454 DIÁLOGOS Sóc. — ¿Acaso sucede lo m ism o con el descubrim ien to de los seres: que el que descubre los nom bres descu bre tam bién aquello de lo que son nombres? ¿O hay que buscar y descubrir por otro procedimiento, y en cambio, conocer por éste? CiU t. — Hay que buscar y descubrir absolutam ente por este m ism o procedim iento y en las m ism as condiciones.b Sóc. — Veamos, pues, Crátilo. Reflexionemos: si uno busca las cosas dejándose guiar por los nombres — exa m inando qué es lo que significa cada uno— , ¿no com prendes que no es pequeño el riesgo de dejarse engañar? C r/ t. — ¿C óm o? Sóc. — Es obvio que tal como juzgaba que eran las co sas el prim ero que im puso los nombres, así im puso éstos, según afirmamos. ¿O no? C rát. — Sí. Sóc. — Por ende, si aquél no juzgaba correctam ente y los im puso Lal como los juzgaba, ¿qué otra cosa piensas que nos pasará a nosotros, dejándonos guiar por él, sino engañamos? C rát. — Mas puede que no sea así, Sócrates, sino que el que im pone los nombres lo haga forzosamente con co-c nocim iento. Y es que, si no, como te decía hace rato, ni siquiera serían nombres. Sea ésta la mayor prueba de que el que pone los nom bres no erró la verdad: en caso con trario, no serían todos tan acordes con él. ¿O no te has percatado, al hablar, que todos los nombres se originaban según el m ism o modelo y con un m ism o fin? Sóc. — ¡Pero m i buen am igo Crátilo! Esto no es n in gún argumento, pues si, equivocado en el inicio el que po-d ne los nombres, ya iba forzando los demás hacia éste y los obligaba a concordar con él m ism o, nada tiene de ex traño. Igual sucede, a veces, con las figuras geométricas: sí la prim era es errónea por pequeña y borrosa, todas las dem ás que le siguen son acordes entre sí. Así pues, todo
ciU t il o 455hombre debe tener m ucha reflexión y análisis sobre si elinicio de iodo asunto está correctamente establecido o no.Pues, una vez revisado éste, el resto debe parecer consecuente con él. Y, desde luego, nada me extrañaría que tam- ebién los nombres concuerden entre sí. Revisemos, pues,lo que hemos explicado al principio. Afirm am os que losnombres nos manifiestan la esencia del universo en el sentido de que éste se mueve, circula y fluye ,7t\¿Te pareceque lo m anifiesta de otra form a? C r At . — Precisamente así. Y lo m anifiesta con exac- 437atitud. Sóc. — Pues bien, tomemos entre ellos, en p rim e r lu gar, el de episiéiné y examinemos cuán equivoco es: másparece significar que detiene nuestra alm a sobre las cosas que el que se m ueva con ellas, y es m ás exacto pronunciar su inicio como ahora que no epeistSmé, insertando una e Después bébaion (consistente) es im itación de «base» b(básis)y «reposo» (stásis), que no de m ovim iento. Despuéshistoria m ism o significa que «detiene el flujo» (hístesirhoún). También pistón (firme) significa, a todas luces, « lo quedetiene» (hisián). A continuación, mneme (recuerdo) significa, para cualquiera, que hay « reposo en el alm a» (m on é e n tei psychéí) y no m ovim iento. Y si quieres, ham artia(yerro) y sym phorá (accidente),7i — siempre que uno se ,7‘’ En 4) Je manifestaba Sócrates que todos los nombres hablan sido puestos según la idea üe que lodo se mueve. Pero si alli ya expresabasu escepticismo diciendo que, quizá, son los que pusieron los nombresquienes de tam o dar vueltas se marean (cf„ también. 439c), aqu) va a demostrar que se pueden explicar en sentido contrario: conforme a la Ideade reposo. 177 C t n, 105. 1,4 Ñamanfa puede relacionarse, o bien con homartéo «acompañar»,o bien con háma ia (de cínti); symphorá «accidente» con symphiresthel,verbo con el que en 417a explicaba symphora «c&nveniente». De esta forma, ambos son sinónimos de spnesis y epistemé, explicados en 412a co-
456 DIALOGOS deje guiar por el nom bre— parecen idénticos a la «com prensión» (synesis) de antes, a la «ciencia» (episteme) y a todos los otros nombres que hacen referencia a los valo res serios. Todavía más: atnaihia (ignorancia) y akolasía (intem perancia) parecen cercanos a éstos. En efecto, am athía se c manifiesta como el «m ovim iento de lo que marcha en com pañía de dios» (porcia loú h ám a theói ióntos) y, a su vez, akolasía exactamente como «seguim iento de las cosas» (akolouthto ¡6Ls prágmasi). De esta forma los nom bres que el uso im pone a las nociones peores se nos m anifiestan exactamente iguales que los de las mejores Creo que si uno se molestara, descubriría muchos otros, a partir de los cuales podría pensar que quien esta blece los nombres quiere m anifestar las cosas no en mo vim iento o circulación, sino en reposo. d C rát. — Sin embargo, Sócrates, ya ves que la m ayoría los ha m anifestado de la otra forma. Sóc. — ¿Qué significa entonces esto, C rátilo? ¿Conta remos los nombres como votos y en esto consistirá su exac titud? ¿Es que el m ayor núm ero de cosas que se vea que significan los nom bres va a ser el verdadero? C rát. — No es lógico, desde luego. Sóc. — ¡De ninguna manera, am igo! Conque dejemos esto así y regresemos al punto desde el cual hemos llega-438a do aquí. Pues ya anteriorm ente, si recuerdas, afirm abas que el que im pone los nom bres había de ponerlos, forzo samente, con conocimiento, a aquello a lo que se los im ponía. ¿Acaso sigues opinando todavía así, o no? C r At. — Todavía.mo procedentes de synlénai «acompañar» y de ftépomai (Id.), respectivamente. 1,9 En la serie etimológica anterior (4 Iób y 42(b) se veia que losnombres de nociones negativas (lil. «censurables», pseklá) coincidían etimológicamente con la idea de reposo; las positivas(lit. «elogiables», epai-netd), en cambio, con la idea de movimiento.
CRÁT1 LO 457 Sóc. — ¿Entonces también afirm as que el que puso losprim arios los puso con conocim iento? Crát. — Con conocimiento. Sóc. — ¿Entonces con qué nombres conoció o descubrió las cosas, si los prim arios aún no estaban puestos y, bde otro lado, sostenemos que es im posible conocer o desc ubrir las cosas si no es conociendo los nombres o descubriendo qué cosa significan? C rát. — Creo, Sócrates, que objetas algo grave. Sóc. — Por consiguiente, ¿en qué sentido diremos queim pusieron los nombres con conocim iento, o que son legisladores, ames de que estuviera puesto nombre algunoy ellos lo conocieran, dado que no hay otra form a de conocer las cosas que a partir de los nombres? C r A t . — Pienso yo. Sócrates, que la razóo más verda- cdera sobre el tema es ésta: existe una fuerza superior ala del hom bre lñl que im puso a las cosas los nombres p rimarios, de form a que es inevitable que sean exactos. Sóc. — ¿Y crees tú que el que los puso, si era un diosO un demon, los habría puesto en contradicción consigo 'm ism o ¿0 piensas que no tiene valor lo que acabamos dedecir? C r At . — ¡Pero puede que una categoría de estos nom bres no exista! Sóc. — ¿C uái de las dos, excelente amigo: ia de los queconducen al reposo, o ai m ovim iento? Porque, según loantes dicho, no va a decidirse en razón del número. CrAt. — No sería razonable en m odo alguno, Sócrates, d Sóc. — Por tanto, si los nombres se encuentran enfrentados y los unos afirm an que son ellos los que se asemejan a la verdad, y los otros que son ellos, ¿con qué crite- 1,0 Cráiilo se refugia, finalmeote, en la idea de un legislador sobrehumano. Pero eslo ya había sido rechazado (cf. 425d) como una evasivasim ilar al deus ex machina de la tragedia. Ahora vemos más claramenlepor qué el hipotético legislador no puede ser sobrehumano.
458 DIALOGOS rio lo vamos ya a discernir o a qué recurrimos? Desde lue go no a otros distintos — pues no los hay— , conque habrá que buscar, evidentemente, algo ajeno a los nombres que nos aclare sin necesidad de nombres cuáles de ellos son los verdaderos; que nos demuestre claram ente la verdad de los seres, e Cr At. — Así pienso yo. Sóc. — Por consiguiente, es posible, según parece, co nocer los seres sin necesidad de nom bres — siempre que las cosas sean así. C rAt. — C laro.439a Sóc. — ¿ Entonces por qué otro procedim iento esperas todavía poder conocerlos? ¿Acaso por otro distinto de) que es razonable y justísim o, a saber, unos seres por medio de otros, sí es que tienen algún parentesco, o ellos por sí mismos? Pues, sin duda, un procedimiento ajeno y distinto de ellos pondría de m anifiesto algo distinto y ajeno pero no a ellos. C rAt. — Me parece que dices verdad. Sóc. — ¡Un momento, por Zeus! ¿Es que no hemos acordado m uchas veces que los nombres bien puestos son parecidos a los seres de los que son nom bres y que son im agen de las cosas? Cr At. — Sí. Sóc. — Por consiguiente, si es posible conocer las co sas principalm ente a través de los nombres, pero tam bién por sí mismas, ¿cuál será el m ás bello y claro conocimien to'. conocer a p artir de la imagen si ella m ism a tiene un cierto parecido con la realidad de la que sería imagen, o b partiendo de la realidad, conocer la realidad m ism a y si su imagen está convenientemente lograda? Cr At. — Me parece forzoso que a partir de la realidad. Sóc. — En verdad, puede que sea superior a mis fuer zas y a las tuyas d ilu cid ar de qué form a hay que conocer o descubrir los seres. Y hab rá que contentarse con llegar a este acuerdo: que no es a partir de los nombres, sino que
CRATJLO 459hay que conocer y buscar los seres en sí m ism os m ás quea p artir de los nombres. Crát. — Parece claro, Sócrates. Sóc. — Pues bien, examinemos todavía — a fin de queesos m uchos nom bres que tienden a lo m ism o no nosengañen— , si, en realidad, quienes los im pusieron lo h icieron en la idea de que todo se mueve y fluye (así opinoyo personalmente que pensaban); o bien, si acaso esto noes así, son ellos m ism os los que se agitan como si se hubieran precipitado en un rem olino y tratan de arrastrarnos en su caida 141. Porque considera, adm irable C rátilo,lo que yo sueño a veces: ¿diremos que hay algo bello y bueno en sí, y lo m ism o con cada uno de los seres, o no? C rAt. — Creo yo que sí, S ócrates. Sóc. — Consideremos, entonces, la cosa en sí. No si hayu n rostro hermoso o algo por el estilo — y parece que todo fluye— , sino si vamos a sostener que Jo bello en sí essiempre tal cual es. C rAt. — P or fu e rza. Sóc. — ¿Acaso, pues, será posible calificarlo con exactitu d afirm ando, prim ero, que existe y, después, que estal cosa, si no deja de evadirse? ¿O, al tiem po que h ab lamos, se convierte forzosamente en otra cosa, se evade yya no es asi? Crát. — Por fuerza. Sóc. — ¿Cómo, entonces, podría tener alguna existencia aquello que nunca se m antiene igual? Pues si un m om ento se m antiene igual, es evidente que, durante ese 141 Ci. 41 le. I8! El principio de que los seres son en sí ya habla quedado sentado en 486d y ss., como consecuencia de la refutación de la teoría de Pro-tágoras. Aquí se dice algo más (que lo en sí es siempre idéntico y nuncaabandona su forma) y se desarrollan sus implicaciones epistemológicas(sólo el ser en sí permite el conocimiento). Sin embargo, Sócrates no llega a ello por un proceso dialéctico sino acudiendo a un sueño que tiene;como, en ocasiones, recurre a un mito.
460 dU logos tiempo, no cam bia en absoluto. Y si siempre se m antiene igual y es lo mismo, ¿cóm o podría ello cam biar o mover se, si no abandona su propia form a? CrAt. — De ninguna manera. Sóc, — Pero es más, tam poco podría ser conocido por nadie. Pues en el Ínstame m ism o en que se acercara quien440a va a conocerlo, se convertiría en otra cosa distinta, de for ma que no podría conocerse qué cosa es o cóm o es. N in guna clase de conocimiento, en verdad, conoce cuando su objeto no es de ninguna manera. Crát. — Es com o tú dices. Sóc. — Pero es razonable sostener que ni siquiera exis te el conocimiento, Crátilo, si todas las cosas cam bian y nada permanece. Pues si esto mismo, el conocimiento, no dejara de ser conocimiento, permanecería siem pre y se ría conocimiento. Pero si, incluso, la form a m ism a de co nocimiento cambia, simultáneamente cam biaría a otra form a de conocim iento y ya no sería conocimiento. Si siempre está cambiando, no podría haber siempre b conocimiento y, conforme a este razonamiento, no habría ni sujeto ni objeto de conocimiento. En cam bio, si hay siempre sujeto, si hay objeto de conocimiento; si existe lo bello, lo bueno y cada uno de los seres, es evidente, pa ra m í, que lo que ahora decimos nosotros no se parece en absoluto al flujo ni al movimiento, c Por consiguiente, puede que no sea fácil dilucid ar si ello es así, o es como afirm an los partidarios de Herácli- to y muchos otros. Pero puede que tampoco sea propio de un hom bre sensato encomendarse a los nom bres en gatusando a su propia alm a y, con fe ciega en ellos y en quienes los pusieron, sostener con firm eza — como quien sabe algo— y juzg ar contra si m ism o y contra los seres que sano no hay nada de nada, sino que todo rezum a co m o las vasijas de barro. En una palabra, lo m ism o que d quienes padecen de catarro, pensar que tam bién las co sas tienen esta condición, que todas están sometidas a flu-
CRÁT1LO 461jo y catarro. En definitiva, Crátílo, quizá las cosas seanasí, o quizá no. Así pues, debes considerarlo bien y convalentía y no aceptarlo fácilm ente (pues aún eres joveny tienes la edad); y, una vez que lo hayas considerado, com unícam elo tam bién a mí, si es que lo descubres.CrAt. — Lo haré. Sin embargo, Sócrates, ten por seguro que tampoco ahora ando sin exam inarlo. Antes bien,paréceme. cuando me ocupo de analizarlo, que es, másbien, de la form a en que lo dice H eráciiio. eSóc. — ¡Entonces, hasta luego! Ya me instruirás, compañero, cuando estés aquí de vuelta- Ahora dirígete al campo, tal com o estás equipado, que aquí Hermógenes teacompañará.C r á t . — Así será, Sócrates. Intenta tam bién tú seguirreflexionando sobre ello.
INDICE GENERAL Pâgs.G o r g u s ............................................................................................. ... 7M e n é x ë n o ..................................................................... 147F.UTIDE.MO................................................................................................ 191M encîn ............................ ....................................................................... 273C.r At i l o .................................................................................................... 339
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