Important Announcement
PubHTML5 Scheduled Server Maintenance on (GMT) Sunday, June 26th, 2:00 am - 8:00 am.
PubHTML5 site will be inoperative during the times indicated!

Home Explore Hno. Gabriel Taborin: El desafío de un religioso laico en el siglo XIX

Hno. Gabriel Taborin: El desafío de un religioso laico en el siglo XIX

Published by Hermanos de la Sagrada Familia, 2020-07-03 16:34:09

Description: Los Hermanos de la Sagrada Familia de lengua española, deseando contar con material de valor para mejor conocer al Vble. Hno. Gabriel Taborin, su Fundador, realizaron la traducción de esta tesis escrita en francés por el Hno. Enzo Biemmi, de la Provincia Madonna di Loreto (Italia).

La tesis fue presentada en la Universidad de París el 22 de junio de 1995 ante un tribunal formado por profesores de la Sorbona y del “Institut Catholique” de París, para la obtención del doctorado en Historia de las religiones (Antropología) y Teología. Ambas instituciones académicas dieron a la tesis la máxima calificación, lo que ofrece a este estudio una garantía científica de primer orden.

Agradecemos y felicittamo al Hno. Enzo Biemmi por el trabajo realizado.
Este libro, impreso en enero de 2019, es la segunda edición de la traducción al español (la primera data de 1998).

Search

Read the Text Version

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX Enseñaba primero a leer, luego a escribir y el tercer año a calcular. Utilizaba el fas- tidioso método individual: los alumnos eran enseñados individualmente. Los otros esperaban y se aburrían. De aquí el problema fundamental de todo maestro: la dis- ciplina. No había otra manera de controlar la situación sino con los castigos seve- ros. Y eran de toda clase en los procederes de todo buen maestro: la palmeta, la vara de avellano, las humillaciones públicas de toda especie. Las penitencias eran el medio utilizado para mantener el silencio y la atención 108. Por lo demás Gabriel imitará a su maestro de Plagne, utilizando la misma severidad y los mismos casti- gos algunos años más tarde, en su primera experiencia como maestro. En cuanto a la personalidad humana y moral de Egraz, no nos está permitido dudar de su cali- dad. Su función de alcalde, la estima de los párrocos, testifican a su favor. El día de su sepultura, 15 de enero de 1854, el P. Chadel, párroco del pueblo, es- cribe en su diario personal: “El P. Egraz, párroco de la parroquia de Layssard, ha llegado hoy a las 8 y 45 con un tiempo frío. Salió a las tres de la mañana de su casa. Después de cantar la mi- sa mayor a las 10, etc. yo canté la mía por su tío Francisco Egraz de Plagne, a quien dimos sepultura a las 12 y 30 h.. Había mucha gente, el sepelio ha sido uno de los más hermosos, como también el cortejo fúnebre... sea porque fue alcalde del municipio de Saint Germain en 1812-1813, etc. y maestro durante 40 o 50 años. Falleció a la edad de 84 años. Murió pobre, no tenía nada. Recemos por él, lo me- rece por muchas razones etc., etc.. Dios sea bendito 109...”. Tenemos motivos para creer que, el año pasado en Plagne no fue inútil para Gabriel, aunque la instrucción que recibió, no fue óptima. (108) PROST Antonio, Histoire de l'enseignement..., o.c., p. 115. (109) Journal de l'abbé Chadel, Archivos Provinciales de Échallon. El P. Chadel párroco de Saint Germain de Joux de 1825-1868, escribió su diario todo el tiempo que ejerció su ministerio. Se trata de un documento excepcional, no conocido por los historiadores, verdaderas efemérides de la parroquia que permiten reconstruir la vida del párroco y de la parroquia en el siglo XIX. Los archivos parroquiales de Échallon conservan 11 registros manuscritos de este diario. Desgraciadamente faltan 7. 77

HNO. ENZO BIEMMI En la escuela presbiterial de Châtillon-de-Michaille Después del año de Plagne, los Taborin decidieron enviar a Gabriel como pen- sionista a la escuela presbiteral de Châtillon de Michaille. Allí permanecerá tres cur- sos 110, (1813-1814; 1814-1815; 1815-1816); dejará esta escuela antes de terminar quinto. Las fuentes de que disponemos 111 nos permiten reconstruir con cierta fidelidad la situación de la escuela. El P. Francisco Colliex, héroe de las misiones clandestinas en la Revolución, fue nombrado párroco de Châtillon de Michaille en 1809 y permaneció hasta 1816; fue reemplazado por el P. Justin, al ser nombrado para la curia de Amberieu en Bugey. Sensible a las necesidades de la Iglesia, al terminar la Revolución, se preocupó de formar nuevos sacerdotes para las parroquias. Párroco de Champfromier desde 1803 a 1809, abrió una escuela presbiteral donde se enseñaba latín a los futuros sacerdotes 112. Llegado a Châtillon se encargó de lo mismo y con el apoyo del alcalde en 1812, solicita la aprobación de su escuela presbiteral de Châtillon. Los sacerdotes de la zona que le conocían y apreciaban, le envían candidatos aptos para la voca- ción sacerdotal. Es el caso de Gabriel. Las escuelas presbiterales son pequeños seminarios de cantón, muy adaptados a la estrechez de horizontes de la familia rural 113. En el Bugey hay varios. El inspec- (110) Cf. Éphémérides, 25 de julio 1863, ASFB. (111) Las fuentes internas están constituidas por el testimonio directo de Gabriel Taborin, en su Historique, (borrador 2 C, manuscrito 4 y 5), por 3 páginas dignas de tenerse en cuenta, en las Éphémérides de la Casa Madre, (25 julio 1863, citadas en la Positio, p. 736-737) y por el manuscrito B del Hno. Federico corregido por el Hno. Amadeo (FRÈRE FRÉDÉRIC: Vie du Révérend Frère Gabriel Taborin. Notes sur le Révérend Frère Gabriel Taborin, recueillies par le Frère Frédéric, Edición HSF, Chieri Torino 1986, pp. 45-48). En cuanto a las fuentes externas ha sido posible señalar las siguientes: A.D.A., 4 T 1. Dossier sur l'autorisation de l'école presbytérale de Châtillon de Michaille, 9 de octubre-21 noviembre 1812, 6 piezas; A.D.R., serie T 25, Rapports des inspecteurs au recteur de l'Académie de Lyon sur l'école de Châtillon, 1818-1826, 7 piezas. Los archivos parroquiales de Châtillon de Michaille no guardan ningún documento de esta escuela. El primer registro de fábrica data de 1870 y en su primera página da la razón de ello. El sábado 23 de abril de 1870 a las dos de la tarde un violento incendio ha destruido cin- cuenta casas incluida la Iglesia. El hotel del pueblo ha sido alcanzado también por el fuego. “En cuanto a la Iglesia, las campanas y los vasos sagrados, se fundieron; el reloj, los registros, las estatuas, los ornamentos, los altares y todo el mobiliario, resultaron destruidos. Las pérdi- das resultaron inmensas para el país”. (A.P. de Châtillon de Michaille, registro de fábrica, 23 de abril 1870). (112) GENOLIN L. E., ALLOING L., Histoire de Champfromier, o.c., pp. 184-187. (113) BOUTRY Felipe, Prêtres et paroisses...., o.c., pp. 189-190 y 200. 78

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX tor Gaillard denuncia en 1826 al Rector de Lyon, a los sacerdotes de algunas parro- quias que imitan el ejemplo de Châtillon y enseñan, sin autorización, el latín a los jóvenes: el párroco de Champdor, 13 alumnos; el de Vaisiat, 18; Voloniat 12, Cerdon 7 u 8 114. El párroco de Beny, el P. Camus, organiza en su parroquia una floreciente es- cuela de latín de 1820 a 1830. Acoge a los alumnos en la casa parroquial o en casa de algunos habitantes del pueblo. Se trata más bien de niños pobres, hijos de modes- tos campesinos que sólo aportan la comida, cuando es posible 115. De existencia oficiosa, a estas escuelas se las mira con mucha desconfianza por la autoridad universitaria. Constituyen en efecto, ante sus ojos, una usurpación del clero y una peligrosa competencia para los colegios. Por otra parte la diócesis con- sidera a los colegios ineptos para proveer de sujetos a los seminarios y anima a los párrocos a asumir directamente el compromiso de la formación. La escuela de Châtillon constituye, a este propósito un punto de referencia par- ticularmente interesante. En el año 1811 Colliex se ocupa de 24 alumnos de modesta condición  116. El éxito de la escuela debe inquietar a la autoridad universitaria, ya que ésta obliga, el 14 de setiembre de 1812, a elevar una petición al Rector de la Academia de Lyon para obte- ner la autorización. El 8 de octubre de 1812, el alcalde de Châtillon apoya su pedido con una carta del prefecto en la que pide la apertura “de una escuela externa, para enseñar las pri- meras nociones de lengua latina”. El alcalde teme la decisión desfavorable del subpre- fecto Sr. Meurier e insiste sobre la utilidad de la empresa, que no tiene otro objeto, que el de “ser semillero de alumnos para el colegio de Nantua: una institución similar autorizada por el Rector, existe en la ciudad de Seyssel 117”. El prefecto le responde el 17 de octubre y pide que se precise si se trata “de una simple institución” o de “una escuela secundaria 118”. El 21 de octubre el alcalde in- siste. El P. Colliex “entiende ajustarse a los términos de su solicitud: ser autorizado a abrir una escuela de externos en su casa, para empezar con las primeras nociones de la- (114) Rapport de L'Inspecteur Guillard sur la tournée générale de l'Académie de Lyon, en 1826, A.D.R., serie T XXV, abril 1826.. (115) JOLY L., La paroisse de Bény pendant la Révolution, Annecy, 1924, pp. 155-156. (116) Cf. Parecer del subprefecto, 9 de octubre 1812, A.D.A., 4 T 1. (117) A.D.A., 4 T 1. (118) Idem. 79

HNO. ENZO BIEMMI tín hasta la clase cuarta inclusive; en una palabra, establecer una simple institución, tal cual está definida en el título 3 del decreto del 15 de noviembre de 1811”. En cuanto al subprefecto, su parecer es totalmente desfavorable. El 9 de octu- bre de 1812 redacta un documento de cuatro páginas, en el que expone todas las ra- zones teóricas y prácticas de su oposición. Este documento cuya redacción no ha de ser extraña al principal del colegio de Nantua, constituye un documento muy inte- resante para documentar la concepción de la escuela de dos clases, característica de la época 119. La multiplicación de los colegios es peligrosa para la sociedad; con- viene que sólo las clases socialmente favorecidas accedan a una instrucción conve- niente; las otras sólo deben aprender las primeras letras y dedicarse luego a la agricultura o a los empleos mecánicos; no conviene apartar de su trabajo a los indi- viduos con talento, pertenecientes a la clase pobre, para que sean ejemplo de sus se- mejantes. De esta distribución bien ordenada depende la prosperidad pública... A pesar de la opinión desfavorable de su subalterno, el prefecto sostiene la peti- ción de Colliex ante el Rector120. El P. Colliex dirige la escuela sólo hasta 1816. Es reemplazado por el P. Justin, pá- rroco de Virignin, quien obtendrá como vicario al P. Juan Francisco Perdrix el 15 de diciembre 1816. Este se ocupará en adelante de dar la clase hasta 1819 121. Los informes de los Inspectores Juillard, Poupar y Guillard, nos permiten se- guir las vicisitudes de esta escuela hasta 1826 122. En su informe de inspección de 1818 el inspector Guillard escribe: “Al llegar a este pueblo a las 9 y media, encontré 14 alumnos trabajando en silen- cio, vigilados por un joven seminarista, de vacaciones por salud. Pregunto por el párroco. Ha ido a comer a casa de un compañero. Su vicario es el P. Perdrix que se presenta un instante después. Examino a los alumnos y quedo sumamente con- tento de sus respuestas. Ellas hacen honor al P. Perdrix. Este no pone reparos en abrir su registro de inscripción y darme el extracto adjunto...”. (119) Ver texto del juicio del subprefecto: Anexo 6. Sobre la división de la sociedad en clases socia- les en la primera parte del XIX y la consiguiente división de las escuelas (escuelas de los no- tables y escuelas del pueblo), ver PROST Antonio, Histoire de l’enseignement en Francia..., o.c., p. 11. (120) Brouillons de la lettre du préfet au Recteur, 21 y 24 noviembre 1812, A.D.A., 4 T 1. (121) A. E. de Belley, Annuaire du Clergé de Belley, p. 291 y 296. A. D. A., 1 V 48, État des M. les vi- caires de l’Ain le 2ème trimestre 1818. (122) A. D. R., serie T 25, entrega de la Universidad. 80

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX El mismo año a su vuelta, Guillard sólo encuentra 12 alumnos, la mayoría muy pobres, cinco en cuarta, tres en quinta y los otros en elementales: “Estas clases están bien dirigidas aunque sólo sea un maestro. Todos los alumnos están destinados a pasar a Meximieux para seguir el estado eclesiástico...”. Al año siguiente, 1819, el inspector Poupard encuentra 20 alumnos, en 1821 Gui- llard constata la presencia de 12, de los cuales dos pensionistas. Poupard escribe en 1821: “El Sr. cura párroco sólo tiene una docena de alumnos, ningún pensionista. De acuerdo a lo visto y las informaciones recogidas, pertenecen a familias pobres y son principiantes. El P. Baisse, vicario de la parroquia, y encargado de la ense- ñanza, no cree que pueda durar mucho tiempo este deshecho de escuela...”. En 1823 hay, según el inspector, 12 alumnos, un pensionista, pero, según la en- cuesta de Mons. Devie, el mismo año hay 18 123. La desconfianza de estos inspectores con relación a esta escuela no se oculta, como tampoco el juicio negativo del respon- sable, el P. Justin. Nunca paga el aporte a la universidad; “asegura que pierde 400 frs. por año en esta empresa, que solamente ha emprendido a pedido del P. Bochard y para ha- cer un servicio al clero”. Asegura que la escuela no durará mucho tiempo; cada año dis- minuye el número de alumnos, escondiéndolos a la vista del inspector. Sin embargo, en 1826, quince años después de su fundación, la escuela sigue y prospera. Para los inspectores, “un tal establecimiento, detestable por otra parte al nivel de sus estudios, sólo puede perjudicar al colegio de Nantua, que tiene tantas dificultades para levantarse de sus ruinas y no puede esperar grandes éxitos con parecido vecindario, sostenido por los ecle- siásticos de los alrededores 124”. El inspector Guillard no puede dejar de escribir detalla- damente y en forma directa a su Rector, la larga discusión que tuvo con el vicario Thevenin, ordenado el año anterior: admirable documento que demuestra hasta qué punto había llegado la oposición entre la universidad y la escuela de la Iglesia125. (123) A. E. B., Renseignements sur les paroisses du diocèse de Belley, 1823, encuesta de Mons. Devie, 1823-1824, 2 de diciembre 1823. (124) Tournée de l'inspecteur Poupar dans le département de l'Ain et une partie de celui du Rhône, commencée le 22 avril 1819, A. D. R., T XXV, entrega de la Universidad. (125) El texto íntegro de la discusión entre el inspector y el vicario se encuentra: en Anexo 7. 81

HNO. ENZO BIEMMI Gabriel pasa tres años en la escuela del P. Colliex, perfecciona los conocimien- tos recibidos de los sacerdotes y el maestro de Plagne, aprende las primeras nocio- nes de latín y alimenta su piedad, sobre todo, con la lectura de la vida de los santos de que estaba provista la biblioteca del párroco. Su maestro es el P. Colliex. El P. Per- drix que llega en diciembre de 1817, no tuvo sino unos meses a Gabriel como alumno 126. Es pues el misionero clandestino de Michaille el que forma a Gabriel según el modelo en que se formaba a los seminaristas en los conocimientos, por cierto, pero sobre todo en la educación a la piedad, a la mortificación, a la oración. No falta el trabajo manual. En 1863 en su paso por la parroquia de Châtillon, recuerda con nostalgia el tiempo de su permanencia en la escuela, cuando con los otros alumnos cargaba la tierra necesaria para la huerta 127. El joven alumno no parece defraudar a sus superiores que le confían a menudo la vigilancia de los otros alumnos. Este car- go y la fidelidad con que lo cumple, no deja de crearle problemas con algún compa- ñero 128. Sin embargo, a mitad de tercer año interrumpe su quinto curso y vuelve a Belleydoux, con pesar de sus padres, convencido de que su vocación no es el sacer- docio sino la vida religiosa, “sobre todo... la que se consagra especialmente a la educa- ción de la juventud y el cuidado de los altares 129”. Para explicar esta decisión, los correctores del manuscrito del Hno. Federico, traen en su biografía una explicación de carácter psicológico: “Para él no se trataba de abrazar el estado eclesiástico como lo deseaban sus pa- dres. Quizá fue desviado de ello por una conversación escuchada en esa época en- tre dos sacerdotes, que vinieron a dar una misión. Estos sacerdotes se confiaban sus preocupaciones sobre la responsabilidad de los confesores y pastores de almas; uno de ellos se asustaba mucho y se expresaba con tal emoción, que impactó viva- mente a Gabriel. Con todo, como éste sentía un ardiente deseo de entregarse al culto divino y a la salvación de las almas, buscaba una manera que le permitiera dedicarse a ello sin tener las responsabilidades del ministerio eclesiástico 130”. (126) Si se sigue la cronología de la Positio. (127) Éphémérides, 25 julio 1863, ASFB. (128) En 1863 a su paso por Châtillon, cuenta él mismo un episodio de aquellos años. Un puntapié recibido en el bajo vientre de un tal Marinet, al que había denunciado por su conducta. Éphémérides, 25 julio 1863, ASFB. (129) Historique, manuscrito 4 y 5, ASFB. (130) FRÈRE FRÉDÉRIC, o.c., p. 47, Cf. manuscrito B, ASFB. 82

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX Si no se puede dudar de que el Hno. Amadeo, corrector del texto, haya tenido información al respecto de alguien - quizá del mismo Gabriel - habrá que conside- rarla con mucho cuidado y confrontarla luego con las demás. De esto nos ocupare- mos más tarde. Los tres años de Châtillon marcaron al joven Gabriel por varias razones. La re- cia personalidad del P. Colliex, el ambiente de trabajo del seminario, la regularidad en las ocupaciones y actividades de la escuela, el sentido de obediencia y el respeto por la vocación sacerdotal, las lecturas que hacía, constituyeron la base de una es- piritualidad que nunca lo abandonó. III. LAS INFLUENCIAS: MISIONES Y COFRADÍAS En los años de juventud avanzada (18-25 años) la formación cristiana de Ga- briel sigue la misma evolución de la estrategia de la Iglesia de Francia en la Restau- ración y recibe un formidable y decisivo impulso, con la participación en las misiones parroquiales y su incorporación a las cofradías. A partir de la Restauración, la descristianización, cuyo impacto en la población se puede apreciar mejor, lleva a la Iglesia de Francia a encarar el objetivo priorita- rio de la reconquista. Los instrumentos utilizados son dos: las misiones como fuer- zas de choque, para provocar la conversión, y las cofradías para prolongar su efecto benéfico en la vida diaria de la parroquia  131. La parroquia de Belleydoux tuvo las dos experiencias. Dos cofradías marianas nacen a partir de 1816 y si la comunidad no puede permitirse una misión, participa en dos misiones que se realizan en las vecinas parroquias de Saint Claude y de Choux, predicadas por los misioneros de Beaupré, de la diócesis de Besançon. Pode- mos decir que los años de juventud de Gabriel están marcados por estos dos acon- tecimientos, uno de carácter extraordinario y otro cotidiano. (131) MONTAGNES Bernard, La reconstitution de la confrérie du Rosaire après la Révolution, dans Pratiques religieuses..., o.c., p. 562. 83

HNO. ENZO BIEMMI 3.1 El impacto de las misiones La importancia de las misiones en la formación de Gabriel está documentada por él mismo en su autobiografía: “Mi vocación para la vida religiosa se decidió en un tiempo en que la fe era más viva que hoy. Fue durante la memorable misión de Saint Claude en 1821 132, en la que tuve la dicha de participar; hubiera querido que durara toda mi vida. Las misiones son un gran medio para la salvación de los pueblos, yo mismo lo he po- dido comprobar. Los sacerdotes que a ellas se dedican y los que las estimulan y fi- nancian o fundan, pueden seguramente comparecer ante Dios con gran confianza, al igual que los buenos Hermanos catequistas que son los primeros mi- sioneros de los niños 133”. Gabriel participa en las dos misiones; en la de Saint Claude (1820) y en la de Choux (1823). La misión de Saint Claude 134 se dio por iniciativa del P. Thevenin, párroco de Saint Claude, quien cargó con todos los gastos. La anunció desde el púlpito el 17 de septiembre de 1820, lo que permitió que la nueva llegase a todas las parroquias de los alrededores. Fue preparada con pláticas en la iglesia por el P. Pianet, en horas de la tarde. La misión fue confiada a los PP. misioneros de Beaupré 135, que llegaron el sába- do 7 de octubre por la tarde. Eran cinco: los PP. Gerbet superior, Vernier, Prudhon, (132) La memoria le falla aquí a Gabriel, se trata del mes de octubre de 1820. (133) Historique, manuscrito 5, ASFB. (134) Sobre la misión de Saint Claude tenemos tres fuentes: Relación de la misión de Saint Claude por el Padre Gaume, en el registro, Compte rendu des missions des pères missionnaires diocé- sains de Besançon École, n° 32, A.D. de Besançon; Relation abrégée de la Mission, registre de fabrique de la paroisse de Saint-Claude, 13 pp.; BERGIER J.-B., Histoire de la communauté des prêtres missionnaires de Beaupré et des missions faites en Franche Comté depuis 1676 jusqu'en 1850, pour servir de complément à l'histoire des diocèses de Besançon, Saint-Claude, Dijon, Bâ- le et Strasbourg, Monnot, Besançon 1853. Se puede considerar también como fuente para esta misión la esquela Souvenir de la Mission, firmada por Gabriel y por su confesor P. Jacquenod, párroco de Viry, esquela que Gabriel guarda con mucho cariño, ASFB. (135) Los sacerdotes misioneros de Beaupré, asociación de sacerdotes diocesanos que vivían en co- munidad, fueron fundados por el P. Vuillemenot, en Besançon, durante el episcopado de Mons. Antonio Pedro de Grammont. Se establecieron en 1682 en Beaupré, próximo a los su- 84

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX Gaume y Camus. Fueron recibidos con entusiasmo, sobre todo por la juventud. Pero no faltaron los incidentes: “fueron colgados en figura la misma tarde a la puerta de la iglesia. Pero sólo era obra de dos o tres atolondrados 136”. La misión duró un mes, desde el domingo ocho de octubre, hasta el domingo cinco de noviembre, día que terminó con la solemne plantación de la cruz. La asistencia fue extraordinaria. Varias pa- rroquias bastante alejadas participaron. El relator anónimo de la misión cita, como ejemplo de parroquia, a la de Bouchoux guiada por su párroco P. Chavin: “Se constata la decisión y entusiasmo de los que vinieron de Saint Lupicin y Bou- choux, que algunos días vinieron hasta en procesión como corporación. Cuando lle- garon el primer día, parecía que al entrar en la iglesia la estaban invadiendo  137”. Entre estos invasores había también fieles de Belleydoux que, con los de Viry, se habían unido a los fieles del P. Chavin. El día de la plantación de la cruz, día de la clausura de la misión, se podían contar de 15.000 a 18.000 personas en un munici- pio de cuatro a cinco mil almas. Durante todo el mes se movilizaron 20 o 24 confe- sores, párrocos de parroquias vecinas 138, ocupados desde las cuatro de la mañana hasta las cinco de la tarde. Tres semanas después de la clausura hubo una revisión de cinco días dirigida por los P. Chavin y Blondeau. Después del éxito de esta misión el Párroco estableció un retiro anual de ocho días. burbios de Besançon y desde esa fecha hasta 1790 recorrieron la diócesis dando más de 250 misiones. Suprimidos por la ley en 1792 fueron restablecidos el 3 de febrero de 1816 por orde- nanza real. El ecónomo de la comunidad, Bardenet, construyó su nueva morada en Ecole. En la Restauración volvieron a dar a las misiones la popularidad que tuvieron en el Anti- guo Régimen, Cf. BERGIER J.B., o.c.. Les diocèses de Besançon et de Saint-Claude, sous la di- rection de REY Maurice, Histoire des diocèses de France n° 6, Beauchesne, París 1977, pp. 130-131 y 159-160. VREGILLE B. (de), \"Missionari di Beaupré\", en Dizionario degli istituti di Perfezione, vol. 5, Ed. Paoline, 1978, col. 1428. (136) Relato del P. Gaume. (137) Relation de la mission, A. P. de Saint Claude. (138) \"Los confesores iban a sus lugares hacia las cuatro o a las cinco de la mañana y quedaban hasta las siete o las ocho de la tarde... eran entre 20 ó 24. Pues además de los misioneros o eclesiásticos de la parroquia, se había llamado para ayudar a confesar al P. Chavin párroco de Bouchoux, Blondeau, párroco de Saint Lupicen, Partillan párroco de Clairvaux, Chavé- riat párroco de Etival, Joly párroco de Valfin, Margueron párroco de Moussières, Margui- llon párroco de Chaux Berthod, Jacquenod párroco de Viry, David vicario de San Lupicino, Mayet vicario de Longchamois y Chevassus vicario de Rousses\", A.P. de Saint Claude. 85

HNO. ENZO BIEMMI La participación de Gabriel en esta misión y probablemente en varios retiros anuales, explican sus relaciones con el clero de Saint Claude, donde se le recibirá y donde formará su primer grupo de Hermanos. La misión de Choux, pequeño pueblo en las montañas del Alto Jura, a unos diez kilómetros de Belleydoux, tuvo lugar en el mes de mayo y junio de 1823. Fue predi- cada por los mismos misioneros de Beaupré. El secretario P. Vernier anota en su re- gistro de misiones: “Misión de Choux, tres semanas, junio 1823 Fueron los PP. Prudhon, Gaume, Nicod y Vermot los que dieron esta misión. La afluencia a este pueblo desértico donde no se teme trepar a las montañas, ha sido demasiado grande, comparado con el templo. Pero la prensa animó a los obreros y a los fieles. La misión tuvo el más feliz de los éxitos 139”. Gabriel participó en esta misión y en la revisión dirigida por el P. Gaume 140, te- nida unas semanas después y que terminó el 13 de julio. Desarrollo y efectos de la misión Las misiones dentro del país se inspiran, como prototipo, en las de San Vicente de Paul. Otros, bajo el Antiguo Régimen, se habían dedicado también a ellas: los Oratorianos del P. Bérulle, los Sulpicianos, los Eudistas.... Restablecidas en Francia en 1816, las diferentes asociaciones regionales y dio- cesanas de sacerdotes misioneros, retoman los programas puestos al día por San Vicente de Paul y fijados en sus líneas fundamentales 141. Había siempre una proce- sión de apertura, la petición de perdón, la renovación de las promesas del bautis- (139) Compte-rendu des missions des Pères Missionnaires diocésains de Besançon; École, N° 31, A.E. de Besançon. Es la única fuente informativa de esta misión, con el Billet de souvenir de Gabriel, firmada por el P. Gaume. (140) El P. Gaume fue el noveno superior de la comunidad de École. Nacido en 1781, murió en 1845 después de una vida consagrada a las misiones. Para un perfil de este misionero, ver BER- GIER, o.c., pp. 433-438. (141) La obra de referencia para las misiones en Francia en la Restauración, sigue siendo, SEV- RIN ERNESTO, Les missions religieuses en France sous la Restauration (1815-1830), 2 vol., el autor y Vrin, París 1948 y 1959. Ver también OMODEO Adolfo, Cattolicesimo e civiltà mo- derna nel secolo XIX, II. Le missioni di riconquista cattolica nella Francia della Restaura- 86

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX mo, la adoración del Santísimo Sacramento, la colocación de la cruz; los curas veci- nos venían a confesar; algunas semanas después de la clausura había una semana de retiro espiritual, la “vuelta de la misión”. Esta llamativa uniformidad, según el historiador de las misiones de Francia bajo la Restauración, el P. Ernesto Sevrin, “constituye el agrado y la desesperación del historiador: su placer, pues puede rehacer en muchos puntos, su fisonomía común; su desesperación, pues es muy posible contar, sin cansarse, tantas misiones con el mismo cuadro, los mismos procedimientos, a menudo las mismas peripecias y los mismos resultados 142”. Para seguir el desarrollo de las misiones en las que participó Gabriel, tenemos la suerte de disponer de 13 páginas del registro de fábrica de la parroquia de Saint Claude, que relatan minuciosamente la misión de 1820 143. Seguimos brevemente al relator de Saint Claude, agregando a su relato las explicaciones necesarias. La apertura de la misión se inicia con el canto lento y solemne del Veni Crea- tor. El P. Gerbet sube luego al púlpito para la homilía de apertura. Desde el principio anuncia los temas y el estilo de la misión. “Les anunciamos la palabra de Dios sencillamente, pero con sinceridad. ¡ah!, no es el caso de sembrar flores de retórica, cuando se trata de recordar verdades tan fundamentales como la muerte, el juicio y el infierno”. Desvanece todo mal entendido. Los misioneros no tienen intereses económi- cos: “Todo lo que deseamos recoger y llevar son vuestros pecados”. Anuncia como con- clusión las indulgencias que se pueden ganar durante la misión. El desarrollo de los ejercicios del día está fijado de antemano. “Los ejercicios de la misión se desarrollan regular y ordenadamente. 1º. A las 8 horas y media de la mañana, misa rezada; durante ella un misionero hace una zione, en \"La Critica\", Napoli 1938; PEYROUS B. \"Missions paroissiales\", dans Catholicisme. Hier, aujourd'hui, demain, t. IX, 39, col. 401-431, París 1980. Para el departamento del Ain, se puede consultar RENOUD Gabriel, \"Les missions diocésai- nes\", en Bulletin de la Société Gorini, Nº 52, 1925, pp. 49-58; “Relation abrégée de la Mission de Trévoux”, en “Almanach Paroissial de Trévoux”, Damptin, Trévoux 1823; Relation de la Mission de Nantua, Brunet, Lyon 1824. (142) SEVRIN Ernesto, o.c., vol. I, p. 130. (143) Este documento hasta ahora era desconocido. Ver anexo Nº 10. 87

HNO. ENZO BIEMMI meditación desde el púlpito; 2º. Sigue inmediatamente un sermón; 3º. A las 12 y media conferencia precedida de un cántico en tono simple y distribuido en una serie de preguntas y respuestas; 4º. Un sermón que empieza media hora después de la conferencia, seguido de la bendición con el Santísimo, que sirve ordinaria- mente como tema de la meditación del día siguiente. El miércoles era día de descanso”. Cuando terminaban los actos, ya era de noche. Frecuentemente se veía a los habitantes de los alrededores, en grupos de cinco o seis, volver a sus pueblos a la luz de las antorchas, cantando cánticos e himnos y “era un espectáculo tan edificante co- mo pintoresco, ver ondular en el campo, esta marcha de faroles, parecida a una proce- sión  144”. El contenido de la predicación, el elemento más eficaz de la misión, también está determinado. Tres son los fines de la predicación: Exponer la doctrina cristia- na, refutando los errores (predicar para instruir); mover los corazones por medio de los temas privilegiados de las verdades eternas, el juicio de Dios, la muerte, la pa- sión del Señor (predicar para conmover); llevar al arrepentimiento de los pecados y a la confesión (predicar para convertir). “Entre las prácticas más señaladas está el sermón del P. Gerbet sobre la dignidad del alma; el del P. Vernier sobre la castidad, el escándalo, el infierno, el juicio final; el del P. Prudhon sobre los efectos del pecado; el del P. Gaume sobre la felicidad del cielo. Asimismo, las excelentes conferencias sobre la religión y el sermón del P. Ca- mus sobre el respeto humano”. Escuchemos al P. Vernier que predica desde el púlpito de la catedral de Saint Claude. El tema de su sermón es el escándalo. “El pecador escandaloso es responsable, no sólo de los pecados cometidos por los escandalizados, sino aun de todos los pecados que éstos hicieron cometer a los otros; pecan por otros; pecan el día, pecan la noche, pecan en sus ocupaciones, aun durante sus oraciones. [...]. (144) SEVRIN Ernesto, o.c., vol I, p. 162. 88

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX En medio del terror que esto te debe inspirar, pecador escandaloso, ¿qué consuelo puedo ofrecerte?. ¿Los sacaré del evangelio?. Pero allí leemos: maldito el hombre por quien viene el escándalo! Vae homini per quem scandalum venit. Sí, maldito seas porque haces el oficio del demonio, perdiendo a las almas que yo he redimido con mi sangre. Vae! maldición para ti! porque eres la deshonra y el tormento de la Iglesia. Vae! maldición para ti! por el mal que haces a tus hermanos. Vae, vae, vae, tres veces maldito”. Como puede verse, el tono es el mismo que Jonás ante los ninivitas. Se trata, en efecto, de “convencer del pecado”, para conseguir la salvación y nada mejor que el pensamiento sobre la muerte, el juicio final y el infierno, para conseguirlo. Las ceremonias externas movilizaban todos los medios visibles, adecuadas pa- ra mover a las masas. Estas se desplazaban por las calles, con participación de las autoridades y de la tropa, para darles un cariz de aprobación oficial. Una doble convicción dirigía esta estrategia: la convicción de que se llega al espíritu y al alma por medio de los sentidos; el deseo de demostrar que Francia se había entregado a Dios y Dios a Francia. Entre estas ceremonias, las más solemnes eran el perdón de las ofensas, la renovación de las promesas del bautismo, la consagración a la Vir- gen ante su altar adornado con flores y verdor, la procesión al cementerio donde se cantaba el Miserere y el De Profundis 145, la procesión con el Santísimo. La solemne plantación de la cruz constituía el momento culminante de las celebraciones y la clausura de la misión. La ceremonia para pedir perdón, es decir la reparación de las faltas personales y el perdón de las injurias, era a menudo la ceremonia decisiva, después de la cual los confesionarios eran asediados. “Un día, el noble grito de los cristianos, 'yo perdono', repetido de boca en boca por los numerosos asistentes, ha hecho resonar las bóvedas sagradas. Por lo demás es en el perdón, en la reconciliación, donde se ha manifestado lo ma- ravilloso de la misión. Hubo abrazos con júbilo, allí donde antes reinó la división más triste y antigua. Los vínculos de la naturaleza, rotos con estrépito desde ha- cía más de treinta años, se han restaurado de repente. Una madre ha encontrado (145) El predicador con una calavera en la mano, predicaba sobre la muerte, ante una sepultura abierta especialmente para ese momento. 89

HNO. ENZO BIEMMI a su hija perdida durante mucho tiempo y con ella a la nieta, hasta entonces ex- traña y desconocida por ella. Los tribunales de la penitencia eran asediados de tal modo, que había que esperar a veces dos días el turno, y a pesar de la lluvia y el frío, se han visto personas per- manecer toda la noche a la puerta de la Iglesia hasta que ésta fuera abierta, para poder ser de los primeros”. La renovación de las promesas, cirio en mano, se hacía en una iglesia adornada con mucho esmero, a la cual seguía la adoración del Santísimo durante todo el día. “Una hermosa ceremonia ha sido la de renovación de las promesas del bautismo. Tuvo lugar el viernes cuatro de octubre. El P. Prudhon hizo de mañana un sermón sobre ello. Terminó con los actos de renovación de las promesas del bautismo; des- pués cada uno de los asistentes ha dicho, en alta voz, estas palabras: 'Renuncio', 'lo prometo'. El Santísimo ha sido luego llevado en procesión a la pila bautismal y los fieles han venido durante el día a pasar un rato de adoración”. La colocación de la cruz tuvo lugar el cinco de noviembre. Su costo fue de 1797 francos; la colecta recaudó 1.500. “Este día, en un municipio de tres mil o cuatro mil almas, se podrían haber obte- nido 15 mil o 18 mil francos. [...] A la una, es decir a la hora en que tendría lugar la ceremonia, la lluvia se paró y la procesión se puso en marcha en filas de a dos. Hubo orden, recogimiento y piedad. La cruz hecha con gusto y con un hermoso dibujo, avanzó adornada con cintas en medio de las filas, delante de un numero- so clero, acompañando entusiastamente con el himno Vexilla Regis prodeunt y un canto que termina con este refrán: “Cristianos, cantemos en alta voz: ¡Viva Je- sús!, ¡viva su cruz!”. [...] En pocos instantes la cruz fue levantada, plantada y fijada en su base. Llamó la atención la facilidad con que todo esto se hizo sin accidentes fastidiosos, pues la cruz era de un peso considerable. [...] Cuando la cruz fue colocada, el P. Vernier la bendijo, después se entonó en su honor el versículo O Crux ave. El mismo misione- ro pronunció luego un discurso de acuerdo a las circunstancias. “Esta cruz, dijo, que llevará el nombre de 'cruz de las misiones', será para vosotros un recuerdo du- 90

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX radero y un testigo de las resoluciones tomadas. Su vista os las recordará. Si fue- rais tan desgraciados que un día faltareis a ellas, al verla de lejos, nacería el re- mordimiento. A la larga desaparecerá, pero la veréis el día del juicio y os acusará. ¡Oh Santa cruz!, mira esta multitud que te adora, sostenla en la perseverancia”. Cuando terminó de hablar, se oyeron gritos de: “¡Viva la Cruz!”. Podemos preguntar cuáles han sido los frutos de la misión. Las misiones de la Restauración, no han conseguido convertir a Francia como lo proyectaron. Pero las conversiones individuales son numerosas. “Sería excesivo exagerar los resultados de las misiones de la Restauración, pero también sería imprudente minimizarlos 146”. En cuanto a la misión de Saint Claude su relator no tiene dudas. “Desde la misión, han continuado produciéndose la vuelta a las prácticas de pie- dad. El tiempo de Navidad, el de las 40 horas, han traído nuevamente a las ma- sas al tribunal de la penitencia y a la mesa eucarística. Se ha visto frecuentar las iglesias, la cruz de la misión, cada día más rodeada de numerosos adoradores, los bailes de carnaval casi abandonados por las señoras, los ciudadanos más unidos y sobre todo, la caridad más viva”. Pero el efecto más duradero ha sido el empuje dado a la Congregación de la pa- rroquia, dedicada sobre todo a las obras de caridad. Fundada en 1819, sólo tenía unos 60 miembros. Cuenta ahora, a los pocos días de terminada la misión, con más de 200. Elementos que caracterizan la personalidad de Gabriel Gabriel afirma que en el desarrollo de esta misión decidió su vocación a la vida religiosa. Hay que mirar de cerca, pues, los efectos que ella pudo tener en él. Es un hecho documentado y objeto de críticas de los liberales hacia los misio- neros, y de aprehensión para madres y padres preocupados: muchas vocaciones so- bre todo femeninas se decidieron durante las misiones 147. Podríamos citar un ejemplo llamativo: el P. Bretenière admitió en una oportunidad, después de un reti- ro a más de 20 postulantes, que, el mismo día, vistieron el hábito de penitencia. ¿Qué es lo que juega en estas decisiones repentinas?. (146) PEYROUS B., o.c.. (147) SEVRIN Ernesto, o.c., vol. I, pp. 191-192. 91

HNO. ENZO BIEMMI Es el ambiente de la misión, sus contenidos, su método, lo que empuja a la con- versión y a tomar decisiones de carácter radical. La misión es, en efecto, la puesta en escena de un proceso, de un drama; la batalla entre el bien y el mal, entre el mundo y el cielo, entre la salvación y la perdición. No hay posibilidad para los ma- tices en una misión. La oposición entre el espíritu del mundo y el del evangelio, se lleva aquí hasta sus límites extremos. El concepto negativo del mundo, de la socie- dad y, en última instancia, de la sexualidad que domina todo el siglo XIX, encuen- tra en las misiones una afirmación particularmente autoritaria. Los contenidos de la predicación van todos en la misma dirección: horror al pe- cado, exaltación de la castidad y virginidad, peligros y tentaciones a los que el cris- tiano se ve sometido en el mundo; todo lo cual, con la amenaza de la condenación eterna, conduce a los más sensibles a interrogarse sobre el sentido último de la existencia. La duración de la misión no es tampoco ajena a sus decisiones; un mes o más dedicado a la oración, a escuchar sermones terroríficos, a participar en cele- braciones comprometedoras, todo esto no es ajeno a las grandes decisiones. A esto hay que agregar los coloquios personales con uno o varios confesores, la vuelta de la misión, un mes después, en la que se encuentra a los mismos confesores, y anualmente los retiros que tienden a perpetuar los frutos de la misión. Gabriel no escapa a este ambiente de fervor y conversión. Queda tan fascinado que, 43 años después considera aún a las misiones como el medio privilegiado de evangelización de las parroquias. Los sacerdotes que encuentra en la misión, sobre todo el P. Jacquenod y el P. Chavin, que predicará el retiro de su primera toma de hábito religioso en la parroquia de Bouchoux en 1824, serán para él, punto de refe- rencia en años siguientes. Pero su caso se diferencia netamente de los 20 postulantes del P. Bretenière. La decisión de abrazar la vida religiosa no fue para él una “decisión repentina”, resul- tado de una exaltación espiritual producida por el impacto de una misión. La deci- sión la estaba estudiando desde 1816 cuando abandonó la escuela de Châtillon y con ello la carrera eclesiástica. Veremos más adelante que esta decisión la había empezado a experimentar en Belleydoux desde 1817 a raíz de una serie de ocupacio- nes y de prácticas religiosas que no eran para él, sino un “noviciado” a la vida reli- giosa. La misión de Saint Claude fue un factor de resolución, factor que precipitó la decisión final. Pero nos equivocaríamos si limitásemos el efecto de la misión sobre Gabriel, a la decisión de comprometerse en la vida religiosa. La misión no movió solamente su decisión, sino también y, sobre todo, su personalidad. 92

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX Largo sería aquí enumerar todos los elementos interiores en la forma y en el contenido que la acompañaron siempre. Ante todo hay que creer que Gabriel quedó fascinado por la aparatosidad y la solemnidad de las ceremonias religiosas, particularmente las procesiones y la ado- ración al Santísimo Sacramento, la belleza de los altares cubiertos de flores y de verde, el efecto de miles de cirios y lámparas, la precisión y el hieratismo de los mo- vimientos del clero en el altar, la veneración por las imágenes, los rosarios, las me- dallas que acompañaban siempre a las misiones. Se le ve en 1820 a 1824 llevar a Belleydoux lo que la misión le enseñó, el gusto por la liturgia y las procesiones, el interés por los objetos religiosos, el gusto por el canto modulado con aire profano, lo cual no hace sino confirmar y reforzar sus actitudes aprendidas en la familia y en la escuela de sus primeros párrocos. Un segundo elemento del cual más o menos inconscientemente se apropia, es el contenido doctrinal y la entonación de la voz en la predicación de los misione- ros. Se verá después que su manera de dar el catecismo y la clase nacen directa- mente del estilo misionero. El contenido privilegiado de la catequesis son las postrimerías, los novísimos: muerte, juicio, infierno y gloria. El tono al hablar en la escuela y en la catequesis, es el de los misioneros. En 1825 los habitantes de Jeurre podrán exclamar: “no es un maestro de escuela que nos han enviado, sino un misionero; si lo escuchaseis  148....”. Las misiones de Saint Claude y de Choux, conocidas detalladamente en su de- sarrollo, en su método y contenido, son un punto de referencia fecundo para inter- pretar la obra y los escritos del Hno. Gabriel. Las misiones no solamente han precipitado una decisión, sino la han marcado en la forma y en su estilo. 3.2 Pertenencia a las cofradías Las misiones dejan tras sí obras de perseverancia: conferencias, asociaciones de caridad, cofradías. La historia de las cofradías es tan antigua como la Iglesia; más exactamente no es una institución propia del cristianismo, se la encuentra en todas las civilizacio- (148) Fr. Frédéric, o.c., p. 51. 93

HNO. ENZO BIEMMI nes pasadas y presentes. Gabriel Le Bras, en su estudio sobre las cofradías 149, de- muestra que son el resultado de un esfuerzo del hombre “para huir de la debilidad, la soledad y la sequedad de las estructuras impuestas 150”. En lo que concierne a la Iglesia, se afirman masivamente y encuentran su sta- tus particular, a partir del siglo X. Hay que distinguir al menos cuatro tipos de co- fradías: de penitencia, de devoción, de oficios y de caridad. Su multiplicación, sobre todo en el siglo XIII al XV, se explica por el hecho de que a diferencia del Estado, del municipio y de la parroquia, la cofradía es el lazo libremente escogido que respon- de a las propias exigencias e inquietudes, en las cuales un sistema de organización democrática, permite a los laicos una cierta independencia. Las cofradías marianas, como las del Santísimo Sacramento, nacen como reac- ción a las negaciones de Lutero y Calvino y a la frialdad del Jansenismo. Su fin es avivar la piedad, realzar el brillo de las fiestas y solemnizar el culto. La Iglesia las favorece, pero al mismo tiempo se preocupa de encuadrarlas. Al fin del Antiguo Régimen se ve su progresiva desaparición, pero las cofradías de devoción, siguen existiendo clandestinamente en la Revolución. El mapa esta- blecido por Jacolin, de las cofradías en el departamento del Ain en 1804, muestra la vitalidad de las cofradías del Rosario y del Santísimo Sacramento 151. Después de una inicial reticencia del Cardenal Fesch, que desconfiaba del es- píritu de masa que las caracteriza y que lleva a debilitar el respeto y apego a las pa- rroquias 152, en 1805 reciben un reglamento establecido por los vicarios generales. Y es durante la Restauración que llegan a ser un medio de participación duradera de los fieles en la parroquia. Un lazo orgánico y sistemático se establece entonces. La evolución, empezada en el Antiguo Régimen, culmina en este período y se transfor- ma de asamblea de laicos, con cierta autonomía, en asociaciones parroquiales so- metidas a la autoridad diocesana. En Belleydoux, en 1804, hay dos cofradías: la del Rosario y la del Santísimo Sa- cramento. Durante la Restauración, tres: la cofradía del Rosario, que ha sido esta- (149) LE BRAS Gabriel, \"Les confréries chrétiennes. Problèmes et propositions\", Revue historique de droit français et étranger 1940-1941, pp. 310-363. El mismo estudio se encuentra en LE BRAS Gabriel, Études de sociologies religieuses, P.U.F., París 1956, T. II, pp. 423-462. (150) Ibid., p. 363. (151) JACOLIN, o.c., mapa C 14. (152) Cf. la carta de Fesch a Courbon, 21 diciembre 1803, A.A.L., Fondo Vanel, citado por JACOLIN, o.c., p. 177. 94

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX blecida por Courbon en 1821, renovada en 1824 por Mons. Devie y a perpetuidad el 18 de julio de 1832 por el párroco Juan Pedro Mermillod 153; la cofradía de María Au- xiliadora, introducida en Belleydoux en 1816 por el P. Charvet; la cofradía del Santí- simo Sacramento que, debilitada por un tiempo, continúa actuando lo mismo 154. Hay pues tres cofradías: dos marianas y una cristocéntrica, que actúan en la vida parroquial de Belleydoux durante el período de Gabriel. La cofradía del Santísimo Sacramento La finalidad de esta cofradía no ha cambiado en relación con el Antiguo Régi- men: “La cofradía del Santísimo Sacramento se establece en la iglesia de San Nizier para rendir a Jesucristo en el Sacramento de la Eucaristía, un homenaje particu- lar: reparar las ofensas a que se expone por amor; dar a las ceremonias religiosas más solemnidad; procurar la edificación de la parroquia, con el ejemplo de los que se distinguen por su regularidad y fervor155”. Los deberes de los asociados se refieren al ejemplo de piedad, de fervor, de re- gularidad, de asistencia al oficio divino y a la frecuencia de los sacramentos. El re- glamento de la parroquia de San Nizier añade: “Deben santificar el día consagrado al Señor con la asistencia a los oficios divinos y abstenerse de abrir absolutamente sus casas de comercio los domingos y fiestas de guardar, como profanación de esos días 156”. Todos los días de exposición del Santísimo (tercer domingo del mes, las cuaren- ta horas, las fiestas...) todos los cofrades están obligados a hacer, por turno, una ho- (153) Cf. Positio, pp. 50-51; 57-58. (154) Enquête de Mgr. Devie de 1824-1825, A. E. de Belley. (155) Règlement de la Confrérie du Saint Sacrement dans la Paroisse de Saint Nizier de Lyon, Ba- llanche, Lyon 1805, 14 pp., Biblioteca Municipal de Lyon, Fondo Coste 322932, Cf. los nume- rosos reglamentos de otras parroquias de Lyon, Fondo de Coste. Los fines son siempre los mismos. (156) Ibid. Este detalle es interesante para explicar el reparo de Gabriel para frecuentar el negocio de su padre y su decisión de cerrar el mercado de alfarería, porque sólo tenía clientes los do- mingos. 95

HNO. ENZO BIEMMI ra de adoración al Santísimo, en horas de la tarde, hasta la hora de vísperas. El se- cretario, un día o dos antes, envía una nota a los socios, indicando la hora que co- rresponde a cada uno 157. La cofradía del Santísimo es pues una asociación de devoción, la que dirigida por el párroco, resulta un instrumento de animación de la parroquia, sobre todo entre el público más difícil de reunir: los hombres. Es una cofradía que contribuye a dignificar el culto, después de la Revolución. Las cofradías marianas La cofradía de María Auxiliadora, ya activa en Belleydoux y en otras partes, al terminar la Revolución, fue instituida por el Papa Inocencio XI, el 16 de agosto de 1684. Su primera fundación fue en la ciudad de Munich. La introducción en Francia se debe a sacerdotes franceses emigrados durante la Revolución y refugiados en Ba- viera 158. La cofradía del Rosario es la más extendida y la que los misioneros y los vica- rios generales tratan de implantar en todas las parroquias 159. Su desarrollo es parti- cularmente importante en la región lyonesa; 69 cofradías se establecen en la metrópoli de Lyon, de las cuales, 61 en la diócesis de Lyon. La organización de esta cofradía es similar a la del Santísimo. Su fin es el de “contribuir a la gloria de Dios y a honrar a la Santísima Virgen 160”. Se trata de una cofradía para señoras, pero también se admiten hombres en las parroquias donde no hay cofradía del Santísimo. El canto, el rezo del rosario y de las letanías de la Virgen, son los ejercicios principales. Se reúnen antes o después de Vísperas. La adoración del Santísimo es a veces confiada a esta cofradía. En Belleydoux esta cofradía tenía su capilla. No se sabe por qué la cofradía del Santísimo, activa después de la Revolución, pierde progresivamente influencia. La del Rosario debió reemplazarla también en la adoración eucarística. (157) Otro detalle interesante para comprender la costumbre de Gabriel de convocar a las “misas” por medio de notas. (158) KUHNER Hans, Dictionnaire des papes, París 1958, p. 194. Cf. Positio p. 52. (159) MONTAGNES Bernard, “La reconstitution de la confrérie du Rosaire après la Révolution”, en Pratiques religieuses..., o.c., pp. 559-563. (160) Cf., por ejemplo, Règlement pour la Confrérie du Saint Rosaire, établie dans l'église Saint Bonaventure de Lyon; Pour la plus grande gloire de Dieu, et de la Sainte Vierge; l'an de grâ- ce mil huit cent quatorze, J.L. Maillet, Lyon 1814, 15 pp., BML, Fondo Coste, 352923. 96

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX Influencia en Gabriel Gabriel estaba afiliado a todas las cofradías de la parroquia. Su nombre es el primero en los registros de la cofradía del Rosario 161. La pertenencia a esta forma de vida cristiana asociada, durante al menos unos diez años, ha sido un factor muy importante de su espiritualidad. Se puede señalar la influencia en él de estas cofra- días en tres direcciones. a) Ante todo cultivan la dimensión mariana y eucarística de su vida cristiana. Es- ta devoción a María y a Jesús Hostia, está unida a gestos precisos repetidos ca- da día y cada semana: el rezo del rosario y la adoración del Santísimo. Esto será para siempre el fondo y la forma de su espiritualidad. El Hno. Ignacio des- pués de la muerte del Hno. Gabriel, escribe al nuevo Superior General: “Todo lo que recuerdo de nuestro Rdo. Hermano Fundador es: — Su regularidad para cantar las letanías de la Virgen. Me encontré una vez en oportunidad de cantarlas con él (en voz baja, por supuesto) en un vehículo público lleno de gente y de noche.... — Su dicha en visitar al Stmo. Sacramento. Le he visto de viaje mandar a sus Hermanos al hotel a refrescarse mientras él iba a la iglesia... 162”. b) Un segundo aspecto a ser señalado. Estas asociaciones tienen como finalidad volver a dar todo su esplendor al culto mariano y eucarístico en la parroquia y cuidar del lugar donde se practica. Era el objetivo prioritario de los sacerdotes al reorganizar las cofradías. En su parroquia, Gabriel asume plenamente esta tarea y se convierte en animador de las ceremonias y se ocupa de cuidar los al- tares de la iglesia. La pertenencia a las cofradías ha acentuado y cultivado en él esta otra disposición que poseía. Los testimonios de sus compañeros de infan- cia son unánimes. El Hno. Prudencio escribe: (161) Cahier Confrérie du St. Rosaire, établie par M. Courbon, vicaire général de Lyon, le 28 octo- bre 1821, M. Montet curé. Renouvelée par Mgr. Devie, Évêque de Belley, le 10 octobre 1824, M. Humbert curé. Renouvelée à perpétuité le 18 juillet 1832, M. Mermillod curé, à Belleydoux, A.P. de Belleydoux. (162) Carta del Hno. Ignacio en respuesta a la Circular del Hno. Amadeo, citada en Positio p. 888. 97

HNO. ENZO BIEMMI “Sentía un gusto particular por las ceremonias del culto divino. Le agradaba ver que nada faltara en cuestión de ornamentos, vasos, flores, candelabros, etc.; que todo estuviera en su lugar y ordenado con simetría. Tenía además gusto por la música y el canto divino y veía con satisfacción a los Hermanos que demostraban aptitudes para ello. Se sentía orgulloso viendo a sus Hermanos desplegar, en las ceremonias litúrgicas, sus talentos para alabar al Señor en los lugares santos 163”. c) Pero hay un último elemento que no hay que minivalorar. La participación en las cofradías, constituye una actividad propia del laico y es dirigida por él. Es como un lugar donde se vive intensamente su propia vocación bautismal con otros laicos. Además, gracias a su integración durante la Restauración, las co- fradías pierden su carácter de rivalidad con la parroquia y se convierten en medio animador. Se trata, pues, de una acción del laico en favor de la parro- quia para su animación y su construcción. Gabriel ejercita aquí el espíritu laico (en sentido positivo de la palabra) encontrando su impulso en su más tierna in- fancia, en el seno de su familia y de un pueblo que había sabido movilizarse para defender y salvar su fe y su tradición. Este espírtu puede, pues, encontrar en las cofradías un lugar para manifestarse y educarse, con esta nueva conno- tación: la colaboración estrecha e incondicional con el párroco, para bien de la comunidad. IV. GABRIEL Y LA RESTAURACIÓN Los años de la educación y de los primeros compromisos de Gabriel en su pue- blo, se caracterizaron por un espíritu de “restauración”, es decir de reconstrucción de la comunidad del pueblo, alrededor de lo que antes constituía su centro unifica- dor y que había sido ocultado por la Revolución: su identidad social y religiosa de cristiandad. Se ve al pueblo entero, sus sacerdotes, su alcalde, la burguesía y los habitantes más modestos, movilizarse alrededor de un mismo programa, por un consenso, en apariencia, sin fallas. (163) Carta del Hno. Prudencio en respuesta a la circular del Hno. Amadeo, citada en Positio, p. 887. 98

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX Esta reconstrucción se hace en dos direcciones: el restablecimiento del culto, en sus edificios y manifestaciones externas, y la animación de la vida cristiana de los feligreses, cultivada en el seno de la familia primero, y luego en el marco parro- quial, por los medios ordinarios (catequesis, primera comunión, cofradía) y los me- dios extraordinarios de las misiones. El culto viene a ser el elemento simbólico y catalizador alrededor del cual se movilizan todas las energías. Los edificios religiosos, su decoro y conservación, las prácticas religiosas, las devociones populares, constituyen el centro alrededor del cual se reconstruye su identidad. El pueblo parece como preocupado por borrar las huellas de la Revolución y mostrar, aun en los edificios (iglesia, campanario y casa parroquial), que la Revolución sólo ha sido un paréntesis para olvidar. En cuanto a la vida cristiana de los parroquianos, es cultivada ante todo en la familia. En este punto, la vuelta a la vida parroquial en 1804, se hace naturalmente en la línea de una feliz continuidad: la iglesia, en efecto, desde 1792 había desplaza- do el centro de la parroquia, representado por la iglesia y el sacerdote, al corazón de la familias, transformadas en pequeñas capillas donde la fe era trasmitida y cul- tivada por la madre y el padre; alrededor de los valores tradicionales, de las prácti- cas de piedad popular (el rosario sobre todo), las imágenes de la Virgen María, de Sta. Ana, del Angel Custodio, del Crucifijo. La reapertura de los lugares de culto per- mite la reapertura oficial del catecismo, con la sorprendente conclusión de que mo- viliza a todo el pueblo: la primera comunión, el día más hermoso de la vida, que tiende a marcar definitivamente la vida de los fieles. Pero ya que los efectos de la primera formación y de la primera comunión co- rren el riesgo de perderse, el espíritu de la Restauración propone en su lugar dos medios de gran eficacia: las misiones populares y las cofradías, que prolongaron sus beneficios en la vida cotidiana, por la fidelidad de los cofrades a una serie de prácticas religiosas que ritman la vida. En este mismo contexto de animación espiritual, tímida pero progresivamente, adquiere importancia un tercer medio: la escuela primaria. Las presiones de parte de las autoridades universitarias y del departamento, sumadas a una conciencia que se impone progresivamente sobre la necesidad de la instrucción de los niños, lleva al municipio de Belleydoux a discutir y encontrar las primeras soluciones pa- ra una escuela, donde se dé, ante todo, una formación moral y cristiana, lo que no excluye las primeras nociones de lectura, escritura y cálculo. 99

HNO. ENZO BIEMMI Es así como, además de estos dos principales protagonistas de la reconstruc- ción de la identidad cristiana del pueblo, o sea, el sacerdote y el alcalde, toma im- portancia progresiva un tercer personaje, heredado del Antiguo Régimen, el “Clerc”-Mayordomo-Cantor-Sacristán-Maestro, que es el ayudante del párroco y lai- co especializado en el culto y la educación cristiana de la juventud. El horizonte global donde se juega todo esto, es el de un pobre pueblo de mon- taña, sometido a los problemas diarios que surgen de la emigración a causa de las estaciones, de los conflictos con las comunidades vecinas, por el reparto de los bos- ques. La personalidad religiosa de Gabriel se forma en este cuadro de restauración cristiana. Nace en el seno de una familia marcada por una fe a prueba de la Revolu- ción, se nutre de las prácticas y las manifestaciones de la piedad popular, se carga de una tonalidad eucarística por la sensibilidad de un párroco, el P. Rey, y por la fuerte experiencia de la primera comunión, coronamiento de la catequesis y la vida de ni- ño. La formación clerical de Châtillon de Michaille le pone en contacto con sacerdo- tes valientes y fieles, le inspira el respeto y veneración por los ungidos del Señor, le ejercita en la disciplina y el dominio de sí mismo, le permite un primer contacto con la vida de los santos y los monjes. La participación en las misiones provoca en él la decisión de entregarse a una vida totalmente consagrada a Dios y al prójimo y la pertenencia activa a las cofradías, alimenta cada día su vida espiritual. Gabriel, hijo de la Revolución, es también hijo de la Restauración, pero de esta Restauración que conserva el carácter particular de un pueblo pequeño alrededor de su campanario, de su párroco, de su alcalde y de su escuela primaria. En efecto, la nota dominante de todas las dimensiones de su personalidad sigue siendo el cua- dro parroquial. Su formación y espiritualidad, si podemos hablar de espiritualidad, nacen y se desarrollan en este medio. Su inserción en la red parroquial, sigue sien- do el elemento unificador de su personalidad religiosa. Se trata de una inserción en doble sentido: como destinatario y como protago- nista, “Objeto” de la estrategia pastoral de la restauración, Gabriel es pronto actor, a medida que su edad y sus educadores le permiten actuar. Después de un corto tiempo de duda sobre la vida clerical, será el papel de “clerc” 164 (ayudante del culto (164) Nota a la traducción al español: Es difícil traducir la palabra “clerc” al español. Describe un personaje característico de los pueblos que desempeña a la vez varias funciones (sacristán, maestro, organizador de las ceremonias y del canto) de carácter eclesial y social. 100

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX en la parroquia), que atraerá su atención y permitirá el desarrollo de su personali- dad, respondiendo plenamente, desde la parroquia, a las necesidades de un medio. La evolución que tuvo en la búsqueda de un lugar activo en la parroquia, es, en este sentido, muy instructivo. 101

HNO. ENZO BIEMMI 102

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX Capítulo III EL HERMANO DE BELLEYDOUX E l contexto de la Revolución y los largos años de la reconstrucción que la si- guen, constituyen el telón de fondo sobre el que el joven Gabriel evoluciona, precisando progresivamente su papel en el pueblo de Belleydoux, alrededor de los años 1820. Las fuentes disponibles nos permiten describir la evolución que su conciencia tuvo desde sus juegos de niño, que reproducían las “misas secas” del período revo- lucionario, hasta los años de responsabilidad en su función de “clerc” del pueblo. El papel de “clerc”, heredado del Antiguo Régimen, es asumido por él como una vocación y como un medio de evangelización de su parroquia, en total acuerdo con la pastoral de la Iglesia de la Restauración. La atracción por la vida religiosa, que cultiva desde su primera juventud, con- tribuye a transformar ese papel tradicional en un embrión de vida religiosa de ca- rácter laical. La gente del pueblo, que le llama “Hermano”, no se equivoca. Así, los años de Belleydoux son para Gabriel un largo noviciado, donde la futu- ra vocación de “Hermano” toma forma y se experimenta, con todos los componen- tes antiguos y nuevos, aún no bien integrados. I. UNA EVOLUCIÓN EN TRES FASES Los testimonios de 15 compañeros de infancia de Gabriel Taborin, recogidos por el Hno. Nicolás Tardy, y por el párroco de Belleydoux desde 1865 a 1866, consti- tuyen un documento de gran interés para conocer la personalidad religiosa de Ga- briel y su evolución en el período de su permanencia en Belleydoux (1799-1824). Estos 15 testimonios de 10 hombres y 5 mujeres entre 65 y 80 años (con una me- dia de 70 años), tienen un margen de credibilidad histórica bastante aceptable. Si hay aquí o allí discordancia alrededor de fechas respecto de ciertos episodios, esto 103

HNO. ENZO BIEMMI es explicable por la edad de los entrevistados. Hay por el contrario un acuerdo que llama la atención sobre los acontecimientos y los rasgos característicos de la perso- nalidad del joven Gabriel. Estos documentos se corrigen y complementan entre sí en algunos detalles. Un punto comúnmente documentado, es un corte alrededor de los 12 y 13 años, bien señalado por el hecho de que el joven Gabriel traslada sus actividades del pue- blo a la aldea de Bellevoîte, donde su padre tiene una casa. Una segunda interrupción se señala hacia los 17 años, cuando empieza su acti- vidad a tiempo completo en el pueblo. Se pueden distinguir con cierta precisión, tres fases en su maduración religiosa y humana: la de “los juegos”, que va de los 7 u 8 años hasta los 12 ó 13 y se caracteri- za por sus juegos infantiles sacerdotales; la de “interiorización”, de 13 a 17 años, que gira alrededor de la aldea de Bellevoîte y que corresponde a su ausencia del pueblo durante los períodos de escuela; la de la “responsabilidad” de los 17 a los 25 años, centrados en su actividad de maestro, cantor, sacristán y mayordomo de la iglesia. Estas fechas son aproximadas, por cierto, y los cambios no se presentan con trazos bien definidos; hay características comunes, otras evolucionan muy despa- cio. Sin embargo, lo que nos interesa es medir de alguna manera esta evolución y descubrir los rasgos principales que nos permitan, quizá, encontrar los elementos para aclarar el asunto del que se ocupa esta investigación; es decir descubrir las ra- zones de su futura elección de ser “Hermano”. 104

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX II. EL PERÍODO DEL JUEGO (1799-1812) Un primer período se caracteriza por la actividad al aire libre. Desde la edad de siete u ocho años, el joven Gabriel está encargado de cuidar los rebaños en el cam- po, las ovejas primero, después las vacas 1. Los niños de Belleydoux se organizaban entre sí, ocupándose del ganado por turno. 2.1 Las “celebraciones” en el bosque Gabriel se impone pronto a sus camaradas y llega a ser su líder espiritual. Or- ganiza las horas del día alrededor de actividades como la construcción de pequeñas capillas, misas simuladas, procesiones y rezo del rosario. Los recuerdos de sus amigos son muy detallados en este sentido. Santiago Cha- pelu de 72 años y Claudio Francisco Humbert de 65, nos describen con todo lujo de detalles estas capillas construidas en el bosque. Tenían la forma de media luna, las piedras estaban unidas con cal para darles más solidez y el techo construido con restos de tablas de antiguas casas. “Alrededor de la capilla estaba el cementerio. Se cavaban unas fosas que se relle- naban después de echar algunas piedras y enterrarlas, luego se colocaba encima una pequeña cruz2”. Alrededor de la capilla se desarrollaba el culto. Gabriel simulaba la ceremonia de la misa y distribuía pan bendito. Una atención particular merecía la fabricación de casullas, albas (a menudo de papel pintado) y de todo lo necesario para la misa. Hacía también rosarios e invitaba a otros pastores a rezarlo con él varias veces al día 3. Pero la actividad religiosa más espectacular era la de las procesiones. Jacqueli- ne Viondury, octogenaria, recuerda que “un pedazo de paño atado a un bastón hacía (1) Este detalle proporcionado por José Poncet, se explica: a los niños se les confiaba primero las ovejas y luego las vacas, estando éstas expuestas a mayores peligros a causa de lo accidenta- do del terreno, que requería del joven pastor mayor vigilancia y responsabilidad. (2) Recuerdos de Claudio Francisco Humbert. (3) Recuerdos de José Poncet. 105

HNO. ENZO BIEMMI de estandarte. El que lo llevaba cantaba a veces las letanías y los otros respondían. Ga- briel caminaba en medio como sacerdote celebrante”. Estaba revestido de roquete y se ponía en la cabeza una especie de birrete. A veces oficiaba de obispo, haciéndose transportar sobre un pequeño vehículo en medio de la procesión, “con mitra en la cabeza, como un obispo 4”. El empleado de la casa Taborin, Francisco Perrin, llamado “Pirron”, recuerda todavía a sus 84 años, haberse visto obligado a incorporarse a la procesión, “aunque tenía 18 años más que Gabriel”. 2.2 La habitación convertida en capilla Un segundo lugar alrededor del cual Gabriel pronto moviliza a la juventud de Belleydoux (y no sólo a los más jóvenes), es su habitación. Los recuerdos en torno a la habitación de Gabriel son unánimes, signo de la importancia que este lugar adquiere y de la resonancia que tuvo en el pueblo. El viejo empleado Pirron es el de más crédito para nosotros. “Había hecho en su cuarto una especie de altar, allí reunía a los niños del pueblo, ante ellos simulaba las ceremonias de la misa 5. Esta habitación estaba tan bien adornada, que parecía una capilla. Había un altar, ornamentos, un cáliz y todo lo necesario para sus piadosas funciones 6. Reunía sobre todo a los jóvenes que sa- bía que tenían buenas intenciones y también a personas de más edad. La convo- catoria era hecha en buena y debida forma, por medio de una campanilla que agitaba recorriendo el pueblo 7”. Rosa Chapelu ha conservado un recuerdo curioso. Un niño en peligro de muer- te de la aldea de Gobet, había sido bautizado en casa y en seguida llevado a la habi- tación-capilla de Gabriel, donde murió en seguida. Rosa recuerda la alegría del joven Gabriel, “pensando en la dicha de este pequeño ángel que acababa de subir al cielo (4) Recuerdos de Alejandro Poncet, Claudio Francisco Humbert, Jacqueline Viondury, etc.... (5) Recuerdos de Francisco Perrin. (6) Recuerdos de Francisco Chaveyriat. (7) Recuerdos de Francisco Perrin. (8) Recuerdos de Rosa Chapelu. 106

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX y que había muerto en su cuarto 8”. Este detalle confirma que esta habitación era para la aldea de Gobet, separada de la iglesia del pueblo por un profundo torrente, una especie de capilla secundaria. 2.3 Ayudante del párroco Además de estas iniciativas particulares de Gabriel, estaban las que el párroco le confiaba. El párroco, P. Mercier, había empezado a dar un poco de clase, al no ha- ber maestro, y Gabriel fue uno de sus alumnos a partir de los doce años. Francisco Chaveyriat nos asegura “que tenía la cabeza un poco dura para aprender, pero que tra- bajaba para no tener la vergüenza de ser el último. Tenía amor propio y trataba de ser el primero. Se notaba en él la tendencia a mandar a los otros. Era delicado; sabía ganarse la confianza del párroco y de todos; era un poco adulador 9”. El párroco lo quería. “Tenía la iglesia limpia y bien adornada. Hacía repetir el ca- tecismo a los niños. El párroco se valía de él para esto y Gabriel se prestaba para ello 10”. Estos testimonios se refieren a la edad de los 11-13 años, es decir, entre la prime- ra comunión y la confirmación. Es en este período, sobre todo, que Gabriel ayuda al párroco en el catecismo. ¿Qué podemos pensar de estos juegos “infantiles-sacerdotales”? No deberíamos prestarles mucha atención, teniendo en cuenta que son propios de la época y la edad y que encontramos estas mismas características en otros niños 11. Pero hay as- pectos que atraen nuestra atención. Estos “juegos” no son una manera de diversión, entre otras. Le ocupan la mayor parte del día y Gabriel se manifiesta diferente en esto, con respecto a sus compañeros. Además estas actividades no disminuyen con (9) Recuerdo de Francisco Chaveyriat. El mismo testimonio sobre su “cabeza dura”, es dado por otros dos testigos: José Humbert que agrega: “no se veía” en él disposiciones que permitieran pensar en un hombre distinguido” y Francisco Poncet, en una carta al Hno. Amadeo alrede- dor de 1866, escribe: “había aprendido a leer y escribir con dificultad, siendo, como suele de- cirse, de “cabeza dura” (Cf. Positio, p. 910). (10) Recuerdos de la Sra. Josefa Taborin. (11) “En el despertar vocacional aparecen frecuentemente, refiriéndose a pastores de tempera- mentos muy diversos, notas convergentes: el futuro clérigo se destaca en su entorno por su “amabilidad”, su “delicadeza”, a veces su “debilidad” y una “piedad” que se expresa en jue- gos infantiles “sacerdotales”. El P. Vianney: “siendo pastor, se entretenía haciendo pequeñas estatuas de sacerdotes. Construía pequeñas iglesias y capillas”. El P. Gorini: es un niño soli- tario, piadoso, tímido; siendo monaguillo, construía pequeños altares” (BOUTRY Felipe, Prêtres et paroisses, pp. 195-196). 107

HNO. ENZO BIEMMI la edad. Se transforman, toman un carácter más reservado. En lugar de desapare- cer, se afirman. La totalidad de los testimonios de sus compañeros insisten en esto. No se trata de un aspecto secundario ni pasajero. III. EL PERÍODO DE LA INTERIORIZACIÓN (1813-1816) 3.1 Desplazamiento geográfico y espiritual “Hacia la edad de los 13-14 años, se reunía más a menudo en Bellevoîte. Había es- cogido este lugar preferentemente, porque sus habitantes eran los más piadosos del pueblo y también porque allí había quienes lo ridiculizaban 12”. Este desplazamiento geográfico, relatado por varios entrevistados, indica al mismo tiempo, un cambio de tono en las actividades religiosas de Gabriel. Esta se- gunda fase de su evolución (13-17 años) coincide con el período de su formación es- colar, primero en Plagne y luego en Châtillon de Michaille. Esto implica una ausencia temporaria del pueblo, pero que solamente comprendía la estación fría, o sea desde el mes de noviembre al mes de mayo, con frecuentes interrupciones por vacaciones. ¿Qué es lo que provoca esta evolución a la vez geográfica y psicológica? Los tes- timonios aducen dos razones principales: las críticas, que fácilmente se convertían en burlas y el hecho de que Bellevoîte era la zona más religiosa de la parroquia. No podemos verificar esta segunda afirmación sino por un débil indicio: en Be- llevoîte, aldea situada a un cuarto de hora de distancia del pueblo, vivía una de sus tías, Ana, que durante la Revolución escondió la estatua de Santa Ana, salvándola así de la destrucción revolucionaria 13. 3.2 Las críticas Las críticas están bien documentadas. Su primo Poncet afirma que Gabriel “tu- vo que sufrir mucho por ciertos jóvenes que no pensaban como él 14”. Los testimonios nos (12) Recuerdos de Francisco Chaveyriat. (13) Recuerdos de Claudio Francisco Humbert. (14) Recuerdos de Gabriel Poncet. 108

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX hablan de dos actitudes del pueblo a su respecto: los que le ponían en ridículo y los que, al contrario, aun entre los adultos, quedaban impactados por su ardor y no du- daban en secundar sus procederes. Entre los primeros se distinguen sus hermanos, todos de más edad que él, y los empleados de la casa Taborin. “Le criticaban arduamente y le tildaban de perezo- so  15”. Para calibrar la actitud de sus hermanos y la reacción de Gabriel, escuchamos a José Poncet: “Sus hermanos estaban molestos porque no trabajaba como ellos. Le llamaban pe- rezoso y le ridiculizaban por su inclinación a la oración, a la predicación y por- que parecía atribuirse el poder y el ministerio de los sacerdotes. El joven Gabriel tuvo que sufrir mucho por las humillaciones a que le sometían, pero nunca se de- sanimó. Siempre miraba a su objetivo. “Dejadme hacer, decía a sus hermanos, haré bastante”. Se ocupaba bien y no perdía el tiempo, que lo empleaba preferen- temente en el estudio y en la oración. Los trabajos pesados no le iban 16”. Su madre le reprendía a menudo por lo mismo, pero en actitud muy diferente a la de sus hermanos. “Vamos, Gabriel, no hagas esto,(es decir no digas la misa, no prediques) ya ves que se ríen de ti. Vamos, amigo mío, por el prestigio de la familia, no hagas es- to  17”. Pero la Sra. Josefina Taborin, que como mujer y madre conoce bien los senti- mientos de una madre, nos confiesa que, “aunque su madre sentía pena de ver que su hijo era ridiculizado por el celo que ponía en todo lo referente a las ceremonias y al culto divino, sin embargo, soportaba todo con paciencia, porque veía que su hijo se sentía atraído por el bien. Por otra parte, gozaba de estima de la gente de bien, y de todos los que se sentían atraídos por la piedad 18”. (15) Recuerdos de Santiago Chapelu. (16) Recuerdos de José Poncet. (17) Idem. (18) Recuerdos de Sra. Josefina Taborin. 109

HNO. ENZO BIEMMI El párroco también se “creyó en el deber de aconsejarle que moderara su fogoso ar- dor” y de hacerle alguna otra advertencia 19. 3.3 La evolución ¿Cuál era la reacción de Gabriel a las críticas de los que no le querían y sobre todo de los que le querían?. Un denominador común de todos los testimonios es: “Pisoteaba el respeto huma- no y se burlaba del qué dirán 20”. El concepto de “respeto humano”, tan importante en el siglo XIX 21, halla un buen motivo de aplicación en el pueblo de Belleydoux, en el proceder de Gabriel. No tenía miedo de rezar el rosario en voz alta, atravesando el pueblo de Échallon al volver de Nantua, lo que molestaba a sus compañeros de via- je 22 y “fue profundamente afectado por el rechazo que le hicieron algunos niños que rehusaron ponerse las sotanillas negras de algodón para la fiesta del Santísimo. No po- día comprender cómo al Señor se le pudiera negar algo 23”. Estaba convencido de ello: “sólo veía el bien y pensaba que todo estaba permitido cuando del bien se trataba 24”. Sin embargo toda esta presión social, de la familia y del pueblo, no dejó de pro- ducir sus efectos, provocando un cambio a la vez geográfico y psicológico. El perío- do de los 13-16 años se distingue por una actitud más moderada y equilibrada. Las críticas y burlas de sus hermanos y sobre todo las observaciones de su madre y del párroco, le hicieron más reservado, pero sin cambiar sus sentimientos: “Su celo no se exteriorizaba tanto, hacía menos ostentación, pero no por eso se sentía con menos ar- dor para el bien, para llevar a todos a la virtud. Hubiera querido convertir al mundo 25”. En el período que gira alrededor de Bellevoîte, se nota en efecto un cambio en su estrategia y otro matiz en el contenido de su actividad religiosa. Sólo convoca en efecto, a los que toman en serio la “misa”. Aunque la “misa” siga siendo el centro, parece más bien un medio para expresar una actitud que se define cada día más en él: la predicación, la exhortación, la catequesis. (19) Recuerdos de José Poncet y de Alejandro Poncet. (20) Recuerdos de Santiago Chapelu. (21) Cf. BOUTRY Felipe, Sacerdotes..., o.c., pp. 354-356. (22) Recuerdos de José Humbert. (23) Recuerdos de Claudio Humbert, que tenía cinco años menos que Gabriel. (24) Recuerdos de José Poncet. (25) Recuerdos de Alejandro Poncet. 110

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX 3.4 Sus “celebraciones” La casa de su padre y otras casas alejadas llegan a ser lugares preferidos para el culto. “Iba a casa de familias que sabía piadosas y pedía si le permitían levantar en al- guna habitación un altar y adornarlo, para luego reunir allí algunas personas, las que quisieran, para asistir a sus prácticas de piedad. Como lo conocían y ad- miraban su celo ardoroso por el bien, no lo rechazaban; al contrario, se prestaban a todo con piadosa solicitud. Cuando todo estaba pronto, comunicaba que para tal día (ordinariamente el domingo después de las vísperas), a tal hora, habría reunión en tal lugar. Entonces se iba allí y a menudo el pequeño cuarto improvi- sado como capilla, no era suficientemente grande para todo el auditorio ansioso de escucharle 26”. La convocatoria se hacía de manera curiosa: enviaba una breve nota  27, lo que permitía dirigirse sólo a los bien intencionados. Entre éstos había también gente de cierta edad 28. a) Las “misas” Los documentos y ciertamente el escrúpulo de Nicolás Tardy, preocupado en verificar hasta dónde iba Gabriel en su imitación de las actividades del sacerdote, nos permiten describir hasta en detalle las reuniones y estas “misas”. Seguía la liturgia hasta el evangelio, subía al púlpito y hacía el sermón. Se dete- nía en la consagración, después de la cual bendecía el pan preparado para la oca- sión por su madre, la empleada Juana o por algún habitante de Bellevoîte 29. Estas celebraciones se desarrollaban en el más grande y serio recogimiento. Cerraba la puerta y si alguien se distraía “lo hacía salir. Pero como se le tenía miedo y se le respeta- ba, el silencio y la seriedad se guardaban religiosamente 30”. (26) Recuerdos de Santiago Chapelu. (27) Recuerdos de José Humbert. Era el medio que utilizaban las cofradías para convocar a los cofrades. Cf. p. 72, Nota 157. (28) Recuerdos de Gabriel Poncet, Santiago Chapelu, José Poncet. (29) Recuerdos de María Josefa Humbert, Sra. Josefa Taborin y Gabriel Poncet, su primo, etc. (30) Recuerdos de Jacqueline Viondury. 111

HNO. ENZO BIEMMI Aprovechaba las ausencias del párroco para convocar y hacer sus reuniones en la casa parroquial 31, pero esta iniciativa hay que situarla después de los 17 años, cuando era ya maestro. A partir de 1820 la nueva casa parroquial, con su hermosa sala de reuniones en la planta baja, ofrecía mejores posibilidades 32. b) Los “sermones” Si las “misas” con su organización bien experimentada, eran la actividad prin- cipal de estas piadosas reuniones, el plato fuerte era el sermón que centraba e im- pactaba la imaginación del auditorio. Los recuerdos de los compañeros nos permi- ten, por suerte, abrir una pequeña ventana para ver su forma y contenido. “Hacía un corto sermón en el que manifestaba todo su celo y ardor por hacer el bien. A menudo hizo llorar a sus oyentes 33”. He aquí dos elementos que aparecen a menudo: Era todo ardor y fuego  34 y con- movía al auditorio hasta las lágrimas. En cuanto al contenido, parece, según San- tiago Chapelu, que sus temas predilectos eran los temas de la predicación de la época, las verdades últimas. “A menudo corrían las lágrimas y las personas sensibles no podían contener su emoción, sobre todo cuando se trataba del infierno, del pecado, etc.  35”. c) Las “confesiones” ¡Celebrante, predicador y ... confesor! Este último aspecto, en efecto, el de confesor, es el más desconcertante por los testimonios que tenemos, y también debía serlo para el Hno. Nicolás Tardy, que nos da precisiones, para manifestar la preocupación de Gabriel, para no ir en este tema más allá de lo autorizado a un laico. Cinco testimonios nos hablan de su actividad de confesor. (31) Recuerdos de Santiago Chapelu. (32) La construcción del nuevo presbiterio se acabó en 1820. Para la descripción de la sala co- mún, Cf. p. 40. Nota 32. (33) Recuerdos de Gabriel Poncet. (34) Recuerdos de José Poncet. (35) Recuerdos de Santiago Chapelu. Vemos en esto la influencia, en él, de las misiones. 112

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX “También confesaba, o más bien, enseñaba a confesarse, pues hemos de pensar que no obligaba a acusarse de los pecados. Las mujeres se presentaban y recibían sus consejos con respeto. Ha habido algunas que lloraban al recibir sus amonesta- ciones, que no escatimaba según las personas, que conocía sin duda, sea por otros medios que no eran la confesión, sea por lo que hubiera oído decir de ellas. Hubie- ra querido convertir a todos, tan ardiente era su celo 36”. Los otros entrevistados son del mismo parecer: piensan que no confesaba, sino que enseñaba a confesarse. No se trata pues de una catequesis sobre la confesión, sino de una especie de “dirección espiritual”, en la que no faltan una invitación a convertirse y avisos enérgicos. Dos consideraciones se pueden sacar de esta actividad. Por un lado demuestra que una actitud se afirma en él, la de un joven director de almas, y por otro, que no se trata de un juego, ni de una imitación de mal gusto; es una capacidad reconocida por la gente sencilla del pueblo y aun por los adultos. ¿Se queda en los límites del buen sentido y en una correcta interpretación de lo que la vocación bautismal indi- caría?. ¿Se situarían aquí las “amonestaciones” e invitación a la “moderación” del párroco?. Los documentos nos autorizan a creer en una cierta audacia, respetando los límites que le son fijados. 3.5 El libro bajo el brazo Las actividades de este segundo período centrado en la “misa”, la predicación y la “confesión”, demuestran que la actitud de juego, característica de la fase prece- dente, se termina progresivamente en favor de una actividad más reflexiva y pro- gramada, con una tonalidad “misionera”. Hay una imagen que ha quedado impresa en la memoria de tres testigos y que quizá nos puede dar la clave para comprender la evolución operada: “Sentía una gran atracción por la predicación, por la exhortación, por la catequesis. Se le veía ordina- riamente con un libro, es decir un catecismo, bajo el brazo”. Si la imagen que caracteriza su primer período pudiera ser la que impresionó la memoria del viejo “Pirron”, es decir- “el zueco, donde pone un poco de cenizas y unas (36) Recuerdos de Francisco Chaveyriat. 113

HNO. ENZO BIEMMI brasas, después de lo cual incensaba a sus compañeros religiosamente”, la estampa de Gabriel que se pasea ordinariamente con un catecismo (o un libro de piedad) bajo el brazo, puede convenientemente representar esta segunda fase. El zueco incensa- dor y el libro del catecismo, demuestran el cambio de actitud y de contenido, la continuidad y la ruptura de una evolución. El juego se transforma en actividad re- flexiva y el elemento dominante viene a ser la catequesis, en el sentido general de la palabra. Esta actividad hecha de liturgia, de predicación, de guía de almas, que tiende a convertir el mundo todo a Jesucristo. Es en esta actividad de “educación re- ligiosa” que Gabriel se entrena y para la que se siente dotado y llamado a la vez. La imagen del libro, bajo el brazo, nos introduce al tercer período. IV. EL PERÍODO DE LA RESPONSABILIDAD (1817-1824) De vuelta de Châtillon de Michaille 37, Gabriel empieza un período de intensa actividad en su pueblo, que le ocupará todo el tiempo durante siete años, desde se- tiembre de 1816 a junio de 1824. Al trabajo de mayordomo de la iglesia, sacristán y cantor, que le es confiado oficialmente en la primera semana de enero de 1817, se agrega, a partir de noviembre del mismo año, la función de maestro del pueblo. Pa- ra completar su presupuesto y no depender de su padre, abre un comercio de alfa- rería, que pronto cerrará al constatar que las ventas sólo se hacen los domingos 38. Oigamos de su boca un eco de su experiencia en este período: “Fui elegido, a la edad de 16 años, para cumplir en mi parroquia natal, las fun- ciones de maestro, cantor y sacristán. Eran funciones muy modestas, en verdad, pero me encantaban, de tal manera que las prefería al cetro y a la mitra. Esas mismas funciones debía continuarlas un día y enseñárselas a otros, más como fruto de mi larga experiencia que por mi capacidad intelectual, que ha sido siem- (37) No sabemos con certeza en qué mes Gabriel dejó Châtillon. Según nuestra hipótesis, su en- trada definitiva en Belleydoux, hay que ponerla al fin del año 1816. Cursaba entonces la cla- se quinta. (38) Carta de Bernardo Alombert al Hno. Amadeo, 13 de enero de 1869, ASFB. Positio, p. 899. 114

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX pre de las más mediocres; sin la ayuda divina, reconozco que no habría servido para nada 39”. 4.1 Las fuentes Los documentos que tenemos a disposición nos permiten, por suerte, clarificar estos siete años de actividad en Belleydoux. Los archivos internos de la Sagrada Familia guardan, además del cuaderno del Hno. Tardy, con los recuerdos de los compañeros de infancia (seis entre ellos nos dan detalles interesantes sobre el período estudiado), otras tres fuentes de primera mano, que llegan al Hno. Amadeo entre 1866 y 1869. Francisco Poncet le envía en 1866 un testimonio dictado 40. Compatriota y quizá primo de Gabriel, había dejado con él Belleydoux en junio de 1824 para entrar en los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Reemplazó a Gabriel como ayudante de cámara de Mons. de Chamon, obispo de Saint Claude. Los dos estaban unidos por una delicada amistad. Francisco, en carta enviada desde Lyon, el 13 de setiembre de 1824, le llama “mi mejor amigo 41”. Juan María Humbert, marista, antiguo párroco de Belleydoux de 1823 a 1826, manda algunas notas al Hno. Amadeo, respondiendo a una invitación de éste, el 6 de marzo de 1865. “Usted que le ha contado en el número de sus feligreses, puede darnos a su respecto datos que ningún otro puede proporcionarnos 42”. Pero el documento más importante desde el punto de vista histórico, es cierta- mente la extensa carta de Bernardo Alombert, superior general de los Hermanos de la Cruz de Jesús, que fue pensionista del Hno. Gabriel en Belleydoux, en los años 1821-1822 y 1822-1823. La carta está fechada el 13 de enero de 1869, en respuesta a la del Hno. Amadeo, que le había escrito el 17 de octubre de 1868 en los siguientes tér- minos: “... ha nacido en mí el deseo de recurrir a su amabilidad, muy Rdo. Padre, para solicitar un servicio al que le atribuyo un gran valor, que es el de recabar datos sobre lo que ha visto u oído referente a este digno Hermano y que podría ayudar- (39) Historique, manuscrito 5. (40) ASFB. Positio, pp. 909-914. (41) ASFB. Positio, pp. 85-87. (42) ASFB. Positio, pp. 914-916. 115

HNO. ENZO BIEMMI nos para escribir la historia de su vida [...]. Aunque hubiesen cosas que pudieran ser criticadas, es útil conocer todo, para orientarse convenientemente en la histo- ria de su vida y satisfacer la piadosa curiosidad de sus hijos en religión 43”. A estos documentos de primera fuente, hay que agregar el primer biógrafo, Hno. Federico, que tuvo información de varias personas que conocieron al Hno. Gabriel en Belleydoux. Los archivos departamentales (del Ain y del Ródano), los archivos diocesanos (de Lyon y de Bourg en Bresse), los archivos municipales y parroquiales de Belley- doux y de Echallon, completan las informaciones. Hay que mencionar dos docu- mentos hasta ahora desconocidos, hallados entre los papeles del desván de la alcaldía de Belleydoux y el resultado de las encuestas de Mons. Devie sobre la pa- rroquia de Belleydoux en 1823-1825. 4.2 “Clerc” de la parroquia Ocuparse de la iglesia es una tradición en la familia Taborin. Ya el abuelo de Gabriel, José Taborin, era mayordomo de la iglesia, y, pasada la tormenta de la Re- volución, se ocupa de proveer a la iglesia del mínimo necesario para las ceremo- nias. Claudio José Taborin, padre de Gabriel, toma su relevo, es miembro del consejo de fábrica en 1810 y, durante 10 años, su presidente (1812-1822). Su hijo Ga- briel desde muy temprano manifiesta aptitudes para la misma función y el párroco Santiago Charvet, se ocupa desde el verano de 1815, de formarlo para “clerc” (sobre el significado de  “clerc” ver nota 164 del capítulo anterior). Al principio de la restauración, el “clerc” de la parroquia es el Sr. José María Ta- borin, que muere el 15 de setiembre de 1816. Gabriel lo reemplaza provisoriamente desde el primero de setiembre. Una semana después de su muerte, 22 de setiembre de 1816, el consejo municipal establece un contrato con Claudio Humbert Nicod, maestro de Viry. Durante el año 1816-1817, será secretario de la alcaldía, “clerc” y maestro. Pero como se vio, el Sr. Nicod no llegó jamás a Belleydoux44. (43) ASFB. Positio, pp. 898-902. Esta carta del Hno. Amadeo demuestra su preocupación por la fidelidad histórica,en la búsqueda de información sobre el Fundador. (44) Cf. supra p. 45. 116

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX El párroco, que está sin “clerc”, no lo duda; el seis de enero de 1817 propone al consejo de fábrica a Gabriel Taborin, que sólo tiene 17 años y un mes. El consejo, considerando que ya ejerce estas funciones “con regularidad y decoro, desde el prime- ro de setiembre” y que es “una persona habilidosa, de vida y costumbres recomendables”, lo nombra nuevo “clerc” de la parroquia 45, a pesar de su juventud. a) Cantor y sacristán Gabriel ejerce las funciones inherentes al cargo de “clerc” 46, en las mismas con- diciones que su antecesor. Este cargo implica una serie de funciones bastante exigentes y ya codificadas por la costumbre, desde el Antiguo Régimen. Gabriel ayuda al sacerdote en las dife- rentes funciones, le acompaña en la visita a los enfermos día y noche y en otras vi- sitas que tenga que hacer en el pueblo, ayuda en las misas, bautismos, casamientos, bendiciones y demás ceremonias, toca las campanas para todas las misas y sepe- lios, abre y cierra la iglesia, enciende y apaga la lámpara del Santísimo, barre la iglesia y se encarga de adornarla para las funciones más solemnes, es mayordomo de la iglesia y, por lo tanto, se ocupa de los arreglos corrientes, y sugiere al consejo de fábrica los más importantes; es también, muy probablemente, enterrador47. Por todas estas funciones no recibe ningún salario en dinero, pero dada la cos- tumbre del Antiguo Régimen, sí un sueldo en artículos alimenticios. Cada familia le debe dar una media medida de cebada que él mismo retirará de las familias al fin del año, el primero de noviembre de cada año. Se comprende que no se pueda vivir con tal salario. Además muchas dificultades se presentan. En su recorrido de fin de año, el primero de noviembre de 1817, 1818 y 1819, Gabriel no tiene una vida fácil. Surgen discusiones sobre el total del sueldo. Algunos consideran que es demasiado (45) Registre de fabrique de la paroisse de Belleydoux, A.P. de Belleydoux. El hecho de que Gabriel Taborin sea nombrado para las funciones de cantor, sacristán, campanero, al principio del mes de enero de 1817 y que ya ejerza desde el 1º de setiembre de 1816, comporta que esté cons- tantemente presente en Belleydoux y por consiguiente que no esté ya en Châtillon de Mi- chaille. La función de “clerc”, en efecto, implica obligaciones diarias. (46) Todos los informes sobre sus actividades de “clerc” en Belleydoux, son extraídos de un docu- mento encontrado entre los papeles del desván (“Pièces au grenier”) de la alcaldía de Belley- doux. Se trata de un extracto del registro de deliberaciones del 23 de junio de 1820. El consejo establece con Gabriel Taborin un nuevo contrato, a raíz de las dificultades nacidas en el ejercicio de su trabajo. Para el texto del contrato, ver Anexo 9. (47) Ibid. El registro de catolicidad de Belleydoux tiene varias firmas de Gabriel en los entierros, casamientos y bautismos. Cf. Cuadro 2. 117

HNO. ENZO BIEMMI y además los años son difíciles, de escasez 48. “Hay quienes no valoran lo justo del aporte” y no dan nada. En resumidas cuentas Gabriel está sometido “a la arbitrarie- dad para hacer la colecta” y obligado a “exponerse a veces a la calumnia y crítica de per- sonas mal educadas”. Se queja al alcalde Sr. Mermet, el cual decide intervenir. El problema es sometido al consejo municipal el 23 de junio de 1820 y se establece un nuevo contrato. El aporte alimenticio es suprimido y reemplazado por una canti- dad de dinero de 75 céntimos, que cada familia entregará a Gabriel o al maestro del pueblo, cada año, a partir del primero de noviembre de 1820. No se trata de una me- jora sustancial, pero la deliberación tiene la ventaja de cortar todas las discusiones y evitar a Gabriel otras humillaciones. b) El decoro de la iglesia y las ceremonias La atención principal de Gabriel en su función de “clerc”, es para la iglesia de Belleydoux. Entremos por un instante en su segunda casa. Ante todo digamos que es muy pequeña, demasiado pequeña para el fervor de los habitantes de Belley- doux. Mide 50 pies de largo y 18 de ancho 49, para una población de alrededor de 850 habitantes, todos asiduos participantes en las funciones. El altar mayor está muy deteriorado, como el de la capilla del Rosario. La otra capilla, la de San Francisco, está aún más deteriorada. No hablemos de la sacristía: las tablas están totalmente estropeadas por la humedad, que todo lo echa a perder, hasta los ornamentos. Por eso se ha hecho un armario en la casa parroquial, en un lugar más seco, de manera que Gabriel está obligado a pasar continuamente de la casa parroquial a la iglesia y de la iglesia a la casa parroquial. En cuanto a los objetos sagrados, no son excesivos ni en cantidad, ni en calidad. El tabernáculo no está forrado de seda, sino simple- mente barnizado en rojo. La cruz del tabernáculo no debe estar todavía colocada y no hay sino viejos candelabros de madera. Desde 1817 Gabriel se compromete a es- timular al consejo de la fábrica a hacer mejoras, decididas en la sesión del 12 de di- ciembre. En efecto, de 1818 a 1824, se realizaron muchas mejoras. Un hermoso altar mayor reemplaza al decadente, se coloca una bella cruz; se compra un juego com- pleto de candelabros nuevos de cobre; el piso de la sacristía se rehace; la capilla del (48) Cf. supra, p. 49. (49) Estas dimensiones están dadas por el Sr. Humbert en 1823, en el registro de informaciones sobre la encuesta parroquial de Mons. Devie, A.E.B., que corresponden a 17,82 metros de lon- gitud y 5,832 de ancho. Pero el alcalde del pueblo, en el proceso verbal del 14 de agosto de 1804, había medido 68 pies de largo y 42 de ancho; (22,032 m. x 13,608 m.). 118

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX Rosario se hace nueva y su altar es reemplazado. Gabriel se compromete con cada mejora, hasta la gran decisión de 1823 de construir una nueva iglesia, decisión a la cual no debe ser, sin duda, extraño. Los días de fiesta y solemnidad, la pequeña iglesia de Belleydoux, vieja y húme- da, se transforma y las ceremonias son muy cuidadas y realizadas con gusto. Aquí los testimonios abundan. “Era 'clerc' en la iglesia y cantaba las misas de difuntos. Tenía la iglesia muy limpia y adornada y se sentía feliz, sirviendo al párroco en todo lo que se refería al culto divino 50”. Bernardo Alombert nos confía un eco de su gusto por las ceremonias. “El se ocupaba del decoro del culto. Siempre se encontraba algo nuevo y original. Así, una vez, para el altar del jueves santo, fuimos enviados a recorrer la parro- quia para recoger los pañuelos de colores que pudiéramos encontrar. Estos pañue- los, colocados según los colores y unidos con alfileres en forma de alas, cubrían las paredes de la iglesia y representaban los nueve coros de ángeles. En esta ocasión se colocaron relojes detrás, y a los niños les decía: 'Escuchad cómo rezan los ánge- les'”. María Josefa Humbert aclara que eran pañuelos de señora “y su variedad produ- cía un efecto agradable 51”. El párroco Montet, por su parte, le dejaba libertad. “El buen Párroco se prestaba para todo y dejaba a Gabriel como árbitro absoluto, a tal punto que hasta en [los oficios] éste avanzaba o retrocedía a su voluntad 52”. Maravilloso flash, más elocuente que todo otro comentario. El párroco Juan María Humbert que tuvo a su servicio a Gabriel, durante unos diez meses (setiem- bre 1823 a junio 1824), constata los beneficios de su presencia. (50) Recuerdo de Cheveyriat Francisco. (51) Recuerdos de María Josefa Humbert. (52) Bernardo Alombert, carta citada; Positio, p. 900. 119

HNO. ENZO BIEMMI “El párroco Humbert declara que era considerado como un joven entregado al bien, dando clase con la mayor exactitud y el cuidado más asiduo por los niños. Desplegaba el celo más activo para adornar la iglesia y en todo lo relacionado con el culto externo. Tenía los miramientos más delicados para los pastores de la parroquia y el más grande celo por llevar a los fieles al cumplimiento de sus debe- res. Se puede atribuir a su celo y a sus consejos y a su ejemplo, el que un cierto nú- mero de jóvenes de la parroquia llevaran una vida edificante 53”. c) El catequista A la actividad de “clerc”, Gabriel añade la de catequista. En esto las cosas no han cambiado respecto al tiempo del Rey. Cierto que el catecismo de Napoleón fue abolido y a partir de 1814 se vuelve al catecismo de Lyon 54, pero lo demás queda igual. El catecismo se da el domingo y los días de fiesta, salvo en el período de las co- sechas y del calor. Desde Todos los Santos a Ramos y un mes antes de la Comunión, las reuniones aumentaban: tres veces por semana. El método siempre es el mismo, preguntas y respuestas. El objetivo: aprender la letra y el espíritu. Los años pasados en Châtillon hacen esta tarea particularmente fácil a Gabriel. Su conocimiento de la Historia Sagrada y de la vida de los santos, le permite llevar estas nociones ári- das al alcance de los niños. En resumen, se puede dedicar a esta función con gusto y competencia. Exhorta a los niños a rezar el rosario y lo reza a menudo con ellos “con fervor evangélico”. También se ocupa de los acólitos, que forma con esmero 55. d) Ruptura y continuidad ¿Qué han sido de las actividades de su infancia y la adolescencia, de sus “mi- sas”, sermones y confesiones?. Bernardo Alombert nos revela un detalle muy emotivo. (53) Notas del P. Juan María Humbert ASFB; Positio, p.916. (54) Catéchisme imprimé par l'ordre de S.E. Monseigneur le Cardinal Fesch, Archevêque de Lyon, primat des Gaules, pour être seul enseigné dans son diocèse, Rusand, Lyon 1814. Il s'agit du catéchisme de 1767 de Monseigneur de Malvin de Montazet, modifié surtout dans la pre- mière partie. Cf. aussi Mandement de S.E. Monseigneur le Cardinal Fesch, Archevêque de Lyon, primat des Gaules, etc., pour la publication du Catéchisme, donné à Lyon le 6 octobre 1814, signé par les vicaires généraux Courbon, Renaud, Bochard, Rusand, Lyon 1814. (55) Recuerdo de Chapelu Rosa, cuaderno Tardy, p. 37. 120

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX “El Hno. Gabriel estaba provisto de un cáliz, un copón y de todo lo necesario para la celebración de la misa. Creo que estos vasos sagrados eran de estaño o de cobre dorado. No lo vi utilizarlos, pero me los mostró varias veces y me enseñó el lugar donde, antes de su primera comunión, reunía a los pastores y a todos los que que- rían venir... 56”. Este relato nos dice algo de la emoción de Gabriel, que muestra a su alumno confidente en 1822-1823, los objetos y los lugares que marcaron su infancia y ado- lescencia y que guarda como precioso recuerdo. Es el tesoro que de tiempo en tiem- po se complace en mirar, porque encierra algo de sí mismo. En 1817 es nombrado “clerc” de la parroquia, Gabriel deja de celebrar sus “mi- sas”. Dedica su gusto por las ceremonias y el adorno de la iglesia, no ya a un juego de niños, sino a la tarea, apreciada en el pueblo de la Restauración (más aún que la de maestro), de cantor, sacristán y mayordomo de la iglesia. 4.3 El maestro Francisco Poncet, primer maestro de Belleydoux, sólo dio clase algunos meses, dimite y cede su lugar a Gabriel al principio del curso 1817. Gabriel toma el relevo, sin autorización, ni diploma, pero con la anuencia del alcalde y el párroco, últimos responsables de la enseñanza primaria. A partir de este momento es a la vez cantor, sacristán, maestro y catequista. Pero su situación de “clandestino” dura apenas un año. Los comités cantonales y el prefecto insisten en regularizar el cargo de maestro y eliminar a los clandesti- nos. Según lo dispuesto por la ordenanza de 1816, debe poseer un certificado de ca- pacidad, otro de buena conducta del Sr. Párroco y del Alcalde y la autorización del Rector de la Academia. El párroco hace rendir sus exámenes a Gabriel y obtiene un certificado de tercer grado 57. La autorización del Rector le es concedida el 19 de no- (56) Bernardo Alombert, carta citada; Positio, p. 900. (57) Carta de Francisco Poncet al Hno. Amadeo, sin fecha (1866), ASFB. Cf. Positio, pp. 910. Cf. también los recuerdos de Chaveyriat Francisco, cuaderno Tardy, p. 29-30. La Ordenanza de 1816, art. 11, prevee tres certificados. Para obtener el certificado de tercer grado, basta “saber leer bien, escribir, contar y estar en condiciones de demostrar estas tres cosas”. El examen a rendir consiste simplemente en preguntas sobre Historia Sagrada y el catecismo de la dióce- sis y en la lectura de impresos, (francés y latín) y manuscritos en francés. El certificado de segundo grado, sólo se concede “a los que dominan bien la ortografía, la caligrafía y el 121

HNO. ENZO BIEMMI viembre de 1819. Puede enseñar la lectura, la escritura y el cálculo, es decir los pri- meros elementos de la enseñanza 58. El municipio no le paga nada, tiene que contentarse con la retribución men- sual de los alumnos: 65 céntimos para los que aprenden a leer, un franco para los que aprenden a escribir y un franco con veinticinco para los que aprenden cálculo. Es menos de lo que recibía Egraz en Plagne, cinco años antes. Agregados a los 75 céntimos anuales por familia, por sus servicios de “clerc”, constituyen un salario de hambre 59. Ninguna extrañeza pues, si sus hermanos le critican y le tratan de pere- zoso 60. Pero Gabriel ama lo que hace y prefiere estas humildes funciones al “cetro y a la mitra”. Las ventas en su pequeño negocio le permiten redondear su salario. El Sr. Taborin con las entradas de su posada, ha de ayudar al joven maestro, hasta el cálculo y están en condiciones de dar una enseñanza simultánea, análoga a la de los Hnos. de las Escuelas Cristianas”, Cf. \"Ordonnance royale concernant l'Instruction Primaire. 29 février 1816\", en GREARD, La législation de l'Instruction primaire en France, depuis 1789 jusqu'à nos jours, tomo I, París 1900, pp. 240-248. \"Instruction sur les examens pour la déli- vrance des brevets de capacité pour l´instruction primaire”, 14 de junio 1816, ibid, pp. 252- 254. (58) État des autorisations d'enseigner, délivrées aux professeurs par l'Académie de Lyon. Art. 13 de l'ordonnance du 29 février 1816, autorización nº 260, A.D.A., 6 T 1,1: “TABOURIN [sic] Gabriel” -Belleydoux fecha de la autorización: 10 noviembre 1819; está autorizado a enseñar: lectura, escritura, cálculo; fecha del visto bueno del prefecto: 8 enero 1820 observaciones: dirigidas el 10 de [enero de 1820] al s.p. [sub- prefecto de Nantua] En el Registro de “datos sobre las parroquias de la diócesis de Belley, 1823”, (encuesta parro- quial de Mons. Devie 1823-1824; A.E.B., ver cuadro no. 3). Se lee: ¿“Hay maestro de escuela en la parroquia?. - Hay dos asociados para atender la clase. ¿Cuál es su conducta?. - No deja nada que desear. ¿Está autorizado?. - Uno es diplomado, el otro con consentimiento del co- mité cantonal. ¿Recibe alumnos del otro sexo?. - Recibe, pero en habitaciones separadas”. Es a partir de este documento que se ha creído hasta ahora que Gabriel no tenía certificado y que era institutor “con consentimiento del comité cantonal”. Pero es falso. De hecho es el se- gundo maestro, Dunod, quien no posee el certificado ni autorización: su nombre no aparece en la lista redactada por la Academia de Lyon. Es pues él, el maestro que ayudaba a Gabriel con el consentimiento del Sr. cura párroco y del Alcalde. (59) Hasta la ley Guizot (1833), los maestros no percibían ningún sueldo fijo. Todavía en los años cuarenta, las 3/4 partes de los maestros recibían, según Boulay de la Meurthe, menos que el cartero rural y algo más que un presidiario. Cf. ZIND Pierre. L'enseignement religieux dans l'instruction primaire publique en France de 1850 à 1873. Centre d´ Histoire du Catholicis- me, Lyon, 1971, p. 30. (60) Recuerdos de Santiago Chapelu, cuaderno Tardy, Cf. Positio, p. 905. 122

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX día en que éste obtiene el permiso de abrir en la casa Taborin, un pequeño interna- do para una docena de alumnos, hacia el año 1820. a) La casa escuela Falto de local, Gabriel da sus clases en una habitación de la casa paterna, lo que es habitual durante la Restauración. La descripción de la habitación nos es dada por Bernardo Alombert, su pupilo. “La casa estaba construida en una pendiente, se entraba directamente al alma- cén y para entrar a la clase, había que bordear la casa por una pendiente bastan- te pronunciada. Esta clase era un salón largo, alumbrado por el levante, con piso de madera y el techo artesanado. Era de tan baja altura que el buen Hermano Gabriel con una vara larga, sacada de los haces de leña amontonados fuera, daba grandes golpes tanto en el techo como en el piso 61”. Se trata de una habitación pequeña, para los niños y niñas de Belleydoux. De acuerdo a la ordenanza real del 29 de febrero 1816, la escuela mixta estaba prohibi- da  62, lo que será durante mucho tiempo letra muerta, sobre todo en los pueblos, donde no podían pagarse una maestra y tener local separado. La solución más co- rriente era, pues, la escuela mixta, con las precauciones exigidas por los obispos y las convicciones morales de la época, separados unos de otros en la misma habita- ción. Por eso leemos en la encuesta de Mons. Devie a propósito de la escuela de Belle- ydoux, que los dos maestros reciban niños de ambos sexos “pero en habitaciones separadas  63”. b) La disciplina Entremos en la clase de Gabriel. La primera información que unánimemente nos dan los documentos, se refiere a la disciplina excesivamente severa que reina “Hacía caminar a los niños ordenadamente, y usaba gran severidad”, nos dice Luisa Ta- (61) Positio, pp. 899-900. (62) Ordonnance royale concernant l'instruction primaire, 29 febrero 1816, art. 32: “Los chicos y las chicas no podrán nunca estar juntos para recibir la enseñanza”; en GREARD Octavio. La législation de l'instruction primaire en France depuis 1789 à nos jours, París 1896, vol. I. p. 244. (63) Registro de “Renseignements sur les paroisses...”, Oc; Positio, p. 46, nota 50. 123

HNO. ENZO BIEMMI borin. “Daba golpes de palmeta en los dedos con fuerza 64”. Bernardo Alombert, su alumno, recuerda que: “Los castigos eran tan variados y tan imprevistos, que todos temblaban. Uno era más frecuente: consistía en apretar la nariz y las orejas con pinzas de madera, previamente cortadas de la vara y rajadas por la mitad. A menudo la nariz y las orejas estaban con ese adorno y el culpable expuesto a la mirada de los transeún- tes. Ponía también al culpable con los brazos en cruz y un libro en cada mano 65”. La vara de nogal, la palmeta, el látigo, las orejas apretadas con pinzas, los bra- zos en cruz y seguramente otros medios disciplinarios, desde el Antiguo Régimen, eran parte del bagaje disciplinario indispensable del buen maestro. Es fruto de la total falta de método pedagógico 66. El método individual, que no desaparecerá totalmente hasta alrededor del año 40, era el más extendido en los pueblos. Consistía en enseñar individualmente, ha- ciendo leer por turno, mientras los demás se ocupaban o jugueteaban como po- dían. Sólo se podía corregir el desorden con una rígida disciplina. El método simultáneo de San Juan Bautista de la Salle, ciertamente más eficaz, no podía aplicarse en los pueblos, a falta de libros iguales para todos los alumnos, libros que los padres no podían o no querían comprar, considerando la instrucción como una ocupación de los niños durante la estación de los fríos. Gabriel fue educado posiblemente en Plagne, por su primer maestro, con el método individual y en Châtillon de Michaille, escuela presbiteral, con el método más parecido al de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. No conoció el método mutuo, introducido en Francia en 1816, pero combatido por la Iglesia, hasta su des- aparición alrededor de 1850 67. (64) Recuerdos de José Chapelu. (65) Recuerdos de Alejandro Poncet. (66) Cf. PROST Antonio, o.c., p. 115-116. (67) El método mutuo se sistematizó en Inglaterra por Bell y Lancaster y fue adoptado en Fran- cia por el Minisiterio de Instrucción Pública de los Cien Días, Lázaro Carnot. Fue defendido por la Sociedad de la Enseñanza Elemental y conoció gran éxito hasta 1820. Este método de enseñanza se caracteriza por darse en grupo de seis, ocho, a veces doce alumnos del mismo nivel; la enseñanza es confiada por el maestro a un alumno mayor (el monitor) de ahí el nombre del método, y sometida a una disciplina mecánica y fácil, regulada por un codigo 124

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX Visto el grado de su certificado y la situación de Belleydoux, que no podía per- mitirse el lujo de tener un local adecuado para dar clase, se puede afirmar que Ga- briel utilizaba el método individual. Su severidad es consecuencia de su carácter 68, pero en gran parte de su falta de preparación pedagógica. El Párroco y el Alcalde, responsables de la instrucción primaria durante la Res- tauración, intervienen enérgicamente para moderar la severidad excesiva del joven maestro. Sus enérgicas reprimendas tuvieron un efecto eficaz, pues “con los años fue más suave, más gentil, más amable y menos severo 69”. Los que lo conocieron concuerdan en este punto: “A pesar de esto, [su severidad], lo querían. No era tacaño para dar estampas o rosarios, etc., para recompensar o agradecer favores recibidos o simplemente por el placer de dar70”. c) La enseñanza ¿Cuál era el contenido de la enseñanza dada por Gabriel?. Santiago Chapelu di- ce: “que instruía a los niños con mucho celo, les predicaba como un misionero. Los asus- taba a menudo al hablarles del infierno, por ejemplo, les amenazaba con la condenación eterna si no eran juiciosos 71”. La expresión “como misionero”, llama la atención. Es la misma para calificar sus sermones de años atrás, sermones llenos de fuego (y sobre el mismo tema) que hacía en sus reuniones y sus “misas”. Encontraremos la misma expresión en boca de los habitantes de Jeurre, como hemos visto. José Humbert agrega “se mostraba muy celoso de la enseñanza y, sobre todo, para hacer practicar la virtud 72”. de silbidos y semáforos que únicamente maneja el maestro desde una tarima elevada. (PROST, o.c. p. 116-119). La oposición de Inglaterra al método, del que Juan María La Men- nais fue defensor, se fundamentó en la afirmación de que desnaturalizaba “la idea del po- der, poniendo el mando en manos de los niños”, excluía la religión de la educación, pretendía - “tontería absurda” - hacer la moral independiente de la fe. (ZIND Pierre, Les nouvelles... o.c., pp. 100-102). (68) Una cierta tendencia a mandar se manifestó desde su infancia, como hemos visto. (69) Recuerdos de Francisco Chaveyriat. (70) Idem. (71) Recuerdos de Santiago Chapelu. (72) Recuerdos de José Humbert. 125

HNO. ENZO BIEMMI Estas expresiones bastan para darnos una idea de cómo Gabriel concebía su papel de maestro. Daba esencialmente una educación religiosa y moral a sus alum- nos, una especie de catecismo prolongado durante la semana. En esto, por lo de- más, no hace sino continuar con la herencia del Antiguo Régimen y las orientaciones de la ordenanza de 1816, que regula hasta 1824 los programas de la escuela. Ciertamente se aprende a “leer, escribir y calcular”, pero la escuela es sobre todo un lugar de instrucción moral y religiosa 73. Gabriel, considerado más como misionero que como maestro, en sentido moderno, encuentra en la escuela de la Restauración, un lugar especialmente apto y fecundo para interpretar y dar cuerpo a su pasión por “predicar, instruir y catequizar”. d) Los dos maestros A partir del primero de diciembre de 1822 hasta mayo de 1824, Gabriel se asocia a un nuevo maestro, Juan Silvano Dunod, nacido en Lancrans, (distrito de Gex, Ain) un poco mayor que él 74. Un curioso documento fue firmado por los dos maestros el 8 de setiembre de 1823, ante el notario Delacroix en Saint Claude. Se trata de un acta de sociedad, muy meticulosa, en la que todo está previsto; derechos y deberes de cada uno, divi- sión de bienes, de gastos, liquidación de la sociedad por defunción, etc. Este docu- mento refleja seguramente la preocupación de clarificar la relación, para evitar los litigios, sobre todo, con los propietarios y los habitantes de la posada, es decir, la fa- milia Taborin. Pero ciertos indicios, entre otros la utilización de la palabra “comu- nidad” y la obligación de la vida comunitaria 75, dejan entrever que había entre los (73) “Art. 30.- La Comisión de Instrucción Pública, vigilará con sumo cuidado, para que en todas las escuelas, la enseñanza primaria esté cimentada en la religión, el respeto por las leyes y el amor al soberano”. “Ordonnance royale concernant l'Instruction primaire, 29 de febrero 1816”, en GREARD, o.c., Vol. I, p. 244. (74) En el anverso de la tapa del Livres des comptes de Belmont, se lee una nota de Gabriel: “Du- nod Silvino entra conmigo en Belleydoux el 1º de diciembre de 1822, sale el 1º de mayo de 1824; nos asociamos por acta suscripta en Saint Claude el 8 de setiembre de 1823, ante el no- tario Delacroix”, ASFB; Positio, p. 46. La última firma de Dunod en el registro de catolicis- mo de Belleydoux, es el 11 de mayo de 1824, como testigo de casamiento, Archivos parro- quiales de Belleydoux. (75) “Los asociados están obligados a vivir juntos en cualquier lugar que se propongan perma- necer, y no podrán cambiar de domicilio sin consentimiento mutuo”. Cf. un extracto de esta acta ante notario, en Positio, pp. 55-57. 126


Like this book? You can publish your book online for free in a few minutes!
Create your own flipbook