analizando etimológicajnente el significado de ciertos nombres propios — y luego comunes—en un clim a general de ir o n ía ” . Toda esta extensa sección etimológica, que ocupa más de la m itad del diálogo,ha sido objeto de varias interpretaciones. Debido a su ex- J7 Cf. R. RobjnsOM , «A CriDcism oí Plalo's C r a l y l u s Phil. Rcvue 65(1956). 324-34!. A Diés (apud. M é k I u ie r, Pialen..., pág. 30) se refiere muy acertadamente a eslediálogo como ana operación de «déblaiemem » de las leo-rías lingüisticas de su época. Ct. n. 46 al lexto.
CRATILO 357Lensión, algunos com entaristas han visto en ella el objetivo últim o del diálogo w y elogian la genialidad de algunasideas. En general, se basan en la ^m odernidad» de algunas ideas lingüísticas que aparecen (evolución fonética,préstamos lingüísticos, etc.). Sin embargo, la m ayoría sonhechos dem asiado obvios, y, sobre todo. Platón los ofrececomo trucos para m anip ular etim ológicam ente el m aterial que Sócrates elige para su análisis. En realidad, lingüísticamente hablando, esta sección no tiene valor alguno. La m ayoría de las etim ologías son disparatadas,como Hermógenes y el m ism o Sócrates se encargan de decimos más o menos claramente. Solamente un puñado soncorrectas y, aun éstas, son simples aproximaciones deunas palabras con otras de su m ism a raíz. Debido al clim a de ironía que envuelve toda esta sección, es probable que Sócrates esté ridiculizando los procedimientos etim ológicos de los sofistas en general,aunque él alude m ás concretamente a Pródico y Pro-tágoras Jl. Sin embargo, esta ironía no se agota en sím ism a ni la fin alidad del Crátilo es dive rtirn o si2: el m étodo etimológico, llevado a sus últim as consecuencias lógicas, desemboca, en definitiva, en una teoría m im èticadel lenguaje y ésta, aunque al fina) se revele insuficiente,es una original aportación socràtico-platònica a la teoríalingüística. En efecto, según ésta, el lenguaje tiene la m ism a función — y funcionam iento— que las demás artes im itativas, aunque su objeLo últim o sea m ucho más serio: laesencia de las cosas. Ahora bien, si la teoria naturalistanos ha llevado a la mimesis, ahora ésta se vuelve contra ^ Así, G. G rote, Plato and other Companions o j Socrates, Londres,I86S; D. Ross, «The date oT Plato's Cratylus», Rcv. in te n t Philos. 9 (1955),187-96, y J. Derbolav, Píaton's Sprachphilosophie..., ant. cir. No Leñemos, sin embargo, más dalos que esto caricatura sobre losprocedimlenios etimológicos de estos dos sofistas. iz U. von WitANiOwiTi llama a) Crátilo «ein lustiges Buch» en Pia ion.Sein Leben und seine Werke, Berlin, 1959.
358 DIÁLOGOSaquélla — lo que pone de manifiesto, en grado sumo, el til«cance de la ironía socrática. Crátilo. que ha aceptado el análisis etimológico y la tcfflría de la mimesis, basada en la filosofía de Heráclito, mjverá forzado a adm itir que todo ello es contradictorio consu propia teoría del lenguaje. En este momento, Sócraiajparece, de nuevo, lom ar partido por el convencionalismo,Sin embargo, el diálogo no es una bagatela dialéctica, nihay que buscar — repito— de qué lado se queda Sócrates,sopesando cuidadosamente todas las afirmaciones que hace a lo largo del mismo. Al final, lo que queda bien claroes la intención de Sócrates de descalificar al lenguaje como medio para acceder a la realidad, m ediante el rechazo de dos teorías que pretendían, cada una, constituir *éste en el único y más idóneo m étodo para ello. Finalmente, unas palabras sobre la posición relativadel Crátilo dentro de los diálogos de Platón. Es uno de lospocos diálogos sobre los que el acuerdo no es unánim e,ni siquiera en lo que se refiere a su asignación a uno de,los tres grupos cronológicos establecidos por el métodoestílom étrico. El Crátilo no tiene alusiones directas ni indirectas a hechos históricos que pudieran fijar su lentti-mis posi quem, y ha sido situado por diferentes filólogosen cada uno de los tres m encionados grupos. Sin em bargo, pese a los intentos de M. W arburg, G. S. K írk y D. J,Alian “ de relegarlo, por diferentes razones, a una fechatardía —o de la actitud menos com prom etida de J. Der-bolav y L. E. Rose u que lo sitúan en el período interm edio— , sigue teniendo m ayor aceptación la opinión deC. R itter que ya lo clasificó dentro del p rim e r grupo,entre E u tid c m o y Fedón. Posteriorm ente, H. von 33 En los irabajos cllados de cada uno. C f. *On Hypothesis (n llie C r a t y lu s as an Indication o f t h e Placeof the Dialogue un Ihe Sequence of Dialogues», P h r o n e s i s 9(1964), 114-116.
CRÁTILO 359A rn im is, siguiendo la m ism a línea estadística, aunqueapoyándose m ás prudentem ente en el uso de fórm ulas dei ¿plica afirm a l iva (naí, púny gé, pány mén oún), lo clasifi-■a tam bién, ju n to con Menón, Gorgias y Eutidem o, en ellirimer grupo. Esta misma opinión mantienen D. Rossv, más recientemente, J. V. L u c e \", y, aunque sacar con-i lusiones de) contenido de los diálogos se ha revelado peligroso desde Schieierm acher, la inm adurez de la teoríade las Formas, tal com o aquí se expone, o de la concep-i ion genera) del lenguaje con respecto al Teelelo y Sofista, parecen apoyar esta atribución del C ráiilo al prim erl’.rupo. NOTA SOBRE EL TEXTO En generaí, seguimos el texto de la edición de J. BuRNErfP/a/onts Opera,Oxford, 1961). que sigue siendo una edición excelente, salvo, quizá, enloque se refiere a las conjeturas del propio Burnety a su excesivo apegoa las lecturas (especialmente las omisiones) del MS. T. También nos ha ido muy útil la edición de L Mériqiek. Pialan, Ouvres Complete s. val.V, 2.* parle: Cralyle, París, 1950. Nos apartamos del (exlo de Bum et en los siguientes pasajes:384a6-a7, sin corchetes.3&4d5, sin córcheles; foó&tv... npcrripou] (secl. Baiteb).385c10, t ¿ 6 y o j ia r ( M É R I D I E b ) .385cl5, ijteo&éc (W.).385el, ¿ K á a T a tí [¿vtoit;] (T.).386a2, bS, c2, d8, 387a4, d4, sin corchetes.388c6, óvó^taTt ( k<xX£>^). tcaX¿<; (Co is u n ; M éridier)-389al, cS, sin corchetes. Cf. Sprachliche Forschungen zur Chronologie der platonischenUialoge, Viena, 1912, y Die sprachliche Forschung als Grundlage der Chronologie der platonischen Dialoge und des «Kralylos», Leipzig, 1929. 36 «The Dale..,i, an/, eil. 37 Cf'. «The Date of ihe Cralylus», Attier. Journ. o j Phital. 85 (1964), 136-154.
360 DIÁLOGOS389el, iy v o c .lv (M SS.).390b3, 3 9 lbl, 393a5, sin corchetes.395a8, nXi‘|0oo<; tc kcí! tta p tE p ía (M SS.).395c4, sin corchetes.397dl. [raüc] O eoóc, (T cstim . de Theoooreto, Therapeut., pág. 69),397d8-el, ‘ EPiM. ö a l ^ o v a c ; . . . d v ö p ^m o u ^. X Q . S al^o va«;; {Su- ptwnus; B ekxeh).398d6, sin cruces.398e5, sin (f¡).399(12, o ¿ ( j á ti xaX oóp cv ( T .; M é r id ie v ).402el, 403c4, 405c7, sin corchetes.40ób1, sin40Sb4-5. sin corchetes.412b6. Xo6<; (V a lc x fn a e r; M é rjd ie r)-413a4, !6(qc (MSS.; Mt-Riorra).4lSc8, « m i t a ; (M érioter).415d4-5, 421Ö2, 424dl, 425cJ, sin corchetes.42óbl. KitlveoiQ-426el, Tpa^et (MSS.; MÉRiorER).429bt, s. c.437a7-8, [ á X X á .. . lörcr) (Ast.; MéBroniR).438c7, fi (V ulc.; M é r id ie r). BIBLIOGRAFIAA l l a n , D. J.. «The Problem of Cralylus■. Anier. Journ. of Phitol. 75 (1954), 271-87.A r n i m , H. v o n , Sprachliche Forschungen zur Chronologie der platonischen Dialoge, Vlcna, 1912,— , Die sprachliche Forschung als Grundlage der Chronologie der plato nischen Dialoge und des *Kratylos*, Leipzig, 1929.C l a s s e n , C. J., «The Study of Language amongst Socrates’ Contempora ries«, Proc. of the Ajr. Class. Assoc. (1959), 33-49.O annO LA v, J., Platons Sprachphilosophie im *Kratylos» u n d in den späte ren Schrijien, Darmstadt, 1972.F e h lin g , D., «Zwei Untersuchungen zur Griechischen Sprachphilosophie«, Rhein. Mus. 108(1965), 212-30,
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C R Á T IL O HERMÓGENES, CRÁTILO, SÓCRATES H e r m ó g e n b s 1. — ¿Q u ie re s, entonces, que h a g a m o s 383aparticipe tam bién a Sócrates de nuestra conversación? C rAtjlo \— S i te parece bien... 1 Hijo de Hipónico y hermano de Calías (ci\ n. 21). Por t i testimonio de J e n o f o n t e ¡Memorabilia I 2. 48; II 10, 3, y Banquete VIH 3) sabernos que era uno de los íntimos de Sócrates: le instiga a que prepare sudiscurio de defensa y asiste a los últimos momentos de la vida de) maestro. No se le conoce con certeza adscripción a escuela o grupo filosóficoa lg u n o . D ió g e n e s Laercio<IU 6) le hace partidario de Parménides, peroello puede deberse a u n a polarización frente a l heraclltismo de Crátilo(cf. F. A s t . Plalons Leben and Schrifieii, Leipzig, 1816. c/ alii). Aqui se lepresenta como un hombre de poca personalidad, aunque bien dispuestoy afable, en co n traposición a Crátilo. Sus Intervenciones se reducen aasentir a lo q u e dice Sócrates, si bien alguna intervención suya hace progresar notablemente el diálogo (cf., sobre todo, 421c y D. 143). 1 Personaje cuya realidad biográfica es un lanío oscura. Tenemossobre él pocas noticias y. aun éstas, contradictorias o difíciles de conjugar: a) por este diálogo sabemos que sostiene simultáneamente la teoríanaturalista del lenguaje y la filosofía de Heráelito; b) que es joven (cf.440d), de carácter terco y de escasa valla intelectual; c) A r is t ó t e l e s (Mezofísica I0)0a7- 1S) dice que Crátilo habla renunciado al lenguaje porqueera un heracliteo radical y se limitaba a hacer signos con las manos; d)A r is t ó t e l e s (Meta/. 987aJ2 ss.) dice que Platón fue synít'nes «compañero* de Crátilo; e) DiCgenes LtEJtciO(lll 6) y P ro c lo (In Plalonis CraiylumCo»\rnenlarii) dicen que Platón Fue discípulo de Crátilo. — Pues bien, (e)se deriva probablemente (y es interpretación errónea) de (d), pero además, es difícil de conjugar con (b). A su vez, (c) contradice — y es más
364 d U logos H eam . — Sócrates, aquí Cráiilo afirm a que cada uno de ]os seres tiene et nombre exacto por naturaleza. No que sea éste el nom bre que im ponen algunos llegando a uti acuerdo para n om brar y asignándole una fracción de su propia lengua, sino que todos los hombres, tam o griegos b como bárbaros, tienen la m ism a exactitud en sus nombres. Así que le pregunto si su nombre, C íatilo, responde a lu realidad, y contesta que sí. «¿Y cuál es el de Sócrates?», pregunté, «Sócrates», me contestó. «¿Entonces Lodos los otros hombres tienen tam bién el nom bre que damos a ca da uno?» Y él dijo: «No, no. Tu nombre, al menos, no es Hermógenes ni aunque te llam e así todo el m undo» \Y cuando yo le pregunto ardiendo en deseos de saber qué quiere decir, no me aclara nada y se muestra irónico con-384a migo. S im ula que él lo tiene bien claro en su mente, como quien conoce el asunto, y que si quisiera hablar claro ha ría que incluso yo lo adm itiera y dijera lo m ism o que él dice. Conque si fueras capaz de interpretar de algún mo do el oráculo de Crátilo, con gusto te escucharía. O aún mejor: me resultaría aún más agradable saber qué opinas tú mismo sobre la exactitud de los nombres — siempre que lo desees. S ó c r a te s . — Hermógenes, hijo d e Hipónico, dice un an- b tiguo proverbio que es difícil saber cóm o es lo bello. Y, desde luego, el conocim iento de los nom bres no resulta insignificante. Ciaro, que si hubiera escuchado ya de la bios de Pródico * el curso de cincuenta dracm as que, se-probable— que (a). Sobre el problema de conjugar el naturalismo y he-raclitismo de Crátilo. véase nuestra Introducción. 1 Tanto Kratylos como Sokrátes son nombres formados sobre el sustantivo ¡erólos -dominio»; el de Sócrates, además, presenta la r a il 'saivo-que está en ta base de palabras de vario significado. — Hermagénes significa «deí linaje de Hemtes», y este nombre no te corresponde, debidoa sus dificultades pecuniarias (cf. 384c y 391a) y, como él mismo añademás tarde (cf. 408a), a su poca facilidad de palabra. * Célebre sofista, natural de Ceos, cuyo Interés se centraba en el empleo correcto de las palabras (cf. Eulidem o l i l e ) estableciendo los ras-
c r Xt il o 365l'ún éste, es la base para la form ación del oyente sobrel'I lema, no habría nada que im p idie ra que tú conocierasun este instante la verdad sobre la exactitud de los nom bres. Pero, hoy por hoy, no he escuchado más que el deuna d r a c m a 4. Por consiguiente ¡gnoro cóm o será la ver- cdad sobre tan serio asunto. Con todo, estoy dispuesto ainvestigarlo en común contigo y con Crátilo. En cuantoa su afirm ación de que Hermógenes no es tu verdaderonombre, sospecho — es un decir— que está chanceándose, pues tal vez piense que fracasas una y otra vez en tuik-seo de poseer riquezas. Es difícil, como decía hace uninstante, llegar al conocim iento de tales temas, pero noqueda m ás remedio que ponerlos en el centro e indagarsi es como tú dices o como dice Crátilo. Hef^m. — Pues bien, Sócrates, yo, pese a haber diálo-gado a m enudo con éste y con m uchos otros, no soy capaz de creerme que la exactitud de un nom bre sea otracosa que pacto y consenso4. Creo yo, en efecto, que cual- dquiera que sea el nombre que se te pone a alguien, éstees el nom bre exacto, Y que si, de nuevo, se le cam bia porotro y ya no se llam a aquél — como solemos cam biárseloa los esclavos— , no es menos exacto éste que le sustituyegos diferenciales de los sinónimos aparentes. En realidad, la exactitudque él propugna nada liene que ver con la orillóles que aquí se discute.Sócrates fue un gran admirador suyo y se piensa que su célebre (¡taires 15(cf. Cúmudes !63¿l. Prologaras 3S8a) puede haber influido en las dicotomías socráticas (cf. W . C. K . ( r .r r H R iE .,/( Hislory of Greek Philosophy, págs.223-25 y 274-80, y C. J. C la s s e n , «The Sludy of Language amongsí Sócrates\" Contemporaries», Proc. of the Ajr. Class. Assoc. [1959], 38). 5 Podría querer decir que ha leído algún libro de Pródico: una dracma os el precio aproximado de un libro en esta época (cf. Apología 26d)y demasiado poco, incluso, para uo curso reducido, 5 Hermógenes emplea una terminología vaga, propia de quien no (lene las ideas muy claras o expresa, no una teoría, sino un clima de o p inión. Aquí emplea, synthékl y homología: más abajo, nomos y ¿ihos. Cf.tnlrod. Traduzco nomos por «convención», en su valor más general, y,alguna vez, más adelante, por «uso». Para nornothélés empleo el término común mente admitido de «legislador» (cf. 389a).
366 dU locos que el prim ero 7. V es que no íiene cada uno su nom bre por naturaleza alguna, sino por convención y hábito dee quienes suelen poner nombres. Ahora que si es de cual quier otra forma, estoy dispuesto a enterarme y escuchar lo no sólo de labios de Crátilo, sino de cualquier otro.385a Sóc. — Hermógenes, puede que, desde luego, digas al go im portante. Conque considerémoslo: ¿aquello que se llam a a cada cosa es, según tú, el nom bre de cada cosa? H erm. — Pienso que sí. S ó c .— ¿Tanto si se lo llam a un p a r tic u la r 4 como una ciudad? H erm. — Sí. Sóc. — ¿Cómo, pues? Si yo nom bro a cualquier ser..., por ejemplo, sí a lo que actualm ente llam am os ahombres Jo denom ino «caballo» y a lo que ahora llam am os «caba llo« lo denom ino «hom bre», ¿su nom bre será hom bre en general y caballo en particular, e inversamente, hombre en p articular y caballo en general? ¿Es esto lo que quie res decir?b H e r m . — Pienso que sí. Sóc. — Prosigamos, pues. Dim e ahora esto: ¿Hay algo a lo que llamas «hablar con verdad» y «hablar con falsedad» v? 1 Hay en el [exlo griego de lodos los MSS. (salvo T) dos frases de idéntico contenido («no es menos exacto el segundo que el primero» y °noes menos exactoéste que Icsuslltuyequeel primero»), de las cuales, una es, sin duda, glosa de ja otra. Contra la opinión general que admite ambas como genuinas o que sigue a Bekker omitiendo (con el MS. T) la segunda, nosotros pref erimos suponer (con Bailer) que es la primera la que no es autentica. * AquJ Sócrates lleva a Hermógenes a una posición de extremo in dividualismo, que no es la inicial mente expuesta (cf., también, el § e, más abajo). Sobre las razones de este proceder de Sócrates, ver nuestra Jmrod. 9 El principio de que se puede hablar falsamente, introducido aquí un tanto bruscamente es, en realidad, el argumento más poderoso con tra ambas leorlas. De ahí el interés, por parte de Sócrates, de dejarlo sen tado inmediatamente. Es un tema que reaparece en Eulidento 286b, c y Sofista 251a, b.
CRÁT1LO 367 H erm. — Desde luego que sí. Súc. — ¿Luego habría un discurso verdadero y otrofalso? H je r m . — Desde luego. Sóc. — ¿Acaso, pues, será verdadero el que designa alos seres com o son, y falso el que los designa como no son? H erm. — Sí. Sóc. — ¿Entonces es posible designar m ediante el discurso a lo que es y a lo que no es? H e r m . — Desde luego. Sóc. — ¿Y el discurso verdadero es acaso verdaderoen su totalidad y, en cam bio, sus p an e s no son verdaderas? H erm. — No, tam bién lo son sus partes. Sóc. — ¿Acaso sus partes grandes son verdaderas y laspequeñas no? ¿O lo son todas? H e r m . — Todas, creo yo. Sóc. — i Existe, pues, alguna parte del discurso a la quepuedas llam ar m ás pequeña que el nombre? H erm. — No. Ésta es la m ás pequeña. Sóc. — Bien. ¿Acaso el nom bre del discurso verdadero recibe una calificación? H e r m . — Si. Sóc. — Verdadero, sin duda, como tú afirmas. H e r m . — Sí. Sóc. — ¿Y la parte del falso es una falsedad? H erm. — Así lo afirm o. Sóc. — ¿Es posible, entonces, calificar al nom bre defalso y verdadero, si tam bién lo hacemos con eld is c u rs o ? (0. Paralogismo señalado por H. S t e i n t h a l , Geschichte der Sprachwissenschaft bet den Griechen und Römern, Berlin, 1961, pág. 86, y R.R o d in s o n , «The Theory of names in Píalo s Cralylus», Phil. Rev. 65 (1956),328. Una frase puede ser falsa y todos sus nombres verdaderos. Plalónn o hablo llegado a descubrir (o lo silencia por el inlerés de la a rg u m e n ta ció n ) que la frase constiluye una unidad superior y no una mera sumade sus partes (cí. Gutiiiue, A Hístory..., pág, 213).
368 DIALOGOS d HeRM. — ¿Cómo no? Sóc. — ¿Acaso el nom bre que cada uno atribuye a uii objeto es e] nom bre de cada objeto? H e r m . — Sí. Sóc. — ¿Entonces tam bién cuantos se atribuyan a cu- da objeto, lodos ellos serán sus nom bres y en el momento en que se les atribuye? H erm. — Y o desde iuego, S ócrates, no conozco para el no m bre otra exactitud que ésta: el que yo pueda dar a ca da cosa un nom bre, el que yo haya dispuesto, y que tú pue- e das d a rle otro, el que, a fu vez, dispo ngas. De esta form a veo que tam bién en cada una de ias ciudades hay nombres distintos para los m ism os objeros: tanto para unos grie gos a diferencia de otros, com o para los griegos a diferen* cia de los bárbaros. Sóc. — ¡Vaya! Veamos entonces, Hermógenes, si tam bién te parece que sucede así con los seres: que su esen cia es distinta para cada individuo como m antenía Protágoras 11 al decir que «el hom bre es la m edida de to-3S6o das las cosas» (en el sentido, sin duda, de que tal como me parecen a mí las cosas, asi son para mí, y tal como te parecen a tí, así son para ti), o si crees que los seres tie nen una cierta consistencia en su propia esencia. H e r m . — Ya en otra ocasión, Sócrates, m e dejé arras trar por la incertidum bre a lo que afirm a Protágoras. Pe ro no me parece que sea así de) todo. Sóc. — ¿Y qué? ¿T am bién te has dejado arrastar a la b creencia de que no existe en absoluto n ingún hom bre vil? 11 Es el sofista de Abdcra, blanco de los ataques platónicos en va-rios diálogos (especialmente, el que lleva su nombre, perú Lt.. también,Teeleto I 52 ss.). La cita es el célebre comienzo de su obra Al¿¡he\a *LaVerdad» {el., más abajo, la alusión a ésta). Aunque esta frase, fuera deto d o contexto, ha sido objeto de m últiples interpretaciones (ci. G u t h r ie ,ibid., págs. 181-191), es evidente que lo que pretendía el solista es negarvalidez objetiva al conocimiento. Otra cosa muy distinta es que de su epistemología individualista se pueda deducir una teoría de la orlhoépeia comola que mantiene Hermógenes. Ver nuestra lntrod.
CRÁTILO 369H erm . — ¡No, no, por Zeus! M ás bien lo he experimen-(ado m uchas veces, hasta el punto de creer que hay alg unos hom bres com pletam ente viles y en núm ero elevado.Sóc. — ¿Y qué? ¿N unca te ha parecido que hay hom bres completamente buenos?H erm . — Sír muy pocos.Sóc. — ¿Luego te ha parecido que los hay?H erm . — S i, sí.Sóc. — ¿Cómo, entonces, form ulas esto? ¿Acaso quelos com pletam ente buenos son com pletam ente sensatosy los com pletam ente viles com pletam ente insensatos?H erm . — Tal me parece. cSóc. — ¿Entonces es posible que unos seamos sensatos y otros insensatos, sí Protágoras dijo la verdad y laverdad es que, tal com o a cada uno le parecen las cosas,así son?H erm . — De ninguna manera.Sóc. — Ésta es, al menos, tu firme creencia: que si existen la sensatez y la insensatez, no es en absoluto posibleque Protágoras dijera la verdad. Pues, en realidad, uno nosería más sensato que otro si lo que a cada uno le parece des la verdad para cada uno.H e r m . — Eso es.Sóc. — Pero tampoco, creo yo, piensas con Euti-demo 11 que todo es igual para todos al m ism o tiem po y en todo m om ento. Pues en este caso tampoco seríanunos buenos y otros viles, si la virtud y el vicio fueran iguales para todos y en todo momento.H erm . — Es verdad lo que dices.Sóc. — Por consiguiente, si ni todo es para todos igualal m ism o tiempo y en todo momento, ni tampoco cada unode los seres es distinto para cada individuo, es evidente e. 11 Con su hermano Dionisodoro, es el protagonista del diálogo quelleva su nombre. La tesis que aquí se le atribuye es formulada allí de forma diferente: «todos los hombres, dijo él, lo saben lodo si saben una solacosa» (Eutldemo 294a, cf. también 296c).61. - 24
370 D l/L O C O S que las cosas poseen un ser propio consistente. No tienen relación ni dependencia con nosotros ni se dejan arras trar arriba y abajo por obra de nuestra im aginación, sino que son en sí y con relación a su propio ser conform é a su naturaleza l5. H lrm . — Me parece, Sócrates, que es así. Sóc. — ¿Acaso, entonces, los seres son así por natura* leza y las acciones, en cambio, no son de la m ism a forma? ¿O es que las acciones, también ellas, no constituyen una cierta especie dentro de los seres? H iírm. — ¡Claro que si, también ellas!387a Sóc. — Luego las acciones se realizan conforme a su propia naturaleza y no conforme a nuestra opinión. Por ejemplo: si intentam os cortar uno de los seres, ¿acaso ha bremos de cortar cada cosa tal como queramos y con el instrum ento que queram os? ¿O si deseamos cortar cada cosa conforme a la naturaleza del cortar y ser corlado y con el instrum ento que le es natural, cortaremos con éxi to y lo haremos rectamente, y, por el contrario, si lo ha cemos contra la naturaleza, fracasaremos y no consegui remos nada?b H erm . — Creo que de esta forma. Sóc. — ¿Por ende, si tam bién intentam os quem ar al go, habrá que quem arlo no conforme a cualquier opinión, sino conform e a la correcta? ¿Y ésta es com o cada cosa liene que ser quem ada y quem ar y con el instrum ento apropiado por naturaleza? H grm. — Eso es. Sóc. — ¿Y no será lo demás de esta form a? H e r m . — Desde luego, Sóc. — Pues bien, ¿acaso el hablar no es tam bién una entre las acciones? H erm . — Si. Otro principio que se esboza, aquí, en contra de Hermógencs y se repetirá, al final. del diálogo {el'. 439c-440) en contra fie Crátilo.
CR/ÍTILO 371Sóc, — Entonces, ¿acaso si uno h ab la como le pareceque hay que hab lar lo hará correctamente hablando así,o lo hará con más éxito si habla com o es natural que las ccosas hablen y sean habladas y con su instrum ento n a tu ral, y, en caso contrario, fracasará y no conseguirá nada?H e r m . — Me parece tal como dices.Sóc. — ¿Y el nom brar no es una parte del hablar? Puessin duda la gente habla nom brando.H e r m . — Desde luego que sí.Sóc. — ¿Luego tam bién el n o m b ra re s una acción, si,en verdad, el hablar era una acción en relación con lascosas?H erm . — Sí.Sóc. — ¿ Y nos resultaba evidente que las acciones no dtenían relación con nosotros, sino que poseían uDa n aturaleza suya propia?H e r m . — Así es.Sóc. — ¿Luego tam bién h a b rá que nom brar com o esnatura) que las cosas nom bren y sean nom bradas y consu instrum ento natural, y no como nosotros queramos, sies que va a haber algún acuerdo en lo antes dicho? ¿Y,en tal caso, tendremos éxito y nom brarem os, y, en casocontrario, no?H erm . — Claro.Súc. — Veamos, pues. ¿Lo que teníamos que cortar decíamos que había que cortarlo con algo?H erm . — Sí.Sóc. — ¿ Y lo que había que tejer había que tejerlo con ealgo? ¿ Y lo que había que taladrar, había que taladrarlocon algo?H erm . — Desde luego.Sóc. — ¿Y, entonces, lo que había que nom brar, habíaque nom brarlo con algo?H erm . — Así es. 388aS ó c .— ¿Y qué sería aquello con lo que habría quetaladrar?
372 DIÁLOGOS H erm. — El taladro. Sóc. — ¿Y qué, aquello con lo que habría que tejar? H erm. — La lanzadera. Sóc. — ¿Y qué, aquello con lo que habría que nombrar,1 H erm. — El nombre. Súc. — Dices bien. Luego también el norobre es un cier to instrum ento. H e r m . — Desde luego. Sóc. — Entonces, si yo preguntara «¿qué instrum en to es la lanzadera?», ¿no es aquello con lo que tejemos? H e r m . — Sí.b Sóc. — Y cuando tejemos 14, ¿qué hacemos? ¿N o sepa ramos la tram a de la urdim bre cuando se hallan entremezcladas? H erm. — Sí. Sóc. — ¿Acaso tam bién sobre el taladro podrás decir lo m ism o que sobre los demás objetos? H erm. — Desde luego. Sóc. — Ahora bien, ¿puedes decir lo m ism o tam bién sobre el nom bre? ¿Qué hacemos cuando nom bram os con el nom bre en calidad de instrum ento? H e r m . — No sé decirte. Sóc. — ¿Acaso, en realidad, no oos enseñamos algo re cíprocam ente y distinguim os las cosas tal com o son? HeRM. — Desde luego. Sóc. — Entonces el nom bre es un cierto instrum entoc para enseñar y distinguir la esencia, como la lanzadera lo es del tejido. H erm . — Sí. Sóc. — ¿La lanzadera es para tejer? H erm. — ¿Cómo no? 14 En gr. kerkftein, til. «manejar la kerkis (lanzadera)«, aunque aquí con el sentido restringido de «separar la trama de la urdimbre». Sócra tes se refiere específicamente a esta actividad del tejedor porque tam bién con ..el nombre,., distinguimos las cosas» (cf. 388b). De (odas las ac tividades artesanales que se comparan con la de nombrar, la más ade cuada es, precisamente, la de «destramar».
CRÁTILO 373 Sóc. — Por consiguiente, un tejedor se servirá bien dela lanzadera — y «bien» quiere decir «conform e al oficiotic tejer»— . Por su parte, un enseñante ls se servirábien “ del nom bre — y «bien» quiere decir «conform e aluiicio de enseñar». H erm . — Si. Sóc. — ¿De quién es la obra de la que se servirá bien do! lejedor cuando se sirva de la lanzadera? H e r m . — D e) c a r p ím e ro . Sóc. — ¿De cualquier carpintero, o de) que conoce eloficio? H e r m . — Del que conoce el oficio. Sóc. — ¿Y de quién es la obra de la que se servirá bienel taladrador cuando se sirva del taladro? H e r m . — Del herrero. Sóc. — Ahora bien, ¿de cualquier herrero, o del que conoce el oficio? H e r m . — De! que conoce el oficio. Sóc. — Bien. ¿Y de quién es la obra de la que se servirá el enseñante cuando se sirva del nom bre? H e r m . — Tampoco sé decirte eso. Sóc. — ¿Tampoco puedes decirme, al menos, quién nosproporciona los nombres de los que nos servimos? H erm . — Ciertamente, no. Sóc. — ¿N o crees tú que quien nos los proporciona ese) uso 11? 15 Traducimos didáskalos por «enseñante», no sin faslidio, al objeto de conservar el paralelismo de los esquemas etimológicos. '♦ Acoplamos la conjeiura katós «bien» de un corredor d d MS. Cois-linianus. Puede haber caído fácilmente por haplografla. 17 Por mucho énfasis que se ponga en soi, es evidente que tambiénSócrates se pone aquí del lado del «uso» (nomos) con la idea de introducir en seguida la figura del «legislador» (nomothétSs). Se ha discutido mu-cho sobre )a Identidad del legislador de los nombres o «dominador» (especialmente, si se trata de un individuo, y éste sobrehumano, o una colectividad, prim itiva o no). Sócrates se refiere a él, unas veces, en singular y, otras, en plural, aunque —eso si— niega claramente (cf. 436c) que
374 DIÁLOGOS H e r m . — Así parece. e. Sdc. — ¿Entonces el enseñante se servirá de la o b ia ilel legislador cuando se sirva del nom bre? H erm. — Creo que si. Sóc. — ¿Y crees tú que cualquier hom bre es legisl|l dor? ¿O el que conoce el oficio? H e r m . — El que conoce el oficio. Sóc. — Por consiguiente, Hermógenes, no es cosa d i cualquier hombre el im poner nombres, sino de un «nonti*389a nador». Y éste es, según parece, e) legislador, el cual, destlr luego, es entre los hombres el más escaso de los-artesano»,, H e rm . — Tal parece. Sóc. — Prosigamos, pues. Considera en qué se fija el legislador para im poner los nombres; y parte, en tu exa roen, de lo que antes dijim os. ¿E n qué se fija el carpinlu ro para fabricar la lanzadera? ¿N o será en lo que es tal como para tejer por naturaleza? H erm . — Desde luego. b Sóc. — ¿Y qué? Si se le rom pe 1a lan zad e ra m ientras la fabrica, ¿volverá a fa b ric ar otra fiján dose en la que es tá rota, o en aquella fo rm a conform e a la cual ya fabrica ba la que rom pió? H erm . — En esta ú ltim a , creo yo. Sóc. — ¿Tendríam os entonces todo el derecho de lla m arla «la lanzadera en sí»?sea un personaje divino. De hecho, es una figura que surge del procesorefutativo de la teoría convenclonalista y será el últim o reducto del queSócrates va a desalojar a Crátilo. 14 Esbozo de la teoría de los Ideas, aún en fase tentativa: el léxicono está fijado del (odo y el sentido últim o n o se ve muy claro. Según Gru-bü,EIpensam iento de Platón, Madrid, 1973, págs. 38-39, aquí el eidos dela lanzadera sería «el conjunto de sus propiedades esenciales tal comolo vc(blépei) el carpintero». Ya no es «lo que una cosa parece, sino aquello a lo que una lanzadera se p arece ... y Ver’ se transforma de actividadfísica en mental». Cf, también, B. C a l v e r t , «Forms and Flux in Plato'sCraiylus», Phrónesis 15 (1970), 26-47, y J. V . L u c e , «The Theory o í Ideasin the Craiylus», ibid. 10 (1965), 21-36,
CRATJLO 375 H e r m . — Asi lo creo yo. Sú c. — Por consigu iente, c u a n d o se precise fa b ric a rnuil lanzadera para un m anto fino o grueso, de lino o delamí, o de c u a lq u ie r o tra c a lid a d , ¿h a n de tener todas lalo m a de lanzadera y hay que aplicar a cada in strumento la form a n a tu ra l que es m ejor para cada objeto? c H erm . — Sí. Sóc. — Y lo m ism o, por supuesto, en lo que respectati los demás instrumentos: hay que encontrar la form a deinstrumento adecuada por naturaleza para cada cosa yaplicarla a la m ateria de la que se fabrica el instrum ento;]h -j o no como uno quiera, sino como es natural. Pues hayque saber aplicar al hierro, según parece. la form a de ta-liidro naturalm ente apropiada para cada objeto. H f.rm . — Por supuesto. Sóc. — Y a la madera la form a de lanzadera natural-im-nte apropiada para cada objeto. H erm . — Eso es. Sóc. — Y es que, según parece, a cada forma de tejido dlu correspoode por naturaleza una lanzadera, ele. H erm . — Sí. Sóc. — ¿Entonces, excelente amigo, también nuestrolegislador tiene que saber aplicar a los sonidos y a las sílabas el nom bre naturalm ente adecuado para cada objeto? ¿Tiene que fijarse en lo que es el nom bre en sí paralo rm a r e im poner todos los nombres, si es que quiere serun legítim o im positor de nom bres? Y si cada legisladorno opera sobre las m ism as silabas, no hay que ignorar esto: tampoco todos los herreros operan sobre e) m ism o hie- ei ro cuando fabrican el m ism o instrum ento con el m ism ofin íu; sin embargo, m ientras apliquen la m ism a forma, ,v En esle pasaje hemos traducido érgon «obra» por «instniniemo»y órgonon oInstrumento» por «forma del instrumento» (asi como trypano)r«la forma del taladro», etc.), con el f i n de evitar la confusión que se originarla d e una traducción literal. íu F. Horn (Plaiotisnidien, Víena, 1904, págs. 29-30) ve aquí, creo que
376 d iXlo c o s au n q u e sea en o tro hierro, el in s tru m e n to será corroí lu390a por m ás qu e se haga aq u í o en tie rra b á rb a ra . ¿N o es u-.i 1 H e r m . — Desde luego. Sóc. — ¿ Pensarás, entonces, que tanto el legislador tío aquí como el de los bárbaros, m ientras apliquen la forrnu del nom bre que conviene a cada uno en cualquier tipo ilif I sílabas..., pensarás que el legislador de aquí no es peor qur el de cualquier oiro sitio? H e r m . — Desde luego. b Sóc. — Pues bien, ¿quién es el que va a juzg ar si secn cuentra er cualquier clase de m adera la form a adecuad» de lanzadera: el fabricante, el carpintero o el que la Vii utilizar, el tejedor? H e r m . — Es m ás razon able, Sócrates, que sea el qut ] la va a utilizar. Sóc. — ¿Y quién es el que va a utilizar la obra del la* I bricante de liras?, ¿no es acaso el que tiene la habilidad de d irigir m ejor aJ operario y juzgar si. una vez fabrica da, eslá bien fabricada o no? H erm . — Desde luego. Sóc. — ¿ Y quién es? H erm . — El citarista. SOc. — ¿Y quién con el constructor de navios? c H e r m . — £1 piloto. Sóc. — ¿Y quién podría d irigir m ejor la obra del legis- ] lador y juzgarla, una vez realizada, tanto aquí com o en tre los bárbaros? ¿No será el que la va a utilizar? H e r m . — Sí. Sóc. — ¿Y rio es éste el que sabe preguntar? H erm . — Desde luego. Sóc. — ¿Y también responder? H erm . — Sí.sin razón, o tro p a ra lo g is m o : los he rre ro s o p e ra n sobre d ife re n te s tro io sd e l m Jsjn o materia), pero tas sil a b a s de ám h ropos y homo, p o r eje m p lo ,son m ateriales diferentes.
c r At il o 377 Sóc. — ¿Y a! que sabe preguntar y responder lo llamastu uira cosa que dialéctico? H erm . — No, eso mismo. Sóc. — Por consiguiente, la obra del carpintero es cons- dIruir un tim ón bajo la dirección de! piloto, si es que hatic ser bueno el tim ón. H erm. — ¡Claro! Sóc. — Y la del legislador, según parece, construir elnombre bajo la dirección del dialéctico, si es que los n om bres han de estar bien puestos. H e r m . — Eso es. Sóc. — Puede entonces, Hermógenes, que d o sea banal,i omo tú crees, la im posición de nombres, ni obra de hom bres vulgares o de cualesquiera hombres. Conque Crátilotiene razón cuando afirm a que las cosas tienen el nom bre por naturaleza y que el artesano de los nombres no <¡es cualquiera, sino sólo aquel que se fija en el nom bre quecada cosa tiene por nacuraleza y es capaz de aplicar sulorm a tanto a las letras como a las silabas. H erm . — No sé, Sócrates, cómo habré de oponerme alo que dices. Con todo, quizá no sea fácil dejarse convencer tan de repente. Creo que me convencerías mejor, si 39lame mostraras cuál es !a exactitud natural del nombre quetú sostienes. Sóc. — Yo, por m i parte, m i feliz Hermógenes, no sostengo ninguna. Sin duda has olvidado lo que te dije pocoantes, que no sabía pero lo indagaría contigo, Y ahora denuestra indagación, la tuya y la mía, resulta ya claro, contra nuestra prim era idea, por lo menos esto: que el n o m bre tiene por naturaleza una cierta exactitud y que no es bobra de cualquier hom bre el saber im ponerlo bien a cualquier cosa. ¿N o es así? H e r m . — Desde luego. Sóc. — Entonces hay que investigar lo que sigue a esto — si es que en verdad tienes ansias de saberlo— : quéclase de exactitud será la suya.
378 DIÁLOGOS H e r m . — ¡Pues claro que ardo en deseos de sabei'lol Sóc. — Investígalo, entonces. H erm. — ¿Y cómo hay que investigarlo? Sóc. — La m ás rigurosa investigación, am igo mió, \r hace en com pañía de los que saben, pagándoles dinero v dándoles las gracias. Y éstos son tos sofistas, a quien?» tam bién tu herm ano Calías 11 ha pagado m ucho dinero yc tiene fam a de sabio. Como tú no dispones de los bienes paternos, has de instar a tu herm ano y rogarle que te en señe a li la exactitud que, sobre tal asunto, él ha aprendi do de Protágoras. H —e r m . Extraña sería, ciertamente, Sócrates, esta s ú plica, si rechazo por completo La Verdad de Protágoras \" y estimo como si valieran algo las afirm aciones de tal verdad, Sóc. — Pues si tampoco esto te satisface, habrá qued aprenderlo de Hom ero y los demás poetas, H e r m . — ¿Y qué dice Homero sobre los nombres, Só crates, y dónde? Sóc. — En m uchos pasajes. Los más grandiosos y be llos son aquellos en los que distingue los nom bres que dan a los m ism os objetos los hom bres y los dioses. ¿Es que no crees que dice algo m agnífico y m aravilloso en estos pasajes sobre la exactitud de los nombres? Pues desde lue go es evidente que los dioses, al menos, aplican con exac-e titud los nom bres que son por naturaleza. ¿O no lo crees tú así? H e r m . — Bien s é yo que s i les d a n un nom bre, éste es exacto. ¿Pero a cuáles te refieres? í! Hijo de Htpónico y hermano de Htrmógenes. Es el hombre másrico de Atenas {«su casa es la más grande v próspera de la ciudad\". Pro-tágoras J37d). amigo de los sofistas y. especialmente, de Protágoras, dequien Platón le llama «administrador» en Teelelo 165a. £ n su casa se celebraban Frecuentes reuniones jcf. el diálogo Protágoras) y banquetes conlos sofistas (cf. el Banquete de Jenofonte), Cf. n. I I.
CRATILO 379 Sóc. — ¿ No sabes que sobre el río de Troya, el que sos-luvo combate singular con Hefesto, dice Homero:al que los dioses ¡lam an la n ío y los hombres Escaman- ¡dro? H e r m . — Sí, sí. Sóc. — ¿Pues qué? ¿No consideras cosa seria el cono- 392acer por qué motivo es roas exacto Uamar X únthos a esterío que Skám andros? Y, si quieres, sobre el ave de la quedice:los dioses la llam an «chalkis» y los hombres «kym in iáis» !4,¿consideras banal el saber cuánto m ás exacto es dar a esta ave el nom bre de chalkís que el de kym indis? ¿O el deBatíea y Myrlne n, y tantos otros de éste y otros poetas? bPuede que éstos sean demasiado grandiosos para quelos descubramos con nuestras solas fuerzas; pero m ás propio de hombres, según creo, y m ás fácil es distinguir, sobre los nom bres que atribuye al hijo de Héctor —Ska~m ándrios y Astyánax 21—, qué clase de exactitud diceque tienen. Pues conoces, sin duda, los pasajes en que aparecen estos versos a los que me refiero.H e r m . — Desde luego.Sóc. — ¿Cuál de los dos nom bres —Astyánax o Ska-m úndrios— crees tú que considera Hom ero más exactopara el niño?H erm . — No sé decirte. cSóc. — Considéralo entonces de esta manera; si alguiente preguntara «¿quién crees tú que aplica los nombres conm ás exactitud, los m ás sensatos o los más insensatos?...» u C-f. ¡Hada X X 74. 24 Ibid. XXIV 291. Es una especie de búho. a ¡btd. II 813-14. Altozano escarpado frente a Troya. 24 A parlir de ahora sólo aparecerán transliterados los nombres propios cuando vayan a ser objeto de análisis etimológico. En el resto delos casos aparecerán transcritos según las normas habituales.
380 di L lo co s H brm . — ¡Evidentemente replicaría que los más sensatos! Sóc. — Ahora bien, ¿quiénes crees que son más sensa tos en una ciudad, las m ujeres o los hombres, para refe rirnos en general al sexo? H erm . — Los hombres. Súc. — ¿Y no sabes que H om ero dice que eran los tro-d yanos quienes llam aban Asiyúnax al hijo de Héctor, mien tras que, evidentemente, las mujeres lo llam aban Skamán- drios — puesto que los hombres le daban el nom bre de Asiyúnax \"? H erm . — Asi parece. Sóc. — ¿Acaso tam bién Homero consideraba a los tro- yanos más sensatos que a sus mujeres? H e r m . — Pienso yo que sí. Sóc. — ¿Estim aba entonces que Astyánax era para el niño un nombre más exacto que Skam úndrios? H e r m . — ¡Claro! Sóc. — Exam inem os entonces por qué. ¿ Es que no ex plica estupendam ente el por qué? Dice, en efecto:e sólo él les defendía La ciudad y los largos muros Por ello, pues, es exacto, según parece, llam ar al hijo del salvador «soberano de la ciudad» (Astyánax) que su padre m antenía a salvo, según afirm a Homero. H e r m . — Me parece evidente, Es cierto que, en / liada X X U 306, H o m e r o dice que los troyanosle llaman Aíiianacie, pero nunca dice cómo le llamaban las iroyanas. Sinembargo, si afirm a que su padre, Héctor, le llamaba Escamandrio (Vi402). Con tan rebuscado y poco honesto razonamiento, puede Platón estar ironizando sobre la forma en que procedían los sofistas en susetimologías. ,H Cf. ¡liada X X II 507. Los MSS. ofrecen éryiu y polín. El cambioéryiü p a r t i d o se explica fácilmente (en el pasaje citado, Andrómaca sedirige a Astianacte); el cambio de pólln por ptflas lo admite N a l c k en suedición de la llíada, pero es posiblemente erróneo. Se sabe que Platónclluba a menudo de memoria.
CRÁTJLO 381Sóc. — ¿Y por qué asi? Pues yo m ism o no lo entiendodel todo, Hemnógenes. ¿Lo entiendes tú?H e r m . — ¡No, por Zeus! ¡Yo, no! eSóc. — ¿Pero acaso, buen amigo, lúe Homero quien im- 393apuso a Héctor su nom bre?H erm. — ¿Y qué?Sóc. — Para mí que tam bién éste tiene una cierta semejanza con Asiyánax y que estos nombres parecen griegos. Pues Ánax y H ékior n significan casi lo mismo, unoy otro son nom bres de rey: en efecto, si uno es «señor»(ánax) de algo, tam bién es, sin duda, su «dueño» (héktor).Es evidente que lo dom ina, lo posee y lo «tiene» (échei). b¿O crees que digo naderías y que me engaño al pensar queestoy palpando la huella, por así decirlo, de la opinión deHomero sobre la exactitud de los nombres?H e r m . — ¡No, por Zeus! No me parece que te pase eso,sino que tal vez estés alcanzando algo.Sóc. — A) menos es justo, según se me pinta, llam arleón al fruto del león y caballo a! fruto del caballo J‘l. Deningún m odo me refiero a si de un caballo nace, comómonstruo, un ser distinto de un caballo. Me estoy refirien- cdo a aquello que es fruto de la generación natural. Sí uncaballo engendra contra natura un ternero, que es, por na- w Es las dos etimologías son correctas. Iremos señalando en noia apie de página lasque lo son. En realidad, no pasan de una veintena entremás de cíenlo veinticinco y, aún así, son «ialsas etimologías», es decir,suelen consistir en relacionar una palabra con oirá de su misma raíz.£1 resto es pura laniasia (cf. L. Méridiek. Pialan, Ouvres Complétes. voi.V, 2 * parte: Cratyle, París, 1950, Introducción, pAgs. 18 y sigs.). 10 M é s i d i e r libid., pág. 16) señala la inconsistencia de e$te pasaje.Hay dos principios que se contradicen: a) un hijo debe recibir el n o m b r ede su padre (lo cual, desde luego, deja sin justificar el de éste); b) en casos de filiación antinatural, la nominación se debe hacer según el género. Es decir, de hecho la única nominación justa en (odos los casos esesta últim a. Pero es más: después d e analizar, a continuación, la etimología de algunos miembros de la familia de los Tanlálidas, d o n d e aún gravita vagamente este principio, luego lo abandona por completo.
382 DIÁLOGOS turaleza, fruto de un toro, no hay que llam arlo potro, nI no ternero. Tampoco, pienso yo, si de un hom bre nace lo que no es fruto de hom bre, hay que llam ar hom bre a este fruto. Y lo m ism o sucede con los árboles y con todo lo de más. ¿O no eres de m i o pinión? H e r m . — Soy de tu o p in ió n . Sóc. — Dices bien. Vigílam e, pues, no vaya a inducir te a error de alguna forma. Y es que, por la m ism a cuen-d ta, si de un rey nace un retoño, hay que llam arlo rey. Na da im porta que sean unas u otras las letras que expresan el m ism o significado; ni tampoco que se añada o suprim a una letra con ta) que siga siendo dom inante la esencia de la cosa que se m anifiesta en el n o m b re .Jl H erm . — ¿Q ué quieres decir con esto? Sóc. — Nada com plicado. Tú sabes que a los ele m e n to s 32 les dam os nom bre sin que pronunciem os los elementos mismos, excepto en el caso de cuatro: la e, la u, la o y la o E n cam bio, a los demás, ya sean vocalese o consonantes )4, sabes que les añadim os otras letras pa ra pronunciarlos convirtiéndolos en nombres. Pero, con tal que le im pongam os m anifiestam ente la potencia suya, será correcto darle el nom bre que nos lo va a designar. 11 Es la primera vez que Sócrates introduce esta idea, que repetirácontinuamente (cf. 399a. 404e, 405e, 407c, 408b, 409c, 412e, etc,) hastaque la teoría de la mimesis la ponga en entredicho. Algunos comentaristas (el. nuestra Introducción) elogian la sagacidad lingüistica de Platón por intuir la realidad del cambio fonético. Pero ello no exige una granreflexión y —además— Sócrates io aduce para justificar las fantásticasetimologías que vienen a continuación. i} En gr. stoicheía: se refiere a los fonemas o, mejor dicho, las letras del allabeto. Sobre la concepción «gráfica» del lenguaje que impregnalodo el diálogo y que ha sido objeto de critica, cf, n. 157. 11 E fe c tiv a m e n te , los n o m b r e s epstlón, ypsilún. omicrón y ¿ruega d a ta n d e é p o c a b iz a n t in a , a u n q u e y a h a y in d ic a c io n e s e n H e r o d ia n o , Partí-¡iones 162. Lil. asonoros» o «mudos». En 424c. añade una tercera categoría,la de los que «no son sonoros pero tampoco mudos» o sea, las sonantes.Cf. n. 148.
ORATILO 383Por ejemplo, la beta: ya ves que, pese a añad ir e, t y a, nada im pide m anifestar con el nom bre com pleto la n aturaleza de aquel elemento tal como lo quería el legislador.¡Así de sabio fue para im poner bien los nom bres a lasletras! H e r m . — Creo que tienes razón. Sóc. — ¿Entonces nos harem os la m ism a cuenta tam- 394abién en el caso del rey? En efecto/de un rey procederáun rey, de un bueno uno bueno, de un bello uno bello e,igualmente, en todos los demás casos: de cada raza nacerá un producto semejante, siempre que no surja un monstruo. Y habrá que darles los m ism os nombres. Podemosengalanarlos con las sílabas hasta el punto de que a unprofano pueda parecerle que los m ism os seres son distintos entre sí. Lo m ism o que a nosotros nos parecen d istintos, siendo los mismos, los fárm acos de los médicos cuando están variados con colores y olores — mientras que al bmédico, en tanto que observa la virtu d de los fármacos,le parecen los m ism os y no se deja im presionar por loselementos añadidos— , de la m ism a forma, quizás, tam biénel experto en nom bres observa su virtud y no se deja im presionar si se añade una letra, se transm uta o se su p rime, o bien si la virtud del nom bre reside en otras letrascom pletam ente diferentes. Lo m ism o que — como decía-mo hace un momento— Astyánax y Héktor no tienen nin guna letra en com ún, salvo la t, y, sin embargo, significan clo mismo. Aun más: ¿qué letra tiene en com ún con ésLos arché-po lis? Y, sin embargo, significa lo mismo. Hay otros m u chos nombres que no significan otra cosa que «rey» yotros, a su vez, que significan «general», como, por ejemplo, Agís, Polémarchos y Eupólem os 35. Y otros, en relación con la medicina: /aírakles y Akesímbrolos Jó. 35 Archépotis es «E l que gobierna la ciudad»; Ágis, «Conductor»; Po~lemarchos, «Jefe de guerra»» y Eupólemos, «V aliente en la guerra». il} iatroklés es «Famoso curador», y Akesímbrotos, «Curador de losmoríales »-
384 d iá l o g o s Conque puede que halláram os otros muchos nombre que difieren en sílabas y letras, pero dicen lo mismo on lo que toca a su virtud, ¿Te parece así o no? H e r m . — Desde luego que sí. Sóc. — Pues bien, a los seres que nacen conforme a na* turaleza habrá que darles los mismos nombres. H e r m . — Desde luego. Sóc. — ¿Y qué haríamos con los que nacen contra na tura, los que se originan bajo la form a de m onstruos? Por ejemplo, si de un hom bre bueno y piadoso nace un im p ío 37... ¿no es cierto, como decíamos antes, que si un caballo tenía un engendro de bovino, no debía llevar el nqpnbre del padre, sino el de la raza a la que pertenece? H e r m . — Desde luego.e Sóc. — Luego también al impío que nace del piadoso habrá que asignarle el nom bre de su estirpe. H e r m - — Eso es. Sóc. — No el de Theóphilos ni el de M n e s í t h e o s ni ninguno por el estilo, sino el que significa lo contrario a éstos — si es que en verdad los nom bres participan de la exactitud. H e r m . — Nada más justo, Sócrates. Sóc. — Lo mismo que el de Oréslés, Hermógenes, es po sible que esté bien puesto, ya fuera la casualidad, o algún poeta quien le diera nom bre poniendo de relieve con éste io feroz de su natural, así como su carácter salvaje y «mon taraz» (oreinós) **.395a H e r m . — Así parece, Sócrates. Sóc. — También parece que su padre tiene el nom bre conforme a naturaleza. H e r m . — Claro. 57 A nacoluto que q ueda resuelto en la siguiente intervención de Sócrates. Theóphilos es \"P rotegido de los dioses», y Mnésiíheos, «E l que p iensa en los dioses». 39 E tim o lo g ía correcta.
CRÁTILO 385 Sóc. — E n efecto, puede que A gam ém non sea el in d ividuo capaz de llevar hasta e) fina] sus decisiones, así como de aguantar a fuerza de valor y poner térm ino a susdesignios. Y prueba de ello es la perm anencia y tenacidadtie su ejército en Troya. Así pues, el nom bre de Agam ém non significa que este hombre es «admirable» (agastós) por bsu «perseverancia» (epímone). Q uizá tam bién Alreús sea exacto, pues su asesinato deC ris ip o 40 y las atrocidades tan grandes 41 que com etiócon Tiestes son hechos dignos todos de castigo y «funestos» (alera) para la virtud. E n realidad, la derivación desu nom bre peca un poco de desviación u oscuridad parano revelar a todo el m und o la naturaleza de este hombre.Pero a cuantos han oído lo suficiente sobre los nombres,el de Atreo les revela claram ente lo que quiere significar.En efecto, su nombre está bien puesto por todo: por lo «im placable» (aleirés), lo «audaz» (átreston) y lo «funesto» c(alerón). Creo que tam bién a Pélops le viene el nom bre a m edida, pues éste significa que quien ve lo de cerca es dignode tal apelación. H e r m . — ¿Cómo, p u e s ? Sóc. — Por ejemplo, se alega de algún modo contra estehom bre que, en el asesinato de M ir tilo 42, fue incapaz deadivinar o prever nada de lo que iba a afectar, en el futu- 40 Según u n a ram a de la leyenda. Atreo y Tiestes, instigados por sum adre H ipodam la, m ataron a su herm anaslro Crisipo a fin de que ésten o les desposeyera de la herencia. S egún o tra ram a, Layo se enam oróde Crisipo, lo ra p tó y éste se suicid ó p o r vergüenza. Sócrates sigue la versión que interesa a su argumento. al Como venganza por haberse apoderado indebidam ente Tiestes delcordero de oro — y, p o r lanto, de la herencia d in ástic a— , Atreo m a tó alos hijos de su he rm ano y le sirvió sus m iem b ro s en u n banquete. 4¿ H ijo de H ermes y au rig a de E n o m a o , al cu a l traicio na en favorde Pélope. Con su ayuda, éste venció en la co m p e tición de carros cuyop re m io era la m an o de H ip o d a m ia . Según u n a versión, Pélope lo m atópara no pagar el precio de su traición.61. — 25
386 DIALOGOS ro, a toda su estirpe — de todo el infortunio que la colm ó— , d por ver sólo lo que tenia «cerca» (esto significa pelas) y lo m om entáneo, cuando ansiaba conseguir por cualquier medio la boda con H ipodam ía. También el de Tántalos “ podría pensar cualquiera que es un nom bre exacto y conform a a la naturaleza, si es verdad lo que de él se cuenta. H e r m . — ¿A q u é te r e F ie r e s ? Sóc. — A las muchas y terribles desventuras que le so brevinieron en vida, cuyo colm o fue la ruina de toda su e patria y, una vez muerto, la piedra, tan acorde con su nom bre, «que gravita» (talarueia) sobre su cabeza en el Hades. Sencillam ente, parece com o si alguien hubiera querido darle el nombre de «el mayor sufridor» (lalántaton)u, pe ro le hubiera nom brado y llam ado disim uladam ente Tán talos. en vez de aquello. Tal es el nom bre que tam bién le proporcionaron ios azares de la fama. Parece que tam bién su padre, llam ado Zeus, tiene m a ravillosam ente puesto el nombre, aujique no sea fácil de396a com prender. En efecto, el nombre de Zeus es como su de finición. Lo dividim os en dos partes, y unos, empleamos una y, otros, otra — unos le llam an Zéna y otros D ía— 4Í, pero si ios ayuntam os en uno, ponen de m anifiesto la na- 4í E n su biografía m ítica hay toda suerle de crímenes: perjurio y r obo a tus dioses del néctar y am brosia; ra pio y parricidio. Sobre su castigo en los In fierno s, H o m e r o fOdisea X I 582 ss.) le asign a una sed y ham bre eternos. P ín o a ro (Olímpicas 1 S7) io presenta, com o a q u í P lató n, conuna piedra suspendida sobre la cabeza siem pre a p unto de caer. Es corréelo relacionar c) nom bre de Tántalo con ]a raíz ^íul(a)l Esun a reduplicación de d ic h a raíz con d isim ila ción de i 45 La flexión de Zsús presenta dos seríes de form as hechas sobre untema Zén (antiguó acus. de 2eús)y un lem a Di(w) (cf. E. SchwyzeRj Grie-chischc Gratnmafik, M unich, )968, vol. I, págs. 576-77) que Sócrates pone en relación con el verbo %én «vivir» y con la preposición causal did,es decir, lo explica com o cousante de la vida. M ás abajo re lacio nará díúcon diánoia «inteligencia», y a q u e Zeus es h ijo de Crono, que él explicacom o «pureza» (kóros) «de la m ente» (noú).
CRATILO 387turaleza del dios y esto es, precisamente, lo que convieneque un nombre sea capaz de expresar. Y es que, lam o para nosotros como para los demás, no hay un m ayor causante de la «vida» (zén) que el d om inador y rey de todo.Acontece, pues, que es posiblemente exacto el nom bre deeste dios «por el cual» (d i’hórt) los seres vivos tienen el !>«vivir» (zén). Y aun siendo único su nombre, está divididoen dos partes, com o digo: Día y Zéna. Podría parecer insolente, si se oye de repente, el que sea hijo de ¡Crónos y,sin embargo, hay buenas razones para que Zeus (día) seahijo de una gran «inteligencia» (diánoia), pues Krórtos significa «Limpieza» (kóros); no m uchacho, sino la «pureza»sin mezcla de la «mente» (kóros noú).Éste es hijo de Ourános, según la tradición, y a su vez,la contem plación de lo alto está bien que tenga el nom brede ourania, « la que m ira hacia lo alto» (horósa lá árto). De caquí, afirm an los meteorólogos, Hermógenes, que nos viene una mente lim p ia y que el nom bre del Cielo es exacto.Si recordara su genealogía — iodos los progenitores queHeslodo nom bra hacia atrás— . no acabaría de explicarcuán exactos son los nombres que tienen puestos, hastaque probara cuál es la virtud — y si se va a agotar o no—de esta sabiduría que me ha sobrevenido ahora de repente, no sé de dónde. dH erm. — ¡Desde luego, Sócrates! Sencillam ente parece que te has puesto, de repente, a recitar oráculos comolos posesos.Sóc. — ¡Ciaro, que es a E utifrón Prospaiüo 44 a quienculpo, Hermógenes, de que me haya sobrevenido ésta! Del demó'ateniense de Próspalta. EutifrOn es un adivino de Atenas, cuyo fanatismo religioso conocemos por el diálogo de su nombre.Hstas alusiones a una posesión por parle de Sócrates, que no dejan derepetirse (cf. 399 a, 409d), jun to con otras a los sofistas y al mismo Euil-frón (399c, 407c, 409d), sirven para rodear toda la sección etimológicade un clim a de Ironía que, al menos, nos hace dudar de la seriedad queSócrates le concede.
388 DIÁLOGOS Pues desde el alba no be dejado de acom pañarle y pres tarle oídos. Es posible, por tanto, no sólo que haya col - m ado mis oídos por estar él poseído, sino que incluso hu ya cautivado mi alm a. Creo, pues, que deberíamos obrar e así: hoy podemos servirnos de ella y analizar los nombres que nos quedan, pero m añana, si estás de acuerdo conm i go, la conjuraremos y nos purificaremos buscando a quién191a sea capaz de realizar una tal purificación, ya sea sacer dote o sofista. H erm . — Yo estoy de acuerdo. Escucharía con mucho agrado lo que queda sobre los nombres. Sóc. — Entonces habrá que hacerlo. Ahora que nos he- mos embarcado en una descripción esquemática, ¿por dónde quieres que comencemos, en nuestro análisis, pa ra ver si los nom bres mismos nos confirm an que no están puestos espontáneamente en absoluto, sino que tienen una b cierta exactitud? En realidad, los nombres de héroes y hombres podrían llevarnos a engaño: m uchos de ellos han sido puestos conform e al apelativo de sus antepasados, aunque no les conviniera a algunos, como decíamos al co mienzo; y otros m uchos se ponen expresando un deseo, com o Eutychidés, Sosias y T heóphilos47 y muchos más. Así pues, es m i opinión que habría que dejar tales nom bres. Sin embargo, es razonable que encontremos los que están rectamente puestos, sobre todo en relación con las realidades eternas por naturaleza. Aquí es donde convie ne, m ás que nada, interesarse por la im posición de los ¿ nombres. Puede que algunos de ellos hayan sido puestos por una potencia m ás divina que h u m a n a 48. H e r m . — Creo que dices bien, Sócrates. 47 Eutychidés es «Buenaventura»; Sosias, «Bien librado»; y Theó-philos, «Protegido de los dioses». Esta explicación, que introduce aquí Sócrates como una posibilidad, la rechaza abiertamente en 42Sd como una evasiva.
CRÁTILO 389 Sóc. — ¿N o es, entonces, justo com enzar por los dio->.cs y exam inar p o rq u é han recibido exactamente el n o m bre ésLe de «dioses» (ikeoí')? H e r m . — Es razonable, al menos. Sóc. — Yo por m i parte sospecho, desde luego, algo así:me parece que los primeros hombres que rondaron la Hé-lade tuvieron sólo por dioses, precisamente, a ios m ismosque la m ayoría de los bárbaros tienen todavía hoy: al soly la luna, a la tierra, a los astros y al cielo. Pues bien, como veían siempre a todos estos en m ovim iento y «a la carrera» (ihéonta), les pusieron el nom bre de «dioses»(theoús) a p artir de la naturaleza ésta del «correr» (theín).Posteriormente, cuando hubieron descubierto a todos losdemás, siguieron ya llam ándoles con este nombre. ¿Tiene lo que digo alguna semejanza con la verdad o ningunaen absoluto? H e r m . — ¡Claro que tiene mucha! Sóc. — ¿Entonces qué podríamos examinar después deesto? H e r m . — Es evidente que a los démones, a los héroesy a los hombres. S óc .49— ¿A los démones? ¿Y qué querrá decir de verdad, Hermógenes, el nom bre de démones? Considera site parece que llevo razón. H e r m . — S ó lo tie n e s q u e h a b la r. Sóc. — Bien. ¿Sabes quiénes dice Hesíodo que son losdémones? H e r m . — N o se m e ocurre. w El texto es problemático en lo que toca a la atribución a ios personajes de la frase délon dé... daimonas. Nos apartamos aqui de Burnet,que suprime sin motivo seis palabras. Méridier sigue a Hcindorl1, el cualopta por la lectura é délon dk (W) y asigna la trase a Sócrates con interrogación. Nosotros seguirnos la lectura de BT atribuyendo (con Bekker,que sigue aquí a Stephanus) la frase a Hermógenes, exceplo el segundodatmonas, que se pone en boca de Sócrates con signo de interrogación.En cualquier caso, el sentido no cambia sustancialmente.
390 DIÁLOGOS Súc. — ¿No dice que Ja primera generación de hombres fue de oro? H erm . — Eso sí que lo sé. Sóc. — Pues bien, sobre esto dice: luego que Moira ocultó p o r completo a esta raía.398a reciben el nombre de dentones, puros, terrenos, nobles, protectores de! nial, guardianes de los hombres [mortales * H erju. — Bien, ¿y qué? Sóc. — Pues que pienso yo que Hesíodo llam a «de oro» a esta raza, no porque naciera del oro, sino porque nació «noble y hermosa». Y la prueba es, para mí, que tam bién afirm a que nosotros somos una raza de hierro. H e r m . — Dices verdad. Sóc. — Entonces, si alguien de hoy es bueno, ¿piensas b que Hesíodo diría que pertenece a aquella raza de oro? H erm . — Es m uy probable. Sóc. — ¿Y los buenos son otra cosa que sensatos? H erm . — Sensatos. Sóc. — Por consiguiente, según m i opinión, lo que de fine a los démones es esto más que nada; y, como eran sen satos y «sabios» (daémones), les dio el nom bre de dém o nes. Y, desde luego, en nuestra lengua arcaica aparece esle m ism o nombre 51. Conque dice bien este poeta, así como cuantos afirm an que, cuando faJlece un hom bre bueno, consigue un gran destino y honra y se convieríe en demon c en virtud del nom bre que le impone su prudencia. Asi es, pues, como yo también sostengo que todo hom bre que sea bueno es dem ónico, tanto en vida com o m uerto, y que re cibe justam ente el nom bre de demon. su Ct. Trabajos y Días, 121-3. Los MSS. ofrecen gafa en lugar de Moira. 51 La palabra Jaénión pertenece, electivamente, a )a lengua épica. La etimología, sin embargo, es errónea. Cualquiera que sea su sentido oi'lginanu. daiiuun eslá, más bien, en relación con la r;iiz d d verbo dunty- mai «rt-parlir».
CRÁT1L0 391 H urm. — Creo, Sócrates, que tam bién yo estoy plenamente de acuerdo contigo en esto. Pero, ¿y héroe? ¿Qué■-cría? S ó c .— Esto no es m uy dificil de im aginar, pues sunombre está poco alterado y significa la génesis del amor. H erm . — ¿A qué te refieres? Sóc. — ¿N o sabes que tos héroes son semidioses? i!. H erm. — ¿Y qué? Sóc. — Todos, sin duda, han nacido del amor de un dios dpor una m ortal o de un m ortal por una diosa. Conque, siobservas tam bién esto en la lengua ática arcaica SJ. lo sabrás mejor: te pondrá de m anifiesto que, en lo que tocaal nombre, está muy poco desviado del nombre del «amor*(¿rós), del cual nacieron los héroes (héroes). Esto es lo quedefine a los héroes, o bien el que eran sabios y hábiles oradores y dialécticos, capaces de «preguntan (erotan), puestirein es sinónim o de légein (hablar). Así pues, como decíamos hace un instante, los que, en la lengua ática, reciben el nom bre de héroes aparecen com o oradores y hábiles interrogadores; de m odo que la raza heroica es razá ede oradores y sofistas. Este caso no es dificil de com prender, sino, m ás bien, el de los hombres. ¿Por qué recibenéstos el nom bre de án thrapoi (hombres)? ¿Puedes iúdecirlo? H e r m . — ¿Y de dónde, am igo mío, voy a poder yo? Yaunque fuera capaz de descubrirlo, no me esforzaré porconsiderarte más capaz que yo de descubrirlo. Sóc. — Tú confías en ia inspiración de Eutifrón, según 399aparece. H e r m . — |Claro! Sólo en Hcsíodo. En Homero la palabra se aplica a jetes y reyes,asi como a personajes de su entorno (por ejemplo, a) aedo Demódoco).Héros está en relación con la raíz ide. *seru- «proteger», de donde procede también el nombre de la diosa Hera y de Heracles, S1 En el alfabeto álieo arcaico, el signo e servia para tres fonemas:
392 DIÁLOGOS Sóc. — Y confias bien. Ahora, ciertamente, me parece que me vienen a la mente ideas ingeniosas y correré el ries go, si no me ando con cuidado, de resultar hoy aún más lisio de lo conveniente. Fijate lo que te digo: esto es lo pri mero que hay que reflexionar sobre los nom bres, e! que m uchas veces añadim os letras, otras las suprim im os — por dar nombres a partir de lo que queremos s<— y tam bién cam biam os los acentos. Por ejemplo, Dii phílosb (protegido de Zeus): para que, en vez de locución ” , se nos convierta en nom bre le quitam os una i y pronuncia mos como grave, en vez de aguda, la sílaba central En oíros nombres, por el contrario, introducimos letras y pro nunciam os com o agudas las sílabas graves. H erm. — Dices verdad. Sóc. — Pues bien, entre los nombres que experimen tan esio, uno es. precisamente, el de ánthrópos, según me parece. Pues de locución se ha co nvenido en nom bre con suprim ir una sola letra, la a, y convertir en grave la última. HnftM. — ¿Cómo?c Sóc. — De esta forma: este nom bre de ánthrópos sig nifica que los demás anim ales no observan ni reflexionan ni «exam inan» (anathret) nada de lo que ven; en cam bio el hombre, al tiempo que ve —y esto significa ópópe—, tam bién exam ina y razona sobre todo lo que ha visto. De aquí que sólo el hombre, entre los anim ales, ha recibido correci amen te el nom bre de ánthrópos porque «examina lo que ha visto» (anathrón ha ópópe). Cf. n. 3 1. En goneral, Sócrates atribuye el cambio al afán de embellecimiento. Aquf alude a nuestra voluntad de form ar nombres de Icjque nos interesa. 55 Rhéma, en Plalón, significa lam o «verbo», como «locución» o«sintagma», yn sea nom inal Id'. Díphilos¡ o predicativo (el. la etimologíade ánthrópos más abajo). 56 Es decir, Dil phllos se convierte en Díphilos suprimiendo una / yhociendo grave (i. e., átona) la silaba phi. Pero, además, y esto Sucvaíesno lo dice, haciendo aguda en vez de grave la primera i.
CRJÍTILO 393 H e r m . — ¿Entonces qué? ¿Te pregunto lo que sigue ar.sto, cosa que escucharía con gusto? Sóc. — Desde luego. H e r m . — Pues bie n, tal com o yo im a g in o , a esto le si- dKue a c o n tin u a c ió n u n asunto: sin d u d a al h o m b re le a tr ibuim os algo a lo que llam am os alm a y cuerpo. Sóc. — ¿Cómo no? H e r m . — Intentemos, entonces, dilu cid ar esto como lo.interior. Sóc, — ¿Quieres decir que analicemos hasta qué punto es razonable el nom bre de psyché y después, igualm ente, el de soma? H e r m . — Si. Sóc. — Bueno, para decirlo al m om ento, creo que losque pusieron el nom bre de psyché (alma) pensaban algo¡isi: que, cuando acom paña ai cuerpo, es causante de queéste viva, puesto que le proporciona la capacidad de res- epirar y de «refrescar» (anapsychón) n, y que el cuerpo perece y muere tan pronto como le abandona lo que refresca. De abl, precisamente, me parece que le dieron el nom bre de psyché. Pero ten paciencia, si quieres, porque meparece que estoy vislum brando una explicación más convincente que ésta a los ojos de los amigos de E utifrón :i.Me im agino que éstos la despreciarían y ta estimarían gro- 400asera. Conque m ira si esta otra te satisface tam bién a ti. Herjw. — Sólo tienes que hablar. Sóc. — ¿Qué otra cosa, sino el alma, piensas tú que porta y soporta la naturaleza de todo cuerpo, a fin de que viva y sobreviva? H e r m . — N inguna otra cosa. 51 Esla etimología, p o s ib le m e n t e correcta, es la misma q u e o fr e c eA r is t ó t e l e s e n De Anima 405b28 ss. íB Cf. n. 46. Parece que Sócrates atribuye a Eullfrón alguna actividad en el terreno etimológico (cf. St e í n e r , «Die Etymologien in PlatonsKralylos«, Archiv /. Gesch. der Philos. 22 [1916], 125). pero no leñemosm ás p ru e b a s en esle sentido.
394 D I/ LOGOS Sóc. — ¿Y qué? ¿No piensas tú con A naxagoras551quela mente y el alm a es lo que ordena y m antiene la naturaleza de todas las demás cosas? H e r m . — Sí. Sóc. — Entonces seria correcto dar el nom bre dephyséche a esta potencia que «porta» (ochei) y «soporta»(éche'i) la «naturaleza» (physis). Aunque tam bién es posible llam arla psyché no sin elegancia. H e r m . — Exactamente. Y, además, me parece que esta denom inación es m ás científica que aquélla. Sóc. — Y lo es. Con iodo, parece realmente ridículodarle el nom bre tal como se le puso. H e r m . — ¿ Y lo que sigue a esto? ¿Cóm o diremos quees? Sóc. — ¿Te refieres al «cuerpo*» (soma)? H e r m . — Sí. Sóc. — Ésle, desde luego, me parece complicado; y m ucho, aunque se le varíe poco. En efecto, hay quienes dicen que es la «tum ba» (sema) de) alm a c,°, como si ésta estuviera enterrada en la actualidad. Y, dado que, a su vez,el alm a manifiesta lo que m anifiesta a través de éste, también se la llam a justam ente «signo» (sema). Sin embargo, creo que fueron Orfeo y los suyos quienes pusieron este nombre, sobre todo en la idea de queeJ alm a expía Jas culpas que expía y de que tiene al cuerpo com o recinto en el que «resguardarse» (sóizélai) “ bajo la form a de prisión. Asi pues, éste es el soma (prisión) 5V Anaxágoras idemihca el alma con la «mcoie* (noüs) (el. A r is tó t e l e s , De Anima 404a) y hace de is la el prjncipioordenadoríáiaJtoíwiefnes la palabra que emplea, precisamente, Anaxagoras) y Sustentador delUniverso. M Es u n a idea pitagórica qué aparece en Filolao, B I4 (cí\, también,Gorgias 493a). 41 Etimología correcta, aunque erróneamente explicada. Soma está en relación con e! verbo sóiió y, originariamenie, parece que signilicancadáver», i, e., «lo que se recobra» después de un combate.
CRATILO 395ele) alma, tal como se le nombra, m ientras ésta expía susculpas; y no hay que cam biar ni una letra. H e r m . — Creo, Sócrates, que esto se ba dejado suficíen- riLemerUe form ulado. Pero, ¿y sobre ios nombres de los dioses, tal como hace un instanie hablabas de Zeus? ¿Podríamos exam inar, por el m ism o procedim iento, en virtud dequé exactitud tienen puestos sus nom bres? t>1. Sóc. — ¡Por Zeus, Hermógenes! Si fuéramos sensatos,sí que tendríam os un procedim iento, el mejor: que nadasabemos sobre los dioses ni sobre los nom bres que se dana sí m ism os — pues es evidente que ellos se dan los verdaderos nom bres— . Pero una segunda forma de exactitudserta llam arles, como acostum bram os en las plegarias, e«cualquiera sea la forma como gusten de ser nombrados»,pues ninguna otra cosa sabemos. Y pienso yo, desde luego. que es una buena costumbre. Ahora bien, si )o deseas. 401 aexaminemos previniendo, por así decirlo, a los dioses queno vamos a indagar nada sobre ellos m ism os (pues no nosconsideramos dignos de elio), sino sobre Los hombres: cuálera la op in ión que tenían cuando les pusieron nombres.Esto escapará a su cólera. H u r m . — Paréceme, Sócrates, que hablas comedidamente. Conque obremos así. Sóc. — ¿Y qué otra cosa haremos, sino comenzar por bHestia, com o es n o r m a 41? H e r m . — Es justo, desde luego. Sóc. — ¿Q ué se diría que pensaba el que k dio el nom bre de H estía? H e r m . — Por Zeus, no creo que esto sea fácil Sóc. — Es bien posible, buen Hermógenes, que los primeros que im pusieron nombres 64 no fueran necios, sinoastrónomos y gárrulos habladores. En loda esta serie ya no se alude al principio de nominación porel gíncro, tí. n. 30. ^ Todos los sacrllIcios comenzaban por Heslia, diosa de) hogar. Aquí Sócrates alude a una colectividad (cf. n. 17). La expresión«los primeros» ha inducido a algunos eruditos a considerar erróneamente
396 DIÁLOGOS H er m . — ¿Cómo? Sóc. — Me parece que la im posición de nom bres c»;c obra de la) clase de hombres, y si se analizan los nombres de otros dialectos no se dejará de descubrir lo que sin nífica cada uno. Por ejemplo, a lo que nosotros llamamos ousia (ser, esencia), unos lo llam an essía y otros incluso ósia Asi pues, es razonable llam ar Hesiia, conforme ti la segunda denom inación, a! «ser (esencia)» de las cosas, Pero, además, dado que nosotros decimos estin (es)67 de cuanto p arlicipa de la ousia, tam bién por esto seria co rrecto el nombre de Hesita. Pues incluso nosotros antigua mente, según parece, llam ábam os essía a la ousía. Aúnd más: si uno se fija en los sacrificios, pensaría que los que le pusieron el nom bre tenian esta idea: es razonable que comiencen con Hesita el sacrificio precisamente aquellos» que dieron el nom bre de essia al ser del Universo. Cuan tos, a su vez, la llam aron ósia pensarían, casi de acuerdo con Heráclito, que los seres se mueven todos y que nada permanece. La causa y el principio de éstos es el impul-este diálogo como una indagación sobre el origen del lenguaje <cf. nuestra Infrod.) 45 En £j. xeniku anómala. Con xenikos, Plaión se refiere siempre aoíros dialectos distintos del ático. Para las lenguas exiranjeras empleael adjetivo bárbaros. 66 No hay otro testimonio que ésie sobre las tormas essía y ósia. Enel prim er caso (essía). puede llevar razón Platón, dado que el susLarstjvose forma sobre eJ participio femenino del verbo eim i; la forma essa aparece en eolio, asi como en dorio de Epidauro y Trecen (cf. C. D. B uck,The (Jreek Dialects. Chicago. I9 5 S , pág. I 29), y la (ormo éssai, en F i l o l a ii ,B6. La forma ósia, sin embargo, ni está testificada ni tiene justificaciónmorfológica alguna, pues el resto de los dialectos forman su participiofemenino sobre r:) olem. enb (a menos que Platón esté pensando en ei beo-cio iòsa, resultado fonético de ‘ eom¡a (cf. £ , S c h w y z e r , Griechische Gram-m aiik, ani. eli —voi. 1, pág. 678). En los fragmentos de los presocrálicosde dialecto dorio, recogidos por H. Diels, aparece siempre ousía, formaconsagrada en el léxico filosófico. w Estin por hesilan de los MSS.. es una conjetura brillante de Bur-net, apoyada por el espíritu suave con que aparece la palabra en B y W.
CRÁTJLO 397sur» (othoCm)M de donde es razonable que la llam aranusia. Quede esto asi sentado como por quienes nada saben, e Después de Hestla es razonable analizar Rhéa y tiró nos. Claro, que ya hemos descrito el nom bre de Króvius,¡iimque quizá nada vale lo que digo. H e r m . — ¿ Cómo es eso, Sócrates? Sóc. — Buen amigo, se me ha ocurrido un com o enjambre de sutilezas. H erm. — ¿De qué clase? Sóc. — Es com pletam ente ridiculo decirlo, pero creo 402aque liene una cierta fuerza de persuasión. H e r m . — ¿Qué fuerza es ésa? Sóc. — Me parece ver a H erácliio diciendo cosas sabias y añejas, sim plem ente de los tiempos de Rea y Cro-nos; las m ism as que Hom ero decía. H e r m , ¿A qu e te refieres con esto? Sóc. — En algún sitio dice Heráciito atodo se muevey nada permanece» y, comparando los seres con )a corriente de un río, añade: «no podrías sumergirte dos veces enel m ism o río». H e r m . — Eso es. Sóc. — ¿ Pues qué? ¿Piensas que quien puso el nom bre bde Rhéa y Krónos a los progenitores de los demás diosespensaba algo distinto que H e rá c iito “*? ¿Acaso crees queaquél les im puso a am bos nombres de corrientes a) azar?Igual que Homero dice a su vez: «Océano de los dioses padre y m adre Tetis» w. Y creo que tam bién Hesiodo ” . D ice, iguaLmente, Orfeo: Aquí, Sócrates relaciona interesadamente Osla con el verbo ó lh ió«im pulsar», precisamente para establecer la filosofía de Heráciito comapunto de parntia del nom inador al poner los nombres. Ésta se va introduciendo sutilmente hasta ponerla en !a base de todas las explicacionesetimológicas, especialmente, de las nociones filosóficas ymorales en 4 1]b-c (cf. nuestra ¡nlrod). b¡> En 396b se explicaba de otra manera. Aquí, aunque no expresamente. lo pone en relación con kroúnos «fuente». 70 ¡Hada XIV 201.
398 DIÁLOGOS Océano de hermosa corriente fue el prim ero en casarse, c el cual a su herm ana de madre, Tetis, desposó. Fíjate que esto concuerda y fodo confluye en el dicho de Heráclito. Herm. — Creo, Sócraies, que dices algo de valor. Sin embargo, no com prendo )o que significa el nom bre de Tethys. Sóc. — Pues en verdad dice por sí m ism o que es nom bre velado de fuente. Pues lo «tam izado» (diattómenon) d y «i'úirado» (éihoúm enon) es imagen de fuenie, y de estos dos nom bres se compone el de Tethys. H e r m . — Esto, Sócrates, sí que es suiil. Sóc. — ¿Y por qué no iba a serlo? Mas, ¿qué va detrás de esto? Ya nos hemos referido a Zeus. HeRM. — Sí. Sóc. — Hablemos, pues, de sus hermanos Poseidón y Plutón y del nombre que le dan a éste. H e r m . — D e s d e lu e g o . Sóc. — Pues bien, me parece que el nom bre de e Poseidón 11 fue puesto por el prim ero que le nombró, por que la naturaleza del m ar contuvo su m archa y no perm i tió que continuara avanzando: fue para él com o una tra ba de sus pies. Conque al dios que tenía el dom inio de es ta capacidad le dio el nom bre de Poseidón com o si fuera «traba para los pies» (posi desmán). Y la £ se introdujo, quizás, por realzarlo. Puede que no quiera decir esto, si-403a no que, en p rincipio se pronunciaron dos / en vez de la s, con el sentido de el «dios que sabe m ucho» (polla eidós). O quizás ha recibido el nom bfe de «el que sacude» (ho seión) a partir del verbo seíein (sacudir) añadiendo la p y la d. En cuanto al de Ploútón, fue llam ado asi por su do- 71 No es cieno. En Hesiorio los dioses proceden tic Caía y Urano. 72 La etimología corréela de Poseidón parece ser «esposo* (gr. pó-sis) o «dom inador» (ide. *pol-) de la «tierra» (da). (Cf. S c h a c h e r m e y r , !’oseídon, Berna. 1950.)
CRATILO 399nación de la « riqueza» (ploúios), dado que la riqueza salede debajo de la tierra. En cuanto a) de Háidés, la m ayoríaparece suponer que añade a este nom bre su carácter deinvisible (aeidés)li y le llam an Ploútón por temor.H e r m . — ¿Y a ti qué te parece. Sócrates? bSóc. — A mí, desde luego, me parece que los hombresse equivocan de cabo a rabo sobre la virtud de este diosy que le tienen miedo sin razón. Y es que temen que, cuando muere uno de nosotros, permanece allí para siempre.También albergan e) tem or de que el alm a, despojada delcuerpo, vaya a oarar junto a aquél. Pero es mi opiniónque todo confluye 5n lo m ism o, tanto el poder del dios como del hombre.H erm. — ¿Cómo, pues?Sóc. — Voy a decirte lo que a m í se me antoja. Di me: cde las trabas que retienen a un viviente cualquiera en unlugar cualquiera, ¿cuál te parece que es más fuerte, la necesidad o el deseo?H erm . — Es superior con m ucho ei deseo, Sócrates.Sóc. — ¿N o piensas, entonces, que m uchos h uiría n deHades, si éste no retuviera a los que van allí con la trabamás poderosa?H erm. — Claro.Sóc. — Luego, según parece, los encadena con el de- dseo — y no con la necesidad— , si es que los encadena conla m ayor traba.H e r m . — Así parece.Sóc. — ¿Y no son numerosos los deseos?H erm . — Sí.Sóc. — ¿Y hay un deseo mayor que cuando uno convive con alguien y espera convertirse en un hom bre mejorpor causa de ésLe?H e r m . — ¡Por Zeus, Sócrates, de ninguna manera! 73 Ésta es. precísame me. la etimología correcta. También lo es obviamente la que se da de Plutón,
400 DIÁLOGOS Sóc. — Diremos entonces, Hermógenes, que nadie de los de allí desea regresar acá por esla razón, ai siquiera las Sirenas sino que tanto éstas como todos los demás e están hechizados. ¡Tan hermosos son, según parece, los relatos que sabe contar Hades! Y de acuerdo, al menos, con este razonam iento, este dios es un cum plido sofista y un gran bienhechor de quienes con él están. ¡Él, que tan tos bienes envía a los de aquí: tan numerosos son los que le sobran allí] Conque, en razón de esto, recibió el nom bre de Ploútón. A) m ism o tiem po, el no desear convivir404o con los hombres m ientras tienen cuerpo; el convivir cuan do el alm a se halla purificada de todos los males y apeti tos del cuerpo ¿no te parece que es propio de un filósofo y de quien tiene bien pensado que, de esta forma, podrá retenerlos encadenándolos con el deseo de virtud, pero que, m ientras tengas el atu rd im ie nto y locura del cuer po, ni siquiera Cronos, su padre, podría retenerlos atán dolos con las ligaduras ” que le atribuye la leyenda? H e r m . — Es posible que digas algo serio, Sócrates. b Sóc. — Conque el nom bre de Há'tdés, Hermógenes, no lo ha recibido, ni m ucho menos, a partir de lo «invisible» (aidoús). Antes bien, por el hecho de «conocer» (eidénai) todo lo bello, fue llam ado Haidës por el legislador. H e r m . — Bien. ¿ Y de Deméter y Hera, Apolo y Atenea, Hefesto y Ares y los demás dioses qué diremos? Sóc. — Parece que Dêm ëtër'”' recibió tal nom bre en virtud del don del alimento, pues nos lo «da» (didoúsa)co m o «m adre» (mëtër). u Se trata de una colectividad mítica. posiblemente- de origen clónico, aunque la Epopeya las convirtiera en cantoras marinas. Son compañeras de Perséfone y solían figurar en las tumbas 75 Cronos, padre de Hades. Poseídón y Zeus, fue destronado por esteúltimo y encadenado en el Tártaro. 76 Esta etimología es correcta solamente a medias. La auténtica parece ser da (tierra) tudlcr (madre) (cf. U. v. W il a m o w it z , Der C h u b e derHcllenen, vol, I, pág. 212).
c r At il o 401 Hera 71 es alguien «deseable» (eraié), íal como se cuenta que Zeus la poseyó, «deseándola» (erastheís). Quizás, el clegislador, investigando los fenómenos celestes, dio elnom bre de Hera al «aire» (aér) veladamente, poniendo elinicio del nom bre al final. Lo captarías si pronuncias m u chas veces el nom bre de Hera, En cuanto a Pherréphatta ,B, muchos sienten tem or deeste nombre, así com o del de Apóllon, por ignorancia dela exactitud de los nombres, según parece. Así que lo transform an y lo contemplan como Phersephóne, y les pareceterrible. Mas éste significa que la diosa es sabia, pues da- ddo que las cosas se mueven, lo que las loca, las palpa ypuede acom pañarlas sería sabiduría. Así pues, la diosa sería llam ada con exactitud Pherépapha, en virtud de su sab id uría y su »contacto con )o que se mueve» (epaphen toapherom énou) o algo por el estilo (razón por la cual convive con ella Hades, que es sabio). Sin embargo, ahora alteran su nom bre teniendo en m ás la eufonía que la verdad,de form a que la llam an Pherréphaaa. Igualmente, como edigo, muchos sienten temor de Apóltón, como si sugiriera algo terrible. ¿N o te has percatado? H erm . — Desde luego que sí. Dices verdad. Sóc. — Y, sin embargo, según m i opinión, este nom breestá excelentemente puesto en lo que toca a la virtud deldios ” Sóbre la auténtica etimología de Hera, el\". n. 52. El truco de repetir varias veces el nombre de Hera para captar el sonido aér demuestra que el ático, si no psilúíico, era un dialecto de aspiración muy debilitada. (Cf. B lck, The Greel:.... págs. 53-54.) u El nombre de Persífone aparece bajo las siguientes formas: sinaspiración del prim er tirm in o del compuesto Persephóneia, común enlllada y Odisea, y Persiphassa en Esouilo (Coéloras 490): con doble aspiración Phersephóne, común en la lírica; Pherséphalto, en ArjsióvahesITes-mofor. 287 y Ranas 671). y Pherréphatta en inscripciones áticas (I. G. 2*1437). Esta últim a es, por taolo, la forma corriente en ático no literario.El segundo elemento del compuesto (-phóné) sugiere la idea de muerteviolenta (phónosj, de ahí que a la gente le parezca una diosa terrible. w Cf. 405e y n. La etimología de Apolo es muy discutida (cf. U. v.61, — 26
402 DIALOGOS H e r m . — ¿Cómo, pues? Sóc. — IrUentaré explicarte lo que a m í me parece. No405a hay nom bre que se hubiera ajustado mejor, siendo único, a las cuatro virtudes del dios, hasta el punto de que abar ca todas ellas y manifiesta, de algún modo, su arte de m ú sico, adivino, m édico y arquero. H e r m . — Habla, pues. ¡Extraño nom bre el que me dices! ■ Sóc. — Y bien armónico, desde luego — ¡como que e dios es músico! En prim er lugar, la purificación y las ablu ciones tanto en lo que toca a la m edicina com o a la mánti- b ca, así como las fum igaciones con drogas m edicinales o m ánticas, y, finalm ente, Jos baños y aspersiones en tales circunstancias, todas ellas tendrían una sola virtud: de ja r al hom bre puro tanto de cuerpo como de alma. ¿O no? H e r m . — Desde luego. Sóc. — ¿Por consiguiente, éste sería el dios que p uri fica, asi como el que lava y libra de tales males? H erm. — Desde luego. Sóc. — Entonces, en virtud de las liberaciones y ab lu ciones — en la m edida en que es m édico de tales m ales— , c recibiría con propiedad el nombre de Apoloúon (el que la va). Y, en virtud de la adivinación, la verdad y la sinceri dad —pues son la m ism a cosa— , recibiría con toda pro piedad el nom bre que le dan los tesalios; pues todos ellos llam an Aplóun a este dios. Y, en razón de su dom inio del arco, por estar siempre disparando, es aet bálion (cons tante disparador). En lo que se refiere a la m úsica, hay que tom ar en consideración — como en el caso de akólout- hos y ákoilis— que a tiene a m enudo el significado de ho- m oñ (junto con) “ y que aquí se refiere a la «co-rotación»Wilamowitz, «Apollon», Mermes X X X Vllt, 575 ss., y W. K. G uthric, TheGreeks and ihair Gods, Londres, 1955, pág, 73), pero en ningún caso tieneque ver con las que nos brinda Sócrates a continuación, i(J En electo. se Irüla de la ha- colectiva o intensiva que procede deide. *sm-, ct'. ai. sa, la). set¡i-. Lo traducimos por el prefijo casiellano eo-.
CRÁT1L0 403(hom oü pólésis), tanto alrededor del cielo — lo que llam an« revoluciones» (póioiJ~, com o en torno a la harm onía delcanto, la cual recibe el nom bre de consonancia, porque dtodas estas giran al m ism o tiempo de acuerdo con unacierta arm onía, como afirm an los entendidos en m úsicay astronomía. Ésie es el dios que preside la arm onía, sim ultaneandoLodas estas «rotaciones» (hom opolón) tanto entre los dioses com o entre los hombres. Y es que, lo m ism o que a ho-»iokéleuthon (compañero de viaje) y hom ókoilis (consorte) les hemos dado el nom bre de akólouthos y ákoitís cambiando homo- por a-, así hemos llam ado Apóllón al que eraHomopólón, introduciendo otra l porque era hom ónim o ede la palabra molesta Sl. Cosa que. incluso hoy, sospechan algunos por no examinar con precisión la virtud delnombre, y lo temen como si tuviera el significado de destrucción. Y, sin embargo, este nombre, como decíamos hace un instante, fue im puesto porque abarca todas las vir- 406aludes del dios: «sincero» (haploús), «constante disparador»{ae\ bállón), «p urificad or» (apoloúón), rector de la «co-rotación» (homopoloún). En cuanto a las Musas y, en general, a la música, lesdio este nombre, según parece, a p artir del verbo «desear»(m ósthaij “ , así com o de la investigación y el am or por elsaber. Létó viene de la benevolencia de esta diosa, por cuanto accede gustosamente a lo que uno pueda pedirle. Pero,tal vez, sea como la Uaman en otros dialectos — pues m u chos la llam an LéihÓ “ — . Es razonable, desde luego, que *' Eufemismo por «muerte». La gente relacionaba a Apolo conapóllyml «morir». 6i El verbo móslhai está, probablemente, emparentado con lat. n>osy nada Nene que v e r con Moúsa que procede d e ‘ Monija (el . S c h w y z u h ,Clriechische Crantmalik, pág. 473), #J No hay más testimonio que éste de que Létó fuera llamada LS-ihu en oíros dialectos.
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