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Hno. Gabriel Taborin: El desafío de un religioso laico en el siglo XIX

Published by Hermanos de la Sagrada Familia, 2020-07-03 16:34:09

Description: Los Hermanos de la Sagrada Familia de lengua española, deseando contar con material de valor para mejor conocer al Vble. Hno. Gabriel Taborin, su Fundador, realizaron la traducción de esta tesis escrita en francés por el Hno. Enzo Biemmi, de la Provincia Madonna di Loreto (Italia).

La tesis fue presentada en la Universidad de París el 22 de junio de 1995 ante un tribunal formado por profesores de la Sorbona y del “Institut Catholique” de París, para la obtención del doctorado en Historia de las religiones (Antropología) y Teología. Ambas instituciones académicas dieron a la tesis la máxima calificación, lo que ofrece a este estudio una garantía científica de primer orden.

Agradecemos y felicittamo al Hno. Enzo Biemmi por el trabajo realizado.
Este libro, impreso en enero de 2019, es la segunda edición de la traducción al español (la primera data de 1998).

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HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX Después de un progreso que culmina en 1854, en que llega a dirigir 27 escuelas, comienza una caída hasta 1860, que tendrá 17 escuelas en Francia, es decir sola- mente tres más que en 1850. El mismo movimiento de baja se ve en Saboya por los motivos ya presentados. Las leyes de 1848 causan una disminución progresiva de escuelas dirigidas por los Hermanos que pasan de 31 en 1849 a 22 en 1860. La gráfica comparativa y de recapitulación de 12 años que van desde 1848 a la anexión de Saboya en 1860 demuestra un crecimiento global muy débil. 377

HNO. ENZO BIEMMI El aumento de comunidades desde 1854 se debe a la apertura a otras activida- des, tales como orfelinatos, servicio de sacristías, servicio en seminarios. Gabriel empieza a ocupar el único espacio que se le permite. Es, por otra parte, lo que el obispo más unido a Gabriel, Mons. Chalandon, pro- movido al obispado de Aix en Provence, quiere hacerle comprender: “La dificultad insuperable, creo, de obtener la autorización del gobierno, me lleva a indicarle que vaya hacia las escuelas de canto y sacristías, por ella podrá hacer mucho bien, más fácilmente y en un campo donde no hay competencia”.  57 En cuanto a él, ya le había manifestado su pensar ante todas estas trabas: “Ya que Dios no ha querido que lo seamos [autorizado por el Gobierno] permane- ceremos en Francia como los Jesuitas, los dominicos y otros, que como nosotros valoran más la aprobación del Soberano Pontífice que la de otros soberanos”.  58 (57) Mons. Chalandon a Gabriel, 05/01/1860, Correspondance Passive, II, 103. (58) Gabriel a Mons. Chalandon, 09/03/1858, Lettres, XII, p. 47. 378

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX III. LA ILUSIÓN DE LA ANEXIÓN La vuelta de Saboya a Francia, en 1860, fue largamente deseada, preparada en la opinión pública y, por fin, ratificada por el plebiscito del 22 y 23 de abril. Saboya y Niza constituyeron monedas de cambio por la ayuda prestada por Francia al Pia- monte en su lucha contra Austria y en la adquisición de la Romania pontificia y los Ducados de Italia central. Resultado de una compleja evolución diplomática y mili- tar franco-piamontesa, la anexión es seguramente también obra del clero que jugó un papel determinante aunque discreto. Los conflictos religiosos con el Estado Sar- do dejaron resentimientos tenaces y los conservadores católicos miran a Napoleón III como el protector del poder temporal del Papa, el restaurador del orden social, el bienhechor de la Iglesia. En cuanto a los sacerdotes, sus sermones dominicales y sus conversaciones particulares han acostumbrado, desde hace tiempo, a los fieles de Saboya y de la Alta Saboya a considerar a los ministros piamonteses como monstruos, enemigos de la religión  59. El Hno. Gabriel estaba desde hacía tiempo en la misma sintonía. “¡Cuánto desearía, escribía al Hno. Amadeo, que, como resultado de esos aconteci- mientos Saboya fuera devuelta a Francia!. Lo deseo ardientemente, porque así no tendríamos más esta molesta aduana, seríamos reconocidos legalmente y nues- tras autorizaciones podrían servir tanto en Saboya como en Francia”.  60 Desde Tamié, el Hno. Raimundo, director del establecimiento, le ponía al tanto del ambiente que reinó el día de la votación: “Hemos inaugurado la bandera francesa el día del voto universal. Todos hemos ido a votar, bandera al frente, acompañados por los niños que cantaron a lo largo del camino canciones de acuerdo a la circunstancia. El Sr. Cura nos había prepa- rado una buena merienda que no aceptamos porque éramos muchos. Pero ha sido necesario regar la bandera a volver a Tamié. No lo hice, sin embargo, sino en par- te, para guardar algo para la sed cuando seamos definitivamente franceses”.  61 (59) LOVIE Jacques, Les diocèses de Chambéry, Tarentaise, Maurienne, o.c., 199-203; Le diocèse de Genève-Annecy, o.c., 223-224. (60) 27/04/1859, Lettres, XIX, 132. (61) Hno. Raimundo al Hno. Gabriel, 30/04/1860, ASFB, “Frères persévérants”, Raimundo Joly. 379

HNO. ENZO BIEMMI Al día siguiente de la anexión, Gabriel se alegraba del hecho con su sobrino; es- taba convencido de que el reconocimiento legal de que gozaba en Saboya sería fi- nalmente extendido a toda Francia. El 1º de agosto, en la circular anual a los Hermanos se creyó en el derecho de dar libre curso a sus sentimientos patrióticos y manifestar su alegría por la “unión sabia e indisoluble de Saboya y del condado de Ni- za a la gran familia francesa”. “Por lo mismo cuando todos estemos reunidos para el retiro, cantaremos nueva- mente el Te Deum, agregaremos el Domine, salvum fac, para pedir a Dios que conserve a nuestro augusto Soberano, como a nuestra digna Emperatriz, y al Príncipe Imperial, en quien se concentran tantas esperanzas para la nación y pa- ra quien preparáis cada día en vuestras escuelas, súbditos fieles y abnegados”.  62 Pero estas esperanzas fueron poco duraderas. Lejos de serle provechosa la ane- xión de Saboya habría de llevar hasta sus últimas consecuencias, la oposición del gobierno francés. 3.1 “Tengo que hacerme el muerto” A principios de agosto, Gabriel había dirigido al Emperador sus felicitaciones por la cesión de Saboya y Niza a Francia y una petición para conservar la existen- cia legal en Saboya y extenderla a todo el Imperio. Hizo el mismo trámite, dos me- ses más tarde, ante el ministro de Instrucción y en el mes de agosto aprovechando el paso de Napoleón III por Chambery le presentó una segunda súplica apostillada por Mons. Billiet  63. Un reconocimiento era tanto más urgente porque la actitud de la nueva autori- dad escolar en Saboya inmediatamente mostró su hostilidad. El nuevo Inspector de la Academia de Chambery, el Sr. Grenier acababa de ne- gar la autorización de una escuela de Hermanos en el municipio de Cruet: “Su [Congregación], Sr. Superior, es reconocida en Piamonte, pero no lo es en Francia, no podemos aceptar a los Hermanos que usted nos presenta sino después (62) Circular del 1º agosto 1860, Circulares, 331-333. (63) 06/04/1860, 02/06/1860 y 28/08/1860. Lettres, XIV, 65-66, 85-86 y 119. 380

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX que la autorización de que goza en el régimen Sardo, sea confirmada por el Go- bierno francés”.  64 En su respuesta Gabriel explicaba al Inspector que, no teniendo efecto retroac- tivo las leyes, la autorización del gobierno sardo había de ser confirmada por el francés, pero era consciente que el obstáculo principal nacía de su persona, cuya reputación estaba comprometida en el ministerio de Instrucción Pública. Por esto, dos días después de una segunda súplica al Emperador, pedía a Mons. Billiet que se encargara del asunto y tratara de conservar al menos los privilegios en Saboya: “Es necesario que me haga el muerto y que no me dirija yo mismo al Ministro de Instrucción Publica. Es conveniente que sea vuestra Excelencia quien haga este pedido como si la Congregación de la Sagrada Familia estuviera toda en Saboya y bajo su autoridad”.  65 3.2 La “justa reciprocidad” Mons. Billiet, a pesar de las dificultades que acababa de tener con Gabriel a causa de los sacerdotes de la “trapa mitigada” de Tamié, demuestra una vez más su honradez y rectitud con el Superior de los Hermanos de la Sagrada Familia. Toma entre manos el asunto y se dirige al Vicerector de la Academia de Chambery en- viándole una copia de las cartas patentes de Carlos Alberto de 1842. Se pedía explí- citamente la autorización para la Congregación (“Es un derecho adquirido contra el que la anexión no puede atentar”) y le señala que era Superior de la Congregación pa- ra toda Saboya  66 . El Sr. Zevort, nombrado Vice-Rector de la nueva Academia con funciones de Rector  67, dirigió al Ministro la reclamación del arzobispo con las cartas patentes sardas. Consideraba delicado el problema planteado y lo reformulaba en forma de (64) Sr. Grenier a Gabriel. 22/10/1860, ASFB, “Autorités scolaires”. (65) Gabriel al Sr. Billiet, 17/11/1860, Lettres, XIV, 160. (66) Mons. Billiet al Vice-Rector de la Academia de Chambery, 27/11/1860, A. N. F17 12.476. (67) Por el decreto del 13/06/1860, los dos departamentos saboyanos, constituyen la decimosépti- ma academia. Primero administrada por un Vice-Rector, Carlos María Zevort, Inspector de la academia de Aix en Provence, dependiendo directamente del ministerio. El 28 de agosto de 1862 la academia será confiada a un Rector. 381

HNO. ENZO BIEMMI pregunta: el Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia, “¿debe continuar en la administración francesa gozando de todos los privilegios que le han sido concedido o se ha de limitar a mantener en función, como maestros públicos, a los Hermanos de la Sagrada Familia que ya estaban en ejercicio sin permitirles extender su acción, y abrir nuevas escuelas?”. En la espera había invitado al inspector a no molestar a los Hermanos sin título de maestros públicos y emitía al mismo tiempo su parecer so- bre el asunto. Según el punto de vista de la estricta legalidad, consideraba no per- fectamente fundada la reclamación de Mons. Billiet. “En efecto, la legislación francesa arrastra en esto, como en todo el resto, la anula- ción de todo lo que le es contrario. El clero mismo admite este principio en los ca- sos que le son favorables y considera como restablecidas de derecho, en Saboya las congregaciones religiosas proscritas por la administración precedente, pero auto- rizadas en Francia. Tiene que haber reciprocidad”. Sobre la carta del Rector, el ministro se limita a redactar una nota para el Sr. Villet: “Conserve y clasifique de oficio, para volver sobre él cuando se necesite. No quiero responder ahora. El Sr. Villet conoce mis motivos”  68. En el mes de marzo siguiente viendo que la petición había sido olvidada, el ar- zobispo vuelve a la carga ante el Sr. Zevort solicitando la respuesta del ministerio. El Vicerector transmitía todo a París, teniendo cuidado de motivar aún más su oposición a una reclamación que consideraba “mal fundamentada” y un “poco alta- nera”. Muestra la paradoja en que caería reconociendo los derechos de los Herma- nos adquiridos en Saboya precedentemente: esta congregación considerada incapaz de ejercer en los antiguos departamentos donde tiene desde hace tiempo sus principales establecimientos, “podría de alguna manera imponerse al ministro pa- sando el Ródano”. A estas razones jurídicas, agregaba aquellas, más graves, unidas a la persona del Superior y a la inutilidad de su institución: “Si al menos los Hermanos de la Sagrada Familia pudieran rendir algún servi- cio!, pero por el contrario, la congregación recluta mal; admite sujetos desprecia- dos o rechazados por las congregaciones autorizadas; hará competencia en (68) El Sr. Zevort, Vice-Rector de la academia de Chambery al Ministro de Instrucción Pública 02/12/1860, A.N., F17 12.476. 382

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX Saboya a los Hermanos de las Escuelas Cristianas que valen mucho más; en una palabra, sería un estorbo”. El Sr. Zevort no se limita a demostrar los inconvenientes de una eventual auto- rización, sino que propone al Ministro dos soluciones, o bien postergar indefinida- mente la cuestión, o bien zanjar inmediatamente la dificultad aplicando el principio de “justa reciprocidad”: “El gobierno francés, por los mismos motivos que le han llevado a suspender la aplicación de las leyes sardas contrarias a los conventos y congregaciones religio- sas en Saboya, cuando los reglamentos franceses no creían necesario la aplica- ción de las leyes sardas, se cree, por justa reciprocidad, con el derecho de no admitir los reglamentos sardos en lo que tienen de contrario a la ley francesa”.  69 La carta del Sr. Zevort fue transmitida al Ministro con una nota del Gabinete, probablemente de mano del Sr. Villet, en la que recordaba la posición que el go- bierno había adoptado desde la anexión de Saboya con las Congregaciones estable- cidas en los Estados Sardos. Una declaración del Ministro, del mes de agosto, había establecido “que no había derecho adquirido en materia de orden público” y “que es difí- cil tener en un mismo país dos pesos y dos medidas”. La nota recordaba además que la actitud del gobierno respecto a los Redentoristas, Capuchinos, Cistercienses, había sido de considerarlos como las congregaciones que en Francia existen de hecho, concediéndoles hospitalidad, protección de sus miembros y de sus bienes. El Ministro, refiriéndose a las dos soluciones propuestas por el Rector, opta por la segunda enviando una nota al Sr. Villet. “Elegir la segunda propuesta y la más radical. Yo no quiero autorizar y no puedo, un pedazo de la Congregación en Saboya. Solo reconozco la existencia adquirida de los establecimientos que allí existen, pero es imposible darles existencia civil y legal distinta, cuando la orden, teniendo la casa madre en Francia, no está allí autorizada”.  70 (69) Sr. Zevort, Vice-Rector de la Academia de Chambery al Ministro de Instrucción Pública, 05/03/1861, A.N., F17 12.476. Ver texto íntegro de esta carta. Anexo Nº 22. (70) Nota del Gabinete del Ministro de Instrucción Pública y de Cultos dirigida, sin duda al Mi- nistro; fecha, A. N. F17 12.476. 383

HNO. ENZO BIEMMI La respuesta oficial del ministro llegó en el mes de junio al Rector que informa a Mons. Billiet. El Sr. Rouland afirmaba haber examinado el asunto bajo el doble aspecto de la legalidad y de la institución particular de la Asociación de la que se trata. Desde el punto de vista legal, la legislación sarda estaba abolida y con ella las cartas patentes de 1842. Desde el punto de vista de la situación particular de la Con- gregación de los Hermanos de la Sagrada Familia, todos los pedidos de autoriza- ción habían sido hasta ahora rechazados, “por razón de la poca confianza que podía inspirar un Instituto, a cuya cabeza, estaba un hombre sobre el que pesaba una acusa- ción grave de actos inmorales de los que no ha podido justificarse”. El Ministro no vol- vía sobre sus decisiones y no concedía ningún reconocimiento al solicitante. Afirmaba solamente oponerse a que “ejerza en Saboya las funciones de maestro en las mismas condiciones que las ha ejercido hasta hoy en Francia”  71. El arzobispo de Chambery escribía a Gabriel transmitiéndole la carta del rector que ponía fin a la cuestión absteniéndose de todo comentario: “Al menos Ud. estará seguro de que mi carta ha sido enviada al Ministro y que le he expuesto las razones que existen en su favor con tanta fuerza como fue posible”. 3.3 Nada más que maestros laicos La determinación del Ministro respecto de los Hermanos de la Sagrada Familia había dado por ganada la causa al Rector, y a su Inspector que marchaban en total sintonía. La consigna del Sr. Rouland era muy clara: los Hermanos podían conti- nuar ejerciendo la enseñanza en las mismas condiciones que las habían ejercido en Francia, es decir, como maestros laicos. Desde este momento, la autoridad escolar encargada de los dos departamentos de Saboya y Alta Saboya se encargó con celo de aplicar la ley francesa en las escuelas de la Sagrada Familia. A la entrada del año escolar de 1861, el Hno. Gabriel, según costumbre había presentado al Prefecto al Hno. Bonifacio Dupraz, como nuevo maestro del municipio de Ruffieux. Con gran sorpresa vio que el Hermano era rechazado. El pretexto era que éste era incapaz, pues el Sr. Inspector había recibido de él una carta en una de cuyas frases, la expre- (71) El ministro de Instrucción Pública al Vice-Rector de la Academia de Chambery, 08/06/1861, borrador, A. N. F17 12.476. 384

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX sión no era correctamente francesa  72. El Sr. Grenier se encarga de dar a Gabriel la explicación verdadera, recordándole que no tenía ningún derecho de presentar a sus Hermanos: “Usted sabe, Sr. Superior, que el Gobierno rehusa reconocer a su Congregación y usted no puede extrañarse de ver rechazado su derecho de presentación. Todos los maestros de su orden, hasta ahora han sido mantenidos en sus lugares, pero sola- mente a título de maestros laicos”.  73 En efecto, un decreto del 18/08/1860 había aplicado en Saboya las leyes escola- res del 15/03/1850, 09/03/1852 y 14/06/1854. De acuerdo a esta última, la elección de maestros es atribuida al Prefecto, quien, a pesar de todo, no puede actuar sino con el visto bueno del Inspector de la Academia. El consejo municipal proponía los ma- estros para los municipios al Prefecto, el cual de acuerdo con el Inspector, los acep- taba o rechazaba. En su circular a los Prefectos de mayo 1861, el Ministro Rouland había limitado los derechos de los Superiores en el nombramiento o cambios de los miembros de las Asociaciones legalmente reconocidas  74. El Inspector Grenier apli- caba a la letra estas disposiciones no reconociendo al Hno. Gabriel ningún derecho ni de presentación, ni de cambio de Hermanos. La academia de Chambery era más radical y más hostil, con los Hermanos de la Sagrada Familia, que otras Academias francesas. En la mayor parte de las otras Academias, en efecto, las autoridades re- conocían de hecho, el derecho de presentación de Gabriel, como testifica explícita- mente el Inspector de la Academia de Grenoble, que invita al Hno. Gabriel a imprimir un modelo de presentación para los directores de escuelas y sus agrega- dos  75. La misma actitud es seguida por la Academia de Lyon. En el mes de diciembre del mismo año, el Sr. Grenier, lleva al extremo la lógica de las leyes escolares. Envía al Hno. Octaviano, maestro en Arbin, un nombramien- to para la escuela de Ruffieux y cambia al Hno. Bonifacio a la escuela de Arbin. Este cambio de dos Hermanos sin ninguna consulta a su Superior, “hecho inaudito hasta (72) Éphémérides de la Maison-Mère, 21/10/1861, ASBF. (73) El Sr. Grenier a Gabriel, 31/10/1861, ASFB, “Autorités scolaires”. (74) Sobre la organización de la red escolar en Saboya después de la anexión, ver: DE JUSSIEU, o.c., 152-192; GUILLARD, o.c., 38-41. (75) El Inspector de la Academia de Lyon al Hno. Gabriel, 05/12/1861, “Autorités scolaires”. 385

HNO. ENZO BIEMMI ese día”  76, significaba una clara intromisión en los asuntos de la Congregación y de- muestra que los Hermanos no eran considerados, más que como simples laicos. Ga- briel sólo tenía en ese momento dos soluciones: o bien, suprimir las dos escuelas (que inmediatamente serían dirigidas por maestros laicos, que era el deseo del Ins- pector), o bien, someterse. Optó por esto último y se limitó a escribir al Inspector estas palabras: “Acabo de saber los cambios que Ud. ha hecho sin mi conocimiento, entre algunos de mis Hermanos en su departamento”  77. La actitud de la Academia de Chambery con el Hno. Gabriel se inscribe en la política de la laicización de la escuela primaria conducida por el gobierno. Después de la guerra de Italia esta política se agudizó. El Sr. Rouland, ministro de Instruc- ción Pública de 1856 a 1863, había enviado en 1860 a Napoleón III, un memorial en el que atacaba el ultramontanismo y demostraba en toda su amplitud la competen- cia hecha por las escuelas congregacionales a la escuela pública. Entre las medidas encaradas, proponía “mantener tanto como fuera posible, sin romper la libertad de elec- ción de los Consejos Municipales, la enseñanza laica primaria” y “de no reconocer, de ahora en adelante, como establecimiento de utilidad pública ninguna congregación de hombres para la enseñanza primaria”  78. En Saboya y Alta Saboya, la laicidad de la escuela primaria, pasa por la rápida eliminación de las escuelas vicariales y la neutralización de las escuelas congrega- cionales. Las escuelas vicariales eran escuelas dirigidas por el vicario regente, es decir el sacerdote que suple y ayuda al párroco y se encarga de dar la clase. En Sa- boya del Norte estas escuelas son 93 en 1860, lo que constituye una parte importan- te de la red escolar masculina que se reparte como sigue: 61 % escuelas laicas; 30 % escuelas vicariales; 9 % escuelas congregacionales. La autoridad universitaria, en tres años, llega a suprimir las vicariales. En 1862 sólo quedan 21 y al año siguiente sólo tres. En cuanto a las escuelas de Congregaciones, están obstaculizadas después de la anexión por una serie de medidas y, sobre todo, por el poder otorgado a los prefectos para pronunciarse contra los votos de los consejos municipales (circular 12/07/1863). A pesar de eso, la reabsorción de las escuelas congregacionales no se (76) Éphémèridesnde la Maison-Mère, 21 octobre 1861, ASFB. (77) 10/12/1861, Lettres, XV, 1861. (78) Esta memoria es conocida solo por el Sr. PAGÈS León, Memoire remis à l’Empereur par un de ses Ministres des Cultes sur la politique à suivre vis-à-vis de l’Eglise. Sobre la política anticongregacionista bajo los ministerios de Rouland (1856-1863) y Duruy (1863-1869), ver: ZIND, L’enseignement religieux..., o.c., 204-213. 386

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX lleva a cabo por parte de la autoridad universitaria, al encontrarse con obstáculos financieros y materiales. Logra, sin embargo impedir su desarrollo  79. Como se puede ver en la gráfica que sigue, los Hermanos de la Sagrada Familia en el momento de la anexión dirigían 23 escuelas en Saboya y Alta Saboya. En 1864 tenían 19. El Hno. Gabriel a pesar de la oposición abierta de la Universidad, consi- gue frenar la caída de sus escuelas, pero no pudo abrir ninguna. La anexión de Saboya saludada por el Hno. Gabriel como acontecimiento pro- videncial, le había dado por un momento la esperanza de trastocar la situación. Al contrario, fue ocasión para que la marginación efectuada por el gobierno francés, se fijara definitivamente. De esta manera, todo estaba perdido: ni reconocimiento legal, ni exención del servicio militar para los Hermanos, ni protección ni toleran- cia de las autoridades escolares, ni aun el derecho de presentar sus Hermanos al prefecto para la enseñanza en las escuelas. Su autoridad, al interior del Instituto, era atacada al poder ser nombrados y desplazados sus Hermanos por la autoridad civil. Solo quedaba un expediente en París, donde su imagen era la de un Superior religioso corrupto y peligroso para la juventud de Francia. (79) Sobre la competencia entre escuela laica y escuela congregacional en Saboya, ver: JUI- LLARD, o.c., 65-84. 387

HNO. ENZO BIEMMI “En fin, confesaba a Monseñor, todo lo pongo en las manos de Dios, y soportaré con mucho ánimo, según su designio y con paciencia, las pruebas a que quiera so- meterme, como también a la Congregación; pero aunque yo sea simple, no está en mi carácter ceder ante la injusticia y la calumnia”.  80 3.4 Dos concepciones opuestas En todo este asunto aparece como un hombre que tiene la conciencia de sufrir una injusticia inexplicable. No se trata tanto de la calumnia de Lyon, ni de la de Gi- nebra; una calumnia es solo una calumnia. Se trata de algo más hondo, del senti- miento de ser rechazado por aquellos mismos a quienes quiere servir y por los que da su vida. Cuando escribe que considera como persecución todo lo que hacen contra sus escuelas, es el francés y el cristiano en él que se rebela. Efectivamente, todo el problema está ahí: su conciencia de servir a la vez a la Iglesia y a la socie- dad, y de tener el deber y el derecho de hacerlo tropieza con la ideología de un Esta- do cada vez más y más alejado de la concepción de la escuela como lugar de caridad. Mientras que la Iglesia sigue considerando la enseñanza como una de sus misiones principales en el campo de sus obras de caridad, el Estado (francés o sar- do, poco importa) la considera como un derecho de todo ciudadano y por lo tanto como una obligación que se debe cumplir. El enfrentamiento entre una concepción laica de la escuela y la concepción re- ligiosa, de ahora en adelante, está ahí. En esta batalla todos los golpes están permi- tidos y las armas de la acusación contra las costumbres son de las más eficaces cuando son empleadas contra los que tendrían que ser modelos de virtud. Gabriel tuvo la experiencia dramática y soportó una injusticia que llega hasta las mismas razones de su existencia. Queda por ver si el que daba más valor a la aprobación del Papa que a la del go- bierno, ha sido mejor recibido por parte de la Iglesia, es decir, si la obra por la que dio su vida ha sido reconocida y valorada por la comunidad cristiana. (80) Gabriel a Mons. Billiet, 01/07/1861, Lettres, XV, 81. 388

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX Capítulo II EL CONTROL DEL HERMANO POR LA IGLESIA S i los gobiernos sardo y francés declaran a Gabriel y a su institución una lu- cha abierta, en nombre del laicismo y del derecho a monopolizar la ense- ñanza, podríamos a justo título esperar una acogida sin reserva de parte de la Iglesia. No es así. La actitud de la Iglesia, respecto al Hno. Gabriel, está esencialmente dictada por un deseo de control, en nombre de la tradición y del derecho canónico. Pero, ¿cómo se puede controlar y encuadrar en la tradición a una institución que aun no siendo inédita, es portadora de una novedad que afirma no pertenecerle y venir de Dios? El derecho canónico y la conciencia son así los dos protagonistas de una con- frontación que asume por un lado los trazos de la tenacidad, de la sorpresa y del sentimiento de persecución y por el otro las características de la prudencia, de la resistencia, a veces, de la desconfianza y el de sabotaje. Lo institucional y lo carismático tratan trabajosamente de entrar en diálogo. El terreno de su confrontación está dado por las principales expresiones de la sensibilidad religiosa del siglo XIX, que Gabriel comparte más o menos consciente, pero intensamente. Así el carácter laical de su institución, la voluntad de anclarla con la más prestigiosa tradición monástica y el pedido de reconocimiento pleno y sin condición por parte de la autoridad de la Iglesia (diocesana y universal) son los lugares reveladores de la dificultad de inscribir su carisma en el cuadro canónico y tradicional de la Iglesia. 389

HNO. ENZO BIEMMI I. EN EL CORAZÓN DE LA SENSIBILIDAD RELIGIOSA DEL SIGLO XIX A partir de los años 1840, época del primer viaje de Gabriel Taborin a Roma, el panorama de las congregaciones religiosas en Francia, está en vías de precisarse, a tal punto que se puede hablar de una coyuntura congregacional nueva, manifes- tando una verdadera originalidad  1. Esta originalidad presenta tres aspectos com- plementarios: un nuevo modelo de vida religiosa masculina y femenina, de carácter laico; la restauración de las antiguas órdenes monásticas; el debilitamien- to de galicanismo con una orientación cada vez más acentuada hacia Roma, ten- dencia que toma el nombre de “ultramontanismo”. Estas tres notas, que se acentú- an en la segunda parte del siglo XIX y caracterizan la sensibilidad religiosa son asumidas por las congregaciones religiosas con características propias y rasgos co- munes. 1.1 El modelo de vida religiosa no clerical El modelo de vida religiosa dominante en el siglo XIX, es un modelo no sacer- dotal, es decir, de carácter laico, se trata de numerosas familias de Hermanos y de Hermanas. La explicación sociológica primera de su nacimiento y desarrollo ya se ha visto, es la oposición de la ley francesa a toda congregación religiosa y la tole- rancia hacia las “Asociaciones religiosas de utilidad pública”. Por eso la necesidad de espiritualidad de las generaciones salidas de la Revolución francesa, se orienta hacia esa forma laica de vida religiosa. Estas congregaciones se caracterizan por la preeminencia dada a las actividades docentes y caritativas y son el instrumento más eficaz del control de la enseñanza femenina y masculina por el catolicismo. La impresionante multiplicación de diferentes familias religiosas con los mis- mos fines y muchas veces con los mismos Estatutos, nace más de la simultaneidad de iniciativas que de la especificidad de su carisma propio. El deseo de los Obispos de tener en sus diócesis congregaciones masculinas y femeninas consagradas a la educación de niños y niñas, contribuye también a su nacimiento y desarrollo por separado. La disponibilidad de Roma para autorizarlas y concederles un estatuto (1) LANGLOIS Claudio, La vie religieuse vers 1840: un nouveau modèle, en Lacordaire, son pa- ys, ses amis..., o.c., pp. 39-49. 390

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX canónico propio, mediante la exención, garantiza su originalidad y permite un de- sarrollo fuera del cuadro restringido de la diócesis de origen. 1.2 La vuelta al antiguo modelo monástico Después de los años 1850, la situación política permite la reconstitución en Francia de las antiguas órdenes. Pero este movimiento de restauración había empezado antes, y podemos reco- nocer tres etapas. Las primeras tentativas se operan durante el Imperio y la Restau- ración. Estos intentos no consiguieron su objetivo, por la hostilidad política (Luis XVIII, en ese dominio, es continuador de Napoleón, más que de Luis XVI) y de las ineptitudes de los restauradores. Sólo dos testigos notables de la vida religiosa tra- dicional aparecen: los jesuitas y los trapenses. Gracias a Don Agustín de Lestrange y a la fundación de Valsainte en Suiza, la Revolución fue el punto de partida de una última reforma de la familia cisterciense, la de los Trapenses y las Trapenses. En cuanto a los Jesuitas, suprimidos en Francia en 1764, fueron restablecidos en reali- dad a partir de 1814. El segundo período fue el de los años 1830, que marca el principio de esta espe- cie de epopeya mística de las élites religiosas en el fervor renovado alrededor de San Bernardo proclamado doctor de la Iglesia en 1830. Los grandes temas de la re- surrección neo-medieval, se ponen en su lugar y provocan el primer triunfo de la restauración: la obra de Don Guéranger en Solesmes. A su vez, Lacordaire restaura en los años 1840, la Orden de los Hermanos Predicadores (Dominicos). El anuncio de la puesta a la venta del antiguo priorato de Solesmes en 1831 pro- vocó en Don Guéranger  2 el deseo de restablecer la orden de San Benito. El 11 de ju- lio de 1833, con algunos sacerdotes y laicos, todos del movimiento menesiano, comienza nuevamente la vida monástica en Solesmes. Se trata de una asociación regular bajo la protección del Obispo con el fin de dedicarse a la observancia de la Regla de San Benito. Un primer paso para el reconocimiento de Roma en 1835, sólo (2) SOLTNER Luis, “Dom Guéranger et sa lutte pour la liberté monastique”, en Lacordaire, son pays..., o.c., 205-215. Sobre Dom Guéranger, ver: DELATTE, Dom Guéranger, abbé de Soles- mes, París 1909, rééd. Solesmes 1974; A. DES MAZIS, “La vocation monastique de Dom Gué- ranger”, Revue bénédictine, t. 83 (1973), pp. 119-180; SOLTNER Luis, Solesmes et Dom Guéranger, Solesmes 1974. 391

HNO. ENZO BIEMMI obtiene una respuesta dilatoria. Pero en julio de 1837, en un viaje a Roma, Don Gué- ranger obtiene una respuesta positiva: su monasterio es erigido en Abadía y se le nombra Abad con todos los privilegios monásticos de las antiguas congregaciones benedictinas (Cluny, Saint Vanne, San Maur). A principios de julio de 1838, Lacordaire confiesa a Montalembert su intención de hacerse Hermano predicador. El 26 de agosto de 1838 encuentra al Maestro Ge- neral de la orden, el P. Ancani que le anima, en el mes de setiembre, a restablecer la orden dominicana en Francia. Lacordaire redacta su Mémoire pour le rétablissement en France de l'ordre des Frères prêcheurs, para dar a su iniciativa mayor publicidad, a pesar del consejo contrario de sus amigos. El motivo de elección de la orden domi- nica nace de un doble factor: el fin de la institución, que es la predicación y las vas- tas posibilidades que da tanto en el plano de las iniciativas personales, como en el de la vida comunitaria. La toma de hábito de Lacordaire en Roma, el 09 de abril de 1839, señala desde entonces la vuelta de la Orden dominicana a Francia  3. Aunque las restauraciones de los benedictinos y dominicos constituyan las “dos únicas excepciones” de la legislación referente a las congregaciones bajo la monarquía de julio  4, la notoriedad de los dos protagonistas y el aspecto insólito de su trámite contribuyó a atraer el interés del mundo católico por las grandes fami- lias espirituales y fue el elemento propulsor de las realizaciones futuras. Estas comienzan a partir de los años 1840 y se multiplican desde 1848. A partir de la segunda República, en efecto, las congregaciones no autorizadas no tienen que temer trabas del poder, que hace la vista gorda. La serie de restauraciones en este tercer período, es abierto por los Carmelitas Descalzos  5. La restauración de esta Orden se hizo sin contar con antiguos religio- sos y por medio de carmelitas españoles. El autor de la restauración fue Estanislao Arvizu y Munárriz que entró en 1817 en el noviciado carmelita de Lascano con el nombre de Domingo de San José. En Burdeos la priora de las Carmelitas le persua- dió que restaurara los Carmelitas Descalzos en Francia. El primer grupo de Carme- (3) Sobre la restauración de la Orden Dominica en Francia, ver: Lacordaire, son pays, ses amis..., o.c. Sobre Lacordaire, ver: BARON, “Lacordaire (Jean Baptiste Henri)”, en Catholicis- me, vol., col. 1568-1572 (con una bibliografia esencial). (4) LATREILLE Andrés y REMOND René, Histoire du Catholicisme en France, III - La période contemporaine, Spes, París, 1962, p.316. (5) DARRICAU Raimundo “La Restauration des Carmes Déchaussés de France après la Révolu- tion par le P. Dominique de Saint-Joseph (1839)” en Lacordaire, son pays..., o.c., 249-264.. 392

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX litas, todos españoles, nacía en 1839, y en noviembre de 1840 el P. Domingo obtenía la autorización canónica de Roma. El 28 de noviembre de 1840 procede a la institu- ción canónica de la primera comunidad compuesta por ocho religiosos. El restablecimiento oficial de los Capuchinos se hace en 1841  6, después de un decreto del General de la Orden que regulariza noviciado y profesiones, hechos en el transcurso de diferentes intentos en años precedentes. En efecto los Capuchinos habían llegado a Francia entre los primeros, desde 1819. En 1824 había 24, de los cuales tres habían conocido el Antiguo Régimen. Pero los diferentes intentos en Crest (Drôme), Lyon y Marsella fracasaron. Hay que esperar al principio de la segunda mitad del siglo XIX para ver resta- blecidos los Franciscanos  7. El primer convento observante se funda en 1851 en Saint Palais, en los Bajos Pirineos. Los Recoletos se establecen en Avignon en 1852. La Restauración del Oratorio  8 es debida a un grupo de hombres entre los cua- les Gratry, Pétetot, el abad de Valroger y Mons. Dupanloup. La congregación vuelve a empezar en 1852 con el nombre de Oratorio de la Inmaculada Concepción. Esta nueva denominación había permitido la autorización del Papa Pío IX. Se trata de una Congregación consagrada al estudio, al ministerio sacerdotal y, sobre todo, a la dirección de seminarios menores que es la preocupación principal. Esta congrega- ción no tenía, en efecto, ningún vínculo con el antiguo Oratorio. Más laboriosa fue la vuelta de los Premostratenses  9. Después de un intento he- cho por el Obispo de Soissons, Mons. Cardon de Garsignies, que en 1855 había com- prado la abadía de Prémontré, la Congregación de la Primitiva Observancia de los Premostratenses fue restablecida en 1858 por Edmundo Boulbon que, siguiendo el Consejo del cura de Ars, abrió su primera comunidad en Frigolet bajo la jurisdic- ción de Mons. Chalandon arzobispo de Aix en Provence. (6) MAUZAISE Juan, “Le rétablissement des Capucins en France au XIXème siècle”, en Lacor- daire, son pays..., o.c., pp. 237-247. (7) Los Hermanos Menores de Observancia franciscana (es decir todos los que no eran capuchi- nos, ni conventuales) dicho más simplemente “Franciscanos”, estaban divididos en cuatro familias: los Observantes propiamente dichos, los Recoletos, los Alcanterinos y los Reforma- dos. Para el restablecimiento de los Capuchinos en Francia, ver: MORACCHINI Pedro) , \"Le retour des Franciscains en France. Premières tentatives (1816-1839)\", en Lacordaire, son pa- ys..., o.c., pp. 217-235.. (8) CALAMY Miguel. “La restauración del Oratorio”, en Lacordaire, son pays..., o.c., pp. 291-302. (9) ARDURA Bernardo “Las tentativas de Restauración de la orden de los Premostratenses en Francia en el siglo XIX”, en Lacordaire, son pays..., o.c. pp. 264-289. 393

HNO. ENZO BIEMMI Las Congregaciones de vida activa (Hermanos y Hermanas) no fueron tampoco ajenas a esta vuelta a la antigua tradición monástica. Al contrario, buscaron integrarse a ella de alguna manera por diferentes me- dios. Se diría que aún antes de la restauración de las antiguas órdenes, las Congre- gaciones de vida activa hacen entrar por la ventana lo que se había echado por la puerta. Lo hacen, ante todo, incorporando diferentes costumbres de la vida monás- tica, sobre todo el hábito y las reglas (se ha visto de manera bien manifiesta en las reglas redactadas por el Hno. Gabriel Taborin), los libros de espiritualidad y los edi- ficios. Después, a partir de los años 1840, nacen las nuevas congregaciones que se ponen bajo la advocación de Santo Domingo o de San Francisco y después de 1850, las congregaciones con finalidad contemplativa. Esta referencia a la vida religiosa tradicional, viene de un deseo de establecer una continuidad con la tradición y obtener de parte de la Iglesia y de la sociedad la respetable credibilidad que les faltaba. 1.3 La tendencia ultramontana La tercera nota que caracteriza la segunda parte del siglo XIX y, sobre todo, el movimiento congregacionista es el clima de fervor místico que se alimenta con una especie de espiritualidad que se identifica habitualmente como “piedad ultramon- tana”  10. Este movimiento ultramontano constituye el telón de fondo sobre el que se mueven los Fundadores y restauradores de la vida religiosa. La tendencia a mirar a la sede del catolicismo, había comenzado en la época de la Revolución. Los Estados romanos habían acogido numerosos sacerdotes refractarios y el clero concordata- rio, aunque, galicano de formación, tuvo que apoyarse en el Papa, para evitar el cis- ma entre los sacerdotes “fieles” y los constitucionales no reconciliados. Lamennais y sus discípulos habían acentuado esa tendencia. La ruptura de la alianza del trono con el altar fue un golpe dado al galicanismo. En fin, numerosos sacerdotes en con- flicto con sus Obispos, se dirigen a Roma y solicitan su intervención. La romaniza- ción del clero precede a la del episcopado, más lenta, por el modo del nombramien- to de los Obispos. Las congregaciones religiosas, a su vez, se dirigen cada vez más a Roma para liberarse de la vigilancia, a menudo muy estrecha, de los Obispos. A es- (10) HILARIO Yves María y CHOLVY Gerardo, Histoire religieuse de la France contemporaine..., o.c., pp. 152-196. 394

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX tos factores que provienen del cuadro constitucional, se alía un cambio progresivo en la pastoral ordinaria, que manifiesta, cada vez más, el querer acercar lo que prescribe la Iglesia, a lo que vive el pueblo. Es así como la acción pastoral renuncia progresivamente al típico rigorismo de la tradición galicana y deja lugar a formas de piedad más cálidas, que reciben la influencia de la piedad italiana; todo esto con estímulo de Roma. El Hno. Gabriel Taborin participa intensamente de la sensibilidad religiosa del siglo XIX. Las tres características indicadas, o sea la mirada a Roma, la participa- ción en los movimientos monásticos y la laicidad marcan profundamente su acti- tud y sus últimos años. Son además la clave para interpretar la acogida que la Iglesia reserva a su institución. II. LA MIRADA HACIA ROMA (1850-1853) En su primer viaje a Roma, Gabriel había obtenido en 1841, la aprobación de su Instituto, pero no la de las Constituciones. En el mes de mayo de 1847, en el mo- mento que se empezaba a temer un cambio de actitud del gobierno sardo, había en- viado al Rey Carlos Alberto los Estatutos de la Asociación con el pedido de una aprobación. La respuesta del primer Secretario de los Asuntos Eclesiásticos había sido que: “Su Santidad por el Breve del 28 de agosto de 1841, habiéndose reservado hacer a sus primeros Estatutos los cambios que fueren convenientes, el Gobierno de S.M., antes de aprobar el reglamento definitivo de su Congregación, juzga conveniente esperar que haya recibido la sanción de la Santa Sede”  11. Tres meses más tarde, Mons. Devie diri- gía al Papa Pío IX, los Estatutos de la Congregación de los Hermanos de la Sagrada Familia. Gabriel, trabaja al mismo tiempo en tres frentes: el gobierno francés, el go- bierno sardo y la Santa Sede. La respuesta del Papa a Mons. Devie y a Gabriel, del mes de setiembre de 1847, confirma que Pío IX había remitido los Estatutos a la Congregación de Obispos y de Regulares para su examen. Los acontecimientos de 1848 desconcertaron la ciudad de Roma y Pío IX fue obligado a exiliarse en Gaeta. Por mediación de Mons. Raffaele Fornari, Nuncio en París, el 8 de noviembre de (11) Gabriel al Rey Carlos Alberto: Supplique suivie des Statuts, 13/05/1847, ASBF, Grandes Piè- ces; el Primer Secretario del Estado para Asuntos Eclesiásticos, de Gracia y Justicia 31/07/1847, ASBF, “Autorités Scolaires”. 395

HNO. ENZO BIEMMI 1849 Gabriel testimonió al Papa toda su solidaridad personal y la de su congrega- ción religiosa. En la misma carta le recordaba el problema de los Estatutos. La res- puesta del Papa expresaba su gratitud, pero no hacía ninguna alusión a la petición de Gabriel  12. 2.1 El segundo viaje a Roma (1850) Con el retorno del Papa a Roma, 12 de abril de 1850, Gabriel se decidió a hacer un segundo viaje a la capital de la cristiandad, que realizó en el mes de junio si- guiente. Llevaba consigo las cartas testimoniales de Mons. Devie y de Mons. Billiet, y los Estatutos de su Congregación. Estos Estatutos se componían de 45 artículos cuya novedad fundamental, en relación al Guía de 1838, estaba constituida por la introducción de los “Hermanos del retiro”, es decir, una rama monástica al interior de una congregación de vida activa, y por la admisión de algunos Hermanos sacer- dotes, necesarios para las funciones de capellanes en las casas de Noviciado y de Retiro  13. Confiado en la proposición que le habían hecho en su primer viaje, se hizo acompañar por el Hno. Nicolás Tardy  14, con el fin de que fuera ordenado sacerdote. Embarcados en Marsella el 19 de junio, los dos Hermanos llegaron a Civitavec- chia el 22, después de un viaje muy molesto, a causa del mareo. Fueron sometidos a una cuarentena de seis días en condiciones deplorables: “...seis días mortales, seis días de sufrimiento y de angustia en un lugar llamado lazareto en francés y “prigione di sospetto” en italiano, es decir que se nos conside- raba como apestados.... Este lazareto además de ser insalubre y de suciedad re- pugnante, era además nido de ratas, de pulgas y de chinches; las pulgas nos incomodaban tanto que no se podía descansar... y sin embargo hubo que pagar la cárcel donde habíamos sido encerrados”.  15 (12) Gabriel al Papa Pío IX, 08/11/1849; Pío IX a Gabriel, 07/02/1850. (13) Statuts de la Congrégation des Frères de la Sainte-Famille, impresos, Charvin, Belley sin fe- cha (1850), 11 pp., Archives de la CIVCSVA, Roma. (14) El Hno. Nicolás Tardy había salido del seminario de Chambery, donde había empezado sus estudios teológicos. El Hno. Gabriel llegará a hacerle ordenar mucho más tarde en 1863, por el obispo de Aix en Provence, Mons. Chalandon. (15) El Hno. Gabriel contaba la relación de su viaje y de sus primeros días en Roma al Hno. Amadeo, en sus cartas de los días 8 y del 14 de julio de 1850 (Lettres, XVIII, 128-132) y a Mons. Devie el 14 de julio (ASFB, “Documents portant la signature, I”). 396

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX Llegado a Roma el 27 de junio de 1850 de tarde, Gabriel se pone en acción por sus Estatutos y para la obtención de una serie de indulgencias y privilegios. La pri- mera decepción concierne al Hno. Nicolás Tardy: “He sido engañado en mis esperanzas; pues desde hace algunos años en Roma no admiten a las órdenes a ninguno que no haya hecho toda la teología”. 16 Los primeros días del mes de julio la Congregación de Obispos y Regulares, en- carga al P. Giacinto Ferrari, dominico, que examine los Estatutos. Este sugirió al Hno. Gabriel, pequeños cambios que se integraron en el texto original y envió a la Congregación un juicio favorable. La congregación de Obispos y Regulares se reunía el 26 de julio de 1850. El Cardenal ponente era Mons. Brignole y tomaba en examen los Estatutos de Gabriel. La discusión planteó varias dificultades y concluyó en una suspensión de la decisión. Los Estatutos fueron confiados a Mons. Bizzarri, asesor, y a Mons. Vici, consultor, para que hicieran todas las observaciones pertinentes  17. La noticia entristeció a Gabriel, tanto más que había sido atacado por la fiebre y que había decidido salir de Roma el 28 de julio, para aprovechar el barco que par- tía el 29. Los días 27 y 28, a pesar de sus condiciones físicas precarias, dictaba al Hno. Nicolás siete páginas de notas explicativas y las enviaba al secretario de la Congregación, Mons. Lucciardi, quien le había explicado las principales dificulta- des planteadas por los cardenales. Se consideraba profundamente afligido por la decisión tomada, estaba resignado a someterse a la voluntad de Dios, con la espe- ranza de que la aprobación no tardaría. Sus notas explicativas responden  18 pun- (16) Gabriel al Hno. Amadeo, 08/07/1850, Lettres, XVIII, 128. (17) Consulta de la Congregación de Obispos y Regulares, conteniendo el informe del cardenal Brignole ponente, y un compendio con las cartas testimoniales de Devie y de Billiet y el in- forme del consultor Giacinto Ferrari, impreso, dos copias, 8 pp. En una de las copias, el se- cretario ha copiado la decisión de la Congregación reunida el 16/07/1850 de confiar el expediente de asesor Mons. Bizzarri y al Consultor Mons. Vici  : “...che Mgr. Assessore faccia gli opportuni rilievi e comunicati al consultore Mgr. Vici per l’ esame, e missisi di concerto li sottomettino all’Eminentissimo Ponente, il quale ne passi rapporto alla S.C.” (CIVCSVA, Ro- me, B 2, 1, anni 1842-1853). (18) Notes données par le Frère Gabriel Taborin, Supérieur-Général des Frères de la Sainte-Fa- mille pour être présentées à la Secrétairerie de la Sacrée Congrégation des Évêques et Régu- liers, au sujet de quelques difficultés qui ont retardé l'approbation des Statuts des Frères de la Sainte-Famille, dans Pièces relatives aux démarches d’approbation de nos Statuts par le Saint-Siège accompagnées des Statuts présentés, cahier manuscrit du frère Amédée, sans date (1876), 35 pp. + documents, ASFB (Rome). 397

HNO. ENZO BIEMMI tualmente a quince dificultades presentadas por los examinadores, relativos a los Hermanos del retiro, la admisión al Noviciado, la formación inicial de los Hermanos, el peligro que existe colocando los Hermanos solos, las distinciones del hábito del Superior general, la facultad dada a los Hermanos de tocar los paños y los vasos sagrados  19. Los dos prelados encargados de la redacción de las observaciones a los Estatu- tos de los Hermanos de la Sagrada Familia para someterlos a la consulta próxima de la Congregación emplearon toda la segunda parte del año 1850 para redactar su informe, después de tomar conocimiento de las aclaraciones dadas por Gabriel. El Hno. Gabriel, por su parte, no cesaba de escribir a Roma para acelerar los trámites. Fue en la sesión del 21 de febrero de 1851 cuando la Congregación de Obispos y Regulares, siendo nuevamente Mons. Brignole el cardenal ponente, tomó conoci- miento de la relación del asesor y del consultor y tomó su decisión definitiva  20. (19) He aquí las quince preguntas planteadas al Hno. Gabriel: 1- ¿El noviciado es común a las tres clases de Hermanos de los que hablan los Estatutos? 2- Los Hermanos que ejercen funciones en un país ¿pueden tener un obispo protector? 3- ¿Se puede exigir lo indicado en el art. IV de dichos Estatutos para ser admitido al rango de Hermanos de retiro? 4- La Asociación de Hnos. de la Sagrada Familia ¿puede admitir a los jóvenes antes de sa- tisfacer la conscripción para el servicio militar? 5- ¿Cuáles son las casas de Noviciado que tiene la asociación? 6- ¿Durante el noviciado que se hace en el Instituto ¿sólo se ocupan de lo espiritual? 7- ¿No hay peligro en colocar solos a los Hermanos? 8- ¿En cuántas diócesis están extendidos los Hnos. de la Sagrada Familia? 9- ¿Cuántos establecimientos tiene actualmente la asociación y que se entiende por estable- cimiento? 10- Dar una idea de lo que concierne a los ejercicios de piedad de los Hermanos de retiro, de su hábito, de su trabajo y de su alimentación. 11- ¿Hace mucho tiempo que los Estatutos están en vigencia? 12- ¿Hay ya Provincias en el Instituto? 13- ¿Conviene que el Superior en el interior de las casas del Instituto lleve en su hábito las se- ñales distintivas indicadas en el art. IV? 14- ¿Los Hnos. pueden llevar indistintamente el roquete o sobrepelliz en la Iglesia? 15- ¿Los Hnos. pueden tocar los paños y vasos sagrados cuando no están las Santas Especies? (20) Consulta de la Congregación de Obispos y Regulares, conteniendo el informe del cardenal Brignole, ponente y un compendio con la opinión del asesor Bizzarri, su consultor Francesco Vici, las dos súplicas de Gabriel Taborin solicitando indulgencias y favores, las observacio- nes de Brignole relacionadas a estas súplicas, impreso, 24 pp. En la página dos el secretario ha transcrito las decisiones de la Congregación, tomadas en la sesión del 21/02/1851. 398

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX 2.2 “Sus Excelencias Reverendísimas verán con la Superioridad de sus luces...” Los dos examinadores estaban de acuerdo sobre las tres objeciones principales que atañen a la naturaleza misma del estatuto eclesial del “Hermano” como Gabriel lo había concebido  21. El primer punto puesto en duda se refiere a lo que Gabriel llama “Hermanos del retiro”, es decir, los Hermanos que “practican la clausura en una casa de la Asocia- ción destinada a ese fin, llevan allí una vida penitente, distribuyen su tiempo entre la oración, la meditación y el trabajo como los Cartujos y los Trapenses, pero bajo una regla menos austera” (art. 4). Mons. Bizzarri observa que así se tendría “un instituto dentro de otro instituto”: Hermanos consagrados a una vida activa y otros a una vida retirada, cenobítica y casi eremítica. “Instituciones tan complicadas, agrega, y que tienen la pretensión de resumir el espíritu de todas las demás bajo diversas formas son bellas en la teoría, son nove- dosas, pero en la práctica presentan dificultades graves y encierran elementos de destrucción”. Mons. Vici, por su parte subraya, que “este cuerpo heterogéneo”, que serían los Hermanos del retiro, terminaría por ser sometido y absorbido por el otro, pues “cuando dos instituciones diversas están en contacto, demuestra la experiencia general, que la más fuerte choca y debilita a la más débil”, sin contar que tal forma de vida reli- giosa tan híbrida “no contribuiría a la uniformidad y al orden que son la esencia mis- ma de toda congregación religiosa”. El segundo punto subrayado por los dos prelados es el peligro que habría en permitir que los Hermanos estén solos en la parroquia. El Hno. Gabriel explicó que los Hermanos colocados solos serían los menos posibles y, sobre todo, que esta so- lución es la que los dos gobiernos (sardo y francés) más desean, pues esto permite llegar a los pueblos más pobres y reemplazar a los malos maestros. A las exigencias apostólicas, Mons. Vici, el más aferrado a este punto, opone consideraciones mora- (21) Ver el texto íntegro del informe del Asesor Bizzarri, Anexo 23. 399

HNO. ENZO BIEMMI les y, sobre todo, apela al derecho canónico. La dispersión de Hermanos laicos pre- senta una multitud de inconvenientes que es imposible evitar y particularmente el peligro de perder la estabilidad en la vocación, y el fervor de la observancia, de lo que resultaría que el Hermano viviendo solo de tanto en tanto en la comunidad, traería a ella la disipación del mundo. Pero el argumento más fuerte es el relativo “al espíritu y a las reglas de los santos maestros que recomiendan y prescriben en los mi- nisterios exteriores, un compañero religioso, a fin de que sea el sostén y guía y, por así de- cir, el control del otro”. Propone pues, modificar los Estatutos en este punto, orde- nando que “dos Hermanos, al menos, irían siempre juntos, y uno sería de más edad y experiencia, al que sería conveniente darle un cierto derecho de dirección y superioridad sobre el otro”. A este propósito, Mons. Vici señala un tercer elemento, que convierte en la ma- yor objeción y su caballo de batalla: la insuficiencia de la primera formación de los Hermanos. Toma como punto de referencia la Compañía de Jesús, cuyos miembros consagran “los cuidados más perseverantes y la solicitud más atenta a la educación reli- giosa e intelectual de los alumnos”. Luego, esta doble instrucción le parece “grande- mente deficiente y de una oscuridad lamentable” en los Estatutos de Gabriel. Propone, pues, que el año de noviciado esté totalmente consagrado a la formación espiritual de los novicios y que al noviciado sigan dos años consagrados a la formación litera- ria de los sujetos. Tres años de formación no son de ninguna manera excesivos, “so- bre todo, si pensamos que se trata de laicos, salidos no de los seminarios o de los colegios, sino del medio del mundo, con el cual están llamados luego a vivir en contacto, por la na- turaleza misma de su oficio, en el cual algunos han de quedar como abandonados”. La última advertencia se refiere a una serie de funciones y poderes contestados porque se atribuyen a los Hermanos y a un superior que no son, desde el punto de vista canónico, sino laicos. Este argumento, ciertamente el más mencionado en los dos informes toca diferentes elementos de la vida de los Hermanos. Está ante todo la función de catequista, que los Estatutos confían a los Herma- nos junto con la de maestro primario, cantor y sacristán (art. 2). Mons. Bizzarri no se opone a que laicos enseñen la doctrina cristiana, ya que Benito XIV concedió in- dulgencias a la cofradía de la Doctrina Cristiana. Pero lo que plantea problemas es que este ministerio sea reconocido oficialmente por la Iglesia: “Uds., EE.RR,. verán en la superioridad de sus luces, si es conveniente que la Santa Sede confíe explícitamente a laicos el oficio de catequistas”. 400

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX Un segundo punto rechazado se refiere a una serie de distinciones externas previstas en el art. VI de los Estatutos y atribuidos al Superior general. Mons. Bizza- rri se extiende sobre ello largamente y no sin una cierta ironía. Ante todo no com- prende bien “en qué consiste el bordado azul que el Superior General quiere llevar en el borde de la esclavina” y que pudiera despertar una idea de vanidad  22. La segunda se- ñal de distinción que el Superior lleva en las ceremonias de las capillas de la Aso- ciación es el roquete. Ahora bien “esta señal de distinción es únicamente eclesiástica, es un signo de jurisdicción y cada uno sabe con qué precaución la Santa Sede la concede..., ¿con qué fin un Superior laico, quisiera llevar en la Iglesia esta vestimenta eclesiástica?”... Pero más singular para el prelado es el uso de una estola roja  23. “Si no interpreto mal, escribe, esto es una extraña novedad, que no sólo no habrá que aprobar, sino ni siquiera tolerar, a pesar del sentido místico que se le pretende dar”. La conclusión de esta lista de distinciones inaceptables consiste en “el derecho de llevar en el exterior una cruz pectoral  24, al menos que un obispo esté presente”. Esto, en efecto, no dejaría de despertar un justo desagrado en los obispos  25. El último punto, siempre relacionado con el Superior, rehusa dos poderes que Gabriel solicita en una petición: la facultad para los Hermanos de tocar los vasos sagrados y la de exponer el Santísimo en circunstancias particulares. La respuesta va siempre en la misma dirección: (22) Art. VI de los Estatutos habla de una “esclavina negra cuyo ribete es azul”. (23) Esta estola roja, no es en realidad más que una estola negra de fondo rojo. El sentido místico que Gabriel le atribuye es el siguiente: “recordar al Superior que Jesucristo vertió su sangre por la redención de los hombres y que él también deber estar pronto a derramar la suya por la gloria de Dios y por la Asociación de la que es jefe”. (24) Aquí también Mons. Bizzarri parece endurecer el sentido del artículo de los Estatutos, que, en efecto, no habla de la “cruz pectoral”, sino de la cruz de profesión, que cada Hermano lle- va medio oculta bajo la sotana y que el Superior puede llevar al descubierto. (25) El Hno. Gabriel en la nota que envía a Mons. Lucciardi, respondía así a las dificultades le- vantadas sobre el hábito del Superior: “Debe ante todo distinguirse por la virtud. Quiera Dios, que no tenga el pensamiento de llevar hábitos que puedan inspirarle sentimientos de vanidad y de pretensión. Pero ¿por qué su autoridad no estaría señalada externamente en su comunidad por algo simbólico entendido que sólo sería, para inspirar respeto a los infe- riores hacia el que representa el lugar de Dios en la tierra? Por otra parte, no vemos que los Jefes de la Iglesia, y de ciertas corporaciones religiosas, y aún en el estado civil llevan una señal distintiva que hace reconocer su autoridad”. 401

HNO. ENZO BIEMMI “No parece oportuno dar a un Superior General, la facultad de tocar los vasos sagrados, ya que es un laico”. “La facultad respecto a la exposición del Santísimo es propia de los Ordinarios. No parece ni conveniente ni oportuno dar una tal fa- cultad a un laico que puede recurrir fácilmente al ordinario del lugar”.  26 2.3 “Han alabado el celo del llamado Taborin, pero...” La decisión de los Cardenales fue en la misma dirección que la indicada por los dos examinadores: “Han alabado el celo del llamado Taborin y se han alegrado del servicio que brin- da el Instituto, ya aprobado por la Santa Sede. Sin embargo, no han juzgado oportuno aprobar los Estatutos presentados por el mismo Superior. Pero en cuan- to al menos tres casas formales del Instituto hayan sido erigidas, los Estatutos ha- yan sido más experimentados, corregidos, ordenados, confirmados por los votos de los Hermanos, probados por experiencia y hayan sido por cada obispo del lu- gar donde haya casas y Hermanos, recomendados a la Santa Sede por cartas tes- timoniales formales, se volverán a examinar y se decidirá si merecen aprobar- se”.  27 Del 20 al 29 de setiembre del año siguiente, Gabriel reunió, de acuerdo al deseo de la Congregación de Obispos y Regulares, el primer Capítulo General, compuesto por 25 Hermanos de votos perpetuos. Los miembros capitulares examinaron los Es- tatutos, desarrollados y modificados para responder a las diferentes dificultades planteadas por Roma, y los aprobaron por unanimidad  28. Gabriel integró solo parcialmente las observaciones de los cardenales. Las se- ñales distintivas del Superior General ya no se mencionaban. La posibilidad de en- viar los Hermanos solos, esencial a los fines de la Asociación, se conservaba, pero (26) Observación sobre las facultades solicitados por Gabriel Taborin. Consulta de la Sagrada Congregación, 21 febrero 1851. (27) Carta del Cardenal Orioli a Mons. Devie, 03/05/1851, ASFB, “C.A. 1846-1855”. (28) Statuts et Constitutions de la pieuse association des Frères de la Sainte-Famille, imprimé, Charvin, Belley 1853, 51 pp., Rome, Archives CIVCSVA. Este impreso (del que sólo hay dos ejemplares), continúan 75 artículos, seguidos de la aprobación de la declaración del Capítu- lo General. Estos Estatutos son los mismos que confluirán en el Nouveau Guide de 1858. 402

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX con mucha reserva; un Hermano no podrá ser colocado solo, sino cuando haya lle- gado a edad madura, sea alojado en casa del párroco y, viva cerca de otros Herma- nos con los cuales pueda encontrarse. Los Hermanos se reducían de tres, a dos clases (Hermanos docentes y Hermanos legos). Los Hermanos del retiro, de rasgos comunes con los Trapenses o Cartujos, desaparecían, pero quedaban las casas de retiro. Estas casas podían albergar a los Hermanos enfermos y ancianos, pero sobre todo a los “inclinados a llevar una vida retirada” (art. 36). Estos Hermanos seguirían la regla común de la Asociación y vestirían el mismo hábito. Gabriel llegaba así a conciliar sus exigencias con las de la Congregación de Obispos y Regulares. Estos Estatutos no fueron enviados a Roma sino al principio del año 1856. Ga- briel los envió al Nuncio Apostólico en París, Mons. Sacconni con el pedido de ha- cerlos “llegar a Su Santidad solamente”. Gabriel no recibió respuesta a su súplica y renunció definitivamente a su proyecto. No es cuestión aquí de discutir las observaciones de los dos consultores, ni el derecho que los asistía. Es evidente, por ejemplo, que la Santa Sede, no podía apro- bar “una casa de retiro”, que aún no existía, ni Estatutos que no habían sido someti- dos al examen y aprobación de un Capítulo General. Sólo podemos convenir con las observaciones que atañen a la poca formación inicial de los Hermanos como también al temor por los Hermanos solos en las parroquias de campaña. Lo que im- porta es comprender en qué horizonte la Sagrada Congregación pone su mirada en la obra de Gabriel. Es la mirada del derecho canónico y de la tradición confirmada por la experiencia. Todo lo nuevo, original, corre el riesgo de frustrarse. Las caracte- rísticas de una forma religiosa flexible, no sometida a normas tradicionales, por ser más aptas para responder a las necesidades por ella suscitadas son cuestionadas en nombre del derecho canónico. La redistribución de tareas en el interior de la Igle- sia, que pide una tal vocación, es casi como una invasión en la esfera eclesiástica, lo que no puede sino despertar la envidia en el clero. 403

HNO. ENZO BIEMMI III. TAMIÉ: LA SÍNTESIS IMPOSIBLE (1856-1861) El atractivo que Gabriel tuvo siempre por las órdenes monásticas le lleva a ha- cer todo lo posible para realizar el sueño de poseer una antigua abadía y realizar allí lo que él llamaba “una trapa mitigada”. Este intento le presenta la ocasión de medir, por otra vertiente, la acogida difícil que la Iglesia oficial reserva a sus inicia- tivas. 3.1 El sueño de la trapa mitigada Gabriel había comenzado a ocuparse seriamente de la fundación de su “trapa mitigada”, desde su segundo viaje a Roma, no creyendo de ninguna manera encon- trar obstáculos por parte de la Santa Sede. Tres días antes de embarcarse en Marse- lla, expuso al secretario del obispado de Autun su proyecto de adquirir los edificios de la Petite Verrerie, para Casa Madre de los Hermanos del Retiro, destinados a lle- var una vida semejante a la de los Cartujos pero bajo una Regla menos austera, que iba a presentar al Soberano Pontífice  29. En Roma como hemos visto, tuvo cuidado de explicar a los Cardenales la bondad de su proyecto, a pesar de su complejidad ante lo que habría de ser según ellos, una congregación mixta. A la espera de una respuesta de Roma, sus contactos habían de intensificarse. Después de una breve estadía en la Trapa de Aiguebelle (Drôme), rogó al Abad, el Padre Orsise de ponerle a su disposición un padre trapense para dirigir la nueva comunidad  30 que debía es- tablecerse en la Petite Verrerie, o bien en Val Saint Benoît (Drôme), o en la parro- quia de Guereins (Ain) de acuerdo con el cura de dicha localidad que participaba de este proyecto. El fin, al mismo tiempo se precisaba: en esta trapa mitigada se acoge- rían los sacerdotes, religiosos y gente del mundo “que quisieran hacer retiros e im- pregnarse en el bien durante algunos días o algunas semanas”. Ya había hablado al cura de Ars, Juan Bautista Vianney y al P. Raymond que se mostraban favorables y dispuestos a ayudarle económicamente  31. La respuesta negativa de Roma, que se dirigía entre otros sobre los Hermanos del Retiro, no le desanimó. No hizo sino que modificar ligeramente su pensamiento, la atención se desplazó de los Hermanos (29) Gabriel al Sr. Gallice, 13/06/1850, Lettres, VI, 104. (30) Gabriel al Padre Orsise, 12/11/1850, Lettres, VI, 136-137. (31) Gabriel al P. Augry, cura de Guereins, 26/12/1850, Lettres, VI, 159, 31/01/1851, Lettres, VII, 12. 404

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX del Retiro, a una casa que hubiera acogido Hermanos (legos ó docentes), sacerdotes o incluso laicos en busca de soledad. Se deja tentar por el ofrecimiento de la anti- gua abadía de Portes y confía a su obispo “Si tuviera recursos y el consentimiento de su Excelencia, no dudaría en aceptar el ofrecimiento que nos hacen; pero la preocupación por las deudas siempre me ha asustado”  32. A fines de 1851 se felicita con el P. Colin, Su- perior General de la Sociedad de María, que parecía haber tomado una iniciativa análoga transformando la casa de la Neylière en lugar de oración y de reflexión pa- ra los religiosos maristas  33 y al año siguiente sueña hacer lo mismo en Charignin, en una granja que acaba de comprar en los alrededores de Belley. 3.2 La puerta del cielo Pero es hacia Tamié adonde se dirige constantemente su mirada. El pensa- miento de esta antigua abadía no le había abandonado desde 1832 cuando el P. Fav- re le había hablado de ella “profetizándole” que un día sería suya. A partir de 1853, su decisión tomó contornos precisos. “Hasta hoy, escribía a Mons. Billiet, me he visto sometido a toda clase de pruebas, persecuciones, calumnias, fatigas, escaseces, pero gracias a Dios he combatido el buen combate y nunca me he desanimado... Tengo pues confianza, Monseñor, que Dios bendecirá la nueva obra de Tamié”.  34 Tamié tenía que ser “la puerta del cielo para una multitud de almas”. En el mes de abril de 1853 de acuerdo al consejo de Mons. Billiet, fue a visitar la abadía con el Hno. Amadeo. Quedó entusiasmado, a pesar del estado de los edificios que exigían muchas reparaciones y gastos, y pidió al arzobispo de Chambery que se la cediera por 20.000 francos: (32) Gabriel a Mons. Devie, 19/09/1801, Lettres, VII, 80. (33) Gabriel al Padre Colin 30/11/1851, Lettres, VII, 109. La respuesta del Padre Colin era del si- guiente tenor: “No sé que opinión se forman de nuestra casa de Neylière. Ella es simplemen- te como los otros establecimientos; pero especialmente destinado a los que, entre nosotros, tuvieran necesidad de descansar. No hay Sociedad que no tenga alguna casa de este géne- ro”. (03/12/1851, ASBF, “C.A. 1846-1855”). (34) Gabriel a Mons. Billiet, 14/03/1853, Lettres, VIII, 27. 405

HNO. ENZO BIEMMI “Haremos de Tamié un segundo Aix les Bains. Esta idea le extrañará quizá, Mon- señor, pero me fue inspirada últimamente cuando estaba en el convento de los Trapenses de la Grâce Dieu, en la diócesis de Besançon, el día de la Ascensión y en el momento en que prosternado humildemente en la iglesia del convento, rogaba delante de la insigne reliquia de San Pedro, arzobispo de Tarentaise, abad de Ta- mié a quien encomendaba mi proyecto. Se va a Aix les Bains a buscar el agua pa- ra curar los cuerpos, parecía decirme San Pedro; cuántas almas encontrarían la gracia en mi antiguo convento de Tamié, si se devolviese a la oración y se hiciera hospital para la curación de las almas enfermas y asilo para conservar aquellas que tuvieran la dicha de preservarse sanas”.  35 Tres años transcurrieron antes de que se firmara el contrato de venta. En efec- to, negociación del precio aparte, las dificultades surgieron por parte del gobierno Sardo. Había que lograr el consentimiento del duque de Génova, heredero de Carlos Félix, que había dado la abadía al Arzobispado de Chambéry. Además por decreto real de 1854 el gobierno sardo rehúsa la venta al arzobispado y a la congregación  36. Sólo quedaba la solución de una compra a su nombre, lo que hizo Gabriel siguien- do el consejo de Monseñor, el 2 de abril de 1856. Por 25.000 francos Gabriel realizó a los 57 años, el sueño que alimentaba desde su infancia  37. Al Hno. Carlos que había enviado junto con otros Hermanos para tomar pose- sión del edificio, le podía escribir, algunos días más tarde: “Estoy siempre de corazón y de alma en Tamié. No me asustan las dificultades. Tengo ahora la convicción de que Dios ha querido esta obra y la sostendrá aun con peligro de mi vida”.  38 Desde fines de abril hasta fines de agosto, estaba en Tamié con una docena de Hermanos y el P. Ausone. Se trataba en su mayor parte de Hermanos legos, carpin- (35) Gabriel a Mons. Billiet, 14/05/1853, Lettres, VIII, 48. (36) Mons. Billiet a Gabriel 16/08/1854. Correspondance passive, I, 97. (37) Nota concernientes a nuestras adquisiciones de Tamié, ASBF, “C.A., 1856-1865”. El Hno. Stanga, en la Positio, consagra a Tamié un documento muy detallado que permanece como el estudio más profundo de este período que comprende los años 1856-1861.. (38) Gabriel al Hno. Carlos Bazin, 19/04/1856, Lettres, XIX, 75. 406

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX teros, albañiles y jardineros, que trabajaban con todas sus fuerzas para dar “a la puerta del cielo” su antiguo esplendor. Gabriel empezaba así con mucha determinación y alegría a trabajar para hacer de una antigua abadía abandonada, una casa de retiro, un noviciado y un pensio- nado. Al Hno. Amadeo, su brazo derecho, que dirigía los asuntos en Belley durante su ausencia, no ocultaba su dicha: “Le puedo asegurar, mi querido Hermano que Tamié es un descanso delicioso: im- posible describirle la alegría que experimento. Si las preocupaciones de la casa de Belley y de los Hermanos no me inquietaran y preocuparan mi espíritu, no cam- biaría mi suerte por la de los soberanos”.  39 Desde este “lugar de delicias” no dudaba en manifestar al arzobispo, su deter- minación: “Reparamos los edificios y los amueblamos según nuestros modestos recursos. Tendremos enemigos, los encontraremos aún entre clero, pero Gregorio XVI, de gloriosa memoria, me aseguraba que era esta clase de pruebas que había tenido que sufrir al formar el Instituto, las que merecerían, en gran parte, la aprobación de la Santa Sede, porque las pruebas, agregaba Su Santidad, son el sello de las obras de Dios; esto me ha animado siempre”.  40 3.3 El sueño roto ¿Qué podía hacer temer a Gabriel encontrar trabas por parte del clero?. ¿La experiencia de los años precedentes o simplemente las primeras reacciones de los curas a la llegada de los Hermanos a Tamié? Sus temores se mostraron en efecto más que fundados. La actitud de los sacer- dotes de las parroquias vecinas y el proceder de los sacerdotes que tenía en la Aba- día fueron la principal causa que transformó este descanso delicioso en la experiencia más dolorosa que tuvo que sufrir. (39) Gabriel al Hno. Amadeo, 14/05/1856, Lettres, XIX, 83. (40) Gabriel a Mons. Billiet, 13/05/1856, Lettres, X, 200. 407

HNO. ENZO BIEMMI La envidia de los párrocos La manzana de discordia, que despertó la envidia de los sacerdotes, fue la igle- sia de Tamié y el derecho de Gabriel de hacer ceremonias públicas en ella. Gabriel amaba las ceremonias y no ahorraba nada para desplegar toda la so- lemnidad posible. Una de sus más grandes satisfacciones era tener una bella igle- sia, toda para él. Los privilegios pedidos a Roma, y en parte concedidos, miraban a poder ejercer en las iglesias principales de la Congregación un culto público y so- lemne. El tono fue dado en Tamié desde la instalación, el día de la Ascensión, 1º de mayo de 1856. “El día de mi llegada a Tamié se ha tocado la campana y tirado petardos. El día de la Ascensión había afluencia de gente tanto a la misa como a Vísperas. Estuvimos sorprendidos de ver tanta gente. Les dirigí después de la misa y de las vísperas una alocución a mi manera. Durante los oficios reinó el mayor silencio. Se tiró también petardos casi todo el día”.  41 El ruido de los petardos y la afluencia de los montañeses a la Iglesia de Gabriel inquietaron a los curas. Mons. Billiet lo había previsto, no había concedido al P. Au- sone, capellán de Tamié, sino el derecho de la misa no cantada. Gabriel se justifica ante el arzobispo, algunos días después, pidiendo extender los poderes de su cape- llán: “Le declaro, Monseñor, que no tengo ningún interés en que los seglares vengan a nuestros oficios, y si lo consiento, no es sino con el pensamiento de que esto resul- tará para el bien espiritual de los montañeses, que estando lejos de sus templos faltarían siempre a los oficios. No queremos hacer una parroquia de nuestra igle- sia. Abrirla a los ancianos, a los enfermos, a los viajeros, a los fieles de las monta- ñas, es facilitarles la salvación de sus almas”.  42 Mons. Billiet, que conocía bien a sus sacerdotes y el derecho canónico, permitió al P. Ausone decir misas solemnes y admitir a la gente de las proximidades “con la (41) Hno. Gabriel al Hno. Amadeo, 05/05/1856, Lettres, XIX, 77. (42) Hno. Gabriel a Mons. Billiet, 13/05/1856, Lettres, X, 199. 408

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX condición de que los domingos y días de fiesta asistan a la misa en su parroquia, a menos que sean, en ciertos casos, dispensados por el Sr. cura”. Los primeros contactos de Gabriel con los curas de los alrededores le tranquili- zaron, y expresó su confianza al Hno. Amadeo: “Todos los curas de esta comarca que he visto, aplauden nuestra adquisición y nuestro establecimiento; nos miran con mejores ojos que si fuéramos capuchinos o cartujos, por la envidia del oficio. Saben que no somos confesores”. La contestación del Hno. Amadeo es un llamado a la prudencia: “En cuanto a los párrocos, no podemos aún fiarnos de todos. Cuando están en la mesa, los estómagos les hacen hablar más que el corazón. Sin embargo sus pala- bras de ánimo y su aprobación de palabra, son siempre tranquilizadoras y satis- factorias”.  43 El consejero del Hno. Gabriel tenía una mirada más objetiva que el Superior, que debió darse cuenta el día que fue atacado en el punto que más interés tenía: la posibilidad de catequizar en su iglesia. En marzo de 1857 escribía a Mons. Billiet una carta autobiográfica, una de las más bellas salida de su pluma, en que le confe- saba su atracción por catequizar y exhortar, sus juegos de infancia, el período pasa- do catequizando en la meseta de Hauteville, los numerosos retiros preparatorios a la primera comunión, que eran su especialidad, las exhortaciones en diferentes iglesias en presencia de eclesiásticos, el título de “catequista apostólico” concedido por Gregorio XVI, los libros publicados, la proposición recibida en Roma en 1841 de ser ordenado sacerdote, proposición rechazada por creerse indigno. “Soy viejo ya, Monseñor, y la administración de mi comunidad absorbe todos mis instantes. No puedo ocuparme ya de la catequesis y las exhortaciones fuera de mi comunidad; solamente le rogaría, Monseñor, me autorizase a hacerlo en nuestra iglesia de Tamié siempre que tenga tiempo de prepararme y que crea que fuera para bien de los Hermanos y los fieles que acostumbran venir a esta iglesia. Ya he hecho unas ocho exhortaciones, creyéndome autorizado por las razones expuestas más arriba”.  44 (43) Hno. Amadeo a Gabriel, 10/06/1856, Correspondance passive, V, 34. (44) Gabriel a Mons. Billiet, 09/03/1856, Lettres, XI, 36. 409

HNO. ENZO BIEMMI Pedía que esta autorización le fuera concedida por tiempo ilimitado y sobre una hoja con su sello, para comunicarlo si fuera necesario, al cura de Plancheri- ne. La respuesta del arzobispo era lacónica. Su Consejo “ha sido unánime en no de- jar realizar funciones parroquiales en Tamié... Se le dejará permiso sólo para dar instruc- ciones a las personas de la casa, pero la administración no está dispuesta a dejárselas hacer en su iglesia para la gente de fuera”  45. La reacción de Gabriel fue enérgica y aún audaz: “Me quejo, Monseñor, de que no me permita hacer en Tamié estos oficios como el año pasado. Esto parecerá extraño y originará murmuraciones contra Su Exce- lencia y contra el párroco de Plancherine. Me quejo también de que Su Excelencia rehusó aprobar el breve por el que el Soberano Pontífice nos concedió, como tam- bién a los fieles, indulgencias plenarias y parciales cada vez que se hacen ciertos ejercicios de piedad en la iglesia y capillas pertenecientes al Instituto. El obispo de Belley no ha obrado de esta manera. Cuando el Soberano Pontífice nos concedió estos privilegios era para poder gozar de ellos y usted nos priva, Monseñor, como a todas las personas que podrían aprovecharlos”  46. En los años 1857-1859, la situación empeora, empezando por la prohibición al capellán de oír confesiones, pasando por la prohibición de colocar una segunda campana y terminando por el cierre de la iglesia de Tamié a toda persona ajena a la casa. Gabriel había pedido para el P. Angélico, nuevo capellán de Tamié, la facultad de confesar a los seglares que quisieran hacerlo con él. La respuesta del arzobispa- do fue negativa y fue al mismo tiempo un llamado de atención para el Hno. Gabriel: “He creído mi deber hacer interrogar a los párrocos vecinos de Tamié, los de Plan- cherine, Chevron, Seythenex. Todos quieren que sus parroquianos no sean aparta- dos de los oficios de sus parroquias. Parece que usted quiere hacer oficios solemnes en Tamié, predicar y atraer concurrencia de fieles. Quisiera que Ud. hiciera un es- tablecimiento útil a la enseñanza, pero ciertamente nunca tuve la intención de (45) Mons. Billliet a Gabriel, Correspondance passive, I, 125. (46) Hno. Gabriel a Mons. Billiet, 21/04/1857, Lettres, XI, 51. 410

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX erigir una parroquia o su equivalente. Si hiciera la competencia en Tamié, levan- taría un gran descontento entre los curas de los alrededores”  47. En medio de estas dificultades Gabriel tomó la decisión, bastante ingenua, de co- locar un reloj en el campanario de Tamié y agregar una segunda campana en el cam- panario; el reloj tocaría las horas en la gran campana y los cuartos sobre la que estaba en el convento. Mons. Billiet le cortó el camino refiriéndose al derecho canónico: “Lamento que Ud. no tenga a nadie en la Congregación que conozca un poco el derecho canónico, vería que está absolutamente prohibido a las casas religiosas tener varias campanas... No hay que pensar tener más de una en Tamié. Para es- to tendría que tener una autorización del Papa y ciertamente no se la concederá”. En el correr del año 1859 otras restricciones siguieron según el pedido de los curas vecinos  48, como la prohibición al capellán de absolver a los que no van a la misa parroquial, de permitir solo a los enfermos, con el permiso de su párroco, asis- tir a los oficios, hasta llegar al cierre de la iglesia al público ordenado por Mons. Bi- lliet, el mes de noviembre, al nuevo capellán, el joven P. Duret: “El punto capital para vivir en paz con los sacerdotes vecinos, escribía Mons. Bi- lliet al capellán es el de no atraer a los parroquianos a Tamié. Mis recomendacio- nes sobre este punto no han sido respetadas hasta ahora. Nunca confesará mujeres en la iglesia de Tamié. Tampoco quiero que los hombres y mujeres de pa- rroquias vecinas vayan a misa a la iglesia de Tamié... Los tres primeros domingos usted puede dejar la iglesia abierta, pero cada uno de esos domingos, avisará a los extraños que desde tal día la iglesia estará cerrada. Si después de esos tres domin- gos los Hermanos rehusan cerrar la iglesia, me escribirá”  49. (47) Mons. Billiet a Gabriel 08/07/1857, Correspondance passive, I, 126. (48) El Hno. Nicolás Tardy director de la Comunidad escribía a su Superior: “El Sr. Cura de Sey- thenex no tuvo más que 10 personas en las Vísperas del día de Corpus Christi, también me han contado que ha dicho que desearía que el convento de Tamié estuviera a cien leguas de aquí. Dicen que quiere escribir al Arzobispo de Chambery y al Obispo de Annecy para comunicarles que se hacen invitaciones a los fieles para atraelos a los oficios”. (ASBF, “Frères sortis”, Nicolás Tardy, 11/06/1858. (49) Mons. Billiet al P. Duret, carta reproducida por el Hno. Raimundo Joly, 07/11/1859, 17 ASFB, Frères Persévérants, Raymond Joly. 411

HNO. ENZO BIEMMI El cierre de la iglesia provocó gran decepción en la gente del vecindario y sobre todo en el Hno. Gabriel: “Me he sentido muy apenado, Monseñor, porque algunos no han querido recono- cer el bien que me había propuesto para las almas al abrir al culto la iglesia de Tamié; no han tenido en cuenta los sacrificios hechos con este fin. Debo pues, con- fesarle Monseñor, que esto me ha desanimado. He visto la mala interpretación de mis intenciones y todo lo hecho para cerrar la iglesia de Tamié como una perse- cución y un ultraje a mis buenas intenciones por la gloria de Dios y la salvación de las almas. Si no me levanta la moral, le propondría, Monseñor, que tomase de nuevo Tamié o me autorizara a ponerlo en venta”  50. Una petición del conserje de la Abadía, Sr. Favre y del P. Duret obtiene que el arzobispo mitigue la decisión. Pero en adelante el mensaje estaba claro: la iglesia de Tamié debía “entrar en caja”, un lugar de culto exclusivamente privado. Al escribir al P. Duret, el Hno. Gabriel entregaba las armas: “Antes de su llegada... las ceremonias se hacían con más solemnidad y con un fin santo (mi conciencia me da este testimonio); sin embargo, otros me han interpre- tado de otra manera. He sido herido y comprendo por qué se obra así. Ahora le dejaré hacer como Ud. quiera y como sus Superiores le ordenen. El tiempo, que es un gran maestro, nos enseñará el buen o mal resultado”  51. El sobrante de las diócesis y de los conventos En todo este contencioso sobre la iglesia de Tamié, los curas de los alrededores tenían de su lado un elemento objetivo, el derecho canónico (este derecho que Ga- briel conocía muy poco), pero también podían jugar, con facilidad, con un elemen- to subjetivo: la conducta, puede decirse reprensible, de los diferentes capellanes que se sucedieron en Tamié desde 1856 a 1860. (50) Gabriel a Mons. Billiet, 12/12/1859, Lettres, XIII, 143. (51) Hno. Gabriel al P. Duret, 17/03/1860, Lettres, XIV, 56-57. 412

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX El que inaugura la lista fue el P. Ausone, un Hermano que había sido ordenado sacerdote por Mons. Devie en 1852  52. Desde su llegada a la abadía demostró su ca- rácter habitual: “El P. Ausone es siempre el mismo; quiere dominar a todos según su voluntad, no manifiesta obediencia; ya ha tomado la resolución de no quedarse aquí durante el invierno”  53. Efectivamente, dejaba Tamié y se le consideraba expulsado de la Congregación en el mes de noviembre de 1856, por su carácter orgulloso y enredador, su falta de franqueza con la autoridad y sus mentiras, a veces, muy claras, costumbre que tiene de hacer valer su carácter sacerdotal para eludir la obediencia a la autoridad legítima del cuerpo religioso al que pertenece...”  54. Quedándose sin capellán, Gabriel pidió un sacerdote a Mons. Billiet, sin resul- tado. En el mes de diciembre, el Superior General de la Gran Cartuja, le envía un anciano trapense de origen prusiano, el P. Angelique  55. A pesar de los informes ne- gativos que Mons. Billier tenía del P. Abad de la Trapa de Malinas, donde este sacer- dote había permanecido un cierto tiempo, Gabriel se determinó a recibirlo y ruega al arzobispo lo autorice. Su defecto principal era “una cierta inclinación por la bebi- da” por lo que Gabriel hacía que siempre lo acompañara un Hermano cuando salía de casa. Mientras el P. Angelique cumplía más o menos su ministerio en Tamié, otros dos sacerdotes pasaron por la casa. El P. Mario Benito Hurtault llegaba a la abadía a principios de 1858 para ayudar al P. Angelique. Había pasado gran parte su vida en (52) Dumergue Juan Pedro, nació el 22/05/1826 en Angoulême (Charente). Entró al Noviciado siendo sub-diácono el 5 de enero de 1851, fue ordenado sacerdote por Mons. Devie en 1852. Es capellán en Tamié en 1856 y luego en Amberieu. Dejó la congregación a fines de 1857 o al principio de 1858. (53) Hno. Gabriel al Hno. Amadeo 02/07/1856, Lettres, XIX, 91. (54) Acta de exclusión del P. Ausone, Lettres, XIX, 97-98. Habiendo pedido perdón de sus faltas, fue readmitido y enviado a Amberieu hasta su salida definitiva. (55) El P. Angelique (Girard Jacobs) entró en el noviciado el 23/12/1856. Se trata de un sacerdote prusiano, entrado en la Trapa de Malinas y luego en la Gran Cartuja. A pesar de las dudas sobre su moralidad, es nombrado por Mons. Billiet capellán de Tamié donde vive desde fi- nales de 1859, hasta su huida el 15/10/1859, huida a causa de los numerosos escándalos da- dos en las parroquias vecinas a Tamié. 413

HNO. ENZO BIEMMI la Trapa. Mons. Billiet desaconsejó a Gabriel que lo recibiera ante los informes ne- gativos que había recibido: “Ud. verá que estuvo en la Trapa durante 28 años desde 1827 a 1855, ha sido en- viado a diversas casas y en todas partes ha dejado a su paso impresiones desfa- vorables ya sea por su moralidad, sea por su juicio, sea por su indiscreción. Es un monje de la Trapa salido de su monasterio sin autorización, ni más ni me- nos”  56. Por segunda vez Gabriel insistió ante el arzobispado para obtener la autoriza- ción de conservarlo  57. El resultado fue que no permanecería ni un año, como un cuarto sacerdote muy extravagante el P. Leboulanger, que llegó a fines de 1858 y se fue a fines de 1859 sin dejar ningún pesar. “Las cosas que he sabido sobre él me hacen sufrir, escribía Gabriel a Monseñor Billiet. Durante sus viajes, deja a su paso, los mayores escándalos”  58. El epílogo de esta triste lista de miserias fue la huida escandalosa del P. Angelique en el mes de octubre de 1859. “Todo Faverges está al tanto de la partida escandalosa del P. Angelique, escribía el Hno. Raimundo. Lo mismo en Albertville. Un padre de familia de esta última vi- lla que tenía ganas de confiarnos su hijo, se ha desanimado, dice, al saber estas cosas abominables, ¿Será el único?”  59. La llegada del P. Duret calmó la situación, pero en adelante la suerte de Tamié estaba comprometida. El juicio de Mons. Billiet sobre la actitud de Gabriel en estas circunstancias fue muy duro: (56) Mons. Billiet a Gabriel, 28/01/1858, Correspondance passive, I, 132. (57) Gabriel a Mons. Billiet 04/02/1858, Lettres, XII, 30. Carta muy hermosa, para convencerlo, a pesar de los tristes informes sobre el P. Hurtault, de darle una oportunidad más de conver- sión enviándole a Tamié. “Este pensamiento, Monseñor me golpea de tal manera que si no fuera de tanta edad, haría todo lo posible para entrar en las Órdenes, y poder consagrar el resto de mis días a la conversión de los pobres pecadores y, sobre todo, la de los malos sacer- dotes”. (58) Gabriel a Mons. Billiet, 11/09/1859, Lettres, XIII, 92. (59) El Hno. Raimundo al Hno. Gabriel, 23/10/1859, ASBF, “Frères Persévérants”. 414

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX “Ud. se limita a hacer su reclutamiento entre los desechos de las diócesis o de los conventos. Este proyecto es deplorable y ciertamente yo no hubiera nunca aproba- do el art. 37 de su reglamento, si hubiere previsto en qué terminaría”  60. Resistencia pasiva de los Hermanos ¿Qué había llegado a ser, a finales de 1860, después de cuatro años, el proyecto de una trapa mitigada?. Gabriel sin desfallecer, había querido esta fundación y aho- ra quedaba solo. El parecer de sus Hermanos lo conocía bien; casi todos eran con- trarios a Tamié. Tres Hermanos se sucedieron en la dirección: el Hno. Nicolás Tardy de 1857 a 1858, el Hno. Amadeo 1858 a 1859 y el Hno. Raimundo Joly 1859 a 1861. El Hno. Nico- lás en su correspondencia le pidió en varias ocasiones el cambio de establecimien- to, seguro de su caída. El Hno. Amadeo, en medio de las dificultades causadas por los sacerdotes de la casa y los párrocos le escribía: “Pensamos, muy Rdo. Padre, casi lo mismo respecto de Tamié. Lo que le encanta- ba, dice usted, ha desaparecido completamente y lo que a mí podría encantarme todavía no ha aparecido, pero solo Ud. lo sabe”  61. En cuanto al Hno. Raimundo que permaneció dos años, iniciaba su mandato con estas palabras: “Ud. sabe, Rdo. Padre, que nunca me gustó Tamié, sin embargo, ahora que la obe- diencia me destina allí, haré todo lo que pueda, con la gracia de Dios, para cum- plir con mi cargo...”. Al año siguiente volvía sobre lo mismo: “Todo lo que sé por mi parte, es que a Ta- mié, vine contra mi voluntad y lo dejaré con placer”  62. Tamié tenía que ser, al mismo tiempo, un noviciado, un pensionado y una tra- pa mitigada. El noviciado nunca se abrió. En efecto, el convento no era lugar indi- cado para recibir novicios, a causa de las tensiones que existían y por la ausencia (60) Mons. Billiet a Gabriel, 12/01/1858, Correspondance passive, I, 129. (61) Hno. Amadeo a Gabriel, 18/07/1859, Correspondance passive, V, 186. (62) Hno. Raimundo a Gabriel 09/10/1859 y 15/5/1860, ASFB, “Frères persévérants”. 415

HNO. ENZO BIEMMI del maestro de novicios. El pensionado funcionó durante cuatro años. Había unos 15 pensionistas en 1857, 33 en 1858, 40 en 1859 y 41 en 1860  63. Pero las dificultades de la conducción eran muchas por una razón principal: el Hno. Gabriel no tenía Her- manos preparados para dirigirlo. Enviaba Hermanos muy jóvenes, a veces sin capa- cidad pedagógica y se veía obligado a cambiarlos continuamente. El Hno. Raimundo resumía así su punto de vista, confiándose al Hno. Amadeo: “Le aseguro, Rdo. Hno. que nunca hubiera creído que tuviera que sufrir tanto en el estado religioso; sobre todo a causa de esos sufrimientos que uno se crea a veces voluntariamente, como fundar pensionados cuando no se tiene ni los recursos económicos para mantenerlos, ni hombres capaces para dirigirlos. Sé que hay que tener confianza ilimitada en Dios, sin embargo, siempre oí decir que no ha- bía que tentarlo”  64. Desde el principio Gabriel se dio cuenta del clima de oposición de los párrocos y de la falta de Hermanos cualificados y formados y que su sueño de la trapa miti- gada costaría mucho concretarlo. Ya en el mes de octubre de 1856, a algunos meses de la compra, proponía la adquisición al abad de la Trapa de la Grâce Dieu, reser- vándose un lugar para él. Lo que no era sino un sondeo, viene a ser una necesidad en 1860. Se dirigió primero al Superior del monasterio cisterciense de Ntra. Sra. de Senanque, que visitó el lugar, pero renunció a su adquisición por oposición de su Consejo  65. La segunda tentativa se hizo con los jesuitas de Lyon, Gabriel propuso al Provincial abrir en Tamié un colegio libre y establecer allí un cuerpo de misione- ros  66. La última propuesta fue hecha a los trapenses de la Grâce Dieu, que Gabriel co- nocía desde hacía tiempo. Después de visitar los lugares, los monjes decidieron su adquisición que firmaron el 12 de octubre de 1861  67. (63) El registro Compte des Novices. Créances de la Maison Mère, aux ASFB (Roma), tiene la lista de todos los pensionistas de Tamié, con nombre y profesión de los padres, fecha de entrada y salida y observaciones sobre cada uno. (64) Hno. Raimundo al Hno. Amadeo, 12/04/1860, ASBF, “Frères persévérants”. (65) 22/10/1860; 29/10/1860; 14/12/1860, Lettres, XIV. (66) 23/01/1861; 29/01/1861; 08/06/1861, Lettres, XV. (67) 28/07/1861; 06/08/1861, 07/08/1861; 12/10/1861, Lettres, XV. 416

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX Gabriel dejaba “la puerta del cielo”. Las efemérides de la Casa Madre señalaban tres días después: “El Rdo. Hno. Superior parte de Tamié... sin sentir pesar, como se hu- biera creído, al abandonar esta casa tan querida a su corazón”; pero era ciertamente más el sentimiento de los Hermanos que el del Superior. Éste escribía a uno de los párrocos que le había hecho sufrir: “Al entregar Tamié a los santos religiosos del Císter, hago una buena obra y espe- ro que Dios me lo tendrá en cuenta; pero en esto, hago uno de los mayores sacrifi- cios de mi vida. Dios, lo espero, encontrará en ello su gloria”  68. 3.4 Entre restauración y modernidad El fracaso de Tamié quedará como una herida abierta en Gabriel y marcará también el principio de su declinación física y psicológica. La distancia entre el sueño cultivado y la realización efectiva estaba ahí con toda su evidencia. Durante cinco años sus mejores energías estuvieron consagradas a Tamié y se habían disi- pado por conflictos jurídicos, envidias más o menos justificadas, de sacerdotes me- diocres y aún malos, de Hermanos no formados para la tarea y que le habían opuesto una resistencia pasiva. Y, sin embargo, su sueño estaba cargado de una cierta modernidad que le unía a las aspiraciones más actuales y más difundidas en su tiempo. Su “trapa mitigada” es, en efecto, una mezcla curiosa entre la tradición monás- tica, que había sido barrida por la Revolución, y las exigencias del siglo XIX. Es una trapa, es decir, un lugar consagrado a la oración y contemplación, pero bajo una re- gla menos austera destinada “a hacer más llevadero el yugo del Señor que en la Trapa, en la Gran Cartuja y en otras Órdenes claustradas muy severas, donde no tendrían el co- raje de entrar hombres de buenas familias que realmente sienten la necesidad de alejarse del mundo y de vivir en soledad para obrar su salvación con más seguridad”  69. Es un lugar de oración, pero al mismo tiempo, los Hermanos “se entregarán con inteligencia al trabajo de la agricultura y la horticultura... Serán modelo para los agri- (68) Hno. Gabriel al párroco de Seythenex, 23/111861, Lettres, XV. (69) Notes données par le Frère Gabriel Taborin, Supérieur-Général des Frères de la Sainte-Fa- mille pour être présentées à la Secrétairie de la Sacrée Congrégation des Évêques et Régu- liers, au sujet de quelques difficultés..., o.c.... 417

HNO. ENZO BIEMMI cultores seglares y demostrarán, no menos que nuestros Hermanos dedicados a la ense- ñanza y a otras funciones de nuestro estado, que los religiosos no son unos vagos y hom- bres inútiles”  70. La preocupación por la inutilidad, propia de una sensibilidad despertada por la Revolución francesa, es así acogida y valorizada. En fin, Tamié es un lugar retirado, pero al mismo tiempo abierto a todos los que vengan, sacerdotes o laicos, y la preocupación apostólica prevalece con mucho sobre lo contemplativo, como lo demuestra la presencia de un pensionado y las ce- remonias de la iglesia para catequizar a los habitantes de la zona. No se equivoca el P. Timoteo, abad en la Gran Trapa (Orne) al escribirle: “Su proyecto de trapa mitigada... es un asunto grave, muy grave. Formar una trapa mitigada es desfigurar una orden, que en más de una circunstancia tiene la aprobación del cielo y que ahora goza de la aprobación de la Iglesia. La Trapa depende de la Santa Sede. La Trapa ya está dividida en dos observancias, una más suave, la otra más rigurosa... No veo pues cual sería el fin de una tercera ob- servancia. Tendría que diferir esencialmente de las dos primeras. Una denomina- ción diferente parecería, pues, necesaria”  71. Y terminaba su análisis citando a un obispo francés que “hablando de un cierto ardor desmedido que existe hoy para fundar institutos nuevos”, aconsejaba insistente- mente consolidar los existentes. En efecto, estas tres características (la regla moderada, el cuidado por la utili- dad y la preocupación apostólica) propias para escandalizar a todo monje de la an- tigua tradición, alejan la concepción de Gabriel de todo modelo tradicional y la acercan a las múltiples tentativas de restauración monástica del siglo XIX. La ambigüedad y el carácter híbrido del movimiento restaurador de las anti- guas órdenes religiosas han sido ya señaladas  72. Restaurar la identidad era imposi- (70) Circulaire aux Frères 11/07/1857, Circulaires, 261. (71) El P. Timoteo a Gabriel; 14/01/1857, ASFB, “Religieux”, Grande Trappe. (72) PLONGERON Bernardo, ¿“Restaurar una orden en el siglo XIX? Cuando el mito crea la his- toria” en Lacordaire son pays..., o.c,. pp. 383-406 “El mito crea la historia, gracias al realis- mo simbólico que se adorna de historicismo. Tal es la puesta en obra de una archeo-moder- nidad que viene a ser proyección directa de una cristiandad medieval en las sociedades in- dustriales y desacralizadas de los Tiempos modernos” (p. 396). 418

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX ble pues el último modelo (XVIII siglo) era considerado corrupto. Volver a los orí- genes era también imposible, dada la ruptura con las fuentes y los monumentos operada por la Revolución. Hacer cosa nueva con lo antiguo, habría significado ir contra la tradición y la desconfianza de la Iglesia a toda novedad. Todos los restau- radores, o casi, del siglo XIX son sacerdotes que sueñan pasar al estado monástico. Es pues una mistura lo que hacen : las exigencias del ministerio sacerdotal y la es- piritualidad monástica. Las dificultades de una restauración en sentido propio na- cen de la desconfianza de la Francia galicana hacia las proyectos monásticos y de la imposibilidad de aprovechar los datos inmediatos de una memoria monástica: la Revolución ha originado un vacío de memoria. La solución adoptada por los “res- tauradores” es el recurso a una “arqueo- modernidad” que funciona como recupe- ración de símbolos con contenidos considerados históricos, para crear un nuevo dinamismo. El hábito, los monumentos y la liturgia son tres ejemplos de esta trans- ferencia operada por la arqueo-modernidad. Tamié es un signo evidente de esta vuelta a lo antiguo cargado de aspiraciones modernas. IV. EL HERMANO Y SU OBISPO (1858-1861) Tamié, ejemplo de la ambigüedad del movimiento restaurador del siglo XIX, es al mismo tiempo un lugar emblemático de la dificultad de inscribir el estatuto del religioso laico en una Iglesia netamente dividida en dos rangos: el clero y los laicos. Encuentra por un lado un hombre solo con su conciencia (“mi conciencia me ha ren- dido siempre este testimonio”) y enfrente una Iglesia que continuamente le opone su derecho. La conciencia y el derecho canónico: es esta tensión la que desde el principio se manifiesta y se acentúa en las relaciones entre el Hermano y su obispo, Mons. de Langalerie, en los últimos años de la vida de Fundador de los Hermanos de la Sagrada Familia. 4.1 Mons. de Langalerie Nombrado obispo de Belley a principios de 1857. Mons. Pedro Enrique Gerault de Langalerie era un aristócrata de Aquitania y sucedió a Mons. Jorge Chalandon, 419

HNO. ENZO BIEMMI nombrado por el Emperador, Arzobispo de Aix en Provence  73. Hombre que inspira- ba siempre respeto y adhesión, su llegada a la diócesis de Belley se hizo al son de fanfarrias, bajo arcos de triunfo  74. Escribiendo a Mons. Chalandon, con quien el entendimiento había sido perfec- to, el Hno. Gabriel expresaba su contento, porque el nuevo obispo se mostraba aco- gedor para con la congregación como su predecesor. Creía ver en él “un segundo San Francisco de Sales”  75. Sin embargo, las dificultades no tardaron en aparecer. En el mes de junio, por invitación del obispo, el Hno. Gabriel le hizo llegar todos los papeles referentes a la Congregación: la aprobación de Roma en 1841, las diferentes indulgencias concedi- das, las cartas patentes de Carlos Alberto, los privilegios concedidos a las capillas de la congregación. La carta que los acompañan dejan adivinar y manifiestan una cier- ta inquietud: totalmente consagrada a los Estatutos, termina con el pedido de su aprobación  76. Mons. de Langalerie se tomó el tiempo para leer los documentos enviados y de- bió hacer alguna observación respecto a ciertos puntos de los Estatutos. En el mes de octubre, las relaciones eran ya difíciles y Gabriel escribía al arzobispo de Chambery: “Si nuestro nuevo obispo quisiera incomodarnos de buena gana trasladaría allí (Tamié) la sede del Instituto. Nos damos cuenta que tiene una gran tendencia a cambiar las reglas religiosas de las Comunidades, y tengo miedo que no manten- ga la buena reputación con la que entró en la diócesis”  77. (73) Es el tercer obispo de la nueva diócesis de Belley, Mons. Devie había gobernado desde 1823 a 1852; Jorge Chalandon desde 1852 a 1857. Pedro Enrique de Langalerie desde 1857 a 1871. Nacido en Sainte Foy La Grande (Gironde) hizo sus estudios clásicos en el seminario de Ba- zas y luego sus estudios de teología en el seminario mayor de Burdeos, dirigido por los Sul- picianos. Después de diversas funciones en la diócesis de Burdeos, fue elegido por el Cardenal Donnet, como vicario General. Después de su episcopado en Belley, será promovido en 1871, arzobispo de Auch hasta su muerte en 1886. Sobre Mons. de Langalerie ver: CAZAURAN, Monseigneur de Langalerie Archevêque d’Auch ancien évêque de Belley. Savoie - sus obras, Auch, 1886; LAPRIE F. Monseigneur de Langale- rie, Archevêque d’Auch, L’oeuvre des Bons-Livres, Burdeos 1886. (74) TRENARD Luis y Gabriela. Le diocèce de Belley, Histoire des diocèses de France, París 1978, pp. 186-187. (75) Gabriel a su sobrino, el teniente Taborin, 01/09/1875, Lettres, XI, 90. (76) Gabriel a Mons. de Langalerie, 23/06/1857, Lettres, XI, 64. (77) Gabriel a Mons. Billiet, 18/10/1857, Lettres, XI, 102. 420

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX Y a Mons. Chalandon, Gabriel daba las razones de sus temores: “Parece tajante y absoluto, además empujado o prevenido por los que le rodean de cerca, de los cuales no siempre tuve que felicitarme. He aquí por qué tengo algún temor que esto no marche como con los dos primeros Padres en Dios”. El clero de Belley no era unánime respecto al Superior de la Sagrada Familia. Gabriel lo había experimentado. La respuesta del arzobispo d'Aix fue una invita- ción a intensificar el diálogo y mostrar sumisión: “Vaya a verlo a menudo, consúltelo, pídale sus observaciones. Cuando un punto sea dudoso ruéguele examinarlo antes de decidir. La obediencia trae la victoria, dice la Escritura: quien se baja, se eleva”  78. Este consejo fue seguido al pie de la letra y Gabriel no dudó en abrir el corazón a su obispo: “Hablando de cruz, permítame, Monseñor, que le diga que hay una que lo sería verdaderamente para mí, si su Excelencia se dejase influenciar sobre mí y mi co- munidad, que tantas penas y sacrificios me ha costado... Lo que me lleva, Monse- ñor, a hacerle esta confesión es que yo sé pertinentemente que algunos eclesiásti- cos, aun entre los que tienen la ventaja de rodearle, se complacen en contrariarme secretamente”. Le manifestaba su intención de permanecer bajo su autoridad, de consultarle a menudo y de seguir su consejo como lo hacía con sus predecesores que le habían apreciado y defendido, pues conocían la rectitud de sus intenciones  79. ¿Pero cuál era el origen de la oposición del obispo y su consejos eclesiásticos?. Los primeros días de 1858 hicieron luz sobre el problema. Gabriel había hablado a Mons. de Langalerie del P. Hurtault, el padre trapense que deseaba colocar en Ta- mié. El obispo le había manifestado claramente su posición: no quería sacerdotes en la congregación. Gabriel por su parte tenía los Estatutos aprobados por la dos (78) 11/11/1857, Lettres, XI, 105; 22/11/1857, Correspondance passive, II, 91. (79) Gabriel a Mons. de Langalerie, 30/11/1857, Lettres, XI, 111. 421

HNO. ENZO BIEMMI predecesores y el arzobispo de Chambery y sobre todo la Santa Sede no había pues- to ningún obstáculo sobre este punto. Pero el obispo de Belley era inflexible. “...Mons. de Langalerie no quiere que admitamos sacerdotes, escribía a Mons. Bi- lliet. Mons. de Belley puede tener sus razones, pero nosotros las tenemos también y fuertes para recibir sacerdotes que nos son necesarios en nuestras casas de novi- ciado. Él buscará convencerlo a Ud., Monseñor, para hacer anular algunos pun- tos de nuestra Regla, aprobados por su dos predecesores y por vuestra excelencia, pero le ruego con insistencia. Monseñor, no desaprobar lo que creyó deber apro- bar; de otra manera, no podría ciertamente resultar ningún bien”  80. En efecto, algunos días antes llegó al arzobispado de Chambery, una carta de Mons. de Langalerie que manifestando su opinión contraria a la admisión de sacer- dotes en una congregación de Hermanos, pedía la opinión de Mons. Billiet: “Una consideración me detiene, el Hno. Gabriel me dice ahora que su Excelencia le habría animado a tener sacerdotes y Hermanos en su Congregación. Permíta- me, Monseñor, preguntarle si persiste en la misma opinión”  81. La respuesta de Mons. Billiet confirmaba que los Estatutos habían sido aproba- dos por los diferentes obispos correspondientes: “No puedo, pues, ahora poner en du- da el derecho”. Es cierto que introducía matices sobre la manera en que Gabriel se procuraba sacerdotes para Tamié, pero si estos sacerdotes estaban provistos de do- cumentos válidos, el no se creía con el derecho de negarles el permiso de cele- brar  82. El obispo de Belley insistía unos días más tarde en una postura, invitando a su colega en el episcopado a una actitud más prudente: “Mons., acabo de recibir la carta que tuvo la amabilidad de escribirme relaciona- da con los eclesiásticos del Hno. Gabriel. Seré más severo que Ud., ya que ha ad- mitido dos en su Congregación que nos han creado dificultades. Me parece que (80) 07/01 y 10/01/1858, Lettres, XII, 8-10. (81) Mons. de Langalerie a Mons. Billiet, 04/01/1858; Archives de la Bibliothèque du Grand Sé- minaire de Chambery, Correspondencia recibida por Mons. Billiet. . (82) Mons. Billiet a Mons. de Langalerie, 12/01/1858; Correspondance passive, I, 130. 422

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX este problema hemos de estudiarlo ¿Caminarían bien los sacerdotes bajo la direc- ción de un Superior laico?. ¿No estarán incómodos con los otros Hermanos? Has- ta ahora los intentos del Hno. Gabriel no han resultado”  83. Gabriel, sabiendo el intercambio de correspondencia entre los dos prelados agradeció a Mons. Billiet su actitud confirmando su determinación: “Le agradezco, Monseñor, no haber tocado nuestras Reglas, aprobadas por su Ex- celencia. No consentiremos tampoco en los cambios que nos propone nuestro nue- vo obispo; y si nos forzase a ellos (de lo cual no se trata), preferiríamos trasladar la sede de nuestra Sociedad a Tamié o a otra parte; es la resolución que hemos to- mado”  84. 4.2 Un hombre de rodillas La divergencia de opinión entre el Hermano y el obispo, se convierte en con- flicto abierto con la publicación de la segunda edición del Guía, regla de los Hermanos de la Sagrada Familia desde 1838. La primera edición estaba agotada hacía tiempo, Gabriel no quería dejar a sus Hermanos sin una regla, en la que trabajaba desde 1852. En esta fecha, en efecto, había redactado nuevos Estatutos, con las enmiendas introducidas por la Congre- gación de los Obispos y Regulares y enviados a Roma en 1856. A lo largo de estos años, ayudado por el Hno. Amadeo, su primer consejero, había redactado regla- mentos para sus Hermanos, a medida que la experiencia le sugería y que se presen- taban nuevos problemas  85. La adquisición de Tamié y la atención de numerosas comunidades, aminoraron el trabajo de redacción, pero era tiempo de hacer salir la segunda edición: los Hermanos la pedían, y ya no era cuestión de dejarlos en la in- certidumbre. (83) Mons. de Langalerie a Mons. Billiet 14/01/1858, Archives de la Bibliothèque du Grand Sémi- naire de Chambery, Correspondencia recibida por Mons. Billiet. (84) 16/01/1858, Lettres, XII, 13. (85) Se trata del Reglamento del 08/12/1846 (Circulaires, 34-38), del Reglamento del 23/8/1847 (Circulaires, 50-65) del Reglamento del 29/08/1849 (Circulaires, 105-118) de las Instrucciones y Reglas del 01/08/1855 (Circulaires, 215-240). 423

HNO. ENZO BIEMMI En el mes de abril de 1858, el impresor de Belley, Sr. Leguay, pedía la última par- te de la obra, y el índice de temas, para poder terminar la impresión antes del ve- rano, y al fin del mes de mayo de 1858, el Hno. Amadeo le pudo entregar lo que faltaba  86. Fue al principio del mes de junio que Gabriel debió introducir un pedido for- mal de aprobación del Nuevo Guía a su obispo, cuando las pruebas estaban ya casi impresas. La respuesta de éste fue lacónica y sin matices: “Sé de manera casi fortuita que los ejemplares de su obra han sido ya impresos; un pedido de aprobación en semejantes circunstancias no es serio y he de abste- nerme. Quisiera querido Hno. Gabriel, que tuviera más confianza en su Obispo y más deferencia por sus consejos; ¿no es la voluntad del Soberano Pontífice, no es el orden de la Providencia?”  87. Al día siguiente de mañana una larga carta de Gabriel para Monseñor salía de la casa de Belley. Este escrito es el testimonio de un hombre que, después de acudir inútilmente a los argumentos disponibles, demuestra no tener otra cosa que opo- ner a la decisión de su jefe eclesiástico que la rectitud de su conciencia y de sus in- tenciones. “Los hombres nada pueden contra quien Dios protege; Él me ha concedido esta gracia de manera visible. Las persecuciones y las pruebas han podido herir mi amor propio, pero nunca me han desanimado. Estoy resuelto a sufrir todo, aun el destierro, si es por el interés espiritual y material de mi Congregación, porque tengo el sentimiento de que trabajo por el bien”  88. El desacuerdo se refiere al hábito del Superior General y a la admisión de sacerdotes en la Congregación los cuales estarían sometidos a un superior laico. (86) Sr. Leguay, impresor a Gabriel, 09/03/1853, ASFB, Proveedor, Hno. Amadeo a Gabriel, 27/05/1853, Correspondance Passive, V, 75. (87) Mons. de Langalerie a Gabriel, 14/06/1858, Correspondance Passive, II, 141. (88) 15/06/1858, Lettres, 76-78. Esta carta ha sido objeto de largo análisis: Biemmi Enzo, “Mon- seigneur et mon Père...” dans L’autorité et les autorités en régime de Civilisation chrétienne. La marge, Séminaire de Bernard Plongeron, Cycle des Études du Doctorat, tome XIII, Insti- tut Catholique de Paris 1989-1990, pp. 135-157. 424

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX Los dos puntos deben delimitar con claridad la esfera clerical y la esfera laical. Ga- briel lo sabe y a pesar de eso, sin saber dar argumentos convincentes, acudiendo só- lo a su conciencia, suplica a su obispo, la aprobación. Al mes siguiente, en una segunda carta, también personal, confiesa su plena sumisión, pero también su determinación: “En cuanto a mí, me ha apenado su negativa, pero no me asusta, mi sacrificio es- tá hecho. Dios que ha permitido esta prueba, me ha dado la gracia de soportarla y de saber determinarse en los acontecimientos enojosos. Además mi carrera ter- minará pronto; si no me la dejan terminar en paz, me animaré pensando con Job, que la vida del hombre es un combate y que el discípulo no es superior al maes- tro...sea lo que fuere, su Excelencia no habiendo aceptado mi acto de sumisión me creo desligado de él. Me es imposible, Monseñor, hacer el bien donde no hay recí- proca confianza entre los Superiores eclesiásticos y yo”  89. Estas dos cartas nos muestran a un hombre de rodillas. Bajo un lenguaje cercano al chantaje afectivo, que no puede admitir las cosas a medias, se revela un hombre desarmado que pide a su obispo que reconozca las riquezas que Dios le ha confiado. En efecto, lo que está en juego, no es un artículo de la regla, sino la confianza puesta en su persona y el reconocimiento de su carisma. Gabriel no pide la independencia de su obispo, sino la sumisión, en un horizonte de respeto a su originalidad. Hay que señalar que la oposición de Mons. de Langalerie no se refería a la per- sona de Gabriel. “Estas divergencias de opinión, le escribía, no hieren en nada el profundo y pater- nal interés que tengo por su Congregación: le he dado ayer una prueba, le daré otras, todas las veces que me parezcan compatibles con las exigencias del ministe- rio sagrado que Dios me ha confiado”  90. Los conflictos se resuelven en el plano del derecho canónico y en esto el obispo no quería ceder. En efecto no dio una aprobación sino con reserva, que Gabriel consideró “un remedio, aunque insuficiente”, para su herida. (89) 20/07/1858, Lettres, XII, 92. (90) 13/09/1858, Correspondance passive, II, 143. 425

HNO. ENZO BIEMMI En el mes de setiembre, el primer día del retiro, Gabriel distribuía solemne- mente a todos los Hermanos reunidos en la Casa Madre, el Nuevo Guía de la Sagra- da Familia  91, en el que había evitado imprimir “la especie de aprobación” de Mons. de Langalerie. El 21 de setiembre se tiene el tercer Capítulo General y el Hno. Gabriel, por invitación del obispo, informaba a los miembros, de los puntos de divergen- cia  92. A Gabriel sólo le faltaba manifestar su dolor a Mons. Chalandon, el obispo que más le había comprendido y protegido: “Los hermosos días que gozaba bajo su bendito y amable episcopado y el de Mons. Devie, han pasado. Todo ha cambiado en el obispado de Belley. Nuestro nuevo obispo, aunque digno del episcopado, no ha respondido a las esperanzas de nuestra comunidad. He tomado mi decisión al pie de la cruz, esperando la eterni- dad en la oración y el combate que, me atrevo a esperar, coronarán mis traba- jos”  93. 4.3 Pertenecer a la santa milicia eclesiástica El año 1859 empezaba con un aparente apaciguamiento en las relaciones entre el obispado y el Hermano. Habiendo venido a decir la misa en el Noviciado, Monse- ñor, se había casi invitado a comer con tres sacerdotes del obispado. Todo había transcurrido en ambiente de gran alegría, lo que hacía esperar un acercamiento de- seable  94. “Después de algún tiempo, escribía a Mons. Chalandon, ellos, [los sacerdotes del obispado] parecen colmarme de caricias” y atribuía este cambio a una intervención, más o menos directa, del obispo de Aix en Provence  95. (91) Nouveau Guide des Frères de la Sainte Famille, contenant les Règles et les Prières en usage dans leur Congrégation, approuvée par notre Saint Père le Pape, impreso, Leguay, Belley 1858, reimpresión fotostática, Barcelona 1969. (92) Gabriel a Mons. de Langalerie, 12/09/1858, Lettres, XII, 104; el obispo a Gabriel 12/09/1858, Correspondance passive, 143; Capítulo General, Sesión de 1858, con la descripción de la cere- monia de la distribución de la Regla (Registro conteniendo todas las deliberaciones de los Capítulos Generales, ASFB [Roma]). (93) Gabriel a Mons. Chalandon, 30/12/1858, Lettres, XII, 136. (94) Gabriel al Hno. Amadeo, 03/02/1859, Lettres, XIX, 114. (95) Gabriel a Mons. Chalandon, 18/03/1859, Lettres, XIII, 26. 426


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