HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX En medio de esta calma aparente en el mes de marzo, dirigía a su obispo, la más extraña y sorprendente petición, la de recibir las órdenes menores 96. La primera carta del 24 marzo, tiene el pedido de que se le confieran las órde- nes menores (portero, lector, exorcista y acólito 97) y así “incorporarse al medio ecle- siástico”, o bien concederle una carta dimisoria, o un permiso para dirigirse a otros obispos. Gabriel no expuso otras motivaciones más que la afirmación genérica “que eso parecía entrar en los designios de Dios”. Pide al obispo guarde silencio sobre este asunto y se dice dispuesto a dar todos los motivos que le llevan a una tal decisión. Los motivos se exponen suscintamente cuatro días más tarde. Las palabras ini- ciales de esta segunda carta son una declaración explícita de la sinceridad de sus intenciones: buscar a Dios y su gloria “y ninguna otra cosa”, lo que hizo desde siem- pre al abrazar la vida religiosa. En este horizonte, el cumplimiento de su deseo de “formar parte de la santa milicia eclesiástica” sin cambiar nada su posición actual vendría simplemente a “completar” su dicha. En apoyo de su pedido solo puede aportar dos autoridades: su conciencia y el consejo a su confesor. En cuanto a los motivos que llevaron a formular el pedido, el primero que da es “la gran y santa inclinación por el estado eclesiástico” sentida toda su vida y sobre to- do por la predicación. ¿Por qué no siguió esta vocación? La respuesta es clara: si hu- biera querido, ciertamente sería sacerdote. Nada se habría opuesto y en Roma en 1841 le hubieran ordenado en menos de un mes. La doble conciencia de ser indigno y el temor a la carga del santo ministerio le habrían determinado a no aceptar la proposición. Sin embargo la institución formada por él (y es el segundo motivo nombrado) “tiene alguna relación con el estado eclesiástico”, ya que los Hermanos sin ser ordena- dos, cumplen en las iglesias funciones reservadas a los que recibieron las órdenes menores. (96) Gabriel a Mons. de Langalerie 24/03 y 28/03/1859, Lettres, XIII, 28; 30-31. Ver el texto ínte- gro de las dos cartas: Anexo Nº 24 a y b. (97) Los catecismos de la época en la que se formó Gabriel, explicaban las funciones derivadas de esas órdenes: “El portero para guardar las puertas de la iglesia, tenerlas limpias y tocar las campanas. El lector hacer públicamente las lecturas en la iglesia. El exorcista para echar los demonios de los poseídos. El acólito, para preparar el pan y el vino para el sacrificio” (Caté- chisme de Collot, Lyon 1833 p. 306) Estas cuatro órdenes eran precedidas de la tonsura, “que no era una orden sagrada, sino una introducción en el estado eclesiástico” (Catéchisme dog- matique et moral de Couturier, Dijon, 1823, tome IV, 349). La tonsura consistía el corte del cabello dejando una pequeña tonsura clerical, como “signo representativo de la corona de espinas del Salvador”. 427
HNO. ENZO BIEMMI Dos motivaciones más concretas, relativas a su función de Superior, son luego expuestas. Siendo llamado a dar instrucciones religiosas a sus Hermanos, Novicios y alumnos de sus escuelas, el hecho de haber recibido las órdenes menores, le con- fiere más gracia y peso y más consideración a los ojos de sus Hermanos. La enumeración de motivos, termina como empezó: “Moriré contento porque no habré faltado totalmente a mi vocación al estado eclesiástico”. La conclusión de la carta va por el lado afectivo: una respuesta positiva a su pe- dido sería una señal de confianza a su edad, a su rango y sus trabajos. Deseaba que la ceremonia fuera en la capilla privada del obispo “sin brillo, ni ostentación”. ¿Cómo interpretar estas dos cartas, tan enigmáticas desde varios puntos de vis- ta? El contexto en el que fueron escritas, puede darnos alguna clave de interpreta- ción. El año 1858 y el inicio de 1859 estuvieron caracterizados por las dificultades ex- perimentadas en Tamié y por el rechazo de la aprobación de los Estatutos. En las dos casas, era la relación con el clero local lo que estaba en juego. La sor- da oposición del clero de las parroquias próximas a Tamié había dado a la trapa mi- tigada de Gabriel un porvenir precario. El Consejo del arzobispado le había negado el derecho de predicar en la iglesia de Tamié y esto había sido un golpe mortal para él. En Belley, desde la llegada de Mons. de Langalerie, la situación era parecida. El clero del obispado le era contrario y el rechazo de aprobación del Nuevo Guía era el episodio emblemático de la marginación del superior de la Sagrada Familia. Era verosímil también que esta situación de debilidad institucional se reflejara en el interior de la comunidad, donde el Hno. Gabriel estaba enfrentado a una pér- dida de consenso por la adquisición de Tamié, no compartida por los principales Hermanos y, sobre todo, a causa del abandono de Hermanos que dejaban el Institu- to, a menudo después de una conducta condenable. Frente a tal situación, experi- mentaba la soledad y la impotencia. El rechazo mismo de permitirle pequeñas distinciones en el hábito de Superior iba en esa dirección de debilitamiento de su autoridad interna y externa. A esto hay que agregar motivos subjetivos que, efectivamente nunca le abando- naron, es decir, la atracción desde su infancia por todo lo relacionado con la iglesia como edificio, pero también y sobre todo, como lugar para ejercer funciones que la época reservaba a la “santa milicia eclesiástica”. ¿Qué orden de importancia dar a esta mezcla compleja de motivaciones? ¿Qué parte dar a las motivaciones personales y cuál a las razones institucionales? y entre 428
HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX estas últimas, ¿era más la necesidad de reconocimiento externo o interno lo que le llevaba a semejante pedido? Sin resolver el interrogante (todo hombre es un haz de contradicciones aparen- tes) lo que Gabriel pone en primer lugar, es la necesidad del reconocimiento in- terno: más consideración por parte de los Hermanos. Pero lo “no dicho” de esta carta parece tener más peso que lo explícitamente afirmado. El registro afectivo so- bre el que se cierra la carta con este pedido alusivo a la capilla privada del obispo, indica que esta gestión tiende a reclamar una valorización de su persona y más aún de su institución. Se diría que la entrada en el cuerpo eclesiástico del Superior es a sus ojos el acta de aprobación de su institución hasta ahora rechazada. Lo que es marginal, pide, en cierto modo, ver colocado en el centro. Todo lleva a hacernos creer que esta motivación es dominante en relación a las otras dos (la de naturaleza subjetiva, unida a su atracción personal por la vida ecle- siástica y la relativa a su autoridad frente a los Hermanos) Desde el punto de vista jurídico la recepción de las órdenes menores, no le habrían agregado nada a lo que podía ejercer: él mismo lo reconocía en la carta hablando de las funciones cumpli- das por los Hermanos. Pero desde el punto simbólico este acto habría significado la entrada en un cuerpo, obstinado en considerar a su persona alejada y con su perso- na, la institución por la que había dado una vida. La respuesta de Mons. de Langalerie es una contraprueba de esta interpreta- ción. Después de una serie de consideraciones sobre la conveniencia de un tal paso y sobre el efecto que produciría en el público, toma el asunto bajo el plano jurídico: “Quédese como está, querido Hermano.... Estas órdenes no agregarían nada a la misión de predicación, ya que el Diácono mismo tiene necesidad de una explícita autorización” 98. (98) El original de la respuesta de Mons. de Langalerie no se encuentra en los ASFB. Pero sí en los archivos del obispado de Bourg, al margen de la carta de Gabriel del 28 de marzo, el obispo o su secretario ha escrito el resumen de la respuesta: “1º Insólito 2º Mal apreciado del público 3º (?) varios fines quizá 4º Incomodidad y obstáculo para los sucesores 5º No es costumbre dejar un “clerc” en las órdenes menores. Permanezca lo que es, querido Hno. (...?). Estas órdenes no agregarían nada a la misión de predicar, porque el Diácono mismo necesita un permiso explícito. (photocopie aux ASFB, original aux AEB?). 429
HNO. ENZO BIEMMI Esta estrategia que se atiene al enunciado del interlocutor, evita responder al mensaje implícito y a su pedido profundo. El argumento del derecho, apoyado en consideraciones de oportunidad, permite al obispo dejar al Hermano en su situa- ción, al margen de esta milicia eclesiástica a la que reivindicaba una especie de per- tenencia. 4.4 Un Superior laico demasiado confiado en sí mismo El mes siguiente Gabriel pensaba en un viaje a Roma, para una tercera tentati- va ante la Santa Sede con vistas a la aprobación de los Estatutos, después del recha- zo del obispo. Pero este viaje tenía también como objeto el prevenir “las cosas dañosas que podrían suceder a consecuencia del viaje de los señores (del obispado) de Be- lley”. En efecto, en el mes de noviembre, Mons. de Langalerie, presentaba en Roma su relación sobre el Estado de su diócesis. Un pasaje concierne directamente al Hno. Gabriel: “Para eso hay dos congregaciones de Hermanos, los Hermanos de la Sagrada Fa- milia y los Hermanos de la Cruz de Jesús. Las dos progresan lentamente, porque los dos Superiores demasiado apegados a su juicio propio, consultan rara vez a su obispo y cuando le han consultado siguen de mala gana su parecer, son hombres piadosos, es verdad, pero demasiado confiados en ellos mismos, sobre todo el Su- perior laico de la Sagrada Familia” 99. Gabriel que hubiera querido hacer el viaje a Roma con su obispo, le escribía confiándole que había renunciado, porque había tomado la decisión de no expo- nerse más en caso de recibir rechazo de su parte: “Desde que es nuestro obispo, Monseñor, me parece que Ud. me es contrario. Deseo saber la causa; no la encuentro en mi conducta... quizá usted no lo sabe, ni lo (99) “Idcirco duae fratum institutae sunt congregationes, id est Fratrum Santae Familiae et Crucis Jesus. Utraque lento gradu graditur quia duo Superiores suomet iudicio nimis addic- ti, episcopum raro consulunt consulto aegrae obsequuntur pii viri quidem, sed sibi fidentio- res praesertim Superior laïcus Sanctae Familiae”. (Archives Secrètes Vaticanes, Archives de la Congrégation du Concile, Relationes Dioecesium, Bellicen. 117, f. 59r, Relation de Mgr. de Langalerie (noviembre 1859) sur son diocèse de Belley). 430
HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX quiere, Monseñor, pero sufro de su parte y me hace añorar a menudo a sus prede- cesores. Con todo, el Señor me da bastantes fuerzas, para contenerme y no tener resentimiento contra Su Excelencia” 100. Las dificultades planteadas por la Santa Sede respecto a los Estatutos, la expe- riencia negativa de Tamié con la reacción defensiva que provoca en el clero, la actitud de Mons. de Langalerie y de su clero, aparecen como tres ventanas que revelan la difi- cultad de la comunidad eclesial, oficial y ordinaria, para acoger la persona y la obra del Hno. Gabriel tal como él la concibió. En los tres casos es el argumento del derecho que se expone. En los tres casos es el estatuto del Hermano que está en la mira. Pero en medio de esta resistencia activa y pasiva, Gabriel encontraba también en la comunidad eclesial una mirada diferente, una acogida sencilla y verdadera que le animaba a continuar en su empresa. V. UNA EXCEPCIÓN DE TALLA: JUAN MARÍA VIANNEY, CURA DE ARS El 1º de agosto de 1859 en medio de los problemas que Gabriel sufría a causa de la situación creada en Tamié y de las relaciones difíciles con el obispo de Belley, re- cibe una carta del Hno. Atanasio, director de la comunidad de los Hermanos de Ars, al servicio de Juan María Vianney: “Le anuncio una noticia que nos aflige a todos profundamente: desde hace tres días nuestro santo Cura está muy enfermo y guarda cama... los dos médicos que le atienden dicen que es un agotamiento... Dicen que si no consiguen aliviarlo, no durará mucho tiempo en ese estado” 101. El 3 de agosto el Hno. Gabriel, sin esperar otras noticias, se trasladaba a Ars. Llega en la mañana del 4, demasiado tarde para hablar por última vez con el cura: Juan María Vianney había muerto a las dos de la mañana en los brazos del Hno. Je- rónimo. Gabriel perdía al sacerdote que más le había ayudado y valorizado en la (100) Gabriel a Mons. de Langalerie, 10/11/1859, Lettres, XIII, 129. (101) Hno. Atanasio Planche a Gabriel, 01/08/1859, Correspondance passive, VIII, p. 54. 431
HNO. ENZO BIEMMI diócesis de Belley, el que quiso a “sus Hermanos” cerca de él para su escuela, la sa- cristía, el cuidado de su misma persona. Hay que reconocer que en la inmensa producción de obras sobre el Cura de Ars, sus relaciones con los Hermanos de la Sagrada Familia no han sido tratadas sino en forma marginal. La causa hay que buscarla en la poca importancia que han atribuido a estos humildes religiosos, de alzacuellos azul, que le sirvieron en los diez últimos años de su vida. Y sin embargo, los archivos de la Sagrada Familia, guardan alrededor de 300 cartas del Hno. Atanasio que relatan los acontecimientos cotidianos de la vida de la parroquia de Ars desde 1840 a 1859 102. El Hno. Atanasio expresa su pesar, al día siguiente de la publicación de la biografía del Sr. Vianney escrita en 1861 por el P. Alfredo Monnin 103. “El silencio del P. Monnin sobre nuestro fundador en Ars llama la atención de to- dos y nadie se lo explica. El Sr. Toccanier y el Sr. des Garets a quienes solos me ha sido posible hablar, están enormemente disgustados...” El director de la comunidad de Ars concluía su carta con estas palabras que manifiestan su decepción: “...hemos jugado un papel mucho más importante del que el autor nos atribuye, sobre todo en la muerte del santo que rindió su alma a Dios, mientras el Hno. Je- rónimo le tenía entre sus brazos haciéndole un servicio que el moribundo le había pedido llamándole por su nombre, última palabra pronunciada por el buen san- to” 104. (102) Hay que esperar a Mons. René Fourrey (1901-1982), obispo de Belley, para que los archivos de la Sagrada Familia, sean consultados, explotados en sus dos biografías del Santo: FOU- RREY René. Le Curé d’Ars authentique, Fayard, Paris 1964; Le Curé d’Ars tel qu’il fut. L’hom- me et son entourage, Fayard, 1971. Para un estudio detallado de las relaciones entre el Hno. Gabriel y el cura de Ars, ver: le Do- cument XV de la Positio, pp. 472-542. Ver también: STANGA Fiorenzo: “Une amitié de 22 ans, un service de 137 ans”, en L’Entretient Familial, vol. XV, n. 152, diciembre 1986 pp. 583- 588; CHARBONNET Juan. “Un ami du Curé d’Ars: Gabriel Taborin (1799-1864), fondateur des Frères de la Sainte-Famille de Belley”, dans Le Bugey, Belley 1986, pp. 14-30; BERTINE- TTI Marco: Il servo di Dio fratel Gabriele a San Giovanni Maria Vianney: il cammino di un‘amicizia (1837-1859), Verona 1988. (103) MONNIN Alfredo, Le Curé d’Ars, vie de M. Jean-Baptiste-Marie Vianney, 2 vol. París 1861. (104) Hno. Atanasio Planche al Hno. Amadeo 01/08/1859, Correspondance passive, VIII, p. 85. 432
HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX La última palabra del cura de Ars, ha sido la de un Hermano; pero es casi inevi- table que la presencia de los Hermanos desaparezca casi en su primera biografía, porque ella había sido como el Sr. Cura la deseaba: constante, pero humilde y dis- creta. Es la razón por la cual él había querido a los Hermanos en Ars. Las circunstancias mismas de la instalación de los Hermanos en Ars. demues- tran el contraste que existe entre la actitud del cura con el Hno. Gabriel y la del obispo de Belley. El primer encuentro entre los dos hombres se produce en 1837 o 1840 105. Pero la idea de confiar la escuela de niños de la parroquia a los Hermanos fue concebida por el cura en 1847 al mismo tiempo que decidía confiar la escuela de niñas a las Hermanas de San José de Lyon. “Las dos fundaciones de Hermanos y Hermanas escribía más tarde el vicario general Guillemin, se explican la una por la otra. La primera es causa de la segunda. Ésta, una consecuencia de aquella” 106. El 08 de diciembre el Sr. Vianney, escribía al obispo que tenía la cantidad necesaria para una fundación en favor de los Hermanos: “Monseñor, quiero hacer una fundación para los Hermanos de la Sagrada Fami- lia para Ars, podría poner 17.000 francos. 11.000 que pueden emplearse en segui- da, y los 6 mil restantes serán dados después de la muerte de una señora que no tiene aún 50 años y que dona todo lo que tiene... Pienso que los Hermanos pueden vivir bien con los 200 francos del gobierno enseñando a los niños gratuitamente y esto para siempre. Empezarán sus funciones en noviembre próximo si conviene a su excelencia. Habrá que enviar enseguida a un Hermano para retirar esos on- ce mil francos, que están ya a disposición...” 107. (105) En su exposición en el proceso del Ordinario para la beatificación del cura de Ars, el Hno. Gabriel cuenta su primer encuentro con el santo cura: “Siempre creí que al saludarme me había llamado por mi nombre y que después de haber pedido noticias mías, se había infor- mado del estado de la pequeña Congregación de la Sagrada Familia. -Pero Sr. Cura, respon- dí emocionado, ¿cómo me conoce usted?. -Oh, respondió con una sonrisa graciosa: los amigos de Dios siempre se conocen” (Deposición del Hno. Gabriel Taborin en el Proceso del Ordinario para la beatificación de Juan María Vianney, 12/09/1864, ASV, ARCHIVES DE LA SACRÉE CONGRÉGATION DES RITES. Processus, Nº 227, ff. 1337-1341). (106) Carta del Padre Guillemin a Mons. de Langalerie, 04/08/1861, A. E. de Belley, Expediente “Missionnaires”, citado por FOURREY. Le curé...autenthique, o.c., p. 363. (107) Carta del P. Juan Vianney a Mons. Devie, 08/12/1847, A. E. de Belley, citado en la Positio, 519; FOURREY, Le curé... authentique, o.c., p. 364. 433
HNO. ENZO BIEMMI En lugar de un Hermano, era el vicario General P. Guillemin quien algunos días después iba a Ars y recibía los 10.800 francos destinados a los Hermanos 108. El Hno. Gabriel no fue informado por el obispado de los trámites ni del deseo del párroco de tener Hermanos en su parroquia. El cura de Ars, se ha visto, contaba con los Hermanos para abrir su escuela el día de Todos los Santos de 1848. En diciembre de ese año, el Hno. Gabriel ignorando los acontecimientos, fue a Ars. En cuanto lo vio, el P. Vianney, le expresó su extrañeza: “Estoy enojado con Ud.; he depositado 18.000 francos en la caja diocesana”. El P. Raymond, vicario de la parroquia, habiendo oído la conversación entre los dos, cuando estuvo a solas con el Hermano, trató de justi- ficar los actos de Mons. Devie; al día siguiente hizo lo mismo con el párroco y avisó al obispado 109. ¿Cuáles son los motivos que llevan a Mons. Devie y a los que le rodean, a no en- tregar el dinero a Gabriel y no hablarle de la apertura de la escuela en Ars? El autor de la Positio propone la hipótesis de que esta actitud puede ser origina- da por el estado crítico de la caja diocesana, o bien por el caso del hotel del Levant ocurrido el 12 de octubre de 1847, con las consecuencias nefastas que se podrían de- rivar 110. Sea lo que fuere, el Hno. Gabriel se movilizó inmediatamente. Recién el 18 de febrero la escuela de niños obtiene la aprobación oficial del obispado. El 10 de marzo de 1849 tres Hermanos, acompañados por el Superior, llegan a Ars y son re- cibidos con mucha alegría por el cura y con mucho menos entusiasmo por el vica- rio, el P. Raymond 111. En cuanto al dinero, Gabriel, sólo lo recibió en 1852, después de la muerte de Mons. Devie, bajo el episcopado de Mons. Chalandon 112. El apoyo del cura de Ars. al Hno. Gabriel, contrasta con el comportamiento bas- tante equívoco del obispado a lo largo de sus últimos diez años de vida. Se manifes- tó de tres maneras muy concretas: el sostén económico a la Congregación, el envío de vocaciones al Hno. Gabriel y la valorización de la vocación de Hermano en Ars. (108) A. E. de Belley, registre Dépenses/Recettes/Episcopat Mgr. Devie, n. 1, p. 59. (109) Carta del P. Raymond a Mons. Devie, 01/01/1849, A. E. de Belley, citado en FOURREY. Le cu- ré... authentique, o.c., p. 379. (110) Positio, p. 482. (111) El Hno. Gabriel había escrito al P. Raymond diciendo que los Hermanos llegarían el 10 de marzo. Parece que éste no lo comunicó al Sr. Vianney que se sorprendió de su llegada no te- niendo nada preparado para recibirlos. El vicario de la parroquia mantendrá con los Her- manos una conducta desconcertante “hablándoles de tiempo en tiempo amablemente, pero luego volviendo a ocupar su lugar, gruñón, autoritario y distante”. (FOURREY, Le Curé d’ Ars tel qu’il fut..., o.c., p. 222). (112) AEB, Dépenses/Recettes/Épiscopat Mgr. Chalandon, p. 84. 434
HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX Multiplicó, ante todo, los dones en dinero y en regalos al Hno. Gabriel, que se dirigía a él cada vez que tenía deudas que no llegaba a pagar. El libro de cuentas re- firiéndose a entradas provenientes de la comunidad de Ars, señala 26.997 francos recibidos del cura. El Hno. Atanasio eleva el informe de los beneficios recibidos por los Hermanos: “Continuó toda su vida estimándonos y haciéndonos el bien; así el año 1850, qui- so que el capital de la fundación de la escuela fuera entregado a la Institución y lo aumentó en 5.000 francos. Entregó 400 francos para el segundo viaje de nues- tro Fundador a Roma. Compró el terreno en que se construyó nuestra casa en Ars y movió donaciones que nos fueron hechas para esas construcciones. Nos hizo construir una capilla para el establecimiento; venía a menudo a decirnos la misa. Donó a la casa la bella casulla llamada de la Sagrada Familia, una custodia do- rada y otra para Tamié, un par de vinajeras con su bandeja, todo en plata, una fundación de 52 misas por los difuntos y la conversión de los pecadores, etc.. Sólo nombro los principales regalos” 113. El segundo signo tangible del aprecio del cura hacia los Hermanos fue el gran número de vocaciones que envió: El Hno. Gabriel en el Proceso Ordinario, podía afirmar: “Personalmente amó tanto a la congregación que nos envió cerca de 40 postu- lantes”. Las fuentes de los archivos de la Sagrada Familia, confirman la influencia determinante del cura de Ars en una veintena de Hermanos profesos. “Es tanto más de señalar, cuanto que apenas se pueden contar uno o dos sacerdotes de la diócesis de Be- lley, que hayan encontrado su vocación en Ars, por lo menos en ese tiempo” 114. Este aprecio del Hermano, por parte del P. Vianney, como lo pone en evidencia Mons. Fourrey, procede de “que el santo, veía en el humilde programa de los Hermanos de Belley, la realización fácilmente accesible del ideal religioso al que podían aspirar un buen número de jóvenes que venían a consultarle” 115. La valoración de la vocación de Hermano, por parte del cura, se manifiesta, so- bre todo, en la posibilidad que les ofrece de expresar en la parroquia de Ars toda la riqueza de su carisma. Los Hermanos Atanasio y Jerónimo fueron los dos que res- (113) Hno. Atanasio a Luis (?), 17/06/1908, ASFB, dossier “Ars”. (114) CHARBONNET, Un ami du Curé d’Ars..., o.c., p. 29. (115) FOURREY, Le curé... authentique, o.c., p. 476. 435
HNO. ENZO BIEMMI pondieron mejor a sus deseos. El primero era el director de la escuela de niños y del pensionado, maestro de ceremonias en la iglesia, secretario del cura y de la alcaldía de Ars. Desempeñaba también las funciones de cantor, catequista, educador en la escuela de adultos. Mons. de Langalerie le calificaba de “ceremonial viviente e im- pecable”. El Hno. Jerónimo, menos culto que su director, fue el hombre hecho a la medida del cura. Fue un sacristán al que se le pedía todo, cocinero, sastre y jardine- ro de la pequeña comunidad. Se consagró al servicio personal del cura, hasta su muerte 116. Al escoger para su parroquia a los Hermanos de la Sagrada Familia, el cura de Ars, manifestó también la estima personal por el Hno. Gabriel. Entre los dos había una veneración recíproca “una simpatía que nacía de la virtud” 117. El Hno. Gabriel le debía mucho, entre otras cosas, la curación de una hernia doble 118, pero, sobre to- do, la protección incondicional a sus Hermanos y a su institución. El cura de Ars debía al Hno. Gabriel la presencia humilde, generosa y discreta de los que llamaba “mis Hermanos”. Los amaba y los comprendía, los apreciaba en su sencillez y no se cansaba de repetirles: “Permaneced humildes y sencillos: cuanto más sencillos y humildes seáis, más bien haréis” 119. La actitud del cura de Ars para con el Hno. Gabriel en medio de las oposiciones que tuvo que soportar, ya sea por parte del gobierno, ya por parte de la Iglesia ofi- cial es una excepción, pero una excepción de importancia. No es, además, la única. (116) La Sra. Marta de Garets, mucho más atenta a los valores simples de los Hermanos que el clero, le consagró en 1878 una pequeña biografía: Vie du frère Jérôme de la congrégation de la Sainte Famille de Belley, sacristain de l’église d’Ars pendant la vie du vénérable J.-M.-B. Vianney. Un souvenir d’Ars , Bourg 1879, 271 pp. (117) MARTHE DES GARETS, o.c., pp. 128-129. (118) “Tenía desde hacía 36 años una doble hernia. Hablé al servidor de Dios. Me respondió: “¡Eh!, mi amigo, es un don de Dios. Yo también tengo una doble hernia, sólo que no curaré, pero Ud. sí, siempre que haga enseguida una novena a santa Filomena”. No creí que pudiera cu- rar; hice la novena sin mucha esperanza. Cuál no fue mi sorpresa cuando al fin de la nove- na, me encontré curado. Me quité el vendaje y desde entonces no volví a sentir nada”. (déposition du Frère Gabriel au procès de l’Ordinaire, o.c.). (119) TROCHU F., “Deux “camarades” du saint Curé d’Ars”, en Entretient Familial, vol. V, n. 45, junio 1949, p. 294. 436
HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX Muchos sacerdotes, a lo largo de su vida, solicitan Hermanos y cuando los consi- guen, los aprecian y los conservan celosamente. Se trata en su mayor parte de esos sencillos pastores preocupados no tanto por su prestigio, sino de la vida cristiana de su parroquia. El cuidado pastoral es el terreno de entendimiento que los une al Hno. Gabriel y que les permite sobrepasar los límites personales y las barreras ins- titucionales. Y es de estos hombres de iglesia, que ha encontrado siempre en su ca- mino, que el Hno. Gabriel saca fuerzas y la seguridad para continuar su servicio a la Iglesia católica francesa. 437
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HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX Capítulo III LA SOLEDAD DEL HERMANO FRENTE A SÍ MISMO Los años 1860-1864, marcan la decadencia física del Hno. Gabriel a la que co- rresponde una acentuación de los problemas que la acogida de la vocación del “Hermano” ha provocado, tanto en el interior de su Instituto como en la Iglesia y el gobierno. Los últimos intentos de obtener el reconocimiento legal y de deshacerse del cargo de Superior por el rodeo de una fusión con otra congregación reconocida, se manifiestan estériles. Si el hombre envejece y se agota, su conciencia, por el contrario, permanece in- tacta y lúcida. En un último esfuerzo redobla sus energías y las dirige, curiosamen- te, en la dirección del punto de partida: Belleydoux. En el marco de su pueblo, que ya no es por cierto el de la Restauración, escribe su verdadero testamento: funda una cofradía para las familias, coloca a sus Hermanos en la escuela municipal, los pone al lado del cura para el cuidado de la iglesia y de la liturgia, da un único Her- mano sacerdote, sueña con un pensionado y con una casa que asegure a perpetui- dad la presencia de los Hermanos en el pueblo. En el momento de su muerte, tres problemas mayores, permanecen en pie: la formación vacilante de sus Hermanos, la tensión con el obispado, una congrega- ción jurídicamente no existente para el gobierno, con Estatutos que la Santa Sede no ha querido aprobar. El sentimiento de impotencia podrá apoderarse de él, pero nunca el del fracaso o de la derrota. Muere como Hermano, sabiendo que todo queda por arreglar, pero que todo ya ha sido dicho. Esta fidelidad a sí mismo es la única herencia que deja a sus Hermanos. 439
HNO. ENZO BIEMMI I. EN BUSCA DE UN SUPERIOR Habiendo comprendido que su persona era el pretexto utilizado por el go- bierno para negar la autorización de su Congregación, Gabriel sigue la última vía de que dispone: la fusión o afiliación con una Congregación reconocida. Los cuatro últimos años de su vida (1860-1864) le vemos embarcado en su última tentativa que miraba a alejar a su comunidad de la precariedad a la que así, estaba condenada. En realidad, era una empresa que había cultivado siempre. Aparte la fusión im- puesta por el obispo de Saint Claude, con los Hermanos de la Cruz de Jesús en 1826 y la otra ambigua con los “Clercs” de San Viator en 1834, ya había contactado 8 con- gregaciones para estudiar una unión posible: la Sociedad de María del Padre Colin, en varias tentativas, los Hermanos de la Doctrina Cristiana de Nancy, los Hermanos de la Doctrina Cristiana de Viviers, los Hermanos de la Instrucción Cristiana de Va- lence, los Hermanos de las Escuelas Cristianas de Faubourg Saint Antoine, los Hermanos de San José del Somme, la Institución agrícola de Plongerot (Diócesis de Langres) dirigida por el Padre Bizot 1. Todos estos contactos habían sido provocados (1) He aquí la lista completa de los contactos establecidos por el Hno. Gabriel con otras Congre- gaciones en vistas a una unión de su persona o de su comunidad: 1- Hnos. de las Escuelas Cristianas en 1824. De su salida de Belleydoux, Gabriel se dirige a Lyon para entrar en esta congregación. 2- Hnos. de San Juan de Dios, en 1824. Igual circunstancia. 3- Hnos. de la Cruz de Jesús del Padre Bochard, en dos oportunidades: a) 1826-1827, fusión impuesta por Mons. de Chamon; b) 1859-1859: fusión para obtener el reconocimiento legal y para librarse de la carga de Superior. 4- “Clercs” de Saint Viator del P. Luis Querbes, en 1834. Fusión deseada por Mons. Devie y por Querbes, rehusada por Gabriel. 5- Sociedad de María del P. Juan Claudio Colin, varios intentos: a) octubre 1825; contacto por intermedio del cura de Belleydoux, después del fracaso de Saint Claude; b) 1835: Mons. Devie quiere formar laSociedad de San Arthaud, repugnancia de Gabriel; c) 1837 el clero de Belley desea la fusión, Gabriel se opone; d) 1846 conversaciones de Gabriel para facilitar la exen- ción de sus Hermanos; e) 1853: ídem. 6- Hnos. de la Doctrina Cristiana de Nancy, en 1840: “afiliación” para facilitar la exención de los Hnos. 7- Hnos. de la Instrucción Cristiana de Viviers, en 1842: propuesta por el Hno. Gabriel al Obispo de Viviers para facilitar exención de los Hnos. 8- Hnos. de la Institución Cristiana de Valence, 1843-1844: para obtener el reconocimiento legal. 9- Hnos. de las Escuelas Cristianas de Faubourg Saint Antoine, 1844-1845: para obtener el reconocimiento legal. 440
HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX principalmente por la contrariedad del servicio militar al que los Hermanos esta- ban obligados. Se trataba de fusiones que no tenían otra motivo que el de aprove- char los beneficios del reconocimiento legal de otra Institución. Los cuatro últimos intentos, teniendo esta finalidad práctica, tenían un nuevo sentido. 1.1 Los Hermanos de la Cruz de Jesús Paradójicamente la primera congregación contactada en medio de las dificul- tades por parte del gobierno en la época de la anexión de Saboya, fue la que dejó los recuerdos más desagradables en su espíritu: la sociedad de la Cruz de Jesús del Pa- dre Bochard. Menestruel, en efecto, le recordaba el más doloroso de sus fracasos, el fin de sus Hermanos de San José. Pero muchos años habían pasado desde que había debido, en 1826, dejar la pacífica parroquia de Courtefontaine con sus cinco novi- cios, obligado por Mons. de Chamon a unirse a los Hermanos de la Cruz de Jesús. El P. Corsain había tomado la dirección de la comunidad desde la muerte del P. Bo- chard, pero la Sociedad compuesta de Padres y Hermanos aun gozando del recono- cimiento legal del gobierno francés no se había desarrollado. La idea de una unión entre las dos congregaciones había nacido en los dos Su- periores en ocasión de una vista de Gabriel a Menestruel, con el fin de eximir a uno de sus jóvenes Hermanos a fines del mes de noviembre de 1859 2. Algunos días más tarde el P. Corsain le escribía que sus Padres consideraban esencial la modificación de las Constituciones de los Hermanos de la Sagrada Familia para ajustarlas a las de los Hermanos de la Cruz de Jesús y que se habían puesto manos a la obra 3. El Su- perior de Menestruel abordaba así un tema tabú para Gabriel. Éste aún, diciéndose “electrizado al considerar que tendríamos, en su género, la más bella y útil institución que no tendría igual en su fin”, le presentaba todas las difi- 10- Establecimiento agrícola de Plongerot (Alto Marne), en 1859: para liberarse del cargo de Superior. 11- Hnos. de San José de Amiens, en tres circunstancias: a) 1853-1854; para un reconocimien- to legal, b) 1858: ídem; c) 1863: ídem para liberarse del cargo de Superior. 12- Hnos. de San Gabriel, en 1861-1862 para el reconocimiento legal y liberarse de la carga de Superior 13- Sociedad de San Pedro des Liens, de Marsella, en 1864. (2) Gabriel al P. Corsain, 24/11/1859, Lettres, XIII, 134. (3) Corsain a Gabriel, 01/12/1859, ASFB, “Religieux”. 441
HNO. ENZO BIEMMI cultades que tendría para modificar una regla redactada después de una larga ex- periencia y después de las observaciones de la Sagrada Congregación; una Regla que los Hermanos profesos, habían aceptado a condición de que nada fuera cam- biado sino por la Santa Sede 4. Los Consejos de las dos Sociedades llegaron muy pronto a las misma conclusiones: una fusión no era posible. Los dos Superiores de- terminaron pues, dejar todo en manos de Dios, continuar trabajando por la gloria de Dios cada uno por su lado rivalizando en celo: “a fin de formar parte un día de la gran comunidad celestial donde todas las de la tierra se fusionarán para vivir eternamente bajo el mismo Superior y bajo la misma Regla” 5. Era normal que Gabriel hiciera el balance de este intento con el P. Roland, que le había visto salir con dolor hacia los Hermanos de la Cruz de Jesús. Le confiaba que el deseo de descargarse de ser Superior le había empujado a dar este paso, cuyo fracaso no le desagradaba por razones que era difícil confiar en una carta 6. 1.2 Bajo la protección de San Gabriel A fines del mismo año 1861, en el momento que la decisión del ministerio pri- vaba a los Hermanos de la Sagrada Familia de toda autorización en Francia, el Hno. Gabriel y el Hno. Amadeo aprovecharon un viaje a París para hacer una visita a los Hermanos de San Gabriel, en Saint Laurent sur Sèvres (Vendée). El encuentro con los Hermanos fundados por el P. Deshayes iba a provocar una nueva tentativa de fusión, ciertamente la más concreta y la más realista. Los dos Hermanos de la Sagrada Familia volvieron a Belley seducidos por esta comunidad como testimo- nian los informes muy detallados confiados a los registros de las Efemérides por la mano del Hno. Amadeo 7. El Superior General, Hno. Simeón, había sido su guía en el descubrimiento de la casa madre y de la inmensa propiedad que la rodeaba. Pu- dieron admirar el noviciado, con 75 aspirantes, los talleres donde una quincena de (4) Gabriel al P. Corsain; 04/12/1859, Lettres, XIII, 137. (5) Gabriel al P. Corsain, 10/02/1860, Lettres, XIV, 24. (6) Gabriel al P. Roland 01/01/1861, Lettres, XV, 1. (7) Éphémérides de la Maison-Mère, 12/12/1861, ASFB. 442
HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX Hermanos trabajaban en diversos oficios, la litografía, el secretariado, el cemente- rio, el oratorio de Ntra. Sra. de la Salette. Habían podido orar ante la tumba de Grignon de Monfort y pudieron ver la gruta donde éste componía sus cánticos en honor de la Stma. Virgen. Había entre las dos congregaciones una corresponden- cia similar en la finalidad apostólica y la idea de una unión fue inmediata. La soli- dez de la organización y de la formación de los Hermanos de San Gabriel, no podía dejar indiferente al Hno. Gabriel y desde su vuelta a Belley, tomó la iniciati- va de “proponer una fusión plena y total”. La inspiración, decía él, le vino del Santo Arcángel Gabriel, patrono de los Hermanos de la Vendée, pero también suyo, por- que había recibido ese nombre el día de su bautismo y de su profesión. Afirmaba con toda sinceridad al Hno. Simeón su deseo de no tener con él sino “un solo cora- zón, una sola alma y una sola bolsa”. Pasaba luego a indicar, desde su punto de vista las “pequeñas concesiones” que cada uno tendría que hacer para el éxito del pro- yecto. La primera que él pedía, sin posibilidad de negociación, era la de ser descarga- do del superiorato: “No ambiciono la carga de Superior General; si después de la fusión ella me fuere conservada, declaro de antemano que no la aceptaré. Tengo 63 años y siento la necesidad de prepararme para la eternidad. He conducido y dirigido bastante tiempo a los otros, debe concederme, como recompensa el ser descargado del supe- riorato”. Los otros “pequeños arreglos”, no eran insignificantes. La Regla de los Hermanos de la Sagrada Familia estaba preparada, había sido examinada por la Santa Sede y redactada según sus deseos; era necesario, dentro de lo posible, conci- liar todo con ella. Como hábito exigía que se abotonara de arriba a bajo, que se aceptase la cinta y la cruz y que se vistiese el sobrepelliz y el roquete en la iglesia. Esto era la descripción del hábito de los Hermanos de la Sagrada Familia. Pedía que el Superior fuese vitalicio, como en los Hermanos de la Sagrada Familia. En cuanto al nombre, proponía una solución muy compleja: “Se entiende que las dos congregaciones no serán sino una sola que sería: a los ojos de lo civil para Francia, la de San Gabriel; para el gobierno sardo la de la Sagrada Familia; y para la Santa Sede y todo el catolicismo también de la 443
HNO. ENZO BIEMMI Sagrada Familia, pero nuestro nombre sería en general: “Instituto de San Gabriel y de la Sagrada Familia”, y nuestras Reglas serían comunes” 8. Todas estas proposiciones se hacían “dejando de lado muy generosa, muy humil- de y muy sinceramente, toda consideración particular que se haría si fuéramos gente del mundo”. Se puede uno imaginar cuál podría ser la reacción de los Hermanos de San Ga- briel ante tales proposiciones. A pesar de su buena voluntad, el Superior General, Hno. Simeón, le hacía conocer las graves razones por las cuales su Consejo no esta- ba dispuesto a aceptar una fusión sin concesiones recíprocas y aconsejaba mante- ner el status quo 9. No contento de la situación, Gabriel iba a abrir de nuevo las negociaciones, modificando ligeramente su proposición. En agosto de 1862 escribía de nuevo al Hno. Simeón, Superior General, resumiendo las dificultades, “bien grandes”, naci- das a propósito de la fusión. Los tres cuartos de los Hermanos de la Sagrada Familia eran opuestos a la fusión con otra congregación, a menos que se les dé una serie de garantías. “Nuestro Capítulo General, los miembros de mi Consejo y generalmente todos los Hermanos, estoy seguro, no se opondrían a la fusión, si se les diera la certeza de conservar nuestro nombre, nuestra Regla, nuestro hábito y los Superiores de nuestra Congregación”. Pero sobre este último punto (los Superiores) agrega inmediatamente, “este será mi asunto”. Una unión de esta manera equivalía a, ni más ni menos, una absorción de los Hermanos de San Gabriel por los de la Sagrada Familia. Consciente de ello, Gabriel propone entonces una especie de filiación espiritual: las dos comunidades vivirán bajo su propia Regla, pero Estatutos comunes fijarían obligaciones para to- dos. El Superior General de los Hermanos de San Gabriel, sería el primer superior de las dos ramas de Hermanos, los Capítulos generales se reunirían para deliberar sobre los intereses generales y particulares, los dos Superiores podrían intercam- biar los Hermanos. (8) Las proposiciones de Gabriel están contenidas en la carta al Hno. Simeón del 22/12/1861 Lettres, XV, 186-189 y en la carta al Hno. Anacleto del 07/01/1862; Lettres, XVI, 7-8. (9) Ver: Gabriel al Hno. Simeón, 14/02/1861, Lettres, XVI, 27-28. 444
HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX Esta proposición, que presentaba muchas dificultades, no pudo tenerse en con- sideración, por la simple razón, que algunos días más tarde, el Hno. Simeón presen- taba su dimisión de Superior General. Ponía así a contra pie al Hno. Gabriel que había esperado por un momento haber encontrado al que le hubiera descargado del fardo de Superior. “Exprésele el vivo pesar que experimento por mí mismo, escribía al Hno. Anacleto, al saber que ha cesado de ser vuestro Superior y que así me ha hecho perder la es- peranza de ser el nuestro” 10. No pasaron dos meses y Gabriel volvió a la carga proponiendo al Hno. Simeón de pedir que le enviaran a Belley como superior de su comunidad y obrar así un principio de fusión que se completaría insensiblemente. El nuevo Superior General no tendría más tarde, sino que sancionar esta unión si no consideraba como una presunción por parte de Gabriel “el querer asimilar los hijos del cardo a los del álamo”. Una tal proposición hecha a un hombre que acababa de dimitir, no era eviden- temente realista. Pero al nuevo Superior General aceptó venir él mismo a Belley, al año siguiente acompañado por el Hno. Jeremías, asistente, y el Hno. Luis Gonzaga, que había sido desde principio partidario de la fusión. El Hermano secretario de la casa de Belley consignó en las Efemérides el resul- tado de este encuentro muy cordial: “En cuanto a la fusión ve dificultades ya que ni su congregación ni la muestra quieren morir y una fusión es muy difícil sin la desaparición de una de las comu- nidades, o su absorción por la otra. Quisiéramos la fusión con ellos para gozar de la existencia legal como ellos, pero no queremos perder nuestra autorización de la Iglesia y queremos conservar nuestro nombre, nuestra Regla, nuestro Superior General y Fundador. Ellos por su parte, existiendo legalmente, siendo 500 a 600 no quisieran sino hacer pequeños cambios a sus usos. El asunto quedará así, espe- rando que Dios disponga los caminos para un arreglo que concilie los intereses, si es así su voluntad” 11. (10) 07/09/1962, Lettres, XVI, 128. (11) Éphémérides de la Maison-Mère, ASFB, 25/07/1863. 445
HNO. ENZO BIEMMI 1.3 Volver a los orígenes: los Hermanos de San José Si el intento con los Hermanos de San Gabriel se terminó en junio de 1863 sin ninguna posibilidad de éxito, en el mes de octubre del mismo año, se abría para el Hno. Gabriel una tercera posibilidad inesperada: la fusión con los Hermanos de San José de Amiens es decir con la Congregación que en 1824 había servido de mo- delo en la diócesis de Saint Claude para el pequeño núcleo de sus Hermanos de San José, establecidos bajo la Regla de San Benito. Al volver a París, donde había ido pa- ra visitar sus comunidades, el Hno. Gabriel supo que el Superior de los Hermanos de Somme, P. Lardeur Delattaignant había fallecido y que había sido reemplazado por el P. Juan Francisco Mancel. Fue pues, a Saint Fuscien para estudiar la fusión con esta pequeña comunidad. La decisión había sido motivada por contactos procedentes entre las dos comu- nidades en 1853-1854. En esta época el obispo de Amiens había encargado seriamen- te la fusión de sus Hermanos de San José, enfrentados a varias dificultades, con los Hermanos de la Sagrada Familia de Belley y había encargado a su vicario general, el P. de Ladoue ocuparse de los trámites. Un intercambio de correspondencia se ha- bía originado entre los vicarios generales de las dos diócesis. Gabriel había puesto sus condiciones: los Hermanos de Saint Fuscien adoptarían la Regla, los Superiores y el hábito de la Sagrada Familia y la sede de la congregación estaría en Belley 12. Ante esta proposición, la respuesta del P. Lardeur Delattaignant, fue negativa: “Después de madura reflexión, después de consultar a Dios en la oración, el Con- sejo no ha creído deber aceptar las condiciones, algo rigurosas, formuladas en su carta. En el pensamiento del venerado Superior de San José la unión de las dos congregaciones en esta forma, no sería otra cosa que la desaparición de la queri- da congregación que él fundó con los más heroicos sacrificios y que ha sostenido desde hace 30 años a pesar de los contratiempos y las tribulaciones que el enemi- go no ha dejado de ocasionar. Además una tal inmolación está por encima de sus fuerzas; para determinarlo a hacerla no le haría falta menos que una orden for- mal del Señor” 13. (12) Gabriel al P. Ladoue, 25/07/1853, Lettres, VIII, 81-82. (13) El P. Ladoue a Gabriel, 08/08/1853, Correspondance passive, III, 187. 446
HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX En carta confidencial al vicario general de Belley, el P. Ladoue explicaba la ver- dadera razón de la no fusión: “Entre nosotros, confidencialmente, le diré que el verdadero y casi único obstáculo se encuentra en la persona del Superior actual de San José. El P. Lardeur es un eclesiástico piadoso e irreprochable que ha abandonado una hermosa posición en el mundo, para consagrarse a Dios, pero que no tiene ninguna cualidad para di- rigir una comunidad docente. Por consideración a su edad y por su virtud, Mons. de Amiens nunca quiso tomar al respecto una medida severa; no es menos cierto que, mientras él viva, su comunidad sufrirá. Si la Providencia lo llamara, creo que nada se opondría a una fusión que deseo de todo corazón” 14. La visita que Gabriel hizo a Saint Fuscien al fin de 1858, no dio tampoco ningún resultado. Pero la Providencia acababa de llamar al antiguo Superior. Gabriel, que se acordaba de las palabras del Vicario General, no dudó en hacer una visita a Saint Fuscien. Los Hermanos de San José quedaban reducidos a 17 miembros y el único establecimiento era el pensionado de Saint Fuscien. No se conocen lo términos de la proposición de Gabriel, pero todo lleva a creer que debieron ser los mismos que los hechos a los Hermanos de San Gabriel, lo que determinó al nuevo Superior a conservar el statu quo 15. 1.4 Nuestra Congregación me ha costado demasiado... Los tres intentos de fusión llevados a cabo al fin de su vida 16 se inscriben entre las dificultades que Gabriel experimenta con su Congregación. Está ante todo el deseo de salir del callejón sin salida en que el gobierno le ha metido al negarle todo reconocimiento legal. La fusión con una congregación reco- nocida, había sido en su pensamiento, un medio para salvar el obstáculo. Pero un (14) El Vicario General de Amiens al P. Buyat, Vicario General de Belley, 11/03/1854, Correspon- dance passive, III, 188. (15) Éphémérides de la Maison-Mère, ASFB, 16/10/1863. (16) Habría que añadir un cuarto, que tuvo lugar los últimos meses de 1864, poco antes de su muerte, se trata de un intento de fusión con la sociedad marsellesa de San Pedro ad vincula (Saint Pierre ès Liens), formada por hermanos dedicados a la agricultura. La muerte de Ga- briel impidió proseguir los pasos (ver 13/06/1864 y 07/09/1864), Lettres, XVIII, 56 y 87. 447
HNO. ENZO BIEMMI tal paso habría significado la desaparición de la Congregación en beneficio de la que la hubiera sustituido, porque sólo la desaparición del nombre “Hermanos de la Sagrada Familia”, podría haber hecho cambiar la actitud del gobierno. Pero el Hno. Gabriel propone, cada vez, exactamente lo contrario. Estas “fusiones” no son, en efecto, sino absorciones puras y simples de la otra congregación. “Nuestra Congregación me ha costado muchas penas y dolores, escribía a Mons. Chalandon, para que deje perder su nombre y los privilegios que ha obtenido de la Santa Sede” 17. En el fondo, las razones que le impiden determinarse por reales concesiones son las mismas que las del anciano P. Lardeur, que para convencerse habría exigido nada menos que una orden formal de Dios. Gabriel se encuentra así delante de un dilema insuperable: o bien deja su co- munidad en ese estado de precariedad con el riesgo de ser absorbida por los acon- tecimientos, o bien acepta una fusión real, renunciando a su nombre y a una parte de su Regla, haciéndola así él mismo desaparecer en provecho de otra. En todos los casos, la acogida hostil que ha recibido por parte del gobierno y la desconfianza que constata por parte de las autoridades eclesiásticas, le producen el sentimiento doloroso de aproximarse a la muerte con la incertidumbre más com- pleta respecto al porvenir de aquello por lo que dio toda su vida y sus fuerzas. Este sufrimiento que experimenta y que de tanto en tanto manifiesta explícita- mente, explica en parte el segundo elemento que caracteriza los últimos intentos de fusión: el deseo de descargarse del superiorato. “Para mí ya no puedo llevar nada; mis pecados, los años y la carga que he llevado tanto tiempo me han abrumado” 18. Más allá de toda formalidad o manifestación de humildad, su deseo de ser libe- rado del superiorato, responde a un sentimiento real de impotencia ante una situa- ción que parece abrumarle. (17) 06/05/186, Lettres, XVII, 59. (18) Gabriel al Hno. Anacleto, secretario del Establecimiento de los Hnos. de San Gabriel 07/01/1862, Lettres, XVI, 7. 448
HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX En efecto, a las dificultades que vienen del exterior, se agregan aquéllas, no menos pesadas, por la situación interna de sus Hermanos. II. ¿HERMANOS NO FORMADOS? En una carta de enero 1859, Gabriel escribía a Mons. Chalandon, que a menudo era objeto de sus confidencias: “Las cruces y las pruebas, Monseñor, han sido casi siempre mi pan cotidiano. Sin la fe nunca hubiera podido digerir esta clase de alimentos que me sirven precisa- mente a causa de mi rango de superior. Cuando ya no pueda digerirlos iré a sa- car infusiones saludables en las fuentes vivificantes de la gracia, en los Sagrados Corazones de Jesús y de María...” 19. Esta confidencia fue hecha en el momento que un Hermano acababa de dejar encinta a una joven y este no era sino un episodio de una serie de desgracias que a menudo le abrumaban. 2.1 El pan cotidiano La primera gran decepción y gran dolor que el año 1859 le había deparado fue el fracaso total de la experiencia de la comunidad enviada a las misiones extranje- ras 20. En 1854 Mons. José Cretin, originario del departamento del Ain y obispo de San Pablo de Minnesota (EE.UU.) había rogado a Mons. Chalandon, obispo de Belley que le enviara Hermanos de la Sagrada Familia, considerándolos una ayuda ideal para el sacerdote misionero 21. Los veía particularmente indicados como catequis- tas y maestros para oponerse a la obra negativa de la escuela pública. (19) 16/01/1859, Lettres, XIII, 8. (20) Sobre el intento misionero de Gabriel. l'Entretien Familial ha dedicado un estudio muy de- tallado al que remitimos: vol. VIII, 608-627, 656-678, 707-725; vol IX, 26-42; Ver también: Positio, 454-471. (21) 05/01/1854, Correspondance passive, III, 121. “No pienso que haya en la Iglesia, una Institu- ción más conveniente para las misiones de este país. Esta obra está destinada a hacer tres veces más de bien en los Estados Unidos que en Francia. Los sacerdotes misioneros en este país tienen gran necesidad de catequistas que puedan reemplazarlos en ciertos aspectos, co- 449
HNO. ENZO BIEMMI La respuesta de Gabriel fue inmediata y generosa: ardía en el deseo de enviar un grupo de Hermanos catequistas y maestros para “llevar el buen olor de Cristo más allá de los mares”. Habría ido él mismo, si su edad y sus responsabilidades de Supe- rior no se lo impidieran 22. En efecto, el 25 de octubre de 1850, cuatro Hermanos saboyanos dejaban la casa madre y emprendían la travesía del Atlántico hasta Nueva York (01 de noviembre al 11 de diciembre de 1854) y desde allí a Saint Paul de Minnesota (13 al 31 de diciembre). El Hno. Cirilo Carrier era el director, con 23 años y 8 de profesión, era el más antiguo de profesión. Los otros tres María León, Ernesto y Timoteo acababan de pronunciar sus primeros votos en el retiro del mes de setiembre y tenían respecti- vamente 28, 20 y 26 años. Ninguno tenía votos perpetuos. Estos cuatro jóvenes Her- manos sin experiencia tuvieron que afrontar numerosas dificultades derivadas de la lengua, la cultura, la soledad y sus caracteres. La joven comunidad comenzó a des- animarse, se manifestaron las primeras tensiones internas, y se produjo la desunión. La muerte de Mons. Cretin el 22 de febrero de 1857 señalaba la toma de conciencia por parte de Gabriel de que la comunidad estaba perdida. A partir de ese momento su única preocupación fue salvar la vocación de los Hermanos. El 13 de diciembre de 1859 transmitía a todos la orden formal de volver a Belley. Los Hermanos León y Ernesto volvieron. El Hno. Timoteo se había casado con una religiosa y se hizo ca- zador de búfalos. El Hno. Cirilo, a pesar de las invitaciones del Superior, entró con los Padres de la Santa Cruz, fue sacerdote y profesor de Ciencias. Los dos Hermanos que volvieron abandonaron a su vez el Instituto al año siguiente. La causa principal de este fracaso fue la falta de formación de los cuatro jóve- nes Hermanos, formación tanto más importante cuanto que estaban abandonados a sí mismos. Gabriel lo sabía bien, pero no encontró otros Hermanos disponibles. mo en China. Los maestros de la Sagrada Familia pueden admirablemente cumplir este co- metido. Por lo demás, en los Estados Unidos las escuelas públicas y gratuitas son la causa de la pérdida de un gran número de niños católicos. Esa es la queja general de los Obispos. La obra más urgente, por todas partes es la educación cristiana de los niños que pierden”. (22) 27/2/1854, IX, 34. Nueve años más tarde escribía al ex-hermano Cirilo: “Las sagradas fun- ciones a las cuales Vd. se entrega, han sido tan fuertes en los gustos de mi infancia que temo haber fallado en mi vocación. Desde mi primera juventud debería haber partido para las misiones extranjeras. Me lo impidieron mis padres, mis amigos y aun sacerdotes que no sa- ben el mérido que tienen los hombres que saben dejarlo todo para llevar la llama de la fe más allá de los mares. A menudo lo he lamentado y si no estuviera hoy totalmente dedicado a mi Comunidad, hace mucho tiempo que hubiera dejado el suelo francés para ir a hacer un poco de bien en los lugares donde Dios lo ha conducido. (2/2/1863, Lettres, XVII, 24-25). 450
HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX A este sufrimiento se juntaron los causados por los numerosos abandonos y es- cándalos provocados por los Hermanos en Francia. “Pan cotidiano” de su vida, este problema se acentúa en los últimos años. En el mes de marzo de 1858 dos Hermanos acusados de atentado a las costum- bres, a ciertos niños de su escuela, habían sido condenados a prisión. Se trataba del Hno. José (Luis Veyret), maestro en Anost (Saona y Loira) y del Hno. Chretien Du- bois, maestro en Ruffieux (Saboya). El asunto suscitó un gran escándalo y, natural- mente, el ministerio de Instrucción Pública tuvo conocimiento. El Hno. Gabriel, aún confiando en su inocencia, había tenido que expulsarlos de la congregación: “Que Uds. sean inocentes o culpables, les escribía al día siguiente de su condena, tengo motivos para lamentar nuestra suerte, porque a los ojos del mundo nuestro honor se ha marchitado. Aunque las faltas sean personales, su condena hace mal a nuestro Instituto. Nunca esperé una desgracia parecida, pues desde que nuestra Asociación existe, Uds. son los únicos Hermanos que han sido condenados a una condena tan infamante, y que han ido a los tribunales. Todos tenemos que sopor- tar esta prueba con la resignación que la religión nos inspira” 23. Después de este episodio una sucesión de hechos similares vinieron a golpear al Hno. Gabriel. En 1860 es el Hno. Lázaro, director de la escuela de Saint Pierre de Chartreuse (Isère), culpable también de atentado a las costumbres. Se trata de un antiguo Hermano de las Escuelas Cristianas que después de 18 años en esa Congre- gación la había abandonado, parece, por antecedentes de la misma naturaleza. El Hno. Gabriel le había aceptado a pesar de ciertos temores. Si este acontecimiento no tuvo el epílogo escandaloso del precedente, fue gracias a la intervención del obispo de Grenoble que evitó que la autoridad judicial se hiciera cargo del asunto 24. En 1862 un episodio análogo tuvo lugar en el seminario menor de Aix en Pro- vence donde los Hermanos enseñaban francés. El protagonista fue el Hno. Luis Bartassot, que fue despedido del Instituto. La decisión del Superior del seminario impidió consecuencias funestas 25. (23) 03/04/1858, XII, 62. (24) Gabriel al obispo de Grenoble, 14/05/1860, Lettres, XIV, 80; al cura de Saint Pierre de Char- treuse, 05/06/1860, Lettres, XIV, 92. (25) Gabriel al Superior del Seminario Menor de Aix, 09/05/1861, Lettres, XV, 57. 451
HNO. ENZO BIEMMI Al año siguiente, el accidente se repite con el Hno. Donato, sobrino del canóni- go Ferroud de Chambery. Gabriel aconsejó a este joven Hno. “huir a Piamonte o a Suiza a fin de evitar que compareciera ante la audiencia de lo penal y así escapar al pre- sidio”. En efecto, la justicia se ocupó del asunto, pero el joven había ya huido 26. Todos estos episodios desagradables angustiaban al Hno. Gabriel, porque él mismo había sido acusado injustamente de una falta parecida y porque el prestigio de su Congregación estaba en tela de juicio. Y si en el exterior sólo había conoci- miento de estas desgracias más llamativas, otras dificultades más corrientes refe- rentes a los Hermanos absorbían sus energías. 2.2 Insuficiente educación Los que tenían experiencia de los hombres y que apreciaban al Hno. Gabriel no dudaban en recordarle frecuentemente la necesidad de una formación más sólida para sus Hermanos Ya el P. Roland, su primer Superior y formador en Courtefontaine, no había ce- sado de invitarle a ir despacio en la aceptación de los sujetos y a formarlos bien. El prior de la abadía de Hautecombe, a la que iba a menudo para días de oración le es- cribía: “No me pertenece darle consejos. Pero el aprecio sincero que profeso a su congrega- ción naciente, el conocimiento cierto que tengo del ardor y de la pureza de su celo me obligan a decirle que un año de noviciado no es demasiado para formar a los Hermanos sean cual fueren sus talentos y sus cualidades. Obrando así tendrá jó- venes constantes en el bien y serán su consuelo y el de los pastores que los desean en sus parroquias. Perdóneme esta franqueza de corazón y de sincera amistad” 27. Pero el que estaba más al corriente de las dificultades que los Hermanos tenían en los lugares donde estaban colocados era el Obispo. Ya en 1847 habiendo tenido quejas de los curas donde estaban los Hermanos había presentado al Hno. Gabriel (26) Gabriel al canónigo Ferroud, 07/09/1862, Lettres, XVI, 131; a Mons. Billiet, 21/01/1863, Le- ttres, XVII, 17. (27) Don Claudio a Gabriel, marzo 1845, ASFB, “Hautecombe”. 452
HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX una lista de 10 puntos para la formación de sus Hermanos. A partir de ese momen- to, le renovaba regularmente su invitación: “Le reitero mi recomendación ordinaria de proceder prudentemente, recibir difí- cilmente y de probar a los aspirantes. Las numerosas salidas que Ud. ha tenido son una gran lección” 28. El pensar del arzobispo de Chambery se manifestó más claramente en ocasión de los problemas causados por los sacerdotes aceptados por Gabriel en Tamié. Mons. Billiet le había dirigido en esta ocasión el reproche “de ocuparse mucho de las reparaciones materiales de Tamié y no lo bastante de lo espiritual” 29. De la diócesis de Aix en Provence llegaba el mismo mensajes de parte del obis- po en el cual Gabriel había puesto toda su confianza. El balance de Mons. Chalan- don sobre la presencia de los Hermanos en su seminario menor, realizado con mu- cho tacto era el siguiente: “Hay de lo bueno y, como en todas partes, de lo menos bueno. Estoy inclinado a creer que las vocaciones no son siempre bien depuradas y que a los Hermanos, que por otra parte son piadosos y están bien intencionados, les falta y no puede ser de otra manera, una cierta educación primera que sería más necesaria en los seminarios menores que en las escuelas” 30. Por su parte el P. Conil, Vicario General, fue más explícito en ocasión de la des- pedida de los Hermanos de la dirección de la escuela de canto de Aix: “Soy demasiado amigo de su Instituto, señor Superior, para no decirle toda la verdad; sus Hermanos tienen virtudes indiscutibles, pero les falta tacto, cortesía y un cierto no sé qué capaz de armonizar la estima y el afecto de los alumnos y de los padres. Pueden dar perfectamente una clase, dirigir una escuela rural, pero les creo poco idóneos para educar a los niños de nuestra escuela: no tienen sentido de paternidad; digamos la palabra, no tienen bastante educación” 31. (28) 03/01/1853, Correspondance passive, I, 66. (29) 02/04/1858, Lettres, XII, 61. (30) 30/12/1862, Correspondance passive, II. (31) 25/08/1864, Correspondance passive, II, 122. 453
HNO. ENZO BIEMMI 2.3 Las quejas del Hermano Amadeo En el interior del Instituto no faltaban quienes eran del mismo parecer. El Hno. Amadeo, vicesuperior de la Congregación, generoso y leal con su supe- rior, hombre sensible y fuertemente convencido de su vocación, no se expresaba sino raramente sobre este punto, porque sufría mucho y temía herir al Hno. Ga- briel. Igual que defendía a los Hermanos y a la Congregación cuando había que res- ponder a las quejas del exterior 32, así era consciente de la precariedad de la situa- ción interna. Los archivos de la Sagrada Familia conservan un cuaderno escrito de su propia mano, en el que, en dos circunstancias diferentes, analiza la situación de la Congregación. En el mes de noviembre de 1850 redactaba un “estudio sobre las necesidades de la Congregación” 33 cuya introducción contenía ya lo esencial de su análisis: “Nuestra Asociación tiene que hacer dos cosas respecto a las personas que quiere admitir en su seno; deber hacer de ellos ante todo religiosos, luego maestros. Se- gún cumpla bien o mal este deber, se procurará para sí misma una fuente inago- table, una causa infalible de prosperidad o de deterioro, de gloria o de vergüenza, de vida o muerte”. Consagraba tres páginas a describir la formación del Hermano docente que es, según él, la menos difícil, “aunque no sea, sin duda, una bagatela....”. Pero su preocupación principal se refiere a la formación religiosa: “De esta for- mación depende todo el porvenir del novicio; ahí se encuentra el principio de vida o de muerte para la Comunidad”. Su análisis se refiere, sobre todo, al período del noviciado, que según él no pue- de formar buenos religiosos, ya que la formación religiosa se descuida. Se extiende largo sobre las cualidades del maestro de novicios, pero su crítica es particular- mente dura cuando juzga la situación de las comunidades: (32) Escribía al cura de Savigny (Alta Saboya): “Conociendo estas defecciones, habrá pensado que había una desbandada entre nosotros y quizá los que han salido lo hayan dicho... Pero, a Dios gracias, no hay nada de eso. Como dice el proverbio: Por una piedra que falle, la aba- día no se cae... Efectivamente nunca hemos tenido tantos novicios como ahora” (20/1071861, Lettres, XV, 149). (33) Étude des besoins de la Congrégation consignés ici pour étre discrètement communiqués, 12/11/1850, 12 pp., ASFB. 454
HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX “El gobierno de un centenar de Hermanos es ya difícil... ¿y si fuéramos doscien- tos?... ¡Oh! cuán necesario es que la comunidad aumente en virtud religiosa más que en número; no midamos su prosperidad por el crecimiento en el número de sus miembros”. El estudio del Hno. Amadeo termina con un deseo: “...deseo ver con toda mi alma el día, en que el noviciado, tomando una marcha regular, formará novicios dignos del nombre de religiosos. Entonces la Asociación vivirá en verdadera prosperidad, pues su prosperidad no puede medirse por el au- mento del número de miembros, ni por el aumento de sus bienes, sino por el nú- mero de sus verdaderos religiosos”. Este escrito no estaba dirigido explícitamente a nadie, pero indirectamente era un mensaje para el Hno. Gabriel, que parecía, según él, más preocupado por la ex- pansión de la comunidad que de su crecimiento espiritual. Algunos años más tarde, en 1862, el Hno. Amadeo releía sus notas de 1850 y añadía sencillamente, “leído y confirmado”. Pero al año siguiente, en el mes de di- ciembre, en la entrevista habitual con el Hno. Gabriel, le entregaba un escrito per- sonal que contenía todo su pensar sobre la formación del Hermano. Afirmaba haber sido impulsado a escribirlo, aunque con dificultad, por la lectura del artículo de la Regla que se refiere al vicesuperior y se había decidido a hacerlo para quitarse su responsabilidad y tranquilidad de su conciencia. Habiendo oído a Gabriel varias veces quejarse amargamente de la marcha de la comunidad respecto de la conduc- ta de los Hermanos comparte los mismos sentimientos: “No, nuestros Hermanos no van bien y con gran dolor me uno a Ud. para afir- marlo y decir que no son buenos religiosos. Ud. ha podido decir, no sin amargura, que si quisiésemos encontrar un verdadero religioso solamente, no habría que buscarlo en nuestra congregación: cuán desoladora es esta verdad...”. En apoyo de este análisis recordaba al Superior que la Congregación había ad- mitido a unos 500 sujetos, “en general, los mejores y los más piadosos de las parroquias respectivas” y no había llegado a formar más que un cierto número de religiosos. La causa de esta deplorable situación era la insuficiencia de los medios empleados en 455
HNO. ENZO BIEMMI la formación inicial y permanente de los Hermanos. Pero si en su primer escrito de 1850 se había limitado a hablar del noviciado, aquí encaraba más la formación de los Hermanos colocados en las parroquias. La instrucción cristiana (estudio del ca- tecismo) era insuficiente, como uno se podía dar cuenta al comparar el tiempo em- pleado a este deber por los Hermanos de las Escuelas Cristianas; ciertos novicios eran admitidos a la profesión sin conocimiento necesario de lo que hacían; la lectu- ra espiritual de 12 a 15 minutos, era totalmente insuficiente para un religioso; los Hermanos en el noviciado no aprendían un método para hacer bien la meditación ni el examen particular, en consecuencia, los ejercicios de piedad se hacían maqui- nalmente, “pronunciando precipitadamente las fórmulas de oración con la impaciencia de llegar al fin”. El último medio de formación descuidado, era según el Hno. Ama- deo, el retiro espiritual. Dirigiéndose directamente a su Superior, le reprochaba ha- ber dejado a algunos Hermanos sin aprovechar de este ejercicio durante cinco años, diez y hasta quince o veinte años. Se confesaba apenado por el rechazo que él mismo había tenido durante dos años, en este sentido. Su conclusión era de lo más dura: “Sería mejor privarse de algo en los edificios, o de algún arreglo, que podría ser aplazado, y hacer sacrificios para consolidar el edificio espiritual y moral de la Congregación... No tenemos necesidad de extendernos, sino de fortificar, de conso- lidar lo hecho”. Estaba así, de alguna manera, de acuerdo con el análisis de Mons. Billiet, que reprochaba a Gabriel, el ocuparse demasiado de la organización y muy poco de la formación de los Hermanos. Así, en espíritu de obediencia y en plena colaboración, tomaba explícitamente distancia respecto a las múltiples iniciativas de Gabriel para agrandar y mejorar la casa madre, como había expresado sus reservas sobre la adquisición de la abadía de Tamié 34. (34) Gabriel había emprendido obras importantes en la casa madre desde 1862 a 1863 y en abril de 1864 debía firmar un nuevo contrato para otra ampliación. Las palabras del Hno. Ama- deo se refieren directamente a estas iniciativas. Hay que señalar que el Hno. Gabriel quería a cualquier precio, dejar a los Hnos. una hermosa casa madre, lo que le llevaba a nuevas obras: “Nuevamente estoy metido en construcciones y en morteros; pero lo que me alegra es poder dar antes de morir, una bella casa a mis queridos Hnos. de la Sagrada Familia” (Car- ta al cura de Belleydoux, 12 abril 1864, Lettres, XVIII, 41). 456
HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX 2.4 Un Superior demasiado indulgente Esta situación problemática fue vivida por el Hno. Gabriel, con mucho sufri- miento, pero sin perder nunca la esperanza. Era consciente del estado de cosas y con el Hno. Amadeo no dudaba en recono- cerlo. En ocasión de la aparición de una noticia sobre la Congregación publicada por el Padre Migne en la Historia de las Órdenes Religiosas 35, escribía a su futuro sucesor: “La nota me parece muy bien; para honrar a nuestro Instituto, hacerlo conocer de manera ventajosa para nosotros y para la Religión; pero si conocieran nuestra miserias y el gran número de malos religiosos que tenemos, nos clasificarían cier- tamente en el último lugar; digo esto muy bajito, querido amigo; sólo nosotros dos conocemos a nuestros Hermanos; yo los conozco a fondo, lo que me llena a menudo de tristeza” 36. En repetidas oportunidades reconoce que la preocupación apostólica de pro- porcionar Hermanos a los señores párrocos que lo solicitan, le había llevado a ha- cerles interrumpir el noviciado, con consecuencias negativas. “Nos los han arrancado aún a medio formar; he de reprocharme de haber consen- tido en ello al principio por condescendencia; pero no será más así en adelante, comprendo ahora que no se tiene tanta necesidad de Hermanos como de buenos Hermanos” 37. Y, sin embargo, los abandonos y los cambios continuos a los que se veía obliga- do, le obligaban también regularmente a emplear novicios no formados aún. Reconociendo ser engañado a menudo, con las mejores intenciones, considera- ba injusta la acusación de Mons. Billiet de ocuparse demasiado de lo material, y le respondía: (35) “Famille (Frères de la Sainte)”, en Dictionnaire des Ordres Religieux, por Héliot Radiche y Tochou, vol. IV, Migne editor, París 1859, 482-493. (36) 27/04/1859, Lettres, XIX, 129. (37) Gabriel a Mons. Rendu, obispo de Annecy, 30/12/1850, Lettres, VI, 162. 457
HNO. ENZO BIEMMI “Me reprocha, Monseñor, que me ocupo mucho del arreglo material de Tamié y no lo suficientemente de lo espiritual. Si no estuviera, desgraciadamente, preveni- do contra mí y pudiera seguirme de cerca y sin prevenciones, Ud. vería, Monse- ñor, que me ocupo de lo material y de lo espiritual con toda la fuerza y el celo que Dios me concede. Han pasado 35 años ya desde la fundación de nuestra sociedad y el Señor la bendice a pesar de nuestras miserias, como las hay en todas partes, porque en todas partes hay hijos de Adán. Tengo la satisfacción de que gran parte de nuestros Hermanos son buenos y obran movidos con sentido de fe. Cuando ha habido malos, los he rechazado, como se rechaza el veneno” 38. Tenía una mirada más optimista que la del Hno. Amadeo y la de Mons. Billiet, o bien más sencillamente, creía de tal manera en su obra, que aún los fracasos más evidentes no le hacían temblar. Es verdad que había rechazado los Hermanos “malos”, como al veneno, pero esto raramente y sólo en situaciones extraordinarias. La actitud que tenía frente a sus Hermanos constituye, en efecto, uno de los aspectos más problemáticos de su personalidad. Se lo podría definir a este propósito, hombre de los extremos. Cuanto más se mostraba severo con los Hermanos en falta, más indulgente era cuando veía signos de arrepentimiento. Después de tratar a un Hermano de hipócrita, miserable, profanador de la casa de Dios, merecedor de un triple infierno, en la misma carta se dice pronto a vendar sus heridas para curarlo y a tender el velo del olvido sobre su conducta. Y sin em- bargo, este Hermano acaba de dar un grave escándalo en el lugar donde está colo- cado. Al ex Hno. Adolfo, que acusa de “haber apostatado, ser sacrílego, abusador de la gracia de Dios”, le abre los brazos y le escribe: “Me es muy querido en el Señor, y le amo demasiado para que le abandone. Vuelva pues, mi querido Hermano y ningún pretexto, ni ninguna disculpa le detengan. Se podrá arreglar todo de manera que Ud. no se vea comprometido en su puesto actual, ni aquí” 39. Con esta clase de Hermanos su estrate- gia es siempre la misma: les acusa sin piedad amenazándoles con el infierno y en- seguida se muestra pronto a acogerlos. (38) 02/04/1858, Lettres, XII, 61. (39) Al Hno. Luis Moissenet, 10/03/1853, Lettres, XIX, 16; al ex Hno. Adolfo, 24/11/1853, Lettres, XIX, 32-33. Ver también: al Hno. Humberto Rolland, 15/08/1864, Lettres, XX, 47. 458
HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX La idea que tenía de los peligros del mundo, le llevaba a dar una nueva oportu- nidad a los que se la pedían. Recibe por quinta vez al Hno. Juan Lamy y por octava vez al Hno. Martín (Juan Broyer) que le engañará una novena vez, a tal punto que las Efemérides no hablarán sino de “tolerancia excesiva” del superior 40. El Hno. Raimundo, director de Tamié, era del mismo parecer: “Rdo. Padre, un poco menos de indulgencia de su parte para sujetos de este temple no estaría mal, para honra de nuestra congregación y bien de la Religión. Hay que terminar con los malos sujetos para no descorazonar a los que aún son me- dianos” 41. Para tener una idea precisa del estado de cosas habría que establecer una esta- dística exacta de entradas y salidas de Hermanos, lo cual es bastante problemático. Al mismo tiempo habría que hacer un estudio comparativo con las otras congrega- ciones de Hermanos también sometidas a frecuentes deserciones y a numerosos problemas. El Hno. Amadeo en su informe de 1863, habla de 500 sujetos entrados en la Congregación, cuando al mismo tiempo había 135 Hermanos colocados en sus puestos y 52 Hermanos y novicios en la casa madre, un total pues de 185 miembros. Esta cantidad nada nos dice, por cierto, de la calidad de los Hermanos en cuanto a su formación religiosa y profesional. Las fuentes nos llevan sin embargo a creer que la situación de la formación de los Hermanos era el punto flojo de la Congrega- ción y una inquietud constante para su Fundador. Desde que había abandonado su pueblo natal en 1824, mucho tiempo había pa- sado, casi 40 años de dificultades pero también de realidades. El sentimiento cada vez más agudo de haber llegado al fin de su vida, le lleva a acelerar el ritmo de sus últimas iniciativas para reforzar una obra de la que se daba cuenta de su fragilidad, a causa de la oposición externa y problemas internos. Pero ¿qué había sido del Hermano de Belleydoux? ¿Había podido dar cuerpo a la intuición experimentada en su pueblo y largo tiempo cultivada?. Una mirada so- bre la fisonomía final del Hermano puede permitir evaluar la distancia entre el proyecto y su realización. (40) Hno. Amadeo al cura de Divonne, 08/12/1860, Lettres, IV, 170; Éphémérides, 25/10/1861, ASFB. (41) 03/04/1861, ASFB, “Frères persévérants”, Raimundo Joly. 459
HNO. ENZO BIEMMI III. LA FISONOMÍA FINAL DEL HERMANO En 1858 Gabriel imprimía su Regla definitiva, el Nuevo Guía de los Hermanos de la Sagrada Familia 42. Obra compleja, era el resultado de 20 años de vida de las comunidades de los Hermanos después del primer Guía de 1838 que había fijado la fisionomía del Hermano de la Sagrada Familia a su primera Constitución. El Nuevo Guía estaba compuesto por los Estatutos elaborados en 1853, después de las obser- vaciones de la Sagrada Congregación, y por una serie de Reglamentos de vida y orientaciones espirituales, con fecha de diferentes períodos que constituye la Regla de vida propiamente dicha 43. El Nuevo Guía de los Hermanos de la Sagrada Familia, fija, pues, la fisonomía final del Hermano tal como la experiencia y las condiciones históricas permitieron realizarla. En 1838 la Regla precisaba que había dos clases de Hermanos: los docentes y los legos. Los primeros “están destinados a catequizar, a dar clase y ayudar en las iglesias como clercs, cantores y sacristanes”; los segundos están empleados “en los trabajos ma- nuales”, de la casa madre y en los otros establecimientos de los Hermanos docentes: parroquias, pensionados, hospitales, cárceles... 44. Se admiten sacerdotes, pero ex- clusivamente para las funciones de capellanes y de Superiores: están sometidos a la Regla común pero gozan de pequeñas distinciones. Los Hermanos son enviados a las parroquias, solos o acompañados. Los Hermanos solos habitan en la casa parro- quial y el Sr. párroco se encarga de vigilarlos y formarlos. La posibilidad de enviar Hermanos solos es la originalidad principal en relación con los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Comparando al Hermano del Guía de 1838 con el del Nuevo Guía de 1858, y te- niendo en cuenta la vida real de las comunidades al fin de la vida de Gabriel, es po- sible medir, de alguna manera, la evolución que el status del Hermano ha tenido desde el principio hasta su fijación definitiva. (42) Nouveau Guide des Frères de la Sainte-Famille, contenant les Règles et les Prières en usage dans leur Congrégation, approuvée par notre Saint Père le Pape, impreso, Leguay, Belley 1858, XXXII+837 pp., reimpresión fotostática, Barcelona, 1969, 552 pp. (43) El Nuevo Guía está en realidad compuesto de cuatro partes. La primera contiene los Estatu- tos, la segunda todo lo concerniente a la vida religiosa de los Hnos., la tercera las atribucio- nes y deberes de diferentes órdenes de Hermanos, la cuarta un devocionario de oraciones. (44) Guide de 1838, art., XVI, 37. 460
HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX 3.1 La desaparición de los Hermanos solos En todas las peticiones dirigidas al gobierno francés y sardo y a la Santa Sede, el Hno. Gabriel, y los Obispos que apoyan el pedido de autorización, insisten en la utilidad de la Congregación precisamente por la posibilidad que tiene de enviar Hermanos solos, lo que favorece enormemente a los municipios y parroquias del campo, permitiéndoles, con poco gasto, tener un maestro para la educación moral e intelectual de la juventud. Es pues útil mirar lo que ha pasado realmente: ¿qué ha pasado con los “Hermanos solos”?. En 1847 el Hno. Gabriel dirigía 15 casas de Hermanos solos sobre un total de 43. Una comunidad sobre tres se componía de un solo Hermano habitando en la curia parroquial con el párroco. Fue el año con el mayor número de puestos de ese tipo, lo que puede hacer creer que la fórmula marchaba bien, y sin embargo, en su co- rrespondencia con los sacerdotes interesados se pueden adivinar las preocupacio- nes y las dificultades de este tipo de experiencias. Al cura de Poizat (Ain) que tenía al Hno. Eliseo como maestro, escribía Gabriel que el Hermano se aburría en gran manera, que la soledad y el alejamiento de sus cohermanos era un suplicio y que esta situación amenazaba su vocación. “Efectivamente, agregaba, el buen Rey Carlos Alberto, que fui a visitar el mes últi- mo a Turín, me dijo que tuve una feliz idea al preparar Hermanos para las pe- queñas parroquias, pero que era peligroso colocarlos solos, sobre todo cuando son jóvenes.” Terminaba su carta pidiendo al párroco solicitara un segundo Hermano 45. Los mismos temores expresaba a los curas de Gets (Alta Saboya) de Naucray. (Be- sançon), de Argentine (Saboya) y de Valloire, un pequeño pueblo perdido en las montañas de la Haute Maurienne, desde donde el Hno. Víctor no le escribía desde hacía tiempo habiéndose desanimado de su vocación: “Hemos reconocido graves inconvenientes en colocar a los Hermanos solos sobre todo porque pueden molestar y ser molestados en la casa parroquial donde están (45) 06/06/1847, Lettres, V, 30. 461
HNO. ENZO BIEMMI y porque pueden desanimarse fácilmente, de manera que nuestra Sociedad acaba de determinar que en adelante no se mandarán más Hermanos solos” 46. Esta decisión no pasará de ser una buena intención durante algunos años: des- de 1847 al 1853, Gabriel abrirá todavía 13 puestos de un Hermano solo porque a pe- sar de su invitación de pedir al menos dos, las comunidades y los párrocos de pequeñas parroquias sólo querían uno, por motivos esencialmente económicos. Ga- briel soslayaba las dificultades, multiplicando sus invitaciones a los párrocos para que sean los guías y amigos de sus Hermanos a menudo muy jóvenes 47. En 1851 la cuestión fue traída nuevamente sobre el tapete por los dos Consulto- res de la Congregación de Obispos y Religiosos que consideraban la condición de Hermanos solos como llena de “grandes peligros”, que la vigilancia de un sacerdote, a menudo poco conocido, no podía evitar. El consultor Francisco Vici había exigido la modificación del Estatuto y que se prescribiera “que dos Hermanos, al menos, estu- vieran juntos, uno de edad más avanzada y mayor madurez por la experiencia”. En 1853 Gabriel imprimió y envió a Roma los nuevos Estatutos, redactados de acuerdo a las notas de los consultores, pero no pudo conciliarlos con sus deseos en lo referente a los Hermanos solos, teniendo en ese momento 14 puestos de un solo Hermano y teniendo continuamente que hacer frente a los pedidos de los párrocos. Se limitaba a introducir correctivos precisando que no colocaría solos, sino Herma- nos maduros, en parroquias que no presentaban ningún peligro, ni alejadas de otra comunidad y con sacerdotes dispuestos a recibirlos en la casa parroquial 48. El año de la publicación de estos Estatutos (1853) fue al mismo tiempo el que debió marcar, con una fuerte aceleración, el fin de los puestos de un solo Hermano. Si en 1858 había 14, en 1855 sólo quedaban seis y en 1858 estaban reducidos a dos. Gabriel cerraba el puesto de Belleherbe (Doubs) como consecuencia de la conducta del joven Hermano “afligido y resuelto a no abrir en el futuro establecimientos de un so- (46) Gabriel al cura de Valloire, 01/08/1847, Lettres, V, 43. (47) Ver, por ejemplo, la carta al párroco de Argentine, 19/12/1848, Lettres, V, 158. (48) “Los Hermanos no son colocados solos sino cuando no se ve ningún peligro para ellos y cuando están próximos de otros Hermanos de la Asociación con los cuales puedan verse con frecuencia y edificarse. Un Hermano no es colocado en estas condiciones sino cuando ha lle- gado a una edad madura y cuando el párroco consiente que habite y coma en la casa pa- rroquial. Cuando un Hermano está solo, depende del Hno. Director del establecimiento más próximo” (Statuts de 1853, art. VII, Nouveau Guide, 4). 462
HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX lo Hermano; pues así, están demasiado expuestos” 49. Retira al Hermano de la Grande Combe des Bois (Doubs), porque “repugna de tal modo a todos nuestros Hermanos el estar solos, que hacen todo lo posible para evitarlo” 50 . Decide dejar la escuela de San- vignes (Saona y Loira), porque el párroco no está decidido a pedir un segundo Her- mano 51. La decisión definitiva de no enviar en adelante más Hermanos solos y cerrar los puestos existentes, fue tomada por el Consejo de la Casa Madre en 1855 y el Ca- pítulo General de 1858 la ratificó 52, aun cuando el Nuevo Guía conserva el artículo VII de los Estatutos de 1853 y continuó dejando abierta esta posibilidad. En realidad, la experiencia de Hermanos solos termina en 1858, como se ve en la gráfica siguiente. (49) Gabriel al cura de Belleherbe, 10/03/1853, Lettres, XIII, 25. (50) Hno. Amadeo al cura de la Grande Combe des Bois, 28/09/1854, Lettres, IX, 118. (51) El Hno. Amadeo al cura de Sanvignes, 01/09/1855, Lettres, X, 76. (52) Gabriel al Sr. Cura de Graveson, 15/10/1859, Lettres, XIII, 114. 463
HNO. ENZO BIEMMI Vemos que los Hermanos solos han sido durante una decena de años, (de 1844 a 1854) un hecho importante en la Congregación, que forman alrededor de un ter- cio de las comunidades. A partir de 1853 los puestos de un solo Hermano son excep- ciones de poca duración 53. Las razones que han llevado a este cambio de importancia son de naturaleza diversa. La más firme es la que surge de las grandes dificultades sentidas por los jó- venes Hermanos poco formados y, por lo tanto, amenazados por la soledad, el des- ánimo y las molestias. La vida en la casa parroquial con párrocos bien intenciona- dos, pero ellos mismos también solitarios y a menudo incapaces de establecer una verdadera comunicación humana, no debía de ser fácil. Otras razones son de ca- rácter institucional. Ante todo la presión de la Santa Sede, que condiciona su auto- rización a la adecuación de los Hermanos a la forma tradicional y experimentada de la vida religiosa de carácter comunitario. Pero no hay que olvidar la evolución general de la escuela primaria en Francia. Después de la ley Falloux (1850) la situa- ción de los maestros mejora, los municipios se movilizan para asegurar una ins- trucción primaria más completa y los programas de enseñanza más precisos. La división de las tres clases primarias (pequeña, media y grande) exigen cada vez más un maestro y un ayudante: una pedagogía más adecuada, exige un aumento de per- sonal docente. Si a partir de 1853 Gabriel puede cerrar sus escuelas con un solo Her- mano esto resulta del hecho de que los municipios están cada vez más dispuestos a pedir y financiar dos. Así, al fin de la vida de Gabriel, su Congregación habría tenido una evolución substancial del estatuto del Hermano y que le privaba de la originalidad principal que diferenciaba a los Hermanos de la Sagrada Familia de los Hermanos de las Es- cuelas Cristianas, más conocidos. (53) El Hermano colocado en la parroquia de San Antonio de Marsella, permanece sólo un año (1859-1860) como el de Ntra. Sra. de las Victorias en París (1860-1861) donde el segundo año la comunidad consta de cinco Hermanos. En Tours, el Hermano que se encarga de la escuela de canto, a partir del segundo año vive en comunidad con los Hermanos que trabajan en el Colegio. El caso de Moureille (1862-1865) es caso particular: el Hermano frente a numerosas dificultades personales, vive con el Sr. párroco, que es hermano suyo. 464
HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX 3.2 Hermanos legos y Hermanos docentes: una distinción precaria Un segundo elemento que las circunstancias obligan a modificar es la distin- ción prevista por el Guía de 1838, entre los Hermanos docentes y legos. Esta distin- ción es antigua en la vida religiosa, y en lo que concierne a los Hermanos se remonta a san Juan Bautista de la Salle que había previsto Hermanos legos para los trabajos manuales de las comunidades y para ir al encuentro de sujetos que desea- ban abrazar la vida religiosa pero carecían de capacidad para consagrarse a la do- cencia. El Hno. Gabriel fue llevado a la misma actitud por su amigo el P. Roland que le sugirió acoger Hermanos servidores o legos y emplearlos en el servicio de los se- minarios. El hábito indicaba la diferencia entre las dos categorías. Como ya lo he- mos señalado, los primeros ensayos mostraron la dificultad de una tal distinción. Los Hermanos enviados a los seminarios y a los pensionados en 1841 y 1842 (7 a Grenoble y 2 a Bourg de Peage) estaban enfrentados a varias dificultades. Tratados como empleados domésticos y sometidos a horarios insoportables, estaban inclina- dos a dejar sus deberes religiosos y a desanimarse muy pronto. La experiencia de los años siguientes acentuará la tendencia. En 1843 mientras ocho Hermanos legos prestan su servicio en el seminario me- nor de Grenoble, Gabriel presenta al P. Collomb, ecónomo del establecimiento, la lista de las razones que hacen difícil la continuación de esta experiencia. Los Hermanos se disgustan mucho, sobre todo los empleados en la vajilla, no se sienten como perso- nas, gentes virtuosas que acepten entrar en la congregación con esta perspectiva y esta clase de empleos no entusiasman las vocaciones para el Instituto 54. Esta última razón le lleva a no proporcionar más Hermanos legos a los semina- rios. Como explica al Superior del Seminario Mayor de Romans, donde otros Her- manos sirven: “Gracias al cielo, están generalmente contentos de los Hermanos docentes, hacen más bien que los legos, los cuales se molestan fácilmente y se disgustan de su vo- cación por un empleo que les asemeja demasiado a los seglares y les impide a me- nudo cumplir su regla. Lamento ver a los postulantes que llegan a nosotros (54) 19/03/1843 y 23/03/1843, Lettres, III, 18-19. 465
HNO. ENZO BIEMMI declarándonos que no quieren entrar en el Instituto sino con la intención de con- sagrarse al servicio de las Iglesias y a la enseñanza, y dicen que si quieren hacer de ellos Hermanos legos, prefieren quedarse en el mundo 55”. Esta oposición interna y la disminución de sujetos dispuestos a asumir esta clase de empleos conduce al cierre progresivo de las comunidades colocadas en los seminarios, como también en los orfelinatos y colonias agrícolas, es decir, en todos los puestos cuyo servicio principal estaba asegurado por los Hermanos legos. El puesto del pensionado de Bourg de Peage sólo dura tres años (1841-1843); el del Se- minario mayor de Romans, cuatro (1842-1846); el Seminario menor de Grenoble se cierra en 1853. En cuanto a los orfelinatos, aunque los Hermanos cumplían también tareas docentes, tuvieron el mismo fin. Desde 1843 a 1864, Gabriel envía sus Hermanos a una decena de orfelinatos donde son empleados, sobre todo, Hermanos legos, con una minoría de docentes 56 comenzando poco después del servicio a los seminarios, la experiencia de los orfanatos nunca despegó. Gabriel nunca tuvo más de cinco or- felinatos al mismo tiempo (en 1845) y después de 1853 sólo hubo uno o dos, como también establecimientos similares como el Colegio Real de Bonneville (1845-1846) y las dos colonias agrícolas de Montagny (1852-1853) y de Voiron. Las razones aducidas por los Hermanos para oponerse a esta clase de comuni- dades son las mismas que para los seminarios. Los Hermanos colocados en el orfe- linato de Beaune “se creen como prisioneros” y consideran “su nombramiento como un castigo” 57. Los Hermanos que trabajan en Montagny piden ser destinados a una es- cuela. El Hno. Guerin, huye, “diciendo que es sacrificar a los Hermanos enviarlos a estos establecimientos” 58; obligando al Hno. Gabriel a romper el contrato por muchas ra- zones “entre ellas la imposibilidad de los Hermanos para seguir su regla, los traba- jos penosos, los niños difíciles, la actitud del director siempre descontento 59. (55) 08/04/1843, Lettres, III, 22. (56) Se trataba de los orfanatos de Lons le Saunier (1843-1845), Dijon (1844-1846), Nozeroy (1844- 1850), Besançon (1845-1846), Beaune (1845-1882), Foncine (1845-1846), Autun (1847-1853), Bois Sainte Marie (1848-1851), Vienne (1852-1864), Tours, abierto en 1864. (57) Gabriel a los Superiores del orfelinato de Beaune, 26/09/1855 y 25/08/1857, Lettres, X, 91 y XI, 86. (58) Gabriel al Director de la Colonia Agrícola de Montagny (Saona y Loira), 06/06/1863, Le- ttres, VIII, 65. (59) 12/09/1853, Lettres, VIII, 107. 466
HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX Si en 1853 sólo quedan dos orfanatos y una colonia agrícola, en 1855, con el pe- dido de la parroquia de la Trinidad de París, empieza una nueva tendencia que cambia definitivamente la situación de los Hermanos legos; el servicio en las sa- cristías de las grandes iglesias de París y otras ciudades importantes. Desde 1853 a 1864, Gabriel abre 13 servicios o sacristías, de las cuales seis en París 60 y las otras en las ciudades de Langres, Toulon, Marsella, Lyon, Vienne y Tours. En las 11 sacristías atendidas en 1864, trabajan 44 Hermanos de los cuales 33 en París. Se trata en bue- na cantidad de Hermanos legos que cumplen la tarea de cantores y sacristanes. Los Hermanos docentes que les acompañan desempeñan las tareas de directores y se ocupan de la escuela primaria de la maestría o escuela de canto allí donde las hay. El Hno. Gabriel, hace un balance bastante objetivo de la experiencia de los Her- manos legos en carta dirigida en el mes de julio de 1861 al P. Rousin 61. Este sacerdo- te marsellés, concibió la idea de abrir un orfelinato para niños pobres, de más de diez años, para enseñarles trabajos agrícolas e insertarlos en la sociedad. Se dirigió al Hno. Gabriel pidiéndole Hermanos. Este le respondió, que habiendo dirigido un cierto tiempo establecimientos similares, no tenía Hermanos disponibles dispues- tos a entrar en religión para trabajar la tierra : “He tratado de convencerlos de que la tierra es la madre nutricia de los soberanos y de los pueblos, escribía, y que nuestros padres eran dichosos trabajándola, como lo hacen ahora los Trapenses; pero no quieren escuchar estas razones”. Los Hermanos no entraban en la congregación “sino con la finalidad de consa- grarse a la docencia y al servicio de las iglesias”, y no aceptan los trabajos de los cam- pos sino después de haber hecho profesión y haberse convencido que no tienen cualidades necesarias para la escuela o el servicio de las iglesias. Era un cuadro objetivo de la situación y al mismo tiempo la interpretación co- rrecta de una evolución que había pasado por tres etapas. Primero en los semina- rios como empleados, (cocina, panadería, vajilla, costura, jardinero...); los Herma- nos legos habían sido luego dirigidos hacia los orfelinatos, donde enseñaban a los (60) Se trata de las parroquias de la Trinité (1855), Saint Eugène (1859), Notre Dame des Victoires (1860), Saint Jean Baptiste de Grenelle (1861), Saint Augustin (1862), Saint Pierre du Gros Caillou (1864). (61) 11/07/1861, Lettres, XV, 90-92. 467
HNO. ENZO BIEMMI niños los trabajos agrícolas, para terminar casi todos en las grandes iglesias como cantores y sacristanes. Si las fuentes no permiten establecer el número exacto de Hermanos legos, es cierto que constituyen una minoría y que disminuyen con los últimos años. La re- sistencia a permanecer en su rango procede de ellos mismos. Esta misma resisten- cia obliga a Gabriel a modificar sensiblemente su estatuto, confiándoles tareas que les acercan cada vez más a los Hermanos docentes y que hará pronto desaparecer la distinción primitiva. El Nuevo Guía de 1858, artículo III, conserva aún la distin- ción, pero en 1864, no tiene ya motivo de existir. El primer Capítulo General des- pués de la muerte de Gabriel, en 1865 se ocupa decididamente de su formación: “Considerando que las funciones de nuestros Hermanos empleados en las iglesias requieren de la mayor parte una instrucción más amplia de la que tenían, cuan- do su servicio no abarcaba todo lo que se les confía desde hace algunos años... los Hermanos empleados al servicio de las iglesias o a otro empleo, rendirán un exa- men cada año, durante seis años, como los Hermanos que se dedican a la ense- ñanza” 62. Esta determinación era la toma de conciencia del fin de una distinción. No ha- bía más que una sola clase de Hermanos, consagrados al servicio de la escuela o de las iglesias, llamados todos a una formación más completa para responder honro- samente a sus empleos respectivos. 3.3 El caso de los Hermanos sacerdotes El último elemento que interesa al estatuto del Hermano se refiere a la posibili- dad de introducir en la Congregación el sacerdocio. Ignorado en las Reglas de San José, introducido en las Constituciones de 1836, de nuevo suprimido en el Guía de 1838, esta posibilidad había sido estatuida definitivamente en 1852 con el consenti- miento de Mons. Devie y Mons. Billiet y confirmada en el Nuevo Guía de 1858. Esta oscilación deja adivinar la dificultad que una tal apertura crea, tanto en el interior como fuera de la Congregación. Aquí también conviene interrogar la práctica y ver (62) Sesión ordinaria del Capítulo General, 19/09/1865. Delibération du Chapitre Général, ASFB (Roma), 37. 468
HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX lo que había pasado realmente desde los comienzos de la Congregación hasta 1864. Efectivamente aun cuando el fenómeno aparece marginal en cuanto a su impor- tancia numérica, tiene, sin embargo, un peso simbólico y jurídico considerable por- que influye sobre la identidad del Hermano, es decir, sobre su dimensión laical. La primera tentativa para introducir un sacerdote en la Congregación, data de 1837, en Belmont, es decir, al inicio de la Congregación. Se trata del P. Juan Favre. Este joven había pasado un tiempo con los Maristas del P. Colin y pidió ingresar en Belmont en 1836, cuando ya había recibido las órdenes menores, con el pedido ex- plícito de ser ordenado sacerdote. Gabriel que necesitaba un capellán, lo aceptó. Mons. Devie fue en esta ocasión muy condescendiente, porque lo ordenó un año después en vísperas de Navidad de 1837. El epílogo fue decepcionante: abandonó la congregación un mes después de su ordenación rehusando pagar sus deudas a la casa que lo había acogido 63. El segundo intento de ordenación de un Hermano fue unos quince años des- pués en 1852. Se trata del Hno. Dumergue 64, luego P. Ausone, ya se habló de este sacerdote pues fue el primer capellán de Tamié e inauguró la lista de los malos sacerdotes que hicieron caer la “trapa mitigada” de Gabriel. Hombre independiente y rebelde, sólo se quedó en Tamié algunos meses. Colocado como vicario en Ambe- rieu (Ain), dejó la congregación en 1857. Otras tentativas se hicieron entre 1845 y 1860. Gabriel orientó hacia la teología a ciertos Hermanos, pero ninguno de estos intentos tuvo éxito. Es el caso de su sobrino, Luis María Taborin, huérfano de madre a los tres años, fue acogido por Gabriel que se encargó de su educación recibiéndole en el novicia- do de Belmont en los años 1837. Queriendo ser sacerdote, Gabriel lo colocó en el se- minario de Belley de donde sale voluntariamente. Continuó sus estudios en el colegio de Oyonnax. Habiendo caído enfermo, es recibido nuevamente en la Casa Madre y frecuentando el seminario como externo. Estudiaba retórica cuando mue- re en 1851 a la edad de 20 años. (63) Entrado el 15/12/1836; ordenado sacerdote en 1837 (primera misa 25/12/1837); salido el 10/02/1838. 1838 (Entrée des Novices, I, 22; Diverses Dates). Abandona la Comunidad sin pagar su pensión del noviciado. El Hno. Gabriel, en el año 1839, pide a Mons. Devie le obli- gue a pagar su deuda. (64) Juan Pedro Dumergue nació el 22/05/1826, en Angoulême, (Charente). Entró al noviciado ya subdiácono el 05/1/1851. Fue ordenado sacerdote por Mons. Devie en 1852. Es capellán en Tamié en 1856 y luego en Amberieu. Deja la congregación a fines de 1857 o a principios de 1858. 469
HNO. ENZO BIEMMI El Hno. Emmanuel insiste para ser sacerdote 65, Gabriel lo envía primero a Or- leans con Mons. Dupanloup y después a Aix con Mons. Chalandon. En 1859 este Hermano, muy inconstante, pide dispensa de los votos para entrar en otra Congre- gación. Dos seminaristas del seminario de Autun entraron en la Congregación en 1853 y 1854 después de haber hecho estudios de teología. El Hno. Arsenio sólo se queda cuatro años 66. El Hno. Edmundo 67 su condiscípulo, fue ordenado subdiá- cono por Mons. Billiet después que el Consejo episcopal de la diócesis de Belley rehusó ordenarlo. El arzobispo de Chambery había puesto la condición de seguir regularmente sus cursos de teología en Chambery, pero el Hno. Gabriel, siempre en dificultades con sus comunidades, estaba obligado a emplearlo en sus escuelas sin poder nombrarlo director, porque no ofrecía ninguna garantía. Dejó la congrega- ción en 1860 para ir con los Hermanos de la Cruz de Jesús. A estos Hermanos orientados hacia el sacerdocio, hay que agregar una serie de sacerdotes que entraron en la Congregación siendo ya ordenados y que Mons. Bi- lliet definió como “los desechos de las diócesis o de los conventos”. Es el caso de tres des- graciados sacerdotes que escandalizaron en Tamié (el P. Angélico, María Benito Hurtault y el P. Leboulanger) y también un antiguo monje cisterciense de la Abadía de Hautecombe, el P. Don José Tremey. Este monje, suprimida su orden en los Esta- dos Sardos en 1855, fue acogido en la Casa Madre de Belley donde residió desde 1856 a 1859. Siendo “nocivo por sus discursos y su manera de proceder”, dejó la Congrega- ción y originó un diferendo por motivo de una cantidad que había dado a la con- gregación y que reivindicaba 68. El caso del P. Nicolás Tardy, merece más atención 69, porque fue el único Her- mano-sacerdote en la Congregación en el momento de la muerte de Gabriel. (65) Grand Pierre (Hno. Emmanuel) hijo natural, nacido en 1832 en Saint Alban d’Hurtières (Saboya). Entró al noviciado el 25/09/1850. En 1859 obtiene la dispensa de sus votos para entrar en otra Congregación (Jesuitas). (66) Hermano Arsenio (Antonio Gaumet) nace en Anost (Saona y Loira) en 1826. Entra en el no- viciado el 31 de octubre de 1853. Hizo sus estudios a Autún con el P. Menet. Deja la Congre- gación en septiembre de 1857. (67) Pedro Menet nacido en Buxy (Saona y Loira) en 1831. Estudió en el seminario de Autún con el P. Gaumet (Hermano Arsenio). Entra al noviciado el 29/01/1854. Ordenado subdiácono por Mons. Billiet en setiembre 1855. En 1860 deja la Congregación para entrar en los Her- manos de la Cruz de Jesús. (68) Sobre el Padre Tremey y el diferendo que le opone a Gabriel, ver el largo párrafo que le con- sagra la Positio, 644-664. 470
HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX Este Hermano había sido despedido del seminario de Chambery por falta de capacidad. El Hno. Gabriel lo recibió gratuitamente en 1845 en consideración a su instrucción. En 1850 lo llevó con él a Roma con la esperanza de ordenarle sacerdote, pero le hicieron comprender que no se admitían a las Ordenes sino a los que ha- bían hecho toda la teología. En 1854 este Hermano estuvo implicado en el pernicio- so asunto de los exámenes de Valence, siendo uno de los tres que se presentaron al examen en lugar de otro Hermano. No pudiendo ordenarle sacerdote en la diócesis de Belley, a causa de la oposición del Consejo episcopal y de Mons. de Langalerie, le envió a Aix en Provence, pidiendo a Mons. Chalandon promoverle a las órdenes sagradas. Director de la maestría de Aix, seguía al mismo tiempo los cursos de teo- logía en el seminario mayor. Mons. Chalandon no tuvo dificultad en ordenarlo de subdiácono a fines de 1862, pero la ordenación al diaconado planteaba un proble- ma: no se podía hacer sin consentimiento explícito del Obispo de Belley, que veía “con horror” 70 la presencia de sacerdotes en la Congregación. Este asunto fue moti- vo de un último desacuerdo entre Gabriel y Mons. de Langalerie que después de rehusarse, cede a la voluntad de Gabriel por la mediación de Mons. Chalandon. El Hno. Nicolás fue ordenado diácono el 20 de marzo de 1863 y sacerdote el 19 de di- ciembre del mismo año 71. El Hno. Gabriel se alegra mucho por esta ordenación, y se lo expresa al nuevo sacerdote con estas palabras: “Me es infinitamente agradable darle el nombre de Padre.... Un día llegará en que será, quizá, el Padre de todos los Hermanos de nuestra querida congregación... Su carácter de Padre le hará todavía más accesible ante su Excelencia y más in- fluyente en ciertas circunstancias”. Se ve en estas palabras el reflejo de todas las dificultades que Gabriel había te- nido con el clero por su condición de laico y espera que esta ordenación aplaque en algo los problemas de su Comunidad. Pero si por un lado se alegra, por otro no es- (69) Nicolás Tardy nacido en Montmelian (Saboya) en 1824. Entró al noviciado el 24/05/1845. Ordenado en Aix en Provence en 1863. En 1865 es párroco de la parroquia de Belleydoux. Excluido de la congregación el 15/07/1880, después de un proceso por acusación de atentado a las buenas costumbres. (70) Gabriel al hermano Nicolás Tardy, 14/031863, Lettres, XX, 17. (71) Nicolás Tardy a Gabriel, 01/06/1863; 21/11/1863; 21/12/1863 (ASFB., “Frères sortis” Nicolás Tardy). 471
HNO. ENZO BIEMMI condía sus miedos. Dos cosas le preocupan: el carácter “frío, poco atrayente... a veces susceptible y puntilloso” 72 del Hno. Nicolás y los desgraciados epílogos de los inten- tos precedentes. “Me ha causado a veces sinsabores; olvido sus faltas y le digo que le he perdonado todo”, le escribía en vísperas de su ordenación diaconal, y refiriéndo- se a las experiencias precedentes confesadas con aprehensión: “Tengo la dulce espe- ranza que no se parecerá al P. Ausone y a los otros que hemos tenido y que causan horror al Obispo de Belley” 73. A los pocos meses de su muerte, Gabriel podía así tener un Hermano sacerdote, pero el resultado de este último intento quedaba por verificar. La introducción de Hermanos sacerdotes es una excepción rara en la Congre- gación de Hermanos. Fue motivada, ante todo, por la dificultad que Gabriel experi- menta a lo largo de toda su vida de tener buenos capellanes para su casa de noviciado, pero también para la trapa mitigada de Tamié. No hay que olvidar otras motivaciones más o menos explícitas que aparecen al fin de su vida y, sobre todo, la necesidad de adquirir esta credibilidad y el derecho a la palabra que el clero y los Obispos no le reconocían. La preposición velada hecha al Hno. Nicolás de ser un día el Superior general de la Congregación se deduce de la idea de que sólo un sacerdote podía ser interlocutor cualificado ante el clero. Así, nacida como una ne- cesidad práctica, la introducción de algunos Hermanos sacerdotes, se carga de una significación institucional más profunda. Queda, sin embargo, como excepción tan rara que no modifica en nada el carácter laical de la Congregación. 3.4 El “Hermano” en 1864 En el mes de setiembre de 1864 la Congregación contaba con 132 Hermanos; 8 novicios y 29 postulantes, un total de 189 miembros. Los Hermanos colocados en diferentes puestos eran 145, y los otros residentes en la Casa Madre 74. Los Hermanos tenían 55 establecimientos de los cuales 37 escuelas, 11 sacristías, 1 maes- tría, 1 servicio en seminario menor, 1 servicio en un colegio, 1 granja escuela, 1 casa de educación 75. (72) Gabriel a Mons. Chalandon, 3/08/1864, Lettres, XVIII, 75. (73) 14/03/1863; 01/05/1863, Lettres, XX, 17-25. (74) Éphémérides, 01/10/1864, ASFB. (75) Ver el cuadro de casas abiertas por el hermano Gabriel desde 1829 a 1864 - Cuadro 5. 472
HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX La gráfica siguiente muestra la situación final de las comunidades: Son dos las actividades principales a las que se consagraban los Hermanos, las escuelas y el servicio de las iglesias (sacristías). Éstas, en los últimos años, iban en aumento, las escuelas disminuyen. El papel del Hermano tiende a estabilizarse al- rededor de esas dos formas principales de apostolado. 473
HNO. ENZO BIEMMI Entre los Hermanos de San José de 1824 y los Hermanos de la Sagrada Familia de 1864, la evolución se hace en dos direcciones: la repartición y la especialización. El Hno. Gabriel sueña con una congregación de Hermanos comprometidos en pe- queñas parroquias de la campaña, a la vez maestros de la juventud y animadores de la liturgia. Esta clase de Hermanos exigía profunda unidad en las tareas, lo que le constituía en ayudante del párroco, con un papel completo y reconocido. Este Hermano no necesitaba mucha formación: le bastaba la instrucción de base para enseñar a leer y escribir, conocimiento del catecismo, gusto por las ceremonias y, si fuera posible, una hermosa voz. El Hermano de 1864 no podía estar sólo. El progre- so de la pedagogía en la instrucción primaria pide una entrega completa a la escue- la, de manera que ciertos Hermanos se especializan en la instrucción primaria, tanto más que la competencia de los maestros (seglares) es cada día más fuerte y la fiscalización de la autoridad escolar más exigente. Otros, no aptos para la enseñan- za, se entregan al servicio de las iglesias, pero aquí también nada es sencillo y nada se parece a la creatividad del principio: el servicio en una gran iglesia de París re- quiere un número importante de Hermanos, un trabajo duro y distribución de ta- reas. Esta evolución hace desaparecer a los Hermanos solos y borra la distinción interna entre Hermanos legos y docentes. ¿Cuál es la actitud de Gabriel en esta evolución obligada?. Enfrentado a un cua- dro social y cultural nuevo y a represiones inéditas, muestra por un lado suficiente flexibilidad para adaptar su institución a las nuevas condiciones y por otro, parece resistirse a esos cambios. Se diría que el horizonte que sigue guiándole y explica sus reacciones es ciertamente el de años pasados en Belleydoux, en donde había si- do el primer Hermano. La distancia entre la Restauración y el segundo Imperio de los años sesenta, se hace sentir y las quejas que de tanto en tanto le hacen lamentar “los viejos tiempos” en los que se podía hacer el bien sencillamente y sin ser “perse- guido”, muestran a un hombre que se queda un poco por detrás de la historia y sin embargo, su resistencia tiene una razón que merece gran atención. En el fondo es la resistencia a una sociedad que se divorcia, que tiende cada vez más a oponer al ciudadano y al cristiano, lo profano y sagrado, al laico y al religioso. Es una socie- dad que esconde este equilibrio que ha vivido en su elección de religioso laico y que ha buscado inscribirlo en la Francia rural de su siglo. Por esto, quizá de manera inesperada, su atención y sus energías se movilizan de forma sorprendente hacia lo que había sido su punto de partida, el pueblo de Be- lleydoux. Allí quiere escribir, con un último esfuerzo, su verdadero testamento. 474
HNO. GABRIEL TABORIN: EL DESAFÍO DE UN RELIGIOSO LAICO EN EL SIGLO XIX IV. EL RETORNO AL PUEBLO “A punto de dejar esta vida de destierro, de pecado, mis afectos se dirigen hacia Be- lleydoux” 76, escribía el Hno. Gabriel al anciano párroco de su pueblo natal, el P. Mer- millod. Los tres últimos años de su vida se caracterizan por una serie de iniciativas en favor de Belleydoux, que tienen un tal parecido con lo que él había vivido en sus primeros años, que es imposible no ver en todo esto, la intención explícita de dejar en su pueblo una señal concreta y visible de toda su existencia. 4.1 La cofradía La primera iniciativa fue la de establecer una cofradía consagrada a Santa Ana, haciendo de la capilla perteneciente a la familia, un lugar de permanente culto y de devoción a la abuela de Jesús. Tuvo la idea desde su primer viaje a Roma en 1841, cuando volvió de la ciudad eterna con reliquias de la Santa, pero las dificultades económicas a las que estaba sometido y sus incesantes ocupaciones hicieron siempre postergar el proyecto. Fue en el mes de enero de 1862 cuando se decidió a tomar la iniciativa. La venta del con- vento de Tamié, trajo un poco de dinero fresco a sus cajas y el sentimiento de un fin próximo le determinaron a realizarlo. El párroco de Belleydoux acogió con entusiasmo su proposición, tanto más que algunos años atrás había sido el realizador de la restauración de la capilla de Santa Ana. La capilla de que se hace mención era sólo un pequeño oratorio que podría dar cabida a cuatro o cinco personas, construida en época imprecisa por un miembro de la familia Taborin en agradecimiento por una gracia obtenida por intercesión de la Santa. En 1793, este pequeño oratorio fue destruido por los revo- lucionarios, pero el padre de Gabriel, Claudio José Taborin la reconstruyó pasada la tormenta revolucionaria. Gabriel une a este lugar de devoción sus más hermo- sos recuerdos de infancia. En 1854, aprovechando la invitación del Obispo que in- vitó a los parroquianos a colocar una estatua de la Virgen en lugar elevado, el párroco concibió la idea de construir la capilla y colocar la Virgen en lo alto del frontispicio 77. Se abrió una suscripción, Gabriel contribuyó y la erección del nue- (76) Gabriel al P. Mermillod, 06/02/1862, Lettres, XVI, 25. (77) El P. Mermillod a Gabriel, 08/10/1854; 29/11/1854, ASFB.; “Capilla Santa Ana”. 475
HNO. ENZO BIEMMI vo edificio se bendijo y se inauguró solemnemente el domingo 29 de agosto 1858 78. Movilizando todo su saber y su experiencia, Gabriel obtuvo primero la autori- zación de Mons. Langalerie para su cofradía 79, después la de la Santa Sede. El 1 de marzo de 1862 envió una súplica a Papa Pío IX con los Estatutos de la cofradía. Pe- día que fuera aprobada por un Breve apostólico y enriquecida con numerosas in- dulgencias. En su carta abandonaba el lenguaje convencional y narraba al Jefe de la Iglesia los recuerdos de su infancia, su devoción a Santa Ana, el celo que desplega- ba entre sus compañeros para hacerla amar. Recordaba una procesión en su honor que obtuvo una lluvia abundante y el episodio de la entrada en servicio militar cuando fue dispensado del servicio militar con otros compañeros, salvo uno que rehusó invocarla con él, en el camino que lleva a Saint Claude, a la madre de la Vir- gen María 80. La erección canónica obtenida, se dedicó a componer el manual de la cofradía e hizo preparar el registro para la inscripción de los cofrades 81. El domingo 28 julio 1862 fue escogido por los dos hombres como fecha más in- dicada para la inauguración de la cofradía. En esta ocasión Gabriel dotó a la capilla de todo lo necesario para dar a la fiesta la solemnidad conveniente. El día de la inauguración en Belleydoux resonó el toque de campanas y petardos y el pueblo fue invadido por los habitantes de los contornos. La recepción de los cofrades tuvo lugar a las 6 de la tarde, después de una procesión solemne desde la iglesia parro- quial hasta la capilla de la Santa. El Consejo de la Cofradía estaba compuesto por el Rector P. Mermillod, el celador, que era el Hno. Gabriel, un tesorero, que era el al- calde, un secretario y el sacristán 82. La acogida al Hno. Gabriel fue de lo más calu- rosa. (78) Registro de fábrica de la parroquia de Belleydoux, A. P. de Belleydoux. (79) La erección canónica de la cofradía está firmada por el Obispo el 24/02/1862 (Manuel des Confrères de Sainte Anne, p. 45). (80) Gabriel a Pío IX, 01/03/1862, Lettres, XVI, 34-39. La lista de las indulgencias concedidas por Roma se encuentra en el manual de la cofradía, pp. 51-52. (81) Registre Général de la Confrérie de Sainte Anne érigée canoniquement, en 1862 dans la pa- roisse de Belleydoux. Este registro que se encuentra en los ASFB., contiene las firmas de 4.734 cofrades, de los cuales una docena de Congregaciones Religiosas. (82) Gabriel al P. Mermillod, 05/07/1862, Lettres, XVI, 95-96. 476
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