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Hno. Gabriel Taborin: El desafío de un religioso laico en el siglo XIX

Published by Hermanos de la Sagrada Familia, 2020-07-03 16:34:09

Description: Los Hermanos de la Sagrada Familia de lengua española, deseando contar con material de valor para mejor conocer al Vble. Hno. Gabriel Taborin, su Fundador, realizaron la traducción de esta tesis escrita en francés por el Hno. Enzo Biemmi, de la Provincia Madonna di Loreto (Italia).

La tesis fue presentada en la Universidad de París el 22 de junio de 1995 ante un tribunal formado por profesores de la Sorbona y del “Institut Catholique” de París, para la obtención del doctorado en Historia de las religiones (Antropología) y Teología. Ambas instituciones académicas dieron a la tesis la máxima calificación, lo que ofrece a este estudio una garantía científica de primer orden.

Agradecemos y felicittamo al Hno. Enzo Biemmi por el trabajo realizado.
Este libro, impreso en enero de 2019, es la segunda edición de la traducción al español (la primera data de 1998).

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HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX Ningún eclesiástico es admitido en el Instituto, que conserva así su carácter laical. El obispo solo puede nombrar los capellanes para la formación de los Her- manos y para su instrucción religiosa. Los tres últimos artículos, ponen en evidencia la preocupación por una vigilan- cia de los Hermanos, que a menudo se encuentran solos en las parroquias. El con- trol y sostén de los Hermanos están asegurados de tres maneras: la entrevista periódica de los Hermanos con el Superior, el retiro anual en la casa madre y la vi- sita periódica de las escuelas por el superior o su delegado. Cuando son varios Her- manos en la misma parroquia, el Hermano Superior nombra un Hermano Ecóno- mo al que todos los Hermanos le deben obediencia  82. Los 30 cortos artículos de la regla de 1838 nos presentan un cuadro esencial y claro de la nueva institución. Cierto, no tienen el carácter inmediato y cálido de las primeras reglas ni de las de 1836, pero tienen la ventaja de simplificar mucho el proyecto de Gabriel, respetando en sus líneas fundamentales la inspiración origi- nal. Hay que reconocer que el Hermano que resulta de esto, es esencialmente el proyectado por Gabriel. Se confirma y refuerza el carácter laical, el fin es respetado y la organización simplificada. Uno se puede quejar, quizá, como lo hace el Hno. Federico  83 de que el novicia- do sea reducido nuevamente a un año y que la medida de las promesas por precau- ción, desaparezca. Eran efectivamente dos puntos a los que Gabriel había llegado después de dolorosa experiencia: sus Hermanos no estaban suficientemente forma- dos y abandonaban fácilmente sus compromisos. Pero estas dos amputaciones, no afectan lo esencial del estatuto del Hermano y son más bien, el precio a pagar para que la Institución deje su carácter “provisional” y presente una fisonomía jurídica- mente correcta ante el gobierno y la Iglesia. En cuanto a la parte que reglamenta la vida espiritual y la actividad de los Her- manos es sin duda mucho más pobre que en los cuadernos de Gabriel; el Artículo XVII de los Estatutos nos recuerda el reglamento redactado por Gabriel, y amplia- mente inspirado en el Directorio del P. Querbes. (82) Art. XXI. (83) FRÈRE FRÉDÉRIC, o. c., pp. 162-163. 227

HNO. ENZO BIEMMI Un superior para verdaderos Hermanos La aprobación del Guía por el obispo de Belley da de golpe a la institución un carácter de solidez, pero no hay que olvidar que sus miembros no eran sino unos novicios vestidos con sotana, pero sin votos, ni tan siquiera los tenía su Fundador. El 03 de noviembre de 1838 en la pequeña capilla de Belmont once Hermanos pro- nunciaban sus primeros votos simples, por tres años y el Hno. Gabriel sus votos perpetuos en manos de Mons. Devie. El mismo día, el prelado daba solemnemente posesión en sus funciones de superior a perpetuidad al Hno. Gabriel  84. Al mes si- guiente, en su circular sobre las conferencias para el año 1839, el obispo informaba al clero del nacimiento oficial de la congregación de la Sagrada Familia destinada “a procurar Hermanos que les servirían de cantores, sacristanes, mayordomos y si nece- sario fuera, de maestros de escuela, siguiendo las reglas ordinarias”. Invita a sus sacer- dotes a estimular a la institución enviando a Belmont jóvenes dispuestos “a seguir esa carrera  85”. Al día siguiente de la profesión, Gabriel abría tres nuevas comunidades y los primeros Hermanos ayudados por algunos novicios, se integraban a su destino: dos Hermanos en Belley, para servicio de la catedral, tres en Motte Servolex, dos en Se- yseel (Ain), dos en Parcieux (Ain), tres en Pont de Beauvoisin (Saboya), dos en Sor- nay, diócesis de Autun (Saona y Loira). Gabriel era desde entonces el superior de once Hermanos profesos y un grupo de novicios, dirigía la casa de noviciado de Bel- mont y podía contar con la presencia de sus Hermanos en seis parroquias. Como siempre, en los momentos más difíciles o en los más hermosos, era a sus dos grandes amigos, el canónigo Desrumeaux de Saint Claude y el P. Roland de Lons le Saunier, a quienes escribía confiándoles sus sentimientos: “Tengo la satisfacción de anunciarle que hemos tenido el tres de noviembre últi- mo, en nuestra capilla, una memorable y emotiva ceremonia. Nuestro santo obis- po ha revestido del hábito de nuestro instituto a un cierto número de novicios y (84) El Hno. Federico afirma que Mons. Devie el 15/08/1838, habría llamado a Brou al Hno. Ga- briel, quien habría hecho voto de ser superior de por vida en la misa de Mons. , antes de reci- bir la comunión (Fr. Frédéric, p. 167-168). Esta afirmación no se confirma en ninguna fuente segura, al contrario, está en contradicción con lo que Gabriel escribe a Roland y Desru- meaux el 03/11/1838. (85) Circular de Mons., Obispo de Belley, sobre los temas de las conferencias para el año 1839, 9/12/1838, citado en Positio, 151. Mons. Devie presenta también a la nueva institución en el Ordo de 1839-40, pp. 82-83. 228

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX recibido los votos de doce Hermanos. Juzgue qué consuelo para mí, sobre todo al pronunciar los míos perpetuos y entregarme a Dios totalmente. Espero que mi dulce sacrificio le habrá sido grato. Pero en esta ceremonia no he sido yo el más agraciado, pues el prelado, que ha puesto corona de rosas en la cabeza de nuestros Hermanos ha colocado sobre la mía una de espinas, de la que ya siento las pun- zadas... A este Hermano superior le han sido entregadas solemnemente sus fun- ciones por Mons. el día de la profesión mencionada y desgraciadamente la suerte ha recaído sobre mí para desempeñar la función de superior. Piense si la carga no está por encima de mis fuerzas. Me tranquilizo, sin embargo, pensando que si Dios me confía esta carga, él me dará las fuerzas que necesito para cumplirla  86”. El año 1838 marca la salida definitiva del estado de incertidumbre y del carác- ter provisorio de la institución de Gabriel. Los cuatro gestos oficiales del obispo (aprobación de las Reglas, aceptación de la primera profesión, nombramiento de Gabriel como superior vitalicio, presentación de los Hermanos al clero), demues- tran que ha dejado de lado toda incertidumbre y que en adelante, confiará en estos religiosos laicos y en estos jóvenes Hermanos. Más o menos en esta época el obispo debió dirigir a Gabriel estas palabras: “Hijo mío, hasta ahora le he ayudado poco; usted ha trabajado casi solo. Quería ver si se desanimaba y si su intento era obra de Dios. Pienso que ahora no puedo dudar. Ánimo, pues, trabaje, siga su obra; en adelante su obispo le ayudará más  87”. A la sombra de la catedral El nuevo superior de la pequeña comunidad se encontró inmediatamente ante un problema mayor: la exención del servicio militar de sus jóvenes Hermanos. La asociación no estaba autorizada, ni por el gobierno francés, ni por el gobierno sar- do. Los jóvenes religiosos de la Sagrada Familia sólo podían beneficiarse de la exen- ción concedida a los que se comprometían por diez años a consagrarse a la ense- ñanza primaria, si estaban diplomados. (86) Carta al P. Roland y al P. Desrumeaux, 01/01/1839, Lettres, I, 92. (87) Fr. Frédéric, 126. El Hno. Federico pone esta declaración hacia fines de 1835, o principio de 1836, pero en esta época el obispo se mostraba bastante prudente con la iniciativa de Gabriel y estudiaba la fusión con la Sociedad de María. 229

HNO. ENZO BIEMMI El Hno. Gabriel no había podido prepararlos al examen en tan poco tiempo. Sólo podía confiar en la suerte. El sistema militar se apoyaba en ella. Un tercio de reclutas formaban el contingente. Los buenos o “altos” números, estaban exen- tos, como también los conscriptos en deficientes condiciones físicas o que tenían que ayudar a la familia. Los reemplazos estaban autorizados, pero para encontrar un reemplazante había que pagar cantidades considerables. Gabriel se dio cuenta inmediatamente de que esto era una amenaza de muerte para su institución que acababa de formarse. Era impensable que un joven Herma- no, que había hecho apenas un año de noviciado, después de siete años de servicio militar volviese a la casa religiosa. Estos Hermanos estaban perdidos para siempre. Y las primeras víctimas, desde 1839, fueron dos Hermanos con los que contaba mu- cho: su sobrino, Hno. Estanislao (Gabriel Taborin) que estaba colocado en la parro- quia de Pont de Beauvoisin y el Hno. Antelmo Lavalette que daba clase en Sornay, diócesis de Autun. Gabriel estaba inquieto por su suerte desde el mes de febrero, y por intermedio del canónigo Robert, insistía ante Mons. Devie para que se movili- zara y obtuviera la autorización del Instituto y una solución provisoria para los jó- venes Hermanos. Sugirió al respecto, dirigirse a una congregación religiosa recono- cida por el estado, para que su superior hiciera pasar, como miembros de la suya  88, a estos dos Hermanos pero el P. Robert no pareció inquietarse por el asunto, a pesar de los ruegos repetidos del Hno. Gabriel. Al aproximarse la fecha de echar a suerte, el Hno. Antelmo temiendo lo peor escribe a su superior: “Muy querido Padre: Se acerca el momento de echar a suerte el servicio militar, el momento temido por mí. ¡Ah!, le suplico rezar y hacer rezar a la comunidad por mí y por mi amigo Estanislao, para que nos veamos libres de la desgracia de te- ner mala suerte. Se lo aseguro, querido padre, que si tuviera que abandonar el es- tado religioso, si tuviera que dejar el hábito religioso que llevo y volver al mundo, (88) Carta de Gabriel a Robert, 8/02/1839, Lettres, I, 98: “Querbes no sería el hombre, creo yo, pa- ra hacernos este favor, puesto que no aprecia en nada nuestra congregación, Ud. sabe por qué. Sólo estaría el superior de los Hnos. de Saint Paul Trois Châteaux, que podría sacarnos de apuros”. Se trata de los Hnos. de la Instrucción Cristiana de la diócesis de Valence, fun- dada por el vicario general Fière en 1823 y que obtuvo la autorización del gobierno francés el mismo año. En 1842 estos Hnos. se fusionaron con los Hnos. de María de Champagnat. Cf. ZIND Pierre: “Fratelli del l'Istruzione Cristiana di Valenza”. Dizionario degli Instituti di Perfezione, Vol. 4, Roma 1977, Coll. 625-627. 230

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX por cualquier motivo que fuere, preferiría que me enterrasen vivo. Pero que se cumpla la voluntad de Dios y no la mía  89”. Y “la voluntad de Dios” fue que los dos Hermanos sacaran un mal número. Las tentativas siguientes por parte de Mons. Devie para hacer revisar el asunto no con- dujeron a nada. Los dos jóvenes religiosos dejaron definitivamente la comunidad en el mes de enero de 1840. Este asunto hizo explotar la tensión del Hno. Gabriel con respecto a Robert. La negligencia del canónigo, desinteresándose del asunto que la Institución le confia- ra, llevó al Hno. Gabriel, apoyado en su cargo de superior, a presentar sus quejas y a pedir su reemplazo: “La suerte de los Hermanos en cuestión, escribía a Mons. Devie, no es sólo motivo del fastidio que me abruma. Estaría tentado a veces de sacudir el yugo de las lar- gas pruebas que, con la ayuda de Dios, soporto desde hace quince años para poder hacer todo el bien que se propone nuestra pequeña asociación y que nuestro padre espiritual, si así puedo decir, quiere sofocar de muchas maneras, sobre todo por conversaciones, sinrazones y brusquedades vejatorias. No creo que siguiendo por este camino pueda inspirarnos confianza, darnos buen ejemplo, conducirnos a la perfección y hacer prosperar la obra. Me da la impresión, a menudo, de que no se encarga de nuestros asuntos, sino a disgusto y que no quiere que esperemos de él la menor ayuda.... Mons., se lo digo confidencialmente, tengo mis razones para creer que nuestra congregación no podrá sobrevivir si no tuviera otra ayuda que la de nuestro padre espiritual actual para sostenerla y proporcionarle recursos  90”. Por su parte Robert, presentaba a Devie acusaciones bastante mezquinas y sin fundamentos, contra Gabriel, como la de rehusar ampliar la casa y sus excesos en la comida, lo que le valió a Gabriel una amonestación de parte de Mons. Devie y la invitación a ser “un poco más dócil y tener un poco más de confianza en las personas que demuestran interés por él  91” . (89) Hno. Antelmo al Hno. Gabriel, 03/03/1839, ASFB, “Frères sortis. Anthelme Lavalette”. (90) Gabriel a Mons. Devie, 04/04/1839, Lettres I, 114. (91) Mons. Devie a Gabriel. 23/05/1839. Correspondance passive II, 27. Ver también la respuesta de Gabriel: “Le ruego Mons. que no crea todo lo que se le dice a Su Excelencia, respecto de mis comidas; no soy perfecto, tengo mis defectos, trabajo todos los días para corregirme. No 231

HNO. ENZO BIEMMI A pesar de estas dificultades, Mons. Devie demostraba interés por reforzar a la Institución de los Hermanos. En el mes de setiembre de 1838, da a la comunidad un capellán permanente, el P. Gourmand y el 21 de octubre, visita por tercera vez a la comunidad de Belmont y recibe los votos de cinco nuevos Hermanos. A fines de 1839 la obra de los Hermanos de la Sagrada Familia, había perdido tres Hermanos: dos idos al servicio militar (o a punto de partir) y el Hno. Francisco Dugnat, falleci- do el 15 de noviembre  92. Pero podía contar con quince Hermanos profesos, una do- cena de novicios y tres huérfanos que Gabriel acogió a pedido de Mons. Devie que mucho apreciaba esta clase de obras de caridad  93. Las nuevas profesiones permitie- ron a Gabriel, abrir dos nuevas casas, Avressieux y la Rochette, en la diócesis de Chambery, lo que llevaba a ocho, sus comunidades, sin contar la Casa Madre. Sin duda, con ocasión de esta visita el obispo constata que la casa es insuficiente para la comunidad y que era necesario, o bien ampliarla o bien, llevarla a otra parte. La ampliación de la casa había sido prevista desde el verano de 1836. El P. Gui- gard había hecho un proyecto y el presupuesto se había estimado en 12.000 Frs. La falta de recursos había obligado a renunciar a su ejecución. Entre 1839 y 40, des- pués de largas negociaciones, se consiguió una granja al sur del jardín de la casa que pertenecía a un tal Sr. Berliaz  94. Pero los trabajos de reparación no empezaron porque en el mes de febrero de 1840, se pensó trasladar la comunidad de Belmont a Belley  95. Esta propuesta, hecha no se sabe si por iniciativa de Gabriel o de Mons. De- creo, sin embargo, haberme apartado de la regla en mis comidas, no creo tampoco haber di- cho cosas que se presten al ridículo, hablando de sus bondades y la protección que nos testi- monia; no quisiera que llegasen a sus oídos cosas que no son y que pudieran dañar a nuestra institución y apartar a Su Excelencia de sus buenas disposiciones hacia nosotros y a las que damos gran importancia” (05/1839, Lettres, I, 118). (92) Carta de Gabriel a los Hnos. comunicándoles la muerte del Hno. Francisco, 18/11/1839, Le- ttres I, 141: “Sus últimas palabras fueron para pedir la cruz de profesión y su último acto el de besar con amor y fe la imagen del Salvador”. En el mes de setiembre, el médico había pronosticado “que caería como las hojas en otoño” (Carta del Hno. Mauricio a Gabriel, 28/08/1839, ASFB, “Hnos. perseverantes. Hno. Mauricio”). (93) Efectivamente, fue Mons. Devie que envió a Belmont el primer huérfano. Luis, que Gabriel recibió en el mes de febrero de 1839 (Cf. Carta de Gabriel al secretario del obispo, P. Girard, 24/02/1839). (94) Cf. interccambio de correspondencia entre Robert y Gabriel: 04/09/1839; 01/10/1839; 25/11/1839; enero 1840. (95) El traslado de los Hnos. de Belmont a Belley ha sido suficientemente estudiado. Nos limita- mos aquí a informar de lo esencial. Para los detalles de las negociaciones respecto de la compra de la casa Santa María de Belley y sobre la llegada de los Hnos. a Belley, ver: Positio 232

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX vie mismo, da al superior de la Sagrada Familia, la posibilidad de alcanzar un objeti- vo capital: la salida definitiva de la comunidad del aislamiento geográfico y la con- sagración de su obra a los ojos del clero y de la opinión pública. Se trataba de encontrar una casa en la villa episcopal y la elección de Gabriel y del obispo, fue la casa Santa María, antiguo convento de la Visitación que, como bien nacional, perte- necía a la alcaldía y que servía de depósito de leña y de forraje  96. La alcaldía pedía primero 25.000 Frs., un precio que Gabriel no podía pagar, pero que esperaba hacer- lo con ayuda del obispado. No se veía la posibilidad de adquirir una casa cuando Ga- briel, por propia iniciativa, el 31 de marzo de 1840, firmaba la venta al Sr. de Garin de la casa de Belmont (la casa noviciado, el huerto, la granja, conseguida hacía poco, con la cuadra y la bodega) por 10.500 Frs. Al día siguiente informa al obispo: “Mons. habiendo dado su palabra para trasladar nuestro noviciado a Belley y conseguir la casa de Santa María, he considerado el cambio como un hecho y a realizarse dentro de poco  97”. La decisión parecía un poco precipitada, lo que fue corroborado por los aconte- cimientos que siguieron. En efecto, las negociaciones con el alcalde de Belley, Sr. Marin Sibuet, llevaron primero a la firma de dos convenios, pero la autorización del Prefecto no llegaba. Mons. Devie reprochó a Gabriel su apresuramiento: “Siempre va muy de prisa. Usted acaba de ver que nada hemos perdido con no apresurarnos. Acuérdese que ha hecho voto de obediencia...  98”. En el mes de agosto el obispado informaba a Ga- briel “que algunas trabas..., provocadas por una de las autoridades civiles y el olvido de ciertas formalidades”, había comprometido el asunto  99. Gabriel se encontraba así sin casa, obligado a abandonar Belmont sin saber dónde alojar a su comunidad. El 7 de setiembre, después de un plazo concedido por el nuevo dueño, la comu- nidad compuesta de 47 personas, dejaba Belmont y se encaminaba a pie a Belley. Mons. Devie alojó provisoriamente a los Hermanos en una pequeña casa situada en el huerto del obispo. Al mes siguiente cedía a Gabriel la casa Pichat o Breuillard y éste compraba por 11.500 Frs. la casa Maret, lindera con la primera. Al principio del mes de octubre, los Hermanos de la Sagrada Familia se instalaban definitivamente en la ciudad episcopal. Quedaba por hacerse la reparación de los edificios ocupa- 280-287; STANGA Florencio, “1840-1990: il y a 150 ans le noviciat des Frères de la Sainte- Famille arrivait à Belley”, Entretien Familial, Nº 159, junio 1990, pp. 688-741. (96) Carta de Gabriel a Devie, 23/02/1840, Lettres I, 157. (97) Carta de Gabriel a Devie, 01/04/1840, Lettres I, 165. (98) Mons. Devie a Gabriel, 19/07/1840, Correspondance passive, II, 34. (99) Carta del Prosecretario P. Girard a Gabriel, 03/08/1840, Correspondance passive, II, 35. 233

HNO. ENZO BIEMMI dos, pero Gabriel en nueve meses conseguía su objetivo. A esto se agregaba una buena noticia: el obispo confía la dirección espiritual de la congregación al P. Ber- nardo Benito Poncet en lugar del canónigo Robert. Se terminaba así una de las rela- ciones más conflictivas a las que Gabriel se vió enfrentado: “El P. Robert ha venido a hacerme una visita para anunciarme que ya no era nuestro padre espiritual, pero que haría por nosotros más de lo que había hecho cuando lo era. Me dijo que lo sería el P. Poncet. Me alegré por esta buena noticia, sin comunicárselo por supuesto al P. Robert  100” . El conflicto entre el Hermano y el canónigo, había sido algo más que un cho- que entre dos caracteres fuertes. Era la punta del iceberg de un conflicto que provo- caba la llegada de Gabriel con una parte del clero. No era casualidad si el motivo que originaba el conflicto era el hábito de los Hermanos: en definitiva se trataba de marcar los límites entre el Hermano y el sacerdote. La moderación y el equilibrio de Mons. Devie, había salvado hasta ahora la dé- bil institución de Gabriel. Este quería más aún. Desde su llegada a Belley se apresu- ró a imprimir hojas con el encabezamiento del Instituto en el que figuraba la palabra “diocesano”. El obispo, a quien Gabriel sometió las pruebas, no aprobó la iniciativa: “No apruebo la palabra diocesano en el encabezamiento de la carta  101”, le es- cribía. Gabriel suprimió la palabra y comprendió el mensaje. Había que contentar- se con una protección: su institución no podía ser recibida con pleno derecho en el cuerpo eclesiástico de la diócesis de Belley. Más espinas que rosas A fines de 1840 Gabriel contaba con unos 50 Hermanos entre novicios y Her- manos profesos. En el mes de noviembre abría su novena comunidad en Aiguebe- lle, diócesis de Saint Jean de Maurienne, pero tenía que cerrar las de Sornay y de la Rochette. El balance era alentador: la casa de noviciado en Belley, con el servicio de la catedral, y seis comunidades de Hermanos: cuatro en Saboya (La Motte, Pont de Beauvoisin, Avressieux, Aiguebelle) y dos en Francia (Seyssel y Parcieux). A esto hay que agregar la casa de Saint Pierre d’Albigny, diócesis de Chambery, que empezará (100) Carta del Prosecretario P. Girard a Gabriel, 03/08/1840, Correspondance passive, II, 35. (101) Mons. Devie a Gabriel, 14/11/1840, Correspondance passive, II, 36. 234

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX a funcionar en los primeros días de 1841. Saboya era cada día más, el terreno fértil en vocaciones y en fundaciones para los jóvenes Hermanos de la Sagrada Familia. ¿Pero cuál era la situación de los primeros Hermanos en las parroquias?. Una mirada rápida nos indica que Gabriel paga en los principios el precio de la inexperiencia y de la falta de formación de sus Hermanos. Ya hemos visto los pasos inciertos de los novicios enviados de Belmont para servicio de la catedral de Belley. El Hno. Gabriel tuvo que reemplazar, en el mes de enero de 1836, al Hno. Estanislao por el Hno. Luis (Juan Francisco Chavasse) y escri- bía al P. Robert: “Es un hombre virtuoso, lleno de buena voluntad, ama a su vocación y hará todo lo posible para cumplir con todas sus obligaciones. Su buena conducta, durante el tiempo que está con nosotros, nos garantiza su fidelidad durante toda su vida a las promesas solemnes de pobreza, castidad y obediencia en nuestra sociedad de la Sagrada Familia y reparará, con su buen ejemplo, el escándalo que han podido dar los Hermanos que va a reemplazar  102”. Lejos de reparar, este joven Hermano agravó la situación. Un año después de su llegada, Gabriel constató que este Hermano se guardaba todo el producto de su tra- bajo de encuadernación y empleaba la astucia y la mentira para excusarse  103. A su salida, siguió el despido de Francisco Savarin por mal comportamiento. Esto llevó a Gabriel a confiar su pena al P. Robert: “La mala conducta de Savarin y su expulsión de nuestra casa, me ha molestado, así como la del capuchino. Le confieso que tengo mis miserias por querer hacer el bien. Siga siendo, Rdo. Padre, nuestro consuelo y sostén  104”. En respuesta, el canónigo le escribía: “Monseñor es de la opinión que no se apresu- re en admitir a todo el que se presente y pida entrar en su casa. Las consecuencias pueden ser funestas  105”. (102) Carta de Gabriel a Robert, 01/02/1836, Lettres, I, 27. (103) Cf. Carta de Gabriel a Robert, 06/01/1837, Lettres, I, 50. El Hno. Luis (Juan Francisco Chava- sse), dejó la congregación el 10/02/1837. (104) Gabriel a Robert, 18/08/1837, Lettres, I, 66. (105) Carta de Robert a Gabriel, 29/08/1837. 235

HNO. ENZO BIEMMI Y efectivamente, ya lo eran en Seyssel, segunda comunidad abierta en 1836. Ga- briel vivió en esta parroquia de la diócesis de Belley, pero también unida a Saboya, sus más dolorosos fracasos. Los principios, sin embargo, parecían entusiasmantes. Los Hnos. Antelmo y Clemente se alegraban con el superior de sus primeros éxitos: “...en cuanto a los alumnos son apenas más numerosos, pero son mucho más si- lenciosos. Andan bien por las calles de dos en dos, con los brazos cruzados; los “va- les” (o “buenos puntos”) producen mucho fruto; al terminar cada día, los que no han merecido ninguno, lloran y no se atreven a volver a casa, pues los padres les atribuyen un gran valor. En la iglesia todo el mundo admira el cambio operado desde nuestra llegada, pues al volver a casa oímos a los buenos ancianos y ancia- nas decir: ¡Ah! esto es lo que faltaba a la juventud  106”. Esta alegría fue de corta duración. El balance al fin del primer año fue desas- troso, a tal punto, que el barón De Sylan, bienhechor de la comunidad, sostén de la escuela de los Hermanos con sus recursos, se vio en la obligación de dar el ultimá- tum a Gabriel: “Hay mucho de malo en su establecimiento de Seyssel, como consecuencia de una primera mala elección, que me atrevo a solicitarle que repare lo más pronto posi- ble mandando algún Hermano preparado; lamentaría que no aproveche la reu- nión de las autoridades en la cabeza de partido, el próximo 3, para resolver sus dudas y triunfar de alguna oposición de mi parte; lo provisorio no me conviene y por poco que dure, estaré obligado a dar otro destino a los recursos. Por lo demás, le reitero que me resulta imposible hacer más de lo que he dicho y que sería inútil hacerme ningún otro pedido  107”. Por su parte el vicario, P. Vibert, esperaba una pronta solución a la situación: “...espero que no quedemos desilusionados en nuestras expectativas, pues no quie- ro disimularle que la conducta del Hno. Clemente no ha producido una impre- (106) 10/11/1836, ASFB, “Frères sortis, Anthelme Lavalette”. (107) Sr. de Sylan a Gabriel, 30/09/1837, ASFB, “Establecimiento Seyssel”. 236

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX sión favorable en nuestra villa, pero esperamos que la prudencia y virtud de los Hermanos que nos mande, la hagan olvidar  108”. El segundo año fue peor que el primero; Gabriel tuvo la poca fortuna de enviar al Hno. Luis Convert, que le causaría problemas durante dos años. Desde su llegada a Seyssel, provocó desorden en la comunidad. Mantuvo relaciones ambiguas con familias y jóvenes. La muerte inesperada de una de ellas, le sumió en la desolación y le llevó a confesar sus faltas a Gabriel con la promesa de conversión  109. El año 1838 terminaba con esta confesión de Gabriel a Robert: “La corona de espinas comienza a pincharme, tengo muchos motivos de sufri- miento por causa de algunos Hermanos  110”. El Hno. Luis fue reemplazado por el Hno. José, antiguo Hermano de las Escue- las Cristianas, provisto de su diploma, pero de 63 años de edad  111, lo que provocó el descontento del alcalde. Para evitar lo peor, Gabriel, intensificó su vigilancia en el año 1839 y su severidad sobre la comunidad de Seyssel, lo que no fue valorado por el Hno. José que le escribía: “...un padre de 40 años, que mantiene sin verdadero motivo tan duramente la espada contra el flanco de su hijo que cuenta 62 pasados, le hace desear el apartarse de tal mano paternal para ir a gozar de la mayoría de edad que la ley otor- ga a los 22, que hace tiempo que pasaron  112”. El Hno. Mauricio a quien el superior confiaba sus dificultades, le ofrecía su apoyo: “Su [vida], querido padre, está sembrada de zarzas y espinas”; “Soy bien sensible a tantos motivos de malestar e ingratitud que le asaltan, querido padre, y me aflige no poder suavizarlos en nada  113”. (108) Sr. Vibert a Gabriel, 05/10/1837, ASFB, “Establecimiento Seyssel”. (109) Hno. Luis al Hno. Gabriel, 28/11/1838, ASFB, “Frères sortis. Louis Convert”: “¡Oh! querido pa- dre, venga a salvar a uno de sus hijos... Iré a ponerme de rodillas y hacer la acusación de mis torpezas y obtener su perdón”. (110) Gabriel a Robert, 31/12/1838, Lettres, I, 91. (111) El Hno. José Doublier había nacido el 13/02/1777 en Grand-Lemps, diócesis de Grenoble. Du- rante la revolución francesa se distinguió por su valentía en defender a los sacerdotes refrac- tarios. Entrado con los Hnos. de las Escuelas Cristianas, los abandonó en 1830. En 1836 el Hno. Gabriel le negó la entrada a la Sagrada Familia por su edad y porque no tenía diplo- ma. Rindió entonces sus exámenes de brevet (tenía 60 años) y fue aceptado por el Hno. Ga- briel en 1837. Falleció el 02/03/1855. Cf. Circular del Hno. Gabriel a la muerte del Hno. José Doublier, 05/03/1855. Biographie des frères défunts. (112) José Doublier al Hno. Gabriel, 12/05/1839, ASFB, “Frères persévérants, Joseph Doublier”. (113) Hno. Mauricio a Gabriel, 09/08/1839, 20/08/1839, “Frères persévérants. Maurice Beaudé”. 237

HNO. ENZO BIEMMI Mientras que la situación de Seyssel permanecía delicada; las cosas no iban mejor en Pont de Beauvoisin, donde el Superior tenía que reemplazar al Hno. Anto- nio y disculparse ante el Sr. Párroco: “Experimentado, como es, en obras de caridad, us- ted bien sabe que no se hace el bien sino con sufrimiento y que a menudo, ni con la mejor buena voluntad se llega a término con éxito  114”. El Hno. Luis, destinado a Parcieux después de su salida de Seyssel, tuvo que ser reemplazado algunos meses después por su “desorden” y su “vida escandalosa  115”. Enviado a La Motte, en fecha de Todos los Santos de 1839, merece las quejas del pri- mer vicario por sus “frecuentes y múltiples” visitas a las hermanas del Hno. Agustín y a otra casa con jovencitas  116. Ante estas situaciones, el canónigo Robert, en su rigidez, reprochaba a Gabriel su falta de firmeza en la formación de sus sujetos: “Trabaje en formarlos, páselos por el crisol. Si desconfío de sus Hermanos (y hasta ahora mi desconfianza se justifica) es porque su oro no está bastante purificado. Usted tiene miedo de que se vayan y este miedo le detiene a menudo ante su deber de Superior, de probar a los hombres. No tema desanimarlos  117”. Si el año 1839 había terminado mal, el año 1840 que señala la implantación del noviciado en Belley, fue desastroso. Con la intención de mejorar la situación de Seyssel, Gabriel jugó su mejor car- ta, el Hno. Agustín: “Me complazco en comunicarle -escribía el superior al párroco- que he preparado para su villa, el más piadoso, al más instruido y más celoso Hermano de la aso- ciación. Durante un año ejerció en el noviciado una tarea superior. Tiene estudios y además dos años de seminario. Conoce el cálculo a fondo y es un excelente can- tor. Tiene 25 años... Espero que los Hermanos que le mando nos den más satisfac- ciones que los anteriores  118”. (114) Gabriel al párroco de Pont, 17/04/1839, Lettres, I, 115. (115) Gabriel al párroco de Parcieux, 20/06/1839, Lettres, I, 123. (116) Gabriel a Robert, 14/12/1839, Lettres, I, 145; Hno. Juan a Gabriel, 29/12/1839, “Frères persévé- rants. Jean Charrière”. (117) Robert a Gabriel, sin fecha [noviembre 1839], Legajo “Roland-Robert-Desrumeaux”. (118) Gabriel al párroco de Seyssel, 18/10/1839, Lettres, I, 139. El Hno. Agustín (Francisco Ri- chard), nació en Bourget-du-Lac (Saboya), el 29/04/1815. Después de terminar sus cursos 238

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX Este Hermano, bien preparado en efecto, se comprometió desde su llegada a mejorar el estado de las clases y la conducta de los niños en la iglesia: “Nuestra escuela funciona bastante bien en este momento; le diré con placer, que ya he conseguido tres cosas de los alumnos, tres cosas por las que tenía mucho in- terés. Primero, el silencio en la iglesia, pues hacían un ruido escandaloso. El Sr. Cura ha manifestado por ello su satisfacción ayer, al visitar la escuela que dijo marchaba bien. En segundo lugar, conseguí, rogando y amenazando, que los alumnos salgan de la clase de dos en dos, sin gritar, como antes lo hacían. Terce- ro, un silencio aceptable en clase. Espero con el tiempo y la ayuda de Dios, un si- lencio más perfecto. Trabajo con todas mis fuerzas. He elegido cuatro monitores que me ayudan a mantener el orden en la clase  119”. A pesar de estos primeros resultados, el Hno. Agustín, analizando la situación, reconocía lo difícil de la tarea: “Le diré que los tiempos han cambiado para los Herma- nos de Seyssel. Usted me comprende. Por lo demás, los cambios continuos no pueden favo- recer en los escolares los progresos que todos deseamos  120”. Entre tanto, en la parroquia de Sornay, el Sr. Cura, estaba descontento de la conducta del Hno. Clemente y pidió su reemplazo por el Hno. Luis. Gabriel después de desaconsejarlo (“no vale más el uno que el otro”), acepta la proposición, visto que la situación del Hno. Luis en La Motte era muy delicada y dio al Sr. Cura normas muy severas para el Hno. Luis. Este infeliz abandonó su puesto en junio y terminó su carrera religiosa de la manera más triste. Fue a Seyssel donde pretendió ser reci- bido como maestro municipal y fue despedido por el alcalde  121. El triste epílogo de la historia de este Hermano coincidió con otro fastidioso in- cidente en Pont de Beauvoisin. clásicos en el colegio eclesiástico de Chambery entró en el seminario mayor, que dejó por miedo a las responsabilidades sacerdotales. Entró en el noviciado de Belmont el 18/10/1838, a los 23 años. El Hno. Gabriel juzgó que podía contar con él y le encargó inmediatamente de una clase en el noviciado. Este novicio-maestro desde su profesión (21/10/1839) fue el rem- plazante de Gabriel en sus numerosas ausencias. Muere en 1896, Cf. Circulaire du Supérieur Général sur la vie et les vertus des Frères décédés de 1896 à 1908; Biographie des Frères dé- funts. (119) Hno. Agustín a Gabriel, 05/12/1839, “Hnos. perseverantes, Agustín Richard”. (120) Hno. Agustín a Gabriel, 03/01/1840, “Hnos. perseverantes, Agustín Richard”. (121) Hno. Gabriel al párroco de Sornay, 09/06/1840, Lettres, I, p. 175. 239

HNO. ENZO BIEMMI En esta parroquia, desde el mes de marzo, el novicio Benito  122 (Juan Francisco Granjus), creó dificultades en la comunidad por su actuar extravagante y su aban- dono en clase. En mayo, el párroco, pide su cambio y Gabriel lo despide del Institu- to el 20 de mayo. El mismo día Granjus se presenta en Belley, en casa del sastre que hacía las so- tanas a los Hermanos, diciéndose enviado por el superior para vestirse de eclesiás- tico. Al día siguiente empieza a vagabundear por Saboya yendo de parroquia en parroquia, comiendo en ellas y diciéndose Hermano de la Sagrada Familia. Su de- tención por la policía en Annecy, moviliza al obispado, Gabriel tiene que explicarse ante el obispo  123. Su salida de la parroquia de Pont, pone a la comunidad en situa- ción embarazosa. Pero la lista de miserias no estaba terminada. El Hno. Clemente, venido de La Motte para reemplazar al Hno. Luis, era despedido por el párroco al principio del mes de agosto por su mala conducta. Si para terminar echamos una mirada a la tranquila parroquia de Avressieux, encontramos al Hno. Alberto que crea problemas al párroco, el más amigo del Hno. Gabriel, el P. Louis. Este sacerdote había orientado hacia Belmont seis de sus feligreses entre ellos al Hno. Amadeo Depernex, futuro sucesor del Hno. Gabriel en la dirección del Insti- tuto. Al mandarlo a Belmont, el buen sacerdote escribía a Gabriel: “Si usted me arre- bata de esta manera todos los malos sujetos de la parroquia, ¿qué me quedará a mí para convertir?. Que Dios los bendiga. Supe con gran satisfacción, las excelentes disposiciones de Pedro, de Esteban y Francisco, que perseveren en su santa vocación y que no olviden en sus oraciones a su párroco, que no les olvida en las suyas  124”. Después de las dificultades ocasionadas por el joven novicio Alberto, el P. Louis, mientras ruega a Gabriel que le llame de nuevo al noviciado, le sugiere otra estrate- gia: (122) Hno. Benito, Juan Francisco Granjus, ingresó en Belmont el 15/09/1839, presentado por el Padre Piccolet. Hijo natural, ocultó a Gabriel toda información sobre su pasado. Desde los primeros meses de 1840 había sido destinado sin una formación adecuada a Pont-de-Beau- voisin; no tenía ni votos, ni había tomado el hábito. Será despedido de la congregación el 20/05/1840. (123) Cartas del Hno. Juan a Gabriel (13/05/1840; 19/05/1840); Carta de Gabriel al obispo de An- necy, 09/06/1840, Lettres, I, 176. (124) Louis, párroco de Avressieux a Gabriel, 26/02/1840, ASFB, “Establecimiento Avressieux”. 240

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX “Vea ahora, Rdo. Hermano la observación que le hago. Conoce por experiencia que antes de ir por el mundo para hacer el bien, el sacerdote y también el religio- so, necesitan formarse sólidamente en el espíritu de recogimiento, de fervor y de voluntad tan necesarios en medio de la disipación del mundo. Y lo que es cierto para hombre ya formado, ha de serlo con más razón, en un joven. Sé que con re- pugnancia, pero por celo y condescendencia, me ha concedido al Hno. Alberto. Le agradezco efusivamente. Pero por interés de este joven y buen Hermano, por nuestro interés creo que seis meses fuera del noviciado, para cualquiera de sus jó- venes Hermanos, es suficiente  125”. Estas sabias consideraciones, más prudentes y respetuosas que las irritantes y molestas del canónigo Robert, nos dan la clave para interpretar esta larga lista de fracasos y de incidentes provocados por los primeros Hermanos. El Hno. Gabriel se hallaba entre dos fuegos: la urgencia de demostrar al clero y sobre todo al obispo, la razón de su Institución y la necesidad de preparar a sus Hermanos. Cada comuni- dad que abría era para él una carta de crédito ante la opinión pública, pero tenía que pagar el precio. Al principio por inexperiencia y necesidad, aceptaba fácilmen- te todo postulante que le presentaban los párrocos y los Hermanos: jóvenes adoles- centes, antiguos miembros de otras congregaciones. La necesidad de mantener las comunidades ya constituidas y los pedidos de Hermanos que se multiplicaban cada día, obligaban a interrumpir la formación de los novicios, muy a menudo a las po- cas semanas de noviciado y mandarlos a las parroquias, bajo la dirección de algún Hermano “con más experiencia” y del párroco. Las consecuencias eran previsibles. Cuando llega Gabriel a la ciudad episcopal, en setiembre de 1840, bajo la apa- riencia de cifras esperanzadoras (unas 50 personas, siete comunidades), se esconde aún un cuerpo muy frágil a la mirada indiscreta y desconfiada de una parte del cle- ro. Escribiendo a su obispo, para convencerle que no siga la opinión de “dos o tres eclesiásticos” malevolentes que aconsejan alejar a los Hermanos de la Sagrada Fami- lia y colocarlos en Druillat, le manifiesta sus sentimientos en medio de tantas difi- cultades: “....Mons., aunque fuéramos tan santos como San Juan Bautista, y nuestra asocia- ción tan buena y santa como la Iglesia católica, apostólica, y romana, lo mismo (125) Louis, párroco de Avressieux a Gabriel, 07/04/1840, ASFB, “Establecimiento Avressieux”. 241

HNO. ENZO BIEMMI seríamos probados y contrariados. Desde el momento que uno se sacrifica por el bien, como creo lo hacemos, hay pocas instituciones religiosas que no hayan teni- do sus pruebas y miserias, ¿por qué la nuestra sería una excepción?; y si todo an- duviera según nuestro deseo ¿qué méritos tendríamos delante de Dios?. Estas consideraciones que me hago a mí mismo y hago a mis Hermanos, me animan y me hacen estimar más la estima y el aplauso de Dios que el de los hombres  126”. Con esta determinación Gabriel se aprestaba a continuar en varios frentes su lucha para consolidar y conseguir la aceptación de su congregación. II. BELLEY: DE LA PERIFERIA AL CENTRO En Belmont, con la casa que él consideraba “su paraíso terrestre”, Gabriel había dejado al mismo tiempo aquél que, con su disponibilidad y su abnegación, había permitido el nacimiento de la congregación, el P. Marino Gache. La primera felicita- ción de año nuevo de 1842, cuando ya llevaba más de un año de presencia en la villa episcopal, era precisamente la del párroco de Belmont: “Tiene Ud. razón cuando pien- sa que no aspiro a grandezas, nunca las busqué, nada pido a Mons. que sólo me ha dado miserias; sin embargo, lo amo de todo corazón y lo venero como a un santo, le ha hecho el bien a usted y esto me basta  127”. Estas palabras de Gache (“le ha hecho el bien a usted y esto me basta”), mani- fiestan su gran amistad y resumen el cambio de actitud de Mons. Devie, para con la nueva institución. Era el mismo sentimiento compartido por Gabriel que desde el comienzo del año decide aprovechar las buenas disposiciones del obispo para iniciar los trámites en Roma para la aprobación del Instituto. 2.1 Aprobación de Roma (1841) La empresa encarada por Gabriel era audaz, al menos por tres motivos: venía de un religioso laico, se refería a una institución todavía muy frágil, no se podía ha- (126) Hno. Gabriel a Mons. Devie, 20/09/1840, Lettres, I, 188. (127) Gache a Gabriel, 03/01/1841, ASFB, “Legajo 1820-1845”. 242

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX cer sin el consentimiento y el apoyo de Mons. Devie, que no era el hombre más in- dicado para este género de iniciativas, que habría dado a los Hermanos de la Sagra- da Familia, una cierta autonomía en la diócesis. Se ha constatado su deseo de tener congregaciones diocesanas, totalmente bajo su jurisdicción y la oposición a los trá- mites iniciados por el P. Colin en 1833 para conseguir la autonomía de la sociedad de María. En efecto, la primera reacción de Devie a las instancias de Gabriel, aunque de- mostrando su interés, no fue muy alentadora: “Podría creer, querido Hermano, que no me ocupo de su asunto, pero sepa que aprovecho todo momento para estudiarlo atentamente y este examen, es la prue- ba no de su mala intención, sino de su precipitación y alguna preocupación  128”. En el mes de marzo, Mons. Devie quiso aprovechar el viaje a Roma de su vica- rio general, el P. Depery, para sondear la posibilidad de la autorización de los Her- manos. El obispo de Belley quería controlar y dirigir él mismo la iniciativa. En este momento, Gabriel decide jugar la segunda carta, el apoyo del arzobispo de Chambe- ry. Al fin de cuentas tenía más comunidades en Saboya que en Francia. Su carta en esta ocasión al obispo de Belley es una obra de arte de diplomacia: “...el lunes fui a visitar a los Hermanos de La Motte, aproveché un momento para hacer una visita al arzobispo de Chambery... Dije a Mons. Billiet que Su Excelen- cia se proponía conseguir la autorización del Instituto por el Soberano Pontífice y que aprovecharía para ello el viaje del P. Depery a Roma, Se puso muy contento... Mons. Billiet está muy interesado, me lo demostró comprometiéndome a enviarle la copia de la súplica que Su Excelencia enviará al Santo Padre, para unirla a la suya en nuestro favor. Mons. me dice que él preferiría fuera yo mismo el que via- jara a Roma, porque si se pidiera alguna explicación, yo estaría en mejores condi- ciones para darla y por otra parte, es costumbre que sean los superiores de las órdenes y congregaciones, los que vayan a Roma a presentar las constituciones de sus Institutos al Santo Padre  129”. (128) Mons. Devie a Gabriel, 23/02/1841, Correspondance passive, II, 38. (129) Gabriel a Mons. Devie, 25/03/1841, Lettres, II, 7. 243

HNO. ENZO BIEMMI Con esta carta Gabriel consigue tres objetivos: vencer la última resistencia de Mons. Devie, solicitar la autorización por dos obispos al mismo nivel (y así no de- pender de la sola jurisdicción de Belley), y obtener el consentimiento para hacer él mismo el viaje; haciendo el pedido por medio del arzobispo de Chambery, Gabriel consigue salvar los últimos obstáculos. La partida de Gabriel y del P. Depery fue el 16 de mayo. Una carta escrita desde Roma al Hno. Mauricio  130, que reemplazaba al superior en Belley en su ausencia, nos da detalles del viaje y de las primeras gestiones. Los dos viajeros acompañados por el Sr. Boyer, tío del arzobispo de París, llegaron a Lyon el mismo día de la salida. El 18, en barco por el Ródano a Avignon y de allí a Marsella en vehículo, adonde lle- garon el 19. El 21, después de cumplir con sus devociones en Nuestra Señora de la Guarda, patrona de los marineros de Marsella, se embarcaron para Civitavecchia, adonde llegaron el 23, después de un viaje muy penoso para Gabriel. El 24 de mayo, a la una de la mañana, estaban en Roma y después de pasar una noche al sereno, Gabriel se alojó en el convento de los capuchinos, residencia del Superior General, el P. Eugenio de Rumilly, a quien conocía desde que había sido provincial de los ca- puchinos en Saboya y en el Valle de Aosta. Gabriel puede contar con el Sr. Camilo Luis de Rossi encargado de negocios de Devie en Roma y con Mons. Francisco María Vibert, obispo de Saint Jean de Mau- rienne, que estaba en Roma esos días. Presentó al Cardenal Patrizi, Prefecto de la Sagrada congregación de Obispos y Regulares su informe conteniendo las tres sú- plicas: la suya, la de Devie y la Billiet; un prospecto de cuatro páginas con las infor- maciones esenciales sobre la Congregación y las constituciones de su Instituto, el Guía de 1838  131. (130) Gabriel al Hno. Mauricio, 01/06/1841, Lettres, II, 191-194. Sobre el viaje de Gabriel a Roma, ver: STANGA Florencio, “Il y a 150 ans (1841-1991) l’Institut des Frères de la Sainte-Famille était approuvé par Grégoire XVI”, Entretien Familial Nº 162, diciembre 1991, 311-356 Nº 163, junio 1992, 471-502. (131) La Congregación de Obispos y Regulares estaba compuesta en su origen por dos Congrega- ciones, fusionadas a partir del pontificado de Sixto V. Se ocupaba entre otras cosas del exa- men de las nuevas Congregaciones religiosas y de sus Constituciones. En 1842 estaba compuesta de 35 Cardenales, el Secretario (que era recibido regularmente en audiencia por el Papa), el subsecretario, el abogado juez y diversos empleados. En 1834, Gregorio XVI dota por primera vez a la Congregación, de Consultores. El cardenal Prefecto, el secretario y el subsecretario se reunían semanalmente, las peticiones podían presentarse a la reunión se- manal o directamente ser introducidas ante el secretario o el subsecretario. Desde 1839 a 1842 el Prefecto de esta Congregación fue el cardenal Constantino Patrizi. Nombrado vica- 244

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX El Hno. Gabriel en su petición detalla el fin de la Congregación y por primera vez encontramos dos nuevas notas: disponibilidad de los Hermanos para acompa- ñar a los misioneros a las misiones extranjeras y la utilidad de la congregación pa- ra detener el avance del protestantismo, “que desgraciadamente avanza mucho en Francia”. Mons. Devie, por su parte, subraya la disposición de los Hermanos para acompañar a los misioneros y Mons. Billiet la utilidad de una congregación para impartir una educación como la de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, “pero con menos cargas”, lo que permite a las familias pobres de su diócesis que no pueden llamar a los Hermanos de las Escuelas Cristianas, el tener Hermanos de la Sagrada Familia  132. Reconocemos en la petición de Gabriel y en las dos cartas testimoniales la ma- no hábil de Mons. Devie, que toca con registro muy delicado para la curia Romana, el peligro del protestantismo, la educación cristiana de los niños pobres, el desarro- llo de las misiones extranjeras. Este último aspecto, el más extraño a la inspiración original de Gabriel, es seguramente un signo para el papa Gregorio XVI, cuyo inte- rés por las misiones era bien conocido. En efecto, Bartolomé Alberto Capellari (este era el nombre de familia), creado Cardenal el 13 de marzo de 1826 es nombrado po- co después Prefecto de la Sagrada Congregación de la Propagación de la Fe y da un nuevo impulso a las misiones, en letargo desde fines del siglo XVIII. Este interés no lo abandonó después de su elevación al pontificado, el 02 de febrero de 1831  133. Te- nemos que agregar además un detalle muy importante: cinco años antes en 1836, la Sociedad de María, había conseguido con rapidez la aprobación del Papa, que pare- cía haber caído en el olvido después del pedido de Colin en 1833, simplemente por- que éste había aceptado la invitación de la Congregación de Propaganda de la Fe de encargarse de las misiones de la Oceanía Occidental, queridas por el Papa mis- mo  134. El cuadro se completa si se piensa que, a menudo, los Cardenales miembros de la Congregación Propaganda de la Fe pertenecían al mismo tiempo a la Congre- rio de Roma, fue remplazado en 1842, por el Cardenal Pietro Ostini. Ver: “Congregazione de Vescovi e Regolari”, en Dizionario di Erudizione Storico-Ecclesiastica por Gaetano Moroni, vol. 16, Tipografía Emiliana, Venezia 1842. (132) Cartas testimoniales de Mons. Devie y Mons. Billiet, Archivos de la S. Congregación de los Religiosos e Institutos Seculares, B2, 1, manuscrito, en latín. (133) Cf. AUBERT. “Gregorio XVI”, Dictionnaire d’histoire et de géographie ecclésiastiques, tome XXI, Coll. 1445-1452. (134) Sobre la aprobación de la Sociedad de María como consecuencia de su disponibilidad para las misiones de Oceanía, ver COSTE J., Cours d’histoire..., o. c., pp. 97-110. 245

HNO. ENZO BIEMMI gación de Obispos y Regulares, encargados del examen de las nuevas congregacio- nes. Partido con la esperanza de obtener, rápidamente, la autorización de su con- gregación “único y principal objetivo” del viaje, Gabriel se dio cuenta en seguida no sólo de la burocracia y de la lentitud proverbial de las Congregaciones Romanas, sino también de la dificultad de la lengua. En efecto, no había previsto traducir e imprimir en latín y en italiano sus constituciones. El 18 de junio, de acuerdo a la costumbre, el Papa designaba para el examen de la petición una Congregación especial, compuesta por los cardenales Franzoni, Pa- trizi, Polidori, Brignoli, Bianchi  135. El primer consultor encargado de examinar el dossier, por la Sagrada Congre- gación, era el P. Domingo Lo Jacono  136. Su juicio se refería a tres puntos: aprobación del Instituto, sus constituciones, su dependencia del obispo de Belley. Era de la opi- nión de que había que aprobar y proteger la congregación, particularmente útil en razón de su carácter exclusivamente laico, similar por ejemplo a la Orden de San Juan de Dios. En cuanto a las constituciones, consideraba que el Guía debía de ser sometido a un examen más atento y sugería para los Hermanos una regla ya expe- rimentada, como la de San Agustín, aceptada ya por varias instituciones religiosas, limitándose a aprobar el prospecto presentado por Gabriel. En cuanto a la última dificultad, la dependencia directa del obispo de Belley, veía una limitación al “Go- bierno universal y libre de la Congregación”. Sugería colocarla bajo la dependencia di- recta de la Santa Sede y bajo “la dirección de la conducta exterior y vigilancia de los Obispos”. El Hno. Gabriel fue informado por dos intermediarios, que podría esperar más bien un decreto de alabanza de su congregación, que una aprobación y que algunos puntos del Guía planteaban problemas desde el punto de vista del derecho canóni- co. Envió a Mons. Bizzarri  137, encargado del asunto como segundo consultor, una (135) Archives de la S. Congregatio Pro Religiosis et Institutis Secularibus, B2, 1, manuscrito de 4 páginas, firma ilegible. (136) ASV, Epistulae Latinae, Positiones et Minutae, 23, nº 87, impreso, conteniendo la súplica de Gabriel, en francés, las súplicas de Mons. Devie y de Mons. Billiet, en latín, el juicio del Con- sultor. (137) Giuseppe Andrea Bizzarri nació en Poliano, diócesis de Palestrina, el 11 de mayo de 1802 y entró en Roma en la administración Pontificia. Es nombrado canónigo de Santa María Mayor, protonotario apostólico, participante y asesor de la Congregación de Obispos y Re- gulares. Arzobispo de Filipos de 1854 a 1863, Cardenal de 1863 a 1877. Nombrado Prefecto de 246

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX nota referente a la historia de la sociedad y el pedido de algunos cambios en los Es- tatutos presentados  138. Al mismo tiempo envió una memoria a los Cardenales de la Congregación particular en la que explicaba las razones por las que no había que li- mitarse a un decreto de alabanza, sino conceder un decreto de aprobación del Ins- tituto y sus Reglas  139. Aportaba en apoyo dos argumentos: la misma aprobación concedida por Gregorio XVI a los Clérigos de San Viator en 1839, congregación pos- terior a la suya, con la misma finalidad y con casi los mismos estatutos y la necesi- dad de su aprobación para obtener la autorización del gobierno Sardo y la exención del servicio militar para los Hermanos. En cuanto al Guía, rogaba a los Cardenales tomar en consideración sólo los Es- tatutos (y no los reglamentos), e incluir algunas modificaciones, “para evitar conflic- tos, que pudieran presentarse sobre algunos puntos de la Regla, particularmente sobre los votos, los superiores y el hábito de los Hermanos docentes”. De acuerdo a estos cambios los votos, que eran simples y temporales por tres años, y renovados cada año, se consideraban perpetuos desde el tercer año. Los Hermanos hacían voto de obedien- cia sólo al Superior General, y la superioridad de los “Obispos Protectores” era váli- do solo para la casa noviciado y los Hermanos colocados en su diócesis. Un alzacuello azul (“rabat”), con ribetes negros, botones con el sello del instituto im- preso (efigie de la Santísima Trinidad y de la Sagrada Familia), permitían distinguir la sotana de los Hermanos docentes de la de los sacerdotes. Son probablemente estos cambios propuestos por Gabriel, sin consultar a Mons. Devie, los que demoraban los trámites y por los que Monseñor le manifestó su desagrado y le pidió moderar sus iniciativas: “Recibí su última carta, querido Hermano, como también la esquela que estaba en la precedente. Bendigo a Dios del buen camino que sus asuntos van tomando, la Congregación de las Indulgencias y continúa ocupándose activamente de la de Obispos y del Concilio. Cf. JADIN J., “Bizzarri (Guiseppe-Andrea)”, en Dictionnaire d’Histoire et de Géographie ecclésiastiques, tomo 9, p. 49. (138) El original de esta nota está conservado en los Archivos de la S. Congregación de los Religio- soso e Institutos Seculares, B2, 1. La nota está impresa en la Sacra Congregación de Vescovi e Regolari. Consultazione per una speciale Congregazione, ASV, Epistulae Latinae, Positio- nes et minutae, 23, Nº 87, 9 pp; Archivos de la S. Congregación de los Religiosos e Institutos Seculares, B2, 1. (139) Memoria respetuosa dirigida por Gabriel a los Exmos. Rdmos. Cardenales de la Congrega- ción particular, Archivos de la S. Congregación de Religiosos e Institutos Seculares, B2, 1; Le- ttres, II, 18-20. 247

HNO. ENZO BIEMMI pero creo que no terminarán tan pronto como usted piensa. Me escriben y me di- cen que usted está muy aferrado a sus ideas y que eso está dificultando la marcha de sus asuntos; tenga cuidado, es éste su defecto dominante. Tenga más confianza en la oración que en su propio juicio  140”. El segundo consultor encargado del examen, Mons. Bizzarri, uno de los mejo- res canonistas de la Curia Romana, examinó la relación hecha por el primero sobre los nuevos cambios sugeridos por Gabriel y trasmitió a su vez a la Congregación particular todo el “dossier” con su opinión, la que difería bastante de la del P. Lo Ja- cono  141. Este señalaba que la Santa Sede no tenía costumbre de dar reglas antiguas (tal como las de San Agustín) a las congregaciones religiosas de votos simples y sólo se limitaba a conceder decretos de alabanza al Instituto, es decir a su finalidad, de- jando para más tarde y con más experiencia el examen de las Reglas. Sin embargo, en los últimos tiempos, alguna vez, con el decreto de alabanza, se había concedido la autorización del Instituto, “aunque con cierta parsimonia, para que una aprobación prematura, no fuera perjudicial a la Santa Sede, que en tales asuntos, ha procedido siem- pre con mucha prudencia y ponderación  142”. A estas consideraciones relativas a la aprobación del Instituto, seguía una serie de observaciones concernientes a los Estatutos del Guía, caso en que los Cardenales hubieran decidido tenerlos en consideración. Juzgaba inadecuada la definición de las relaciones de la congregación con los obispos y proponía agregar la cláusula “salva auctoritate Ordinariorum” y “sub iuris- dictione Ordinariorum”; criticaba adjudicar a los laicos funciones de “Clercs” y tam- bién de Catequistas, funciones que conllevan un título oficial para la liturgia y la enseñanza en la Iglesia  143; consideraba los estatutos no suficientemente explícitos (140) Mons. Devie a Gabriel, 30/01/1841, Correspondance passive, II, 40. (141) Sacra Congregazione de Vescovi e Regolari. Consultazione per una speciale Congregazione, ASV, Espiritualae Latinae, Positiones et minutae, 23, nº 87, impreso, 9 pp. Archivo de la Sagrada Congregación de Religiosos e Institutos Seculares, B 2, 1. Esta relación no está fir- mada, pero es de Mons. Bizzarri. Ver: Anexo 20. (142) “ma con somma parsimonia, acciocchè una prematura approvazione di un Istituto non abbia a ridondare a disdoro della S. Sede, la quale in simili materie ha proceduto mai sem- pre con somma ponderazione, e maturità di consiglio”. (143) Mons. Bizzarri confunde quizás la palabra francesa de “Clerc” (que indica funciones cum- plidas por los laicos, Cf. p. 75), con el uso jurídico en el derecho canónico. 248

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX y experimentados por años de práctica; no tomaba en consideración los cambios propuestos por Gabriel. Su relación terminaba con dos cuestiones propuestas a los Cardenales: ¿con- viene dar un decreto de alabanza o aprobar el Instituto y, en tal caso, en que térmi- nos?;  ¿conviene aprobar también los estatutos?; en tal caso ¿qué modificaciones habría que introducir en los mismos?. La Congregación particular sólo se reunió el 16 de agosto y llegó a una solución intermedia entre la opinión del P. Lo Jacono y la de Mons. Bizzarri: pedía a Gregorio XVI aprobar el Instituto pero diferir el estudio de las Reglas. Pedía que se introduje- ra en la autorización la cláusula: “bajo la dirección de un Hermano Superior y la de- pendencia de los Ordinarios”, lo cual salvaguardaba a la vez, la autoridad del superior y la de los obispos. Sólo hablaba de votos simples temporales, no hablaba del hábito. El mismo día el cardenal Prefecto Patrizi, somete la deliberación de la Congregación particular al Papa que la aprueba  144. El 18 de agosto el P. Vaure y el Hno. Gabriel fueron recibidos en audiencia pri- vada por el Papa, a las 10 de la mañana. En el transcurso de la audiencia, el Papa de- bió asegurarle a Gabriel su disposición a aprobar el Instituto y Gabriel le hizo una petición, en la que le pedía el nombramiento de “Catequista Apostólico”. Gregorio XVI después de leer la súplica, agregó de su puño y letra lo que sigue: “Fiat ut peti- tur”. “Mientras escribía, una gotita cayó de su nariz, la secó rápidamente con su pañuelo, borrando un poco lo escrito, dando al papel un tono color amarillo”. Los detalles curiosos sobre esta extraña petición y sobre lo que sucedió des- pués, nos los da el mismo Gabriel, que los escribía casi 16 años más tarde a Mons. Billiet, reivindicando su derecho a catequizar y exhortar a los fieles que asistían a los oficios en la Iglesia de Tamié, propiedad entonces de los Hermanos de la Sagra- da Familia  145. La petición no tuvo ninguna consecuencia jurídica, pero se trata de un detalle interesante que demuestra el apego de Gabriel a sus funciones de catequista, evi- dentemente, el fundador de Belleydoux, carente de formación teológica y jurídica, (144) Decreto de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, firmado por el Cardenal Pre- fecto Patrizi y por el Sub-secretario Bizzarri; Archivos de la S. Congregación de Religiosos e Institutos Seculares, B2, 1. (145) Gabriel a Mons. Billiet 09/03/1857, Lettres, XI, 36-38. Al término de la carta de Gabriel re- produce íntegramente el borrador de la petición. En cuanto al documento con la firma del Papa, dice haberlo entregado a Mons. Devie y no saber su paradero.. 249

HNO. ENZO BIEMMI ignoraba el alcance de su petición, que le había concedido, de acuerdo al derecho canónico, una función apostólica y por lo tanto papal, impensable para un laico  146. Al día siguiente de la audiencia, Gabriel dejaba la ciudad y en Civitavecchia se embarcaba para Marsella adonde llegaba el 22. Antes de entrar en Belley, hizo una visita a Mons. Devie, que se encontraba en Bourg en Bresse y le relató el resultado de su viaje. El 28 de agosto, por el mismo motivo fue a visitar a Mons. Billiet. Entre tanto en Roma, el 23 de agosto, el prefecto Cardenal Patrizi trasmitía a Mons. Viz- zardelli, secretario de Cartas Latinas  147, los datos para la redacción del Breve de Aprobación, que fue firmado por Gregorio XVI el 28 de agosto de 1841. El mismo día, el Cardenal Castracane, prefecto de la Congregación de las Indulgencias, firma- ba el rescripto que concedía numerosas indulgencias para la nueva congrega- ción  148. El Breve de aprobación, dirigido a Mons. Devie, después de sintetizar la súplica de Gabriel y el fin de la Congregación, no hace sino tomar al pie de la letra las indi- caciones dadas por la Sagrada Congregación: la decisión de “diferir la aprobación de las Reglas, para que con una más prolongada experiencia, se pueda juzgar con más ga- rantía, de aquello que, para el bien de la Asociación, convenga añadir o cambiar en ellas”, la aprobación del Instituto, los votos simples y temporales, la dirección de un Hermano Superior solo con total dependencia de los Ordinarios del lugar, la mi- sión de consagrarse a toda clase de buenas obras, pero sobre todo a la educación de la juventud. (146) El cuarto consultor histórico de la Positio hace notar: “No se trata pues de un título modesto, porque hubiera significado algo nuevo en la curia Romana y otorgado a Taborin un privi- legio y una función apostólica, es decir, papal: esa era la significación del título solicitado y la Curia ha hecho bien en no tomar en consideración esta petición” (SACRA CONGREGA- TIO PRO CAUSIS SANCTORUM OFFICIUM HISTORICUM 125. BELLICEN89653. Canoni- zationis Servi Dei Gabrielis Taborin Fundatoris Instituti Fratrum a S. Familia. Relatio et Vota sulla Seduta dei Consultori Storici tenuta il 15/10/1985, Roma 1986, p. 25). (147) El secretario de Cartas Latinas tenía una audiencia ordinaria con el Papa dos veces a la se- mana, miércoles y jueves. Estaba encargado de redactar las cartas en latín en nombre del Papa. Gregorio XVI había nombrado para este cargo en 1832 a Mons. Carlo Vizzardelli que luego será Cardenal. Cf. “Segretario delle lettere latine” en Dizionario di Erudizione Storico Ecclesiastica, por Gaetano Moroni, vol. 63, Tipografía Emiliana, Venezia 1852. (148) Rescripto de las indulgencias, 28/08/1841, ASFB, “Grandes pièces” manuscrito en latín, 2 pp. El “Nuevo Guía”, redacción final de las Reglas del Instituto hechas por Gabriel, reproduc- ción del rescripto en francés en la p. 812. 250

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX El Hno. Gabriel volvía así de su viaje a Roma con una autorización que daba gran prestigio a su Congregación y creaba las condiciones para su desarrollo y para su autorización por el gobierno sardo. Volvía también con el pesar de ver que sus Reglas no habían sido tenidas en consideración. Pero hay que confesar que había obtenido más de lo esperado y con más rapidez que de costumbre. El mérito del éxito se debe en gran parte a los dos obispos que habían promovi- do el pedido y al apoyo que Gabriel obtuvo en Roma, pero también a su constancia y tesón en la conducción del asunto. Hay que reconocer que se trata de un éxito no- table para un laico de poca cultura teológica y poco conocimiento de la curia roma- na. A este propósito, un detalle muy interesante completa el cuadro de los aconte- cimientos relativos a su estadía en Roma y su significado. Un Arzobispo griego, sin duda miembro de la Curia, que le había ayudado en los trámites, le propuso orde- narse de sacerdote. Le habrían conferido las órdenes sagradas en menos de un mes, sin otros estudios que los de latín. Rehusó, argumentando: “En cuanto al consejo de ordenarme sacerdote, mi edad, mi salud, mis cortos talentos y mi poca virtud, me dicen que sería temeridad de mi parte, el tratar de llegar al sacerdocio  149”. ¿Cómo interpretar esta propuesta y esta negativa de Gabriel?. A falta de docu- mentos, hay que atenerse a la hipótesis. Es evidente que una congregación fundada por un laico tendría que ser poco consistente a los ojos de la Curia. Se trata, en efec- to, de un caso raro del siglo XIX para una congregación masculina. La propuesta de ordenarse sacerdote sería propia de la mentalidad de un clero que considerase que una congregación religiosa fuera, si no dirigida, al menos, fundada por un sacerdo- te. En cuanto a la negativa de Gabriel, si nos atenemos a su carta, estaría motivada por razones de edad y su falta de cultura. Más tarde escribiendo a Mons. de Langa- lerie precisará: “Rehusé porque siempre me creí indigno de ello y porque temí la carga del ministerio, al que sin embargo mis confesores me creían llamado”. Encontramos aquí razones parecidas a las aducidas por el Hno. Federico, cuan- do Gabriel sale de la escuela presbiteral de Châtillon de Michaille, donde había sido enviado por sus padres para prepararse al sacerdocio. Pero estos argumentos no bastan por sí solos, para dar razón de su negativa: necesitamos otros elementos pa- (149) Sobre este punto no hay otras fuentes mas que dos cartas de Gabriel: à l'Archèveque grec, 14/9/1841, Lettres, II, 31; à Mgr de Langalerie, 28/3/1859, Letres, XIII, 30. 251

HNO. ENZO BIEMMI ra un análisis más objetivo. Por el momento constatamos que, por segunda vez, contrariamente a la opinión de sus confesores y al consejo de personas influyentes, rehusó emprender el camino del sacerdocio, siendo consciente de su debilidad, por su condición de religioso laico. El título de “Catequista Apostólico” tiene para él una nueva dimensión; ya no es solamente signo de su adhesión y de su amor a la humil- de función de catequista. Por su carácter oficial, esta súplica, viene a ser la solici- tud, fuerte aunque algo confusa, hecha a la Iglesia, para que su “status” de religioso laico consagrado a la catequesis (con todo lo que esto comprende y significa), sea acogido y valorado. 2.2 La autorización de Carlos Alberto (1842) Desde su vuelta de Roma, Gabriel, sin más dilación, empezó a ocuparse del re- conocimiento del Instituto por el estado Sardo, que ahora sería posible gracias al Breve de Gregorio XVI. Lo que angustiaba a Gabriel era, sobre todo, el sorteo para el servicio militar de los Hermanos saboyanos, problema muy urgente por causa del número de Herma- nos provenientes de Saboya. Los primeros trámites habían sido iniciados antes de su viaje a Roma. En mayo de 1841 el vicario de la diócesis, P. Depéry, había pedido la recomendación del obis- po de Pignerolo en vistas de la exención de los Hermanos de la Sagrada Familia. Por su parte Gabriel, obligado a prolongar su permanencia en Roma, había enviado a la reina María Cristina, por medio de la Condesa de Broglie, una súplica con un pros- pecto de la congregación. La reina tomó en consideración la petición y la transmi- tió a Turín  150. Si para la autorización de Roma el intermediario privilegiado fue Mons. Devie, ahora es el arzobispo de Chambery el que juega un papel determinante. El inter- cambio de correspondencia que tuvo con Gabriel demuestra el interés y el apoyo que concedió a la institución de los Hermanos. Al principio del mes de setiembre, a los pocos días de su vuelta de Roma, Gabriel presentaba a Mons. Billiet una petición dirigida al rey Carlos Alberto, para obtener la exención de los Hermanos saboya- (150) Carta de Depéry al obispo de Pignerolo, 16/04/1841, ASFB, “Legajo 1820-1845”; carta de la condesa Victoria de Broglie a Gabriel, 01/07/1841, ASFB, “Legajo 1820-1845”; carta de Ga- briel a la Reina María Cristina, 03/07/1841, Lettres II, 21. 252

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX nos, miembros del Instituto, rogándole la corrigiese y apostillase  151. Antes de pedir la autorización de la congregación, Gabriel esperaba recibir de Roma el Breve pro- metido y consideraba más urgente la petición de la exención del servicio militar, pero ignoraba que ésta no podía concederse sin la primera. Mons. Billiet no tardó en responder a Gabriel: “No tardé en enviar su súplica a Turín. Agregué una amplia e insistente recomendación; aún no recibí contestación”. La respuesta llegó la semana si- guiente: “Su Majestad -escribía el arzobispo a Gabriel- no consiente conceder la exen- ción del servicio militar a los Hermanos de su congregación, mientras no sea aprobada en Saboya por patentes reales  152”. Había que respetar la marcha lógica del pedido y Monseñor aconsejaba hacer un nuevo pedido de autorización acompañándolo con el Breve de Roma. Gabriel re- dactó en seguida la nueva petición  153 y, juzgando la importancia de su presencia personal, decidió ir él mismo a Turín y solicitar audiencia particular del Rey, la que le es concedida el 18 de octubre, gracias a la mediación del Marqués Costa de Beau- regard que vivía en La Motte y sostenía económicamente la escuela de los Herma- nos. Carlos Alberto le promete tomar en consideración su petición y Gabriel consideró esta promesa como decisión a su favor. En verdad fueron aún necesarios siete meses y nuevas recomendaciones del Marqués de Beauregard antes de obte- ner las cartas patentes firmadas por el Rey de Cerdeña el 31 de mayo de 1842 y ru- bricadas por el Senado de Chambery el 14 de junio de 1842  154. No había pasado un mes desde la autorización del gobierno sardo, cuando Ga- briel vuelve a la lucha en los otros frentes: el gobierno francés y la exención de los Hermanos saboyanos. Mons. Devie en diversas oportunidades le había hecho com- prender que los trámites para obtener la autorización del gobierno francés no ten- drían éxito a causa de la hostilidad del gobierno. Gabriel adopta una nueva estrategia. De acuerdo con Mons. Devie propuso al obispo de Viviers estudiar la po- sibilidad de una fusión legal de su congregación con la de los Hermanos de la Ins- trucción Cristiana de su diócesis, dirigida por su vicario, el P. Vernet. El interés de esta “fusión”, explicaba Gabriel al obispo, era recíproco: los Hermanos de Viviers es- taban autorizados por el gobierno francés y gozaban por lo mismo del privilegio de (151) Petición de Gabriel al Rey de Cerdeña, 06/09/1841, Lettres, II, 24-25, Gabriel a Mons. Billet 06/09/1841, Lettres II, 27. (152) Mons. Billet a Gabriel, 02/10/1841, Correspondance passive, I, 3-4. (153) Gabriel a S.M. Carlos Alberto, Rey de Cerdeña, 02/11/1842, Lettres II, 164-166. (154) Lettres Patentes d’autorisation, signées par Charles-Albert, ASFB, “Grandes Pièces”. 253

HNO. ENZO BIEMMI la exención militar y los Hermanos de la Sagrada Familia estaban autorizados por el Papa y por el gobierno sardo. Proponía pues, al P. Vernet, redactar las condicio- nes de afiliación de las dos instituciones. Después de una amable acogida inicial, el obispo dio marcha atrás y comunica a Gabriel que, habiendo comparado los estatu- tos de los Hermanos de la Sagrada Familia con las reglas de los Hermanos de Vi- viers, encontraba más dificultades de las que había pensado en la fusión de dos instituciones tan diferentes entre sí. Con todo estaba redactando un proyecto de unión, todavía en ciernes, pero le invitaba a no intentar nada con el gobierno fran- cés, poco favorable para con los Hermanos  155. Comprendió Gabriel que esta “fusión”, la primera propuesta por él mismo, no tenía posibilidades de éxito y concentró sus miradas en Turín, para obtener la exención de sus Hermanos. Mons. Billiet le desaconsejó introducir esta petición en el correr del año; pero la mala suerte de tres Hermanos en el sorteo del servicio mi- litar, obligó a Gabriel a buscar una solución. Redactó dos pedidos, uno al Rey y otro al Ministro de la guerra, Villamarina, solicitando la exención para los tres Hermanos y para todos los Hermanos de su Institución. Mons. Billiet apoyó la petición con una nota de recomendación y acon- sejó a Gabriel ir a Turín por segunda vez  156. Contra toda esperanza el trámite tuvo éxito y el 14 de noviembre de 1842, el ministro Villamarina firmaba una determina- ción soberana por la cual todos los Hermanos saboyanos pertenecientes a la asocia- ción de los Hermanos de la Sagrada Familia quedaban exentos del servicio militar  157. 2.3 Un pequeño misterio En medio de todas estas ocupaciones, Gabriel no olvidaba su última gran espe- ranza: la aprobación de sus Constituciones, que no habían sido examinadas en Ro- ma durante su viaje. Tenía desde entonces en Roma, en la familia de Rossi, el caballero Camilo Luis y su hijo Juan Bautista, no solamente personas influyentes y (155) Gabriel al obispo de Viviers, 09/07/1842, Lettres, II, 111; carta del Vicario General de Viviers, P. Gervais a Gabriel, Correspondance passive, III, 191.. (156) Petición de Gabriel a Carlos Alberto y al ministro Villamarina, 02/11/1842, Lettres II, 164- 166. (157) Determinación soberana firmada por Villamarina, 14/11/1842, ejemplar en italiano y en francés, ASFB. “Grandes Pièces”. 254

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX bien dispuestas, sino amigos. Volvió a tomar el asunto desde su vuelta a Belley. Es- cribió a Juan Bautista para agradecerle los favores obtenidos. Le pedía hiciera “pres- cindir de los botones del hábito” y sólo hablar del alzacuellos. Evidentemente, estos botones con la imagen grabada de la Santísima Trinidad y de la Sagrada Familia, no habían gustado a los cardenales. En noviembre de 1841, se dirigía nuevamente a su “amable y apreciado amigo” escribiendo: “Vengo una vez más, a rogarle, como también a su señor y digno padre, agregue una más a sus bondades, informándose prudentemente ante los santos y dignos Cardenales y, sobre todo, ante el Cardenal Polidori si serán aprobadas pronto y de averiguar lo que ellos creen conveniente agregar o cambiar en nuestros estatu- tos... Después de indicarnos lo que SS. Eminencias piensan, nosotros mismos arre- glaríamos nuestros estatutos de acuerdo con Mons. de Belley y Mons. el Arzobispo de Chambery y, después de añadir lo que desean los Cardenales, le enviaremos to- do en regla, para presentarlo luego a los Cardenales para su aprobación, como fueron aprobados los Estatutos del P. Querbes. Nos interesa mucho este asunto”. Nuevamente proponía los votos perpetuos simples, después de cinco años de compromisos temporales y ningún cambio en el hábito, “sino solamente, agregar un alzacuellos azul con bordes negros  158”. No habiendo recibido de Roma ninguna res- puesta, vuelve a la carga en el mes de diciembre, rogando a su amigo informarse es- ta vez ante el cardenal Patrizi, que parecía ser el obstáculo más difícil de superar. Temiendo que sus reglas fueran aprobadas tal como se habían presentando en Roma, procede a una nueva redacción, con los cambios relativos al Superior, a los votos y el hábito y las presenta a Mons. Devie con esta aclaración: “En estos nuevos estatutos no he dejado de lado la autoridad episcopal, doce artículos en los estatutos que le mando mencionan al ordinario y le demuestran, Monseñor, si bien los examina, que nuestra sociedad no puede existir ni hacer nada sin el ordinario del lugar  159”. El 08 de abril de 1842, enviará por manos del comendador De Rossi, las nuevas reglas, “muy abreviadas y ordenadas de otro modo” al Cardenal Polidori  160, acompañadas de una (158) Carta de Gabriel a Juan Bautista de Rossi 03/11/1841, Lettres, 46-48. (159) Gabriel a Mons. Devie, 18/02/1842, Lettres, ll, 75. (160) El Cardenal Paolo Polidori, había nacido en Jesi, el 4 de enero de 1778. Los cinco hijos de la famila Polidori se consagraron a Dios, los tres hijos como eclesiásticos y las dos hijas como religiosas Benedictinas. Después de sus estudios en la Universidad de Perugia, Paolo fue a 255

HNO. ENZO BIEMMI súplica  161. Estos estatutos de 1842, están compuestos por 49 artículos y los cambios realizados en relación a los estatutos de 1838, se refieren sobre todo a los puntos de los votos, al Superior y al hábito  162. Los archivos de la Sagrada Familia de Belley conservan también la copia de una súplica del mes de mayo, dirigida a Gregorio XVI, para la aprobación de las Reglas. Un largo silencio siguió a estos trámites y Gabriel confió su inquietud al Sr. De Rossi. Finalmente en el mes de julio este último le comunica que los trámites para la aprobación de las Reglas habían fracasado, por la oposición de algunos obispos franceses. Gabriel se resignó por el momento a la voluntad de Dios, manifestándose satisfecho por la aprobación del Papa y las muchas indulgencias concedidas a la congregación; pero no dejó de manifestar su extrañeza. “Estoy sorprendido, escribe a De Rossi, que algunos obispos franceses hagan, como usted dice, reclamaciones que han impedido que los nuevos estatutos no estén aprobados desde hace tiempo. Ninguno de nuestros prelados conoce nuestros nue- vos estatutos, excepto Mons. el obispo de Belley y Mons. el Arzobispo de Chambe- ry... Por lo demás no me extraña que haya habido algún contratiempo; es propio de las obras de Dios  163”. Roma en 1797 y fue ordenado sacerdote en 1800. Experto en derecho canónico, fue vicario general de Viterbo, de 1803 a 1806, canónigo en Roma, vicario general en Ostia. Durante la ocupación francesa, fue prisionero y deportado a Milán. Libertado fue a Loreto hasta 1814 y después a Roma. El papa Gregorio XVI lo nombra primero secretario de Estado, después se- cretario de la Congregación del Concilio y miembro de numerosas congregaciones. Fue Pre- fecto de la Congregación de la Disciplina y en 1841, Prefecto de la Congregación del Concilio. Murió en Roma el 23 de abril de 1847; a la edad de 70 años. Cf. “Polidori Paolo, Cardenal”, en Dizionario di Erudizione Storico-Ecclesiastica, por Gaetano Moroni, vol. 54, pp. 29-30, Ti- pografía Emiliana, Venezia 1852. (161) Súplica de Gabriel Taborin al Cardenal Polidori para obtener la aprobación de las Reglas, 8 de abril 1842, 3 pp., CIVCSVA, B2, 1, años 1842-1853, Roma; borrador de la misma súplica se encuentra en los ASFB, “Grandes Pièces”. (162) Statuts de la Congrégation des Frères de la Sainte-Famille, Jésus, Marie, Joseph, impresos, formato 16 por 23.5. Verpillon, Belley, sin fecha (1842), 20 pp., CIVCSVA, B2, 1, Roma. Estos estatutos de 1842, hasta ahora desconocidos, son un resumen del Guía de 1838. Sólo se con- serva esta copia y una segunda conservada por el Hno. Amadeo en su cuaderno manuscri- to: Pièces relatives aux démarches d’approbation de nos Statuts par le Saint-Siège accompagnées des Statuts présentés, cuaderno manuscrito del Hno. Amadeo, sin fecha (1876), 35 pp. más documentos, ASFB (Roma). (163) La carta de Juan Bautista De Rossi que anuncia el fracaso de los trámites, no se conserva. Cf. la carta de Gabriel a De Rossi, 26/07/1842, Lettres, II, 118-120. 256

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX Con este pequeño misterio que, sin embargo, deja sobreentender muchas co- sas, se cierra el capítulo de la aprobación de las Reglas. Es lógico plantearse una doble pregunta: ¿quién pudo oponerse a esta aproba- ción y por qué?. ¿Puede uno imaginar un doble juego de los dos obispos nombrados que habrían cedido a las instancias de Gabriel, aunque manifestando a la Santa Se- de sus discrepancias?. Nada se puede excluir. Los elementos de que disponemos pa- ra juzgar, nos llevan una vez más, a ver la oposición sobre los aspectos que diferencian el estatuto de un laico del de un clérigo y sobre el problema de la auto- nomía del Superior y su dependencia del Ordinario. En dos años de intenso trabajo, con mucha constancia e inteligencia, eligiendo medios y buscando buenos apoyos, Gabriel pudo reducir a dos los cuatro objetivos que soñaba: autorización de Roma y la del gobierno sardo con la exención de los Hermanos saboyanos. La no aprobación de las reglas por la Santa Sede era para él un fracaso doloroso. Si ello parecía un detalle secundario a los ojos del público, pa- ra quien sólo contaba la aprobación, no lo era para él. No era sólo una cuestión de prestigio. Los problemas que cada día se le presentaban en su relación con el clero, le hacían temer riesgos de interferencia y de manipulación del estatuto de los Her- manos, de su hábito, de la organización interna de la congregación, mientras las re- glas quedasen a merced de los obispos. Mons. Devie ya tenía muchos años; su sucesor ¿tendría el mismo equilibrio, la misma paciencia que él?. Podía dudar de ello. ¿Cual sería la disposición de los Ordinarios del lugar donde los Hermanos tra- b aj ab an?. En cuanto a la no autorización del gobierno francés, era una desventaja evi- dente. Obligaba a Gabriel a diplomar a sus Hermanos franceses, en poco tiempo, para aprovechar del compromiso decenal de la enseñanza primaria, que eximía del servicio o les permitía buscar un reemplazante. La primera solución estaba sólo al alcance de los bien dotados intelectualmente y la segunda, no se podía pensar en ella, vista la situación económica del Instituto. Esta desventaja explica, en parte, por qué el desarrollo del Instituto, en los primeros años, fue mejor en los Estados Sardos que en Francia. 257

HNO. ENZO BIEMMI 2.4 Un balance positivo A pesar de estos dos límites, Gabriel supo desde 1840 a 1842 substraer a su co- munidad del aislamiento, llevándola a la ciudad episcopal y darle luego una sólida base jurídica, ya sea ante la Iglesia como ante el estado. Como de costumbre, fue con su amigo de los primeros tiempos, el P. Roland, y con el párroco de Belleydoux, con quienes hizo el balance de estos acontecimientos tan significativos: “Nunca habría pensado que la Providencia hubiera permitido que hablara a Car- denales, Ministros, al Rey y al Papa, pero cuando Dios lo quiere y dirige una obra, triunfa siempre a pesar de las contradicciones y todo sale bien, aunque se sirva de los instrumentos más inútiles. Que este Dios bondadoso sea glorificado y se haga su santa voluntad  164”. Estos éxitos estaban acompañados por un aumento notorio de Hermanos y de comunidades. Desde 1835 a fines de 1842, Gabriel había abierto 22 establecimientos, 10 en Francia y 12 Saboya: once comunidades estaban compuestas al menos por dos Hermanos maestros, cantores y/o sacristanes, en ocho parroquias había un Herma- no solo, maestro y/o sacristán; en un pensionado y en dos seminarios, había Her- manos legos encargados del economato, de la cocina y de la huerta. Por otra parte había cerrado cuatro casas, de las cuales tres con un solo Hermano en pequeñas parroquias. En 1841, a su regreso de Roma, en la casa de Belley hubo 25 novicios que toma- ron el hábito y el 2 de octubre de 1842, 12 Hermanos hicieron primera profesión y los otros renovaron sus votos. Fue un día memorable, porque por primera vez, los Hermanos salieron de casa con el rabat azul. “Todos aplauden este pequeño cambio, escribía Gabriel a Mons. Devie, que nos distinguirá de los eclesiásticos y que aplacará, espero, sus quejas sobre nuestro há- bito  165”. (164) Gabriel al párroco de Belleydoux, 26/11/1841, Lettres, II, 55; Cf. Carta al P. Roland, 03/10/1841, Lettres, 38. (165) Gabriel a Mons. Devie, 14/10/1842, Lettres, II, 155. 258

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX Era un compromiso aceptado después de largas polémicas. Así, a fines de 1842 Gabriel contaba con 43 Hermanos en actividad, colocados en 18 parroquias (más el noviciado de Belley), o sea: 10 comunidades, cinco puestos con un Hermano solo y tres con Hermanos legos. Una casa noviciado en Saboya El desarrollo cada vez más importante en Saboya y el éxito en el reclutamiento de sujetos saboyanos, planteaba la cuestión de crear un segundo noviciado en esa región. El proyecto era realizable con la autorización del gobierno sardo que conce- día a la asociación de Hermanos de la Sagrada Familia, junto con la facultad de ad- quirir y de poseer, el derecho de fundar un noviciado en el ducado de Saboya. Desde que comunicó su intención a Mons. Billiet y a los sacerdotes que él conocía, recibió varios ofrecimientos, particularmente en la Rochette, en Chindrieux (donde le propusieron utilizar el castillo), en Saint Pierre d'Albigny y sobre todo en La Mo- tte. El Marqués Costa y su esposa, a los cuales en gran parte debía el éxito de sus trámites en Turín, se mostraron enseguida interesados y dispuestos a contribuir con una ayuda financiera bastante importante, si el noviciado se abría en La Motte. Pero los ojos de Gabriel estaban fijos en la abadía de Tamié, que después de la respuesta del P. Favre, era motivo de sus sueños. Su posición, limítrofe con cuatro diócesis, la consideraba ideal para un noviciado; a esto se añadía la nostalgia, nun- ca desmentida, de un lugar solitario enraizado en la tradición monástica: “Cada día el peso del Superiorato me aplasta más, confesaba al P. Don Martín, en- vidio la dicha del simple religioso. Me parece que gozaría de las delicias del cielo si fuera el último de los Hermanos y si estuviera destinado para siempre en Ta- mié  166”. En el mes de mayo de 1842, acompañado de seis Hermanos hizo una inspección de las construcciones del convento de Tamié y en setiembre, después de “madura reflexión” y consulta a los Hermanos, hizo a Mons. Billiet una propuesta de compra por 20.000 Frs. Se decía consciente de que la oferta estaba por debajo del valor real de la propiedad, pero pedía al Arzobispo tuviera en consideración la pobreza de la Congregación  167. Mons. Billiet sólo pudo convocar a la administración del semina- (166) Gabriel a Don Martín, 11/06/1842, Lettres, II, 101. (167) Gabriel a Mons. Billet, 20/09/1842, Lettres, II, 146-147. 259

HNO. ENZO BIEMMI rio a fines de octubre o principios de noviembre. La Administración diocesana pro- pone a Gabriel 25.000 Francos, pues el rey Carlos Félix había dado 16000 libras pa- ra su adquisición y la diócesis había pagado 25.000 en reparaciones. No pedía sino lo desembolsado  168. Después de alguna duda entre la ampliación del noviciado de Belley o la compra de Tamié y el rechazo de la diócesis en aceptar las condiciones propuestas, Gabriel decide suspender la gestión. Mons. Billiet le hizo comprender que, aún viendo con placer un noviciado en su diócesis, le era indiferente estuviera en Belley o en Chambery. El sueño de Tamié era aplazado y Belley permanecía co- mo única casa de formación para los Hermanos. La situación en las comunidades Pero ¿cuál era la situación real de los Hermanos colocados en las parroquias?. Se han podido constatar las dificultades y los fracasos que caracterizan la situación de la mayor parte de las comunidades a fines de 1840. Los problemas causados por los Hermanos formados a medias y enviados demasiado pronto a las parroquias, eran del conocimiento de todos y varios eclesiásticos se lo habían manifestado al superior. Mons. Billiet, al responder a las felicitaciones de Año Nuevo del Hno. Ga- briel, al mismo tiempo que le reiteraba su amistad y su apoyo, le advertía: “Deseo sinceramente que Dios derrame sus bendiciones sobre su Sagrada Familia, haré con placer todo lo que de mí dependa para favorecer a todos los estableci- mientos que ya ha fundado en Saboya. Lo esencial para una obra de esta natura- leza es la elección de los hombres y un buen noviciado. Es preferible ir despacio, crear pocos establecimientos en principio, pero con gente segura y bien prepara- da  169”. Los años 1840-1842, ricos en acontecimientos decisivos para la congregación, ¿habían traído consigo un cambio en la calidad de los Hermanos? Ante todo hay que saber que la comunidad más difícil, creada en Seyssel por iniciativa del Barón de Sylan, siguió preocupando a pesar de los intentos de colocar Hermanos que siempre creyó buenos y aún excelentes. En 1841 Agustín Chomet (Hno. Víctor) hizo lamentar a su superior, durante su estadía en Roma, el haber (168) Mons. Billiet a Gabriel, 10/12/1842, Correspondance passive, I, 14. (169) Mons. Billiet a Gabriel, 12/01/1841, Correspondance passive, I, 1. 260

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX abierto esta comunidad. Este Hermano había estado antes con los Hermanos de las Escuelas Cristianas y después, en 1837, con los “Clercs” de San Viator, que dejó en el otoño de 1839. En el mes de mayo de 1840, Gabriel cometió el error de aceptarlo en el noviciado de Belmont, adonde le dirigió otro antiguo discípulo de Querbes, Juan Richard. Colocado en la dirección del establecimiento de Seyssel al iniciar el curso de 1840, después de los escándalos provocados por los Hermanos anteriores, desde abril de 1841 empezó a contactar al P. Querbes para ser readmitido, argumentando que había caído en una congregación sin ningún porvenir. El P. Querbes decidió aceptarlo y le comprometió a volver en el mes de julio. El párroco de Vourles igno- raba lo que pasaba realmente en Seyssel. Fue el Hno. Mauricio, que reemplazaba a Gabriel durante su larga permanencia en Roma, quien le puso al corriente. Agustín Chomet acababa de ser despedido de la Congregación por su mala conducta con es- cándalo de la población de Seyssel. La descripción que el Hno. Mauricio hace es abrumadora. Salía de Seyssel con la fama de borracho, libertino y estafador. Ga- briel pagaba así muy caro la imprudencia de aceptar un antiguo religioso, sin otra garantía que la palabra del interesado  170. Este episodio doloroso le hizo pensar en la supresión de la comunidad, pero en el mes de octubre enviaba dos nuevos Hermanos asegurando al párroco, que se tra- taba de dos excelentes Hermanos. Este año escolar no fue mucho mejor que los pre- cedentes. El Hno. Felipe, Juan Bautista Blanchard, sobrino del párroco de Romenay, abandonaba clandestinamente la comunidad bajo el pretexto de ir a rezar por su tío, recientemente fallecido. Al mes siguiente, el Hno. Esteban, (Claudio Emonet), era despedido y utilizaba el dinero del viaje para comprar juegos en Belley. En di- ciembre el Hno. Teófilo dejaba la clase sin maestro y abandonaba la parroquia. Ga- briel fue obligado a hacer creer al párroco que el Hermano había enfermado gravemente y que había ido a su casa para cuidarse y le reemplazó por un nuevo Hermano  171. Esta seguidilla impresionante de desventuras es, sin embargo, un caso límite para esta desgraciada comunidad y está contrarrestada por signos cada día más y más positivos de otras. La comunidad de Saint Jeoire, dirigida por el Hno. Amadeo, es la admiración de la población y de los párrocos vecinos que viniendo a comer a esta parroquia y “se encuentran con los niños de la escuela y quedan encantados (170) Carta del Hno. Mauricio a Querbes, ACSV, P-2142. (171) Cartas de Gabriel al P. Vibert y al P. Mongelard, 12 y 14/12/1842, Lettres, II, 178-180. 261

HNO. ENZO BIEMMI por su modestia”. Después de algunos meses de escuela, el Hno. Amadeo podría es- cribir a su Superior: “El Sr. Cura nos ha dicho con frecuencia que ninguna escuela puede funcionar mejor que la nuestra. Está encantado, nunca creyó que obtendríamos estos éxi- tos  172”. Sucede lo mismo en la comunidad de Echelles; el alcalde expresa su satisfac- ción escribiendo al Superior y solicitando para el curso de 1842 los mismos Herma- nos que el año anterior. La comunidad que da más satisfacción es, sin duda, la de Saint Pierre d’Albig- ny, abierta en los primeros días de 1841 y compuesta por cuatro Hermanos bajo la dirección del Hno. Agustín Richard, el mismo que había hablado de enderezar la comunidad de Seyssel. Desde su llegada los Hermanos abren la escuela que pronto se llena de alumnos. De tarde dan clase a cerca de 80 adultos, entre los que hay al- gunos padres de familia; de manera que desde las cinco de la mañana a las diez de la noche no tienen un momento de descanso. En unos días acostumbran a los niños a ir en filas de a dos, sin necesidad de acompañarles cuando salen y lo hacen tan ordenadamente que el vicesíndico, que vive frente a la escuela, cuando salen los es- colares de clase, “se pone siempre a la ventana para verlos desfilar lo que parece causar- le un gran placer”. La vida laboriosa y frugal de los Hermanos es un ejemplo no sólo para el pueblo, sino también para los párrocos vecinos. En una visita del párroco de Fréterive, venido para informarse de la escuela de los Hermanos, la señora del vice- síndico ofrece a todos los invitados un café, el Hno. Agustín se excusa diciendo que la regla se lo prohibe. “Como ella manifestara su pesar, el párroco de Fréterive toma la palabra y dice: Sí señora, es cierto que Ud. lamenta de que el director no acepte la taza de café, pero en contrapartida tiene un ejemplo edificante”. El síndico y el vice-síndico son émulos para proveer a los Hermanos de todo lo necesario y hasta de lo superfluo. A los pocos días de su llegada, el salón de clase es- (172) Cartas del Hno.Amadeo a Gabriel, 03/01/1842 y 07/05/1842, Correspondance passive, IV, 35 y 42. 262

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX taba ya adornado con seis mapas en tela, de un hermoso Cristo, estampado en ne- gro y de un bonito cuadro de la Sagrada Familia. A la entrada del 1842 Gabriel se veía obligado, a pedido del alcalde, a enviar a Saint Pierre dos Hermanos más, hasta un total de seis. El síndico y el vice-síndico, trataban al mismo tiempo de conven- cerle para que abriera un noviciado en el pueblo, diciéndose estar dispuestos a pro- curarle todo lo necesario  173. Estas señales de cambio en calidad, que poco a poco empiezan a manifestarse en varios municipios, tienen su secreto en la mejor formación de los Hermanos. Los protagonistas del éxito en S. Pierre y en Saint Jeoire, son los Hermanos Amadeo y Agustín. El primero será el sucesor de Gabriel y el segundo era un hombre muy ins- truido y excelente religioso. Hay problemas aún para resolver, pero Gabriel parece encontrar un mayor equilibrio entre la necesidad de responder a los pedidos cada vez más numerosos de los párrocos y la urgente formación de los Hermanos. La po- sibilidad de contar con un número mayor de novicios y con un excelente maestro de novicios, el Hno. Mauricio, producen los primeros frutos. Siendo consciente de que aún está en sus principios, Gabriel podría escribir a mitad de 1842 a Mons. Bi- lliet en respuesta a la advertencia que le había hecho año y medio antes: “Si en los principios hemos tenido sujetos que no satisfacían, es porque nos los arrebataban a medio formar, pero no será así en adelante  174”. Era la promesa y declaración de una toma de conciencia y de un compromiso. (173) Las cartas del Hno. Agustín Richard a Gabriel, muy pormenorizadas nos presentan un cua- dro notable de esta comunidad y de sus actividades. Cf., 29/01/1841; 03/03/1841, ASFB, “Frè- res persévérants, Augustin”. (174) Gabriel a Mons. Billiet, 27/07/1842. Lettres, II, 121-122. 263

HNO. ENZO BIEMMI 264

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX Capítulo III HERMANO ENTRE HERMANOS La realización operada por Gabriel Taborin no es más que una manifestación y bastante modesta de un movimiento más amplio en Francia que ahonda sus raíces en una larga tradición. Hay que situarla pues, ante todo, en esta tradición de la que surge y que contribuye a reforzarla, si se quiere comprender el aporte de Gabriel en su verdadero significado y mostrar su contribución original a esta obra común. Lo que más llama la atención en este análisis es la red de influencias recíprocas que los diferentes fundadores contribuyen a tejer, cada uno con su sensibilidad. En el interior de este cuadro, podemos intentar describir la fisonomía de “Hermano”, tal como la presenta en Belley alrededor de los años 1840, el Hno. Gabriel. El Guía de 1838 y la correspondencia de los Hermanos con su superior, desde las parro- quias donde trabajan, nos presentan los rasgos fundamentales. Habida cuenta de una serie de conflictos y dificultades a que Gabriel es someti- do, se puede, en fin, pasar del plano descriptivo al análisis de las posibilidades que la vocación del Hermano trae a la sociedad y a la Iglesia del siglo XIX. I. EN EL SURCO DE UNA LARGA TRADICIÓN 1.1 Progresiva clericalización de la vida religiosa La palabra “hermano” y su realidad nos lleva a los primeros siglos de la Iglesia y a la forma original del monaquismo. Sabemos que el monaquismo fue un movi- miento laico. Los monjes no eran sacerdotes; su elección estaba motivada por un deseo de humildad y de retiro, y por el rechazo de toda tentación de vanidad. Las constituciones monásticas de Basilio y Casiano ponen en guardia contra la tenta- ción del sacerdocio. La regla de San Benito admite sacerdotes en el monasterio, pe- 265

HNO. ENZO BIEMMI ro insiste en la obligación que ellos tienen, más que los otros, de estar sometidos a la común observancia y la humildad. Los monjes sacerdotes aseguran un servicio a la comunidad, a menudo indispensable, pero no tienen ninguna ventaja ni privile- gio para ellos. La forma original del monaquismo es laical, aunque no encuentren inconvenientes en admitir sacerdotes o en ordenar algún miembro para servicio de la comunidad. En los siglos siguientes hay una progresiva clericalización de la vida monástica por diferentes factores. El primero es el nacimiento dentro de los mo- nasterios de los Hermanos legos, laicos que se presentan a una edad avanzada o empleados benévolos, pero poco dotados intelectualmente, que no pueden llegar a letrados. Esta nueva categoría en la que son admitidos, es oficialmente reconocida a fines del siglo XI. Estos laicos son, por una parte, integrados al monasterio y por la otra excluidos de su vida específica: oficio de coro, voto en el capítulo, responsa- bilidad de cargos. A menudo tienen su comedor, su dormitorio, su coro aparte. A este corte, desconocido en los orígenes, hay que tener en cuenta, la progresiva pro- ximidad del monje con el clérigo por las actividades misioneras, las cargas episco- pales confiadas a los abades, tareas parroquiales asumidas por los prioratos. El aumento de monjes sacerdotes se hace realidad en el siglo XI y a partir de este mo- mento el sacerdocio, siendo un servicio, confiere un status de privilegio al que los monjes aspiran desde su entrada. Aún en las cinco grandes órdenes mendicantes (creadas en los siglos XII y XI- II), excepto los dominicos, el sacerdocio no está generalizado. Pero en el siglo XIII la evolución se acelera: el sacerdocio se impone a los Franciscanos, los Servitas, los Agustinos, los Carmelitas, de tal manera que es exigido para ser reconocido total- mente como miembro de la comunidad. Las nuevas órdenes nacidas en el siglo XVI, clérigos regulares y congregacio- nes clericales, están esencialmente compuestas por sacerdotes. Su objetivo es preci- samente hacer vivir el sacerdocio a estos sacerdotes “reformados”, de una manera más conforme con las exigencias del tiempo y del ministerio. Todas estas órdenes admiten también laicos, llamados “legos”, coadjutores, auxiliares. Esta terminolo- gía nos habla de su tarea: ser auxiliares de los sacerdotes, para liberarlos del traba- jo material que impide el ejercicio de su ministerio. Esta ojeada, forzosamente esquemática, basta para mostrar el origen laical y la progresiva clericalización de la vida religiosa y demostrar cómo, al lado de una for- ma de vida religiosa de “primera clase”, hay otra de “segunda”, formada por los lai- cos que no tienen medios intelectuales para llegar al sacerdocio, pero que son 266

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX indispensables a los religiosos sacerdotes, para facilitar el ejercicio de su ministe- rio. El objeto de este análisis no es el de documentar la evolución de la vida religio- sa, ni de estudiar las diferentes formas de religiosos laicos pertenecientes a órdenes clericales (Hermanos, legos, coadjutores...) sino descubrir las raíces de la realiza- ción de Gabriel Taborin, en una forma de vida religiosa, ligada al monaquismo pri- mitivo, pero que asume una nueva forma de vida. Esta forma es en gran parte obra de San Juan Bautista de la Salle, que, con la Institución de los Hermanos de las Es- cuelas Cristianas, hacia fines del siglo XVII, y será el modelo que inspirará, en el S. XIX, una larga serie de congregaciones masculinas de carácter exclusivamente lai- co  1. 1.2 Nacimiento del Hermano en sentido moderno Si la concepción del “hermano” en sentido moderno es atribuida unánimemen- te a Juan Bautista de la Salle, su realización se inscribe en un movimiento más am- plio que la prepara y acompaña, de manera que es más exacto afirmar que, el “Hermano” es una lenta producción de la sociedad francesa y la cristiandad a par- tir del Concilio de Trento, producción a la que el fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas supo darle la primera organización y crear el modelo de refe- rencia para todas las que siguieron. 1.3 Bajo el impulso del Concilio de Trento El primer impulso del movimiento renovador catequístico y escolar francés que está en el origen de la institución de los Hermanos, procede del Concilio de Trento que confía a los obispos la tarea de asegurar la enseñanza de los principios de la fe y la formación moral. Son los obispos italianos los que tomaron las prime- ras disposiciones para llevar a cabo la ejecución de los decretos tridentinos. Carlos Borromeo, arzobispo de Milán, es el inspirador y pionero. Su influencia en Francia está bien documentada y llegará hasta el s. XIX. Los medios privilegiados adopta- (1) Sobre la evolución del nombre y el status de “hermano”, tanto en las órdenes o congregacio- nes clericales, como en las congregaciones de carácter laico, ver el estudio muy documenta- do de SAUVAGE Miguel, “Fratello”, Dizionario degli Istituti di Perfezione, vol. IV, 1977, coll. 762-794. 267

HNO. ENZO BIEMMI dos por los obispos de Milán, Como, Brescia, Pavía, Verona, Cremona, Bolonia, Pia- cenza, Lucca y Florencia fueron la creación de las cofradías de la Doctrina Cristia- na, una organización de hombres y mujeres, laicos que se consagraban a la catequesis dominical en las parroquias y en la escuela primaria, que era la prolon- gación semanal. En efecto, la escuela no era sino una prolongada catequesis y por lo mismo un instrumento ordinario de magisterio eclesiástico  2. A diferencia de la situación italiana, que fundaba su esfuerzo de reforma, sobre todo, en el catecismo, el movimiento de reforma francés juega sus cartas en la es- cuela popular. Florecientes en Italia, las Cofradías de la Doctrina Cristiana, no en- cuentran eco en Francia, excepción hecha de las diócesis de Aix, Narbona y Tolosa, bajo la influencia italiana. Los obispos franceses no se limitan solamente a insistir en el catecismo, sino que tratan de promover la instrucción cristiana por medio de la instrucción profana. Desde el siglo XV al XVIII, los sínodos y concilios provincia- les promueven numerosas iniciativas para asegurar a todos los niños franceses una enseñanza en el sentido más amplio. Así el siglo XVII francés se caracteriza por la creación, un poco por todas par- tes, de escuelas populares. ¿De dónde proviene este interés por la escuela?. Simple- mente de la concepción compartida unánimemente de que ella es un medio para la educación de la fe. Todos los que se ocupan de abrir escuelas caritativas o parro- quiales tienen el mismo pensar que se resume en la convicción de que la escuela cristiana es el medio ideal de reforma, porque se ocupa de la educación de los ni- ños, que son particularmente receptivos, “como cera blanda con la que se puede for- mar toda clase de figuras  3”. Las asignaturas profanas son consideradas como “medios“, “herramientas”, e incluso aún “pretexto” para conseguir la finalidad que es la de formar a Jesucristo en el corazón de los niños. “Las escuelas primarias son los seminarios del cristianismo en las cuales han de darse principalmente los fundamentos de la doctrina y de las virtudes cristianas y hay que valerse de la ciencia y los principios de la gramática latina y francesa como medio para llegar más fácilmente y con más perfección a este fin...  4”. (2) Para todo movimiento catequístico y escolar, a partir del Concilio de Trento, ver la tesis de SAUVAGE Miguel, Catéchèse et laïcat. Participation des laïcs au ministère de la Parole et mission du Frère enseignant dans l’Église, París, 1962, pp. 269-447. (3) Carlos Demia, Avis important... (4) Nicolás Barré, Règlement journalier pour les Éscoles Chrétiennes. 268

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX La expresión “Seminario” o “Noviciado” del cristianismo, basta por ella misma para resumir la concepción de la escuela del Antiguo Régimen. Este alto concepto de la escuela lleva consigo una alta y exigente misión de los maestros. Son considerados como ángeles guardianes de los niños, participan en el ministerio de los sacerdotes y de los obispos y más aún, de la acción misma de Jesu- cristo. Una concepción “sacerdotal” de la tarea del maestro, se impone a la mentali- dad del clero. En oposición a estas convicciones y afirmaciones de principio, la realidad pre- senta un cuadro mucho más modesto: la instrucción cristiana que “exigiría personas de una virtud y de una experiencia consumadas”, era dejada a “gente ignorante en el ar- te o viciosa en sus costumbres  5”. La situación miserable de los maestros se da en todo los escritos de los pioneros de las escuelas primarias cristianas. Encontraremos la misma situación y las mismas carencias al principio del siglo XIX. La formación de los maestros y maestras es una urgencia para los obispos y los sacerdotes más sen- sibles. En los 150 años que preceden a la Revolución Francesa, el clero intenta y consi- gue la fundación de más de cincuenta congregaciones de Hermanas, pero la forma- ción de maestros para niños, sigue siendo un problema más difícil de resolver. Alrededor de este problema se centra la atención y las energías de un grupo de ecle- siásticos de la región de Lyon, París, Rouen y Reims que elaboran proyectos, más o menos aleatorios y ambiciosos. Este movimiento encontrará en San Juan Bautista de la Salle su feliz culminación. 1.4 Los pioneros de los “seminarios de maestros” La utopía del P. Chennevières El proyecto más ambicioso y, por lo mismo, más arriesgado en la formación de seminarios para maestros es el de un tal “de Chennevières, sacerdote servidor de los pobres”. Lo conocemos por un manuscrito conservado en la Biblioteca Nacio- nal  6. El título de este documento nos revela su pretensión: unificar el mundo ente- (5) Carlos Demia, citado por ZIND, o.c., 36. (6) “Los medios verdaderos y fáciles, para que pronto haya un solo rebaño y un solo pastor, en la persona de Nuestro Santo Padre el Papa en todo el mundo y un solo Rey soberano y em- perador universal, por encima de todos los reyes y emperadores de la tierra, en la persona del Rey muy cristiano, por la gracia de Dios”, B.N., manuscrito 2356. El Hno. Mauricio Au- 269

HNO. ENZO BIEMMI ro bajo el báculo del Papa y la dirección temporal del Rey de Francia. El “medio ver- dadero y muy fácil” para llegar a este fin consiste “en crear un seminario para maes- tros y maestras de escuela en cada diócesis de su grande y soberana monarquía y en todos los lugares del universo. Así sería fácil lograr el fin propuesto y los bienes infinitos que resultaría de ello, así como la conversión de todo el mundo”. La organización pro- puesta por el audaz cura parisino comprendía tres niveles: “En menos de quince días o a lo más en tres semanas, sería fácil abrir dos santos seminarios (uno para los maestros, otro para las maestras), en todas las diócesis de Francia”, bajo la dirección de un sacer- dote. Estos seminarios formarían una comunidad de cinco a seis Hermanos maes- tros con otros tantos vice-maestros y una comunidad de Hermanas idéntica, sería el segundo escalón. Para las parroquias del campo estaba previsto el último nivel: Comunidades constituidas por un maestro y un vicemaestro, una maestra y una vi- cemaestra. Maestros y maestras no trabajarían aislados, sus escuelas diocesanas dependerían de los respectivos seminarios. Los que quisieran, ellos y ellas, “dedicar- se simplemente a pasar todo el resto de su vida al servicio del Divino Niño Jesús en este es- tado”, podrían consagrarse por voto de perseverancia, hecho ante el obispo. Parece claro que las miras del P. de Chennevières al querer organizar la enseñanza en toda Francia y el mundo entero, estaban lejos de ser una utopía para el clero parisino. En efecto, el autor hubiera podido aducir en favor de su proposición, que no tuvo continuidad, la autorización del  “Chantre” de la Iglesia de París y la aprobación es- crita de los “señores de la Sorbona” y de 25 párrocos de la ciudad. El Cristóbal Colón de la escuela popular: Carlos Demia Menos ambiciosa, pero más eficaz y convalidada, por la experiencia fue la reali- zación de un sacerdote de la región lyonesa, Carlos Demia  7. El fundador de las escue- las primarias de Lyon, había nacido en Bourg en Bresse, el 3 de octubre de 1637. En 1660 entró en el seminario de Lyon y después, en París, en el seminario de San Sulpi- gusto ha estudiado este manuscrito en dans \"L'idée d'un séminaire et d'un institut de maî- tres d'école à Paris en 1687\", en Bulletin des Frères des Écoles Chrétiennes, julio y octubre 1959, pp. 131-137; 210-217. A este estudio nos referimos. (7) Sobre Carlos Demia se puede ver: FAILLON Esteban Miguel, Vie de M. Charles Demia, insti- tuteur des soeurs de Saint-Charles, suivie de l'esprit de cet institut et d'une histoire abrégée de son premier patron Charles Borromée, Lyon, 1829; COMPAYRE Gabriel. Les grands édu- cateurs. Charles Demia et les origines de l'enseignement primaire, París 1905; GILBERT Ro- ger, Charles Demia (1637-1689). Fondateur lyonnais des Petites écoles des pauvres, Ediciones Robert, Lyon 1989. 270

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX cio. Es ordenado sacerdote en 1663. Vuelto a Lyon es encargado de la escuela y desde 1665 a 1689, año de su muerte, no tuvo otra inquietud, que el progreso de la educa- ción. A su muerte dejó en Lyon, 16 escuelas primarias con cerca de 600 alumnos. En su “Règlement pour les écoles”, el sacerdote lyonés nos dice brevemente lo que fue, en principio, el origen de su interés por la escuela: “En el año 1664, el sacerdote de Saint Just, digno vicario general de esta diócesis, habiendo por encargo del P. Hurtevent, Superior del seminario de San Ireneo, co- misionado al P. Carlos Demia, sacerdote de Bourg en Bresse, para hacer la visita a las parroquias de la Bresse, Bugey, etc., descubrió que había una profunda igno- rancia, y habiendo comprobado por otra parte que la juventud de Lyon, particu- larmente los niños de los pueblos pequeños, vivían en completa libertinaje por carecer de instrucción, tomó la resolución de poner todo su empeño en establecer la catequesis y la disciplina en las escuelas  8”. La experiencia adquirida en sus visitas a las parroquias le llevó a elaborar y ex- perimentar un proyecto de creación de escuelas. Lo esencial de su plan se contiene en su “Avis important”, un manuscrito de 1688 conservado en la Biblioteca Mazari- ne y descubierto por el Hno. Mauricio Augusto  9. Hombre práctico, Demia empezó estableciendo una sola escuela, como ensayo, abierta el 9 de enero de 1667 en el barrio Saint Georges. A su muerte tenía abiertas 16 escuelas, una por barrio. Su obra se organiza a partir del año 1671 con la forma- ción de una comunidad de maestros, especie de escuela normal en miniatura que se llamará Seminario de San Carlos. Desde 1672 establece una oficina de escuelas, es decir, un consejo de dirección y ordenanzas. Compuesta de 16 personas, la mitad laicos, tenía la función de abrir y ayudar a las escuelas, vigilarlas e inspeccionarlas. En el seminario los candidatos estudiaban el reglamento elaborado por Demia y se ejercitaban en los primeros elementos de la enseñanza. Las prácticas religiosas y (8) Règlements pour les écoles de la Ville et diocèse de Lyon dressé par Messire Charles Demia, prêtre, promoteur général substitué de l'archevêque et directeur général des dites écoles, 1688, Aviso a los lectores, ed. de 1716, B.N. (9) Avis important touchant l'établissement d'une espèce de Séminaire pour la formation des maîtres d'école et pour faire un utile emploi des biens des huguenots fugitifs, 1688, 14+96 pp. Las citas aquí reproducidas de este manuscrito, están sacadas del artículo citado del Hno. Mauricio Augusto. 271

HNO. ENZO BIEMMI los retiros espirituales ocupaban la mayor parte del tiempo. En 1687, organiza para las mujeres un centro equivalente al seminario de San Carlos. Esta comunidad de mujeres es el origen de la congregación de las Hnas. de San Carlos; pero las maes- tras de San Carlos no hacían votos, se comprometían sólo por el período dedicado a la enseñanza. Los maestros tenían que estar uno o dos años en el seminario porque: “No hay arte que no tenga un tiempo de aprendizaje, por el que no haya que pa- sar antes de recibir el título de Maestro. O será que el arte de instruir a la juven- tud y de gobernar sabiamente los espíritus, que los Santos Padres llaman el arte de las artes, “ars artium régimen animarum”, no requiere también justamente un aprendizaje, el cuál no se puede realizar sino en una comunidad establecida para formar tales maestros”. En cuanto a su estado de vida, Demia prefería que no fueran ni sacerdotes, ni casados: “Lo primero distraería de la dedicación que exige este empleo, ya por su ocupa- ción personal, ya porque los curas del lugar le llamarían en su ayuda para las funciones sacerdotales o para otros trabajos, que al multiplicarse dejarían de he- cho vacante la plaza de maestro... Los segundos estarían distraídos también por el cuidado que exige el gobierno de una casa o por el espíritu mercenario con que se actúa ordinariamente”. Proponía pues, hacer pasar por estos seminarios a todos los que se preparaban para el sacerdocio y sobre todo a los que habían recibido las cuatro órdenes meno- res. Estos candidatos al sacerdocio hacían aquí “un noviciado al sacerdocio”, al que no serían admitidos sino después de haberse dedicado dignamente al cuidado de la juventud. Sin embargo, no negaba la entrada a los laicos a quienes exigía el celibato mientras durara su compromiso con la escuela: “Se podría además admitir personas que vivieran en celibato mientras trabaja- sen en la escuela, a las cuales, habiéndose comportado loablemente durante un cierto tiempo, se pudiera con más justo discernimiento decirles: Ascende superius; al menos que ellos quisieran permanecer en el género de vida abrazado”. 272

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX Más modesto y práctico que Chennevières, Demia sólo quería la creación de es- tos seminarios en las diócesis “numerosas” o al menos en cada arquidiócesis. Su plan fue primero aplicado en Lyon y luego en Saint Etienne y en otras ciudades de la diócesis, se crearon también en Autun y en Embrun. Los obispos de Grenoble, de Chalon sur Saône, de Adge y de Tolón se inspiraron en ellos. En Lyon las escuelas primarias funcionaron hasta la Revolución, pero su progreso fue escaso y no se pa- só de 20 escuelas. Gabriel Compayre, al concluir su biografía de Demia, resume así su obra: “Demia ha sido, con modestia y discreción, un verdadero precursor en materia de educación primaria. Tuvo ideas nuevas, originales para su tiempo, y estas ideas, gracias a su voluntad paciente y tenaz, las ha llevado a la práctica... En una pa- labra, ha sido como el Cristóbal Colón de la escuela católica. Juan Bautista de La Salle, más brillante en los éxitos después de él, ha sido el Américo Vespucio  10”. En efecto, tanto su plan como sus reglamentos diarios para dirigir la clase, se anticipan a S. Juan Bautista de la Salle y su “Conduite des écoles chrétiennes” será durante mucho tiempo el “best-seller”, no sólo de los Hermanos sino también de los maestros laicos  11. La red de Rouen y Reims: Nyel, Barré, Roland Un tercer polo de interés en la fundación de seminarios para maestros, se im- planta en la región de Rouen y Reims, alrededor de cinco protagonistas: Adrián Nyel, laico, el Mínimo Nicolás Barré, la Sra. Maillefer, el canónigo Nicolás Roland y, sobre todo, el canónigo Juan Bautista de la Salle. Adrián Nyel, nacido en Laon, dotado de aptitudes pedagógicas indiscutibles, empieza a agrupar y a formar jóvenes para el magisterio. Estos maestros en 1666 to- man el nombre de Hermanos. La Sra. Maillefer, nacida en Reims obtiene primero en 1670 el envío de dos maestras de escuela de la Comunidad del Divino Niño Jesús, (10) COMPAYRE Gabriel, o.c., 112-113. (11) A Demia se debe la primera organización en Francia del método de lectura que seguirá La Salle. Si miramos la descripción de un día de clase, se encuentran muchos elementos conte- nidos en la “Conduite”, entre los cuales, la invitación a los maestros a hablar lo menos posi- ble y a utilizar la campanilla u otras señales. La “Conduite” perfeccionará esta orientación, inventando una especie de “telégrafo escolar”. 273

HNO. ENZO BIEMMI fundada en Rouen por el mínimo Nicolás Barré y después en 1679, la llegada a Reims de Adrián Nyel. Una y otro tenían como director de conciencia a Nicolás Ba- rré  12. Al mismo tiempo en Reims, el canónigo Nicolás Roland, trabajaba el proyecto de establecer seminarios de maestros y maestras. Su muerte temprana en 1673, a los 36 años, le condujo a confiar la ejecución de su plan a otro canónigo, Juan Bau- tista de La Salle, que le había elegido como director espiritual. Este vistazo sobre el plan y realizaciones de París, Lyon, Rouen y Reims basta para volver prudente al historiador y para demostrar que el fundador de los Her- manos de las Escuelas Cristianas no obraba solo. Su obra es continuación de los movimientos catequísticos y escolares de Francia en el siglo XVII, que es a su vez tributario del movimiento italiano de la reforma del siglo XVI. “Una idea se encamina, un designio generoso se esboza, algunas primeras reali- zaciones se propagan: las dificultades que encuentran, los fracasos que conocen contribuyen, por una parte, a que se le preste más atención. La falta de maestros de escuela es cada vez más notoria, percibida como la gran laguna de la enseñan- za primaria; hay que abocarse entonces al reclutamiento y a la formación de pe- dagogos, hay que proveer a su preparación especializada, como se proveyó desde poco tiempo atrás, a la preparación de los sacerdotes en los seminarios eclesiásti- cos  13”. En este clima fecundo y creativo, La Salle, quiérase o no, es el hombre que sabe dar una organización estable a los proyectos que le preceden y acompañan. (12) Nicolás Barré, nació en Amiens el 20/10/1621. Entró en los Mínimos en París, profesó en 1642. Desde 1659 a 1675, vivió en Rouen, donde fundó su congregación diocesana de las Hnas. del Divino Niño Jesús llamadas de la Providencia. Sobre Nicolás Barré, mínimo y maestro de las Escuelas de la Caridad del Divino Niño Jesús, 1687, ver GIRY Francisco, La vie du R.P. Barré, Minime et instituteur des Écoles Charitables du Saint Enfant-Jésus, 1687. Tres escritos del Padre Barré nos dan idea de su interés por la formación de los maestros y la influencia que tuvo en los otros sacerdotes interesados en el mismo tema: Statuts et Règle- ments des Escoles Chrétiennes et Charitables du S. Enfant Jésus, établies dans les villes, les bourgs et les villages pour être observes sous le bon plaisir et l'autorité de Nosseigneurs les Archevêques et les Évêques, et de Messieurs les Cures par les maîtres et les maistresses dans les paroisses où ils seront employés sous la conduite du R. Père Barré, Minime, 1685, 56 pp.; Mémoire instructifpour faire connaître l'utilité des Écoles Charitables du Saint Enfant Jésus ... sous la conduite du R.P. Barré, Minime, 1685, 5 pp.; Règlement journalier pour les Écoles Chrétiennes, manuscrito de 24 pp. (13) Hno. Mauricio Augusto: L’idée d’un séminaire..., o.c., 136-137. 274

HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX 1.5 El inventor de los Hermanos: Juan Bautista de La Salle Nacido en Reims el 30/04/1651, Juan Bautista de La Salle, primero de once hijos de un magistrado, fue orientado al sacerdocio desde muy joven, tonsurado a los on- ce años, canónigo a los 16. Fue seminarista en San Sulpicio durante 16 meses y estu- diante en la Sorbona  14, ordenado sacerdote en 1678, doctor en Teología en 1680. La creación de una comunidad de maestros se le impuso progresivamente por circunstancias casi fortuitas y por la necesidad. Empezó bajo la consigna de su pa- dre espiritual, el canónigo Nicolás Roland, en su lecho de muerte en 1678. Se ocupó primero de las Hnas. del Niño Jesús de Reims y después de los maestros. Su inquie- tud era el apostolado de las escuelas primarias, éxito amenazado por la insuficien- cia pedagógica y espiritual de los maestros. “Había que intentar reunirlos: organizar una comunidad que unificara los es- fuerzos; establecer métodos generales, sostener el impulso apostólico; una vida en común se imponía, exigiendo un reglamento aceptado por todos; exigencias de disponibilidad y uniformidad en la manera de vivir. Esta vida en común, orien- tada al apostolado, tenía que estar evidentemente marcada por la preocupación de una formación espiritual en base a la oración y a la ascesis. En fin y sobre to- do, se necesitaba un jefe que fuese maestro espiritual  15”. El plan de estos proyectos está probablemente consignado en un manuscrito de los años 1706-1710  16. La Salle proponía una fundación con tres ramas: una que miraba la enseñanza en las ciudades, la segunda a la enseñanza en el campo y la tercera a la guía del conjunto. Para las ciudades pensaba en comunidades de al me- nos cinco Hermanos. Para el campo pensaba en seminarios de maestros de escuela, (14) Sobre Juan Bautista de La Salle, ver: BLAIN Juan Bautista; \"La vie de Monsieur Jean-Baptis- te de La Salle, Instituteur des Frères des Écoles Chrétiennes\", Ruán 1733 en Cuadernos La- salianos nº 4, (1964); RIGAULT Jorge: Histoire Générale de l'Institut des Frères des Écoles Chrétiennes, 9 tomos, Librería Plon, París, 1928; MAURICIO AUGUSTO, Hno. (HERMANO Alfonso), “Juan Bautista de La Salle”, Dizionario degli Istituti di Perfezione, vol. 4, coll. 1237- 1243; “Fratelli delle Scuole Cristiane”. Dizionario degli Istituti di Perfezione, vol. 4, coll. 728- 746. (15) SAUVAGE, Catéchèse et laïcat, o.c., 494. (16) Archivos Generales de los Hnos. de las Escuelas Cristianas, ms. 103. 275

HNO. ENZO BIEMMI uno por cada diócesis importante. Los maestros estudiaban el catecismo, el canto llano, las ceremonias litúrgicas y la dirección de la escuela. La cohesión y organiza- ción del conjunto tenía que asegurarse por una sociedad o comunidad de sacerdo- tes encargados de formar y dirigir a los Hermanos, más o menos como los Lazaris- tas con las hijas de la Caridad. Las circunstancias históricas obligaron a La Salle a abandonar el proyecto de formar una sociedad de sacerdotes y a ocuparse sólo de la comunidad de los Her- manos y de seminarios para la formación de maestros para el campo. Podemos re- cordar esquemáticamente las etapas de estas realizaciones. En 1679 se ofrece para hospedar a dos maestros, Adrián Nyel (Hno. Gabriel) y su sub-maestro, que acababan de llegar a Reims, no pensando para nada encargar- se de esta empresa. Llegan otros maestros y La Salle les encuentra alojamiento. Pe- ro no pudiendo soportar el desorden que reinaba en la casa escuela, les hace ir a su casa en 1681 y en 1682 decidió, aconsejado por Nicolás Barré, ir a vivir con ellos en una casa aparte. La “comunidad” estaba ya constituida. En los años 1684-1685, los maestros empiezan a llamarse Hermanos, tienen un hábito común, viven bajo una regla, en dependencia y uniformidad: en realidad es una comunidad religiosa la que se está constituyendo. En la misma época acepta encargarse de las escuelas de Guise y de Laon para evitar su ruina: la congregación se estructura. Una primera Asamblea General de los Hermanos tiene lugar en Reims en 1686. Los Hermanos pronuncian un voto temporal de obediencia, pero hubieran deseado pronunciar los tres votos. Dos años después La Salle abre una escuela parroquial en París y a partir de 1691, un noviciado, donde junta a todos los Hermanos para un retiro anual. París pasa a ser el centro del Instituto. Es en la casa de noviciado que en 1694 doce Hermanos pronuncian la fórmula de los votos perpetuos de la Asociación: de obediencia y estabilidad. Si el primer manuscrito de la regla data de 1705, la comunidad se estructura como comunidad religiosa bastante antes. En mayo de 1717, La Salle, durante el transcurso de un Ca- pítulo General, consigue por fin lo que desde siempre pidió y no obtuvo: la elección de un Hermano (Bartolomé) para Superior del Instituto. A la muerte del Fundador, los Hermanos de las Escuelas Cristianas son una realidad sólida. En cuanto al seminario para los maestros de campaña, a pesar de numerosos intentos no tuvo el mismo resultado que la formación de los Hermanos para la ciu- dad. Los curas del campo pedían a La Salle Hermanos, pero no estaban en condicio- nes de poder sostener más de uno. Además: 276


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