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Platón. (1987). Diálogos II. Madrid. Gredos.

Published by zsyszleaux.s2, 2017-05-22 15:43:37

Description: Platón. (1987). Diálogos II. Madrid. Gredos.

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404 DIALOGOS reciba el nom bre de LéthÓ p or parle de quienes así la lla­ man en razón de su falta de aspereza, de la dulzura y «sua­ vidad.» (leíon) de su «carácter» (éthos).b Á rtem isu se revela com o lo «integro» (atremés) y lo recatado por causa de su am or a la virginidad; aunque pue­ de que el que le puso nom bre Ja llam ó «conocedora de vir­ tud» (a retés hísiora) o, quizás tam bién, en la idea de que «odia la arada» (ároton misesásés) del varón en la mujer, Ya sea por una de estas razones o por lodas ellas, éste fue el nom bre que im puso a la diosa el que se lo puso. H e r m . — ¿Y Diánysos y A phrodüa? Sóc. — ¡Tremenda pregunta, hijo de Hipónico! Sin em­ bargo, tienen esios dioses una suerte de nombres que hac sido im puesia tanto en broma como en serio. Asi pues, pre­ gunta a otros por la seria, que nada me im pide a m í diser­ tar sobre la festiva ,s, pues hasta los dioses gustan de bromear. Dioniso podría ser llam ado en brom a el <¡dador del vino» (Didoinousos); y al vino, puesto que hace creer a la m ayoría de los bebedores que tienen cordura sin te­ nerla, sería razonable llam arlo oiónous (que hace creer en la cordura). Sobre Afrodita no sería digno contradecir a Heslodo,d sino convenir con él que fue llam ada Aphrodíta por su na­ cim iento de la «espum a» (aphroúj “ . H e r m . — Por otra parte, Sócrates, no irás a olvidarte de Atenea, ateniense como eres, ni tampoco de Hefesto y Ares! Sóc. — No sería razonable. H e r m . — Desde luego que no. w Sobre la etimología de Ártemis, cf. M. RuipébitZ SjínchitZ, *fc) nom­ bre de Arlerois dorioilirk). Etimología y expansión». Emérita (1947), 1-60, y «La dea a m o céltica y la Anem is griega». Zephyrus U (1951), 89-95. 85 Esta frase muestra a las claras el carácter festivo de este juego etimológico. M Todavía P. KwnrscHMER (en Zeilschnll liir vergletch. Sprachforsch. X X X tll (1893). pág. 267) quiere liacer venir este nombre de áphro hodi- tes «la que camina sobre la espuma».

CRATTLO 405 Sóc. — Ahora que su segundo nom bre no es difícil de­cir por qué fue puesto. H erm. — ¿Qué nombre? S ó c .— Solemos llamarla Pallas ¿no? H e r m . — ¿Cómo no? Sóc. — Si pensamos, pues, que este nom bre le ha si­do puesto, como yo im agino, a p artir de la danza arm ada,pensaríam os con p ro p ie d a d 87. Pues a la acción de «ele- evarse» uno m ism o u otra cosa, ya sea desde el suelo o conlas manos, la llam am os p állein y púllesthai, hace danzar 407ay danzar. HeRM. — Exactamente. Sóc. — El nom bre de Pallas, entonces, se explica de es­ta forma. H e r m . — Y m uy exactamente. ¿Pero cómo interpretasel otro nom bre? Sóc. — El de A th én a? H e r m . — Sí. Sóc. — Éste, amigo mío, tiene más peso. Ahora bien,parece que los antiguos tenían sobre Atenea la m ism a ideaque los actuales entendidos en Homero. Y es que la ma- byoría de éstos, cuando comentan al poeta, dicen que Ate­nea es la responsable de la inteligencia m ism a y del pen­samiento. Conque el que puso los nombres pensaba, se­gún parece, algo sim ilar sobre ella; y, lo que es más im ­portante, queriendo designar la «inteligencia de dios»{theoü nóésis), dice — m ás o menos— que ella es la «in te li­gencia divina» (Theonóa), sirviéndose de la a de otros d ia­lectos. en vez de la e, y elim inando tanto la i como la s.Y aun quizá ni siquiera por esta razón, sino que la llam óTheonóé en la idea de que ella, por encim a de los demás.«conoce» (nooúsés) las «cosas divinas» (lá theía). Claro quetam poco es disparatado que quisiera tam bién designar b7 En realidad. Pallás q u ie r e d e c ir « m u c h a c h a » (cf. G u t h r i e , TheOreeks..., pág. 108).

406 DIÁLOGOSEihonóS a la «inteligencia ética» (lói éthei nóésis)M, en laidea de que )a diosa es esto. Y, ya sea él o algún otro, lallam aron después Athénáa transform ándolo en un nom ­bre m ás bello, según creían ellos. H erm . — Bien. ¿Y Hefesto qué? ¿ Cómo lo explicas? Sóc. — ¿Acaso me preguntas por el genuino «conoce­dor de la luz» (pháeos hístora)? H e r m . — Asi parece. Sóc. — ¿N o es evidente para cualquiera que éste esPhaistós (luminoso) añadiéndole la e? H e r a l — Es probable — si es que a ti no Le parece to­davía de otra manera, com o es natural. Sóc. — Pues para qqe no me lo parezca, pregúntamepor Ares. H erm . — Te pregunto. Sóc.- — Entonces, si así lo quieres, el nom bre de Árésse ajustaría a lo «m asculino» (árren) y a lo varonil; pero,si, por otra parte, se conform a a lo rígido e inflexible (locual recibe el nom bre de árraton «irrom pible»), tam biénen este sentido sería propio que un dios guerrero por loscuatro costados reciba el nom bre de Ares. H e r m . — ¡Desde luegol Sóc. — Dejemos, pues, a los dioses — ¡por los dioses!— ,que temo seguir conversando sobre ellos, y propónm ecuestiones sobre cualquier otro tema que prefieras «pa­ra que veas cóm o es la casta de los caballos de «Euti-frón H erm . — ¡Claro que lo haré cuando te haya pregunta- 48 Méridier traduce * inteligencia natural». No sé qué entiende poreslo ni cómo lo deduce del texto griego. Me parece que, más bien, se re­fiere a la inteligencia «referida al étitos» (éthei es un dat. de limitación)o « p r á c tic a » a la que P l a t ó n (cf. Banquete 209a) y A r i s t ó t e l e s (Ética aNicómoco 1I40a24) llaman específicamente phrónésis. 19 Parodia de Iliada V 221-2. donde se refiere Eneas a la excelenciade los caballos troyanos.

C-RÁTtLO 407do sólo una vez más sobre Hermes w, ya que C rátílo afir­m a que yo no soy Hermógenes. Intentem os, pues, investi­gar qué significa el nom bre de Hermès, a fin de que vea­mos tam bién si Ja afirm ación de éste tiene algún valor.Sóc. — En realidad, parece que Hermès tiene algo quever con la palabra al menos en esto, en que a) ser « intér­prete» (hermënea) y mensajero, así com o ladrón, menti- 408aroso y mercader, toda esta actividad gira en torno a lafuerza de la palabra. Y es que, como decíamos antes, el«hablar» (eírein) es servirse de la p alabra y lo que H om e­ro dice en muchos pasajes (emésaio «pensó», dice él) essinónimo de «m aquinar* (mëchanêsasthai). Conque, en vir­tud de am bas cosas, el legislador nos im puso, por asi de­cirlo, a este dios que inventó el lenguaje y la palabra [y¡égein es. desde luego, sinónim o de eírein) con esta orden:«hombres, al que inventó el lenguaje (eírein ernásato) ha- briais bien en llam arlo E irém és». Ahora, sin embargo, no­sotros lo llam am os Hermes por embellecer, según im agi­no, su nom bre. (Por cierto, que Iris tam bién parece tenersu nombre por el hecho de eírein, pues era mensajera)H e r m . — ¡Por Zeus! Entonces me parece que Crátiloafirm a con razón que yo no soy Hermogénes (nacido deHermes): y es que no soy diestro en la palabra.Sóc. — Pero es más, am igo mío: el que Pan sea un hijodoble de Hermes no carece de sentido.H e r m . — ¿Pues cómo? c 50 Éste es et ùnico nombre de dios sobre cuya etimología hay acuer­do unánime entre los filólogos. Procede de hérrna «montón de piedras». V1 Todos los editores eliminan, por considerarla Fuera de lugar, es­ta últim a frase referida a tris. Nosotros la respetamos como, en general,a las lecturas en que coincide toda la tradición manuscrita, siempre queno haya motivos muy fundados para rechazarlas. — Puede ser una ocu­rrencia que introduce Sócrates parentèticamente, como tantas otras enesta sección.

408 DIÁLOGOS Sóc. — Tú sabes que el discurso m anifiesta la «totali­ dad» (ló pán) y que se mueve alrededor y no deja de hacer girar; y que es doble, verdadero y fa ls o ’1. H er a i. — Desde luego. Sóc. — Por consiguiente, su carácter verdadero es sua­ ve y divino y habita arriba, entre los dioses, m ientras que su carácter falso habita abajo, entre la m ayoría de los hombres, y es áspero y trág ic o VJ. Pues es ahí, en el géne­ ro de vida trágico, donde residen (a m ayoría de los mitos y mentiras. H e r m . — Desde luego, Stíc. — Por consiguiente, el que manifiesta «todo» (pán)d y siempre hace girar sería justam ente Pan A ip óIo sv\el hijo doble de Hermes, suave en sus partes superiores, y áspero y cabruno en las inferiores. Conque Pán es o bien la palabra o hermano de la palabra, dado que es hijo de Hermes; que nada tiene de extraño que un herm ano se pa­ rezca a su hermano. Pero como te decía, feliz Hermóge- nes, dejemos a los dioses. H e r m . — Al menos a esta clase de dioses, Sócrates, si lo pretieres. Pero ¿qué te im pide disertar sobre otros*1 como el sol y la luna, los asiros, la tierra, el éter, el aire,e el fuego, el agua, las estaciones y el año? Sóc. — ¡Numerosos son Jos temas que me propones! Sin embargo, consiento, si es que va a ser de tu agrado. H e r m . — ¡Claro que me va a complacer! 83 Sócrates insiste en este principio, que ya dejó sentado más arri­ba (385b) y que tamo le im porta dejar bieo ctaro. w Sócrates juega con el doble sentido de Iragikós «trágico» y «ca­bruno». Aquí se refiere a las fabulaciones de la tragedia; más abajo, alcarácter figurativo de Pan como macho cabrio de cintura para abajo. M Aípolos significa, propiamente, «cabrero» (de alx «cabra»), peroSócrates lo pone en relación con aeí (siempre) polein (hacer girar), comoantes a Apolo (cf. 405c). vs El texto griego es aqui muy vago: lón loiónde puede querer de­cir «dioses como» o «cosas como». Parece una vaguedad deliberada.

c r AtiI o 409 Sóc. — ¿Entonces qué prefieres primero? ¿O hablamosde h é lio s «el sol», como dijiste? H e r m . — De acuerdo. Sóc. — Desde luego, parece que sería m ás ciaro si nossirviéramos de la palabra doria (los dorios, en efecto, lollam an H ú lio s ). Sería, pues.. H á l i o s en tanto que «congre- 409aga» (h a tíz e i) a los hombres en el m ism o lugar cuando sa­le, y lo sería tam bién porque no cesa de ngirar» (h e íle in )en su m ovim iento alrededor de la tierra, aunque tam bién— sería verosím il— porque en su recorrido «adorna convariopim os colores» (p o ik ílle i ) lo que nace de la tierra. Yp o ik ílle in y a io le in significan lo mismo. H e r m . — ¿Y la «Juna» (setené)' qué? S ó c .— Éste es el nom bre que parece m ortificar aAnaxágoras. H e r m . — ¿Y p o r q u é ? Sóc. — Parece un nombre que m anifiesta con mayorantigüedad lo que aquél decía recientemente: que la (una btoma su luz del sol H erm. — ¿Cómo, pues? SOc. — Sin duda s é la s ” y p h ó s significan lo mism o(luz). H e r m . — Si. Sóc. — Y esta luz que circunda la luna es siempre nue­va y vieja — si es cierto lo que afirm an los partidarios deAnaxágoras— , pues no cesa de proyectar luz nueva en sum ovim iento alrededor de la luna, m ientras que la del mesanterior es vieja. H e r m . — Exactamente. Sóc. — Y muchos la llam an selanaia. H e r m . — Exacto.% En realidad, esla leoria parece remontarse a Tales de Mileio (cf.P l u t a r c o , P ia d la philosophorum 11 27). Lo que siguí' es ^ Haslu aquí lu eilinología ks corréelalan exageradamente rebuscado que nos hace pensar de nuevo en el ca­rácter irónico de (oda la sección.

410 DIALOGOS Sóc. — En cuanto que siempre tiene luz nueva y vieja(sélas néon k a i hénon aeí) e) nom bre más ju sto que podríarecibir seda selaenoneoáeia, pero se la ¡lama selanaía unavez contraído. H e rm . — Desde luego, Sócrates, que este nom bre espropio de un ditiram bo. Pero, ¿cóm o explicas el mes y losastros? Sóc. — AI «mes» (meís) sería justo llam arlo meiés pro­cediendo de m eioúsihai (dism inuir), y los «astros» {ásira)parece que tom an su denom inación del « relám pago» (as-trapg). En cuanto al relámpago, debería ser anasiropé por­que «hace volver la vista« (opa anasiréphei), pero se le lía- im a aslrapé por embellecerlo. H erm . — ¿Y qué del fuego y del agua? Sóc. — Del «fuego» (pyr) no tengo idea y es probableque, o bien me haya abandonado la Musa de E u tjfrón , oque este nom bre sea de una d ificu lta d extrema. Ahorabien, observa la artim aña que aplico a todos los de esta iguisa que se me escapan. H e r m . — ¿Cuál es? Sóc. — Te lo diré. Contéstame: ¿podrías decirme de 1qué form a recibe su nom bre el fuego? Hetug. — Y o no, p o r Zeus. Sóc. — Entonces considera lo que yo barrunto sobreello: pienso que los griegos, y especialmente, los que vi­ven bajo dom inio bárbaro, han tomado de éstos num ero­sos nombres yt. H erm. — ¿Y qué, pues? Sóc. — Si uno investiga cóm o es razonable que esténestablecidos conforme a la lengua griega y no conformea aqueJla de la que el nom bre procede, sabes que se en­contraría en apuros, M El préstamo, que hoy es un principio elemental de la Lingüisti­ca, es aducido aquí (cl\, también, en 416a) como una estratagema de Só­crates cuando se le resiste una etimología. Luego será rechazado comoevasiva (cf. 425e).

c r á t il o 411 H erm . — Nada m ás lógico. Sóc. — Mira, entonces, si este nom bre, p$r, no es bár- 4 1baro. Pues no es fácil encajarlo en la lengua griega y esevidente que los frigios 59 llam an al fuego de esta form acon una pequeña variante; e, igualmente, al «agua» (hydór)y a los «perros» (kynas), etc. H e r m . — A si es. Sóc. — Sin embargo, no hay que llevar demasiado le­jos estos nombres p or el hecho de que pueda decirse algosobre ellos. De esta forma, pues, dejo a un lado el fuegoy el agua. En cuanto al aire, ¿se llam a aér, Hermógenes, porque b<rlevanta» (a(rei) lo que hay sobre la tierra? ¿ 0 porque siem­pre «fluye» (aei rhei)? ¿O porque, en su flujo, se originael viento? Pues los poetas llam an aStas (vendavales) a losvientos. Puede que signifique, entonces, «lo que fluye co­m o vendaval» (aétórrous), como si dijera pneum atórrous<■lo que fluye como viento). Al «éter» (aithér) es así comoyo lo entiendo; dado que «siempre corre» fluyendo «en tor­no al aire» (asi thet perì tòri aéra), debería Llamarse, en ju s­ticia, aeitheér. La «tierra» (gi) m anifiesta mejor lo quequiere significar con tal que se la llam e gato. Y es que gata cdebería llamarse, en rigor, gennéteira (procreadora) comoafirm a Homero — pues dice gegáasi, en vez de gegenés-thai (ser engendrado)— . Bien, ¿qué nos quedaba despuésde esto? H erm. — Las estaciones, Sócrates, así como la «aña­da» y el «año» (eniautós, etos). w No hay constancia de la palabra frigia para el fuego, pero el gr.p$r se corresponde con el arme, hur, lengua cercana al frigio. (Cf„ ta m ­b ié n , 6.a.a. fiur, um bro p ir y tocario por —V . P js a n i, Clotlologia indeu-rapta, Turln. 1961, pág. 277.) 100 Eniautós es un ciclo de tiempo que puede ser muy superior alaño natural (¿tos). Probablemente, está relacionado con el ciclo del artoagrícola (la «añada» castellana). Cf. J . H a r r is o n , Themis, Londres, 1963.

412 DIÁLOGOS Sóc. — Pues bien, las «estaciones» (hóraij has de pro­ nunciarlas como en antiguo áfico si es que quieres sa­ ber lo que es probable: en efecto, son hórai (límites) debi­ do a que lim itan los inviernos y veranos, los vientos y los frutos de la tierra. Y como «lim itan » (horízousai), habría que llamarles en justicia hórai. d La «añada» (eniaulós) y el «año» (étos) es probable que sean una sola cosa. En efecto, a lo que saca a lu 2 y contro­ la en si m ism o cada cosa que se cría y nace sucesivamen­ te, a esto — lo m ism o que antes con el nom bre de Zeus, dividido en dos partes, unos lo llam aban Zena y otros D ía—, así a esto unos lo llam an eniauton, de en heautói (en sí mismo), y otros étos, porque etázei (controla). La ex­ plicación com pleta es que la expresión en heautói etázon (lo que controla en sí mismo), aun siendo única, se pro- e nuncia en dos partes, eniautós y étos, a partir de una ex­ presión única. H e r m . — En verdad, Sócrates, has avanzado mucho. Sóc. — Paréceme que estoy ya progresando en sabi­ duría. H e r m . — Desde luego. Sóc. — En seguida lo dirás todavía más.1a H e r m . — Pues después de este género yo, desde luego, exam inaría con gusto con qué clase de exactitud han sido puestos los hermosos nombres que se refieren a la virtud, com o la «inteligencia» (phrónesis), ia «com prensión» (synesis), la «justicia» (dikaiosyne) y todos los de esta clase. Sóc. — [Amigo mío! No es liviana la raza de nombres que despiertas. Sin embargo, ya que me he ceñido la piel de león no he de am ilanarm e, sino más bien examinar, :01 L o m i s m o q u e e n c a s o d e l a « ( c f . n . 5 3 ) e n e l a l f a b e t o á t i c o a n t i ­g u o el s ig n o o s e r v ía p a r a lo s F o n e m as o , o y 9 . IUÍ P u e d e r e f e r i r s e a l a f á b u l a d e E s o p o e n l a q u e e l a s n o , v e s t i d oc o n p ie l de le ó n , p o n e e n fu g a a h o m b re s y a n im a le s : o b ie n , a la p ie l d elle ó n d e N e m e a q u e c u b r ía la c a b e z a y h o m b r o s de H e ra c le s , — E s im ­p r o b a b l e , c o m o s u g i e r e MjáRiDiERfTVorfón..., vol. 1, I n t r o d u c c i ó n , pág. 44),

CRÁTILO 413como es lógico, la inteligencia, )a com prensión, el conoci­miento, la ciencia y todos los demás bellos nombres que bhas citado. H e r m . — |Claro que no debemos desistir antes detiempo! Sóc. — Pues de verdad, ¡por el perro!, que no creo sermal adivino en lo que se me acaba de ocurrir: que los hom ­bres de la remota antigüedad que pusieron los nom bres— lo mismo que los sabios de hoy— de tanto darse la vueltabuscando cómo son los seres, se m arean y, consecuente­mente, les parece que las cosas giran y se mueven en lodolugar En realidad, no juzgan culpable de esta opinión ca su propia experiencia interior, sino que estiman que lascosas m ism as son así; que no hay nada permanente ni con­sistente, sino que todo fluye, se mueve y está lleno de to­da clase de m ovim iento y devenir continuo. Y lo digo re­flexionando sobre todos estos nom bres de ahora. H e r m . — ¿Y cóm o es eso, Sócrates? Sóc. — Q uizá no has reparado en que los nombres re­cién citados han sido puestos a las cosas, como si todas .se movieran, fluyeran y devinieran. H e r m . “ N o h a b ía c a íd o en e llo e n a b s o lu to . Sóc. — Pues bien, para empezar, el prim er nom be al dque aludim os se refiere por com pleto a estas caracte­rísticas. H e r m . — ¿Cual? Sóc. — El d e phrónesis (inteligencia), pues es la «inte­lección del m ovim iento y el flujo» (phorás kai rhoú nóé-sis). Podría tam bién entenderse com o «aprovechamientodel m ovim iento» (phorás ónesis), pero, en todo caso, se re­fiere a éste.q u e sea u n a alusión v e la d a a A n lís te n e s , q u ie n h a b ía to m a d o a H e ra c le sp o r m o d e lo . 103 R e a l m e n t e e s t á a l u d i e n d o , s i n n o m b r a r l o , a H e r á c l i t o . C f . n . 68e In tro d .

414 DIÁLOGOS Y si Jo aceptas, grtómé (el juicio) m anifiesta enteram te el análisis y la «observación del devenir» (gonés nóme- sis); pues nom án es lo m ism o que skopein (observar). Pe­ ro si lo prefieres, esta m ism a palabra nóésis es la «ten­ dencia hacia lo nuevo» (néou hésis): el que los seres sean e nuevos significa que no dejan de devenir. Conque ej que puso el nom bre de neóesis quiso significar que e! alm a tiende a esto, pues antiguam ente no se llam aba nóesis, si­ no que había que p ronunciar dos e ,ai en vez de la ¿, noéesis. Sophrosyné (prudencia) es la «salvaguardia del enten­ d im ie n to » (solería phronSseós) que acab am o s de considerar.12a Y, por otra parte, la «ciencia» (epistémi) significa que el aim a de algún valor «sigue» (hepoméné) a las cosas en movimiento y no se queda atrás ni las adelanta. Por lo cual hay que insertar una e y llam arla epeistemé l0S. Synesis (comprensión), por su parte, parece como si fuera igual a «raciocinio» (syllogismós), y cuando se dice syniénai (comprender), resulla que se dice absolutamen- b te lo m ism o que epístasthai (estar sobre). Pues syniénai (m archar con) significa: el aLma «acom paña a las cosas» (symporeúesihai) en su m ovim iento. Por otra parte, soph- ia (sabiduría) significa «locar el m ovim iento» (phorás hápiesrhai), aunque esto es más oscuro y extraño a nues­ tra lengua. Pero hay que recordar, en los poetas, lo que dicen en m uchos pasajes de aquello que avanza rápida­ mente una vez que ha comenzado: dicen esythé (se pre­ cipitó). la * E l t e x t o d i c e , en r e a l i d a d , « d o s e í» , q u e e s l a g r a f í a d e Z e n e l a l ­f a b e t o j o n i o , c o m o o u lo e s d e o. 1115 E s u n p a s a j e d i s c u t i d o . L o m i s m o q u e e n 4 3 7 a ( d o n d e s e v u e l v ea e x p lic a r e s ta p a la b r a e n s e n tid o o p u e s to , e s d e c ir , c o n la id e a b á s ic ad e « r e p o s o » , e s p r e f e r i b l e s e g u i r la l e c t u r a d e l o s m e j o r e s M S S . embá-liornas y epislSmén q u e e n c u b r e -— s i n d u d a , p o r y o t a c i s m o — u n e s p e r a ­d o epeislSmé.

CRÁTILO 415 Además, un laconío ilustre tenía el nom bre de Sóosy los lacedemonios dan este nom bre al m ovim iento «ve­loz» (thoós) l0t. Así pues, sophía significa «tocar» el «m o­vim iento» (epaphé), supuesto que los seres se mueven. Por otra parte, en cuanto a lo «bueno» (agathón), este cnom bre suele aplicarse a todo lo «adm irable» (agasfón) dela naturaleza. Dado que los seres se mueven, hay en ellosrapidez y hay lentitud. Ahora bien, no todo lo rápido esadm irable, sino una parte de ello, y, precisam ente,« lo ad­m irable de lo rápido» (thooú agastdi) recibe la d e n om i­nación de agathón. En cuanto a La «Justicia» (diJcaíosyni), es fácil compren­der que este nombre se aplica a la «com prensión de lo ju s­to * (dikalou synesis). Pero dikaion (lo justo) m ism o es d ifí­cil. Claro que, hasta cierto punto, parece que hay acuer­do por parte de muchos, pero er> seguida vienen las dis­putas. Cuantos consideran que el universo está en movi- dmiento suponen que su mayor parte no tiene otro carác­ter que el de moverse y que hay algo que atraviesa esteuniverso en virtud de lo cual se originan todas las cosas;y que eUo es lo m ás rápido y sutil. Pues de otro m odo nopodría atravesar todo el universo, si no fuera lo más sutilcomo para que nada pueda contenerlo, ni lo m ás rápidocomo para relacionarse con los dem ás seres com o si és­tos estuvieran en reposo. Así pues, dado que gobierna to­do lo demás «atravesándolo» (d iaión) se le dio ajustada- emente el nom bre de dikaion añadiendo la fuerza de la kpor mor de la eufonía. Hasta este punto, pues, m uchos convienen, como de­cíamos antes, en que esto es lo justo. Pero yo, Hermóge- 413anes, com o soy infatigable en este asunto, me he informa- W í O u it ír e d e c ir S ó c r a t e s q u e la s íla b a so- d e s o p h ía h a b r ía q u e p o ­n e r la e n r e la c ió n c o n la r a íz * I h o - « r á p i d o » , q u e e n la c o n lo es *so-, p o rla e s p ir a n ) iz a c ió n d e la s a s p ir a d a s q u e se p r o d u c e e n la c o n to y a e n e ls. v, a u n q u e n o se r e f l e j e e p i g r á f i c a m e n t e h a s t a e l iv ( c í. B u c k , T h e G r e e k .,.,p á g . 5 y?),

4)6 diXlocos do en conversaciones secretas de que lo justo es tam bién lo causante (pues lo caúsam e es aquello «por lo que» — d i' hó— 107 algo se genera) y alguien me dijo en priva­ do que era ajustado asignarle este nom bre por dichas razones. .Pero cuando trasoírlos, vuelvo a preguntarles tranqui­ lamente: «amigo, ¿qué es, pues, lo justo si ello es así?», parece que ya pregunto m ás de lo conveniente y que meb paso de raya Dicen que ya tengo suficiente inform a­ ción y, deseando atiborrarm e, tratan de decirme cada uno una cosa y no están más de acuerdo. Pues uno afirm a que lo justo es el sol: sólo él «atravesando» (diaíonta) y que­ m ando gobierna los seres. Así pues, cuando, satisfecho por haber oído algo bello, se lo com unico a alguien, éste se burla de mí despues de oírm e y me pregunta si creo que no hay nada justo entre los hombres una vez que se pone el sol.c Ahora bien, como yo persisto en preguntarle qué ex­ plicación ofrece él, afirm a que el fuego IM. Pero no es fá­ cil de entender. Otro sostiene que no es el fuego, sino el calor que reside en el fuego. Otro dice burlarse de todo esto y que lo justo es lo que dice Anaxágoras, el noüs (la razón), pues ésta es autónom a y, sin mezclarse con nada, gobierna todas las cosas atravesándolas. En este punto, am igo mío, ya me encuentro en mayores apuros que an­d tes de tratar de saber qué cosa es lo justo Ahora bien, al menos el nombre, cosa por la que andábam os investi­ gando, es claro que lo tiene por estas razones.107 E s l a m i s m a e x p l i c a c i ó n d e m á s a r r i b a ( c f . 3 9 6 a - b ) p a r a l a f o r ­m a D ia d e l n o m b re de Z eu s. .108 L o c u c i ó n p r o v e r b i a l , c u y a t r a d u c c i ó n l i i e r a J s e r ia « s a l l a r p o r e n ­c im a del foso«. I0'1 b e n u e v o , la l e o r l a d e H e r á c l i l o s i n q u e s e le n o m b r e e x p r e ­sam ente .110 T a m p o c o e n l-I F e d ó n ( 9 6 b y s s .) le p a r e c e s u f i c i e n t e a S ó c r a t e sla te o r ia d e A n a x á g o r a s .

CRÁTILO 4 17 H e r m . — Parece, Sócrates, que esto se lo tienes oídoa alguien y que no estás improvisando. Sóc. — ¿Y lo demás qué? H erm. — E d absoluto. Sóc. — Escucha entonces, pues quizá podría mentirletam bién en lo demás diciendo que lo expongo sin haberlo'oído. ¿Después de la Ju sticia qué nos queda? La «valentía»(andreía) no la hemos tocado, creo yo. Pues bien, es ev¡-denie que la «injusticia» (adikia) es verdaderamente un eobstáculo a lo que atraviesa y la valentía apunta a ello enla idea de que ha recibido su nom bre eD la lucha — aunque,en la realidad, si es que ésta fluye, la lucha no es sino elflujo en sentido contrario— . Si se suprim e, pues, la d deandreía, el nom bre anreía pone de m anifiesto por sí sóloesta actividad m. Claro que andreía no es un flujo contra­rio a todo flujo, sino a) que fluye contra lo justo; en caso 414ocontrario, no se elogiaría la vaJentia. También lo «m ascu­lino u (árren) y el «varón» (anér) se refieren a algo pareci­do, a la «corriente hacia atrás» (ánó rhoé), m ientras quela «m ujer» (gyné) me parece que tiene que ver con «gene­ración» (gonS). Lo «fem enino» (íhély) parece que ha reci­bido su nom bre a p artir de la «m am a» (thSlé) y ésta¿no será así, Hermógenes, porque «hace crecer» (tethéíé-nai) como sucede con las plantas de regadío? H e r m . — Sí que lo parece, Sócrates. Sóc, — Es más: el m ism o verbo thállein (brotar) me pa­ rece que representa el crecim iem to de los jóvenes, por­que se produce rápida y repentinamente. Lo cual, por con- bsiguiente, ha im itado 1,1 con el nom bre adaptándolo a 111 A i i r e í a e s t a r l a e n r e l a c i ó n c o n e l v e r b o a n a r r e i n , * f l u i r c o n t r a c o ­rrie n te » o i.h o c la a r r ib a » . C f. in jr a , á n ó rhoé. ,l! E tim o lo g ía c o rre c ta . \"■* T a n t o e) v e r b o a p e i k d z e i n c o m o m e m i m é l a i s u p o n e u n a d e l a n t od e la te o r ía d e la m im e s is q u e S ó c r a te s n o in t r o d u c e h a s ta 4 23 ss. H a s taa h o ra n o se ha d ic h o q u e el n o m b re im ite a la cosa.61. — 27

418 D IÁ LO G O Sp a rtir de Ihein (correr) y hálleslhai (saltar). ¡Pero no es­tás viendo que me salgo de carrera, por así decirlo, cuan­do alcanzo terreno llano y nos quedan aún numerosos te­mas que parecen importantes! H e r m . — Dices verdad. Sóc. — Uno, al menos, es ver qué quiere decir la pala­bra téchné (arte). H e r m . — Desde luego. Sóc. — ¿No significa esta palabra «posesión de razón»(héxis noü), si le quitam os la l e introducim os o entre lach y la n y entre la n y la e? II4. H e r m . — M uy forzado es esto, Sócrates. Sóc. — ¡Bendito Hermógenes! ¿No sabes que los p ri­meros nombres que se im pusieron están ya sepultados,merced a la ornam entación y al tiempo, por los que quie­ren vestirlos de tragedia añadiendo y quitando letras poreufonía y retorciéndolos por todas partes? Porque, ¿no teparece extraña la introducción de r en la p alabra kátop-tron (espejo) l15? Pues tal es, creo yo, lo que hacen quie­nes no se ocupan de la verdad y sí de hacer figuras conla boca. Hasta el punto de que, a costa de in trod ucir n u ­merosas adiciones, terminan por conseguir que nadie com­prenda lo que significa el nom bre. Así, por ejemplo, a laEsfinge la llam an Sphínx en vez de Phíx etc. H e r m . — Así es, Sócrates. Sóc. — Y si una vez m ás se perm ite introducir y supri­m ir lo que uno quiera en los nombres, será m uy fácil adap­tar cualquier nom bre a cualquier cosa. . 114 S ig u ie n d o las d ire c tric e s de S ó crates el n o m b re que re su lta es,en efecto, echonóé aque posee razón». 115 O b seva ció n d e s a fo rtu n a d a que pone de m a n ifie s to u n a id ea n om uy c la ro de los d ife re n te s elem entos del nom bre. -Iron es u n s u fijo deinstrum ento. 110 L a Phíx, h ija de E q u id n a , a la que lla m a H e s ío d o «funesta p a ralos cadm eos» (cf. Teogonia 326), puede ser, en p rin c ip io , d ife re n te de laEsfinge con la que posteriorm ente fue identificada.

CRÁTILO 419H e r m . — Cierto.Sóc. — Y m uy cierto, en verdad. Pero tú, m i sabio á r­bitro, debes, creo yo, vigilar lo que es com edido y razo­nable.— M eH e r m . g u s ta rla .Sóc. — También a m í, Hermógenes. Pero no seas ex­cesivamente riguroso, amigo mío, 415ano vayas a q uitar de mis miem bros la fuerzapues ya me encam ino a !a cum bre de lo que tengo dicho,cuando hayamos examinado méchane (artificio) despuésde téchne. MechanS me parece que significa «cum plir un largo re­corrido» (únein epi polly), pues to polly significa sin d u ­da, lo m ism o que mékos, «un largo recorrido». Pues bien,el nombre méchane se compone de ambos, mékos y ánein. Pero, como acabo de decir, hay que llegar a la cum brede lo que nos hemos propuesto: hay que investigar lo quesignifican los nom bres are té (virtud) y kakia (vicio). Puesbien, uno no lo veo claro, pero el otro me parece eviden­ bte, pues está en consonancia con todo lo anterior. Comolas cosas están en movimiento, todo «lo que se mueve mal»(kakós ión) será kakía. Y cuando el moverse mal hacia lascosas sucede en el alma, sobre todo entonces recibe la de­nom inación general de vicio. Pero qué cosa sea el mover­se m al creo que está claro tam bién en la «cobardía» (dei-lia), nom bre que aún no hemos tocado, sino pasado poralto, aunque deberíam os haberlo exam inado después de cla valentía. Pero para m í que hemos pasado por alto m u­chas otras cosas. La cobardía, en suma, significa una tra­ba poderosa del alm a, pues Kan significa fuerza de algu­na manera. Conque la cobardía sería la «traba excesiva» y enor­me del alm a (desmós lían). Lo m ism o que tam bién es un117 lliada VI 264-65.

420 D IÁLO G O S m al la «escasez de recursos» (aporta) y, como es lógico, todo aquello que sea un im pedim ento para el m ovim ien­ to y el «cam inar» (poreúesthai). Pues bien, es claro que mo­ verse mal significa cam inar con impedimentos y trabas. Cuando e[ alma, pues, lo experimenta, se encuentra llena de vicio. Y si vicio es el nom bre para tal estado, su con­ trario seria «virtud» (areté) y significa, en p rim e r térmi-e no, abundancia de recursos y, después, que e) flujo del al­ ma buena está siempre en libertad. De tal form a que, se­ gún parece, lo que «fluye» (ael rhéon) sin trabas ni im pe­ dimentos ha recibido esle nombre como sobrenombre. Es correcto llam arla aeireitén (siempre fluyente) y, tal vez, significa «deseable» (haireten) — dado que es el hábito más deseable— , pero se llama arelé por contracción. Puede que digas que estoy inventando, pero yo afirm o que si es co­ rrecto lo que explicaba antes, el vicio, tam bién es correc­ to este nom bre de areté.4 16a H e r m . — ¿ Y el d e kakón (mal) con el que has explica­ do m ucho de lo anterior? ¿Qué significa este nom bre? Sóc. — ¡Extraño me parece, por Zeus, y difícil de con­ jeturar! Así es que aplico tam bién a éste la artim aña de marras. H e r m . — ¿Cuál? Sóc. — Sostener que es un nom bre bárbaro. Herm. — Y parece que tu afirm ación es exacta. Pero si lo prefieres, dejemos esto y tratemos de ver si está bien puesto el de kalón (bello) y aischrórt (feo). Sóc. — En realidad, me parece claro lo que significab aischrón, pues tam bién está en consonancia con lo ante­ rior. Parece que el nom inador no deja de envilecer a lo que estorba y contiene el flujo de los seres. Así que a lo que siempre «contiene el flujo» (Ischon ton rhoún) le ha im puesto el nom bre de aeischoroún. Ahora, sin embargo, la gente lo llam a aischrón por contracción. H e r m . — ¿Y lo kalón (bello)?

c r At i l o 42! Sóc. — Esto es m ás difícil de com prender l,‘ . Y, sinembargo, e) nombre mismo lo dice; ha sido variado sólopor arm onía y por la cantidad de la o \" 9. H e r m . — ¿Cómo así? Sóc. — Este nom bre parece un sobrenom bre delpensamiento. H e r m . — ¿Qué quieres decir? Sóc. — Veamos. ¿Qué cosa piensas tú que es respon- csable de que cada ser reciba nom bre? ¿ No es aquello queimpone los nombres? H e r m . — Por completo. Sóc. — ¿Y no sería esto el pensam iento ya sea de losdioses, ya de los hombres, o de ambos? H e r m . — Sí. Sóc. — ¿ Entonces lo que da nombre a las cosas y lo quese lo sigue dando es lo mismo, esto es, el pensa­m ie n to ? H e r m . — Así parece. Sóc. — ¿ Y todas Jas creaciones de la mente y el pensa­miento no son acaso elogiables y las que no lo son,censurables? H e r m . — Desde luego. Sóc. — Pues bien, ¿lo curativo no produce medicinas dy lo constructivo construcciones? ¿O cóm o lo entiendestú? H erm . — Así.118 Y a en 384b, S ó cra te s hab la a lu d id o a) a n tig u o p ro v e rb io «es di-líc il saber cóm o es lo bello».kalokn,E s decir, sera antiguam ente cf. n. sig. M á s abajo lo ex­plica con m ayor claridad. I2U A q u í estable ce S ócrates una d ife re n c ia m uy s u til en tre ló k a lí■tan (p a r tic ip io a o ris to neutro) y ló kaloun (p a r tic ip io presente neutro)de kaléu. Se trata, en def in itiv a , de a s im ila r ló ka lún (lo bello) con to ku-tuíni (Jo nom inativo) (el., m ás abajo, «lo n o m in a liv o [produce) cosas be­llas»), De todas form as, lo que o p one a los dos p a rtic ip io s no es el tie m ­po (como traduce M éridier), sino el aspecto.

422 DIÁLOGOS Sóc. — Entonces ¿tam bién «lo n om inativ o (tó kaloúrt) ' “ cosas bellas (kalú)»? H erai. — Tiene que ser así. Sóc. — ¿Y esto es, tal como decimos, el pensam iento? H erm . — Desde luego. Sóc. — Entonces kalón (lo bello) es un sobrenombre del pensam iento que produce las cosas que saludam os con el nom bre de bellas. H erm . — ¡Claro! e Sóc. — Bien. ¿De los nom bres de esta clase c u ál nos queda? H e r m . — Los que se re la c io n a n con lo b u e no y lo be-417a lio: lo «conv eniente » (symphéron), « rentable» (lysiteloün), «provechoso» (dphélimon), «lucrativo » (kerdáleon) y sus contrarios. Sóc. — En realidad, podrías encontrar ahora el signi­ ficado de symphéron (conveniente), si te fijaras en lo an­ tes dicho. Parece herm ano del «conocimiento» (episíeme), pues no significa otra cosa que el «m ovim iento s im u ltá­ neo» (hám a phorá) del alma con las cosas m : lo que se ob­ tiene en virtud de éste, parece lógico que reciba el n o m ­ bre de symphéron y symphora a partir de symperiphéres- thai (moverse alrededor sim ultáneam ente) |U. Kerdáleon (lucrativo) viene de kérdos (lucro), y kérdos b m anifiesta su significado si se introduce en el nombre una n, en vez de la ¿L califica al bien de otra forma. Como éste «se mezcla» (keránnytai) con todo atravesándolo; le im puso 1,4 este nom bre por calificar esta virtud suya, pe­ ro introdujo d, en vez de », y lo p ronunció kérdos. 111 La conjclura kaloán (por kalón MSS.) de Badham se impone porsi misma después del pasaje anterior. I1J Cf. la explicación de epistSmi, en 412a, como que «el alma... si­gue a las cosas». 123 Algunos editores siguiendo a Siallbaum asignan éoike a Hermó-genes, interrumpiendo innecesariamente el discurso socrático. Aqu( tam­bién respetamos la tradición manuscrita. Ii4 El nominador.

CRÁT1L0 423 Herm. — ¿Y lysiteloún qué? Sóc. — Parece, Hermógenes, que no es corao los ten­deros lo emplean cuando se cubre la inversión. Tengo pa­ra mí que lysiteloún no se dice en este sentido l2i, sinoporque, siendo la parte m ás rápida del ser, no perm i­te que las cosas se deteügan ni que el m ovim iento alcan­ce térm ino y se detenga o cese; antes bien, si trata de pro­ducirse un térm ino de éste, lo e lim ina constantem ente yhace incesante e ÍDmortal aquél. En este sentido me pare­ce que lysiteioün califica al bien, pues «lo que e lim ina eltérm ino» (lyon tó téios) del m ovim iento es lysiteloún. Ajeno a nuestro dialecto es dphélim on, del que H om e­ro se sirve a menudo, de ophélleLrt (engordar); y ésta esotra designación de aúxein (acrecentar) y poiein(hacer) H erm . — ¿Y los contrario s de éstos? ¿C óm o son? Sóc. — Cuantos niegan a éstos no hay porqué revisar­los, pienso yo. H erm . — ¿Cuáles son? Sóc. — Axymphoron, anophelés, alysileles y akerdés. H erm . — Es cierto lo que dices. Sóc. — Pero sí blaberón (dañino) y zém iódes(ruinoso). H e r m . — En verdad, blaberón (lo dañino) quiere decir«lo que daña el flujo» (tó blápton ion rhoún), y blápion (loque daña), a su vez, significa lo que quiere «sujetar» (húp- 125 Este es. precisam ente, su senlido. ,2t £1 Bien. 117 Frase oscura lanío por el texto. que está corrupto, como por sucowenido- En cuanto al texto; a) conservamos iiói con la mayoría de loseditores y entendemos lói ophéilein como una aposición rcclil¡cativa («delque se sirve Homero, es decir, bajo ia forma ophéilein»); b) mantenemosla lectura de los MSS. aúxein kai poein, aunque es evidente que hay co­rrupción. De las c o n je tu ra s propuestas, d o s suponen que h a caldo algo(pléon, O relu; piona H b in d o rf), y u na, también de Heindorf, propone sus­tituir poiein por platnein. — Óphélimon no sólo no es ajena al ático, sinoque está documentada en esta época sólo en ático (cf. LS-J, s. v.). El ver­bo ophéilein, en cambio, s( es dialectal: es u n «eolismo* de Homero.

424 Dlyi LOGOS lein); pero «sujetar» (húpteinj y «atar» (dein) significan lo mismo y siempre son un baldón. Por consiguiente, «lo que quiere sujetar el flujo» (ló boulóm enon háptein rhoúrt) se­ ría m uy exactamente boulapteroün, aunque se dice biabe- ron por embellecerlo, según creo. H e r m . — Sócrates, de verdad que te saleD recargados los nombres. Así ahora me ha parecido com o si entona­ ras el preludio del nomo liJ> de Atenea, cuando has pro-18a nunciado el nom bre éste de boulapteroün. Sóc. — No, Hermógenes, yo no soy culpable, sino quie­ nes le han puesto el nombre. H e r m . — Tienes razón. Pero ¿qué sería, pues, el nom ­ bre zémiódes (ruinoso)? Sóc. — ¿Qué será zémiódes? Mira, Hermógenes, cómo tengo razón cuando digo que, por añadir o quitar letras, m odifican m ucho el significado de los nombres, hasta el punto de que con una pequeña variación consiguen, a ve- b ces, que signifiquen lo contrario. Por ejemplo, en déon (obligatorio); he reflexionado sobre este nom bre y de ello acaba de ocurrírseme lo que iba a decirte: esta nuestra hermosa lengua de hoy ha retorcido los nom bres déon y zémiódes hasta hacerlos significar lo contrario; ha borra­ do lo que significan, m ientras que la antigua lo m uestra a las claras. H e r m . — ¿Qué quieres decir? Sóc. — Te diré. Ya sabes que nuestros antepasados em­ pleaban m ucho la / y la d ,2V, y sobre todo las mujeres, que son precisamente las que conservan la lengua primi- 1,4 Composición cUar6dica, originariamente en honor de Apolo, queconsta de siete partes además del «preludio». También Pollu x (IV 77)alude a un nomo de Atenea. Los compuestos largos y complicados soncaracterísticos ftc la Urica (cf. A. M ejllet, Aperçue d'une Histoire de lalatigue grecque. Paris, I930J). 1M Ignoramos en qué se basa Platón para emitir tal juicio que con­trasta con la acertada observación que le signe. Sobre ésta, cf., también,C ic erú n , De ora tore 12 (facilius mu lieres incorruptam aníiquilatemconservant).

CR/ÍTJLO 425tiva. Ahora, sin embargo, en vez de i em plean ei o e, como csi en verdad fueran m ás magnificentes. H e r m . — ¿Cóm o es eso? Sóc. — Por ejemplo, los más antiguos llam aban himé-rart al dia y otros, hem éran; los de ahora, sin embargo,heméran. H e r m . — Así es. Sóc. — ¿Y no sabes que sólo este nom bre arcaico m a­nifiesta la intención del que lo puso? En efecto, com o laluz nacía de la oscuridad, con la com placencia y «deseo» d(hime(rousin) de los hombres, le dieron el nom bre dehim éran. H e r m . — ¡Claro! Sóc. — Ahora, sin embargo, no reconocerías lo que sig­nifica hém éra de inflado IJC' que está. Con todo, algunosestiman que ha recibido este nom bre porque en verdadel «día» (héméra) civiliza 131 (heméra poieí')». H er_m. — Me parece bien. Sóc. — También sabes que al «yugo» (zygún) los anti­guos lo llam aban duogón H e r m . — Desde luego. Sóc. — Y sin embargo, zygón nada pone en claro, m ien­tras que duogón es un nom bre justo en virtud de la uniónde una «yum a» (duoin) con vistas al «arrastre» (agógSn).Hoy se dice zygón, y en m uchos otros casos sucede lo emismo. H erm . — Claro. Sóc. — Pues bien, según esto, para empezar, lo que sellam a déon (obligatorio) significa lo contrario de los nom- l3u Lli. «vestido de tragedia» (letragoidéménon), cf. 414c. 1JI Héméra poieín significa lambién «domesticar» cuando el objciOson animales y «cultivar» cuando son plantas. 111 Esto es inexacto. Zygón procede de la raíz ide. *yug-, cf. tal.luguní, anl. Ind, yugam, etc. Sócrates puede estar pensando en la formadoria (lam b iín eolia) dugós, frulo de otra evolución fonética (cf. BSchw yzcr, Diólectorum graecorum exentpla epigraphlca poiioro, Leipzig,1923, nn. 180, 317 y 466.36).

426 DIÁLOGOS bres que se relacionan con el bien: lo obligatorio es una Forma de bien y se m anifiesta como una «atad ura» (des- mós) e im pedim ento del m ovim iento, como si fuera her­ m ano de lo dañino. H e r m . — ¡Y bien que lo parece, Sócrates! Sóc. — Pero no, si nos servimos de su nom bre arcai-19a co, el cual es m ucho más probable que esté m ejor puesto que el de ahora. Será acorde con los bienes antes aludi­ dos, si en vez de e, le devuelves la i como antiguam ente: en efecto, di'ión (lo que atraviesa) — y no déon— significa el bien, y esto ya es un elogio. De esta form a el que pone los nombres no se contradice l-u, sino que tanto déon co­ mo ophélimon, lysiteloün, kerdúleon, agachón, symphéron y eúporon significan lo mismo: designan con nombres dis­ tintos a « lo que ordena» (diakosm oün) y « se mueve» (ión), b Y es elogiado en todas partes, m ientras que lo que contie­ ne y ata recibe censuras. De otra parte, zémiódes, si le devuelves la d en vez de lo z, de acuerdo con la lengua arcaica, se te revelará co­ m o el nom bre im puesto a «lo que perm ite el m ovim ien­ to» (doúnti 1 0 ión) bajo la form a démiódes. H e r m . — ¿Y hédonS (placer), lypé (dolor), epithymía (apetito) y otros semejantes, Sócrates? Sóc. — No me parecen nuy difíciles, Hermógenes. Asi. hedoné (placer): tal nom bre parece tener la actividad ten­ dente al ^provecho» (ónésis), pero se ha insertado la d, de c form a que, en vez de héoné, se llam a hédoné. Y lypé (do­ lor) parece que ha recibido su nom bre a p artir de la « d i­ solución» (diálysis) del cuerpo, la que tiene el cuerpo en tal estado. Antas (sufrim iento) es lo que estorba el m ovim iento IH. Y algédón (pena), llam ado así de tó algei- IJJ En 428c va a afirmar, precisamente, lo contrarío: que el nomi-nador se contradice. Como en otras ocasiones, Sócrates deja caer unal'rase que después va a ser contestada. J< Lo deduce de an (pnvalivu/n) iún&i.

ORATILO 427rtón (lo penoso), me parece ajeno a nuestra lengua l5i.Odyne (aflicción) parece que tiene este nombre a partirde la«penetración»(endy.stsjdel dolor. AchlhédÓn (pesar)es claro, para todo el m undo, que es nom bre figurado delpeso del movimiento. Chará (alegría) parece que ha sidollam ada asf por la «efusión» (diáchysis) y facilidad del «flu­jo» (rhoé) del alm a. Térpsis (goce) procede de íerpnón (go­zoso) y terpnón tiene su nombre del «deslizamientoa (hérp- dsis) a través del alm a y se asemeja a un «soplo» (pnoé); enjusticia se llam aría hérpnoun, pero con el tiempo ha cam ­biado a terpnón. Euphrosyne (bienestar) no necesita explicación: es cla­ro para todos que ba tom ado este nom bre —en justiciael de eupherusyne aunque lo llam em os euphrosyne— delhecho de que el alm a se «mueve bien acorde con las co­sas» (en symphéresthai). Tampoco es difícil epithymía (apetito): es evidente quedebe su nom bre a la fuerza «que se dirige al ánim o» (epiihym bn ioúsa), y ihymós 136tendría este nom bre de) ardor ey ebullición del alm a. Por otra parte, hímeros (deseo) tie­ne este nom bre por el flujo que arrastra al alm a sobre lo­do. Como ofluye tendiendo» (hiémenos rhei) y dirigiéndo- 420ase con anhelo a las cosas — y de esta forma, desde luego,arrastra a) alm a con la « tendencia de la corriente» (hésisíes rhoés)—, a partir de toda esta capacidad recibió el nom­bre de hímeros. Más aún: Llámase póthos (añoranza), a suvez, para indicar que no es deseo de lo presente, sino de«lo alejado» (álloihi pou óntos) 137y ausente. De ahí que seWasntpólhos lo que se llamaba hímeros cuando estaba pre- 115 En gr. xenikón (cT n. 65). Es. en efecto, palabra jónica, docum en­tada en Heródoto c Hipócrates y empleada por los poetas áticos, espe-cialmenle los (ragediógratos. u<l Thymós es aquí, especifica mente, el principio irascible del alma. U7 Sócrates relaciona pólhos con dllolhi pou. Menos complicado ha­bría sido, como sugiere Méridier, derivarlo de polhi (apóntoí).

428 DIÁLOGOS s e jite a q u e llo q u e se a n h e la b a ; y c u a n d o e llo n o e s tá p r é ­ s e n l e , e s t o m i s m o s e l l a m ó póthos. En cuanto a Éros, dado que «se insin úa desde fuera»b (eisrheí éxothen) y es una corriente no connatural al que la posee, sino inducida a través de los ojos, por esta ra­ zón, a p artir de eisrhein, fue llam ada antiguam ente ésros (pues em pleábam os o en vez de ó), y ahora se llam a éros por el cam bio éste de o por o ,1*. Pero, ¿te queda algo aún que podamos examinar? Hurm. — ¿Q ué te parecen dóxa (opinión) y sus seme­ jantes? Sóc. — Dóxa, desde luego, ha recibido este nombre, o bien por la «persecución» (dioxis) que el alm a recorre enc su asechanza por saber cóm o son las cosas, o bien por el disparo del «arco» (lóxou). Pero parece, más bien, esto úl­ timo. Oíésis (creencia), ciertam ente, concuerda con ello, pues parece m anifestar el cam inar ii9 del alm a hacia to­ da cosa — por ver cóm o es cada uno de los seres— , lo m is­ mo que tam bién boulé (decisión) designa, de alguna m a­ nera, el «disparo» (balé) y boúlesihai significa «tender a» (ephiesthai), igual que bouleúesthai (decidir). Todos esto^nom bres, séquito de dóxa, parecen ser re­ presentaciones de bolé (disparo) lo m ism o que, a su vez, su contrario aboulía parece sinónim o de atychía (yerro), en la medida en que no alcanza ni obtiene aquello a loque disparaba, aquello que deseaba o deliberaba, ni aquello a lo que tendía.d Herm. — Sócrates, me parece que estos nom bres los sacas ya a borbotones. Sóc, — Es que ya corro ,,,() hacia la meta. Ahora bien, l3S En el texto se dice «ou en vez de ó», pero ver n. 104. IJV Gr. oisis, hdpajt legámenon acuñado aquí por Platón derivándo­ lo del futuro de phérd(oísó), e implícitamente relacionado con oíslos (flecha). 140 Admitimos con Burnel ia lectura ihéó (corrección de íheói de la vulg.). Hay que forzar mucho el significado de theós para obtener un sen­ tido (cf. «la inspiración de la divinidad», en Méridíer).

o r a t il o 429todavía quiero explicar anánké (necesidad), puesto que vaa continuación de éstos, y hekoúsion (voluntario). Hekoúsion es «lo que cede» (ló eikon) y no ofrece re­sistencia. Como digo, estaría representado por este nom ­bre, que está en conform idad con Ja «voluntad» (boulS),«lo que cede ai m ovim iento» (tó eíkon tói iónti). Lo ú«ím-kaíon, por el contrario, y lo que ofrece resistencia, sien­do contrario a la boúlésis, sería lo referente al error y ala ignorancia, y se asemeja a un «viaje por las angostu­ras» (ánké porefa), puesto que éstas d ificultan el cam inar epor ser difíciles, ásperas y escabrosas. Quizás, pues, to­mó de aquí su nombre, porque se asemeja a un viaje porlo angosto. Pero, m ientras nos queden fuerzas, no las de­jemos decaer- Conque no decaigas tú y sigue interrogando. H e r m . — Te pregunto y a por lo m ás im portante y be- 421 alio. la «.verdad» (alétheia) y la «falsedad» (pseúdos). «el ser»(tó ón) y, precisamente, aquello sobre lo que versa nues­tra conversación, el «nom bre» (ónom a¿ ¿por qué tiene es­te nom bre? Sóc. — Bien. ¿Way a)go a lo que llames «investigar»(maxesthai)? H e r m . — Sí, a «buscar» (zetein). Sóc. — Pues parece un nom bre contracto a p artir deuna oración, la cual significa que ótxoma es el «ser» (ón)sobre el que precisamente se investiga. Aunque lo reco­nocerías m ejor en aquello que llam am os onomastón (nom-brable): aquí significa abiertamente que ello es «el ser delque hay una investigación» (ón hoú m ásm a estin). En cuanto a alétheia (verdad), tam bién se ha contraí- bdo igual que los otros, pues parece que con esta locuciónse califica al movimiento divino del ser, a la verdad en tan­to que «es un viaje divino» (theia oúsa ále). Mientras quepseúdos es lo contrario del m ovim iento. De nuevo, pues,se nos presenta cubierto de oprobios lo que retiene y ob li­ga a descansar: se asemeja a los «dorm idos« (katheúdou■

430 DIÁLOCOS si), aunque la adición de ps oculta el significado del nombre. El «ser» (ón) — y la «esencia» (ousia)— se ajustan a la verdad con tom ar una i: en efecto, significa «lo que se mué-c ve» (ion), así como el «no-ser» (ouk ón) significa «Jo que no se mueve» (ouk. iónJ 141 com o tam b ién lo lla m a n algunos. H e r m . — ¡Esto sí que m e parece, Sócrates, que lo has destrozado 142 com o u n hom bre! Pero sí alguien te pre­ guntara, en relación con ión, rhéon y doün, cuál es la exac­ titud de estos nom bres H5... Sóc. — ...«¿qué le contestaríamos?» ¿Quieres decir es­ to, no? H erm . — D e s d e lu e g o . Sóc. — Bueno, hace un momento hemos encontrado un medio de que pareciera que nuestra respuesta tenía algún valor. H e r m . — ¿ C u á l? Sóc. — Decir que es extranjero aquello que descono­ cemos. Podría ser, quizás, que alguno de ellos lo sea end verdad, o podría s e r que los nombres prim itivos sean im ­ posibles de investigar debido a su antigüedad. Y es q u e con tanto revolver los nombres, no sería extraño que nues­ tra antigua lengua, com parada con la de hoy, en nada d i­ fiera de una lengua bárbara. H e r m . — Desde Juego que no dices nada fuera de propósito. 141 Se refiere a la forma jonja oukt de la negación enfática ouchí. 142 En gr., diakekrotékénai, v e r b o p e r te n e c ie n te a! v o c a b u la r io d e lg im n a s io , a u n q u e sólo e s tá d o c u m e n t a d o e n E u r íp id e s (Ciclope 180) c o nse n tid o obsceno. 143 La intervención de Hermógenes impone aquí un giro decisivo aldiálogo; giro que esté marcado estilísticamente por la viólenla interrup­ción de Sócrates: a continuación, se pasa al tema de los elementos pri­marios y a la teoría de la mimesis.

CRÁTILO 431 Sóc. — Lo que digo es m uy razonable, claro. Sin em­bargo, no creo que nuestra causa l4< adm ita excusas.¡Hay que analizarlo tenazmente! Pensemos, pues: si al­guien preguntara, una y otra vez, por aquellas locuciones econ las que se expresa un nom bre y, a su vez, por aque­llos elementos con los que se expresa una locución y nodejara de hacerlo, ¿no es acaso inevitable que el que con­testa termine por callarse? H e r m . — Pienso que sí. Sóc. — ¿ Entonces cuándo será razonable que term ine 422apor callarse el que contesta? ¿No será cuando llegue a losnombres que son como los elementos prim arios 145 de lasdemás expresiones o nom bres? Y es que éstos, los que tie­nen tal condición, justo es que ya no parezcan com poner­se de otros nombres. Por ejemplo, decíamos hace un ins­tante que agathón se com pone de agastón y thoán; y, q u i­zá, podríam os afirm ar que thoón se compone de otros yaquéllos de otros. Pero cuando eventualmente lleguemos ba lo que ya no se com pone de otros nombres, podrem osafirm a r con razón que nos encontram os en el elementoprim ario y que ya no tenemos que referirlo a otrosnombres. H e r m . — P a r a m í q u e tie n e s r a z ó n . Sóc. — ¿Acaso, entonces, precisamente estos nombrespor los que me preguntabas son los nombres-elementosy hay que analizar ya su exactitud por algún otro m edio? H e r m . — Es p o s ib le . Sóc. — ¡Y m uy posible, Hermógenes! Desde luego pa­rece que todos los anteriores se retrotraen a éstos. Mas csi ello es así, como a mí me parece, acom páñam e en el aná- l<4 En gr., agón. Locución proverbial que hace alusión a las excusaspresentadas por un testigo p a r a no a c u d i r a l tribunal (cf. A r is t ó f a n e s ,Acarnienses 392). HS A partir de aquí se les llamará nombres primarios (pretal a loselementos y secundarios (hystera), a los derivados. Es inexacto traducidprola por «primitivos», como hace Méridier.

432 DIÁLOGOS lisis no vaya yo a desvariar cuando exponga cuál tiene que ser la exactitud de Jos nombres prim arios. H e r m . — Sólo tienes que hablar, que yo com partiré tu análisis hasta el lím ite de mis fuerzas. Sóc. — Bien. Creo que también tú convienes conmigo en que es ún ica la exactitud de todo nombre, tanto si es p rim ario como secundario, y que ninguno de ellos es más nom bre que los otros. H e r m . — Desde luego.d Sóc. — De otro lado, la exactitud de los nom bres que acabamos de recorrer parecía ,4t' consistir en revelar có­ mo es cada uno de los seres. H erm. — ¿Cómo no? Sóc. — Por consiguiente, tanto los nom bre prim arios como los secundarios han de tener, ni m ás ni menos, este carácter, si es que son nombres. H e r m . — Desde luego. Sóc. — Pero los secundarios, según parece, eran capa­ ces de conseguirlo por m ediación de los prim arios. H e r m . — Claro. Sóc. — Bien. Entonces, los prim arios, detrás de los cuates no hay ningún otro en absoluto, ¿de qué m anerae nos revelarán lo m ejor posible a los seres, si es que han de ser nombres? Contéstame a esto: si no tuviéramos voz ni l e D g u a y nos quisiéramos m anifestar reciprocamente las cosas, ¿aca­ so no intentaríam os, como ahora los sordos, m anifestar­ las con las manos, la cabeza y el resto del cuerpo? H e r m . — ¿Pues cómo si no, Sócrates?¡o Sóc. — Si quisiéram os, pienso yo, m anifestar lo alto y lo ligero, levantaríamos la m ano hacia el cielo im itando la naturaleza m ism a de la cosa; y si lo de abajo o lo pesado U7, hacia ta tierra. Si quisiéram os indicar un ca-146 Ltl. «quería».H7 Se entiende, «bajaríamos la mano». Hay un zeugma en virtud del

CRÁTILO 433bailo a la carrera, o cualquier otro anim al, sabes bien queadecuaríamos nuestros cuerpos y formas a las de aquéllos. H e r m . — Es inevitable que sea como dices, creo yo. Sóc. — Creo que habría una manifestación de algocuando el cuerpo, según parece, im itara aquello que pre- btendiera manifestar. H erm, — Sí. Sóc. — ¿Y cuando queremos m anifestar algo con lavoz, la Jengua o la boca? ¿Acaso lo que resuita de ello noes una manifestación de cada cosa cuando se hace una im i­tación de lo que sea por estos medios? H e r m . — Pienso que es forzoso. Sóc. — Entonces, según parece, el nom bre es una im i­tación con la voz de aquello que se imita; y el im itadornom bra con su voz lo que im ita. H erm. — Pienso que sí. Sóc. — ¡No, por Zeus! A mí, sin embargo, am igo mío, cno me parece que esté bien dicho dé] todo. H e r m . — ¿Cómo es eso? Sóc. — Nos veríamos obligados a adm itir que los queim itan a las ovejas, los gallos u otros animales están nom ­brando aquello que imitan. H er m . — Tienes razón. Sóc. — ¿Y te parece que ello está bien? . H erm. — No, no. ¿Pero qué clase de im itación sería elnombre, Sócrates? Sóc. — En prim er lugar, no lo es, según m i opinión, siim itam os las cosas lo m ism o que im itam os con la m úsi­ca, por m ás que tam bién aquí lo hagamos con la voz. En dsegundo lugar, no porque im item os tam bién nosotros ¡oque im ita la m úsica creo'yo que estemos nom brando. Yme refiero a lo siguiente: ¿tienen las cosas, cada una deellas, sonido y forma, y la mayoría, al menos color? H e r m . — D e s d e lu e g o .cual el verbo alrein significa «subir» en la primera frase y «bajar» en lasegunda.61. - 28

434 DIÁLOGOS Sóc. — Entonces, si acaso se im itan estas propiedades, el arle que abarca tales imitaciones no parece que sea el arte de nom brar. Serán, más bien, la m úsica y la pintura, ¿no? H e r m . — Si.e Sóc. — ¿Y qué me dices de esto otro? ¿N o te parece que cada cosa (¡ene una esencia lo m ism o que un color y cuam as propiedades citábam os hace un instante? Y an­ tes que nada, ¿el color m isino y la voz no liene cada uno su esencia, lo m ism o que lodo cuanto merece la predica­ ción de sei ? H e r m . — Pienso que sí. Sóc. — ¿Pues qué? ¿Si alguien pudiera im itar esto m is­ mo, la esencia de cada cosa, con letras y sílabas, no m ani­ festaría acaso lo que es cada cosa? ¿O no es así?424<z H e r m . — Desde luego. Sóc. — ¿Y cómo llam arlas al que es capaz de esto? Lo m ism o que de los anteriores a uno lo llam abas m úsico y al otro pintor, ¿cómo Mamarias a éste? H e r m . — Tengo para mí, Sócrates, que esto es lo que andam os buscando hace tiempo: que éste es el nominador. Sóc. — Luego si esto es cierto, ¿h ab rá que investigar ya, com o es lógico, sobre los nombres por los que tú meb preguntabas — rhoS, lénat, schésis— si es verdad o n o q ue captan el ser por medio de letras y sitabas hasta el punto de im itar su esencia? H e r m . — Desde luego. Sóc. — ¡Ea, pues! Veamos entonces si éstos son los úni­ cos nombres prim arios o hay muchos otros. H e r m . — Creo yo que hay otros. Sóc. — Parece lógico. ¿Pero cuál seria la clasificación de la que parte el im itador para im itar? Dado que la im i­ tación de la esencia se hace precisamente por medio de sílabas y letras, ¿no será lo m ás acertado distinguir, prí-c mero, los elementos — lo m ism o que quienes se dedican a los ritm os distinguen, prim ero, el valor de los eJemen-

CRÁTTLO 435tos, luego el de las sílabas, y ya de esta forma, pero no an­tes, llegan en su análisis hasta los ritm os— ? H e r m . — Sí. Sóc. — De la m ism a forma, ¿no tendremos tam bién no-sot ros que distinguir, prim ero, las vocales y, después, en­tre las demás según los géneros, las consonantes y mudas(así las llam an los entendidos), y tam bién las que no sonvocales pero tam poco m udas 144? ¿Y, dentro de las m is­mas vocales, cuantos géneros haya distintos entre sí? Y dcuando hayamos distinguido bien todos los seres ,4* a losque hay que im poner nombres, ver si existe algo a lo quelodos se retrotraen, lo m ism o que elementos prim arios,a p artir de los cuales sea posible contem plarlos y ver sihay en ellos géneros de la m ism a m anera que en los ele­mentos. Una vez que hayamos analizado bien lodo esto,hay que saber aplicar cada uno según su sim ilitud, ya seaque haya que aplicar uno a uno o bien combinando m u­chos. Lo m ism o que los pintores, cuando quieren sacar unparecido, unas veces aplican solamente púrpura y. otras,cualquier otro pigmento, pero a veces mezclan muchos (co- emo cuando preparan una figura hum ana o algo parecidosegún, pienso yo, les parezca que la figura necesita cadapigmento), asi tam bién nosotros aplicarem os los elemen­tos a las cosas, bien uno a uno (el que nos parezca quenecesitan), o varios, form ando lo que llaman sílabas y, des­pués, com binando sílabas de las que se componen tantonombres como verbos. Y de nuevo, a partir de los nom- 425abres y los verbos compondremos ya un todo grande y her­moso. Lo m ism o que ellos com ponían una pintura con el 140 Cf.. lambién, n. 34. Según esta clasificación sim ilar o la de File-bo 18b, C. Plalón distingue entre: a) sonoras (phonien la), esloes, vocales;b) las que carecen de sonido y ruido (apitona kal ¿phthonga), i. e,, conso­nantes, y c) las que no son sonoras pero «participan de un cierto ruido»(phlhóngou meléchonta tinós, cf., en Filebo, loe. cit.), i. a., las sonantes. I4V En forma muy brusca se introduce aqui la exigencia de una cla­sificación paralela de la realidad, a la cual debe corresponder la de loselementos,

436 DIÁLOGOS arte pictórica, así nosotros un discurso con el arte ono­ mástica, retórica o corno quiera que sea. O, mejor dicho, nosotros no (me he dejado arrastrar por las palabras), pues ya los antiguos lo compusieron lal como ahora subsiste. Nuestra obligación, si es que vamos a saber analizarlo to-b do conform e a técnica, es trazar estas distinciones y ver si tos nombres prim arios y los secundarios siguen estas norm as o no. Continuar de otra forma me temo que sea vano y fue­ ra de vereda, am igo Hermógenes. H e r m . — ¡Por Zeus! Q uizá sí, Sócrates. Sóc. — ¿Y qué? ¿Confías en tu propia capacidad para rea/izar tales distinciones? Porque yo. no. H e r m , — Entonces yo m ucho menos. Sóc. — Dejémoslo, pues. ¿O prefieres que lo sigamos intentando en la m edida de nuestras fuerzas, aunque sea-c mos capaces de vislum brar sólo un poquito? Lo m ism o que hace uo m o m e n to 1“ preveníamos a los dioses de que, en completa ignorancia de la verdad, conjeturábamos las opiniones de los hombres sobre ellos, así ahora pode­ mos proseguir diciéndonos a nosotros m ism os que, si nos fuera preciso, bien a nosotros o a cualquier otro, clasifi­ carlos, habría que clasificarlos asi. Ello es que tendremos que ocuparnos de éstos, según decimos, en la m edida de nuestras fuerzas. ¿Te parece bien? ¿Cómo lo entiendes tú? H e r m . — Me parece perfectamente bien.d S ó c .— Es m anifiestam ente r id ic u lo 151, Hermógenes — pienso yo— , que las cosas hayan de revelarse mediante letras y sílabas. Sin embargo, es inevitable, pues no dis­ ponemos de nada m ejor que esto a lo que podam os recu­ rrir sobre la verdad de los nombres prim arios. A menos IStí Ct', 40la. 151 Desde el principio, Sócrates se muestra escéptico sobre la vali­dez de la teoria mimètica que acaba de exponer como fundamento «téc­nico» del naturalismo (el., también, 426b), C tálilo, sin embargo, la acep­tará sin ver las consecuencias negativas de ésta aceptación.

CRÁT1L0 437que prefieras que, como los tragediógrafos cuando se en­cuentran sin salida recurren a los dioses levantándolosen m áquinas así tam bién nosotros nos demos por ven­cidos alegando que los nombres prim arios los establecie­ron los dioses y, por eso, son exactos. ¿Será ésle nuestro cargum ento m ás poderoso? ¿O aquel otro de que los he­mos heredado de los bárbaros y éstos son más antiguosque nosotros? ¿O que es im posible analizarlos, debido a 426asu antigüedad, lo m ism o que los bárbaros? Todas éstasserían evasivas — y m uy astutas, por cierto— , si no que­remos daj- razón de La exacLitud de los nombres p rim a­rios. Sin embargo, si alguien, de u n a form a u otra, desco­noce la exactitud de los nom bres prim arios, es im posibleque conozca la de los secundarios, pues éstos se explicanforzosamente a partir de aquéllos, sobre los cuales nadasabe. Conque resulta obvio que quien sostiene ser enten­dido en los secundarios, tiene que ser capaz de disertar bde la forma más clara posible sobre los primarios, o bientener conciencia de que tam bién sobre los secundarios d i­ce m ajaderías IU. ¿Lo crees tú de otra form a? H erm. — En absoluto, Sócrates. Sóc. — Pues bien, lo que yo tengo oído sobre los n o m ­bres primarios me parece completamente insolente y ri­diculo. Con todo, te lo com unicaré si quieres. Mas si túdispones de algo m ejor a lo que asirte, intenta hacermetam bién a mi partícipe de ello. ISJ Se refiere al célebre recurso de los tragediógrafos a l deus ex nía-china. Sin embarga, el dios no suele resolver desde ta máquina conflictoalguno. Simplemente, sirve para cerrar una obra, cuyo cunFticfo ya estáresucito, con una proyección hacia el plano divino. Cf. A. S p ira , Untersu-chungan zu>n «{leus eje machina» bel Sophocles and Eurípides, Kallmunz,1960. 15* p£5t; a| escepticismo de Sócrates, ames señalado, es obvio queya no esti dispuesto a seguir el juego; rechaza como evasivas todos losprocodimlentos que él mismo ha seguido hasta aquí en las etimologíasy ya no se muestra irónico con los sofistas (a los que aquí alude velada,monte), sino severo y hasta despectivo.

438 DIÁLOGOS H e r m . — Lo haré. Conque anímate a hablar.c Sóc. — Para empezar, me parece que la r es como el instrumento de todo «movimiento» (kineseds), del que tam ­ poco hemos explicado el nom bre — pero está claro que sig­ nifica «im pulso» (hésis), pues antiguam ente no em pleába­ mos e sino e l54. En cuanto a su inicio, procede de kíein, nom bre de otro dialecto, que significa «m archar». Pues bien, si se busca su antiguo nom bre en consonancia con nuestra lengua, se llam aría correctamente hésis. En la ac­ tua lid ad se denom ina kínésis como consecuencia del d ia­ lectal kíein, de la inserción de n y el cam bio por e, perod habría que llam arlo kietnesis. Stásis (reposo), por su par­ te, es la negación del m ovim iento, aunque, por ornam en­ tación, ha tomado la form a slásis— Así pues, el elemento r, según digo, le ha parecido al que pone los nombres un buen instrumento del movimien­ to en orden a asim ilarlos a éste: y es que en muchos casos se sirve del m ism o para expresarlo. En prim er lugar, en el m ism o verbo rhein y en rhoé se im ita el m ovim iento cone esta letra. Después, en trómos (temblor), en trachy (rápi­ do) y, ulteriorm ente, en verbos como kroúein (golpear), ihraúein (romper), ereíkein (desgarrar), thryptein (despie­ zar), kerm atízein (desmenuzar), rhymbein (voltear): todos éstos los asemeja 154a través de la r. Y es que veía, según im agino, que en ésta la lengua no se detiene para nada, sino que se agita en grado sumo; por esto, creo yo que se ha servido de ella con este fin. 154 El texto dice ti, pero cí . n. 104. 155 M é r id ie b (Platón..., vol. I, Introducción, pág. 24) señala lo descon­ certante de este paréntesis que va desde «pero está claro...» hasta «la Forma slásis»: a) vuelve a emplear lodos los procedimientos que acaba de rechazar; b) introduce, a propósito de r, que es símbolo del movimien­ to, una serie de nombres que lo significan (kínesis, hésis, kíein) sin tener la r. M. Diés sugiere que Platón puede estar pensando en la palabra pho- rá, pero, aun así, el pasaje sigue siendo desconcertante. Por otra parte, no es lógico que Sócrates diga, a continuación, que el nom inador se sir­ ve de la r para expresar el movimiento en muchos casos. 154 Se entiende «al movimiento».

c r At il o 439 Y de la i, a su vez, para expresar todo lo sutil, lo queprecisamente podría atravesarlo todo mejor. Por ello re­produce la acción de «moverse» (iénai) y «lanzarse» (híest* 427ahaij por m edio de la i. Lo m ism o que con la ph, la ps, las y la z, siendo letras con aspiración, reproduce fo rm an ­do sus nombres con ellas todo lo que es así: lo «frío»(psychrón), lo que «hierve» (zéon), el «agitarse» (seíesthai)y, en general, la «agitación» (seísmos). Cuando quiere,pues, im itar lo ventoso, el que pone ios nom bres pareceaplicar tales letras en la m ayoría de los casos. De otro lado, parece que ha considerado ú til servirsede la capacidad de com prensión y retención de la lengua ben d y t para reproducir la «atadura» (desmás) y el «repo­so» (stásis). Y viendo que la lengua resbala, sobre todo, enla /, por semejanza dio el nom bre a las cosas « lisas» leia)y al m ism o verbo «resbalar» (olisthánein), así como alo «grasiento» (Uparán) y lo «viscoso» (kollódes). Y co­mo la g puede contener a la lengua al deslizarse ésta, re­produjo así lo «pegajoso» (gHschron) lo «dulce» (glyky) ylo «glutinoso» (gtoiódes). Percibiendo, por otra parte, la interioridad del sonido cen n, puso los nom bres de «dentro» (éndon) y «las interio­ridades» (la eniós), con la intención de im ita r los hechoscon las letras. La a se la ad jud icó a lo «grande» (mégas) y la é a la ex­tensión (mekos) porque son grandes estas letras. Y comonecesitaba la o com o sím bolo para lo «redondo» (gón-gylon), se sirvió sobre todo de ésta para form ar la mezcladel nom bre l57. 157 Horn señala (pág. 50) «el absurdo» de basarse en la jornia de lossignos y no en el sonido, como si la escritura fuera anterior al lenguaje;absurdo agravado, según él, por el círculo que vicia esta últim a frase.Sin embargo, el que emplee la palabra «letras» (grámmata), en vez deso-nidos, no debe extrañar en una (ase tan prim itiva di: la lingüistica. Ade­más, lo forma redonda de la o puede referirse a la forma de la boca alpronunciarla y la a, e no son más «grandes» que cualquier otra letra (el.M é r i d i e r , Platón.... vol. I, Introducción, págs. 25-26).

440 DIALOGOS Es evidente que e) legislador redujo tam bién las demás nociones a letras y sílabas, creando un signo y un nom ­ bre para cada uno de los seres, y, a p artir de aquí, com­ puso el resto m ediante la im itación con estos m ismos elementos.d Ésta es, Hermógenes, mi opinión sobre la exactitud de los nombres, a menos que aquí, Crátilo, tenga otra cosa que decir. H e r m . — ¡Claro que sí, Sócrates! M uchas veces C ráti­ lo me pone en aprietos, como decía antes, afirm ando que hay una exactitud de los nombres, pero sin decir clara­ mente de qué clase. De esta form a no puedo saber si, ca­ da vez que habla sobre el tema, lo hace tan poco claro vo-e luntaria o involuntariamente. Conque ahora, Crátilo, con­ fiesa delante de Sócrates si te satisface la form a en que éste habla sobre los nombres o si tienes tú algo m ejor que decir. Y si lo tienes, expónio para que aprendas de Sócra­ tes, o bien nos instruyas a los dos lf*. C rAt . — ¿Cómo, Hermógenes? ¿Te im aginas que es fá­ cil aprender o enseñar tan rápidamente cualquier cosa y menos aún ésta que parece de las m ás im portantes?428a H e r m . — ¡No, por Zeus, desde luego que no! Pero creo que está bien lo que dice Hesíodo, que si uno va depo­ sitando un poco sobre otro poco, ello resulta bene­ ficioso lw. Conque si eres capaz de aportar algo más, por poco que sea, no cejes y haznos un favor a Sócrates aquí presente y a mi — pues debes. 154 Hasta el momento, Crátilo ha mantenido un inelegante y obsti­ nado silencio (recordemos su desgana inicial de hacer a Sócrates p a rtí­ cipe de su conversación con Hermógenes, 383a). Ahora, tamo Sócrates como Hermógenes, le Incitan a hablar; Sócrates, más veladamenle, con el objeto de desmontar la teoría naturalista, como se verá; las palabras de Hermógenes, más ingenuo y abierto, entroncan con su primera inter­ vención ante Sócrates, lsv C(. Trabajos y Días 361-62: «pues si añades poco sobre poco y ha­ ces esto con frecuencia, lo poco al punto se convertirá en mucho» (trad. de A u r e l io Páitez JimiInez, en el vol, 13 de esta colección).

CRÁTILO 44] Sóc. — Por supuesto, Crátilo, que ni yo mismo podríagarantizar nada de lo que he expuesto. Lo he analizadotal como se me iba ocurriendo con el concurso de Hermó-genes; de forma que, en gracia a esto, aním ale a hablar,si tienes algo mejor, en la idea de que yo lo aceptaré. Y, ben verdad, no me extrañarla que pudieras decir algo me­jo r que esto, pues tengo la im presión de que lo has estu­diado personalm ente y que has aprendido de otros. Porconsiguiente, si dices algo mejor, ya puedes inscribirm etam bién a mi como uno de tus discípulos sobre la exacti­tud de los nombres. C rát. — ¡Claro que sí, Sócrates! Como tú dices, me heocupado de estos ternas y, quizás, podría tom arte comoalum no. Con todo, temo no vaya a resultar al revés, pues cse me ha ocurrido citarte las palabras que Aquiles dirigea Áyax en Las Plegarias. Dice así:Áyax Telarnonio de! linaje de Zeus, caudillo de pueblos,paréceme que has dicho iodo conforme a m i ánimo'™. También tú, Sócrates, parece que has recitado tu orá­culo en conform idad con m i pensam iento, ya sea que tehayas inspirado en E utifrón o que te posea desde hacetiempo alguna otra Musa sin que tú lo adviertas. Sóc. — ¡Mi b u e D amigo C rátilo! Incluso yo m ism o es- dtoy asombrado, hace tiempo, de m i propia sabiduría y des­confío de ella. Por ende, creo que hay que volver a anali-zar mis palabras, pues lo m ás odioso es dejarse engañarpor uno m ism o. Y cuando el que quiere engañarte no sealeja ni u n poquito, sino que está siempre contigo, ¿cómono va a ser temible? Hay que volver la atención una y otravez, según parece, a lo antes dicho e intentar lo del poeta: iói> Parece que la división en Caotos de la litada y Odisea no es an ­terior a la ópoca alejandrina. Antes de esta época se suelen ciiar por losnombres de episodios más o menos extensos, como Las Plegarias, La Có-lera, Los Juramentos, etc.

442 DIALOGOS m irar «a un tiempo hacia adelante y hacia atrás» Vea-e mos, pues, ahora m ism o lo que hemos dejado definido. La exactitud del nombre es — decim os— aquella que nos ma­ nifieste cuál es la cosa. ¿Diremos que esta definición es suficiente? Cr At. — A m(, Sócrates, me parece que por completo. Sóc. — ¿Y los nombres se dicen con vistas a la instrucción? Crát. — Exactamente. Sóc. — ¿Diremos, entonces, que ésta es un arte y que hay artesanos de ella? Cr At. — Exactamente. Sóc. — ¿Quiénes?429a C rAt. — Los que tú decías a l principio, los legisladores. Sóc. — Pues bien, ¿diremos, por caso, que tam bién este arte se desarrolla entre los hombres como las demás, o no? Quiero decir lo siguiente: ¿entre los pintores, unos son peores y otros mejores? CrAt. — Desde luego. Sóc. — ¿Entonces los mejores hacen m ejor sus obras — las pinturas— y los otros, peor? ¿Y lo m ism o los a rq u i­ tectos, unos hacen las casas más bellas y otros más feas? C rát. — Sí.b Sóc. — ¿Acaso, entonces, tam bién los legisladores ha­ cen sus propias obras unos más bellas y otros más feas? Crát. — O pino que esto ya no. Sóc. — ¿Es que no te parece que, entre las leyes, unas son mejores y otras peores? Cilát. — D e.ninguna manera. Sóc. — ¿Entonces todos los nombres están correcta­ mente puestos? Crát. — Sí, al menos todos los que son nombres. Sóc. — ¿Y, sobre lo que se hablaba hace un momen-c to? ¿Direm os que aquí Hermógenes ni siquiera posee es- «*' Cí. ¡Hada 1343.

c r At i l o 443te nombre, habida cuenta de que nada tiene que ver conla progenie de Herm es? ¿ 0 que sí lo tiene, pero no de for­ma correcta en absoluto? C rá t. — Yo opino, Sócrates, que ni siquiera lo tiene,sólo lo parece, y qu e éste es el n o m b re de otro, de a q uel& q u ie n c o rre sp o n d a ta m b ié n taJ natu ra le za . Sóc. — ¿Acaso tampoco se habla falsamente cuando seafirm a que él es Hermógenes? Pues temo que no sea posi­ble ni siquiera afirm ar que éste es Hermógenes, si no lo es. Crát. — ¿A qué le refieres? Sóc. — ¿Es que tu afirm ación significa que do es posi- dble, en absoluto, hablar falsam ente 162? Son muchos losque lo sostienen, am igo Crátilo, tanto ahora como en elpasado. Crát. — ¿P ues cóm o es po sible , S ócrates, que si u n odice lo que dice no diga io que es? ¿ 0 hablar falsam enteno es acaso d ec ir lo qu e no es? Sóc. — Tu razonam iento es un tanto sutil para mí y pa­ra m i edad, amigo. Sin embargo, dim e sólo esto; ¿piensasque no es posible h ablar falsamente, pero si afirm ar co- esas falsas? C rát. — Creo que ni siquiera a firm a r cosas falsas. Sóc. — ¿N i tampoco enunciar o saludar '\"i? Por ejem­plo, si alguien se encuentra contigo en el extranjero, telom a de la m ano y dice: «Salud, forastero ateniense, H er­mógenes hijo de Esm icrión», ¿)o diría este hom bre o loafirm aría o lo enunciaría o te saludaría así no a li sinoa Hermógenes? ¿O a ninguno de los dos? C r á t . — Según m i opinión, Sócrates, este hombre pro­n unciaría en vano esas palabras. Sócrates ya ha dejado demostrado, contra Hermógenes, que sepuede hablar falsamente (ch 385b y ss.). Ahora tiene que volver a demos-Irarlo en contra de Crátilo basándose, precisamente, en la teoría de lamíniésis. Sobre los antiguos y modernos a los que se puede referir, enúltim o término, la teoría naturalista (el. nuestra Introd.). I4J Se entiende, «falsamente».

444 d iá l o g o s430a Sóc. — Bien, habrá que contentarse con esto: ¿acaso el que pronuncia esto lo pronuncia con verdad o con fal­ sedad? ¿O parte de ello con verdad y otra con falsedad? Esto sería suficiente. Crát. — Yo afirm aría que tal individuo emite un rui­ do y se mueve inútilm ente, como si alguien agitara y gol­ peara una vasija de bronce. Sóc. — Veamos, pues, Crátilo, si llegamos a algún ti­ po de acuerdo. ¿N o dirías tú que el nom bre es una cosa y otra distinta aquello de que es nom bre? C rát. — Si. Sóc. — ¿Luego convienes conm igo en que el nom bre esb una im itación de la cosa? Crát. — Más que nada. Sóc. — ¿Entonces tam bién admites que las pinturas son, de u n a form a distinta, imitaciones de ciertos objetos? C rát. — Sí. Sóc. — Veamos, pues (quizá oo alcanzo a ver qué es exactamente lo que dices y podrías llevar razón): ¿es po­ sible a trib u ir y asignar ambas clases de im itaciones — tanto las pinturas como los nom bres aludidos— a las cosas de las que son im itaciones? ¿O no?c C rát. — Es posible. Sóc. — Antes que nada, examina esto otro: ¿podría atribuirse a un hom bre la imagen de un hom bre y a una m uje r la de una m ujer e, igualm ente, en los dem ás casos? Crát. — Desde luego. Sóc. — ¿Y lo contrario: el de un hom bre a una m ujer y el de una m ujer a un hombre? C rát. — T a m b ié n esto es posible. Sóc. — ¿Acaso son correctas am bas atribuciones? ¿O una de ellas? Crát. — Unas de ellas. Sóc. — Supongo que la que atribuye a cada uno la que le es propia y semejante. Crát. — También yo lo supongo.

CRATILO 445 Sóc. — Entonces, para que no entablem os un comba- dte verbal tú y yo que somos amigos, acéptam e lo que tedigo: esta atribución, am igo m ió, es la que yo llam o co­rrecta en ambas imitaciones — la pintura y los nombres— ,y en el caso de los nombres, adem ás de correcta, verda­dera. En cam bio, a la otra, la atribución y asignación delo desigual, la califico como incorrecta y falsa cuando setrata de nombres. C rAt. — ¡Cuidado, Sócrates, no vaya a ser que esto su­ceda con las pinturas — la atribución incorrecta— , pero eno con los nombres, sino que la correcta sea siempreinevitable! Sóc. — ¿Qué quieres decir? ¿En qué se distingue éstade aquélla? ¿Acaso no es posible acercarse a un hombrecualquiera y decirle: «éste es tu dibujo», y enseñarle, siacaso, su retrato o, si se tercia, el de una m ujer? Y con« mostrarle» quiero decir «someter a la percepción de susojos». C rAt. — Desde luego. Sóc. — ¿Y qué si nos acercamos de nuevo a este m is­mo hombre y le decimos: «éste es tu nombre*? —pues, sinduda, tam bién el nom bre es una im itación corno la p in tu ­ra. Me refiero, pues, a lo siguiente: ¿no sería acaso posi- 431ble decirle: «éste es lu nom bre», y después, someter a lapercepción de su oído, si acaso, la im itaciónde aquél, d i­ciendo que es un hom bre, o si se tercia, la de una m ujerde la raza hum ana diciendo que es una m ujer? ¿ No piensas que ello es posible y que sucede a veces? C rAt. — Estoy dispuesto, Sócrates, a aceptarlo. Sea asi. Sóc. — Y haces bien, am igo mío, si ello es así. Ya nohay que discutir en absoluto sobre esto. Por consiguien­te, si hay tal atribución tam bién en este punto, a una de bellas nos proponem os llam arla «decir verdad» y a la otra«decir falsedad». Mas si ello es así, si es posible a trib u irincorrectam ente los nombres y no asignar a cada cosa loque le corresponde, sino a veces lo que no le correspon-

446 DIALOGOS de, sería posible lo m ism o con los verbos ,M. Y si es po­ sible disponer así nombres y verbos,-a la fuerza tam biénc las oraciones — pues las oraciones son, según pienso, la com binación de éstos—. ¿C óm o lo explicas tú, Crátilo? C r At . — Así. Creo que dices bien. Sóc. — Luego si, a su vez, com param os los nom bres prim arios con un grabado, será posible ,í5 — lo m ism o que en las p inturas— reproducir todos los colores y for­ mas correspondientes; o bien no reproducirlos todos, si­ no o m itir algunos y añadir otros tanto en mayor núm ero como m agnitud. ¿No es ello posible? C rA t . — L o es. Sóc. — ¿Por ende, el que reproduzca todos producirá hermosos grabados y retratos y, en cam bio, el que añada o suprima, producirá también grabados y retratos, pero malos?d C r At . — Si. Sóc. — ¿Y el que im ita laesencia de las cosas m e d ian ­ te sílabas y letras? ¿Es que por la m ism a razón no obten­ drá un bello retrato, esto es, un nombre, si reproduce to­ do lo que corresponde, y, en cam bio, obtendrá un retra­ to, pero no bello, si om ite pequeños detalles o añade otros ocasionalmente? ¿De tal form a que unos nombres esta­ rán bien elaborados y otros mal? C r At . — Q uizás.e Sóc. — ¿Quizás, entonces, uno será un buen artesano de nombres y otro m alo? C r At . — S í. Sóc. — Y éste tiene el nom bre de «legislador». C r At . — S í. 114 Ct. n. 55- A q u í rhema tiene el sentido más restringido y exactode «verbo». Il>i La comparación de los nombres con los grabados se alarga en ex­ceso {ocupa toda la letra c), por lo que esta primera frase resullaanacolútlca.

CRÁTILO 447 Sóc. — Luego, quizás, ¡por Zeus!, lo m ism o que en lasoirás artes, un legislador será bueno y otro maJo si es queen lo anterior hemos llegado a un acuerdo. C rat. — Eso es. Pero observarás, Sócrates, que cuan­do asignamos a los nom bres estas letras (la a, la b y cadauno de los elementos) m edíanle el arle gram atical, si omi- 432atimos, añadimos o alteramos alguno, ya no tendremos es­crito el nombre — no digo que no sea correcto— , sino queni siquiera está escrito en absoluto, antes bien, se convier­te, al punto, en otro nombre si le acontece algo de esto. Sóc. — ¡Cuidado, Crátilo, no vayamos a analizarlo mal,si lo hacemos de esta form a! Crát. — ¿C óm o, entonces? Sóc. — Puede que esto que tu dices suceda con aque­llos nombres cuya existencia depende forzosamente de unnúm ero. Por ejemplo, el m ism o diez —o cualquier otro nú­m ero que prefieras— . Si le quitas o añades algo, al puntose convierte en otro. Pero puede que no sea ésta Ja exacti- blud en lo q u e toca a la cualidad o, en general, a la imagen.Antes al contrario, puede que no haya que reproducir ab­solutamente todo lo im itado, tal cual es, si queremos quesea una imagen. M ira si tiene algún sentido lo que digo:¿es que habría dos objetos tales como C rátilo y la imagende Crátilo, si un dios reprodujera como un pintor no sólotu color y forma, sino que form ara todas las entrañas talcom o son las tuyas, y reprodujera tu blandura y color y cles infundiera m ovim iento, aleña y pensamiento como losque tú tienes? En una palabra, si pusiera a tu lado un d u ­plicado exacto de todo lo que tú tienes, ¿habría entoncesun Crátilo y una imagen de Crátilo o dos Cráiilos? Cr^ t. — Paréceme, Sócrates, que serían dos Crátilos. Sóc. — ¿N o ves, entonces, am igo mío, que hay que bus­car en la imagen una exaclítud distinta de las que señalá­bamos ahora m ism o?, ¿que no hay que adm itir a la fuer­za que si le falta o le sobra algo ya no es una imagen? ¿N o d

448 DIÁLOGOS te percatas de lo m ucho que les falta a las imágenes para tener lo m ism o que aquello de lo que son imágenes? Crát. — Sí, sí. Sóc. — Sería ridiculo, Crátilo, lo que experimentarían por culpa de los nom bres aquellas cosas de las que los nom bres son nombres, si todo fuera igual a ellos en to­ dos los casos. Pues todo sería doble y nadie sería capaz de d istin g uir cuál es la cosa y cuál el nom bre. C r á t . — Dices verdad. Sóc. ■— Pues bien, noble amigo, ten valor y concede que e un nom bre está bien puesto y otro no. No le obligues a que tenga todas las letras para que se convierta, sin más, en aquello de lo que es nombre. Permite que se añada una letra que no le corresponde; y si una letra, tam bién un nom bre dentro de la frase; y si un nombre, adm ite tam ­ bién que se aplique dentro del discurso una frase que no corresponda a la realidad. Admite que, no por ello, deja de nombrarse o decirse la cosa, con tal que subsista el bos­ quejo de la cosa sobre la que versa la frase, lo m ism o que433a lo había en los nombres de los elementos, si recuerdas lo que decíamos, hace poco, Hermógenes y yo l“ . C rá t . — Lo recuerdo. Sóc. — Excelente, en verdad. Y es que, m ientras sub­ sista este bosquejo, aunque no posea todos los rasgos per­ tinentes, quedará enunciada la cosa; bien, cuando tenga todos, y m al, cuando pocos. Adm itam os, pues, feliz amigo, que se enuncia, a fin de que no incurram os en falta como los de Egina cuando cir­ culan de noche y son m ultados por viajar tarde lí7. Que C í. 426c. 165 Probablemente, el texto esta corrupto, lo cual oscurece más aúnla alusión a esta costumbre de los eginetas. Son atractivas las conjetu­ras de Burnet, pero opsíodíou es palabra no atestiguada, y opsismoü só*lo en D io n is io d e H a l ic a r n a s o (IV 46), con el inconveniente de elim inarhoáoü que parece palabra sana. Sugiero el cambio de opsé por opsiou(cf. P ín d a r o , Istmicas IV 38),

c r At il o 449no parezca que tam bién nosotros llegamos, en realidad, ba Las cosas más tarde de lo conveniente. O si no, búscaleal nom bre otra clase de exactitud y no convengas en queel nom bre es una m anifestación de la cosa m ediante síla­bas y letras. Pues si mantienes estas dos afirmaciones, noserás capaz de ponerte de acuerdo contigo m ism o IM. C r At . — Bueno, Sócrates, me parece que hablas conmesura. Tal es m i disposición. Sóc. — Bien, puesto que en esto somos de la m ism a opi­nión, analicemos a continuación esto otro: ¿sostenemosque, si el nom bre va a estar bien puesto, ha de tener lasletras correspondientes? C r At . — S í. Sóc. — ¿Y le corresponden las que son semejantes a clas cosas? C r At . — Desde luego. Sóc. — Por consiguiente, los que están bien puestos loestán así. Mas si alguno no está bien puesto, su m ayor par­te constaría, quizás, de letras correspondientes y seme­jantes — dado que va a ser una imagen— , pero tendría unaparte no correspondiente por la cual el nom bre no seríacorrecto ni estaría bien acabado. ¿Es así como Jo fo rm u ­lamos, o de otra forma? C r At . — Pienso que no debemos seguir peleando has­ta el final, Sócrates, por más que no me com plazca soste­ner que un nom bre existe y, sin embargo, no está bienpuesto. Sóc. — ¿Te complace, acaso, esto otro: que el nom bre des una m anifestación de la cosa? C r At . — S í. 148 La frase, así formulada, queda un tanto oscura. Las dos afirma­ciones contradictorias son: a) e) nombre es una manifestación de la cosamediante silabas y letras; b) el nombre no es tal, si no posee todos losrasgos pertinentes de la cosa.61. — 29

450 DIÁLOGOS Sóc. — ¿En cambio, no le parece bien afirm ar que unos nom bres son compuestos a p artir de los prim arios y que oíros son prim arios? Crát, — Claro que sí. Sóc. — Pues sí los prim arios han de ser m anifestacio­ nes de algo, ¿encuentras tú una form a m ejor de que seane manifestaciones que el hacerlos lo más parecidos posible a aquello que tienen que m anifestar? ¿O te satisface m ás csla otra fórm ula que sostienen Hermógenes y muchos otros: que los nombres son objeto de convención y que m a­ nifiestan las cosas a quienes los han pactado y los cono­ cen; que esto es la exactitud del nombre, convención, y que nada im porta si se acuerda establecerlos com o aho­ ra están o, por el contrario, lla m a r «grande« a lo que aho­ ra se llam a ^pequeño» '<>'’? ¿C uál de las dos fórm ulas te satisface?434a C rAt. — Es total y absolutam ente mejor, Sócrates, re­ presentar m ediante semejanza y no al azar aquello que se representa. Sóc. — Dices bien. ¿No será entonces inevitable — si es que el nom bre va a ser semejante a la cosa— que sean semejantes a las cosas los elementos de los que se com ­ ponen los nombres prim arios? Me refiero a lo siguiente: ¿acaso la pintura, a la que aludíam os hace un instante,b se habría compuesto semejante a la realidad, si los pig­ mentos con los que se com ponen las pinturas no fueran semejantes por naturaleza a aquello que im ita el graba­ do? ¿No es im posible? C rá t . — Imposible. Sóc. — ¿Por consiguienie tam poco los nombres serían semejantes a nada, si aquello de lo que se componen no tuviera., en principio, una cierta semejanza con aquello de lw También en lu Cuiiu Vtl (343c) adopta Plyion una posición con' veneionalisla con respecto al lenguaje: «¿quien nos Impide llam ar 'rec­ io' a lo que llamamos 'circular' o ‘circular' a lo que llamamos recto'?».

CRAnLO 451lo que los nombres son im itación? ¿Y no son los elemen­tos aquello con lo que hay que componerlos? C r At . — Sí. S ó c .— Entonces, lú com partes en este m om ento loque decía Hermógenes antes. Veamos, ¿ te parece bien que cdigamos que la r se asemeja a la m archa, al m ovim ientoy a la rigidez l7°, o no? C rát. — Me parece bien. S ó c .— ¿Y la / a lo liso, blando y a lo que antesdecíamos? C r At . — Sí. Sóc. — ¿Y sabes que para la m ism a noción nosotrosdecimos sklerótés (rigidez) y los de E reiria skléroiér? I7'. CrAt. — Desde luego. Sóc. — ¿Será entonces que la r y la s se asemejan a lomism o y la palabra significa para aquéllos, term inandoen r, lo m ism o que para nosotros term inando en s? ¿O nosignifica nada para algunos de nosotros? C rAt. — ¡C laro q u e lo s ig n ific a , p a r a u n o s y p a r a o tro s ! d Sóc. — ¿En tanto que r y s son semejantes, o en tantoque no lo son? C r At . — En tanto que semejantes. Sóc. — ¿Y acaso son semejantes en todos los casos? C r á t . — Q u iz á sí, al m enos p ara s ig n ific a r elmovimiento. Súc. — ¿Y tam bién la / que hay en medio? ¿N o signifi­ca lo contrario de la rigidez? C rAt. — Q uizá no está bien ahí, Sócrates. Como lo queexplicabas a Hermógenes hace un instante suprimiendo 1,4 CF. 426c, pero alt(, en realidad, no se habla para aada de -rigi­dez*. ¿ Lo añade aquí Platón para justiFicar la presencia de r en la pala­bra ikleroilr que viene a continuación? ¿O ka\sktcróléti es ana adiciónposterior introducida con el mismo objeto? 1,1 El rotacismo (cambio de í en t) es una característica del ¿ o d i o deErelria y Oropo, pero, contra ¡o que afirma aquí Platón, ninguna inscrip­ción ha documentado hasta ahora el rotacismo en posición final (si eneleo y laeonio), cf. Buck, The Greek—, págs. 56-57.

452 DIÁLOGOS e introduciendo las letras que era menester. ¡Y bien que me parecía! Conque ahora es posible que haya que pro­ nunciar r en vez de / ,1?. Sóc. — Dices bien. ¿ Mas qué? Tal como hablam os aho­ ra no nos em endemos m utuam ente, si uno dice sklerón, y no sabes lo que yo quiero decir ahora? Crát. — Sí, queridísim o amigo, pero por la costumbre. Sóc. — ¿Y cuando dices «costum bre», crees que dices algo distinto de «convención»? ¿O entiendes por costum­ bre algo distinto que el que cuando yo digo esto pienso en aquello 173 y tú com prendes que yo lo pienso? ¿N o en­ tiendes esto?435a CfLÁT. — Sí. Sóc. — ¿Luego si me comprendes cuando hablo, te m a­ nifiesto algo? C r á t . — Sí. Sóc. — Y, sin embargo, hablo con elementos distintos de aquello que pienso, si es que la / no es, según tú m ism o afirm as, semejante a la rigidez. Y si esto es así, ¿no será que lo has pactado contigo m ism o, y para ti la exactitud del nom bre es convención, dado que tanto las letras se­ mejantes como las desemejantes tienen significado, con tal que las sancionen costum bre y convención? Pero, aun en el caso de que la costum bre no fuera exactamente con­ vención, ya no sería correcto decir que el medio de m an i­ festar es la semejanza, sino m ás bien la costum bre. Pues ésta, según parece, m anifiesta tanto por medio de lo se­ mejante como de lo desemejante. Y como quiera que coin­ cidim os en esto, C rátilo (pues interpreto tu silencio como concesión), resulta, sin duda, inevitable que tanto con­ vención como costumbre colaboren a m anifestar lo que pensamos cuando hablamos. Porque, mi nobilísimo am i­ go, refirám onos al n úm ero 1,4 si quieres: ¿cóm o piensas £s decir, skrerús. m E) nombre es «oslo»; «aquello», la noción. 174 El número, que en 432a le servía a Crátilo como apoyo a su leo-

c r At l l o 453que podrías aplicar a cada número nombres semejames,si no permites que tu consenso y convención tengan so- cberanía sobre la exactitud de los nom bres? ¡Claro que yo,personalmente, prefiero que los nombres tengan la m a­yor semejanza posible con las cosas! Pero temo que, enrealidad, como decía Hermógenes resulte «forzado»arrastrar Ja semejanza y sea inevitable servirse de la con­vención, por grosera que ésta sea, para la exactitud de losnombres. Y es que, quizá, se hablaría lo m ás belJamenteposible cuando se hablara con nom bres semejantes en sutotalidad o en su m ayoría — esto .es, con nom bres dapropiados— , y lo más feamente en caso contrario. Perodim e a continuación todavía una cosa: ¿cuál es, para nos­otros, la función que tienen los nombres y cuál decimosque es su hermoso resultado? CrAt. — Creo que enseñar, Sócrates. Y esto es m uy sim­ple: el que conoce los nombres, conoce tam bién las cosas. S(5c. — Quizá, Crátilo, sea esto lo que quieres decir:que, cuando alguien conoce qué es el nombre (y éste esexactamente como la cosa), conocerá tam bién la cosa, epuesto que es semejante al nombre. Y que, por ende, elarte de las cosas semejantes entre sí es una y la m ism a.Conforme a esto, quieres decir, según imagino, que el queconoce los nom bres conocerá tam bién las cosas. C rXt, — M u y cie rto es lo que dices. Sóc. — ¡Un momento! Veamos cuál seria esta forma deenseñanza, a la que ahora te refieres, y si — por m ás queésta sea m ejor— existe otra, o no hay otra que ésta. ¿Quéopinas de las dos alternativas? C r á t. — Esto es lo que yo supongo: que d o existe otra 436aen absoluto y que ésta es única y la mejor.ría de que cambiando un sólo clámenlo «un nombre se conviene al pun­to en otro nombre», aquí se revela como argumento a favor delconvencionalismo. I7! Cl. 414c.


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